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Introducción

Foucault comienza su propio discurso afirmando que siente inquietud hacia lo que es el discurso en
tanto que realidad material, que siente en exceso la responsabilidad de ser autor de un discurso, pero
que también siente cómo la «Institución» acude en su ayuda ritualizando el inicio del discurso, y
consiguiendo así que el poder que pueda tener el discurso será de la propia «Institución» de donde
éste lo obtenga. Con este inicio, Foucault plantea las líneas generales de la lección: el hecho de que
la noción de 'discurso' ha de ser peligrosa si las formas institucionales tienen tanto interés en
determinar todo el proceso de su creación. Así pues, Foucault se plantea seguir
«arqueológicamente» todo el rastro que ha llevado hasta nuestra noción de ‘discurso’...
Procedimientos de control de los discursos
Partiendo de que en toda sociedad la producción material de los propios discursos está controlada,
seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos, Foucault distingue entre tres
tipos de estos procedimientos: en primer lugar los procedimientos de exclusión (de carácter externo
al propio discurso, y cuya función es dominar los poderes que los discursos conllevan), entre los
que se destacan los de prohibición (a través del tabú del objeto, del ritual de la circunstancia y del
derecho privilegiado del sujeto que habla), centrados hoy en elsexualidad (haciendo que el mismo
discurso sobre la sexualidad sea, no sólo lo que habla o calla sobre el deseo, sino también él mismo
objeto de deseo) y en la política (convirtiendo al mismo discurso en objeto de la lucha política y no
en su mera manifestación); los de separación y rechazo, como en el clásico ejemplo foucaultiano de
la separación entre razón y locura; y los de oposición entre lo verdadero y lo falso, que son los que a
través de su propia historia han dado su forma general a nuestra voluntad de saber, es decir, a la
forma de nuestro conocimiento, a la distinción entre lo que es conocimiento y lo que no. Foucault
constata que los tres están apoyados en una base institucional, pero que los terceros operan a un
nivel más profundo, hasta el punto de que durante los últimos siglos ha ido haciéndose cargo de los
procedimientos de prohibición y los de separación y rechazo, tornándose así la oposición entre lo
verdadero y lo falso más profunda e insoslayable, más invisible ante nuestros ojos.
Procedimientos de limitación de los discursos
En segundo lugar, los procedimientos de limitación (éstos de carácter interno y dedicados a conjurar
los azares de la aparición de discursos), entre los que Foucault apunta el comentario, que reformula
una y otra vez los discursos según ciertos intereses para así limitar el azar del discurso por medio
del juego de una identidad que tiene la forma de la repetición y de lo mismo; el autor, que queda
establecido como principio de agrupación y de origen de las significaciones del discurso, para así
limitarlo por el juego de una identidad que tiene la forma de la individualidad y del yo; y la
organización de las disciplinas, que permite construir discursos sólo de acuerdo con un estrecho
margen previamente instituido, fijando los límites del discurso por el juego de una identidad que
tiene la forma de una reactualización permanente de las reglas. Y en tercer lugar, los procedimientos
que determinan las condiciones de utilización de los discursos, destinados a imponer reglas a los
individuos que dicen los discursos y a no permitir el acceso a éstos a todo el público. De este modo,
todo intercambio y comunicación funcionan siempre dentro de sistemas complejos de restricciones,
entre las que Foucault destaca el ritual, que define la cualificación del individuo que habla y la
situación que debe acompañar al discurso, y fija la efectividad del discurso, el efecto de las palabras
sobre aquéllos a quienes va dirigido; las sociedades de discursos, que hacen circular los discursos
por espacios cerrados y los distribuyen según reglas estrictas; las doctrinas, que vinculan a los
individuos a ciertos tipos de enunciación al mismo tiempo que les prohíben cualquier otro tipo; y la
adecuación social del discurso, que viene impuesta políticamente por todo el sistema de educación.
Primeras conclusiones
Todo este análisis sigue las líneas maestras del habitual modus operandi de Foucault: mostrar cómo
realidades que entendíamos como «naturalizadas», como inocuas, transparentes, no sólo no son
tales, pues funcionan como elementos efectivos de producción material de saber y poder, sino que
además su realidad no es tan «natural» como suponíamos, ya que responde a complejos
mecanismos e intereses que vienen actuando sin pausa en toda la historia de las tales nociones. Así,
Foucault, y expresándolo en otros términos, encuentra que el ‘discurso’, al que se suele entender
como mero «medio» de comunicación, como simple transmisor de información desde el autor hacia
el público, supone en realidad una noción material, que el mismo discurso es ya información, que
no es un mero transmisor sino que su producción está complejamente regulada de acuerdo a ciertos
intereses, y que su objeto no es el simple mensaje que el autor quiso lanzar, sino que todo el proceso
discursivo (incluyendo figuras tan «naturales» como la del propio ‘autor’) está lleno de
implicaciones y de formalizaciones concretas de las relaciones saber–poder, para nada naturales
sino que responden a determinados intereses concretos que tratan de «ocultarse» tras esa aparente
«ingenuidad», «inocencia» de todo ‘discurso’ en tanto que realidad material.
La filosofía y el orden del discurso
A continuación, Foucault habla del papel que le corresponde a la filosofía frente a tal compleja
situación del proceso discursivo. En primer lugar señala que la filosofía surgió para «seguirle el
juego» a todos estos procedimientos de «regulación» de los discursos, primero como fundamento de
una verdad ideal como ley del discurso y una racionalidad inmanente como principio de sus
desarrollos, y segundo al reforzarlos mediante la elisión de la realidad específica del discurso,
caracterizándolo según tres nociones que anulan la realidad material del discurso y lo convierten en
mero espacio de comunicación: el sujeto fundador como autor original, la experiencia originaria,
cuyo significado supone que en las cosas ya hay un sentido que como tal se transmite por
el lenguaje, y la mediación universal, cuya implicación es que como todo se transmite mediante
discursos, es como si éstos no estuvieran, como si no fueran materiales sino mera transparencia.
Foucault explica esta actuación de la filosofía afirmando que en nuestra cultura existe una profunda
logofobia contra el discurso como acontecimiento discontinuo, batallador, creador de desorden y de
peligro.
El programa de Foucault
Para comprender cómo funciona este temor y cuáles son sus efectos, para desarmarlo, Foucault
propone una línea de acción concreta: replantearnos nuestra voluntad de verdad, restituir al discurso
su carácter de acontecimiento y borrar finalmente la soberanía del significante. Y afirma que ése es
el programa que él se plantea llevar a cabo desde ese momento.
Una tematización así –continúa– requiere una metodología específica que exige cuatro principios: el
de trastocamiento, que consiste en reconocer el juego negativo de un corte y de un enrarecimiento
del discurso allí donde, según la tradición, se suele reconocer la fuente original de los discursos; el
de discontinuidad: lo anterior no supone que por debajo de los diferentes discursos exista una gran
discurso ilimitado, los discursos son prácticas discontinuas, pero por sí mismos no responden a las
claras distinciones que se les imponen, sino que están en constante entrecruzamiento,
yuxtaposición, ignorancia, exclusión; el de especificidad: los discursos tienen una realidad concreta,
no se limitan a transmitirnos «cómo es el mundo», sino que el discurso ejerce una violencia sobre
las cosas, es una práctica que les imponemos a éstas; y el deexterioridad: el camino no es ir desde el
discurso hacia el «pensamiento oculto» que late en él, sino que aquello que hay que cuestionarse
son sus condiciones externas de posibilidad, de dónde surge, a qué responde, cuáles son sus
intereses, por qué se le trata como un origen y qué fija sus límites.
Antes de continuar, no obstante, Foucault plantea dos advertencias: lo importante es que
la historia no considere un acontecimiento sin definir la serie de la que forma parte, articulándose
estas nociones de acontecimiento y de serie alrededor de las ideas
de regularidad, azar,discontinuidad, dependencia, transformación. Y el discurso como
acontecimiento obtiene un estatus filosófico que consiste en la relación, la coexistencia, la
dispersión, la intersección, la acumulación, la selección de elementos materiales.
El análisis de los discursos
Todo este trabajo de análisis de los discursos se dispone en dos conjuntos: el conjunto crítico, que
mediante el principio de trastocamiento persigue determinar las formas concretas de exclusión, de
delimitación y de apropiación de los discursos; y el conjunto genealógico, que mediante el uso de
los tres principios restantes, investiga cómo se ha formado efectivamente el discurso por medio de,
a pesar de o con el apoyo de los diferentes sistemas de coacción. Entrando en materia, un esquema
de lo que sería el conjunto crítico consiste en mostrar cómo operan, por ejemplo, los diferentes
procedimientos de exclusión. Así, el estudio del procedimiento de separación y rechazo ha revelado
cómo se produjo la separación de razón y locura durante la época clásica; el del procedimiento de
prohibición ha mostrado todo el complejo sistema de prohibiciones del lenguaje de
la sexualidad desde el siglo XVI al XIX; y el de la oposición entre lo verdadero y lo falso ha
desvelado cómo nuestra actual delimitación de la verdad responde a ciertos momentos clave del
desarrollo histórico de las ideas: la época de la sofística y el comienzo del platonismo, con la que se
inicia esta oposición; el paso del siglo XVI al XVII, con la aparición en Inglaterra de una nueva
«ciencia de la mirada» ligada a nuevas estructuras políticas y a una nueva ideología religiosa; y el
comienzo del siglo XIX, con la fundación de la ciencia moderna, la formación de la sociedad
industrial y el advenimiento del positivismo.
Ante esta tarea de la crítica, la genealogía se ocupa de la formación efectiva de los discursos en su
relación con todos estos límites de control, cómo esta formación de los discursos es dispersa,
discontinua y regular al mismo tiempo. Pero en la práctica ambas tareas no son tan fácilmente
separables, sólo se distinguen en el punto de ataque, de perspectiva y delimitación. Mientras que la
crítica se refiere a los sistemas de desarrollo del discurso e intenta señalar esos principios de
producción, de exclusión y de rareza del discurso; la genealogía atiende a las series de formación
efectiva del discurso, intenta captarlo en su poder de afirmación en tanto que poder de constituir
dominios de objetos a propósito de los cuales se podrían afirmar o negar proposiciones verdaderas o
falsas.

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