Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Por otra parte, basta comparar los ingresos medios de los distintos grupos de hogares
para comprobar la magnitud de la inequidad existente en América Latina. Llama la
atención en este sentido que en Bolivia, Brasil y Nicaragua, los ingresos per cápita del
quintil más rico (20% de los hogares) superasen en más de 30 veces el ingreso del
quintil más pobre. En los demás países, el promedio es también elevado (cerca de 23
veces). A su vez, la relación de ingresos entre el decil más rico y los cuatro deciles
más pobres también da cuenta de una alta concentración. La mayor distancia a este
respecto se verifica en Brasil, donde el decil más acomodado tiene un ingreso 32 veces
superior al ingreso conjunto de los cuatro deciles menos favorecidos. En la región,
esta diferencia alcanza un promedio simple de 19,3 veces, valor sumamente alto si se
lo compara, por ejemplo, con el de Uruguay (8,8 veces) o de Costa Rica (12,6 veces),
países con la mejor distribución del ingreso de toda la región.1
Colombia entre 1994 y 1997, pero con un pequeño deterioro entre 1997 y 1999, y en
tres, Honduras, Guatemala y Uruguay, fueron superiores a un punto porcentual,
mientras que en Argentina, Brasil, Chile y Panamá se situaron en torno a 0,5%.
Los estratos medios, representados por el 50% de los hogares que se ubica entre el
40% más pobre y el 10% de mayores ingresos, mostraron variaciones que no son
asimilables a las de los grupos extremos. En al menos siete países, las variaciones
ascendentes o descendentes de su participación no excedieron los dos puntos
porcentuales. La fracción del ingreso captada por este grupo fue muy similar a
comienzos y a fines de la década en Chile, Colombia (entre 1994 y 1999), Guatemala,
México y Venezuela. Este último país representa el caso más llamativo, ya que los
grupos medios mantuvieron su participación pese a la profunda crisis que afectó al
país en el último quinquenio. Sólo en El Salvador (entre 1995 y 1999), Honduras y
Uruguay se registraron aumentos importantes en el ingreso relativo captado por los
estratos medios. En estos dos últimos países, ello ocurrió a costa de la participación de
los hogares del decil superior. Brasil y Ecuador fueron los únicos países en que las
pérdidas de los estratos medios superaron los tres puntos porcentuales, como resultado
de las fuertes ganancias relativas de los estratos de altos ingresos. En este marco
merece una mención especial lo sucedido en Argentina, donde la participación de los
grupos medios experimentó un sostenido deterioro, de 2,6 puntos porcentuales,
durante la década. En Chile, su participación se redujo en 0,8 puntos entre 1996 y
2000, con lo cual perdieron los incrementos acumulados en la primera mitad de la
década. En Uruguay también se produjo una pérdida de participación de los grupos
medios, de 0,8 puntos entre 1997 y 1999, pero ello no alcanzó a contrarrestar la
importante mejoría lograda en los años precedentes. No obstante las oscilaciones
anotadas, la evolución del ingreso relativo de tales grupos evidencia que éstos
disponen, en varios países, de mecanismos relativamente poderosos para defender su
cuota de participación en el ingreso total.
Otros países en que también se redujo, durante la década anterior, el nivel de los
indicadores de desigualdad en las áreas urbanas fueron Bolivia, Honduras, Guatemala
México y Panamá. En algunos de ellos, sin embargo, los niveles observados en 1999
siguen estando entre los más altos de la región. A su vez, la desigualdad rural, cuando
fue posible evaluarla, presentó un incremento en seis casos —principalmente en Costa
Rica y México, y, secundariamente, en Brasil, Guatemala, Nicaragua y Panamá—,
frente a tres países en que disminuyó: Chile, Colombia y Honduras.
a) Medición de la concentración del ingreso y de la pobreza
El empleo
A fines de los años noventa se habían agravado las dificultades para generar empleo
productivo para una fuerza de trabajo que mantenía un elevado ritmo de crecimiento, lo
que se traducía en ocupaciones de baja productividad y en el aumento del desempleo
abierto. En lo que sigue se examinarán las causas del todavía considerable ritmo de
crecimiento de la población económicamente activa (PEA), las dificultades de su
absorción productiva en un entorno de crecimiento económico reducido y de
modernización tecnológica y administrativa de las empresas, así como las demás
consecuencias que ello ha traído consigo, en especial la tercerización, la informalización y
la precarización del empleo y el aumento del desempleo abierto.
Durante los años noventa, la PEA latinoamericana creció a una tasa promedio anual
de 2,6%, que si bien es inferior a la de las décadas anteriores, resulta todavía
suficientemente alta como para imponer un desafío de gran envergadura en cuanto a
creación de empleo. Ello se explica por el desfase entre la disminución de la tasa de
crecimiento de la población y la de la PEA, los cambios en la estructura de edades, y
el incremento de la participación femenina en la fuerza de trabajo.
c) La participación femenina
3. El desempleo abierto
Por otra parte, la desocupación sigue afectando sobre todo a los jóvenes de
entre 15 y 24 años, que representan entre la cuarta y la quinta parte de la fuerza
de trabajo latinoamericana. Hasta antes de la crisis asiática, la desocupación en
este grupo prácticamente duplicaba la tasa promedio regional, y estos jóvenes
representaban, en la mayoría de los países, cerca de la mitad del total de los
desocupados. Entre 1994 y 1999, su nivel de desocupación subió de 14% a
20%, mientras que en los ocho países más golpeados por la crisis, se elevó a
24,8%. El peso relativo de este grupo en el total de los desocupados urbanos
mostró una leve disminución, debido al incremento que experimentó la
cesantía de la fuerza de trabajo primaria.
c) Desempleo y bienestar