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UNA EDICIÓN DEDICADA A LA MEMORIA

DE DON MUNDO SANDOVAL

Queremos en primer lugar pedir disculpas a cada uno de Uds. por no haber salido a
tiempo, debido a serios problemas en el sistema operativo de la computadora en que
realizamos el diseño y edición de esta revista. Pero hemos vuelto ¡y con nuevos bríos!

Nosotros siempre hemos tenido en mente abrir espacios desde esta publicación, dar lugar
para que los artistas cuenten sus vivencias, experiencia, triunfos y trayectoria. Siempre a
disposición del quehacer artístico de una cultura del pueblo y para el pueblo. Nuestra
lucha es constante, contra viento y mareas, porque no es fácil crear en medio de unas
circunstancias históricas y sociales hostiles contra el artista. No hay visón de país, como
tampoco una estrategia holística de las instituciones públicas y privadas para potenciar y
enriquecer el desarrollo y expresión de las artes. Se parcha aquí y allá. No hay verdadera
promoción ni apoyo. Seguimos patinando en el eterno retorno de la mediocridad. La
verdad es que esto siempre ha sido así… Todo porque aún gozamos del lastre de
concepciones medievales y vesánicos aquelarres ideológicos.
Por eso a nuestros artistas locales, sobre todo bandas filarmónicas y cantantes, los
vemos salir los fines de semana hacia la república de Honduras, a ganarse unos
centavos, traer el pan a la casa. Algunos de ellos llaman a este trajín “ir en la rebusca”. La
mayoría nunca tendrá una pensión digna, mucho menos una casa decente, terminarán
sus días quizás en el abandono, olvidados. Con un poco de suerte vendrán los homenajes
póstumos, después se llamará a la familia para decirle que este centro o aquella escuela
de arte llevará el nombre de ese “extraordinario artista”.
A don Mundo Sandoval nunca se le reconoció sus virtudes y grandeza de músico, nunca
tuvo reconocimientos por la calidad de su trabajo musical de toda una vida. Sin embargo
lo que es de pedro no se lo quita Juan. En esta edición presentamos su vida y talento
musical, y lo hacemos en justa retribución a su memoria, como un granito de arena que
ha de servir para colocar en su verdadera dimensión la figura creativa y singular de don
Mundo Sandoval por sus extraordinarios aportes en el rescate de la música vernácula.
LA HAMBRUNA DE 1931
(VIVENCIA DE UN MATRIMONIO SOMOTEÑO)

Era allá por 1975, quizás noviembre. Llovía a cántaros. Los niños y chavalas, entre las edades de
doce y diecisiete años, escuchaban con atención a los abuelos, quienes discurrían sobre el Somoto
de antaño, historia, familias; por supuesto, no faltaban pasajes alegres o situaciones tristes que les
había tocado vivir a lo largo de los años. El lugar de la reunión era el corredor de la vieja casona de
taquezal. Las arrugas en los rostros del matrimonio, sus ojos gastados, sonrisas tristes y ademanes
lentos definían una suerte de mapa por los que uno se podía guiar para conocer de primera mano
tantas experiencias, anécdotas y acontecimientos del pasado.

La abuela Chabela Briceño Cruz pasó la peineta dos o tres veces por el largo pelo cano, se quedó
un momento pensativa, luego como esculcando en la memoria exclamó: ̶ ¡Ay, Eulalio! Hablemos
del hambre del treintaiuno. Eso sí fue terrible… Nosotros vimos los esqueletos andantes. Había
también guerra… Eso hace tanto tiempo, parece que fue al inicio del mundo, ¿no te parece?

Lalo Cárcamo, de unos setenta años, zarco, irascible y pelón desde joven, se tiró un par de risas y
meneó la cabeza en sentido negativo: ̶ ¡Chabela, vos y tus exageraciones! A mí me parece que fue
ayer. Estaba la intervención yanqui en lo fino, íbamos a cumplir cinco años de casados, porque nos
casamos en el 26, ¿cómo no acordarse? Y sobrevivimos porque Dios es grande… Ah, y gracias
también a doña Lucila Armijo que te daba trabajo como doméstica; ¡si no quien sabe!

Isabel Briceño Cruz, suspiró y agregó: ̶ Ahora sí lo tengo clarito… Nietos, aquí les cuento un poco
más, de hace tiempales, cómo vine a parar a Somoto… Recuerdo venir a lomo de mula, pasamos el
Río Grande o Coco, subimos las cuestas del Naranjo y el Melonar. Mi papa había muerto de fiebre,
y mi mama nos había abandonado… Se había ido con otro hombre. Yo tenía unos diez años,
entonces viene mi tía Cayetana Cruz y me dice: -Chabela, yo no me puedo hacerme cargo de vos…
mejor te llevo donde mi comadre; allí vas a estar bien… Y me trajo para que le ayudara a doña
Lucila Armijo, en la cocina, lavando o cuidando de los niños, de la Elsita. Es la casa donde siempre
han vivido y criado los Mejía Godoy.

-Y allí te conocí, tenías diecisiete, nos enamoramos… y doña Lucila nos apoyaba, bueno, si era tu
madrina- agregó en un tono alegre Lalo Cárcamo-. Y nos urgió, porque vos estabas muy enferma
de sarampión, que entonces era una enfermedad grave. Si hasta te hicieron la mortaja. Llegó el
Padre Chavarría, te ungió con los santos óleos, y acto seguido nos casó. Pero sanaste, pariste a la
Leoncita… Poco después vino la guerra entre liberales y conservadores, en ese mismo año los
cachurecos mataron a mi padre, llegaron los machos; se les decía así a los yanquis porque trataban
mal a los nicaragüenses. Quien los paró fue el general Sandino, ese Sandino sí que era valiente, no
perdía combate… -¡Ya, viejo chocho! Los chavalos quieren oír sobre la hambruna…

-¡Ese año fue terrible! No llovió ni hubo cosecha. Además estaban las guerrillas sandinistas con
Pedrón y Carlos Salgado “El Pijoso” a la cabeza, para colmo hubo terremoto en Managua, con miles
de muertos. No había nada de comer… Mucha gente se inflamó porque comía los tallos y raíces del
banano. Toda la indiada se dejó venir de los valles y comunidades… ¡si ni para nosotros había!
¡Qué historia más triste! -exclamó una de los nietas -. ¿Y cómo hicieron para vivir esos años?
Las aceras estaban llenas de niños, mujeres y hombres, casi todos campesinos. Mendigaban a lo
largo de la Calle Real, pero las puertas nunca se abrían. Los gemidos de los moribundos se
confundían con el ijillo que se desprendía de los muertos, ¡gracias a Dios no eran muchos! Cada
dos o tres días, por la mañana, llegaban los inspectores de la sanidad, recogían los cuerpos, los
acomodaban en una carreta halada por bueyes, y ya en el cementerio municipal, sin mayores
miramientos, los tiraban en una enorme fosa común.

Lalo Cárcamo después de comerse dos tortillas con sal, salía para la milpa, dos veces a la semana
seguía hasta el bosque, cortaba la leña necesaria; volvía a las doce del mediodía, a esas alturas el
estómago le chillaba de hambre, no se detenía, limpiaba el patio, y a las cuatro de la tarde ya había
desgranado el maíz, cocido el nixtamal y había preparado un aromático café. Miraba el ángulo del
sol, entonces se sentaba con una taza de café en sus manos y esperaba a su mujer la Chabela,
quien tenía unos doce años de trabajar en casa de doña Lucila Armijo. Ella traía siempre algún
aliño para su marido: un pedazo de pan o un trozo de queso, una tacita de frijoles cocidos o una
rebanada de cuajada. Un día de tantos regresó llorando. –¿Qué pasó, Chabela? –preguntó un Lalo
preocupado.
-¡Ay, si vieras, amor! Esa gente da lástima… ¡allí tirada! Y nosotros, ¡tan pobres, no podemos
ayudar! Unos campesinos me siguieron hasta la esquina, queriendo quitarme el atadito, pero ¡yo
corrí y corrí! ¿Y mi Leoncita? Está dormida, porque no la veo…
-La vino a traer mi mama temprano, que no debe tardar con la niña. ¡Y no se me preocupe, ya
pasó, ya pasó!- dijo Lalo, quien la abrazaba y acariciaba con ternura-. Mire, ahí viene mi mama con
la niña… Sabe que tuve un sueño muy bonito, con la lluvia cayendo en abundancia, los árboles
verdes, ríos crecidos y la milpa que daba gusto… Le voy a contar… ¡Hola, Leoncita, mi niña! ¿!
Cómo le fue a mi corazón!?

La tarde estaba pintada de arreboles. En las calles seguían los ayes, los estómagos vacíos, y los
estertores de los que no sobrevivirían. Algunas horas después, el fantasma violáceo de la noche
caía con su guadaña sobre la ciudad.
DON MUNDO SANDOVAL
RECOPILADOR Y COMPOSITOR DE POLKAS Y MAZURCAS

Hijo del matrimonio conformado por Rafael Antonio Sandoval y Guadalupe Sandoval
Olivas, Edmundo Sandoval Sandoval nace un 12 de Octubre de 1936 en la comunidad
fronteriza de San Antonio del Potrero, Somoto. Desde la edad de seis años ya se nota que
lleva en sus venas el talento musical. Sigue a los músicos de la comunidad, se deleita
cuando escucha las melodías y arpegios que emanan de las vihuelas, guitarras y
acordeones, pregunta cómo van colocados los dedos en este o aquel acorde, cómo se
rasguean los ritmos que oye. Pronto, el infante acompaña sus primeras canciones con una
guitarrita de cuatro cuerdas, hecha por las manos de su padre don Rafael.

Pasan algunos años. Un buen día del año 1945, los padres y el niño, a la sazón con nueve
años, acuden a las fiestas patronales de noviembre en Somoto. Luego de visitar a
familiares y amigos, entusiasmarse con la montadas de toros y participar en el hípico,
aprovechan para ir de compras: visitan las tiendas y le compran a Mundito una hermosa
guitarra y un acordeón, ¡qué maravilla de regalos, los sueños realizados de todo artista
pichón! A partir de entonces no cesa de tocar y cantar, se incrementan las facultades
auditivas y sentido rítmico, mejoran las capacidades de interpretación, corren y saltan los
dedos sobre el acordeón, y de manera progresiva la neurona artística afina las virtudes
creadoras.

Llega el día en que el ahora joven Edmundo Sandoval es solicitado de las comunidades
para amenizar quinceaños, chojines, bodas, promociones, y otros eventos. Su guitarra no
falta en las serenatas. Encuentra el amor, se casa; pero pronto aparecen las primeras
desilusiones, y la separación es ineludible. Pasan otros días, y toma conciencia de que su
música necesita de una musa de carne y hueso, claro amigo, para dar lugar a la creación.
Así el corazón nuevamente palpita enamorado, conoce al amor de su vida:
con quien procrea hijas e hijos. Es feliz y está listo para alcanzar nuevas alturas.

Recopila polkas, valses y mazurcas. También compone melodías de tono lúdico y festivo.
Sobresalen entre los temas: El divieso, Barranca, Culo Loco, La servilleta, El grito, Sonís, La
Máxima, y Comadre Téngame al niño, este último un pegajoso vals al que Carlos Mejía
Godoy agrega la letra, y quien, un poco después, la da a conocer nacional e
internacionalmente. Todo un éxito.

Entre los músicos que tienen el honor de haber tocado con don Mundo están: Francisco
Ponce, Noel y Roberto Valladares, Gregorio Sánchez, José Fuentes, Carlos Mejía Godoy,
Neto Valladares, José T. Amador, Trinidad y Joaquín Sandoval. Hace presentaciones en
ferias, fiestas patronales y otras festividades. Su música la lleva por diferentes pueblos y
ciudades de Nicaragua donde le aplauden: Somoto, Ocotal, Condega, Estelí, León,
Managua y Somotillo. También reconocen su arte en Honduras: San Marcos de Colón,
Choluteca, Tegucigalpa, entre otros pueblos.

Debe decirse que a lo largo de esta trayectoria artística, a don Edmundo Sandoval nunca le
reconocieron sus aportes creadores, ni su obra de recopilador ni su ingenio como
compositor. No hubo homenajes, premios, ni reconocimientos que enaltecieran su
quehacer en defensa y rescate de la música vernácula del municipio de Somoto. Antes
bien, por causa de sus ideas políticas sufrió insultos, cárcel y tortura, incluso estuvo a
punto de ser fusilado. No importa como cristiano hay que perdonar. La venganza sería de
Dios. Estaba ante todo la familia, los hermanos, hijos, nietos bisnietos y los verdaderos
amigos, a quienes heredó el arte de la música. De hecho, hoy puede hablarse de toda una
tradición musical en el clan, como ejemplo puede mencionarse al Grupo Tapacalí, cuyo
trabajo consecuente le ha merecido hasta el momento reconocimiento y éxito.

A la edad de sesenta años, lleno de paz, amado y rodeado de familiares y vecinos, Don
Mundo Sandoval Sandoval muere en su casa de Sonís, La Playa, el seis de Diciembre de
1996… (Muchos años después, durante el gobierno municipal del alcalde Wilson P.
Montoya, se le reconoce al juglar de Sonís sus grandes logros, y en justa retribución
histórica el honorable Concejo Municipal crea la Orden Cultural “Edmundo Sandoval”, la
que tiene por objeto premiar al artista somoteño que ha destacado por labor artística,
méritos creadores y trayectoria. El galardón se entrega el 12 de octubre de cada año, fecha
que conmemora el natalicio de don Mundo Sandoval).

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