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El Ius Congens Internacional PDF
El Ius Congens Internacional PDF
El ius
congens
internacional
Estudio histórico-crítico
EL IUS COGENS
INTERNACIONAL
Estudio histórico-crítico
ISBN 970-32-0813-4
CONTENIDO
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX
Miguel MARÍN BOSCH
Liminar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI
I. Prehistoria del ius cogens . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
1. Ius cogens y ius naturale . . . . . . . . . . . . . . . 8
2. El iusnaturalismo grociano y posgraciano . . . . . . . 10
3. La jurisprudencia anterior a la Convención de Viena . 16
Por el Servicio Exterior Mexicano han pasado algunos de los más des-
tacados juristas de nuestro país. Entre ellos, don Antonio Gómez Robledo
fue sin duda el más erudito y quizás el más sabio. Con una sólida for-
mación clásica y humanista puso su intelecto al servicio tanto del mundo
académico como del quehacer político. Y fue en esta segunda actividad
que tuve el privilegio de conocerlo. Lúcidos fueron sus análisis de las
situaciones internacionales más complicadas. Y lúcidos también fueron
sus estudios jurídicos como El ius cogens internacional que se publicó
en 1982 y que ahora se edita nuevamente.
Podría decirse que, en buena medida, fueron los países en vías de de-
sarrollo los que se pueden identificar como estando al origen de las nor-
mas de ius cogens, en particular a través de la afirmación de la existencia
de una comunidad internacional, trascendiendo en parte la noción de es-
tado soberano y dotada de un derecho propio que se impone al derecho
resultante de las convenciones entre los propios Estados (Abi-Saab). Por
ello, la noción de ius cogens aparece antes que nada como un verdadero
mecanismo de limitación a la libertad contractual de los Estados.
La noción de normas imperativas, en tanto que reglas esenciales, para
la existencia y persistencia de la comunidad internacional, es una noción
consagrada en forma definitiva en la Convención de Viena sobre Derecho
de los Tratados. Sus disposiciones establecen una verdadera jerarquía en-
tre las normas de derecho internacional al señalar, en su artículo 53, la
nulidad de todo tratado que, en el momento de su celebración, “ esté en
oposición con una norma imperativa de derecho internacional general” .
La jurisprudencia internacional rápidamente adoptaría dicho concepto.
Independientemente del famoso dictum en el Caso de Barcelona Traction
Ligth and Power Company (CIJ, 5 de febrero de 1970), es muy intere-
sante resaltar aquí el pasaje de la sentencia arbitral del 31 de julio de
1989, en el caso de la delimitación de la frontera marítima Guine-Sene-
gal. En dicha sentencia se establece que, “ desde el punto de vista del
derecho de los tratados, el ius cogens es simplemente la característica
IX
X PRÓLOGO
cerla rendir los frutos que de ella se esperan. Con este espíritu, imbuido
equilibradamente, hasta donde es posible, de realismo e idealismo, nos
hemos acercado al ius cogens internacional, el cual, desde su aparición
en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados (en vigor
desde el 27 de enero de 1980) ha significado una revolución copernicana,
según la metáfora que nos es familiar a partir de Kant, en la estructura
del derecho de gentes.
A la antigua estructura plana, horizontal, uniforme, del antiguo de-
recho internacional, todo el ius dispositivum, con la sola excepción, si
acaso, del principio pacta sunt servanda, sucede ahora la estructura je-
rárquica y vertical, con las normas imperativas en el ápice de la Stufen-
bau, para decirlo a la manera kelseniana. Y conjuntamente con esto, y
como el alma que anima la nueva construcción, la comunidad internacio-
nal, hasta allí poco menos que retórica pura, comparece ahora, a tenor
del artículo 53 de la Convención de Viena, como sujeto de derecho de
gentes, y no un sujeto entre tantos, sino el primero y principal, por cuanto
que solamente la comunidad internacional “ en su conjunto” es capaz de
crear normas imperativas, las que están en el punto extremo de la pirámide.
De nuevo, como en la Engloga IV, nace un nuevo orden de cosas,
desconocido de los siglos pasados: Magnus ab integro saeclorum nasci-
tur ordo. En términos más llanos, podría decirse que ahora apenas ha
nacido el derecho internacional, no el derecho de coordinación, como se
dijo hasta ahora, algo así como las reglas del juego en un club de cual-
quier especie, sino un auténtico derecho de subordinación a normas su-
periores e inexorables; normas que no representan los intereses particu-
lares de los Estados, sino los intereses corporativos de la comunidad
internacional.
Más de un lector podrá tal vez calificar esta visión de “ romántica y
audaz” , como acostumbraba decir, desde su cátedra, Narciso Bassols.
Todo podrá ser, y lo único que rogamos al hipotético lector es que emita
su juicio al final de su lectura, a la que está invitado en las páginas que
siguen.
I. Prehistoria del ius cogens . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
V
I
1
2 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
nas costumbres constituyen así el valladar que en ningún caso puede tras-
poner o quebrantar la voluntad de los particulares. Hay, pues, un derecho
imperativo o absolutamente impositivo, o como se dirá después, un ius
cogens.
En la imposibilidad de referirnos, ya que sería interminable, a los có-
digos de otros países, haremos mención, por razones obvias, de la legislación
mexicana. El artículo 15 del Código Civil de 1884 decía lo siguiente:
“ Las leyes en que se interesan el derecho público y las buenas cos-
tumbres, no podrán alterarse o modificarse, en cuanto a sus efectos, por
convenio celebrado entre particulares” .
El Código de 1928, por su parte, hace caso omiso de las buenas cos-
tumbres, y retiene, aunque con otro lenguaje, la noción de orden público,
a los efectos siguientes:
“ Artículo 8o. Los actos ejecutados contra el tenor de las leyes prohi-
bitivas o de interés público serán nulos, excepto en los casos en que la
ley ordene lo contrario” .
Lo mejor hubiera sido tal vez, a lo que nos parece, haber combinado
entre sí la letra de ambos preceptos, en forma de destacar, como lo hacía
el Código de 1884, la inderogabilidad de las leyes de orden público por
convenios entre particulares, y de imponer, al propio tiempo (y es éste
el progreso registrado en el Código actual) la sanción de la nulidad a los
actos contrarios a las leyes de interés público, o que taxativamente prohíben
en absoluto tales actos (“ leyes prohibitivas” ).
Para todos los códigos que, en los países de tradición latina, han sido
más o menos herederos del Código Napoleón, es valedera en lo sustancial
la exégesis de los grandes civilistas franceses al artículo 6o., antes citado.
En la que hace uno de los mayores, Marcel Planiol, el término ordre
public puede tomarse en dos acepciones. La primera y la más evidente,
son todas las leyes de derecho público, es decir las que definen las atri-
buciones de los poderes públicos y sus agentes, así como los derechos y
obligaciones de los particulares en materia política. “ Todas las leyes
—dice Planiol— que constituyen el régimen político de un país, están
por encima de las voluntades privadas” . Pero en seguida, y en la misma
página, Planiol prosigue explicando la segunda acepción de orden públi-
co, a saber:
“ Por otra parte, una ley puede pertenecer al derecho privado, y ser sin
embargo de orden público. Así ocurre cuando quiera que la disposición
PREHISTORIA DEL IUS COGENS 5
La expresión ius cogens aparece por primera vez, a lo que creemos, en los
pandectistas. Fue sobre todo Windscheid quien trató de definir el ius cogens
como el conjunto de reglas jurídicas que excluyen toda actitud arbitraria de
12 Guggenheim, P., Traité de droit international public, 2a. ed., 1967, I, p. 128.
13 Nissot, Joseph,“ Le concept de ius cogens envisagé par rapport au droit international” , Revue
balge de droit international, 1968, pp. 1 y ss.
PREHISTORIA DEL IUS COGENS 7
tium, quod vel est ius naturale, vel derivatur ex iure naturali.16 Decir lo
cual no es, por supuesto, negar el derecho positivo, ya que la “ deriva-
ción” de que habla Vitoria es la que, según dejó consignado Santo To-
más, tiene lugar tanto por vía de conclusión como por vía de determina-
ción (per modum conclusionis, per modum determinationis) siendo esta
última no determinación lógica, determinación necesaria, como la con-
clusión de sus premisas, sino, todo lo contrario, libre determinación del
legislador. Lo único que Vitoria, por tanto, persigue con aquella decla-
ración, es encarecer la supremacía del derecho natural, verdadero ius co-
gens, y en sus primeros principios, además, inderogable.
Pero al lado de este ius cogens natural o necesario, hay (en Vitoria
por lo menos) un ius cogens positivo o voluntario, y al que tampoco es
lícito transgredir, por haber sido promulgado, como diríamos hoy, por la
comunidad internacional en su conjunto. Así está, a lo que nos parece,
en el famoso texto vitoriano de potestate civili:
El derecho de gentes no sólo tiene fuerza de pacto y convenio entre los hom-
bres, sino que tiene también fuerza de ley. Y es que el orbe todo, que en
cierta manera es una república, tiene el poder de dar leyes justas y a todos
convenientes, como son las del derecho de gentes... En asuntos graves, por
tanto, ningún Estado puede darse por no obligado por el derecho de gentes,
porque está dado por la autoridad de todo el orbe.
nombre para designar al derecho natural, señorea por entero el orden ju-
rídico positivo, sometido todo él a la norma pacta sunt servanda, la cual,
según declaración expresa de Grocio, es de derecho natural: cum iuris
naturae sit stare pactis.20 Ahora bien, y es algo de la mayor importancia,
de este principio o fuente, como lo dice él mismo, deriva para Grocio no
sólo todo el derecho internacional, el contractual y el consuetudinario
—ya que, para Grocio, la costumbre es un pacto tácito— sino, inclusive,
el derecho civil: ab hoc ipso fonte iura civila fluxerunt.21 Y la razón de
esto último está en que Grocio, mucho antes de Rousseau, postula la teo-
ría del contrato social como generador de la sociedad civil y política por
todo lo cual, en suma, el pacto es el origen último, hacia el interior y
hacia el exterior, de todo el derecho en general, de universo iure.
Distinto del derecho necesario es el derecho voluntario, es decir posi-
tivo, el cual, en concepto de Grocio, puede ser divino o humano. Derecho
divino positivo es, por ejemplo, la ley mosaica en todo lo que no es —como
sí lo son los preceptos del Decálogo— de derecho natural. Derecho vo-
luntario humano, a su vez, es tanto el derecho civil como el dere-
cho de gentes, entendiéndose por este último el que deriva su fuerza obli-
gatoria de la voluntad de todos los Estados, o de muchos de entre ellos.22
En Grocio, en conclusión, el ius naturale o ius necessarium desempeña
la función que en la actualidad atribuimos al ius cogens.
El iusnaturalismo grociano, y más en concreto el iusnaturalismo racio-
nalista, se prolonga hasta bien entrado el siglo XIX, es decir hasta la
aparición del positivismo, cuando desaparece toda relación de verticali-
dad, de jerarquía, entre las normas del derecho de gentes. A este respecto,
suele hacerse una excepción en el caso de Richard Zouch, quien, según
esta concepción, habría sido el primer positivista en la ciencia del dere-
cho internacional. Esta observación es correcta, a nuestro parecer, si se
mira al método seguido por Zouch, el cual, como buen inglés, se sitúa
en el terreno firme de la práctica de los Estados, la costumbre y los tra-
tados. En lo que hace a los principios, en cambio, Zouch, en la aprecia-
ción de Georges Scelle,23 no es sino un vulgarizador de Grocio, y en lo
que se refiere a la doctrina, no ha innovado nada en absoluto. Para él
28 V., Paul, The legal consequences of conflict between a treaty and an imperative norm of
general international law, O. Z. fur offentliches Recht, 1971, p. 25.
29 Suy, Erik, The concept of ius cogens... cit., p. 60.
18 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
es, en realidad, nula y sin efecto. Es la idea del orden público internacional
la que debe determinar la actitud del juez en un caso semejante.30
31 El texto de la sentencia lo he tomado de Riesenfel, Stefan A., Ius dispositivum and ius cogens
in international law, AJIL, 1966, vol. 60, pp. 511-515.
20 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
32 Conference on international law, Lagonissi, 1967, p. 13: (In former times) States could
achieve anything they wanted by agreement through a combination of the rule of sovereignty and
that of pacta sunt servanda. This was made possible by the absence of any limitation on the use of
force in international relations. But once resort to force was prohibited, other substantive limitations
on sovereignty became possible. This prohibition may thus be considered as a turning point from
unorganized to organized international society. Indeed, according to one opinion this turning point
is the appearance of a ius cogens. Such a ius cogens aims at the protection of the interests of the
international society as a whole rather than those of individual States.
II. Historia legislativa del ius cogens . . . . . . . . . . . . . . . . 21
1. El proyecto Fitzmaurice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
2. El proyecto Waldock . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
3. La opinión de los Estados miembros . . . . . . . . . . . . . 37
4. La labor de la Sexta Comisión y la resolución 2625 . . . . . 40
5. La Conferencia de Viena (1a. parte) . . . . . . . . . . . . . . 41
6. La Conferencia de Viena (2a. parte) . . . . . . . . . . . . . . 51
V
II
HISTORIA LEGISLATIVA DEL IUS COGENS
Habiendo dado cuenta de los orígenes remotos del concepto de ius co-
gens, debemos ahora atender a sus orígenes próximos, es decir la historia
legislativa del indicado concepto hasta su inclusión —aunque sin desig-
nársele con aquel nombre— en el artículo 53 de la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados.
Conforme al plan seguido por todos los autores —y en efecto, es difícil
pensar en otro distinto— toda historia legislativa del ius cogens ha de
pasar forzosamente por las siguientes etapas: su presentación en la Co-
misión de Derecho Internacional, su discusión en este cuerpo y, poste-
riormente, los comentarios de los gobiernos, el debate en la sexta comi-
sión de la Asamblea General y, por último, los debates, hasta la
aprobación final del artículo, en la Conferencia de Viena sobre el Dere-
cho de los Tratados.
Ahora bien, y restringiéndonos por el momento a la primera fase, la
introducción del ius cogens en la Comisión de Derecho Internacional,
hay autores, como Suy y Rosenne, que suelen empezar con la presenta-
ción, en 1963, del anteproyecto de sir Humphrey Waldock, en el cual se
introduce, en estos términos explícitos, la noción del ius cogens. Otros
autores, sin embargo, entre ellos Jerzy Sztuchi, nos hacen remontar diez
años atrás, hasta 1953, o sea al proyecto de Lauterpacht, presentado por
su autor en su calidad de relator especial del derecho de los tratados.
Desde un punto de vista formal así podrá ser, pero de nuestra parte cree-
mos que hay que tomar el agua todavía más arriba, desde 1950 por lo
menos, cuando el miembro colombiano de la comisión, doctor Jesús Ma-
ría Yepes, planteó la cuestión de la validez de los tratados internacionales
en función de la licitud de su objeto. El doctor Yepes, como es bien
sabido, en su calidad de representante de Colombia en la conferencia
constituyente de San Francisco (1945) hizo aceptar la introducción del
principio de la buena fe —principio que, inexplicablemente, no figuraba
21
22 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
5 A/CN.4/63, p. 218.
HISTORIA LEGISLATIVA DEL IUS COGENS 25
1. El proyecto Fitzmaurice
2. El proyecto Waldock
Lo que hasta aquí queda reseñado podría ser, en el peor de los casos,
la prehistoria legislativa del artículo 53 de la Convención de Viena, si la
historia legislativa propiamente dicha hubiera de empezar con los grandes
debates que tuvieron lugar en la Comisión de Derecho Internacional a
partir del 6 de mayo de 1963, cuando la Comisión examinó el proyecto
del nuevo relator especial, sir Humphrey Waldock, sobre el Derecho de
los Tratados,9 cuyo artículo 13 decía lo siguiente:
9 A/CN.4/156.
10 ACDI, 1963, vol. II, p. 60.
11 Suy, Erik, The concept of ius cogens in public international law, Conference on international
law, Lagonissi, 1966, Genova, 1967.
12 Ibidem, p. 50.
28 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Por esto o por lo que haya sido, el hecho fue que el miembro estadou-
nidense de la comisión, profesor Briggs, entró luego en liza con una no-
table intervención, y no tanto por su oposición al empleo del término ius
cogens, como por haber propuesto proféticamente, lo que después pasó
a ser el artículo 53 de la Convención de Viena, sobre todo la noción de
normas imperativas, en los términos siguientes: “ Un tratado será nulo si
su objeto está en contradicción con una norma perentoria de derecho in-
ternacional general que no permita excepciones, salvo en virtud de una
norma de derecho internacional general aceptada ulteriormente” .14
Propuso también Briggs —y fue aceptado así desde entonces— la su-
presión total del párrafo 2 del artículo 13, estimando, y con razón, que
era mejor no ejemplificar el ius cogens en casos concretos, no fuera a
creerse que otros casos no listados allí no podrían ser igualmente, a des-
pecho de dicha omisión, iuris cogentis. Waldock, por lo demás, no había
tenido la intención, ni con mucho, de presentar una lista exhaustiva, y
debe reconocérsele el mérito de haber presentado la prohibición del uso
o amenaza del empleo de la fuerza (artículo 2.4 de la Carta) como uno
de los preceptos de ius cogens absolutamente indiscutibles, y así se le
considera hasta el momento actual.
Otros miembros de la Comisión, como Yasseen, Pal, Bartos y Tunkin,
prefirieron la noción de orden público internacional a la de ius cogens.
Yasseen, en particular, en una intervención de singular valor filosófico,
observó lo siguiente:
Ahora bien, y si todo esto, según seguía diciendo Yasseen, había sido
recibido desde hacía mucho tiempo en el orden interno, mediante una
subordinación política y legislativa desde la constitución hasta las deci-
siones en los casos más concretos y singulares, todo esto, evidentemente,
no podía trasladarse tal cual y ne varietur, a un orden jurídico no de
subordinación sino de coordinación, como es el derecho internacional.
Dentro de un orden semejante, un orden horizontal, donde los contratan-
tes son los mismos legisladores, ¿cómo encontrar la jerarquía normativa
que fluye naturalmente de la verticalidad del orden jurídico interno?,
¿cuál podrá ser el criterio que permita establecer esta jerarquía, y en su
más alto vértice? A esta cuestión, pues, responde Yasseen del modo si-
guiente:
Sin embargo, en derecho internacional las propias partes contratantes son le-
gisladoras y crean las normas jurídicas. La cuestión del criterio que ha de
adoptarse para determinar el orden de precedencia de las normas es, por lo
tanto, muy compleja. El número de Estados que acepten la norma no puede
ser tal criterio, porque ese número no siempre está en proporción con el valor
y la importancia de la norma. Tampoco puede tomarse como criterio la fuente
formal de que emana la norma, y es particularmente difícil decir si la cos-
tumbre ha de prevalecer siempre sobre la norma de un tratado o viceversa.
Así pues, el único criterio posible es el contenido de la norma; para tener el
carácter de ius cogens una norma de derecho internacional, no sólo ha de ser
aceptada por gran número de Estados, sino que también ha de ser considerada
necesaria para la vida internacional y estar profundamente enraizada en la
conciencia internacional.16
Con estas últimas precisiones, está bien claro que el concepto de ius
cogens es un concepto evolutivo, de lo cual se hace cargo Yasseen al
comentar el párrafo final del artículo 13 en la forma siguiente:
Ahora no puede haber duda alguna acerca de la existencia del orden público
internacional y de algunos principios de derecho internacional con carácter
de ius cogens. Toda la perspectiva política de las Naciones Unidas puede ca-
racterizarse como una jurisprudencia orientada hacia los valores, dirigida a
hacer surgir en la comunidad internacional un orden público bajo el imperio
del derecho. Con la Carta se trató de establecer un sistema mediante el cual
la comunidad pueda reprimir el abuso internacional de la fuerza bruta y pro-
mover en una sociedad que ansía la libertad y la justicia un orden público
mundial que incluya los valores de la dignidad humana.18
A pesar de las dudas expresadas por algunos —terminó diciendo Pal— el
orden público internacional existe, aunque en forma imperfecta, y está por
tanto plenamente justificada la inclusión en el proyecto de las disposiciones
del artículo 13.19
Lo único que uno se pregunta, dicho sea con todo respeto, es si alguna
vez llegó a Inglaterra un fazendeiro brasileño con su séquito de esclavos,
y con la pretensión, además, de reconocer, en la Gran Bretaña, la insti-
tución servil.
Del mayor interés fue la intervención de Tunkin, el miembro soviético
de la Comisión. Sobre la firme base del positivismo jurídico, más aún,
del voluntarismo, ya que para Tunkin la costumbre es un pacto tácito,
hizo, no obstante, esta manifestación explícita en favor del ius cogens.
Algunas de las normas establecidas por acuerdo, en tal amplio sentido,
entre Estados, son por éstos reconocidas como normas que poseen el ca-
rácter de ius cogens. Es decir, no son reglas impuestas desde arriba en
virtud de alguna ley natural. Por esto, el Relator Especial ha hecho bien
en incluir la disposición que figura en el párrafo 4o. del artículo 13, por-
que un tratado multilateral en el que sean parte todos o casi todos los
Estados de la comunidad internacional puede derogar o modificar una
norma de ius cogens. La alegación de algunas autoridades en la materia,
incluso sir Hersch Lauterpacht, de que las normas generales sólo pueden
derivar del derecho consuetudinario, quizá haya sido verdadera cincuenta
años antes; pero ya no lo es ahora con el gran incremento de los tratados
multilaterales generales, virtualmente de carácter universal.21
Sin compartir la teoría de Tunkin sobre la costumbre, Roberto Ago
declaró, sin embargo, que estaba de acuerdo con él en cuanto a reconocer
que las normas actuales de ius cogens pueden tener un origen no sólo de
derecho consuetudinario sino igualmente convencional, por haber sido
consagradas en un tratado multilateral y que, al adquirir el carácter de
normas imperativas, obligarían por ello aun a los Estados que no fueron
carácter de ius cogens y en que tales normas existen. Pueden existir diferen-
cias de opinión acerca de la explicación filosófica del derecho internacional
considerado en su conjunto, o de los distintos problemas del derecho interna-
cional. Lo esencial en este debate es que la Comisión está dedicada a formu-
lar, no un tratado teórico, sino un proyecto de convención. Por supuesto,
los miembros pueden no estar de acuerdo en las cuestiones teóricas o filo-
sóficas, y todavía puede esperarse menos que los Estados coincidan en tales
cuestiones.24
El problema queda fuera del campo del presente debate, pero es pertinente
señalar que los derechos adquiridos de conformidad con tratados preexistentes
son válidos mientras subsiste el orden dentro del que fueron confluidos esos
tratados; si el orden cambia, hay que modificar o poner fin a los llamados
derechos adquiridos. En tal caso y siempre que el cambio sea debido a evo-
lución y no a revolución, todos los juristas convienen en que debe mantenerse
el orden existente hasta que se produzcan cambios radicales y haya de haber
un periodo de ajuste, con medidas transitorias destinadas a facilitar el paso
de un régimen al otro.26
De aquí deducía Bartos que “ las nuevas normas de orden público son
aplicables desde el momento de su aceptación y producen efectos inme-
diatos sobre los tratados concluidos con anterioridad” .27
Al recoger con aprobación estas apreciaciones, el relator especial se
apresuró a declarar que, según lo entendía, lo dicho por Bartos entraba
dentro de la noción más amplia de derecho intertemporal. No dijo más
Waldock en aquella ocasión, pero era manifiesto que quería aludir a la
al fin que lo más prudente tal vez era no ejemplificar el ius cogens, sino
caracterizarlo en general de la mejor manera posible. Quedó entendido,
además, según aclaró Yasseen, que al describirse la norma imperativa
como aquella “ de la cual ningún Estado puede eximirse” , lo que en
realidad quiso decirse fue lo siguiente: “ de la cual no pueden los Estados
apartarse contractualmente” .31 Esto debía entenderse, por supuesto, de
tratados bilaterales o multilaterales, pero no de tratados generales, en los
que cuales sí podría válidamente derogarse una norma de ius cogens.
Enviado de nuevo al Comité de Redacción, en la sesión del 9 de julio
se examinó el nuevo texto revisado, del tenor siguiente:
cogentis podría tener lugar tanto por vía convencional como por vía ex-
traconvencional. La enmienda, sin embargo, aunque apoyada por Tunkin,
fue derrotada por empate: 5 sí, 5 no y 5 abstenciones.34 Rechazada la
enmienda, el artículo 13 fue finalmente aprobado por unanimidad.
Al enviar el texto anterior, que pasó a ser el artículo 37, a la conside-
ración de la Asamblea General y de cada uno de los gobiernos miembros,
la Comisión creyó conveniente dar a conocer su criterio, el de la mayoría
por lo menos, en ciertos puntos que estimó ser de especial interés.35 La
Comisión, en primer lugar, expresó su convicción de que actualmente
hay ciertas normas y principios que los Estados no podrían derogar entre
sí por medio de acuerdos convencionales, y entre esos principios señaló
con especial énfasis la prohibición del empleo de la fuerza, en los térmi-
nos de la Carta. Como este principio puede haber otros del mismo ca-
rácter, pero la comisión se cuidó bien de señalar que sería ir demasiado
lejos si se pretendiera que son de la misma condición todas las normas
de derecho internacional general.
La Comisión, además, al referirse a la ausencia de ejemplos en el
texto del artículo, manifestó que en su opinión la mejor solución consistía
en estipular en términos generales que un tratado es nulo si es incompa-
tible con una regla de ius cogens, y esperar a que la práctica de los Es-
tados y la jurisprudencia de los tribunales internacionales esclarezcan
el alcance de esta regla.36
La Comisión, por último, se pronunció con toda decisión contra el
principio de la divisibilidad de las disposiciones de un tratado violatorio,
en alguna de sus cláusulas, de una norma de ius cogens. Por más que
este criterio hubiera sido prohijado en el proyecto del relator especial, en
la Comisión prevaleció el principio contrario, el de la indivisibilidad del
tratado, en razón de la importancia fundamental que se atribuyó al ius
cogens. Las partes, por supuesto, quedarían en libertad de celebrar un
nuevo tratado, exento de todo vicio.
37 Ibidem, p. 35.
HISTORIA LEGISLATIVA DEL IUS COGENS 39
38 Ibidem, p. 372.
40 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
variación, el texto del artículo 37, que luego pasó a figurar, hasta la Con-
ferencia de Viena, con el número 50.
...que los cuatro principios (que figuran entre los siete anteriores) constituyen
la piedra de toque de las relaciones entre los Estados. Constituyen una parte
esencial del derecho internacional y no uno de sus aspectos secundarios...
constituyen la verdadera base de las relaciones pacíficas entre los Estados. Se
ha dicho, además, que la paz internacional no puede establecerse firmemente
ni eliminarse el espectro de la guerra sino por una aplicación rigurosa de estos
principios.39
ciendo y seguirán creciendo a medida que las relaciones que impone la vida
contemporánea sean más complejas y sean más complicados los vínculos in-
ternacionales de carácter humano, económico, social y político. Las normas
de ius cogens tienen un contenido variable y, como prevé el artículo 61 del
proyecto, muchas más aparecerán en el futuro. Tal vez otras dejen de tener
vigencia, como ha acontecido, por ejemplo, con aquellos principios que pre-
valecieron en Europa sobre la unidad religiosa o las reglas fundamentales del
régimen feudal.43
43 Ibidem, pars. 7 y 8.
44 A/CONF.39/11/Add. 2, p. 186.
44 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Fue por estos motivos, y no por otros, aparentemente, por los que
Francia emitió el único voto negativo contra la Convención en su con-
junto, la cual fue así aprobada por 79 votos contra uno y 19 abstenciones.
Volviendo al debate en la Conferencia, y circunscribiéndose a los
países o juristas de mayor entidad, el delegado de Italia, profesor Ma-
resca, no sólo apoyaba entusiastamente el artículo 50 del proyecto, sino
que en el ius cogens veía un reflejo del ius naturalis (sic), como puede
colegirse del texto de su intervención, a saber:
Apoya plenamente el artículo 50, pues estima que esta causa de nulidad debe
figurar en la Convención. Al apoyar el principio se ha de cuidar de no exa-
gerar su alcance, sea en un sentido positivo, queriendo hacer de él una mística
que renueve el derecho internacional, sea en un sentido negativo, viendo en
vacío y aceptar una disposición que, por no fijar criterios bastante preci-
sos, abre paso a la duda y a la coacción” .59
El artículo 50 fue finalmente aprobado en votación nominal, en la se-
sión del 12 de mayo, por 87 votos contra 8 y 12 abstenciones, y pasó a
figurar con el número 53 en el texto definitivo de la Convención.
En los términos del artículo 84 de la Convención, ésta entró en vigor
el 27 de enero de 1980, después de haber sido depositado el trigésimo
quinto instrumento de ratificación o de adhesión.
V
III
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL
Esta refundición, que parece ser el resultado dialéctico del desprecio que hubo
por este derecho durante la Segunda Guerra Mundial, reside en el reconoci-
miento por la Convención de Viena, por la primera vez y con tanto claridad
como fuerza, de una voluntad general que trasciende, en el dominio de las
relaciones internacionales, a la voluntad particular de cada Estado. Esta últi-
ma, en lugar de continuar siendo, como hasta ahora, todopoderosa en el plano
jurídico, se ve en adelante doblegada y más o menos sumisa al imperativo de
la voluntad vigilante de la comunidad mundial, que da ahora sus primeros
pasos en la vía de una especie de autoconciencia.1
53
54 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
3 Aberkane, A., “ La règle ius cogens, son rôle dans le droit international” , Revue algérienne
des sciences juridiques, économiques et politiques, marzo de 1970, vol. 7, p. 37.
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL 55
4 Verdross, Alfred von, Anfechtbare und nichtige Sttasverträge, Zeitschrift fur offentliches
Recht, 1935, Bd. XV, pp. 290-299.
5 Ibidem, p. 294: Ein Staatsvertrag ist wegen seiness Inhaltes unverbindlich, wenn er entweder
gegen eine pistive, zwingende Völkerrechtsnorm verstosst oder wenn Unmögliches oder etwas
sittlich Verbotenes anordnet.
6 Verdross, Alfred von, Forbidden treaties in international law, AJIL, vol. 31, 1937, pp.
571-577.
7 Verdros, Alfred von, Anfechtbare und nichtige Sttaverträge... cit. For it is the quintessence
of norms of this character that they prescribe a certain, positive or negative behavior unconditionally;
norms of this character, therefore, cannot be derogated by the will of the contracting parties, p. 571.
56 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
nulidad de pleno derecho del tratado contrario a ellas. ¿Cuáles son estos
dos grupos? El autor nos da la siguiente respuesta:
1) “ Las normas imperativas de derecho internacional consuetudinario”
(las libertades de la alta mar, la anexión de terra nullius, el derecho de
paso inocente por aguas territoriales); 2) “ Las normas prohibitivas de los
tratados contra bonos mores” .
Ahora bien, y en lo que concierne a esta segunda categoría, Verdross
piensa sobre todo en los tratados cuyo efecto sería el de impedir al go-
bierno signatario cumplir con los deberes que se imponen a todo Estado
soberano y cuya ejecución no puede contrariarse en forma alguna. Entre
estos deberes tendríamos, según el autor, los siguientes: “ el manteni-
miento del orden público, el derecho de defensa de un Estado contra todo
ataque exterior, el cuidado que un Estado debe asegurar el bienestar físico
y espiritual de sus nacionales en el interior del país, y la protección de
sus nacionales en el extranjero” .
Ahora bien, y razonando por nuestra cuenta, lo que a nosotros nos
parece es que, por más que pueda ser de ius cogens la facultad que todo
Estado debe tener de cumplir sus deberes internacionales, entramos cier-
tamente en un terreno inseguro y resbaladizo al descender a la casuística,
y tanto más cuando más prolija la hagamos. ¿Hasta dónde puede llevar,
por ejemplo —en México lo sabemos demasiado bien— la protection of
citizens abroad, cuando es ejercida por una gran potencia?, ¿por qué va
a ser, de buenas a primeras, una norma iuris cogentis?
Por otra parte, no deja de parecer extraño el que Verdross clasifique
entre los tratados contra bonos mores aquellos que afectan al Estado par-
te en el cumplimiento de sus mencionados deberes internacionales, cuan-
do por el contrario, y a menos que estemos en un error, la susodicha
expresión ha venido aplicándose invariablemente a aquellos tratados que,
por su objeto, constituirían una infracción abierta, notoria, clamorosa, de
la moral que es aceptada sin discusión y dondequiera. Tratados contra
bonos mores serían, por ejemplo, aquellos cuyo objeto fuera el tráfico de
esclavos, la trata de blancas y otros similares, pero no uno por el cual un
Estado se viera privado de los medios de proveer a su defensa. En con-
clusión, la ciencia jurídica es deudora a Verdross no tanto por su casuís-
tica, cuanto por las grandes líneas que abrió en su vigorosa afirmación
del ius cogens en el derecho de los tratados y en el derecho internacional
en general.
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL 57
10 Oppenheim-Lauterpacht, International law, 8a. ed., Londres, 1958, vol. I, par 546.
11 Ibidem, par. 505.
12 Idem.
13 McNair, The Law of Treaties, Oxford, 1961, p. 215.
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL 59
14 Dahm, George, Völderrecht, Stuttgart, 1958, vol. I, p. 17, vol. II, p. 60.
15 Virally, Michel, “ Réflexions sur le ius cogens” , AFDI, vol. 12, 1966, p. 585.
16 Berber, Lehrbuch des Völkerrechts, 1960, vol. I, p. 439.
17 Wengler, Wilhelm, Volkerrecht, Spreinger, 1964, vol. I, p. 412.
60 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
21 Marek, Krystina, Contributio à l’etude du ius cogens en droit international. Hommage à Paul
Guggenheim, Genova, 1968, p. 458.
22 Brownlie, Ian, Principles of public international law, 3a. ed., Oxford, 1979, p. 513.
23 ICJ, Reports, 1970, p. 32.
62 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
24 Brownlie, Ian, Principles of public... cit., 3a. ed., Oxford, 1979, p. 83.
25 Muela, Miaja de la, “ Ius cogens y ius dispositivum en derecho internacional público” ,
Homenaje al profesor Luis Legaz y Lacambra, Santiago de Compostela, 1960, p. 1126.
26 Ibidem, p. 1129.
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL 63
Pasando ahora a una revista —todo lo sucinta que se quiera pero im-
posible de eludir— de los negadores del ius cogens, hemos de observar,
en primer lugar, que aquí como en general cuando se trata de separar la
afirmación de la negación en la realidad concreta, hay siempre un amplia
zona —en un principio la más amplia sin duda— ocupada por los inde-
cisos o, si preferimos llamarlos de otro modo, por los escépticos, cuya
actitud no implica una negativa de principio, y en todo caso merece ser
tomada en consideración. Por esto nos detendremos brevemente en dos
o tres de entre ellos, antes de enfrentarse con las posiciones más radicales.
Uno de ellos podría ser, por ejemplo, Charles Rousseau, el de la pri-
mera época sobre todo, porque también en él, al igual que en Lauterpacht
y en Gugenheim, ha habido una cierta evolución. En 1944, pues, el maes-
tro francés pensaba que en derecho internacional, “ a diferencia de lo que
pasa en derecho interno, la noción de un orden público que limite la au-
tonomía de la voluntad estatal es prácticamente inexistente, en razón de
la estructura esencialmente individualista y voluntarista de la comunidad
internacional” .30 Rousseau no desconoce, por lo demás, que ciertos tra-
tados pueden tener un objeto ilícito, en cuanto contrarios a los valores o
sentimientos éticos predominantes en cada sociedad y en cada circuns-
tancia histórica; pero tiene el temor —que compartieron igualmente Gug-
genheim y Lauterpacht— de que por esta vía puede colarse el derecho
natural. Por último, y viendo las cosas desde un punto de vista práctico,
Rousseau termina diciendo: “ En cuanto a la hipótesis de un tratado que
29 Ibidem, p. 98.
30 Rousseau, Principes généraux de droit international public, 1944, vol. I, p. 340.
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL 65
31 Ibidem, p. 341.
32 Rousseau, Droit international public, Sirey, 1970, vol. I, p. 150.
66 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
36 Liszt, Derecho internacional público, trad. española de Domingo Miral, Barcelona, 1929, p.
17. Dicho sea con todo respeto, creo que la versión española de este pasaje no ha sido muy feliz.
Lo que dice Liszt no es que el derecho internacional no obliga “ en absoluto” (en ningún caso, de
ninguna manera) sino que no obliga “ de manera absoluta” , por cuanto que —y sólo “ en ciertos
casos” — la norma general permite un acuerdo particular modificatorio. El texto original es el
siguiente: Das Völkerrecht ist dispositives Recht. Es bindet die Staaten nicht absolut, gibt vielmehr
im einzelnen Fälle einer Anderung im Einvernehm en der beteiligten Staaten nache.
Liszt-Fischmann, Das Völkerrecht, 12a. ed., Berlín, 1925, p. 12.
37 Nissot, Joseph, “ Le concept de ius cogens envisagé par rapport au droit international” , Revue
belge de droit international, 1968, pp. 1 y ss.
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL 69
38 Schwarzengberger, G., “ International ius cogens?” , Texas Law Review, 43, 1965, p. 476.
39 Idem.
LA DIALÉCTICA DOCTRINAL 71
V
IV
73
74 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Artículo 53. Est nul tout traité qui, au moment de sa conclusion, est en conflit
avec une norme impérative du droit international général. Aux fins de la pré-
sente convention, una norme impérative du droit international général est une
norme acceptée et reconnue par la communauté internationale des Etats dans
son ensemble en tant que norme à laquelle aucune dérogation n’est permise
et qui ne peut être modifiée que par une nouvelle norme du droit international
général ayant le même caractère.
1 Jellinek, Die Rechtliche Natur der Staatenverträge, 1880, p. 1, In Keiner juristischen Disziplin
kommt es so haufig zu einer Erörterung der Grundbeggriffe, wie im Völkerrecht.
2 Marek, Krystina, Contributio à l’étude du ius cogens en droit international. Hommage à Paul
Guggenheim, Genova, 1968, p. 1.
TEORÍA DEL IUS COGENS 75
Para el maestro español, por lo tanto, la esencia del ius cogens no está
en la inderogabilidad de la norma, sino en la imposibilidad de que los
sujetos de la norma se sustraigan en ningún caso a su aplicación. La nor-
ma en sí misma, en cambio, ya sea dispositiva o imperativa, es siempre
derogable, con tal que lo hagan los mismos sujetos que la crearon.
¿Influyeron estas ideas de Miaja, compartidas posiblemente por otros
juristas, en la redacción española del artículo 53? Es posible que así haya
sido, aunque las actas que poseemos no permiten establecer nada con
certeza.4
3 Muela, Miaja de la, “ Ius cogens y ius dispositivum en derecho internacional público” ,
Homenaje al profesor Luis Legaz y Lacambra, Santiago de Compostela, p. 1127.
4 Todo induce a creer que no se levantó ninguna acta sobre este punto.
76 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
El cotejo entre los diferentes textos (los occidentales nada más) del
artículo 53 de la Convención de Viena, nos llevó a considerar, sin ha-
bérnoslo propuesto expresamente, primero la diferencia específica, antes
que el género próximo del ius cogens. Ha sido una inversión inevitable,
pero que no perjudica a la comprensión del fenómeno. El ius cogens, en
efecto, pertenece por su genus proximum al derecho internacional gene-
ral, ya dentro de él se constituye, por su differentia specifica, en la norma
que no consiente, según el texto que se lea, ninguna derogación o ningún
acuerdo en contrario. Habiendo dado, pues, razón de la diferencia espe-
cífica, volvamos ahora al género próximo, al que incluye al ius cogens
como una especie dentro del derecho internacional general.
El sentido primario de este término, “ derecho internacional general” ,
nos parece ser por demás obvio. “ General” mienta no una mayoría cual-
quiera, sino una mayoría que se aproxima bastante a la universalidad, al
punto de confinar, muy a menudo, con ella, y aun podría decirse que tal
es la tendencia implícita en toda generalidad. No hay aquí ningún pro-
blema especial de semántica. La norma de derecho internacional general,
Dilucidados estos puntos, pasemos ahora, como suelen hacerlo los au-
tores que se ocupan de esto, a la cuestión de saber de cuál o cuáles de
las fuentes de derecho internacional positivo —según están enumeradas
en el artículo 38 del estatuto de la Corte Internacional de Justicia— puede
surgir una norma de derecho internacional general. Comenzaremos, por
ser la fuente más antigua, por la costumbre internacional.
Por más que la costumbre, en la vida internacional también, esté per-
diendo cada día terreno frente al derecho escrito, más fácil de verificar,
más inequívoco, la costumbre internacional conserva todavía su antiguo
rango, y en lo que hace al punto que examinamos, es hasta hoy la única
fuente absolutamente indiscutible de derecho internacional general. Se-
gún lo reconoce uniformemente la doctrina, el derecho internacional con-
suetudinario obliga no sólo a los Estados que concurren en la formación
de sus normas, sino aún a aquellos otros que en lo sucesivo van naciendo
a la vida internacional, y la comprobación de este hecho, es por cierto,
uno de los argumentos que suelen hacerse valer contra la teoría de la
costumbre como pacto tácito.
La única manera de eximirse un Estado del imperio de la costumbre,
según se reconoce también generalmente, es la de manifestar inequívo-
camente su desacuerdo con una costumbre in fieri —posiblemente aún
in statu nascendi— pero no una vez formada y bien establecida la norma
consuetudinaria. Una y otra cosa, el imperio de la costumbre preexistente
y la posibilidad de oponerse a una costumbre in fieri, fueron aducidas
8 ICJ, Fisheries case, Publications of the pleadings, vol. I, pp. 382 y 383.
9 Relectio de Potestate Civil. Classics of International Law, núm. 17, 1917.
TEORÍA DEL IUS COGENS 81
guridad tuvo por fundamento la creencia de que habría de durar por siem-
pre entre sus cinco miembros permanentes la unión sagrada que durante
la guerra habían mantenido frente al enemigo común. Cuando esta creen-
cia se reveló como lo que debió verse así desde el principio, como una
ilusión vacía, cada cual hubo de ampliar la self-defence a todas las mo-
dalidades del self-help, con la erección de los diversos organismos de
seguridad colectiva, por completo al margen de la Carta.
El desarrollo de estos acontecimientos ha sido bien comprensible; y
lo que ya no lo es tanto es por qué no se ha emprendido hasta hoy en
serio la reforma de la Carta, o dicho con otras palabras, por qué continúa
dependiendo la paz del mundo, así sea tan sólo en teoría, de un órgano
impotente, como lo es el Consejo de Seguridad.
Proseguir en estas reflexiones sería tanto como desviarnos de nuestro
tema. A lo único que han tendido es a mostrar cómo ha podido crearse
convencionalmente una norma de ius cogens, como lo es, sin la menor
discrepancia, la consagrada en el artículo 2.4 de la Carta. De acuerdo con
la antigua costumbre y aun con la justicia natural, la máxima vim vi re-
pellere licet autorizaría no sólo la defensa inmediata, sino la seguridad
colectiva, con objeto de imponer sanciones al agresor y prevenir una nue-
va agresión. Sólo por vía convencional, en conclusión, ha podido restrin-
girse la legítima defensa a no pasar de esta fase, y esto únicamente en
caso de ataque armado.
Por último, y para confirmar las anteriores apreciaciones, no hay nada
en los antecedentes legislativos del artículo 53 que pueda fundar la per-
suasión de que sus autores, primero en la Comisión de Derecho Interna-
cional y luego en la Conferencia de Viena, entendieran excluir el origen
convencional de las normas imperativas. Todo lo contrario, en el comen-
tario final al artículo 50 (el 53 del texto actual) la propia Comisión ex-
presa la creencia de que, con toda probabilidad, habrá de ser por la vía
de los tratados generales multilaterales como tendrán lugar en el futuro
las transformaciones del ius cogens. En el texto mismo del artículo, sin
embargo la Comisión prefirió no tomar partido en la cuestión de las fuen-
tes, y a nuestro parecer estuvo bien.
En la Conferencia de Viena, según el cómputo hecho por Christos L.
Rozakis,14 que de nuestra parte compartimos, la mayoría de los repre-
sentantes estuvieron en favor del tratado multilateral como vehículo po-
14 Rozakis, Christos, The concept of ius cogens in the law of treaties, p. 73.
TEORÍA DEL IUS COGENS 85
tencial del ius cogens. Entre ellos, y con gran decisión, los países socia-
listas, ya que para ellos (Tunkin es en esto el gran exponente) el tratado
tiene que estar en el mismo nivel que la costumbre, por ser esta última
un pacto tácito. A esta posición se opusieron algunas delegaciones de los
países occidentales, pero no pudieron encarnar, ni con mucho, la opinión
general.
Sea lo que fuere de todo lo anterior desde la perspectiva de la doctrina,
lo que sí puede decirse desde un punto de vista práctico —digámoslo
para terminar con la presente discusión— es que, en presencia del hecho
incuestionable, nos guste o no, de que los tratados están conquistando
claramente la primacía entre las fuentes del derecho internacional, no se-
ría nada aconsejable obliterar esta fuente, cada día más rica y abundante,
entre las que pueden dar origen a una norma de derecho internacional
general, y eventualmente a una norma imperativa. Más que curarnos de
fuentes formales, debemos mirar a la fuente real, a la cual nos remite el
propio artículo 53, a la comunidad internacional en cuanto tal, y cuya
doble expresión, de igual valor, es el tratado y la costumbre.15
15 Reiman, H. B., Ius cogens im Völkerrecht, Zürich, 1971, p. 48: Zustandig zur Setzung ist die
internationale Staatengemeinschaft als solche.
16 Rozakis, Christos, The concept of ius cogens... cit., p. 58.
86 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
como está en vigor entre todas las naciones que forman parte de la comunidad
internacional.
5. El doble consentimiento
20 Cfr. Virally, Michel, Le rôle des principes dans le developpement du droit international,
Melanges Guggenheim, 1968.
90 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
21 Deleau, Olivier, Les positions françaises à la conférence de Vienne sur le droit des traités,
AFDI, 1969, p. 17.
92 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
22 Ibidem, p. 19.
23 Rozakis, Christos, The concept of ius cogens... cit., p. 78.
TEORÍA DEL IUS COGENS 93
24 YILC; 1963, II, p. 199, Any modification of a rule of ius cogens could not be modified. New
norms of ius cogens would today most probably be effected by the conclusion of a general
multilateral treaty.
25 YILC; 1963, p. 53: ...a general multilateral treaty supossed to affect a ius cogens norm, must
expressively abrogate or modify such a norm.
26 Vienna conf., I, p. 325: A rule of ius cogens would, of course, emerge in the future, but they
could only be added to the earlier norms and could never derogate from those in existence.
TEORÍA DEL IUS COGENS 95
Así pues, y como dijimos desde el principio, hay que entender la de-
rogabilidad de las normas iuris cogentis con la restricción implícita
“ siempre que sea posible” . De otro modo, la frase final del artículo 53
puede llevar a interpretaciones absurdas, como ocurrió de hecho en la
Conferencia de Viena, en el cual dijo el delegado del Líbano que él, por
su parte, no podía aceptar que el principio de la buena fe tenga carácter
de ius cogens, “ porque este principio no puede modificarse por una nue-
va norma imperativa de derecho internacional general” .28
Nos vuelve así a salir al paso, querámoslo o no, “ I’irréductible droit
natureal” , como diría Geny. No hay modo, en efecto, de eludir la con-
vicción, compartida por todos los grandes filósofos, de que la naturaleza
humana no es un hecho fortuito, sino una estructura normativa que se
28 A/CONF. 39/11, sesión núm. 52, par. 43. Cfr. Zotíades, International Ius Cogens: A
Contribution to the Study of the Nature of International Law Norms (en griego), 1968, p. 209 y
Miaja de la Muela, Ius cogens y ius dispostivum... cit., p. 1128.
TEORÍA DEL IUS COGENS 97
V
V
1 A/CN. 4/L. 1116/Add. 3, par. 1: This follows from the fact that a rule of ius cogens is an
overriding rule depriving any act or situation which is in conflict with it of legality.
99
100 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
luz del nuevo ius cogens que conllevaba la abolición del colonialismo.
Su declaración fue la siguiente:
Una prohibición que asegura la protección del Estado contra sus propias fla-
quezas, o contra la enorme fuerza de sus contrapartes eventuales. En otros
términos, trátase de un proyecto contra las desigualdades en el poder de ne-
gociación (bargaining power)... A este respecto, habría una analogía con el
ius cogens del derecho social en el orden jurídico estatal (contrato de trabajo).8
7 Sexta Comisión, 910 séance, pars. 24 y 25. Dejamos al delegado soviético la responsabilidad
de ciertos pormenores históricos, quizá no muy correctos, en la justa lucha del pueblo cubano por
su integridad territorial y su independencia política. Lo esencial es la apreciación global de la
situación.
8 Virally, Michel, Réflexions sur le ius cogens, AFDI, 1996, vol. 12, pp. 12 y 13.
IUS COGENS SUPERVENIENS 103
Más aún que la precedente (la del artículo 53), esta disposición afectará de
precariedad a los acuerdos internacionales. En efecto, no solamente un tratado
se verá afectado de nulidad si, en el momento de su conclusión, está en opo-
sición con una norma establecida en virtud de consideraciones morales, de
tratados multilaterales generales o de resoluciones existentes, sino que podrá
llegar a ser nulo en el futuro si se establecen nuevas normas declaradas im-
perativas por los mismos procedimientos, aun en ausencia del consentimiento
de esta u otra de las partes en el tratado. De ahí el temor de ver surgir una
serie de nuevas normas, promulgadas por mayorías más o menos responsables
con la pretensión de extraer de tratados multilaterales o de resoluciones exis-
tentes o futuras, consecuencias a las cuales se atribuye progresivamente un
valor imperativo y que se tratará de imponer, en caso necesario contra su
voluntad, a todos los Estados, con apoyo en disposiciones de naturaleza se-
mejante a las que figuran en la convención sobre el derecho de los tratados.9
9 Delau, Olivier, Les positions françaises à la conférence de Vienne sur le droit des traités, p. 17.
104 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
cómo han sido establecidas tales normas. Ningún organismo internacional dis-
pone por el momento de tal poder; la costumbre internacional no se aplicaría
a un Estado que se hubiera opuesto a su formación, y en cuanto al mecanismo
convencional, sería de todos el menos indicado, dada la norma absoluta según
la cual el tratado no produce ningún efecto con respecto a terceros Estados.
Con todo ello, no hay duda que se está configurando una especie de repre-
sentación mental según la cual la comunidad internacional está vagamente
personificada, que dispone de un nuevo instrumento llamado, en la jerga in-
ternacional, “ consensus” , y que con este título podrá legiferar, así sea por
tratado, con tal que estos tratados vinculen a casi todos los Estados...10
1. Divisibilidad e indivisibilidad
10 Reuter, Paul, La Convention de Vienne sur le droit des traités, París, 1970, pp. 20 y 21.
11 A/CONF. 39/11/Add. 2, par. 3, p. 86.
IUS COGENS SUPERVENIENS 105
16 Diaconu, Ion, Contribution à une ètude sur les normes impératives en droit international (ius
cogens), Bucarest, 1971, p. 128.
108 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
2. El problema de la retroactividad
3. ¿Retroactividad o irretroactividad?
vigor del tratado para esa parte ni de ninguna situación que en esa fecha haya
dejado de existir, salvo que una intención diferente se desprenda del tratado
o conste de otro modo.
Ahora bien, es obvio que los dos artículos que acabamos de citar se
completan entre sí, por cuanto que el artículo sobre la no retroactividad
de los tratados se aplica directamente a la Convención de Viena en su
condición de tratado internacional. Habría que preguntarse, por tanto, si
“ una intención diferente” no resulta de este tratado (artículos 53 y 64)
o si esta intención no consta “ de otro modo” . Tanto en el texto francés
(par ailleurs établie) como en el texto inglés (otherwise established) las
locuciones son de una notable imprecisión y permiten la mayor libertad
de interpretación.
Ahora bien ¿hasta qué punto es posible apreciar en los travaux pré-
paratoires la intención diferente de que habla el artículo 28, la intención,
es decir, de que los artículos 53 y 64 se apliquen inclusive a los tratados
concluidos antes de la Convención de Viena?
Desde nuestro punto de vista, una “ intención” de esta especie pode-
mos encontrarla en el quinto informe del relator especial, sir Humphrey
Waldock, en el párrafo siguiente:
4. El derecho intertemporal
Hacia el futuro, una vez más, es hacia donde debemos mirar, a la apli-
cación que tendrá el ius cogens, antecedente o consecuente, en los tér-
minos pactados en Viena. Y es sobre todo el artículo 64, con su concep-
ción verdaderamente revolucionaria, el que nos da la clave de cómo hay
que entender, para el futuro, el problema de la retroactividad.
Si nos hubiéramos quedado tan sólo con el actual artículo 53, podría
haberse entendido que continuaban vigorizando indefinidamente los tra-
tados que, “ en el momento de su conclusión” , no eran contrarios a una
norma de ius cogens, lo cual habría sido tanto como trasladar el derecho
internacional a la antigua teoría civilista de los derechos adquiridos. Ha-
bría sido tanto, en otras palabras, como congelar para siempre el orden
antiguo, el orden de la intervención y de la explotación, del colonialismo
político y financiero. Ahora, en cambio, con la venturosa introducción
del ius cogens superveniens, se respeta el principio de la irretroactividad,
pero en su sano y recto sentido, el que aprendimos de Planiol, Ripert y
tantos otros autores. Es la teoría que deja intactos los actos de todo gé-
nero, con los lucros consiguientes, realizados bajo el imperio de la ley
antigua, pero que permite a la ley nueva actuar con pleno vigor, para el
futuro, desde el momento de su promulgación. Dejaremos una vez más
la palabra a Marcel Planiol:
to, uno de sus autores, había escrito lo siguiente en su Exposé des motifs:
“ Destruir una institución existente, no es ciertamente hacer una ley re-
troactiva, pues si así fuese, habrá que decir que las leyes no pueden cam-
biar nada. Ahora bien, el presente y el futuro están bajo su imperio. No
pueden ellas ciertamente hacer que lo que existe no haya existido, pero pue-
den decidir que no existirá más” .24
Estas ideas, “ tan simples y tan claras” , como dice Planiol, son las que,
trasladadas al derecho de los tratados, informan hoy la nueva institución
del ius cogens superveniens, y pertenecen además, allende la noción de
irretroactividad, a una constelación jurídica más amplia, cuya noción
rectora es la que hoy se designa con el nombre de derecho intertemporal.
La conexión entre ius cogens emergente y derecho intertemporal ha
sido percibida por más de un autor, como Christos Rozakis y Ion Diaco-
nu, en concepto del cual la teoría del derecho intertemporal podría con-
figurarse de la siguiente manera: “ La validez de todo acto jurídico debe
apreciarse según el derecho en vigor en el momento de su celebración;
el acto mantiene su validez y produce efectos mientras llena las condi-
ciones de validez establecidas por el derecho internacional en su evolu-
ción”.25
El locus classicus del derecho intertemporal, como todo el mundo lo
sabe, se encuentra en el célebre laudo de Max Huber en el caso de la
isla de las Palmas. El árbitro dijo lo siguiente:
24 Idem.
25 Diaconu, Ion, Contribution à una ètude... cit., p. 122.
26 Recueil des sentences arbitrales, vol. II, p. 845.
116 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Con todo ello, no nos dejemos llevar del entusiasmo. Nadie puede des-
conocer, en efecto que el artículo 64 ha de dar mucho quehacer en la
práctica. Nadie pudo contestar de manera categórica a las cinco preguntas
que en la Conferencia de Viena formuló el delegado helvético, profesor
Bindschedler, a saber:
34 A/CONF/39/11/Add. i, p. 132.
VI. La sanción del ius cogens . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
V
VI
119
120 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Algo más, sin embargo, hay que decir sobre esto en estos preliminares,
toda vez que, según lo reconocen todos los civilistas, la materia de las
nulidades en una de las más oscuras o, si lo preferimos, de las más em-
brolladas. Decir que el acto nulo es el que entra en la región de la nada,
sería lo más claro del mundo si a su vez fuera clara la noción de la
nada; ahora bien, la mejor prueba de que no es así, la tenemos en las
incontables especulaciones de que está llena la historia de la filosofía
sobre el no-ente, la nada y demás nociones correlativas. Y la razón de
esta oscuridad, a nuestro modo de ver, está en que como todo cuanto
concebimos lo concebimos, según enseño santo Tomás, sub ratione entis,
de ahí que, sin poderlo remediar, imaginemos la nada como el espacio
vacío, o que, de otro modo, la carguemos de positividad, como lo hace
Sartre al decir que “ el hombre es el ser que introduce la nada en el mun-
do” , o que “ la nada está en el seno mismo del ser, en su corazón, como
un gusano” .
Todo lo estraga la cavilación, así en derecho como en filosofía, y por
esta razón, nunca fue más clara la noción de nulidad jurídica que en los
buenos tiempos en que los primeros romanos, no curándose ni poco ni
mucho de filosofía, veían en el acto nulo simplemente lo que se ofrece na-
turalmente a la primera percepción; allí no había nada, nada en absoluto.
Con la mayor energía lo dicen los textos: Nullum est negotium, nulla
obligatio; nihil agitur, nihil actum est.
LA SANCIÓN DEL IUS COGENS 121
2 A lo que se dice, la teoría habría surgido de las siguientes palabras de Bonaparte, quien asistía
habitualmente a estas deliberaciones: Il ne faut pas mêler ensemble les cas où le mariage n’existe
pas, et ceux où il peut être cassé. Il n’y a pas de mariage si on a écrit que la femme a dit oui quand
elle a dit non; si la femme ayant dit oui, prétend ensuite avoir été forcée, il y a mariage, mais il
peut être annulé.
122 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Para terminar con esta introducción general, digamos aún dos palabras
sobre los conceptos de nulidad absoluta y nulidad relativa que, aunque
sin esta denominación, están de hecho en los artículos pertinentes de la
Convención sobre el Derecho de los Tratados.
Dejando de lado un sinnuméro de puntos litigiosos en torno a esto,
nos parece que, así en la doctrina como en la legislación, hay acuerdo
sustancial en cuanto a que la nulidad absoluta reviste los caracteres si-
guientes:
1) La nulidad es inmediata; reduce a la nada el acto jurídico en el mo-
mento de nacer, y si algunos efectos ha podido producir de hecho,
“ serán destruidos retroactivamente cuando se pronuncie por el juez
la nulidad” (artículo 226 del Código civil mexicano);
2) De esta nulidad puede prevalerse toda persona interesada. Por ello
es absoluta esta nulidad, porque tiene lugar erga omnes; y6
3) La nulidad no desaparece ni por prescripción. Así lo enuncia la an-
tigua máxima: Quod nullum est nullo lapsu temporis convalescere
potest.
La nulidad relativa, a su vez, es aquella a la que le falta cualquiera de
los caracteres antes enumerados (artículo 2227 del Código Civil mexicano).
En el orden jurídico doméstico, la nulidad absoluta, según hemos
visto, es aquella que afecta a los actos con un objeto ilícito, contra bonos
mores, o que son contrarios a una ley de orden público. Sobre esto nos
hemos explayado abundantemente. Y pasemos, sin otro preámbulo, al ca-
pítulo de nulidades (parte V, sección 2) de la Convención de Viena.
Una visión general de estas nulidades, esto por lo menos, nos es in-
dispensable por dos motivos principalmente: primero, para acabar de en-
tender adecuadamente la naturaleza típica del ius cogens en función de
la sanción consiguiente a su violación y dentro del cuadro de sus cone-
xiones orgánicas con nulidades de otro tipo; y segundo, porque alguna
de estas otras nulidades concierne muy directamente a una norma espe-
cial de ius cogens, y de las más prominentes por cierto.
6 Planiol-Ripert, Traité élementaire... cit., I, p. 133: L’acte est donc nul pour tout le monde,
parce que sa nullité est fondée sur une considération d’intérêt général.
LA SANCIÓN DEL IUS COGENS 125
defecto de competencia
(artículo 46)
a) vicios
formales restricción de poderes
(artículo 47)
Relativas
error (artículo 48)
b) vicios
sustanciales dolo (artículo 49)
Absolutas
ius cogens existente
(artículo 53)
b) otras
causas
ius cogens emergente
(artículo 64)
Cuando el enviado que ha recibido los poderes necesarios para firmar un tra-
tado se ve afectado de demencia o se encuentra en un estado de ebriedad tal
que no sabe lo que hace, el Estado no está obligado por la firma de su en-
viado. La firma de un soberano tampoco obliga al Estado, si se le ha llevado
12 Ibidem, p. 247.
LA SANCIÓN DEL IUS COGENS 131
De nuestra parte creemos que este estado de cosas perseveró aun des-
pués de la creación de la Sociedad de Naciones, cuyo pacto constitutivo
no iba más allá, en fin de cuentas, que de la moratoria bélica, un trimestre
apenas, instituida en el artículo 12. Igualmente tímido, a decir verdad,
fue el pacto Briand-Kellog de renuncia a la guerra como instrumento de
política nacional (¡una apreciación tanto tan subjetiva!) y no es sino con
la vivencia que se tiene, en el curso de la Segunda Guerra Mundial, del
carácter criminal de la guerra de agresión, cuando finalmente —pero esta
vez en serio— queriendo poner la guerra fuera de la ley y para siempre,
13 Idem.
14 A/CONF. 39/11/Add. 2, art. 49, par. 1, p. 70.
132 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
ción del tratado por tal motivo, es aún algo prematuro dentro de la co-
munidad internacional contemporánea. En el caso del artículo 51, en
cambio, la “ coacción” puede ser, al parecer, de cualquier tipo.
Hay otro aspecto, además, de singular interés en el artículo 52, el de
la coacción sobre el Estado. Según podemos leer en el comentario, la
CDI optó por variar ligeramente el texto del artículo 2.4 de la Carta, para
sancionar igualmente la amenaza o el empleo de la fuerza, pero con una
amplitud mayor que en el texto de la Carta, ya que es suficiente —dentro
del artículo 52— que se ejerza —en violación de los principios de la
Carta de las naciones unidas—. Ahora bien, esta ligera variación tiene el
enorme alcance que la propia Comisión declara en el siguiente párrafo:
V
VII
CUESTIONES PROCESALES
Por drásticos que parezcan ser, en sus disposiciones sustantivas, los ar-
tículos 53 y 64 de la Convención de Viena (ius cogens preexistente y ius
cogens emergente) la efectividad de la nulidad en ellos consignada dista
mucho de ser automática.1
Así es, desde luego, en el foro doméstico, donde la intervención del
juez es indispensable, al efecto de que nadie pueda hacerse justicia por
su mano, y no podrá ser de manera distinta en las relaciones internacio-
nales. Como en este dominio, sin embargo, no hay un juez con los mis-
mos poderes que tiene el juez en derecho interno, sino que la intervención
judicial viene sólo en último extremo, la Convención de Viena ha dis-
puesto un mecanismo más o menos complicado, y desde luego muy lento,
para procurar ante todo el avenimiento entre las partes, reservando para
el final, y como a la desesperada, la solución compulsoria.
Este temperamento de la Convención de Viena se explica fácilmente
a la luz de las circunstancias prevalentes en el momento de su adopción.
Había que tranquilizar a los Estados recelosos, en menor o mayor grado,
de la introducción del ius cogens en el texto de la Convención, y es prác-
ticamente seguro que buena parte de ellos no la hubieran suscrito si hu-
bieran percibido el menor automatismo en la aplicación de la nulidad
consiguiente a la infracción de una norma imperativa. De ahí la necesi-
dad, que en aquel momento se sintió, de rodear de toda suerte de cautelas
y garantías el pronunciamiento de la nulidad. Más en concreto, fue muy
vivo el temor (del que se hicieron eco, entre otros, Kelsen y Lauterpacht)
de que cualquier Estado, llevado del exceso de exonerarse de sus obli-
gaciones contractuales, pudiera invocar el supuesto conflicto del tratado
que más le pesara con una norma de ius cogens; era la más fácil receta
1 Nicolodoudis, E. P., La nullité de ius cogens et le devoloppement contemporain du droit
international public, Atenas, 1974, p. 162: La nullité est déporvue de toute sorte d’automatisme
effectif.
135
136 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
1. Demanda y notificación
2 Ronzitti, Natalino, “ La disciplina dello ius cogens nella convenzione di Vienna sul diritto dei
trattati” , Communicazioni e Studi, vol. XV, p. 277n; Ancora una volta il principio della stabilità e
certezza dei trattati ha prevalso sull’interesse ad una sollecita caducazione del trattato in contrasto
con la norma imperativa.
CUESTIONES PROCESALES 137
Son razones, sin duda, muy respetables; pero ¿qué pasará cuando un
Estado haya sido obligado por la coacción a consentir en un determinado
tratado, y que la coacción continúe ejerciéndose en forma tal que le sea
imposible a dicho Estado deducir la acción de nulidad? En una situación
semejante, ¿no podría otro Estado actuar como gestor oficioso, supliendo
así la incapacidad física del primero? Ahora bien, la Convención de Vie-
na parece haber pasado por alto una hipótesis que no tiene seguramente
nada de irreal.
Pasemos a la notificación de la demanda, y por ahora limitémonos a
la demanda de nulidad, aunque estamos todavía en la fase general (nuli-
dad, extinción, retiro o suspensión). La notificación, pues, si se le lee
atentamente el artículo 65.1, debe contener los siguientes tres elementos:
4 Ibidem, p. 168.
CUESTIONES PROCESALES 139
5 Idem.
6 A/CONF. 39/11/Add. 2, par. 1, p. 86.
7 Lauterpacht, Règles générales du droit de la paix, Rec. des cours, 1937, vol. 62, p. 307.
140 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Lo único que hay que aclarar, al parecer, es quien deberá fijar el plazo
de que aquí se habla, y cuál podrá ser su extensión máxima, ya que el
artículo estipula únicamente la mínima.
Según el comentario de la comisión, al que hay que acudir cuando el
texto del artículo es mudo a este respecto, la fijación del plazo corre por
cuenta de la parte interesada: “ ha de dar a las otras partes un plazo ra-
zonable para la respuesta” .8 Y es natural que, así como la convención
determina un plazo mínimo (dentro de lo “ razonable” , precisamente),
así, por el contrario, deje a la libertad de la parte demandante la fijación
de un plazo máximo. A las otras partes en el tratado, en efecto, no les
corre ninguna prisa, y pueden, por lo mismo, madurar su respuesta tan
lentamente cuanto lo desee la parte interesada.
Si pasa, pues, el referido plazo sin que se registre ninguna objeción
por cualquiera de las partes, la parte demandante “ podrá adoptar en
la forma prescrita en el artículo 67 la medida que haya propuesto” .
Esta forma, en los términos de este artículo, es muy solemne: “ un ins-
trumento comunicado a las demás partes... firmado por el jefe del Estado,
el jefe de Gobierno o el ministro de Relaciones Exteriores... o bien un
representante del Estado investido de plenos poderes” .
Después de haber comunicado este instrumento a las otras partes, des-
pués de esta segunda solemne notificación, la nulidad del tratado será un
hecho consumado, y sólo faltará poner por obra las “ consecuencias de
la nulidad” del artículo 71. Pero antes veamos las otras formas en que,
esta vez en el terreno contencioso, puede pronunciarse la nulidad.
Hay, como se ve, una rica variedad de opciones, pero ninguna de ellas
tiene el menor carácter compulsorio, ni siquiera cuando el Consejo de
Seguridad, al intervenir en la controversia en casos excepcionales, se li-
mita a “ instar a las partes a que arreglen sus controversias por dichos
medios” .
No por esto, sin embargo, debe pensarse que las negociaciones directas
entre las partes hayan de fracasar por fuerza, cuando es más bien lo con-
9 Nicoloudis, La nullité de ius cogens et le developpement... cit., p. 176.
142 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Este argumento (el de la necesidad) es tanto como decir que la Corte debería
admitir una especie de acción popular, o un derecho para cada miembro de
una colectividad de intentar una acción en defensa de un interés público. Aho-
ra bien, si es posible que ciertos sistemas de derecho interno conozcan esta
noción, el derecho internacional, tal como existe actualmente, no la reconoce.13
Debe establecerse una distinción esencial entre las obligaciones de los Estados
hacia la comunidad internacional en su conjunto y aquellas que nacen con
respecto a otro Estado en el cuadro de la protección diplomática. Por su na-
turaleza misma, las primeras conciernen a todos los Estados. Considerada la
importancia de los derechos en causa, todos los Estados parecen tener un in-
terés jurídico en que estos derechos sean protegidos; las obligaciones de que
se trata son obligaciones erga omnes.14
3. Consecuencias de la nulidad
Nos queda, por último, pasar muy sumariamente (por ser los textos
muy claros) por las consecuencias prácticas de la nulidad de un tratado,
por su conflicto con una norma imperativa, ya sea que la nulidad se le
llegue por cualquiera de las vías antes mencionadas: cuasi unilateral, con-
vencional, o judicial, con sus variantes del arbitraje, donde los jueces son
de elección de las partes.
A falta del juez, las partes en el tratado deben ponerse de acuerdo entre
ellas para destruir retroactivamente, según la enérgica locución de la ley
mexicana, los efectos que el acto pudo producir mientras no se conoció
o no se pronunció su nulidad. Mas por otra parte, debe darse a la bona
fides toda la protección posible, y poner a salvo, por consiguiente, los
actos ejecutados de buena fe mientras no haya sido invocada la nulidad
del tratado. Por la misma razón, los actos ejecutados de mala fe, como
lo son los actos de dolo, corrupción o coacción, no pueden reclamar pro-
tección de ninguna especie.
Del artículo genérico (69) pasemos, por último, al artículo específico
(artículo 71: “ consecuencias de la nulidad de un tratado que esté en opo-
sición con una norma imperativa de derecho internacional general” ) re-
dactado en estos términos:
1. Cuando un tratado sea nulo en virtud del artículo 53, las partes deberán:
a) eliminar en lo posible las consecuencias de todo acto que se haya eje-
cutado basándose en una disposición que esté en oposición con la norma im-
perativa de derecho internacional general; y
b) ajustar sus relaciones mutuas a la norma imperativa de derecho interna-
cional general.
2. Cuando un tratado se convierta en nulo y termine en virtud del artículo
64, la terminación del tratado:
a) eximirá a las partes de toda obligación de seguir cumpliendo el tratado;
b) no afectará a ningún derecho, obligación o situación jurídica de las par-
tes creados por la ejecución del tratado antes de su terminación; sin embargo,
esos derechos, obligaciones o situaciones podrán en adelante mantenerse úni-
camente en la medida en que su mantenimiento no esté por sí mismo en opo-
sición con la nueva norma imperativa de derecho internacional general.
El párrafo 1o. exige en primer lugar que las partes en un tratado nulo ab initio
en virtud del artículo 50 eliminen en lo posible las consecuencias de todo acto
que hayan realizado basándose en cualquier disposición que esté en oposición
con la norma de ius cogens y, en segundo lugar, que conformen sus relaciones
mutuas a esa norma. La Comisión no creyó oportuno que en estos casos el
párrafo se ocupase del reajuste mutuo de los intereses de aquéllas en cuanto
tales, y estimó que el párrafo debía tratar únicamente de asegurar que las
partes restablezcan una situación plenamente conforme con la norma de ius
cogens.23
24 Capotorti, Francesco, La Convenzione di Vienna sul diritto dei trattati, Padova, 1969, p. 73:
Affinchè la norma cogente sia rispettata, non basta che il trattato difforme sia dichiarato nullo e
privo di effeti, ma ocorre altresi che la condotta degli Stati, fra ciu il trattato medesimo era
intervenuto, si adegui à cio che detta norma prescrive.
25 A/CONF. 39/11/Add. 2, par. 4, p. 93.
VIII. La identificación del ius cogens . . . . . . . . . . . . . . . . 153
V
VIII
153
154 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
1. Cuestiones metodológicas
1 YILC (1963), vol. II, p. 198: There is not as yet any generally recognized criterion by which
to identify a general rule of international law as having the character of ius cogens.
2 Ridruejo, Pastor, La determinación del contenido del ius cogens, IX Congreso del IHLADI,
Lisboa, 1972, se refiere en primer lugar, antes de ofrecernos su propio criterio, a los intentos o
proyectos que ya en la Conferencia de Viena fueron presentados, y que tendían a encontrar el mejor
método para ir llenando de contenido material el descarnado formalismo del artículo 53 de la
Convención.
3 A/CONF. 39/11/par. 54, p. 336.
LA IDENTIFICACIÓN DEL IUS COGENS 155
6 Nahlik, Stanislaw E., Ius cogens and the codified law of treaties, Temis, 1973-1974, núms.
33-36, pp. 85-111.
LA IDENTIFICACIÓN DEL IUS COGENS 157
Con esto hemos dado cuenta de los dos mayores intentos corporativos,
si podemos decirlo así, hacia una identificación o individualización de
las normas imperativas. El primero y principal, el encarnado en la Con-
ferencia de Viena. El segundo, el de la Conferencia de Lagonissi, donde
compareció una elite de profesores de las más variadas regiones del mun-
do, llamados a pronunciarse sobre el tema específico del ius cogens. Des-
pués de esto, traslademos brevemente, entre los que nos parecen ser los
más significativos, ciertos ensayos individuales de identificación de las
normas imperativas.
13 Caicedo Perdomo, J. J., “ La teoría del ius cogens en derecho internacional a la luz de la
convención de Viena sobre el derecho de los tratados” , Revista de la Academia Colombiana de
Jurisprudencia, enero-junio de 1975, pp. 261-274.
14 Ibidem, pp. 272 y 273.
LA IDENTIFICACIÓN DEL IUS COGENS 161
15 Ibidem, p. 271.
16 En su opinión consultiva del 16 de octubre de 1975, en el asunto del Sahara occidental, la
Corte Internacional de Justicia respalda por completo la resolución 1514 (Recueil, 1975, pars. 54 y
ss.) y le da, según resulta de todo el contexto, pleno valor como norma jurídica. Los razonamientos
de la Corte son incompatibles, a lo que creemos, con la idea de la resolución 1514 como mera
“ recomendación” .
162 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
La doctrina atribuye una importancia cada día mayor a las declaraciones adop-
tadas por el órgano político universal que es la Asamblea General, y hay una
tendencia en el sentido de reconocer en estas declaraciones un carácter que
va mucho más allá de simples recomendaciones. En la medida en que dichas
declaraciones enuncian principios generales o normas consuetudinarias, su va-
lor en tanto que normas del derecho positivo es incuestionable.24
Baste con lo dicho acerca de esta cuestión que era preciso esclarecer
antes de seguir adelante; y ahora prosigamos en nuestro ensayo de iden-
tificación del ius cogens, pasando esta vez a otro campo sobremanera
fértil en normas imperativas.
Difícil será negar hoy que este doble complejo normativo: derechos
humanos (droits de l’homme) y derecho humanitario, pertenece, así pueda
ser en parte solamente, al ius cogens. La dificultad estará, como luego
veremos, en el deslinde entre lo que en este campo es de iure cogenti y
lo que es de iure dispositivo, pero del principio en general no hay la
menor duda, y así lo confirma tanto la doctrina de los autores más re-
nombrados como la jurisprudencia internacional.
En lo tocante a esta última, bastará con referirnos a dos ejecutores
(arrêts) de la Corte Internacional de Justicia. En la primera, pronunciada
en el caso del canal de Corfú, la Corte alude a la obligación de las partes
de tener presentes “ consideraciones elementales de humanidad, más ab-
solutas aún en tiempo de paz que en tiempo de guerra” .25 El término
“ absolutas” , dentro de este contexto, tiene que ser, por fuerza, sinónimo
de ius cogens.
En el otro caso, el de la Barcelona Traction, ya aludido con antelación,
la Corte habla de “ la distinción esencial que debe establecerse entre las
obligaciones de los Estados hacia la comunidad internacional en su con-
junto y las que nacen con respecto a otro Estado” . De las primeras dice
la Corte que son obligaciones erga omnes, y prosigue así:
24 Suy, Erik M., Le droit des traités et les droits de l’homme, Strassbourg, Institut international
des droit de l’homme, julio de 1980.
25 CIJ, Recueil, 1949, p. 22.
LA IDENTIFICACIÓN DEL IUS COGENS 167
Son muchos los autores que afirman que los derechos humanos —así
nos atengamos puramente a la declaración de París (1948)— pertenecen
a las normas imperativas, por no ser posible introducir en ellos ninguna
derogación. Para el profesor McDugal, por ejemplo, la declaración uni-
versal “ es aclamada hoy por haber promulgado normas jurídicas consue-
tudinarias con los atributos del ius cogens...” .27
Con igual decisión se pronuncia el profesor Ago, para el cual forman
parte del ius cogens:
Pero una vez fijada esta toma de posición, pasa hoy con los derechos
humanos algo semejante a lo que ha pasado tradicionalmente con el de-
recho natural, o sea determinar con toda precisión los preceptos de mayor
rango axiológico dentro de uno y otro complejo normativo, o más con-
cretamente y en lo que hace a nuestro actual propósito, saber cuáles son
los derechos humanos que pudieran entrar, con sólido fundamento, en la
categoría del ius cogens. De otro modo nos quedaremos con fórmulas
más o menos vagas —y bien más que menos— como las de “ derechos
esenciales” , “ derechos fundamentales” y otras semejantes.
“ Es evidente —comenta Suy— que desde un punto de vista práctico,
esta situación está muy lejos de ser satisfactoria” .29 Sintiéndolo así, el
30 Idem.
31 Artículo 1.1 All peoples have the right of self-determintion. By virtue of that right they freely
determine their political status and freely pursue their economic, social and cultural development.
LA IDENTIFICACIÓN DEL IUS COGENS 169
32 A.CONF. 39/11/Add. 2, par. 3, p. 73, ...comme autres exemples possibles, il a été question
des traités qui violent les droits de l’homme, l’egalité des Etats ou le principe de l’autodétermination.
170 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
They were conventions which dealt with means of improving living condi-
tions and of remedying evils in general, without referring to particular states;
conventions to implement any of the rights named in the universal declaration
of human rights... The convention on the trafic in persons, narcotic drugs and
the status of refugees also were examples.38
las armas o que hayan quedado fuera de combate por enfermedad, heridas
o por cualquier otra causa. Todos ellos serán tratados con humanidad,
quedando especialmente prohibidos los tratos crueles, las mutilaciones,
torturas y suplicios.
Por último, debe hacerse mención, en esta rapidísima reseña del derecho
humanitario, de los trabajos de la Conferencia de Ginebra de 1977, par-
ticularmente del protocolo 1, en el cual, después de una vivísima dis-
cusión parlamentaria, los guerrilleros, con tal que observen en su con-
ducta ciertos requisitos, quedan asimilados a las fuerzas regulares, a los
efectos de poder reclamar la igualdad de trato con estas últimas. Más
aún, el mercenario inclusive, un tipo en el fondo despreciable, recibe la
protección fundamental estipulada en las convenciones de 1949.
Ahora bien, y enfocando la cuestión desde el ángulo que aquí nos in-
teresa, no se concibe que dos o más Estados puedan hoy pactar entre sí
un acuerdo cualquiera derogatorio de las convenciones que han consa-
grado el derecho humanitario; y por esta razón pertenecen estas conven-
ciones, en sus estipulaciones básicas por lo menos, al ius cogens. En con-
firmación de lo cual, dejaremos la palabra a un especialista en la materia:
9. Consideraciones finales
Con todo lo que acabamos de decir creemos no haber pasado por alto
ninguna norma de derecho internacional cuya adscripción al ius cogens
es reclamada en la actualidad, con mayor o menor apoyo en el mundo
oficial o por parte de la doctrina. Pero precisamente en razón de este
desnivel —a menudo, además, difícil o imposible de cuantificar— hemos
debido renunciar a la idea, en principio seductora, de elaborar una lista
de normas imperativas, siguiendo el ejemplo de numerosos autores.40 Nos
39 Kasto, Jalil, Ius cogens and humanitarian law, Institution internationale de droit humanitaire,
1980, p. 98.
40 Quien lo deseare, podrá encontrar catálogos de este tipo, más o menos largos, en varios
tratadistas, entre ellos Sztucki, Jerzy Ius cogens and the Vienna convention on the law of treaties,
Spreinger, 1974, p. 119; Reimann, Heinrich Bernhard, Ius cogens im Volkerrecht, Zurich, 1971, p. 45,
LA IDENTIFICACIÓN DEL IUS COGENS 173
Sin pretender formular una definición rigurosa que pueda servir de texto de
un tratado, se puede decir que las normas de ius cogens son aquellos princi-
pios que la conciencia jurídica de la humanidad, revelada por sus manifesta-
ciones objetivas, considera como absolutamente indispensables para la coe-
xistencia y la solidaridad de la comunidad internacional en un momento
determinado de su desarrollo orgánico.41
y Whiteman, Marjorie M., “ Ius cogens in internacional law with a projected list”, Georgia Journal of
International and Comparative Law, Fall 1977.
41 A/CONF. 39/ 11, sesión 52, par. 7, p. 325.
42 Ibidem, sesión 46, par. 75, p. 285.
174 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
V
IX
175
176 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
1. La profecía de Vitoria
La idea del totus orbis, de la humanidad concebida como una persona moral
que comprende a todos los Estados sobre la base del derecho natural, es sin
duda la concepción más grandiosa e innovadora de Francisco de Vitoria. Sin
suprimir totalmente la idea de la cristiandad, tan cara a la Edad Media, y cuyo
principio motor era la profesión de una misma fe religiosa, aquella otra con-
cepción se constituye en el eje del sistema de las relaciones internacionales,
2 Vitoria, Francisco de, De potestate civili, par 21: Ius gentium non solum habet vim ex pacto
et condicto inter homines, sed etiam habet vim legis. Habet enim totus orbis, qui aliquo modo est
una respublica, potestatem ferendi leges aequas et convenientes omnibus, quales sunt in iure gentium.
Ex quo patet quod mortaliter peccant violantes iura gentium, sive in pace sive in bello, in rebus
tamen gravioribus, ut est de incolumitate legatorum. Neque licet uni regno nolle teneri iure gentium;
est enim latum totius orbis auctoritate.
LA FILOSOFÍA DEL IUS COGENS 177
dos los otros, dígalo Etiopía!) tenemos que, en verdad, el totus orbis, la
“comunidad internacional de Estados en su conjunto”, como dirá la Con-
vención de Viena, no se nos hace patente y tangible sino con las Naciones
Unidas y en la Asamblea General. Y sin embargo, Vitoria tiene esta co-
munidad ante sí, con la energía de la visión profética, que trasmuta el
futuro en presente (como en el profetismo paleotestamentario, ni más ni
menos) y teniéndola ante sí, formula con toda claridad su competencia y
atribuciones.
El totus orbis, pues, tiene el poder de promulgar “ leyes” , con lo que
el derecho de gentes se desdobla de una parte en pactos y convenios (pac-
tum et condictum) y por la otra en disposiciones que tiene fuerza de ley
inexorable (vis legis) para toda la comunidad internacional, como diría-
mos hoy, se desdobla en ius dispositivum y en ius cogens. Que la lex
iuris gentium tiene este último carácter, lo recalca Vitoria al decir que a
ningún Estado le es lícito eximirse del derecho de gentes, de las normas
de este último, es decir, que han sido promulgadas por la autoridad de
todo el orbe: est enim latum totius orbis auctoritate.
Desde entonces quedó bien claro, por consiguiente, que las normas
imperativas del derecho internacional deben emanar, en alguna forma, de
la comunidad internacional de Estados en su conjunto. Es, en suma, lo
que viene a decir la resolución del Instituto Hispano-Luso-Americano de
Derecho Internacional (IX Congreso, Lisboa, 1972) según la cual, “ el
carácter positivo de las referidas normas (imperativas), según intuyó
Francisco de Vitoria, se funda en la auctoritas totius orbis, la cual ori-
gina, como afirmó la Corte Internacional de Justicia, obligaciones de los
Estados hacia la comunidad internacional en su conjunto”.
En el texto vitoriano, por último, dícese que pecan mortalmente (hoy
diríamos que incurren en las más graves sanciones) quienes violan el de-
recho de gentes, con tal que sea —precisa el maestro— en asuntos igual-
mente graves, como tratándose de la inviolabilidad de los embajadores:
in rebus tamen gravioribus, ut est de incolumitate legatorum. Es algo,
como salta a la vista, que atañe directamente a la estructura misma, a la
conservación de la sociedad internacional, un complejo normativo que
pertenece, así en general por lo menos, al ius cogens.
LA FILOSOFÍA DEL IUS COGENS 179
6 Idem.
LA FILOSOFÍA DEL IUS COGENS 181
Por más que actos de esta especie, los autorizados y los prohibidos
puedan estar regulados en tratados internacionales, trátase sin la menor
duda, en su ejecución, de actos unilaterales. Y estos actos, si fueren prohi-
bidos, no pueden convalidarse, como es usual en derecho internacional,
ni a título de represalias, o sea cuando la otra parte los hubiese cometido
primero. No hay lugar aquí, en absoluto, a la exceptio non adimpleti con-
tractus, porque son actos prohibidos no en interés de ningún Estado en
Hay actos que son no solamente ilícitos, sino que constituyen un malum in
se, como por ejemplo ciertas violaciones de los derechos humanos, ciertos
actos de ruptura de las leyes de la guerra, y otras que por su naturaleza son
de ius cogens, o sea obligaciones de carácter absoluto, cuyo cumplimiento no
depende del cumplimiento correspondiente por parte de los demás, sino que
es debido en cualesquiera circunstancias, con excepción de una vis maior al
pie de la letra.15
15 Ibidem, p. 120.
184 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
4. La polémica Suy-Marek
Sólo por el interés del tema hemos hecho este breve excurso por la
antinomia entre ius cogens y principio de efectividad, pero lo único que
nos proponíamos —y a esto volvemos ahora— era mostrar el considerable
apoyo doctrinal que tiene la tesis de la extensión del ius cogens interna-
cional igualmente a los actos unilaterales.
Como toda tesis, sin embargo, tiene también su contratesis, sus con-
tradictores, a la cabeza de los cuales está la profesora Krystyna Marek,
la cual, en su polémica con el profesor Suy en este punto preciso, razona
del modo siguiente.20
Ensanchar de este modo el campo de acción de las normas imperativas
(ius cogens élargi) no sólo va en detrimento de la autonomía del ius co-
gens en su campo específico, el único que legítimamente le corresponde,
sino que introduce la confusión en un sistema de conceptos e ideas donde
hasta ahora reinó la más completa claridad. Dejemos la palabra a la au-
tora:
18 Visscher, Charles de, Les effectivités du droit international public, París, 1967, p. 117.
19 Ibidem, p. 117.
20 Marek, Krystyna, “ Contribution à l’etude du ius cogens en droit international” , Melanges
Guggenheim, pp. 426-459.
186 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
21 Ibidem, p. 440.
LA FILOSOFÍA DEL IUS COGENS 187
22 Ibidem, p. 441.
23 Ibidem, I núm. 48.
188 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
galmente derogadas ni siquiera por un acuerdo entre las partes que lo acepten.
Cualquier otra interpretación del ius cogens equivaldría a la degradación y
reducción de todo el organismo jurídico a normas perentorias como las únicas
que no pueden ser violadas.24
24 Sztucki, Jerzy, Ius cogens and the Vienna Convention on the law of treaties, Spreinger, 1974,
p. 68.
25 Reuter, Paul, Introduction au droit des traités, París, 1972, pp. 142 y 143.
26 Ibidem, p. 21.
LA FILOSOFÍA DEL IUS COGENS 189
6. Consideraciones finales
30 Yasseen, “ Réflexion sur la détermination du ius cogens” , Societé française pour le droit
international, París, Pedone, 1974, p. 205.
31 Gros Espiell, H., No discriminación y libre determinación como normas imperativas de
derecho internacional, Anuario 6 del IHLADI, p. 74.
32 En otros publicistas podemos encontrar concepciones análogas, por ejemplo en Bedjaoui,
quien habla de “ l’humanité nouveau sujet du droit international” , Pour un nouvel ordre économique
international, pp. 243-247.
192 ANTONIO GÓMEZ ROBLEDO
Sin pretender formular una definición rigurosa que pueda servir de texto de
un tratado, se puede decir que las normas de ius cogens son aquellos princi-
pios que la conciencia jurídica de la humanidad, revelada por sus manifesta-
ciones objetivas, considera como absolutamente indispensables para la
coexistencia y la solidaridad de la comunidad internacional en un momento
determinado de su desarrollo orgánico.38