Está en la página 1de 3

La campeona ecuatoriana de ajedrez Carla Heredia

fue expulsada del Mall El Jardín por pretender jugar


una partida en el patio de comidas de este centro
comercial. Carla Heredia puso en evidencia la lógica de
este tipo de espacios, pues de acuerdo al reglamento
interno del Mall El Jardín, jugar en sus instalaciones
está prohibido, a pesar de que según lo publicado en
las redes sociales, ella estaba tomando un café, es decir
que se encontraba consumiendo dentro del centro
comercial. Este suceso nos plantea algunas
interrogantes respecto a lo que significan realmente
estos equipamiento urbanos, el mall y el centro
comercial y la relación entre lo público y lo privado.
borradas
Evidentemente, el centro comercial es un espacio
privado, pero que debido a la necesidad de atraer
flujos y generar consumo, recrea la ilusión del espacio
público, montando una escenografía higienizada y
securitizada de la calle. El fundamente básico del
espacio privado es su capacidad de excluir, no solo
personas, sino usos y actividades. El centro comercial
como tipología arquitectónica y urbana refuerza la
exclusión, especialmente a través de la capacidad de
consumo de los individuos u hogares, si bien esta no es
la única manera, como lo prueba la experiencia de
Carla Heredia. También lo hace a través de la explícita
prohibición de actividades no relacionadas con el
consumo (como el juego o la lectura), aunque resulte
contradictorio ver instalada sillonería para quienes
acompañan y esperan a los compradores. En definitiva,
uno puede estar cómodamente sentado, siempre y
cuando esté participando directa o indirectamente en
el consumo. De lo contrario, será expulsado.
Según Fernando Carrión, no es el régimen de
propiedad sino el uso lo que determina si un espacio es
público o privado. Por lo tanto, muchos dirán que no
existe diferencia entre una cafetería en la Plaza Grande
o en la Mariscal y cualquier otra en un centro
comercial. Sin embargo, aunque las actividades y usos
puedan ser los mismos, los negocios que dan a la calle
permiten a quienes los usan entrar en contacto con la
experiencia real de la vida cotidiana, con todas sus
luces y todas sus sombras. Esa experiencia es
imposible en un centro comercial, pues dentro del mall
lo único que podemos ver es el mundo edulcorado del
consumo. Los centros comerciales no son espacios
públicos aunque sean espacios de encuentro y
convivencia para algunos conglomerados –entre los
cuales habría que destacar ciertos grupos etarios-
simplemente porque excluyen la experiencia misma de
lo urbano.
En Quito existen varios centros comerciales y
equipamientos que se encuentran en predios
entregados en comodato por el estado a actores
privados. Es decir que están sobre suelo público,
propiedad de la ciudad. Por eso resulta aún más
sorprendente que no se pueda jugar ajedrez o leer un
libro en un espacio que la ciudad ha cedido a un
particular, más allá de las condiciones ventajosas o no
para la administración municipal, en las que se haya
efectuado esta cesión. Tal vez sea hora de reivindicar
usos no mercantiles en estos espacios, tomando en
cuenta que finalmente el suelo sobre el que han sido
edificados nos pertenece a todos. Sería un simple acto
de reciprocidad.

También podría gustarte