Está en la página 1de 4

2.

PROPUESTA
Todas estas estrategias y conceptos deben ser deconstruidos, criticados y
resignificados. Y sólo pueden empezar a serlo en espacios nuevos, espacios
de reflexión, de creación de un repertorio de conceptos consensuados. ¿Dónde
encontramos esos espacios? Desde nuestra opinión, se deben crear en tres
niveles: el individual, el grupal y el inter-grupal. El objetivo sería crear una
epistemología completa de la paz, desde la perspectiva psicológica y moral,
hasta aquella que engloba a la sociedad en su conjunto. Como dice Fisas
(2006), “La construcción de la paz (…) empieza en la mente de los seres
humanos”. Proponemos la defensa y potenciación de una comunicación
relacional para la paz, que en comunión con una serie de agendas,
herramientas y políticas alcancen este horizonte.

¿Qué entendemos por comunicación relacional para la paz? Nos referimos a


una definición epistemológica, a un intercambio de información, sentidos y
significados que opere de forma integral en todos los niveles, desde la simple
relación entre sujetos hasta la producción de industrias culturales. Hablamos de
la comunicación como un vector teórico-práctico, que tiene como horizonte la
creación de espacios simbólicos compartidos donde germinen la cooperación
creativa, la solidaridad y las identidades no excluyentes.

Las agendas (para la paz) son aquellos ejes, aquellas coordenadas sobre las
que la comunicación para la paz se apoya. Como cada conflicto es histórico,
las agendas deben interpretarse también en un sentido histórico. Se enmarcan
en un eje cronológico que explique la génesis del desencuentro y su resolución.
Funcionan como sedimento, como caldo de cultivo, como “aliento espiritual” de
la comunicación para la paz. Proponemos dos agendas:

 Olvido-memoria: Este eje es fundamental para lograr una narración


reparadora, cuyos efectos curativos vayan desde los procesos mentales
individuales hasta los colectivos. Decidir qué entra y qué queda fuera de dicho
relato es un trabajo que debe realizarse desde el inicio en un discurso
polifónico, que posteriormente impregne las calles, las aulas, las instituciones
(Bilbao, en Jares et al, 2005).
 Causas-efectos: Hay que abandonar el conflicto-espectáculo. El
problema de la violencia sigue el principio de un iceberg: es mucho mayor lo no
visible que lo visible. Por ello, hay que saber desvelar la etiología que se
desenvuelve tras cada proceso de acción violenta, y los ecos futuros que ésta
produce, para poder resolver lo irresuelto.
Cada producto comunicativo que surja de la comunicación para la paz debe
saber imbricarse en cada una de estas dos agendas: la causalidad del conflicto
y la memoria del mismo.

Las herramientas (psicosociales, aceptamos barco) (para la paz) son aquellas


actitudes, creencias, comportamientos y prácticas que, relacionados y
entretejidos entre sí, avanzan hacia una sociedad reconciliada día a día,
encuentro a encuentro. Proponemos incluir dos mecanismos psicológicos, que
también tienen sus resonancias en las acciones externas:

 Resiliencia, entendida como capacidad de empoderamiento, asimilación


positiva y de superación creativa de los conflictos (Chandler, 2012). Las
famosas “reconstrucción, reconciliación, resolución” de Johan Galtung siguen
siendo un punto cardinal para lograr estos objetivos.
 Empatía, reconocimiento del otro, posibilidad de intercambiar
perspectivas en un juego de múltiples actores en base a unos valores
universales de respeto y escucha.

Finalmente, las políticas (para la paz), el estadio final hacia el que se proyecta
nuestra propuesta de comunicación, son aquellas acciones institucionalizadas
dirigidas a consolidar los espacios simbólicos comunes previamente
construidos desde una comunicación cotidiana resiliente y empática, a través
de las coordenadas de la memoria y las causas del conflicto. Por hacer un
símil, la comunicación para la paz es la raíz del proceso, y cada una de las
políticas para la paz es el fruto final de dicho proceso (vengaaaaaa, ¿algún
problema?). Estas políticas no se basan en las imposiciones que una parte
vencedora realiza sobre una parte vencida. No es una revancha, ni una
humillación; tampoco es una vuelta a las condiciones previas del conflicto. Es
una integración positiva del mismo en un nuevo escenario. Así, las tesis de la
lucha armada deben cambiar, pero los excesos de los estados también han de
corregirse. Una eventual categorización de dichas políticas quedaría como
sigue:
 Políticas técnicas. Refuerzan la seguridad ciudadana inmediata:
procesos de desarme de las facciones armadas ilegales, desmilitarización de
los territorios en liza, etc.
 Políticas jurídicas. Revisan el ordenamiento legal desde el punto de vista
de la reconciliación y la restauración, y no del castigo aquí a lo mejor soy
demasiado buenista. Evidentemente, matar a alguien debe tener algún
tipo de castigo. Digamos que hay que fortalecer sobre todo la justicia
restaurativa y reconciliadora. La justicia punitiva no se elimina, sólo se
refuerza la ‘justicia para la paz’: revisión de las políticas penales ad hoc,
lucha contra la impunidad de los responsables criminales, búsqueda de una
verdad reparadora, gestión de la reinserción…
 Políticas emancipatorias: Fomentan un espíritu crítico en la ciudadanía:
planes de estudio en educación para la paz, fomento del periodismo para la
paz y de otras infraestructuras mediáticas, apoyo de una cultura de paz, planes
de cooperación en otros países que padecen un conflicto sangrante, etc.
OJO: ESTAS POLÍTICAS DEBERÍAN SALIR DE LAS BASES, SER
CONSTRUIDAS DE FORMA DEMOCRÁTICA, PARTICIPATIVA, DESDE LOS
ESPACIOS DE COMUNICACIÓN DE LA SOCIEDAD TODA. SI NO, DE QUÉ
NOS SIRVE AMPLIAR LOS ACTORES DEL DISCURSO… sí. Incluyo algo de
esto más abajo. Si se me nota mucho el aroma libertario me dices ...
Según esto, se lograría “despojar a las personas de sentimientos que les
impidan conocer la verdad y reconciliarse, y así (…) recuperar sus derechos,
una vida digna y el sentido de democracia” (Bonilla, 2008: 165).
Inevitablemente, para conseguir esto hay que aumentar el número de actores
participantes en la producción del sentido, desde el nivel interpersonal hasta el
político. Especialmente en este último nivel, tienen que articularse nuevas
políticas participativas para la paz, tanto de decisión como de acción. No hay
que limitarse con esperar la intervención del Estado: al contrario, mediante esta
militancia ciudadana se lograría reducir la omnipresencia del mismo,
aumentando paralelamente eficacia para aquellos asuntos fundamentalmente
estatales. La fuerza de los movimientos sociales pacíficos sería, finalmente,
reconocida como potencia legítima y legal para inyectar información en el
campo social del conflicto, gracias al desarrollo de las Tecnologías de la
Información y la Comunicación. Al complejizar el escenario de actores, lógicas
y discursos pacíficos, se reducirían los brotes entrópicos, violentos e
irracionales, y aumentaría la estabilidad.

También podría gustarte