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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE QUERÉTARO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA
MAESTRÍA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA

"EL SIGNIFICADO REAL DEL SÍNTOMA EN EL NIÑO"

TESIS

QUE COMO PARTE DE LOS REQUISITOS PARA OBTENER


EL GRADO DE MAESTRA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA

PRESENTA:

MARÍA CONCEPCIÓN GONZÁLEZ URIBE


(112578)

DIRIGIDA POR:

MTRA. JULIA VELÁZQUEZ ORTEGA

SANTIAGO DE QUERÉTARO, QRO., JUNIO DE 2010.


Agradecimiento

Esta tesis va dedicada a mi hijo Gustavo, mi hija Gabriela, Mi hija Galilea y Mi hija
Greta, por ser un apoyo incondicional. Le agradezco al padre de ellos por contribuir.
Reconozco y aprecio el apoyo de cada uno de mis pacientes por permitirme
acompañarlos en su proceso terapéutico así como la oportunidad de aprender.
A mis padres, hermano y hermanas por ser.
A la directora de tesis la maestra Julia por guiarme en la elaboración de la misma.
A mis sinodales por la disposición para darle lectura a mi trabajo de tesis.
A mis maestros de la maestría por compartir su saber.
A mis compañeros de la maestría en especial Benita por su amistad y a Rosa María por
su compañerismo y enseñanzas.
A Tania y Graciela por apoyarme en la corrección de estilo de mi tesis.
Al ser divino que me acompaña por ser y estar ahora en mi camino.

I
RESUMEN

En esta investigación bibliográfica se aborda el tema del síntoma en el niño, al realizar


una revisión sobre el proceso de formación de este y tratar de dar respuesta a las
preguntas ¿cuándo podemos hablar del síntoma en el niño?, ¿qué nos quiere decir por
medio de éste?, ¿el síntoma es de él, de sus padres o de ambos?

Este trabajo de tesis, rescata algunas de las aportaciones de psicoanalistas desde 1886 al
2001, que harán ver desde una perceptiva diferente. Los temas son: la función del
síntoma, el síntoma freudiano, su relación con la fantasía, la angustia y las neurosis
actuales, breve historia de la formación del síntoma en el niño de algunos psicoanalistas
que han trabajado indirecta y directamente con ellos, como se define a un niño desde lo
social y el psicoanálisis, caminos para la constitución del niño, los tropiezos que éste pude
tener e identificar las fallas de cada uno de los protagonistas que intervienen en el
entramado de la formación del síntoma en el niño, en qué momento podemos hablar de
que un comportamiento es un síntoma, para que le sirve el síntoma, a quién se lo dirige,
podemos o no analizar a un pequeño, la exposición y análisis de un caso y para concluir,
el significado real del síntoma en el niño es la alternativa que tiene en ese momento para
expresar su cuestionamiento sobre lo que los padres esperan de él. Siendo este una
presentación privilegiada de la verdad que irrumpe y molesta que aparece como lo oculto,
lo enmascarado que remite a un discurso perdido en su historia corporal y familiar,
entendiendo ésta como el encuentro del pasado y el futuro, en el presentarse, releer y
reinscribir a partir de estas su propia historia original, sin olvidar que el mundo y los otros
no se encuentran fuera de él sino en un “adentro-afuera”.

Para el psicoanálisis, los síntomas no son lo que importa, sino lo que estos significan en
cada caso para cada quien. Donde la función del psicoanálisis es siempre una presencia
humana que escucha, está dirigida al inconsciente.

Palabras clave: síntoma, formación, función y niño.

II
SUMMARY

In this bibliographic investigation I talk about the subject of the symptom in the child,
when I make a revision about the process of it and I tried to answer the questions ¿when
can we talk about the symptom in the child?, ¿what is he trying to tell us with it?, ¿is it his
symptom, his parents´ or of both of them?

In this thesis work, I rescued some psychoanalysts´ contributions since 1886 to 2001,
which will let us see from a new perspective. The subjects are: the symptom´s function,
the Freudian symptom, its relation with the fantasy, actual anguish and neurosis, short
history about the formation of the symptom in the child from some psychoanalysts who
have worked indirect and directly with them, how can we define a child from the social
and the psychoanalysis, ways to child constitution, the stumbles this can have and to
identify the failures each one of the protagonists who take part in the framework of the
formation of the symptom in the child, in which moment can we talk about a behavior
becoming a symptom, what is the symptom for?, who is it directed?, can we analyze or
not a child?, the exposition and analysis of a case and to conclude the real meaning of the
symptom in the child it´s the alternative he has in that moment to express his questioning
of what his parents expect from him. Being this a privileged presentation of the truth
bursting into and that bothers it appears like the hidden, the masked making a lost speech
in a corporal and familiar history, understanding this like the meeting between past and
future, in the presenting, rereading and rewriting from this its own original history, not
forgetting that the world and the others are not out of it but in an “inside-out”.

For the psychoanalysis, the symptoms are not what matters, but what they mean in each
case for each one. Where the psychoanalysis function is always a human presence who
hears, it´s directed to the unconscious.

Key words: symptom, formation, function y child.

III
ÍNDICE

AGRADECIMIENTO ................................................................................................... I

RESUMEN .................................................................................................................. II

SUMMARY ..................................................................................................................III

INTRODUCCIÓN ......................................................................................................... 1

I. BREVE RECORRIDO SOBRE EL SÍNTOMA ..................................................... 9

II. BREVE HISTORIA DE LA FORMACIÓN DEL SÍNTOMA............................. 40


EN EL NIÑO

III. EL SIGNIFICADO REAL DEL SÍNTOMA EN EL NIÑO................................ 75

IV. CONCLUSIONES ...................................................................................................123

V. BIBLIOGRAFÍA.......................................................................................................126

IV
INTRODUCCIÓN

Cuando decidimos dedicar algunas horas de nuestro tiempo a la lectura de una

tesis relacionada con la actividad profesional que desempeñamos, generalmente

preferimos saber desde el principio lo que esas páginas pueden ofrecernos. En este

caso, estas páginas se escriben desde la perspectiva de mi formación

psicoanalítica y tienen la intención de aportar una visión global de la problemática

del síntoma en el niño. Lejos de pretensiones definitivas, este texto busca ser útil,

orientando a aquellos que están involucrados en el conocimiento y la comprensión

de la clínica de los niños y sus implicaciones. El propósito de realizar esta tesis

surgió de lo fascinante que me resulta el trabajo con niños, lo que me ha dado la

oportunidad de llevar a cabo con éxito mi actividad laboral, desde hace ya

dieciséis años. Mi trabajo está lleno de frescura, de interrogantes y respuestas

hechas por los mismos niños que me han maravillado y que continúan

sorprendiéndome, que me impulsan hacia la necesidad de hacer más amplio mi

conocimiento de lo desconocido con relación al síntoma del niño, llámese

agresión, hiperactividad, problemas de aprendizaje, enuresis, etcétera. Desde el

ejerció que he tenido en la clínica, puedo decir que, mediante el síntoma, los niños

tratan de decir algo a lo que no se le ha dado trámite, que no fluye en el infante

y/o en los otros que lo rodean, es algo que quiere manifestarse, un mensaje por

descifrar.

Algo que percibo relevante es la creciente demanda de atención a los niños; esto

ha despertado en mí el interés por ampliar mi conocimiento sobre el significado

1
que tienen los síntomas de los infantes y me llevó a plantear el tema de esta tesis;

sé que esto me dará, y les dará a todos aquellos que estén interesados en apoyar a

los niños, la oportunidad de buscar nuevas formas para hacerlo. Segura de que a

partir de las preguntas se posibilitan los cambios, me pregunto: ¿qué entendemos

por síntoma?, ¿qué es un niño?, ¿en qué momento se puede hablar de síntoma en

el niño?, ¿qué quiere decirnos el niño con su síntoma?, ¿es el síntoma de él o de

sus padres, o de ambos?

Para introducirnos en el mundo del niño o infante, es necesario tener presente

cómo es considerado desde el punto de vista de la sociedad actual y con la

perspectiva del psicoanálisis. Como lo refiere Duffor (2009,113), en la sociedad

actual, el sujeto en general, incluido el niño, es considerado como sujeto en

proceso de desubjetivación. Este autor indica que el sujeto es visto como un ente

consumidor, activo más en potencia, al que se manipula y por el cual se puede

pensar. Con ello, forma velada se ha ido sustituyendo la autoridad de los padres

por la de la ley, pues con los derechos de los niños, en apariencia algo benéfico,

hay un cambio significativo en la función paterna que delegada al orden legal.

Por su parte, para el psicoanálisis, el niño es un sujeto que, aun antes de nacer,

está inserto en una red social; después de nacer, será además un sujeto en proceso

de formación o estructuración donde confluyen, tanto la historia personal de cada

uno de los padres, como el potencial que el mismo niño va conformando. Al

mezclarse estas potencialidades y las posibilidades que ofrecen al niño sus padres

o seres significativos, surge un ser que va pasando por diferentes etapas: al nacer,

el niño no tiene un punto de referencia para diferenciar dónde termina él y dónde

2
comienzan los otros; esto lo asimila y aprehende gradualmente, encontrando la

dificultad para determinar dónde terminan sus deseos y comienzan los de los

demás.

Pero, ¿por qué me sentí atraída por este tema en particular? Quizá esta sensación

de atracción responda a que lo que se observa en el otro de alguna forma está

presente en uno y en esta reflexión encuentro razón para expandir mi conciencia,

abriendo puertas a nuevas posibilidades de cambio y acción. Esto me permite

ubicar mi trabajo de tesis como un testimonio donde soy yo la que se presenta

como testigo que se involucra en el proceso de enfoque, que influye de manera

inevitable para observar las propiedades de dicho fenómeno y para modificarlo.

Creo que con esta investigación he buscado mejorar mi capacidad de atención y

de visualizar lo que sucede en el interior para usarlo como factor de cambio del

exterior y descubrir las posibilidades de transformación para la clínica o el

acompañamiento de los niños.

Así, he de decir que esta nueva experiencia psicoanalítica que me ofreció la

maestría en psicología clínica, al reestructurar mi trabajo, me ha posibilitado el

abandono de la pasada perspectiva de intervención: al iniciar mi proyecto de

tesis, formulé que el síntoma del niño era la problemática que los padres, de

manera inconsciente, depositaban en los hijos; con esta primera perspectiva

parcializaba el síntoma, dejando de considerar la participación del niño y

adquiriendo, sin darme cuenta, una postura psicológica en la que se responsabiliza

únicamente a los padres y anula la conexión que el niño tiene para buscar otra

alternativa de solución frente aquello que está interceptado. Por fortuna, mi

3
encuentro con la maestría en psicología clínica fue el peldaño del que me valí

ascender y tener una mejor visión de este proyecto, reformulándolo de la siguiente

manera: el hecho de que los niños presenten conductas o comportamientos

sintomáticos, es un medio de expresión de lo que le sucede al pequeño y/o a los

padres cuando resignifican su historia personal, es decir que se trata de un

espacio de creación o re-creación del sujeto, donde el síntoma es un elemento que

pone de manifiesto la íntersubjetividad de los padres y del niño en la

estructuración de este último, tesis que intenta sustentar a lo largo del presente

texto y a la luz del psicoanálisis.

En cuanto al contenido de este trabajo de tesis, he querido realizar un recorrido

por los conceptos involucrados en el análisis, para, desde lo teórico, dar cuenta de

la comprensión del síntoma en el niño. Las ideas y conceptos que sirven de marco

teórico fueron obtenidos de las aportaciones de Freud (1886-1925) al campo del

desarrollo del niño y sus implicaciones, temáticas abordadas en el primer capítulo:

¿qué es el síntoma?, ¿cómo se constituye?, ¿cuál es su función?, ¿cuál es su

proceso de formación? y ¿qué relación guarda con la angustia y la fantasía? Por

último, se trata la ubicación del síntoma como neurosis actual. He considerado

necesario realizar dicho recorrido, pues para poder entender, aceptar y estar de

acuerdo con una teoría es indispensable primero acercarse a ella y conocer sobre

el tema a tratar; esto nos permite obtener los elementos que nos servirán como

herramientas para construir el saber y descifrar lo que aquí se plantea; elementos

todos que han sido estudiados previamente por quienes nos los dejan como un

legado, una medicina que cura el alma.

4
Con el mismo rumbo, en la segunda parte abordo brevemente el legado que han

dejado algunos otros psicoanalistas para el trabajo en la clínica con los niños. Es

importante apuntar que, aunque los infantes expresan sus necesidades, deseos,

miedos, ansiedades y sentimientos, a los adultos muchas veces les cuesta trabajo

descifrar sus mensajes, por tanto es relevante considerar las aportaciones de

quienes han observado y desarrollado contribuciones interesantes para la clínica

con los niños: el proceso de maduración, la observación detallada del desarrollo

infantil y de los patrones de conducta por los que pasan los infantes, así como su

propia manera de comunicarse cuando aún no disponen de un lenguaje verbal y,

siendo muy pequeños, recurren al llanto, al movimiento y a los gestos. Un poco

mayores, incluso pudiendo hablar, se expresan frecuentemente sus conflictos

psíquicos mediante el juego, los dibujos y los sueños. En algunos casos, los niños

incluso somatizan su malestar en forma de dolores de estómago y otros síntomas

físicos. Pero lo importante no son los síntomas como tales, sino lo que significan

en cada caso y para cada quien.

El apartado sobre el significado real del síntoma en el niño es la parte nodal de la

tesis, puesto que se reflexiona sobre cómo el niño participa de manera dinámica

en su constitución, en la estructuración de su propio cuerpo y en su ubicación

dentro del entorno familiar. Esto es, el niño construye su historia apoyándose en

fragmentos de relatos, en imágenes y en frases escritas por otros; y de ahí saca

fuerzas para ir a un lugar diferente al que todo parecía predestinarlo. El

psicoanálisis puede ayudar al infante a transformar y movilizar, al introducirlo en

el mundo de manera diferente, como una forma de liberarlo de algo que antes

desconocía, que existía sólo en su interior. Además de hacerlo consciente de su

5
lugar en el mundo, en determinadas circunstancias, el psicoanálisis también puede

convertirse en un espacio de escucha para el niño, un lugar donde su actividad

psíquica se transforma y despierta asociaciones y emociones distintas, donde la

creatividad florece. Así, se puede considerar el síntoma en el niño como la forma

privilegiada que tiene de manifestar la verdad, que irrumpe y molesta, pero remite

a un discurso perdido en su historia corporal y familiar; con esto se da el

encuentro entre el pasado y el futuro, de él y de los otros en un adentro-afuera.

Como se ha mencionado antes, para introducirnos al mundo del niño, es necesario

tener presente cómo es considerado desde el punto de vista de la sociedad actual y

con la perspectiva del psicoanálisis.

En la actualidad, se concibe al niño como un ser en proceso de desubjetivación y

consumidor activo, de manera que se delega la autoridad de los padres al orden de

lo legal; es decir que se trata de un sujeto jurídico, puesto que, al proclamar los

derechos de los niños, estos pasan hacer cargo del gobierno, lo que tiene serias

implicaciones, ya que se deja de lado la autoridad de los padres. El niño es un

sujeto que, aun antes de ser concebido y de nacer, se inserta en la red del orden

social y al nacer es un sujeto en proceso de formación o estructuración, donde

confluyen la historia personal de cada uno de los padres y el contexto social, así

como el potencial que el niño tiene. Con ello se van conformando las

posibilidades para que el infante se desarrolle de forma óptima o se desencadene

el síntoma. Trataremos aquí de analizar los diferentes caminos que recorre el niño

al irse constituyendo y que lo pueden llevar a presentar un síntoma, donde se ve

implicada la función materna y la paterna, así como la función del jugar.

6
Considero que el síntoma en la etapa infantil es una señal de alerta y al mismo

tiempo de oportunidad que ofrece el niño, aun en su aparente imposibilidad, para

poner solución al conflicto que él detecta. En este conflicto, está presente la

problemática o verdad invectiva de los actores que participan en la conformación

del síntoma; sin afán de ser un lenguaje violento, es más bien la única alternativa

con la que cuenta hasta ese momento el niño, debido a que está en cierta

desventaja para plantear la problemática que percibe, pues, con la perspectiva del

mundo adulto, es ubicado como alguien no digno de confianza porque es un

sujeto en plena constitución de su ser. Así es como el síntoma del niño pretende

encontrar de manera velada una alternativa de solución, donde cada uno de los

protagonistas se haga cargo de lo suyo para que él pueda ir forjando su ser y su

existir en compañía de los seres que le son significativos; sólo de esta manera

puede crear su propia historia, sin la necesidad de ser un objeto para los otros,

sino un ser digno de construir su destino a partir del amor incondicional de los

suyos. Esta sería una manera de cederle el don al niño, es decir de otorgarle la

estafeta para llegar hacer él en función del otro, para confirmarse y trascender

descubriendo su potencial.

En el último apartado se expone un caso para dar cuenta de cómo el síntoma en el

niño es un lenguaje por descifrar en el que confluyen las problemáticas de los

actores involucrados y que se necesita de un tercero, un observador que pueda

contribuir a desentramar la problemática que crea confusión en el niño y en los

padres, para que él cuente con los elementos necesarios que le permitan redefinir

el conflicto y así darle tramite, de modo que pueda continuar en su transitar por la

7
vida de manera fluida, sintiéndose escuchado y aceptado. Así se fortalece su

constitución de ser sujeto de confianza y podrá repartir lo que a cada uno le

corresponde; al hacer conocido lo desconocido, cada uno de los sujetos

participantes del conflicto que puso en marcha el síntoma en el niño, se

responsabilizará de lo que le toca. Para concluir, deseo enfatizar que esta tesis

pretende ser una opción viable para todos aquellos que tienen la firme convicción

de trabajar clínicamente con niños.

8
I BREVE RECORRIDO SOBRE EL SÍNTOMA

“Y los niños fueron grandes maestros para mí, porque en su inocencia y pureza
de espíritu, ellos viven una verdad muy simple.” (Ramtha, 2007)

Función del síntoma

Disertar sobre el síntoma en la clínica psicoanalítica es de suma importancia

porque, cuando se presenta, aparecen una serie de conductas o comportamientos

que molestan a quienes lo padecen y a los que los rodean. Este fenómeno es

evidente, lo mismo cuando observamos la conducta de una persona que acude al

análisis, como cuando observamos la actitud de la persona que es llevada a

análisis por otros, tal es el caso de los niños. En la enuresis, en las fobias, en la

hiperactividad, en la agresión, en los problemas de aprendizaje, etcétera, es

posible observar esta molestia.

El tratamiento no puede ser determinando sin antes saber en qué condiciones

podemos hablar de síntoma. Tomando en cuenta que la presencia del síntoma

refiere a una patología mental, se puede obtener una respuesta provisional al

anterior cuestionamiento, teniendo como punto de partida la reflexión sobre el

hombre mismo, tal como lo hace Michel Foucault. En el capítulo “La enfermedad

y la evolución” de su libro Enfermedad mental y personalidad, Foucault (1984)

sugiere que es necesario dar crédito al hombre mismo, analizarlo

determinadamente, así como la enfermedad mental debe analizarse con base en

formas concretas de la vida psicológica del individuo para encontrarlas

9
condiciones que han hecho posible los diversos aspectos que se han fundado en el

sistema causal.

La Psicología y el Psicoanálisis han tomado conceptos de la Medicina para su

desarrollo, lo que marca un sentido diferente de los mismos en estas disciplinas,

por ejemplo, en el caso de la etiología de la patología mental y del síntoma. Es por

eso que Foucault realizó un análisis de la relación que existe entre patología

orgánica y patología mental. El autor concluye que no existe paralelismo entre

ambas patologías y que, por tanto, no se pueden extrapolar los criterios de

normalidad del campo de la Medicina al campo del Psicoanálisis; sugiere

entonces que es necesario “admitir la especificidad de la personalidad mórbida; la

estructura patológica del psiquismo no es originaria: es rigurosamente original”1.

Es decir que, lo que se ha dado en llamar enfermedad mental, no es una

desintegración, ni una regresión, ni una involución a lo primitivo, porque dentro

del caos hay un punto de coherencia en la estructura personal del enfermo que le

da una unidad vivenciada a su conducta y a su horizonte, esto se despliega del

libro de Michel Foucault.

En resumen, es la historia personal del enfermo la que plantea lo que es

necesario analizar de manera específica en la enfermedad mental y, con base en

las conductas o comportamientos del individuo, podemos determinar las

condiciones que han hecho posible la formación del síntoma ocasionado por la

enfermedad mental.

1
Foucault, Michel. (1984) Enfermedad mental y personalidad. “La enfermedad y la evolución”,
Pág. 41 Editorial Paidos Studio, México

10
Con respecto a lo anterior, en este primer capítulo se aborda la función del

síntoma en el Psicoanálisis, tomando en cuenta los desarrollos teóricos de

Sigmund Freud, quien ha dicho cosas interesantes y fundamentales en torno a ello.

Con una perspectiva psicoanalítica, conocer la función esencial del síntoma en el

niño y los elementos que se pretenden estudiar, es algo estrechamente

relacionado con la pregunta ¿qué es el síntoma? A continuación, pretendo

responder esta cuestión, siguiendo el orden cronológico de la producción teórica

sobre el síntoma se ha hecho en psicoanálisis.

El síntoma freudiano

Para entender al síntoma freudiano, es necesario tomar en cuenta lo que plantea

James Strachey porque de esta forma da una idea del concepto freudiano sobre el

síntoma en el cual sostiene sobre la existencia de una dualidad: “lo somático y lo

psíquico se presentan como dos fuerzas que se solicitan para formar una unidad,

que, en el síntoma y el sueño, puede calificarse, según veremos, de ‘unidad falsa’

o ‘descentrada.”2 Según este autor, lo psíquico se llega a manifestar por medio de

lo corporal de una forma aparente o desviada que, ante la ausencia de medios

necesarios para la expresión verbal, da como resultado la formación del síntoma.

Dicho de otro modo: una articulación en la serie orgánica que permita unirla con

la serie anímica, para evitar hacer un enlace con la representación palabra. Desde

ese momento, tanto lo psíquico como lo somático aparecen dislocados-

descentrados, pues el camino para que se manifieste lo inconsciente se ve

obstaculizado para obtener su satisfacción.

2
Strachey, James. Obras completas de Sigmund Freud. Los términos epistémicos. “Causa y
Ocasión”. Standard Edition. C.D. Infobase

11
En el manuscrito K, Freud escribe: “La trayectoria de la enfermedad en las

neurosis de represión es en general siempre la misma. 1) La vivencia sexual (o la

serie de ellas) prematura, traumática, que ha de reprimirse. 2) Su represión a raíz

de una ocasión posterior que despierta su recuerdo y así lleva a la formación de un

síntoma primario. 3) Un estadio de defensa lograda, que se asemeja a la salud,

salvo en la existencia del síntoma primario. 4) El estadio en que las

representaciones reprimidas retornan, y en la lucha entre estas y el yo forman

síntomas nuevos, los de la enfermedad propiamente dicha; o sea, un estadio de

nivelación, de avasallamiento o de curación deforme.”3 Esto refiere que el proceso

patógeno es una serie de elementos y momentos que se van conjugando.

Uno de los requisitos para la conformación del síntoma es la deformación de lo

que se pretende ocultar para engañar a la conciencia; de esta forma pueden

ventilarse las representaciones de carácter sexual y de carácter punitivo, dando

origen a una manifestación totalmente diferente a éstas.

El primer aporte a la concepción de síntoma en la obra freudiana está en las

observaciones que Breuer hace acerca de sus pacientes histéricas, mismas que

sirvieron a Freud para encontrar la relación entre los síntomas y las vivencias

patógenas o los traumas psíquicos y su vinculación con la represión “esfuerzo de

desalojo”4. Así pues, el síntoma es un intento que hace el sujeto por mantener lo

inconsciente de forma invisible pero que resulta insuficiente, pues éste logra

manifestarse en parte por medio del síntoma. La segunda aportación, la

3
Freud, Sigmund, (2001) Obras completas. Manuscrito K. “Las neurosis de defensa”. Vol. I
(1896) Pág.262 Amorrortu editores, Buenos Aires.
4
Sigmund Freud. Obras Completas. “Cinco conferencias sobre psicoanálisis y otras obras”.
Vol. (1910). Pág. 20
Amorrortu editores. Buenos Aires.

12
encontramos en el análisis de dos casos de neurosis obsesiva expuestas por Freud

(1917) en la Conferencia 17ª, donde afirma que “el síntoma es rico en sentido y

se entrama con el vivenciar del enfermo”5.

Freud también señala dos tipos de síntomas. El primero se encuentra referido al

conjunto de los “típicos de la enfermedad; en todos los casos son más o menos

semejantes, sus diferencias individuales desaparecen”, mientras que el segundo

tipo de síntomas son “los individuales [que] dependen de manera tan innegable

del vivenciar del enfermo”6 En esta clasificación resulta complicado detectar el

significado y fin del síntoma, pues están en juego los típicos y los individuales.

Por ello Freud menciona que es el síntoma individual el que tiene un sentido

inconsciente con base sexual y que implica aspectos históricos del desarrollo del

individuo. Así mismo, ratifica que, al analizar un síntoma, se pueden inferir los

procesos inconscientes que contienen el sentido de dicho síntoma inconsciente. En

la Conferencia 18ª, Freud dice que en el análisis es posible percatarse de que los

síntomas son brotes de los procesos inconscientes, pero que es factible hacerlos

conscientes y darles un sentido mediante la intervención analítica. Freud afirma

que “la formación de síntoma es un sustituto de algo diverso que está

interceptado”.7 Es decir, el proceso que sigue el síntoma es totalmente diferente de

lo que trata de impedir que se manifieste de manera directa.

En la Conferencia 19ª, “Resistencia y represión”8 Freud señala que un

prerrequisito para la formación del síntoma es el establecimiento del proceso

5
Sigmund Freud. Obras completas. 17ª. Conferencia. “El sentido de los síntomas”. Vol. XVI
(1916-17). Pág. 235 Amorrortu editores. Buenos Aires.
6
Idem. Págs.246 y 247.
7
Sigmund Freud. Obras completas.18ª. Conferencia. La fijación al trauma, lo inconsciente. Vol.
XVI (1916-17). Pág.256. Amorrortu editores. Buenos Aires.
8
Sigmund, Freud. Obras completas. 19ª. Conferencia, “Resistencia y represión”. Vol. XVI (1916-
17). Págs. 262-276. Amorrortu editores. Buenos Aires.

13
patógeno al que denomina represión: explica que el mismo se manifiesta como

una resistencia o fuerza contraria que trata de impedir el paso de lo inconsciente a

la conciencia. Además, Freud sugiere que el propósito o fin último del síntoma es

un cumplimiento de deseo, el cual pretende una satisfacción sexual y lo opuesto,

es decir, defenderse de lo mismo. Se entiende así que algunas de las causas que

conforman el síntoma son procesos inconscientes que se encargan de tramitar las

fantasías y los deseos sexuales que son sustituidos en parte por el sujeto, al tiempo

que trata de defenderse, ya que, al parecer, ha fracasado la vía de acceso que

podríamos considerar directa y en la que el conflicto se resuelve sin efectos

secundarios.

De este modo, al ir construyendo su teoría basada en los análisis de casos, Freud

se da cuenta de que el síntoma es un proceso de naturaleza inconsciente que, para

su conformación, se vale de otros procesos, entre ellos la represión. La represión

es como una barrera que sirve para impedir el paso del deseo inconsciente, el cual

se instala como algo que hace sentir al sujeto que es indigno de obtener dicha

satisfacción. Se puede decir que estamos ante un “estira y afloja” que ocasiona

que la barrera de la represión se debilite, provocando que se infiltren los

componentes del conflicto que dan origen al síntoma. Este último, es decir el

síntoma, sería entonces el resultado de una mezcla de la que, de entrada y a simple

vista, no es posible detectar el sentido, ni el propósito que tiene para el sujeto que

lo padece o manifiesta.

14
En la Conferencia 22ª, “Algunas perspectivas sobre el desarrollo y regresión”9,

Freud definió los síntomas como las satisfacciones nuevas o sustitutivas producto

del conflicto patógeno entre una parte del aparato psíquico que apoya al deseo y

otra parte que está en contra y que, a su vez, es causado por la frustración. Para

llegar a esto, Freud expone el recorrido que la libido hace para desarrollarse y

señala que, en su trayecto, la libido puede enfrentar dos peligros para su adecuado

desempeño: por un lado la inhibición que puede considerarse como un

estancamiento de la función por falta de estimulación e interés y, por otro, la

fijación y la regresión La fijación es entendida como la actitud de permanencia en

el pasado, en el camino del desarrollo de la libido o del desarrollo del yo, lugar

que representa la predisposición y que es el factor más determinante que

proporciona la decisión en la elección de la neurosis. Por su parte, la regresión

es el intento por retornar a objetos relevantes de naturaleza incestuosa o el

anhelar volver al pasado por considerarlo mejor o menos peligroso.

Freud aclara la diferencia entre la fijación y regresión. La fijación implica que la

libido del ser humano se liga a determinados objetos, representaciones y

relaciones pasadas para obtener cierto grado de satisfacción más o menos

encubierta, como una forma de resistencia del sujeto para separase de ella,

mientras que la regresión es un proceso psíquico que le permite al sujeto

comportarse o expresarse como lo hacía antaño, por considerar conflictivo el

presente y valiéndose de sus recursos pasados que le sirve para evadir el conflicto

patógeno. Así, Freud reconoce que la represión, aunque genera neurosis, es

necesaria para que el sujeto se inserte en la cultura.

9
Sigmund Freud. Obras completas. Conferencia 22ª. “Algunas perspectivas sobre el desarrollo y
regresión”. Vol. XVI (1916-17). Págs. 309-325. Amorrortu editores. Buenos Aires.

15
Así pues, Freud señala que “los seres humanos contraen una neurosis cuando se

les quita la posibilidad de satisfacer su libido, vale decir, por una «frustración»,

según la expresión que utilicé; y sus síntomas son justamente el sustituto de la

satisfacción frustrada [denegada]”.10 De aquí se deduce que en todas las neurosis

existe una frustración intolerable para el sujeto, quien trata de manejarla por

medio de la fantasía. Sin embargo, este intento fracasa, pues las alternativas de

regresión chocan con las demandas de su vida, provocando un conflicto que el

sujeto procura resolver mediante el síntoma, cuyo fin es darle una satisfacción

sustitutiva. En este punto debemos tener presente que todo ser humano tratará de

encontrar el objeto inicial que se ha perdido para obtener la primera vivencia de

satisfacción; ésta es imposible, pero en cambio se puede alcanzar la satisfacción

sustitutiva o parcial. Hasta este punto podemos darnos cuenta que el síntoma

conlleva a la primera vivencia de satisfacción. En la misma conferencia 22ª, Freud

plantea que la frustración ocasiona el conflicto por el cual la libido opta por

buscar nuevos objetos y vías, de tal forma que impide la satisfacción por la nueva

variante. Sin embargo, este obstáculo no basta para la libido, pues usa otras

artimañas como el camuflajear, dando como resultado el síntoma o satisfacción

nueva o compensatoria, necesaria ante la frustración externa que se torna nociva

al incorporar la frustración interna.

Haciendo un recuento hasta este momento de las diversas condiciones que se

requieren para la formación del síntoma, podemos decir que, según Freud, son las

siguientes: condición endógena, condición exógena, constitución, vivencias

10
Idem. Pág. 314.

16
traumáticas, fijación de la libido y presión de la frustración. Así mismo, Freud en

la conferencia 23ª, plantea una: “Los síntomas (...) psíquicos (o psicógenos) y de

enfermedades psíquicas son actos perjudiciales o, al menos, inútiles para la vida

en su conjunto; a menudo la persona se queja de que los realiza contra su voluntad

y conllevan displacer o sufrimiento para ella.”11 Estas son condiciones o

características que detecta Freud al analizar casos de neurosis de histeria: los

síntomas son conductas perjudiciales, infructuosas, involuntarias y que le

producen pesadumbre al sujeto que los padece. Subraya, además, que “los

síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libra en torno de una

nueva modalidad de la satisfacción pulsional. Las dos fuerzas que se han

enemistado vuelven a coincidir en el síntoma; se reconcilian, por así decir, gracias

al compromiso de la formación de síntoma. Por eso el síntoma es tan resistente;

está sostenido desde ambos lados”.12 Por el momento, podemos decir que el

síntoma habla, revela la crisis, el compromiso, la negociación entre fuerzas o

partes, discretas o vehementes, que el inconsciente rige a su modo. Aparecen aquí

connotaciones dinámicas: el síntoma es transacción de instancias, yo / ello, yo /

realidad, yo / ideal del yo, manifestaciones de la economía interna del sujeto.

Si el síntoma es una formación del inconsciente y, además, una formación de

compromiso, entonces ¿cómo se diferencia el síntoma de otras formaciones del

Inconsciente? Tomemos un ejemplo: para distinguir entre la formación del

síntoma y la formación del sueño, Freud estableció las semejanzas y discrepancias

entre ambos conceptos. Los mecanismos que tienen en común, nos dice Freud,

son entre otros el desplazamiento y la condensación de los que se valen las

11
Sigmund Freud. Obras completas. Conferencia 23ª. “Los caminos de la formación del síntoma”
Vol. XVI (1916-17). Pág. 327 Amorrortu editores. Buenos Aires.
12
Idem. Págs.326 y 327.

17
representaciones inconscientes para poder manifestarse y el cumplimiento de

deseo de las pulsiones sexuales. Ahora bien, las diferencias se encuentra en que el

sueño, mediante el acto de dormir y estando en reposo, se manifiesta ese deseo

proveniente de las pulsiones sexuales, a diferencia de lo que sucede con el

síntoma, que aparece en estado de vigilia y con movimiento para, así mismo,

satisfacer las pulsiones sexuales, pero también las yoicas que hacen que el

síntoma se muestre irreconocible e indescifrable, tanto por su mecanismo de

formación como por los contenidos y la procedencia de que se vale para

conformarlo. Otra diferencia existente en la formación del síntoma es la

denominada por Freud como serie complementaria cuando se constituye con las

vivencias infantiles, o factor predisponente junto con las vivencias actuales que

fungen como desencadenantes para la formación del mismo.

Teniendo en cuenta lo mencionado hasta ahora, podemos decir que el síntoma:

a) Es inconsciente, compuesto de dos momentos, donde se produce un

compromiso entre dos fuerzas contradictorias.

b) Es un conjunto de retoños de lo reprimido, la forma que tienen de volver a

la conciencia aquellas representaciones a las que se les negó el acceso a la

misma.

c) Es la unificación de dos fuerzas de naturaleza contraria que acuerdan o

negocian con la intención de resolver el conflicto.

d) Es un intento para evitar aquellas vivencias que provocan malestar al

sujeto.

e) Es una manifestación del fracaso de la represión.

18
f) Tiene un sentido basado en la historia particular del sujeto y es

inconsciente en lo que se refiere al aspecto sexual.

g) Tiene como fin, por una parte el cumplimiento de deseo de lo sexual y, por

otra, el protegerse del mismo.

h) Es el producto nuevo que resulta del conflicto patógeno ocasionado por la

frustración.

i) Es una manifestación perjudicial, infructuosa e involuntaria, que le

produce

j) pesadumbre al sujeto que la padece.

k) Es un proceso que tiene como base las fantasías inconscientes y las

vivencias significativas.

l) Se vale de los mecanismos de condensación y desplazamiento para su

formación.

m) Se presenta como extraño para el sujeto y, al mismo tiempo, éste siente

que sufre y padece a causa del mismo.

Todas estas formas de entender al síntoma se pueden circunscribir a dos

circunstancias: el síntoma es una realización de deseos reprimidos e infantiles,

pero también una satisfacción pulsional sustitutiva que se sostiene en una fantasía

inconsciente donde se fija la pulsión; es entonces señal y sustituto de dicha noción

pulsional interceptada. Nos interesa remarcar que el anhelo de satisfacción

pulsional del síntoma es sustitutivo con respecto a la relación sexual. Freud

plantea que los síntomas tienen un sentido y que este sentido tiene que ver con la

vida íntima de los enfermos; el síntoma es así la manera que tiene el sujeto de

manifestar la realidad sexual del inconsciente. Entonces se puede decir que el

19
síntoma es aquello que no funciona, que anda mal, que implica sufrimiento y que

tal sufrimiento implica, a su vez, un sujeto:

Síntoma ---> Sufrimiento ---> Sujeto

De esta manera, lo que se considere síntoma dependerá de la idea de salud y de la

concepción de sujeto que se tenga. Si ser sano es estar adaptado, síntoma

significará desajuste adaptativo. El sujeto no tiene un síntoma, es el síntoma quien

tiene al sujeto.

La concepción de síntoma que Freud trabaja está condensada en la Conferencia

23. El síntoma indica el retorno de algo reprimido de orden sexual: la represión es

un activo ignorar, es un querer no saber que, sin embargo, retorna. Al ser una

formación del inconsciente, el síntoma busca cumplir un deseo inconsciente,

siendo el deseo rector de orden sexual. Tal es el sentido del síntoma y, por ello, es

posible descifrarlo e interrogarlo. Así, el síntoma presenta dos caras: una

satisfacción sustitutiva- retorno de lo reprimido y una formación de compromiso-

cumplimiento de deseo:

a) Satisfacción sustitutiva- retorno de lo reprimido: El individuo, en su afán

de contrarrestar el deseo, trata de reprimirlo de innumerables maneras;

fracasa en la mayoría de los casos, sin embargo, al tratarse de una pulsión

sexual, esta represión es debilitada con mucho mayor facilidad, gracias a

la presencia de la libido que da paso a la formación del síntoma que no es

20
más que una satisfacción sustitutiva que, a su vez, puede llegar a ser

modificada por la represión que ejerce el individuo.

b) Formación de compromiso-cumplimiento de deseo: Aquí el síntoma que

conocemos como un sucesor del deseo es transformado en un compromiso

bipartito; busca cumplir simultáneamente en su totalidad el deseo de las

pulsiones que aparecieron en el individuo (pulsiones sexuales reprimidas y

pulsiones yoicas represoras). Sin embargo, hay que tener muy en cuenta

que cada una de estas satisfacciones nunca llegara a consumarse

cabalmente.

El síntoma se presenta como insólito al sujeto, es desconocido como satisfacción:

la persona siente que sufre y soporta a causa de un malestar. El monto de displacer

que genera el síntoma y el consumo de energía por la lucha pulsional que el yo

debe emprender son muy altos, pero también lo es el ahorro de trabajo de aquello

que el yo siente como difícil. Según Freud, este sería el motivo para enfermarse.

Es en la Conferencia 18ª donde Freud se pregunta por qué, de qué manera y para

qué del surgimiento del síntoma. Como respuesta al porqué del surgimiento del

síntoma, Freud asegura que se debe a las impresiones o vivencias significativas

provenientes del exterior que el sujeto tuvo, que fueron conscientes o no y con el

tiempo se “olvidaron” o, mejor dicho, pasaron al inconsciente a causa del proceso

de represión. En lo que respecta a la manera en que surge el síntoma, el autor

indica que es mediante las vías o caminos que tiene el sujeto para manifestarlo, es

decir por medio del cuerpo, de las conductas o los comportamientos y de las ideas.

Por último, el para qué o el propósito del síntoma es el proceso interno, conciente

21
o no en un primer momento, que pasa a ser inconsciente, con el fin de resolver el

conflicto.

Relación entre fantasía y síntoma

Como ya lo vimos, el síntoma es un proceso de sustitución y formación de

compromisos que se vale de un proceso llamado fantasía, dado que “los síntomas

neuróticos no se anudaban de manera directa a vivencias efectivamente reales,

sino a fantasías de deseo y para la neurosis valía más la realidad psíquica que la

material”13. Lo verdadero es la realidad del sujeto, sin importar la realidad fáctica

para descifrar el síntoma que se entrelaza con ensoñaciones de deseo.

En El Manuscrito N, Freud expresa textualmente que: “La formación de

síntoma(...) está anudada a las fantasías, o sea, a la represión de ellas dentro del

Icc”.14 Con estas dos citas, Freud muestra el nexo que existe entre ambos

procesos, donde la intervención de la represión en el contenido de la fantasía

desencadena el proceso de formación del síntoma.

En el manuscrito L, Arquitectura de la histeria, Freud escribe sobre la fantasía

como algo que se establece “por medio de las cosas que fueron oídas y que se

valorizaron con posterioridad, y así combinan lo vivenciado y lo oído, lo pasado

(de la historia de los padres y antepasados) con lo visto por uno mismo”.15 Es

decir, la fantasía no surge porque sí, se crea a partir de cosas presenciadas en la

13
Sigmund Freud. Obras completas. “Presentación autobiográfica”. Vol.XX. (1925-26). Pág.
33. Amorrortu editores. Buenos Aires.
14
Sigmund Freud.Obras completas. “ Manuscrito N” Vol. I (1886-99) Pág.298. Amorrortu
editores. Buenos Aires.
15
Sigmund Freud. Obras completas. Manuscrito L. Arquitectura de la histeria (2 de mayo de
1897).Vol. I Pág. 289.
Amorrortu editores. Buenos Aires.

22
primera infancia y que fueron importantes o relevantes para el sujeto; al pasar el

tiempo resurgen, conectándose con las cosas que el sujeto escucha por parte de las

personas significativas para él. De este modo se combinan su pasado y el de los

otros, con el presente.

En el Manuscrito M, Freud continúa sosteniendo que “las fantasías se generan

por una conjunción inconsciente entre vivencias y cosas oídas, de acuerdo con

ciertas tendencias. Estas tendencias son las de volver inasequible el recuerdo del

que se generaron o pueden generarse síntomas”.16. Estas fantasías pueden ser

concientes o inconscientes de origen, o producto de la represión y se construyen a

partir de experiencias o fragmentos de sucesos de contenido sexual que pudieron

ser reales o creados con base en la realidad psíquica del sujeto que los evoca

hilándolos en una cadena de pensamientos que van a conformar las fantasías,

parte esencial del proceso de formación del síntoma.

La formación de fantasías acontece por combinación y desfiguración. Y, en

efecto, (...) la falsificación del recuerdo por fragmentación, en lo cual son

descuidadas precisamente las relaciones de tiempo (....) Así, un fragmento de la

escena vista es reunido en la fantasía con otro de la escena oída (....), la fantasía

sucumbe a la represión y se genera un síntoma”.17 Aquí Freud describe de manera

concreta el proceso de formación de fantasías que consiste en la combinación y

deformación de la reminiscencia seccionada, la cual puede contener sucesos del

pasado, actuales o futuros. Así, relacionando aquellos sucesos que han sido

16
Sigmund Freud.Obras completas. Manuscrito M Vol. I (1886-99). Pág. 293. Amorrortu
editores. Buenos Aires.
17
Idem. Pág. 293.

23
escuchados actualmente con los registrados de manera visual en el pasado,

encontramos la plena constitución de la fantasía.

Las fantasías inconscientes son los antecedentes que dan lugar a la formación del

síntoma; la relación entre ambos procesos no es simple, de hecho es muy

compleja, pues no es una correspondencia de uno a uno, sino entre varias fantasías

que, si no son arbitrarias, tiene cierta composición. En Estudios sobre la histeria18,

Freud (1893-95) continúa sustentando la relación que existe entre la fantasía y el

síntoma, donde la primera es uno de los factores que dan la pauta para la

formación del síntoma del tipo histérico. En el artículo sobre Fantasías histéricas y

su relación con la bisexualidad19, Freud (1908:137-149) mantiene la relación de

ambos procesos, agregando el cómo es que se torna patológica la fantasía cuando

es reprimida, debido a que su contenido de tipo sexual no logra, por las vías del

actuar ni por la realización de alguna actividad socialmente aceptada, obtener

cierto grado de satisfacción de la libido, por lo que se generan las condiciones

idóneas para que se constituya el síntoma, es decir que las fantasías son los

cimientos del síntoma. Así mismo, Freud explica que el contenido sexual de las

fantasías inconscientes posee el carácter masculino y femenino, por consecuencia,

en su manifestación, el síntoma también tiene un significado bisexual.

Se puede concluir que el síntoma neurótico en el adulto es el conglomerado de

recuerdos parciales de vivencias significativas que el sujeto no pudo tramitar en su

infancia, por estar en plena constitución de su aparato psíquico, expresión de

18
Freud, Sigmund. Obras completas. Estudios sobre la histeria. Vol. II (1893-1895) Amorrortu
editores. Buenos Aires.
19
Freud, Sigmund. Obras completas. Fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad. Vol. IX
(1908) Págs. 137-149)Amorrortu editores. Buenos Aires.

24
cumplimiento de deseo y realización de la fantasía inconsciente, donde estas

últimas son los sueños, diurnos en un primer momento, pero inconscientes y de

difícil comprensión cuando son reprimidos, ensoñaciones deformadas que generan

malos entendidos por parte de la conciencia. Estas fantasías emergen de manera

involuntaria y/o desde siempre fue inconscientes, puesto que el sujeto se vale de

este proceso como punto de arranque para obtener la satisfacción parcial del

deseo, lo cual daría como resultado el síntoma que se originó del acuerdo

preestablecido entre dos proposiciones con cargas afectivas contrarias que se

enemistaron al estar de frente. La expresión del síntoma es, por lo tanto, la

expresión de la fantasía sexual inconsciente con un contenido bisexual, el cual es

parte de la naturaleza humana que asume el reemplazo de diversas proposiciones

de carácter inconsciente, por no encontrar otra vía para resolver el conflicto. Pero

cabe hacer notar que puede haber sucesos actuales que desencadenan un síntoma o

lo generen.

Relación de la angustia con el síntoma

Hemos visto cómo el síntoma se relaciona con una serie de conceptos, tales como

la represión, el sueño y la fantasía, pero a esta serie hay que agregar uno más: la

angustia. Uno de los principios que postuló Freud es que todo fenómeno psíquico

tiende a volverse consciente. La libido no se detiene, busca diferentes caminos

para manifestarse, pues no permite ni anular, ni disminuir su cantidad dinámica.

No obstante, en este proceso se tropieza con resistencias que provocan un juego

de fuerzas.

25
Considero relevante conocer los postulados teóricos de Sigmund Freud en torno a

la relación existente entre la angustia y el síntoma, puesto que es esta correlación

la que nos servirá como enlace a la concepción del síntoma en el niño. Freud

postuló dos teorías sobre la angustia, plasmando dos momentos importantes,

observados durante el análisis de la misma. En la primera teoría, Freud concibe la

angustia como una libido trasmutada, gracias a un hallazgo clínico: en los casos

de neurosis de angustia era posible comprobar cierta interferencia de la descarga

de la tensión sexual. Así concluye que la excitación sexual acumulada busca una

salida, transformándose en angustia. Por lo tanto, la represión causa angustia. En

la segunda teoría, Freud nos indica que se ha invertido el orden, explicando cómo

surge primero la angustia (como un mecanismo de defensa ante el peligro) que

luego produce la reacción o represión, ahora como respuestas a la angustia misma.

Como veremos, la segunda teoría es la que Freud trabajó de manera más amplia

en sus desarrollos teóricos. En la Conferencia 25ª. “La angustia”, Freud (1916-17:

367 y 368) definió la angustia como un estado afectivo, o sea, una reunión de

determinadas sensaciones de la serie placer-displacer, con las correspondientes

inervaciones de descarga y su percepción. Al continuar el rastreo sobre el síntoma,

en la misma conferencia, Freud enuncia la manera en que la angustia se liga a la

formación de síntoma: el síntoma releva a la angustia y la liga psíquicamente a un

objeto. Freud señala entonces que la “angustia es (...) la moneda corriente por la

cual se cambian o pueden cambiarse todas las mociones afectivas cuando el

correspondiente contenido de representación ha sido sometido a represión”.20, De

este modo, se podría decir que la represión es el motor de la angustia, lo que se

20
Sigmund Freud. Obras completas. Conferencia 25ª. “La angustia” Vol. XVI (1916-17) Pág. 367
y 368.
Amorrortu editores. Buenos Aires.

26
infiere con base a lo obtenido en el análisis de casos de neurosis obsesivas y de

histeria, donde es frecuente que se instituyan los síntomas para quitar la angustia;

de otra forma su manifestación sería inevitable.

Freud distingue entre la angustia real y la angustia neurótica. La real es aquella

que surge ante la representación de un peligro real, una reacción lógica a un daño

esperado de afuera; es un mecanismo de defensa y hace parte de la pulsión de

conservación. Esa angustia real es sentida ante la primera experiencia de peligro:

el momento del nacimiento, cuando el bebé es separado de su madre y se produce

la sensación de falta de aire y de desproporción, la misma que se actualiza cada

vez que intuye peligro. Por su parte, la angustia neurótica es la libido sexual

traspuesta, proveniente de la propia angustia, en virtud del proceso de la

represión.

Existe un grupo de afecciones psicológicas donde el principal síntoma es la

angustia, entre ellas se encuentran: La neurosis de angustia (sin objeto), cuyo

origen estaba en la satisfacción sexual incompleta; las fobias (con objeto) y los

ataques de angustia. Dichas afecciones tiene en común la angustia que se

manifiesta en el comportamiento acelerado y con reacciones corporales como

serían la sudoración, el llanto y el temor incontrolable. Los síntomas neuróticos

son creados por el sujeto para eludir la angustia. La angustia neurótica puede

confundirse con la pulsión, por su característica de adherirse al contenido de

cualquier representación adecuada, razón por la cual pasa a veces inadvertida. En

la angustia neurótica el yo busca escapar de las exigencias de la libido y de ciertas

pulsiones que se registran como un peligro y, por tanto, son reprimidos y tratados

como si fueran exteriores.

27
En su artículo “Inhibición, síntoma y angustia”, buscando la causa primera, Freud

argumenta que este estado afectivo es resultado de recuerdos muy tempranos del

individuo, donde el sujeto se encontraba en un estado de dependencia total del

otro y en los cuales nace la angustia. Estos estados representan una situación de

peligro y se reproducen cada vez que surge un estado nuevo: "Cuando el niño está

solo, cuando está en la oscuridad y cuando halla una persona ajena en lugar de la

que le es familiar"21. Es decir, cuando no está presente la persona en quien él

confía por ser quien lo ha protegido hasta ese momento. Siguiendo los

planteamientos de Freud, considero que el acto del nacimiento es la primera

vivencia de angustia y, en consecuencia, la fuente y modelo de ese afecto. "Las

enigmáticas fobias de la primera infancia merecen ser citadas de nuevo en este

lugar. Algunas de ellas podrían comprenderse como reacciones frente al peligro

de la pérdida de objeto respecto de otras - animales pequeños, truenos, etcétera-.

Se ofrece quizá el expediente de que serían los restos mutilados de una

preparación congénita para los peligros realistas, tan nítidamente conformada en

otros animales. En el caso del ser humano, lo único acorde al fin, es la parte de esa

herencia arcaica que se refiere a la pérdida de objeto". 22

Freud continua en otros párrafos diciendo: "Por eso anticipo ese trauma, quiero

comportarme como si estuviera ya ahí, mientras es todavía tiempo de extrañarse

de él. La angustia es entonces, por una parte expectativa del trauma, y por la otra

una repetición amenguada de él".23 Esto es: la angustia es un indicativo que tiene

el sujeto ante la presencia de un suceso que le remueve recuerdos que le dejaron

21
Freud, Sigmund. Obras completas. Inhibición, síntoma y angustia. Vol. XX. (1925-26). Pág.
129. Amorrurto editores. Buenos Aires.
22
Idem. Pág. 157
23
Idem. Pág. 155

28
huella pero que no fueron superados, por decirlo de alguna manera, y que, ante el

suceso repentino e impactante, reaparecen y se conforma el trauma.

En el mismo texto (Freud, 1925-26: 97-100) y con el fin de ampliar y aclarar sus

ideas sobre las neurosis, el autor retoma un caso de zoofobia infantil: la fobia del

pequeño Hans a los caballos. Este caso no fue directamente tratado por él, los

aportes son resultado de las anotaciones que, dirigidas por Freud, hacía el padre

de Hans. Freud nunca realizó un psicoanálisis a Hans, únicamente recibía los

escritos y sólo algunas veces llegaron a reunirse.

El caso da cuenta de cómo aparece primero la angustia y, posteriormente, el

síntoma. Para el pequeño Hans, el momento en que aparece la angustia

propiamente dicha es cuando en su aparato psíquico se está instaurando la

conciencia moral (superyo), así como el esfuerzo de desalojo o represión del

deseo inconsciente. Esto da origen a las fantasías, las cuales se hilan en una

cadena o red de pensamientos que van a conformar parte del proceso de

formación del síntoma, aunado al establecimiento de la relación afectiva,

triangulada con un matiz ambivalente hacia el padre (conflicto entre la ternura y la

hostilidad), hacia la madre (conflicto entre el deseo y temor de caer en el engaño)

y la toma de conciencia de las diferencias anatómicas, con el nacimiento de su

hermana que acentúa el temor a la castración.

Básicamente, Hans se niega a andar por la calle porque los caballos le producen

un temor inexplicable, es decir una fobia. Al parecer, asienta Freud, la fobia

aparece como un intento de solucionar el conflicto de ambivalencia ante su padre.

La moción pulsional que es reprimida es el impulso hostil hacia el padre que el

niño asocia con el recuerdo de un amigo de juegos que se cae y se hace daño

29
mientras jugaban al caballito, así como con el momento en que vio caer y rodar a

un caballo. Con el tiempo crece en Hans el deseo de que fuera el padre quien se

cayera y se hiciera daño, como el amigo y el caballo. La sustitución del padre por

el caballo es hecha mediante un desplazamiento que transforma la angustia frente

al padre en una neurosis de tipo fóbica. Lo que convierte exclusivamente a esta

fobia en una neurosis, es la sustitución del padre por el caballo; es pues este

desplazamiento el síntoma.

A continuación, y como si quisiera dejar todavía más clara esta hipótesis, Freud

toma otro caso de zoofobia infantil: el de "El hombre de los lobos" que analiza de

manera parecida, aunque en este caso el lobo era el animal objeto de angustia

que, al mismo tiempo, tenía el significado de un sustituto del padre. A raíz de un

sueño descubierto en el análisis, Freud encontró en este joven la angustia de ser

devorado por el lobo como uno de los siete cabritos del cuento. Un punto decisivo

para la elección del animal en este muchacho ruso fue que él jugaba con su padre

a los lobos y, durante el juego, el padre lo amenazaba bromeando con que se lo

iba comer. Esto produjo una gran angustia en el niño que Freud relaciona con el

temor a la castración.

El motor de la represión sucedida en los dos casos es la angustia frente a la

castración. Los contenidos angustiantes (ser mordido por el caballo y ser devorado

por el lobo) son sustitutos desfigurados del contenido de "ser castrado por el

padre". Así, la angustia de la zoofobia es la angustia de castración inmutada; una

angustia realista, angustia frente a un peligro real. La angustia crea la represión y

no, como Freud consideraba anteriormente, la represión a la angustia.

Resumiendo, se puede decir que en estos casos, tan pronto el yo discierne el

30
peligro de castración, da la señal de angustia e inhibe el proceso de investidura

amenazador en el ello. Esto lo hace por medio de la instancia placer-displacer, al

mismo tiempo que se consuma la formación de la fobia. La angustia de castración

recibe otro objeto y una expresión desfigurada: ser mordido por el caballo o

devorado por el lobo, en vez de ser castrado por el padre. Freud retoma estos dos

casos de zoofobia infantil con el propósito de mostrar que, aunque lo reprimido

sea diferente, la angustia, tanto en Hans como en "El hombre de los lobos", es

ante la castración.

De igual forma, en "Inhibición, síntoma y angustia", Freud (1925-26) reevalúa el

concepto sobre la angustia. En un primer momento hablaba de la angustia como

producto de la represión, pero ahora nos dice que el YO es su verdadera sedea,

descartando la idea primera que mostraba a la represión de la libido como

responsable de la angustia. No obstante, permanece la idea del nacimiento como

la primera experiencia angustiosa que luego se repite, en cada momento en que el

bebé requiere del objeto para satisfacer la necesidad de alimento, de temperatura

agradable, de limpieza o cualquier otra. Si la madre tarda en satisfacerla, en ese

momento la angustia se refiere a la falta de la madre (o de la persona que la

sustituya en su papel). En este caso la angustia es real, pues señala una situación

de peligro para la supervivencia. Pero la madre no se limita a satisfacer las

necesidades físicas, sino también las psíquicas. Por eso las primeras exhibiciones

de angustia son muy intensas y tienen lugar antes de la diferenciación del superyo.

"La angustia es, como estado afectivo, la reproducción de un antiguo evento

peligroso; la angustia está al servicio de la autoconservación y es una señal de un

nuevo peligro; se genera a partir de una libido que de algún modo se ha vuelto

31
inaplicable; lo hace también a raíz del proceso de la represión; la formación de

síntoma la releva, la liga psíquicamente".24 La angustia es un efecto que enuncia

un riesgo que no puede contener el sujeto y que conforma el síntoma. Pero se

podría cuestionar si es posible hablar de angustia, cuando aún no se ha constituido

el Yo, del que se dice es la sede de la angustia o de lo que posteriormente será la

angustia propiamente dicha. Los síntomas aparecen cuando el ello activa algunas

situaciones peligrosas para el yo que da la señal de angustia y responde con

dispositivos de defensa específicos, los que dan lugar al síntoma.

En la conferencia 32, "Angustia y vida pulsional", de las Nuevas conferencias de

introducción al Psicoanálisis, Freud reconoce la aportación que hizo Otto Rank

con relación al trauma de nacimiento: “la vivencia de angustia del nacimiento es

el arquetipo de todas las situaciones posteriores de peligro”25. En la misma

conferencia, correlaciona las etapas del desarrollo con una condición de angustia:

el peligro del desvalimiento psíquico condiciona al estadio de la falta de

diferenciación del yo; el peligro de la pérdida de objeto de amor, a la ausencia de

autonomía de la primera infancia; el peligro de la castración, a la fase fálica y, por

último, la angustia ante el superyó, al período de latencia. Estos cambios de las

condiciones de angustia se modifican debido a que las situaciones de peligro que

les corresponden han sido devaluadas por el fortalecimiento del yo.

Sin embargo, lo anterior es relativo, ya que muchos seres humanos no pueden

superar la angustia ante la pérdida de amor y que nunca logran suficiente

independencia del amor de otros, continúan su comportamiento infantil en este

punto, pues el desarrollo del humano no es lineal, como lo establece el orden

24
Freud. Sismund. Obras completas. Angustia y vida pulsional. Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis. Vol. XXII. (1932-36) Pág. 78. Amorrortu editores. Buenos Aires.
25
Idem Pág.81

32
social. Hago referencia a esto para diferenciar lo que ocurre en la vida psíquica de

lo que se espera por lo establecido desde el orden social La angustia de la

conciencia moral es necesaria para las relaciones sociales, en cuanto que algunas

de las arcaicas situaciones de peligro se las arreglan para subsistir en épocas

posteriores, modificando oportunamente sus condiciones de angustia. Se

describen varias situaciones de peligro que se suceden en secuencia temporal:

1. Pérdida del objeto amado. Situación que para el niño significa separación

de la madre, lo cual equivaldría a la re-experimentación del trauma del

nacimiento.

2. Pérdida del amor del objeto amado. El niño teme perder el afecto de los

seres significativos para él, situación que es percibida como una señal de

peligro.

3. La castración, o sea la anticipación del posible peligro de perder el falo, ya

sea por el miedo de retaliación por sus actividades masturbatorias, ya sea

por los sentimientos hostiles experimentados durante el período edípico, o

por otras causas.

4. Miedo a perder la aprobación del superyó, circunstancia que hace

experimentar al individuo un sentimiento de culpabilidad.

La relación entre angustia y formación de síntoma está en que ambos se

remplazan y relevan para poder andar en la vida, como veíamos en el caso de

Hans y del hombre de los lobos. Para concluir, diré que la angustia es un conjunto

de sensaciones físicas, fisiológicas y psicológicas que aparecen como respuesta a

una situación de peligro externo o interno. La angustia puede ser exaltada y puede

desviarse de su propósito original, a causa de alteraciones en los procesos de

33
desarrollo de la emotividad. La angustia es constitutiva del ser humano y, por lo

tanto, no es posible hablar de alguien que no sienta angustia ante una situación de

peligro que no es cualquier peligro: es el peligro ante la castración.

La angustia y las neurosis actuales

Debido a que Freud construyó sus planteamientos a partir de los adultos, en

quienes fue descubriendo cómo la etiología de las neurosis estaba en su infancia,

en la Conferencia 23ª, Los caminos de la formación de síntoma, Freud (1916-17:

332) hace la siguiente afirmación “Todavía no hemos podido analizar sino unos

pocos ejemplos de neurosis infantiles en el propio niño -en su estado de neurosis

actuales”26. Pero, ¿qué es una neurosis actual y por qué denomina así Freud a las

neurosis de los niños? Freud empleó la expresión "neurosis actual"27 para

designar la neurosis de angustia (o excitabilidad nerviosa) y la neurastenia, que

según él no cedían a la cura psicoanalítica. Se trataba de una neurosis en la cual el

conflicto surgía de la actualidad del sujeto, y no de su historia infantil, y el

síntoma no era una simbolización. De este modo, el conflicto está en relación con

el presente, donde la fuente de excitación desencadenante está en lo somático.

En la Conferencia 24ª El estado neurótico común, Freud (1916-17:355) señala el

nexo que existe “entre los síntomas de las neurosis actuales y de las psiconeurosis

nos brinda todavía una importante contribución al conocimiento de la formación

de síntoma en estas últimas, a saber: el síntoma de la neurosis actual suele ser el

26
Freud, Sigmund. Obras completas. Conferencia 23ª. “Los caminos de la formación de
síntoma”. Vol. XVI (1916-17). Pág. 332 Amorrortu editores. Buenos Aires.
27
Freud, Sigmud. Obras completas. “La sexualidad en la etiología de las neurosis”. Vol. III
(1898). Pág. 265.
Amorrortu editores. Buenos Aires.

34
núcleo y la etapa previa del síntoma psiconeurótico. Esa relación se observa de la

manera más nítida entre la neurastenia y la neurosis de trasferencia llamada

«histeria de conversión», entre la neurosis de angustia y la histeria de angustia”28.

Así, Freud continúa marcando la diferencia entre los síntomas de las neurosis

actuales y los de las psiconeurosis. En ambos casos, los síntomas emanan de la

libido y son funciones alteradas de ella que dan por resultado un sustituto de la

satisfacción. Pero la diferencia en los síntomas de las neurosis actuales está en que

no tienen sentido alguno, carecen de significado psíquico.

Es importante hacer mención de que, en “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud

pone el acento en que la angustia sólo se puede producir en el Yo, puesto que

afirma que es el almácigo o semillero de la angustia, aunque reconoce que, es

dependiendo de lo que pase en el Ello, que se desencadenará la angustia en el Yo

y distingue dos casos: 1) que en el Ello ocurra algo que movilice una de las

circunstancias de peligro para el Yo, provocándolo a dar la señal de angustia y 2)

que en el Ello se produzca un contexto similar al trauma del nacimiento, donde la

reacción de angustia sobreviene de manera automática; esto último pasa en la

etiología de las neurosis actuales. Ricardo Rodulfo (1989:106) destaca la

importancia del trauma de nacimiento como el momento que tiene el bebé para

“agujerear a la madre”29, lo que le da la primera condición para ser, donde la

función del agujero en la constitución del psiquismo es buscar y crear un espacio

e instaurar un puente para poder pasar.

28
Freud, Sigmud. Obras completas. Conferencia 24ª. “El estado neurótico común”. Vol. XVI
(1916-17) Pág. 355. Amorrortu editores. Buenos Aires.
29
Rodulfo, Ricardo. El niño y el significante. “Sobre el agujero”. (1989). Pág. 106. Paidós.
Buenos Aires

35
Siguiendo la explicación de Freud sobre los elementos necesarios para la

formación de síntoma en las psiconeurosis, es necesario encontrarse con la

fantasía, la serie complementaria que consiste en la indispensable presencia de dos

factores que se interrelacionan: uno localizado en la infancia (factor de

predisposición) y otro localizado en el vivenciar presente (factor desencadenante).

No obstante, en el caso de los niños, la formación de síntoma aparentemente no

ocurre de esta manera, razón por la cual Freud la llama Neurosis Actual, ya que

no puede reconducir lo que le pasa al niño al período de la infancia en el que de

por sí se encuentra. ¿Cómo enfrentar este problema? Freud nos dice que la

solución es introducir la existencia de la Fantasía Originaria: “en la historia

primordial de la neurosis, vemos que el niño echa mano de esa vivencia

filogenética, toda vez que su propio vivenciar no basta. Llena las lagunas de la

verdad individual con una verdad prehistórica, pone la experiencia de los

ancestros en el lugar de la propia”.30 El niño, al no tener elementos propios para

aprehender los sucesos que vivencia, se vale de la herencia prehistórica, la cual se

inserta al nacer y hace uso de las fantasías que son escenas construidas a partir de

lo escuchado y de lo vivenciado. Estas fantasías se construyen de manera singular

y original en cada sujeto, teniendo como telón de fondo una red social.

Con lo anterior se deduce que la formación y formulación de las fantasías es algo

compartido, ya que sólo puede darse por la existencia de otro ser humano que nos

da noticia de aquello que nos preexiste. Así, se puede sostener que las fantasías

son una combinación que tiene un contenido singular y uno compartido. Esta

introducción de la fantasía originaria salva al supuesto del sujeto de la formación

30
Sigmund Freud. Obras completas. Conferencia 23ª. “Los caminos de la formación de síntoma”.
Vol. XVI (1916-17) Pág. 338 Amorrortu editores. Buenos Aires.

36
de síntoma: le proporciona la existencia de una fantasía y de un factor de

predisposición que no es vivido por él, pero está presente en él. Cuando Freud

habla de la neurosis actual afirma que en su etiología no interviene ningún

proceso psíquico y que se debe a un desorden de la vida sexual que aparece en los

sucesos del presente y no en los pasados; también afirma que estos sucesos se

manifiestan en lo somático lo que, a su vez, desencadena la angustia que se

transforma en síntoma. Sin embargo, Freud señala que, a diferencia de las

neurosis ordinarias, ésta no se enlaza a una representación-palabra u objeto

externo. De igual manera es cierto que, cuando Freud habla de la neurosis de los

niños, en su estado de Neurosis Actual, intenta explicar que el síntoma en ellos va

mas allá de la historia que vivencian por ellos y que encuentra su base en la

transmisión de experiencias o sucesos familiares, lo que de alguna manera nos

hace pensar que, en el caso de los niños, el término Neurosis Actual intenta dar

cuenta de la necesidad de Freud por ir más allá de la historia particular de un

sujeto y enlazarlo con aquello que lo preexiste y lo determina. Con el paso del

tiempo, al no ser tratada la Neurosis Actual, se conforma el síntoma neurótico que

se enlaza a las fantasías, de modo que el primero es precursor de éste. En caso de

buscar apoyo en el análisis, lo que se busca es que la falta o falla en la relación

afectiva edipica se establezca para ayudar al niño a que pase de una neurosis

actual a una ordinaria, cuando se al restablecerse la relación transferencial con

sus padres.

Angustia-Síntoma en el niño

Ya tratamos la angustia de manera general y su relación con el síntoma. Ahora

nos enfocaremos en la aparición de ambos en el niño. Freud observó que el niño

pequeño se angustia frente a personas extrañas, situación que explicó de la

37
siguiente manera: “el niño se aterroriza frente al rostro extraño porque espera ver

a la persona familiar y amada: en el fondo, a la madre. Son su desengaño y su

añoranza las que se trasponen en angustia; vale decir, en una libido que ha

quedado inaplicable, que por el momento no puede mantenerse en suspenso, sino

que es descargada como angustia”.31 Es el primer momento en que Freud señala

que la ausencia de la madre es la causa de la angustia en el niño; al no reconocerla

en un persona ajena a él, el niño no puede vincular su afecto que se torna en

angustia, lo cual se puede relacionar con la angustia de nacimiento que Otto Rank

considera que sufre el niño en el trauma de nacimiento y que Freud retoma como

precursor de lo que denomina angustia de castración, temor a la pérdida que puede

implicar peligro y, al mismo tiempo, dejar la zona de confort a lo nuevo que sería

sinónimo de desconocimiento y de cambio.

Lo anterior es ejemplificado por Freud (1909) en La Epicrisis32, en el caso del

pequeño Hans quien, debido a la manera en que se le educó sin amenazas, con

gran libertad y sin restricciones, la angustia se presentó más osadamente. En su

caso, considera Freud, no existían dos factores que en otros casos contribuyen a

disminuir la angustia: la conciencia de la culpa y el temor al castigo; debido a que

el padre no ejerció su función de autoridad para marcarle limites, se manifiesta la

angustia que, posteriormente, se traduce en una fobia. A juicio de Freud, se

concede demasiada importancia a los síntomas y se descuidan el análisis de donde

sobrevienen. Así, El síntoma para Freud es una especie de delegación diplomática

donde hay que disimular con moderación las diferencias de intereses, incluso

pretender que se desea lo contrario que se desea, es decir que el síntoma es una

31
Freud, Sigmund. Obras completas. 25ª. Conferencia “La Angustia”. Vol.XVI (1916) Pág. 370
Amorrortu editores. Buenos Aires.
32
Freud, Sigmud. Obras completas. Epicrisis. Vol. X (1909) Pág. 84-118 Amorrortu editores.
Buenos Aires.

38
forma que tiene el sujeto de negociar entre las instancias que existen en conflicto

para tratar de tener contentas a ambas partes. Como es posible notar, todas estas

formas de referirse al síntoma coinciden en que son inconscientes, en que se

componen de dos momentos y en que se produce un compromiso entre las fuerzas

contradictorias: la libido insatisfecha y la realidad que inhibe su desarrollo. Es

decir, coinciden en su contenido y en su organización.

39
II. BREVE HISTORIA DE LA FORMACIÓN

DEL SÍNTOMA EN EL NIÑO

“El propósito de esta enseñanza es infundir a través del conocimiento y la

experiencia una sabiduría firme dentro de ti, que descubrirás al Dios Desconocido

y te darás cuente de que eres tú mismo. Y ese es tu camino-tuyo y de nadie más-

porque es tu vida y la de nadie más.”

(Ramtha, El libro blanco, 2007)

Con la intención de ampliar nuestro tema y contar con el conocimiento de las

aportaciones de otros autores sobre la formación del síntoma en el niño, a

continuación expongo las experiencias de Hermine Hug Hellmuth (1918), Anna

Freud (1984), Melanie Klein (1966), Maud Mannoni (1987), Francoise Dolto

(1988), Aída Dinerstein (1987) y Eric Porge (1990), todos autores de suma

importancia para dar cuenta en torno al síntoma del niño en la clínica. Se eligieron

por sus aportaciones tanto teóricas como clínicas con los niños y se enuncian

Hermine Hug Hellmuth

La primera psicoanalista que se ocupó de los niños fue Hermine Hug Hellmuth.

En 1918, esta autora tomó en cuenta las nociones freudianas desde un punto de

vista psico-físico para dar cuenta del proceso de maduración del niño, partiendo

de la teoría de los estadios de Freud; así mismo, estableció fundamentos para una

pedagogía y se ocupó de mostrar el interés del psicoanálisis por la observación

40
detallada del desarrollo infantil que va más allá del registro de los

comportamientos o conductas observables, pues centra el interés en el propio

cuerpo, sus funciones y las características del desarrollo del niño, al igual que en

los juegos como expresión de sus conflictos psíquicos.

Hermine Hug Hellmuth publicó tres libros y varios artículos, entre ellos El

psicoanálisis del niño y la pedagogía , donde le da mayor importancia a los

factores afectivos que a los cognitivos. Esta autora señaló que el análisis de niños

debería procurar aportar valores morales, estéticos y sociales, considerando que el

niño es un ser en pleno desarrollo. Otros de sus artículos son: El niño y sus

representaciones de la muerte , Cartas de niños , Amor y odio precoces y A

propósito de la técnica del análisis de los niños; en éste último, Hermine subraya

lo relevante del juego en la vida del niño y habla de la formación de los analistas

de niños, diciendo que existen algunas diferencias entre el análisis de los adultos

y el de los niños, en principio porque estos últimos acuden de manera

involuntaria, además de que sufren por sucesos del presente y no del pasado, y

tienen falta de interés por cambiar. La autora sugiere que la edad apropiada para

un verdadero análisis es a partir de los siete años y recomienda evitar seguir

alguna regla técnica con rigidez, proponiendo el uso del juego para facilitar la

relación con el niño y captar los síntomas.

Esta autora ha subrayado que, en la primera sesión, se manifiesta simbólicamente

el conflicto nuclear en que se debate el niño; le dio valor a los sueños,

proporcionó distintos matices al encuadre y elasticidad en la duración de las

sesiones; así mismo, consideraba útil dar explicaciones en lugar de

41
interpretaciones, recomendando a los padres seguir un tratamiento analítico, lo

que ocasionaría menos necesidad de tratamiento en los hijos. Su técnica consistía

en combinar la interpretación del material inconsciente a través de la observación

del juego compartido en los hogares de los pacientes con apoyo pedagógico.

Hermine Wilheilmnie Ludovika von Hugenstein (1871-1924), nació en Viena el

31 de agosto de 1871, en una familia noble y católica que perdió su fortuna

económica en la crisis bursátil de 1873. Su padre, Hugo Hug, lugarteniente

coronel del Imperio Austro- Húngaro, tuvo una hija en 1869 fuera de matrimonio

llamada Antonia Farmer a la que después le dio su apellido y que fue maestra y

madre en 1906 de Rolf. La madre de Hermine Hug-Hellemuth fue Ludovika,

señora burguesa, cultivada y políglota que murió de tuberculosis cuando Hermine

tenía doce años de edad. La infancia de Hermine se vio plagada de problemas

económicos y de pérdidas significativas como la muerte de su abuela paterna en

1872, la de su hermana en 1874; al poco tiempo de nacer y, un año antes, del

nacimiento de Hermine, la de su otra hermana de 15 días de vida. La muerte de su

madre fue en 1883.

A pesar de que la biografía de Hug–Hellmuth es oscura y confusa, se sabe que

Hermine fue directora del Centro de Orientación Infantil de Viena y que Freud la

designó como la figura oficial para representar el psicoanálisis infantil. En 1913

se convirtió en miembro de la Sociedad Psicológica de los Miércoles, con el

nombre de Hermine von Hug-Hellmuth. Freud le confió la sección dedicada al

psicoanálisis de niños en la revista Imago. Se piensa también que el hecho de ser

poco reconocida tuvo que ver con haber sido estrangulada por su sobrino de 18

42
años, pero tal vez también porque ella en su testamento prohibió que después de

morir se hiciera referencia a su vida y a su obra. Esto ha hecho que se

reconocieran poco sus aportaciones, además de que resultaba incómodo para los

integrantes de la comunidad psicoanalítica de sus tiempos su trágico final, pues

consideraban que ella, al analizar a su sobrino, lo provocó.

No obstante, tomando en cuenta el contexto histórico-social en el que vivió esta

autora, donde al parecer existían fuertes prejuicios con relación a la figura

femenina, así como a la aplicación del psicoanálisis a los niños, podríamos pensar

que su trágica muerte fue utilizada para descalificarla. Consideremos dos

aspectos relevantes: el hecho de que en su inicios y hasta 1912, Hermine escribía

artículos con el nombre del Doctor Hellmuth y que su sobrino Rolf presentaba

una serie de problemas conductuales antisociales y antecedentes de robo de

cuando tenía 5 años (antes de vivir con ella), así como en la historia del mismo

Rolf, con una serie de pérdidas como la de su padre que lo abandonó a los 2 años

de edad y la muerte de su madre.

Habría que tomar en cuenta también que, después de la pérdida de su madre, Rolf

vivió con una serie de amigos de ésta, aparentemente debido a que en su

testamento, la madre manifestó que no deseaba que su hermanastra Hermine se

hiciese cargo de su hijo: “fue puesto a cargo de una nodriza, cambió dieciocho

veces de domicilio y tuvo cuatro tutores sucesivos, entre ellos Sadger. A los 13

años terminó albergado en la casa de la tía”33. Aun en contra de los intentos por

restar importancia a su participación en los fundamentos del psicoanálisis, es

33
Roudinesco Elisabeth y Pion Michel. Diccionario de Psicoanálisis C.D. Infobase

43
inevitable reconocer que Hug-Hellmuth es una de las genuinas pioneras del

psicoanálisis del niño. El psicoanálisis infantil, que se confirmó como técnica de

tratamiento de una relación directa niño-analista, comenzó realmente desde 1913

con Hermine Hug- Hellmuth. Igualmente se puede concluir que las aportaciones

que legó Hug-Hellmuth en el psicoanálisis del niño, a partir de la teoría freudiana

tanto en lo terapéutico como en lo profiláctico por medio de la psicopedagogía,

dieron la pauta a seguir por un camino fructífero que Melanie Klein y Anna Freud

continuaron profundizando. Además, Hermine nos dejó una serie de enseñanzas

para la clínica psicoanalítica con niños que es importante tomar en cuenta y

rescatar.

Melanie Klein y Anna Freud son dos de las mujeres más representativas dentro

del movimiento psicoanalítico después de Hug-Hellmuth. En los siguientes

párrafos se abordan algunas de sus aportaciones en lo que toca al análisis del niño.

Durante la década de 1920, Melanie Klein y Anna Freud elaboraron sus enfoques

sobre la cura analítica del niño, partiendo de las propuestas por Hermine Hug-

Hellmuth; Klein lo hizo sobre la interpretación de los símbolos de lo inconsciente

y Anna Freud sobre las defensas del yo. Como veremos, el primer encuentro de

Anna Freud y Melanie Klein fue en la Sociedad Psicoanalítica de Viena el 17 de

diciembre de 1924. Anna Freud mostró cautela ante la teoría de Melanie Klein.

Sin embargo, comenzó su ataque en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín en

septiembre de 1927, con una disertación sobre la técnica del psicoanálisis del

niño.

44
Anna Freud

Anna Freud nació en Viena el 3 de diciembre de 1895, sexta y última hija de

Sigmund y Martha Freud, fue alimentada por una nodriza. Al parecer, Ana no era

deseada por sus padres, de modo que debió luchar para ser reconocida con las

cualidades de que disponía: valentía, tenacidad, gusto por las cosas del espíritu.

Sin la belleza de su hermana Sophie Halberstadt, ni la elegancia de Mathilde

Hollitscher, Ana se sentía inferior en su familia. Freud le habló sobre psicoanálisis

cuando tenía 14 años y, sentada en un rincón, asistía a las reuniones de los

miércoles en 1909. Anna Freud se analizó con su padre desde octubre de 1918

hasta la primavera de 1922, posteriormente continuó su análisis con Lou Andreas

Salomé y lo reinició nuevamente con su padre en 1924. Ana estudió para maestra

de Educación Elemental y trabajó en una guardería para niños de trabajadores.

Para su formación psicoanalítica, Ana primero asistió a la clínica psiquiátrica de

la Universidad de Viena en 1924.

Anna Freud analizó al hijo de Dorothy Burlingham (descendiente de la familia

Tiffany de Nueva York) en 1925 y se conviertieron en amigas inseparables desde

1927, incluso vivieron juntas hasta que la muerte de una de ellas las separó.

Después de la muerte prematura de Sophie y el matrimonio de Mathilde, Anna

Freud se convirtió en la Antígona del hogar paterno: a la vez discípula, confidente

y enfermera. En cuanto a Freud, éste no vaciló en tomarla en análisis en dos

oportunidades; primero entre 1918 y 1920 y después entre 1922 y 1924.

Anna Freud entró en el movimiento a través del psicoanálisis de niños: en 1922

45
presentó ante la Wiener Psychoanalytische Vereinigung (WPV) un primer trabajo

titulado Fantasmas y ensueños diurnos de un niño golpeado. Cinco años más tarde

se publicó su obra principal El tratamiento psicoanalítico de niños. Anna

consideraba que el niño es demasiado débil para someterlo a un verdadero análisis

(con exploración del inconsciente) y sostenía que el principio de la cura estaba

bajo la responsabilidad de los padres y de las instituciones educativas. Según ella,

el complejo de Edipo no debía ser examinado con demasiada precisión en el niño,

en razón de la falta de madurez del superyó. En este ámbito, el enfoque analítico

debía por lo tanto, integrarse a la acción educativa.

En 1937, Ana abrió una escuela para niños pobres con base en la metodología de

María Montessori, la cual cerró por el movimiento político del nazismo en

Austria. Por esta misma situación, la hija de Freud se vio obligada a emigrar con

toda su familia, instalándose en Londres en 1938, acompañada por numerosos

vieneses que, más tarde, se exiliaron en los Estados Unidos de Norteamérica.

Después, Ana publicó su obra El Yo y los mecanismos de defensa , donde centra

su atención en la adaptación posible del yo a la realidad, dejando de lado la

influencia del ello; en1952 fundó la Hampstead Child Therapy Clinic, un centro

de terapia e investigación psicoanalíticas en la que aplicó sus teorías en estrecha

colaboración con los padres de los niños asistidos.

Garante de la herencia freudiana, Ana no sólo se ocupó de la publicación de las

obras y los archivos de su padre y de sus archivos, sino que también lo hizo con

algunos de los miembros de la familia, sobre todo sus sobrinos. En la década de

1970, ella continuó desempeñando el papel de madre con los hijos de su amiga

46
34
Dorothy. Anna Freud murió en Londres en 1982 Respecto a su legado,

encontramos que Anna Freud proponía un tiempo de preparación para educar al

niño, de modo que en un futuro fuese paciente, intentando establecer confianza y

convertir en interior la decisión exterior de analizarse. Para ello, Ana empleaba

tres semanas de prueba, tratando de convencer a los padres del beneficio del

tratamiento, con el objetivo de establecer las precondiciones necesarias para

iniciar un verdadero análisis: la conciencia de enfermedad, la seguridad y la

resolución de analizarse. Cuando ya consideraba que se establece el vínculo de

confianza, Ana iniciaba el período analítico, o sea, la transferencia positiva donde

ella, como psicoanalista, obtenía información de los padres para completar la

historia del caso y se entrevistaba con ellos periódicamente para conocer el avance

de la cura. Por su parte, la familia colaboraba en el análisis con reportes sobre el

niño.

La técnica usada por Ana Freud durante el tratamiento era la interpretación de los

sueños con el propósito de buscar rastros junto con el niño; otro recurso del que

se valía eran las narraciones de los ensueños diurnos y el dibujo como un auxiliar

para visualizar la problemática del paciente. Finalmente, consideraba útil el juego

en el procedimiento analítico. Ana Freud consideraba básico para el tratamiento el

análisis de la transferencia, en especial de la positiva; incluso acudió a todos los

recursos disponibles para disolver la transferencia negativa, porque sus

manifestaciones son vivenciadas como obstáculo cuando se pretende liberar

material reprimido de lo inconsciente, causando la resistencia del yo. Anna Freud

subrayó que, en realidad, el niño es incapaz de establecer la neurosis de

34
Roudinesco Elisabeth y Plon Michel. Diccionario de psicoanálisis. C.D. Infobase

47
transferencia porque sus padres se encuentran presentes en su ambiente inmediato.

Su enfoque consistía entonces en dirigir la estrategia hacia el hogar del niño, pues

Ana pensaba que el mundo exterior era de gran importancia para comprender la

dinámica afectiva del niño. Esta autora Consideraba también que la función del

analista consistía en pretender ocupar el ideal del yo del niño y realizar a partir de

esta labor curativa y pedagógica el de prohibir y permitir, liberar y coartar

simultáneamente. Así, la meta del psicoanálisis infantil era desarrollar el yo para

lograr la síntesis, modificar el carácter, producir identificaciones sobre el yo y

alcanzar un superyó tolerante.

Anna Freud considera que el niño nace con una fuerte tendencia al “equilibrio

yoico”35, siendo un desarrollo normal a partir de una tendencia natural a

establecer un equilibrio con una vida instintiva modelada y con conflictos

predecibles en cada una de las líneas de desarrollo. Ella pensaba que existe un

progresivo crecimiento desde el estado de inmadurez al de madurez sobre las

líneas congénitas predeterminadas. Más aún, las tendencias innatas hacia la

normalidad son tan fuertes – dice Anna Freud – que pueden ayudar al niño a

superar experiencias altamente patológicas.

En la obra de esta autora se manifiesta constantemente su preocupación por la

prevención de la salud mental; con dicha posición teórica es posible detectar los

agentes patógenos, antes que estos hayan comenzado su tarea nociva. La

alternativa que propone Ana para extirpar la influencia negativa de las actitudes

de los padres y del ambiente para las generaciones siguientes de niños parecía ser

35
Freud, Anna. Neurosis y Sintomatología en la infancia. (1992). Pág. 12 Ed. Paidos.2ª.
reimpresión Barcelona.

48
posible mediante la educación de los padres, al modificar las condiciones de

crianza y prever, lo que servía para evitar la neurosis. Los descubrimientos de los

agentes patógenos como “la regresión”36, en el trabajo clínico, fueron utilizados

por Ana Freud (1984) para dar recomendaciones y pautas, enseñando a los padres

y educadores la manera en que debían educar a los niños.

Ana Freud realiza una descripción muy rica de fenómenos intermedios entre la

neurosis y la salud; categoriza desórdenes infantiles y perturbaciones como

trastornos en el desarrollo y diagnostica, no sólo neurosis y psicosis, sino

fenómenos neuróticos transitorios, reacciones neuróticas. Sobre las neurosis, Ana

Freud dice que “pueden no ser más que la respuesta del niño al sufrir la tensión

propia del desarrollo y (...) que suelen desvanecerse con la fase de maduración en

que tuvieron lugar”37. En cuanto a las reacciones neuróticas, la autora señala que

“después de tensiones de naturaleza traumática, ansiedades, enfermedades (…)

una vez establecidas, las regresiones se hacen permanentes”38; éstas pueden dar

paso a las neurosis infantiles y a los trastornos del carácter y, en el caso de que se

den de manera conjunta las regresiones de los impulsos más las regresiones

simultáneas del yo y el superyó, entonces se desencadenan el infantilismo, el

trastorno limítrofe, la delincuencia o la psicosis.

Anna Freud se acerca al análisis de niños mediante la observación directa de los

mismos; elaboraba un perfil diagnóstico extenso que sirvió de guía para un

36
Freud, Anna. Normalidad y patología en la niñez.(1984). Pág. 86. Ed. Paidós. 5ª. Reimpresión
Buenos Aires.
37
Freud, Anna. Neurosis y Sintomatología en la infancia. (1992). Pág. 28 Ed. Paidós.2ª.
reimpresión Barcelona
38
Freud, Anna. Normalidad y patología en la niñez. (1984). Pág. 86. Ed. Paidós. 5ª. Reimpresión
Buenos Aires.

49
diagnóstico psicoanalítico. Ana Freud habla de un primer periodo de investigación

en el análisis del niño al que llama periodo preparatorio o preanalítico, destinado a

lograr la alianza terapéutica y a reafirmar la transferencia positiva, así como el

segundo periodo donde se busca restablecer el equilibrio yoico.

Desde aquí es coherente su idea de la finalidad analítica como adaptación que, en

potencia, el individuo y su ambiente tienen, en tanto que están coordinados para

lograr ese estado ideal de adaptabilidad anterior al conflicto.

Ana Freud aporta las siguientes ideas para el analista de niños: a) la

reconstrucción de la historia del niño en tanto traumática; b) la reubicación de la

neurosis como contingente y no necesaria en una evolución; c) la predicción de la

patología y el hecho de actuar preventivamente para evitar la enfermedad infantil

y d) la patología también puede ser producto de un error (¿cómo ubicamos aquí la

ignorancia?). Esta última idea la lleva a desarrollar una intensa tarea pedagógica y

educativa no sólo dentro del análisis, sino también con los padres, maestros,

abogados, etcétera.

Melanie Klein

Melanie Reizes (30 de marzo de 1882 - 22 de septiembre de 1960) nació en Viena

dentro de una familia judía procedente de Galitzia y con tendencia ortodoxa. El

padre era estudiante del Talmud y su madre, de apellido Deutsch, vino de

Eslovaquia. Melanie fue el cuarto vástago poco deseado de esa pareja que se

entendía mal. Cuando ella, a su vez, se convirtió en madre, siguió sufriendo en su

vida privada las intrusiones de Libussa, su propia madre, personalidad tiránica,

50
posesiva y destructora. Melanie pretendió estudiar Medicina y psiquiatría, pero

por la enfermedad del padre abandonó la intención de inscribirse en la

Universidad y sólo de noche leía escondida de su madre. La vida de Melanie

estuvo marcada por una serie de pérdidas, muy probablemente responsables del

sentimiento de culpa cuyas huellas se encuentran en su obra teórica.

Melanie tenía 4 años cuando su hermana Sidonie murió de tuberculosis a la edad

de 8 años; cuando tenía 18 años desapareció el padre, físicamente disminuido

desde mucho antes, dejándola sola frente a la madre. A la edad de 20 años murió

su hermano Emmanuel agotado por la enfermedad, las drogas y la desesperación,

quien ejercía una fuerte influencia sobre Melanie y al cual, dicen sus biógrafos,

estaba ligada por una relación de tipo incestuoso. Phyllis Grosskurth observó que

Melanie se casó poco después de ese deceso del que se sentía culpable, lo cual,

añade la biógrafa, "fue probablemente el objetivo de Emmanuel". Muy

probablemente estas dificultades explicarían el repentino matrimonio de Melanie

en 1903 con Arthur Klein, un ingeniero de carácter desconfiado que había

conocido dos años antes y del que se divorció en 1922. El 19 de enero de 1904

nació Melitta, "Meta", su primogénita; tuvo un segundo hijo a quien llamo Hans,

durante el embarazo de éste sufrió depresión y, posteriormente, tuvo a su tercer

hijo, Erich. Melanie entonces fue internada por un proceso depresivo durante dos

meses y medio en un sanatorio en Suiza donde comienza a leer a Freud y

analizarse con Ferenczi.

Melanie Klein comenzó a participar en las actividades de la Sociedad

Psicoanalítica de Budapest, de la que se convirtió en miembro en 1919. El

51
problema de antisemitismo que se volcó sobre Budapest obligó a los Klein a dejar

la Capital y después a exiliarse. En 1920, Melanie Klein participó en La Haya en

el Congreso Internacional de la IPA donde conoció a Hermine von Hug-

Hellmuth. A principios de 1924, Melanie Klein inició un segundo análisis con

Karl Abraham, de quien tomó algunas ideas para desarrollar su propia perspectiva

sobre la organización del desarrollo sexual. En septiembre de 1927, en el X

Congreso Internacional organizado en Innsbruck, Klein presentó una

comunicación: Los estadios precoces del conflicto edípico, en la cual expuso sus

desacuerdos con Freud sobre la ubicación en el tiempo del complejo de Edipo,

acerca de sus elementos constitutivos y en cuanto al desarrollo psicosexual

diferenciado de varones y niñas. En 1932, Melanie Klein publicó su primera obra

de síntesis: El psicoanálisis de niños, en la cual expuso el armazón de sus futuros

desarrollos teóricos, sobre todo el concepto de posición (posición esquizo-

paranoide/posición depresiva), así como su concepción desarrollada de la pulsión

de muerte. Melanie Klein murió de un cáncer de colon en Londres, el 22 de

septiembre de 1960.

Melanie Klein propone que el psicoanálisis del niño comienza en la primera

sesión; el trabajo es con las cantidades de angustia y culpa, donde la angustia es

una expresión de las resistencias y la herramienta es la interpretación. La técnica

del juego es la vía de acceso al material inconsciente y los juguetes son los

instrumentos para conocer la fantasía inconsciente, por lo tanto la conexión es con

el inconsciente del niño. Por medio de la representación simbólica que expresa en

sus juego el niño, representa su realidad, esto le permite externar la angustia que

por medio de la palabra no puede, es una de las afirmaciones que Melanie Klein

52
hizo.

Según Klein, las transferencias positiva y negativa son manejables, la

transferencia negativa se interpreta y en el niño surge la neurosis de transferencia.

Klein observó que al analizar a los niños sus síntomas cambiaban, ya fuera que se

acentuaran o disminuyeran, de acuerdo con la situación analítica; observó en ellos

también la manifestación de afectos en estrecha conexión con el progreso del

trabajo y con relación a ella, y advirtió que surge la angustia y que las reacciones

del niño se resuelven con el análisis.

El enfoque que le da Melanie Klein al psicoanálisis está centrado en el complejo

de Edipo, del que considera se constituye con la frustración derivada por el

destete; analizaba así mismo la relación con los objetos introyectados en el mundo

interno del niño; Consideraba que el superyó era conformado en la infancia

temprana, de modo que era necesario comprender la severidad del superyó

temprano con relación a los impulsos canibalísticos y sádicos, a la castración, a

la sensación de estar cortado en pedazos, de ser devorado y con el terror de las

vivencias inconscientes; todo ello con el propósito de reducir su poder y así

comprender la estructura del superyó. Para Melanie Klein el conflicto era

inherente al ser humano, así como la angustia donde el yo emerge en medio del

conflicto, del estallido de la batalla entre las pulsiones de vida y muerte. Desde su

perspectiva, el ser humano nace en una situación de alto riesgo a la que enfrenta

por medio de escisión para mitigar la angustia e intentar organizar su rudimentaria

vida mental proyectando la pulsión libidinal. Otro elemento fundamental que

Klein considera es la fantasía inconsciente; la conceptualizó como algo innato, a

53
diferencia de la conceptualización que de la misma tenía Freud. La autora refiere

que la proyección y la introyección son recursos de los que se vale el aparato

psíquico. La proyección sirve para depositar la pulsión de muerte, lo que es una

forma de rechazarla, ubicándola en el objeto externo: la madre que es percibida

como objeto persecutorio que debe tener la capacidad de soportar el odio que el

bebé deposita en ella para ser capaz de devolverle amor, dando lugar al inicio del

proceso de introyección benigno; con esto se puede decir que la función materna

es la de amortiguar la angustia que vive el niño ante el conflicto con el que nace

entre las pulsiones, ayudándole a superar su fantasía de destrucción que siente le

ha ocasionado la misma madre y que, por tanto, despierta en él dolor, temor y

culpa frente a esta fantasía de aniquilamiento que está entrelazada por el amor. Si

la madre no lo hiciera de este modo, condenaría al niño a un mundo de objetos

malignos, externos e internos.

En la producción teórica y en la técnica de Melanie Klein, otro de los ejes

rectores, a parte de la angustia y el dolor que se siente ante el objeto, es el duelo

que describe por medio de la manía como correspondiente al sentimiento de

omnipotencia y basado en la idealización y negación; la contraparte es la

reparación obsesiva que se caracteriza en el triunfo y el desprecio, la culpa

inconsciente y el fracaso, siendo éstos resultado de dicho estado. Al parecer, esta

autora consideraba que la psicosis y la neurosis son experiencias inevitables

dentro del desarrollo normal; se comienza por las ansiedades psicóticas que,

posteriormente, pasan a la neurosis e implican un gran logro del desarrollo para la

normalidad y la salud.

54
Se puede decir que Melanie Klein considera que el niño nace con el predominio

de la pulsión de muerte, lo que lo lleva a tener una relación consigo mismo y con

el mundo basada en la agresión y en la destrucción. Este enfoque permitió a

Melanie Klein tener un gran avance para poder dar cuenta de la psicosis y de las

estructuras paranoides presentes en la vida del ser humano; como refiere ella

misma: “en el principio de la vida, la libido está combinada con agresividad y que

el desarrollo de la libido en cualquier estadio está afectado vitalmente por la

ansiedad proveniente de esta agresividad. La ansiedad, la culpabilidad y los

sentimientos depresivos empujan a veces a la libido a nuevas fuentes de

satisfacción, y otras veces frenan el desarrollo de la libido”39.

Las aportaciones que resultaron de la teoría para la clínica de Melanie Klein son

varias: consideraba que todo niño debía ser analizado por medio del jugar, modo

privilegiado para elaborar la angustia y de esta forma obtener placer; creía que el

juego era el equivalente de la palabra y del soñar en el adulto para analizar y

acceder al inconsciente; habla de un superyó precoz formado con el sadismo

máximo, productor de la severa patología en los niños, la descripción de este

superyó precoz y sádico tienen un valor indiscutible en la comprensión de los

procesos melancólicos y de las neurosis obsesivas graves. Melanie Klein también

planteó la formación del síntoma como una vía del yo para defenderse del

desarrollo de la angustia; para ella, los síntomas en el niño son el producto de las

situaciones presentes o devenir continuo, ya que deja de lado el pasado.

Así mismo, para un primerísimo abordaje que describe en el caso de un chico

39
Klein, Melanie. Psicoanálisis desarrollo temprano. (1966), Págs. 195, 196.Ed. Horme. Buenos
Aires.

55
llamado Fritz, la idea psicoanalítica utilizada por Melanie Klein terapéuticamente

era evitar la represión; sostenía que disminuyendo la autoridad se podría favorecer

el desarrollo intelectual, la fantasía, la capacidad de jugar y la de gozar con el

juego, a partir de donde se estaría frente a un crecimiento valioso. En un

principio, Melanie trataba de hablar con el chico, contestar a sus preguntas de la

forma lo más clara posible, encontrando un llamativo cambio a los pocos días de

esta experiencia: el chico recuperaba su capacidad de jugar y de fantasear, así

como su placer por los cuentos y su movilidad, inhibida seriamente al inicio.

Melanie Klein atendió a un grupo de niños, adolescentes, latentes, y prelatentes;

chicos con las más variadas patologías: tics, tartamudeo, trastornos de

aprendizaje, perversiones, etcétera. Ella tenía la convicción de que el tratamiento

psicoanalítico de niños debía realizarse de una manera absolutamente equivalente

al del análisis de adultos, con la única diferencia de la técnica de juego, en lugar

de la técnica de asociación libre. Por lo anterior expuesto, al establecer un

comparativo entre estas dos últimas autoras, podemos encontrar una perspectiva

diametralmente opuesta. En el caso de Anna Freud, con su teoría del desarrollo

libidinal y yoico, se introduce la idea de la potencialidad inherente en el niño que

lo lleva a la salud o al desarrollo normal. El niño nace sano, pues cuenta con

tendencias innatas que lo llevan a buscar el equilibrio en su vida instintiva,

modelada por los conflictos que son esperables en cada etapa del desarrollo pero

que, gracias a las tendencias innatas que buscan la normalidad, el niño logra

superar aquellas experiencias altamente patológicas. Es por esto que Ana Freud

sólo pretende prevenir o proteger la salud mental con la que ya cuenta el menor,

creando condiciones ambientales ideales para preservarla; así, la tarea principal es

detectar los agentes patógenos antes de que puedan comenzar a dañar al niño.

56
Por su parte, para Melanie Klein la única manera de prevenir es mediante el

análisis; con su perspectiva, el desarrollo es un permanente conflicto pulsional, lo

que hace inherente la angustia y por lo cual el yo surge entre esta lucha de

pulsiones de vida y de muerte. Se puede decir que la primera posición que toma el

niño es la esquizo-paranoide para hacer frente a la conflictiva, separando las

pulsiones y ubicándolas en el primer objeto parcial que registra que es el pecho;

dependiendo de cómo lo vivencie y de la manera que se le soporte por parte de

éste, logrará pasar a la siguiente posición, mas organizada pero no por eso menos

angustiante: la maniaco-depresiva que es una nueva posibilidad para ir superando

las ansiedades psicóticas iniciales que lo van a ubicar como neurótico en primer

grado, al que considera factible alcanzar la normalidad y la salud.

Las diferencias manifiestas para Anna Freud son: el niño nace libre de conflictos,

la neurosis que llega a presentar es algo casual del desarrollo, una de las vías

posibles con que puede contar el sujeto, pero existen otras vías o fenómenos en el

inter de salud y patología que son los desórdenes infantiles y las perturbaciones

transitorios que incluyen las demoras, las fallas, las trabas y los fracasos o

detenciones dentro del proceso de desarrollo, así como las inhibiciones, las

regresiones normales o las patológicas severas. En cambio, para Melanie Klein el

niño nace conflictuado por las pulsiones y debe ayudársele a salir de este estado

para que pueda llegar a ser sano. Ella considera que desde el inicio se debe

analizar, a diferencia de Anna Freud que piensa más que nada en orientar a los

padres para ayudar a el niño a que se adapte y aprenda a regular sus

manifestaciones conductuales, pues ella considera que el niño no está apto para un

57
análisis propiamente dicho, debido a la completa dependencia de los padres, pues

se encuentra en la fase que denomina anaclítica, es decir, de la satisfacción de

necesidades.

Siguiendo con las diferencias, mientras Melanie Klein va directamente a la

fantasía inconsciente, Anna Freud toma una especie de prevención: un largo

periodo preparatorio antes de iniciar la tarea analítica propiamente dicha. Melanie

Klein pone el acento en el lado de lo psíquico del niño y Anna Freud lo pone del

lado del trato que se le da al niño por parte de los padres. Finalmente, ¿quién

sostiene el tratamiento analítico en el caso de los niños? Para Melanie Klein la

respuesta sería la culpa, la culpa inconsciente, la angustia, porque consideraba que

la culpa era la mejor aliada, terapéuticamente hablando, es decir el alivio de la

culpa por interpretación. Para Anna Freud la respuesta sería el proceso analítico

que se hace a partir de un contrato; hay un contrato de trabajo y quien lo sostiene

es el analista. Ella decía que el niño como tal olvida los propósitos a largo plazo,

los propósitos del análisis, y que es llevado por la búsqueda de la satisfacción

inmediata. El niño quiere satisfacer sus impulsos y el medio ignorante o

excesivamente represor es el creador de traumas. De este choque surge la

patología y también el lugar del analista, que para ella está en lugar del ideal del

yo, o sea, quien normativiza al niño.

Maud Mannoni

A continuación me ocupo de otra de las fundadoras del psicoanálisis de niños:

Maud Mannoni y su aportación para el trabajo en la Clínica con los niños.

Mannoni fue una de las psicoanalistas que en su época revolucionó las cosas, al

58
plantear que el síntoma del niño es el reflejo del síntoma parental, colocando a los

padres en un lugar de responsabilidad en el padecimiento del niño. A diferencia de

Anna Freud, con quien aparentemente coincide en decir que los padres son los

que ocasionan los síntomas en el niño, mientras que Anna Freud se concreta a

analizar el conciente y el yo del niño y del adulto, así como en la forma de educar

de los padres a sus hijos, Maud Mannoni va más allá y toma en cuenta la historia

personal de cada uno de los padres, analizando los conflictos sin resolver de su

narcisismo.

Maud Van der Spoel, de nacionalidad holandesa, fue una de las fundadoras del

psicoanálisis de niños y una de las principales representantes de la psiquiatría

francesa. Se casó con Octave Mannoni, psicoanalista francés, en 1948. Fue

formada como psicoanalista con Jacques Lacan con quien participó en el “retorno

a Freud”. Fue discípula de Francoise Dolto y Donald Winnicott en psicoanálisis

con niños y su trabajo giró en torno a los niños y adolescentes psicóticos y

autistas. Maud consideraba que el psicoanálisis por sí solo no basta para sacar de

la psicosis a los niños muy afectados y que era necesario darles mucho peso a los

factores extrapsicológicos que impiden la curación, como el retardo escolar y la

alineación de las familias perturbadas por la enfermedad de sus niños. Esta autora

murió de un paro cardiaco a los 74 años en París.

En 1967, Maud Mannoni publicó “El niño, su enfermedad y los otros”, donde

plantea que en psicoanálisis de o con40 niños se tiene que encontrar el sentido de

la enfermedad, esto es, designar con palabras lo que el síntoma tenía encubierto.

40
Entendiendo de como la naturaleza o condición del psicoanálisis y con como el medio o modo
para aplicar el psicoanálisis.

59
El factor traumatízate no es un acontecimiento real, sino lo que de éste han dicho

o callado quienes están a su alrededor. En este sentido, el síntoma viene a ocupar

el lugar de la palabra que falla y está dirigido a los padres, porque el niño está

ubicado en una estructura familiar que le asigna un lugar marcado por las historias

propias de los padres. Mannoni plantea que, en el análisis del niño, es importante

escuchar a los padres para comprender cuál es el lugar que el niño ocupa en el

deseo parental. El síntoma del niño responde a aquello anulado o destruido en el

discurso del adulto que no se ha dicho, de modo que el psicoanalista debe percibir,

además, todo lo que no se le dice al niño, pero que está presente.

Esta autora sugiere que el niño “enfermo” aparece como portavoz de las tensiones

del grupo familiar y establece que en determinados momentos se produce un

equilibrio en la familia, gracias a la enfermedad de uno de los miembros. Mannoni

(1994:15) lo expone de la siguiente forma: “Donde el lenguaje se detiene, lo que

sigue hablando es la conducta; cuando se trata de niños perturbados, el niño es

quien, mediante sus síntomas, encarna y hace presentes las consecuencias de un

conflicto viviente familiar o conyugal, camuflado y aceptado por los padres”.41

En 1972, Maud Manoni introdujo un cambio radical en el psicoanálisis de niños,

al proponer que el síntoma de los niños serviría para hablar de algo no dicho, los

cuales podrían ser el conflicto relacional o el síntoma de los propios padres. El

nacimiento de un hijo pone a prueba el narcisismo de los padres ante cada logro o

fracaso de su sucesor y remueve en cada uno de ellos el lugar específico que tuvo

en su grupo familiar. El nacimiento de su hijo, reactualiza antiguos conflictos con

41
Mannoni, Maud. La primera entrevista con el psicoanalista. (1994). Pág. 15 Gedisa. Barcelona.

60
sus padres, hermanos y familiares significativos sin que se tenga conciencia de

ello, pero que, sin embargo, predisponen a la aparición de síntomas inesperados

en el hijo.

El niño designado como problemático es un eslabón frágil en quien se depositan

los conflictos irresueltos, incluso de generaciones anteriores. La transmisión no es

un eco repetitivo, sino un trabajo de transferir y desplazar, entre otras cosas, las

historias del pasado. No obstante, siempre existe un abanico de posibilidades

abiertas hacia lo nuevo para no repetir la misma historia.

Esto le llevó a Mannoni a plantear que el síntoma del niño es el reflejo del

síntoma parental. La labor del niño consiste en resarcir el fracaso de los padres e,

incluso, en realizar sus sueños perdidos. De este modo, las demandas de los

padres con respecto a sus hijos nos muestran principalmente la problemática de

ellos.

En 1973 Mannoni expone que, en la primera infancia, antes de los seis ó siete

años, los síntomas se deben en su mayoría a trastornos por reacción ante los

conflictos de los padres. En la segunda infancia, después de los siete años, pueden

ocasionarse debido a que los conflictos dinámicos específicos del niño interactúan

frente a las exigencias del medio social y a las dificultades de la relación edípica

normal; Apunta también que el nacimiento de un niño plantea una incógnita a

ambos padres que estructuran cierto destino para él. Mannoni señala que detrás de

un síntoma casi siempre se detecta un desorganización familiar, aunque éste no

tiene una relación directa de causa-efecto; de ser así, el psicoanálisis no tendría

61
sentido, es algo más complejo que una simple operación lineal, es una red, esto es,

las identificaciones de lo actual y del pasado han pasado por un proceso, por

decirlo así, que es totalmente original y singular, ya que el sujeto está rodeado de

un ambiente y de los deseo parentales que son recreados por él mismo, mediante

sus fantasías de manera original, lo que da lugar a algo más que a una mera

fotocopia de ellos, pues trata de dar cuenta de lo que es un ser humano. Con esta

perspectiva, se le otorga al sujeto la capacidad de síntesis propia y la de reconocer

la esencia original en cada caso, lo que le permite distinguir el por qué la misma

problemática familiar desencadena distintas perturbaciones en cada uno de los

niños.

Es prudente mencionar que los textos de Mannoni fueron tomados radicalmente

por algunos profesionales, quienes decretaron que el tratamiento debía realizarse

sólo a los padres. Para ellos, el psicoanálisis de niños no tenía sentido, olvidando

que, afortunadamente, el niño no es un eco pasivo de sus padres, sino alguien

que activamente incorpora y transforma sus vínculos identificatorios y

presentando conflictos que ahora le pertenecen con pleno derecho.

Francoise Dolto, otra de las psicoanalistas que se dedicó especialmente a la clínica

analítica de niños y que considero importante por sus investigaciones y la manera

de articular la teoría y la praxis fue objeto de duras críticas por parte de los

psicoanalistas que consideraban que lo que ella hacía, más que análisis, era

únicamente dar consejos.

62
Francoise Dolto

En 1984, Francoise Dolto plantea que es debido al síntoma que se pide al analista

ayuda para entender lo que pasa. Sin embargo, nos indica que a los síntomas no

se les debe atacar directamente y precisa que, cuando se tiene un síntoma, se

puede decir que se está bajo tensión de un deseo prohibido, es decir, frente a un

anhelo que choca contra una prohibición superyoica; deseo de no saber, el

síntoma por un lado interroga y por otro oculta, le permite al niño cierto grado de

equilibrio frente al deseo prohibido, por lo que podemos decir que el síntoma es

un mecanismo de defensa contra el propio deseo, ya que mediante él se logra

evitar el displacer de enfrentarse a su deseo.

Francoise Dolto es una referencia imprescindible para tratar la primera infancia

por su saber cómo psicoanalista, cuyo genio consistió en extender la intervención

psicoanalítica hasta el primer día de vida del niño, también por sus intuiciones

terapéuticas, su trabajo pedagógico dirigido tanto a padres como a profesionales y

su lucha a favor de la “causa de los niños”. Una de las principales aportaciones de

Dolto fue reconocer al niño desde su más tierna infancia como sujeto de sí mismo,

en la línea del psicoanálisis que considera al paciente como el sujeto de sus deseos

inconscientes. Dolto decía que el “papel del psicoanalista no es desear algo para

alguien, sino ser aquel gracias al cual él pueda advenir a su deseo”42. Después de

haber llevado a cabo una cura psicoanalítica, ella les sacaba de su estatuto social

de infans (etimológicamente el que no tiene derecho a la palabra).

42
Dolto, Francoise. Seminario de psicoanálisis 1. (2000). Pág. 82 XXI México.

63
Para Francoise Dolto, el ser humano es un ser de lenguaje, incluso antes de saber

hablar. En el vientre de su madre, el feto desarrolla ya la función simbólica. Dolto

siempre propuso a los padres que dijeran al niño todo lo que le concernía, que

“dijeran la verdad”, desde el nacimiento, ya que lo peor para un ser humano es lo

que permanece sin sentido, es decir, lo que no pasa al lenguaje. Una apreciación

de Dolto es que la concepción es un encuentro de tres y no sólo de dos; los

estados emocionales de la madre, así como todo lo que le sucede, marcan la vida

psíquica del niño. Una madre que “olvida” que está embarazada, puede dar a luz a

un niño que será psicótico. Dolto nos dice que el niño no existe más que prendido

de la constelación familiar y que es desde ahí donde uno debe escuchar sus

síntomas. Pero una cosa es escuchar el síntoma del niño desde la constelación

familiar y otra muy distinta concederle el mismo lugar. El síntoma en el niño

viene y está en disposición de cuestionar el síntoma de los padres, pero el trabajo

analítico nos enseña que, partiendo de ahí, el niño y el adolescente deben ser

sujetos de su propio síntoma. Al respecto, en el caso Dominique, aporta una idea

interesante: “Dominique, niño psicótico, bien adaptado al principio de su vida,

personalidad de apariencia, hasta el nacimiento de un hermano ignoraba el papel

de fetiche que tenía en la madre (...) Es a partir de este estatuto de fetiche fálico

que el psicoanalista puede dar todo su valor traumatizante al nacimiento de la

hermana (...). Desde el día del nacimiento de la hermana, Dominique ha perdido

sus referencias, ha sufrido un completo desnarcisamiento. La posición subjetiva

de Dominique es tal que, habiendo escapado de la castración humanizante, lo deja

ahora a merced de una “imagen sin palabras”43.

43
Dolto, Francoise. El caso Dominique. (1988). Pág. 18. XXI España.

64
En Francia, Francoise Dolto, gracias a un programa de radio (Cuando el niño

aparece) en el cual respondía cartas de los padres y mediante esos libros que se

dirigían al gran público, modificó totalmente la mirada que se arrojaba sobre los

niños, en particular sobre los bebés y en torno a las relaciones padres-hijos. Dolto

promovía una ética de la educación en la cual la responsabilidad remplaza a la

culpa. La autora sabía expresar el saber que le había aportado el psicoanálisis con

palabras muy simples y amaba compartir lo que había comprendido. Francoise

Dolto consideraba que era parte de su deber de ciudadana ayudar a la sociedad a

prevenir los sufrimientos psicoafectivos en los niños, más que intentar curarlos

una vez producido el mal. Prevenir era simple, decía ella, y es verdad. Esa

dimensión de su trabajo la volvió muy popular y muchas generaciones fueron

educadas por padres que seguían sus ideas.

Esta autora ha sido una figura mítica dentro del psicoanálisis infantil, aunque

algunos autores consideraban que sólo se limitaba a hacer psicoterapia

psicoanalítica y no psicoanálisis. Dolto partía de la necesaria y estructurante

relación de la madre y el bebé, la diada, donde el sujeto se humaniza a través de la

palabra con la que la madre da sentido al cuerpo y a las sensaciones del bebé. Pero

esta diada es estructurante sólo si la madre tiene en mente al padre, lo que evita

que el bebé quede aprisionado en la complacencia del deseo materno; Su función

también es la de realizar las castraciones simbolígenas, que inician, liberan y

permiten sublimar, significando además el paso para una mejor autonomía. Así,

Francoise Dolto prestaba mucha atención al entorno familiar y daba gran

importancia a las entrevistas familiares, con el fin de averiguar quién es el que

sufre la dinámica familiar, el lugar del niño en el narcisismo de los padres, el

65
entramado madre-infans, el contexto y la lengua hablada, para ver el significado

del niño en la economía psíquica de la madre.

La formación del síntoma del niño difiere del síntoma del adulto: en los niños se

trata de conflictos más actuales y se encuentran en tiempos estructurantes, no

tienen una estructura definida, como en caso de los adultos que padecen neurosis,

psicosis o perversiones; la formación del síntoma en el niño implica lo que le

significa a él y a los que le rodean. Cabe hacer mención también que, de la

privacidad del proceso terapéutico, es menester tomar en cuenta la interrelación de

los ejes fundamentales que la teoría freudiana nos legó: los conflictos

identificatorios, es decir, el modo de transmisión de los modelos familiares

mediante la ideologías, el carácter y los conflictos pulsionales; son los otros ejes

que están en juego dentro del proceso terapéutico y debemos tenerlos presentes.

Es aquí donde se introduce una manera diferente de recibir, escuchar y significar

el discurso de los padres. La escucha deberá prestar atención a captar de qué

manera el síntoma del niño está relacionado con el conflicto vincular de los

padres, con las fantasías que tienen ellos respecto a este hijo en especial, o con el

lugar que tienen los hijos varones de ese linaje familiar y las primeras hijas

mujeres. Cada historia es una historia donde algo se significa y donde el niño que

nace ya viene cargado, además de con sus propias pulsiones, de una serie de

significados que forman parte de su historia vincular familiar y generacional.

Según Francoise Dolto, hay un efecto del inconsciente de los padres sobre el

inconsciente del embrión en el momento de su concepción, o que marca al feto en

el curso de su gestación. De esta forma, el niño se convierte en una suerte de

66
esponja que absorbe los problemas de esa familia. Francoise Dolto deduce que

un niño puede arrastrar toda su vida graves problemas, simplemente porque no se

le había dicho lo que había pasado al principio de ella. Si contamos a los niños su

verdadera historia, los curamos de ella. Pero ¿desde cuándo podemos empezar a

hablar a los niños? Pues bien, nunca es demasiado pronto para hablar a un ser

humano: el ser humano es un ser de palabra, desde la vida fetal; nos olvidamos

que el niño es un interlocutor silencioso, pero receptivo, tan válido como nosotros

mismos.

Esta autora consideraba que los adultos se limitan al hablar con los niños sobre

determinados asuntos como la muerte, el dolor, etcétera. Esto lo hacen,

supuestamente, para no traumatizarles, pero Dolto pensaba que a los niños se les

traumatiza mucho más por el silencio, es decir, se les traumatiza por lo no dicho,

mucho más que por lo dicho. La autora concluye que, a cualquier otro tratamiento

aplicado al niño para mejorar su salud, siempre hay que añadir el tratamiento de la

palabra, porque es esencial, consustancial al cuerpo del niño y tan necesaria para

él como lo que necesita para sus metabolismos corporales; hay un metabolismo

del psiquismo que comienza desde la vida fetal.

Aída Dinerstein

Aída Dinerstein expone como lo más relevante con relación al síntoma del niño,

tomar en cuenta, tanto el inconsciente de los padres como el del niño, ya que

ambos conforman la historia deseante que está en juego detrás del síntoma del

niño. Por ello, Dinerstein considera vital la escucha del niño sin dejar de lado la

demanda de los padres, pues por medio del síntoma se manifiesta dónde el niño

67
quedó entrampado como objeto: el deseo del otro del cual busca descolocarse. A

diferencia de Maud Mannoni, Aída Dinerstein no responsabiliza a los padres del

síntoma del niño, se podría decir que es un oscilar entre ambas parte del deseo.

Con esto cambiaría la postura de sólo responsabilizar a los padres, puesto que es

algo más complejo que una simple relación de causa-efecto. Cabe señalar que, en

este momento del desarrollo de esta investigación, mi postura cambió, pues con

el recorrido bibliográfico que hice me di cuenta de que el síntoma en el niño es un

suceder del deseo, es decir, una basculación que depende de la fluctuación de éste,

por lo cual coincido con el planeamiento que hace Dinerstein.

En su libro ¿Qué se juega en psicoanálisis de niños?, Dinerstein (l987) considera

que es de gran importancia determinar la necesidad de tener análisis enfocados a

los niños. La autora también resalta que, al momento de iniciar el tratamiento del

síntoma, éste debe ser un problema para los padres del niño, tanto como para él

mismo. Dinerstein plantea que la neurosis infantil se estructura a partir de un

recuerdo de la infancia que esconde una serie de escenas condensadas, visuales,

auditivas e intensas que buscan una gran variedad de vías para que transiten las

pulsiones y pueden tomar forma de fantasmas, recuerdos, sueños, síntomas,

teorías sexuales y/ o juegos.

Según la autora, el niño, al padecer de una neurosis, se aparta de lo insoportable e

inventa caminos de rodeo con referencia a Das Ding o Dasein, el “ser ahí”; como

dice Luis Tamayo, para “Heidegger la verdad originaria es (...), desocultación-

ocultante, develación veladora”44, de alejamiento y acercamiento. El niño

44
Tamayo, Luis. Del síntoma al acto. (2001). Pág. 15. UAQ. México.

68
transforma así parte de lo traumático, en síntomas y en angustia. Para Dinerstein,

los síntomas son las “formas de elaboración de lo traumático pero al precio de una

captura en un narcisismo objetivante que limita sus posibilidades creadoras”45.

Esto es, los síntomas del niño son las alternativas que tiene el mismo para

procesar lo traumático (aquello que aún no puede poner en palabras) pagando un

precio al quedar preso del narcisismo de los padres, lo que limita desarrollar las

posibilidades de su autoría. Así, el síntoma como aquello carente de palabra,

vincula lo reprimido originario que es lo propio a lo sexual, el cual se denomina

infantil: esto quiere decir que lo infantil es aquello que insiste por ser reconocido.

Dinerstein estableció que, para iniciar el trabajo con niños, es necesario detectar

si existe una demanda, es decir, si realmente hay un cuestionamiento sobre ese

síntoma y la imposibilidad por parte de los padres para encontrar una solución

por sí mismos, pues es común que la demanda provenga de otro lugar que no es

el de ellos. Cuando el pedido lo formulan los padres, se puede hablar de una

demanda que implica la historia deseante de ellos, configurando así la

transferencia donde se filtra lo sexual infantil de ellos y se compromete su

inconsciente, fundamentalmente para el tratamiento y la conducción hacia la cura.

Para Dinerstein, en el trabajo con niños es de gran importancia propiciar la escena

para la construcción de un saber que arme otro saber inconsciente, más que el

hecho de interpretar. Esto lo hace mediante el juego, ya que en él el niño pone en

escena sus vivencias, donde se juega una verdad no dicha. La autora menciona

además que el síntoma del niño es un límite al deseo de los padres, siendo la única

manera de decir su verdad, de frenar lo que el otro quiere hacer de él. Así mismo,

45
Dinerstein, Aída. ¿Qué se juega en psicoanálisis de niños? (1987). Pág. 18. Lugar editorial.
Buenos Aires.

69
Dinerstein señala que “el análisis de un niño debe ser llevado a cabo con él”46,

apoya las críticas que están en contra de los que piensan que el niño es el síntoma

de la estructura familiar, pues considera que esta es una postura que ubica al niño

como efecto, como algo mecánico, que estaría sólo del lado del deseo de los otros,

lo cual sería una tesis simplista que la misma clínica nos desmiente.

Erik Porge

En la breve historia de la formación del síntoma en el niño visto por diversos

psicoanalistas, por último tenemos la aportación de Erik Porge quien nos indica

que el tratamiento del síntoma en el niño versa sobre la transferencia. En su

artículo La transferencia a la cantonade, Porge (1990) dice que, en el análisis con

niños, la transferencia está más expuesta e implica a terceros, a diferencia de lo

que sucede con los adultos; lo explica al decir que la enfermedad de los niños es

una sintomatología neurótica que se presenta como neurosis de transferencia

dirigida a los progenitores, por lo que juega un papel diferente del que juega en el

adulto. La neurosis de transferencia se presenta ante quien no sostiene más la

transferencia del niño. Así, el niño porta un síntoma porque algo en la trama

familiar se ha roto y el analista restablecerá la transferencia mediante el análisis.

El niño, a través de su neurosis, emite un mensaje; mediante el síntoma pone en

escena la neurosis de transferencia que los padres no pueden soportar: conflictos

no resueltos de los padres con su propia sexualidad que provoca no poder hablar

de algo.

Porge menciona que la transferencia del niño sobre el analista existe, pero de

46
Idem. Pág. 111

70
manera indirecta; Lo que el niño demanda es que lo dejen hacer su neurosis para

emitir un mensaje hacia alguien de la familia, por lo que las mediaciones del

analista sobre la ubicación de los padres frente a la neurosis del niño son tan o

más importantes que sus mediaciones directas sobre esta neurosis. ¿Qué es lo que

puede generar este sentimiento angustiante en el adulto frente a la presencia de un

niño? El advenimiento de un niño introduce lo familiar y al mismo tiempo lo

inquietante, lo conocido y lo nuevo. La llegada de un niño podrá ser un

acontecimiento, pero también podrá devenir un suceso traumático. En su llegada

al mundo, en su erección de ser vivo, el niño es un objeto real; su estar allí como

objeto desprendido del cuerpo de la madre hace presente la causa del deseo

parental, en tanto imposible decir. Puede ser también el síntoma del niño, como

aquello extraño y a la vez familiar que retorna para el adulto a través del hijo. La

queja de los padres, aunque recaiga sobre el niño, tal como pensaba Freud,

aparece como un intento de elaborar neuróticamente algo de la propia infancia. Se

escucha en muchos casos que lo no tramitado de la propia historia en el adulto y

en la familia, se hace síntoma en el niño.

Cuando los padres ya no pueden sostener transferencialmente al niño, puede ser

debido a un cambio de lugares en la familia, por algún nacimiento o una muerte

que hace que estalle en el niño la neurosis de transferencia. Esta neurosis de

transferencia, a diferencia del adulto, no sustituye a la neurosis ordinaria, porque

la neurosis en el niño es la transferencia misma. Erik Porge dice que, cuando

quien está a cargo de hacer pasar socialmente el mensaje familiar ya no asume

esta función de “sujeto supuesto saber”, tampoco puede escuchar al niño; no

puede sostener la escucha porque rechaza la transferencia, confundiendo el

71
enunciado del mensaje que a él se le dirige con el lugar tercero al cual está

destinado. Esta confusión lleva al adulto a una respuesta mentirosa y deriva de esa

pérdida de distancia que hace que ya no pueda sostener transferencialmente al

niño, porque no se trata simplemente de que encarne el saber, sino de que pueda

hacerlo circular.

Para los padres, el niño puede convertirse en una presencia inquietante. El síntoma

del niño se transforma para ellos en un saber supuesto que el niño ocultaría y que,

en algunas ocasiones, desencadena en los padres una demanda hacia el analista

respecto de algo que él debería descubrir. Doble lugar para el analista, para quien

la transferencia se jugará tanto con los padres como con el niño. Es por eso que

las intervenciones sobre la ubicación de los padres frente a la neurosis del niño

son tan importantes como el trabajo con el niño mismo. Según Erik Porge, la

transferencia en el niño es “a la cantonade”. Esta expresión fue utilizada por

Lacan, en el seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales, al referir que el

niño tiene un modo de hablar singular. Este término es tomado del lenguaje teatral

para dar cuenta del modo en que el niño se dirige a un personaje que no está en

escena, pero que necesita, de otros que estén allí, junto a él, compartiendo esa

escena. Lacan dice que el niño no le habla a nadie en particular, habla en voz alta

dirigiéndose a “un buen entendedor”47. Si los padres abandonan este lugar, se

interrumpe la transferencia y el mensaje deja de ser escuchado, al ser percibido

como si fuera dirigido contra ellos; eso es lo que desencadena la neurosis infantil

en tanto neurosis de transferencia interrumpida. Cuando el niño deja de ser oído,

dice Porge, la neurosis infantil es la manera que el niño encuentra de subir a

47
Lacan, Jacques. Seminario 11 “Los cuatro conceptos fundamentales”. C.D. Infobase

72
escena y poder seguir hablando entre bastidores.

Como he dicho antes, al hacer este recorrido bibliográfico, mi postura con

relación al síntoma del niño se modificó, puesto que antes consideré que era sólo

responsabilidad de los padres y ahora pienso que está en función de la manera en

que circula el deseo en los padres y el niño. En resumen: para el psicoanálisis, los

síntomas no son lo que importa, sino lo que estos significan en cada caso para

cada quien. La angustia oculta y autentifica un deseo; el síntoma oculta, pero

también intenta comunicar. La función del psicoanálisis es siempre una presencia

humana que escucha y, tanto en el caso con niños como en el de los adultos, la

escucha está dirigida al inconsciente.

A partir de las enseñanzas de los psicoanalistas, es preciso establecer una

reflexión que nos permita comparar sus teorías para encontrar un punto de

coincidencia que fortalezca el conocimiento acerca del tema que nos ocupa: el

síntoma en el niño. Puedo encontrar que el significado real del síntoma en el niño

no es real, entendiendo como la infancia real, no a la historia del individuo, sino al

lenguaje del inconsciente que se vale del síntoma para franquear y atravesar el

campo del deseo de los padres, para poder tener acceso a la verdad de su propio

deseo. En otras palabras: el niño, por medio del síntoma o desorden somático,

tiene como misión hacer circular sus deseos. Podríamos decir que el síntoma en

un niño es el instrumento que le puede ayudar a buscar su propio deseo; al mismo

tiempo, es el escaparate que muestra la problemática personal de los padres, que

muestra aquello que falta en los padres. Así mismo, el factor traumatizante no es

suceso de por si real, sino lo que de él se ha dicho o no, por parte de quienes están

73
a su alrededor.

Respecto a los anteriores autores, todas sus intervenciones tienen una plataforma

de conocimiento afín: el freudiano. Esto es positivo porque su legado parte de una

óptica coincidente que se enriquece a partir de la libertad de cada uno de ellos

para establecer sus aportaciones, a partir de sus propias vivencias y experiencias.

De entre esas experiencias sobresale la creación del psicoanálisis con niños,

además de concebir a la mente como un universo de objetos internos relacionados

a través de las fantasías inconscientes que constituyen la realidad psíquica. Así

mismo, se incorporaron a la clínica las teorías de Freud sobre los impulsos de vida

y muerte.

74
III. EL SIGNIFICADO REAL DEL SÍNTOMA EN EL NIÑO

“Cualquier cosa que quieras hacer es lo que tú llamas –la divina providencia-, la

voluntad divina. De esta manera, nunca estás en conflicto con el destino, porque el

destino no está ordenado de antemano, está totalmente ordenado por ti.”

(Ramtha, El libro blanco, 111)

Si la pregunta es ¿cuál es el verdadero significado del síntoma en el niño?, nos

encontramos con infinidad de respuestas que no ofrecen una definición concreta y

es que para responder a esta pregunta siempre encontramos la necesidad de

conocer por qué, es decir, las causas del síntoma mismo; sólo así, mediante la

acumulación de otros datos respecto a su formación, llegaremos a una posible

conclusión sobre este tema. Se inicia este capítulo con la perspectiva del contexto

occidental que se tiene sobre la noción de niño.

Breve recorrido de las diferentes formas de percibir al niño dentro de la sociedad

Jacques Gélis, retomando las tesis en su La emergencia del individuo que habla

sobre cómo es pensado el niño en los siglos pasados, nos permite referirnos al

75
niño primeramente como un cuerpo que es “de los demás”48, es decir que forma

parte de esa estructura cíclica de vivos y muertos que se desarrolla en cada

familia. Según el autor, los hijos son como el reflejo de los que habían muerto,

tomaban su lugar, tal vez por el simple hecho de adquirir ciertas características o

rasgos parecidos peculiares de determinados miembros de la familia.

Después, Gélis nos plantea que, con el tiempo, el niño ya es un cuerpo “propio”

que le pertenece; se podría decir que el niño ha dejado de serlo para convertirse en

un hombre que le da más importancia a sus propios intereses mediatos e

inmediatos; toma conciencia de que tiene el tiempo contado en esta vida y que la

única manera de perpetuarse es a través de sus hijos y de las diferentes personas

que lo rodean, con los cuales se dio a conocer tal cual es su personalidad; su

esencia les permitió recordarlo.

A continuación, se hace un breve recorrido histórico para dar respuesta a lo que

es ser un niño en nuestra sociedad contemporánea. Desde antes de la Edad Media

hasta el Siglo XX se han dado diferentes concepciones de lo que es ser niño. En la

Edad Media, el niño era una prolongación del linaje. Después, en el siglo XVIII,

se inicia la cristalización de la individualización del niño, cuando los padres se

preocupan por la formación de los hijos e inicia la escolarización masiva, donde

la escuela sustituye a los padres y la familia se organiza en torno al niño. Más

adelante, en el siglo XIX, el niño es tomado como objeto de estudio de la ciencia,

se le otorga un lugar social, se convierte en consumidor, pasa a ser propiedad de

los padres. En el Siglo XX, llamado el siglo del niño, se puede hacer lo que sea

con él; sano, inteligente, competitivo, feliz, el hijo se pone a merced del campo psi

48
Gélis, Jacques. Historia de la vida privada. “La emergencia del individuo”. (1991). Tomo 4.
Pág. 303. Taurus. Barcelona.

76
por temor a no ser buenos padres. Como ha dicho Dolto, pretenden repararlo y

hacerlo ideal.

Simultáneamente, con la Convención Internacional de los Derechos de los Niños

en 1924, 1989 y 2002, se marca la nueva concepción del niño: ahora es sujeto de

derecho, o jurídico como refiere Dufour; deja de ser propiedad de los padres y

pasa hacer propiedad del gobierno. Al mismo tiempo, con los avances

tecnológicos y en los últimos años con el desarrollo de la cirugía, de la anestesia,

del silicón, de las computadoras, la tecnología ha hecho posible que la idea de

cambiar la forma del cuerpo no sea sólo una fantasía. Estos adelantos tecnológicos

traen nuevas formas de subjetivación, razón por la cual existe un cambio en la

concepción de la imagen y del cuerpo.

La historia de cómo es percibido el niño dentro de la sociedad, hace referencia a

algunos psicoanalistas que han trabajado con niños en la clínica. Tal es el caso del

creador del psicoanálisis: Freud, quien fue el primero en ocuparse, en 1909, del

caso de Hans, un niño que padecía de una fobia. Este caso le sirvió a Freud para

hacer un análisis de la neurosis infantil a través de la escucha, técnica utilizada

para dejar que “el síntoma hable”. Por su parte, Aída Dinerstein, en su libro ¿Qué

se juega en Psicoanálisis de niños?, cuestiona si es posible analizar a un niño

partiendo de las contradicciones que surgen, ya que Ana Freud considera que no

es posible más que educarlo, mientras que Klein considera que la posibilidad de

analizarlo, aunque interpreta lo postulado por Freud dándole otro sentido al

inconsciente, a la transferencia y a “la relación analizante-analista, una relación

77
dual en la que el segundo sabe y quien sabe (...)enseña”49. Dinerstein hace la

observación de que Klein critica a Ana Freud en cuanto a la posición que toma

ante el análisis de niños como algo meramente pedagógico, cuando ella a fin de

cuentas cae en lo mismo. Esta confusión, por así decirlo, lleva a Dinerstein a

plantear la pregunta: ¿acaso es imposible analizar un niño?, y refiere que, tanto

en el niño como en el adulto, lo que está en juego es la sexualidad infantil

reprimida.

Dinerstein reconoce que el trabajo con el niño es diferente del que se tiene con el

adulto, pues no es por medio de las asociaciones libres que se analiza al niño, sino

mediante el juego donde, dice la autora, “sí es posible jugar con las palabras, se

puede pensar que se puede palabrear con los juegos”50. Dinerstein refiere que no

es necesario tener una formación diferente o especializada para ser analista de

niños; lo que determina el ser analista es la escucha que se dirige al inconsciente.

¿Qué es un niño en psicoanálisis?

Aún nos queda la duda: ¿qué es entonces un niño en Psicoanálisis? Podríamos

responder a esta pregunta a partir de lo que plantea Ricardo Rodulfo (1989). En su

libro, “El niño y el significante”, este autor define que el niño es aquel que se

conforma desde la prehistoria y así se va desplegando desde las generaciones

anteriores a él (padres, abuelos); aún así le sirve de fondo la existencia colectiva,

la cual no es en sentido lineal sino global, por tanto se toman en cuenta no sólo los

primeros años de vida que preceden a la amnesia. Además están la historia de la

49
Dinerstein, Aída. ¿Qué se juega en psicoanálisis de niños? (1987). Pág. 10. Lugar editorial
Buenos aires.
50
Idem. Pág. 14.

78
familia, sus tradiciones, el contexto histórico y la manera en que se establece la

transmisión de los mismos.

La historia del niño, o lo propio, se construye en una existencia colectiva, aunado

al recuento de lo que fantasea. Esto conduce a lo problemático de la prehistoria,

pues conlleva lo que le precede, es decir las condiciones y pendientes de lo

ocurrido con anterioridad que son determinantes para ese niño, aun antes de que él

existiera. Así, tenemos que retroceder a donde él aún no estaba. Con lo anterior,

podemos decir que el niño no es un ente aislado, sino un ser que busca un lugar en

el entorno familiar y al que se le confiere un espacio o no en la fantasía de los

progenitores, incluso antes, durante y después de concebirlo. Al nacer, el niño va

conformando su espacio propio y lo van humanizando. Por lo tanto, cuando nos

preguntamos qué es un niño en Psicoanálisis, se puede concluir, como los hace

Rodulfo, que localizamos ciertas representaciones que se repiten, las cuales se

denominan significantes y tienen relación con la formación de ese niño; dichas

representaciones no son necesariamente producidas por él, inventadas por él, ni

dichas por él, pues bien podemos encontrarlas en labios y acciones de quienes lo

rodean.

El niño es un individuo con un cuerpo biológico que viene a insertarse dentro de

una red social o cultural y familiar que le antecede, de la que hace un corte. Lacan

(1959) refiere que “instaura el pasaje a una función significante, porque lo que

queda de esta mutilación es una marca. Es lo que hace que el sujeto que ha sufrido

la mutilación como un individuo particular en el rebaño, lleve en adelante sobre él

la marca de un significante que lo extrae de un estado primero, para llevarlo,

79
identificarlo a una potencia de ser diferente, superior. Este es el sentido de toda

especie de experiencia de travesía iniciática, en tanto que nosotros encontramos su

significación al nivel del complejo de castración como tal”51 y constituye su

propia estructuración.

De este modo, la respuesta a si es posible analizar a un niño ería afirmativa,

partiendo de lo que Mannoni refiere con relación al psicoanálisis de niños,

llamado psicoanálisis a fin de cuentas por el hecho de que se juega en el mismo

campo que el de un adulto: el lenguaje, donde el discurso es colectivo, pues

abarca a los padres, al niño y al analista. El discurso, pues, gira en torno al

síntoma que el menor presenta. Dicho malestar es objetivable en la medida en que

es observable en el cuerpo y/o conducta del niño, siendo éste en primera instancia

el objeto a tratar. Sin embargo, es muy posible que esa conducta involucre al

mismo tiempo la representación o idea que los padres tienen acerca de la infancia.

De ser así, de manera inconciente transfieren al niño una misión o encomienda no

hablada, la cual consiste en resarcir el fracaso de los padres, realizando los

anhelos no alcanzados, lo cual remite a la propia problemática del adulto.

De lo anterior, podemos deducir que las quejas de los padres con respecto a su

hijo, nos hablan de la problemática del adulto que se refiere a su pasado, expone

los sueños que no logró y reconstruye su infancia, reordenanado el pasado de

acuerdo con su deseo. Lo mismo ocurre con el niño: en el juego reordena su

mundo presente o pasado de acuerdo con lo que quiere. Podemos concluir

entonces que el discurso, tanto del adulto como del niño, remite a un mundo de

51
Lacan, Jacques. Seminario 6. Clase 21 “El deseo y su interpretación”. (1959). C.D. Infobase

80
deseos y ensoñaciones; más que a una realidad fáctica a una realidad psíquica.

Nos proponemos exponer sobre la estructuración de la subjetivación o

constitución del niño desde el medio natural social en el cual se despliega,

organiza y perenniza la vida del humano. Empecemos por decir que la humana es

la especie de mayor nivel de complejidad de organización mental, condición que

le permite sobrevivir y manejar los recursos naturales. Sin embargo, su proceso de

maduración física y mental es más lento que el de otras especies, lo cual le

representa un costo mayor en este sentido. El Diccionario de Psicoanálisis de las

configuraciones vinculares define al mito familiar “como un relato o narración

colectiva acerca de cómo una familia se ha constituido a partir de una pareja. Al

hacerlo pone en palabras un drama original y singular, y en escena sus personajes,

decorados y objetos simbólicamente valorizados. Cada familia porta objetos

heredados, materiales o inmateriales donde aparece inscripta su historia. Dichos

objetos ilustran el relato familiar, el que, a su vez, puede ser segmentado en

secuencias o unidades más pequeñas (los mitemas)”52.

Con base en la definición anterior, entiendo el mito como el conjunto, mezcla,

precipitado del linaje o historia familiar en el cual se inserta el pequeño, quien de

entrada se encarga de trasmitirlo; es el agente materno quien va dar los

significantes que le ayudarán u obstaculizarán al cachorro humano para que

emerja como sujeto deseante o como objeto del deseo del otro. Sin embargo, este

trayecto inicia de la prematuración biológica, condición que todo ser en

constitución presenta, de acuerdo con lo que al respecto argumenta Lacan: “lo que

52
Pachuck, Carlos y Fricdler Rasia. Diccionario de Psicoanálisis de las configuraciones vinculares.
C.D. Infobase

81
he denominado prematuración del nacimiento en el hombre, o sea, en otros

términos, la incompletud y el "atraso" del desarrollo del neuroeje durante los

primeros seis meses, fenómenos bien conocidos por los anatomistas y, por lo

demás, patentes, desde que el hombre es hombre, en la incoordinación motriz y

equilibratoria del lactante”53.

Antes de que el niño llegue al mundo físico, éste ya existe en la mente de la

madre, como lo llama Aulagnier, en el “espacio psíquico materno”54, o en lo que

Lacan denomina registro imaginario y simbólico. Estamos en el momento previo

al embarazo, cuando la pareja decide tener un hijo y comienzan a imaginarse

cómo será físicamente, de qué sexo, a quién se va a parecer, qué características o

cualidades les gustaría que tuviera, etcétera. Al separarse del cuerpo de la madre y

ofrecerse morfológicamente diferenciado, el hijo puede ser percibido como un

individuo de la especie. No obstante, como advierte Lacan (2004), el cuerpo no

viene dado con el nacimiento, sino que se va a constituir con la imagen corporal

que le regalen los otros, por medio de la imagen especular que lo vista, esto es, el

primer encuentro con la madre que le va ayudar a darle sentido y poner en

actividad su psiquismo, aunque no está habilitado ni siquiera para sobrevivir por

sus propios medios. El deseo de la pareja sería el ensamble del cruzamiento de los

mitos familiares, ya que, aunque ambos pueden coincidir en el deseo de hijo,

debido a que es la madre la única que puede dar fe de quién es el padre, se crea el

vacío necesario para que ingrese la función paterna, cuya presencia rompe la

relación narcisista que se ha creado entre madre e hijo. A partir de ello, se

53
Lacan, Jacques. Escrito 1. “Los efectos psíquicos del modo imaginario”. (1989). Pág. 176.
XXI. México.
54
Aulagnier, Piera-Castoriadis. La violencia de la interpretación. “Del pictograma al enunciado”.
(1988). Pág. 31.Amorrortu. Buenos Aires.

82
establecen una serie de reglas y prohibiciones que generan en el niño el complejo

de castración. Al respecto, Lacan plantea que “la asunción del propio signo de la

posición viril, de la heterosexualidad masculina, implica como punto de partida la

castración”55, entendida como el momento en que el niño es iniciado al entrar al

mundo del fracaso, para abordar el goce al precio de desaparecer. El nacimiento

del hijo es un momento inaugural en el que surge una nueva vida, cuyo destino

queda abierto; es el punto de partida del cual podría instaurarse una sucesión

ordenada, o sea, su humanización progresiva. Esta se produce en el íntimo

intercambio del bebé con las personas significativas de su entorno y da cuenta de

lo relevante que son los otros y de la dependencia que el niño tiene respecto a

ellos. Ahora bien, la constitución de la estructuración del niño está supeditada al

narcisismo de los padres, de modo que depende de cómo resolvieron su estructura

edípica para ser capaces de otorgarle al menor un espacio propio que pueda

sustraer las identificaciones de ambos, para lograr ser objeto de amor o sujeto

deseante; de otra manera corre el riesgo de tropezar y ubicarse en el lugar de

objeto de deseo del otro. Como ya se ha mencionado, el niño depende

absolutamente de los otros miembros de la especie para preservar su vida. Aún

más, para poder ser reconocido como humano diferente de un organismo vivo en

simple supervivencia, deberá ir acuñando procesos a un nivel psíquico y en esto

consistirá su humanización, que se produce en el íntimo intercambio del bebé con

las personas a su alrededor. Del interjuego entre los instintos del niño y el medio

proveedor, surgirá el poder preservar la vida, instalándose así las bases del

psiquismo temprano, el inicio del aparato psíquico cuyo desarrollo y

estructuración es de armado postnatal. Lo que caracteriza al ser viviente es su

55
Lacan, Jacques. Seminario 4 Clase XII La relación de objeto. Del Complejo de Edipo (1957)
Pág. 211 Ed. Paidós. Buenos Aires – Barcelona –México 2004.

83
situación de encuentro continuo con el medio físico-psíquico. El adulto en

contacto con el niño mantiene una relación con él y éste con aquél. Esta relación

efectiva se traduce en un vínculo o relación dialéctica que actúa a modo de cordón

invisible, intangible pero vigoroso vehículo portador de resoluciones y

desengaños afectivos, de codificaciones, de modelos para manejar la angustia,

etcétera.

El mito familiar que lleva a la estructuración humana está formado por un

conglomerado emocional que usa como elemento lo imaginario y es mediado por

el lenguaje (representado por el agente materno), posibilitando al niño el ingreso a

la estructura edípica que es una estructura estructurante. Es por eso que considero

al desarrollo del mito familiar como un punto de referencia, del que los padres son

el pilar fundamental, indispensables para que el niño encuentre una identidad

coherente. Todo esto es lo que sirve al sujeto como guía para encontrar el camino

a lo que le satisface, tanto física como psíquicamente. Es entonces cuando

comienza a construir su yo, que se encarga de regular las demás instancias

psíquicas y la realidad fáctica, pero que, dependiendo de su estructuración y de las

relaciones que establece con sus instancias y las de los otros, dependerá el

mantenimiento y preservación de su salud para evitar enfermedades mentales o

físicas que eventualmente causarían la muerte o la locura. El punto es que los

“participantes” deben permanecer ligados entre sí, con cierta comunicación. La

humanización, resultado que se obtiene del sistema de crianza, será el producto de

la dependencia útil ofrecida por la familiarización desde su nacimiento, por lo que

el sujeto obtendrá herramientas suficientes para poner en marcha lo que lo

conforma como un ser libre; me refiero a capacidades como la bipedación, el

84
lenguaje, el control esfinteriano, la capacidad de aprendizaje de códigos

universales, etcétera. La falta de similitud total entre el hijo y los padres

permitirá el desarrollo pleno de los procesos de identificación con la forma de ser

de aquellos y con base en sus necesidades personales. La manera como el sujeto

se constituya en su propio mundo social, interpersonal, será resultado de los ciclos

de transformación de las emociones, mismos que le ayudan a programarse para

dirimir emociones de hostilidad, ira, agresión, amor, ternura o miedo. Así se

encuentra una solución dentro de sí y en función del otro; el mandato contenido

en cada una de las emociones. En los primeros momentos de la vida, el bebé

registra fundamentalmente las emociones maternas. Los avatares emocionales de

la madre inciden directamente en él, en tanto la emoción pone a dos cuerpos en

resonancia y les impone respuestas similares. Si pensamos que lo primero es la

emoción, algo así como el iceberg del afecto y sólo más tarde se constituyen

sentimientos, el primer encuentro es un encuentro de emociones. El bebé registra

el placer y el displacer materno, pero sólo cobra conciencia de sus propias

emociones a partir de la empatía materna. Es decir, para poder construir un

“aparato para sentir los sentimientos”, el bebé necesita una madre que funcione

empáticamente, que pueda hacer lo que Bion define como “reverie”. Bion

plantea que el amor se expresa a través del “ensueño” y que el reverie es “aquel

estado anímico que está abierto a la recepción de cualquier “objeto” del objeto

amado, es por lo tanto capaz de recibir las identificaciones proyectivas del

lactante, ya sean sentidas por el lactante como buenas o malas”56. Así, la realidad

humana sólo se aprehende por la vía de una actividad sensorial que sirve de

selector. El cuerpo es el mediador. Un cuerpo que es urgencia, necesidad

56
Bion, W.R. Aprendiendo de la experiencia. (1987) Pág. 55 Paidós. México.

85
imperiosa, tensiones que, si no son procesadas por un otro, se tornan

insoportables, imposibles de ser tramitadas. El cuerpo es aquello con lo que la

madre (u otro que en ese momento cumple con la función materna) se encuentra.

Pero si la madre no puede decodificar sus mensajes o si sus respuestas son

inadecuadas, puede haber una sustitución de la atención del otro, de la relación

con el otro, sustitución que se manifiesta a través del propio cuerpo.

Placer o sufrimiento son el existente psíquico que anticipa y preanuncia al objeto-

madre. Una experiencia de nuestro cuerpo ocupa el lugar que después ocupará la

madre: al yo anticipado le hace pareja una madre anticipada por una experiencia

del cuerpo. Pero el bebé puede ser ubicado por su madre como extensión de sí

misma o como absolutamente extraño a ella. En ambos casos, lo que queda

desestimado es el bebé en su propia realidad. A veces, la madre queda atrapada en

sus propios conflictos, lo que le impide la relación empática con el niño, quien no

puede registrar sus procesos internos.

Caminos para la constitución del niño

Para continuar explicando cómo se va conformando el sujeto desde el punto de

vista psicoanalítico, lo que sigue es tratar la pregunta ¿cuáles son los caminos

que se recorren para la constitución del niño? Siguiendo a Rodulfo (1989)

podemos decir que dicha constitución se inicia a partir del mito familiar, el cual

tiene dos niveles o dos caminos que van a la par:

a) el del proceso o construcción misma del sujeto que implica la trama de

fantasías, mundo interno o imaginario y,

86
b) el nivel o camino de las funciones que son las que apuntalan el advenir del

sujeto y se denominan función materna, función paterna y las funciones de

aquellos que intervienen en el advenimiento del sujeto, como los hermanos

o los abuelos.

Construcción del sujeto que implica las fantasías

Para pensar cómo se va constituyendo el niño, debemos conocer sus fantasías y

captar su inconsciente, además de agregar dónde está instaurado, dónde vive, en

qué mito vive, qué mito se ventila y qué significa, en ese lugar, ser madre y ser

padre. Comenzaré por explicar el camino del proceso en el que el niño se

constituye como sujeto. El niño, al nacer es insertado en una red de significantes.

Al mismo tiempo, él tiene una tarea activa y originaria al llegar al mundo que

consiste en buscar significantes propios que lo representen ante y dentro del

discurso familiar o campo deseante familiar. Para ello necesita ayuda, no puede

consumarla solo, debido a su incompletud al momento de nacer y al ser insertado

en el deseo del Otro. El niño debe entonces conocer e indagar la salida y no

quedar entrampado en ésta; al lograr prorrumpir de esta trampa, podrá zafarse y

aproximarse a encontrar su propio deseo. Decir que el niño necesita ayuda

significa que, para encontrar sus significantes, desde antes de nacer el niño ya

tiene, por decirlo de algún modo, un cuerpo imaginario, producto del mito

familiar que es trasmitido por la madre. Así, el niño queda significado por cierta

posición donada por la madre: según Aulagnier (1988) se pueden ocupar tres

posiciones, mismas que pueden coexistir en distintas intensidades y prevalencias:

a) Niño falo, b) Niño síntoma y c) Niño fantasma. En este momento sólo expondré

87
la posición del niño falizado, por considerar que es la postura óptima para que el

niño logre constituirse como sujeto deseante.

El ser falizado es fundamental para el desarrollo del niño como sujeto: al

apropiarse del orden simbólico de la ínter subjetividad (mito familiar en el que se

inserte), el niño posteriormente pasa a lo intra psíquico, esto es, falizar implica

que un niño quede marcado como ser deseado, lo incorporar al circuito de deseo.

Para que esto suceda, es requisito previo una situación incestuosa que origine

deseo edípico; para poder prohibir hay que permitir primero. Rudolfo explica que

“cuando un niño no es o deja de ser falizado en la medida óptima para él (...) es

de esperar un deslizamiento a otro estatuto, al de síntoma u objeto”57. Aquí se

debe tener cuidado de no confundirlo con hijo deseado, pues esto además puede

ser deseado en estatuto de síntoma o de fantasma, lo que nos habla de que tiene

varias vías o destinos y se agregaría otro estatuto que es, en los casos límites, el de

no ser deseado.

Por el momento continuemos con el ser falizado. Este proceso consiste en extraer

y dejar marcas, valiéndose de los materiales del mito familiar, cuyo referente

principal es el cuerpo materno, en el que “falizar” significa ceder la libido

narcisista, transferir el narcisismo. Al respecto, Freud refiere que “la

identificación aspira a configurar el yo propio a semejanza del otro, tomado como

«modelo»”58, esto es, el narcisismo primario es el narcisismo de los padres que se

ven reflejados en el hijo y lo aman por tener ese estado narcisista que ellos

57
Rodulfo, Ricardo. El niño y el significante. Un estudio sobre las funciones del jugar en la
constitución temprana. (1984). Pág. 82. Paidós. México
58
Freud, Sigmund. Obras completas. La identificación. Vol. XVIII (1921) Pág. 100 Amorrortu,
editores. Buenos Aires.

88
tuvieron al nacer, que perdieron y que quisieran volver a recuperar. Por otro lado,

se encuentra la manera en que los padres resolvieron su narcisismo secundario;

Freud dice que una de las formas en que se manifiesta este es “En el hijo que dan

a luz se les enfrenta una parte de su cuerpo propio como un objeto extraño al que

ahora pueden brindar, desde el narcisismo, el pleno amor de objeto. Y todavía hay

otras que no necesitan esperar el hijo para dar ese paso en el desarrollo desde el

narcisismo (secundario) hasta el amor de objeto”59 que se instaura con el complejo

de castración, el cual contiene libido yóica.

El infante no puede realizar su complejo de Edipo que consistiría en ser objeto de

amor del progenitor del sexo opuesto el progenitor del mismo sexo entra a romper

esta díada, entonces se da la castración, por lo que la libido de objeto se repliega

al yo, el cual ha tomado fragmentos o identificaciones con el otro castrador. Sin

embargo, esto no es de manera personal, sino impersonal: del yo instancia del

infante al yo instancia de los padres, es decir, el verdadero cambio en el destino de

éste, para lo cual es necesario que los progenitores acepten su condición de seres

mortales.

Hay que destacar que, al hablar de niño falizado, en párrafos anteriores mencioné

que es el óptimo, pero no por ello queda exento de presentar una neurosis; la

situación aquí es que el conflicto está más circunscrito en el niño atrapado en sus

propios conflictos. El objetivo principal de este apartado es dar cuenta de cómo el

niño participa de manera dinámica en su constitución, retomando lo que Rodulfo

nos explica sobre cómo es que el niño participa activamente en la estructuración

59
Freud, Sigmund. Obras completas. Introducción al Narcisismo (1914) Vol. XIV Pág. 86.
Amorrortu editores. Buenos Aires.

89
de su propio cuerpo y en su ubicación en el entorno familiar, con base en “el

agujero”, al cual define como un puente, un hueco a pasar, “un espacio cedido por

ellos a través del cual el chico encuentre un sitio no lleno”60. Esto lo entiendo

como la oportunidad que el propio niño busca para crear su espacio en el mundo

fáctico y en la estructura edípica; Para lograrlo necesita ir construyendo su espacio

con los elementos que toma de los fragmentos de identificación, representaciones

o significantes, que en un primer momento provienen de la madre, para

delimitarse y al mismo tiempo diferenciarse de ella, y luego para poder salir de la

relación edípica.

La idea central es reconocer que el niño participa activamente en la constitución

de sí. Para esto, primero hay que ser, agujerear el canal de parto, el cual no existe

hasta que el bebé es capaz de atravesarlo; al acceder a agujerear el cuerpo del

Otro, adquirirá los materiales necesarios para unificarse, los obtiene del mito

familiar, el orden discursivo familiar y sólo de ahí puede recibir los elementos

indispensables para constituirse como sujeto. Es decir, primero es necesario ser un

ente nuevo que busca su propio espacio para poder reconocerse, solicitar ser

reconocido como un ser que además existe, pues no sólo basta con ser, sino que

es necesario ser un sujeto que se da y al que se le da un espacio para existir.

El niño necesita crear su espacio o vacío que irá bordeando con los elementos que

le aporte el mito familiar, aunado a sus vivencias significativas y a sus fantasías.

Por lo anterior, se puede decir que la capacidad de agujerear es la condición

necesaria para ser. Este espacio que busca y necesita el niño, debe ser brindado

60
Rodulfo, Ricardo. El niño y el significante. Un estudio sobre las funciones del jugar en la
constitución temprana. (1984). Pág. 105. Paidós. México

90
por el Otro primordial. Aquí volvemos a reconocer que es imprescindible que la

relación dialéctica funcione con fluidez para pasar a la unificación corporal

consolidada y que se pueda acceder a la castración. No obstante, si esto sucede en

un momento en que el niño aún no está preparado, puede ocasionar autismo o

psicosis. Concluimos que al niño, al agujerear el cuerpo de la madre, se le da la

oportunidad de conocer y hacer, de diferenciarse y de transgredir lo establecido.

Al ser agujereado él mismo por su madre, producto del amor, es como se va

trasformando lo que primero se denomina agujeros en sus órganos libidinales; al ir

poniéndole límites o bordes, como lo denominó Lacan, es lo que metafóricamente

se llama “puerta”, la cual nos hablaría de que la función materna y paterna se

están dando de manera óptima. Ejemplo: la madre al hablarle con cariño al bebé y

al ofrecerle el pecho, se va libidinizando el oído y la boca, así como el cuerpo en

su totalidad. Es necesario tener presente que existen dos momentos críticos

durante la estructuración del narcisismo: a) cuando todavía no exista una

integración corporal mínima necesaria y b) cuando aún no ha logrado cierto nivel

de adquisición del lenguaje. Con el propósito de encontrar las vías que abren los

diversos destinos por los cuales puede quedar marcado un hijo por el deseo, es

preciso cuestionar ¿para qué es deseado y en calidad de qué es un hijo? Por un

lado, el hijo puede tener el estatuto de niño fantasma, el cual podríamos decir que

es el estatuto más riesgoso, el que lo conduce a perpetuarse como objeto de goce

para el Otro, que se establecería, siguiendo a Rodulfo, en el primer momento

crítico de la estructuración del narcisismo, cuando todavía no existe una

integración corporal satisfactoria y sufre de una perforación prematura. Es un

tiempo donde el niño requiere que el Otro permita ser agujereado para extraer el

material necesario que le permitirá constituirse, pues lo que él requiere en los

91
primeros meses es que se le apuntale, en lugar de que sea él quien sostenga.

Cuando el niño no encuentra en el Otro la posibilidad para penetrar en el cuerpo

de este Otro, queda imposibilitado para agujerar, quedando obstaculizada la

salida libidinal primordial; en consecuencia, queda a merced de los discursos que

no son suyos, los cuales no puede elaborar o asimilar, como en el caso de las

formaciones clínicas, esquizofrenias, psicosis tempranas o autismo, donde el hijo

se concibe como una prolongación del cuerpo del Otro.

Por lo que se refiere al estatuto de niño síntoma, emergería en el segundo

momento crítico que describe Rudolfo, cuando aún no ha logrado cierto nivel de

adquisición del lenguaje: sufre una perforación inadecuada que emerge de un

conflicto del lado de los padres, donde el niño se vuelve sostén y confidente. Esto

ocasiona al niño fallas para el agujeramiento, o en su función del jugar,

instaurándose como síntoma al tropezarse con una oposición que le impide

constituirse el agujero como órgano libidinal sin puertas, sin bordes o límites. En

estos casos, el niño no debe ser sometido a perforaciones, ni metafórica ni

literalmente. Sin embargo, es de suma importancia que el cuerpo del Otro

primordial esté dispuesto a ser agujereado. ¿Cómo se logra todo esto? ¿Cómo lo

logra, cómo lo hace el niño? Rodulfo propone que mediante el acto de jugar, el

niño va configurando su subjetividad.

La función del jugar es una operación fundante, la que Rodulfo ubica como una

de las actividades principales para la constitución subjetiva, creadora de cuerpo,

de experiencias, de escenas, por medio de la cual el niño puede aprehender y

aprender a controlar la angustia, a conocer su cuerpo, a representar el medio

92
externo y actuar sobre éste, así como la manera en que representa su mundo

interno, el modo de comunicarse con el otro y el hilo conductor que ayuda a

entender la compleja problemática de la constitución subjetiva, al reflejar lo

significativo o relevante de “algo” para el niño. Pero, ¿Cómo se inicia la función

del jugar? ¿Cuáles son sus comienzos? Siguiendo los desarrollos de Rodulfo, lo

que se constituye a través del jugar, en primera instancia, es la sensación misma

de continuidad corporal. Tener un cuerpo es fruto de una doble acción: actividad

de un niño que repetidamente toca, chupa, observa y escucha, y que a su vez

siente el fruto de otra actividad exterior a él, pero que él vive como propia y a

través de la cual se siente sostenido, acariciado, mirado y acunado. Se crea así un

espacio de jugares corporales, de ritmos, de cantos y sonidos que envuelven,

donde generalmente tienden a predominar los “estados de encuentro”. Una

primera función del jugar la constituye entonces la creación de una banda en

continuidad con el cuerpo materno, mediante la cual el niño vive la experiencia de

un cuerpo continuo, la sensación de una superficie sin fallas, sin agujeros. Es en

este momento, justamente cuando las experiencias de unión con ese Otro, vivido

como parte misma del sujeto, sirven para que el niño pueda extraer, tomar en sí,

todo aquel material que colabore en el logro de una sensación de continuidad. Es

así como las sensaciones parciales como las que se producen al mamar, en esa

unión boca-pecho que Aulagnier trabaja como “pictograma”, se extienden en

sensaciones que se expanden a la totalidad del cuerpo.

De esto se trata, continúa Rodulfo, en los primeros jugares: de extraer y hacer

superficies continuas, contando con un lugar que posibilite este armado para el

niño. Pensemos en ese bebé que mama y al hacerlo no sólo su boca está en

93
actividad, sino también su mirada que busca activamente la de su madre, sus

manos que intentan tocar-tomar el pezón que, al haberlo descubierto, vive como

parte de su creación.

Pero pensemos también en que, para que estos jugares puedan ir perfilándose,

debe haber una figura que se ofrezca en tanto donante de su cuerpo, de su

subjetividad, que le permita al niño realizar esa actividad intrusiva sin vivir tal

experiencia de esta acción como el ser agujereada, o que deje fallas reales en ella.

Las patologías más graves, más tempranas (autismo, psicosis, depresiones

tempranas), nos muestran cómo estas primeras funciones del jugar se hallan

constituidas negativamente. De esto hablaremos en el siguiente apartado. El

jugar como proceso pasa por una serie de funciones a lo largo del desarrollo del

niño. Por medio del jugar, el niño va adquirir su propio cuerpo, pero para que

logre esto, debió ser un cuerpo imaginado por la madre aun antes de ser concebido

y al nacer debe continuar siendo apuntalado por el mito familiar, por la

estructuración de la pareja paterna y la circulación del deseo; se conjuga con su

participación activa en la construcción de los procesos que participan de su

subjetividad y para producir las diferencias originales y especificas de su ser. La

unión entre lo que Winnicott llama “espontaneidad”61 que se manifiesta en el

jugar y el mito familiar, a nivel de la función de los que intervienen en su vida, va

generando las condiciones necesarias para la estructuración de psicopatologías. En

un segundo momento, o segunda función del jugar, el niño que ya está constituido

como superficie o banda en la que está incluida la madre, debe fusionarse. Dicha

banda se caracteriza por la reversibilidad, la cual tiene como lazo la ambigüedad y

61
Winnicott D.W. Realidad y Juego Cap.4 “El juego”. (1992). Pág. 79 Gedisa. Barcelona

94
no la oposición, pues para poder separase, primero deben estar muy unidos, es la

fusión lo que posteriormente permite la separación, así como las rutinas que le

sirven para armar su cotidianeidad y cumplir su tarea de ir unificando su cuerpo.

Al hacerlo, esto sirve al niño para restituirlo o para inscribirlo de manera

consistente. La función de los hábitos, afirma Rodulfo, es de gran trascendencia

debido a dos aspectos: el primero es que contiene los soportes narcisistas en los

que se apuntala la subjetividad y el segundo porque son los herederos de la

función materna. En este momento, el cuerpo y el espacio son lo mismo, pues aún

no se da el desdoblamiento o separación.

La tercera función del jugar es el fort/da, el cual sirve para constituir la polaridad

que hasta ese momento es bidimensional. El niño necesita de la dimensión

tridimensional para ir estableciendo el espacio en el que la repetición es un

aspecto fundamental para establecer el fort/da y así crear un espacio que antes no

existía, De esta manera se construye un “afuera”, mediante el cual puede

simbolizar la partida de la madre que antes le era insoportable y puede tolerar

dicha separación al poder imaginar o pensar, para ser capaz de esperar y al mismo

tiempo regular la angustia de dicha separación que reordena la temporalidad. En

este momento, el niño descubre que nadie puede ver sus pensamientos, que él no

es trasparente. Comienza su intimidad y la aparición de la mentira (puede mentir

porque no es trasparente), la cual es una conquista simbólica.

Otra dimensión que alcanza el niño es el “No” y, tras esto, la función de la

palabra, el “nombrar activamente”. Es cuando el niño juega con el “No”, tiempo

decisivo para su constitución subjetiva. Al estar incluido en el Lenguaje y haber

95
accedido al símbolo, el niño puede ingresar a los tiempos del Edipo, con la

universalización del falo definido como “Símbolo de la libido para los dos sexos;

significante que designa el conjunto de los efectos del significante sobre el sujeto

y, en particular, la pérdida ligada a la captura de la sexualidad en el lenguaje”62.

Esto conduce a la idea de la falta, no como algo que en realidad no se tiene, sino

que está en circulación, es decir al devenir el niño como objeto de deseo de la

madre; cuando acaece la castración, se está regulando el goce del ejercicio de la

sexualidad, mediante la palabra amenazante. En el Seminario 3, titulado Las

psicosis, clase 25, El falo y el meteoro, Lacan dice que “lo que mantiene en pie la

concepción freudiana del complejo de Edipo, lo que está ahí en juego no es un

triángulo:- padre-madre-hijo, sino un triángulo (padre)-falo- madre-hijo. ¿Dónde

está el padre ahí dentro? Está en el anillo que permite que todo se mantenga

unido”63. Con esto Lacan lee en la obra freudiana una dialéctica del falo en la que

éste se localiza como significante del deseo de la madre, entre otros significantes,

como por ejemplo, cuando el significante falo circula y es figurado en las heces,

en el dinero, en un hijo, etcétera.

¿De qué se trata al final de la fase preedípica y en los albores de Edipo? Se trata

de que el niño asuma el falo como significante y de una forma que haga de él un

instrumento del orden simbólico de los intercambios, rector de la constitución de

los linajes. Se trata, en suma, de que el niño se enfrente al orden que hace de la

función del padre la clave del drama. Antes de acceder a la posición de portador

del falo, el niño, nos recuerda Lacan, puede ocupar distintas posiciones con

relación al falo: puede identificarse con la madre, con el falo materno, con la

62
Chemama, Roland. Diccionario de Psicoanálisis. C.D. Infobase.
63
Lacan, Jacques. Seminario 3 Las psicosis, Clase XXV “El falo y el meteoro”. (1956) Pág. 454.
Paidós 1ª. Reimpresión. 1985. Barcelona-Buenos Aires- México.

96
madre portadora de falo, o presentarse él mismo como portador del falo. Es esta

última la identificación que da salida a las posiciones metonímicas del falo

materno, la que da cuenta de la entrada en la posición del tener; el falo como

resignificador de los anteriores. Hay que hacer notar que el niño pasa de la

instancia del ser a la del tener. Si el niño logra alcanzar esta posición, logrará

salvarse del peligro de detenerse en una fijación perversa. Aquí se aprecia la

relación del falo con la figura materna y la constitución de un modo sexuado,

perverso o no. Lo relevante del juego del fort/da es el surgimiento de la dimensión

simbólica en la relación madre-hijo, que le permite al niño tener dominio, desde

su punto de vista de omnipotencia, desde la que puede decir que él es el que

abandona y el que rechaza y no a la inversa, formando una imagen fuerte y segura

que le posibilita soportar las ausencias físicas de la madre real y no morir.

Mediante el vocablo, el niño encuentra a la madre simbólica y, al mismo tiempo,

experimenta con su propio cuerpo las bases de su identidad, la cual se da en el

campo de las palabras que transfiere el lenguaje materno. Lacan advierte que el

cuerpo no viene dado con el nacimiento, que es la imagen especular o estadio del

espejo la que propicia la constitución del cuerpo. Pero al fallar quien le otorga la

imagen (generalmente la madre, debido a que en ella aflora la angustia, el miedo o

el goce narcisista de esa imagen) de cuerpo del hijo, éste se siente desnudo,

metafóricamente hablando; es un cuerpo sin velos, sin imagen que lo vista, lo

envuelva, lo proteja, como lo refiere Inés Emilse Ramos en su artículo Un

cuerpo... a la espera del regalo de una imagen.64 Lacan continúa sosteniendo la

hipótesis de la prematuración, la indefensión con la que nace el ser humano y

64
Ramos, Inés Emilse. Revista Artefacto de la escuela lacaniana de psicoanálisis 9. “Un cuerpo…a la
espera del regalo de una imagen”. Dic. 2001. Pág. 179.

97
refiere que no hay niño posible si no hay otro que lo sostenga y le diga “tú eres el

que eres”65. La experiencia del espejo no es sólo una cuestión de la mirada: es el

niño en relación con otros objetos y en relación con un juego que empieza a hacer

entre mirada o imagen; mirarse él, mirar a quienes lo cuidan, mirar objetos,

mirarse de vuelta en el espejo. Al respecto, Kohler dice que cuando uno percibe

de golpe, aparece la experiencia del “¡Ahá!”, como cuando se entiende una cosa.

Al infante esta experiencia del espejo le servirá para formar el yo.

Al existir angustia del lado de la madre o ausencia de amor, el niño es tomado

como objeto de angustia y no como objeto de amor. La angustia irrumpe desde

que el niño queda reducido a una parte de cuerpo, una boca que succiona otra

parte de cuerpo: el pecho; esto habla de una falta de capacidad por parte de la

madre para imaginar al niño como un cuerpo unificado. Por su lado, el niño, al

ser reducido a una parte o pedazo de carne, se coloca como un objeto en bruto, y

no como imaginario y simbólico (darle un lugar); al no darle un lugar, falla la

operación subjetiva que le da una imagen a su cuerpo con base en el amor, que lo

ayude a recortar la superficie, para lo cual es necesario estar unidos o ligados; lo

imaginario-real por lo simbólico para que se constituya la propia superficie.

Volviendo al ejemplo del espejo, Lacan señala que “este acto, en efecto, lejos de

agotarse, como en el mono, en el control, una vez adquirido, de la inanidad de la

imagen, rebota en seguida en el niño en una serie de gestos en los que

experimenta lúdicamente la relación de los movimientos asumidos de la imagen

con su medio ambiente reflejado, y de ese complejo virtual a la realidad que

reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos,

65
Lacan, Jacques. Seminario XII. La relación de objeto. Libro 4 Del complejo de Edipo (1996).
Pág. 213. Paidós. Argentina.

98
que se encuentran junto a él”.66 A partir de aquí, el yo del sujeto se va

construyendo con la imagen que se refleja en el espejo; el niño se siente completo

y omnipotente. El estadio del espejo le sirve al niño para irse diferenciando del

otro y poder tomar las identificaciones que le dejen, para pasar del yo ideal al

ideal del yo.

Segundo nivel del mito familiar

Ahora trataré de exponer el segundo nivel del mito familiar, que tiene como

función apuntalar el advenimiento del sujeto por medio de la función materna y la

función paterna. Las funciones son las encargadas de nombrar y reconocer, son las

facultadas de introducir al niño en el lenguaje y es mediante ellas que discrimina y

distribuye los lugares de identificación. Primero se hará referencia a la función

materna, la cual apuntala la constitución subjetiva del niño y a la que considero

da la pauta inicial para él. Esta función consiste en un momento no cronológico en

la vida del sujeto; el establecimiento articulado al Deseo del Otro o de la Madre,

la cual se puede concebir como una operación que le da significado al sujeto,

cuando todavía no es sujeto y cae bajo el Deseo de la Madre; acto de apropiación

a partir del Deseo de tener un hijo, por lo que se es primero el hijo de alguien,

antes de poder nombrarse, de ser yo.

Lacan (1965) dice que “el niño es el único objeto a, auténtico, real”67; la función

del hijo en este registro funciona más como lo que hace falta a la madre que como

falo, el que consuela. Esto le da el estatuto de pertenencia y de reconocimiento;

66
Lacan, Jacques. Escritos 1, Dos. El estadio del espejo como formador de la función del yo (je)
tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. (1987).Pág. 88. Siglo XXI. Decimo cuarta
en español.
67
Lacan, Jacques. Seminario 12 Clase 8 “Problemas cruciales para el psicoanálisis”. (1965) C.D.
Infobase

99
por medio de la demanda busca ser el objeto de amor. Un segundo aspecto de

suma es la función paterna que toma un lugar de tercero, concedido por la función

materna; media la separación y el crecimiento del sujeto que es el hijo en

constitución. En un primer momento, el niño, con las ausencias de la madre, trata

de identificarse con todo lo que podría colmar a la madre para evitar que ella

desaparezca, pero la intervención del padre introduce la rivalidad y la lucha, con

lo que marca límites al niño para que tome conciencia de que no puede serlo todo

para la madre. Esto ayuda a que el niño se libere de la presión de tener que ser

perfecto para ser querido. Esto se hace posible cuando las atenciones de la madre

se desvían, al ser llamada como mujer por el padre, lo cual permite que la madre

sea ubicada como una mujer con carencias, deseante y deseada por el padre.

El niño, al preguntarse quién le da felicidad a la madre, si él o un tercero, capta el

valor de lo que es él y que forma parte de la relación parental. Al darse cuenta que

el padre tiene o sabe lo que desea la madre, se dirigirá a la figura paterna. En el

caso del varón, el padre será ahora una figura de identificación y ya no tanto un

rival, sino un modelo de identificación en cuanto portador del falo y de las

insignias viriles que puede transmitirle, y junto con éstas, el ejercicio de la ley. En

el caso de la niña, que ha perdido la imagen omnipotente de la madre, podrá

identificarse con ella como mujer, al ser ésta la que mantiene el interés del padre.

Todo esto tiene una función ordenadora que le permite al niño significar la

diferencia de los sexos y la sucesión de las generaciones, gracias al complejo de

castración que tiene lugar cuando pierde su posición privilegiada y otorga una

base que, en el futuro, le permitirá colocarse como sujeto sexuado. Si el padre

real no rompe la relación dialéctica entre madre e hijo, éste corre el riesgo de caer

100
en las demandas del Otro, situación que le provoca un grado máximo de tensión.

Hay dos posibilidades de acotar el goce Una es la vía del deseo-ley, es decir la

castración; castración que Lacan, en La subversión del sujeto, plantea en los

siguientes términos: “La castración quiere decir que es preciso que el goce sea

rechazado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del

deseo”68. La otra posibilidad es el amor, sugerida por Lacan en su Seminario de

La Angustia cuando sostiene que “sólo el amor permite al goce condescender al

deseo”.69. El niño es esperado por sus padres antes de nacer desde sus deseos, y

desde ellos presagian cómo va a ser, esto se ve en forma significativa en la

elección del nombre propio (por ejemplo, “le pusimos el nombre de mi tía, que es

inteligente y gentil”). Por esto digo que el bebé nace incompleto y queda

entrampado en el deseo del Otro; sólo buscando y conociendo la salida de esta

trampa, podrá zafarse y aproximarse a encontrar su propio deseo.

La función paterna constituye un momento profundamente estructurante en la

evolución psíquica del niño: además de introducirlo en la dimensión simbólica, le

ayuda a desprenderse de las ataduras imaginarias con la madre, lo que le confiere

la categoría de sujeto deseante. Ahora bien, para que ese niño surja como sujeto

deseante, también es necesario que el padre aparezca como representante de la ley

y no como su dueño. La familia será el primer grupo de aprendizaje que permitirá

constituirse al sujeto como ser social y es el primer sistema estructurante de un

lugar que permitirá acceder (o no) a una identidad propia. Antes de su nacimiento,

el sujeto es un polo de atributos más o menos ligados a un discurso: el de los

68
Laca, Jacques. Escrito 2 Seis Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente
freudiano. (1993). Pág. 807. Siglo XXI decimo séptima edición en español.
69
Lacan, Jacques. Seminario 10 La angustia. Clase 14 “La mujer, más verdadera y más real”. (1963).Pág.
199. Siglo XXI. decimo séptima edición en español. 1993

101
padres; el lugar que el niño viene a ocupar está destinado según las necesidades

familiares y el nombre propio que ya lo identifica signa y denota su sexo, su

existencia, por lo que la elección del nombre no es casual.

Ese lugar, otorgado o no desde la familia, se traduce luego en otros ámbitos,

reproduciéndose así un sujeto integrado o marginado socialmente, de acuerdo a

cómo hayan sido las instituciones en las cuales se incluyó (favorecedoras u

obstaculizadoras del cambio).

El lugar que ocupa el niño dentro del mito familiar es ubicado por los padres con

base en su deseo. El niño, a su vez, busca ubicarse en cierta posición. Esto nos

habla de que el niño no es un ser pasivo o una cosa que se pueda mover al antojo

de quienes lo sustentan, pues participa de forma activa. La satisfacción de las

necesidades pueden correr a cargo de la ciencia y la educación académica, de la

escuela, pero sólo la familia puede transmitir un deseo que no sea anónimo (¿de

qué deseo particular en la unión de sus padres él es fruto?). Los padres, en sus

cuidados y en sus palabras, dejan marcas de su interés particular hacia el niño, por

ejemplo cuando el padre quiere que su hijo haga lo que él no pudo hacer, o que

continúe la labor que él empezó.

Siguiendo con la función materna y paterna, éstas responden también a cuestiones

subjetivas de cada uno de los padres, tienen que ver con sus deseos, con su propio

desenlace edípico y con la particular relación existente entre ambos. Por ello, la

función simbólica constituye un momento profundamente estructurante en la

evolución psíquica del niño y los modos particulares del padre influyen en la

102
manera de ejercer dicha función.

Fallos o tropiezos en los caminos de la constitución del niño que llevan a hablar

de síntoma o síntomas

Podemos decir que existen fallos o tropiezos, tanto del lado de los padres como

del niño, pero esto no es sencillo de delimitar, pues debemos tener presente lo

complejo que es la constitución del ser humano, sin olvidar que es una relación

dialéctica que se establece entre la realidad psíquica del niño y la confluencia de

las realidades psíquicas de los padres. Para dar cuenta de la formación del síntoma

en el niño debemos considerar, además del orden social, el orden del inconsciente,

a manera de una red o entramado que debe ser descifrado. Los fallos se dividen

en: a) fallos en la función del jugar, b) fallos en la función materna y, c) fallos en

la función paterna.

Fallos en la función del jugar

En la primera función del jugar, que es la de continuidad superficies a la que

hace referencia Rudolfo, hay fallos o tropiezos en la constitución del sujeto que

pueden derivar en perturbaciones severas. Este es el caso de un niño, que al

enfrentarse a una madre incapaz de ofrecerle su cuerpo para extraer los elementos

necesarios que le permitan conformar su cuerpo por medio del jugar, va

estructurando perturbaciones como la depresión, el autismo o enfermedades

orgánicas, donde el niño tiene una posición pasiva. La falta de hábitos es un

factor que limita al bebé en la fabricación de superficies para formar cuerpo y

unificarlo, momento crucial en la que está en trámite. Rodolfo (1989: 136)

plantea: “En familias con un elevado potencial psicótico, es posible observar en

103
la clínica que el sujeto se encuentra en la imposibilidad absoluta de prever lo que

va a ocurrir: no hay constitución de rutina, mientras que un neurótico suele

quejarse de ella”.70

Por otra parte, los fallos en la segunda función del jugar se pueden ubicar en la

imposibilidad que tiene el niño para establecer las relaciones de reversibilidad en

lo espacio- temporal, de las relaciones continente/contenido o “espacio de

inclusión reciprocas”, donde se da un lazo de confusión o ambigüedad, debido a

que es condición necesaria la fusión para separarse y no a la inversa; al fallar ésta

y darse una separación prematura, se afecta la espontaneidad del niño y es

obligado tomar conciencia, a salir de manera forzada de su estado de

omnipotencia, necesario para posteriormente adquirir una mínima autonomía. Al

fallar, el niño inscribe vivencias de impotencia y vacío que se ha observado en los

esquizofrénicos o en el autismo.

Las fallas en la tercera función del jugar, misma que fluctúa entre los 8 y los 12

meses del niño, cuando aún no se ha constituido un par opositivo

presencia/ausencia; la separación del agente materno no puede simbolizarse o

elaborarse derivando en lo real o bruto, en el plano corporal, en la incapacidad del

niño para estar solo, sumergido en la depresión o aburrimiento que puede

manifestar en una apariencia de ser muy sociable y desarrollar una adicción a la

televisión, por ejemplo.

70
Rodulfo, Ricardo. El niño y el significante. Cap. 7 Las tesis sobre el jugar (I): más acá
del juego del carretel. Pág. 136 Ed. PAIDOS 1ª. Edición 1989. México.

104
Fallas en la función materna

En Dos notas sobre el niño, Lacan (1969) establece las distintas posiciones que el

niño puede ocupar con relación a la falta materna. La primera posición es la

Aulagnier (1988) denominan como niño-síntoma, el cual emerge de un conflicto

del lado de los padres; Lacan lo expresa al decir que el síntoma del niño puede

dar respuesta a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. El autor señala

así una verdad que puede ser la verdad de lo que es la pareja en esa familia y con

relación a ese niño. La segunda posición es la de niño como fantasma (así es

como tapa la angustia o llena la falta de la madre) que lo conduce a perpetuarse

como objeto de goce para el otro o encarna la verdad del objeto fantasmático

materno. Cualquiera de estas dos posiciones, se pueden dar si fracasa la

falización, es decir, al no haber con qué hacer un cuerpo unificado; al no haberse

transferido, endosado, el narcisismo del Otro al pequeño otro, el niño pasa a otro

estatuto: al de síntoma u objeto.

Piera Aulagnier (1988) nos dice que lo relevante del lenguaje que trasmite el

portavoz es que le permite al Yo conocer las fuerzas que operan en su espacio; la

ausencia de ese lenguaje equivale a la inadecuada perforación o erogenización de

las partes del cuerpo por parte de la voz que nombra y que genera displacer al

niño. La indiferencia que experimenta el portavoz, al hablar de las funciones de

las zonas erógenas de su cuerpo, también causan falta de integración de los

placeres erógenos, necesaria a su vez para la integración de la imagen unificada de

su cuerpo. Esto, aunado a la falta de apropiación por parte del niño de lo

enunciado que nombra, origina las condiciones necesarias de las que habla el

autor para la potencialidad de la psicosis o la organización de la psique.

105
Fallo en la función paterna

El fallo en la función paterna tiene como resultado que el niño manifieste, en el

menor de los casos, síntomas tales como las fobias, los terrores nocturnos, la

dificultad en el aprendizaje, etctcétera. No obstante, en casos más graves pueden

presentarse las perversiones o las psicosis, ya que el niño está en proceso de

armado de su estructuración psíquica. Debido a la fallos o ausencia de la función

paterna, que tiene como misión ordenar y representar la ley, el niño queda a

merced de los designios de la madre, entrampado en esa relación dual porque el

padre no ejerce su función de separar dicha diada e introducirlo a la dimensión

simbólica. Además, existe otra falla en la función paterna: ser, no el representante,

sino el dueño de la ley, lo que produciría la psicosis.

La problemática de lo que se considera un síntoma en el niño. ¿Todas las

manifestaciones corporales o de conducta son un síntoma?

Tomando en cuenta lo que nos plantean los psicoanalistas en su trabajo en la

clínica con niños, puedo decir que no necesariamente las manifestaciones

corporales o conductas en los niños son un síntoma, ya que no ocasionan angustia

alguna ni para el niño ni para los padres. Entonces, ¿cuándo sí se puede hablar de

síntoma en el niño y cuándo hay angustia? Podemos hablar que hay síntoma en el

niño cuando existe angustia por parte de los padres ante comportamientos o

conductas en el niño que se consideran incompetentes para modificar. También

hay síntoma del niño cuando éste presenta perturbaciones a nivel académico y/o

conductas socialmente no aceptadas, que el mismo niño reconoce como molestas

para él, pero argumenta no saber por qué lo hace, debido a la imposibilidad de

106
comunicar mediante el lenguaje verbal propio de la edad y por envuelto en

tensiones internas; por medio del síntoma manifiesta un conflicto originario de

naturaleza viviente, familiar o conyugal, encubierto y aceptado por sus padres.

¿Para qué le sirve el síntoma al niño? El síntoma es una manera de solicitar ayuda

al no encontrar respuesta a sus preguntas y para constituirse como sujeto

deseante, lo cual entiendo como el ser humano original que se va conformando

con el conjunto de rasgos que le son transferidos, para constituirse como actor de

su propia vida. Al niño, un síntoma le sirve para buscar que alguien lo redefina,

esto es, que le dé un lugar propio; busca ocupar un lugar en el deseo del Otro,

pues de lo contrario no le da sentido y para ocupar ese lugar es primordial que

alguien lo done. Así pues, por medio del síntoma, el niño se resiste a permanecer

en el lugar marcado por los deseos de los padres. En efecto, el síntoma del niño

sería un grito de auxilio para expresar su deseo de soltarse, de separarse del lugar

que le han conferido, para buscar una salida que le permita asumirse como sujeto

deseante. Luego, el síntoma del niño tiene dos caras: como límite y como

manifestación.

¿A quién dirige el niño su síntoma?

El síntoma del niño interroga a los padres, es decir, pone de manifiesto que hay

una problemática familiar que causa precisamente el síntoma, el cual surge por las

vivencias familiares actuales del niño. Sin embargo, los padres no saben qué lugar

se le asigna y en cuál el niño se sitúa con respecto al circuito de deseo. El niño se

enfrenta con el mito de los padres y, al mismo tiempo, aparece como soporte de

este mito que se mueve en un círculo, en el cual lo no dicho expresa un tropiezo,

una tragedia en la pareja de los padres que es percibida por el niño.

107
De este modo, el factor traumatizante no es un acontecimiento fáctico, sino lo que

del mismo han dicho o callado quienes están en el entorno del niño. Con su

síntoma, el niño trata de entender, haciendo un rodeo a través de un fantasma de

castración, la manera en que se sitúa frente al deseo del Otro ¿Qué quiere de mí?,

es la cuestión que plantea el niño por medio de su síntoma a sus padres, quienes

no pudieron sostener la transferencia con su hijo. Vale la pena decir que el

síntoma del niño le compete a la familia, dada la dependencia real del niño. El

síntoma en el niño interactúa según la situación en la que está inmerso en la

dinámica familiar. Sin embargo, hay que destacar que la problemática de la madre

y/o el padre por sí misma no se puede limitar a una causa-efecto con el síntoma,

pues caeríamos en un reduccionismo, en vista de que la constitución del sujeto y

del síntoma son mucho más complejos, pues cada caso es personal, específico y

original.

La función psíquica del síntoma

El psicoanálisis nos enseñó que el síntoma tiene una función psíquica en un sujeto

y que el mismo síntoma tiene distintas significaciones en personas diferentes. De

manera general, podemos decir que el propósito del síntoma en el niño y/o del

niño es la de negarse a permanecer en el lugar que se le ha asignado o que se le ha

colocado, es una llamada de auxilio donde su deseo es soltarse, la búsqueda de

una salida que le permita asumirse como sujeto deseante. Por esto nosotros

dejamos hablar al síntoma que trae un sujeto antes de que desaparezca; dejar

hablar al síntoma es una manera metafórica de decirlo, pues en realidad

escuchamos al sujeto que habla de su síntoma, descubriendo la verdad

108
inconsciente que, de forma paradójica, el síntoma enseña y esconde a la vez. Sin

embargo, algunas veces ocurre que el paciente, ya sea un adulto o un niño, plantea

una demanda que no corresponde a un deseo de saber; sólo quiere que algo

cambie, generalmente la disfunción del síntoma, sin que se modifique nada más.

Frente a esto no conviene obstinarse. Esa es precisamente otra demanda: la de

medicación, orientación, relajación, etcétera. En otras ocasiones, será necesario un

trabajo analítico y el uso combinado de psicofármacos para facilitar al paciente

hablar. En lo que atañe al tratamiento con niños, hay tres principales

características que lo diferencian al de los adultos:

La primera diferencia es que la demanda de tratamiento generalmente la hacen los

padres, por indicación, a su vez, del pediatra, de los profesores, etcétera. Es

posible que por esta condición, el tratamiento de un niño revista una complejidad

especial: la demanda de los padres tiene que ser retomada por el niño, para poder

hacerse cargo de su propio deseo de tratamiento. Esto es lo que evaluamos,

generalmente, en las primeras entrevistas. La segunda diferencia radica en que

hay que valorar la formación clínica que presenta el niño y la medida en que él se

puede hacer cargo de su tratamiento. La Tercera y última característica es precisar

lo que el síntoma del niño significa para los padres y si ellos podrán tolerar el

cambio. Un recorrido por las enseñanzas de Lacan (1955) en sus seminarios sobre

la cuestión del síntoma en el niño, nos muestra de entrada que "en el niño no hay

elaboración del deseo, durante el día tiene ganas de comer cerezas y por la noche

sueña con cerezas. No obstante, Freud no deja de subrayar que, aun en esta etapa

infantil, el deseo del sueño, como el del síntoma, es un deseo sexual. Jamás dará

109
su brazo a torcer”.71 Esta referencia muestra la particularidad de correlacionar el

síntoma del niño con deseo sexual. Pero entonces, ¿qué sucede si pensamos en la

cantidad de pedidos, en la práctica con niños relacionados, directa o

indirectamente, a temas de aprendizaje, o dicho de una manera más general, a la

educación? Esto es una temática que nos presenta la relación entre la familia y lo

social. Es decir, situando el tema en la escuela, recordemos que Freud la ubicaba

en concordancia con un punto crítico del desarrollo del niño. Hay dos textos en

Freud que, a pesar de no ser extensos, ejemplifican de manera notoria su posición

al respecto: Contribuciones para un debate sobre el suicidio (1910) y Sobre la

psicología del colegial (1914). En el desarrollo de la infancia, la escuela implica el

pasaje para el niño de la familia a la sociedad, como instrumento de transmisión

cultural e ideológica. Por lo tanto, la escuela es un lugar en la vida que trata con

seres particulares, pero desde una serie de elementos que hacen que lo traumático

se subsuma en un “vale para todos” (normas); Cuando esto no cuadra, se recurre

al tratamiento particular que restablezca al niño en las coordenadas de intercambio

o lo aísle definitivamente de las mismas en instituciones especiales. Es decir que

el problema que situamos en este campo de interés para el psicoanálisis es el del

fracaso escolar, tratando de dilucidar si todo fracaso es un síntoma para el niño.

La primera respuesta del sentido común es que ello depende del niño. Pero esta

particularidad tiene una correlación necesaria en el “depende quién lo escuche” y

desde dónde se escuche; si quien lo escucha pone en tela de juicio la capacidad

del que enseña o si se lo escucha cuestionando la capacidad del niño. Por su parte,

el punto de vista del psicoanálisis es una alternativa, en tanto pone en juego la

relación entre el fracaso escolar y la sexualidad infantil. La cuestión es si el

71
Lacan, Jacques. Seminario 2 El yo en la teoría de Freud. Clase 18. El deseo, la vida y la muerte.
19 de Mayo de 1955. C.D. Infobase.

110
fracaso tiene o no un estatuto de síntoma para el sujeto, porque de hecho puede ser

lo contrario, en el sentido de que un emergente considerando un fracaso, sea

justamente el punto que sostiene un ideal para el niño. En síntesis, si el fracaso

escolar está relacionado con la sexualidad infantil, en la medida en que se lo

investiga por los valores del docente o por el lado del niño en cuanto a problemas

de conocimiento, se ignora el saber sobre la sexualidad infantil y lo que desde ella

se genera. Se ve claramente en la simple observación de niños que, si no aparece

un conflicto, el niño incorpora su saber sobre la sexualidad al intercambio con los

otros. Ahora bien, subrayábamos que esto sucede ante la aparición de una

dificultad y que depende de cómo y desde dónde se lo escuche; pensar que todo

trastorno, que todo fracaso en el niño, molesta al sujeto, es situarse en una

perspectiva pedagógica.

Hay fracasos que para un niño tienen un valor positivo, pensemos en una amplia

gama que tiene que ver con sus identificaciones ideales. Las identificaciones

ideales del sujeto condicionan en parte sus victorias y sus fracasos. Cuando un

fracaso está ligado al Ideal del Yo, el niño puede decir de la boca para afuera que

está contrariado, pero en tanto sujeto se sostiene allí. Este rodeo nos permite

formular que todo depende de quién lo escuche, lo que a su vez indica, entre otras

cuestiones, qué estatuto tiene el síntoma.

¿Qué lugar ocupa ese niño en la constelación familiar?

Sabemos que el niño, por su parte, está tramitando la incorporación de esos Otros

reales de los que depende. Sabemos también que en este proceso de

incorporación, el niño va recibiendo marcas simbólicas e imaginarias, así como

111
goces actuales a los cuales irá dando diferentes respuestas. Si forman parte

constitutiva de la problemática infantil, sería necio no escuchar a los padres al

inicio y, a veces, durante el transcurso del análisis con los niños. Al respecto,

Arminda Aberasturi (año) decía que a los padres se los echa por la puerta y

reaparecen por la ventana; chiste a ser leído como un acting de los padres para

pedir un lugar: no alcanzaba con la anamnesis standard inicial. Los niños están en

proceso de armado de su estructuración psíquica, están llevando a cabo por cuenta

propia la escrituración de la falta en el Otro y dando respuestas, sintomáticas a

veces, del modo y lugar en que se ubican con relación a esa falta. Si de lugar se

trata, se habla de situar el significante en el discurso. Si el inconsciente es

estructurado como un lenguaje, la consulta de unos padres nos obliga a escuchar

su discurso sólo desde sus leyes, es decir que tratamos con diferentes personas.

Pero esa no es nuestra preocupación, sino aquella que permite situar el

significante en el cual se aliena el sujeto en su incesante demanda pulsional. Es así

como nos enfrentamos a la cuestión de diferenciar el pedido de los padres, en

cuanto a la resolución del síntoma, de la demanda que el mismo niño puede

articular respecto a su singular deseo. Recordemos aquello que Lacan nos dice

con relación al deseo del niño: este aparece mediado por la palabra de los padres

y, si bien en todo sujeto el deseo es deseo del Otro, ya de entrada en el niño se

manifiesta con más peso porque en su misma constitución se halla doblemente

alienado. Por un lado, si el niño ocupa un lugar ya antes de su nacimiento es sólo

en el discurso parental, por otro, sus necesidades sólo serán vehiculizadas a través

del lenguaje, desde donde se articulará toda demanda posible. Freud reconoce la

característica de ese momento en que el niño dota a sus padres de la posibilidad de

conocer sus pensamientos, ya que ellos se forman en la palabra del Otro. Si en el

112
niño, como en todo sujeto, la interrogación sobre su deseo es pregunta por el

deseo del Otro, la respuesta posible remite a lo inarticulable del deseo. Si esta

alienación en el niño se ve facilitada por el lugar que le es propuesto por el deseo

paterno, el riesgo para el analista de niños es proveer satisfacción, allí donde su

abstención posibilitaría al sujeto la emergencia de una vía de superación de lo

engañoso de la demanda hacia el deseo. Lo antedicho confluye para acentuar

nuevamente la importancia de determinar en la consulta ¿quién demanda cuando

de un niño se trata? Si no resolvemos la problemática anteriormente expuesta,

aduciendo que el niño no es capaz de conciencia de enfermedad, al iniciar un

tratamiento por solicitud paterna sólo nos proponemos crear artificialmente un

padecimiento que permita sentar las bases de una dependencia terapéutica. Si

tampoco creemos que en todos los casos la transferencia esté instalada desde “el

vamos”, en cuanto el niño hace síntoma y lo padece, debemos situar la

particularidad y con ella las diversas alternativas en que nos ubica nuestra

práctica. Así quizá, por el camino de nuestra experiencia que nos informa que no

siempre una consulta de los padres por su hijo concluye en una indicación de

análisis para el niño, sino que abre la cuestión a diversas posibilidades, podamos

andar algunos pasos en el intento de tematizar la controvertida situación que se

plantea al enfrentarnos con la consulta primera de unos padres. Como tales, ellos

se sitúan en su llamado; digamos que hablan por alguien: ¿en lugar de?, ¿por él?,

¿por el niño?, ¿el niño de sus padres que los convocaría al propio lugar de hijos?,

¿por su hijo? Los padres hablan, piden, consultan.

Entonces pues, como primera cuestión particular del análisis de un niño es que es

otro quien solicita la hora. En tanto es otro el que habla en ellos, no se trata de otra

113
persona o sólo de eso, sino más bien de cada padre que en su discurso dice más de

lo que viene a decir, preocupado por las vicisitudes que atraviesa su hijo. Pensar

el discurso de los padres más allá de lo dicho, nos envía a considerar la

importancia de no otorgar concesiones a la tentación narcisista que se ofrece al

analista de ocupar un lugar ideal, no sólo para el paciente, sino también para los

padres. Ellos reclaman en un registro una pronta indicación, una receta que alivie

su ignorancia frente al síntoma que los cuestiona en su lugar de padres. Si el

analista cree poseer ese remedio, obtura la posibilidad de reconocer la diferencia

entre la demanda articulada en el enunciado y lo que de su deseo se articula en

ella. Hasta aquí nuestro desarrollo estuvo centrado esencialmente en ese discurso

parental interpuesto. Pero creemos necesario rescatar el lugar del niño como

sujeto posible de un análisis que, como todo sujeto, se presenta soportando el

peso de un significante que lo aliena (y que en el campo del análisis se posibilitará

su emergencia). Si bien el sujeto, el niño, deberá atravesar el momento propio de

cualquier análisis, no podemos desconocer que su discurso se inscribe en dibujos,

juegos, actos y palabras, ofrecidos a la escucha del analista. Él está ahí como

presencia que convoca a hablar, mientras que el paciente habla “para él”, sueña,

hace poesía, nombra la falta, cita al vacío.

El analista se constituye así en testigo de las exaltaciones, en confidente de los

secretos, en un espejo que devuelve al paciente la imagen invertida; en mirada

también devuelta, en oído, en escriba que registra las texturas de la historia

contada y de las redes simbólicas de las que pende el sujeto, de las imagos, del

texto del cuerpo donde la palabra opera como una composición. Los analistas

somos ofrecidos como una estructuración significante, más allá de toda analogía

114
posible a la que nos llevaría quedar encerrados en la interpretación de meros

significados.

El discurso de los padres: síntoma del niño

Cuando los padres llevan a su hijo al consultorio comienza el discurso sobre lo

angustiados que se encuentran ante el síntoma que presenta su hijo. ¿Quién

demanda esa atención, los padres a través de su discurso o el niño a través de su

síntoma?. Si es este último, ¿a quién demanda ser escuchado, a sus padres o al

analista?, ¿qué mensaje trata de dirigir por medio de su síntoma?, ¿O será que a

través de su síntoma hablan sus padres? El discurso que se expresa en una

sesión, involucra a los padres, al niño y al analista en un discurso colectivo que se

ha constituido en torno al síntoma que el niño presenta. Por lo tanto, es prioritaria

la escucha al niño, sin ignorar que una demanda se ha articulado y sólo un deseo

puede sostenerla. A través de los años, la experiencia clínica de varios teóricos ha

favorecido al psicoanálisis con niños. Aún no he logrado determinar qué propicia

en realidad ese desarrollo, si la teoría a la práctica, o la práctica a la teoría: lo

único que no es posible poner en tela de juicio es su inseparable relación.

En este ámbito, frecuentemente nos cuestionamos qué relación hay entre el

discurso de los padres y el síntoma del niño. Pueden existir muchas respuestas de

forma singular en los analistas. A continuación me permito exponer algunos

fragmentos de un caso clínico que ofrece una de las respuestas al tema de esta

investigación. El caso fue atendido en CAPEP (Centro de Atención

Psicopedagógica de Educación Preescolar). La mayor parte de la información fue

proporcionada por la madre.

115
Karen, edad 5 años, 5 meses, segunda de dos hijas. La hija menor es remitida por

la educadora del Jardín de Niños, debido a que se resiste a ir al mismo y no quiere

comer. Hace dos meses su padre salió de casa a trabajar y se fue a Estados

Unidos, argumentando que regresaría en el transcurso de una semana, ya que sólo

iba a visitar a un tío y a comprarle una muñeca a Karen. La madre apoyó la

mentira del padre. A partir de la ausencia del padre, la niña duerme con la mamá.

“Karen lo extraña mucho”, dice la madre. El sueño de Karen comenzó a

manifestarse intranquilo, con dificultad para conciliarlo; despierta angustiada y

llorando porque sueña que su padre ha muerto. Además, la niña presenta anorexia.

Mannoni (1994) nos dice que “todos los grados de perturbación (…) se originan,

en forma notoria, en la falta de una presencia sensata a una edad temprana, en la

ausencia de una situación triangular socialmente sana o en la falta de aclaraciones

verbales a preguntas explícitas o implícitas del niño; este encuentra tardíamente la

respuesta en un acontecimiento traumático, que no comprende, y que lo trastorna

completa o parcialmente, porque, al no habérselo explicado a tiempo, se siente

abrumado por él”.72 La madre comenta a la educadora de preescolar de Karen su

preocupación por el estado en que se encuentra la niña y, como hemos dicho, ella

la canaliza a CAPEP, donde es atendida en el área de Psicología. La madre frente

a Karen habla por teléfono al padre: “todo está bien, sólo que Karen tiene

problemas desde que tú te fuiste y ha sido canalizada con una psicóloga para que

le ayude“. A los 15 días de la primera entrevista, llega el padre a casa entregando

la muñeca prometida a su hija. Karen pregunta al padre si se va a ir otra vez. Él

72
Maud, Mannoni. La primera entrevista con el psicoanalista. (1994). Pág. 18. Gedisa 6ª.
Barcelona.

116
juega con su angustia, advierte a la niña que puede regresar algún día a Estados

Unidos, a pesar de haber tomado la decisión de no partir por segunda vez. La

estructura del sueño se modifica: Karen sueña que su muñeca desaparece y el

papá se ha ido, despierta con sobresalto”. Siguiendo nuevamente a Mannoni

(1994), sabemos que "esta distorsión o desviación de su intuición natural por

modelos no referidos en forma adecuada tanto a la ley natural como a la ley

dictada, da lugar a relaciones simbólicas alteradas.”73.

Durante las dos primeras sesiones, Karen llega al consultorio, se sienta y juega

durante todo el tiempo con un memorama; alternando con material de

construcción, me mira buscando aprobación ante cualquier actividad que realiza

sin hablar. En la tercera sesión, al entrar al consultorio, Karen dice: “mi papá se va

a ir otra vez al Norte y nos vamos a quedar solas, pero mi mamá dice que cuando

regrese lo vamos a colgar para que ya no se vaya”. Cito a los padres para escuchar

el discurso de él: “ya no pienso regresar a Estados Unidos. Estoy decidido, sólo

juego bromeando con Karen y le digo que tal vez algún día me vaya. Le pregunto:

“¿cómo podría entonces Karen adivinar que sólo es un juego y dejar de soñar que

usted se va despertando angustiada? Por eso la trajeron aquí. Me responde: “yo no

creí que le hiciera daño, sólo es un juego”. Como dice Mannoni: “A través del

Otro, la entrevista con el psicoanalista es un encuentro con su propia mentira. El

niño presenta esta mentira en su síntoma. Lo que daña al niño no es tanto la

situación real como todo lo que no es dicho”.74

73
Idem. Págs. 18 y 19.
74
Idem. Pág. 129

117
Cuestiono sobre la relación familiar y el padre contesta: “yo dejo que Karen

juegue, que haga lo que quiera, es una niña. Pero su mamá es muy exigente con

ella, siempre está detrás de ella, la quiere ver toda la tarde haciendo tarea. Mi

esposa siempre está ocupada y preocupada en otras cosas, nunca acepta salir a

pasear porque es pérdida de tiempo, discutimos frecuentemente por eso”. La

madre sonríe con gesto de aceptación. “Son frecuentes los casos en que, so

pretexto de un síntoma ubicado en el niño, uno de los padres, los dos, encuentran

la única manera de pedir ayuda para ellos mismos”75

En la siguiente sesión, Karen parece diferente: llega directamente a tomar los

juguetes y sonríe. ”Pareces estar muy contenta hoy”, le digo. “sí, estoy contenta

porque mi papá ha regresado del Norte“, contesta. Las posteriores sesiones,

Karen comienza a hablar, platicando de su escuela, de su casa, de sus juegos,

sonríe constantemente y se comporta como una niña en verdad. Le comunico a la

madre que Karen será dada de alta en la siguiente sesión y sugiero terapia para los

padres.

Karen llega a la siguiente sesión con un dije de piedra tallada en forma de mano

puesto. Me lo muestra: “Mira, mi mamá me compró este dije de manita en

Querétaro para que pueda dormir. Pero, ¿sabes en verdad para qué es? Es para

que no tenga malos pensamientos, ya no quiero esta cabeza que piensa que mi

mamá se va a hacer viejita y se va a morir. Esta manita me ayuda a no pensar eso.

Quiero que me cambien esta cabeza y me pongan otra que no piense en eso. Mi

mamá también se compró una [de color] rosita para la migraña y a mi hermana [le

75
Dinerstein, Aída. ¿Qué se juega en psicoanálisis de niños? (1990) Págs. 108 y 109. Lugar
editorial. Buenos Aires.

118
compró] uno azul para el estudio“. “¿Por qué habrían de cambiarte la cabeza? Me

imagino que quien desea cambiar su cabeza es tu mamá, ya que la migraña debe

ser un dolor muy fuerte que ella tiene“, le contesto. “Un psicoanalista sólo puede

ofrecer un trabajo de escucha e interrogación. Un trabajo gracias al cual se

despliegue lo que de saber, inconsciente, hay en los síntomas"76

En entrevista, la madre de la paciente me dijo: “Karen comenzó a preguntar

cuándo me voy a morir. El escuchar su insistencia, le dije a mi esposo que ya no

la podrá dar usted de alta; ahora que piensa tanto en la muerte, será necesario

que siga asistiendo a sus terapias. El padre abrió un negocio propio, una

cervecería, hace tres semanas me di cuenta que tiene mujeres trabajando ahí y

me enoje con él“. “¿Entonces es necesario que continúe Karen viniendo porque

ustedes se han separado otra vez?”, le pregunto. “No, es que ella piensa y

pregunta cosas que antes no hacía”, contesta.

Lacan en el seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud” dice que “tampoco debe

sorprendernos que ciertas interpretaciones, que suelen llamarse interpretaciones

de contenido, no sean simbolizadas por el sujeto. Se manifiestan en una etapa en

que no pueden revelarle en grado alguno cuál es su situación en ese dominio

interdicto que es su inconsciente, pues se encuentra aún en el plano de la negación

o en el plano de la negación de la negación. Algo aún no ha sido franqueado: algo

que justamente está más allá del discurso, que necesita un salto en el discurso”77

En el caso que nos ocupa, lo anterior se ejemplifica en el siguiente diálogo: “por

ejemplo, el fin de semana fuimos al circo y Karen me preguntó si los que trabajan

76
Idem. Pág. 108
77
Lacan, Jacques. Seminario 1. Los escritos técnicos de Freud. C. D. Infobase.

119
ahí son felices. Les dan de comer, le contesté y la niña dijo que no sólo con la

comida son felices, los golpean y yo creo que están en el lugar que no quieren

estar“. La madre no tuvo respuesta.

Karen no trae su amuleto a la siguiente sesión y dice que lo dejó en su casa porque

no es tan importante. La sesión posterior, Karen no quiere entrar al consultorio.

“Me interesa saber por qué no quieres entrar”, le digo, “pasa, vamos a platicar”.

Al entrar, la niña se sienta frente a mí y dice: “hace algunos días, tú me dijiste que

ya no tenía que venir y ahora otra vez mi mamá me trae como loquita, por eso ya

no quiero venir aquí”. “¿Como loquita?”, pregunto. “Sí, me peina rápido, me jala,

me grita, me trae corriendo, hasta me deja atrás en la banqueta”.”Es cierto, te trae

como loquita. Yo pienso que ya no es necesario que vengas si no quieres”. Invito

a la madre a entrar al consultorio. Karen toma los juguetes y me dirijo a la madre:

“Señora, Karen está dada de alta” y luego le digo a la niña: “Karen, si tú necesitas

platicar conmigo puedes venir, sólo si tú así lo deseas”. Karen sonríe. Me vuelvo a

dirigir a la madre: “Señora, ya no es necesario traer a Karen, pero sí es necesario

que su esposo y usted soliciten una cita para asistir a sesiones con la psicóloga que

atiende a padres“, “sí, ya lo había pensado, desde la última vez que platicamos”,

contesta ella. Hasta la fecha, ambos padres asisten a sesión una vez por semana y

Karen no ha regresado al consultorio.

Análisis breve del caso

A través del lenguaje, se ha transmitido a Karen una mentira por parte de los

padres. Ella ha simbolizado la ausencia del padre como su muerte; si él no regresó

en el tiempo que le prometió, la niña registró una pérdida total, teme que el padre

120
no regrese, pero más teme quedar en el lugar que la toma la madre: como su

objeto de deseo, negándola como sujeto deseante con posibilidad de articular su

propio deseo. Por medio de la anorexia, la niña se niega a “tragar” la mentira. Sin

embargo, no puede escapar del discurso de la madre: “Karen tiene problemas,

necesita ayuda”. Para la niña, el suceso real del regreso del padre no modifica el

registro simbólico: El padre no está, porque él no le dijo que había regresado para

quedarse, sino para volver a ausentarse. El padre no está porque la madre no lo

mira. En el discurso materno no hay un lugar para la palabra del padre, no permite

la inscripción de la metáfora paterna, no permite la inclusión del nombre del

padre. Es una madre que no es capaz de escuchar la demanda de su esposo, no

necesita hablar con él, ya que Karen habla por ella a través de su síntoma. Karen

demanda la presencia del padre, teme caer en complicidad con su madre, quedar

atrapada por ella y renunciar a su padre: “Lo vamos a colgar (a matar)”, le ha

dicho la madre. Sólo necesitó de él una palabra para destituir el registro

simbólico: la ausencia del padre en su presencia, esa ausencia que el padre le

significó en palabras. Karen llega a la siguiente sesión con un dije. La madre, en

su fantasma, no soporta que su hija mire al padre y recurre a recordarle el

mandato, como el discurso del amo-: “dije que tienes problemas y necesitas

ayuda”. Pero Karen ya no está dispuesta a ser objeto de la madre: ahora ella la

engaña con cumplir su demanda, hace creer que sigue siendo parte de su discurso

y, a la vez, le da muerte, ya que será la única forma imaginaria de evitar que la

vuelva a alejar del padre.

La niña logra simbolizar su propio discurso, enfrentar a la madre y renunciar al

lugar en que la había colocado: “creo que están en el lugar que no quieren estar”.

Por si no fuera suficiente, Karen nombra ese lugar con la palabra precisa: “como

121
loquita” y lo hace en con dos connotaciones: 1. “Me ha puesto una máscara, una

imagen falsa por medio de la cual necesita hablar mi mamá” y 2. “Como lo-quita,

como quita al padre, pues no lo necesita, ya que me ha tomado a mí. Me ... me ...

me ... me ha tomado para ella”.

122
IV. CONCLUSIONES

¿Cuál es el significado real del síntoma en el niño?

Con respecto a lo que este trabajo ha venido a presentar para responder la anterior

pregunta, sabemos que en el caso del niño que expone ciertas fallas o manifiesta

un tropiezo en su devenir como sujeto deseante, desencadena, a través de su

cuerpo físico o su actuar, la propia formación del síntoma. También hemos dicho

que, al hablar de un ser en plena constitución de su existencia y en la búsqueda de

cierta ubicación otorgada en este mundo, el niño se enfrenta con la complejidad

del entramado de los mitos de los padres. Esto se suma a la dificultad anterior

acerca de la constitución de su propio cuerpo, lo que lleva a valerse de los

significantes, transmitidos por los primeros agentes (materno y paterno) en los tres

registros: el imaginario, el simbólico y el real, que el niño utiliza para hallar y al

mismo tiempo crear un espacio íntimo.

A la formación del síntoma por medio de su cuerpo fáctico, el niño solicita ayuda

para ubicarse en otro orden de significantes que lo lleven, de la imposibilidad a la

posibilidad de otras vías para crear su propia neurosis, a partir de la neurosis de

transferencia con sus padres. Sin embargo, esto se ve truncado por la falla en la

relación edípica, por lo que solicita por medio del síntoma pasar de ser sujeto

parcial a total, del que se habla a que él pueda estructurarse como sujeto hablante.

Es decir, la capacidad con que nace el cachorro humano de no quedarse

123
entrampado en la red de significantes que están en juego en su entorno; gracias a

la combinación de pulsiones de vida y de muerte con el que nace él, también juega

un papel activo para que, a pesar de las vicisitudes con las que se encuentre, vaya

generando sus propias condiciones para transitar por la vida. Es por esto que el

síntoma le sirve como prótesis para hacerse oír y poder pasar a otra cosa. Al decir

significado real, lo hago como una manera de expresar que el síntoma que

manifiesta el niño en su cuerpo tiene dos caras: la primera sería expresar una

demanda dirigida a los padres, así como mostrar que existe una verdad oculta,

mientras que la segunda sería interpelar para que cada uno de los agentes, materno

y paterno, se hagan cargo de las funciones que les corresponden, ya sea para poner

límites o para la separación optima y asumirse como sujeto deseante. Sin

embargo, lo complejo es encontrar los significantes y el sentido que para cada

sujeto tiene el síntoma, pues esto depende de su historia personal, especial y única

en cada caso.

Dado entonces lo anterior, retomamos como respuesta lo expuesto por Lacan,

acerca de que “el síntoma es el efecto de lo simbólico en lo real”. Nos queda así

como conclusión que el significado real del síntoma en el niño no es más que la

forma como su naturaleza humana le permite expresar su cuestionamiento sobre

qué es lo que los padres esperan de él. Esta una presentación privilegiada de la

verdad que escapa, irrumpe y molesta, pero que aparece como lo oculto, lo

enmascarado que remite a un discurso perdido en su historia corporal y familiar.

Aquí debe entenderse la historia como el encuentro del pasado y el futuro, en el

presentarse, releer y reinscribir, a partir de ellas, su propia historia, sin olvidar

que el mundo y los otros no se encuentran fuera de él, sino en un “adentro-

124
afuera”. Así, el niño se va a constituir como sujeto intrincado con el otro, pero al

fallar este fin y ser ubicado como sujeto hablado u omitido, busca por medio de su

síntoma liberar el discurso olvidado y lograr la libertad originaria que es la del

Dasein que es Mitdasein, es decir, la del sujeto que incluye al otro y el

reconocimiento de la falta, para saber que no se posee la completud.

125
V. BIBLIOGRAFÍA

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Buenos Aires.

17.- Freud, Sigmund.(1916-17) Los caminos de la formación del


síntoma”
Vol. XVI Conferencia 23ª,
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

18.- Freud, Sigmund. (1925-26) Presentación autobiográfica.


Vol. XX
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

19.- Freud, Sigmund. (1886-99) Manuscrito N Vol. I.


Editores Amorrortu ,
Buenos Aires.

20.- Freud, Sigmund. (1897) Manuscrito L. Arquitectura de la


histeria. Vol. I
Editores Amorrortu,

127
Buenos Aires.

21.- Freud, Sigmund. (1897) Manuscrito M Vol. I.


Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

22.- Freud, Sigmund. (1893-95) Estudios sobre la histeria. Vol. II


Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

23.- Freud, Sigmund. (1908) Fantasías histéricas y su relación con la


bisexualidad.Vol. IX
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

24.- Freud, Sigmund. (1916-17) La angustia.Vol. XVI Conferencia 25ª.


Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

25.- Freud, Sigmund. (1916) Las conferencias de introducción al


psicoanálisis. Conferencia 25ª,
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

26.- Freud, Sigmund. ((1925-26) Inhibición, síntoma y angustia. Vol. XX


Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

27.- Freud, Sigmund. (1932-36) Angustia y vida pulsional.Vol. XXII


Conferencia 32
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

28.- Freud, Sigmund. (1916-17) El estado neurótico común. Vol. XVI


Conferencia 24ª,
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

29.- Freud, Sigmund. (1917-19) Complemento desde el tiempo


primordial. Vol. XVII
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

30.- Freud, Sigmund. (1909) La epicrisis. Vol. X


Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

31.- Freud, Sigmund.(1914) Sobre la psicología del colegial. Vol.

128
XIII
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

32.- Freud, Sigmund.(1920-22) “Más allá del principio del placer y


otras obras”. En Psicología de las masas
y análisis del yo. La identificación.
Vol. XVIII
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

33.- Freud, Sigmund. (1914) Introducción al Narcisismo.


Vol. XIV
Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

34.- Freud, Sigmund. (1910) Introducción al Narcisismo. Vol. XI


Contribuciones para un debate sobre el
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Editores Amorrortu,
Buenos Aires.

35.- Klein, Melanie. (1966) Psicoanálisis, desarrollo temprano.


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36.- Lacan, Jacques. (1962) La identificación. Seminario Oral,


Libro 9
Edit. Paidos,
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37.- Lacan, Jacques. (1996) La relación de objeto, Clase 12, Del


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Edit. Paidos,
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38.- Lacan, Jacques. (1985) Las psicosis, Clase 25, El falo y el


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Edit. Paidós,
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El Estudio del espejo como formador de
39.- Lacan, Jacques. (1987) la función del yo (je) tal como se nos
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Edit. Siglo XXI,
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Problemas cruciales para el


40.- Lacan, Jacques. (1965) psicoanálisis Seminario 12.
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41.- Lacan, Jacques. (1956) Subversión del sujeto y dialéctica del
deseo en el inconsciente freudiano.
C.D. Infobase.

42.- Lacan, Jacques. (1963) La angustia. Seminario 10,


C.D. Infobase.

43.- Lacan, Jacques. (1955) El yo en la teoría de Freud. El deseo, la


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46.- Lacan, Jacques. (1989) Acerca de la causalidad psíquica. Los


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55.- Strachey, James Los términos epistémicos “Obras


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56.- Tamayo, Luis. (2001) “Del síntoma al acto”. Reflexiones


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