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Hay pocos campos del desarrollo tecnológico en los que existe tan poco consenso.
A vuelo de pájaro y haciendo una supersimplificación, es posible reconocer
especialistas relevantes y voces autorizadas en cada una de las posiciones en
disputa.
Del lado de los escépticos, y por razones diferentes, encontramos nombres tan
reconocidos como los del matemático del siglo XX Kurt Gödell, el filósofo John
Lucas, o el físico más contemporáneo Roger Penrose, quien dijo: “La conciencia
solo podrá entenderse y ser replicada por una máquina cuando tengamos una
nueva teoría física que vaya más allá de la mecánica cuántica. De momento, la idea
de que un robot piense me parece divertida como fantasía de ciencia ficción, pero
nada creíble desde el punto de vista de la física contemporánea”.
El célebre filósofo de la mente John Searle, por su parte, se manifiesta más bien
agnóstico. ¿Podrá una máquina no biológica llegar a pensar?–No lo
sabemos–, afirma, porque hasta ahora la única estructura fehacientemente
correlacionada con el pensamiento es el cerebro humano, y como no tenemos ni
la más remota idea de cómo lo hace, no sabemos si lo vamos a poder imitar o no.
Lo cierto, añade, es que si se lograran máquinas pensantes no sería por un
crecimiento en la línea del actual procesamiento sintáctico de la información.
Estas máquinas necesitarían hacer algo cualitativamente diverso: generar una
subjetividad y dar lugar al plano de la semántica.