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LA ERA DEL ENSUEÑO.

Jorge Castaneda

LA ERA DEL ENSUEÑO, Jorge Castaneda


Escribimos porque lo que tenemos que decir, no puede describirse con palabras.
Venimos de un largo periodo de acecho y es por eso que nos hemos dedicado a ensoñar. Vamos saliendo
apenas de un largo periodo de culto a la personalidad, de competencia y rivalidad; de ver quién es el que la
tiene más grande. Figuras como la de Gandhi o Hitler solamente han sido posibles en este contexto de lo
verbal y lo físico. El hacer de la humanidad en los tiempos recientes ha sido influenciado por la fuerza del
acecho. Pero los brujos no hacen, así que se han concentrado en el ensueño: su energía, sus ejercicios, sus
movimientos, sus costumbres, sus palabras han estado enfocadas en mundos iracionales, mientras sus
cuerpos y sus mentes eran acechados por el discurso infinito de la realidad. Así, han creado comunidades
cuando lo que predominaba era el individualismo; han acumulado conocimiento cuando se concentraba la
riqueza material; han abierto una puerta a lo intangible cuando se fabricaba lo científico.
Luego de haber entregado su recapitulación, el nahual Carlos consolido una tradición de ensoñadores; volvió
para extender sus redes y sostenerlas con firmeza. Anduvo aquí entre nosotros y se nos mostraba en sueños.
Antes de su última partida me encargó un mensaje.
Nada es predecible, el universo da vuelcos. La tradición a la que pertenecemos comenzó en 1927 y está a
punto de acabar. Todo el conocimiento que se desprende de aquella ola, carecerá de sentido cuando la nueva
marea borre sus huellas. Los que no alcancen a partir antes de que el ciclo se cierre, tendrán que aprender las
nuevas reglas.
Lo que ahora vemos nacer es una era de ensueño: un periodo histórico en el que la humanidad se enfocará en
riquezas intangibles; en que la actividad cotidiana pasará del campo físico al etéreo; un nuevo periodo de
oscurantismo. Sin embargo este cambio, igual que la transformación de 1927, solamente podrán verlo los
brujos; para el resto del mundo será la lógica natural de toda la vida: esa idea de continuidad a la que se
aferran para no perder el juicio.
Los guerreros que emprendan camino en esta nueva etapa, vivirán en una lógica de ensueño que los seducirá,
invitándolos al arrullo de una fantasía colectiva e inmovilisante. La comunicación, convertida en droga
altamente adictiva, sera el eje de la nueva religión. Las personas quedaran atrapadas en imágenes y mitos
poderosos que flotaran por encima de sus cabezas como nubes invisibles, carentes de tiempo y lugar
especifico. Pero estas imágenes y estos mitos serán replicados hasta lo infinito y se convertiran en estigmas
de la época, en símbolos del sueño colectivo. La gente creerá en esos símbolos por sobre todas las cosas; los
políticos y los líderes serán aborrecidos y ocultos de la vista de todos.
En este mundo se extinguirán los pequeños tiranitos suplentes: se fundirán con la masa de pensamientos
uniformes y comportamientos replicados por el sueño. Reaparecerán los verdaderos tiranos, los dueños del
control absoluto, gigantes hinchados de poder. Volverán los palacios y las fortalezas; los ejércitos sanguinarios
y la fuerza brutal de los instintos. Los tiranos se ocultarán a la vista de todos, sus pedestales estarán
protegidos por intrincados laberintos, porque saben que el poder es un arma de dos filos. El poder, esa riqueza
intangible que interesa a los guerreros, sólo puede conseguirse por medio de la cercanía, de la convivencia
cotidiana, del acecho. La nueva tradición se construirá en torno a las artimañas y la simulación; habrá que
recuperar los trucos de viejos saltimbanquis y arlequines, que se mezclaban entre las cortes medievales para
burlar y sacar tajada. Debemos comenzar, tal vez, con nuestros semejantes, acechando a nuestros
compañeros en la clase de yoga o a nuestro acompañantes en las excursiones por el campo. Pero el
verdadero poder, el verdadero acecho, dependerá de complicadas relaciones sociales, de filtraciones, de
engaños y tramas complejas. Habrá que recuperar los sentidos y ponerlos en el máximo estado de alerta;
domesticar las emociones y encender la astucia: habrá que acechar!
Esta es la era del ensueño, lo mejor es no quedarse dormidos.

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