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Para el CISPO, el título del seminario en cuestión no era un elemento baladí. En rigor,
el título daba cuenta de una asentada convicción de que precisamente gran parte de
los desafíos en materia de desarrollo democrático son aspectos que nos vinculan
necesariamente a la idea de ciudadanía; o, dicho de otra forma, son desafíos que
problematizan el tipo de comunidad y el tipo de vínculo que cada sociedad busca
promover.
Una de estas transformaciones más evidentes es que hoy en día la visibilidad política
de la afirmación cultural de la diferencia aumenta mientras que, por el contrario, los
antiguos derechos sociales y económicos se enfrentan a condiciones más limitadas,
producto de sociedades desprovistas de instrumentos para promover efectivamente la
integración y la solidaridad.
“¿Cómo podemos administrar las representaciones colectivas, que hemos dicho que son cada vez
más diversas, reafirmando con claridad la idea de una pertenecía común que nos une?”
Por ello, hoy más que nunca es fundamental discutir sobre ciudadanía, repensando en
qué se traduce ella; esto, si es que el objetivo es que ella favorezca la organización
armónica del comportamiento colectivo en sociedades mucho más abiertas, donde, por
ejemplo, la economía juega un rol fundamental.
En este marco, si bien es cierto que las preguntas que nos podemos hacer son
múltiples y variadas, es posible sugerir una en particular que hoy pareciera ser más
relevante que nunca; a saber.
Sólo en torno a este problema ya tenemos un gran desafío a resolver como país.