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HOLDERLIN, UN PROYECTO EMANCIPATORIO

FRACASADO1

GONCAL MAYOSSOLSONA
Universidad de Barcelona

11 faut Etre toujours ivre. Tout est la: c'est l'unique question.
Pour ne pas sentir l'horrible fardeau du Temps que brise vos
épaules et vous penche vers la terre, il faut vous enivrer sans
tdve. Mais de quoi? De vin, de poésie ou de vertu, 2 votre guise.
Mais enivrez-vous ... Pour n'etre pas les esclaves martynsés du
Temps, enivrez-vous sans cesse! De vin, de poésie ou de vertu,
a votre guise.
Baudelaire, Le Spleen de Paris, 1869
A los amigos -tan ricos en entusiasm- de Plasencia.

RESUMEN:

Se analiza a Holderlin en contraposición con el proyecto especulativo


racionalista hegeliano y, a la vez, el romanticismo más elitista, apolítico
y ególatra, pero sin caer en las interpretacionespróximas al nazismo. Así,
su canto responde a la noción de «alma bella», pues no está dispuesto
a condescender con nada que represente una claudicación en su aspi-
ración al absoluto -planteado como ideal emancipatorio global-. Lo
divino o la infinitud son los nombres del elemento emancipador que eleva
a los hombres sobre sí y los hace vivir como dioses. Ahora bien, las
dificultades intrínsecas de dicho proyecto no se le escapan a Holderlin,
incluso podemos decir que las enfrenta con radicalidad sin igual. El poeta
asume esa lucha -tan desesperada como entusiasta- por enlazar finitud
e infinitud, por hacer divinos a los hombres. Por ello, la conciencia de

1. Este artículo es un fragmento de un más extenso trabajo inédito y todavía no


cerrado. Una primera redacción fue presentada en el 26 Congreso de Filósofos Jóvenes
en Plasencia (Cáceres) el 1989. Sólo pretende ser, por tanto, una presentación de la lectura
del autor de la obra holderliniana.
54 Goncal Mayos Solsona

la inevitabilidad del fracaso último preside la tragicidad de su pensamien-


to. Su canto manifiesta inevitablemente un ritmo intermitente entre el
entusiasmo vivificador y volcado sobre el proyecto emancipatorio y la
retirada lastimera consecuencia del fracaso pero, solamente, para rein-
tentarlo con renovada fuerza.

SUMMARY:

Holderlin is being analysed in contrast to the speculative rationalist


hegelian project and, at the same time, to the most elitist, apolitical and
self-glorified romanticism, but without falling in interpretations next to
nazism. In this way his song responds to the idea of «belle h e > >as , he's
not disposed to acquiesce with anything that represents any crookedness
in his ambition to the absolute -raised as a global emancipatical ideal.
Divine or infinity are the names of the emancipator element that elevates
men over themselves and make them live like gods. Now then, the
intrinsic difficulties of the above mentioned project are known by Hol-
derlin, even we can say that he confronts one another with a very vigorous
radicality. The poet assumes that fight -which is as hopeless as enthu-
siast- to h i t together finity and infinity, to make men divine. Because
of that, the conscience of the inevitability of the last failure presides the
tragicality of his thought. His song expresses unavoidably an intermittent
rhythm between the life-giving enthusiasm tiped over the emancipatical
project and the injorious retreat, consequence of the failure, but just to
try it again with renovated strength.

¿HEGEL VERSUS HOLDERLIN?

Parece haber un destino fatal que conduce tarde o temprano a los


estudiosos de Hegel a enfrentarse o reencontrarse con Holderlin. Hay en
este reencuentro o choque algo de liberador. Evidentemente, permite
liberarse del temble influjo estilístico-especulativo que Hegel ejerce;
aunque Holderlin en sus ensayos muestra también el nivel de profundidad
-y de dificultad- que es capaz de alcanzar. Pero la necesidad, de los
que han tenido algo que ver con Hegel, por repensar Holderlin va mucho
más allá. Nos lleva en cierto sentido de un extremo a otro del problema
de la relación del hombre con el mundo y con los otros hombres.
Después de la vorágine de identificar especulativamente lo real con
lo racional -y viceversa- no puede sino presentarse el deseo sub-
versivo de sospechar que se ha perdido la posibilidad de pensar en la
sinrazón al caer en una locura racional. Se siente el impulso a reclamar
-contra toda esperanza, quizás- algo más que la razón, que vaya más
Holderlin, un proyecto emancipatorio fracasado 55

allá, para hacer frente a la percepción de la sinrazón del mundo.


Se desea olvidar por un momento esta razón, para intentar recon-
quistar un entusiasmo vivificador y liberador o, al menos, la lucidez de
pensar -y cantar- el fracaso como fracaso. Por una parte se trata de
negarse a desacralizar el mundo, oponerse a reducirlo a una maquinaria
astuta que incluso impide la posibilidad de distanciarse de él y, al menos,
poder decir «no nos gusta» o «me duele que sea así».
Creo que Holderlin se encontró ante este mismo dilema y mucho
antes que Nietzsche, Heidegger o el nihilismo contemporáneo. Holderlin
estaba abocado a un intento condenado -conscientemente- al fracaso.
Se trata de pensar y aspirar radicalmente a lo absoluto, mantenerse fiel
sin concesiones a unos idealesjuveniles de plenitud y emancipación.Pero
la coherencia y valor de Holderlin destaca sobre todo al someter a crítica
con igual radicalidad estos ideales.
Holderlin goza dentro de la historia de la literatura o del pensamiento
-si se quiere- de una posición muy peculiar, casi única. Escribe en
un momento de grandes esperanzas -políticas e intelectuales- (pen-
semos en la Revolución Francesa o en el atrevimiento intelectual del
idealismo alemán). Apuesta a todo o nada en favor de esas esperanzas
de plenitud y totalidad (incluso las lleva a su extremo). Cuando se le lee
por primera vez, sorprende unas veces el entusiasmo desbordante, incluso
desmesurado -para Goethe y tantos otros-. Otras veces, sorprende aún
más la desmesura de su canto terriblemente dolorido y lastimero.
Holderlin tiene la virtud - e n el sentido de capacidad pero también de
fortuna o de excelencia- de rozar el patetismo por ambos extremos, sin
caer no obstante en el ridículo.
Podemos decir que Holderlin canta lo que todos quisiéramos cantar
si supiéramos, si aún pudiéramos. Aparentemente inmune al contagio
cínico, descreído, suspicaz, nihilista, como mínimo irónico y distanciado,
a que parecen conducimos la percepción contemporánea de la absurdidad
del mundo y de nuestras aspiraciones en él. Con aparente inmunidad ante
toda desesperación o todo límite racional usa -creo que con plena
conciencia- las expresiones más ingenua y desmesuradamente entu-
siastas.
Pero a riesgo de rozar lo patético y ridículo, va siguiendo hasta sus
últimas consecuencias un camino nihilista terrible. Holderlin tiene
efectivamente los dos extremos de lo que Hegel ha criticado bajo la
denominación de «alma bella». Por una parte aspira al todo, a la plenitud,
y lo expresa con contundencia y rotundidad extremas, por otra parte no
está dispuesto a condescender con nada que desmerezca lo más mínimo
a esa aspiración total. El resultado es que detrás del lenguaje más en-
tusiasta hay una destrucción absoluta -la conciencia del fracaso ra-
dical- de ese mismo ideal de plenitud. Holderlin se convierte avant la
lettre en el más profundo nihilista trágico.
56 Goncal Mayos Solsona

Entre los dos momentos opuestos -pero siempre radicales y des- '
mesurados- de entusiasmo y de aflicción que marcan la poética y el
pensar holderliniano, va oscilando siempre intermitentemente sin llegar
nunca al salto malabar que, por ejemplo, daba en un momento dado Hegel
o - e n otro contexto polític- Heidegger. Holderlin con su aparente I
patetismo nos conduce por un camino que inaugura gran parte de nuestro l

tiempo, el cual parece contener. Se atreve a pensar -a cantar si se


prefiere- tanto un ideal emancipatorio universal y sin límites (lo divino),
como su inevitable y radical fracaso. No hace ninguna concesión por los
dos extremos, he ahí su grandeza.
Siempre he pensado que la frase de Thomas Mann por todos co-
nocida: «el mundo habría ido mejor si Marx hubiera leído H~lderlin»~
podría ser continuada añadiendo «y menos a Hegel». El autor de Hiperión
puede ser ciertamente uno de los más activos antídotos de la propuesta
hegeliana. A partir de dicha consideración me alejaré conscientemente
de la interpretación heideggeriana intentando, a la vez, soslayar el hecho
que parte de su terminología ha sido lamentablemente «capturada» por
el nazismo (intentando superar las reminiscencias a todas luces anacró-
nicas que casi inevitablemente nos parece percibir en la obra holder-
liniana).
Ciertamente, nuestro autor es una de las más claras alternativas a
Hegel, especialmente en la posición política de éste, pero -he aquí lo
más interesante- desde un planteamiento muy próximo o al menos
homogéneo al hegeliano. Sin caer en la especulación hegeliana, Holderlin
comparte -al menos en su juventud- un mismo ideal fraterno-político
y emancipatorio. Podemos interpretar toda la obra de Holderlin a partir
de estas consideraciones y de la coherencia de su punto de partida: «Lo
que para mí no es el todo, y eterno todo, es nada para mí» («Was mir
nicht alles, und ewig alles ist, ist mir n i c h t s ~ ~Holderlin
). aplica esta
divisa tanto a la afirmación del proyecto emancipatono como a su crítica.

2. No nos interesa ahora, el hecho que dicha frase pueda ser invertida. Ciertamente,
se puede pensar que el fracaso inevitable a que se ve abocado el proyecto emancipatono
holderliniano podría haberse evitado quizás si hubiera leído a Marx. Por nuestra parte
creemos que esto puede ser cierto, pero que entonces Holderlin sería irreconocible en
la postura que creemos mostrar aquí. Tendría que haber cambiado totalmente su proyecto
emancipatono y vital. En definitiva, ya no sena el mismo. Seguramente la oposición,
e incluso, la incompatibilidad del planteamiento de Holderlin y Hegel, incluiría por lo
que respecta a nuestro asunto también a Marx. Nuestro interés se centra en pensar esta
incompatibilidad -profunda, coherente y radical- de los respectivos proyectos eman-
cipatorios.
3. En el llamado «Thalia-fragment», F. Holderlin, Samtliche Werke und Briefe, 2
vol, 1, pg. 484. La traducción de las citas, cuando no especificamos lo contrario, es
nuestra.
Holderlin, un proyecto ernancipatorio fracasado 57

El resultado es-claro está- el inevitable fracaso, desde esta conciencia


Holderlin elabora y pronuncia su canto.

HOLDERLIN, UN ROMANTICISMO FRATERNO-POLITICO

Trivialmente, se ha acusado muchas veces al romanticismo de indi-


vidualista, ególatra, elitista, ensimismado e incluso solipsista. Se le ha
acusado de encerrarse sobre sí y de posponerlo todo a la propia sen-
timentalidad o genio, de poner la propia pasión o deseo por encima de
toda norma ética o proyecto colectivo.
Se acusa, en consecuencia, a los románticos de apolíticos, de in-
solidarios y hasta de conservadores. En última instancia se ha aceptado
la crítica de Hegel al «alma bella», se los ha condenado -muchas veces
sin juicio- por no preocuparse por el mundo real y por exasperarse
gratuitamente por ideales abstractos y vanos. Sobre ellos ha caído la
acusación de irracionalistas o antirracionalistas.
Algunas de estas críticas son ciertas, especialmente, por lo que hace
a algunos autores y, quizás, en un grado superior a otros movimientos.
El avance indudable que ha representado el romanticismo en el recono-
cimiento de la subjetividad humana, de la sensación de extrañamiento
entre yo y mundo, entre yo y los otros yo, puede ser interpretado de
manera negativa; pero no necesariamente ha de conducir sin excepción
a la egolatría y al ensimismamiento. Tampoco no conduce a este extremo
su reivindicación de aquellas facultades humanas hasta entonces des-
preciadas por menos racionales, conscientes o «diurnas»: el sentimiento,
la intuición, la fantasía, el apasionamiento,el genio -aquellas facultades
más misteriosas, menos racionales y calificables de «nocturnas».
En este escrito me propongo destacar sobre este filosofema crítico
y menospreciador del romanticismo la figura de Holderlin, que se aparta
totalmente del tópico tradicional. Intentaré mostrar, en primer lugar, que
si algunas veces se puede acusar a Holderlin desde ese tópico, la crítica
sólo se sostiene a partir de olvidar su punto de partida y valorar úni-
camente lo que son momentos segundos (sino secundarios) de su pensar1
cantar. Es decir, como posturas adoptadas a partir de la constatación del
fracaso de su proyecto emancipatorio y nunca como punto de partida de
éste.
Hay que distinguir dos tipos de momentos poéticos entre los que
oscila intermitentemente Holderlin, quien parece moverse dentro de una
dialéctica de entusiasmo-aflicción. Ambos momentos son correlativos e
igualmente importantes para la comprensión de su obra.
Holderlin parte siempre de un punto de vista entusiástico - c o m o
primer momento lógica y temporalmente de su dialéctica poética.
Usamos el término «entusiasmo» en el sentido clásico que podemos
58 Goncal Mayos Solsona

3
encontrar en el Ión y en el Fedro. Entusiasmo -&u0ouotaopós-
significa literalmente «endiosamiento»,posesión o inspiración divina del
alma entusiasta. Significa la inspiración o frenesí que provocan los dioses
en los hombres escogidos - e l poeta, el filósofo- y que los conduce
más allá de sí mismos, de sus límites. De esta manera se realiza lo que
Holderlin llama mil veces como presencia de los dioses en los hombres.
Para él entonces los hombres son divinos, son dioses, son uno con los
dioses o en ellos habita un dios.
Hay que interpretar las frecuentes alusiones de Holderlin a los dioses
y a lo divino, a lo infinito y a lo absoluto, no como la postulación de
una trascendencia. Como los idealistas -Fichte, Schelling, Hegel- no
concibe lo absoluto como trascendente sino como inmanente. Su divi-
nidad, que asimila al absoluto infinito y eterno, no es pues un más allá,
sino el elemento más vivo y vivificador efectivamente presente en la
realidad. Aún más que para estos autores, Holderlin insiste en enfatizar
la inmanencia y pertenencia a este mundo de lo divino absoluto. La
finitud, la miseria de nuestra situación caída, consiste precisamente en
el olvido -la ausencia de percepción o de empatía- de lo divino que
permanentemente nos envuelve. La finitud es sencillamente la privación
del absoluto vivificador que rodea al débil sujeto humano. El entusiasmo
es la señal divina de la presencia actual, efectiva y plena de la divinidad
en nosotros. Su pérdida o su inadvertencia -aunque lo divino no se halla
apartado de nosotros- nos sume en un lúcido reconocimiento de nuestra
indigencia, es nuestra indigencia y miseria; pero no el signo de su
trascendencia o imposibilidad.
La presencia cerca de los hombres -cabe o en nosotros- de lo
divino es la apuesta especulativo-poética de Holderlin. Ello hace al
hombre divino, lo convierte en un dios entre dioses -los hombres que
lo comparten. Sólo cuando todos los hombres reconocen en sí lo divino
y edifican en el entusiasmo fraterno su templo, es restablecido efectiva-
mente el ideal de Saturna regia. Incluso este ideal no es un misterioso
más allá sino la emancipación tal como la piensa Holderlin- ahora y
aquí de la humanidad. Por todo ello sólo en el entusiasmo -a la vez
divino y divinizador-, los hombres están realmente cabe sí.
Es importante remarcar que, en la tradición clásica y moderna, la
situación de ser poseído implícita en el entusiasmo, conlleva un descen-
trarniento del hombre, literalmente un enajenamiento o alienación. El
hombre deja de estar en sí y está en la divinidad, poseído por ésta. Pero
para Holderlin es exactamente lo contrario. Sólo en el entusiasmo, en la
posesión divina, en la exaltación poética, en la fogosidad del ánimo, en
el arrebato y en un frenesí audaz, está el hombre verdaderamente en sí
mismo. Sólo entonces es auténticamente sí mismo, uno con su ser más
pleno, vivo y rico. En este momento el hombre es lo que ha de ser, lo
que ha deseado siempre ser, lo que es llamado a ser y no lo que la
Holderlin, un proyecto emncipatorio fracasado 59

mezquina necesidad le conduce a ser. Este momento entusiasta es la


auténtica libertad, la más plena emancipación humana, es el éxtasis donde
el hombre se encuentra a sí mismo, a los otros y al cosmos, más allá de
toda escisión.
Sólo en este momento afortunado del entusiasmo, el hombre es
plenamente él y, a la vez, se supera a sí mismo para realizar lo ideal de
sí: lo divino, lo infinito. Por eso, también para Holderlin (como para
Giordano Bruno) el entusiasmo es un «furor heroico» que lleva al hombre
a superarse en lo divino y, paradójicamente, a encontrarse a sí y al cosmos
único y total en lo divino. El momento del entusiasmo es un momento
de reconciliación, de plenitud, de apoteosis y éxtasis, que se da siempre
en el punto de partida. Al contrario de Hegel (quien sitúa el momento
de la reconciliación como el tercero en su dialéctica, el punto de llegada),
para Holderlin es la base de partida, el momento originario de toda
dialéctica. Para él, la libertad, la emancipación, está en el principio y no
en el final de una dialéctica que tiene que pasar necesariamente por la
experiencia de la negatividad.
Si para Holderlin hay «necesariamente» un momento de negatividad
no es - c o m o en Hegel- para superándolo alcanzar un punto superior.
La negatividad no se exorciza en Holderlin de la manera que lo hace
Hegel. La negatividad, el fracaso del entusiasta proyecto ernancipatorio,
es radicalmente puesta y no se deja disolver fácilmente en una superación
racional. Holderlin se ve abocado a aceptar absolutamente la inevita-
bilidad del fracaso, del suplicio ante la pérdida del entusiasmo liberador
y divinizador. La hegeliana superación especulativo-racionalista de la
negatividad se ve en el planteamiento holderliniano totalmente com-
prometida. Pues, la aflicción sólo se puede superar con una mayor dosis
de entusiasmo, de exaltación y audacia. El problema está entonces en de
dónde sacar ese plus de entusiasmo y audacia cuando se ha caído --sin
paliativos- en la nada, en la negatividad, en la inapetencia, en el fra-
caso.
No hay para Holderlin, un espíritu universal o una razón astuta que
vaya realizando para y por nosotros la metamorfosis de escisión en
reconciliación. La nada, la negatividad o el fracaso se muestran irre-
ductibles ante el sujeto y a éste sólo le queda armarse otra vez de valor,
de fervor, embriagarse de pasión e intentar contraponerse a la miseria
y la negatividad con la riqueza y la fuerza que haya podido recomponer
en sí. Holderlin no tiene ante el desaliento ninguna otra esperanza, que
la convicción -puesta siempre a prueba- de que el mundo no puede
ser siempre así, que hubo una época - e s a edad de oro de la Grecia
clásica que tanto añora- cuando no fue así y que ha de retomar el
momento en que no sea así. Siempre se preguntará, por tanto, si ha
llegado ya el tiempo del reverdecer de Jonia, el momento de revivir el
frenético ideal emancipatorio.
60 Goncal Mayos Solsona

Contra el fracaso de su proyecto emancipatorio Holderlin no tiene


nada más que ese mismo proyecto. No tiene ninguna otra ayuda interna
o externa que no sea él mismo, que no estuviera en el primer momento
de la dialéctica. No le queda sino volver a intentarlo, volver a levantar
la mirada a los cielos, volver a dar amor, volcarse hacia fuera. Sólo lo
podrá hacer, naturalmente, mientras le quede algo que dar, mientras del
pozo sin fondo de sí mismo consiga sacar algo que oponer a la nada que
todo lo devora.
La superación dialéctica se frustra en Holderlin, ya que el momento
de la escisión y la negatividad es insuperable. No se puede transitar
impunemente del entusiasmo a la nada, igual como no se puede estar en
contacto con la miseria o el barro sin volverse miserable o enlodarse.
Probablemente Hegel acusaría a Holderlin de caer en la mala infinitud,
ya que pasaría de un extremo al otro sin encontrar nunca una superación
más allá de ellos. Pero Holderlin le podría decir que, siendo esto cierto,
la dialéctica no sólo es mala sino, sobre todo, trágica, y que el proyecto
hegeliano se ve destruido inmediatamente ante ella. El hombre está solo
-solo consigo mismo- en esa dialéctica y ante la negatividad. Si quiere
evitar ser absorbido en la nada, le queda únicamente el recurso de sacar
fuerzas de flaqueza, de sí mismo. Armarse de valor, confiar en que hay
dioses, que en él habita un dios, que le está destinada la divina infinitud
e intentarlo una vez y otra vez más.
Sólo intermitentemente le es dada la posibilidad de un descanso,
quizás un respiro en el que recuperar fuerzas y curar las heridas. Todavía
la naturaleza -madre amorosa para Holderlin- ofrece su refugio al
derrotado, le ofrece una patria pero no La Patria buscada. Es un refugio,
el único y último refugio, pero tan sólo temporal, momentáneo y su-
pletorio. En comunión solitaria con la naturaleza parece que la escisión
ha desaparecido. Pero esta paz únicamente es un débil testimonio de lo
que es capaz el hombre y el poeta; la escisión reaparece de nuevo con
la visión de la situación encadenada y miserable del pueblo, antaño libre
y hoy caído.
El poeta podría intentar quedarse en esta soledad pacífica que la
naturaleza le ofrece pero, al igual que el filósofo que se ha liberado de
la caverna platónica, tiene que volver para liberar a los otros prisioneros.
No puede gozar de la luz en soledad; su proyecto emancipatorio le llama
a libertar a todos. El ideal holderliniano de Vereinung y de hen kai pan,
le indican que sólo se puede salir de la escisión con el entusiasmo fraterno
y universal. La edad de oro es la única alternativa a la escisión y a la
miseria del presente. Como siempre, Holderlin apuesta a todo o nada.
Su dialéctica es así de terrible y de trágica, por eso le es imposible
encontrar un camino de reconciliación que no sea el débil desafío del
poeta, empeñado (contra toda evidencia) en mantener el enlace entre
infinitud y finitud, entre dioses y hombres.
Holderlin, un proyecto emancipatorio fracasado 61

En definitiva, el intermitente canto lastimero y doliente de Holderlin


(que se imputa como típico de los peores tics del romanticismo) co-
rresponde siempre a momentos posteriores al fracaso de un vigoroso
proyecto emancipatorio. Corresponde a momentos en que el héroe o
poeta holderliniano lava sus heridas en soledad y se recupera del can-
sancio; pero nunca a la propuesta inicial, que es siempre revulsiva,
emancipatoria, arriesgada e, incluso voluntariosa. Por otra parte, está
abocado a reiniciar una y otra vez el mismo proyecto fraterno-eman-
cipatorio, más allá de los sucesivos fracasos -restañadas las heridas y
recuperado el coraje.

HOLDERLIN, POETA DE LA EMANCIPACION HUMANA

Holderlin es para éste autor sobre todo el cantor poético de una


intermitente exhortación emancipatoria del hombre. Su canto se dirige
desde el entusiasmo y la fraternidad infinitos contra la miseria y la
culpable limitación humana. De esta manera, Holderlin desarrolla uno
de los temas clave de la Ilustración, de la Aufklarung, pero desde una
clave mucho más desgarrada, menos ingenuamente optimista, más ínti-
mamente consciente del fracaso final a que está abocada.
Estamos de acuerdo con Felipe Martínez Marzoa, cuando compara
Kant con Holderlin, en que también para este último la finitud humana
- q u e le niega el acceso al ideal, a la vida de los dioses- es culpable
ya que nace del hombre mismo, de su incapacidad de regenerar en sí el
entusiasmo vivificador o de dejarse penetrar por la fuerza del cosmos y
la naturaleza. Como Kant en su escrito Beantwortung der Frage: Was
ist Aufklarung?, coincide en esa debilidad culpable del hombre (el
hombre de su época hecho de una «madera demasiado torcida» como para
que pueda ser completamente enderezada).
Holderlin parte siempre de esa situación caída de los hombres, que
hace a los alemanes de su tiempo incomparables con aquellos griegos
clásicos que centraban su entusiasmo. Schiller" ya había planteado muy
bien la situación de escisión a que los modernos se veían abocados -
escisión consciente al menos desde la filosofía kantiana- y que los
avergonzaba ante la presencia del individuo auténtico, sin fisuras en sí
y con su colectividad, de los antiguos griegos.
Pero Holderlin siempre se remonta desde las cenizas que le en-
vuelven -incluso desde sus propias cenizas- ofreciendo una y otra vez
su exhortación emancipatoria como única salida. Esta exhortación está
siempre presente en toda su obra -tanto poética como narrativa- pero,

4. Über die ~sthetischeErziehung des Menschen in einer Reihe von Briefen en


Schiller, Samtliche Werke, 5 vol., München, Winkler Veriag, 1975.
62 Goncal Mayos Solsona

como mostraré, indefectiblemente de una forma intermitente, es decir


bordeada y abocada al fracaso. He aquí su drama, su genio y su locura.
Me centraré sobre todo en las razones, la naturaleza y la estructura
de la reiteración poética de la exhortación emancipatoria a la fraternidad
universal en el entusiasmo (que marca totalmente su poética y pensa-
miento).
Holderlin en An die jungen Dichter lanzaba la consigna a que in-
tentará ser siempre fiel: «¡ama los dioses y piensa fraternalmente (o
ami~almente)~ en los mortales»! Ya en dicha consigna está clara la no
oposición entre mundo divino y mundo humano, por mucho que uno le
reconforte y el otro le atormente. Son dos mundos que hay que hacer
confluir, ya que sólo en una época miserable como la presente se han
podido escindir. Por ello trata de dirigir la preocupación del poeta a
establecer la unión entre el mundo de los dioses y el de los hombres.
Esta es la tarea de los poetas, que no es sino un doble esfuerzo correlativo:
unir los dos mundos, hacer humanos a los dioses y divinos a los hombres,
conducirlos por los sagrados caminos de la infinitud.
Claramente, se trata de un ideal emancipatorio, porque si Holderlin
habla de los dioses es para ayudar así a la liberación humana, si ama a
aquellos es porque ama lo que hay de divino en los hombres. En su poema
Brot und Wein dice:
«Lo que predijeron los antiguos poemas a los hijos de los dioses,
¡Mira! Eso somos nosotros, nosotros; ¡fruto d e las Hespérides!
Maravillosa y exactamente se ha consumado en los hombres.
... pues somos sombras sin corazón hasta que nuestro
Padre Eter, reconocido por cada uno, a todos pertenezca.a6
Como se dice en el Systemprogram, la poesía y los poetas son los
encargados de desvelar las nuevas ideas y producir el entusiasmo por
ellas en el pueblo. Es una tarea ardua, que todavía se identifica como
en Schiller - q u i z á s ingenuamente- con una tarea político-emancipa-

5. «Liebt die Gotter und denkt freundlich der Sterblichen!». Op. cit., 1, pg. 223.
6. «Was der Alten Gesang von Kindem Gottes geweissagt,
Siehe! wir sind es, wir; Frucht von Herperien ist's!
Wundebar und genau ist's als an Menchen esfiillet,
... denn wir sind herzlos, Schatte, bis unser
Vater ~ t h e erkannt
r jeden und allen gehort.» Op. cit., 1, pg. 314.
7. En dicha obra tanto Holderlin como Schelling i Hegel coinciden con lo que Schiller
afirmaba en sus Cartas: que «para resolver en la experiencia el problema político, se
precisa tomar el camino de lo estético, porque a la libertad se llega por la belleza» y
que «la obra de arte más perfecta que cabe es el establecimiento de una verdadera libertad
política». (Op. cit. V,pg. 314 y 313 respectivamente. Traducción castellana de Manuel
García Morente, Madrid, Espasa-Calpe, Col. Austral, pg. 15 y 13 resp.).
Holderlin, un proyecto emuncipatorio fracasado 63

toria7. Así Holderlin en su poema An unsre grossen Dichter exclama:


«¡Despertaos poetas! i Despertad del letargo
también aquellos que aún duermen, dad leyes,
dadnos vida, venced, héroes! Como Baco,
tan sólo vosotros tenéis el derecho de conquista.^^

Por otra parte en Wie wenn am Feiertage ... lega a los poetas la
siguiente tarea:
«Los pensamientos del espíritu común están,
silenciosamente acabados, en el alma de los poetas.
Desde largo tiempo familiarizada con el infinito,
súbitamente herida se estremece con el recuerdo
y logra, inflamada por el sagrado rayo,
el fruto nacido del amor, obra de dioses y hombres,
el canto, que a ambos testimonia.
...
Y por ello ahora los hijos de la tierra
beben sin peligro el fuego divino.
Pero a nosotros corresponde, ipoetas!
permanecer a cabeza descubierta
bajo las tormentas de dios,
asir con nuestras propias manos
el rayo mismo del padre y
entregar al pueblo, envuelto
en el canto, el don divino.^^

8. O weckt, ihr Dichter! weckt sie vom Schlummer auch,


Die jetzt noch schlafen, gebt die Gesetze, gebt
Uns Leben, siegt, Heroen! ihr nur
Habt der Eroberung Recht, wie Bacchus.» (Op. cit., 1, pg. 228).
9. «Des gemeinsamen Geistes Gedanken sind,
Still endend, in der Seele des Dichters.
Dass schnellbetroffen sie, Unendlichem
Bekannt seit langer Zeit, von Erinnerung
Erbebt, und ihr, von heil'gem Strahl entzündet,
Die Frucht in Liebe geboren, der Gotter und Menschen Werk,
Der Gesang, damit er von beiden zeuge, glückt.~
...
Und daher trinken himrnlisches Feuer jetzt
Die Erdesohne ohne Gefahr.
Doch uns gebührt es, unter Gottes Gewittem,
Ihr Dichter! mit entblosstern Haupte zu stehen,
Des Vaters Strahl, ihn selbst, mit eigner Hand
Zu fassen und dem Volk ins Lied
Gehüllt die hirnmlische Gabe zu reichen.~(Op. cit., 1, pg. 255).
66 Goncal Mayos Solsona

renovado para la emancipación, indigitando siempre el camino hacia la


divinidad, hacia la plenitud. Cuando - e n Menons Klagen um Diotima-
incluso los dioses de la muerte silban a su oído «el severo canto: jasí
debe ser, olvida tu dicha y adormécete en silencio!'"D,Holderlin se niega
a la aceptación del fracaso y siente dentro de sí la esperanza del sueño.
La intermitencia del proyecto-intento entusiasta y el fracaso-sueño se
reitera.
También en el Hymne an die Freiheit afirma:

«Cuando [sólo quedan] las sombras de la gloria paterna,


cuando se desmorona el último resto de la libertad,
llora mi corazón la separación con lágrimas amargas
y hacia su más bello mundo [de los antiguos hombres libres] huye.»14

Pero inmediatamente afirma que todo florecerá de nuevo mañana,


más hermoso, la primavera nacerá de la destrucción. El eterno retorno
-intermitente, pero inevitable- marca indeleblemente el canto y la
personalidad de Holderlin.
Holderlin difícilmente puede aceptar el fracaso a que está abocado
el hombre débil, abandonado por los dioses y por la fuerza infinita de
la naturaleza. Quizás por esto dejó inacabada La muerte de Empédocles:
le resultaba difícil aceptar como un final - c o m o el final definitivo-
el acto de entrega de Empédocles (tan ambivalentemente victorioso como
fracasado). La tentación del silencio -de la muerte- es siempre
constante en Holderlin. Por ejemplo en el final del Der Archipelagus:
«...y si el tiempo arrebatador
conmueve demasiado violentamente mi cabeza, y la indigencia y desvarío
entre los mortales quebrantan mi vida mortal,
¡déjame entonces rememorar el silencio en tus profundidades!"15

Pero largamente se resiste tanto a la pérdida de la esperanza como


de la vida (incluso se puede decir que se resiste más a perder la primera
que no la segunda) y pronto pasa a pensar en la época actual de ausencia

13. «das nüchteme Lied»: «Sol1 es sein, so vergiss dein Heil, und schlummere
Klanglos!~(Op. cit., 1, pg. 266).
14. «Wenn der Schatten vaterlicher Ehre,
Wenn der Freiheit letzter Rest zerfallt,
Weint mein Herz der Trennung bittre Zahre
und entflieht in seine schome Welt.» (Op.cit., 1, pg. 144).
15. <c... und wenn die reissende Zeit mir
Zu gewaltig da Haupt ergreift und die Not und das Irrsal
Unter Sterblichen mir mein sterblich Leben erschüttert,
Lass der Stille mich dann in deiner Tiefe gedenken.~(Op. cit., 1, pg. 279).
Holderlin, un proyecto ernancipatorio fracasado 67

de dioses y de libertad como un inter-medio, un tiempo a la espera. Así


incluso en el momento de la desesperación como en el poema Brot und
Wein se pregunta qué hacer hasta el retorno de los dioses:

«Entretanto, a veces me parece que es mejor


dormir que estar así sin compañeros,
que aguardar así entretanto sin nada que hacer ni que decir.
No sé y ¿Para qué poetas en tiempos indigentes?»16

Pero, incluso en este dolorido momento, la pregunta está formulada


desde el desánimo como un «Indessen» (entretanto, mientras tanto),
como la espera-esperanza del retorno. La desafiante apuesta por la vuelta
de la comunión entre dioses y hombres, entre hombres y hombres, de
éstos y el cosmos, es siempre el presupuesto fatal del canto poético y
fraternal de Holderlin.

EL CANTO POLITICO-FRATERNAL COMO EL MAS PROFUNDO


CANTO AMOROSO

Alguien puede pensar que el proyecto emancipatono holderliniano


se opone o es diferente de su proyecto sentimental, amoroso y, sobre todo,
fraternal. Nada más lejos de la realidad, la política de Holderlin es una
política del entusiasmo, de una unión íntima y en el sentimiento que
proyecta a los hombres más allá de sí mismos y de sus miserias hacia
las cumbres celestes donde moran los dioses o, mejor dicho, donde los
hombres son y viven como dioses. Su política, y así cabe interpretar la
frase de Thomas Mann, no es una fría relación objetiva en un estado
pretendidamente racional o el cambio violento de la escueta institu-
cionalización política17. Para Holderlin si hay un proyecto político co-
lectivo, está íntimamente unido a la fraternal unión de hombres entu-
siastas, dionisíacos y felizmente apasionados. Para Holderlin no hay
proyecto político, sin un proyecto fraterno, entusiasta y pasional.
Desde el comienzo de su obra y de su vida de poeta, Holderlin
siempre parte de la interrelación cortada, imposible y escindida entre las
aspiraciones del yo hacia la colectividad y el todo cósmico. Ante tal ideal

16. «... Indessen dünket mir ofters


Besser zu schlafen, wie so ohne Genossen zu sein,
So zu harren, und was zu tun indes und zu sagen,
Weiss ich nicht, und wozu Dichter in dürftiger Zeit.» (Op. cit., 1, pg. 313).
17. Quizás haya algo parecido en el muchas veces denigrado marxismo más «ro-
mántico* (muy cercano a los socialistas utópicos) cuando consideran los proletarios una
especie de ángeles caídos que han olvidado que son la «sal de la tierra» y el poder telúrico
y vivificador que en ellos yace.
68 Goncal Mayos Solsona

las respuestas son varias, incluso, diferentes, pero siempre son respuestas
a una misma y permanente problemática. Así podemos interpretar: el
amor de Melita o Diótima; la sorpresa del reconocimiento del primer
igual, del primer hombre: Adamas; la amistad en una tarea política
emancipatoria de Alabanda; la última entrega desengañada de Empé-
docles; la soledad derrotada en el seno de la buena y bella naturaleza
que restaña sus heridas en Hiperión.
Estas son las respuestas a que intermitentemente se encuentra abo-
cado Holderlin, en un trágico pero esforzadamente entusiasta Bil-
dungsroman. Hiperión responde perfectamente a la idea de Bildungs-
roman, típica del primer romanticismo: un romanticismo, todavía
directamente confrontado con el proyecto ilustrado, que por una parte
quiere trascender pero que, por otra parte, se ve aún obligado a modular.
Holderlin y gran parte de los primeros románticos (inmediatamente
influenciados por la exaltación revolucionaria en Francia) ponen a un
nivel paralelo el ideal de comunidad y de servicio ético a la humanidad,
así como la satisfacción de los impulsos más íntimos, espontáneos y
sublimes del hombre. Esos mismos impulsos, conducen a Holderlin a
ponerse al servicio de la causa suprema y más noble, que no es otra que
la libertad. Pero ésta ya no puede ser alcanzada con un ideal meramente
abstracto como se proponían los ilustrados,sino que tiene que ir paralela
a la movilización total del ser humano real y a la creación de unos lazos
espirituales de solidaridad entusiasta y fraternal de los hombres.
Para Holderlin, en concreto, la búsqueda de la Vereinigung, que
siempre concentró sus anhelos, tiene en todo momento una componente
amorosa, una componente fraterna y una componente claramente po-
lítica. La búsqueda de la Vereinigung equivale para él a la aspiración
hacia la plenitud absoluta. Hacia este ideal trifonte se proyecta siempre
Holderlin con la radicalidad que caracteriza su personalidad. También
aquí se cumple su lema que «lo que para mí no es el todo, y eterno todo,
es nada para mí».
La poética holderliniana parte de esta aspiración hiperbólica, irreduc-
tible, radical e inconciliable con medias tintas por muy real-objetivas que
sean. Igual como la meditación cartesiana se inicia con una duda hi-
perbólica que se niega a detenerse ante cualquier pensamiento que no
anule absolutamente toda posibilidad de dudar, Holderlin parte también
de una aspiración hiperbólica típica en el romanticismo y que podríamos
calificar de fáustica. Parte siempre de un anhelo por la superación de la
escisión que impide a los hombres ser y sentirse divinos. Este anhelo es
tan irreductible como predestinado al fracaso e intuido como imposible.
Frente al malestar o el desasosiego por la escisión que percibe en
su época, en su Germania, se propone la reinstauración de la época griega,
la patria griega de todos los hombres entusiásticamente divinos. Holder-
lin vive esta patria efectivamente por breves momentos en su poesía,
Holderlin, un proyecto emncipatorio fracasado 69

llevado por el entusiasmo salvador, pero el desasosiego retorna siempre


como la otra cara del ser del hombre. El paroxismo de la recaída forma
parte inevitable del destino humano,condenado a alcanzar la plenitud
deseada sólo intermitentemente -con el peligro añadido y siempre
amenazante de la locura.
Holderlin parte trágicamente de la intuición de tal situación, por esto
sus poemas son desde su misma juventud elegías. Una elegía como aquel
poema de juventud dedicado An die Natur donde llora la pérdida de los
días -tan próximos, por otra parte- de la infancia, cuando no sabía aún
del destino del hombre, cuando jugaba entre los pliegues del velo de la
naturaleza que le escondía a la vez la aspiración a lo supremo y la con-
ciencia de la trágica debilidad del destino humano.
El espíritu humano parece incapaz de superar la escisión que lo
marca. El hombre es en el universo el único ser caído, Hymne an die
Freiheit:
«Uno, uno solo ha caído,
ha sido marcado con la ignominia del infierno.
Bastante fuerte para elegir el más bello camino,
el hombre va arrastrándose bajo el pesado yugo.
iAh! Él fue el más divino de los seres.»18

Pero el poeta no puede rendir su canto, una y otra vez pronuncia su


arenga, su exordio emancipatorio:
«Entonces ¡hermanos! ¿tardará aún la hora?
¡Hermanos! ¡Por los mil desesperados,
Por los descendientes nacidos de la ignominia,
Por las soberanas esperanzas,
Por los bienes que colman el alma,
Por el ancestral poder divino,
¡Hermanos, Ay! Por nuestro amor,
Reyes de la finitud, idespertad!»lg

18. «Einer, Einer nur ist abgefallen,


1st gezeichnet mit der Holle Schmach;
Stark genug, die schonste Bahn wallen,
Kriecht der Mensch am tragen Joche nach.
Ach! er war das gottlichste der Wessen,~(Op. cit., 1, pg. 143-3).
19. «Nun, o Brüder! wird die Stunde saumen?
Brüder! um der tausend Jarnmemden,
Um der Enkel, die der Schande keimen,
Um der koniglichen Hoffnungen,
Um der Güter, so die Seele füllen,
Um der angestammten Gottermacht,
Brüder ach! um unsrer Liebe willen,
Konige der Endlichkeit, erwacht!» (id., 1, pg. 144).
70 Goncal Mayos Solsona

Eso son para Holderlin los hombres -«Konige der Endlichkeit»


(reyes de la f i n i t u d t pero su promesa, su aspiración hiperbólica, no se
detiene nunca ante los límites impuestos. El hombre puede ser también
un dios, cuando en él vive un dios, cuando decide vivir como un dios,
cuando el entusiasmo lo conduce a una unión fraternal y amorosa con
el cosmos, pero también y sobre todo, con los otros hombres.
Es una apuesta -mejor dicho, un ret* de imposible realización
pero, en cierta medida, de obligado planteamiento. Evidentemente aquel
que enuncia y hace suyos los principios: «lo que para mí no es el todo,
y eterno todo, es nada para mí» y «amad a los dioses [la plenitud, lo
infinito, el absoluto] y pensad fraternalmente en los hombres [la finitud,
lo caído]», está condenado al fracaso más cierto y consciente. Pero de
alguna manera la afirmación de estos principios absolutos y radicales va
más allá del inevitable fracaso. Devienen la condición de posibilidad de
un punto de partida que se mueve entre lo que Hegel llamó alma bella
o la voluntad de poder nietzscheana.
Se trata de un inevitable presupuesto trascendental que marca todo
posible proyecto emancipatorio. En definitiva, su validez no depende del
éxito o del fracaso. La relación de estos principios o aspiraciones no es
instrumental con vistas a la obtención de una recompensa, sino que es
algo previo a la posibilidad de pensar una recompensa o un fin. El
entusiasmo es para Holderlin la condición de posibilidad de toda con-
cepción de un proyecto emancipatorio, así como para Kant el imperativo
categórico es la condición de posibilidad de una moral. El éxito o fracaso
previsible, son en ambos casos algo añadido, una consideración de orden
derivado y posterior, otra cosa.

Interesa remarcar el trasfondo social i emancipatorio que subyace


siempre en la obra de Holderlin. Sus héroes arquetípicos -Empédocles
e Hiperión-, aunque conscientes de la distancia que los aleja de los
hombres comunes, actúan en todo momento en referencia y solidaridad
con esos mismos hombres de los que se saben -dolorosamente- di-
ferentes. Holderlin es un contraejemplo claro de una visión tradicional
del romanticismo: la distancia insalvable entre el héroe romántico y el
pueblo llano. Esta escisión es el punto de partida de la situación trágica
y, por ello, no conlleva - c o m o se suele creer- la insolidaridad entre
héroe y el resto de los hombres. En Holderlin el héroe lo es para el pueblo,
para la humanidad. Su tarea se vuelca trágicamente en favor de la
humanidad en una solidaria voluntad emancipatoria; esa es su meta.
El héroe holderliniano está lleno de dolor por la distancia que lo
separa del resto de la humanidad, tanto como por la distancia que lo
Holderlin, un proyecto emancipatorio fracasado 71

separa - e n momentos de desánimo, en especial- del fondo vivificador


de la naturaleza - e l mundo divino por antonomasia. Le embarga el dolor
porque constata la imposibilidad de unir estos dos polos enfrentados.
Su prototipo de héroe se caracteriza por negarse a vivir en esta
dualidad. Su lucha consiste en intentar superar esta oposición: la con-
tradicción entre mundo humano y- divino, la escisión entre hombres
mortales y la divina naturaleza. Ahora bien, siempre se niega a sí mismo
un camino - e 1 más fácil-. Se niega a escoger un polo en detrimento
del otro. Esta respuesta sería tanto como aceptar implícitamente la es-
cisión, ya que él -a diferencia del común de los hombres- tiene
conocimiento en su espíritu del mundo divino y no puede contentarse
con vivir conformadamente la miseria humana.
El héroe nace en esta escisión - q u e en la infancia se presenta como
adormecida- y su primera sensación de dolor coincide con la conciencia
de la escisión. Toda su vida será desde entonces un luchar por superar
la dolorosa oposición. Algunas veces, encontrará consuelo en el maestro.
El le enseñará que no está solo en sus anhelos y le ayudará a darles forma
definitiva y superior. Como ejemplo, en el Hiperión tenemos el personaje
de Adarnas.
Otras veces o más adelante en su formación (su Bildung), encontrará
a sus iguales, seres semejantes a sí, llenos de los mismos anhelos y del
mismo espíritu. Con ellos alcanzará las cumbres más altas del entusiasmo
y de su fuerza, e intentará la emancipación humana. Tanto Alabanda (la
amistad) como Diótima (el amor) juegan ese papel.
La mayor parte de las veces, se encontrará solo y herido. En dichos
momentos solamente la armonía con la tranquila y acogedora naturaleza
aliviará sus heridas. Así periódica e indefectiblemente, el héroe hol-
derliniano (tanto Hiperión repetidas veces, como Empédocles con más
radicalidad) se verán abocados al retorno a la naturaleza, a buscar asilo
y refugio en ella. Pero si el héroe está herido, si ha fracasado y se aísla
de todos los hombres, es porque ha intentado con todas sus fuerzas elevar
hacia sí la humanidad.
Ha pretendido, solidario con la humanidad, romper la escisión: en
el mundo humano el espíritu divino está ausente, mientras que la na-
turaleza divina y el mundo de los dioses son sólo silencio,soledad e
insensibilidad frente al sufrimiento humano. El fracaso lo condena al
aislamiento, es cierto, pero el héroe holderliniano jamás lo ha buscado
sino para restañar sus heridas producidas en el intento. Su soledad y su
desprecio de los hombres -siempre algunos hombres concretos,como
Hermócrates- viene sólo por haber sufrido previamente su desprecio
y su agresión. Por otra parte, el perdón está siempre pronto. También es
cierto que hay un momento en que el héroe no puede volver al seno social,
entonces busca la soledad y reconciliación suprema con la divina natu-
raleza.
72 Gongal Mayos Solsona

El retorno solitario al seno acogedor de la naturaleza -momento


muy radical en Empédocles, pero también presente en Hiperión-
aparece como un descanso, un intermedio en la lucha o un último sa-
crificio en favor de la humanidad. Incluso cuando la muerte es el último
acto -sublime y absoluto- que le cabe a un ser divino, continúa siendo
un mensaje de amor para con los hombres.
Es, además, un hecho de alguien que es como ellos, que se ha sentido
como ellos -incluso en su miseria e indigencia- y que en él ha creído
encontrar el camino -ejemplar, quiérase o n o - para que sea la última
ofrenda para con un ideal superior de humanidad. De esta manera
Holderlin quiere convertir su fracaso en el último sacrificio y en una
última entrega a la humanidad. Cabe pensar que, en tanto que los hombres
-los agrigentinos, por ejemplo- lo retienen en su memoria y les eleva,
es un desesperado y trágico triunfo.
Con su sacrificio, el héroe consigue el retorno al seno natural y
divino, pero no simplemente porque siempre lo haya buscado. Ha
comprendido que es la única manera de unir permanentemente lo humano
y lo divino pero, sobre todo, ha comprendido que es la indicación
simbólica de un camino que tal vez la humanidad podrá transitar. La
entrega de sí, la confianza en la naturaleza, la no renuncia ante la miseria
humana, etc., todo lleva el mensaje de su sacrificio en favor de lo que
de divino hay en los hombres. Es, por otra parte, como absolutamente
abnegado, la última prueba que le era dado aportar.
Invirtiendo la frase de Thomas Mann que ya hemos comentado, se
puede decir también que le hubieran ido mejor las cosas a Holderlin si
hubiera podido leer a Marx. Hemos recalcado que el proyecto emanci-
patorio holderliniano se plantea con una tal elevación y radicalidad que
se convierte en imposible. Su héroe, por tanto, está condenado al fracaso.
Evidentemente, bajo una perspectiva meramente instrumental, la postura
de Holderlin se muestra abocada al absurdo. Al respecto, Holderlin le
puede enseñar muy pocas cosas a un filósofo de la «realidad» humana
del calibre de Marx y, en este punto, le pasa lo mismo con Hegel. Por
otra parte, cabría preguntarse si está más cerca de la hybris ontológica
de la autenticidad instauradora de un Heidegger (quien en esa dirección
ha dirigido sus comentarios), creemos que está clara una notable di-
vergencia respecto a dicha lectura, aunque no está tematizada en el
presente artículo y se ha de remitir a un traba~oposterior.
Holderlin, su proyecto y su tipo anhelado de héroes parecen reducirse
a un absurdo, parecen responder a la acusación de «alma bella». Cier-
tamente poco puede enseñarles a Hegel, Marx o quizás sobre todo a sus
acomodaticios discípulos. Tan sólo resalta la necesidad de un entusiasmo
sincero que no transija estratégicamente, de un apasionamiento no
acontentadizo ante el «espíritu a caballo». Incluso, avisa sin descorazonar
frente a una derrota previsible para aquel que no se quiere plegar a la
Holderlin, un proyecto emancipatorio fracasado 73

maquinaria de la historia y la política. Frente a la inevitabilidad e inexo-


rable funcionamiento de dicha maquinaria, el héroe holderliniano sólo
puede oponer su entusiasmo, su lúcida pero decidida voluntad de di-
vinidadZ0,su entusiasta a la vez que trágica y débil figura.

20. Es evidente la relación con la voluntad de poder nietzscheana, pero éste es un


tema que también supera nuestro escrito.

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