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NOVELA

“CONFESIONES DE UN

MISÁNTROPO”

***
NOTA DEL TRANSCRIPTOR

El último deseo de un hombre es como una promesa irrompible que debe cumplirse,

si es que, desde luego, esta no atenta contra la paz social, ni contra uno de los

mortales que aún andamos por las sendas incomprensibles de la vida. Es así como

he decidido dar a las imprentas los escritos del desdichado Enrique Rodas Andrade,

el Misántropo, ya que estos no atentan contra la sociedad, ni contra hombre alguno

y porque a nadie interesaron hasta que, luego de saber de su existencia, los

recuperé de la humedad, el moho y el olvido y después de una primera lectura supe

que la voluntad de Enrique – quien ojalá esté gozando de la paz eterna – era que

su autoconfesión se hiciese pública para el deleite, o más bien dicho, reflexión de

sus futuros lectores.

Yo había regresado en 2015 a mi natal Latacunga, con mi título de abogado en las

manos, el cual lo había conseguido en la Universidad Católica de la ciudad de Quito;

y, como es lógico, me dispuse a ejercer mi profesión en procura de ser un oferente

capaz de un servicio de calidad para mis clientes. Así discurría mi tiempo, todo

normal y pintado de esperanza, hasta que un buen día, por casualidad o por destino

– nunca lo averigüé – en una constatación de evidencias que tuve que realizar en

las bodegas policiales, de un caso de robo, y mientras discutía con el gendarme

sobre cosillas del asunto en mención, atisbé un paquete asegurado celosamente

con cinta adhesiva, yacente en un recóndito rincón de la bodega. Me acerqué

entonces al mencionado paquete y lo tomé, mientras leía una nota sobresaliente en

el mismo que rezaba: “Al que halle este manuscrito, le suplico, por favor, hágalo

suyo y trate de cumplir la voluntad que en su interior manifiesto”

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