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JAMES J. MURPHY (ed.

)
JAMES J. MURPHY (ed.)

LA ELOCUENCIA
EN EL
RENACIMIENTO
LA ELOCUENCIA EN EL RENACIMIENTO

Estudios sobre la teoría y la práctica


de la retórica renacentista

VISOR LIBROS
LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL
Y RENACENTISTA

PAUL OSKAR KRISTELLER


Profesor emérito
Columbia University

El término retórica, largamente despreciado, se ha reva-


lorizado de nuevo en los últimos años, pero su significado
preciso —ya se aplique a la Antigüedad o a la Edad Media,
ya al Renacimiento o a la modernidad— parece lejos de estar
claro. La retórica ha sido definida o entendida como el arte
de la persuasión, de la argumentación probable, del estilo de
la prosa y la composición, o de la crítica literaria; y cada una
de estas diferentes —si bien relacionadas— definiciones se
ha incorporado a las anteriores en un distinto período o con-
texto. El arte de la composición se ha centrado a veces en
el discurso, producido oralmente y escuchado por un audi-
torio; otras, en la carta o el ensayo, escritos y leídos en si-
lencio. Aparte de su propio significado intrínseco, la retóri-
ca ha mantenido cambiantes relaciones con otras materias y
disciplinas, que significativamente han afectado al propio
modo de entender la retórica: ésta se ha asociado a la gra-
mática y a la lógica, a la poesía, a la ética y la política, por
mencionar sólo algunas de sus conexiones más relevantes. El
lugar ocupado por la retórica en las clasificaciones de las
artes y las ciencias, y en el currículum de los estudiosos y de
las universidades, también ha experimentado muchos cam-
bios a través de los siglos. No puedo confiar en hacer justi-
cia a todos estos aspectos en un breve ensayo, pero me cen-
traré en la retórica del Renacimiento, sus antecedentes me-
dievales y su situación en la cultura renacentista. Intentaré
además indicar cuáles son algunos de los numerosos proble-
12 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

mas que, en mi opinión, precisan de una investigación más


detenida 1.
En los últimos años se ha afirmado con frecuencia que
la retórica proporciona la clave del humanismo renacentista,
así como, en general, del pensamiento y la civilización du-
rante este período 2. Por un artículo que publiqué hace cin-
cuenta años se me suele incluir entre quienes sostienen este
punto de vista 3. Permítaseme aprovechar esta ocasión para
aclarar mi postura en tan crucial asunto. Creo que la retóri-
ca del Renacimiento es mucho más importante —en cuanto
a que precisa un mayor estudio y atención— de lo que nu-
merosos críticos de las últimas generaciones estuvieron dis-
puestos a admitir. Sin embargo, yo nunca pretendí afirmar
que el humanismo renacentista, y no digamos el pensamien-
to y el sistema educativo en general del Renacimiento, se re-
dujeran a la retórica. La retórica sólo fue uno de los cinco
studia humanitatis cultivados por los humanistas, cuyo tra-
bajo como gramáticos (y eruditos clásicos), historiadores,
poetas y moralistas no depende de su retórica, aunque esta
tarea pudiera ser a menudo inseparable de ella. Además,
como he estado sosteniendo (aunque muchos críticos no me
hayan escuchado), el humanismo constituye sólo un aspecto
—aunque importante— del pensamiento y del sistema edu-
cativo renacentistas; asimismo, la historia de la teología, la
jurisprudencia, las ciencias y la filosofía del Renacimiento no
se limita al humanismo, y mucho menos a la retórica huma-
nista, aunque ésta influye de muy diversos modos en dicha

1
Información y bibliografía complementarias se hallarán en Paul Oskar
Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources (Nueva York, 1979), espe-
cialmente en la sección «Philosophy and Rhetoric from Antiquity to the Re-
naissance» (pp. 211-59 y 312-27). Cfr. también George A. Kennedy, Clas-
sical Rhetoric and Its Christian and Secular Tradition from Ancient to Mo-
dern Times (Chapel Hill, N. C., 1980) y Ernesto Grassi, Rhetoric as Philo-
sophy: The Humanist Tradition (University Park, Pa., 1980).
2
Hannah H. Gray, «Renaissance Humanism: The Pursuit of Eloquen-
ce», Journal of the History of Ideas, 24 (1963), 497-514; Jerrold E. Seigel,
Rhetoric and Philosophy in Renaissance Humanism (Princeton, N. J., 1968);
Hannah H. Gray, «History and Rhetoric in Quattrocento Humanism», tesis
doctoral (Harvard University, 1956); Nancy Struever, The Language of His-
tory in the Renaissance (Princeton, N. J., 1970).
3
Paul Oskar Kristeller, «Humanism and Scholasticism in the Renais-
sance», Byzantion, 17 (1944-45), 346-74, reimpreso en mis Studies in the Re-
naissance Thought and Letters (Roma, 1956), 553-83 y en mi Renaissance
Thought (Nueva York, 1961), 92-119 y 153-66.
PAUL OSKAR KRISTELLER 13

historia 4. Me gustaría que el lector tuviera firmemente en


cuenta estas puntualizaciones cuando plantee —sin preten-
siones exageradas— algunos aspectos de la retórica renacen-
tista y su impacto en otras áreas de la educación, humanis-
ta y no humanista, durante el Renacimiento. Como es habi-
tual, centraré mi atención en Italia, dada mi familiaridad con
la historia de ese país, y porque está más que admitida la
función rectora de los italianos en la historia de la retórica
medieval y renacentista.
Para adquirir un conocimiento apropiado de la retórica
renacentista, como de muchas otras facetas del Renacimien-
to, debemos empezar por las fuentes antiguas. Durante la
Edad Media, las fuentes básicas para la teoría general de la
retórica fueron el De inventione de Cicerón y la pseudocice-
roniana Rhetorica ad Herennium. Como libros de texto más
conocidos, generaron numerosos comentarios, especialmente
durante los siglos XII y XIV; en los últimos años, la crítica
ha dispensado mucha atención a estos comentarios 5. El siglo
XV añadió las obras retóricas más maduras de Cicerón, sobre
todo el Orator y el De oratore. Estos textos ejercieron una
gran influencia sobre el pensamiento y la literatura del Re-
nacimiento, influencia de la que se han dado muchos ejem-
plos, pero que debería explorarse más profundamente. Quin-
tiliano, cuya obra se conoció en la Edad Media a través de
una versión incompleta, fue sólo redescubierto en su texto ín-
tegro y ampliamente estudiado en el siglo XV. Aún no se ha
indagado suficientemente su influjo, pero es significativo que
Lorenzo Valla le atribuyera más autoridad que al mismo Ci-
cerón 6. Los discursos ciceronianos, algunos muy conocidos y
otros descubiertos en ese período, fueron muy admirados e
imitados; de hecho, las entonces recuperadas introducciones
de Ascanio a algunos discursos de Cicerón estimularon los in-
tentos de Antonio Loschi y Sicco Polenton de hacer lo mismo
con otras piezas oratorias de ciceronianos. En cuanto a la

4
Paul Oskar Kristeller, «The Impact of Early Italian Humanism on
Thought and Learning», en Bernard S. Levy, ed., Developments in the Early
Renaissance (Albany, N. Y., 1972), 120-57.
5
Cfr. John O. Ward, «Artificiosa Eloquentia in the Middle Ages», tesis
doctoral (University of Toronto, 1972) y «From Antiquity to the Renaissan-
ce: Glosses and Commentaries on Cicero’s Rhetorica», en James J. Murphy,
ed., Medieval Eloquence (Berkeley-Los Angeles, 1978), 25-67.
6
Lorenzo Valla, Dialecticae Disputationes, II, 20-3 y III, 15 (Opera omnia
[Basilea, 1540], Turín, 1962), 719-31 y 752-6.
14 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

composición de cartas, las de Séneca y Plinio y, sobre todo,


las entonces recientemente halladas de Cicerón, proporciona-
ron las fuentes y los modelos principales.
La extensión de las fuentes antiguas durante el Renaci-
miento —en retórica y en otros campos— es mucho más su-
perficial cuando examinamos las griegas. Muy pocas eran las
fuentes conocidas de la retórica griega al final de la Edad
Media: la Retórica de Aristóteles y la pseudo-aristotélica Rhe-
torica ad Alexandrum; el tratado De elocutione, atribuido a
Demetrio de Faleron, y el discurso Ad Demonicum, adjudi-
cado a Isócrates. Estos tres últimos textos tuvieron una cir-
culación muy restringida 7; y como la Retórica de Aristóteles
—aunque muy conocida— fue estudiada por los filósofos es-
colásticos como una parte de la filosofía moral 8, pero no por
los retóricos profesionales, podemos asegurar con certeza que
las teorías y los textos griegos no influyeron en la retórica me-
dieval, excepto por la intermediación de los retóricos latinos.
Durante el Renacimiento, Occidente accedió a todo el
corpus de la literatura retórica griega a través de los textos
originales o de las traducciones latinas y vernáculas. Los hu-
manistas conocieron no sólo a Hermógenes y Aftonio, que
habían dominado, durante la última Antigüedad y el perío-
do bizantino, la tradición retórica entre los griegos, sino tam-
bién al Pseudo-Longino, Dionisio de Halicarnaso, Menandro
y otros autores menores de retórica 9. Muy conocidos llega-
ron a ser la Rhetorica ad Alexandrum y el Pseudo-Demetrio 10;
y lo que es más importante: la Retórica de Aristóteles fue
apreciada y ampliamente estudiada más como obra de retó-
rica que de filosofía moral.
Cuando Aldo Manuzio publicó la primera edición griega
de los textos de Aristóteles (1495-1498), significativamente
excluyó la Retórica (y la recién encontrada Poética), para in-

7
Paul Oskar Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources, 322, nn.
50-3.
8
Entre los comentaristas medievales de la Retórica aristotélica figuran
Giles de Roma, Guido Vernani, John Buridan y John of Jandun.
9
Para Hermógenes, cfr. Annabel M. Patterson, Hermogenes in the Re-
naissance (Princeton, N. J., 1970) y Jonh Monfasani, George of Trebizond
(Leyden, 1976).
10
Para Demetrio, cfr. Bernard B. Weinberg, en Paul Oskar Kristeller y
F. Edward Cranz, eds., Catalogus Translationum et Comentatorium (Was-
hington, 1971), vol. 2, 27-41. Gran difusión tuvo la traducción latina de la
Rhetorica ad Alexandrum, hecha por Francesco Filelfo.
PAUL OSKAR KRISTELLER 15

cluirla en el corpus de textos retóricos griegos que publicó


pocos años después (1508) 11. En el siglo XVI, la Retórica de
Aristóteles tuvo muchos comentaristas, todos más humanistas
y retóricos que filósofos morales 12. Por sus contribuciones a
la teoría retórica y literaria, el corpus completo de comenta-
rios a la Retórica debería examinarse con la misma cuidado-
sa atención que los comentarios a la Poética —algunos de ellos
preparados por los mismos autores— han merecido reciente-
mente 13.
A los tratados teóricos sobre retórica debemos añadir los
productos de la antigua oratoria griega. Todos los oradores
áticos —especialmente Lisias, Isócrates y Demóstenes— fue-
ron traducidos, leídos e imitados; también algunos de los úl-
timos oradores griegos, como Dio de Prusa, Arístides y Li-
banius. Podríamos incluir los discursos que se encuentran en
las obras de Tucídides, Dio Cassius y otros historiadores, dis-
cursos a veces traducidos y estudiados como piezas indepen-
dientes 14. El vasto corpus griego de cartas, la mayoría de ellas
tardías y apócrifas —y por tanto desatendidas por los mo-
dernos filólogos clásicos—, fue enormemente popular entre
los humanistas del Renacimiento. Las cartas atribuidas a Fa-
laris, Diógenes el Cínico, Bruto y otros figuraron entre las
obras más leídas de la literatura antigua, a juzgar por el nú-
mero de traducciones, manuscritos y ediciones existentes; ade-
más, las cartas de Libanius fueron tempranamente duplicadas
en el siglo XV por las falsificaciones latinas de Francesco Zam-
beccari 15. Buena parte de este material está a la espera aún
de una cuidadosa tarea de escrutinio bibliográfico, estudio
textual y exploración de su influencia. El esquema un tanto
tosco y apresurado que acabo de esbozar tendrá que ser co-
rregido y completado de acuerdo con esa futura investigación.

11
Lorenzo Minio-Paluello, «Attivitá filosofico-editoriale dell’ umanesi-
mo», en sus Opuscula (Amsterdam, 1972), 483-500.
12
Entre los comentaristas de la Retórica durante el siglo XVI se hallan
Daniel Barbarus, Petrus Victorius, M. A. Maioragius, Franciscus Portus y
Antonius Riccobonus. Cfr. F. Edward Cranz, A Bibliography of Aristotle
Editions 1501-1600 (Baden-Baden, 1971), 162-3.
13
Bernard B. Weinberg, A History of Literary Criticism in the Italian Re-
naissance (Chicago, 1961), 2 vols.
14
Para los manuscritos que las contienen, cfr. Paul Oskar Kristeller, Iter
Italicum (Leiden, 1963-67), 2 vols., y otros catálogos.
15
R. Foerster, Francesco Zambeccani und die Briefe des Libanios (Stutt-
gart, 1878).
16 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

Muy raramente se compusieron tratados independientes


de teoría retórica general durante la Baja Edad Media, y su
número fue aún bastante limitado durante el siglo XV. Este
hecho puede deberse a la autoridad de los antiguos libros de
texto, que los profesores humanistas prefirieron glosar en vez
de emular. Los tempranos ejemplos que conozco son varios
tratados populares de Gasparino Barzizza y Agostino Dati, un
tratado sistemático y muy influyente de George of Trebi-
sond 16, una obra de Guillaume Fichet que intenta introducir
una nueva e interesante terminología 17, tratados de Giorgio
Valla 18 y Philippus Callimachus 19, y alguno que otro más. En
el siglo XVI, la literatura de libros de texto retóricos fue bas-
tante amplia, pero incluso su descripción bibliográfica está
lejos de ser completa 20. Hasta donde sé, no hay estudios de-
tallados de la retórica del Renacimiento que puedan compa-
rarse a los que se han realizado, para el mismo período, sobre
los tratados de gramática, lógica o poética 21. Podría no estar
bien informado, pero no sabría dónde buscar los datos pre-
cisos sobre las doctrinas individuales de autores específicos y
sobre sus diferencias con respecto a las doctrinas de otros au-
tores, antiguos y contemporáneos. Lo mismo sucede con la
historia de conceptos, temas o teorías individuales, con la po-
sible excepción de las figuras del discurso, que han interesa-
do a los historiadores de la poesía y de la crítica literaria. La
reforma de la lógica realizada por Peter Ramus incluyó tam-
bién la retórica, pues este autor modificó la tradicional divi-

Monfasani, George of Trebizond.


16

Paul Oskar Kristeller, «An Unknown Humanist Sermon on St. Step-


17

hen by Guillaume Fichet», en Mélanges Eugène Tisserant, Studi e Testi 236


(Ciudad del Vaticano, 1964), 459-97.
18
Gray, «History and Rhetoric».
19
Philippus Callimachus, Rhetorica, ed. K. F. Kumaniecki (Varsovia,
1950).
20
Donald L. Clark, Rhetoric and Poetry in the Renaissance (Nueva York,
1922; reimpr. 1963); Charles S. Baldwin, Renaissance Literary Theory and
Practice (Nueva York, 1939; reimpr. 1959); O. B. Hardison, The Enduring
Monument (Chapel Hill, N. C., 1962); W. S. Howell, Logic and Rhetoric in
England, 1500-1700 (Princeton, 1956); F. Buisson, Répertoire des ouvrages
pédagogiques du XVIe siècle (París, 1886; reimpr. Nieuwkoop, 1962), y Susan
Gallick, «The Continuity of the Rhetorical Tradition: Manuscript to Incu-
nabulum», Manuscripta, 23 (1979), 31-47.
21
G. Arthur Padley, Grammatical Theory in Western Europe 1500-1700
(Cambridge, 1976); W. Risse, Bibliographia Logica (Hildesheim, 1965);
Weinberg, A History of Literary Criticism.
PAUL OSKAR KRISTELLER 17

sión entre las dos displinas, y de ahí que su retórica, o más


bien la de su amigo Taleus, haya recibido la atención de los
recientes historiadores del ramismo 22.
Un problema concreto y relevante para los teóricos y los
autores del Renacimiento —como lo había sido en las pos-
trimerías de la Antigüedad— fue la imitación de los mode-
los antiguos. Todos los humanistas convinieron en que era
necesario algún tipo de imitación, pero hubo una viva dis-
cusión entre los ciceronianos, que reconían a Cicerón como
el único modelo en cuanto al estilo y el vocabulario de la
prosa, y sus oponentes, que pedían una imitación más ecléc-
tica, de manera que el estilo de la prosa fuese más original.
El debate, que tuvo entre los ciceronianos a Barzizza, Paolo
Cortesi y Bembo, y entre sus contrarios a Lorenzo Valla, Po-
liziano, Gianfrancesco Pico, Erasmo y Lipsio, ha sido anali-
zado por algunos críticos 23, pero precisa una más completa
y detallada investigación, como muchos otros conceptos y
doctrinas específicos de teoría retórica.
Podríamos añadir que la vasta literatura medieval y rena-
centista sobre la memoria, que ha recibido algún tratamiento
crítico 24, puede considerarse hasta cierto punto una parte de
la retórica. De acuerdo con la teoría antigua, la memoria era
una de las cinco partes de la retórica, y ya la Rhetorica ad He-
rennium, en su sección dedicada a la memoria, comenta al-
guno de los primeros tratados sobre esta facultad 25. No es in-
frecuente que los nuevos campos de investigación se originen
como tratamientos monográficos de lo que solía ser un capí-
tulo incluido en una disciplina tradicional más amplia.
Mucho más vasta que la literatura sobre retórica en ge-
neral o sobre temas específicos como la imitación, parece ser
la dedicada a los varios géneros de la prosa literaria, espe-

22
Walter J. Ong, Ramus: Method and the Decay of Dialogue (Cambrid-
ge, Mass., 1958), y Ramus and Talon Inventory (Cambridge, Mass., 1958);
Neal W. Gilbert, Ranaissance Concepts of Method (Nueva York, 1960).
23
R. Sabbadini, Storia del Ciceronianismo (Turín, 1885); Izora Scott, Con-
troversies Over the Imitation of Cicero as a Model for Style (Nueva York,
1910); Le Epistole «De imitatione» di Giovanfrascesco Pico della Mirandola
e di Petro Bembo, ed. G. Santangelo (Florencia, 1954); Erasmo, Il Cicero-
niano, ed. A. Gambaro (Brescia, 1965); Erasmo, Dialogus Ciceronianus, ed.
P. Mesnard, en Opera omnia, ordo 1, tomus 2 (Amsterdam, 1971), 581-710.
24
Helga Hajdu, Das Mnemotechnische Schrifttum des Mittelalters (Viena,
1936); Frances Yates, The Art of Memory (Londres-Chicago, 1966).
25
Ad Herennium, III, 16, 24-8, 40.
18 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

cialmente la carta, el discurso y el sermón; esto puede consi-


derarse una herencia medieval. El tratado, el diálogo y el en-
sayo, si bien muy cultivados por los humanistas del Renaci-
miento y otros autores, no recibieron mucha atención teóri-
ca, aunque en el siglo XVI hubo unos cuantos tratados sobre
el diálogo 26.
La teoría sobre la carta como género principal de la lite-
ratura prosística aparece bastante tardía y raramente en la re-
tórica clásica, mientras que llega a adquirir un lugar central
en la Edad Media 27. La composición de documentos y cartas
fue una necesidad legal y administrativa en los inicios de la
Edad Media. En una época en que el analfabetismo era la
regla, los Papas y otros funcionarios de la Iglesia, los prínci-
pes, y después las ciudades, dependieron de los servicios de
notarios, cancilleres y secretarios especialmente preparados
para sus tareas. Esta preparación se basaba en formularios y
colecciones de modelos, y quizá también en una educación
transmitida oralmente.
El más antiguo tratado conservado que desarrolla especí-
ficamente el arte de escribir cartas, o ars dictandi, fue com-
puesto por Alberic de Montecassino a finales del siglo XI.
Parece —por esta obra y por las introducciones a otras más
tardías— que el ars dictandi se originó como una parte de un
amplio campo de retórica, y que ya recibía un tratamiento es-
pecial, por la enorme importancia práctica y profesional de
su asunto. El siglo XII produjo un muy numeroso conjunto
de obras o dictamen, que incluye tratados teóricos y colec-
ciones de cartas-modelo, muchas de ellas anónimas. La ma-
yoría de los autores que han sido identificados a principios

26
Rudolf Hirzel, Der Dialog (Leipzig, 1895; reimpr. Hildesheim, 1963),
2 vols.
27
James J. Murphy, Rhetoric in the Middle Ages (Berkeley-Los Angeles,
1974) y Medieval Rhetoric: A Select Bibliography (Toronto, 1971); Giles
Constable, Letters and Letter-Collections (Turnhout, 1976); Kristeller, Re-
naissance Thought and Its Sources, 317-9; Kennedy, Classical Rhetoric, 173-
94; H. M. Schaller, «Dichtung lehren und Briefsteller», en P. Weimar, ed.,
Die Renaissance der Wissenschaften im 12 Jahrhundert (Zurich-Munich,
1981), 249-71, y «Ars dictaminis, ars dictandi», en Lexikon des Mittelalters
(Zurich-Munich, 1980), cols. 1.034-9. Parece que los antiguos egipcios tra-
taron la carta como un género literario; hay cartas-modelo del tercer mile-
nio a. C., y manuales para escribir cartas y colecciones de cartas-modelo del
segundo milenio: cfr. G. Posener, «Les malheurs d’un prêtre égyptien», Jour-
nal des Savants (1979), 199-205, especialmente 199-201.
PAUL OSKAR KRISTELLER 19

del siglo XII trabajaron en Bolonia, mientras que, a finales


del mismo siglo, Orléans y otros lugares de Francia alcanza-
ron gran relevancia y desarrollaron su propio estilo. Durante
el siglo XIII, la escuela de Bolonia mantuvo su importancia
y dio algunos de sus más famosos maestros, como Bomcom-
pagno, Guido Faba, Giovanni di Bonandrea y Lawrence of
Aquileia. Su influencia, como atestigua la difusión de sus ma-
nuscritos, alcanzó a toda Europa; durante el siglo XIV, si no
antes, hallamos un número de dictatores activos fuera de Ita-
lia, no sólo en Francia, sino también en Inglaterra, España,
Alemania y Bohemia. En Italia también se encuentran trata-
dos o dictamen del siglo XIV e incluso del XV, pero se suele
conocer a sus autores como prehumanistas y humanistas 28.
Este hecho parecería confirmar mi teoría, iniciada en 1945,
de que hay una conexión directa entre el ars dictaminis me-
dieval y la epistolografía humanista (yo nunca quise sugerir
que todo el humanismo derivara del ars dictaminis).
En sus aspectos formales, no en su estilo ni en su conte-
nido específico, o incluso en sus títulos, los tratados huma-
nistas sobre el arte de escribir cartas, y sus colecciones de car-
tas-tipo, son la directa continuación del ars dictandi medie-
val; además, en su actividad como cancilleres y secretarios,
con funciones administrativas y políticas subalternas, los hu-
manistas fueron los sucesores directos de los dictatores me-
dievales, entre los que se encuentran figuras como Petrus de
Vineis y Rolandino Passeggeri. Muchos humanistas, inclu-
yendo a Salutati, tuvieron una formación notarial e incluso
una rudimentaria formación legal. El ars epistolandi huma-
nista, que ocupó el lugar del ars dictandi medieval, heredó
ciertos rasgos de él, como el enfatizar la dirección (salutatio),
el tratamiento separado de ésta y de la introducción (exor-
dium), y la teoría sobre la puntuación y sobre las partes de
la carta. Los humanistas rechazaron la doctrina medieval del
cursus y volvieron a la teoría y la práctica de la antigua clau-
sula métrica, conocida desde Cicerón. Y, sobre todo, cultiva-
ron un estilo diferente y siguieron distintos modelos, espe-

28
Paul Oskar Kristeller, «Un “ars dictaminis” di Giovanni del Virgilio»,
Italia Medioevale e Umanistica, 4 (1961), 181-200. Los tratados de dictamen
de Francesco da Buti y Domenicus Bandinus aparecen en varios manuscri-
tos. Cfr. también Paul F. Gehl, «Vat. Ottobonianus Lat. 1854: Apropos of
Catalogue Notices and the History of Grammatical Pedagogy», Revue
d’Historie des Textes, 8 (1978), 303-7 (sobre Alberic de Montecassino).
20 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

cialmente los de Cicerón y sus propios predecesores huma-


nistas. Los tratados de Erasmo y Vives sobre el arte de es-
cribir cartas han atraído recientemente la atención de los crí-
ticos, pero la amplia colección de Mario Filelfo de cartas-tipo
ha sido largamente ignorada. Para los otros tratados y colec-
ciones de modelos de los siglos XV y XVI, ni siquiera se han
echado los cimientos bibliográficos 29.
Mucho más numerosas que los tratados y las colecciones
de cartas-modelo son las colecciones de cartas auténticas
(públicas o privadas, originales o editadas). La misma am-
plitud de este corpus conservado dificulta enormemente
cualquier intento de control bibliográfico o de estudio com-
pleto e interpretación basada en las fuentes reales. Algunas
de las cartas políticas de Salutati se publicaron en el siglo
XVIII 30, pero las de Bruni y otros prominentes cancilleres
humanistas esperan la atención de los críticos, en los archi-
vos no sólo de Florencia, sino también de otros lugares de
Italia y del Norte 31. A menudo, los historiadores, sobre todo
interesados en asuntos políticos, se han dado por satisfechos
con simples listas y resúmenes. La influencia humanista ejer-
cida sobre las cancillerías afectó al estilo caligráfico —en algo
estudiado recientemente—, pero sobre todo determinó el es-
tilo de composición y la terminología utilizada para dirigir-

Giles Constable, Letters and Letter-Collections; Cecil H. Clough, «The


29

Cult of Antiquity: Letters and Letter Collections», en Cecil H. Clough, ed.,


Cultural Aspects of the Italian Renaissance (Manchester-New York, 1976),
33-67; Alois Gerlo, «The Opus de conscribendis epistolis of Erasmus and the
Tradition of Ars Epistolica», en R. R. Bolgar, ed., Classical Influences on
European Culture A.D. 500-1500 (Cambridge, 1971), 103-14; Erasmus, De
conscribendis epistolis, ed. J. C. Margolin, Opera omnia, ordo 1, tomus 2
(Amsterdam, 1971), 159-579. Para los numerosos incunables que transmi-
ten el Novum Epistolarum de Johannes Marius Philelphus, cfr. Hain, 12968-
80, y Copinger, 4744-45. La primera edición (Hain, 12968) fue impresa en
París, 1481, según Reichling.
30
Coluccio Salutati, Epistolae, ed. Josephus Rigaccius (Florencia, 1741-
1742), 2 vols. Cfr. Ronald G. Witt, Coluccio Salutati and His Public Letters
(Génova, 1976); Paul M. Kendall y V. Ilardi, Dispatches with Selected Do-
cuments of Milanese Ambassadors in France and Burgundy (Athens, Ohio,
1970), vol. 1 (1450-1460); Lorenzo de’ Medici, Lettere, ed. N. Rubinstein y
R. Fubini, vols. 1-3 (Florencia, 1977).
31
Peter Herde, «Die Schrift der Florentiner Behoerden in der Fruehre-
naissance», Archiv für Diplomatik, 17 (1971), 301-35; Thomas Frenz, «Das
Eindringen humanistischer Schriftformen in die Urkunden und Akten der
paepstlichen Kurie im 15. Jahrhundert», Archiv für Diplomatik, 19 (1973),
287-418, y 20 (1974), 384-506.
PAUL OSKAR KRISTELLER 21

se a Papas y príncipes, y para traducir sus títulos y prerro-


gativas en un latín humanístico que a veces transgredía la
tradicional práctica legal o cortesana. En cierta ocasión di
con un curioso episodio relativo a Bartolomeo Scala, cuya
fraseología de las credenciales para algunos embajadores flo-
rentinos fue recusada nada menos que por el Papa Pablo
II 32. Hallado ya el texto de las credenciales, puede com-
prenderse la controversia e interpretarse con detalle 33. Ne-
cesitamos una relación de las cartas públicas de humanistas
que se encuentran en archivos y bibliotecas, y un estudio de
su estilo y terminología, especialmente cuando se apartan de
la práctica previa. Una edición completa de esas cartas es
casi imposible y quizá ni siquiera merezca la pena, pero po-
dría preparse una antología que constituyera un punto de
arranque para un detenido estudio. Ilustraré la conexión me-
dieval también existente en este terreno mencionando el pe-
queño grupo de manuscritos que conjuntan las cartas pú-
blicas de Petrus de Vineis y Coluccio Salutati, precedidas
por una epístola del siglo XV dirigida por un padre a su hijo
estudiante, a quien suponemos estudiando e imitando estas
cartas medievales y humanistas contenidas en dicho volu-
men 34.
Las cartas privadas de los humanistas del Renacimiento
constituyen otro vasto corpus de material inexplorado. Son
mucho más numerosas que las cartas equivalentes de la Edad
Media, pero bastante menos que el corpus conservado de car-
tas públicas de los siglos XV y XVI. Estas cartas privadas, sin
embargo, han merecido una atención crítica mayor, y una
buena parte de ellas está impresa, en ediciones tempranas y
modernas. En los casos de Petrarca, Ficino y otros autores,
se ha observado debidamente que esas epístolas solían ser co-
leccionadas y editadas por sus autores. Este hecho puede com-
probarse y confirmarse cuando se han preservado las cartas
originales, o copias suyas, que derivan más del receptor que

32
Paul Oskar Kristeller, «An Unknown Correspondence of Alessandro
Braccesi...», en Charles Henderson, ed., Classical Mediaeval and Renaissan-
ce Studies in Honor of Berthold Louis Ullman (Roma, 1964), vol. 2, 311-64
(especialmente 334-41); Alison Brown, Bartolomeo Scala (Princeton, N. J.,
1979), 135-92.
33
Encontré recientemente dicho texto en la Biblioteca Nazionale de Flo-
rencia, ms. Pal. 1133, fols. 19v-20v.
34
Kristeller, Studies in Renaissance Thought and Letters, 565, n. 28. Para
uno de los manuscritos, Nápoles V F 37, cfr. Kristeller, Iter Italicum, I, 420.
22 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

del emisor 35. Estas epístolas privadas son de gran interés,


tanto por su estilo como por su contenido. Constituyen un
recuerdo impagable de la vida, el pensamiento y la formación
de sus autores, y de la historia literaria y política de su tiem-
po. Hoy disponemos de buenas ediciones críticas de algunas
de las cartas de Petrarca y Bruni, de la correspondencia de
Salutati y Guarino, Ermolao Barbaro, Erasmo. Ediciones si-
milares de Poggio, Filelfo, Ficino, Pico, Poliziano y otros au-
tores están siendo preparadas o lo serán próximamente 36.
Cuando una edición crítica no es esencial o factible, al menos
debería disponerse de relaciones críticas con resúmenes y tex-
tos seleccionados. Especial atención habría que prestar tam-
bién a ciertos géneros de cartas tratados por los teóricos me-
dievales y humanistas, géneros que se corresponden con las
necesidades permanentes de la vida y la sociedad humanas,
aún en el siglo XX: cartas de felicitación, de recomendación,
de amor, invectivas y varias más.
El segundo género importante de la literatura prosística
del Renacimiento que hemos de exponer es el discurso. En
la Antigüedad clásica, el discurso fue el centro básico de la
teoría y la práctica retóricas, aunque entre sus tres tipos, de-
liberativo, judicial y epideíctico, este último se convirtió en el
más importante durante los últimos siglos de la Antigüedad.
En la Edad Media, el discurso público secular, así como las
instituciones políticas y sociales que lo apoyaban, desapare-

35
Francesco Petrarca, Le familiari, ed. V. Rossi y U. Bosco, 4 vols. (Flo-
rencia, 1933-42). Para este problema, cfr. los estudios de Constable y
Clought, citados en la n. 29, y mi artículo sobre Braccesi (n. 32). Para Mar-
silio Ficino, cfr. Kristeller, Supplementum Ficinianum (Florencia, 1937;
reimpr. 1973), 2 vols.
36
Petrarca, Le familiari; Leonardo Bruni Aretino, Humanistisch-Philo-
sophische Schriften, ed. H. Baron (Leipzig-Berlin, 1928); el estudio de F. P.
Luiso sobre las cartas de Bruni, impreso hace muchas décadas pero nunca
publicado, ha sido editado por Lucia Gualdo Rosa (Studi su l’epistolario di
Leonardo Bruni [Roma, 1980]); Coluccio Salutati, Epistolario, ed. F. Nova-
ti (Roma, 1891-1911), 4 vols. de 5; Guarino, Epistolario, ed. R. Sabbadini
(Venecia, 1915-19), 3 vols.; Ermolao Barbaro, Epistolae, Orationes et Car-
mina, ed. V. Branca (Florencia, 1943), 2 vols.; Erasmo, Opus Epistolarum,
ed. P. S. Allen (Oxford, 1906-58), 12 vols.; Erasmo, Correspondence, trad.
R. A. B. Mynors y D. F. S. Thompson (Toronto, 1974-79), vols. 1-5; Tomás
Moro, The Correspondance, ed. Elizabeth F. Rogers (Princeton, N. J., 1947;
reimpr. Freeport, N. Y., 1970). Se están preparando ediciones de Poggio
(por Helene Hart), Francesco Filelfo (por Vito Giustiniani) y Ficino (por
Alessandro Perosa y Sebastiano Gentile).
PAUL OSKAR KRISTELLER 23

cieron más o menos completamente. Sólo hasta cierto punto


es correcta la afirmación, frecuentemente repetida por los his-
toriadores, de que la retórica medieval se centró exclusiva-
mente en la carta y en el sermón, dado que la oratoria pú-
blica fue desconocida durante aquellos siglos. En Italia, el
auge de las ciudades-estado y sus nuevas instituciones pro-
dujo una recuperación de la oratoria pública secular; y la prác-
tica fue seguida por la educación, por la teoría y por la com-
posición de tratados y discursos-tipo 37. Los más antiguos tes-
timonios de la práctica de la oratoria secular datan del siglo
XII. Desde el XIII —dentro, pues, de lo reconocido como
período medieval—, tenemos no sólo testimonios, sino tam-
bién discursos realmente pronunciados, discursos-tipo y tra-
tados teóricos. El ars arengandi, como se la llamó, se convir-
tió en una parte aceptada del ars dictandi, y fue enseñada y
tratada por los mismos autores.
En tiempos tan tempranos como el siglo XIII, el discurso
secular fue frecuentemente compuesto, pronunciado y trans-
crito en lengua vernácula; y lo mismo sucedió con las car-
tas públicas y privadas, aunque más tardíamente. Los histo-
riadores del siglo XIII mencionan los discursos seculares,
unos pocos de los cuales se han conservado. Los manuales
escritos por el podestà (el funcionario de la ciudad al que se
recurría desde el exterior) contienen discursos-modelo para
funerales y otros acontecimientos 38. Frente a una muy ex-
tendida opinión, la Rhetorica novissima de Boncompagno no
es un manual de dictamen, sino uno para abogados que in-
cluye modelos de discursos judiciarios 39. Del mismo siglo
XIII se conservan colecciones de discursos en lenguas ver-
náculas de todas las clases 40. Tiende a imponerse el género
epideíctico, y se encuentran algunos de los mismos tipos de
discursos que dominaron la oratoria del período humanista:
discursos funerales y de bodas; de embajador; de bienveni-
da a los funcionarios recién designados o a visitantes dis-

37
Alfredo Galleti, L’eloquenza dalle origini al XVI secolo (Milán, 1904-
38); Kristeller, Renaissance Thought and Its Sources, 320-1.
38
Fritz Hertter, Die Podestaliteratur Italiens im 12. und 13. Jahrhundert
(Leipzig-Berlín, 1910).
39
Bomcompagnus, Rhetorica novissima, ed. A. Gaudenzi, en Bibliotheca
Juridica Medii Aevi (Bolonia, 1892), vol. II, 249-97.
40
Guido Faba, Parlamenti ed epistole, en A. Gaudezi, I suoni, le forme
e le parole dell’odierno dialetto della cità di Bologna (Turín, 1889); Matteo
dei Libri, Arringhe, ed. Eleonora Vincenti (Milán-Nápoles, 1974).
24 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

tinguidos; discursos universitarios pronunciados en el inicio


del año académico o para las ceremonias de graduación, y
varios más.
Como en el caso del ars dictaminis, otra vez hallamos un
modelo medieval completamente desarrollado, y de nuevo
estoy tentado a repetir lo que afirmé hace muchos años, esto
es, que hay una expresa conexión entre el ars arengandi ita-
liano de finales de la Edad Media y la oratoria de los huma-
nistas (otra vez: no pretendo decir que todo el humanismo
derive del ars arengandi). Esta conexión se halla en el mode-
lo formal e institucional de los discursos, no en su específico
estilo literario o en sus contenidos.
Vasto es el corpus conservado de los discursos humanis-
tas, aunque quizá menos nutrido que el de las cartas del
mismo período. Está formado no sólo por discursos indivi-
duales, sino también por colecciones de discursos —de uno
o más autores— y de modelos de discursos, muchos de ellos
anónimos. Menos estudiados y editados que sus cartas y tra-
tados, los discursos de los humanistas 41 necesitan una mayor
investigación. Deberíamos tener una bibliografía de tales dis-
cursos: manuscritos e impresos; de autores conocidos y anó-
nimos; en latín y en las lenguas vernáculas. Esa bibliografía,
ordenada por géneros, autores y fechas, debería incluir una
serie de incipit que permitieran la identificación de los tex-
tos. Para su preparación debería tenerse en cuenta el uso de
ordenadores y se necesitaría conseguir los fondos y el perso-
nal necesarios.
Además de los géneros ya mencionados, que también se
hallan en ejemplos medievales, hay discursos para felicitar, en
el momento de su toma de posesión, a los nuevos Papas, obis-
pos, príncipes u otras dignidades; discursos pronunciados en
la apertura de concilios y sínodos eclesiásticos, de capillas de
una orden religiosa, de disputas públicas (un género al que
se dedica la famosa oración de Pico); discursos de un profe-
sor pronunciados al iniciar su curso, generalmente en alabanza
de su materia; discursos en elogio de san Jerónimo, san Agus-
tín, santo Tomás de Aquino u otros, al parecer pronunciados
en ocasiones específicas; discursos dirigidos a funcionarios
públicos recientemente elegidos o a jueces, por lo general en
elogio de la justicia (una práctica que bien merecería revivir-

41
K. Muellner, Reden und Briefe italienischer Humanisten (Viena, 1899).
PAUL OSKAR KRISTELLER 25

se) 42. Estos discursos siguen ciertos modelos que deberían


examinarse. No son tan vacíos como generalmente se afirma,
porque a menudo están escritos en un buen latín (que puede
ser apreciado por aquellos que saben latín), y contienen in-
teresantes detalles biográficos, históricos, literarios, eruditos e
incluso filosóficos y teológicos. Los discursos de los huma-
nistas merecen un estudio más profundo, no sólo como un
género literario propio, sino también en conjunción con los
otros escritos y actividades de sus autores.
El tercer género de la prosa retórica que debemos consi-
derar brevemente es el sermón. Como la carta, y mucho más
que el discurso, el sermón del Renacimiento dependió fuer-
temente de una sólida y prolífica tradición medieval. La vasta
literatura de los sermones medievales es el asunto de una re-
ciente bibliografía crítica 43. Parece que durante la época ca-
rolingia, y después, estuvo de moda recitar en las iglesias las
homilías de los Santos Padres. En el siglo XII, con los cis-
tercienses, y en el XIII, con las órdenes mendicantes, se im-
pulsó la composición de sermones, construidos con arreglo a
un nuevo modelo, que tomaba como tema un versículo de las
Escrituras, dividía este versículo en varias partes, y desarro-
llaba dichas partes mediante argumentos lógicos e historias
ilustrativas (exempla). La práctica del sermoneo fue acompa-
ñada en los siglos XII y XIII por voluminosos tratados sobre
el ars praedicandi. Estas obras han sido cuidadosamente ca-
talogadas y estudiadas por los historiadores modernos 44.
El sermón en los siglos XIV y XV, en Italia y otras par-
tes, parece haber seguido en muchos modos la práctica y la

42
Charles Trinkaus, «A Humanist’s Image of Humanism: The Inaugu-
ral Orations of Bartolommeo della Fonte», Studies in the Renaissance, 7
(1960), 90-147; para los discursos sobre san Jerónimo, cfr. el libro en pren-
sa de Eugene F. Rice, St. Jerome in the Renaissance; para los dedicados a
Tomás de Aquino, Kristeller, Medieval Aspects of Renaissance Learning, ed.
y trad. de Edward P. Mahoney (Durham, N. C., 1974), 60-2, y John W. O’-
Malley, «Some Renaissance Panegyrics of Aquinas», Renaissance Quarterly,
27 (1974), 174-93; sobre los discursos públicos en la Florencia del siglo XV,
E. Santini, Firenze e i suoi «Oratori» nel Quattrocento (Milán, 1922) y «La
Protestatio de iusticia nella Firenze medicea del sec. XV», Rinascimento, 10
(1959), 33-106.
43
J. P. Schneyer, Repertorium der lateinischen Sermones des Mittelalters
für die Zeit von 1150-1350, Beiträge zur Geschichte der Philosophie des
Mittelalters 43 (Münster, 1969-76), 7 vols.
44
Harry Caplan, Mediaeval Artes Praedicandi (Ithaca, N. Y., 1934-36), 2
vols.; Thomas M. Charland, Artes Praedicandi (Otawa, 1936).
26 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

teoría de los siglos precedentes; algunos curiosos ejemplos


muestran que incluso el arte nuevamente desarrollado de la
elocuencia secular siguió durante un tiempo ciertos modelos
del sermón 45. Pero después, la influencia inversa, de la elo-
cuencia secular sobre la sagrada, se hace más y más eviden-
te. Oradores como Remigio de’Girolami empezaron a pro-
nunciar sermones no sólo sobre las festividades y los días de
santos —según la costumbre dominante—, sino también
sobre algunas ocasiones favorecidas por los oradores profa-
nos, como funerales, bodas o acontecimientos públicos 46. Los
famosos oradores del siglo XV italiano, desde san Bernardi-
no de Siena hasta Roberto da Lecce y Girolamo Savonarola,
siguieron con cierta amplitud el modelo medieval, pero la
considerable apelación emocional de sus sermones debe ha-
berse debido a otros factores que no tengo aún suficiente-
mente aclarados. Alberto da Sarteano, a menudo asociado
como predicador a san Bernardino, intercambió al mismo
tiempo elegantes cartas con humanistas contemporáneos 47, y
podemos preguntarnos cómo se reflejaron en sus sermones
estos otros intereses.
La práctica del discurso legal, que puede ser rastreada
hasta los inicios del siglo XIII (Albertano da Brescia es el
más temprano ejemplo que viene a la mente), y la creciente
influencia de la retórica y la enseñanza humanistas —también
entre los miembros del clero y de las órdenes religiosas—
pueden explicar el hecho de que después de mediados del
siglo XV, especialmente en Italia, la elocuencia sagrada fuera
influida de modo creciente por la profana, esto es, por la ora-
toria humanista. El tema de las Escrituras fue ampliado o
incluso reemplazado por una introducción regular, y el ar-
gumento lógico hizo sitio a un caudal más libre de conside-
raciones religiosas y admoniciones, en un estilo que se aco-
moda al gusto retórico del período, y que Lutero y Erasmo
reprobaron. Los historiadores modernos se han hecho eco de

Petrus de Vineis pronunció un sermón en Padua, tomando como tema


45

un verso de Ovidio (Rolandinus Patavinus, Cronica, libro 4, cap. 10, ed. A.


Bernardi, Città di Castello, 1905-08, 64). En 1341, Petrarca tomó, para el
discurso pronunciado en su coronación como poeta, un tema de Virgilio
(Attilio Hortis, Scritii inediti di Francesco Petrarca, Trieste, 1874, 311).
46
Para Remigio Girolami como orador público, cfr. Galleti, op. cit., 166-
8 y 503-6.
47
S. Albertus a Sarthiano, Vita et opera, ed. F. Haroldus (Roma, 1688).
PAUL OSKAR KRISTELLER 27

estos sentimientos y a menudo han rechazado con disgusto


todo el campo del discurso humanista. No parecen advertir
que, de hecho, están condenando en literatura el mismo fe-
nómeno que admiran en el arte del mismo período, esto es,
una combinación de contenido religioso y forma clásica. Más
recientemente, al menos algunos aspectos de esta literatura,
como los sermones pronunciados ante los Papas en ciertas
celebraciones, los sermones fúnebres por algunos Papas y los
sermones en alabanza de santo Tomás de Aquino, han reci-
bido un tratamiento favorable y competente 48. Es de esperar
que la misma clase de estudio sea aplicada a otros tipos de
sermones humanistas pronunciados en varias ciudades y en
diversas ocasiones. Un grupo especialmente interesante, la
mayor parte escrito en lengua vernácula, es el formado por
los sermones que pronunciaron jóvenes abogados —muchos
de ellos más tarde humanistas— ante las cofradías religiosas
de la Florencia del siglo XV 49.
Después de esta tan breve revisión de la retórica renacen-
tista, sus géneros principales y sus antecedentes medievales, me
gustaría mencionar incluso más de pasada el impacto de la re-
tórica del Renacimiento sobre otras áreas de aquella civiliza-
ción. Los demás studia humanitatis fueron asunto que concer-
nía directamente a los humanistas, que los cultivaron junto con
la retórica. La gramática, el primero de aquellos studia, fue
considerada más elementalmente que la retórica, pero la fron-
tera entre gramática y retórica no siempre se demarcó con cla-
ridad. La gramática incluía no sólo la ortografía y la métrica,
sino también la fraseología, que podemos considerar una parte
de la composición, o la estilística, y por tanto también la re-

48
John W. O’Malley, «Preaching for the Popes», en Charles Trinkaus y
Heiko A. Oberman, eds., The Pursuit of Holiness in Late Medieval and Re-
naissance Religion (Leiden, 1974), 408-40; John M. McManamon, «The Ideal
Renaissance Pope: Funerary Oratory from the Papal Court», Archivum His-
toriae Pontificiae, 14 (1976), 9-70, y «Renaissance Preaching: Theory and
Practice, A Holy Thursday Sermon of Aurelio Brandolini», Viator, 10
(1979), 355-73. Cfr. también O’Malley, Praise and Blame in Renaissance
Rome (Durham, N. C., 1979).
49
Colecciones de tales sermones se hallan en la Biblioteca Nazionale de
Florencia, ms. Magl. XXXV 211, y en la Biblioteca Riccardiana, ms. 2204:
Kristeller, Studies in Renaissance Thought and Letters, 105, n. 17, e Iter Ita-
licum, I, 141-2 y 216-7. Un tercer manuscrito, que fue propiedad del prín-
cipe Gironi Conti (Iter, I, 228) se encuentra ahora en la Biblioteca de la
Standford University.
28 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

tórica. Las Elegantiae de Valla fueron para su tiempo una obra


de gramática superior, pero igualmente sirvieron durante mu-
chos siglos como manual de estilo y del escribir correctamen-
te. Los humanistas tuvieron a la retórica y a la poética por her-
manas, pues se las concibió para proporcionar las reglas del
escribir con corrección en prosa y en verso, respectivamente.
Esta visión omitió varias dimensiones relevantes de la retórica
y de la poética que la Grecia clásica había entendido bien, pero
concordaba con las ideas extendidas durante la Antigüedad
tardía y la Edad Media. Mucho antes de que el término hu-
manista se acuñara, los humanistas se llamaron a sí mismos
poetas y oradores, como hicieron sus contemporáneos. Quizá
hubo en el Renacimiento, como en tiempos anteriores, un es-
trecho paralelismo entre la teoría retórica y la poética, y un
buen grado de influencia mutua entre ambas disciplinas. Los
historiadores de la retórica harán bien en estudiar y subrayar
tales influencias, especialmente porque los historiadores de la
poética —bajo el hechizo de los prejuicios románticos— las
han ignorado o lamentado, y no han intentado comprenderlas.
La relación entre la retórica y la historia es de un tipo di-
ferente. Como un género principal de la literatura en prosa,
la historiografía, ya incluso desde la Antigüedad clásica, fue
concebida para atenerse a las reglas de la teoría retórica. Los
historiadores griegos y romanos figuraron entre los autores de
prosa más leídos y comentados en los cursos humanistas. La
introducción a un curso sobre historia antigua incluía a me-
nudo una exposición de los logros y méritos de la historio-
grafía 50. Cuando, a finales del XVI, la teoría del arte de es-
cribir la historia se convirtió en materia de tratados indepen-
dientes, fue considerada homóloga de la retórica y la poética,
y las más viejas tradiciones de la literatura retórica (y poéti-
ca) la influyeron de muchas maneras 51. Más específicamente,
el impacto de la retórica sobre la historiografía es patente en
los discursos —ficticios al fin— que formaron parte de la li-
teratura historiográfica del Renacimiento, así como de la An-
tigüedad y la Edad Media. Estos discursos fueron compues-
tos de acuerdo con el gusto retórico de la época. Una prác-
tica, la de seguir el gusto de la época, que no es necesaria-

50
Beatrice Reynolds, «Shifting Currents in Historical Criticism», Journal
of the History of Ideas, 14 (1953), 471-92, reimpreso en Paul Oskar Kriste-
ller y P. P. Wiener, eds., Renaissance Essays (Nueva York, 1968), 115-36.
51
G. Cotroneo, I trattadi dell’«Ars historica» (Nápoles, 1971).
PAUL OSKAR KRISTELLER 29

mente mala por el hecho de que se haya abandonado en este


siglo, y no hay una buena razón para achacársela a los hu-
manistas más que a sus predecesores antiguos y medievales.
A la inversa, la deficiencia que a menudo se señala de que lo
retórico, esto es, el estilo literario de los humanistas, dismi-
nuye su autoridad como historiadores críticos, no resiste nin-
gún examen. Pudiera desagradarnos el estilo de los humanis-
tas, pero sus ambiciones literarias no afectan más a sus juicios
críticos o a su utilización de las evidencias históricas de lo que
afectan a los historiadores antiguos y modernos. Entre los his-
toriadores humanistas hay grandes diferencias, tanto en la ca-
lidad de su estilo como en su fiabilidad, y cada uno de ellos
tiene que ser examinado y juzgado según sus propios méritos
o deméritos. Seguramente nadie desea dar a entender que un
historiador debe escribir mal para asegurarse nuestro crédito.
La última área del aprendizaje y la literatura humanistas
que hemos de considerar es la filosofía moral, que, de acuer-
do con la perspectiva humanista, incluía la ética y la política,
así como otras varias materias. La literatura moral de los hu-
manistas fue influida por su retórica y su gramática en más de
un punto. Reviviendo los géneros clásicos del tratado y el diá-
logo de acuerdo con modelos preferidos como Platón, Cice-
rón y Plutarco, los humanistas gustan de restaurar las doctri-
nas encontradas en las obras de los autores antiguos y de ci-
tarlos como autoridades en apoyo de sus propias opiniones.
La auctoritas es, de hecho, una categoría retórica antigua, y
de ninguna manera es sólo propia de la teología o la juris-
prudencia medieval, como muchos historiadores parecen creer.
Los humanistas cultivaron en sus tratados y diálogos un esti-
lo elegante, clasicizante y a menudo ciceroniano, evitando los
ceñidos argumentos de los filósofos escolásticos y su precisa
terminología. Quizá pierden a menudo en claridad conceptual
lo que ganan en elegancia literaria. Como retóricos profesio-
nales, atribuyen el máximo valor a la elocuencia y reivindican
la combinación de elocuencia y sabiduría que consiguen en
sus tratados morales, y que había escapado a sus predeceso-
res escolásticos. Incluso un humanista de primer nivel como
Lorenzo Valla sitúa a la retórica por encima de la filosofía 52.

52
Hanna-Barbara Gerl, Rhetorik als Philosophie: Lorenzo Valla (Munich,
1974). Cfr. también J. Lindhardt, Rhetor, Poeta, Historicus: Studien über rhe-
torische Erkenntniss und Lebensanschauung im italienischen Renaissancehu-
manismus (Leiden, 1979), en relación con Salutati.
30 LA RETÓRICA EN LA CULTURA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

La combinación de sabiduría y elocuencia parece un pro-


grama muy atractivo, pero no podemos dejar de sentir que
a menudo la sabiduría queda sacrificada ante la elocuencia,
o entendida en un sentido bastante trivial. Confirma nuestro
sentimiento un pensador renacentista como Pico, no ajeno
ciertamente a la retórica humanista, quien defiende a los fi-
lósofos escolásticos contra Ermolao Barbaro, porque aque-
llos subordinan la forma al contenido, como corresponde a
un filósofo comprometido con el descubrimiento de la ver-
dad 53.
Si pasamos de los studia humanitatis a otras disciplinas
enseñadas en las universidades del Renacimiento y enrai-
zadas en la tradición medieval tardía, debemos notar que
la retórica renacentista tuvo una especial y fuerte —aun-
que quizá sólo temporalmente— influencia sobre la lógica.
Varios humanistas, desde Lorenzo Valla hasta Ramus y Ni-
zolius, intentaron reformar la lógica mediante su subor-
dinación a la retórica, y esto, que afectó no sólo a Italia y
a Francia, sino también a muchos otros países, incluyendo
a la incipiente América, ha sido bien estudiado por la crí-
tica actual 54. La influencia humanista sobre otras discipli-
nas, como la teología y la jurisprudencia, la filosofía natural
y la metafísica, la matemática y la medicina, es omnipresen-
te, pero menos específica. Aparece en géneros como el diá-
logo o el tratado monográfico, tanto como en el comenta-
rio y la cuestión; en el empleo y la imitación de fuentes clá-
sicas y autoridades, y sobre todo en el elegante estilo litera-
rio que esquiva el estrecho argumento y a menudo también
la precisa terminología desarrollada por los escolásticos, por
lo general a partir de fuentes griegas, pero extraña a los an-
tiguos autores romanos 55. Estudios recientes han intentado
también conectar la teoría y la práctica de las artes visuales
y de la música con la retórica clásica y humanista, pero ca-

53
Quirinus Breen, «Giovanni Pico della Mirandola on the Conflict of
Philosophy and Rhetoric», Journal of the History of Ideas, 13 (1952), 384-
426, reimpreso en su Christianity and Humanism, ed. Nelson Peter Ross
(Grand Rapids, Mich., 1968), 1-68.
54
Cfr. supra, n. 22; Juan Luis Vives, Against the Pseudodialecticians, ed.
y trad. Rita Guerlac (Dordrecht-Boston, 1979).
55
Para la relación de humanismo y jurisprudencia, cfr. D. Maffei, Gli
inizi dell’umanesimo giuridico (Milán, 1956); G. Kisch, Humanismus und Ju-
risprudenz (Basilea, 1955), y Donald R. Kelley, Foundations of Modern His-
torical Scholarship (Nueva York, 1970).
PAUL OSKAR KRISTELLER 31

rezco de competencia para tratar este asunto con profundi-


dad 56.
Aunque he abordado un vasto y complejo problema de
una manera muy sumaria y superficial, espero haber dejado
patente que la retórica renacentista, si bien deudora de muy
diversos antecedentes antiguos y medievales, tuvo una fisio-
nomía propia. Ocupó un lugar importante en la civilización
de su época, gracias a su función en la teoría y la práctica,
en la educación y la literatura; pero también por su impacto
sobre otros campos de la educación humanista y otros sec-
tores de la educación y la cultura ajenos al dominio de los
humanistas. La retórica del Renacimiento es una vasta área
que aún está insuficientemente explorada por los críticos mo-
dernos y requiere una investigación más profunda. Precisa-
mos de una correcta y completa lista de las fuentes manus-
critas e impresas, que llegue hasta donde sea posible; de un
análisis de sus contenidos, y de ediciones críticas de los tex-
tos principales. Necesitamos monografías sobre los autores de
relieve, estudios que también nos ayudarían a entender las
relaciones entre sus contribuciones a la retórica y sus otras
obras y actividades. Deberíamos intentar entender —en este
terreno como en otros— las diferencias que separan las va-
rias fases del Renacimiento, y a los distintos países, regiones
y ciudades que desempeñaron una función en el desarrollo
general. Especial atención habría que prestar a las diferen-
cias entre la retórica latina y la escrita en las lenguas verná-
culas, tanto en la teoría como en la práctica, y a sus mutuas
influencias. Finalmente, lo que necesitamos, pero no pode-
mos esperar por ahora, es una historia integral de la retóri-
ca renacentista: una historia que estará basada en un deta-
llado estudio de las fuentes y que describirá no sólo la evo-
lución interna de la teoría y la práctica retóricas, sino tam-
bién su impacto sobre las demás áreas de la cultura del Re-
nacimiento.

56
Warren Kirkendale, «Ciceronians versus Aristotelians on the Ricercar
as Exordium, from Bembo to Bach», Journal of the American Musicological
Society, 32 (1979), 1-44.

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