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8 2u Sa José Luis Pardo Estructuralismo y ciencias humanas 3002 OF-) ope -2kal- 679248 «Ni murmurador, pues no hablaré de sf mis de oto» (Btica Nicoméquea, 112528). 4 Bl estructuralismo no es un método nuev?, Tino la eonciencia despiertae inqwieta del saber moderno». (M. Foucault) Se conoce la piedra mis luchador de sombras, por su reposo duro mis gozador de vida yy su mudez; al ave De todo cuanto existe porque wuela y que trin ono existe, florece al pez por su nautragio co acaba 0 continia, a pesuerte; alos drboles el hombre es it medida. por su esbeltez indemne Como reconocerlo? en brazos de la brisa {Qué luz perenne y cierta Nos basta st apariencia, ppor tna voz o un gesto su aparicién, su aroma: diera su imagen fie? éste es el cuarzo y éste Se reconoce el hombre el jazmin que trasmina. por's muerte: Este hombre cliazmpombre es mas duro, a caido en la muerte Pere rapido, mas néuirago, det lado de la vida. (Antonio Carvajal) Advertencia Eltérmino estructuratismo se ha usado y se usa de varias maneras (entre las cuales, afortunadamiente, el tiempo va efectuando cierta criba) (() Para empezar, existe un uso no marcado, vago y genérico, del término estructura» en las mds diferentes ciencias, uso que, debido a su convergenc! en un mismo momento histérico en diversas reas epistemol6gicas, pudo pro- vocar algunas confusiones. Asi, por ejemplo, en su documentado estudio ET ‘siructuratismo!, Jean Piaget reunia una serie de significaciones relativamente préximas: el «estructuralismo matematico», representado por Bourbaki (escuela de mateméticos que aislé tres «estructuras fundamentales» a las cuales pueden ser sometidos toda clase de elementos matemiticos), a «teorla desistemas» de L. Von Bertalantty, toda lpsicologia de la Gestalt y sus deri- vados, asf como otros usos menos importantes en fisica y ep bidlogia. A.pstos usos podrian sumarse, en el terreno de las ciencias sociales, las acepciones que el vocablo adquirié en la sociologia de lengua inglesa gracias a Radcliffe- Brown y a Talcott Parsons (que sin embargo no son en absoluto, como la mayoria de los hasta aqui mencionados, «estructuralistas»). A esto habria que aiiadir el llamado ). Las estructuras lingitisticas (fonolégicas o semAnticas) serian «modelos» de una estructura con el mismo titulo que lo serian las estructuras del parentesco o de los mitos amerindios para LéviStrauss, las estructuras sociales del modo de produc cin capitalista para Althusser, o las formaciones del inconsciente para Lacan. (© Rigurosamente emparentado con esta acepcién estricta esta lo que podriamos Hamar «el estructuralisma semioldgico» o'sestructuralismo gn sentido amplio» (al que nuestro escrito se referira también, aunque de-forma secuty daria), representado por una gama de autores que va desde el citado Barthes hasta Umberto Eco, pasando por la Julia Kristeva del «semanalisis» y por la «semiética del relato» de Greimas y Courtés. Lo que aconseja abrir un apar- tado diferente para este movimiento es que, més que promover una metodo- logia de las ciencias humanas, persigue la elaboracién de una «teoria general de la cultura» que toma ala lingiiistica ~aunque sea para combatirla~ como modelo privilegiado (es decir, como «modelo» no en la acepcién de la teoria de la ciencia, sino en su significacién mds habitual) y que se abre a una cola- boracién con la filosofia analitica del lenguaje y con la hermenéutica, desa- rrolladas en tradiciones por completo ajenas al estructuralismo en sentido estricto indicado en (B). honda- que, que vertebra naturaleza a manto del se reducir el es del sentido eg I De un saber que esta a la cuarta pregunta ‘Asi como los diez mandamientos del Antiguo Testamento, segtin el viejo cate- cismo, se encerraban en dos, el catecismo de la filosofia moderna encierra sus tres preguntas (Qué puedo saber? — esa diversidad no puede referirse a nuestra historia (la de la cultura occidental) y que, por ello, tiende a ser relegada por las «antropologias flos6ficas» al lugar de lo «prechistérico», muy a menudo confundido con una minoria de edad (0 una falta de espiritu) que legitima teéricamente su sumision o st exterminio practico. Para en las ontologias de corte feno- menolégico-hermenéutico, que aspiraba, por asi decirlo, a captar el sentido de la existencia humana desde dentro de la experiencia, s6lo puede continuar ese pro- ‘grama fragmentando el espiritu en mil y una visiones del mundo inconmensura- 8 bles, cada una cc de «erdads),ye pretaciones» (0 rendo irvesoluble logo tendente a este oleaje hern metodolégica) p mente blandas y En unarticul cioné el divorcio cexplicar y compr torio de la verda «signos» dotado -ampo del sentc rencia o frases sit aunque Frege fildlogos). En elt ccidn positivist (v de Comte y que, Annales (de dond en el dela sociolo Strauss. Ante ela las tendencias li reclamacién de « hhace aifos en Pat woe ON UN escenarit discutia si el hom) Geta del siglo xx-cuan} fsicoauinosel Pa pensar, Barcelon,P bles, cada una con su porcién inmanente de sentido (0 sea, bajo esta perspectiva, de everdad»), y cada una de esas porciones pugnando en un «conflicto de las inter- pretaciones» (o de las tradiciones culturales) que puede pensarse como un dife- rendo irresoluble (en sus versiones més «fuertes») 0 como la necesidad de un di logo tendente a una «fusidn de horizontes» (en las mas «débiles»), presentando este oleaje hermenéutico como propuesta metodoldgica (0, para algunos, anti metodolégica) para las cienciashumaias, tenidas.¢ntonceg por epistemol6gica- mente blandas y dificilmente discernibles de la literatura de ficcion/ En un articulo justamenté célebre, el matematico y lbgico Gottlob Frege san- cioné el divorcio que las ciencias «del espiritu» planteaban con la dicotomia entre explicar y comprender (o entre lo nomotético y lo idiografico), separando el terri torio de la verdad (ocupado por quienes se dedican exclusivamente a aquellos «signos» dotados de referencia o a enunciados dotados de valor de verdad) del campo del sentido (en el cual se mantienen quienes reparan en signos sin refe- rencia o frases sin valor de verdad, como los poetas y los narradores, pero también aunque Frege no pensaba en ello~ como los antropélogos, los historiadores o los fildlogos). En el terreno de las ciencias humanas, la division dio lugar a una tradi- ccién positivista (unas ciencias sociales «explicativas»), que en Francia es heredera de Comte y que, en el caso de la historiogratia, lega hasta la escuela llamada de Annales (de donde proceden nombres como Braudel, e incluso Ariés o Le Goff), y en el de la sociologia, a través de Durkheim y de Marcel Mauss, hasta Claude Lévi- Strauss, Ante ella, las escuelas de psicologia (las procedentes de Dilthey y, hoy dia, Jas tendencias llamadas «humanisticas») y de sociologia comprensivas siguen pre- sentando, despues de Gadamer bajo el tito generalizado de «hermenéutica», su reclamacion de «éficit de sentido», que en la misma Francia ha encontrado desde hace afios en Paul Rigoeur a uno.de sus‘mas pertinaces abogados. Sin embargo, no podemos entender el + ON UN NUEVO ‘modo en que hoy se plantea esta di escenario cusién extrapolando simplemente sus origenes protoilustrados ~cuando se discutia si el hombre podia o no ser reducido a una maquina haciendo abstraccién del «alma--, sus desarrollos decimonénicos o sus planteamientos de principios del siglo xx cuando se discutia sila vida vespiitual» puede ser reducida a enlaces fisico-quimicos 0 neurobiolégicos desdeniando la erebte Zusammenhang (Dilthey), ta conexién experimentada por la conciencia como unidad de esa «vidar’-; y'no Un eco de aquella polémica puede encontrarse, en términos actuaizados, en la discusién de Paul Ricoeur con Jean-Pierre Changeaux, en Paul Rcozuryy Jean-Pierre CHaNGnain, Lo que nas hace pensar, Barcelona, Peninsula, 1999, podemos hacerlo -al menos no sin falsear ‘sustancialmente el debate- porque no podemos olvidar que, entretanto, ha ocurrido algo que ha obligado a esta disputa acambiar de escenario. A veces se resume este cambio echando mano de la afor- tunada expresién givo lingiiistico, pero estamos lejos de. comprender la necesidad de ese giro. ¢Por qué el siglo xx ha elegido el lenguaje como terreno privilegiado de reflexidn y de discusién? ¢Por qué esta elecci6n ha obligado a replantear todas las definiciones de nuestras propias tradiciones intelectuales? Por volver a los té minos que hemos empleado, podriamos recordar que el lenguaje (entendido como territorio del sentido) fue siempre uno de los grandes escollos del materialismo {algo asi como la «diversidad cultural» para el ideal ismo): «¢Cémo haréis -pre- guntaban incesantemente a los materialistas los defensores de la irreductibilidad del espiritu- para que vuestra materia hable? ¢Cémo haréis para extraer sentido de alli donde no lo hay, cémo sacaréis sentido del sinsentido de vuestros a) cayendo inertes por el vacio? Por qué vergonzosamente milagroso clinamen eréis al mundo el significado que a todas luces lo puebla para las conciencias hhumanas -si no ya para el animal haciendo siempre del mero percibir un percibir algo como algo? ¢Cémo, si no presuponéis de antemano ese espiritu cuyo aliento vivifica la materia con su “aire semantico”, podréis producirlo a partir de vuestros choques, vuestras atracciones y repulsiones?» Precisamente por ‘ello, no eraen el Jenguaje en donde los partidarios de una perspectiva cientifico-naturalista bus- caban sus respuestas. El hecho de que el lenguaje haya entrado en escena -0, como antes deciamos, se haya constituido en escenario- en el siglo xx no es | casual ni inmediatamente evidente. Aunque podemof siderar que los conocimientos filolégicos son muy antiguos, y que la filologi 10 ciencia estaba ya enteramente cimentada en el siglo x1x, la pregunta por el lenguaje es muy reciente, y lo es porque sélo recien- temente el lenguaje ha adquirido el espesor 0 Ja densidad de un cuerpo real, acon- tecimiento que coincide con su entrada en el campo epistemoldgico y, por tanto, con su objetivacién, y acontecimiento que provoca tna auténtica conrhocién en la spone de un utillaje con- coyuntura intelectual del yrimera ve ceptual para nn iiss (y no ya esta o aquella Iengua)®, El impacto de esta ruptura epistemoldgica es lo que modifica completa- » «Cuando, en el siglo pasado, la investgacionlingtistica se constituyé como discilina cienifica, no estudié los lenguajes, sino el parentesco entre ellos y su evoluciin historia. EI hecho de que el Tenguaje en s mismo, o sea, cada lengua particular y la totalidad de las kenguas, puede ser objeto de ‘una teoriasistematica y empiricamente verifiable no es ni siquiera hoy una nocion familiar y dif ‘ida (ed. cast: Manfred Biexwise, El etructuraliono, Barcelona, Tusquets, 1971, p. 11) «Hasta fos brimeros devenios de nuestro siglo, la inglistica consisiaesencialmente en una genética de las len- {guas. se planteaba como cienciahistérica, puesto que su abjeto era siempre y en todo lugar una fase {ela historia de las lenguas,.. Sin embargo, en medio de tanto éxito, habia algunas cabezas que no testaban ranguilas: udl es lanaturaleza del hecho lingistco? ¢Cual es la realidad de la lengua? cEs 10 mente los tr dice que mubo aque los signif fuerzase mds precedencia in rmovié a Frege truos de feb poemes we ciencia po para dejar lgay cacién alguna. impacto del eh de ese abandont todo aquello i que se comprert Sehabiaesta del sentido delat charles su cegue} ser, lavacuidad¢ la conciencia,y la oracionalidadl reparto es lo qué coperada por Say También de senti¢ pidamente comd tica estaba en co} sentido (superah limpico despres erto que sla cons, ‘sigue tendo siempet pregunas, puesta seneral, | Metco, mente los términos de aquella discusién entre el sentido y la verdad. Asi como se dice que hubo tiempos y lugares en que los hombres no vefan en la naturaleza mas que los significados migico-religiosos que sobre ellos proyectaban en clave de «fuerzas» mas o menos divinas (o, lo que es lo mismo, que los hombres no veian realmente la naturaleza), asi también podriamos decir que, durante mucho tiempo, los occidentales no hemos visto del lenguaje més que los significados que, ms 0 menos trabajosamente, éste nos entregaba de modo aparentemente simple. Esta precedencia ineludible del significado, y su presunta irreductibilidad, es lo que movid a Frege a abandonar ese territorio del sentido (alli donde habitan los mons- truos de ficcién, el actual rey de Francia, las narraciones épicas, los mitos y los, poemas liticos) a la jurisdiccién de la interpretacidn de simbolos, de la cual la ciencia positiva (a mentada «razén figico-m@fématica>) s¢ apartapa con prudencia para dejar lugar a fos especialistas da la comprensién, porcque*alli no cabia expli cacién alguna. La propia filosofia neopositivista (ajena durante largo tiempo al impacto de la revolucién lingiiistica) tuvo ocasién de medir en sus carnes el coste de ese abandono en la dotida despedida del primer Wittgenstein con respecto a todo aquello ~ética, estética, metafisica— acerca de lo cual muss Man schweigen (lo que se comprende pero es inexplicable), Se habia establecido, pues, un cémodo reparto merced al cual unos hacian rapiia del sentido de los productos culturales desdefiados por los positivistas, para repro- charles su ceguera ante el problema del significado de la existencia o del sentido del ser, la vacuidad de sus formalizaciones y su incompatibilidad con la experiencia de laconciencia, y otros procedian laboriosamente al progreso de la verdad alli donde la eracionalidad instrumental» podia moverse sin demasiadas dificultades. Este reparto es lo que iba a ser cuestionado por la revolucién lingtistica discretamente operada por Saussure (y después afianzada por Trubetzkoy, Jakobson o Hjelmslev). oy = El suceso consistia, basicamente, en También hay dtomos co por unaparteia verdad se habia de sentido. we ’ iffautado ‘del dominip del sentido (lo aque los hermeneutas nterpretaron ri pidamente como una usurpacién de sus competencias) porque, ahora, Ja lingiiis- tica estaba en condiciones de explicar como se produce el sentido a partir del sin- sentido (superando asf las viejas objeciones contra el «materialismo»), y ello con olimpico desprecio con respecto a la «comprensién» que de tal produccién de sen- tierto que slo consiste en cambios? Entonces, gedmo es que, a pesar de no dejar nunca de cambiar sigue sendo siempre la misma? La linguiticahistries no proporcionaba ninguna respuesta a estas preguntas, pesto que nunca se las habia legado a plantear» (E. Benveniste Problemas de lingistica _eneral, I, Mésico, Siglo XX1, 1970). ll tido tuvieran los hablantes de las lenguas pFticulares, ademds gle que prometia hhablante tuna rigurosa formalizacién matematica exhaustiva del eamip.asi descubjerto. Se = wombret anunciaba entonces lo que Michel Serres saludé como «un nuevo clasicismo»: neue én la Hasta hace poco parecia imposible entender un elemento cultural sin proyectarlo un const enn conunto de constlaciones mies sobrecargadas que envolvian oscuraeni dero age ‘esencia, un sentido, una existencia singular, una historia y un origen. como las puedan s asi tam rmadorac Asi pues, los hermeneutas confundieron apresuradamente los términos, to- tide de k mando a los estructuralistas por una nueva generacién de positivistas (contra los las regla cuales estaban bien acostumbrados a argumentar) y se les echaron encima con posi ‘sus viejos reproches: zY la ética? 2Y la estética? ;Y la metafisica? (asi, por ejemplo, Paces Paul Ricocur, desde las paginas de una revista sintomaticamente llamada Esprit), textoexr ‘sin darse cuenta de que estos reproches corrian el riesgo de caer en el mismo saco ‘una base roto que si se dirigieran a un matemdtico o a un fisico en cuanto tales. Lejos de categori haberse apagado estos fuegos (del espiritu), todavia podemos escuchar Ia insa- conocim’ tisfaccién que el «humanismo» puede experimentar ante las explicaciones estruc- son port turalistas (semejante a la del creyente en la’Greacién divina ants la teoria darwi- nariaoa niana de la evolucién de las especies), asi como el gproche de que «el en ellos estructuralismo invita a no escoger, a no actuar, a permanecer ciego ante los Piaarra ssufrimientos y las injusticias que las estructuras vigentes engendrano*, una insa- cién inve tisfaccién y un reproche tan injustos como los que objetaban que el darwinismo plicidad { rebajaba la dignidad del hombre o que la fisica de Newton fomentaba la impiedad. acttud ‘A todos ellos habia respondido ya Lévi-Strauss en El hombre desnudo: ell borg delas cig caso de ‘Cuando leo las eriticas que algunos fildsofos dirigen al estructuralismo, repro- ‘chindole la aboliciin de la persona humana y de sus valores consagrados, me quedo tan estupelacto como si se rebelasen contra la teoria cinética de los gases con el pre- texto de que, al explicar por qué el aire caliente se dilata y se eleva, pusiese en resulta gh peligro la vida familiar yla moral dl hogar, cuyo calor, perdido el misterio, perderia deloque ambien sus resonancias simbélicas y afectivas. ‘ enalgog didoy a8 lings pefiar el «perdi Es cierto -y en esta razén se apoyan muchos de los criticos del estructura: ismo~ que la Lengua de Saussure es una abstraccién y no una realidad empirica fo una experiencia vivida, que es un constructo tedrico del lingitista y que los rmentos - rmerced — . oO ae ‘Gilbert Hottois, Historia de la Filosofia del Renacimiento a ta Posmoderidad, p. 382/ 5. LéviStrauss, El hombre desnudo, en Mitoligica, vol. 1V, p 57. 12 hablantes de una determinada lengua nunca reconocerdn en esa abstraccién el instrumento del cual se sirven en su cotidiano trato con el mundo y con los demas hombres. Pero el contraargumento del lingiista consistird en recordar que tam- bién la Naturaleza de la que tratan los fisicos o los bidlogos es una abstraccién y tun constructo tedrico en el cual dificilmente reconocerdn el campesino o el gana dero aquello con lo qae habitualniente se ocupan en su actividad ordinaria. Y asi como las hipdtesis fisicas o biologicas no deben su valide? a la aprobacién que les puedan suministrar el reconocimiento del agricultor o del ganadero en cuanto tales, asi tampoco la experiencia del hablante-oyente podria erigirse en instancia legiti- madora de las hipdtesis lingiisticas: Eualquier situacién ftitica de habla) (en el sen- {ido de la Parole saussureana) presentara una desviacién notable con respecto'a las reglas de la Langue establecidas por el lingtlista en un terreno ideal, pero ello no sucederd de modo distinto a como cualquier situacién empirica supone una importante desviacidn de las hipotesis fisicas o biolégicas (disefiadas en un con- texto experimental «de laboratorio»), sin que ninguno de los dos casos suministre tuna base suficiente como para hablar ~a menos que se cometa un gigantesco error categorial- de «falsatién» de las hip6tesis por esos medios. La objetividad de los conocimientos cientificos requiere procedimientos cientificos de justificaci son por completo externos e independientes con respecto a la experiencia ordi- naria o ala conciencia «interna» de los sujetos que los padecen o se ven implicados en ellos (resultaria, por ejemplo, patético, que, cuando un fisico escribe en la pizarra las ecuaciones correspondientes a la atraccién de los cuerpos en propor- cién inversa al cuadrado de sus distancias, alguien arguyera, apoyandose en Ia sim- plicidad del hecho de que las piedras cagn al suelo sin saber matematicas, que la actitud del fisico es ut ejercicio inmoderado de «sobreinterpretacién~). Y nece- sita, sin duda, criterios igualmente cientificos de falsabilidad, que para nada se identifican con un reconocimiento desde la experiencia ordinaria. ‘Ahora bien, si esta autonomia resulta practicamente incontrovertible en el caso de las ciencias de la naturaleza, encuentra sin embargo ciertas resistencias en el caso de las ciencias humanas. Como en cierta ocasién recordaba Foucault, nos 7 resulta particularmente doloroso sentir que la lengua que hablamos y el sentido de lo que decimos se nos escapa de entre los labios y se convierte a nuestro pesar en algo ajeno, extrafo, objetivo, obediente a leyes que nosotros no hemos deci didoy que sin embargo estamos conminados a cumplir si queremos decir algo. El | lingiiista estructural -y, tras sus huellas, el antropdlogo~ ha tenido que desem- pefiar el ingrato papel de hacer experimentar a los hablantes esa sensacion de \ «pérdida de la Lengua propia», al hacerles ver cémo ella se «descomponia» en ele- rmentos insignificantes que, sin embargo, eran capaces de dar cuenta del sentido | merced a un juego operatorio del cual el usuario no es siquiera consciente. El nacimiento mismo de la lingiiistica estructural dista de ser autoevidente. No se puede decir que satisfaga ninguna necesidad previa: gpara qué sirve la recons- ts truccién formal del plano abstracto de la Lengua saussureana, si todos enten- demos el significado de las palabras que usamos sin necesidad de tener concienci de nuestras elecciones fonoldgicas, categorematicas o lexematicas, conciencia que, por otra parte, no parece aftadir nada al significado propiamente dicho? La respuesta es chocante de puro simples'es el contacto entre las lenguas (jenviltima instancia, entre las culturas), la necesidad de traduccién, lo que nos hace de pronto conscientes de que nuestro lenguaje, ademas de significados, comporta signif cantes, y es este contacto lo que nos obliga a descubrir el plano fonol6gico, cate- ‘gorematico o lexematico de nuestra propia lengua. Tanto es asi que ese descu- brimiento se identifica con el modo en que sentimos la alteridad de nuestra propia lengua. La conciencia del significante, es decir, la conciencia de que hay reglas de composicién del significante y no tinicamente convenciones semantico-pragmé- ticas acerca del significado, €s hija de la traducciéz) El significante es la conciencia) misma dé la intraductibilidad entre las lengua ¢ incluso la conciencia que cada hablante tiene de la intraductibilidad de su propia lengua hasta para si mismo (la condicién que hace que cada cual pueda sentirse extraito en su propia lengua). Mientras nos mantenemos sin contacto significativo con otras lenguas, vivimos el lenguaje como un instrumento que nos sirve para decir y hacer (a otros como nosotros) las cosas que queremos hacer y a las cuales deseamos referirnos, sin otras limitaciones para nuestra libertad de significar» que las que pudieran pro: ceder de coerciones externas al lenguaje, apareciéndosenos éste como una materia que podemos moldear segin nuestros gustos, nuestras necesidades y la auto- nomia de nuestro pensamiento, Sin embargo, cuando nos enfrentamos significa- tivamente a gentes que hablan otras lenguas, tenemos que abandonar el plano del Significado y del Habla (Parole) porque no podemos hablar con esas gentes ni entender lo que significan sus palabras. Entonces notamos que no podemos decirles lo que queremos ni adivinar a qué cosas del mundo se refieren cuando hablan, entonces notamos que entre el locutor y el significado né hay esa simple transparencia -materia moldeable a voluntad- que habiamos sofiado, sino algo ‘que nos opone resistencia y que limita al mismo tiempo nuestra libertad de signi- ficar y nuestra capacidad de comprendr. Ese algo es nuestra propia Lengua tanto como la de los otros, ese algo es TaGiferenct ajentre las lenguas, la estructura formal del significante. “Nos enteramos, por este descubrimiento (que constituye una célebre «quiebra del narcisismo»), de que crear significado o producir sentido no depende excl sivamente de la arbitrariedad de nuestro ingenio o de la urgencia de nuestras nece- sidades sino que, para llegar a producir ese significado que deseamos establecer o ese sentido que nuestras necesidades nos urgen a crear y, en suma, para llegar a significar algo, para entender o hacer entender un significado, tenemos que aceptar la mediacién de ese elemento extrafio ~el significante>, y sin embargo tan familiar y comiin, que hace posible que nosotros encontremos significados. La ‘mera expt cconclusiér podemos mismo lov para come nuestro bien es un decir, y ell bido decir pueda ¢ nomeno alas tentac Elestru otras sacie tenfan eran su acervoc Jos mitos», fundé la po esas otras) bién en est mismo, por una nueva samos que lidad o de] lism). * ober dtomo ducirel sen sistema ner turalismo n correspond ciencia que lutor nial d materia 0 al trata de otre mente, tant Saussure in: mera experiencia de hablantes de una lengua no nos habria llevado nunca a esa conclusién: el contacto con otras lenguas nos ha hecho conscientes de lo que no podemos entender con toda nuestra intuicién de locutores oyentes, pues es ello ‘mismo lo que nos ha hecho saber que no basta con la intuicién del locutor oyente para comprender o para hablar una lengua, Ellenguajeno es s6lo un instrumento ‘nuestro servicio con el cual podemos decir lo que queremos decir, sino que mas 1 €S una red que nos sefiala lo que podemos -y también lo que no podemos écit, y ello por razones estrictamente estructurales (una cosa es que esté prohi- bido decir algo —Io que prueba que, en el fondo, es posible decirlo~ y otra que algo no pueda decirse porque no exista significante disponible para ello). Y este es el fendmeno que Lévi-Strauss detecta en clave cultural y antropolégica, y que opone alas tentaciones localistas o esteticistas de la filosofia y de las ciencias humanas. El estructuralismo en antropologia nacié, como en lingiiistica, del contacto con dtvas sociedades, Presuntamente carentes de Historia, lo que estas sociedades si tenjan eran historias, narraciones mitolégicas que constituian la trama esencial de su acervo cultural. ¥ fue en tn articulo a todas luces inaugural («La estructura de los mitos», recogido luego en Antropologéa Estructural) en donde Lévi-Strauss fundé la posibilidad de aplicar el método de la linguistica estructural al andlisis de esas otras historias de las sociedades no-letradas. Analisis que, por cierto y tam- bién en este punto, tuvo como contraefecto que nuestras historias se tornaran asi- mismo, por efecto de esa objetivacion metodolégica, otras (lo cual puso en marcha una nueva historiografia encargada de hacer la historia de lo que siempre pen- samos que no la tenia: la historia de la vida cotidiana, de las mujeres, de la sexua- lidad o de la locura, historias que hubieran sido impensables sin el estructura- lismo). Pero, por otra parte, esta incautacién -bero no son del sentido por parte de la verdad no ; hhabia tenido lugar de un modo elim- atomos nativo, es decir, no se trataba de re- ducir el sentido a elementos «fisico-naturales» como los sonidos o las sinapsis del sistema nervioso central, stos «dtomos del sentido» descubiertos por el estruc- turalismo no son dtomos de materia sino, por asi decirlo, dtomos del espiritu. No corresponden al dominio del significado ya dado siempre de antemano a la con- ciencia que experimenta la existencia (es decir, nal terreno de un «Espiritu abso- luto» nial de una cultura 0 sociedad empirica particular), pro tampoco al de la materia o al de la naturaleza descrita por las ciencias que de ella se ocupan. Se trata de otra clase de elementos a los cuales, incomprensiblemente e inexplicable- 1 positivismo como la hermenéutica habian permanecido ciegos. Saussure insiste hasta la saciedad en el hecho de que‘el campo de saber que des. (Sletten yeni re ater rea poral o inmaterial que caracteriza a las unidades de una lengua es el origen de todos los errores de la filologia tradicional. «Todos los errores de la lingtifstica tra.” dicional proceden, segiin Saussure, del hecho de haber atribuido a los signos de {a lengua una identidad material, basada en la supuesta invariablidad de su cons: titucién fénica o de su contenido seméntico» (O. Ducrot, El estructuratismo en lin- 5 aitistica, p65). Los «errores» e «incongruencias» a los que se refieren Saussure y Ducrot tienen que ver con las especulaciones ~que, antes de ser retomadas por el romanticismo, aleanzaron su més alto grado de exaltacién en las tradiciones migico-herméticas medievales y renacentistas- acerca de por qué tales sonidos tienen tales sentidos (especulaciones que somtempre Solidarias de una imagen del vinculo entre significante’y significado como «conexién.Aatyiral—apoyadas en « podia explicarse sin necesidad de recurrir a la insidiosa nocién de «semejanza» entre la percepcién y lo percibido, y habia recurrido precisamente alla idea de un cédigo (arbitrario), poniendo como ejemplo de tal modo de significar los signos de laescritura, por mucho que para él ese cédigo fuese tan natural que sus leyes serian exactamente las sleyes de la naturaleza (y, en iltima instancia, los decretos divinos). La operacién de Saussure es, en este punto, més radical, ya que no con- forme con dejar establecido el eardcter arbitrario de la relacién significante-signi ficado o sonido-sentido, se eleva hasta otro tipo de arbitrariedad, que considera la riedad fundamental fie la lengua: el problema de por qué ciertos sonidos codifican ciertos sentidos no debe ser resuelto sino disuelto, porqué AO éS UD sonido lo que codifica un sentido. Los sonidos son realidades materiales o fisicas de las que se ocupa la fonética y, auxiliarmente, la fonometria, pero ellos no con- ienen el secreto del sentido, En palabras de Lévi-Strauss, la lingiifstca estructural queda fundada desde el momento en que ge. comprende que lo que produce sen- tido no es tal o cual sonido, jer de-Ropibinay Yos sonidos (y ain esta definicién es muy precaria): en Latin, las formas norhinales flexidnadas no admiten como fonema final més que «s», «m», «r» y «lv, y cualquier otra coml nacién no produce significantes de la lengua latina. Esa «manera de combinar» no es un sonido ni ninguna otra realidad fisico-material: es un fonema (0 un conjunto de fonemas), es decir, ina realidad piitamenté lingilistica) un ser inexistente, tan independiente de su substancia fonética 0 del material acis como de las interpretaciones que los hablantes den de él en situaciones de habla empiricas y determinablesi@u identidad rio es material ~como lo es la norma esta- distica de emisién de sonidos~ ni tampoco espiritual como las imagenes que pueda despertar en sus oyentes- 0, expresado en los términos que adoptaron Claude Lévi Srauss, Louis Althusser y Jacques Lacan, io perteneee allorden dé 10 imaginario (como las analogias, las simpatias y las semejanzas de las tradiciones magico herméticas), pero tampoco al de fo real (como las «instituciones naturales» del cédigo cartesiano de la raz6n), sino a un terreno exélusivo que los estructit ralistas denominanSimbélico> Asi, y volviendo, en busca de un ejemplo, al concepto greimasiano de actante, podriamos decir lo siguiente: en una representacién teatral, las personas de los actores que escenifican la obra pertenecen al orden de lo real, los personajes a quienes los actores representan estén en el dominio de-lo imaginario, mientras que los actantes (por ejemplo: la funcién de «colaborador que ayuda al héroe a encontrar a la persona que busca», y que puede ser desemperiada por diferentes personajes y, por tanto, representada por diferent en el territorio de lo simbdlico. Cuando Saussure recomendaba reparar en Io que “ constituye la «identidad» de las categorias propiamente simbdlicas, estaba reco- mendando distinguir estos tres érdenes: un mismo actor puede representar dife- rentes personajes en una misma obra o en obras distintas (es decir, la identidad 17 todos los personajes que representé); un mismo personaje puede ser representado por diferentes actores (Ja identidad ima ginaria del personaje «Hamlet» es independiente de la identidad real de los actores que desempefian ese papel, y ha sobrevivido a todos ellos); un mismo actante puede estar presente en diferentes personajes (es decir la identidad simbélica del dactante es independiente de la identidad imaginaria del personaje tanto como de Ta identidad real de los actores), asi como un mismo personaje puede acumular las funciones de actantes diferentes (puede ser «colaborador del héroe» y, simul- tinea o sucesivamente, «objeto de su deseo»), etc. Laindependencia de ese orden ‘imbélico con Fespecto_alo'realy alo imaginario (lo que Saussure consideraba su ‘carbitrariedad fundamental»), alo material y a lo espiritual, es lo que caracteriza alos elementos de la estructura de la lengua sefialados por la semiologia saussu- rreana, Los fonemas como los actantes de Greimas- poseen tinalrealidad simbé: lica (ingitistica) independiente del material acistico en que se encarnen y de la interpretacién que reciban, una realidad que s6lo depende de las relaciones que establecen entre ellos. Los n0,son sonidos ni sentidas: Dg hecho, una estructura lingiistica nunca es agotada por sus «realizaciones» fonéticas o seman cas, Mientras que la vieja fonética ensefiaba las reglas de la buena pronunciacién (como la vieja gramética las del sentido recto), para la lingiiistca estructural no hay buenas o malas pronunciaciones ni buenos o malos sentidos. La pronunciacién de un fonenia és el conjunto de todas las variaciones de pronunciacién que de él pueden darse sin que esas diferencias fonéticas produzcan diferencias semanticas; del mismo modo, el sentido de un término es el conjunto de todos los matices de significacién que pueden atribuirsele sin provocar ninguna diferencia en el terreno de la expresién?. ¥ es obvio que ninguna lengua particular realiza, en su habla ‘empirica, todos los matices sonoros 0 seménticos estructuralmente disponibles. Con todo, es la diferencia que acaece en el terreno simbélico (la diferencia fono- lbgica, y no aciistica, diferencia que ningtin magnetéfono puede registrar), la que procede de la estructura de la lengua, la que forna relevantes ciertas diferencias aciisticas o fonéticas que, sin ella, permanecerian amalgamadas en el continuum sonoro, En ese sentido es importante la conclusién que Ducrot extrae de su comentario de un célebre ejemplo de Saussure: «las zonas fonicas y seménticas atribuidas a un signo sélo terminan, pues, para el ingitista, alli donde comienza el dominio de otro signo» (Ducrot, op. cit.,p. 69). Hjelmslev se hacia eco de esta 7 Esta idea, que se encuentra como tal en Saussure, es la base de aquello ue Ia fonologi pro piamente dicha Gade la Escuela de Praga liderada por Trubetzkoy y Jakobson) ha canonizado como Prneba de conmatacida, prueba que consisteen esto: cuando una mutacion en el plano de! sigifcante Toor cemplo, la sustitucion de sme por pe) comporta una mutacién en el plano del significado (por sf, labo de mao or alo) ae consider que ha qudao fidentificada una unidad per- tinente del sistema, 18 misma idea 1a forma jon Asi pues, término- dis de Hobbes.’ terizaes pur Ent! eve ris sii tio, sistem auehs rinop alhect entoac consti wary, Esta care expresarald Tidad de este Iaespecie hut posee una ee drat, y supe cifra de fonen senta mis qu Ahora bien, terreno del viertan en fonoligic, tendencia a misma idea al sostener que la substancia fonética de una lengua sélo existe cuando 1a forma fonolégica'se proyecta sobre el continuum fonico. ' ‘Ast pues, ests elementos no son étomos ~0 al menos no en el sentido més usual del término- digamos que se parecen mas a las ménadas de Leibniz que a las particulas de Hobbes. Y no lo son porque esa identidad simbélica o estructural que les carac- teriza es puramente relacionaltal es el constante leitmotiv de Saussure en el Curso: En a lengua no hay mas que diferencias. Mis an: una diferencia presupone en general terminos posivosenre los cals se etablece; pero en la lengua no hay uae dlerencas, in trminas positives Tanto sise toma el significant como e STeifeado. la lengua no implica ideas ni sonidos preexistentes a sistema lings- tin sino solamente diferencias coneeptulesy diferencias (nica sugidas de ese Sistema Lo quehay de dea ode materia sonora en un signo importa menos qv lo aque hay acu alrededor en otros sgnos. La prusba de ello ex que el valor de un té- thino puede ser modicad, sn afectara su sett nia su sonidos, solamente por tlecho de que eto término haya sulfdo una modiiacon...En la lengua, como tn todo sistema semtoldgico, lo que distingue aun signo es precisamente lo que le onstage como tal Lo quel cracerza es la diferencia, a diferencia le conGere valor y lad. (Curso de Lingitistica General, pp. 166-168) Esta carencia de positividad es, una vez més, Io que Saussure intents expresar al decir que la semiologia se ocupa de «seres inexistentes». Pero la rea- lidad de estos «irreales» es bastante dificil de comprender. El aparato fonador de laespecie humana (considerado como uno de sus logros evolutivos mas notables) posee una elevada capacidad de articulacién de sonidos. Seguin célculos de Kon- dratov, y suponiendo que los idiomas més conocidos eligen como pertinentes una cifra de fonemas en torno a los 30, hay que observar que esta eleccién no repre- senta més que un 0,0002% de las posibilidades articulatorias sonoras disponibles. Ahora bien, como ya hemos indicado, para que estos «sonidos» entren en el terreno de Ia lingiiistica estructural (0, més claramente dicho, para que se con- viertan en Ienguaje), deben pasar del registro de lo meramente fonético al de lo es decir, deben dejar de definirse por su materia acistica y hacerlo por ima. Siguiendo una inspiracion que ya estaba presente en la ‘gramatica snscrita de Panini, os lingiistas de la Escuela de Praga consi- guieron explicar que si esos términos «inexistentes» de los que hablaba Saussure (las diferencias que hacen la lengua) no tienen realidad positiva, es porque toda st realidad es,opositiva) se definen por sus relaciones de oposicién a otros «tér- minos». Asifuncionan las oposiciones vocal/consonante, dental/labial,labial/velar, fricativa/nasal, etc., que sirven para describir todas las lenguas conocidas. De esta manera, Jakobson eliminé la idea (intuitivamente atractiva, por nuestra tendencia a representarnos los fonemas como letras del alfabeto 0 sonidos pro- 19 nunciados) de que los fonemas fuesen atomos de la lengua, al probar que un fonema no es propiamente un «elemento» (un constituyente ultimo ¢ indescom- ponible) sino un haz de rasgos dstintivos como los anteriormente enumerados, que se define por las diferentes relaciones de oposicién que mantiene dentro del sis- tema, De acuerdo con la flosofia de Saussure, en lugar de una coleccién de tér- ‘minos sustantivos que podrian entrar Iuego en diversas relaciones, las relaciones son aqui lo primero y lo tiltimo, y los términos, carentes de identidad sustantiva, sélo se dibujan -y se desdibujan- merced a la presencia o a la ausencia de tales rasgos, como valores de una estructura virtual que puede actualizarse en dife- rentes realizaciones. Asi pues, no hay aqui atomismo: en cierto modo, el estruc- turalismo consigue de esta manera, y en el mismo terreno del lenguaje, ese «and lisis de lo complejo en busca de los simples elementales» que siempre obsesioné a Bertrand Russell, pero lo consigue al precio de renunciar al modelo atomistico de simplicidad: en una estructura, el descubrimiento de los elementos es el des- cubrimiento del sistema en funcién del cual (y sélo en funcién del cual) se definen. Los signos (y también sus elementos componentes) existen sélo por su pertenencia aun sistema (a una Lengua). Oswald Ducrot ha sefialado como una de las intui- Jones esenciales de Ja tearia saussureana la que-él verbaliza en este molde de ins- piracién spinoziana‘el sistema es inmanente al elemento!)Con una formula de idén tica intencién, Emile Benveniste ha escrito en sus Problemas de Lingiiistica General que «no hay signo trans-sistematico», ; BI mecanismo que hemos descrito en Perdiendo (Una Vez a paragrao anterior, y que consituye el eje central de lo que el estructura- mas) el sentido. 2 lismo considera como «el orden sim- bolico», viene a coincidir con lo que, en la rigurosa formulacién de André Mar- tinet, se denomina doble articulacién, y que podriamos traducir en estos términos: 1a voluntad de significar ~el «querer decir» de los hablantes- sdlo consigue tener éxito -sélo consigue decir efectivamente algo- si, en lugar de ir directamente en busca de las unidades con valor significativo, construye estas tiltimas seleccio nando previamente esas otras unidades que tienen un valor meramente distintivo, positive o relacional, Siadmitimos que la diferencia entre ls frases (1) «Ayer vi atu padre» y (2) «Ayer via tu madre» reside en la diferencia entre «padre» y madre» (que son unidades lingiisticas significativas), entonces tendremos que admitir que la posibilidad de articular esa diferencia depende de la posibilidad de legir el fonema ep» en lugar del fonema «mm» (que son unidades no significativas, con valor tinicamente distintivo). Las-unidades del primer tipo -las unidades sig- * Bl estrucralismo en linglstica, Buenos Aires, Losada, 1971 20 nificativ acuerdo lengua, 1 forman 1 Alop que el si propia te nificante sentido?) simatase frecuente este caso de los hal estructur molégica guaje ha sion del p correspot basta par ceptivo tiempo qt cuerpo y objetivar¢ lingiistie tal objetiv Competev cidn es ta como loe horas sus de Sausst meros ins Utilicer lectual la cionario di sopesar ia Antes muy egurose isis ings simples con seretereal seccionar op nificativas elementales- suelen llamarse (aunque no todos los lingilistas estan de acuerdo en este punto) monemas, y constituyen la primera articulacién de una lengua, mientras que las otras ~Los fonemas 0 unidades distintivas elementales— forman la segunda articulacién®, Al operar el lingiiista de este modo, los hablantes tenemos la experiencia de que el significado se diluye en nuestros labios y percibimos la extrafieza de nuestra bropia lengua, al ver comd los significantes se «descomponens en elementos insig? nificantes (ze6mo soportar la idea de que el sentido se construye a partir del si sentido?), y los lingiistas reciben a menudo la acusacién de taxidermistas, como matasen la lengua al descomponerla en elementos, acusacién que se transforma frecuentemente en recordatorio de aque! viejo principio segtin el cual el todo-en este caso, el sentido es algo mds que_la suma de sus partes componentes. La queja de los hablantes (y de los «holistas») ante esta operacién.analitica de los lingiistas estructurales traduce, en buena parte, una resistencia a admit la ruptura episte molégica de la que procede «el giro lingtistico», es decir, el hecho de que el len- guaje ha dejado de ser una mera «transparencia» o un «obstéculo» para la expre- in del pensamiento. Al mismo tiempo que los hablantes sentimos la molestia que corresponde al descubrimiento de que nuestra (buena) voluntad de decir algo no basta para conseguir decirlo efectivamente, sino que tenemos que rendir el pre- ceptivo tributo en la aduana doblemente articulada del significante, al mismo tiempo que nuestros signos, hasta entonces practicamente inadvertidos, cobran cuerpo y adquieren peso ante nuestros ojos y ofdos, la ciencia puede proceder a objetivar ese cuerpo y ese peso en un corpus sincrénico susceptible de tratamiento lingidistico-estructural. Siempre podemos, con razén, lamentar que el resultado de tal objetivacién cientifica sea una abstraccién tedrica (la Langue de Saussure o la Competence de Chomsky), pero ello no debe inducirnos a olvidar que tal abstrac- cién es tan legitima en su campo la epistemologia de las ciencias del lenguaje— como lo es, en el suyo, la abstraccién préctica que de la Lengua hacemos a todas horas sus usuarios para fines cotidianos en el terreno empirico del Habla (la Parole de Saussure o la Performance de Chomsky), considerando las palabras como eros instrumentos al servicio de nuestras urgencias ordinarias. Utilicemos, para ilustrar este punto, un hermoso ejemplo de cortocircuito inte- lectual: a definicién que, bajo la entrada «FiGuRaTIvo»; puede encontrarse en el Dic- cionario de las artes de Félix de Azia (p. 152); antes de reproducirla, el lector debe sopesar las gravisimas dificultades en que la mayoria de las personas (incluso las ° Antes que Martine, Jakobson (Essai de lingtistique générale p. 104) habia formulado de forma muy sigurosa la necesidad de esta distincién: «Deben distinguirse dos niveles de lenguaje y de ané lisis lingstico: por un lado, el nivel semantico, que comprende a la vez las unidades significativas simples ycomplejas desde el morfema al enunciado yal texto y, por otro lado, el nivel fonolégico, que se refiee a las unidads simples y complejas cuyo papel consste solamente en diferencar, cimentar, ‘seccionar poner de relieve las diferentes nidades sigificatvasy 21 més expertas en la materia) se verian envueltas si les pidieran apremiantemente una definicién de lo «figurativo»: tendrian, para empezar, que utilizar la peligrosisima nocién de «semejanza» (lo que ya implicaria alguna decisiOn sobre el cardcter «con- vencional» 0 «natural» de tales semejanzas),tendirian que distinguir entre el espa figurado y el espacio «figurante>, tendrian que remitir a la percepci6n y a sus eleyes», alos juicios (0 prejuicios) vinculados a las percepciones, a las técnicas de «ilusién pica» de la perspectiva y, en suma, se enfrentarian a una enorme cantidad de com: plicaciones. He aqui, sin embargo, el latigazo de Ania: «Dicese de toda... represen- tacién compuesta para la vista en la que aparecen... los seres orgdnicos e inorgé: nicos cuyos nombres se encuentran en los diccionarios» (subrayado mio). El mérito de la definicion es que nos pone, stibitamente, ante una vecindad entre percepcién y lenguaje que, prima facie, no hubiéramos sospechado tan intima y total. Es cierto: si reparamos en los objetos que vemos, resulta que, o bien cono- cemos el nombre de cada uno de ellos, o bien, si no es el caso, estamos seguros de que todo To que vemos tiene nombre (y de que hay alguien que lo sabe y algun iccionario que lo contiene). ObservacionéScomo ésta suponen una cierta pér- dida de ingenuidad que, con toda probabilidad, puede provocar..ina oscilacién pen: dula "de la confiada eirreflexva creencia en que, cuando hablamos, decimas fo ea ia que presupone una cierta «armonia preestablecida» por la cual lo visible se adaptaria feliz y mansamente a las «categorias» que el lenguaje vehicula), Por expresarlo una vez mas del metafisico modo: Contra ello, se erige la (gingenua?) impresi6n de que en lo que vemos hay algo mds que lo que decimos, algo ilegible o indecible, algo que escapa ‘esa severa estructuracién, algo irreductible a ella; pero contra esa impresin insiste la evidencia de que todo intento de decir ese «algo més» acaba por labrar el campo de lo visible con la reja del lenguaje, atrapando asi en la prisién del decir aquello que parecia fugarse de ella. En un esfuerzo por evadirnos de esta cércel Logica, podemos retrotraernos a aquel momento en el cual todavia no hablabamos, a aquella experiencia «salvaje» de un mundo ~substrato energético, pulsional- atin no colonizado por el lenguaje, ya sea en una anterioridad onto- o filo-genética, ya en un descenso a las profundidades orgénico-inocionales, Pero el caso es que esa anterioridad o esa exterioridad s6lo pueden ser imaginarias,s6lo podemes ima- ginarlas (como ficciones), y sélo desde este lado de la frontera, es decir, sélo desde ‘un mundo ya estructurado por el lenguaje. Esa anterioridad y esa exterioridad son, pues, curiosamente, una «anterioridad posterior» y una «exterioridad interior»: no son falsas (ni verdaderas), son aquello —Io ficticio, lo imaginario- que no es sus ceptible de verificacién ni de falsacién, test sinc que seg tant del (low nali gua ypc tern igh tam: sua fraz \ vient no « lok hay: lasp decit dels form pore quies hable able ficad tros decir cue! evolu signo podri quee Lk aquel del ler sass! Se insintia aqui una radical inversién de lo que podria considerarse como la tesis «tradicional» (que no solamente se autoriza en textos antiguos o medievales, sino que encontramos vigorosamente sostenida en el siglo xvity en la Tlustracién, que es defendida por Humboldt y que llega viva al Tractatus de Wittgenstein) segtin la cual ef lenguaje es la expresién del pensamiento, tesis en la cual lo impor- tante es, sin duda, la suposicién de que existe un orden tinico (natural o racional) del pensamiento, que las diferentes lenguas intentan expresar de diversos modos (do que permitiriajerarquizar las lenguas segiin su grado de adaptacién a esa racio- nalidad légica previa al lenguaje e independiente de él, e incluso construir un ‘Saussureana) a saber, el hecho de que, en ella, el significado (lo que en las lineas 23 anteriores hemos llamado «el pensamiento») se,convierte en algo interior al signo, puesto que un signo es una entidad generada por la conexién de un significante ccon un significado. No hay, pues, pensamiento sin signos, no lo hay antes, después ni fuera del signo. ¥ ast como el elemento no existe fuera del sistema, el significado no puede exisir fuera del signo. De acuerdo con la definicién saussureana, el mismo rigor con el cual se seg- ‘menta el territorio del significante debe presidir también el «andlisis del signi ccado»; un significado que ya no se concibe como una entidad «mental» o «l6gi ajena al signo (menos ain como un «objeto fisico»), sino como una de las caras del mismo, a saber, ese «algo» que aquel que emplea el significante entiende por 41, y que sélo es decible a través de ese significante (son palabras casi literales de Roland Barthes). Desde este punto de vista, os mionemas de la primera articula® cién no deben tinicamente «descomponerse> en fonemas de la segunda articula- cién, sino también en sememas pertenecientes a ese mismo nivel articulatorio en laootra cara del signo, Asi como el significante no es mas que una unidad colocada en un determinado espacio fonologico, E! significado es una unidad semntica “colocada” en un “espacio” preciso dentro de un sistema seméntico. Ahora bien, se corre el riesgo de entender que el signifi- cado del significante /perro/ es el semema <> en cuanto opuesto a otros sememas dentro de un subsistema semntico’eterminado. Pero, zqué sistema? 2B] {que organiza los animale$? <0 el que organiza los seres vivos? 20 Ibs carnivoros? 20 los mamiferos?... .por qué debe <> oponerse, porigamos por cso, a ‘<> y no a <>? Se comprende inmediatamente que se trata de la misma cuestidn que planteaba Jakobson, cuando se preguntaba por qué habia que considerar un fonema como opuesto a otro; y en aquel momento la definicién del fonema entraba en crisis definitivamente para transformarse en la de fonema como hhaz de rasgos distintivos; entonces el sistema de posiciones y oposiciones se refiere a los rasgos distintivos y no al fonema, que es el resultado de su presencia o su ausencia. Por tanto, el mismo reticulo interno de rasgos elementales debe regular la diferencia entre sememas. (U. Eco, Tratado de semiética general, pp. 158-159) Por decirlo una vez més con las palabras de Hjelmsley, a substancia semdntica de una lengua (por ejemplo, el significado «yegua» que «corresponde» tanto al aleman Stute como al francés jument) s6lo existe cuando la forma de los sememas (por ejemplo, las marcas semdnticas «caballo» + > puede descom- ponerse en las marcas seménticas («ser animado» + «humaho» + «varén> + «pari sélo ti no/no grado: fiesto: y Fod marca Ast des de agotari turas wel lat rismo» descom elemen argume "De idea de a rent (Katy Fox Aziz, 18 «pariente» + «primer grado» + «generacién anterior”), marcas que, como es obvio, sélo tienen realidad en el seno de los contrastes «animado/inanimado», «huma- ‘no/no-humano», evarén/mujer>, «pariente/no-pariente», «primer grado/otros grados», «generacién anterior /otras generaciones». Este ejemplo ya pone de mani- fiesto el raggo sobre el que tego insistiria la «seméntica componencial» de Katz y Fodor, es decir, que los marcadores seménticos estén organizados, como los ‘marcadores sintacticos de la lingiiistica tansformacional, en forma de arbol®. ‘Asi pues, también el significado esta «doblemente articulado» gracias a esas re- des de marcas semAnticas. Con ello, parece que la descripcién seria exhaustiva y agotaria por completo el andlisis al afiadir las «estructuras semAnticas» alas estruc- tuuras fonologicas y sintcticas, habiendo asi recorrido las dos caras del signo. Y de este modo se consagra, también, 2 + para ganar la repetidamente aludida impresion de la verdad «pérdida del sentido» que constituye el reproche sempiterno del «huma- nismo» frente al «estructuralismo», Para oponerse al atomismo «empirista» (que descompone la percepcién en «itomos» de sensacién que serian sus componentes elementales), la filosofia fenomenolégico-hermenéutica ha utilizado siempre un argumento que Heidegger plasmé en un ejemplo dificil de olvidar: cuando escucho *© De ahi el famoso ejemplo de -descomiposiciéne del semema inglés Bachelor, que puede dar idea de la magnitud y'complejidad de fos caminos que se abres en él espectro seméntico asi se. rmentado! 7 ° ’ BACHELOR _ Hamano Animal (aque ha obtenido el grado seasemico ' correspondiente a cuatro ao de College) Masculino Mas ZX \ ’ ‘Adulto Joven Joven Woreasado) (abate ue sive bio cestandart eno) Foca (0 emparejada durante el perio de crisnz) (Kate y Fodor, «La estructura de una teoria semdntica, en JJ. Karz, Teorfa semantica, Madr, Aguilar, 1979), 25 aun coche arrancar su motor bajo mi ventana, no recibo una coleccién de sensa- ciones particulares que tenga que sumar para obtener la percepcién «coche arran- cando bajo mi ventana»; al contrario, escucho de entrada un coche encendiendo su motor e, incluso, si mi ofdo esté suficientemente entrenado y puedo distinguir los sonidos de diferentes motores, podria llegar a decir que escucho directamente aun Mercedes poniéndose en marcha, Lo que jamas escucho son los supuestos «. El argumento fenome- nol6gico+hermenéutico retoma, sin duda, una vieja y sblida intuicién de Aristételes cuando, en su polémica con los pitagoricos, pregunta por qué el todo es algo mds que la suma de sus partes: si ese «algo més» es otro elemento de los que se afiaden (por ejemplo, el «ntimero pitagérico»), entonces -viene a decir Aristételes- nos veriamos conducidos a una regresién indefinida. Luego ese «algo mas» debe estar en otra dimensi6n que ya no sea la de los elementos. Bl ejemplo del Mercedes pone efectivamente en evidencia al «atomismo empirista» en la medida en que éste pre- tenda encontrar entre esos «elementos» o «sensaciones atémicas» alguno capaz de totalizar el conjunto y dar lugar a mi percepcién de un automévil poniendo en marcha un motor de la marca Mercedes. El todo no solamente debe preceder a las partes, sino encontrarse en una dimensién distinta de donde se encuentran ellas. En el lenguaje del estructuralismo, la discusién de Aristételes contra los pitagé- ticos, 0 de la hermenéutica fenomenol6gica contra el empirismo psicolégico, es una discusién acerca del primado de lo real (los étomos de sensacién cuya inten- sidad puede efectivamente ser registrada por aparatos que midan las pulsaciones de los érganos sensoriales) o de lo émaginario (mi percepcién de un coche arran- cando su motor, que no puede ser registrada por ninguna medicién neurofisiolé ica). Y lo que quiere mantener el argumento es que el todo (lo «imaginario», el significado, mi percepcién de los ruidos como «coche arrancando un motor de la marca “Mercedes”s) debe preceder a las partes (los ruidos cuya intensidad mate- rial también puede registrar un aparato de medicién fisica). Si este argumento es, como antes deciamos, incontestable, es porque nos recuerda la impotencia de lo real para producir por si mismo lo imaginario o, dicho de otro modo, la impotencia de la materia para segregar en cuanto tal un significado, la antes aludida imposi- blidad de generar No solame vida social see cesta inci det son ales queen no enaturah) humana, acaso demasiado humana: queremos que nuestros mitos, nuestras his- torias, nuestras ficciones o nuestros discursos, ademas de moldear nuestras viven- cias, tengan un sentido pleno, queremos que sean «més verdaderos que la verdad», que esa su mera verdad de estructuras racionales histéricamente encar- nadas. Y es lo cierto ~en esto los humanistas levan las de ganar- que el estruc- turalismo nunca satisfard esa aspiracién. Asi pues, no nos asombremos de que el estructuralismo, después de estudiar la mitologia, no conteste a la cwarta pregunta con una respuesta que pueda calmar definitivamente la Sed del humanismo, pero tampoco pensemos que por ello el andlisis estructural es menos capaz que otras disciplinas de revelar esa anhelada «verdad del hombre»: Jos mitos no dicen nada que nos instruya acerca del orden del mundo, la naturaleza de lo real, el origen del hombre o su destino, No puede esperarse de ellos ninguna complacencia metafisica; no vendrén en auxilio de ideologias extenuadas. Por el contrario, os mitos nos ensefian mucho sobre las sociedades de las que proceden, ayudan a exponer los resortes intimos de su funcionamiento, esclarecen la razon de ser de creencias, de costumbres y de instituciones cuyo plan parecia incom- prensible a primera vista; y, finalmente y sobre todo, permiten distinguir ciertos ‘modos de operacién del espiritu humano, tan constantes en el correr de los siglos y tan generalmente difundidos sobre inmensos espacios, que pueden ser tenidos por fundamentales y se puede tratar de volverlos a encontrar en otras sociedades y dominios de la vida mental donde no se sospechaba que interviniesen, y cuya natu raleza quedard a su vez alumbrada por ellos" ¢No podriamos decir lo mismo de todo lenguaje, de toda realidad que presente en si misma esa naturaleza simbélica? No es, pues, la del estructuralismo, una pre- tensién reduccionista (reducir el espiritu'a naturaleza o las «cjencias del espiritu» alas «ciencias de la naturaleza»). Al contrario: por muy positivista que fuera Saus- sure, su «ciencia general de los signos» no fue nunca pensada por él como una sciencia de la naturaleza» sino, al contrario, como una ciencia social"; y por ruchas esperanzas que Lévi-Strauss depositase en la «naturalizacién» de las cien- cias humanas, su obra se esfuerza por sefialar el rasgo distintivo de estas ciencias, con respecto a las de la naturaleza, que consiste precisamente en su estableci: miento en el orden descubierto por Saussure, el orden de lo simbélico, dado que las humanas son aquellas ciencias que «trabajan con simbolos de cosas que son "Bt hombre desnudo, cit, p- 577. Hemos explorado los rendimientos del comparatvismo estruc- luc en La mascara y el monstruos, recogido en Estraegias de! dibuo en el arte contempordnco. "No solamente porque se trata de la ciencia que estudia la vida de los signos en el seno de lx ‘ida socials, segtin declara el Curso de Lingistica General, ino porque lo que precisamente deslinds ‘eva Gencia del terrtoro de ls cencias naturales es el hecho de que los signos de los cuales e ocupa son{ales queen ellos el vinculo entre el significant y el signiicado es siempre convencional (es decir, no natura). 29

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