La institución procedía ligeramente modificada por las circunstancias de una típica
concesión real de señorío de finales de la época medieval portuguesa. Consistía fundamentalmente en la concesión realmente en la concesión hereditaria de una gran parte de la jurisdicción real sobre un territorio concreto y sus habitantes a un señor que actuaría, en adelante, como un locum tenens del rey hasta donde alcanzara lo que se expresaba en la donación. En un sentido constitucional las tierras bajo el control directo de la corona se convirtieron en un señorío (señorío) donde los derechos reales entonces estarían restringidos ciertos atributos de mayor señorío. Coelho recibió la capitanía de Pernambuco como una posesión hereditaria de la que tanto el cómo sus sucesores serian capitanes y gobernadores. La cuestión hereditaria era más generosa que en la península: no se reconoce la exclusión de los hijos naturales, los parientes transversales o colaterales (la Lei Mental). Coelho tenían el derecho de nombrar notarios escribanos y otros oficiales subordinados en su capitanía; tanto a él como a sus oficiales se les había concedido de la jurisdicción civil y criminal. También se le concedió el derecho de fundar ciudades e inspeccionar las elecciones de sus funcionarios. Además de estos poderes jurídicos, Coelho se convirtió en señor de la tierra. Para atraer a los colonizadores, el resto de las tierras las volvió a conceder a los colonos, en régimen de propiedad absoluta, con la única obligación de pagar el diezmo a orden de cristo. El comercio con las capitanías era abierto tanto para portugueses como para extranjeros, pero únicamente el capitán y los portugueses residentes estaban autorizados a comerciar con los indios. Finalmente, el rey se reservó el derecho de nombre a los funcionarios directamente relacionados con la recaudación de sus rentas en capitanía. Evidentemente, más importante que el carácter del donatario, era capacidad de atraer a los colonos y el capital necesario para conseguir el éxito y someter a los indios locales. Los mayores desafíos no provenían de problemas de adaptación de los europeos a una tierra virgen, sino sobre todo a la hostilidad de los indios costeros de habla tupi y, en menor medida de la población india de habla ge. Durante el periodo de las factorías, (1502-1549) las relaciones portuguesas con los indios habían sido generalmente amistosos. Proveyeron a los indios de artefactos tecnológicos que incrementaron inmensamente los niveles de productividad de su economía tradicional. Dada la tenaz resistencia de la fuerza de trabajo, los colones portugueses pronto se vieron empujados a esclavizar a los indios para que trabajaran en el creciente número de plantaciones y molinos. La esclavitud, desde luego, era ya una institución conocida por la cultura tupi, se esclavizaba a indios de las tribus próximas que eran eventualmente sacrificados, lo que conducía a una declaración de guerra por las familiares de los que habían sido esclavizados. Loa indios estaban siempre en desventaja en su lucha contra los portugueses. Mientras los invasores disponían de arcabuces, espadas y a veces cañones, los indios tenían que responder con arcos y flechas (que en sus manos eran armas formidables), hechas de madera así como cualquier astucia o sorpresa que pudiera añadir en el ataque. Dada la inmensa extensión de la costa brasileña que los portugueses intentaban colonizar desde Cabo Santo Agostinho al norte hasta cananeia al sur, estas luchas eran siempre locales. La incapacidad de los indios para superar las rivalidades intertribales, hizo posible que los portugueses los dividieran y los dominaran fácilmente.