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Estamos frente a la condena del goce del Otro, que no comparte nuestras formas, si
hay, de un goce que es ajeno y peligroso.
¿Es una condena? ¿Es posible una elección subjetiva para sustraerse y renunciar a
ese goce? Por supuesto que hay intereses y manejos. Espejismos y espejos q hacen a
lo imaginario, en lo que se ve y en lo q se comunica, en lo q se quiere mostrar
“a-tentar” y tentar el goce del otro, nos arrasa como sujetos y nos sujeta, nos toma,
quizás, hasta la vida y hasta el cuerpo.
A-tentos. Como psicoanalistas debemos estar atentos a lo que la subjetividad de la
época manifiesta como agresión, intolerancia o ira, que en definitiva se transforma en
lava candente, que circula diariamente a punto de tocarnos en su ebullición.
El peligro que se lee en el encuentro con lo diferente, con lo distinto, lo que no encaja,
es una herida narcisista que resulta inaceptable, frente a lo cual la reacción es la
aniquilación de un otro que hace ruido y que para la sociedad sea inmanejable y no
encastra en “El” modelo. Me pregunto si terrorismo no es ya parte de este sistema que
tiende a adoctrinarnos.