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La crítica textual en Colombia.

Estado actual de la edición crítica de obras literarias


colombianas1

Todo el problema de la edición crítica


reside en cómo recuperar el texto
originario de una obra –es decir, el más
próximo a la pluma y a la voluntad de su
autor–, transmitida a través de una serie de
testimonios diversos y diferentes a lo largo
del tiempo. Tarea que lógicamente parece
hacerse más compleja cuanto más alejada
esté en el tiempo la obra que queremos
recuperar.

Miguel Ángel Pérez Priego

Edwin Carvajal Córdoba2


David Mejía Solanilla3

Introducción

En este capítulo se propone una lectura crítica de la historia de la edición crítica de


textos literarios colombianos desde mediados del siglo XX hasta las primeras dos décadas
del XXI, a la luz de dos concepciones fundamentales en los estudios literarios
contemporáneos: la crítica textual y la crítica literaria. Concepciones que están presentes en
todo proceso de edición crítica de textos literarios, bien sea por disposición directa y
explícita del editor o las editoriales, o bien porque se constituyen en elementos constitutivos

1
Este capítulo es resultado parcial de la investigación «Estudio previo y edición crítica de la narrativa breve
de Tomás Carrasquilla», financiado por el Comité para el Desarrollo de la Investigación –CODI– de la
Universidad de Antioquia, y contó con el apoyo del programa de Estrategia para la Sostenibilidad del Grupo
de Investigación GEL 2014-2015, otorgado por la Vicerrectoría de Investigación de la misma Universidad.
2
Profesor titular de la Universidad de Antioquia. Doctor en Teoría de la Literatura y del Arte y Literatura
Comparada de la Universidad de Granada. Áreas académicas: Ediciones críticas y Literatura
hispanoamericana. Miembro del Centro Internacional de Estudios Europeos y de Las Américas (CEYLA), y
del Grupo Estudios Literarios (GEL), Departamento de Lingüística y Literatura, Facultad de Comunicaciones,
Universidad de Antioquia (UdeA), calle 70 No. 52-21, Medellín, Colombia. e-mail:
edwin.carvajal@udea.edu.co
3
Filólogo Hispanista de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia; acreedor en cinco
oportunidades de la Matrícula de Honor por parte del Comité de Asuntos Estudiantiles del Consejo
Académico; joven investigador UdeA del Grupo de Estudios Literarios (GEL) en la línea de investigación
―Ediciones críticas de las obras de la literatura colombiana‖. e-mail: davidmes@hotmail.com.
del proceso editorial con énfasis filológico. De igual forma, se exponen diversos textos
literarios colombianos en edición crítica, como producto de proyectos editoriales de corto
aliento en el campo literario y cultural del país, los cuales han planteado retos importantes
en la concepción lectora de nuestra tradición literaria, y en la configuración misma de
nuevos cánones literarios. Finalmente, se presenta un balance crítico de lo que significa el
incipiente desarrollo de la crítica textual en Colombia, y con ello su escaso protagonismo
en la concepción y elaboración de ediciones críticas, o con criterio filológico, de obras
literarias colombianas de todos los tiempos.

Crítica textual y edición crítica

El interés de establecer la autenticidad de las obras que constituyen el legado


cultural de un pueblo se hace más apremiante cuando este cobra conciencia de su
importancia y se impone como tarea principal la conservación de dicho legado de los
desgastes materiales que inevitablemente produce el paso del tiempo. Le preocupa
entonces, como bien expresa Miguel Ángel Pérez Priego ―salvar aquellas obras, no sólo del
olvido, sino también de los cambios, las alteraciones o las mutilaciones que han sufrido a lo
largo del tiempo por obra de múltiples factores, desde la adversidad del propio hombre
(guerras, incendios, saqueos) a la incuria muchas veces de los propios artífices de la
transmisión (copistas, encuadernadores, impresores, etc.)‖ (Pérez Priego, 2011: 19). En la
historia de la humanidad, tal necesidad fue ya sentida en la época helenística, en el siglo III
a.C., cuando, según Pérez Priego, los gramáticos alejandrinos trataron de recuperar los
textos de la antigua poesía griega —en particular la poesía homérica— y redactarlos en
forma definitiva (Pérez, 2011: 20). A partir de este momento, la práctica de editar los textos
del pasado se mantuvo vigente durante toda la antigüedad, y se convierte en nuestros días y
en nuestro contexto en una necesidad de primer grado que pretende fijar las obras de la
tradición literaria colombiana que ameriten una nueva edición; esto es, un nuevo estudio
por parte de la historia y la crítica literarias.

Por lo que respecta a los tiempos modernos, la edición de textos críticos fue una
creación del humanismo de los siglos XV y XVI que, movido por su devota admiración por
la antigüedad grecolatina, se esforzó por recuperar aquel legado cultural en su máxima
pureza y por restaurarlo en sus textos originales, prescindiendo de las copias descuidadas,
reelaboraciones y adaptaciones que la Edad Media había puesto en circulación. De este
importante periodo en la historia de la crítica textual expresa Miguel Ángel Pérez que

A partir del humanismo entonces, se fue definiendo un método cada vez más
riguroso de reconstrucción de textos que, basado sustancialmente en la técnica de
clasificación y ordenación de manuscritos, se ha ido aplicando no ya sólo [sic] a los
textos grecolatinos, sino a otros campos muy diversos del pasado cultural. Así, en
el siglo XVI las corrientes de renovación y reforma religiosa se sirvieron de él para
fijar con criterios de autoridad el texto de la Biblia; los siglos XVII y XVIII lo
utilizaron fundamentalmente para la edición de documentos históricos; el siglo XIX,
atraído por el mundo medieval, comenzó a aplicarlo con rigurosidad científica a los
textos literarios de la Edad Media. Desde el siglo XX hasta nuestros días, a medida
que la filología ha cobrado mayor grado de desarrollo, de manera especial con el
surgimiento de la escuela italiana de la Nueva Filología, la restauración de los
textos en busca de su autenticidad se ha sentido cada vez más necesaria, incluso
para las obras contemporáneas o del pasado más inmediato (2010: 15)4.

Este brevísimo panorama de la historia de la crítica textual y la restauración de


textos evidencia que las obras literarias de cualquier época, sean clásicas, medievales,
modernas o contemporáneas, han sufrido circunstancias desiguales de orden temporal y
espacial que impiden que lleguen a nuestro presente tal como fueron escritas en el momento
de su concepción por parte de sus creadores5. Tal situación se hace más compleja cuando se
trata de obras de la época clásica o medieval, pues la mayoría de las veces no se tienen las
garantías de autenticidad de las mismas debido a la distancia temporal que las separa del
momento histórico presente. Para el caso de obras contemporáneas la dificultad no está
expresa en el criterio anterior, dada su cercanía con nuestro tiempo, sino más bien en las
intervenciones ajenas a la voluntad del autor en cualquier momento de la historia del texto.
En una u otra situación, se requiere de un estudio que examine los testimonios existentes de
y sobre la obra, ya sean del pasado, de la transmisión del texto, o de la recepción; con el fin

4
Para una detallada y completa historia de la crítica textual desde la antigüedad grecolatina hasta nuestros
días se recomienda el excelente libro Estudios de crítica textual (1979-1986) (2004), del filólogo Gaspar
Morocho Gayo.
5
Esta división de las obras no solo obedece al criterio de periodización cronológico, sino también a las
distintas tendencias culturales que se evidencian en cada época, y a las diferencias desde el punto de vista de
los mecanismos, las técnicas y las situaciones prácticas que presiden la transmisión de los textos.
de hallar aquella versión originaria creada por el autor, o más próxima a las intenciones de
este.
Dicho estudio filológico adquirió autonomía disciplinar cuando diversos
investigadores europeos del siglo XIX, a la cabeza del alemán Karl Lachmann, sentaron las
bases teóricas y metodológicas para que la crítica textual, disciplina enmarcada en la
tradición de los estudios filológicos, fuera la encargada de la reconstrucción y
autentificación de los textos con criterio filológico6. De esta forma, se da importancia
capital a la naturaleza filológica de la crítica textual, entendida esta no en su significado
antiguo de conservación, restauración y edición de textos, sino en su significado actual de
teoría de la edición crítica de un texto.

En esta dirección, si bien gran parte de las obras de la tradición literaria colombiana
no ha sido editada con criterio filológico; la edición crítica contemporánea parte y ha
partido del principio filológico fundamental en la edición de textos medievales y
renacentistas, a saber: la recuperación del texto autentico tal como fue elaborado por el
autor en un momento histórico particular. No obstante, las dinámicas de transmisión textual
colombianas ponen de relieve algunas diferencias profundas en relación con la transmisión
textual europea. Un ejemplo de esto es la consideración de la tradición textual enteramente
impresa (y los actuales procesos hermenéuticos que impone la difusión del libro) en un
desplazamiento de la tradición textual manuscrita. Sin embargo, la manera de acercarse al
estudio de ambas tradiciones obedece a los principios teóricos de rigor científico propios de
la crítica textual7.

German Orduna, al interior de la escuela argentina de crítica textual, en su libro


Ecdótica (2005) nos muestra justamente que la crítica textual ha tenido el objetivo firme de
elaborar ediciones críticas, así, desde Karl Lachmann, Gaston Paris, Joseph Bédier hasta
6
Este sería el objetivo principal del editor de textos críticos, es decir, tal como lo expresa Gaspar Morocho:
―fijar un texto, generalmente literario, tal y como salió de las manos de su autor, depurándolo de las
imperfecciones y errores, así como de los aciertos que en dicho texto acumularon la intervención de los
hombres y el paso del tiempo‖ (2004: 27), en otras palabras, preservar el texto del olvido, los cambios, las
alteraciones o las mutilaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo por factores físicos, biológicos o humanos.
7
Es necesario precisar que la recuperación de un texto no es algo exclusivo de la tradición manuscrita, porque
muchos de los factores que en otrora provocaron la desviación, degradación o modificación del texto, son
válidos hoy en la difusión de los textos contemporáneos; y mientras no se disponga de un texto fidedigno,
todas las demás operaciones críticas y de interpretación corren el riesgo de resultar arbitrarias o imprecisas.
Dom Quentin aquello que ha variado corresponde a la metodología empleada por cada uno
de estos filólogos. Esto se debe en gran medida a las particularidades de las historias
textuales como objeto de estudio (2005: 165). No obstante, el rigor científico se ha buscado
en los trabajos filológicos desde el nacimiento del método, el cual nace en medio de las
disquisiciones entre la escuela lachmanniana y la bedierista. Esto, dadas las particularidades
que presenta cada texto, así como los materiales textuales y para-textuales que se
desprenden del mismo8. De esta índole, los principios metodológicos con los cuales se han
abordado las empresas de ediciones críticas contemporáneas han sido tres, a saber:
Recensio, examinatio y emendatio o constitutio textus. Estos son los tres procedimientos de
la crítica textual que le facilitan al editor crítico la labor de la concepción de ediciones
filológicas, procedimientos que por su complejidad y pertinencia filológica serán objeto de
estudio en otro momento de la investigación.

Crítica textual y crítica literaria

En esta perspectiva, el objetivo fundamental de la edición crítica es depurar el texto


de los errores que impiden la adecuada interpretación literal de las ideas originales o más
cercanas del autor, es decir, fijar un texto que respete la última voluntad de su autor. Sin
embargo, otros objetivos corren paralelos en las esferas de esta disciplina filológica, tal es
el caso de presentar un canon de obras de determinada tradición para sostener una reflexión
crítica sobre ella, y sobre sus valores, aportes o fisuras al campo de las letras. Una edición
comercial, de mayor circulación en nuestros días, raras veces presenta una discusión crítica
y seria sobre la cuestión estética de una tradición literaria. En este sentido, la edición crítica
también sirve para generar crítica literaria en torno a una obra, un autor o una tradición.
Basta recordar, por ejemplo, que La Marquesa de Yolombó de Tomás Carrasquilla, editada
en edición príncipe por la Librería de Antonio J. Cano en 1928, no empezó a ser estudiada

8
Se debe recordar que uno de los principales obstáculos para la realización de ediciones críticas de textos de
la tradición textual medieval era la ausencia de documentación pretextual y material paratextual, lo que
originaba restauraciones un poco inseguras e hipotéticas. Esta situación no se cumple con los textos
contemporáneos, debido a la presencia de dichos materiales y de otros relacionados con la recepción y el
contexto del texto, lo que conlleva a restauraciones más sólidas y fidedignas si se llevan a cabo sobre la base
de principios ecdóticos.
seriamente por la crítica literaria hispanoamericana sino hasta la admirable edición de Kurt
Levy publicada en 1974 en Bogotá por el Instituto Caro y Cuervo, que aunque todavía no
puede llamarse crítica en sentido estricto, resultó muy estimulante para congregar a
especialistas del país y del extranjero entorno al estudio de la obra completa de este
importante escritor colombiano. Y lo que es todavía más importante, para que Carrasquilla
adquiera el verdadero renombre en las letras nacionales, que como todos sabemos, estuvo
muchas décadas condenado al olvido o a la indiferencia por parte de la crítica de nuestro
país.

En la actualidad, los proyectos de edición crítica de las obras narrativas de Pedro


Gómez Valderrama, César Uribe Piedrahita, Manuel Mejía Vallejo, Laura Montoya Upegui
y Tomás Carrasquilla, liderados por investigadores de la Universidad de Antioquia, ofrecen
una excelente oportunidad para reflexionar sobre las grietas que en muchas ocasiones
distancian a la crítica textual de la crítica literaria, distancias que, por supuesto, tienen que
empezar a acortarse para que ambas disciplinas intelectuales puedan dialogar en torno al
legado cultural y literario del país, y con ello, poder sentar las bases para una crítica
literaria fundamentada en ediciones fidedignas, hechas atendiendo a la intención verdadera
de sus creadores. Esto, dado que toda crítica ejemplarizante debe partir de una obra
autorizada, es decir, de una obra fijada cuidadosamente por un editor, en nuestro caso editor
crítico, de tal forma que sus alcances y pertinencia se sustenten en la obra en sí, y no en
conjeturas o aproximaciones de una obra que puede no ser la que en últimas tiene que ser.

Llegados a este punto surge la pregunta por el papel que cumple la crítica literaria
en la historia de la trasmisión del texto y en la fijación textual del mismo. Pues bien,
analizar e interpretar la obra literaria es el objetivo fundamental de la crítica literaria. Esta
finalidad, como es bien sabido, puede concretarse desde muy diversos enfoques y con muy
diferentes procedimientos metodológicos, cada uno de los cuales aportará sin duda su parte
de verdad y legitimidad particular. Pero,

un estudio literario que quiera partir desde el principio, que pretenda arrancar desde
el primigenio sentido literal del texto, y que no eche demasiado en olvido que la
obra, como bien afirmaba Robert Guiette, ha sido creada para ser leída más que
para ser analizada, debe asumir antes que nada una función orientadora y
enriquecedora de la comprensión misma. Debe contribuir entonces a que la
comunicación sea lo más completa, rica y precisa posible, antes de remontarse a
ningún tipo de abstracciones teóricas y especulativas (Pérez, 2010: 10).

En esta lógica filológica, la principal tarea que, por tanto, ha de acometer el crítico y
el historiador de la literatura es la de desentrañar los problemas que plantea la obra ya en su
puro nivel de lectura, esto es, las dificultades textuales, lingüísticas, referencias eruditas y
de contenido, entre otros, que pueden obstaculizar su recta comprensión. Entonces,
siguiendo los planteamientos de Pérez, el crítico debe asumir ―por encima de todo el papel
de intérprete, de hermeneuta, de mensajero y mediador entre la obra y el lector‖ (2010: 11).
De ese modo, en el estudio del texto literario, antes que la exégesis, esclarecedora de
múltiples sentidos, es necesaria la hermenéutica en su sentido más primigenio. Por tanto,
para que sea posible una interpretación segura hay que partir primero del texto, de su
fiabilidad y originalidad.

En este contexto, consideramos entonces que la crítica textual y la crítica literaria


han de ir juntas en sus aproximaciones por el objeto literario; es decir, que la crítica textual,
entendida como estudio filológico de los textos para la realización de la edición crítica de
los mismos, debe ir de la mano de la historia literaria y de la crítica literaria para alcanzar
un preciso, auténtico y pertinente estudio de la obra literaria. Por ello, coincidimos con
muchos filólogos, especialmente franceses e italianos, quienes conciben la crítica filológica
o erudita como una tarea previa a la interpretación o crítica propiamente dicha, y trazan
lazos de comunicación entre el establecimiento del texto y la comprensión del mismo, con
lo cual se amplían a los estudiosos literarios los mejores métodos interpretativos, aquellos
que ponen el acento en el proceso por el que el texto se creó y se difundió. Extraña
entonces que esta visión dinámica de la obra literaria no esté muy difundida en los estudios
universitarios de nuestro país. Resulta llamativo que la filología en sentido estricto, es
decir, la crítica del texto o crítica textual, esté ausente en casi todos los planes de estudio de
la carrera de Filología o afín en Colombia, y suele reservarse para los cursos de posgrado,
cuando debería ser el umbral de los estudios literarios.
El conocimiento de las metodologías de edición crítica y estudio de los textos
proporciona a nuestros alumnos unos instrumentos críticos importantes para su formación
filológica, dentro de una concepción teórica al tiempo que práctica de esta disciplina
literaria, pues ninguna otra materia contribuye a formar el espíritu crítico como esta.
Desafortunadamente, en muchos de nuestros centros de formación todavía no es habitual
entre algunos estudiosos de la literatura hacer del texto el centro de interés, y el énfasis se
pone en los límites que rodea al texto, más que en el propio texto. Causa extrañeza observar
que en muchos casos suscitan más interés las introducciones a una edición que el texto
mismo. Esta actitud o práctica se funda en muchos casos en el sobreentendido de que un
signo de puntuación de más o de menos, el cambio de una palabra por otra, el uso de
mayúscula o minúscula o poner z o s, son minucias sin importancia sobre el contenido
textual, la valoración de la intención del autor u otros aspectos sin trascendencia alguna
para la lectura e interpretación de la obra.

Antecedentes y estado actual de la edición crítica de obras literarias

El origen de las ediciones críticas en Colombia, de textos literarios de nuestra


tradición literaria, se halla en uno de los centros académicos de mayor prestigio del país
dedicado al estudio de la lengua, la literatura y cultura colombiana, el Instituto Caro y
Cuervo, que si bien fue creado mediante la Ley 5. a del 25 de agosto de 1942, solo hasta el
Decreto 1442 de 1970 –por el cual se aprueban sus Estatutos– comienza con fuerza el
cultivo de ―la investigación científica en los campos de la lingüística, la filología, la
literatura, las humanidades y la historia de la cultura colombiana […]‖ (Decreto 1442,
1970).

Gracias a este Decreto comienza a consolidarse un trabajo filológico de gran


envergadura en el campo de la edición crítica de textos literarios. Es en esta década de
los años setenta del siglo XX cuando surgen las primeras publicaciones de textos
literarios con sentido filológico. Obras como Poesía inédita y olvidada de Rafal Pombo,
El moro y Blas Gil de José Manuel Marroquín, El desierto prodigioso y prodigio del
desierto de Pedro Solís de Valenzuela y Frutos de mi tierra y La Marquesa de Yolombó de
Tomás Carrasquilla, entre otros títulos, fueron pioneras en el país en exponer un aparato
crítico importante en aras de publicar la versión más cercana o fiel a las intenciones del
escritor.

Figura No. 1. Portada de la edición crítica de El Moro de Figura No. 2. Portada de la edición crítica de La Marquesa
José Manuel Marroquín. de Yolombó del escritor Tomás Carrasquilla.

Si bien para esa época no se contaba con los avances metodológicos con los que
cuenta hoy la crítica textual para la construcción de ediciones críticas, los editores de estas
obras (Fernando Antonio Martínez, Seymour Menton, Rubén Páez Patiño y Kurt Levy)
pusieron en escena un trabajo crítico bastante riguroso con los recursos teóricos y
materiales textuales existentes, con el objetivo de editar la mejor y más completa edición de
estas obras literarias de nuestra tradición. Se debe aclarar que este impulso filológico de
aquella época difícilmente se sostiene hoy, pues en el Instituto Caro y Cuervo ya la
prioridad no son las ediciones críticas de textos literarios de nuestra tradición.

Otro hito importante en la edición crítica de textos literarios colombianos lo


constituyó la ―Colección Archivos‖ de la Unesco, hoy ―Colección Archivos, Nueva Serie‖,
con sede en la Universidad de Poitiers en Francia. El 12 de diciembre de 1979 la UNESCO
aprueba el Estatuto Consultivo C que da vida al Programa Archivos, cuyo objetivo es la
conservación, difusión y edición crítica de manuscritos y obras de América Latina y el
Caribe. En lo que respecta a Colombia, hasta la fecha solo se han publicado tres obras de
dicha tradición: Obra completa (1990) de José Asunción Silva, realizada por Héctor H.
Orjuela, Obra poética completa (2003) de Aurelio Arturo, realizada por Rafael Humberto
Moreno Durán, y Obra narrativa completa (2015) de Álvaro Cepeda Samudio, editada por
Fabio R. Amaya.

Figura No. 3. Portada de la edición crítica de Obra Figura No. 4. Portada de la edición crítica de Obra narrativa
poética Completa del poeta colombiano Aurelio Arturo. completa del escritor colombianos Álvaro Cepeda Samudio.

Un grupo de investigadores del campo literario nacional de la Universidad de


Antioquia aspira a que el próximo año se publique la edición crítica de la obra completa
narrativa de Pedro Gómez Valderrama, así como otros proyectos editoriales relacionados
con las ediciones críticas de obras de escritores como Manuel Mejía Vallejo, Laura
Montoya Upegui y Tomás Carrasquilla. Pese a lo anterior, es decir, al esfuerzo de dicha
Colección por la publicación y difusión de obras literarias latinoamericanas, se puede
observar que el énfasis no ha estado puesto en textos de literatura colombiana en particular,
pues en 38 años de existencia solo se han publicado tres títulos colombianos.

En adelante, no podríamos hablar de hitos o momentos claves en la consolidación


de la edición de textos con criterio filológico en el país, sino más bien de iniciativas
esporádicas y solitarias, pero importantes de acuerdo a las investigaciones que adelantan
varios profesores en centros académicos del país o del extranjero; lo anterior, dado que no
existe hoy en Colombia un proyecto editorial que le apueste con decisión a la publicación
de ediciones críticas.

El caso más representativo de esta situación tiene que ver con la publicación en
edición crítica de la novela María de Jorge Isaacs. Se ha encontrado que la edición del
centenario de 1967, realizada por la Biblioteca de la Universidad del Valle, tuvo un fuerte
acento crítico, con los recursos filológicos de la época, y con los cuales Mario Salazar, su
editor, pudo publicar, quizás, la primera obra colombiana con criterio filológico. Otras
ediciones críticas de esta importante novela colombiana son las realizadas por Donald
McGrady con Cátedra en 1986, María Teresa Cristina con las universidades Externado y
del Valle en 2005 (además de que fue un proyecto editorial que publicó la obra completa
del escritor vallecaucano), y Flor María Rodríguez-Arena con Stockcero en 2008. Se debe
añadir, asimismo, que esta última investigadora publica en 2011 la edición crítica de
Manuela. Novela bogotana con la misma casa editorial en Estados Unidos. Si bien estas
dos últimas ediciones no privilegian el componente filológico, sí expresan una voluntad
férrea por fijar el texto más fidedigno a las intenciones estéticas de Jorge Isaacs y Eugenio
Díaz Castro. De igual forma, se debe destacar la labor crítica y editorial que desde hace más
de diez años realiza esta investigadora colombiana, pues en su trayectoria académica no
solo cuenta con estas dos ediciones críticas, sino con otras de mucha importancia para el
estudio de la literatura latinoamericana. Tal es el caso de las ediciones críticas de obras
literarias como Doña Bárbara de Rómulo Gallegos en 2009, Jovel: Serenata a la gente
menuda de Heberto Morales en 2009, El tungsteno y Paco Yunque de César Vallejo en
2007, El éxodo de Yangana de Ángel Felicísimo Rojas en 2007, Novelas y cuadros de la
vida suramericana de Soledad Acosta de Samper en 2006, y La emancipada de Miguel
Riofrío en 2005. Como se puede observar, es un trabajo académico importante, en solitario,
de trascendencia en el campo literario latinoamericano, y con los criterios filológicos
necesarios para el establecimiento de textos fiables y completos.

Figura No. 5. Portada de la edición crítica de la novela Figura No. 6. Portada de la edición crítica de la novela
María (2005). María (2008).

En este recorrido en solitario también se cuenta con las únicas dos ediciones críticas
que ha publicado la Editorial Universidad de Antioquia en su Colección Edición Crítica, en
un periodo de 23 años: Marea de ratas (1994) de Arturo Echeverri Mejía, y Estaba la
pájara pinta sentada en el verde limón (2003) de Albalucía Ángel. Sus editores críticos,
Augusto Escobar Mesa y Martha Luz Gómez, exponen con gran acierto un aparato crítico
que hace de estas dos publicaciones ediciones críticas en todo el sentido de la palabra. Hoy
en día nuestra editorial no se plantea publicar nuevas ediciones críticas, pese a que en el
Departamento de Lingüística y Literatura se cuenta con más de diez ediciones críticas
como producto de las investigaciones de profesores y estudiantes de la Maestría y el
Doctorado en Literatura.

Figura No. 7. Portada de la edición crítica de la novela Figura No. 8. Portada de la edición crítica de la novela
Marea de ratas. Estaba la pájara pinta sentada en el verde limón.

Otra universidad colombiana se suma a esta iniciativa de publicación de textos


literarios en edición crítica. Se trata de la Universidad de los Andes, que en co-edición con
el Instituto Caro y Cuervo presenta dos publicaciones importantes de las letras
decimonónicas en Colombia: Laura, Constanza y Una venganza. Tres novelas de Soledad
Acosta de Samper, editada en 2013, y Diario íntimo de Soledad Acosta, y Diario de José
María Samper, de 2015, a cargo de la profesora e investigadora Carolina Alzate. Dos textos
en los que se destaca un interés por fijar el texto lo más fiel posible a la última voluntad de
los autores, acompañados de un aparato crítico importante que intenta ampliar el universo
referencial de las obras en el contexto del siglo XIX.
Figura No. 9. Portada de la edición crítica de las novelas Figura No. 10. Portada de la edición crítica de las obras
Laura, Constancia y Una venganza. Diario íntimo y Diario.

En la lógica anterior de universidades colombianas entusiasmadas con proyectos


editoriales para la conservación y difusión del patrimonio literario nacional, se tiene la
colección ―Clásicos Regionales‖, del Sello Editorial Red Alma Mater, que reúne a dos
universidades públicas del Eje Cafetero: Universidad del Quindío y Universidad
Tecnológica de Pereira, que vienen impulsando desde 2009 la publicación de ediciones con
algunos elementos filológicos, básicamente en el establecimiento fidedigno del texto. Si
bien no son ediciones críticas en el pleno sentido del término, pese a que en sus portadas así
lo anuncien, sí se pueden considerar ediciones con tratamiento editorial especial, es decir,
preocupadas por ofrecer al lector la mejor y más completa edición de las obras de los
escritores de la zona cafetera de Colombia. En ese sentido, resulta muy estimulante este
proyecto editorial, pues a la fecha han publicado cinco números con los mismos criterios
editoriales: las novelas Cóndores no entierran todos los días de Gustavo Álvarez
Gardeazábal y Risaralda de Bernardo Arias Trujillo en 2009, la antología Cuentos del
Tolima en 2011, la obra Baudilio Montoya. Obra poética en 2012, y en 2013 la novela
Rosas de Francia de Alfonso Mejía Robledo. Proyecto editorial que, como se afirmó antes,
se convierte en un ejemplo y estímulo para otros centros académicos del país interesados en
la recuperación de su legado cultural y literario.

Figura No. 11. Portada de la edición crítica de la novela Figura No. 12. Portada de la edición crítica de la novela
Risaralda. Rosas de Francia.

Se cierra este recorrido panorámico por la edición crítica en Colombia con tres
publicaciones que en los últimos años han intentado hacer algún aporte importante al
trabajo ecdótico en sus ediciones. Y decimos ―intentan‖ porque solo basta con leer sus
primeras páginas para comprobar que el énfasis no es tanto filológico como sí crítico o de
anotación. Se trata entonces de las obras José Eustasio Rivera. Obra literaria realizada en
2009 por Luis Carlos Herrera Molina con la Pontificia Universidad Javeriana; Si yo fuera
tambó: poesía selecta de Candelario Obeso y Jorge Artel, edición de Graciela Maglia de
2010, realizada en Bogotá por las editoriales de la Universidad del Rosario y Pontificia
Universidad Javeriana y El jardín de las Weismann de Jorge Eliécer Pardo, realizada en
2013 por la Universidad del Tolima, sin detalles del editor o editores.
Figura No. 13. Portada de la edición crítica de antologías Figura No. 14. Portada de la edición crítica de la novela El
poéticas de los escritores Candelario Obeso y Jorge Artel. jardín de las Weismann.

Conclusiones

Luego de este recorrido por la crítica textual, la crítica literaria y el estado de la


cuestión de la edición crítica en Colombia9, solo resta presentar algunas ideas generales
sobre la materia con el ánimo de iniciar la discusión académica sobre el valor que
representa en nuestros días el estudio de nuestra tradición literaria con ediciones críticas o
científicas. Se pueden, a grandes rasgos, presentar las siguientes consideraciones sobre la

9
Es importante mencionar que se tiene conocimiento de otras dos ediciones críticas de obras literarias
colombianas realizadas en el país a fínales de siglo XX; sin embargo, ante la imposibilidad de acceder a ellas
se decide no incluirlas en este estudio, pero se deja constancia de su existencia mediante la siguiente relación:
La novela Frutos de mi tierra, de Tomás Carrasquilla, edición crítica de Jorge Alberto Naranjo y Estella
María Córdoba Giraldo realizada en 1996 en Medellín, con ilustraciones de Horacio Longas y editada en
Marín Vieco Ltda.; y Obra poética de Luis Carlos López, edición crítica de Guillermo Alberto Arévalo,
realizada en Bogotá en 1976 por el Banco de la República. También se tiene conocimiento de dos ediciones
críticas de obras literarias colombianas realizadas en el extranjero. Son ellas la antología de cuentos de Álvaro
Cepeda Samudio Todos estábamos a la espera, edición crítica de 2005 a cargo de Jacques Gilard y editada en
Madrid por la Cooperación Editorial, y Vida de Sor Francisca Josefa de Castillo, edición crítica de Beatriz
Ferrús Antón y Nuria Girona Fibla, editada en Madrid en 2009 por Iberoamericana.
valoración crítica de las anteriores ediciones, con sus aportes o limitaciones al campo de la
edición crítica en Colombia:

1. La gran mayoría de las ediciones críticas presentadas en este balance no incluyen un


apartado o aparato filológico que dé muestras de la rigurosidad del componente
filológico. Es decir, no se tienen estudios previos del material pretextual
(manuscritos), ni textual (ediciones), ni mucho menos estudios de cotejo o collatio
que le permitan comprender al lector común o especializado la lógica y el proceder
metodológico de las ediciones. Las ediciones de Caro y Cuervo, Archivos y
Universidad de Antioquia esbozan con mayor claridad este componente filológico.

2. Otro grupo de ediciones se concentra con mayor ímpetu en el aparato crítico de las
obras, fundamentalmente en su componente de ampliación del universo referencial
al que evoca cada una. Este componente, antes de ser constitutivo de una edición
crítica, lo es de aquellas ediciones anotadas o comentadas de gran circulación e
importancia en el mercado editorial latinoamericano. Baste recordar las excelentes
ediciones anotadas de Cátedra, Gredos, Ayacucho y Norma.

3. Del mismo modo, existe otro grupo de ediciones críticas que privilegian la
recepción de la obra antes que la obra misma. El ejemplo más claro lo constituye la
edición de El jardín de las Weismann, en la que se observa un trabajo excelente de
recepción crítica, y estudios sobre la obra misma, pero muy pobre desde el punto de
vista filológico, sin contar además, como se expresó antes, que no cuenta con una
introducción previa del editor, ni menos con los criterios seguidos para el
establecimiento del texto en edición crítica. Esto último también es muy común en
la mayoría de las obras expuestas en el apartado anterior.

4. No todo texto literario que se publica en el país o en el extranjero bajo el nombre de


edición crítica lo es, el énfasis de muchos no es lo filológico, ni siquiera la génesis
de la obra. En cambio, otras ediciones no especifican su condición de críticas, tal es
el caso de las ediciones de la Universidad de los Andes, pero sí presentan un
aparataje crítico y filológico que las hacen muy cercanas a la edición de textos con
criterio filológico. Para otros, lo fundamental es publicar de nuevo el texto,
combinando estudios críticos existentes y nuevos sobre la obra, a modo de
publicación actualizadora de nuevos lectores y épocas. Otros tantos consideran el
estudio de la recepción como el pilar de la nueva publicación. Y para otros pocos,
como es el caso nuestro, lo fundamental siempre será el trabajo minucioso y
artesanal con manuscritos, borradores, bitácoras, galeradas y ediciones para el
establecimiento filológico del texto en edición crítica.

5. En síntesis, no existe en Colombia un proyecto editorial de largo aliento que le


apueste con decisión a la publicación de ediciones críticas.

Esperamos que estos ejemplos sirvan para insistir en la necesidad de ejercer nuestro
juicio crítico en el estudio de nuestra tradición literaria, a partir de ediciones críticas o con
criterio filológico, para así asumir interpretaciones más verosímiles, menos irresponsables,
más cercanas al principio de realidad textual, es decir, de tener la seguridad de trabajar con
la obra que guarda con fidelidad el pensamiento del escritor. Con esto queda claro que
como críticos no podemos ser indiferentes a la lectura de una u otra edición, sino, por el
contrario, ir siempre por la lectura más fiable, aquella que el editor crítico ha elaborado con
rigor académico.

Para terminar, debemos expresar que el texto crítico es el punto de llegada de la


filología, pero a su vez el punto de partida de lectura y nuevas interpretaciones por parte del
lector y del crítico. Es por ello que si el fin último de la edición crítica es fijar el texto, en
nuestro caso literario, el de los críticos debería consistir en desentrañar los significados que
ofrece para darle vivacidad por medio de lecturas y valoraciones infinitas. Que sirvan las
anteriores líneas para resaltar la vigencia y validez incuestionable de la metodología
filológica en la restauración textual, y la necesidad de que quienes trabajan hoy en el bello
oficio de la edición de textos tengan una excelente formación filológica para fijar obras
literarias que sirvan luego al crítico para emprender su objetivo de análisis e interpretación
de los múltiples sentidos que ofrece el universo ficcional literario.
Referencias bibliográficas

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contemporáneos. Colla, Fernando (Coord.). Archivos. Cómo editar la literatura
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