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Paciente de 31 años, varón, casado. Ingeniero de profesión. Hace tres años nació
su hijo, varón. Poco después quebró la empresa donde trabajaba. Se le produjo
una úlcera de estómago. Se decidió a preparar oposiciones, estudiaba 14 horas
diarias, durante dos años. Los tres meses inmediatos al examen los pasó fuera de
casa, en la ciudad donde opositaba.
Desde hace nueve meses toma Alprazolam tres veces al día (0,75 mg – 0,50 mg –
0,50 mg), bajo prescripción y control regular de un neuropsiquiatra.
Ha dejado de fumar.
Tiene muchas veces la sensación de que algo está a punto de pasar, y una cierta
sensación de extrañeza respecto de sí y lo que le rodea. Por si acaso el
“accidente” fuera mental y perdiera el control, trata de imaginar cuáles serían las
peores consecuencias para cada momento; así no se atreve a tender la ropa por si
le diera por tirarse al vacío, y si está solo evita peinar o acercarse a su hijo por si,
en el supuesto ataque de locura o pérdida de control, lo coge por el cuello y lo
ahoga. Ahora resulta que muchas veces le viene esa imagen-idea a la cabeza y ya
duda de si no será que en el fondo quiere hacerlo, experimentando gran
desasosiego; por otro lado no se atreve a decir nada de esto a su mujer por si se
asusta.
Como duerme muy mal, hace tres meses que va al gimnasio diariamente, por
espacio de dos horas y media, donde se ejercita hasta la extenuación con la
intención de llegar muy fatigado y caer rendido.
Trata de combatir la sensación de ahogo “marcando” la inspiración y la expiración
con un determinado ritmo, más bien rápido.
En casa, sobre todo los fines de semana, trata de estar tumbado en el sofá y
adormilarse porque ha observado que si lo consigue, aunque no duerma, no
piensa y está más relajado. Los ruidos le molestan muchísimo.