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Mr Fire y yo – Volumen 1
La joven y bella Julia está en Nueva York por seis meses. Recepcionista en un
hotel de lujo, ¡Nada mejor para perfeccionar su inglés! En la víspera de su
partida, tiene un encuentro inesperado: el multimillonario Daniel Wietermann,
alias Mister Fire, heredero de una prestigiosa marca de joyería. Electrizada,
ella va a someterse a los caprichos más salvajes y partir al encuentro de su
propio deseo… ¿Hasta dónde será capaz de ir para cumplir todas las fantasías
de éste hombre insaciable?
¡Descubra la nueva saga de Lucy Jones, la serie erótica más sensual desde
Suya, cuerpo y alma!
Muérdeme
Una relación sensual y fascinante, narrada con talento por Sienna Lloyd en un
libro perturbador e inquietante, a medio camino entre Crepúsculo y Cincuenta
sombras de Grey.
Poseída
Poseída: ¡La saga que dejará muy atrás a Cincuenta sombras de Gre!
Francia, mi sueño…
Dejo escapar una risa de placer: Adam está muy atento conmigo, ¡y la idea
de viajar a su lado es muy emocionante! Después de un cuerpo a cuerpo muy
sensual, nos encontramos nuevamente frente al desayuno.
Adiós romanticismo…
– ¿Ryan te llamó?
– Sí, ya tomó su decisión. Quiere quedarse aquí.
Adam me mira de reojo. Sabe bien que no estoy de acuerdo con esta
decisión. Me toma de la mano, como si quisiera apaciguar mi ira que comienza
a surgir.
– Y sabes, tampoco creo que esté haciendo todo esto por ti, resopla
guiñándome el ojo.
No puedo evitar sonreír. Es verdad, Claire y Ryan están juntos desde hace
poco… Así es más simple para ellos dos. Las relaciones a larga distancia son
muy complicadas y además Nueva York está al otro extremo del país.
Adam se levanta, me toma la cara entre las manos. Sus labios están tan
calientes, tan suaves… Y como siempre, su teléfono nos regresa a la realidad. Y
como cada vez, su rostro se transforma, se aleja y no sé de qué se trata…
Sin duda, son asuntos que tiene que arreglar antes de su viaje…
Dejo a Adam con el corazón estrujado. Es un viaje que desea hacer solo por
ahora. Uno de los detectives privados que contrató lo espera en el lugar. Por
supuesto, me hubiera encantado estar a su lado para compartir con él ese
momento. Pero debo respetar su decisión. Me deja con la promesa de hacerme
venir con él en cuanto sepa más.
Hace ya dos días que Adam se fue. Y desde su último mensaje para decirme
que llegó bien, no he recibido ni una llamada, ni un mail, ni un SMS. No lo
quería molestar al principio, pensando que debe de estar muy ocupado con sus
asuntos, pero su silencio comienza a inquietarme. El nudo en el estómago se
aprieta con cada hora que pasa. No es su estilo dejarme sin noticias… Y
francamente no sé si debería preocuparme o sólo me estoy sugestionando.
Pero Claire no es ingenua, y aún en su nube, no olvida lo que está pasando.
Intento mal que bien callar la angustia que me embarga. Pero le agradezco
a Claire haber abordado el tema, y preocuparse también por él.
– ¿Diga?
– ¿De casualidad, has tenido noticias de Adam?, pregunté con una voz de
hesitación.
– No, Éléa, ninguna. Yo también estoy comenzando a preocuparme, estaba
pensando en llamarte. Esperaba que tal vez tú supieras algo. Pero ya veo que
no es así.
– ¿No tienes algún número a donde le pueda llamar? ¿Nadie más aparte de
nosotros a quien le pudiera haber hablado?
– No, Éléa. Intenté comunicarme con él varias veces sin lograr nada, y sólo
nosotros dos podríamos saber algo… Este silencio no es algo típico de él,
confiesa Conrad con la voz angustiada.
– Hola, Conrad, soy Claire. ¿Qué podemos hacer por ahora? ¿No puedes
rastrear su teléfono?... De acuerdo, yo se lo diré… Sí… Te llamaremos si
sabemos algo.
Observo la mesa frente a mí, con la cabeza entre las manos. No puedo
moverme, estoy en shock. Adam nunca había dejado a alguien sin noticias
suyas. Y sabía bien que nos preocuparíamos si no daba ninguna señal de vida
durante este viaje tan particular.
– ¿Adam? Más que una pregunta, mi voz implora que sea Adam…
– Eeeh… no. Soy Hayley Bergman. ¿Llamé en mal momento?
Mi primer reflejo es colgar, dejar la línea libre en caso de que Adam quiera
llamar. Pero la preocupación no me hace olvidar la cortesía.
– Señorita Bergman… Es sólo que… estoy esperando una llamada… digo, sin
convicción.
– ¿Problemas con Adam?
– No lo sé… bueno, sí lo sé… Todo está bien, Adam debía llamarme y pensé
que era él…
¡Cuelga!
¿De mi lado? ¿Es sincera o sólo se está aprovechando para obtener una
primicia? Y ahora los medios van a comenzar a meterse en todo esto. No sé si
preocuparme por esto o si debería confiar en Hayley Bergman…
– Conrad dice que no es tan grave. Hubiera preferido que esto no se supiera
tan pronto, pero que no es la prioridad por el momento. Está buscando a
Adam, ha llamado a sus contactos cercanos en Wyoming… Él también está
esperando.
¡Me odio por haber sido tan prudente! ¿Y si eso afecta a Adam? ¿Si fue
secuestrado? Un escalofrío me recorre la espina dorsal. ¿Y si esta vez atacaron
directamente a Adam? ¿Y si las amenazas eran reales? Me derrumbo en llanto.
Ella es interrogada por uno de sus colegas en una cadena de noticias. Tiene
los rasgos cansados y parece tensa. Como si viviera este drama junto con
nosotros… Ryan cambia de canal. Todos los canales tienen la misma
información: «Desaparición del multimillonario Adam Ritcher.» Estas palabras
son las que aparecen. Verlo tan sonriente, relajado, apuesto en la pantalla
hace nacer otro silencioso torrente de lágrimas.
Lo miro con los ojos llenos de lágrimas. Creo que esta respuesta le es
suficiente.
Me siento al borde del sofá, con los ojos fijos en la pantalla. Ryan y Claire se
unen a mí.
– Hablo esta noche a nombre de mi amiga y socia Lorraine Hill, quien, como
comprenderán, está muy afectada por la desaparición de su sobrino. No
tenemos ninguna información, Adam no ha dado señales de vida y no sabemos
dónde está. Hemos solicitado la ayuda de la policía. No queremos descartar
ninguna pista, y los últimos momentos de Adam nos conducen a Éléa
Haydensen. Esta joven podría estar implicada, pero aún no hemos encontrado
pruebas.
La sangre se me hiela.
¿Cómo pueden hacer una acusación de este tipo? ¿Cómo se atreven a hablar
de mí así?
– ¡Pero qué idiota! ¿Quién es ese hombre que habla de ti como si fueras una
criminal?
– No tengo idea. Nunca lo había visto en toda mi vida.
Mi teléfono comienza a sonar. Los tres nos miramos sin hacer el menor
movimiento hacia él. Todos estamos pasmados, callados, después de lo que
acaba de suceder. ¿Adam desapareció y es hacia mí que voltean todas las
miradas? Estoy soñando… No, esto es una pesadilla. Aunque, viniendo de
Lorraine, ¿en verdad me sorprende? Mi teléfono se detiene un momento para
después volver a sonar. No respondo, no conozco los números que aparecen.
Contesto.
Estoy impactada…
Claro, voy a dejar el país, con las identificaciones falsas que escondo bajo el
colchón… ¡Seguro!
– Muy bien capitán, lo espero.
El capitán Owell debió haber prendido la sirena para llegar tan rápido a mi
apartamento. Lo sigue su nueva compañera, a quien me presenta con el
nombre de Maddie Spring. Owell ha cambiado por completo conmigo y sólo
tengo derecho a un verdadero interrogatorio. ¿Dónde estaba, qué hacía?
¿Dónde está Adam? ¿Por qué? Las preguntas no paran. Owell ahora es frío,
antipático. ¿Dónde está el hombre cálido que conocí después del incendio? ¿Es
el efecto Lorraine Hill? Afortunadamente, Maddie Spring se muestra más
amable. Me sonríe y me tranquiliza. Es la única que me dice que no me
preocupe, que es solamente el procedimiento habitual. Me gusta su actitud, su
mirada franca, sus intentos por quitarle tensión al ambiente. Salgo de este
interrogatorio agotada, abrumada.
2. Riverton
Y Adam sigue sin dar señales de vida. Es terrible… oscilo entre la ira y la
desesperación. Mis nervios no van a aguantar más…
– Olvidas algo, Claire. Éléa tal vez no pueda dejar el estado por ahora,
advierte Ryan.
– ¡Ah! Sí es cierto… Llama a Spring, Éléa. Se ve un poco más comprensiva
que su compañero. Si te dice que está bien, yo me ocupo del viaje.
– Maddie Spring.
– Hola, oficial Spring. Soy Éléa Haydensen.
– ¡Oh! Hola Éléa, ¿Pudo descansar después de nuestra visita de anoche?
– No realmente, no. Tengo una pregunta para usted. ¿Puedo dejar California
para un viaje rápido?
– Quiere ir a Wyoming, ¿no es así?
– Eeh… sí, de hecho.
– ¡Gracias!
– Pero Éléa, tenga mucho cuidado. Al menor problema, llámeme. Y pase a
ver al sheriff del lugar para avisarle de su presencia. Así, nadie podrá
sospechar que está huyendo.
– Gracias por el consejo.
– ¿Cuándo se va?
– Lo más pronto posible, en el siguiente vuelo disponible.
– Muy bien. Usted tiene una ventaja de tiempo sobre nosotros. La acusación
hecha en su contra nos está haciendo perder un tiempo muy valioso en esta
investigación, entonces, si encuentra algo, no dude en llamarme.
– Lo haré. Gracias nuevamente, oficial Spring.
– ¡Buen viaje y sea prudente!
– ¡Ya compré los boletos! ¡Hagan las maletas!, nos ordena ella.
Si tan sólo pudiera darle una buena noticia, llamarlo para decirle que todo
está bien, escuchar su alivio…
Entre tanta acción, ni siquiera pensamos viajar en uno de los jets de Adam…
No sé si Conrad hubiera podido prestarnos uno. Ni modo. Las compañías
nacionales son igual de eficaces para transportarnos. El tiempo de abordaje es
un poco largo y comienzo a impacientarme. No puedo esperar para llegar a
Wyoming.
– Debe de tener la lista de las personas que Adam iba a ver. Si vamos con
ellas, tal vez nos podrán decir si no lo vieron.
– Es lo que comencé a hacer esta mañana. Desafortunadamente, ninguna de
ellas lo vio, confiesa John sacudiendo la cabeza.
– Riverton es una ciudad muy pequeña. Tiene que haber alguien que lo haya
visto, retoma John con un tono un poco más tranquilizante. Interrumpí mi
investigación para recibirlos. Iré a su hotel y un amigo me prometió que
estudiaría los videos de vigilancia. No hay muchas cámaras por aquí, pero con
un poco de suerte…
– ¿Podemos ayudar en algo?, lo interroga Claire a su vez.
– Déjenme ver, la ciudad sigue bastante tranquila. Hay que actuar rápido
antes de que la prensa llegue…
– Y la policía, resoplo.
– También. No tenemos mucho tiempo. Seré más eficaz y sobre todo más
discreto si estoy solo.
– Ok. Adelante, nosotros esperaremos… Mi voz es casi inaudible.
– No se preocupe, Éléa, ya lo encontraremos, anuncia John levantándose de
su silla.
Debo confiar en este hombre, ahora es él quien tiene mi destino entre sus
manos.
¿Qué más podría hacer? ¿Le voy a preguntar a todos los habitantes de este
lugar si han visto a Adam con una foto en la mano? Es ridículo.
Ryan le responde con un gruñido. Siento que está frustrado por no poder
hacer nada. Adam acaba de hacer mucho por él, por sus estudios, me imagino
que le encantaría devolverle el favor…
– ¿Y si comemos algo? Éléa, necesitas alimentarte. ¡Si no, te vas a
desmayar, y no es el momento para eso!, prosigue Claire.
– No creo que pueda comer nada, murmuro.
– ¡Tienes que retomar fuerzas, no sabemos lo que nos espera! exige Claire.
Me sobresalto cuando mi teléfono suena. ¡Maldito sea este bolso sin fondo!
Busco y rebusco y finalmente, encuentro con las yemas el aparato.
Ante mi reacción, Ryan toma mi teléfono y habla con John. Mis lágrimas
corren y Claire se preocupa. Le repito lo que me acaba de decir John. Sin
emocionarse con esta noticia, voltea hacia Ryan, esperando saber más.
Ryan cuelga y nos cuenta lo que le dijo John:
– John encontró el rastro de Adam. Fue todo lo que me dijo, viene para acá.
Si no quiso decir nada por el teléfono, ¿eso quiere decir que se trata de una
mala noticia? Si Adam está sano y salvo, ¿por qué esperar para decírnoslo?
Comienzo a temblar… Ryan percibe mi angustia y me abraza.
John estaciona su coche justo atrás del nuestro. No sabría decir qué es lo
que su rostro expresa, mejor espero sus palabras. Ryan continúa
abrazándome. Siento sus manos crispándose en mis hombros. Claire me toma
por el brazo. Esperamos.
¿En el hospital?
Volteo hacia Ryan y Claire y les murmuro un «está bien». Me subo al auto
de John, aún impactada. Pero vamos a ver a Adam, y es en lo único que puedo
pensar. No puedo esperar para hacer llover las preguntas:
– ¿Sabe si es grave?
– No, no lo sé. No quería preocuparla, Éléa.
– ¡Quiero saber, necesito saber! Obligo a John a hablar.
– Mi amigo de las cámaras de vigilancia me llamó. No tiene imágenes muy
claras pero lo que pudo ver se parece mucho a una pelea en el
estacionamiento de un café, en las afueras de la ciudad.
– ¿Era Adam?
– La cámara está bastante mal posicionada. Pero llamé al café en cuestión y
el barman pudo identificar a Adam. Al parecer, tuvo una discusión animada
con un hombre.
– ¿Un hombre?
– Uno rubio, muy alto y delgado, bastante amenazante, según dijo el
barman. Seguramente tiene una conexión con el altercado.
– ¿Paul?
¿Adam dio él mismo las órdenes? ¿Eso quiere decir que está consciente? Una
pelea… ¿pero en qué estado está? ¿Por qué no me llamó? ¿Por qué tanto
misterio? ¿Está mal? ¿Acaso lo habrán desfigurado?
¿Estará bien?
Abro la puerta. Adam está ahí, sentado en su cama, acomodado entre las
almohadas. Su rostro está entumido, pero su mirada comienza a brillar en
cuanto me ve. Su cara se ilumina con una sonrisa. Me precipito y me lanzo a
sus brazos, entre lágrimas, pero aliviada de verlo así. Adam reprime un grito
de dolor, pero me abraza. Lo beso, lo observo, respiro su aroma. Huele a
hospital. Pero está entero, vivo y feliz de verme también.
Cuelgo, con una gran sonrisa en el rostro. Estoy feliz de haberle podido dar
esta buena noticia a Conrad, de haber escuchado su alivio. Mis ojos voltean
nuevamente hacia Adam. Mi millonario es importante para muchas personas,
lo aprecian mucho y su desaparición debe haber preocupado a varios.
Toco antes de entrar, por si la enfermera sigue ahí. Pero es Adam quien me
contesta.
– Todos se han ido. John regresó a Riverton y Claire y Ryan están buscando
un hotel para la noche, digo intentando instalarme confortablemente a su lado
sin hacerle daño.
– La enfermera me dijo que probablemente me darán de alta mañana. No
tengo razones para quedarme aquí por mucho tiempo.
Adam intenta tomarme entre sus brazos, pero sus costillas le recuerdan su
estado.
– Está bien, ¡creo que esta vez me toca a mí tratarte como una muñeca de
porcelana!
Espero no haberme equivocado con John, pero, ¿podría ser que sólo
estuviera actuando con nosotros?
– No, no fue John. Otro. Del cual había dejado de recibir noticias, y ahora
entiendo por qué…
– John parece ser bueno…
– John es excelente. Un verdadero profesional.
– Y entonces, ¿fue Paul quien te golpeó?, continúo, llena de curiosidad por
este fatídico rencuentro.
– ¡Oh, no! Paul amenaza, pero no actúa por él mismo. Se fue advirtiéndome
que desde ahora, debía tener mucho cuidado, que hasta ahora ellos habían
sido amables, pero que todo podía cambiar en cualquier momento. Y que tú no
estabas protegida, agrega Adam con una voz dura.
Me estremezco.
No digo nada.
En efecto, cada vez es más evidente. A menos que Paul no esté actuando por
una simple envidia. ¿Podría ser que sólo sea un peón en todo esto?
– No, me llegaron por atrás cuando iba a entrar a mi coche. Después, sólo
podía pensar en protegerme la cabeza y el rostro.
– ¡Pudieron haberte hecho más daño!
– No, sólo querían intimidarme. No me conocen bien. Eso no me impedirá
continuar con lo que me trajo aquí…
– ¿Pero por qué no me llamaste en cuanto despertaste?
– ¿Qué?
– Sí. De golpe, Owell vino a interrogarme. Soy el enemigo público no. 1.
¡Cuidado!
– Muy bien, hermosa, llámala también. Dile que le doy la exclusiva de una
entrevista y que haga correr la voz entre los demás periodistas. Sólo la quiero
a ella, sin otras cadenas de televisión, ni llamadas telefónicas. Le diré a
Conrad que venga con ella mañana. Estoy pensando que diré que me caí
durante una caminata en Yellowstone. Mis heridas quedan con la historia.
¿Lista para mentir?, agrega con malicia.
Asiento con la cabeza. Nos besamos antes de marcar, cada quien por su
lado, los teléfonos de los diferentes interesados.
Comienzo con Maddie Spring. Se alegra con la noticia de que Adam está
bien. No me cree el cuento de que Adam se cayó en una caminata y no la
culpo. La mentira y yo no nos llevamos bien… Se encarga de avisarle a Owell y
me advierte: puede ser que Adam y yo seamos llamados para responder
algunas preguntas, pues así es el procedimiento habitual. En todo caso, está
feliz de no tener que preocuparse más por Adam. Me confiesa que no dejaba
de pelearse con Owell, quien se obsesionaba con tenerme en la mira. Estas
últimas palabras me entristecen. Antes de Lorraine, Owell y yo teníamos una
relación cordial…
La noche llegó y Adam quiere que Claire y Ryan vengan con nosotros. Tiene
el permiso de las gentiles enfermeras para recibir visitas fuera del horario
establecido. Pero no creo que lo necesite. Adam es un paciente encantador y
ellas parecen muy contentas de ocuparse de él…
Pero no demasiado…
Claire y Ryan nos trajeron comida china, que los cuatro comemos directo de
las cajas. Les confiamos el secreto. Pasado este momento de seriedad, optamos
por el buen humor. Reímos, lo cual no es muy bueno para las costillas de
Adam, pero mi millonario no es muy delicado. Siento que él también disfruta
este momento. No me dijo haber tenido miedo, ni temor por su vida. No creo
que me lo hubiera confesado, para no preocuparme. Mañana podremos salir de
aquí, y aunque necesitemos tiempo para que las marcas de su rostro y de su
cuerpo se desvanezcan, quiero enterrar en lo más profundo de mi memoria tan
horrible prueba que acabo de vivir.
4. Leslie
La salida del hospital fue muy simple. Adam le agradeció a los médicos y a
todo el personal por su discreción. Nos instalamos en una suite del Plains Hotel
de Cheyenne. Claire y Ryan rechazaron la invitación de Adam, prefiriendo
quedarse en el pequeño hotel encantador que encontraron. Sin duda la
ocasión perfecta para ellos de pasar el tiempo juntos, como enamorados.
Cuando Adam abre la puerta, los dos hombres caen literalmente uno en los
brazos del otro. En su emoción, Conrad olvida los hematomas de Adam y le
arranca un grito de dolor. Se aleja, confundido, pero después ambos se ríen.
Hayley avanza, y estrecha la mano de Adam. Le dice estar muy contenta de
verlo en tan buen estado. Adam le pide pasar a la sala. Hayley me saluda:
¡Dos horas! Necesitaron dos horas para finalmente terminar con su amena
conversación y recordar que Conrad y yo estábamos ahí. Intento controlarme y
mantener la compostura, pero no puedo evitar sonrojarme. Hayley y Adam
actúan como si nada pasara. Peor, Adam continúa hablando de todo y de nada,
sin siquiera voltear a verme.
– ¡Ya veremos!, termina por declarar Adam. ¿Qué piensas tú, Éléa?
¡Ah! ¡Por fin se acuerda de mí! ¿Qué pienso? No creo poder ser muy objetiva
ahora…
– Bien, muy bien. ¿Y tú, Conrad?, interroga Adam volteando hacia su fiel
brazo derecho.
– Obviamente te voy a esperar, Adam.
– Tengo acompañantes de primera, dice Adam sonriendo. No pienso
quedarme mucho tiempo. Estaremos en un avión de regreso antes de que
termine el día. Éléa, hermosa, ¿vienes conmigo?
Esta escapada nos pone a todos de buen humor. Es algo serio para Adam,
por supuesto, pero todo el mundo parece contento de no dejarlo solo ni un
segundo. Como si tuviéramos la necesidad de no perderlo otra vez de vista,
mucho menos en esta ciudad que ha sido tan desfavorable hasta ahora.
Afortunadamente, el coche que rentamos a nuestra llegada es espacioso.
Ryan mete todas nuestras cosas en él y nosotros nos metemos. Mi hermano
toma el volante, Adam se sube a su lado. Observo su nuca. Con Claire, en este
coche están todas las personas que más quiero. No he visto a John. Está en
algún lugar, vigilando si alguien nos sigue, o si algo sospechoso pasa en
nuestro camino.
– ¡Adam! ¡Te hubiera reconocido entre mil! Aunque hayas crecido tanto
desde la última vez que te vi… El hombre se levanta y estrecha calurosamente
la mano de un Adam sorprendido por este primer intercambio.
– ¿Supongo que usted es el reverendo Gate? Disculpe, pero, ¿ya nos
conocemos?
– Por supuesto… Pero no hablemos aquí, el pequeño jardín atrás de la iglesia
es muy agradable en esta época.
– Ven, te muestro.
La locura de San Francisco nos atrapa desde que salimos del avión. Adam y
Conrad deben ocuparse de sus negocios y tranquilizar a todos en cuanto a la
salud de Adam. Nos dejamos con un abrazo que me estruja el corazón.
Acabamos de vivir un momento demasiado fuerte. Por su parte, Ryan y Claire
me avisan que deben ocuparse de la mudanza de Ryan a San Francisco. Es
verdad, con todo lo que ha pasado, dejamos todo pendiente. Y yo que quería
que no perdiera tiempo de sus estudios… Ryan se aseguró con Adam que mi
«protección» sería puesta en acción cuanto antes para poder dejar el
apartamento más tranquilo. Quiere encontrar ya su propio apartamento, un
trabajo e independencia financiera. ¡Efectivamente, es demasiado pronto para
que Claire y él piensen en vivir juntos!
De un día para otro, me encuentro sola. Al fin sola, es mucho decir. Adam
decidió volver a ponerme bajo la protección de sus guardaespaldas, protección
que Conrad había suspendido justo antes del viaje a Riverton. Maddie Spring
pasó a verme sin Owell para decirme que la investigación en mi contra no dio
nada y que no tengo de qué preocuparme. Retomo entonces el camino de la
Filarmónica, sus ensayos y la perspectiva de los próximos conciertos que
daremos en la ciudad de San Francisco.
Mis dudas están justificadas: una tarde todo explota con Adam.
Después de pasar un momento muy agradable, que nos hace creer que sus
costillas están bien, el teléfono de la suite suena. Adam está en la ducha, y lo
dejo sonar, sé que hay una contestadora. Lo que no sé, es que la contestadora
está en altavoz, así que sin querer escucho todo el mensaje…
«Hola Adam. Soy Hayley, gracias por nuestra entrevista de esta tarde. En
verdad lo aprecié. Puedes llamarme si quieres, estoy en mi casa y no tengo
nada planeado. Hasta pronto.»
La sangre se me hiela.
Adam sale del baño viéndome, debe imaginar que algo no está bien. Intento
controlar mi enojo. Dudo entre gritar o irme con dignidad. Si Adam decide
esconderme este tipo de cosas, puede llevar su vida solo como mejor le plazca.
¡Siento que no valgo nada para él y eso no lo puedo soportar! Opto por la
segunda opción. Reúno mis cosas furiosamente.
Exploto.
Adam cierra la puerta tras de nosotros, me quita mis cosas de entre las
manos y las deja una por una. Después se acerca a mí, me rodea la cara con
las manos y me besa, en los ojos, la nariz, la frente, las mejillas, los labios… Y
murmura:
– Hermosa, nunca tuve la intención de empezar una relación con Hayley que
no fuera profesional. Tú eres la única dueña de mi intimidad, de toda mi vida
personal. Te lo prometo. Siento no haberte dicho todo, y que te hayas enojado
por eso, pero te aseguro que tú eres todo lo que deseo en este mundo…
¡Qué declaración!
– Eres el hombre más honesto y más gentil que haya conocido. Yo tampoco
quiero perderte, le digo en un murmuro, con la mirada fija en la suya. Y
también el más sexy.
Adam se adhiere a mi boca, con más fuerza, como una promesa de lo que
me espera después. En medio de la habitación, nos desvestimos, aún sin
despegarnos uno del otro. Mis manos se deslizan bajo su camisa, siento bajo
mis dedos el suave calor de su cuerpo, las líneas de sus músculos.
– Parece ser que gané esta batalla, murmura besándome el cuello y después
el hombro.
Si no comprende la invitación…
Abro los ojos, Adam sigue inclinado encima de mí, sonriente, victorioso.
Quiero seguir jugando con él un poco más… Perdonarlo tan rápido sería
demasiado fácil…
Adam se recuesta sobre mí, me separa las piernas para poder acomodar
mejor su sexo aún aprisionado contra el mío.
¡Si tan sólo pudiera lanzar ese aparato infernal contra la pared!
Es el turno de Adam de morderse los labios y mirarme con una aire travieso:
desliza su dedo por mi pecho, mi vientre, sube y vuelve a bajar, roza mi piel…
Siento como si dejara tras de él una senda de fuego. Una vez más, me siento
totalmente a su merced. Mi cuerpo responde a la más mínima de sus
invitaciones al placer, se tensa con la siguiente caricia, se deleita con estas
sensaciones carnales. Sólo tengo que dejarme llevar…
– Tu cuerpo habla por ti, hermosa, resopla Adam inclinándose hacia ellos.
Pero por mi mirada ardiente, por la llama que debe resplandecer al fondo de
mis ojos, Adam parece entender que quiero pasar a la máxima velocidad. Mis
mejillas irradian calor, me muerdo los labios mirando el bóxer de Adam. En mi
línea de mira, este pedazo de tela sólo tiene unos instantes más de vida. Me
enderezo mientras que Adam saca del buró un preservativo. Le quito con los
dedos el pequeño paquete. Adam se acuesta boca arriba y se deja consentir,
dócilmente, con una sonrisa en los labios. Lanzo el bóxer lejos, y no dejo de
ver el movimiento de su sexo. Liberado, su miembro endurecido se extiende
hacia mí, como agradeciéndome el haber roto sus cadenas. Rozo su piel sedosa
con la yema de los dedos, lo beso con la punta de los labios. Adam gime… Es
mi turno de provocarlo… Me aplico arduamente a mi labor de desenrollar el
preservativo alrededor de su sexo, lentamente, solamente para hacerlo
estremecerse. De pronto, meto su sexo entero en mi boca, sin aviso. Le
arranco un grito, esta vez de placer. Hago que mis labios se deslicen, que mi
lengua lo recorra. Siento el cuerpo de Adam tensarse, lo escucho jadear.
Retiro su miembro de mi boca, lo tomo con la mano. Acentúo mi movimiento,
observo a Adam, quien, con los ojos cerrados, gruñe de placer. Mi lengua se
pone en el extremo de su sexo erecto, y se enrolla alrededor de esta parte
sensible. Siento que Adam está perdiendo la cabeza, gime sin control.
Animada, lo vuelvo a meter a mi boca y comienzo a aspirar… Ahora soy yo
quien gruñe. Mi vientre me reclama dolorosamente, celoso de mi boca, la
presencia de ese sexo en su interior.
Acelero la cadencia.
Amplifico mi vaivén, y con cada golpe de pélvis gemimos juntos. Tomo las
manos de Adam, aún ocupadas en mis senos. Las hago que aprieten con más
fuerza, gruño, él brama, saboreamos cada ola de placer, aumentando en
intensidad. De repente, en el paroxismo del placer, el orgasmo nos toma. Yo
soy la primera en gritar, mientras que Adam suspende nuestro movimiento
para concluirlo con un profundo gruñido.
– ¿Para quién de los dos será más difícil? A ti te gustan igual que a mí
nuestros encuentros…
– En vista de lo que eres capaz de hacer aún con las costillas adoloridas, no
me preocupo por eso…
– Sólo soy un hombre débil. Basta con que te mire para que te desee,
hermosa, se queja falsamente Adam.
¿En verdad tengo ese poder sobre Adam? ¿Soy tan deseable como él dice?
Tiene razón… ¿De qué me hubiera servido saberlo antes? Sin duda, eso
hubiera evitado mi escena de celos, pero en vista de lo que resultó de ella, no
me arrepiento….
Pero aun así, no me gusta la idea que Adam me esconda detalles tan
importantes para él. Aunque sea por mi bien.
Adam se levanta y me atrae hacia él. Pone sus labios delicadamente sobre
los míos.
¿Ahora qué?
Mi tono es frío.
¡No puedo creer lo que veo! ¡Es del Stradivarius que Adam me regaló!
Owell me lo da y lo abro sin esperar. El violín sigue ahí, intacto. ¡Yo que
pensaba que había terminado en cenizas! Lo acaricio con los dedos y artículo
con dificultad:
– Éléa, creí que jamás vendrías, resopla con una voz átona.
– Yo… ¿Paul?
Siento que no me servirá de nada resistirme. Nunca había visto a Paul tan
glacial, es muy atemorizante. Podría gritar, pero temo a las represalias. Paul
no tiene límites. Se ensañó con su propio primo… Afuera, Paul me lleva hasta
su coche. Toma el volante, se dispone a arrancar. Pero me mira, toma mi bolso
y lo lanza hacia la calle.
– Así no podrás avisarle a nadie.
¿Tal vez podría servirme como arma? ¿Podría golpear a Paul con él?
– Sabes, Éléa, fui sincero contigo. Sigo pensando que pude darte mucha
felicidad. Pero preferiste escoger a Adam. Todo el mundo escoge a Adam… Si
me hubieras dado una oportunidad, te hubiera podido demostrar mis
sentimientos… Pero me cerraste la puerta, Éléa…
Lo dejo seguir con su monólogo, para saber a dónde quiere llegar. De todas
formas, no tengo nada que contestar a sus últimas palabras.
Paul estalla de risa, con una risa que me hiela la sangre. Paul ríe pero
sospecho que más bien es de nervios. Se sirve otro vaso… Sin pensarlo, lo
imito.
– Toda mi vida creí que era mi madre. Nadie me dijo lo contrario, ni siquiera
mi padre. Mi vida no ha sido más que una mentira. ¡Quise hacerme amar por
una extraña! Vamos, ¡brindo por la familia Hill y sus secretos!
– Lo siento…
– No me importa que lo sientas, Éléa. No estoy aquí para hacerme tu amigo,
ni para hacerme pasar por alguien amable. No te equivoques, ¡sigo odiando a
Adam y no me arrepiento en lo absoluto de todo lo que hice en su contra! Lo
aborrezco, en lo más profundo de mi ser, él que tiene éxito en todo, que le
parece simpático a todo el mundo. ¡Yo siempre he sido el patito feo en
comparación con él, al que nadie mira! ¡Odio todo lo que es!
– ¡Ah!, veo que mi somnífero está haciendo efecto. Déjate llevar, Éléa…
Cuando te despiertes, ya no estaré aquí… Todo esto habría sido muy diferente
si me hubieras dado una oportunidad…
– Duerme, dulce Éléa. ¡Es hora de que arregle esta historia de una vez por
todas!
El sueño me lleva…
Continuará...
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