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Bolivar Echeverria La Modernidad de Lo Barroco PDF
Bolivar Echeverria La Modernidad de Lo Barroco PDF
vas que se inventa para su vida cotidiana y que se suceden sin DE LO MODERNO: LO BARROCO
descanso las unas a las otras hacen evidente su afán de com
pensar con aceleración lo que le falta de radicalidad. La crea
ción desatada, la exageración de su capacidad de reproducir
de innum erables m aneras las formas que la rigen, hace
manifiesta una im potencia para alterarlas en su estructura.
El creativismo es el sustituto de la revolución form al que 1. C ultura y ethos histórico
reclama la m odernidad y que resulta irrealizable. Es el fan
tasma de la creatividad impedida. Los seres humanos son los que menos se comportan
¿Es posible crear ex nihilo un sistema de concreción para como medios al servicio del fin racional de la historia;
no sólo porque al cumplir con éste [...] satisfacen al
la vida hum ana y su m undo? ¿Es posible inventar u n a sub- mismo tiempo los fines de su particularidad, que son
codificación para el código de la reproducción social? ¿Es distintos de él, sino porque lo comparten y son por ello
posible que una “política cultural” sea capaz de construir fines para sí mismos,32
una identidad social? A estas tres preguntas, la hybris del crea C.. W. F. H egel
tivismo cultural m oderno le lleva a responder afirmativa
m ente: “el hom bre es hechura exclusiva del propio hom El concepto de ethos histórico
b re”. Es una respuesta que echa tierra sobre el conflicto
inherente a todas las formas tradicionales de lo hum ano, Cultura: el cultivo dialéctico de la singularidad de una forma
sobre el núcleo traum ático en el valor de uso y sobre la posi de hum anidad en una circunstancia histórica determ inada.
bilidad de trascenderlo. En otras palabras, cultura: la vida, vivida como el “uso” o
“habla” de una versión particular del código universal de lo
hum ano, en la m edida en que pone su énfasis en la recons
titución meta-semiótica de la “figura concreta de subco-
dificación” implícita en ella o, lo que es lo mismo, en la
reafirmación autocrítica del “corte” o “estado histórico de có
digo”33 en que dicha versión se encuentra. Concebida de
esta m anera, se entiende que la cultura toque y se introduz
ca necesariam ente en el núcleo mismo donde acontece la
form ación de esas versiones o formas de hum anidad o en el
plano último donde tiene lugar el proceso de composición
de esas subcodificaciones. De-sustancializar y re-sustanciali-
32 “Die Menschen verhalten sich [...] am wenigsten als Mittel zum Vemunftz-
wecke der Geschichte; nicht nur befriedigen sie zugleich mit diesem und bei Gele
genheit desselben die dem Inhalte nach von ihm verschiedene Zwecke ihrer Partiku-
larität, sondern sie haben Teil an jenem Vernunftzweck selbst und sind eben
dadurch Selbstzwecke. ”
:n E n el sen tid o e n q ue F. de Saussure h a b la d e u n “estad o d e le n g u a ”.
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zar la “mismidad” implica para la cultura tocar el punto en trae consigo; en una alteración de la form a social básica
que el conflicto profundo que la constituye se re-determ ina -occidental eu ropea-, dirigida no sólo a reconform arla sino
y se replantea en térm inos diferentes, de acuerdo a las con a reconstituirla radicalm ente. Y la determ ina justam ente por
diciones históricas renovadas en las que debe reaparecer. m edio de la form ación de u n “ethos histórico m oderno” que
Pero implica sobre lodo tener que hacerlo desde el interior aparece en la vida social para neutralizar y al mismo tiempo
de distintas modalidades alternativas de un com portam ien viabilizar u n a transform ación semejante. La cultura sólo
to que intenta resolver ese conflicto; modalidades que, al puede realizarse en la m odernidad si pasa a través de la
com petir en tre sí, al esbozar distintas versiones posibles de densa zona del “ethos histórico”: allí donde la vida hum ana
esa “mism idad”, le dan su consistencia dinámica, inestable y reconform a la identidad occidental y europea al inventarse
plural. la estrategia de com portam iento necesaria para sobrevivir
Se trata de un com portam iento social estructural al que en medio de la transform ación cualitativa de las “fuerzas
podem os tal vez llamar “ethos histórico”,S4 p o r cuanto en él productivas” que es conducida por el capitalismo.
se repite una y otra vez a lo largo del tiempo la misma inten El rango dentro del que se despliegan las variedades de la
ción que guía la constitución de las distintas formas de lo cultura m oderna en Europa sorprende por su am plitud; no
hum ano. También es la puesta en práctica de una estrategia sólo son innum erables las versiones en que ella se presenta,
destinada a hacer vivible lo invivible, a resolver una contra sino que las diferencias entre una y otra pueden ser enor
dicción insuperable; sólo que en su caso se trata de una con mes. Lo mismo hay que decir, por supuesto, de su historia.
figuración histórica específica de la contradicción funda Esta es la razón de las dificultades con que se topan quienes,
m ental que constituye la condición hum ana. En este al narrarla, intentan identificar y clasificar al m enos las lí
sentido, como proyecto de construcción de una “m orada” neas principales de su desarrollo. Dificultades que, por su
para una cierta afirmación de lo hum ano, el ethos histórico puesto, no interrum pen el trabajo del historiador, puesto
p uede ser visto com o todo un principio de organización de que, si bien la cuestión acerca de cómo identificarlas y agru
la vida social y de construcción del m undo de la vida. parlas, de qué criterio usar para hacerlo, perm anece abier
La m odernidad determ ina la concreción de la cultura ta para él, la heurística de su narración viene a resolverla en
hum ana en la m edida en que introduce su problem ática la práctica, aunque sea “provisionalm ente” y d en tro de cier
particular en el trabajo dialéctico que ésta lleva a cabo sobre tos m árgenes limitados. El “m aterial” de lo narrado parece
la identidad social en la vida cotidiana. Una problem ática traer consigo su propia m anera de identificarse y propone
que se genera en el revolucionam iento civilizatorio que ella p o r sí mismo diferentes criterios de clasificación y periodiza-
ción que el historiador de la cultura m oderna acepta y combi
31 El té rm in o “ethos” tie n e la ven taja d e su d o b le sen tid o ; invita a co m n a de u n a m anera u otra. Son criterios que lo mismo se re
binar, e n la significación básica d e “m o ra d a o ab rig o ”, lo q u e e n ella se
fieren a distintos “sujetos” particulares de esa historia -com o
re fie re a “re fu g io ”, a re c u rso defensivo o pasivo, c o n lo q u e e n ella se re
fie re a “a rm a ”, a recu rso ofensivo o activo. A ltern a y c o n fu n d e el c o n c e p el que distingue un sinnúm ero de entes o sustancias conso
to d e “uso, co stu m b re o c o m p o rta m ie n to a u to m á tic o ” - u n dispositivo q u e lidadas: geográficas (“historia de la región alpina”), étnicas
no s p ro teg e de la n ecesid ad d e descifrarlo a c ad a paso, q u e im plica u n a (“historia de los pueblos arios”), económicas (“historia del
m a n e ra d e c o n ta r c o n el m u n d o y d e co n fia r en é l- c o n el c o n c e p to de capitalismo”), políticas (“historia de la dem ocracia”), etcéte
“carácter, p erso n alid a d individual o m o d o de se r” - u n dispositivo q u e nos ra - que a distintas “propiedades” constitutivas de dichos
p ro te g e d e la v u ln e rab ilid a d p ro p ia de la co n sisten cia p ro te ic a de n u e stra
id e n tid a d , q u e im plica u n a m a n e ra d e im p o n e r n u e stra p re se n c ia en el
sujetos -co m o el que distingue en cada uno de ellos un
m u n d o , d e o b lig arlo a aco sarn o s siem p re p o r el m ism o ángulo. sinnúm ero de aspectos o “niveles”: el antropológico (“histo-
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ría de la vida privada”), el sociológico (“historia de la vida
urbana en...”), el económ ico (“historia de la dialéctica n o r que suele ir junto a todo lo que em ana de las posiciones de
te-sur”), etcétera. dom inio, y que ha acom pañado hasta este fin de siglo el dis
El criterio que se lia dejado notar más fuertem ente en la curso que se elabora a partir del estado nacional como la
narración histórica de la cultura m oderna ha sido sin duda entidad m onopolizadora de la re-socialización de los indivi
el que lleva a hablar de ella como la característica de un suje duos en el sentido del capitalismo. Apenas en los últimos
to definido a la vez en térm inos geográficos, étnicos y polí veinte años, a m edida que avanza la decadencia de este
ticos; un criterio que elige juzgar la variedad del acontecer m onopolio y que los defectos de ese criterio se hacen cada
concreto de la cultura desde un m irador especial; que dis vez más evidentes, su falta de fundam ento se ha vuelto ya
tingue a los seres hum anos p o r su pertenencia a una d eter inocultable. Resulta cada vez más claro que no puede supo
m inada em presa histórica estatal: la nación. A tal p u n to ha nerse la cultura nacional com o el escenario capaz de agluti
llegado la reducción nacionalista de lo hum ano en el dis nar las actividades cuturales de todos los sujetos de una so
curso m oderno, que es com ún en ten d er “historia de la cul ciedad, sin añadir de inm ediato que ese efecto aglutinador
tura m od ern a” com o sinónim o de “historia de las culturas implica dos procesos violentos de una peculiar “traducción”
nacionales”."1’’ El criterio nacional se presenta com o el crite de aquello que aglutina: dos procesos de subordinación o, si
rio más apropiado a la cosa misma, no sólo porque la Nación es necesario, de exclusión. El prim ero afecta a los innum e
es un fenóm eno m oderno sino porque la hum anidad mo rables sujetos sociales de la actividad cultural, que reciben ad
derna, ella misma, se concibe como un Concierto de Nacio judicada la imagen de aquel que, entre ellos, dom ina en la
nes (Europa y el resto del m undo, es decir, el conjunto de vida pública y que está com puesto por quienes participan
sus estados satélites). Tiene, en efecto, frente a los otros cri efectivam ente en la vida “republicana”: los miembros de la
terios, la ventaja de que las narraciones que inspira no dejan “sociedad civil” transfigurada com o “sociedad política” (de
inexplicada ni la yuxtaposición de las historias particulares los bürger convertidos en citoyens). El segundo afecta a la acti
de los diferentes sujetos puros (com o lo hacen las narracio vidad cultural misma, que es concebida com o una cam paña
nes ortodoxam ente geográficas, étnicas, económicas, políti perm anente de protección de una forma de ser nacional ins
cas, etcétera) ni la de las historias parciales de un mismo tituida como identidad sustancializada de esa “sociedad po
sujeto (como lo hacen las narraciones especializadas en lo lítica” -y reproducida siem pre como “am enazada” en el
antropológico, lo sociológico, lo económ ico, etcétera), sino escenario “inter-nacional”.
que perm ite n arrar una historia a la vez global y com pleta, Sólo de m anera indirecta y difícil, a través de la franja de
“universal” y “om nicom prensiva”, es decir, capaz de reu n ir a refracción in tro d u cid a p o r el prejuicio nacionalista, la
lodos los sujetos particulares de la historia cultural m o d ern a narración histórica de la cultura m oderna -e n sus mejores
y de incluir todos los niveles de la vida social en los que se expresiones30- ha podido percibir y tematizar la variedad y
desenvuelve esa historia. la com plejidad del proceso dialéctico en que las sociedades
han cuestionado y reafirm ado en la vida cotidiana la forma
La arbitrariedad e inconsistencia de este criterio ha sido
im perceptible o soslayable en virtud del efecto persuasivo
Q u e n o sólo se e n c u e n tra n en ciertas g ran d es ob ras paradigm áticas
:w E scribir la h isto ria d e la c u ltu ra c o m o si se trata ra d e la h isto ria d el d e la h isto ria de la cu ltu ra m o d e rn a -c o m o las d e B u rk h ard t, C h au n u ,
c o n ju n to d e las cu ltu ras n acio n a les se h a v uelto algo tan n a tu ra l q u e Elias, F riedell, G roethuysen, Kofler, A. W eber, p o r m e n c io n a r u n as c u a n
q u ie n lo h ace p u e d e h a ce rlo "sin darse c u e n ta ” y, p o r lo ta n to , sin esgri ta s - sino so b re to d o en in n u m e ra b le s ob ras m o n o g ráficas com o las de u n
m ir n in g ú n n a cio n a lism o m ilitante. Aries, u n B urke, u n Vovelle, u n G insburg, u n Le Goff, u n R ed o n d i, etcé
tera, p o r in d ic a r algunas m ás recientes.
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y las figuras de su “m ism idad”. H a debido, para ello, recons to cotidiano. Se trata de un proceso de asunción y asimi
truir geografías discontinuas y dinámicas, adecuadas a la lación que la com unidad hum ana, como “sujeto” de la acti
topología de las diferentes historias culturales particulares, vidad cultural, cum ple necesariam ente -eligiendo en cada
más allá del m apa im puesto al entendim iento p o r el discur caso un m odo de hacerlo- en todos y cada uno de los ma
so de los estados nacionales; h a debido descubrir y recom pas o planos de determ inación que puedan ser proyectados
p o n er aspectos y dim ensiones de la actividad cultural que sobre ella: el de las condiciones biológicas, étnicas, geo
son minimizados o ignorados p o r ese discurso. Pero, sobre gráficas o laborales, el de la jerarquización económicoso-
todo, ha debido reconocer y revalorar a contracorriente de cial, el de la integración nacional o el de la tradición cultu
la tendencia discursiva dom inante, explorando con aten ral. Visto en otra perspectiva, se trata de un proceso a
ción en los m árgenes o en los deslices de la cultura descrita través del cual deben pasar y dentro del cual deben consti
com o nacional, la presencia de ese m om ento de-sustanciali- tuirse todos los “sujetos” imaginables de la actividad cultural,
zador que caracteriza a la actividad cultural; u n m om ento eligiendo para ello una u otra de las opciones posibles. De
que el discurso m oderno condena en general com o una este m odo, al tener en cuenta el horizonte de concretización
incursión peligrosa de “lo o tro ” -la locura, el primitivismo, que abre la vigencia de un ethos histórico diferenciado en
lo extranjero - y al que sólo acepta com o “creatividad” una cada época, la historia de la cultura puede narrar aconteci
vez que lo ha encerrado y neutralizado en una zona privile m ientos de la actividad cultural que son a la vez concretos y
giada de la vida cultural, la de la “haute culture”: aquella cul universales, que incluyen en su singularidad todas las deter
tura -esotérica y “de élite”, sin mayor im portancia colectiva- minaciones imaginables, pero que lo hacen sin consolidarse
que repite en su registro propio la misma pretensión m ono- en torno a ninguna de ellas, puesto que su concreción como
polizadora que caracteriza al “m undo de la Política” cuando hechos de cultura sólo com ienza a perfilarse en la elección
usurpa la voluntad y la iniciativa autárquicas de la sociedad. que ellos implican de una m odalidad particular dentro del
El concepto de ethos histórico puede ayudar a pensar una ethos general de la época.
concretización histórica de la actividad cultural que se cons
tituya sin recurrir a las determ inaciones particulares de un El hecho capitalista y el cuádruple ethos de la modernidad
sujeto sustancializado —“la Nación N ", “E uropa”, “O cciden
te u O riente”, “la Civilización”, etcétera- concebido en cali ¿De qué debe “refugiarse” o contra qué tiene que “arm arse”
dad de fuente generadora de la form a singular de hum a el ser hum ano en la época m oderna? ¿Qué contradicción
nidad que está en ju eg o en la cultura. Puede contribuir a especial es necesario sublim ar en el m undo m oderno a fin
concebir la historia de la cultura com o lo que ella es en rea de que el proceso de la vida hum ana pueda desenvolverse
lidad: una historia de acontecim ientos concretos de activi con naturalidad?
dad cultural, singularizados librem ente, sobre un plano de Retomemos la descripción de Karl Marx: para que se pro
diferenciación com pletam ente abierto, ajenos a todo inten duzca cualquier cosa, grande o pequeña, simple o compleja,
to de acotarlos y fijarlos d entro de fronteras preestablecidas. material o espiritual, en la vida económ ica capitalista, hace
El concepto de ethos histórico centra su atención, prim e falta que su producción sirva de vehículo a la producción de
ro, en el motivo general que u n acontecim iento histórico plusvalor, a la acum ulación del capital. Asimismo, para que
profundo, de larga duración, entrega a la sociedad p ara su cualquier cosa se consuma, usable o udlizable, conocida o
transform ación y, segundo, en las diferentes m aneras como exótica, vital o lujosa, se requiere que la satisfacción que ella
tal motivo es asum ido y asimilado den tro del com portam ien proporciona esté integrada com o soporte de la reproduc
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ción del capital en una escala ampliada. La vida cotidiana en esp o n tan eid ad de la vida cotidiana o para construir la
la m odernidad capitalista debe así desenvolverse en un “espontaneidad” capitalista del m undo de la vida. Cada una
mundo cuya existencia cotidiana se encuentra condicionada de ellas propone una solución peculiar al hecho capitalista,
p o ru ñ a realidad dom inante: el hecho capitalista. Se trata de a la necesidad de la vida cotidiana de desenvolverse en una
un hecho que es en verdad un m odo de ser de la vida prác condición imposible, desgarrada por la obediencia a dos
tica: una contradicción; de una realidad que consiste en un principios contrapuestos -e l del valor de uso y el del valor-,
conflicto. Se trata de una incom patibilidad p erm an en te y cada una de ellas m antiene una actitud peculiar ante el
entre dos tendencias contrapuestas, correspondientes a dos mismo: sea de afinidad o de rechazo, de respeto o de parti
dinámicas simultáneas que mueven la vida social: la de ésta cipación.
en tanto que es un proceso de trabajo y disfrute referido a U na prim era m anera de naturalizar el hecho capitalista es
valores de uso, p o r un lado, y la de la reproducción de su propia del com portam iento que se desenvuelve dentro de
riqueza, en tanto que es un proceso de “valorización del una identificación total y militante con la pretensión básica
valor abstracto” o acumulación de capital, por otro. Se trata, de la vida económ ica regida por la acum ulación del capital:
por lo demás, de un conílicto en el que, una y otra vez y sin la de no sólo coincidir fielm ente con los intereses del pro
descanso, como en el castigo que los dioses im pusieron a Sí- ceso “social-natural” de reproducción, sino de estar al servi
sifo, la prim era es sacrificada a la segunda y som etida a ella. cio de la potenciación cuantitativa y cualitativa del mismo.
La realidad capitalista es un hecho histórico inevitable, Valorización del valor y desarrollo de las fuerzas productivas
del que no es posible escapar (si no es en virtud de una revo serían, dentro de este com portam iento cotidiano, no dos
lución apenas imaginable) y que por tanto debe ser inte dinámicas enfrentadas entre sí, sino una y la misma, unitaria
grado en la construcción espontánea del m undo de la vida; e indivisible. Se trata de un ethos que resuelve la contradic
que debe ser convertido en una “segunda naturaleza”, inte ción in h eren te al hecho capitalista por la vía de tratarla
grado como inm ediatam ente aceptable. Alcanzar esta con como inexistente, y puede llamársele “realista” en vista de su
versión de lo inaceptable en aceptable y asegurar así la actitud inm ediatam ente afirmativa ante la aparente creativi
“arm onía” indispensable para la existencia cotidiana m oder dad insuperable del m undo establecido o “realm ente exis
na, ésta es la tarea que le corresponde al ethos histórico de la ten te”, ante la naturalidad capitalista del m undo de la vida.
m odernidad. En efecto, se trata de una actitud que perm ite asociarlo
Se trata, p o r lo demás, de una m eta que puede alcanzarse -d e n tro de la tradición que define el arte como un tipo pe
por diferentes vías, métodos o estrategias, según sea en cada culiar de representación de la realidad- con aquella corrien
caso la com binación del impulso histórico anterior y las posi te que piensa que el objeto de la representación artística o
bilidades ofrecidas por la situación concreta; de u n a conver lo artísticam ente representable de las cosas está ahí, en las
sión de lo invivible en vivible que, al poder cum plirse de cosas mismas, entregado directam ente a la percepción; que
muchas maneras, da lugar a una m ultiplicidad de versiones es algo inm ediatam ente aprehensible, si se lo capta de
del ethos m oderno, que se enfrentan entre sí y com piten m anera atenta y m inuciosa.37
unas con otras en el escenario histórico de la m odernidad. Hay un segundo m odo de conferirle espontaneidad al
Juzgadas según la coherencia y la pureza de sus respecti hecho capitalista, que em plea tam bién el recurso de anular
vas estrategias, serían cuatro las versiones extremas en las que
puede constituirse el ethos histórico m oderno; cuatro las vías
37 Svetlana A lpers, El arte de describir. El arte holandés en el siglo XVII,
ideales que se ofrecen para interiorizar el capitalismo en la B lum e, M adrid, 1983, p. 137.
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la contradicción que hay en él, reduciendo uno de sus dos capitalista no le im pide percibir en la consistencia misma de
térm inos al otro. Pero, en su caso, a la inversa del anterior, lo m oderno el sacrificio que hace parte de ella. Es un ethos
es el plano de la valorización el que aparece plenam ente al que se puede llamar “clásico”, dado el parecido que guar
reductible al plano del valor de uso. El carácter afirmativo da su aceptación de la espontaneidad capitalista del m undo
de esta segunda versión pura del ethos m oderno está en las con la aprehensión del objeto de la representación artística
antípodas del realismo, puesto que, para aceptar el capita den tro de la estética neoclásica, una aprehensión para la
lismo, lo idealiza en una imagen contraria a su apariencia. cual dicho objeto sólo aparece en el m om ento de la adecua
D entro de este segundo ethos m oderno, el capitalismo es vivi ción entre lo percibido y lo imaginado, en el proceso inm a
do ante todo como la realización del “espíritu de em presa”, nente de com paración de la cosa con su propio ideal.39
es decir, de una m odalidad del espíritu, que es a su vez la La cuarta m anera de interiorizar el capitalismo en la es
expresión más elevada de la vida natural, del reino de los pontaneidad de la vida cotidiana es la del ethos que podría
valores de uso. M ediante una p eculiar transfiguración llamarse “barroco”. Se trata de un com portam iento que no
( “Verklärung’) , la subordinación de la form a natural a la va borra, com o lo hace el realista, la contradicción propia del
lorización es vivida como un “m om ento necesario” de la his m undo de la vida en la m odernidad capitalista, y tampoco la
toria de la realización de esa misma forma natural. Esta niega, como lo hace el rom ántico; que la reconoce y la tiene
asunción ilusoria y ultram ilitante de la inm ediatez capitalis p o r inevitable, de igual m anera que el clásico, pero que, a
ta del m undo es propia de un ethos al que podría estar ju sti diferencia de éste, se resiste a aceptar y asumir la elección
ficado calificar de “rom ántico”, si se tiene en cuenta que, que se im pone junto con ese reconocim iento, obligando a
para la estética romántica, el objeto de la representación tom ar partido por el térm ino “valor” en contra del térm ino
artística no coincide con las cosas tal y como están en la per “valor de uso”. No m ucho más absurda que las otras, la estra
cepción práctica, sino que tiene que ser “rescatado” de ellas; tegia barroca para vivir la inm ediatez capitalista del m undo
que sólo se entrega a la experiencia estética a través de una implica un elegir el tercero que no puede ser: consiste en
identificación em pática con ellas, capaz de descubrirlo vivir la contradicción bajo el m odo del trascenderla y des
com o su significado profundo, incluso en contra de ellas realizarla, llevándola a un segundo plano, im aginario, en el
mismas.38 que pierde su sentido y se desvanece, y donde el valor de uso
Diferente de las dos anteriores en la m edida en que no puede consolidar su vigencia pese a tenerla ya perdida.'10
anula ni desconoce la contradicción propia del hecho capi El calificativo “barroco” puede justificarse en razón de la
talista sino que por el contrario la trata en calidad de condi semejanza que hay entre su m odo de tratar la naturalidad
ción ineludible de la vida m oderna y su m undo, el tercer capitalista del m undo y la m anera en que la estética barroca
ethos de la m odernidad incluye una toma de distancia que le descubre el objeto artístico que puede haber en la cosa
m uestra la alternativa de com portam iento im plícita en ella; representada: la de una puesta en escena.41
no consiste en una identificación inm ediata y obsesiva con
la subordinación del valor de uso al valor. Si la acepta y m A rn o ld H auser, Historia social de la literatura y el arte, G u ad arram a, Bar
asume de todos modos como la m ejor (o la m enos mala) de celo n a , 1979, t. ii, pp. 163-64.
las dos salidas posibles, es porque reconoce en ella la virtud 4BU n a n te c e d e n te d e esta d escrip ció n de la “/¿¿¿’’b a rro c a p u e d e e n c o n
de la efectividad. Su actitud afirmativa respecto del hecho trarse en la KuUurgechichte... d e F riedell, u n a o b ra, p o r lo dem ás, lle n a d e
su g eren cias audaces, (cit., t. 2, pp. 55-58.)
11 W alter B enjam in, Ursprung des deutschen Trauerspiels, S u h rk am p ,
H e n ri L efebvre, Introduction ä la modernité, M inuit, París, 1962, p. 289. F ra n k fu rt am M ein, 1972, pp. 32-33.
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Como es com prensible, ninguno de estos cuatro ethe que
conform an el sistema puro de “usos y costum bres” o el “refu
gio y abrigo” civilizatorio elem ental de la m odernidad capi
talista se da nunca de m anera exclusiva; cada uno aparece
siem pre com binado con los otros, de m anera diferente
según las circunstancias, en la vida efectiva de las distintas
construcciones m odernas del m undo. Puede, sin em bargo, 2. El ethos barroco
ju g a r un papel dom inante en esa composición, organizar su
Y es saber vivir convertir en plazeres los que avían de
com binación con los otros y obligarlos a traducirse a él para
ser pesares.
que alcancen a manifestarse. Sólo en este sentido im puro e B altasar G racián
impreciso sería dable hablar, p o r ejemplo, de una “m oder
nidad clásica” frente a otra “rom ántica”, o de una “sociedad
El comportamiento barroco elemental
realista a diferencia de otra “barroca”. Provenientes de dis
tintas épocas de la m odernidad, es decir, referidos a distin El com portam iento hum ano, entendido como un actuar de
tos impulsos sucesivos del capitalismo -e l m editerráneo, el m anera libre en tina situación dada, tiene su núcleo en el
nórdico, el occidental y el centroeuropeo-, los distintos ethe instante de la elección como decisión o toma de partido.4'
m odernos configuran la vida social contem poránea desde En el instante de la elección se pone en práctica la capaci
diferentes estratos “arqueológicos” o de decantación históri dad de introducir la determ inación en medio de una serie
ca. Cada uno ha tenido su propia m anera de actuar sobre la indeterm inada de cosas, es decir, de tom ar partido por unas
sociedad y una dim ensión preferente de la misma desde para tal o cual efecto, y de descartar las otras. Determinatio
donde ha expandido su acción. Es indudable, sin em bargo, negatio est, como decía Spinoza aplicando el principio del ter-
que el ethos realista, el que llegó a desem peñar el papel do tium non datur. toda afirm ación de una posibilidad implica la
m inante en esa composición, es el que ha organizado su p ro negación de las demás; no hay cómo com portarse ante las
pia com binación con los otros y los obliga a traducirse a él cosas del m undo sin adjudicarles a todas, aunque sea con
para volverse efectivos. En este sentido igualm ente relativo validez efím era, una de las dos categorías: aprovechable o
puede hablarse, siguiendo a Max Weber,42 de la m odernidad desechable, sustancial o accesorio.44 Las cosas son siempre,
capitalista como un esquem a civilizatorio que requiere e en cada caso, necesarias hic et nunc “para mi m undo” o inne
im pone el uso de la “ética protestante”, es decir, de aquella cesarias para él, indispensables o prescindibles; su presencia
que parte de la remitificación realista de la religión cristia actual den tro de él o bien tiene un fundam ento, una razón
na que traduce las dem andas de la productividad capitalista de ser, o bien es com pletam ente casual, fortuita. No existe
al plano de la técnica de autodisciplinam iento individual una tercera categoría posible, capaz de reunir a la vez, en la
-concentrándolas en la exigencia de sacrificar el “ah o ra” del
valor de uso en provecho del “m añana” de la valorización M au rice M erleau-Ponty, La structure du comportement, Presses U niver-
mercantil. sitaires d e F ran ce, París, 1942, p. 175.
u D e a c u e rd o a los c o n te n id o s em píricos a los q u e se aplican, estos cali
ficativos p u e d e n llam arse tam b ién , el p rim ero : esencial, d e c o n te n id o ,
total, c e n tral, p rin cip al, u rg e n te , indisp en sab le, e tc é te ra , y el segundo:
12 Die protestantische Ethik und der Geist des Kapitalismus, M ohr, T ü b in g e n , a p a re n te , fo rm al, parcial, p eriférico , se c u n d a rio ’, p o sterg ab le , o rn a m e n
1934, pp. 82-83. tal, e tc é tera.
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singularidad de una experiencia, lo aprovechable o necesa
entre dos universos de sentido, que pone en disputa todo el
rio y su contrario, lo desechable o casual.
edificio de los contenidos cualitativos del m undo y los priva
En la rida cotidiana del siglo XVII, el siglo de la transición
hasta de la m ínim a univocidad propia del hic et nunc en el
suspendida, el acto de elegir resulta especialm ente proble
que pudieran ser necesariam ente lo uno o lo otro. La con
mático; las condiciones que prevalecen en ella im piden a
traposición entre lo aprovechable y lo desechable, lo sustan
cada paso la adjudicación de una u otra de estas dos cate
cial y lo accesorio, lo fundam entado y lo azaroso, lo necesa
gorías a las cosas y las acciones del m undo de la vida, la obs
rio y lo contingente; la contraposición entre lo que obedece
taculizan sistemáticamente, lo mismo en la más im portante
a un o rden y tiene sentido y lo caótico y carente de sentido
que en la más insignificante de las situaciones. Son condi
se presenta así en dos versiones distintas que se anulan recí
ciones que introducen una ambivalencia radical en la vida
procam ente y que pueden ser igualm ente válidas o igual
hum ana y su m undo; una ambivalencia ontològica, que llega
m ente insostenibles.45 l’or esta razón, en virtud de este em
al extrem o de convertir la consistencia de los mismos en una
pate radical entre dos universos de sentido concurrentes, la
realidad evanescente. Bajo ellas, en efecto, los contenidos
ambivalencia dentro de la que debe com portarse el ethos de
cualitativos de un acto o un objeto no manifiestan ni respe
la m odernidad es una ambivalencia fundam ental, de orden
tan ninguna coherencia: las cualidades de útil, bueno, ver
ontològico: los modos de tratarla que ese ethos incluye son
dadero, bello no sólo no se acom pañan entre sí en su posi
cada uno de ellos principios estructurantes del conjunto de
tividad com ún cuando una de ellas califica dichos actos u
la vida hum ana y del m undo en el que ella se desenvuelve.
objetos, sino que resulta imposible suponer una correspon
dencia unívoca entre ellas, que pudiera estar arm onizándo
Tertium datur: la libertad como elección del tercero excluido
las, por más profunda e im perceptible que uno quisiera ima
ginarla. Lo mismo el cam po de la valoración positiva que el
Si las determ inaciones cualitativas de la vida y su m undo,
de la negativa incluyen cualidades no sólo incom patibles
para afirm arse como tales, para tener un sentido (positivo o
sino hostiles entre sí. Se trata, p o r lo demás, de u n a falta de
negativo), deben ser lo uno o lo otro -necesarias o fortuitas,
coherencia que no se debe propiam ente a una ausencia sino
naturales o artificiales, fundam entadas o contingentes-, y si
al silencio enigmático, ambivalente, de la instancia últim a en
esto n o acontece porque, en las condiciones de la vida
la que recae la capacidad de justificar el que una palabra
m oderna, lo uno y lo otro se han vuelto intercam biables, la
buena pueda estar muy alejada de la verdad y un objeto útil
prim era tarea que cum ple el ethos que se integra afirmativa
pueda estar peleado con la belleza; que una acción prove
m ente en la m odernización prevaleciente consiste entonces
chosa pueda ser ineludiblem ente injusta y un acto virtuoso,
repugnante.
La ambivalencia ontològica se presenta p o r el hecho de 15 N o hay q u e olvidar q ue, m ás o m en o s im plícito e n el discu rso filosó
que el dispositivo capaz de relativizar las contradicciones fico o c c id e n ta l d esd e la ép o ca d e los griegos, el “p rin c ip io d e razón sufi
entre esas cualidades -d e reducir la verdad a la bondad y la c ie n te ”, el p rin c ip io q u e tem atiza la relación e n tre lo n ecesario y lo con
tin g e n te , alcanza su fo rm u lació n ex p resa y definitiva e n el siglo xvn, e n la
utilidad a la belleza, de dem ostrar que lo injusto es discul
o b ra d e L eibniz. La ex p e rie n c ia m o d e rn a del m u n d o co m o u n h e c h o
pable y disfrutable lo rep u g n an te- se ha m ultiplicado en dos c o n tin g e n te , d e su realid ad co m o azarosa o casual, sólo co m ien za a darse
versiones contrapuestas de sí mismo, en dos propuestas de e n el in te rre g n o d e am bivalencia q u e está e n tr e la convicción arcaica d e
coherencia y arm onía que reclam an, cada una de ellas para su n e c e sid a d m ágica o so b re n a tu ra l y la nueva convicción d e esa m ism a
sí, el fundam ento de la “naturalidad”. Hay una guerra sorda n ecesid ad , p e ro en clave racionalista o “h u m a n ista ”. L eibniz es el filósofo
d e ese in te rre g n o .
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en vencer esa equivalencia de las dos propuestas de necesi
hum ano barroco pretende vivir su vida en u na realidad de
dad y sentido, rom per la am bigüedad del m undo y la ambi
segundo nivel, que tendría a la realidad prim aria -la contra
valencia del sentido, y en tom ar partido p o r aquella pro
dictoria y am bivalente- en calidad de sustrato reelaborado
puesta que la propia m odernización trae consigo, la que se
p o r ella; se inventa una “necesidad contingente en medio
genera en la construcción capitalista del m undo. Consiste en
de la contingencia de ambas necesidades contrapuestas”,
decidir que la necesidad y el sentido propuestos p o r la “ló “un sentido den tro de la ambivalencia o en m edio del vacío
gica” del valor de uso son reductibles a la propuesta de la
de sentido”.48
m odernidad capitalista y deben p o r tanto traducirse a ella. Pocos autores como Baltasar Gracián han sabido expresar
El ethos barroco, en cambio, que se resiste al imperativo de de m anera tan pura el espíritu de su época. Su Oráculo
esa elección, y que no afirm a ni asume la m odernización en
manual y arte de prudencia es leído ahora como un m anual de
m archa, que no sacrifica el valor de uso pero tam poco se “m arketing del siglo XVIl” ,4íl del arte de una “prudencia”
rebela contra la valorización del valor, debe buscar una sali
da diferente: situado en esta necesidad de elegir, enfrentado rio d e sa rro lla d a p o r S artre (L'imaginaire, 1939, pp. 232ss.) S. S arduy
a esta alternativa, no es la abstención o la irresolución, como (Barroco, S u d am erican a, B uenos A ires, 1974, p. 74.) se re fie re a este co m
podría parecer a prim era vista, lo que caracteriza central p o rta m ie n to c u a n d o , ap oyándose e n j . L acan, h ab la d e la m etaforización
m ente el com portam iento barroco. Es más bien el decidir o b a rro c a c o m o d e u n m o d o radical d e “su p resió n ”, d e u n a “re p re sió n ”
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fica y civilizatoria del siglo pasado, que por negros, mulatos y La vigencia sim ultánea y por tanto contradictoria de estas
mestizos de toda especie y hasta por criollos venidos a menos. dos versiones de la oposición necesario/contingente im po
La prim era definición era perceptible desde la actitud de nía en la vida social una ambivalencia radical e ineludible,
sometimiento al proyecto civilizatorio y a la voluntad política ante la cual la población am ericana supo generar una acti
del centro im perial y sus enviados, los “peninsulares”; desde tud especial, la misma que en el siglo anterior había sido
una actitud de “traición” a lo que era América: a lo que debió inventada p o r la “lengua” de H ernán Cortés, la famosa Ma-
haber sido antes de la catástrofe, a lo que fue durante ella y linche. En la práctica de todos los días, saliendo de los estra
a lo que siguió siendo después de ella, en su ruinosa y preca tos más miserables, llegó a expandirse y a prevalecer en el
ria sobrevivencia. La segunda era perceptible desde la actitud conjunto de la sociedad una peculiar estrategia de com por
de rebeldía y resistencia a la nueva realidad de la Europa tamiento: consistía en no someterse ni tam poco rebelarse o,
transplantada, de fidelidad a un m odo singular, autóctono o a la inversa, en someterse y rebelarse al mismo tiem po. Era
“criollo”, de estar en conexión con la naturaleza americana. u n a estrategia destinada a salir de la alternativa obligada
Ambos proyectos de m undo, ambas “lógicas”, podían ser entre la denigración o el suicidio; y consistía justam ente en
igualm ente convincentes, pues los dos reclamaban, cada uno u n a “elección del tercero excluido”, en un salto a un terre
para sí, la afirmación de la vida, y combatían al otro acusán no histórico diferente, en el que esa alternativa perdía su
dolo de ser una negación de la misma. Someterse, colaborar razón de ser; en un recurso a la prefiguración de un futuro
con el m undo y el poder establecidos, equivalía a asegurar la posible. P or un lado, la aceptación de las formas civilizato-
m archa de la nueva econom ía y a participar en sus benefi rias y el cum plim iento de las leyes y disposiciones políticas
cios; la “m uerte m oral” que ello traía consigo, la “renuncia a del im perio eran llevados a tal extrem o en la práctica coti
uno mismo”, a la forma social peculiar y su vía de acceso civi diana, que ponían a las mismas en una crisis de vigencia y
lizatorio a lo O tro, podía ser visto con toda razón como el legitimidad de la que sólo hubieran podido salir efectiva
precio que era necesario pagar p o r m antener la existencia m ente si hubieran logrado replantear su sentido y su alcan
física, que es el fundam ento real de toda moral y toda iden ce, redefinirse y refundam entarse. Por otro lado, la resisten
tidad. Por otra parte, resistir al m undo y al poder estableci cia, la reivindicación de la “id e n tid ad ” am ericana, era
dos, rebelarse contra ellos, era lo mismo que proteger y res cum plida de m anera tan radical, que obligaba a ésta a poner
catar la autonom ía y la dignidad moral: la “m uerte física” que a prueba en la práctica el núcleo de su propuesta civilizato
esto implicaba, el replegarse en sí mismo, alejarse del proce ria, a refundarse y reconfigurarse para responder a las nue
so civilizatorio y refugiarse en lo inhóspito, podía verse per vas condiciones históricas. Era una estrategia que no perse
fectam ente como la única m anera de rescatar lo principal de guía adoptar y prolongar en América la figura histórica
la vida, lo que podría hacer que los beneficios económicos peninsular de la civilización europea a fines del siglo XVI, ni
sean realm ente tales.50 tam poco rehacer la civilización precolom bina, “corrigiéndo
la con lo m ejor de la europea”, sino en rehacer, en hacer de
r’° Lejos d e h a b e r sido ésta u n a o p ció n h ip o té tic a , fue p u e sta e n p rá c nuevo la civilización europea, pero com o civilización am eri
tica d e m an e ra masiva, co n scien te e in c o n sc ie n te m e n te, d u ra n te la se g u n cana: igual y diferente de sí misma a la vez.51 Era la estrate-
d a m itad del siglo X V I . Es ad em á s la q u e, c o m p le m e n ta ria m e n te a la in te n
ció n irrealizab le d e la C o ro n a, d e im p o n e r u n apartheid e n A m érica d o m in a n te : n o co m o el d e v o ram ien to d e lo in d íg e n a p o r lo e u ro p e o sino
(“ciudades d e b lan co s”, “p u eb lo s d e in d io s”), h a p e rm itid o la su perviven c o m o la in te g ra c ió n d e elem en to s de éste en el p rim ero .
cia d e n u m ero sas c o m u n id a d e s in d íg e n as h a sta n u e stro s días; c o m u n id a 51 E d m u n d o O ’G o rm an , Meditaciones sobre el criollismo, Actas A. M. L.,
des e n las qu e el m estizaje c u ltu ral h a in te n ta d o ir en se n tid o inverso al M éxico, 1970.
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gia que Lezama Lima5- llamaría “de contraconquista”. Por ni tam poco los principales y característicos de ella. La ima
esta razón, como lo expone Octavio Paz,5:< fueron los mesti gen denigratoria de la cultura política barroca, que afirm a
zos -ta n to ’’cholos” como “criollos”- quienes “realm ente tal cosa, es de origen claram ente polémico e ignora intere
encarnaban” a la sociedad generadora de esta estrategia: sadam ente la peculiaridad de un m odo m oderno de hacer
“sus verdaderos hijos”, los que construían en América no política que no se atiene al m odelo predom inante y consa
sólo una España “nueva”, sino “otra”. grado - “realista”, puritano-, pero que abre un cam po dife
La estrategia barroca del ir más allá de la alternativa sumi rente, igualm ente genuino, de posibilidades de hacer políti
sión/rebeldía está en la base de las realidades históricas más ca, en el que pueden darse por igual no sólo todos los
im portantes del siglo XVII am ericano. La más básica y deter defectos sino tam bién todas las virtudes de la actividad polí
m inante de ellas, la aparición y la conform ación prim era de tica en cuanto tal. Una m uestra de ese m odo barroco de la
u na nueva “econom ía-m undo”,54 obedece claram ente a una política sería justam ente, com o lo afirm a Villari, la “dissimu
estrategia de rebasamiento de la necesidad de optar entre lazione’’. ¿Cómo hacer política republicana allí donde el des
someterse a la política económ ica asfixiante de la C orona o potism o estatal la imposibilita sistemáticamente, allí donde
rebelarse contra ella m ediante una actividad económ ica está obligada a corrom perse y claudicar, a desdecirse y trai
puram ente ilegal y contraventora. La “econom ía-m undo” en cionarse, puesto que cualquier autoafirm ación directa y
gestación no sacaba su fuerza del desacato de la legalidad y abierta la orillaría a la rebelión y la encauzaría así al suicidio,
la institucionalidad económicas establecidas sino, p o r el a la derrota heroica que traslada los actos políticos, reduci
contrario, del uso y el abuso que hacía de las mismas. Su dos a la consistencia de hechos históricos aleccionadores, al
práctica implicaba el rebasam iento de ellas y la puesta en plano de lo imaginario? ¿Cómo, si no inventándose una
vigencia de una legalidad sustitutiva y u n a institucionalidad repviblica virtual y cum pliendo sus leyes “inform ales” m ien
paralela. Era una econom ía “inform al”, sobrepuesta a la ofi tras se las disfraza de las que son impuestas p o r el despotis
cial, que en esos tiempos esbozaba la posibilidad de una mo im perante?51’
organización social y política diferente para el m undo ame El planteam iento de la dissimulazione (contem poráneo de
ricano. otros similares en la cultura europea de influencia medi
Lo mismo puede decirse del barroquism o de la actividad terránea, com o los del Oráculo manual de Gracián, por ejem
política “criolla” en su relación con la política central del plo) aconseja hacer concesiones en el plano bajo y evidente,
im perio, un barroquism o que Rosario Villari en cu en tra tam com o m aniobra de ocultam iento de la conquista en el plano
bién en la política de la oposición al régim en en el Reino de superior e invisible; como instrum ento para poner en prác
Nápoles durante el siglo XVII.55 La sumisión, el conformism o tica u n a política de oposición efectiva dentro de un espacio
y el oportunism o, con los recursos de la intriga, la traición y político dom inado por la dictadura y la represión. Es el
la hipocresía, no son rasgos exclusivos de la política barroca mismo planteam iento estratégico “criollo” del “se obedece,
pero no se cum ple”, referido a las disposiciones reales. Váli-
v- “La ex p resió n a m e ric a n a ”, e n El reino de la imagen. B iblioteca Ayacu-
cho, C aracas, 1981, p. 385. r’° E n su b rillan te re c o n stru cció n d el m u n d o c u ltu ral e n to rn o a Gali-
’1SorJuana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, F o n d o d e C u ltu ra E co n ó leo , P ietro R ed o n d i (G alileo h e ré tic o , A lianza, M adrid, 1983, p. 37) a p u n
m ica, M éxico, 1982, p. 54. ta, re c o rd a n d o al T. A cceto d e Della dissimulazione onesta (1641), q u e el
M F. B rau d el, o p . cit. d isim u lo n o es sólo u n m o d o d el o c u ltam ien to d e las p ro p ias v irtu d e s a n te
35 Elogio della dissimulazione. La lotta política nel Seicento, Rom a-B ari, 1987, los m ás p o d ero so s, sino tam b ién u n a m u e stra de re sp e to y so lid arid ad
p. 40.
p a ra co n los m e n o s poderosos.
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das en sí mismas, éstas debían sin em bargo pasar el trance
barroco de ser “representadas” p o r la realidad am ericana
para llegar a ser efectivam ente aplicables en ella.’’7
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No es de extrañar que un ethos que no se com prom ete con parece condicionar fundam entalm ente la existencia hum a
el proyecto civilizatorio de la m odernidad capitalista se m an na, que está m arcada en la estructura más profunda de su
tenga al m argen del productivismo afiebrado que la ejecu co m p o rtam ien to. El tiem po de lo extraordinario, del
ción de ese proyecto trae consigo. Lo que sí m erece consi m om ento en que la subsistencia misma de la vida social
deración es la forma que toma ese distanciam iento, que no entra en cuestión, es percibido p o r ella ya sea como el tiem
es la de un quietismo indiferente o de un abandono del po de la am enaza inm inente y absoluta de anulación de la
m undo, sino justam ente la de una “desviación esteticista de identidad o como el de la plenitud absoluta, de la posibili
la energía productiva” en la construcción de ese m undo; la dad efectiva de realización de la misma, del cum plim ien
de una actividad preocupada casi obsesivamente en p o n er to de sus metas e ideales.1’1A este tiempo en que el ser o no
el disfrute de lo bello como condición de la experiencia coti ser de la com unidad parece estar puesto directam ente en
diana, en ubicar la belleza como elem ento catalizador de cuestión, se le contrapone el otro, el de la vida pragmática
todos los otros valores positivos del m undo. ¿Qué implica de la procreación, de la producción y el consum o de los bie
esta propuesta de alteración de la je ra rq u ía axiológi- nes: el tiem po de la existencia rutinaria, alejado igualm ente
ca dom inante en la m odernidad? ¿Cuál es el lugar que le de la catástrofe que del paraíso, en el que la sociedad y su
correspondería a la estetización den tro de la vida cotidiana form a particular se presentan com o un hecho natural, como
m oderna, y que el ethos barroco am plía desm esuradam ente? una “segunda naturaleza”.
En el m om ento extraordinario, el código general de lo
El tiem p o de lo e x tra o rd in a rio y el tie m p o de lo c o tid ia n o hum ano junto con la subcodificación específica de una
identidad cultural concreta en una situación determ inada
La tem poralidad del tiempo -e l cam po de la percepción en -q u e son los que dan sentido y perm iten el funcionam iento
el que la cosas cambian sin dejar de ser ellas mismas, pero efectivo de una sociedad- entran a ser re-formulados o re-
com o un cam po que es una “situación”, un horizonte de configurados en la práctica, son tratados de una m anera que
posibilidades den tro del cual es necesario tom ar distancia y pone énfasis en la función meta-semiótica (y metalingüísti-
elegir- parece ser un descubrim iento propio y exclusivo de ca) de la vida com o un proceso comunicativo. En el tiempo
la existencia hum ana. Se trata, p o r lo demás, de un descu de la rutina, en cambio, el uso que se hace de ellos es com
brim iento que en la más amplia pluralidad de las versiones pletam ente respetuoso de su autoridad, concentrado en
de lo hum ano reconoce la tem poralidad constituida p o r una cualquier otra de las funciones comunicativas, m enos en la
tensión bipolar entre lo que sería el tiem po en la experien autorreflexiva.
cia de la discontinuidad absoluta y lo que sería en la expe La vida cotidiana de los seres hum anos sólo se constituye
riencia de la continuidad absoluta o, dicho en otras pala com o tal en la m edida en que en ella coexisten estas dos
bras, entre el tiem po de los m om entos extraordinarios de la m odalidades de la existencia hum ana, es decir, en que el
existencia histórica -los de composición y recom posición de cum plim iento de las disposiciones que están en el código
la form a singular de lo h u m an o - y el tiem po de los m om en tiene lugar, por un lado, como una aplicación ciega y, por
tos ordinarios o cotidianos de la misma -los de la reproduc otro, com o una ejecución cuestionante de las mismas; en la
ción y el cultivo de esa forma.60 Es una contraposición que
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m edida en que la práctica rutinaria coexiste con otra que la m iento y la exploración del dispendio o el derroche de opor
quiebra e interrum pe sistem áticamente trabajando sobre el tunidades vitales, que aleja la vida social de la funcionalidad
sentido de lo que ella hace y dice. perfecta y la productividad impecable que reinan en la vida
Si no hay esta peculiar com binación, en mayor o m en o r puram ente animal.63 Por esta razón, aunque en general el
escala, sea en toda una vida, en un año o en un mismo ins ejercicio de la cultura se enriquece, por supuesto, ju n to con
tante, de estas dos versiones de la existencia cotidiana; si los medios que el “excedente económ ico” pone a su dispo
no se da la com binación de u n a existencia que ejecuta sición, las condiciones históricas pueden, sin em bargo,
autom áticam ente el program a codificado con u n a existen invertir esta tendencia: en ciertas sociedades, en ciertas cla
cia “en ru p tu ra ” o que trata “reflexivam ente” ese progra ses sociales o en ciertas situaciones históricas, la escasez de
ma, no pued e hablarse de u n a existencia cotidiana p ro p ia esos medios no sólo no alcanza a suspender el ejercicio del
m ente hum ana. Por esta razón, la tem poralidad real de la movimiento autorreílexivo de la cultura, sino que incluso,
cotidianidad hum ana sólo puede concebirse como u n a com en ocasiones, lo enfatiza y magnifica; así como también, a la
binación o un entrecruzam iento muy peculiar de las dos inversa, su abundancia en otras sociedades, otras clases y
caras o los dos tipos contrapuestos de la tem poralidad ele otras situaciones, lejos de promoverlo, lo ahoga y disminuye.
m ental.
Ahora bien, ¿cómo puede concebirse el tiem po de esta El ju e g o , la fiesta y el arte
ruptura, si 1 1 0 es como el m om ento de una irrupción de la,
tem poralidad extraordinaria dentro de la tem poralidad de Innum erables son, dentro de esta com plejidad de la vida
la rutina? Una irrupción que sólo puede tener lugar en el cotidiana, las figuras que adopta la posibilidad de esa exis
reino de lo imaginario; en este plano en que la práctica coti tencia “en ru p tura”. En todas ellas, sin em bargo, pueden dis
diana abre lugares o deja espacios para que en ellos se inser tinguirse tres esquemas diferentes, que se com binan entre sí
te o se haga presente un simulacro de lo que sucede en la bajo el predom inio de uno de ellos; son los esquemas pro
práctica extraordinaria. La ruptura es eso justam ente: una pios del juego, de la fiesta y del arte, respectivamente. El
aparición o u n estallido, en m edio de la dim ensión imagi rasgo com ún de todos ellos, a partir del cual com ienza su
naria de la vida, de lo que acontecería propiam ente ya sea diferenciación, consiste en la persecución obsesiva de una
en el tiem po de la realización plena de la com unidad o en sola experiencia cíclica, la de la anulación y el restableci
el de la aniquilación de la misma: en el m om ento de la lumi m iento del sentido del m undo de la vida, la de la destruc
nosidad absoluta o en el de la tiniebla absoluta.62 ción y re-construcción de la “naturalidad” de lo hum ano, de
Puede decirse, en este sentido, que, dentro de la cotidia la necesidad de su presencia contingente.
nidad hum ana, es el m om ento de ru p tu ra el que concentra El juego, por ejemplo, la ruptura que m uestra de m anera
en sí la actividad cultural com o un cultivo propiam ente más abstracta el esquema autocrítico de la actividad cultural,
dialéctico (de-y re-sustancializador) de la “identidad” singu consigue que se inviertan, aunque sea por un instante, los
lar de una vida social. En sí misma, la cultura se ubica en la papeles que el azar, por un lado, como caos o carencia abso-
dim ensión del gasto ultra-funcional, im productivo -o , m e
jo r dicho, “sobre-productivo”- de energías, en el descubri- ia Este c a rá c te r d isp en d io so , “lujoso”, d e la c u ltu ra está seg u ra m e n te
e n la base de la confusión q u e la re d u c e a la “alta c u ltu ra ” y la id en tifica
co n ella; d a d o su alto g rad o d e d ificu ltad técnica, q u e la vuelve necesa
04 M ircea E liade, Lo sagrado y lo profano, A nag ram a, B arcelo n a, 1979, ria m e n te costosa, ésta sólo p u e d e desarrollarse en el ám b ito d e co n su m o
pp. 25-26.
d e las clases q u e m o n o p o lizan el p o d e r eco nóm ico.
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luta de orden, y la necesidad, p o r otro, como norm a o regu to de abandono o puesta en suspenso del m odo rutinario de
laridad absoluta, desem peñan en su contraposición. El pla
la existencia concreta.
cer lúdico consiste en esto precisamente: en la experiencia Tal vez lo más característico y decisivo de la experiencia
de la imposibilidad de establecer si un hecho dado debe su festiva que tiene lugar en la cerem onia ritual resida en que
presencia a una concatenación causal de otros hechos ante sólo en ella el ser hum ano alcanza “realm ente” la percep
riores (la preparación de un deportista, el conocim iento de ción de la objetividad del objeto y de la sujetividad del suje
un apostador, p o r ejemplo) o justam ente a lo contrario, a la to. Curiosam ente, la experiencia de lo perfecto, de lo pleno,
ruptura de esa concatenación causal (la “mala suerte” del acabado y rotundo -d el platónico “m undo de las ideas”-,
contrincante, la “voluntad de Dios”). Es el placer que trae la sería una experiencia que el ser hum ano no alcanza en el
experiencia de una pérdida fugaz de todo soporte; la ins terreno de la rutina, de la vida práctica, productiva/consun-
tantánea convicción de que el azar y la necesidad p u ed en ser, tiva y procreadora, en el m om ento de la m era efectuación
en un m om ento dado, intercambiables. En la rutina irrum de lo estipulado por el código. Para tener la vivencia de esa
pe de pronto la duda acerca de si la necesidad natural de la plenitud de la vida y del m undo de la vida -p a ra perderse
m archa de las cosas -y, junto con ella, de la segunda “natu a sí mismo com o sujeto en el uso del objeto y para ganarse a
raleza”, de la form a social de la vida, que se im pone como sí mismo como tal al ser puesto por el otro como objeto-
incuestionable- no será justam ente su contrario, la carencia parecería necesitar la experiencia de “lo sagrado” o, dicho
de necesidad, lo aleatorio.'’’* en otros térm inos, el traslado a la dim ensión de lo imagina
Algo diferente opera en el caso de la ruptura festiva; la rio, el paso “al otro lado de las cosas”.“ Instalado hasta físi
irrupción del m om ento extraordinario es en este caso m u cam ente en este otro escenario, el ser hum ano de la expe
cho más compleja. Lo que en ella entra en juego no es ya so riencia festiva y cerem onial alcanza el objeto en la pureza de
lam ente el hecho de la necesidad o naturalidad del código, su objetidad y se deja ser también en la pureza de su subje-
sino la consistencia concreta del mismo, es decir, la cristali tidad.1’7
zación, com o subcodificación singular del código de lo Conectada con la experiencia festiva de la cerem onia ri-
hum ano, de la estrategia de supervivencia del grupo social
en una situación histórica determ inada. La cerem onia ri
tual, el m om ento en que culm ina la experiencia festiva, es el 0li Karl K erenyi, La religión antigua, Revista d e O ccid en te, M adrid, 1972,
vehículo de este tipo peculiar de ruptura de la rutina: ella p. 61.
07 E n la c erem o n ia ritual, la experiencia del trance es indispensable p ara
destruye y reconstruye en un solo movimiento todo el edifi la con stitu ció n de la ru p tu ra festiva. Si no hay este traslado, si el paso de la
cio del valor de uso dentro del que habita una sociedad; co n cie n cia ru tin aria a la conciencia d e lo ex trao rd in ario n o se d a m ed ian
im pugna y ratifica en un solo acto todo el conjunto de defi te u n a sustitución de lo real p o r lo im aginario, n o hay p ro p iam en te u n a
niciones cualitativas del m undo de la vida; deshace y vuelve ex p e rien cia festiva. P o r ello, n o hay sociedad h u m a n a q u e desconozca o
a hacer el n u d o sagrado que ata la vigencia de los valores p rescin d a del disfrute de ciertas sustancias potenciadoras d e la p ercepción,
in citad o ras d e la alucinación. La existencia h u m a n a - q u e im plica ella
orientadores de la existencia hum ana a la aquiescencia que m ism a u n a transnaturalización, u n violentam iento q u e trasciende el o rd e n
lo otro, lo sobrehum ano, les otorga.1” Se trata de una ruptu d e lo n a tu ra l- parece n ecesitar este p ecu liar “alim en to de los dioses” (G eor-
ra sum am ente peculiar puesto que implica todo un m om en ges Bataille, L ’erotisme, M inuit, París, 1957, p. 125). G racias a él, q u e violen
ta su existencia orgánica, obligándola a d a r m ás de sí, a rebasar lo re q u eri
d o p o r su sim ple anim alidad, p u ed e a b a n d o n a r o casionalm ente el te rre n o
01J o h a n H uizin g a, Humo ludens, Row ohlt, H am b u rg o , 1956, pp. 17-18. d e la conciencia objetiva, in tern arse en el ám bito de lo fantástico y percibir
Iir' R oger Caillois, L'homme el le sacre, G allim ard, París, 1950, p. 125.
algo q u e de o tra m an era le estaría siem pre vedado.
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tual de una m anera muy especial -y también, p o r supuesto, zam iento com o un hecho “protoarquitectural” y la de los ob
a través de ésta, con la experiencia Indica-, la experiencia jetos que delim itan y ocupan ese espacio como hechos plás
estética es sin em bargo com pletam ente diferente de ella. ticos de distinta especie, “protopictóricos”, “protoescultóri-
Con la experiencia estética, el ser hum ano intenta traer al cos”, etcétera.
escenario de la conciencia objetiva, normal, rutinaria, aque
lla experiencia que tuvo, m ediante el trance, en su visita a la El ethos barroco y el predominio de la estetización
materialización de la dim ensión imaginaria. Lo que intenta en la vida cotidiana
revivir en ella es justam ente la experiencia de la plenitud de
la vida y del m undo de la vida; pero pretende hacerlo, no ya Separar, dentro de la vida cotidiana, el tiem po de la ruptu
m ediante el recurso a esas ceremonias, ritos y sustancias des ra, com o tiem po improductivo, del tiempo de la rutina,
tinados a provocar el trance o traslado a ese “otro m u n d o ” com o tiem po productivo; depurarlos y repartirlos en la pro
ritual y mítico, sino a través de otras técnicas, dispositivos e porción adecuada -q u e subraya el carácter de excepción
instrum entos que deben ser capaces de atrapar esa actuali que tendría el prim ero respecto del segundo—es uno de los
zación im aginaria de la vida extraordinaria, de traerla justa principales imperativos de la civilización m oderna. Debe, sin
m ente al terreno de la vida funcional, rutinaria, e insertarla em bargo, abrirse paso en medio de una realidad cuya sus
en la m aterialidad pragmática de “este m undo”. tancia histórica la vuelve reacia a él. Sin confundirse entre sí,
A tal grado la experiencia estética resulta indispensable pero estrecham ente entretejidas la una con la otra, las dos
para la vida cotidiana de la sociedad, que ésta la genera modalidades de la existencia hum ana que se desenvuelven
constantem ente de m anera espontánea.“8 Puede decirse que en esos dos m om entos del tiem po cotidiano han dependido
ella tiene lugar en algo semejante a una conversión sistemá siem pre, desde tiempos arcaicos, de la form a del tejido que
tica de la serie de actos y discursos de la vida rutinaria en las junta. Por esta razón, cuando la m odernidad se em peña
episodios y mitos de un gran dram a escénico global; a una en reducir estas formas complejas a la forma simple de un
transfiguración de todos los elem entos del m undo de esa intercalam iento m onótono y superficial de breves interrup
vida en los com ponentes del escenario, la escenografía y el ciones improductivas en el curso de un tiem po dedicado
guión que perm iten el desenvolvimiento de ese drama. De casi p o r entero a la producción de m ercancías y la repro
esta m anera, estetizada, la experiencia del cuerpo de la per ducción de la fuerza de trabajo, se topa con resistencias insu
sona im plica la percepción de su m ovimiento como un perables.
hecho “protodancístico”, así como la del tiempo del mismo D urante la Edad Media, la versión de la vida “en ruptura”,
com o un hecho “protom usical”, la del espacio de su despla- im productiva, con la que debía com binarse la vida rutinaria
o “productiva” para ser efectivamente tal, era la que es pro
llS El artista p ro p ia m e n te d ich o sería, así, alg u ien q u e es capaz - p o r su pia de la vida ritualizada por la religión. El tiem po cerem o
disposición ex cep cio n al, p o r la técn ica q u e d o m in a - d e p ro p o rc io n a r nial invadía de innum erables maneras, con diferentes inten
o p o rtu n id a d e s d e e x p e rie n c ia estética p ara la co m u n id a d ; d e a m p lia r la sidades y en m últiples com binaciones, el h o rario y el
m e d id a privada (espacial, tem p o ral, sem iótica) en q u e to d o s alcan zan a calendario de la producción, el consum o y la procreación.
estetizar sus vidas singulares: en q u e todos c o m p o n e n las c o n d ic io n e s Lo hacía, porque su tem poralidad era la de una fiesta pode
necesarias p ara la in te g ra ció n d e la p le n itu d im ag in aria d el m u n d o e n el
te rre n o d e la e x p e rie n c ia o rd in a ria y, al h ac erlo , re c o m p o n e n su vida co ti
rosa y om nipresente, preparada por u na com unidad vigente
d ian a, en m ayor o m e n o r m ed id a, e n to rn o a ese m o m e n to d e “in te rfe y dueña de un discurso mítico capaz de convencer; llevada a
re n c ia ” d el tiem p o e x tra o rd in a rio en el tie m p o d e la ru tin a . cabo p o r u n a ecclesia que era capaz de responder con la con
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creción mágica de su socialidad im aginaria a la dem anda de allá de sí m ism o- hay una resistencia a la separación quirúr
concreción que se generaba en una vida social dom inada gica de los dos tipos de coddianidad, a la depuración del
cada vez más p o r las relaciones interindividuales abstractas tiem po productivo m ediante la expulsión del tiem po im pro
de la econom ía mercantil. ductivo; pero hay al mismo tiem po el reconocim iento de
Para el siglo XVII, en cambio, el poderío de la fiesta ecle que el desgaste de la m onopolización de este últim o por
siástica estaba en cam ino de desvanecerse, pues la religión parte de la ritualización religiosa es definitivo. Por esta
había sido ya expulsada del centro de la econom ía; en el razón, la única existencia “en ruptura” que el ethos barroco
m ercado dom inado p o r el capital im peraba ya un sujeto sin- puede reivindicar -m ás allá de la anarquía lúdica y del tran
tetizador de socialidad (el valor valorizándose) capaz de ce festivo- com o esencial para la hum anización de la exis
com petir con ventaja con la em presa cristiana -q u e le había tencia rutinaria es la que se desenvuelve en torno a la expe
preparado el cam ino durante tantos siglos- y svi com unidad riencia estética. La “exagerada” estetización barroca de la
eclesial. La m odernidad capitalista, ciega a la com plem enta- vida cotidiana, “que vuelve fluidos los lím ites en tre el
riedad contradictoria entre el valor económico, que se valori m undo real y el m undo de la ilusión”,(i9 no debe ser vista co
za en el tiem po rutinario, y el valor de uso, que se cultiva en m o algo que es así porque no alcanza a ser de otro modo,
el tiem po “de ru p tu ra”, convencida de la coincidencia plena com o el subproducto del fracaso en una construcción rea
entre sus dos “lógicas”, difundía la seguridad de que la vida lista del m undo, sino com o algo que es así porque pretende
cotidiana rutinaria puede y debe zafarse y purificarse de la ser así: com o una estrategia propia y diferente de construc
vida “en ru p tu ra”, que una com binación con ésta no sólo le ción de m undo.
es prescindible en su búsqueda de mayor productividad, “Theatrum mundi”, el m undo como teatro, el lugar en
sino incluso dañina. donde toda acción, para ser efectivamente tal, tiene que ser
Sólo allí donde el ethos barroco era el vehículo de esa una escenificación, es decir, ponerse a sí misma como simu
m odernidad, esta seguridad puritana encontró cerrado el lacro -¿recuerdo?, ¿prefiguración?- de lo que podría ser.
paso. Cultivar p o r la vía del ethos barroco una form a social C onstruir el m undo m oderno como teatro es la propuesta
com o la europea, que se encontraba en proceso de m oder alternativa del ethos barroco frente al ethos realista; una pro
nizarse en torno a la sustitución de la ecclesia por el m ercado puesta que tiene en cuenta la necesidad de construir tam
capitalista, era hacerlo, no bajo el m odo de adoptada e inte bién una resistencia ante su dom inio avasallador. Lo que ella
riorizada, sino bajo el de trascendida o desrealizada. pretende es rescatar la “forma natural” de las cosas siguiendo
La m odernización capitalista de la sociedad europea trajo un procedim iento peculiar: desrealizar el hecho en el que el
consigo un enfrentam iento en el que la ecclesia, com o defen valor de uso es sometido y subordinado al valor económico;
sora de la figura arcaica del “valor de uso”, fue vencida y sus transfigurarlo en la fantasía, convirüéndolo en un aconteci
tituida por la “sociedad civil o burguesa”, com o defensora m iento supuesto, dotado de una “realidad” revocable. El ser
del valor puram ente económico. Ante este hecho, el ethos hum ano de la m odernidad barroca vive en distancia respec
barroco no inspiró una tom a de partido por ninguno de los to de sí mismo, como si no fuera él mismo sino su doble; vive
dos contrincantes, sino la postulación de una socialidad de creándose como personaje y aprovechando el hiato que lo
otro orden en la que lo eclesial y lo civil no tenían razón
de enfrentarse.
En el ethos barroco -d o n d e el valor de uso, negado en la H an s T in te ln o t, “A n n o tazio n i su l ’im p o rtan za d ella festa teatrale p e r
la vita artistica e dinastica n el B aro cco ”, e n E nrico Castelli (c o m p .), Reto
rutina de la m odernidad capitalista, está re-afirmado más
rica e barocco, Bocea, R om a, 1955, p. 233.
194 195
separa de sí mismo para tener en evienía la posibilidad de su incluía justam ente el recurso a su estetización. Por esta
propia perfección. Trabajar, disfrutar, amar; decidir, pensar, razón, sin serlo en esencia, la estetización barroca tiende a
opinar; todo acto hum ano es como la repetición mimètica o ser una estetización de la fiesta religiosa, de sus ceremonias
la transcripción alegórica de otro acto; un acto original, él sí, y sus ritos, de los lugares y los objetos de su realización.73
pero irrem ediablem ente ausente, inalcanzable.70 M uchos de los rasgos reconocidos como característicos de la
Las posibilidades históricas reales de una m odernidad “estética barroca”, sobre todo la predilección por lo espec
barroca en el siglo XVII delim itaron, sin em bargo, con toda tacular y pom poso, lo estruendoso y deslum brante, sólo co
firmeza, una tendencia que vino a configurar de m anera rresponden en verdad a una m odalidad de la misma, a la del
muy especial esta estetización desm esurada o esta teatraliza- arte barroco em peñado en ayudar a la cerem onia ritual de
ción om niabarcante de la vida cotidiana. la Iglesia -y, p or extensión, de la m onarquía por derecho
Aparte de la dependencia estructural que guarda la rup divino- a rescatarse a sí misma de su decadencia.74
tura estética de la rutina respecto de la ruptura festiva -ya Debe tenerse en cuenta, sin em bargo, un giro de la reali
qvie es de ésta, y no directam ente de la experiencia rutina dad histórica que viene a cerrar el círculo: el proyecto históri
ria, de donde saca la “m ateria prim a” de su trabajo y recibe co que im pone su tendencia a la estetización barroca espon
las significaciones prácticas o discursivas de su arte y su poe- tánea de la sociedad en la Europa m editerránea del siglo XVII,
sía-, el siglo XVII trajo para ella la necesidad de acom pañar el proyecto de la Iglesia postridentina, resulta ser, él tam bién
a esa ruptura festiva en su intento últim o pero im ponente de -y sobre todo él—, un proyecto barroco. En efecto, puesta a
reconquistar su inserción y su presencia determ inante en la elegir entre seguir siendo la ecclesia am pliada de todos lo
vida cotidiana de la m odernidad.71 La estetización barroca seres hum anos, pero adm inistradora del proceso m oderno
del m undo debió llevarse a cabo dentro del ám bito abierto de descristianización y repaganización de los fieles, por un
por el program a de la Iglesia postridentina -q u e form aba lado, o convertirse en una ecclesia rescatadora de la ortodo
parte de su doble proyecto: “catolizar” la m odernidad y xia, pero restringida a los pocos cristianos dotados de una fe
m odernizarse a sí m ism a- destinado a revitalizar el ritual y la auténtica, p o r otro, la Iglesia postridentina se decide por
cerem onia desfallecientes del catolicismo;72 program a que ambas opciones y por ninguna de ellas: m antiene su perm i
sividad católica (universalista) y al mismo tiempo exalta la
ortodoxia cristiana; pero lo hace, a lo barroco, m ediante
70 B enjam in, o p . cit., p p . 152ss.
71 C. G. A rgan (Renacimiento y barroco, Akal, M adrid, 1987, t. II, p. 262)
llega a decir, incluso, q u e “el p e rio d o q u e se c o n o c e c o n el n o m b re d e 7:1 N o hay m e jo r ejem p lo d e esta co in cid en cia d e la estetización b a rro
B arroco p u e d e d e fin irse co m o u n a revolución cu ltu ral en n o m b re d e la ca e sp o n tá n e a d e la sociedad con el e m p e ñ o papal de revitalización d el
id eo lo g ía cató lica”. La d ific u lta d p a ra e n c o n tr a r la clave d e l p ro b le m a c e re m o n ia l cató lico q u e la “rim o d e rn a z io n e ” d e R om a e n el sigo X V I I .
q u e p la n te a n las co in cid en cias y las d iscrep an cias así co m o los e n te n d id o s T oda ella se vuelve, e n ese siglo, u n in m en so c e n tro e n el q u e el desplie
y los m a le n te n d id o s e n tr e b a rro q u ism o y c o n tra rre fo rm ism o , q u e se g u e d e las artes se conjuga co n la reactivación artificial d e la fe. (Portog-
observa e n los p rim ero s q u e lo tra ta ro n -H a u se n ste in ( Vont Geist des hesi, Roma barocca, L aterza, Rom a-Bari, 1995, p. 50; A rgan, Historia da arte
Barock, Piper, M un ich , 1920) y sobre to d o W eissbach (El barroco, arte de la como historia da cidade, M artins F ontes, Sao Paulo, 1995, pp. 84ss.)
Contrarreforma, Espasa-Calpe, M adrid, 1 9 2 1 )-, se h a e x te n d id o hasta n u e s 71 El tra sla d o d e la estetización b a rro c a del a m b ie n te religioso al
tros días ( Cfr. M aravall, op. cit., y S ebastián, Contrarreforma y barroco, A lian a m b ie n te c o rte sa n o p arece estar en el o rig en de su tran sfo rm ació n en un
za, ^ la d rid , 1981), inclu so a través de la o b ra m agistral d e M âle (L'art réli- re c u rs o e x te rio r, c o m o c o m p le m e n to “ro c o c ó ”, d e la e ste tiz a c ió n
y d e la f i n d u xvie siècle, d u XVIte siècle et d u xville siècle, 1945). “ (n eo )clásica”. (Cfr. Allewyn, Das Grosse Welttheatlier, R ow ohlt, H am b u rg o ,
P eter B urke, The Historical Anthropology of Early Modem Italy, trad . 1959.) Es posible q u e u n uso sim ilar d e lo b a rro c o p o r la estetización
W agenbach, B erlin, 1986, pp. 38-39. “ro m á n tica " esté e n la base d e lo q u e se co n o ce c o m o “kitsch”.
197
una teatralización o puesta en escena de esa contraposición:
prom ueve la interpenetración y la confusión de la aparien
cia ritualista y cerem onial de la fe con la presencia esencial
o verdadera de la misma.
200 201
tácitos o “no redactados” del texto m ítico en los cuales el
su presencia en la revolución teológica llevada a cabo por los
sacrificio de Cristo es contado com o una historia de reden
teólogos de la Com pañía de Jesús (sobre todo Pedro de Fon-
ción y exculpación, y a relegar los que lo hacen com o u n a
seca y Luis de Molina) en la segunda mitad del siglo XVI, que
historia de ratificación y exacerbación de la culpa. Llevó a
es conocida con el nom bre de “m olinismo”. Enfrentados a la
leer en el m ito aquello que perm ite hablar del m undo como
contradicción irreconciliable entre “pelagianism o” y “agusti-
un lugar de oportunidades y perfeccionam ientos, y a igno
nism o”, entre explicar la salvación individual como fruto de
rar aquello que obliga a tratarlo exclusivamente com o un
lugar de condenas y penitencias. los méritos del hom bre virtuoso, de su voluntad libre de “imi
tar a Cristo”, o explicarla, por el contrario, como resultado
“Mi riqueza o mi pobreza: ¿se explican p o r el trabajo con
de la gracia concedida caprichosam ente por Dios; enfrenta
creto que está objetivado en mi producto o más bien p o r la
dos a la necesidad de decidir entre la afirm ación del libre
oportunidad de su realización en la com petencia mercantil?
albedrío hum ano y el reconocim iento de la om nipotencia
¿De qué dependen mi felicidad o mi desdicha: de mis actos
divina, los seguidores de Ignacio de Loyola se resisten a
o de la fortuna? ¿Es la prim era un prem io y la segunda un
tom ar partido.81 Tanto la clausura en la autodeterm inación
castigo, o ambas obedecen a un destino inexcrutable? ¿Qué
hum ana com o la entrega a la predestinación divina condu
soy yo: hechura de m í mismo o creatura de las circunstan
cen, según ellos, el prim ero de m anera abierta, el segundo
cias?” Libertad versus necesidad. Así parece expresarse, quin
de m odo vergonzante, a un ateísmo práctico, a la pérdida de
taesenciado, reducido a su “contenido estructural” en el
una relación viva, conflictiva y dinám ica, del individuo
habla laica y descreída de la cotidianidad m oderna, el mito
hum ano con Dios.82 Su decisión va en el sentido de la bús-
cristiano que sigue otorgándole a ésta su sentido e inteligi
bilidad. Es el núcleo mítico constituido por la tram a que
opone los m éritos hum anos a la gracia divina en la causali 81 F o rm u lad a p o r G racián (Oráculo manual y arte (le prudencia, U niversi
dad del ciclo de la Creación; un ciclo cuyo com ienzo estaría d a d N acional A u tó n o m a d e M éxico, 1647, 1995, p. 237), la “regla de gran
m a e stro ” [d e Ignacio de L oyola], a la q u e “n o ai q u e a ñ a d ir c o m e n to ”,
en la caída de Adán y cuyo final vendría con la salvación del
diría: “H an se d e p ro c u ra r los m edios h u m a n o s co m o si no huviesse divi
género hum ano, después de haber pasado p o r el sacrificio nos, y los divinos com o si n o huviesse h u m a n o s” (A. 251). Y la R egla 17 d e
red en to r de Cristo. la C o m p a ñ ía d e Jesú s subraya la n ecesid ad del libre arb itrio p a ra el cum
Distintas y muy diferentes en tre sí son las m aneras de for p lim ie n to d e la gracia: “N o insistam os ta n to en la eficacia d e la gracia, q u e
mularse y desarrollarse que m uestra este contenido estruc h ag am o s n a c e r e n los espíritus el v en en o del e rro r q u e nieg a la lib e rta d ”.
tural del mito cristiano en su proceso de recom ponerse bajo Es ta m b ién la id ea básica d e la in te rp re ta c ió n q u e h ace sor J u a n a Inés de
la C ru z d e aq u ello en q u e consiste “la m ayor fineza del Divino A m o r”
el im pacto de la m odernización. Sus diferencias trasladan al
(“C arta A te n a g ó rica”, e n Obras completas, F o n d o d e C u ltu ra E conóm ica,
cam po de la elaboración mítica las diferencias que separan M éxico, t. rv, 1690, 1957, pp. 435ss.).
las cuatro modalidades del etilos histórico m oderno. Son di "* El C oncilio de T ren to deja p la n te a d o el te rre n o p a ra la elab o ració n
ferencias que se constituyen en torno a las variadas posibili del “te rc e ro e x c lu id o ” p o r p arte de M olina c u a n d o an atem iza las dos posi
dades que tiene el mito de n arrar la vida, según lo haga más cio n es c o n tra p u estas sobre el tem a de la ju stificació n : “A n atem a a cual
q u ie ra q u e d iga qu e el h o m b re p u e d e creer, esperar, a m a r o a rre p e n tirse ,
com o una historia de la libertad y los méritos hum anos o,
c o m o lo necesita p ara recib ir la gracia de la ju stificació n , sin la inspiració n
p o r el contrario, más como una historia de la necesidad y el p red isp o sito ra y la ayuda del E spíritu Santo. A n atem a a q u ien diga q u e la
otorgam iento de la gracia divina. v o lu n ta d lib re del h o m b re , prom ovida y ex citad a p o r D ios n o c o o p e ra d e
La m ejor m anera de distinguir la especificidad de la re n in g u n a m a n e ra p ara d isp o n erse y p re p ararse a re c ib ir la ju stificació n ,
elaboración barroca del mito cristiano es tal vez a través de a c e p ta n d o la ex citación y el llam ado d e Dios, y q u e el h o m b re n o p u e d e ,
si así lo q u iere , rechazarlas, sino q ue, com o si fu era u n ser in a n im a d o , n o
202
203
queda barroca del “tercero excluido”: reconocen, com o di
el plano de la oposición libertad/necesidad, para ser válida o
ce el título de la obra de Molina, la profunda “concordia libe-
efectiva, tiene que traducirse a la que ellos adquieren en
ri arbitrii cum gratice donis... ”e in tentan dem ostrarla m edian
otro plano, relativista, donde la obediencia a la necesidad se
te la creación del más barroco de los conceptos, el de la
hace por medio de transgresiones, y el ejercicio de la liber
“ciencia m edia” de Dios.83 En virtud de saber único y espe-
tad a través de obediencias. Es una significación que debe
cialísimo, Dios, en uno de los estadios de su om niciencia
vencer un escepticismo básico respecto de la lengua en que
-cien cia que en él tiene consistencia ontológica, que es sa
está form ulada, obligándola a revivir efím eram ente en
ber de la cosa y al mismo tiem po creación de la cosa-, sabe-
la escenificación de sentido que trae consigo cada caso sin
crea al hom b re com o un ente libre, pasa ju n to con él p o r
el ejercicio del libre albedrío, que elige y tom a decisio gular.
nes. El intento de la Iglesia Católica postridentina y, como
núcleo dinám ico de ella, la Com pañía de Jesús, de aprove
A igual distancia de las dos recom posiciones extremas del
char la estetización barroca de la vida cotidiana para revita-
m ito cristiano en la m odernidad, la realista o puritana -la
lizar su cerem onia ritual incluye de m anera central un pro
que toma partido p o r la necesidad y contra la libertad-y la ro
yecto de restaurar la letra, el contenido textual, doctrinal,
m ántica o heroica -la que se decide p o r la libertad, en con
del mito que la acom paña y explica.8*No extraña, en conse
tra de la necesidad-, la recom posición barroca salta por
cuencia, que la realización de este proyecto a partir y sobre
encim a del plano en que el destino individual debe ser
la base de la esquematización barroca del mito cristiano, la
narrado bien como una pura improvisación, una aventura
lleve a recom poner ese texto en concordancia con su mo
de autorrealización, o bien como u n a pura fatalidad, un epi
dernización espontánea, y que tal recom posición incluya de
sodio de efectuación de un fin trascendente; pone ese plano
m anera principal la conversión en protagónico de u n per
“entre paréntesis” o “en escena”, de tal m anera que la liber
sonaje del panteón cristiano que se ubicaba tradicionalm en
tad y la necesidad parecen convertirse cada una en su con
te en la penum bra o la periferia, la m adre de Jesús, la Virgen
trario y confundirse entre sí. D esobedecer a la fatalidad,
resistirse a su cum plim iento, puede ser sim plem ente otra María.85 El culto de la Virgen María es, en efecto, el de una
semidiosa de la casuística.86 En él se consagra una entidad
m anera de obedecerla, de cumplirla, aunque en u n a versión
interm ediaria entre el ám bito superior, el de la ley universal,
am pliada. A la inversa, obedecerla, identificarse con sus dis
donde Dios parece po d er prescindir del ser hum ano, y el
posiciones, puede ser una m anera de vencerla, de arreba
plano inferior, el de los casos concretos, donde tam bién, por
tarle la libertad y volverse efectivamente libre. El contenido
su parte, el ser hum ano parece po d er desentenderse de
de salvación - “mesiánico en tono m en o r”, diría B enjam in-
Dios. Disculpaclora, com prensiva, “refugium peccatorum”,
im plícito en toda actividad hum ana, que es el tema central y
M aría resulta no más indispensable para los fieles que para
recurrente de la m itología cristiana m odernizada, adquiere
el mismo Dios: al disim ular ante él la incorregible imperfec-
en la versión barroca de ésta un sentido casuístico. Según
esta versión, la significación de los actos que se com pone en
*'1 V éanse los a p u n te s de M iguel B attlori sobre las relacio n es e n tre la
“c o n tra rre fo rm a ” y el arte barro co . O frecen u n cu a d ro m ín im o de las mis
h ace a b so lu tam en te n a d a y p e rm a n e c e c o m p le ta m e n te pasivo.” A ctas del m as q u e n o d e b e ría ser pasado p o r alto. (1952, p. 29.)
C oncilio, Sesión vi, e n je d i n , op. cit., t. II, p. 257. Kr>M ale, op. cit.., pp. 298ss; B urke, op. cit., pp. 55ss.
s:i L uis d e M olina, S. J., Liben Arbitrii cum gratice clonis,... Concordia, Sl' E d m u n d o O ’G o rm an , Destierro de sombras, U niversidad N acional Au
“S ap ie n tia ”, M adrid, 1588-89, 1953, pp. 339-40. tó n o m a d e M éxico, M éxico, 1986, pp. 118ss; F rancisco de la M aza, Elgua-
dalupanisrno mexicano, F o n d o d e C u ltu ra E conóm ica, M éxico, 1953, p. 91.
204
205
ción de lo hum ano en medio de su Creación, im pide tam
bién que se interrum pa la performance cosmogónica de la
misma, le restaura su razón de ser. El intento de la Iglesia
Católica de “resucitar” a Dios, de expulsar al ateísmo del cris
tianismo, de com batir el descreim iento den tro de la narra
ción m oderna (laica) del mito cristiano, ha tenido así en el
culto m ariano su instrum ento más eficaz y duradero.87 5. Ethos barro co y arte barroco
La “decorazione assoluta”
91 Ästhetische Theorie, S u h rk am p , F ra n k fu rt am M ein, 1970, p. 236. p e ta r los n o m b re s, n o ju g a r co n la po sib ilid ad m etafó rica d e co m p ararlo s
92 Tal vez el calificativo d e “ab so lu to ” c o rre p o n d a m ejo r a la o rn a m e n co n sim ilares e n el eje p aradigm ático; d e b e a ten e rse al ju e g o m eto n ím ico
tació n levantina, c o n la q u e suele e m p a re n ta rse la b a rro ca p e ro q u e es d e d e la v ariació n p o r re p etició n e n el eje sintagm ático. E n el o rn am en talis
u n o rd e n d iferen te . El o rn a m e n ta lism o lev an tin o n o p u e d e ser visto m o b a rro c o , p o r el c o n trario , la d eco ració n in te n ta rescatar, e n la p érd i
c o m o ex ag erad o , p o rq u e , él sí, es “a b so lu to ”. E n él, los m otivos re p e tid o s d a d el o b jeto , la presen cia d el m ism o, e n la confusión d el á n im o , la clari
en in term in ab les e n tre te jid o s im p e n e tra b le s inv ad en el espacio co n u n a d ad d e la m e n te . En él hay u n a afirm ació n d o b le del espacio com o
in te n c ió n m anifiesta: c lau su rarle su disp o sició n a s e r espacio p a ra la re e scen ario d e la rep resen tació n : la o rn a m e n ta c ió n es ella m ism a u n texto
p resen tació n , sujetarlo a las n ecesid ad es d el happening. P ersigue la o b n u tra n sc rito en im ágenes, q ue invita a ser leíd o en el disfru te del objeto.
bilación, la p é rd id a d e sí, la em b riag u ez e x ó g e n a (d el a m b ie n te , n o d el In a g o ta b le, el cu a d ro de V elázquez c o n o cid o co m o Las meninas
c u e rp o individual, c o m o la d e l a lco h o l), la a n u la c ió n d e l esp acio escén i p u e d e m o strarse tam b ién com o u n ejem p lo de “decorazione liberata”. Se
co; lleva a c o n c e n tra r d e m a n e ra to tal el c o n te n id o d ra m á tico d e la si tra ta sin d u d a d e l m ejo r d e la serie d e re trato s q u e el p in to r hizo d e la
tu ació n en la relació n in te rp e rso n a l d irecta, a d e sco n ectarla d e to d a o b je p rin cesa M argarita. El m ás com plejo, p o rq u e incluye, e n to rn o a él, el d e las
tivación. El m o n o p o lio d e lo estético eje rcid o p o r el arte p u ra m e n te d am as d e servicio d e la princesa, las “m en in a s”, y la re p re se n ta c ió n d e to
o rn a m en talista, la p o etizació n descriptivo-litanaica y el a m b ie n te d e e n d a la e sc en a d e in tim id a d c o rtesan a e n q u e éstas p re p a ra n a la prin cesa
so ñ ació n p a re c e n p ro v e n ir d e u n a n ecesid ad política to talitaria p ro p ia p ara q u e pase al estrad o sobre el q ue posará p ara el re tra to . P in tar la esce
d el “d esp o tism o o rie n ta l”. E n el h o rr o r a la re p re se n ta c ió n se o b e d e c e a n a in m e d ia ta m e n te a n te rio r a la ejecu ció n d el retra to , p e ro co m o u n a
la v o lu n tad del C re a d o r d e n o te n e r n in g ú n rival: la C reació n n o d e b e escen a q u e está sien d o m irad a su p u e sta m e n te d esd e el p ro p io estrad o , es
te n e r rép lica d e n in g ú n o rd e n . Se sigue la p ro h ib ic ió n d e especular, d e u n re c u rso in d u d a b le m e n te in g en io so d e V elázquez, p u esto q u e le p e r
reflejar lo m ism o e n el p lan o teó rico q u e e n el artístico. El m u n d o es p e r m ite in c lu ir su a u to rre tra to ju n to a la im agen d e su p rin cesa p referid a. Y
cib id o c o m o u n a p ro lo n g a c ió n d el cu e rp o , q u e es ad e m á s in se p a ra b le d el n o p asaría d e ser eso, u n recu rso ingenioso, si el espejo p in ta d o e n el
sujeto; n o com o u n esc e n a rio d el m ism o so b re el q u e p u e d a m irarse. El fo n d o d e la e scen a sólo reflejara u n estrad o vacío. N o es así, sin em b arg o ,
m u n d o n o d e b e o -p o n erse, situarse al fre n te d e sí m ism o c o m o su p e rfic ie p o r el h e c h o d e q u e en él a p arece reflejad a la im agen d e los reyes, h e c h o
b ru ñ id a , p o rq u e e n to n c e s invitaría a p e rc ib ir e n él lo p rec a rio d e su p e r q u e h a c e d e g o lp e q u e la escen a p in ta d a resu lte se r la q u e es vista p o r la
fección y a ad v ertir la o tra p erfecció n d e los o tro s m u n d o s, altern ativ o s m irad a d e éstos, y no la q ue h ab ría estad o en u n a m irad a h ip o tética del
ju n to a él. El discurso d e b e se r d el m u n d o , n o so b re el m u n d o ; d e b e res- p ro p io p in to r. A lgo m ás q u e u n sim ple c ap rich o , el re c u rso d e V elázquez
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de recursos lingüísticos destinados a incitar el surgim iento y autoafirm arse dentro de su sujeción a las mismas. El arte
encauzar la expresión de la im agen poética, a lograr que barroco m uestra claram ente una intención de representar
alcance la plenitud de su belleza -es decir, pues, la retó rica- el m undo; sólo que, al hacerlo, radicaliza la significación del
es siem pre, en todo caso, una puesta en escena discursiva. concepto “representar”. La obra que produce no se pone
En el caso de la obra literaria barroca, aparece como un m o frente a la vida, como reproducción o retrato de ella: se
m ento discursivo cuya im portancia para el acontecim iento pone en lugar de la vida como una transform ación de la
de la im agen poética deja de ser prescindible o secundaria, vida; no trae consigo una im agen del m undo sino una “sus
y llega a equipararse con la de la propia imagen. En ella, el titución”, un simulacro del m undo. Toda obra de arte barro
m edio y el fin alcanzan tal grado de com penetración y con ca es p o r ello siempre profundam ente teatral; nunca deja de
fusión, que se vuelve imposible distinguir qué en ella es girar en torno de alguna escenificación.
“genuino”, y procede de una adecuación de la figura retóri La radicalización del concepto “rep resen tar” se entien
ca a la imagen poética, y qué en ella es un “espejismo”, y pro de cuando se tiene en cuenta la siguiente pregunta: ¿qué
viene de un efecto poético engañoso, alcanzado p o r el puro es lo representable desde la perspectiva del arte barroco?,
ju eg o escénico. ¿en qué consiste el “objeto” que él preten d e reproducir en
Sin em bargo, más aún que la definición de “decorazione im agen? En el caso del arte barroco, de m anera parecida a
assoluta”o “liberada”, se diría que a la obra de arte barroca lo que sucede en el arte rom ántico, se hace evidente un
le conviene la de “representación absoluta” o “liberada”. hecho que en cam bio se esconde en el arte clasicista y
Puede decirse, en efecto, que exactam ente lo mismo que el sobre todo en el realista: que lo que el arte propiam ente
ornam ento hace con su tarea de apoyar el contenido de la rep ro d u ce al perseguir la form a perfecta de los objetos que
obra, la representación artística hace con su tarea de “repro produce no es la realidad de los mismos, sino el sentido del
ducir la realidad”. Uno y otra, “absolutizándose”, se “libe ethos desde el cual ha elegido cultivar la singularidad o mis-
ran ” de sus tareas respectivas; no en el sentido de in d ep en m idad de la vida social en la que se encuentra.94
dizarse o separarse de ellas sino en el de autonom izarse y Al acercarse a la cosa para reproducirla en imagen, el arte
barroco se topa con un objeto cuya objetividad tiene abier
se co n v ierte en el v eh ícu lo d e u n a m alicia sutil, p ro fu n d a m e n te irreve
tam ente la consistencia de un acontecim iento dramático
re n te . En efecto, p e q u e ñ a , p e ro resaltad a p o r el h alo lu m in o so d e los
espejos, la im ag en e n el fo n d o d el c u a d ro es in d u d a b le m e n te u n re tra to que se desarrolla ante sus ojos. La cosa es, ella misma, un
de la p areja real, y c o m o tal reclam a y afirm a su cen tra lid ad , su su p e rio ri trascender ficticio de la contradicción que le es inherente,
d a d je rá rq u ic a . Es u n a im ag en q u e exige y m a n d a q u e to d o lo q u e co e un “suceso proto-teatral”; por esta razón, reproducirla impli
xiste co n ella sobre el lienzo p in tad o sea visto e n calid ad d e su p le m e n to ca necesariam ente una mimesis de esa consistencia dram á
d ecorativo o m arco o rn a m e n ta l d e ella. El lienzo d e b e ría llam arse e n ver
tica.95 Puede decirse así que lo característico de la represen
d a d Retrato de sus Majestades en un espejo p o rq u e eso es lo q u e es e n p rim e r
lugar. T odo lo d em ás q u e sea lo será en seg u n d o lugar, a cceso riam en te.
tación del m undo en el arte barroco está en que busca
P ero el c u a d ro in cita d isim u la d a m e n te a la p reg u n ta : ¿p u ed e, e n v erd ad , reproducir o repetir la teatralización elem ental que practi
el p e q u e ñ o re tra to , co n to d a la “d e c o ra c ió n ” q u e lo rodea? ¿T iene la fu e r ca el ethos barroco cuando pone “entre paréntesis” o “en
za su ficien te p ara im p o n e r su cen tralid ad ? ¿Hay, en efecto, q u e ver e n él escena” lo irreconciliable de la contradicción m oderna del
(y c o n él, p o r su p u esto , e n la m o n a rq u ía , e n la co rte, etcé te ra ) lo esencial,
y e n to d o lo d em ás (el p u e b lo , la vida, e tc é te ra ) lo accesorio? ¿O, p o r
el c o n tra rio , el re tra to d e sus m ajestades sólo es u n e le m e n to m ás - e l 'M A lpers, op. cit., pp. 113-14.
m ás prestigioso, si se q u ie r e - e n el m u n d o q u e a c o m p a ñ a a la im ag en d e -15V éase el su g eren te p lan te a m ie n to d e H au sen stein (op. cit., pp. 78 s.)
la princesa? qu e d e sc u b re en el “n a tu ra lism o ” del b a rro c o u n “supra-naturalism o".
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mundo, con el fin de superarlo (y soportarlo). La representa hay de superación ficticia o imaginaria - “falsa”, diría H egel-
ción barroca persigue reactualizar la experiencia vertiginosa del carácter contradictorio d e la vida y su m undo, esta pre
del trasm ontar o saltar por encim a de la ambivalencia.90 tensión obsesiva, que sería lo más propio del arte barroco,
¿Cómo alcanzar la repetición artística de la ambivalencia está vigente también, con igual fuerza, en otros juegos de am
ontológica, y cómo reproducir así, en el disfrute de la obra bivalencia, de confusión-inversión de contrarios, diferentes
de arle, el vértigo de la paradoja existencial? Esta parece ser del ju eg o entre lo sustancial y lo accesorio que se encuentra
la pregunta, no siempre inconsciente, que inquieta al artista en la “decorazione assoluta ”.
barroco. De m anera parecida a la del lector del segundo libro del
Quijote-que termina, como el propio “loco” de La Mancha,
Arte barroco y “método ”barroco conectado y confundido con personajes de ficción, y sin
saber a ciencia cierta si es él qujen se encuentra en el m undo
La “decorazione assoluta” (o liberata), reconocida p o r A dorno de ellos o ellos en el suyo-, quien admira la pintura de Veláz
como rasgo definitorio del arte barroco, debe considerarse quez conocida como Las meninas queda atrapado por la invi
así como un modo entre otros -sin duda el más frecuente y tación que ella le hace a formar parte de la escena repre
más claro- de una característica más amplia del mismo: la sentada, a ser aquel personaje que tiene que estar al frente,
representación liberada.97 Rescatar, desatar, exagerar la tea sobre el estrado, sirviendo de modelo para el cuadro en el
tralidad profunda de lo estético, absolutizar lo que en ello que trabaja el artista. La ambivalencia de lo real y lo ficticio
aparece aquí también: ¿quién está en el m undo de quién: el
cuadro en el mundo del que lo mira o el que lo mira en
■Mi Es p o r ello, sin duda, que el reto ric ism o b a rro c o , in clu so c u a n d o el m undo del cuadio? \ cuando, en una segunda observa
sólo se p ro p o n e potenciar lo persuasivo d e l discurso -s u asp ec to in te re
ción, esta ambivalencia se desvanece, el cuadro lleva al
san te y p la c e n te ro - prefiere el recurso a lo en rev esad o y re to rc id o , c ríp ti
co y difícil. Sitúa la persuasión que quisiera alca n zar en u n se g u n d o nivel espectador, transfigurado ya en cortesano, a caer en otra
o m o m en to d e apreciación, esto es, más allá o d esp u és d e h a b e r alcanza ambivalencia, que es una pequeña tram pa. Descubre el
d o la “co n m o ció n ” del interlocutor en la e x p e rie n c ia d e la p arad o ja, e n la espejo en el fondo de la escena pintada y se percata de que
confusión de p lace r y displacer. G racián (Agudeza..., cit., p. 174) p re se n ta quien está en verdad en el lugar donde él creyó estar es
esta “suspensión” d e la inteligencia o rd in aria, co n el goce q u e ella tra e de
nadie menos que el rey; cae en cuenta entonces de que se
la revelación co m o pura inm inencia d e sí m ism a, c o m o la e sen cia del
“c o n cep to ”, co m o el fruto prim ordial d e la “a g u d eza”. El d iscu rso b a rro
hizo culpable”, por un instante y sin quererlo, de una irre
co sólo persuade e n la m edida en que escan d aliza su tilm e n te , q u e “des verencia “im perdonable”: la de confundirse, es decir, igua
cen tra" e “in c o m o d a ” (Sarduy, Barroco, cit., p. 59). larse - ( “¿y por qué no?”, insiste tal vez en sus ad en tro s)- con
'■n Los fam osos cinco “rasgos característicos del n uevo estilo ” q u e Wólf- el rey.HS La permutabilidad del único, el Rey, por su con
flin (Renaissance..., cit., pp. 22ss.) e n c u e n tra e n el arte b a rro c o e n c o m p a trario, el cualquiera -tú 0 yo-, es la anécdota atrevida-
ració n con el renacentista -e l pred o m in io d e lo d in ám ic o so b re lo estáti
inofensiva que conduce al espectador a través del vértigo de
co (d el color so b re el dibujo, en la p in tu ra ), la invasión d e l p rim e r p lan o
p o r el plano p ro fu n d o de la representación, la p resen cia d e sq u ic ian te de la ambivalencia perceptiva entre lo real y lo representado;
lo n o rep resen tad o en lo representado; el énfasis en la p e rte n e n c ia d e la
p a rte al todo d e la representación; la acción d e lo in d istin to d e sd ib u ja n d o 'K S o b re la estrategia d e la representación e n Las meninas, a p a rte del
lo d ife re n c ia d o - adquieren un sentido c o h e re n te a la luz d e este p la n te a c o n o c id o tratam ien to de Foucault (Les mots et les choses, G allim ard, París,
m iento: todos ellos hablan de una b ú sq u ed a d e la in seg u rid ad , la c o n fu 1966, p p . 24-31), son especialm ente sugerentes las co n sid eracio n es d e S.
sión, la am bigüedad; de un intento de co n v ertir la p e rc ep c ió n de la o b ra S arduy (op. cit., pp. 78-83). Igualmente sobre el p a ren tesco e n tre Las
de a rte en un lu g a r de inquietudes y cu estio n am ien to s. meninas y el Quijote.
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ambivalencia que, al ser trascendida, constituye el núcleo de tituible por lo accidental, lo central por lo ornamental, lo esen
la experiencia estética de quien contem pla esta obra. cial por lo apariencial, lo auténtico por lo impostado, lo lu
El universo artístico del barroco se asemeja a un laberin m inoso p o r lo tenebroso, lo virtuoso por lo pecaminoso, lo
to en el que el sinnúm ero de ambivalencias en las que el m un m aldito por lo bendito, lo eterno por lo efímero, lo diabóli
do se entrega a la experiencia hum ana se suponen las unas a co p o r lo divino. Pero es un “m étodo” que sólo es plena
las otras, conducen las unas a las otras, se cam bian las unas m ente efectivo si la acción estética que hace uso de él se ins
por las otras. En La vida es sueño, por ejemplo, la ambivalen pira en el ethos barroco.
cia protagónica, la que lleva a confundir lo esencial y lo apa Dentro de las posibilidades que se le abren a la actividad
rente, lo real y lo ficticio, lo pragmático y lo onírico, lo cuer cultural m oderna en la ru ptura estética de la cotidiani
do y lo ilusorio (lo loco), se difunde y se pierde en un dad rutinaria, el arle barroco desarrolla y sistematiza un cier
sinnúm ero de otras m enores o m enos evidentes, com o las to conjunto de ellas, precisam ente el que se conform a en la
que hay entre lo masculino y lo fem enino, lo auténtico y lo perspectiva particular del ethos barroco. Esta pertenencia
im postado, lo clásico y lo monstruoso, lo gozoso y lo dolo suya a un ethos m oderno específico no obliga, sin embargo,
roso, para reaparecer en la ambivalencia fundam ental que a que su “m étodo” de composición de oportunidades de
equivoca lo natural con lo artificial, lo divino con lo hum a experiencia estética sólo pueda ser em pleado en concor
no: lo predestinado con lo libre —la ambivalencia por la que dancia con ese ethos. Se trata, por el contrario, de un “m éto
el ser hum ano m oderno debe atravesar, según la m oral jesuí d o ” que ha sido y es integrado y refuncionalizado en la crea
ta, para alcanzar la jerarq u ía que lo califica como tal.”9 El ción de obras artísticas y poéticas que sigue los otros
arte barroco no desperdicia ocasión de provocar el vértigo sentidos que son tam bién propios de la cultura estética
que produce el pasar a través de una ambivalencia radical, el m oderna. Los juegos de ambivalencia de los contrarios con
en trar y salir de un episodio en el que los contrarios se form an un “barroquism o” más o m enos impreciso que pue
invierten y confunden. El em pleo de este vértigo de la am bi de reconocerse con una función estructurante más o m e
valencia como resorte psicológico de la experiencia estética nos decisiva en obras de inspiración lo mismo clasicista que
es la característica más evidente del arte barroco; em pleo realista o romántica. Seguir las aventuras del “m étodo barro
que lo mismo puede quedarse en un intento fallido que dar co” en m edio de proyectos de estetización ajenos al ethos
lugar a obras de fuerza excepcional. El “m étodo” barroco barroco; verlo en acción como elem ento desquiciador del
consiste en hundirse y salir del desasosiego agudo y fugaz, naturalism o realista, como antecedente rococó de la de
pero omniabarcante, que trae consigo aquella “vivencia” en la puración neoclásica o como tenebrism o “gótico” en la irrup
que “el eco precede a la voz” (Sarduy), y lo sustancial es sus- ción del romanticism o sería una tarea fascinante de la histo
ria del arte y la literatura occidentales, que en estas páginas
11 Para ser se ñ o r d e si es m e n e ste r ir so b re sí”, d ice G racián; estoicis
apenas si puede ser indicada.
m o b a rro c o d e estirp e c ic e ro n ia n a q u e re su e n a bajo la co m p le jid a d del El arte barroco propiam ente dicho, en contraposición al
m ensaje d e C ald eró n d e la barca: el v e rd a d e ro h é ro e es el q u e h a p asado arte inspirado en el ethos realista, no pretendió nunca afir
p o r la ex p e rie n c ia q u e e n se ñ a a e q u ip arar, p o r lo evan escen te y al m ism o marse como actividad independiente y autónom a; no persi
tiem p o in d isp en sab le, la consistencia d e la vida a la del su e ñ o , a creer, guió una estetización pura, desligada de las otras formas de
d e n tr o d e la d uda, e n la solidez d e lo real. S o b re las m etam o rfo sis d e la
ru p tu ra del autom atism o rutinario en la vida cotidiana.
am bivalencia en el te a tro d e C ald eró n , véase el in te re sa n te e stu d io d e
B o dini (“Signos y sím bolos en La vida es sueño", e n Estudio estructural de la
Lejos de m irar en ellas —en el juego y en la fiesta—obstácu
literatura clásica española, M artín ez Roca, B arcelona, 1971). los para su realización, fuentes de im pureza para sus obras,
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se desarrolló en conexión con ellas, usándolas com o m ate ta” o restaurativa, com o la del catolicismo postridentino; la
rial de su propio trabajo y sirviendo a la complejización y estetización barroca m antiene una distancia escéptica frente
enriquecim iento de las mismas. Este rasgo suyo hace que sea a todo intento de regresar más atrás del revolucionam iento
especialm ente difícil abstraer sus obras, como puras obras m oderno y su liberación de las formas, frente a toda inten
de arte, del com plejo conjunto d en tro del cual, en interac ción de recom poner universos formales clausurados en sí
ción con actividades Indicas y cerem onias festivas, contribu mismos.101 El arte barroco es profundam ente laico; fiel al
ye a des-realizar la realidad de la m odernidad capitalista. La ethos barroco que lo inspira, se distancia de m anera sutil
presencia histórica del arte barroco se encuentra así íntim a pero inconfundible de todo uso religioso de la estetización.
m ente conectada con la “cultura po p u lar”, com o cultivo Para él, su “religión” es el arte. Pone la estetización por enci
dialéctico espontáneo de la concreción histórica del código ma de la ritualización de la vida cotidiana; la integración de
social, y en especial com o cultivo dialéctico de la socialidad lo im aginario en la vida prevalece en él sobre la huida, fuera
religiosa. Sólo desde la convicción contem poránea de la
de la vida, hacia lo imaginario.
“autonom ía del arte” es posible percibir aisladam ente el arte No hay tal vez ningún ejemplo m ejor de la compleja rela
barroco en sus obras, separándolo de su inserción orgánica ción que m antienen entre sí el arte y la fiesta religiosa en el
en la actividad ritual propia de la cultura festiva m oderna, siglo barroco que la Capilla Cornaro, construida por Berni
muy en especial de aquella que, en el siglo XVII y su prolon ni en el tem plo rom ano de Santa Maria della Vittoria.1"2 Se
gación histórica, estuvo a cargo de la Iglesia Católica restau trata de u n a obra arquitectónico-escultórico-escenográfica
rada. El barroco es sin duda “el arte de la contrarreform a”; que ocupa toda la prim era capilla izquierda del tem plo, que
y lo es no sólo porque esta restauración del m undo católico incluye tanto el altar de la misma como sus dos paredes la
utiliza la estetización barroca como instrum ento de su ritua-
terales.
lización,1"0 sino tam bién, y sobre lodo, porque, al propugnar La parte escultórica de esta obra, que es la que predom i
u n a “moral de la am bigüedad y su trascendencia” (S. Beau- na, tiene com o pieza principal el famoso grupo de Santa Te
voir) -p a ra la que cada caso concreto o “en situación” resa y el ángel, ubicado en el centro del altar y que represen
replantea en su raíz la definición del bien y el mal, y sólo ta el m om ento del éxtasis o la transverberación mística de la
puede encontrar su solución última en la sabiduría com uni santa, y, com o piezas de com pañía, dos grupos de retratos de
taria de la ecclesia y en la autoridad de sus sacerdotes-, entra personajes eclesiásticos, ligados con los priostes de la capilla,
en una afinidad profunda con el arte barroco, el arte del repartidos en dos balcones o palcos que m iran desde ambos
rebasam iento de la ambivalencia. lados hacia la pieza central.
El arte barroco se desenvuelve dentro del universo m ítico Firme en sí misma como obra de arte im perecedero o per-
y cerem onial del catolicismo pero él mismo no es necesaria
m ente católico. Está conectado, sin duda, con el movimien
to de la llamada “contrarreform a” católica a través de la 101 P a ra la Iglesia p o strid e n tin a , “c o n tra rre fo rm ista ”, d e fe n d e r el valor
de uso es d e fe n d e r el c o n ju n to de figuras arcaicas del m ism o q u e ella co n
resistencia en la que coinciden, que les lleva a oponerse al
ju n t a y con serv a bajo el am p aro de su socialidad ab stracta y d el universa
sacrificio capitalista de la form a natural de la vida y del valor lism o ab stra c to d e su m itología.
de uso del m undo de la vida, pero su actitud frente al ethos 102 Tal vez el estu d io m ás co m p le to d e la C apilla C o rn a ro -lle n o , p o r
realista im perante no es en m odo alguno nostálgica, “paseís- lo d em ás, d e observaciones a g u d a s- sea el de Lavin (Bernini e l ’unità delle
urti visive, D ell’E lefante, R om a, 1980). V éase tam b ién , so b re la relación
e n tre a rte y religión en B ernini, C arer, “El artista” e n R. Villari, e t al., L ’Uo
CJfr. W eissbach, o p . cit., y M aravall, o p . cit.
mo..., cit., pp. 351-64.
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m anente, la (Capilla C ornaro no rechaza, sin em bargo, sino tende sin em bargo reducirlo a su ritualización. El em pate
p o r el contrario reclama, para alcanzar su plenitud, la di entre estas dos tendencias com plem entarias y contrapuestas
mensión escenográfica, en este caso ceremonial, de u n a obra caracteriza la relación entre barroqviismo y contrarreformis-
efím era o entregada a su propia consumación. Es u n a obra de mo; un em pate que, en este caso, como en el de toda obra
arte que entabla una relación compleja y contradictoria, radicalm ente barroca, se inclina finalm ente más hacia el
de com plem entariedad y exclusión, con el entorno festivo al lado del arte que hacia el de la cerem onia. Hay, en efecto,
que remite: dándole la espalda a su rival, la pintura, redu un m om ento sacrilego ineludible que acom paña la contem
ciéndola al colorido espontáneo del entorno festivo de tra plación de la sensualidad de esta figura de santa Teresa,103
jes y maquillajes, reclama en cambio la colaboración no sólo incluso p o r el más probado de sus adm iradores católicos; un
del arte musical sino tam bién del de la perfum ería. El m om ento que es de duda: “¿será en verdad este am or terre
m om ento m ejor para “apreciar” el arte de la Capilla Corna nal que nos m uestra la im agen un simple rem edo, una copia
ro —así rezaría su mode d'emploi tácito- sería el de la cerem o desvaída del am or celestial genuino? ¿No es él, de ser como
nia religiosa en pleno: el m om ento del trance colectivo de está puesto en la imagen, perfecto en sí mismo, m ejor que
culm inación religiosa, en medio de la luz dinam izada p o r el cualquier otro am or imaginable? Amor celestial, am or terre
hum o, del olor intenso de los inciensos y las flores y del soni nal: ¿cuál de los dos es el m odelo y cuál la copia?” El recur
do de los coros y el órgano, de las cuerdas y las voces, con su so a la sensualidad - a la “form a natural” del m undo de la
presencia ordenadora.
vida- que implica la estetización berniniana de la escena
La Capilla Cornaro es una representación artística del sacra resulta excesivo respecto de la capacidad de invocarla
m om ento del éxtasis o la transverberación mística, del ins que tiene el rilo católico. D ándole a la Iglesia una dosis exa
tante en que la mezcla, la confusión o el acontecer milagro gerada de aquello mismo que le encargó, sirviéndola más
so de 1 1 1 1 continuum entre térm inos discontinuos y contra allá de lo que ella puede aprovechar, Bernini, el artista,
puestos, entre lo sensual y lo espiritual, entre lo terrenal y lo se alza p o r encim a de Bernini, el católico.
celestial, prefigura el gran acontecim iento culm inante de la
Salvación. Pero, a más de ser esta representación del m o
m ento místico, ella misma debe ser tam bién una condición
de ese m om ento com o el tiempo de u n a práctica cotidiana
que culm ina en el tem plo su fusión de la virtud hum ana con
la gracia divina. Todo en ella está acondicionado para que la
experiencia estética más intensa que ella puede motivar en
el espectador coincida con el m om ento de mayor fervor
sacram ental, cuando el templo se convierte en el lugar mís
tico de la unión de Dios con “su pueblo”.
Lo artístico como instrum ento de lo festivo; lo festivo I0S La se n su alid ad del éxtasis de san ta T eresa se enfatiza en la actitu d
com o m ateria de lo artístico. Dos tendencias en pugna coin d e e n tre g a d el cu erp o fem en in o y en la pasividad de sus m anos, e n la
ciden en la fascinación que despierta esta obra de Bernini: im p acien cia q u e ex p resa la posición d e l pie, e n la ex ag eració n d e l goce
p or un lado, la del arte que, sirviendo al rito, p retende sin inscrito e n el gesto facial y sobre to d o e n la agitación de los pliegues del
em bargo reducirlo a material de su estetización; por otro, la h á b ito -a g ita c ió n q u e B ern in i volverá a esculpir m ás tard e, incluso con
m ayor m aestría, p a ra la Agonía d e la b eata L udovica A lb erto n i en la C api
de la f iesta que, prestándose a ser estetizada p o r el arte, pre
lla A ltieri d e San Francesco a Ripa.
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“Faetónica” hubiera llamado Sor Juana a la experiencia
de dos siglos de transform ación rom ántica del m undo
-reco rd an d o el mito que cuenta de las catástrofes que vie
nen sobre el cosmos cuando el joven Faetón, queriendo
dem ostrar su estirpe divina, se em peña en guiar p or su cuen
6. La cultura actual y lo barroco ta, sin apoyarse en la experiencia de su padre Helios, el
carro celeste que reparte la energía solar. La década de 1960
concentró en sí los síntomas del final de esa época. El retor
Reducido a la periferia del m undo contem poráneo -pese a no al realismo”, a través del desencanto” o la ernüchterung”,
haber dominado durante todo el largo siglo x v ii - , el ethos ha llevado a la resistencia frente a la m odernidad im perante
barroco ha seguido reproduciéndose de todas maneras como a soñarse a sí misma como posm oderna” m ientras reinventa
una propuesta germina de hum anidad moderna, ha seguido para nuestros días una estrategia barroca”.
ofreciéndose como una vía coherente para el cultivo de la sin El com portam iento que caracteriza al artista barroco en la
gularidad concreta del modo propiam ente hum ano de la vida. preparación de oportunidades de experiencia estética con
A finales de este siglo, una vez que los desastres de la desme tiene la clave del com portam iento barroco en general. En
sura romántica de los sujetos nacionales y su gestión política medio de la crisis m oderna de la consistencia del m undo, al
prepararon el terreno y promovieron el retorno, esta vez tota re-producirlo en su decorazione o representación assoluta, la
litario, del ethos realista y su conformismo militante, la dim en creación del artista barroco no se da a través de una sustitu
sión cultural de la existencia social parece volver los ojos nue ción de la creación divina (como pretende hacerlo el ro
vamente hacia a los otros ethe modernos, los que no parten de mántico) , sino sólo a través de una restauración mimètica de
la confusión entre el sujeto económico efectivo de la vida la misma. En medio de la crisis de la adaequatio del nom bre
m oderna -e l capital- y el sujeto político posible de la misma. a la cosa o al m enos de la correspondencia entre nom bre y
Después de la Revolución Francesa, hasta el decenio de los cosa, la nom inación de lo innom brado o la creación de for
sesenta en este siglo, el espíritu de la época” sólo supo agi mas para lo inform e no acontece a partir de una nada o una
tarse creativamente si era invocado por la rebelión rom ánti indefinición absoluta (como en la nom inación rom ántica),
ca, por el ethos rom ántico que se atrevía a ir contra la propia sino a través de un juego de restitución” del nom bre o de la
fuente de su autoafirm ación sujetiva. El mito de la revolución form a naturales” de las cosas.
trabajaba de mil m aneras diferentes en la práctica y el dis La sabiduría particular que se genera dentro del ethos
curso, convirtiéndolos sea abierta o subrepticiam ente al m en barroco es una sabiduría conceptuosa” (como diría Gra-
saje de la famosa Tesis xi” de Marx sobre Feuerbach: de lo cián) o m etafórica (en la acepción original que tiene este
que se trataba era de sustituir al sujeto autom ático”, al ghost térm ino en la Poética de Aristóteles);10' una sabiduría que se
in the machine que está siempre activo, cam biando el m undo atreve sin duda a conocer, que se aventura en la actividad
a su m anera, mientras el sujeto hum ano (el filósofo”) lo con
tem pla e interpreta”; se trataba de p oner en lugar de él a ese 101 A cepció n q ue, ju n to co n lo q u e se e n tie n d e ac tu a lm e n te p o r m etá
fo ra - l a asociación analógica d e significados q u e ju e g a en el eje p ara
sujeto hum ano como sujeto político capaz de tom ar en sus
d ig m ático -, incluye tam b ién lo qu e hoy se e n tie n d e p o r m eto n im ia - e l
m anos la transformación del m undo” y guiarla en el sentido juego co n los significados en el eje sin tag m ático -: tran sp o sició n de u n
de la em ancipación y la abundancia. n o m b re a jen o , sea de la especie a la clase o d e la clase a la especie, o de
u n a especie a o tra, o d e a c u e rd o a la analogía" (1404b).
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propia de los dioses”, la de nom inar lo innom inado”, pero Bibliografía
que lo hace sin quitar a éstos de su sitio, como si no lo hicie
ra. Es un com portam iento cognoscitivo que concibe al co
nocer como un p o n er a lo o tro”, no metafísicamente en con
ceptos”, sino m undanam ente en palabras”, en obras; como
un trabajo que consiste en desatar prim ero la articulación
A d o rn o , T h e o d o r W., “D er m iß b rau ch te B arock”, e n Ohne Letbild, Parva
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su plano de contenido (en cortar la conjunción contingen — , Ästhetische Theorie. S u h rk am p , F ra n k fu rt a. M., 1970.
te pero fundadora de necesidad que está en la arbitrariedad A lb erro , S olange, Del gachupín al criollo, El C olegio d e M éxico, M éxico,
del signo”), y en arreglárselas inm ediatam ente después”, al 1992.
Allewyn, R ich ard, y Karl Sälzle, Das Grosse Welttheater, R ow ohlt, H am b u rg o ,
m ultiplicar el significado m ediante un llevar más allá (metá-
1959.
fcró) la vigencia del significante -al re-anudar o re-suturar esa A lpers, Svetlana, E l arte de describir. El arte holandés en el siglo XVII, B lum e,
articulación en la mise-en-scène instantánea de la frase p ronun M adrid, 1983 (1987).
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prestarle fugazmente un nombre a lo sin nombre, para hacer (1984).
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(1987).
La sabiduría barroca es una sabiduría difícil, de tiempos
— , Historia da arte como historia da cidade, M artins F ontes, Säo Paulo, 1984.
furiosos”, de espacios de catástrofe”. Tal vez ésta sea la razón (1995).
de que quienes la practican hoy sean precisamente quienes A u e rb ac h , E rich, Mimesis, Dargestellte Wirklichkeit in der abendländischen Lite
insisten, pese a todo, en que la vida civilizada puede seguir ratur, F ran ck e, B erna-M unich, 1946.
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