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AÑO DE LA CONSOLIDACIÒN DE MAR DE GRAU”

UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA


FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS

PRESENTADO POR:
 BAYONA VILELA Nancy
 CARDOZA REYES Paul
 CHÁVEZ MARCHAN Gabriela
 CHERO CAMPOS Alicia
 CORDOVA GARCIA Dilfer (Coordinador General).
 ELESPURU SERNAQUE Cristian Joel
 FACUNDO Jhosselin
 GODOS Corina
 GONZALES ABANTO Javier
 LÓPEZ FERNÁNDEZ Yanina
 MANCHAY MACHADO Elizabeth
 MAZA AGUIRRE Raysa (Sub-coordinadora).
 MONDRAGÓN MERINO Leisy (Sub-coordinadora).
 ORDINOLA MORAN Roció
 PAZ CRUZ Leslie Merian
 PEÑA ROMÁN Gina
 PINTA TROYA Nelly
 RAMOS HUAMÁN Diana Carolina
 RUIZ OJEDA Nevio
 SANTISTEBAN USHIÑAHUA Daniela
 ULLOA VILELA Grecie Yanina (sub-coordinadora)
 VALLADOLID PACHERRES Fátima
 VILLARREYES CASTILLO FIORELLA
 ZAPATA ARROYO Cindy Nataly
 ZAVALA CANALES Cristian
 ZAPATA YARLEQUE Kiara

DOCENTE: VICTOR CAYETANO SALINAS


CURSO: DEONTOLOGIA
CICLO: VIII

PIURA- PERÙ
STEFAN SWEIG
BIOGRAFÍA DE STEFAN SWEIG

"El destino me ha condenado con una mirada insobornable, una mirada


dura, pero un corazón frágil."

"Nació en 1881, en un imperio grande y poderoso -la monarquía de los


Habsburgos-, pero no se molesten en buscarlo en el mapa: ha sido borrado sin
dejar rastro. Me crié en Viena, metrópoli dos veces milenaria y supranacional,
de donde tuve que huir como un criminal antes de que fuese degradada a la
condición de ciudad de provincia alemana. Europa fue el tema central en la
vida de Stefan Zweig. Nació en el seno de una acaudalada familia de
fabricantes judíos en la cual se le concedía la misma importancia a los
principios tradicionales de la economía como a la emancipación intelectual y
espiritual.

 Stefan Zweig sintió la fascinación y la pasión por la literatura ya de niño


en la escuela, pero a pesar de la facilidad con la que aparentemente
cumplía con sus obligaciones en el bachillerato,
 El autoritarismo imperante en las escuelas supone para el joven un
continuo sufrimiento. No es extraño que acabado el bachillerato tenga
poco interés en la vida universitaria e invierta por ello sólo el tiempo y el
esfuerzo necesario para satisfacer los deseos de su padre y conseguir el
título de Doctor en Lengua y Literaturas Románicas en 1904.
 Con apenas 20 años consigue despertar el interés de la importante
editorial alemana "Insel-Verlag" que le publica su primera obra poética y
poco después aparecen escritos suyos en el suplemento cultural "
Feuilleton " del conocido diario vienés "Neue Freie Presse", un diario que
también goza de renombre en Alemania. Para Zweig estos primeros
éxitos son sólo la espora que le permitirá continuar desarrollándose
como escritor e intelectual y con esa intención viaja por Bélgica,
Inglaterra, Francia, España, el norte de África, Italia, Canadá, Estados
Unidos, Latinoamérica y la India; en algunos de estos países pasa
temporadas de varios meses lo que le permite profundizar en las
diversas culturas y en las lenguas.
De ese modo aprende Inglés, francés, italiano y español, lo cual le
permite tomar parte activa en la vida cultural de los distintos países que
visita.
 Es un activista cultural, siempre esforzándose por ponerse en contacto
con escritores que son para él un modelo a seguir y de muchos de esos
contactos surgirán después importantes amistades.
 Stefan Zweig tradujo por primera vez al alemán obras de escritores
absolutamente desconocidos en Austria o Alemania, como Emile
Verharen y Romain Rolland, premio Nobel de Literatura en 1914.
 Se veía como intermediario de las distintas culturas y escribía ensayos
sobre autores que, como él, transmitían un " pensamiento europeo”. Son
cerca de cincuenta las obras de autores contemporáneos principalmente
que Stefan Zweig ha traducido, editado o al menos dado a conocer.

 En el año 1920 Stefan se casó con Friderike Maria von Winternitz, de


quien se divorció en 1938. Un año después contrajo matrimonio con su
secretaria, Charlotte “Lotte” Elisabeth Altmann, casi treinta años más
joven que el escritor.
 Cuando Adolf Hitler llegó al poder en Alemania, Stefan abandonó
Austria, tras huir de Austria en 1934, se refugió en Londres donde
escribe biografías con las que consigue fama, narraciones y novelas
cortas y ensayos. La hegemonía alcanzada por las fuerzas hitlerianas en
Europa le llevó a quitarse la vida junto con su mujer durante un viaje a
Brasil. Zweig y Lotte decidieron suicidarse en la localidad brasileña de
Petrópolis tras consumir una sobredosis de barbitúricos.
 Era el 22 de febrero de 1942 y el autor austríaco tenía 60 años. Sus
últimos momentos fueron adaptados al cómic por Guillaume Sorel y
Laurent Seksik en “Los Últimos Días De Stefan Zweig”. Otro ensayo
sobre su figura es “El Exilio Imposible” de George Prochnik.
 En 1924 se publicaron sus poesías reunidas, marcadas por el influjo de
Rilke y Verhaeren. Compuso obras teatrales, como Tersites (1907), La
casa junto al mar (1911), Jeremías (1917) y La oveja del pobre (1939).
Escribió asimismo novelas y narraciones: Primera experiencia (1911),
Amok (1923), Confusión de sentimientos (1926) -conjunto formado por
tres relatos largos, el más conocido de los cuales es Veinticuatro horas
de la vida de una mujer, publicado primero en inglés-, Impaciencia del
corazón (1938).

Su obra incluye también historias noveladas (Erasmo de Rotterdam, 1934;


María Estuardo, 1935; Américo Vespuccio, 1942), y una serie de ensayos
históricos y literarios, que constituyen sus obras más populares.
INTRODUCCION

Hay episodios de la Historia que acaparan nuestra atención por destacar con
un brillo especial a través del tiempo. El Egipto de los faraones, el ascenso de
Roma, el polvoriento trajín de las Cruzadas o la Segunda Guerra Mundial son
algunos ejemplos que mantienen vivo su encanto a través de una sucesión
interminable de libros, películas, series y otros productos culturales,
representan verdaderos puntos de inflexión, confluencias turbulentas de
intereses que acaban desembocando en algo completamente nuevo. Se les
suele llamar revoluciones. Stefan Zweig seleccionó para uno de sus libros más
memorables catorce de ellas y las convirtió en pasajes de novela. El austríaco
popularizó así una personal conjunción de olfato psicológico, sentido estético y
rigor. Se hizo eterno.

Esta obra, centrada en una figura a priori menor del estrellato histórico, nos
lleva a profundizar en uno de los periodos que acabaron determinando el
rumbo de nuestro continente: esa época que estalla con la Revolución
Francesa y se cierra con el doble ascenso y caída de Napoleón Bonaparte.
Entre sus remolinos bracea una personalidad inquietante pero premonitoria: el
camaleónico José Fouché.

Fouché “El Genio Tenebroso”, obra de Stefan Zwig, aunque elige a este
personaje, no por lo que hace o porque piense que se trata de alguien ejemplo
admirable a seguir, sino no porque es el claro retrato del perfecto político de
nuestros días.
Un hombre absolutamente inmoral, con todas las connotaciones que eso
implica en la época que se escribió, la compulsiva época del siglo xx con su
fascismo y abusos de poder.

Se le describe como un hombre con las características del liderazgo y con gran
inteligencia, que no se comprometía con nadie y con nada, además de no
mostrar su verdadera identidad, Fouché era todo un genio, pero una persona
muy insegura, fue un idealista de la Revolución.

A pesar de ser una persona poco agradable a la vida, sin embargo pudo dirigir
su vida enfocándose en sus fortalezas y oportunidades, sangre fría,
imperturbable, constituía la verdadera fuerza, pudo sacar partido de sus
mejores armas, es decir el arte de callar, la ciencia magistral de ocultarse a sí
mismo, la maestría para observar y conocer el corazón humano, disciplina de
dominio sobre sí mismo, aprendida en los años de religión, a su voluntad
domada en Loyola y a su expresión educada en las discusiones de la retórica
eclesiástica secular. En su imperturbable frialdad de su temperamento radicaba
el verdadero genio Fouché
Refleja inevitablemente su erudición y conocimiento tanto de la época como la
propia naturaleza humana, trasciende a la propia época, siendo un perfecto
ejemplo de maldad, ingratitud y mezquindad que caracteriza a los seres
humanos.
Fouché fue un poder en la sombra, parecía haberse propuesto ser una figura
de segundo término, a quien no le agradaba que le observen a la cara, que le
conozcan el juego.
No se puede imaginar, a este personaje tan simple, que fue sacerdote y
profesor saquear iglesias, fue comunista y se volvió multimillonario y Duque de
Otranto después.

Resulta difícil labrarse un lugar en la posteridad siendo coetáneo de gigantes


como el emperador corso, el intrigante Talleyrand o el incorruptible señor de la
guillotina Maximilien Robespierre. Quizás al nombre de José Fouché lo hubiera
anegado el olvido de no ser porque sus maquinaciones despertaron el interés
de Balzac, y posteriormente Stefan Zweig. Pero fue precisamente este
oscurantismo el que permitió al susodicho personaje culminar sus dos logros
principales: sobrevivir a los dos hombres más poderosos de su tiempo y no
perder más que momentáneamente las riendas del poder, único amo al que
vivió sometido.

Descendiente de una desconocida familia de marineros, Fouché falleció en la


anomia del exilio interior. Pero entremedias se irguió como seminarista,
profesor de física y matemáticas, diputado electo en la Convención Nacional,
figura clave durante el Directorio, ministro de policía de Napoleón y Duque de
Otranto por la gracia del Primer Imperio. Zweig no escatima admiración hacia
un personaje que, analizado someramente, no sería más que un ejemplo de
constante traición. Pero su trayectoria nos sugiere matices que van más allá de
lo ordinario, y es esa peculiar grandeza la que el autor, con su vibrante estilo
habitual, nos quiere mostrar.

Durante sus primeros años en el seminario José Fouché aprendió a callar y


escuchar. Desarrolló así una notable capacidad para comprender el caprichoso
corazón de los hombres. Luego, repentinamente, se metió en política. Eran los
años de la Revolución Francesa y el pueblo había roto la baraja del Antiguo
Régimen. Hombres libres, ciudadanos, podían saltar a la arena pública y
reclamar su porción del tótem despedazado que era el poder, hasta entonces
patrimonio del rey.

Pero el escenario no podía ser más hostil. Las masas, auto ensalzadas en la
figura de los diputados de la Convención, oscilaban unos meses hacia el
conservadurismo y otros tantos hacia el radicalismo más exaltado. Girondinos y
Jacobinos. Montaña y Marais. Los oradores que triunfaban un día podían
acabar decapitados al mes siguiente. El ardor libertario había derivado en el
Terror. No era un son que todos supieran bailar, pero Fouché iba a hacer de
este terreno incierto su campo de juegos particular. Una sola sería su receta:
contra la tormenta, flexibilidad.

Es esta lucha por la supervivencia la que agita los primeros pasos de la joven
república y nos permite a su vez sumergirnos de lleno en el estudio psicológico
del ciudadano Fouché. Descubrimos en sus intrigas nocturnas a un negociador
taimado, enemigo de la ligazón y de los compromisos que lastran a tantos
otros. Se desvela una ambición sin vanidad. De forma opuesta a los que
pretenden vivir en coherencia con sus ideales, Fouché sólo defiende
activamente su pertenencia a la mayoría. No lanza proclamas. No hace ruido.
Sólo se ubica, urde, conspira, y calcula el momento crucial en que los favores
cambian de bando. Crea alianzas y se deja abierta la retirada. Intuye el
momento de escapar. Y es entonces cuando demuestra toda su osadía, la que
hace de la deserción su acto más rotundo, libre, personal. Traiciona, medra. Y
vuelta a empezar.

Su historia es la de la política contemporánea. La del fin de los héroes. Pocos


fueron en su momento tan conscientes de este hecho como Stefan Zweig. Su
herida se reabre hoy y le da sentido al agravio constante al que nos somete la
casta política. Sólo conociendo ambas partes de la historia nos veremos en la
disposición de actuar y -quizás- acertar.
CAPÍTULO PRIMERO
ASCENSO (1759-1793)

EL 31 de mayo de 1759 nace José Fouché -¡todavía le falta mucho para ser
Duque de Otranto!- en el puerto de Nantes. Marineros y mercaderes sus
padres y marineros sus antepasados, nada más natural que él continuase la
tradición familiar; pero bien pronto se vió que este muchacho delgaducho, alto,
anémico, nervioso, feo, carecía de toda aptitud para oficio tan duro y
verdaderamente heroico en aquel tiempo. A dos millas de la costa, se mareaba;
al cuarto de hora de correr o jugar con los chicos, se cansaba. ¿Qué hacer,
pues, con una criatura tan débil?, se preguntarían los padres no sin inquietud,
porque en la Francia de 1770 no hay todavía lugar adecuado para una
burguesía ya despierta y en empuje impaciente.
En los tribunales, en la administración, en cada cargo, en cada empleo, las
prebendas substanciosas se quedan para la aristocracia; para el servicio de
Corte se necesita escudo condal o buena baronía; hasta en el ejército, un
burgués con canas apenas llega a sargento. El Tercer Estado no se
recomienda aún en ninguna parte de aquel reino tan mal aconsejado y
corrompido; no es extraño, pues, que un cuarto de siglo más tarde exija con los
puños lo que se le negó demasiado tiempo a su mano implorante. No queda
más que la Iglesia.
Esta gran potencia milenaria, que supera infinitamente en sabiduría mundana a
las dinastías, piensa más prudente, más democrática, más generosamente.
Siempre encuentra sitio para los talentos y recoge almas humildes en su reino
invisible. Como el pequeño José se destaca ya estudiando en el colegio de los
oratorianos, le ceden con gusto la cátedra de Matemáticas y Física para qué
desempeñe en ella los cargos de inspector y profesor. A los veinte años
adquiere en esta Orden -que desde la expulsión de los jesuitas prevalece en
toda Francia- la educación católica, honores y cargo. Un cargo pobre, sin
mucha esperanza de ascenso; pero siempre una escuela en la que él mismo
aprende a la vez que enseña.
Podría llegar más alto: ser fraile un día, tal vez obispo o Eminencia, si
profesara. Pero cosa típica en José Fouché: ya en el escalón inicial, en el
primero y más bajo de su carrera, resalta un rasgo característico de su
personalidad: la antipatía a ligarse completamente, de manera irrevocable, a
alguien o a algo. Viste el hábito de clérigo, esta tonsurado, comparte la vida
monacal de los demás Padres espirituales, y durante diez años de oratoriano
en nada se diferencia, ni exterior ni interiormente, de un sacerdote. Pero no
toma las órdenes mayores, no hace voto; como en todas las situaciones de su
vida, dejase abierta la retirada, la posibilidad de variación y cambio. A la Iglesia
se da temporalmente y no porentero, lo mismo que más tarde al Consulado, al
Imperio o al Reino. Ni siquiera con Dios se compromete José Fouché a ser fiel
para siempre. Durante diez años, de los veinte a los treinta, anda este pálido y
reservado semi sacerdote por claustros y refectorios silenciosos.
Da clase en Niort, Saumur, Vendome, París, pero casi no siente el cambio de
lugar, pues la vida de un profesor de seminario se desarrolla igual en todas
partes: pobre, silenciosa e insignificante, lo mismo en una ciudad que en otra,
siempre tras muros callados, siempre apartado de la vida. Veinte, treinta,
cuarenta discípulos, a los que enseña latín, matemáticas y física; muchachos
pálidos, vestidos de negro, a los que lleva a misa y a los que vigila en el
dormitorio. Lectura solitaria en libros científicos, comidas pobres y sueldos
mezquinos.

Una existencia conventual, humilde. Anquilosados, irreales, al margen del


tiempo y del espacio, estériles y humillantes, parecen estos diez años
silenciosos y sombríos de la vida de Fouché. Sin embargo, aprende durante
ellos lo que ha de ser, más tarde, infinitamente útil al diplomático: el arte de
callar, la ciencia magistral de ocultarse a sí mismo, la maestría para observar y
conocer el corazón humano. Si este hombre, aún en los momentos de mayor
pasión de su vida, llega a dominar hasta el último músculo de sucara; si es
imposible percibir una agitación de ira, de amargura, de emoción en su faz
inmóvil, como emparedada en silencio; si con la misma voz apagada sabe
pronunciar lo cotidiano y lo terrible, y si puede cruzar con el mismo paso
sigiloso los aposentos del Emperador y la frenética Asamblea popular, ello se
debe a la disciplina incomparable de dominio sobre sí mismo aprendida en los
años de religión; a su voluntad domada en los ejercicios de Loyola, y a su
expresión educada en las discusiones de la retórica eclesiástica secular.
Tal es el aprendizaje de Fouché antes de poner el pie sobre el podio de la
escena mundial. Quizá no sea casualidad que los tres grandes diplomáticos de
la revolución francesa: Talleyrand, Sieyes y Fouché, salieran de la escuela de
la Iglesia maestros en el arte humano mucho antes de pisar la tribuna.
El mismo lastre religioso pone un sello especial a sus caracteres -por lo demás
contradictorios-, dándoles en los minutos decisivos cierto parecido. A esto
reúne Fouché una autodisciplina férrea, casi espartana, una resistencia interior
extraordinaria contra el lujo, la fastuosidad y el arte sutil de saber ocultar la vida
privada y el sentimiento personal. No, estos años de Fouché a la sombra de
los claustros no fueron perdidos. Aprendió enseñando. Tras muros de
conventos, en aislamiento severo, se educa y desarrolla este espíritu
singularmente elástico e inquieto, llegando a alcanzar una verdadera maestría
psicológica. Durante años enteros sólo puede actuar invisiblemente en el
círculo espiritual más estrecho; pero ya en 1778 comienza en Francia esa
tempestad social que inunda hasta los muros mismos del convento.
En las celdas de los oratorianos se discute sobre los derechos del hombre igual
que en los clubes de los francmasones. Una extraña curiosidad empuja a estos
sacerdotes jóvenes hacia lo burgués, curiosidad que hace derivar también la
atención del profesor de Física y Matemáticas hacia los descubrimientos
sorprendentes de la época: las primeras aeronaves -los montgolfiers- y los
grandiosos inventos en el terreno de la electricidad y la medicina. Los religiosos
buscan contacto con los círculos intelectuales, y este contacto lo facilita en
Arras un círculo extraño llamado de los «Rosatis», una especie de
«Schlaraffia», en la que los intelectuales de la ciudad se reúnen en animadas
veladas. El ambiente es modesto. Pequeños burgueses, gente insignificante,
recitan poesías o pronuncian discursos literarios; los militares se mezclan
con los paisanos. José Fouché, el profesor religioso, es muy bien recibido en
estas veladas, pues sabe mucho sobre los nuevos descubrimientos de la
Física. Allí, en amigable reunión, escucha, por ejemplo, como recita un capitán
de ingenieros llamado Lazaro Carnot versos satíricos, compuestos por él
mismo, o atiende al florido discurso que pronuncia el pálido abogado, de
delgados labios, Maximiliano deRobespierre (entonces aún daba importancia a
su nobleza) en honor de los «Rosatis».Aún disfruta la provincia de los últimos
soplos del Dixhuitieme filosofante. Reposadamente escribe el señor de
Robespierre, en vez de sentencias de muerte, graciosos versos; el médico
suizo Marat, en vez de crueles manifiestos comunistas, escribe una novela
dulzona y sentimental, y en algún rincón de provincia se afana el pequeño
teniente Bonaparte por imitar al Werther con una novela. Las tempestades
están todavía invisibles tras el horizonte.

Parece un juego del destino: precisamente con este abogado pálido, nervioso,
de orgullo inconmensurable, llamado Robespierre, hace amistad el tonsurado
profesor de seminario, y sus relaciones están en el mejor camino de trocarse
en parentesco, pues Carlota Robespierre, la hermana de Maximiliano, quiere
curar al profesor de los oratorianos de sus achaques místicos, y se murmura de
este noviazgo en todas las mesas. Porqué se deshacen al fin estas relaciones
no se ha sabido nunca; pero quizá se oculte aquí la raíz del odio terrible,
histórico, entre estos dos hombres, tan amigos antaño y que más tarde
lucharon a vida o muerte. Entonces nada saben aún de jacobinismo y de
rencor, al contrario: cuando mandan a Maximiliano de Robespierre como
delegado a los Estados Generales, a Versalles, para trabajar en la nueva
Constitución de Francia, es el tonsurado José Fouché quien presta al anémico
abogado las monedas de oro necesarias para que se pague el viaje y se pueda
mandar hacer un traje nuevo.
Es simbólico el que en esta ocasión, como en tantas otras, tenga los estribos
para que otro inicie su carrera histórica, para luego ser él también quien en el
momento decisivo traicione y derribe por la espalda al amigo de antaño. Poco
después de la partida de Robespierre a la Asamblea de los Estados Generales,
que ha de hacer temblar los fundamentos de Francia, tienen también los
oratorianos en Arras su pequeña revolución. La política ha penetrado hasta los
refectorios, y el perspicaz que es José Fouché hincha con este viento sus
velas. A propuesta suya mandan un diputado a la Asamblea Nacional, para
demostrar al Tercer Estado las simpatías de los clérigos. Pero esta vez, el
hombre tan precavido en otras ocasiones obra con precipitación, sin duda
porque sus superiores le envían, como medida correccional -lo que no
constituye un verdadero castigo, pues carecen de fuerza para ello-, a la
institución filial de Nantes, al mismo puesto donde aprendió de niño los
fundamentos de la ciencia y el arte del conocimiento humano. Mas ya es adulto
y experto, y no le seduce enseñar a los muchachos Geometría y Física. El sutil
oteador presiente que se cierne sobre el país una tempestad social, que la
política domina el mundo... Y a la política se lanza. De un golpe tira la sotana,
hace desaparecer la tonsura y en vez de pronunciar sus discursos políticos
ante los niños lo hace ante los buenos burgueses de Nantes. Se funda un club
–siempre empieza la carrera de los políticos en un escenario, prueba de la
elocuencia-, y un par de semanas después ya es Fouché presidente de la
Constitución de Nantes. Alaba el progreso, aunque con precaución y tolerancia,
porque el barómetro de la honesta ciudad señala una temperatura moderada.
Los ciudadanos de Nantes no gustan del radicalismo, temen por su crédito;
quieren, sobre todo, hacer buenos negocios. No quieren -ellos que obtienen de
las colonias opulentas prebendas- proyectos tan fantásticos como el de la
manumisión de los esclavos. José Fouché, certero observador, redacta un
documento patético contra la abolición de la trata de esclavos, que aunque le
proporciona una severa represión por parte de Brissot, no mengua su
reputación en el estrecho círculo de los burgueses. Para asegurar su posición
política entre ellos (¡los futuros electores!), se casa muy pronto con la hija de un
rico mercader, una muchacha fea, pero de buena posición, pues quiere
convertirse rápidamente en un perfecto burgués; es el tiempo en que -bien lo
presiente él- el Tercer Estado va a tener en sus manos la dirección, el
predominio.

Todo esto son ya los preliminares del verdadero fin que se propone. Apenas se
convocan elecciones para la Convención, se presenta el antiguo profesor de
seminario como candidato. ¿Y qué es lo que hace todo candidato? Promete
,por lo pronto, a sus buenos electores todo lo que pueda halagarlos. Así jura
Fouché proteger el comercio, defender la propiedad, respetar las leyes; como
en Nantes sopla más el viento de la derecha que el de la izquierda.
CONCLUSIÓN GENERAL

Stefan Zweig quiere dar a conocer a Fouché por medio de este libro porque
es impresionante como la historia se pudo olvidar de este personaje, el cual
tuvo un gran impacto dentro de la historia francesa y además lo único que nos
dice esto es que los vencedores escriben la historia.
Para las personas interesadas en la política es necesario que lean este libro,
por la manera en la que José Fouché se desenvuelve entre políticos como
Robespierre o Napoleón Bonaparte y sale o logra Salir ileso de todos esos
enfrentamientos, siendo un tipo sin un carácter definido pero un hombre
calculador que siempre sabe qué hacer en todo momento incluso en los más
difíciles con una psicología impresionante de un hombre físicamente débil pero
mentalmente fuerte.
Esta obra, hace pensar y creer que en la actualidad, la vida política es un juego
peligroso. Como lo dice Stefan Zweig, la política la determinan rara vez las
figuras superiores, los hombres de puras ideas; la verdadera eficacia está en
manos de otros hombres inferiores, aunque más hábiles, en las figuras de
segundo término.”
Que también da a conocer, que un político gastado, intrigante, es siempre el
más miserable del mundo. Tarde o temprano se paga la deuda, por el pecado
de no servir a una idea, ser esclavo del provecho deleznable del momento y de
favor a los hombres.
Una de las cosas más importantes de la lectura es saber levantarse de los
malos momentos como los que vive Fouché aunque al final no pudo.A pesar de
los grandes momentos que se llegan a tener, llega un día, la caída más triste,
sin tener a nadie a lado, como a este genio, que no supo aprovechar su gran
inteligencia, para obrar bien.

ANALISIS CRÍTICO PERSONAL:


 VILLARREYES CASTILLO GREYSI FIORELLA :
Con una conclusión nos damos cuenta de cómo se puede sobrevivir a los
acontecimientos más importantes de la época, siendo un personaje principal,
así como Fouché fue el ingenioso durante la Revolución Francesa, siempre
estuvo con esa doble personalidad que le caracterizó, siempre tenía su una as
bajo la manga para no quedar mal ante su gente, cuando le quedó mal a la
gente que confiaba en él, siempre tuvo la fuerza y la inteligencia suficiente para
sobreponerse a sus enemigos y no estamos hablando de enemigos
insignificantes, estamos hablando de enemigos realmente temerosos y de gran
nombre en la historia como fueron Robespierre y Napoleón Bonaparte, el genio
tenebroso José Fouché estaba atrás de ellos y cuando no lo estaba, estuvo en
su contra para así derrotarlos.
Nos dice que para sobresalir hay que actuar de manera hábil incluso si para
lograrlo hay que pasar por encima de quien alguna vez te brindo su ayuda,
incluso si para lograrlo hay que pasarse del bando contrario para después
tender una emboscada que acabe con el enemigo y así salir siempre triunfante
ante cualquier situación.

 ULLOA VILELA GRECIE YANINA :

Este libro es la gran epopeya del apasionante período francés comprendido


entre la Revolución y el reinado de Luis XVIII.Fouché nos dice, que para poder
ser un hombre respetado, poderoso, temible, histórico, etc., hay que tener la
inteligencia suficiente para poder sobresalir derrotando a tus enemigos, incluso
si para lograrlo hay que pasar por encima de quien alguna vez te brindo su
ayuda, no estoy de acuerdo con esta ideología, ya que pienso que hay que
tener valores para ser alguien importante y uno de esos valores es la lealtad
algo de lo que Fouché carecía .Él era todo un genio, pero tenía una
personalidad muy fría, siempre quería estar del lado de los ganadores y era
muy inseguro de sí mismo, por lo tanto es que no se conoce mucho acerca de
este personaje, Así mismo nos dice que era un líder, sin embargo, a falta de
personalidad siempre tenía que estar atrás de alguien para que ese alguien
diera la cara por él aunque él era el de las ideas.

Para él la derrota era la muerte y el triunfo era la vida. Tenía habilidad e


inteligencia pero no la idea de que había un creador, un todo poderoso al cual
había que agradecerle nuestra existencia en este mundo. Fouché no supo
aprovechar su gran inteligencia, para obrar bien pues es su alma de vil de
traidor que, en el momento supremo, le impide elevarse a la grandeza de una
idea noble, desinteresada, y sucumbe, amarrado por la baja codicia, al mísero
provecho material, norte único de sus acciones y de sus innegables talentos.

 RUIZ OJEDA NEVIO :


José Fouché fue un muchacho de un físico desagradable, hijo de pescadores,
el cual nunca se pudo dedicar a esta actividad porque nunca fue de su interés.
Sus ambiciones eran mayores y es así que se dedica a la vida eclesiástica,
aunque vale destacar que fue profesor de matemática y física.
Fouché fue un traidor de nacimiento y un sujeto de doble personalidad. Llegó a
negar la existencia de Dios aun cuando había pertenecido a ella. Se introduce
al mundo de la política teniendo contacto con Robespierre y fue llamado para
que ponga orden a una de las ciudades del país ya que era conocido por ser
una persona que tenía todo a su disposición.

 CARDOZA REYES PAUL:


José Fouché fue uno de los hombres más poderosos de su época y uno de los
más extraordinarios de todos los tiempos. Sin embargo era un persona que sus
principios era de ser traidor por nacimiento, miserable, intrigante, un tránsfuga
profesional.
Era el genio de hombre de gobierno, que acertaba en todos sus vaticinios con
increíble perspicacia. Que daba consejos útiles y valiosos informes. Fouché
tenía su perfil fugaz en las curvas más pronunciadas de su ruta.
José Fouché siempre encontró sitio para los talentos y recoger al más humilde
en su reino invisible. Tuvo un cargo pobre, sin mucha esperanza de ascenso,
pero siempre una escuela en la que el mismo aprende a la vez enseña. En el
resalta un rasgo característico de su personalidad: la antipatía a ligarse
completamente, de manera irrevocable, a alguien o a algo.

 ZAPATA ARROYO CINDY :

Stefan swieg aborda en este libro un estilo peculiar, en el que ahonda la


personalidad y el carácter del personaje retratado, como lo es Fouché,
buscando sus motivaciones intimas y tratando de destrañar las verdaderas
causad de los acontecimientos. Fouché fue una persona que influyo muchísimo
más de lo que dictan las apariencias. Fue un ejemplar perfecto político, un
hombre absolutamente inmoral. Fouché se caracteriza sobre todo por su
habilidad para asegurarse su propia supervivencia y mantenerse en el poder a
toda costa, independientemente de quien ocupe el poder, además de su
desmedida ambición, era audaz, frio, este personaje retrata un perfecto
ejemplo de maldad, la ingratitud y la mezquindad que caracterizan a los seres
humanos

 ELIZABETH MANCHAY MACHADO :


Este libro sobre Fouché no es un libro de historia al uso. Pero desearíamos que
todos los libros de historia fueran como éste. Ya que se relatan
acontecimientos históricos claves en la historia de Francia y de Europa pasan
ante nuestros ojos descritos magistralmente por Zweig. Este no es un libro de
literatura ni una novela, pero está escrito de forma maravillosa. Recordemos
que Zweig ponía el máximo empeño en que no sobrara ni una sola frase;
quería que no hubiera nada que molestara al lector y que le permitiera leer de
forma fluida. Y no es un libro de aventuras pero lo leemos con más avidez que
muchos libros de aventuras, aunque disecciona los personajes históricos
mostrándonos sus ambiciones, sus pecados, sus secretos y sus almas.

 MONDRAGON MERINO LEISY :

Analizando la personalidad de Fouché, creo que la inseguridad que lo


caracterizaba ese oscurantismo le permitió lograr lo que se proponía, a pesar
de que las ideas eran suyas siempre se escondía detrás de alguien, sean
cosas buenas o malas nunca daba la cara, en la vida real ,más que todo en la
política suele pasar, que las buenas ideas no son de las figuras superiores, la
inteligencia está en manos de hombres secundarios, dicho de otra forma la
imagen del hombre famoso no es el genio sino el hombre detrás de él, fue
precisamente esté oscurantismo el que le permitió culminar sus dos logros
principales: Sobrevivir a los hombres más poderosos de su tiempo y no perder
las riendas del poder, carecía de valores y ética, llegó a ser gobernante y
multimillonario gracias a su psicología impresionante de un hombre físicamente
débil pero mentalmente fuerte.
A èl no le esperaba un futuro prometedor pero supo sacar partido de la mejor
arma que tenía, que era su mente, el modo en que siempre recurría al juego
sucio y el don que tenía de planear todo perfectamente sin importar el daño
que podría estar causando a otras personas o si traicionaba incluso a personas
cercanas a él y que le habían brindado su confianza nada le importaba con tal
de lograr lo que él deseaba.

 ZAPATA YARLEQUE KIARA

Fouché fue uno de los personajes más controvertidos de la Revolución


Francesa, tenebroso y Maquiavélico, votó a favor de la muerte de Luis xvi y
María Antonieta fue responsable de sangrientas represalias. Participó
activamente de la conspiración termiodoriana.
Pasó a ser Ministro de Policía del directorio y se convirtió en cómplice activo
del 18 Brumario. Fouché logró grandes cosas gracias a su talento inigualable, a
su ingenio para hacer las cosas a su manera siendo siempre amoral, dueño de
una escurridiza figura pero con una mente gigante.

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