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Taller: seminario empirismo.

Docente: Oscar Eduardo Ocampo Ortiz

Estudiante: Kevin Adrián Correa

Fecha: 23/03/2017

1) Explicar la identidad y como se desarrolla la identidad en el hombre.

La identidad es lo que permite hacer una diferenciación de todas las cosas, aquello que
distingue los atributos propios de cada cosa. La identidad nos entrega a la cosa en sí, y si bien
puede compararse con otras, no puede ser la misma que otras. Locke retoma el principio de
impenetrabilidad como uno de los fundamentos de la identidad. Una cosa no puede ocupar
el mismo lugar que otra, sino que se excluyen entre sí. Tampoco pueden tener el mismo
comienzo u origen, ni existir en el mismo instante, ya que esto implicaría una igualdad, y
parece ser claro que es imposible ver dos seres que sean el mismo, y que existan en el mismo
lugar e instante.

Aquí entra, entonces, la duda en cuanto a la similitud de las especies. Es obvio que una misma
especie presenta las mismas características, sin embargo, no pueden haber dos miembros de
la especie totalmente iguales, ya que cada uno presenta un origen diferente en el tiempo y, a
su vez, una serie de accidentes diversos, por lo que es imposible que sean iguale. Hay,
básicamente, una exclusión entre la misma especie, y si no fuese así, sería ridículo pensar en
nombres y nociones de identidad, pues serían en vano.

Por otro lado, no tiene sentido pensar en dos cuerpos que puedan ocupar un mismo espacio
y existir en el mismo instante, ya que eso implicaría ocupar la misma porción de materia; por
lo tanto, resultaría ser un mismo y único cuerpo.

En cuanto a la identidad del hombre, Locke afirma su constitución a partir de ciertas


partículas de materia unidas al mismo cuerpo, que conforman un ente adecuadamente
organizado. Este cuerpo, por todo lo ya mencionado, tendrá dificultades para ser varios
cuerpos a la vez o el mismo que otro, como también para ser varios hombres, de lo que sigue
que Sócrates, Pilatos y San Agustín no pueden ser el mismo hombre. Ahora, si bien un solo
cuerpo no puede ser varios cuerpos, ni otros cuerpos pueden ocupar su lugar, es precisamente
esta participación en una especie lo que conforma la identidad del hombre. El hombre
comparte similitudes con otros miembros de su especie, además no puede identificarse o
nacer de especies animales. Ya en cuanto a la formación de identidad particular, el alma es
la que diferencia a un hombre de otro, encerrando las cualidades y, en general, el carácter de
cada uno.

2) Explicar y desarrollar el concepto de la substancia pensante de Descartes.

Se hace evidente, para todo aquel que ha tenido un acercamiento a la filosofía cartesiana, que
la duda impera sobre cualquier consideración que se haga de la realidad. Ante esta cuestión,
Descartes considera que es él el que duda, y si duda, piensa, por lo tanto, es necesario que él
sea. De ahí se desprende la certeza del Cogito, como la única razón que el francés tiene para
considerar su existencia, pues en tanto que piensa, debe ser necesariamente algo. Y es esto
de lo único que tendrá certeza, pues puede dudar de todo lo que ve y percibe con los sentidos.

Se sigue entonces el asentimiento a la premisa Cogito ergo sum (pienso, luego soy) como el
primer fundamento para la filosofía cartesiana. Sin embargo, una vez se tiene certeza del
cogito, entra la cuestión por la naturaleza del ente que piensa. Descartes es consciente de que
piensa, pero entonces se pregunta qué es él. Es aquí, entonces, donde se da una transición del
cogito a la res cogitans. Descartes solo puede considerar que es una cosa que piensa, una
substancia pensante, en tanto que no puede tener certeza de su composición material, sino
sólo de su actividad pensante; y tal atributo, el de pensar, debe provenir de algún ente, pues
no parece lógico aceptar un pensamiento proveniente de la nada, ya que esta carece de
cualquier atributo. Por lo tanto, el francés está obligado a considerar el yo, necesariamente,
como una cosa o substancia pensante; él es una substancia pensante.

Ahora, el yo que piensa, como se ve en el texto de Frondizi, se considera como una substancia
inmaterial, propiamente consciente de su existencia y actividad en tanto que piensa. Esta
cuestión substancialista parece referirse al yo como conciencia, en tanto que es consciente
de la duda y su existencia dependiente del pensamiento. Esta cuestión, entonces, deriva en
que el hombre es una substancia, y la existencia de tal substancia solo se puede afirmar en
tanto que piensa.
3) ¿Qué es una idea innata y cuáles son las razones que expone John Locke para mostrar
que dichas ideas no existen? Mencionar y desarrollar dos de los argumentos más
importantes en contra de las ideas innatas.

Locke, en el capítulo II del ensayo sobre el entendimiento humano, comienza haciendo una
crítica a las ideas innatas, asegurando que, como se ve en la primera línea del capítulo, “la
manera en que adquirimos cualquier conocimiento basta para probar que no es innato.” Pero,
¿qué son estas ideas innatas? Locke las describe como ciertas impresiones puestas en la
mente del hombre, que recibe “en su primer ser” y que viene al mundo con ellas. En otras
palabras, las ideas innatas son impresiones que, supuestamente, están en el alma del hombre
y que no se adquieren con la sensación.

A lo largo del capítulo ya mencionado, Locke intentará exponer una serie de argumento como
prueba para refutar la existencia de las ideas innatas. A continuación veremos dos de los
argumentos más contundentes en esta negación de las ideas innatas.

El primer postulado a favor de las ideas innatas, es aquel que habla de un asentimiento
universal de ciertas premisas que, supuestamente, están impresas en el alma. Una de las
premisas que Locke más va a referir en el texto es la siguiente: “lo que es, es y es imposible
que la misma cosa sea y no sea” Ahora bien, si esta máxima, en tanto que es innata, tiene un
asentimiento universal, todo hombre debe conocerla y asentir a ella. Sin embargo, ese asenso
universal se ve caído en el momento en que no todos los hombres conocen y asienten a tal
premisa. Por ejemplo, ni los niños ni los idiotas parecen poder entender este tipo de máxima,
por lo que no podrán asentir a ella.

Los que defienden las ideas innatas saldrán a argumentar a favor del ascenso universal
diciendo que esas máximas están impresas en la mente, pero que, si el niño no ha llegado a
uso de razón, no podrá acceder a ellas; el ejercicio de la razón será, entonces, la condición
para acceder y asentir a tales premisas innatas. Sin embargo, Locke asegura que este
argumento no prueba que tales máximas sean innatas, puesto que si están presentes en la
mente del niño, pero esta no las percibe, entonces ¿cómo puede asegurar que están ahí? Si es
verdad que esas máximas están en la mente del niño y del idiota, entonces es necesario que
las perciban y, a su vez, asientan a ellas. Pero parece ser evidente que ninguno, tanto el niño
y el idiota, puede asentir a ellas; es más, ni las conocen y, si las escuchan, tampoco pueden
asentir a ellas en tanto que son ideas complejas y abstractas.

El siguiente argumento parece ser fundamental en el discurso de John Locke. En el parágrafo


ocho dentro del capítulo dos del libro primero, se expresa una universalización de todo el
constructo del conocimiento, reduciéndolo única y exclusivamente a ideas innatas. Locke
considera que aceptar el uso de razón como condición para el ascenso a las máximas innatas
implica esto:

que todas las verdades que la razón nos puede descubrir con certeza y hacernos asentir
firmemente a ellas, serán verdades naturalmente impresas en la mente, puesto que ese
universal ascenso, que según se dice es lo que particulariza, no pasa de significar esto:
que, por el uso de razón, somos capaces de llegar a un conocimiento cierto de ellas y
asentir a ellas; y a esta cuenta, no habrá diferencia alguna entre las máximas de los
matemáticos y los teoremas que deducen de ellas (Locke, 1990, pág 25)

Si con la razón, entonces, se pueden conocer esas máximas o premisas innatas, no se podrá
hacer una diferenciación entre cuáles son los conocimientos innatos y cuáles no, puesto que
se asentirá a cada verdad en tanto que se tenga certeza de ella; y si ese máximas que gozan
de asentimiento universal y los conocimientos de la sensación son ambos verdaderos, es claro
que no se podrá hacer una distinción de cual es innato y cual no; al menos, no parece que sea
facultad de la razón hacer una distinción. Además, una vez el niño llega a uso de razón,
¿cómo puede asegurar que esa máxima que ahora escucha, la cual es verdadera, estaba
impresa en su mente? Y, para complementar esto, Locke asegura que una vez el niño llega a
uso de razón, no conoce inmediatamente esas máximas, sino que necesita de tiempo para
llegar a conocer el significado de los términos en que se emplean esas máximas – lo que
mostraría que también esos términos son innatos – y como el proceso de cada hombre es
diferente, se podría afirmar que se puede llegar a esas máximas en cualquier momento
posterior al empleo de la razón y no inmediatamente se llega este.

4) ¿Qué es una idea para John Locke y cuál es el origen de las ideas?

Locke considera las ideas como el objeto y material del acto de pensar; en otras palabras, las
ideas son el recurso por el cual la mente puede hacer consideraciones y conocer el mundo.
Pero, ¿de dónde adquiere la mente todo ese cúmulo de diferentes ideas que le permiten
activar y potenciar el uso de la razón? Locke, para dar respuesta a esta cuestión, establecerá
dos vías como medios para la adquisición de las ideas, a saber: la sensación y la reflexión.
(Cf, Locke, 1990, pág 83) De esta manera, agrupando ambas vías, Locke considerará la
experiencia como la fuente de todas nuestras ideas, pues se necesita tiempo para potenciar
esta actividad tan propia del ser humano.

La primera vía de la que hablamos anteriormente (la sensación) es producto de las


experiencias externas que tiene el individuo con los diferentes objetos particulares, y por esta
actividad el hombre recibe diversas percepciones e impresiones de los objetos, lo que permite
que la mente pueda hacerse unas primeras ideas, como por ejemplo, lo blando, lo duro, lo
amargo, lo dulce, los diferentes colores. Etc.

La segunda vía es la que Locke describe como reflexión, y se refiere a un proceso interno de
la mente o a la percepción de ese proceso, el cual es un trabajo de nuestra mente con las ideas
que ya tiene. Tal proceso trabaja con las primeras ideas que recibimos a través de la
sensación. De esta actividad surgen las ideas complejas, es decir ideas que requieren un
proceso de abstracción y se refieren a cosas que no están presentes en los objetos externos.
De la reflexión se derivan ideas como percepción, de pensar, de dudar, de querer, de desear,
de odiar, etc.

5) Explica de manera extensa ¿cuál es la diferencia entre las ideas de sensación y


reflexión según lo expone Locke en el libro segundo, capítulo I, desde el parágrafo 1 al
8 del ensayo sobre el entendimiento humano.

Locke comienza considerando la inmensa variedad de ideas que se hayan en la mente del
hombre, y expone algunas de ellas como dulzura, blancura, pensar, moción, hombre, entre
otras. A continuación intenta dilucidar el origen de estas ideas y como el hombre se hace con
ellas. Para empezar, asegura que la fuente de todas las ideas es la sensación y la reflexión y
no hay ninguna otra que provea ideas al hombre, sino estas dos. La primera es la fuente de
toda idea simple; la segunda, un proceso de análisis en donde el hombre relaciona y diferencia
las ideas simples para formar ideas complejas.

Vamos a empezar, en primer lugar, con las ideas de sensación. Tales ideas son el resultado
de una interacción con el mundo, un proceso de descubrimiento, en donde el niño se va
nutriendo de unas primeras impresiones. Estas impresiones solo son posibles a través de sus
sentidos. El niño, una vez es engendrado en el mundo, es como un papel en blanco, en donde,
eventualmente, se grabarán todo tipo de ideas gracias a la contemplación del mundo. Si bien
el niño no puede valerse del lenguaje en un primer momento, podrá, con el enfrentamiento a
su entorno, distinguir entre nociones muy primarias, pero que serán los primeros resultados
de ese proceso paulatino de la adquisición de las ideas, como distinguir entre lo amargo y lo
dulce, lo frío y lo caliente. Sin embargo, el niño no se centra en un proceso reflexivo, sino
que capta la diferencia entre lo amargo y lo dulce, en tanto que una le produce placer, la otra
le disgusta.

Ahora, es claro que, dentro de lo que se observa en los pequeños, no hay un proceso reflexivo,
o, al menos, no hay una conciencia de las operaciones de sus mentes. Esto se debe a que los
niños aún no tienen la capacidad para prestar atención y está constantemente distraído con
las sensaciones externas, producidas por los acontecimientos exteriores y las ocupaciones de
los hombres. (cf Locke, 1990, pág 87) Es como si la mente aún no tuviese la capacidad de
imprimir esas huellas tan fuertemente como para que el entendimiento pueda volver a ellas;
por lo que será raro que alguna vez el niño pueda reflexionar sobre las operaciones de su
mente.

Es con el tiempo que la mente puede empezar a hacer un proceso interno y dar paso a la
segunda vía de origen de las ideas, a saber, la reflexión. Con la madurez, sumada con la
constante exposición a los diferentes objetos y la adquisición de algunos conceptos, el
hombre podrá hacerse con las primeras ideas de reflexión. En el punto cuatro de este escrito
ya se había tratado este tema y se había mencionado este proceso del que ahora hablamos, a
saber, que hay una percepción del proceso interno, el cual es un trabajo de nuestra mente con
las ideas que ya tiene. De este proceso surgen ideas que no se perciben en los objetos externos
al sujeto, como pensar, percibir, reflexionar, dudar, relacionar, entre otras. La reflexión,
entonces, es la advertencia que la mente tiene de sus propias operaciones.

La diferencia entre estas dos fuentes es la siguiente: una necesita el contacto con el mundo
para proveer al entendimiento de unas ideas, mientras que la otra no trabaja con las
percepciones directas de los objetos sino con las ideas ya marcadas en la mente. Si bien la
reflexión necesita de la sensación para proveerse de ideas, no tiene un contacto directo con
los objetos, sino que trabaja a partir de esas ideas que la sensación recolecta con el tiempo.
Para poder que se dé este proceso de reflexión, es necesaria la atención para que las ideas
simples puedan marcarse fuertemente en la mente y así esta pueda volver cuantas veces sea
necesario sobre estas marcas para hacer el proceso de reflexión.

Bibliografía.

- Locke, John (1990) Ensayo sobre el entendimiento humano. Fondo de cultura


económica, México.

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