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Relectura d Lucas Isabel Gomez—Acebo (Gid.) \sabel Gdmez-Acebo ¢ Victoria Howell ¢ Nuria Calduch Pilar de Miguel ¢ Xabier Pikaza Mercedes Navarro Desclee De Brouwer | Relectura de Lucas Isabel G6mez-Acebo (Ed.) Victoria Howell Nuria Calduch-Benages Pilar de Miguel Fernandez Xabier Pikaza Mercedes Navarro Puerto Desclée De Brouwer Disefio de portada: EGO Comunicacién. © EDITORIAL DESCLEE DE BROUWER, S.A. 1998 C/ Henao, 6 48009 BILBAO Printed in Spain ISBN: 84-330-1282-7 Depésito Legal: BI-316/98 Impresién: RGM, S.A. - Bilbao 1. Carta a Teéfilo ...... 3. La mujer del perfume (Lc 7,36-50) ..... {NDICE Isabel Gémez-Acebo 2.Hijas de Abraham: El papel que jugaron las mujeres en las primeras comunidades cristianas que refleja Lucas .... Victoria Howell Introducciéi El mundo judio en tiempos de Jestis . La mujer judfa en tiempos de Jestis La mujer en el movimiento de Jestis y en las primeras comunidades que refleja Lucas Conclusion Bibliografia. Nuria Calduch - Benages El Texto Introduccior Tuminando la narracién Lucas y los otros evangelios . Lucas y los fariseos Lucas y los pecadores Una reacci6n en cadena . Un banquete por escenario La gestualidad del amor El cuerpo de la mujer .. Las lagrimas de la mujer El gesto de la muje Peligro de contagio La estrategia de Jesus EI triunfo del amor .... Jestis y la mujer del perfume Bibliografi 1 55 57 58 60 60 62 68 68 69 70 70 71 73 75 77 79 82 INDICE 4. Sin memoria somos como el aire. Una lectura desde hoy y para hoy de Lc 8, 40-56 83 Pilar de Miguel Fernandez El Texto soon see 85 Introduccién: A mi madre que no pudo entrar en la iglesia ee 86 Buscamos identidad: Hacer memoria aunque duela 87 Antecedentes biblicos en la practica cristiana de estos ritos .... 90 Papel de la mujer en el Antiguo Testamento 91 La situacién de la mujer en el Nuevo Testamento 92 Las mujeres en Qumrén y en el periodo intertestamentario.. 94 Evolucion de las leyes de pureza e impureza hasta la época cristiana : 97 Actitud y actuaciones de Jestis y su grup Conclusiones ... Otra vez el texto .. 103 Jestis y el cuerpo de las mujeres 105 Los milagros ......... 107 Una medicina alternativa: La salud 0 la salvaci6n 109 Las mujeres y la salud (salvacidn) hoy . 110 {Debié entrar mi madre en la Iglesia? 113 Bibliografia 5. Iglesia de mujeres: Marta y Marfa (Lc 10, 38-42). Lectura histérica y aplicaci6n actual ... 117 Xabier Pikaza Mientras iban de camino (10, 38a)... . 120 Mientras ellos iban, Jestis entré... (10, 38a Entré en una aldea y una mujer Hamada Marta lo recibié... (10, 38)... Una mujer llamada Marta lo recibi (10, 38b) Tenia ésta una hermana llamada Maria, que sentada a los pies del Sefor... (10, 39a) ... La diaconia o servicio de Marfa (10, 40a) .... a 126 aldea y/o casa . 136 . 142 6. Las apéstoles y sus hechos. Mujeres en los hechos de los RELECTURA DE LUCAS . 147 Diaconia de Maria. Intermedio teérico (10, 40b) i . 150 Conflicto en la Iglesia. Acusacién de Marta (10, 40b) Respuesta de Jestis. Marfa ha elegido la mejor parte (10, 41-42)... Problemas y sentido actual del texto... Breve conclusi6n. ;Reconstruir el relato? Bibliografia..... . 156 167 174 176 apéstoles..... . 179 Mercedes Navarro Puerto Introduccién. 181 Escenarios 184 Protagonistas: ,apéstol s6lo en masculino? 193 Los hechos de las apéstoles... Maria, la madre de Jestis y las otras mujeres de la Pascua (He 1, 1-14) ... Safira y la seguridad del matrimonio: (He 5, 1-11) .... 204 Tabita y la comunidad de la misién: (He 9,36-43) 211 Lidia, comerciante en ptirpura: (He 16, 13-15. 40) 218 La profetisa esclava: (He 16, 16-18) 226 Priscila, la misionera: (He 18, 1-3. 18-19. 24-28) 231 234 238 198 Carta a Teofilo Isabel Gémez-Acebo Isabel Gémez-Acebo es licenciada en Ciencias Politicas por la Universidad Complutense y en Teologia por la Universidad de Comillas, donde actualmente impar- te cursos de teologia. Casada y madre de 6 hijos, ha escrito Dios también es madre, San Pablo, Madrid 1994 y ha colaborado en 10 mujeres escriben teologia, Verbo Divino, Estella 1993 y en Para comprender el cuerpo de la mujer, Verbo Divino, Estella 1996, ademés de publicar numerosos articulos en revistas. Es miembro fundador de la Asociacién de ‘Telogas Espafiolas. Dirige la colecci6n En Clave de Mujer en la que se inserta este libro. CARTA A TEOFILO Isabel Gémez-Acebo QuErIDO TEOFILO: Paz y bien. Hemos agradecido mucho el envio que nos hiciste de los escritos de Lucas. Ya teniamos en esta comunidad copias de algunas cartas de Pablo, (sabemos que circulan también otras), y los relatos que de los hechos y dichos de nuestro Sefior Jestis escri- bieron Marcos y Mateo. De apéstoles itinerantes del Maestro hemos podido escuchar algunas circunstancias de su vida que ignoramos si se han puesto por escrito. Alguien bien versado en el arte de escribir deberfa dejar constancia de todo lo que se sabe pues el tiempo es mal consejero y borra las memorias. Seria de lamentar que se perdieran datos pues todo es valioso para la implantacion del reino y la edificacién de las comunidades. Bien sabes que en la nuestra predominan las mujeres, entre ellas muchas esclavas, aunque alguna consiguié su libertad mediante el comercio de su cuerpo. Hoy, gracias al trabajo de tejer e hilar lana, conseguimos lo necesario para cubrir nuestras necesidades y enviar socorros a Jerusalén. Nos reunimos en mi casa por contar 13 14 CARTA A TEOFILO con una habitacién superior amplia que nos permite celebrar todas juntas la memoria de la cena del Seftor. Aqui se alojan los apésto- les, ellos y ellas, que viajan por las distintas ciudades pues somos la nica comunidad cristiana del entorno. Fue una de estas mujeres la que nos entregé tu envio. A ella también transmitele nuestras gracias. No conocemos su nombre pues no quiso revelarlo, ya que nos dijo que no buscaba el agradecimiento sino que resplandeciera la gloria del Seftor. Tampoco quiso quedarse con nosotras pues el dia era atin largo y la marcha le permitia llegar a otra ciudad antes del anochecer. Dile que la recordamos con agradecimiento bajo el nombre de Anénima. {De cuantos cristianos y cristianas como ella somos deudores sin conocer sus nombres! Quizds te sorprenda el retraso de esta carta pero nos hemos toma- do tiempo para estudiar y comparar lo nuevo con lo que ya tenia- mos. Nuestro interés esta en ofrecerte nuestras impresiones ya que pareces conocer a Lucas y puedes transmitirle algunas de nuestras dudas y preguntas. Como él hizo, hemos querido investigarlo todo minuciosamente, para no desviarnos del auténtico mensaje, pero, también, para ofrecer nuestra reflexion personal al resto de los her- manos por si pueden sacar alguna conclusién provechosa. Como mujeres que somos nuestra primera sorpresa ha sido com- probar la cantidad de personajes femeninos de todas las clases sociales que describe, una cifra desproporcionada si la compara- mos con las otras narraciones que conocemos. Sabemos que en el circulo de seguidores del Seftor Jestis habia muchas mujeres, pero la experiencia de la vida nos enseiia las dificultades que se nos pre- sentan, de todo orden, para que se nos reconozca nuestra persona- lidad y para llevar una vida auténoma y libre de auténticas cristia- nas. Vemos que el propio Pablo en una carta a la comunidad de Corinto omite que las mujeres y, entre ellas Maria Magdalena, fue- ron las primeras en descubrir la tumba vacia algo que el resto de los escritos en nuestro poder deja bien claro. ;Por qué recorta el prota- gonismo femenino? RELECTURA DE LUCAS Por eso, hemos tamizado esos relatos por un cedazo bien fino Ile- gando a unas conclusiones que nos preocupan. Nosotras creemos que el reino que ha Ilegado con el Sefior pone fin al viejo e6n y que en el nuevo todos somos uno en él. Este pensamiento nos obliga a proclamar que en nuestras comunidades no puede haber diferen- cias de género, sexo 0 raza. Pero también somos conscientes de que el tentador no ceja en su empefio de luchar contra el nuevo credo y que utiliza como cebo las riendas del poder y de una presunta honorabilidad dentro de la sociedad. Entre nosotras mismas ha habido quién ha llegado a afirmar que en la cena cristiana los alimentos de las esclavas no podian ser los mismos que los nuestros y nos Ilegan rumores de que algunas comunidades ponen trabas al liderazgo y a la profecia de las muje- res. Incluso se ha llegado a decir que nuestras celebraciones no deberfan ser inclusivas de los dos sexos pues, para algunos, esa mezcla supone atentar contra las normas de la decencia. No se dan cuenta que las tinicas normas que estamos dispuestas a cumplir son las que hacen referencia al amor entre los hermanos que nos marcé el Maestro. Todo lo demas, decencia, honorabilidad, respe- tabilidad... ante la sociedad, lo tenemos por nada. De aqui, nuestra preocupacién de que Lucas se esté dejando influir por el ambiente y por las criticas. Que esa influencia le haga des- cribir muchas mujeres, pero mujeres que siguen los viejos patro- nes. Es cierto que ellas en sus escritos reciben la buena nueva, creen, se bautizan, siguen a Jestis y le ofrecen sus posesiones, pero sus roles los presenta claramente diferenciados de los de los varo- nes. Fuera de los capitulos que hacen referencia a la infancia de Jestis, en el resto del evangelio, cuando hablan, o las regajia el Maestro o no se las cree. Incluso cuando afirma (He 21,9) que las hijas de Felipe tienen el don de la profecia, éstas no pronuncian palabra alguna. Tampoco ofrece ejemplos de su liderazgo y minis- terio apostdlico, lo que Pablo deja claro y la realidad en la que vivi- mos confirma. 15 16 CARTA A TEOFILO Ya conoces que muchas de nosotras hemos renunciado al matrimo- nio y a la maternidad, lo que también se nos critica pues el imperio necesita aumentar el numero de sus ciudadanos, y vemos que Lucas con frecuencia nos describe al lado de un var6n. Esa presencia mas- culina ges para respaldar nuestra dependencia y subordinaci6n al otro sexo? Queremos decirte, por tiltimo, que en el entorno de las comidas (esta aludiendo a la cena cristiana?), coloca juntos a los dos géneros, pero las mujeres suelen estar silenciosas, sumisas y a los pies del Maestro. Estamos Ilenas de dudas y temerosas de que el mensaje revolucio- nario de Jestis se edulcore con concesiones al imperio y a sus cos- tumbres; temerosas de que estos recortes le quiten a la levadura parte de su capacidad transformadora. Dinos, después de recibir esta epistola, lo que piensa tu comunidad y tus impresiones sobre las motivaciones lucanas. Creemos que, en aras de crear una autén- tica comunidad de iguales, los escritos de Lucas no se pueden ense- fiar y predicar sin hacer una reflexion critica. Por ello, adjunto a esta carta unas reflexiones més largas que hacen algunas/os de la comunidad sobre puntos concretos. Hemos selec- cionado dentro de la amplitud de sus dos escritos los que nos pare- cian més representativos. Te puede sorprender que no hagamos mencién, mds que somera, de la Madre del Sefior, pero es precisa- mente su importancia la que nos lleva a esperar otra ocasién para dialogar en profundidad sobre ella. Cuando lo tengamos escrito os Jo haremos llegar. Hemos aprovechado la presencia entre nosotras de una mujer, Victoria Howell, nacida en tierras lejanas y conocedora de muchos paises, para que nos haga una breve historia de los tiltimos afios de la tierra donde nacié Jesucristo. Con ello, pretendemos conocer el contexto en el que crecié la comunidad cristiana y saber si las muje- res judias también estaban constrefidas al mundo de la familia y del hogar. En nuestro grupo hay mujeres que se habian convertido al judaismo antes de hacerse cristianas, lo que nos hace pensar que RELECTURA DE LUCAS la oferta judia era atractiva para nuestro sexo. Creemos que es noci- va la consideraci6n negativa que algunos de nuestros apéstoles tie- nen del judafsmo {No fue la religion de Jestis? Victoria también nos ha informado de que dentro de este mundo en. el que vivimos y que valora tanto la decencia de las mujeres no era tan impensable que algunas siguieran al Maestro en su vida itine- rante. Jesucristo no fue el vinico y parece que hay constancia de otros lideres que también contaron con un séquito femenino. Ella también se plantea la posible ambigiiedad de Lucas en cuanto que, por un lado, incluye a las mujeres y, por otro, las reduce y domestica. Nos sentimos todas pecadoras y muchas, como te decia previa- mente, habian tenido que dedicarse a la prostitucién para cubrir sus necesidades minimas. Algunas pudieron, con lo ganado y aho- rrado, comprar su manumisién. No te puede extrafiar que le haya- mos pedido a Nuria Calduch que reflexionara sobre el pasaje de la mujer del perfume. Esa mujer publica que recibe el perdon de Jestis sin reclamarlo y en la que muchas de nosotras nos vemos refleja- das, maxime porque ella se gana a pulso la simpatia de todos los lectores. ;Cé6mo nos habria gustado estar en su lugar! También la criticaron pues era pecadora y mujer. Para colmo se atre- vié a saltarse las famosas reglas de la decencia, pues para ella sélo regia el mandato del amor, mientras que los fariseos seguian inmer- sos en el mundo de la ley, en el viejo edn. Y su atrevimiento la colo- c6 de abajo a arriba y de marginada a protagonista. jY eso que no dijo nada! simplemente se dejé llevar por el amor y lo demostré con el lenguaje del cuerpo en el que tan versadas somos las mujeres. Jests la reivindicé ante todos e invité a Sim6n a su imitacion. Jestis, como ella, utiliza la vara de medir del amor y ninguna otra. Hemos tenido la suerte de contar con un var6n itinerante en nues- tra comunidad, Xabier Pikaza, que, conocedor de los caminos, ha colocado el relato de Marta y Maria en el que recorre Jestis hacia Jerusalén. En ese deambular, una mujer Ilamada Marta le acoge en su casa donde también vive su hermana Maria y donde no se habla 17 18 CARTA A TEOFILO de varones. Es una mujer rica y auténoma, capaz de hospedar a Jestis. Ya puedes imaginarte que también hemos pensado en la similitud con nuestra pequefia comunidad de mujeres y en que todas las Iglesias sean eso, lugares de acogida y reposo del Maestro y de quienes vienen en nombre suyo. La verdad es que el relato refleja una situaci6n corriente de la vida. Todos nos quejamos de que trabajamos mas que nadie y que los otros no nos ayudan. En este caso la queja viene de Marta pues su hermana se queda a los pies de Jestis escuchandole. Dice Xabier que le recuerda el conflicto que tuvo la Iglesia de Jerusalén entre los 12 apéstoles y los 7 diéconos. De nuevo la tentacién de Satan para que se luche por el poder en la Iglesia y se resten fuerzas a su expansion. Varones y mujeres debemos cuestionarnos sobre estos dos modelos de cristianos —Pikaza, hasta sus charlas con nosotras, consideraba que como tema de mujeres no le concernfa el relato- pues el peligro de Marta, de las personas muy activas, es el de rea- lizar el trabajo sin escuchar a Jestis, mientras que el riesgo de Maria es dejar que hagan los otros las labores y quedarse embobada a los pies del Maestro. Para nosotras esta el miedo adicional de que no nos dejen hacer esa libre eleccién. Propone que imaginemos un final ;Seria posible que los tres acabaran faenando en la cocina? Descubrimos lo dificil que resulta desterrar las viejas creencias cuando se habla de todo lo referente al cuerpo femenino, que se minusvalora con respecto al de los varones como si no fuéramos “carne de su carne”. Ya no hay templo y Jestis no tuvo en cuenta ninguna prescripcién ritual con respecto a las medidas de pureza especiales a las que tenian que someterse las mujeres. Desde una historia personal, Pilar de Miguel intenta demostrar cémo las vie- jas prescripciones del Levitico siguen presentes en nuestras comu- nidades. Para ello, profundiza en dos relatos intimamente conexionados: la mujer que padecia una hemorragia permanente desde hacia 12 aftios y la nifia que, a los 12 afios y préxima a su primera hemorragia, RELECTURA DE LUCAS muere. Tocar el cadaver de una nifia aspirante a mujer y dejarse tocar por una mujer clasificada como impura reflejan con toda cla- ridad la idea que tenia el Sefior Jestis de los cuerpos femeninos. Incluso, en nuestro entusiasmo por la lectura, hemos llegado a ver una conexién entre la sangre derramada en la cena y la nuestra, pues ambas son simbolo de vida y ambas estan sujetas a la perio- dicidad: “Haced esto en memoria mia”. Podemos recordar en el sacrificio de Jestis el de todas las mujeres que, como él, han muer- to por dar la vida. Por tiltimo, te incluyo las reflexiones que hace Mercedes Navarro sobre la segunda parte de los escritos de Lucas que, para nuestra sorpresa, titula Los Hechos de los Apéstoles, y que todo el mundo entiende como haciendo referencia a apéstoles varones, olvidando que el término puede y debe ser inclusivo, ya que hay cantidad de mujeres en lo relatado. Ella se esfuerza por hacer visible la parte femenina y titula lo que escribe “Las Apostoles y sus hechos”. Nos brinda, desde sus ojos de mujer, las historias perdidas y desconoci- das de aquellas primeras discfpulas, apéstoles y misioneras que han llevado el evangelio por Lida, Jaffa, Jerusalén, Corinto y Roma, dando testimonio de su fe y creando y dirigiendo Iglesias domésti- cas -como la nuestra- sin dejar sus trabajos en diversos oficios -como nosotras- por todo el imperio. Rescatar sus historias significa ensanchar nuestras raices y descu- brir con qué fuerza hemos aceptado las mujeres el mensaje del Sefior Jestis. Su lectura ha hecho que crezca nuestro asombro y deseos de emulacién a la par que estimula nuestra esperanza para los tiempos dificiles de hoy, no més arduos que los de ellas. Creo que os gustaran estos “hechos de las Apéstoles”. Entregamos estos escritos a Filomena para que os los haga llegar, pues van ella y Andrénico a misionar por vuestra region y nos han prometido acercarse a vuestra ciudad para comunicaros nuestras noticias y recabar de las vuestras. Podéis remitir nuestras reflexio- nes a otras comunidades, pues es bueno que Ileguen al mayor 19 20 CARTA A TEOFILO ntimero de personas y entre todos vayamos propagando la buena nueva sin apartarnos de la fidelidad a su fundador. Recuerdos a todos los hermanos y hermanas. A los prisioneros/as decidles que les tenemos bien presentes en nuestras oraciones para que no desfallezcan y a todos vosotros, nuestros deseos de que con- servéis la alegria de saberos cristianos y redimidos en el Sefior Jestis. Os mandan saludos todas las hermanas a la vez que piden que el Dios Padre de Jestis y nuestro os conceda el amor y la paz Nota: Pasaron los afios y la preocupacién de esta pequefia comunidad de mujeres se hizo realidad, El movimiento que ya iniciaron los escritores del NT continud. La necesidad de vivir y evangelizar a la sociedad grecorromana empujé al cristianis- mo a hacer concesiones al entorno; pagaron los més débiles con lo que esclavos y mujeres vieron cémo se iban recortando sus derechos en una comunidad que empez6 siendo de iguales. Las mujeres que escribieron esta carta lo vieron, pero no fueron capaces de impedirlo. A lo mejor, algtin dfa, gracias a sus advertencias y a otras muchas, se recuperaré el mensaje inicial que se habia adulterado. hijas de Abraham: El papel que jugaron las mujeres en las primeras comunidades cristianas que refleja Lucas Victoria Howell Victoria Howell Williams. Formacién: Master of Arts in Religious Studies, Mount St. Mary's College (Los Angeles). Experiencia profesional: (1993-presente) Centro de Estudios Teolgicos de Mallorca, Profesora de Historia de la Iglesia. (1995-1997) ‘Miembro del Comité de la Biblioteca del CETEM. (Desde octubre 1996) Colaboradora Delegacion de Ecumenismo de la Didcesis de Mallorca. Conferencias para la asociacién de Antiguas Alumnas del Sagrado Coraz6n. (1981-1989) Citibank, Los Angeles. (1978- 1981) Citibank, Madrid, (1972-1978) Bank of America, Madrid y Los Angeles. “HIJAS DE ABRAHAM”: EL PAPEL QUE JUGARON LAS MUJERES EN LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS QUE REFLEJA LUCAS Victoria Howell Introduccién DURANTE LOS ULTIMOS TREINTA ANOs ha aumentado notablemente el ntimero de libros y otros estudios que tratan de la historia de la mujer, resultado légico de la renovacién del movimiento feminista en Europa y Norteamérica en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, y de los cambios que se han producido en el sta- tus politico, social y econémico de la mujer. Con cierto retraso, pero con resultados no menos fructiferos, ha comenzado la investiga- cidn histérica del papel de la mujer en las religiones, impulsado, en el caso del cristianismo, por la teologia feminista, estrechamente 23 24 HIJAS DE ABRAHAM relacionada, a su vez, con a teologfa de la liberacién’. Por otra parte, se detecta en los tiltimos afios una cierta recuperacién de la “narra- tividad” en la historiografia, es decir, un mayor interés por las his- torias de las mujeres en la religién, de su busqueda de significado, dignidad y trascendencia dentro de una determinada tradicién reli- giosa. Martin Hengel ha escrito lo siguiente a propésito de la investiga- cién del cristianismo primitivo: “Podemos comparar nuestra tarea con la reconstruccién de un enorme mosaico, del cual se conservan s6lo unos restos fragmentarios, algunos grandes, otros pequefios, algunos con un contorno y unos colores claros, otros medio des- truidos y dificiles de comprender.”? Este problema se agrava cuando intentamos reconstruir el mosaico de la historia de la mujer en el primer cristianismo, dada la perspectiva androcéntri- ca de las fuentes escritas que han llegado a nuestros dias. Esto no quiere decir, sin embargo, que la tarea de “restauraci6n” sea impo- sible, sino que, reconociendo que “la falta de fuentes sobre las mujeres es parte de la historia de las mujeres”, debemos proceder con cautela y con honradez intelectual en las investigaciones his- téricas en este campo. Algunas historiadoras feministas han sefia- lado la existencia de una “prehistoria” de las mujeres; quizds sea més apta la nocién de infrahistoria femenina, ya que en todas las épocas hay una historia de las mujeres que subyace a los aconteci- mientos tal y como han sido presentados y analizados en la histo- * Para un resumen de las cuatro corrientes principales que se han manifestado en las tiltimas décadas con respect al estudio de la mujer en el cristianismo — reafirmacion de la tradicién patriarcal de los textos del, Nuevo Testamento, reinterpretacién de los materiales biblicas para recuperar una tradicién que se habia perdido, reconstruccién de una nueva historia de las mujeres en la época del NT, y rechazo total de la Biblia como irremediablemente patriarcal — véase Kathleen E. Corley, Private Women, Public Meals: Social Conflict in the Synoptic Tradition, Peabody, Mass., Hendrickson Publishers, 1993, p. 3-8 2 "Problems of a History of Earliest Christianity,” Bibliea, vol. 78, fasc. 1, 1997, p. 131. Rafael Aguirre, “La mujer en el cristianismo primitivo,” Iglesia Viva, 126, nov.-dic. 1986, p.515. RELECTURA DE LUCAS riografia tradicional. Es, por lo tanto, un aspecto de la tarea del his- toriador/a del cristianismo desenterrar las historias sumergidas de las mujeres que durante casi veinte siglos han confesado y vivido la fe en Jesucristo. El tema concreto de este capitulo es la historia de la mujer en la primitiva Iglesia de Palestina, lo cual quiere decir que sus limites geograficos incluyen las regiénes de Judea, Galilea y, en menor medida, Samaria, mientras que su cronologia comienza hacia el 30 d.C. y termina en las tiltimas décadas del siglo primero. Durante este periodo, los seguidores de Jestis de Nazaret formaban un grupo o una tendencia dentro del amplio abanico de judaismo del Segundo Templo; eran judios cuya peculiar sefial de identidad era el haber aceptado a Jestis como el Mesias de Israel. El movimiento inaugurado por Jestis surgié en plena continuidad con la tradicién judia, no en oposicién a ella, aunque debe reconocerse que tanto la predicacién como la actuacién de Jestis contenfan la semilla de un futuro enfrentamiento con otras maneras de concebir y vivir la religion judfa propias de aquella época. Lo que se pretende explorar en este capitulo introductorio es, primero, el contexto reli- gioso-cultural del mundo judio del siglo primero y el lugar que en él ocupaba la mujer; y segundo, el papel de la mujer en el movi- miento de Jestis y en las primeras comunidades cristianas de Palestina. El mundo judfo en tiempos de Jestis “Los grandes profetas e innovadores religiosos trascienden su época. Penetran mis alla de ella, percibiendo mundos nuevos y tiempos nuevos, situados muy lejos de lo que podian imaginar sus contemporaneos... comparten, sin embargo, las esperanzas y temores de sus contempordneos y procuran guiar a su pueblo hacia 25 26 HIJAS DE ABRAHAM m lo que esta por venir.”* Para comprender el efecto que produjeron las palabras y las obras de Jestis de Nazaret sobre un sector del pueblo de Palestina, es imprescindible situarle en el contexto poli- tico, social y religioso de aquella tierra en el primer siglo de nues- tra era. No podemos recuperar del todo el “Jestis hist6rico”, pero debemos por lo menos resistir la tentacién de crear un Jestis a ima- gen y semejanza de los ideales de nuestra época, desligandolo de su propio entorno. Con la conquista de Jerusalén en 63 a.C. por el general romano Pompeyo, que supuso el fin de la independencia politica del pue- blo judio, lograda a raiz de la rebelién liderada un siglo antes por la familia de los Macabeos (167 a.C.), Samaria fue incorporada a la provincia romana de Siria, y las regiones de Juda, Galilea, Idumea y Perea formaban la comunidad religiosa de Jerusalén, cuyo sumo sacerdote dependia del gobernador de Siria. Durante los veinte aiios siguientes, mientras ocurrian cambios politicos de gran enver- gadura en el 4ambito romano, la familia herodiana pudo sustituir a Ja dinastia asmonea en Palestina, quedando consolidada su posi- cién con el nombramiento de Herodes “El Grande” como rey de Judea, Galilea y Perea por el Senado de Roma en el afto 40 a.C. Herodes fue un gobernante ambicioso, autocratico y politicamente habil; como rex socius del Imperio, ejercia plena autonomia en los asuntos domésticos, mientras permanecia sujeto al princeps en cuanto a las relaciones exteriores. Habiendo eliminado toda oposicién a su régimen, Herodes pudo emprender en torno al 25 a.C. su gran programa de obras publicas, incluyendo la espectacular restauracién del Segundo Templo y la construccién de numerosas edificaciones en Jerusalén y otras ciu- dades importantes, asi como varias fortalezas en puntos estratégi- cos del pais. La postura de Herodes frente a la religion judia era * John Riches, El mundo de Jestis: el judaismo del siglo I en crisis, Cordoba, Ediciones El Almendro, 1996, pp. 9-10. RELECTURA DE LUCAS ambigua; al mismo tiempo que mandaba construir templos dedi- cados a Augusto y a la diosa Roma (lejos de Jerusalén, claro esta) y toleraba el helenismo que dejaba huellas cada vez mas profundas en la cultura y la sociedad judias tanto en Palestina como en la Diaspora, “motivado por el prestigio, por la piedad y por la paz y la riqueza de Judea” inicié la reconstruccion del gran Templo de Jerusalén, logrando que el trabajo se llevara a cabo sin interrumpir el culto.5 En los tiltimos ajios del reinado de Herodes, se produjeron graves conflictos en el seno de su familia, asi como episodios de resisten- cia contra su politica pro-romana y helenizante, que fueron repri- midos con gran crueldad. Cuando murié, en el aito 4 d.C., su reino fue dividido entre tres de sus hijos: la mitad fue concedida a Archelao (Judea, Samaria, e Idumea), junto con el titulo de etnarca; los territorios de Galilea y Perea fueron dados al tetrarca Herodes Antipas; y las regiénes al norte y este del lago de Galilea (de pobla- cién mayoritariamente no-judia) al tetrarca Felipe. Después de nueve afios Arquelao fue destituido y de sus antiguos territorios fue creada una nueva provincia, gobernada por un prefecto (mas tarde, procurador) romano. El censo de la provincia, encargado por el legado romano en Siria, provocé una rebelién encabezada por Judas el Galileo (Hch 5:37), que segtin el historiador Flavio Josefo “incitaba a sus compatriotas a la rebelién y los censuraba como cobardes por consentir pagar tributo a los romanos y tolerar a sefio- res mortales, teniendo a Dios como su Sefior.”* En el afio 26 d.C., Poncio Pilato fue designado prefecto de Judea. Nunca propenso a tener en cuenta las sensibilidades religiosas de los judfos, Pilato mandé colocar en Jerusalén estandartes con la imagen del Emperador Tiberio, pero viendo que algunos del pue- blo estaban dispuestos a morir antes de tolerar una violacién tan * Peter Richardon, Herod; King of the Jews and Friend of the Romans, Columbia, University of South Carolina Press, 1996, p. 195. * Guerra fudia, 118. 27 28 HIJAS DE ABRAHAM grave del Decdlogo, tuvo que ordenar la retirada de las insignias. En otra ocasi6n, Pilato intent6 utilizar fondos procedentes del tesoro del Templo para la construccién de un acueducto, provo- cando una protesta que termin6 con la muerte de varios manifes- tantes a manos de los soldados romanos (quizas el episodio aludi- do en Le 13:1). Por fin, en el afio 35 d.C., Pilato mand6 encarcelar o matar a un grupo de samaritanos reunidos en el Monte Gerizim para presenciar el “descubrimiento” de unas vasijas sagradas supuestamente enterradas en el lugar por Moisés. Los samarita- nos se quejaron al legado romano de Siria y eventualmente Pilato fue enviado a Roma a dar cuenta de su comportamiento ante el Emperador. Cuatro afios mds tarde, a rafz del exilio a las Galias de Herodes Antipas (el que habia mandado encarcelar y ejecutar a Juan, el Bautista), el Emperador Caligula (37-41 d.C.) concedio sus territo- rios, junto con el titulo de rey, a su amigo Herodes Agrippa I (nieto de Herodes “El Grande”). Agrippa ya habia recibido de Caligula las regiénes gobernadas por el tetrarca Felipe después de su muer- te sin descendencia en el ato 37 d.C. Mas tarde el Emperador Claudio (41-54 d.C.) premié la lealtad de Agrippa con la concesién de la antigua etnarquia de Arquelao (Judea, Samaria e Idumea), con lo cual su territorio lleg6 a ser casi tan extenso como el de su abuelo. Fue durante el reinado de Herodes Agrippa I, en los afos 40, que tuvo lugar la persecucién de los cristianos que llevé al mar- tirio de Santiago, hijo de Zebedeo, y la encarcelacién de Pedro (Hechos 12:1-11), Cuando Herodes Agrippa murié de repente en el afio 44 durante unos juegos en honor del emperador (He 12:19-23, Josefo, Antigiie- dades Judias, XVIII, 6), el Emperador Claudio aproveché la oportu- nidad para convertir a Palestina nuevamente en provincia, bajo el mando de un procurador. Al mismo tiempo, el tiltimo gobernante de la dinastia herodiana, Herodes Agrippa Il, recibio de Claudio la antigua tetrarquia de Felipe, y més tarde, bajo el Emperador RELECTURA DE LUCAS: Nerén, partes de Galilea y Perea. Fue ante Agrippa II que el prisio- nero Pablo de Tarso explicé su caso antes de marcharse a Roma (He 25:23-26:32). Ocurrié también bajo su gobierno que el sumo sacerdote Ananos, aprovechando el vacio de poder en Judea entre la muerte del gobernador Festo y la llegada de su sucesor, mand6 a ser lapidados por supuesta violacién de la ley a Santiago, el “hermano de Jestis, llamado el Cristo’’, y algunos compajfieros suyos. Durante esta época los procuradores fueron los auténticos gober- nantes de Palestina; entre los afios 50 y 60 d.C., su falta de interés y sensibilidad frente a la religién y las costumbres del pueblo judio y el uso de medidas represivas para mantener el orden ptiblico pro- vocaron una serie de rebeliénes menores que, durante el régimen especialmente venal y cruel de Gesio Floro, desembocaron en la Guerra Judia (66-73 d.C.). Jerusalén, controlado por los rebeldes zelotas desde los inicios de la revuelta, fue asediado durante la Pascua del afio 70; cuando cay6 ante las fuerzas romanas bajo el mando de Tito Flavio Vespasiano, la ciudad fue saqueada y des- truida y el Templo encendiado. Esta catdstrofe supuso una grave ruptura en la historia de la nacién judia; nunca mas se ofreceria el sacrificio a Yahweh en su Ciudad Santa, y el pueblo judio se veria obligado a enfrentar una transformacién religiosa y social para garantizar su supervivencia. De hecho, esta transformaci6n del judaismo tenia sus rafces en diversos movimientos o grupos religiosos que ya existian antes del dominio romano y que debemos examinar para comprender su relaci6n con el judaismo rabinico y el cristianismo primitivo y, par- ticularmente, sobre el status de la mujer en ambos. Los dos grupos mas influyentes dentro de la religién judia en el primer siglo eran los fariseos y los saduceos, descendientes ambos de los grupos que encabezaron el desarrollo interno de Israel tras el exilio babilénico 7 Josefo, Ant... XX, 200. 29 30 HIJAS DE ABRAHAM (es decir, de los estudiosos de la ley o “escribas”, y de los sacerdo- tes, respectivamente). Los fariseos (del hebreo perushim: “separa- dos” 0 “puntillosos”), surgieron como un movimiento organizado hacia el afto 150 a.C. y parece que estuvieron relacionados con los hasidim (piadosos), que apoyaron la rebelién macabea hasta que ésta se volvié demasiado seglar y politizada. Mayoritariamente laicos, los fariseos aceptaban no s6lo la Tord escrita, sino también la Tora oral compuesta de interpretaciones de la Ley de Moisés (“Tradicién. de los Padres”), elaboradas por los escribas desde la época del gran lider religioso Esdras (siglo V a.C.). Estas tradiciones fueron codi- ficadas posteriormente en la Misndh (“repeticién, doctrina”), entre los afios 150 y 200 d.C. Aparte de la importancia que concedian al conocimiento y la interpretaci6n estricta de la Tor4, como garantia de la santidad del pueblo judio, los fariseos eran conocidos por su observancia meticulosa del shabbat, de la pureza ritual y de los diezmos, y por una actitud general de distanciamiento con respec- to a los judios menos escrupulosos en cumplir los mandamientos (el am hatéres, o “pueblo de la tierra”). Por otra parte, su énfasis en la tradicién oral daba a los fariseos una gran flexibilidad y capaci- dad de ajustarse a las realidades del momento y pudieron ejercer una influencia considerable sobre el pueblo judio, gracias a sus conocimientos y su piedad. Ademds de su manera de interpretar la ‘Tora, los fariseos crefan en la resurreccién de los muertos y en los Angeles; esperaban la llegada del Mesias y la reunificacién de las tribus de Israel al final de los tiempos. Aunque eran esencialmen- te un movimiento religioso, los fariseos se involucraron también en la politica, oponiéndose frecuentemente a los saduceos. Después de caida de Jerusalén en el 70 d.C. y la desaparicién de la autoridad de los saduceos a raiz de la destruccién del Templo, asi como el fra- caso politico y militar de los zelotes, fueron los supervivientes de los fariseos los que formaron en la ciudad de Yabné un sanhedrin de 72 ancianos (o rabinos), encabezado primero por Yohanan ben Zakkay y después Gamaliel II, que ejercia la autoridad en la comu- nidad judfa, disfrutando de una cierta autonom{a bajo el dominio RELECTURA DE LUCAS romano y dando un impulso a lo que se considera la época norma- tiva del judaismo talmtidico. Los saduceos (del hebreo saddugim), cuyo nombre viene probable- mente de la antigua familia sacerdotal de Sadoc (1Reyes1:26), eran un partido religioso relativamente abierto a la cultura helenista y estrechamente vinculado con la clase de los sacerdotes y con la aris- tocracia; por eso no es extrafio que fuesen los adversarios tradicio- nales de los fariseos. A pesar de considerarse “hijos de Sadoc”, apoyaron a los sacerdote-reyes hasmoneos, probablemente para asegurar su propia influencia. Los saduceos no aceptaban la Tord oral de los fariseos, considerandola una intromisién en las prerro- gativas de la clase sacerdotal; negaban la existencia de los angeles y la inmortalidad del alma. Segtin el gran historiador judio, los saduceos fueron influyentes principalmente entre los ricos y pode- rosos de la sociedad de Judea, mas que sobre el pueblo en general. Dada su vinculacién con el Templo, desaparecieron de la historia a raiz del cataclismo del afio 70 d.C. Ademis del contexto politico y de los diferentes movimientos reli- giosos presentes en Palestina en el siglo primero, es conveniente sefalar algunos aspectos de la estructura social del pais. Igual que el poder politico estaba repartido entre las tradicionales familias e instituciones del pueblo judio y los gobernadores romanos en un equilibrio siempre delicado, existia una divisién entre los judios que aceptaban en mayor o menor grado la cultura greco-romana predo- minante en el mundo mediterréneo de la época; entre la gran mayo- ria de la poblacién que vivia en el campo o en las aldeas y los que vivian en las ciudades, particularmente en Jerusalén; entre los gran- des terratenientes y comerciantes a nivel internacional que tenian acceso al poder y a la riqueza, y los pequefios propietarios, artesanos y campesinos sin tierras que luchaban para sobrevivir. * Estas divi- siones sociales, culturales y econémicas, junto con el agravio peren- * Riches, op. cit,, p. 45. 31 HIJAS DE ABRAHAM ne del dominio extranjero sobre la Tierra de Israel, provocaba una inquietud profunda en ciertos ambientes, que se reducia esencial- mente a dos interrogantes fundamentales: ;Qué es lo que significa ser judio en la situacién concreta del momento? {Cémo debe vivir un judio para cumplir con la Alianza entre Yahweh y su pueblo? Carolyn Osiek ha sefialado que “es un principio sociolégico que una forma de reaccionar ante una crisis es la intensificacién de las normas, un movimiento de renovacién que exige a sus seguidores un compromiso més profundo con el grupo y con sus caracterfsti- cas originales.”” Esta claro que, en el primer siglo de nuestra era, el pueblo judio se encontraba en un momento critico, tanto en lo poli- tico y social como en lo religioso. Igual que en épocas anteriores de peligro y catastrofe nacional, muchos judios se preguntaban por el sentido de la historia y por la razén_ del dominio de los gentiles sobre la Tierra de Israel. Algunos buscaron la contestacién en una observancia mds estricta de la Tord (fariseos), o en la huida de la sociedad y la practica de la ascesis (esenios), 0 en la rebeli6n arma- da (zelotes), 0 en la purificacién de los pecados mediante el bautis- mo administrado a orillas de Rio Jordan (movimiento de Juan Bautista). Hubo, en cambio, otros que se convirtieron en discipu- los y discipulas de un maestro galileo, “un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el Pueblo” (Le 24:19), que ofrecia una nueva visién de la religién ancestral de pueblo judio y del gobierno de Dios sobre el mundo. La mujer judia en tiempos de Jestis Ha sido, y sigue siendo, dificil para muchos cristianos comprender y aceptar que Jestis fue “un auténtico hijo de Israel, hondamente > What are they saying about the social setting of the New Testament?, (New York: Paulist Press, 1992, p. 49). 32 RELECTURA DE LUCAS arraigado en la larga historia de su pueblo.” Elizabeth Schiissler Fiorenza cuenta la anécdota de una catequista que se refirié en una clase de formacién de adultos a “Jestis el judfo”, suscitando una fuerte discusién entre los oyentes. Por fin uno de ellos explicé la razén de su reaccién negativa: “Si tanto insiste en que Jestis era judio, probablemente tenga raz6n, pero su Santisima Madre, con seguridad no lo era.”" Aunque persisten actitudes de este tipo, entre los signos més positivos de los tiempos posteriores al Concilio Vaticano II podemos citar la intensificacién del didlogo religioso entre judfos y cristianos y la proliferacién de estudios his- téricos y teolégicos que han ayudado a comprender las raices comunes de las dos grandes religiones. Particularmente significa- tivo para el tema que nos ocupa es el hecho de que la historiogra- fia de la mujer judia se esté sometiendo actualmente, en Israel, Norteamérica y Europa, al mismo proceso de reevaluacién que la de la mujer cristiana, con resultados muy prometedores. Jestis vivid en un “micro-contexto” socio-cultural (el judio) muy marcado, incluso en Palestina, por el “macro-contexto” de la cultu- ra greco-romana. En ambos, lo masculino era considerado norma- tivo, la esfera primordial de influencia de la mujer era la casa y la familia, y la visién de la mujer expuesta en la literatura era muchas veces negativa. Segtin la antigua tradicién israelita, la mujer fue creada para servir al hombre como “ayuda adecuada” (Gen. 2:18) y eran proverbiales las cualidades de las buenas esposas y madres: la industria, la frugalidad, la habilidad en el manejo de la casa, la generosidad y preocupacién por los demas (Pr 31:10-31). Abundan, por otra parte, las referencias negativas a las mujeres necias (Pr 9:13), contenciosas y ansiosas (Pr 21:9, 19; 25:24; 27:15) e indiscretas (Pr 11:22). El escritor Ben Sira (S. II a.C.) expresa esta actitud ambivalente hacia la mujer, Ilegando a afirmar que “vale "Discurso del Papa Juan Pablo II a la Pontificia Comision Biblica, 11 de abril, 1997. Ecclesia, no. 2.839. * En memoria de ella, Bilbao, Desclée De Brouwer, 1989, p. 146. 34 HIJAS DE ABRAHAM mas maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre de vergiienza y oprobio” (Si 42:14). Seguin el escrito rabinico Tosefta (que en este caso puede reflejar una tradicién del S. I d.C.”), un hombre judio debfa dar gracias a Dios todos los dias por no haber- le creado gentil, mujer u hombre ignorante. Existian, por otra parte, en la tradicién judia muchas imagenes positivas de la mujer; hubo personajes femeninos en la historia isra- elita que ejercieron posiciones de influencia y liderazgo (Miriam, Deborah) y hay abundantes referencias a la mujer en la literatura judia helenista (José y Aseneth, el Testamento de Job, Tobias, Judit, Ester, los escritos de Filén sobre las therapeutrides y de Josefo sobre las mujeres gentiles atraidas por el judaismo). Fue también notable el caso de la reina Salomé Alejandra (76-67 a.C.), que cambié la politica interna de Judea y convirtié al partido de los fariseos en el grupo més influyente del estado. Estos ejemplos “reflejan la influencia social, las responsabilidades educativas, papeles de lide- razgo, vocaciones proféticas, preocupacién por el patrimonio, las oraciones, votos de nazireato, actividades en la esfera publica, etc., de mujeres judias.”’ Por otra parte, la triple bendicién del Tosefta, citada anteriormente, tiene varios paralelos en la literatura greco- romana, entre ellos la anécdota contada por el historiador de la filo- sofia, Diégenes Laercio (S. III d.C.), referente al fil6sofo y geometra Tales de Mileto, que “solia decir que habia tres bendiciones por las cudles él era agradecido a la Fortuna: “primero, que naci ser huma- no y no animal; después, que naci var6n y no mujer; y tercero, grie- go y no barbaro”* " David M. Scholer, “Women,” Dictionary of Jesus and the Gospels, Downers Grove, IlL., InterVarsity Press, 1992, p. 880. ® AmyJill Levine, Second Temple Judaism, Jesus and Women, Biblical Interpretation, 2, 1 (1994), p. 14 “David M. Scholer, “Galations 3:28 and the Ministry of Women in the Church,” lecci6n inaugural como profersor de Nuevo Testamento, Fuller Theological Seminary, Pasadena, California, 27 de febrero, 1997. RELECTURA DE LUCAS En cuanto al status legal de la mujer en la tradicién israelita, varios preceptos del Pentateuco implicaban su igualdad con el hombre: todos los reos de adulterio, varones y mujeres, eran sujetos a la pena de muerte (Lev 20:10); las reglas de kashrut sobre la pureza de Jos alimentos eran aplicables a ambos (Lev 11) y la Tord exigia el mismo respeto a la madre que al padre (Ex 20:12; Dt 5:16). En tér- minos generales, se puede decir que las mujeres tenfan la misma responsabilidad moral que los hombres: el castigo era el mismo para ambos en el caso de la apostasia (la pena de muerte: Dt 17:2- 5) y los sacrificios y restituciones para infracciones menores de la ley eran los mismos, lo cual parece indicar que las mujeres podian ofrecer sus propios sacrificios (Num 5:6-10). Aunque las tres pere- grinaciones anuales (en las fiestas de la Pascua, las Semanas y las Tiendas) eran obligatorios sdlo para los hombres (Ex 23:17; 34:23; Dt. 16:16), las mujeres acompafiaban muchas veces a sus maridos ’(1Sam 1) y en la asamblea del Afto de la Remisién se exigia la pre- sencia de “todo Israel... hombres mujeres y nifios, y el forastero que vive en tus ciudades” (Dt 10-13). Habia, por otra parte, leyes de impureza ritual que afectaban tinicamente a las mujeres, referentes a las parturientas (Lev 12) y a las menstruantes (Lev 15:19-30)."* Empezando antes de la destruccién de Jerusalén en el afio 70 d.C., pero particularmente a partir de la expulsién de los judios de la Ciudad Santa a raiz de la rebelién de Bar Kokba (132-135 d.C.), fue llevada a cabo la codificacién de la Tord oral, es decir, de las inter- pretaciones de la Ley de Moisés creadas y transmitidas por los sabios fariseos y sus sucesores. El resultado final de esta labor de recopilacién fue la Mishnah, que recibié su redaccién definitiva en torno a 200 d.C., y, mas tarde del Talmud, en su versién palestina (S. TV) y babildnica (S. V)."* Varios estudios recientes de la posicion de * Encyclopedia Judaica, New York, 1970, p. 624-625. “Para una explicacién del desarrollo de la tradicién oral, ver Ramén Trevijano Etchevarria, Origenes del cristianismo: El trasfondo judio del cristianismo primitivo, Universidad Pontificia de Salamanca, 1996, pp. 40-54. 35 HIJAS DE ABRAHAM la mujer en la sociedad judia, tal y como queda reflejada en los escritos rabinicos, han sefialado un problema fundamental: estos documentos parecen indicar que las mujeres judias vivian social- mente restringidas y apartadas de la vida religiosa del pueblo, mientras que otros datos que proceden principalmente (aunque no exclusivamente) de la diaspora greco-romana sugieren que por lo menos algunas mujeres judas participaban activamente en la vida religiosa, social, econémica e incluso politica de sus comunidades. Esto plantea la posibilidad de que las fuentes rabinicas reflejan la tealidad social de sdlo unas pocas comunidades judias y, tal vez, solamente “las visiénes utépicas de unos pocos hombres judios.”” Es muy importante tener esto en cuenta a la hora de comparar la imagen de la mujer en los Evangelios con su equivalente en la lite- ratura judia de los primeros siglos de nuestra era. Seria impruden- te, sin embargo, rechazar todo el corpus rabinico simplemente por una cuestién de cronologia, ya que sin duda puede ofrecer algunas “pistas” importantes sobre el status de la mujer judfa (y por lo tanto, de la mujer judeo-cristiana) en aquella época.* Seguin la tradici6n rabinica, la vida religiosa y espiritual de la mujer judia era mas limitada que la del hombre. Las mujeres eran obli- gadas a guardar solamente tres preceptos: 1) encender las velas al comienzo del shabbat; 2) apartar y quemar un pequefio trozo de masa antes de meter el pan en el horno, y 3) observar las leyes de niddah. En vez de dar una interpretacion positiva a estos preceptos, algunos de los sabios los consideraban como un castigo impuesto a Eva y a todas sus descendientes feme- " Ross S. Kraemer, Her Share of the Blessings: Womens Religions Among Pagans, Jews and Christians in the Greco-Roman World, New York, Oxford University Press, 1992. ' Aparte de numerosos articulos y obras colectivas , entre los libros mas importantes sobre la mujer en Ja literatura rabinica se pueden citar Jacob Neusner, A History of the ‘Mishnaic Law of Women (5 vol.), Leiden, Brill, 1985, y Judith Romney Wegner, Chattel or Person? The Status of Women in: the Mishnak, New York, Oxford University Press, 1988. Mas breve y asequible es la explicacién de R. Kraemer, op cit,, capitulos 8 y 9, en la cual estd basada en gran parte esta exposicién sobre la mujer en la literatura rabinica. 36 RELECTURA DE LUCAS ninas. Aparte de estas normas no habia, como en algunos cultos paganos, festivales restringidos a las mujeres, ni sinagogas o tem- plos reservados exclusivamente a hombres o mujeres. El Templo reconstruido de Jerusalén tenia un “atrio de las mujeres,” Ilamado asi no porque en él sdlo fuera permitida la entrada de mujeres sino porque era el tinico sector del complejo al cual las mujeres tenfan acceso”; por otra parte, no existen indicios claros de la separacién de hombres y mujeres en las sinagogas de la antigiiedad, aunque en la secta ascética de los terapeutas de Egipto, los hombres y las mujeres se sentaban separados por un tabique durante sus oficios comunes. En términos generales, los rabinos ensefiaban que Dios habia dado a Moisés en Sinai la totalidad de las obligaciones necesarias para mantener la santidad de su pueblo, pero que no todos los manda- mientos eran igualmente obligatorios para todos los miembros del pueblo. El cumplimiento de la Tord en su totalidad era exigido sola- mente a los hombres adultos; los demas (nifios, mujeres, esclavos, personas incapacitadas) estaban exentos de determinadas obser- vancias y obligaciones. Esta exencidn tenia una consecuencia inevi- table: las personas exentas nunca podian servir plenamente a Dios, y por lo tanto no podian estar en la misma relacién con Dios que un hombre adulto que observaba todos los preceptos. Por otra parte, los mandamientos se dividian, segtin los sabios, en dos categorias: los negativos y los positivos. Los negativos obligaban igualmente a hombres y mujeres, mientras que los positivos se dividian en otras dos categorfas: los que no estaban vinculados a un determi- nado tiempo (obligatorios para todos) y los que si estaban sujetos al tiempo (por ejemplo, tomar las comidas en unas tiendas especia- les durante el festival de Sukkoth en otofio, o ir en peregrinaci6n a Jerusalén en las tres grandes fiestas). A estos uiltimos no estaban obligadas las mujeres, ya que podian interferir con sus responsabi- “Emil Sch rer, Historia del pueblo judio en tiempos de Jesits, vol. Ul. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1985, p. 392. 37 HIJAS DE ABRAHAM lidades domésticas y seria, por lo tanto, una injusticia exigir su cumplimiento. Quizds lo més notable sea la exencién de la mujer de estudiar la Toré; como ha dicho Ross Kraemer, “si los sabios hubiesen sido totalmente consecuentes, hubiesen considerado a las mujeres como obligadas a estudiar la Tord, ya que éste no es un pre- cepto condicionado por el tiempo.”” Sin embargo, el Talmud de Babilonia parece indicar que las mujeres podfan tocar el sofar (trom- pa de cuerno de carnero), en determinadas liturgias de la sinagoga, y la Mishnah sugiere que las mujeres eran consideradas dignas de leer el rollo de Estér en la fiesta de Purim. Una de las cuestiones mas discutidas por los investigadores del judaismo normativo es el nivel de observancia de los preceptos positivos por parte de la mayorfa de las mujeres judias y el signifi- cado que las mujeres mismas daban a estos preceptos. Por ejemplo, una mujer podria interpretar una observancia rigurosa de las nor- mas de kashrut como una manera de intervenir activamente en la santificaci6n de su familia” 0, al contrario, como una obligacién que creaba un distanciamiento de sus vecinas menos piadosas; en cuanto a las leyes de pureza menstrual (niddah), éstas podrian ser vistas como una carga 0 como una forma de control de natalidad. De todas formas, muchos datos tomados no de los escritos rabini- cos, sino de otras fuentes escritas y de la arqueologia parecen indi- car que las vidas y las experiencias religiosas de las mujeres judfas de Palestina en la época de Jestis fueron mas complejas y variadas de lo que se ha pensado tradicionalmente. Kathleen Corley resu- * Kraemer, op. cit,, p. 97. * Jacob Neusner, Judaism in the Beginning of Christianity, Philadelphia, Fortress Press, 1984. ® El estudio mas completo sobre el tema hasta la fecha, que se basa en todas las fuentes primarias relevantes (incluyendo el Nuevo Testamento) y en numerosos estudios secundarios es Tal Ilan, Jewish Women in Greco-Roman Palestine, Peabody, Mass., Hendrickson Publishers, 1996. Katharina von Kellenbach (Anti-Judaism in Feminist Writings, Atlanta, Scholars Press, 1994, p. 71) ha notado el éxito del proselitismo judfo entre las mujeres gentiles, concluyendo que “es improbable que el judaismo hubiese atraido a las mujeres gentiles greco-romanas, si el retrato de la mujer judia como atra- sada, analfabeta y oprimida fuera correcto.” 38 RELECTURA DE LUCAS me los resultados de varias investigaciones recientes sobre la mujer en el judaismo helenista de esta manera: Los datos sugieren que las mujeres en el judaismo anti- guo vivian, de hecho, vidas similares a las mujeres genti- les, y que es imposible mantener una visién monolitica de la experiencia de la mujer judia basado en unas pocas fuentes. Aunque, igual que todas las mujeres helenistas, las mujeres judfas vivfan en una sociedad patriarcal, no se puede ya decir que eran més reprimidas que otras muje- res de sus tiempos... Existen indicios de que algunas mujeres judfas tenfan el derecho de divorciarse de sus maridos, como lo tenfan las mujeres romanas; algunas eran lideres y benefactoras de sus sinagogas; algunas mujeres judias eran incluso educadas en la filosoffa. Tampoco es el caso que las mujeres estuvieran total- mente separadas de la vida religiosa judia. No existe evi- dencia de la segregacién de las mujeres de los hombres en las sinagogas antiguas... Ademas (las leyes de niddah), fueron creadas para proteger la pureza del Templo, y es posible que en el tiempo de Jestis hubieran afectado sola- mente a las mujeres que vivian en o visitaban Jerusalén La nocién de que la aceptacién de seguidoras femeninas por parte de Jestis Jo contrapone a su ambiente es impro- bable... Al contrario, é1 se colocarfa dentro del marco de un judaismo progresista que se sittia dentro de los limites de la cultura greco-romana en general.” Entre las conclusiones que expone Amy-Jill Levine en su estudio comparativo sobre el status de la mujer en el judafsmo del Segundo Templo y en el cristianismo, hay una especialmente notable, que viene a afirmar la igualdad de las mujeres con los hombres en cuan- to a sus motivaciones por seguir a Jestis: “...Es posible que algunas mujeres judias se hubiesen juntado al movimiento de Jestis sin dar ® Kathleen E. Corley, “Feminis Myths of Christian Origins,” en Reimaging Christian Origins, ed. Elizabeth A. Castelli and Hal Taussig, Valley Forge, Pa., Trinity Press International, 1996, p. 56-57. 39 40 HIJAS DE ABRAHAM una consideracién primordial a su posicién de mujeres como tal. Es posible que fueran atraidas al mensaje (fuera el que fuera), por las mismas razones (fueran las que fueran) que motivaron a sus padres, hermanos, maridos e hijos.”"* Partiendo de lo que hemos expuesto sobre el contexto social y religioso de Palestina, y particularmente en lo referente a la mujer en la sociedad judia del siglo primero, vamos a examinar mas a fondo la cuestién de la conducta de Jestis con las mujeres y el papel que jugaron éstas en las primeras comu- nidades cristianas de Palestina, utilizando como fuente principal la obra de Lucas: su Evangelio y los Hechos de los Apéstoles. La mujer en el movimiento de Jesds y en las primeras comuni- dades cristianas que refleja Lucas El enfoque central del mensaje y de la vida de Jestis de Nazareth fue la llegada del “reino de Dios,” manifestado en la misericordia y en la justicia del Padre. Los evangelios y los otros escritos del Nuevo Testamento dejan claro, sin embargo, que el “reino de Dios” que Jestis y sus seguidores proclamaban no era puramente espiritual, sin implicaciones para las relaciones basicas y las condiciones socia- les existentes en Palestina en su época. Jestis y los primeros cristia- nos, al contrario, estaban interesados fundamentalmente en la sal- vacién de las personas, no de las almas; “el poder de la basileia de Dios se realiza en la comida comunitaria de Jestis con los pobres, los pecadores, los recaudadores de impuestos y las prostitutas, con todos aquellos que no pertenecen al pueblo santo, que son, por alguna razén, deficientes a los ojos de los justos.”* Jestis no distin- AJ. Levine, op. cit,, p. 13. % E, Schiissler Fiorenza, op. cit, p. 165. Para un andlisis de la “comensalia inclusiva” del cristianismo primitivo en el contexto de una innovacién social en toda la sociedad greco-romana referente a las costumbres en la mesa, ver K. Corley, Private Women, Public Meals. RELECTURA DE LUCAS gue entre varones y mujeres en sus ensefianzas; “no existe una segunda moral especificamente de mujeres, propia y exclusiva para ellas, sino que hay una misma para todos, varones y mujeres.”* Ademis, Jestis no hace las advertencias negativas a sus discfpulos sobre las mujeres que se encuentran en el Antiguo Testamento, en la literatura greco-romana, en los escritos rabinicos y mas tarde en la literatura patristica. Por otra parte, el estilo de vida ascético e iti- nerante de Jestis, y su relativa despreocupacién por cuestiones de pureza ritual, tendian a disminuir las diferencias sociales de clase y de nivel cultural. Esta postura abierta de Jestis, que predicaba en nombre de un Dios cuya soberania y generosidad no tienen medida, fue, sin duda, una de las razones principales de que hubiese desde los inicios muchas personas (entre ellas, mujeres) que se sintieron atraidas por Jestis, sus palabras y sus obras, que buscaron y solicitaron su ayuda, que decidieron sacrificar sus bienes y formar parte de su séquito, o que le ofrecieron hospitalidad a él y a sus discfpulos/as en su misién en Galilea y Judea. Es importante, sin embargo, recordar que la idea de que Dios ama a su pueblo y esta de parte de los pobres y de las victimas de la injusticia (los que Ilamamos hoy “los marginados”), esté profundamente arraigada en la Alianza de Dios con Israel; ademas, Jestis no se sittia explicita- mente en contra de los simbolos mas sagrados de Israel, como explica E. Schiissler Fiorenza: El movimiento de Jestis en Palestina no rechaza total- mente la validez del Templo y de la Tord como simbolos de la eleccién de Israel, pero ofrece una interpretacién alternativa al centrarse sobre el pueblo mismo como lugar del poder y de la presencia de Dios....La vida de cada dia no debe medirse por la santidad sagrada del Templo y la Tord, sino que la praxis del Templo y de la Tora deben * Xabier Pikaza, La mujer en las grandes religiones, Desclée De Brouwer, Bilbao, 1991, p. 152. 41 HIJAS DE ABRAHAM. juzgarse y valorarse en funcién de su cardcter incluyen- te de cada persona de Israel y de su capacidad de engen- drar la plenitud de todo ser humano.” El evangelista Lucas ha sido considerado tradicionalmente, entre todos los autores del Nuevo Testamento, como el mas preocupado en descubrir la relacin de Jestis con las mujeres y, de hecho, algu- nas de las historias mds conocidas sobre el tema se encuentran tni- camente en su evangelio. Sin embargo, basaéndose en una compara- cién de la obra de Lucas con otros escritos neotestamentarios, varios autores han planteado la posibilidad de que el retrato que pinta Lucas de Ja mujer cristiana no es del todo favorable y han cuestionado las motivaciones del evangelista para su peculiar des- cripcién de la mujer en el movimiento de Jestis y en las primeras comunidades cristianas* Puesto que otros capitulos de este libro trataran en profundidad algunos de los personajes femeninos mas importantes del Evangelio de Lucas y de los Hechos de los Apéstoles, centraremos nuestro anilisis en el grupo de mujeres que formaba parte del séquito de Jestis, intentando iluminar su signifi- cado en el contexto social de Palestina en el siglo primero y su importancia para la historia de las primeras comunidades cristianas. La primera referencia a un grupo de mujeres entre los seguidores de Jestis se encuentra en Lc 8:13: Y sucedié a continuacién que iba por ciudades y pue- blos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompaftaban los Doce, y algunas mujeres que habfan sido curadas de espiritus malignos y enfermedades: Marfa, llamada Magdalena, de la que habian salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que le servian con sus bienes. ¥ En memoria de ella, p. 164. Véase también Geza Vermes, La religién de Jestis el judio, Madrid, Anaya & Mario Muchnik, 1993. * Véase Robert J. Karris, O.FM., “Women and Discipleship in Luke,” Catholic Biblical Quarterly 56/1994, p. 1-5, para un anilisis de los recientes estudios “positives” y “negativos” en el Ambito norteamericano sobre la visi6n de Lucas referente a la mujer. 42 RELECTURA DE LUCAS Este pasaje en forma de resumen se encuentra solamente en Lucas y parece resaltar la importancia de las figuras femeninas en la his- toria de Jestis. A pesar de que el texto se encuentra justo antes de la parabola del sembrador, lo cual podria indicar que el servicio de estas mujeres da “fruto centuplicado”, cierto es que al contrario del caso de los Doce (Le 6:12-16; 9:1-6), Lucas no transmite la historia de ninguna llamada de Jestis a una mujer para seguirle como disci- pula o servirle como misionera. Si se interpreta el significado de Lc 8:1-3 en el sentido de que las mujeres prestaban su apoyo mone- tario al movimiento en gratitud por sus curaciones fisicas y psico- légicas, esto podria confirmar que “de acuerdo con su programa para el papel de la mujer, Lucas representa a estas benefactoras ricas prestando un apoyo silencioso, detras del escenario.”” Muchos autores han opinado que aunque no fuera inaudito que una mujer judia ayudara a un maestro de la Ley y a sus discipulos con sus bienes, hubiese sido impensable que una mujer “decente” viajara con el séquito de un maestro itinerante. Contra esta opinién se puede argumentar que en ninguna de las escenas de controver- sia en los cuatro evangelios Jestis es criticado explicitamente por tener mujeres entre el grupo de sus seguidoras, lo cual parece indi- car que el discipulado femenino era menos “impensable” de lo que se ha pensado tradicionalmente. Lo tinico que se sabe con seguri- dad es que el caso de las mujeres galileas que siguieron a Jestis es el tinico ejemplo que se cita explicitamente en un documento de la época.” Lo que Lucas deja claro, por otra parte, es que dentro del grupo de muje- res que siguieron a Jestis desde Galilea habia algunas que disfruta- » Barbara Reid, O.P,, Choosing the Better Part: Women in the Gospel of Luke, Collegeville, Minn., ‘The Liturgical Press, 1996, p. 124-125, 132-133. » Reid, op. cit,, p. 131. Es probable, sin embargo, que hubiese mujeres en el grupo reuni- do en torno a Juan el Bautista (Mt 21:32) y entre los seguidores del “charlatan” Teudas que “convencié a un gran neimero del pueblo a llevar su propiedad consigo y acompaiiar- Jo al Rio Jordén” (Josefo, Ant., XX, 5). Agradezco a Honora Chapman de Stanford University la sugerencia del parecido con Le 8:3. Véase también A.-J. Levine, op.cit,, p. 18, sobre la posibilidad de que otros maestros judios tuviesen seguidoras femeninas. HIJAS DE ABRAHAM. ban de una cierta independencia econdmica que les permitia poner sus bienes a la disposicién de la pequefia comunidad itinerante. Esto indicaria que el status legal de estas benefactoras era el de las mujeres clasificadas por la Mishnah como “auténomas”: es decir, hijas emancipadas, mujeres divorciadas 0 viudas.” El caso de Juana, “la mujer de Cusa”, es mas dificil de explicar, a no ser que aceptemos la tesis arriba expuesta de que habia en el mundo real en que vivia Jestis una mayor “laxitud” de costumbres en cuanto a la conducta de las mujeres no-aut6nomas que en el mundo ideal de los sabios rabinicos. No es posible en un estudio tan breve hacer un andlisis en profun- didad de las diversas versiones de los cuatro evangelistas referentes al protagonismo de las mujeres galileas en los acontecimientos aso- ciados con la muerte y resurreccién de Jestis.” Sefialaremos simple- mente que segtin el evangelio de Marcos, durante las tiltimas horas de la vida de Jestis, todos sus discipulos masculinos le abandonaron (14:50), mientras que en el momento de su crucifixi6n “habfa tam- bién unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, Maria Magdalena, Maria, madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, que le seguian y le servfan cuando estaba en Galialea, y otras muchas que habfan subido con él a Jerusalén” (15:40-41). Lucas Nos cuenta, en cambio, que “estaban a distancia, viendo estas cosas, todos sus conocidos y las mujeres que le habian seguido desde Galilea” (23:49); no da los nombres de las mujeres y coloca a su lado “todos los conocidos” del Crucificado, lo cual tiene el efecto de res- tar importancia al testimonio de las discipulas galileas sobre las cir- cunstancias de su muerte. No obstante, Lucas cuenta a continuacién que las mujeres fueron detras de los hombres que dieron sepultura aJestis y “vieron el sepulcro y cémo era colocado su cuerpo” (23:55), aparentemente sin estar acompafiadas por los “conocidos.” * Ver Wegner, op. cit., p. 114-144, sobre los derechos legales de esta clase de mujeres seguin la Mishnah. ® Un buen resumen de los paralelos se encuentra en Claudia Setzer, “Excellent Women: Female Witness to the Resurrection,” Journal of Biblical Literature 16/2 (1997), p. 259-272. RELECTURA DE LUCAS En el capitulo 24 del evangelio, Lucas dice que las mismas mujeres (sin nombrar) acudieron el primer dia de la semana a la tumba para ungir el cuerpo de Jestis, pero encontraron la tumba vacia. Estando todavia sumidas en el asombro, se les aparecieron dos “hombres con vestidos resplandecientes,” diciendo: Por qué buscdis entre los muertos al que est4 vivo? No esta aqui, ha resucitado. Recordad como os hablé cuan- do estaba todavia en Galilea, diciendo: “Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los peca- dores y que sea crucificado, y al tercer dia resucite.” Y ellas recordaron sus palabras. Con estas frases Lucas sefiala nuevamente que estas mujeres esta- ban con Jestis en Galilea; deja claro, ademas, que como las mujeres formaban parte del grupo de los discfpulos, les fueron ensefiadas las profecias sobre la muerte y resurreccién de Jestis. Por propia ini- ciativa (sin recibir el encargo de los mensajeros celestiales como en Mc 16:7 y Mt. 28:7, y mas parecido a lo que cuenta el evangelio de Juan sobre la actuacién de Maria Magdalena-20:2), las mujeres regresan del sepulcro para anunciar lo sucedido “a los Once y a todos los demas.” Es ahora cuando Lucas identifica a las mujeres por sus nombres, contando en seguida la reaccién de los otros dis- cipulos: “Maria Magdalena, Juana y Maria la de Santiago y las demas que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les pareci- an como desatinos y no las crefan.” (Le 24:10-11). Serd Ja tiltima vez que encontremos una referencia explicita a las mujeres que habfan seguido a Jestis desde los inicios de su ministerio en Galilea. Una vez desaparecido Jestis, y particularmente a raiz de la expe- riencia de Pentecostés, sus seguidores empezaron a considerarse como una comunidad (Koinonia) con caracteristicas y costumbres Ppropias, pero siempre dentro de la tradicién de Israel.* Su “hori- * Para un estudio exhaustivo de las primeras décadas del cristianismo en Palestina, véase César Vidal Manzanares, El judeo-cristianismo palestino en el siglo I: de Pentecostés 4 Jamnia, Madrid, Editorial Trotta, 1995. 45 46 HIJAS DE ABRAHAM zonte espiritual” era apocalfptico,* ya que entendian que era inmi- nente el fin del mundo y que su misi6n era convertir al mayor ntimero posible de judfos a la fe en Jestis como el Mesias de Dios, cuya segunda venida serfa la inauguracién del final de los tiem- pos. Existfa ya desde tiempos de los Macabeos una tendencia apo- caliptica dentro de la religién judia, de tal manera que los cristia- nos no habrian destacado por esta actitud. Por otra parte, los bau- tizados “acudian asiduamente a la ensefianza de los apéstoles, ala comuni6n, a la fraccién del pan y a las oraciones.” (Hch 2:42). Esta ensefianza (didache) consistia de la lectura y la interpretacion de la Ley y los Profetas, incorporando las palabras de Jess y adaptando el conjunto a la situacion actual de la comunidad; el proceso de poner esta ensefianza por escrito daria lugar mas tarde a la creacién de una Sagrada Escritura cristiana, en un proceso no muy diferente que la elaboracién de la Mishnah. La fraccién del pan, 0 comida eucaristica, se celebraba en recuerdo de la accion salvificia de Dios en Jesucristo, aunque no sustitufa a los sacrificios ni al culto de Israel. Finalmente, las oraciones eran sin duda las tradicionales del pueblo judio, rezadas a determinadas horas en el Templo o en las sinagogas. Es precisamente en un ambiente de recogimiento y de oracién en una casa en Jerusalén, donde encon- tramos de nuevo al grupo de mujeres discfpulas, pero con una composicién algo diferente: Y cuando Ilegaron subieron a la estancia superior, donde vivian, Pedro, Juan, Santiago,y Andrés; Felipe y Tomas; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simén el Zelota y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la ora- cién, con un mismo espiritu en compaiia de algunas mujeres, de Marfa, la madre de Jestis, y de sus hermanos. (Le 1:13-14) La “estancia superior” en las casas judias era un lugar tranquilo donde uno podjia retirarse para rezar o estudiar las Escrituras; ™ Hans King, El cristianismo, Madrid, Editorial Trotta, 1997, p. 84. RELECTURA DE LUCAS Lucas deja claro que es el sitio donde se retine habitualmente toda la comunidad de seguidores de Jestis, no sdlo los Doce. La tinica mujer nombrada explicitamente en este pasaje de Lucas es Maria, la madre de Jestis, y s6lo podemos suponer que entre el grupo de “algunas mujeres” estarfan las que le habfan seguido desde Galilea.* Ivoni Richter Reimer ha resumido de esta manera las implicaciones de esta escena de los Hechos: Si las mujeres mencionadas en (Hch) 1:14 han de consi- derarse como las mujeres que Jestis conocié en Galilea y que le siguieron desde alli hasta su muerte, resurreccién y ascensién, se ha cometido una gran injusticia con ellas tanto en el texto como el Ja tradicién de su interpretacion. Esta injusticia consiste, primero, en que no se las nom- bra... con sus nombres, la memoria de sus hechos tam- bién se extingue. Ademés, estas mujeres no fueron con- sideradas cuando hubo que escoger al duodécimo apés- tol. Esta sugerencia no resulta tan absurda cuando mira- mos mas de cerca las condiciones para ser “candidato” a la eleccién como apéstol. Dice Hch 1:21-22: “Conviene, pues, que de entre los hombres que anduvieron con noso- tros todo el tiempo que el Sefior Jestis convivié con noso- tros, a partir del bautismo de Juan hasta el dia en que se nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con. nosotros de su resurreccién.” Los evangelios sindpticos dan testimonio del discipulado de las mujeres como seguidoras de Jestis (desde Galilea)... Estas mujeres disci- pulas acompajfiaron a Jestis en su amargo camino hasta la muerte en la cruz, y segtin Mc16:1-8 fueron los primeros testigos de su resurreccién. Segtin Le 24:1-10 se les fue dado el escargo de proclamar la resurreccién de Jestis a los dems... Por lo tanto, cumplian las condiciones nece- sarias para la diakonia y para el apostolado (Heh 1:25). *Ivoni Richter Reimer, Women in the Acts of the Apostles, Minneapolis, Fortress Press, 1995, p. 232. * Tbid., p. 232-233. 47 48 HIJAS DE ABRAHAM La ultima referencia que tenemos del grupo de mujeres discfpulas de Jestis, incluso més indirecta que la citada anteriormente, se encuentra en la historia de Pentecostés. Se puede entender que en la expresién “estaban todos reunidos en el mismo lugar” (Hch 2:1), “todos” incluye a las mujeres galileas, Maria la madre de Jestis y sus hermanos, y que el lugar es la “estancia superior”. Esto, junto con la cita del profeta Joel que hace Pedro en su discurso a los judi- os reunidos en Jerusalén (“Derramaré mi Espiritu sobre toda carne y profetizaran vuestros hijos y vuestras hijas”), implica que las mujeres también quedaron “Ilenas del Espiritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, segtin el Espiritu les concedia expresar- se” (Hch 2:4). Mary Rose DiAngelo ha propuesto que en Hechos se puede detectar un progresivo “distanciamiento de las mujeres de la profecia,” reflejo del deseo de Lucas de “distanciar al cristianismo de la magia oriental asociada con el judafsmo; las mujeres profetas pertenecen al pasado exético de la Biblia.”” Lo cierto es que en la obra de Lucas, el grupo de mujeres galileas, que tan fielmente habi- an seguido a Jestis en todas las fases de su ministerio, desaparecen del escenario de Hechos precisamente a partir de Pentecostés. Sélo volveran a aparecer en la relativamente més “exotica” literatura gnéstica cristiana y en las muiltiples leyendas medievales, cuyos autores estaban aparentemente mucho mas convencidos de la importancia de estas mujeres, y particularmente de Maria Magdalena, que el evangelista Lucas.* Todo lo que hemos expuesto sobre la historia de Jas mujeres gali- leas que siguieron a Jestis parece sugerir que la actitud de Lucas hacia las mujeres discfpulas es -cuando menos- ambigua. Pero esto no deberia sorprendernos, particularmente cuando se tiene en > "Women in Luke-Acts: A Redactional View.” Journal of Biblical Literature, 109/3 (1990), p- 460. » Dos estudios recientes y muy documentados que iluminan la evolucién de la imagen de la “apéstol de los apéstoles” son Carmen Bernabé Ubieta, Maria Magdalena: Tradiciones en el cristianismo primitivo, Estella, Editorial Verbo Divino, 1994; y Susan Haskins,Maria Magdalena: Mito y metdfora, Barcelona, Herder, 1996. RELECTURA DE LUCAS cuenta lo dicho anteriormente con respecto al tono general de la literatura greco-romana (judia y pagana) sobre el tema de Ja mujer. Tal vez debamos aceptar la recomendacién de Robert Karris a pro- posito del discipulado de las mujeres en Lucas: “No coloquemos al autor de Lucas-Hechos en la estanteria de la adulaci6n, ni tam- poco desdefiemos al que nos deja perplejos con su manera de comunicar su evangelio inclusivo... Recordemos, también, que no es el texto lucano el que ha cambiado a través de los afios, sino que somos nosotros, sus intérpretes, los que hemos cambiado, que cam- biaremos, y que debemos cambiar conforme los nuevos tiempos y los nuevos métodos nos retan a revisar nuestra forma de entender la visi6n de Lucas sobre las mujeres.”” Conclusién En este capitulo hemos estudiado principalmente el contexto hist6- tico del movimiento cristiano en Palestina y los datos que posee- mos sobre un grupo concreto de mujeres que fueron discipulas de Jestis y que pertenecieron a la primera comunidad cristiana de Palestina. No hemos tratado aspectos como las implicaciones para las mujeres de las ensefianzas morales de Jestis; tampoco hemos comentado hasta ahora el protagonismo de las mujeres en varias de sus parabolas mds conocidas. La parabola como método didac- tico era frecuente en la tradicién judia, y por lo tanto no se le puede atribuir a Jestis la creacién del género; no cabe duda, sin embargo, que las pardbolas de Jestis constituyen un elemento imprescindible de la tradicién cristiana; que han formado una parte esencial de la “conciencia colectiva” de Occidente durante casi veinte siglos, y que han sido aceptadas recientemente por muchos eruditos judios como un elemento importante de la tradicién judia. » Karris, “Women and Discipleship in Lucas”, op. cit,, p. 19-20. 49 50 HIJAS DE ABRAHAM. La mayoria de las parabolas del Nuevo Testamento tienen prota- gonistas masculinos; el evangelio de Lucas nos ha transmitido tres con protagonistas femeninas, una de las cuales se encuentra unica- mente en su obra: la de la viuda importuna (Lc 18:1-8). Tradicio- nalmente, partiendo de los versiculos interpretativos (1, 6-8), se ha pensado que de los dos protagonistas de esta parabola, el juez ini- cuo representa a Dios y la viuda a la persona que persiste en la ora- cién. Barbara Reid ha cuestionado esta interpretacién, citando entre otros factores la dificultad de reconciliar la imagen de un juez “que ni temia a Dios ni respetaba a los hombres” con el Dios de Israel que “no desdefia la stiplica del huérfano ni a la viuda, cuan- do derrama su lamento” (Sir 35:14). Si, por lo contrario, supone- mos que la viuda representa a Dios, 0 a su basileia, igual que en las pardbolas de la levadura (Le 13:20-21) y de la mujer que busca una moneda (Lc 15:8-10), nos encontramos con la paradoja de que Dios se parece mas a una viuda victima de la injusticia que a un juez poderoso.” El evangelio apécrifo de Tomas" contiene otra parabola con prota- gonista femenina que no se encuentra en los evangelios canénicos, lo cual no impide que sea considerada por muchos estudiosos de la materia como una parabola auténtica de Jestis®”: Jestis ha dicho: El Reino del (Padre) es semejante a una mujer que lleva un jarro leno de harina. Cuando cami- naba (por un) camino alejado, el asa del jarro se rompié y la harina se derramé detras de ella por el camino. Ella nose dié cuenta y no conocié la desgracia. Cuando lleg6 a su casa, dejé el jarro en el suelo y lo encontré vacio.* “ Reid, op. cit., p. 190-193. “ Manuscrito copto encontrado en la localidad egipcia de Nag Hammadi (1945). Se le suele asignar una fecha de composicién en el S. If; contiene muchas de las mismas paré- bolas que los evangelios canénicos, asi como otros elementos de la hipotética fuente “Q”. © The Parables of Jesus: Red Letter Edition, ed. R. Funk et al., Sonoma, California, Polebridge Press, 1988, p. 74. © Pierre Crepon, Los evangelios apécrifos, Editorial EDAE, $.A., 1993, p. 166. RELECTURA DE LUCAS Esta parabola parece hacer referencia a la historia de la viuda de Sarepta (1Reyes17:8-16), cuando el profeta Elias proclama su con- fianza en la providencia de Dios: “No se acabaré la harina en la tinaja, no se agotaré el aceite en la orza hasta el dfa en que Yahweh conceda la Iluvia sobre la haz de la tierra.” Dado el significado de Elias en la especulaci6n escatoldégica y la preocupaci6n de Dios por las viudas de Israel, la referencia en la pardbola del Evangelio de Tomas no causaria menos escdndalo entre los oyentes de Jestis que el ejemplo de la viuda importuna: no aparece ningun profeta para ayudar a la mujer con la jarra rota y vacia, y el Reino de Dios se manifiesta no en la intervencién divina, sino en la vaciedad divi- na.“ Hoy en dia, la jarra vacia puede evocar la experiencia de muchas mujeres judias y cristianas de todas las épocas histéricas, cuyo deseo de vivir su fe en plena igualdad de derechos y de res- ponsabilidades con los hombres se ha visto frustrado. Puede ser, por otra parte, una metafora para los largos siglos en que las muje- res y los hombres cristianos han vivido una fe privada de la rique- za de la tradicién judia, mientras las mujeres y los hombres judios han desconocido las ensefianzas de Jestis, de quien dijo Martin Buber, “Estoy mds seguro que nunca que le corresponde un puesto grande en la historia de la fe de Israel.” Refiriéndose a la importancia del Espiritu en los escritos de S. Lucas, Raymond Brown ha sefialado que “el Espiritu sorprende, pero a veces la sorpresa puede ser que el Espiritu deja que el Pueblo de Dios pague el precio de sus fracasos.’“* Es de esperar que el fracaso secular de la falta de diélogo y comprensién entre judios y cristianos, y entre mujeres y hombres de ambas tradicio- nes, pueda seguir superandose, ayudado por investigaciones histé- “B, Brandon Scott, Hear Then the Parable, Minneapolis, Fortress Press, p. 308. © Two Types of Faith, New York, Macmillan Publishing Company, 1951, p. 13. « The Churches the Apostles Left Behind, Paulist Press, New York, 1984, p. 73.What are they saying about the social setting of the New Testament?, (New York: Paulist Press,1992, p. 49. 51 52 HIJAS DE ABRAHAM ticas y teolégicas cada vez mas profundas y equilibradas, de tal manera que todos puedan apreciar y considerar como patrimonio comuin la experiencia de las mujeres judias de las primeras comu- nidades cristianas de Palestina. RELECTURA DE LUCAS Bibliografia ILAN, TAL, Jewish Women in Greco-Roman Palestine. Peabody, Mass.: Hendrickson Publishers, 1996. KRAEMER, ROSS SHEPARD, Her Share of the Blessings: Women’s Religions among Pagans, Jews, and Christians in the Greco-Roman World. New York: Oxford University Press, 1992. OSIEK, CAROLYN, R.C.SJ., What are the saying about the social setting of the New Testament? New York: Paulist Press, 1992. REID, BARBARA, O.P., Choosing the Better Part: Women in the Gospel of Luke. Collegeville, Minn.: The Liturgucal Press, 1996. RICHES, JOHN,., El mundo de Jesiis. Cordoba: Ediciones El Almendro, 1996, SCHURER, EMIL, Historia del pueblo judio en tiempos de Jestis. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1985. SCHUSSLER-FIORENZA, ELIZABETH, En memoria de ella. Bilbao: Desclée De Brouwer, 1989. TREVIJANO ETCHEVARRIA, RAMON, Origenes del Cristianismo: El trasfondo judio del cristianismo primitivo. Salamanca: Publicaciones Universidad Pontificia, 1996. WEGNER, JUDITH ROMNEY, Chattel or Person? The Status of Women in the Mishnah. New York: Oxford University Press, 1988. La mujer del perfume (Lc 736-5) Nuria Calduch-Benages Nuria Calduch-Benages nacié en Barcelona el 26 de Marzo de 1957. Pertenece a la Congregacién de las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret desde 1978. Es Licenciada en Filologia anglo-germénica por la Universidad Aut6noma de Bellaterra (Barcelona) y Doctora en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Biblico de Roma. En la actualidad es profesora de Antiguo Testamento (Literatura Sapiencial) en la Pontificia Universidad Gregoriana y en el Instituto «Regina Mundi» de Roma, y asidua colabora- dora en el “Forschungsprojekt Ben Sira” de la Universidad de Salzburg (Austria). Recientemente ha publicado En ei crisol de Ia prueba. Estudio exegélico de Sir 2,1-18 (Asociacién Biblica Espafiola: Monografias 32; Estella: Verbo Divino 1997). Autora de varios articulos cientificos y divulgativos, especialmente sobre la literatura sapiencial de Israel, ha participado en la preparacién de Ja Biblia Catalana Interconfesional, la ‘Traduccién Intercofesional del Antiguo Testamento, la revisién de la Biblia de Jerusalén y en actividades organizadas por la Federacién Biblica Catélica. Es miembro de la ABE (Asociacién Biblica Espanola), ABC (Associacié Biblica de Catalunya), ATE (Asociaci6n de Teélogas Espafiolas) y AFERT (Associazione Femminile Europea per la Ricerca Teologica). LA MUJER DEL PERFUME (Lc 7,36-50) Nuria Calduch-Benages El Texto UN FARISEO INVITO A JEsUs A COMER. Entré, pues, Jestis en casa del fariseo y se senté a la mesa. En esto, una mujer, una pecadora publi- ca, al saber que Jestis estaba comiendo en casa del fariseo, se pre- senté con un frasco de alabastro lleno de perfume, se puso detras de Jestis junto a sus pies, y llorando comenzé a bafiar con sus lagrimas los pies de Jestis y a enjugarselos con los cabellos de la cabeza, mientras se los besaba y se los ungia con el perfume. Al ver esto el fariseo que lo habia invitado, pens6 para sus adentros: «Si éste fuera profeta, sabria qué clase de mujer es la que lo esta tocando, pues en realidad es una pecadora». Entonces Jestis tom6 la palabra y le dijo: ~Simén, tengo que decirte una cosa. El replicé: ~Di, Maestro. Jestis prosiguié: “Un prestamista tenia dos deudores: uno le debia qui- nientos denarios y el otro cincuenta. Pero como no te- 57 58 LA MUJER DEL PERFUME nian para pagarle, les perdons la deuda a los dos. ;Quién de ellos lo amaré més? Simén respondié: —Supongo que aquél a quien le perdoné més. Jestis le dijo: ~Asies. Y volviéndose a la mujer, dijo a Simén: —2Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa no me diste agua para lavarme los pies, pero ella ha bafiado mis pies con sus lagrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el beso de la paz, pero ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste con aceite mi cabeza, pero ésta ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que, si se le han perdonado sus muchos peca- dos, es porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco perdén muestra. Entonces dijo a la mujer: ~Tus pecados quedan perdonados Los comensales se pusieron a pensar para sus adentros: «Quién es éste que hasta perdona los pecados?». Pero Jestis dijo a la mujer: ~Tu fe te ha salvado; vete en paz. Introducci6n Conocida tradicionalmente como la pecadora ptiblica, perdonada o arrepentida, la mujer del perfume es una de las muchas mujeres anénimas que aparecen en el evangelio de Lucas. Hay quienes la confunden con Maria de Betania, la hermana de Marta y Lazaro, o con Maria Magdalena, de la que Jestis eché siete demonios, 0 incluso con la mujer adtiltera, la que estuvo a punto de ser lapi- dada por sus acusadores. Para nosotros, en cambio, es simple- mente la mujer del perfume, aquella que derramé su frasco de ala- bastro sobre los pies del maestro. “La mujer del perfume”: los lec- RELECTURA DE LUCAS tores y lectoras probablemente se preguntaran el por qué de esta nueva denominacién. Pues bien, la respuesta es muy sencilla: que- remos acercarnos al texto evangélico desde una perspectiva nueva, queremos contemplarlo con ojos nuevos, queremos escu- charlo con oidos nuevos, queremos acariciarlo con manos nuevas, queremos gustar todos sus sabores, descubrir sus matices, sus insinuaciones, queremos aspirar libre y gozosamente su penetran- te perfume de mujer’. El evangelio de Lucas es el evangelio que mas historias de mujeres narra. Es el tinico que nos cuenta la historia de Isabel, Marfa, Ana, la viuda de Naim, la mujer del perfume, Marfa Magdalena, Juana, Susana y otras mujeres galileas, Marta y Maria, la mujer encorva- da, la mujer que busca la moneda perdida, la viuda insistente y las mujeres que lloran a Jestis camino del Calvario. Todas éstas son narraciones exclusivas de Lucas, pero en su evangelio también encontramos otras historias de mujeres que tienen sus paralelos en los evangelios de Marcos y Mateo: la de la suegra de Siméon, la hija de Jairo y la hemorroisa, la mujer amasando el pan, la viuda pobre que da todo lo que tiene, las mujeres galileas que dan testimonio de la muerte y sepultura de Jestis y descubren la tumba vacia. Entre todas las mujeres que acabamos de mencionar, nuestra pro- tagonista (7,36-50) es la tinica mujer que recibe el perdén de Jestis; es la tinica mujer que, sin pedirlo, queda libre de una enfermedad, no del cuerpo sino del espiritu. La mujer del perfume no es ciega, ni leprosa, ni sordomuda, ni paralitica, ni tiene pérdidas de sangre; no esta posefda del demonio... Su mal es de otro orden: la mujer del perfume ha vivido una vida de pecado. Y Jestis, el pedagogo, el terapeuta, aplica un remedio de eficacia instantanea. Perdona todos sus pecados de golpe. No se los recuerda, no los cuenta, no los cla- * Cf. Evelyn R. THIBEAUX, “Known to Be a Sinner: The Narrative Rhetoric of Luke 7,39- 50", BTB 23 (1993) 151-160; Barbara E. Rep, Choosing the Better Part? Women in the Gospel of Luke (Collegeville, Minnesota 1996) esp. 107-123. 59 60 LA MUJER DEL PERFUME sifica. El remedio de Jestis regenera en el corazén muerto de la mujer los sentimientos més delicados del ser humano: amor y gra- titud. La mujer del perfume es la mujer del amor grande, la mujer de la gratitud infinita, la mujer que no sabe hablar en palabras lo que su corazén siente por Jestis. Y como no sabe hablar, su corazon la impulsa a un gesto audaz. Tluminando la narracién Antes de presentar la historia de la mujer del perfume vamos a introducir algunans cuestiones que iluminan nuestra narracién desde Angulos diversos. Empezamos con un repaso por los evan- gelios de Mateo, Marcos y Juan. Con ello queremos captar c6mo presentan estos evangelistas el relato de uncién; en qué se parecen y en qué se distinguen del episodio narrado por Lucas. En un segundo momento, observaremos con atencién a dos categorias sociales. Es decir, nos ocuparemos detenidamente de los fariseos y de los pecadores. De hecho, fariseos y pecadores son personajes muy importantes en nuestro relato y con ellos se relaciona Jestis. * Lucas y los otros evangelios Como ya hemos anticipado, la protagonista de nuestra historia se confunde a menudo con otra mujer que, a las puertas de la Pasion, unge los pies de Jestis, anticipando asi su muerte y sepultura (Mc 14,3-9; Mt 26,6-13; Jn 12,1-8). Es una confusién comprensible, por- que los relatos de Marcos y Lucas coinciden en algunos puntos: en ambas narraciones la mujer es anénima y entra en la casa de Sim6n; Jestis esté sentado a la mesa, la mujer lleva un frasco de alabastro lleno de perfume y con él unge a Jestis; los presentes reaccionan contra la mujer, mientras Jestis se pone de su lado. RELECTURA DE LUCAS También el evangelio de Juan comparte con nuestro texto algunos detalles: la mujer unge los pies de Jestis (no la cabeza como en Marcos y Mateo) y los seca con sus cabellos. Destaquemos ahora aquellos elementos caracteristicos del relato de Lucas que lo distinguen de los otros evangelistas. En Lucas, el epi- sodio parece tener lugar en Galilea, no en Betania como en Marcos, Mateo y Juan. En Lucas, Simon es un fariseo con nombre propio; no es un leproso como en Marcos y Mateo. En Lucas, la mujer es ané- nima y ademas pecadora, mientras que en Juan la protagonista es Maria, la hermana de Marta y Lazaro. En Lucas, la unci6n se sittia durante el ministerio galilaico de Jestis, no poco antes de su pasién como sucede en Marcos, Mateo y Juan. En Lucas, quien se opone al gesto de la mujer es Simon. En Juan, es Judas; en Mateo, los disci- pulos, y en Marcos, algunas personas anénimas. En Lucas, Sim6én alude al pasado, al tipo de vida y a la fama de la mujer. Los otros relatos, sin embargo, critican el despilfarro del perfume: la uncién de Jestis es un atentado a la pobreza: el dinero del perfume deberia haberse empleado en socorrer a los pobres. Por tiltimo, Lucas da a su narracin un significado bien distinto de los relatos de Marcos, Mateo y Juan. En Lucas el gesto expresa todo el amor que la mujer siente por Jestis. Para los demés evangelistas la uncién es un gesto simbélico que prefigura y anuncia proféticamente su sepultura. Muchos e interesantes estudios han intentado resolver el problema que plantean las afinidades y diferencias entre los cuatro relatos de uncién’. Nosotros, sin embargo, nos ocuparemos del texto lucano como unidad narrativa en si misma, sin compararlo con los otros evangelios. Y antes de abordarlo, vamos a presentar brevemente * Cf. A. Lecautt, “An Application of the Form-Critique Method to the Anointings in Galilee (Lk 7,36-50) and Bethany (Mt 26,6-13; Mk 14,3-9; Jn 12,1-8)", CBQ 16 (1964) 131- 145; J. DeLoweL, “La composition littéraire de Le 7,36-50”, ETL 42 (1966) 415-475; IDEM, “Encore la pécheresse”, ETL 45 (1969) 180-183; A. FeuILet, “Les deux onctions faites sur Jésus et Marie-Madeleine. Contribution a I’étude des rapports entre les Synoptiques et le quatrime évangile”, TThom 75 (1975) 357-394, 61 62 LA MUJER DEL PERFUME —como ya hemos anunciado-, las dos clases de personas (fariseos y pecadores), que junto con Jestis, intervienen en la escena como actores principales. En ella contemplamos a Jestis, a Simén, el fari- seo, y a la mujer pecadora. * Lucas y los fariseos Los fariseos (etimolégicamente “los separados”), constitufan un grupo religioso muy influyente en el pueblo hebreo antes y des- pues de Jestis. En tiempos de Herodes el Grande (rey de Palestina del ato 40 al 4 a.C.), los fariseos podian llegar a unos seis mil. Buscaban la perfeccién espiritual practicando una rigurosa obser- vancia a la Ley escrita y a la tradicién oral de sus antepasados. Los fariseos crefan en la inmortalidad del alma, el libre albedrio, la resurreccién del cuerpo, la retribucién futura, la existencia de los angeles y espiritus y en la divina providencia. Los fariseos también esperaban al Mesjas, el gran libertador que iba a instaurar un reino nuevo, librando a los judios de la opresién romana y sometiendo luego a todas las naciones a Jerusalén. Pero el celo fariseo por la Ley degeneré en una piedad meramente externa, repleta de ritos y formulas, abiertamente denunciada por Jestis en numerosas ocasiones. El conflicto entre Jestis y los fariseos es una constante de todos los evangelios. Pero en Lucas asume con- notaciones muy interesantes®. Las primeras apariciones de los fari- seos se concentran en Lc 5,17-6,11, al comienzo del ministerio de Jestis en Galilea. En un primer momento la actitud de los fariseos ante Jestis es una actitud neutral. Por ejemplo, en la curacién del paralitico (5,17-26), ellos no se ponen ni a favor ni en contra de Jestis. Los fariseos se limitan a preguntarse sobre el significado y el alcance de las palabras del Maestro. Pero poco a poco, esta actitud se hard cada vez mas critica. Los fariseos no soportan que Jestis se * CE J.T. Carrott, “Luke's Portrayal of the Pharisees”, CBQ 50 (1988) 604-621. RELECTURA DE LUCAS siente a la mesa con publicanos y pecadores. Cuando Levi, conoci- do recaudador de impuestos, invita a Jestis a un gran banquete (5,27-30), los fariseos protestan airadamente ante sus discipulos. Les resulta inadmisible que Jestis y los discfpulos hayan osado aceptar semejante invitacién. A medida que la narracién avanza, este tipo de comidas va cobrando importancia. Le 7,36-50 y 15,1-2 reproducen situaciones parecidas. El segundo punto conflictivo es el precepto sabatico. En 6,1-11, Jestis realiza ante sus oponentes una curacién escandalosa: en pleno sdbado, en medio de la sinagoga, delante de todos, Jestis devuelve la salud a un hombre con la mano paralizada. El hecho sabe a declaracién formal de las hostilidades: los fariseos empiezan a urdir sus planes contra Jestis, aunque toda- via es pronto para hablar de conspiraci6n. Nuestros personajes entran de nuevo en accién en 7,30. Alli los fari- seos (junto con los doctores de la Ley) rechazan el bautismo de Juan y consecuentemente, también la mision de Jestis. La escena que sigue a este episodio es la que nosotros hemos titu- lado “la mujer del perfume”. Los lectores y lectoras del relato advierten, en seguida, que el evangelista no menciona aqui a todo el grupo de fariseos sino a uno de sus representantes: se trata de Sim6n, el tinico fariseo que en el evangelio tiene nombre propio. Sim6n invita a Jestis a comer a su casa y durante la comida surge de nuevo el reproche obsesivo de los fariseos: Jestis come y bebe con los pecadores. Aprovechando el gesto de la mujer, Jestis enta- bla un didlogo con Sim6n, porque quiere clarificar la situacién de una vez por todas. La reaccién final del fariseo no la conocemos. {Se dejé convencer por Jestis o siguié anclado en sus férreas creen- cias? Fuera cual fuera la tiltima respuesta de Sim6n, el hecho es que en 15,2 los fariseos se mantienen enfrentados a Jestis a causa de su amistad con los pecadores. El conflicto entre los dos polos avanza implacable. Y, de nuevo, lo hace estallar la invitacién que un fariseo (ahora anénimo) hace a Jestis para que coma en su casa. Participan a la mesa con Jestis otros 64 LA MUJER DEL PERFUME fariseos y doctores de la Ley. Estos no pueden callarse el reproche que les arde en la lengua: Jestis no observa las normas de las ablu- ciones prescritas antes de la comida. La reaccién de Jestis es el ata- que mas contundente contra la médula del sistema farisaico. Jestis deja al desnudo su hipocresia: “Vosotros, los fariseos, limpidis por fuera la copa y el plato, mientras que vuestro interior esta lleno de rapifia y de maldad. jInsensatos! El que hizo lo de fuera gno hizo también lo de dentro? Pues dad limosna de vuestro interior, y todo lo tendréis limpio. Pero, jay de vosotros, fariseos, que pagais el diezmo de la menta, de la ruda y de todas las legumbres, y descui- dais la justicia y el amor de Dios! Esto es lo que hay que hacer, aun- que sin omitir aquello. ;Ay de vosotros, fariseos, que os gusta ocu- par el primer puesto en las sinagogas y que os saluden en la plaza! iAy de vosotros, que sois como sepulcros que no se ven, sobre los que se pisa sin saberlo!” (11,39-44). El antagonismo entre Jestis y los fariseos es ahora pasién incontro- lable. Y la denuncia de Jestis arrolla, tumba y revuelca a sus con- trincantes. Son gente sin entrafias, y por eso prohiben las cura- ciones en sdbado (14,1-6). Estan pagados y hartos de si mismos, y por eso se disputan los sitios de honor (14,7-11) y los invitados de postin en sus banquetes (14,12-14). Es obvio que les sulfura la amis- tad de Jestis con publicanos y pecadores (15,1-32). Devoran insacia- bles las riquezas (16,14-31), y estan ciegos ante la presencia del Reino de Dios (17,20-21). Su pretendida santidad es una farsa (18,9-14). Aunque los fariseos no desempefian ningtin papel relevante en el relato de la Pasién, en 19,37-40 rechazan definitivamente a Jestis; y las reflexiones hechas hasta aqui lo prueban abundantemente. De todos modos, el motivo determinante de la cerrazén de los fariseos es la concepcién del reino que ensefia Jestis: “Cuando ya se iba acercando a la bajada del monte de los Olivos, los discipulos de Jestis, que eran muchos, llenos de alegria, estallaron en gritos de alabanza a Dios por todos los milagros que habjan visto. Decian: ~;Bendito el rey que viene en nombre del Sefior! ;Paz en el cielo y RELECTURA DE LUCAS gloria a Dios en las alturas! Algunos fariseos de entre la gente le dijeron: —Maestro, reprende a tus discfpulos. El replicé: -Os digo que si éstos se callan, gritarén las piedras”. * Lucas y los pecadores “Yo no he venido a Ilamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”, recuerda Jestis a los fariseos en casa de Levi (5,32). {Quiénes son estos pecadores llamados por Jestis? ;quiénes son estos pecadores que tanto interesan a Jestis? La pregunta sobre los pecadores es la clave en la controversia entre Jestis y los farise- os‘. Por tanto, tenemos ante nosotros un triangulo explosivo: Jestis- fariseos-pecadores. En el Nuevo Testamento el pecador es alguien que goza de mala reputacién a los ojos del pueblo. Tanto es asi que con frecuencia se le asocia con los publicanos (el evangelio habla de “publicanos y pecadores”), que eran los encargados de recaudar los impuestos de aduana. El pueblo los odiaba por el provecho descarado que saca- ban del oficio y por su connivencia con las autoridades romanas. Asi se entiende que los publicanos pertenecieran a las clases mas detestables de la sociedad: ladrones, prostitutas, paganos, estafa- dores, adtilteros, asesinos, traficantes de dinero... El titulo de pecador se aplica, por tanto, a una conducta inmoral o a una de aquellas profesiones denigrantes, catalogadas en los tex- tos rabinicos. Entre ellas destacan los trabajadores dedicados al transporte. Estos poseen una honestidad sospechosa: al no estar sujetos a Ja vigilancia del duefio, podian trasportar mercancias aje- nas. Otras profesiones de muy dudosa reputacién eran las que implicaban contacto con las mujeres: orfebres, peluqueros, limpia- dores de molinos, vendedores de puerta a puerta, tejedores, lavan- * Cf. D.A. Neate, None But the Sinners: Religious Categories in the Gospel of Luke (SNT Sup 58; Sheffield 1991). 65 LA MUJER DEL PERFUME deros, curtidores de pieles... Algunas de estas profesiones conlle- vaban incluso la pérdida de los derechos civiles. Por ejemplo, los jugadores de dados, los usureros y los que hacian volar palomas no podian testimoniar en un juicio, porque su palabra carecia de toda validez. A pesar de lo dicho, creemos que los pecadores del evangelio no se identifican necesariamente con las profesiones arriba mencionadas: el concepto de pecador posee una dimensién religiosa que va mas all4 de la condicién social. El bien y el mal concurren en la valora- cién de Ja persona. Asi el pecador se contrapone al justo. Justo es Jesus (23,47). Justo es Simeén, hombre piadoso que acttia bajo la accién del Espiritu Santo (2,25-27). Justo es José de Arimatea que se opone en el Sanedrin a la sentencia de muerte contra Jestis (23,50- 51). Justos eran también Zacarias e Isabel, fieles cumplidores de la Ley del Seftor (1,6). En el evangelio de Lucas el pecador experimenta un proceso muy curioso. De marginado de la sociedad (cf. 3,12; 5,28; 632-35), el pecador se convierte en una figura con la que el lector o lectora se identifica espontdneamente. Pensemos, por ejemplo, en los galileos pecadores (13,1-5), en el hijo prédigo (15,1-32) o en nuestra prota- gonista (7,36-50). Es obvio que la mujer del perfume no tiene cabi- da en la categoria de los justos, pero desde el primer momento de la narracion se gana al puiblico. Nos atrevemos a decir que todos los lectores y lectoras se sienten atraidos por ella y estan dispuestos a defenderla de cualquier ataque 0 juicio injusto. Para los fariseos representantes del judaismo oficial, opuesto al ministerio de Jestis, los pecadores son “los malos”, los transgreso- res de la Ley, los marginados por la sociedad. Choca con nuestros esquemas y nos cuesta asumirlo ~sobre todo cuando nos creemos algo mejores que los demds-, pero hay que afirmarlo claramente: los pecadores ocupan un lugar de privilegio en el corazén de Jestis. 66 RELECTURA DE LUCAS Volviendo a nuestra anénima protagonista: ella es una pecadora. Asi nos la presenta el narrador al comienzo del relato y asi la cali- fica el fariseo en su interior. Ahora bien, esta mujer no es sola- mente una pecadora. Es una pecadora “ptiblica”. Pecadora ptiblica, gsignifica esto que era una prostituta? Sabemos que hasta ahora habia conducido una vida de pecado, pero desconocemos el mas minimo detalle sobre ella. No sabemos si sus pecados eran de varias clases o si era una mujer que reincidia siempre en la misma falta. gPor qué dar por supuesto entonces que sus pecados son de tipo sexual? Por contraste, cuando Simé6n Pedro se lanza a los pies de Jestis y confiesa ser un pecador (5,8), a nadie se le ocurre inves- tigar la naturaleza o el numero de sus pecados. Se reconoce peca- dor y eso basta. No ocurre lo mismo con la mujer. Ya se sabe, los pecados de mujer suscitan siempre mayor curiosidad. Es verdad que el texto no afirma explicitamente que ella sea un prostituta. La calificacién de pecadora ptblica, sin embargo, apunta indudablemente hacia esa interpretacién. Sea como sea, el hecho es que la mujer gozaba en el pueblo de mala reputacién (cf. 7,39). Queda clara también la intencién de Lucas: quiere que sus lectores identifiquen a la mujer con una prostituta, es decir, con una mujer publica. Esta denominacion refleja la dicotomia entre lo ptiblico y Jo privado y la separaci6n social entre hombre y mujer. Publico se opone a privado; y en la antigiiedad el ambito ptiblico era un dominio exclusivo del varén, mientras quedaba para la mujer el Ambito privado. Asi pues, las prostitutas van asociadas a la calle, a la plaza, al mercado; es decir, a lugares ptiblicos, a la esfera reservada del varén y prohibida a la mujer de buenas cos- tumbres. Dejemos ahora que la mujer pecadora y el fariseo ocupen sus pues- tos en la escena. Ha legado el momento de adentrarnos en el texto sin ulteriores preambulos. 67 68 LA MUJER DEL PERFUME. Una reaccién en cadena Los personajes de la escena son Jestis, la mujer pecadora, Simén el fariseo y los demas comensales. Todos estén implicados en una misma trama, donde la l6gica de la ley se enfrenta a la logica del amor. Simé6n el fariseo y su grupo representan a la ley. Jestis encar- na el amor. Y en medio estd la mujer pecadora: Simén Ja acusa, Jestis la perdona. La insélita accién de la mujer provoca el juicio de Simén; el juicio de Simén provoca la intervencién de Jestis; Jess desencadena la reaccién de los invitados. * Un banquete por escenario Todo empieza con una simple invitacion. Un fariseo -y por ahora no se menciona su nombre-, invita a Jestis a comer en su casa. El hecho en sf no nos sorprende: participar en una comida era cosa normal en la sociedad judia de la época, como también sucede en. la nuestra. Comer es sobre todo, un acontecimiento social muy significativo. Compartiendo la mesa salen a relucir relaciones y categorfas sociales, vinculos de amistad y solidaridad, intereses profesionales y econémicos. Los fariseos invitan a Jestis en tres ocasiones (7,36; 11,37; 14,1). Con ello, ilustran perfectamente un principio elemental: normalmente, se come con aquellas personas que comparten o desean compartir el miso tipo de valores. En general, la mesa compartida afianza la cohesi6n y la identidad del grupo. Asi pues, no es normal invitar a desconocidos a la mesa. Es de suponer que los invitados a un ban- quete pertenecen al mismo circulo del anfitrién o, al menos, son conocidos 0 vinculados al grupo. Al invitar a Jestis, el fariseo reali- za un gesto hospitalario y generoso. Demuestra una actitud abier- ta y cordial hacia el Maestro. Es su modo de acercarse a Jestis. Las intenciones ocultas del fariseo no las podemos conocer. Pero si abre las puertas de su casa a Jesus, es porque desea conocerlo y entablar con él algtin tipo de relacion interpersonal. Hay que notar que en el RELECTURA DE LUCAS v.39 el narrador repite una informacién innecesaria: Simén es el fariseo que ha invitado a Jestis. Esta insistencia en la iniciativa de Simén subraya el significado del hecho. Por una parte, remarca la hospitalidad del fariseo hacia Jestis, y por otra, la cuestién de las comidas. Esta vez se trata de una comida especial, con un huésped de honor, conocido de todos en el pueblo. En los banquetes se come, se bebe y se disfruta con la compaiifa de otras personas; se conversa y se comparte en un clima festivo y distendido. Y eso es lo que ocurrié en casa de Simén. Jestis acepta con gusto la invitaci6n: entra en Ja casa del fariseo y se reclina (segiin la costumbre grecorromana) en la mesa con los demas comensales. Jestis no hace comentarios, no muestra reparos ni rece- los. Y eso que sabe muy bien que compartir la mesa de un fariseo significa de alguna manera entrar en su mundo, un mundo hermé- ticamente cerrado donde el valor mas alto es el celo por la santidad. La narracion, pues, empieza con un tono marcadamente positivo. Sim6n invita a Jestis a un banquete y Jestis acepta inmediatamente la invitacién. Cordialidad por parte del anfitri6n y también por parte del huésped. La gestualidad del amor Sin la repentina aparicién de la mujer del perfume, seguramente no habria ocurrido nada de particular en casa de Simén. La mujer irrumpe en la escena por sorpresa y cuando uno menos se lo esperaba. De hecho, nadie la habia invitado. Aparece en el banque- te como una intrusa®. Es una que no pertenece al grupo. La mujer del perfume no es “farisea”, no es “rabina”, no es letrada. Es sola- mente pecadora de renombre, y para colmo, mujer. Pero a nuestra protagonista no le pesan sus titulos de marginacién, y se introduce en el banquete, en un asunto propio de hombres. Se informa de * Para el tema de la mujer en los banquetes, cf. Kathleen E. Coxtey, Private Women, Public ‘Meals: Social Conflict in the Synoptic Tradition (Peabody, Massachusetts 1993) esp. 121-130. 69 70 LA MUJER DEL PERFUME dénde esta Jestis y va derecha hacia él. Quiere encontrarlo. Se salta todas las estrictas reglas sociales. Afronta el riesgo del rechazo, la incomprensién, el desprecio, la condena. Para ella su amor y grati- tud a Jestis estan muy por encima de los cédigos sociales. Entra en casa de Simén con un frasco de alabastro Ileno de perfume y se coloca detras de Jestis, llorando a sus pies (vv. 37-38). © El cuerpo de la mujer La posicién corporal de la mujer es muy elocuente. Jestis esta recli- nado en la mesa. La mujer est en el suelo, detrds de él, tocando con su cabeza los pies del Maestro. Jestis esta arriba y ella esta abajo, lo mas abajo posible. Y desde abajo, la mujer Hlora, le mira y le habla. Habla en silencio, sin palabras. Habla con su cuerpo. Postrada a sus pies, la mujer adopta una actitud de servicio, de discipula, a la escucha del Maestro, dispuesta a aceptar su palabra. Asi lo hizo también Marfa de Betania: “se sent a los pies de Jestis y escucha- ba su palabra” (10,39). La misma postura de servicio repite Jesus en el lavatorio de los pies durante la ultima cena (Jn 13,5). En casa de Simé6n todos estén sentados. Sdlo ella esta en el suelo. Todos situa- dos unos delante de otros. Ella esta detras. Todos se ven la cara. Sélo ella contempla los pies de Jestis. Por el momento ella es una excluida del banquete, pero pronto arrebataré el puesto a Simén: de marginada pasar a ser la auténtica anfitriona. Ahora queda abajo y detrds. Pero no tardara en ocupar el centro de la escena. * Las lagrimas de la mujer Ya lo hemos anticipado: la mujer tenia un enorme interés en encon- trar a Jestis. Era de esperar un didlogo, un breve intercambio de palabras al menos. Entre los dos no sucede nada de esto. Jestis y la mujer permanecen en silencio, o mejor atin, se comunican en silen- cio. Y es que la mujer no logra hablar; la mujer se emociona y llora. Por qué llora? zgratitud, arrepentimiento, amor, conmocién inte- rior...? Nosotros no lo sabemos, pero Jestis si lo sabe. Todo en la RELECTURA DE LUCAS escena hace suponer que los dos ya se habfan encontrado en algu- na otra ocasi6n. Y al Ilanto de la mujer Jestis responde con su silen- cio. Un silencio que es atenci6n, aceptacién, valoracién, reconoci- miento de la persona que tiene delante. Jestis no cambia de postu- ra, sigue recostado en la mesa y la mujer llora a sus pies. La escena es entrafiable e invita a una reposada contemplacién. * El gesto de la mujer En lugar de la palabra, la mujer recurre al lenguaje del cuerpo. Y con su cuerpo (especialmente con sus manos, su boca y sus cabe- Ios), ella trasmite todo el mensaje: sentimientos de amor hacia Jestis y sentimientos de escdndalo hacia Simén y sus invitados. La mujer nada dice (en toda la narracién no pronunciard ni una sola palabra}, y, sin embargo, en medio de su sorprendente silencio, despliega una intensa actividad. La mujer realiza cuatro acciones sucesivas centradas en los pies de Jestis: los besa, los bafia con sus lagrimas, los enjuga con sus cabellos y los unge con su perfume. Estas cuatro acciones implican un contacto fisico que Jestis acepta con toda natu- ralidad. Jestis se deja tocar, porque se deja amar. Las caricias de aquella mujer son la expresién corporal de un amor sincero y agra- decido. Amor que necesita salir de si mismo para entrar en la alte- tidad del otro. Y este proceso requiere su tiempo. La mujer necesi- ta tiempo para manifestar su amor. Seguramente estuvo largo rato besando y acariciando los pies de Jestis. Seguramente los acaricia- ba lentamente, repetidamente, cuidadosamente. Esta sosteniendo en sus manos un objeto de enorme valor para ella: son los pies de Jesus. Este matiz de duracion e insistencia de las acciones de la mujer, lo ha captado el mismo Jestis, y lo comunica a Simén: “Ella desde que ha entrado no ha cesado de besarme los pies...” (v.45). Besar Por qué besar los pies de Jestis? Porque besar es un gesto de ternura. Los gestos de ternura nacen del amor y son completa- mente gratuitos. La mujer besa los pies del Maestro desinteresada- val 72 ‘LA MUJER DEL PERFUME mente, sin esperar nada a cambio. Los besa sin exigir recompensa, ni siquiera una respuesta. Los besa para expresar lo que siente su corazon. El suyo es un gesto de amor, como el de Maria Magdalena en la escena de la resurreccién: el misterioso jardinero pronuncia su nombre y Maria Magdalena se emociona al reconocer a Jestis resu- citado (Jn 20,17). Bafar con lagrimas Por qué bafiar con légrimas los pies de Jestis? Porque las légrimas limpian y purifican el coraz6n de quien las deja correr. Y la mujer necesitaba purificacion interior. Bafiando de lagrimas los pies de Jestis, la mujer le transmite sus sentimientos més intimos. Y al mismo tiempo, ella, la que bajia, se lava por den- tro; se disuelven sus males y los lazos que estrechaban su corazén. Las lagrimas de sus mejillas descienden veloces hasta entrar en el cuerpo de Jestis; lo mojan, lo empapan. Ahora, las lagrimas de la mujer son también lagrimas de Jestis. La mujer no Ilora sola, Jestis lora con ella. Enjugar con los cabellos ;Por qué enjugar los pies de Jestis con los cabellos? ;Hay algo indecente, provocador en este gesto de la mujer? Ciertamente no. El gesto contiene una tremenda fuerza evo- cadora. La imagen nos traslada al Cantar de los Cantares. Alli el novio, extasiado ante la cabellera de la amada, exclama: “Tus cabe- llos son un rebafio de cabras descolgéndose por las laderas de Galaad” (4,1; 6,5). Jestis es muy sensible a la belleza humana y la aprecia en todos sus matices: la belleza del cuerpo y la belleza del corazon. La mujer que le enjuga una y otra vez los pies con sus cabellos es una mujer capaz de amar y ser amada. Y ésta es su belle- Za, por eso es una mujer hermosa. Ungir con perfume ;Por qué ungir los pies de Jestis con perfume? La mujer quiere mostrar con un generoso obsequio todo lo que su coraz6n prueba por Jestis. El perfume es un liquido refinado para ocasiones extraordinarias, excepcionales. No se usa como se usa el agua. El perfume es delicado y costoso. Recordemos el perfume de nardo puro que llené la casa de Maria de Betania con su fragancia RELECTURA DE LUCAS Gn 12,3). El perfume no se regala a cualquiera, ni se gasta inwtil- mente. Es un presente destinado a obsequiar a personas muy queridas. La uncién de la mujer libera un aroma de gratuidad. Sus manos recorren ritmicamente los pies de Jestis, como intentando salir del propio cuerpo al que pertenecen para explorar el cuerpo que estan acariciando. Sus manos, impregnadas de perfume como las de la esposa del Cantar (5,5), tocan, suaves y delicadas, los pies de Jesus. La fragancia envuelve a Discipula y Maestro. Y ahora, el perfume de la mujer es también el perfume de Jestis. * Peligro de contagio No cabe duda de que el gesto de la mujer es un gesto insélito, inconcebible para la mentalidad judfa de la época. Los judfos hon- raban a sus huéspedes distinguidos derramando sobre la cabeza aceites o perfumes. Luego, esclavos y esclavas ungian los pies y las manos del invitado con aceite, preferentemente de oliva, a veces mezclado con vino y otras especias. En Babilonia, las mujeres ver- tian ungiiento sobre la cabeza de los rabinos que asistian a la boda de una virgen. Ahora bien, en nuestro relato la mujer no es la anfi- triona de la fiesta. No unge la cabeza del invitado; ni tampoco es una esclava que ejecuta ordenes de su sefior; el banquete no es una fiesta de bodas. Ella es una extrafia, perturbadora del orden social y religioso al que todos se atenfan. Con todo, la conducta indecorosa de la mujer no provoca la indig- nacién de Sim6n. Lo que irrita al fariseo es la actitud de Jestis que acepta los besos y caricias perfumadas de una pecadora publica. La accién de la mujer desencadena el juicio inmediato e inapelable de © Cf. Nuria CaLDUCH-BENAGES, “La fragancia del perfume en Jn 12,3”, EstBib 48 (1990) 243-265 y para leer entera la pericopa, Mercedes NAVARRO, Ungido para Ia vida. Exégesis narrativa y teologia de Mc 14,3-9 y Jn 12,1-8 (de proxima publicacién). 73 74 LA MUJER DEL PERFUME Sim6n, un juicio a puertas cerradas, sentencia dictada en el secreto de su corazén: “Si éste fuera profeta, sabria qué clase de mujer es la que lo esta tocando, pues en realidad es una pecadora” (v.39). Sdlo el narrador nos ha permitido descubrir el nido de sentimientos que atormentaba a Sim6n. Bien se guardaba el fino y educado fariseo de manifestarse en ptblico. Su veredicto secreto es negativo por parti- da doble. Descalifica a la mujer (descalificada ya en el v.37 por el narrador), y sobre todo descalifica al huésped de honor. Censura a Jestis, hasta hace poco, un verdadero profeta para él. Las noticias vuelan y pronto se saben. {Cémo reaccionarfa ante lo sucedido la comunidad farisea? ;Podria conservar su reputacién de ferviente fariseo? Sencillamente, Sim6n no logra entenderlo: Jestis se ha deja- do tocar por una pecadora, a la vista de todos. Y lo ha hecho libre- mente, sin ninguna resistencia, como lo més natural del mundo. {Acaso ignora Jestis que manchandose él de impureza ha contami- nado también toda la casa que le hospeda? La mujer ha eliminado toda separacién entre puro e impuro, norma esencial de la piedad farisea. Y ahora todos estén contaminados. La sentencia de Simon es inobjetable: Jestis no es un profeta, pues un profeta jamas habria tolerado semejente escandalo. Los lectores y lectoras hacen bien en preguntarse qué es lo que ha visto, lo que ha percibido el fariseo. Simén s6lo ve el contacto fisico entre Jestis y la pecadora, y el inevitable contagio. Su éptica no da para mas. Sim6n no contempla el Ilanto de la mujer; no le impre- siona su situacion personal: ,hay en su vida afliccion, desconsuelo, desvalimiento, impotencia? ,conocia a Jestis de antes? gnecesitaba ayuda?... Simén sélo ve hechos desnudos y objetivos: la mujer ha tocado el cuerpo de su huésped y éste se ha dejado tocar. La mujer es pecadora, y por tanto impura. Y ahora todos estan contagiados. Les ha contagiado de su impureza abominable. Aqui se detiene la visién del fariseo. Es una percepcién miope, limitada a la piel, a lo periférico, Esta percepcion se salta a la persona, ignora las vivencias del corazén, distorsiona la realidad, inicia juicios sumarios y dicta RELECTURA DE LUCAS sentencias precipitadas. En realidad, Sim6n con su juicio ha lanza- do un desafio a Jestis que no puede callar. Su reaccién es inmediata. * La estrategia de Jestis Sin que nadie le informe, Jestis conoce el pensamiento de Simén y ya con esto le demuestra su calidad de verdadero profeta. Jesus habla por primera vez en la narracién. Se dirige al fariseo, llamén- dolo por su nombre: “Simé6n, tengo que decirte una cosa”. Y Sim6n, reconociéndolo como maestro, se muestra solicito a escucharle. La estrategia dial6gica de Jestis es sumamente sutil, porque juega con la sensibilidad y la capacidad de implicacién de su interlocu- tor. Para solucionar el conflicto Jestis cuenta con varias alternativas: puede tomar directamente postura en defensa de la mujer; puede rogar a Sim6n que adopte una actitud més tolerante; puede iniciar una discusién sobre los ritos de pureza, con sus alcances y limita- ciones. Como buen pedagogo, Jestis decide por la via del lenguaje indirecto. Escoge el procedimiento de la parabéla. Abordando de frente la problematica del cédigo de pureza, Jestis se habria cerrado a toda posibilidad de didlogo con Sim6n. Se metia en un callejon sin salida. Imposible para los dos encontrar un sdlo punto de acuerdo. La historia que inicia Jestis no tiene nada que ver con el conflicto causado por la mujer, al menos en apariencia. La parabola trata del perdén de las deudas, un tema muy popular entre los fariseos; es un punto clave de su doctrina. Jestis no comparte en absoluto las ideas de Simén sobre lo puro y lo impuro. Escoge por ello un argu- mento que les une, al menos en principio. Jestis ha sabido esquivar el choque frontal con su interlocutor, conservando al mismo tiem- po el hilo de la comunicacién en un momento de alta tension. La parabola cuenta la historia de “un prestamista que tenfa dos deudores: uno le debia quinientos denarios y el otro cincuenta, y 75 76 LA MUJER DEL PERFUME como no tenfan con qué pagar, les perdoné la deuda a los dos” (vv. 40-42). Los deudores viven un conflicto real: deben pagar su deuda, pero no tienen dinero. El prestamista resuelve el conflicto en clave espiritual: perdona todo a los dos. Para el prestamista los dos deudores son iguales: estén en deuda y sin recursos para pagarla. Desde ellos, el conflicto no tiene solucién. Y, de hecho, el prestamista perdona a los dos sin hacer diferencias. Pero, gc6mo vemos nosotros la situacién? Ciertamente, nosotros si que marcamos diferencias. Algunas saltan a la vista. Por ejemplo, la cantidad de la deuda: uno debe quinientos denarios (el equiva- lente a un salario de quinientas jornadas de trabajo de un agricul- tor); el otro sdélo debe cincuenta, es decir, diez veces menos. Pero leyendo el texto con atencién, caemos en la cuenta de que en realidad la cantidad de la deuda no interesa. Lo importante es la relacién que los deudores mantienen con el prestamista. Sdlo ellos conocen el verdadero valor de sus deudas. Sélo ellos pueden enten- der lo que significa ser liberados de ellas. Es verdad, el prestamista los trata por igual. Pero cada uno de ellos sabe cual es su relacién personal con el prestamista que perdona. Y ése es precisamente el punto focal de la parabola. Por eso, Jestis deja de lado las cantida- des de las deudas y presenta a Sim6n la pregunta crucial, la cues- tion de las relaciones personales: “;Quién de ellos lo amaré mas?” Simén no tiene dificultad en responder, ha captado perfectamente el problema. De todos modos, la cautela no hace dafo, y responde con prudencia: “Supongo que aquél a quien le perdoné mas” (v.43). Jestis escucha lo que deseaba ofr a Simén. Ahora puede aplicar su tactica elegida. Es la misma que el profeta Natan y la mujer sabia de Tekoa utilizaron con el rey David en distintas ocasiones (cf. 28am 12 y 14). Jestis abandona el plano de la ficcion y salta rapido a la situacién real interpelando directamente a Sim6n. La pregunta de Jestis: “;Ves a esta mujer?” es la primera invitacién que hace Jestis a Simon: el fariseo debe ver a la mujer. Pero la debe contem- plar de otra manera: no como la transgresora de unos ritos intoca- bles, sino como una mujer nueva, liberada y perdonada. A partir de RELECTURA DE LUCAS este momento, la mujer ocupa el centro de la escena. Se convierte en el personaje principal, en punto de referencia y modelo de con- ducta. Antes habiamos visto el gesto de la mujer desde la dptica de Simén, ahora debemos saborearlo desde la de Jestis. En esta nueva perspectiva las actos de amor de la mujer contrastan vigorosamen- te con las negligencias del anfitri6n. Sim6n descuid6 con Jestis los gestos mas elementales de hospitalidad, como eran lavar sus pies, darle el beso de la paz y ungirle la cabeza con aceite. Por consi- guiente, también Sim6n es un transgresor de la ley, un anfitrién que no ha cumplido con su deber. La accién de la mujer, en cambio, ha superado con creces todas las normas de cortesia reservadas a los huéspedes. La mujer se desvivié por agasajar a su invitado sin des- cuidar ningtin detalle. Para Jestis, la verdadera anfitriona fue aque- Ia mujer. Y lo que ella hizo por amor pone en evidencia lo que Simon omitié seguramente por temor. ¢ El triunfo del amor Jestis concluye su diélogo con una frase que resume toda su ense- fianza. Por si acaso Simén no lo hubiera entendido del todo, Jestis afiade: “Por eso te digo que, si se le han perdonado sus muchos pecados, es porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco perdén muestra” (v.47). Ignoramos si la maxima final de Jestis convencié definitivamente a Simén o si le dej6 mas perplejo todavia. Lo que si ha provocado es una discusién infinita entre los especialistas’. De hecho, el texto es ambiguo. En la prime- ra parte, por ejemplo, el amor es la causa del perdén, mientras que en la segunda pasa a ser la consecuencia del mismo, tal como resul- ta en la parabola de los dos deudores. * CEJ. Detonet, “Lk 7,47 in its Context: an Old Crux Revisited”, en F. VAN SEGBROECK et al. (ed.), The Four Gospels 1992. Festschrift for Frans Neirynck (BETL 98/2; Leuven 1992) 1581-1590 and R. Meyner, “«Celui a qui est remis peu, aime pew» (Le 7,36-50)", Greg 75 (1994) 267-280. 77 78 LA MUJER DEL PERFUME Fijémonos ademas en otro particular. En la primera parte del versi- culo, Jestis se refiere a la actuacién de la mujer: sus expresiones de amor son fruto del perdén recibido. En la segunda, en cambio, Jestis no menciona a nadie en particular, sino que habla de forma general. Cualquier persona puede sentirse interpelada ;Cémo entender esta segunda parte? como implicitamente dirigida a Sim6n? En nuestra opinion, la ultima parte del versiculo puede entenderse como la invitaci6n personal que Jestis hace a Simén. Jesus le invita a salir de su mundo cerrado, hecho de separaciones y prohibiciones, para que pueda gozar de la légica del amor, que en definitiva es la légica del perdén. Jestis no acusa directamente a Sim6n, pero de hecho, lo incluye en la misma categoria de pecado- res a la que pertenece la mujer. Sim6n no lo sabe, pero también él es pecador, también él es deudor. Sim6n se tiene por puro, perfec- to y santo; se considera un hombre de conducta irreprochable. En realidad, también él necesita un prestamista generoso que le per- done las deudas que desconoce. Simé6n no tiene conciencia de peca- do y Jestis lo sacude, lo estremece para que delicadamente despier- te, para que se deje tocar abiertamente del amor de Dios, sin escon- derse tras las falsas seguridades de la ley. Del perdon de las deudas materiales, Jess ha pasado al perd6n de los pecados; y gracias al pecado de la mujer, descubre la deuda y el pecado de Simén. {Quién puede sentirse impecable ante Dios? ;quién puede creerse sin mancha y libre de toda culpa? ;quién no tiene que saldar algu- na deuda? Sim6n desaparece de la escena, pero la narracion continua. Y por primera vez Jestis se dirige a la mujer: “Tus pecados quedan per- donados” (v.48). Estas palabras ya las habia pronunciado Jestis en la curacién del paralitico (Le 5,20). La rotunda afirmacién de Jestis sorprende a los comensales (en Lc 5,21 los sorprendidos son los escribas y fariseos). Pero como antes Sim6n, tampoco ellos se atre- ven a expresar en alto su escéndalo. Se lo guardan para ellos. Y una RELECTURA DE LUCAS vez més el narrador nos avisa de la indignacién de los invitados: “Los comensales se pusieron a pensar para sus adentros: «;Quién es éste que hasta perdona los pecados?»” (v.49). Jestis ignora el comentario y vuelve a dirigirse a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz” (v.50). Asi concluye nuestra historia y asi termina también el episodio de la hemorroisa (8,43-48), la otra mujer impura que sabe tocar a Jestis, saltandose olimpicamente las normas establecidas. Jesus y la mujer del perfume Una vez més Jestis nos desconcierta. Desconciertan sus palabras, sus gestos, sus silencios. Palabras, gestos y silencios que adoptan un lenguaje inclusivo. Quieren abrazar a los marginados de la sociedad, a los que viven en la periferia, porque no tienen cabida en la ciudad, a los que nadie mira ni escucha, porque no tienen ni ros- tro ni voz, a los mendigos por necesidad, porque carecen de dere- chos, a los pequeiios, a los enfermos, a las mujeres... La mujer del perfume entra en escena en calidad de marginada, excluida del mundo social, del sistema religioso, del banquete, de la mesa, del didlogo... Ella no tiene nombre, cultura, prestigio, influencia, autoridad y seguramente, tampoco dispone de muchos medios econémicos. La mujer del perfume sélo tiene la osadfa, la audacia de retar a las estructuras mas potentes de la sociedad de su tiempo. Ella esta sola. Es pecadora y lo sabe. Goza de mala fama y lo sabe. No cuenta con ningtin grupo de apoyo; ni siquiera le ampa- ra la ley. Libra su arriesgada batalla sélo con lo que tiene: su huma- nidad y su ternura. Es una mujer fuerte, capaz de mucho amor desinteresado. Y el que ama arriesga por el amado. Y eso es lo que ella hace. Lo poco que tiene, lo arriesga por Jestis. Quebranta las normas y se adentra en recintos estrictamente prohibidos para ella. 79 80 LA MUJER DEL PERFUME Hace frente a las miradas acusadoras de los invitados, soporta el juicio intransigente de Simén, la humillacién del desprecio de todos. No intenta con palabras justificar su gesto altamente ambi- guo. Ella lo ha arriesgado todo. Simén, por su parte, prefiere el cél- culo, la prudente contemporizacién: hay que quedar bien con Jestis sin molestar a sus amigos fariseos. La mujer manifiesta su amor y gratitud hacia Jestis empleando el lenguaje del cuerpo. Le resulta mas facil expresarse asi que con un discurso organizado. Ella no necesita palabras. Le bastan sus ges- tos de ternura: besar los pies de Jestis, bafiarlos con sus lagrimas, enjugarlos con sus cabellos y ungirlos con su perfume. Gestos gra- tuitos, innecesarios, insélitos, si se miran con los ojos de la légica, de la ley, de las capas sociales. Pero la ternura se niega a entrar den- tro de pardmetros intelectuales, éticos o sociales. La ternura no se aprende desde la ley sino desde el corazén, no se cotiza desde la ley sino desde el perdén; no se explica desde fuera sino desde dentro. Por eso, Simén carece de ternura. Como tantos otros tiene que aprender a mirar con ojos nuevos. De lo contrario, nunca podra sin- tonizar con la dindémica inclusiva de Jestis. iY qué hace Jestis? gcudl es su actitud ante la mujer? También Jestis salta por encima de las estructuras opresivas y marginadoras de su sociedad para conceder a la mujer toda la dignidad que Simén -representante de los fariseos-, gratuitamente le ha negado. Jestis acepta su amor y gratitud, recibe sus caricias, aspira su perfume, la mira cara a cara, dialoga con ella, alaba su gesto, perdona sus peca- dos y le devuelve la paz del coraz6n. La mujer entra sin dignidad ni consuelo en la casa del fariseo y sale dignificada, reconocida, per- donada. La actitud inclusiva de Jestis es profundamente humana y liberadora: por un lado, rompe tabues, derriba fronteras, desmonta prejuicios, relativiza leyes, desenmascara la injusticia; por otro, genera cercania, relacién, didlogo, intimidad y propicia el encuen- tro interpersonal auténtico. Encontrarse con Jestis es siempre punto de partida, ventana abierta hacia el futuro, estimulo de esperanza. RELECTURA DE LUCAS La mujer del perfume no es la tinica excluida que recibe el abrazo inclusivo de Jestis en nuestro evangelio. Otros excluidos y exclui- das -pienso, por ejemplo, en la hemorroisa, el leproso agradecido o el ciego de Jericé-, vivirén la misma experiencia. A todos Jestis los despide con el mismo elogio: “Tu fe te ha salvado” Nuestra historia empezé con un fariseo que invita a Jestis a comer asu casa y termina con un fariseo que desaparece en silencio de la escena. Nuestra historia empezé con una mujer pecadora publica que entra en la casa del fariseo llorando sin consuelo y concluye con una mujer perdonada que abandona el relato con un corazén esponjado y rebosante de paz. Me atrevo a concluir estas paginas con una parabola que encontré ojeando una revista biblica*: “Un hombre meditaba profundamente la parabola del publicano y el fariseo Te doy gracias, Seftor, dijo con gran devocién, porque no soy un fariseo”. * Cf Mewner, art. cit., 279, 81 82 LA MUJER DEL PERFUME Bibliografia CALDUCH-BENAGES, NURIA, “La fragancia del perfume en Jn 12,3” Est Bib 48 (1990)243-265. CARROLL, J.T., “Luke’s portrayal of the Pharisees, CBQ, 50 (1988) 604-621. CORLEY KATHLEEN, E., Private women, public meals: social conflict in the synoptic tradition, Peabody, Massuchusetts 1993. DELOBEL, J., “La composition littéraire de Le 7,36-50”, ETL 42 (1966) 415-475;”Encore la pecheresse”, ETL 45 (1969) 180-183. “Lk 7,47 in its context: anold crux revisited”, en F. 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Sin memoria somos como el aire. Una lectura desde hoy y para hoy de Lc 8,4°-56 Pilar de Miguel Fernandez Pilar de Miguel, pedagoga y licenciada en teologfa biblica, es coordinadora de publi- caciones en el secretariado general de la KBF (Katolische BibelFéderation), en Stuttgart y profesora en el Instituto Diocesano de Teologia y Pastoral (IDTP) de Bilbao. Ha publi- ‘cado Europa con ojos de mujer (Estella 1997); “Cristo” en M. Navarro (ed.) 10 mujeres escriben teologia (Estella 1995); “Una nueva espiritualidad” en Iglesia Vioa 191 (1997) y otros articulos en revistas como Reseiia Biblica y Testimonio (Chile). SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE. UNA LECTURA DESDE HOY Y PARA HOY DE LC 8,40-56 Pilar de Miguel Fernandez El Texto “CUANDO REGRESO JESUS, LE RECIBIO LA MUCHEDUMBRE, pues todos le estaban esperando. Y he aqui que llegé un hombre, llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga y, cayendo a los pies de Jestis, le supli- caba entrara en su casa, porque tenia una sola hija, de unos doce afios, que estaba muriéndose. Mientras iba, las gentes le ahogaban. Entonces, una mujer que padecfa flujo de sangre desde hacia doce amos, y que no habia podido ser curada por nadie, se acercO por detras y tocé la orla de su manto, y al punto se paré el flujo de san- gre. Jestis dijo: “;Quién me ha tocado?. Como todos negasen, dijo Pedro: “Maestro, las gentes te aprietan y te oprimen”. Pero Jesus dijo: Alguien me ha tocado, porque he sentido que una fuerza ha salido de mi”. Viéndose descubierta la mujer, se acercé temblorosa, y postréndose ante él conté delante de todo el pueblo por qué razén le habia tocado, y cémo al punto habia sido curada. El le dijo: “Hija tu fe te ha salvado; vete en paz”. 85 86 SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE, Estaba todavia hablando, cuando uno de la casa del jefe de la sina- goga llega diciendo: “tu hija esta muerta”. No molestes ya al Maestro. Jestis, que lo oyé, le dijo: No temas; solamente ten fe y se salvara. Al llegar a la casa, no permitié entrar con él més que a Pedro, Juan y Santiago, al padre y a la madre de la nifia. Todos la lloraban y se lamentaban, pero él dijo: “No lloréis, no ha muerto: esta dormida”. Y se burlaban de él, pues sabian que estaba muerta. EI, tomandola de la mano, dijo en voz alta: “Nifia, levantate”. Retorné el espiritu a ella, y al punto se levanté; y él mando que le dieran a ella de comer. Sus padres quedaron estupefactos, y él orde- né que a nadie dijeran lo que habia pasado”. Introduccién: A mi madre, quien no pudo entrar en la Iglesia Sucedié tiempo atrés y mis recuerdos son confusos. No hacia mucho que mi madre habia dado a luz a un nifio precioso; mi her- mano lo era. Fuimos a pasar unos dias de vacaciones a nuestro pue- blo de origen. Creo que era por Todos los Santos. Se creé una pequefia confusién a la entrada de la Iglesia: mi madre no podia entrar o debfa de hacer algo antes. Recuerdo que contaban los dias desde el nacimiento del nifio. Eran algunas mujeres, el cura, mi padre, otros hombres... Al final cogieron al nifio de los brazos de mi madre y mi padre me dijo que debia entrar. Creo que vio en mi la cara de resistencia: si mi madre no entra, yo tampoco. Aunque no entendia nada de lo que sucedia, era obvio para mi que nadie tenia mas derecho que ella a entrar con su hijo. Me parecié una injusticia terrible y senti una punzada en el esté- mago al ver el rostro serio y digno de mi madre, quedandose atras, mientras mi padre me hacia avanzar por el pasillo hacia el interior. Estoy segura de que habia mds mujeres que hombres (siempre sucede -también entonces- en las Iglesias), pero yo recuerdo sobre RELECTURA DE LUCAS todo hombres avanzando con el nifio. Seguramente lo recuerdo més por lo poco corriente que era ver a varones cargando con nifios y por ello me sorprendié doblemente. También recuerdo que la cara de mi padre decia que habia que hacerlo asi, pero a mi me parecié que a él tampoco le gustaba. Me contaron el verano pasado que se habian descubierto, al reali- zar alguna obra en iglesias de pueblos de la zona, unos lugares especiales donde las mujeres debian de pasar su tiempo de purifi- cacién después de dar a luz. Me lo contaron como si esa costumbre datara de siglos anteriores. Incluso me contaron que se habian que- dado perplejos y habian tardado en dar con la explicacién del asun- to (jqué fragil es la memoria!). Seguramente si hubieran preguntado a las mujeres mayores y no tan mayores del lugar, les habrian sacado de dudas. Claro que quién iba a pensar que ellas supieran algo de eso. Aunque pudiera haber suce- dido que no quisieran recordar. Yo tampoco recordaba nada hasta ese momento. Sélo que, en los afios que mediaron entre los dos suce- sos, habia tenido tiempo de comprender. No dije nada. Tomé nota de la informacién y una nueva punzada en el estémago me obligé a hacer memoria para mi y para otras, incluyendo a mi madre. Buscamos nuestra identidad: Hacer memoria aunque duela Se encuentran rastros formulados de este tipo de rituales de purifi- cacién de las mujeres, después de dar a luz, desde el siglo XI. Fueron retirados con el Concilio Vaticano II. Sin embargo, en la memoria colectiva no se borran las experiencias y vivencias internalizadas a golpe de decreto. Duran y duran en las conciencias, a veces hasta se olvida que permanecen o ni siquiera puede creerse que asi suceda. Prueba de todo ello son los debates en torno a los asuntos antes y después de las fechas mencionadas 87 88 SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE, (por poner alguna). Sin olvidar aquello que queda en la incons- ciencia e impulsa y detiene conductas individuales y colectivas sin poder identificar su motor de procedencia en tantas ocasiones, una vez aclarado lo razonable. Por una parte, podemos leer lo que el Papa Gregorio respondia a la pregunta de Agustin de Canterbury sobre cuanto tiempo debia de permanecer una mujer sin acudir a la Iglesia tras el parto. Dice Gregorio que incluso si entra después de una hora, no cometera pecado. El crimen vendra por parte de quien se lo prohiba. Por otro lado, las Iglesias orientales prohibian la entrada a las igle- sias (a los edificios) y a la celebracién de la Eucaristia a las mujeres que habian dado a luz recientemente junto con las menstruantes. A pesar de la opinién de Gregorio, en la Iglesia medieval de occi- dente crecié esta influencia. Sucede ya que la mujer que acude a la Iglesia sin haber prescrito un cierto tiempo de purificacién, ha de ser castigada. También se encuentran huellas de la discusién sobre cual era el lugar apropiado para enterrar a las mujeres que morian durante el parto, asi como los niftos muertos al nacer; al estar excluidas de la Iglesia por su contaminacién y contaminar a otros con ella. Se deba- tia si debian ser enterradas en terreno sagrado o fuera de él. Con muchas variedades de soluciones, que no vamos ahora a describir, lo més comtinmente aceptado fue que se enterrasen en sagrado, pero en un aparte. Broté entonces la leyenda popular que apartaba a las mujeres en edad de reproducirse de acercarse a aquellos luga- res. Podian ser atin contaminadas de infertilidad. En el mismo uni- verso simbélico podemos colocar esa tradicién de que las mujeres menstruantes no deben acercarse a las plantas a riesgo de matarlas. El trasfondo tltimo es el poder de dar la vida... 0 la muerte. En consecuencia se hallan formulas de ritos concernientes a la reintroduccién de la madre a la vida social y eclesial. No debe olvidarse que la exclusién del terreno sagrado, tenia su contrapar- RELECTURA DE LUCAS tida en la vida social. Iban concretamente y simbdlicamente en el mismo paquete. Se mencionan y fundamentan los argumentos y sus acciones opor- tunas en la leyes judfas de purificacién y hacen especial referencia a Maria, la madre de Jestis, que observé el tiempo correspondiente tras el nacimiento de su hijo. Es verdad que este tipo de ritos no tienen sélo una lectura y que encontramos huellas similares en casi todas las culturas y religio- nes. No hace mucho me contaron que las mujeres indias que esta- ban con la menstruaci6n no podian entrar en los templos hindues. En concreto me lo contaron de un grupo de mujeres en proceso de tomar conciencia sobre su dignidad (que les sucedié al hacerse cargo de su propia existencia por medio de la nueva forma banca- ria del microcrédito). Se atrevieron a entrar al templo en ese grado de “impureza’... ;y no pas6 nada!; ni se ahogaron en el rfo al volver como aseguraba la tradicién que sucederfa. Son ritos y experiencias que nacen con la especie humana y que se sittian en los contextos amplios de los acontecimientos que tienen que ver con la vida y con la muerte y los miedos que las rondan. Especialmente tabti es donde corre la sangre (uno de los fluidos corporales asociados a la vida). Eventos siempre sobrecogedores y especialmente en culturas de pensamiento magico donde se desco- nocen tantos detalles cientificos sobre la biologfa, la reproduccién, etc... como los que nuestra cultura occidental posce en el presente. Mas complicado es atin, cuando en esa organizaci6n social y de pensamiento se hace prototipica la experiencia de uno de los géne- ros: masculino. Todo lo referente a la experiencia femenina queda- rd oculto 0 relegado. Como es dificil hacerse a la idea por lo comuin de esta experiencia, que hasta en ocasiones se asegura que es ley natural, proponemos un ejercicio a la imaginacién: suponer una sociedad en la que todo girara en torno a las experiencias biolégicas femeninas, despresti- 89 90 SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE giando e invisibilizando a todos los seres que no vivan esos proce- sos de esa manera. No es menos locura lo contrario y sucede. En todo caso, ahora nos sobrecoge tanto dato y posibilidad de la ingenieria genética, de la intervencién sobre la reproduccién y sobre otras circunstancias. Pero aquello que conoce y desconoce y el como de nuestra cultura occidental de hoy, seria otro tema de gran interés que desborda nuestro asunto. También hay quien dice que estos ritos responden a una cuestién eminentemente préctica, puesto que esta costumbre de aguardar un tiempo antes de retornar a la normalidad social y comunitaria libraba a las mujeres de una reincorporacién demasiada rapida a los asuntos domésticos, atin demasiado débil por el alumbramien- to, poniendo en juego su vida. Aunque esta posicién, muy razona- ble, sin duda, contrasta con la experiencia tan comtin en que las mujeres se incorporan al trabajo mucho antes que al culto. Por nuestra parte, rastrearemos las huellas de las leyes de pureza e impureza judias (me refiero a aquello que aparece y subyace a las culturas y épocas biblicas), donde se hallan, como hemos mencio- nado, los principales fundamentos y explicaciones clave de la his- toria especifica y circunstancias en las que nos movemos, esto es, la tradicion e historia judeocristiana de Europa. Antecedentes biblicos en la practica cristiana de estos ritos Estas practicas han de buscarse, como ya se ha dicho, en el libro biblico del Levitico 12,1-5, donde dice que una mujer que da a luz a un hijo se considerard impura durante 40 dias y el doble de dias si es una nifia. Después de ese periodo, se presentara en el templo ante el sacerdote con la ofrenda requerida como sacrificio por su impureza o pecado (0 pecado de impureza), contraido por haber dado a luz. RELECTURA DE LUCAS Asi encontramos en el libro del evangelio de Lucas 2,21-38 el recuerdo de que Marfa, la madre de Jestis, cuando se cumplieron los dias de la purificacién -cumpliendo de este modo la ley-, se pre- senté en el templo con el sacrificio para la expiacién de su pecado, Hevando también a su hijo. Papel de la mujer en el Antiguo Testamento Es importante saber de dénde venimos, de ahf la importancia que tiene para nosotras el acercarnos al AT y su tiempo, para ver el papel de la mujer en aquéllas sociedades y tiempos y también para comprender un poco mejor el sentido de los textos elaborados entonces. Es igualmente importante porque Jestis, que fue judio, vivid en este entorno y contexto tradicional, y asi podremos conocer mejor sus posturas al respecto y qué pudo significar entonces. Asimismo es importante porque atin hoy, en las declaraciones ecle- siales y en la conciencia colectiva, quedan residuos de explicaciones veterotestamentarias e incluso se siguen utilizando fundamenta- ciones que tienen que ver con ello. La mayoria de los textos veterotestamentarios que hablan de la mujer nos la presentan en su condicién ordinaria de esposa, madre o ama de casa. Los autores sagrados no dejan de alabar y recono- cer la importancia de la mujer en estas funciones. Las cualidades femeninas esenciales son la discrecién, el pudor y la dulzura. Todo parece desanimar a quien busca en el AT; hay demasiados textos en los que se ve rebajada a la categoria de objeto, en un lugar social completamente inferior al del varén y estrictamente subordinada aél. Ya al nacer, su sexo era una mala noticia para la familia (Lv 12,1-5); pasaba su infancia y juventud sometida a su padre, que podia ven- o1 92 SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE derla para pagar sus deudas, y la daba en matrimonio a quién le parecia. No recibia instruccion y, al casarse, pasaba a pertenecer al patrimonio del marido, su duefio, junto con su casa, sus esclavos y sus animales. Su principal misién era parir muchos hijos y cuidar del hogar. Podia ser repudiada o lapidada si no llegaba virgen al matrimonio o si era sorprendida en adulterio. De hecho, la legislacién del AT concerniente al matrimonio es mucho mas severa con la mujer que con el marido. Aunque en algunos momentos su situacién mejoré, siguié siendo equiparada a los miembros més marginados de la época: paganos, ignorantes, nifios y esclavos. Es cierto que hay textos que exaltan a algunas personalidades femeninas: Débora, Judit, Esther, Rur, la sulamita del Cantar, pero no parecen suficientes para equilibrar tantos otros “ilegibles”, desde nuestra sensibilidad de hoy. Las imdgenes més frecuentes sobre Dios también estén marcadas por el sello de la masculinidad dominante: es el sefior de los ejérci- tos, el rey, el juez, el esposo. La situacién de la mujer en el NT En tiempos de Jestis la situacién de la mujer habia empeorado (parece que siempre es posible empeorar). El repudio en caso de adulterio o incluso en caso de esterilidad tras diez afios de matri- monio se consideraba como una obligacién (yo me pregunto si se les pasaria por la cabeza que la esterilidad podria también venir de parte del varén. Dicho sea de paso, esta teniendo lugar un congre- so sobre el tema de la impotencia masculina que abarca de un modo u otro al 40% de los varones). RELECTURA DE LUCAS Para algunos rabinos un hombre podia repudiar a su mujer inclu- so por el simple hecho de que ella dejara quemar la comida o de que el encontrara una mujer mas hermosa. Asj{ pues, la mayor parte de las leyes del AT y del judaismo se refieren a la mujer en el marco del matrimonio, la ven fundamen- talmente como esposa, madre y ama de casa. Estas leyes tienden generalmente a proteger a la familia, a veces al marido, y a garan- tizar una descendencia legitima a la que pueda transmitirse la pro- mesa que condiciona la existencia de Israel. En este mismo marco hay que insertar, al parecer, las prescripcio- nes rabinicas que impedian a toda mujer casada o no, estudiar la Escritura, llamada la Ley-Tora: lo cual equivalia a prohibirle todo estudio, ya que el estudio podria apartarla de su deber maternal, tan importante en aquellas épocas. Las mujeres pod{an ir a la sina- goga, pero como no conocian bien la ley, no podian intervenir en la lectura. Esta prohibicidn de estudiar la Ley entrafiard consecuencias muy graves en lo que se refiere a la manera de considerar a la mujer en los albores del cristianismo. Al no conocer las sutilezas de la ley, que a partir de Esdras (s.V) habia adquirido gran importancia en Israel, la mujer, al igual que los esclavos y los nifos, no estaba obli- gada a observar los preceptos positivos que habian de cumplirse en determinados momentos. Y si la mujer no observa integramente la Ley que sella la alianza, algunos textos podran llegar a decir que la alianza no se aplica a ella. De ahi que una antigua plegaria judia no posterior al S.I d. C., con- servada en obras rabinicas, pueda decir: “Bendito sea Dios que no me hizo gentil. Bendito sea Dios que no me hizo mujer. Bendito sea Dios que no me hizo esclavo.”La razén es, por lo que respecta a la mujer, que ésta no estaba obligada a cumplir los mandamientos, pero la asimilacién de la mujer a nifios y esclavos, es reveladora de la estima que se tenia de las mujeres en esa época. 93 94 ‘SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE, Por otro lado, la Ley contenfa muchas prescripciones rituales que las mujeres, a causa de su frecuente contacto con la sangre, no esta- ban en condiciones de cumplir. Tal es sin duda la raz6n por las que se les reservaba en el templo un recinto especial entre el de los hombres y el de los gentiles. Las mujeres en Qumran y en el periodo intertestamentario Bastantes textos merecen ser mencionados como la Regla de la Comunidad, como 4Q265, 40513, 4Q514 y el rollo del templo. La importancia de que falte el libro de Esther y sin embargo apa- rezcan textos tan positivos con respecto a las mujeres como el Canto de Miriam (4Q365 6 ii) o sobre la Dama de la Sabidurfa. También otro que ha desatado rios de tinta con respecto a las acti- tudes con las mujeres y que nace de una traduccién primera dudo- sa, me refiero a 4Q184, que esta en linea con la tradicién de Proverbios 7-9. Debe tenerse en cuenta también aquellos textos que hacen referen- cia a imaginerfa femenina y que han de ser tratados de otra mane- ra por distintas razones. El Documento de Damasco describe un grupo en el que las mujeres estan claramente presentes. Ademas de en la designacién comtin, mujeres sirvientas aparecen mencionadas un par de veces (XI 12, XII 10), unidas a la mencién de hombres sirvientes. En otro lugar, se refiere a la mujer como viuda (CD VI 16), referencia a Isafas. En otro, como mujer joven (CD XIV 15). Las referencias a madres, en paralelo a padres, son probablemente titulos honorf- ficos. Aunque estamos tratando de una comunidad que incluye mujeres, la perspectiva y formulacién del texto es androcéntrica. Ejemplo: “si toman esposas y tienen hijos” (CD VII 6-7);0 CD XII 1:” que nin- RELECTURA DE LUCAS guin hombre tenga relaciones con su mujer”. Igual que en los cédi- gos biblicos, las leyes estén formuladas en masculino aunque vayan dirigidas exclusivamente a las mujeres (lo que concierne a dar a luz, por ejemplo). Otro ejemplo es CD XI 9-10, prohibicién en contra de ornamentos y perfumes en sdbado o llevar un nifio en brazos (CD XI 12). De modo que en el “hijos mios, escuchadme...” de CD II 14, aunque esté en masculino, no hay raz6n para pensar que no incluyera a las mujeres. Un pasaje admonitorio muy debatido (CD IV 12- V 11) define a unos grupos por oposicién a otros. Por un lado, los que “cons- truyen el muro (la muralla protectora)” y por otro los que Belial tienta o pretende hacer caer en tres redes. En estos grupos estén presentes las mujeres y que en definitiva son: los separados, los puros y, en contraposicién, a los impuros. a) El tomar dos mujeres 0 mds. Que unos entienden como estar en contra de la poligamia, otros en contra del divorcio, o casar- se de nuevo después del divorcio. Seria interesante reflexio- nar sobre su comparacién con los fariseos o saduceos que si aceptaban el divorcio, asi como la exégesis biblica que aducen: Gén 1,27; 7,9; Deut 17,17. ¢Servia esta prohibicién para la segu- ridad de las mujeres, para que no quedaran abandonadas y al margen del sistema o era més bien restrictiva para éstas, condendndolas a unas relaciones que ahora llamarfamos abu- sivas? b) El tomar por esposa a una sobrina (referencia a Levitico 18,13). Seguin v. 9-10 es explicito para el var6n, pero luego afiade en el v. 10 que “lo mismo es aplicable para las mujeres”. c) Profanar también el Templo por “tener comercio con aquella que ve correr su sangre”. Hay una serie de reglas que regulan las relaciones sexuales y distinguen si hay embarazo o menstrua- ciOn, etc. 95 SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE No esta del todo claro pero hay un tipo de relacién entre marido y mujer que se penaliza incluso con la expulsién de la comunidad. ¢Podria ser aquella que no estuviera orientada a la procreaci6n? El significado que esto pudiera tener para las mujeres esta por refle- xionar. Otros dos pasajes ilustran la autoridad que los padres y maridos ejercian sobre las mujeres (CD XVI 6-13). Es una interpretacion del libro de los Nimeros 30, 3-16 sobre anulacién de votos de la mujer o la hija. Se permite al marido-padre ejercerlo pero aqui se intro- duce, a diferencia del texto biblico, una cufia a modo de limitacién del derecho o de ofrecer un mayor protagonismo a la decisién de la mujer. Con respecto a los ritos de entrada en la comunidad no esta claro del todo. Parece constatarse una diferencia entre lo que este docu- mento describe y la regla de la comunidad 0 lo narrado por Josefo. ¢Podian las mujeres ser miembros de pleno derecho, su estatus era el otorgado al marido...? Hay versiones contradictorias. Sin embar- go, si en las reglas de purificacién, en lo referente a los bafios etc. se las tiene en cuenta y se menciona, si se les otorga titulos como madres, hermanas, ancianas (es un tema de gobierno y no de edad). Todo esto debe sugerir plena incorporacién a la comunidad y sus respectivos roles. Claramente marcado por los rituales de pureza, podria decirse de este grado de integracién, como en otros casos de sectas 0 movimientos intrajudios de la época, que era de acuerdo a un orden. Hablar de no presencia no parece correcto, sin embargo, hablar de plena incorporacién parece abusivo. En todo caso, de una incorporacién tan plena como en otros grupos del momento. Aunque a veces parecen dar una idea més positiva que los textos biblicos que manejan, otras veces resulta ambiguo. Habria de com- pararse con la situacién de las mujeres en los grupos fariseos o saduceos. 96 RELECTURA DE LUCAS. Evolucién de las leyes de pureza e impureza hasta la época cristiana Las leyes de pureza e impureza a las que alude el Levitico sirven para separar lo puro de lo impuro, lo enfermo de lo saludable (como modo de pureza e impureza), los elegidos y los no elegidos, el pueblo elegido y los paganos, lo santo y lo profano. La tradicién sacerdotal de estos escritos la debemos al periodo po- sexilico, cuando el judaismo (0 las élites que volvian del destierro), queria restablecerse de nuevo como pueblo elegido y preservarse de todo contacto con extranjeros o aquellos que habian estado en con- tacto con ellos (rechazo de matrimonios mixtos, negocios etc.. Estas leyes, por su misma naturaleza y por la funcién social que persiguen, son constitutivamente excluyentes. La justificacién ulti- ma responde a que deben ser santos porque Dios es santo, inter- pretacién de Lv 11,45. Nada en la vida social debe ser impuro, de la misma manera nada puede acercarse al lugar donde mora Yahvé siendo impuro, no santo. De modo que es muy importante descri- bir y regular todo aquello que hace impuro y contamina, enferme- dades, funciones, sociales ocupaciones, relaciones, etc. En Levitico 15, hombre y mujer son impuros por los fluidos que brotan de sus cuerpos. La mujer es siempre impura mientras es menstruante. Hace impuro a aquel que toca y lo que toca. Puede leerse despacio los distintos capitulos de este libro que aluden a ello. Destacamos la desigualdad de tratamiento: si un varén tiene flujo seminal es impuro hasta el atardecer. Si una mujer tiene su periodo mensual, se la excluye por siete dias. Sin embargo, estas leyes consideradas de gran interés por las razo- nes antedichas en un periodo determinado, continuaron influyen- do en los distintos grupos judios. Hemos visto que los grandes debates de Qumran al respecto casi siempre tenian que ver con los fluidos de las mujeres y sus contactos. 97 SIN MEMORIA SOMOS COMO EL AIRE Es verdad que los grupos de Qumran también tienen en comtin con la época posexilica, que se consideran el nuevo comienzo del pue- blo elegido, pues los judios que vivian en Jerusalén habian fallado a la eleccién divina. Hab{fan traicionado ese destino. Aqui tampoco podia entrar en el santuario aquella persona impura. Es interesante ver cémo no sdlo en las restricciones de acceso a los diferentes roles y funciones de la comunidad, la mujer es conside- rada en mas ocasiones impura, sino en el terreno de la simbologia. En infinidad de ocasiones la mujer simboliza el mal o el mal viene simbolizado con imagenes de mujer. La mayoria de los escritos intertestamentarios transmiten las tradi- ciones que unen el periodo menstrual de las mujeres con impureza y las consecuencias de esta relacién para el acceso al culto. Sea tem- plo, santuario o sinagoga posteriormente. Neusner menciona la Carta de Jeremias, los salmos de Salomon (s.I a.C.), el Testamento de los Doce patriarcas, el Testamento de Isacar (la belleza de la mujer es una influencia que corrompe), el libro apocalitico de Enoc (la culpa de la cafda de los angeles fue de las mujeres). En la época cristiana ya, el Talmud de Babilonia contiene 10 capitulos regulan- do la menstruaci6n de las mujeres y las leyes de pureza. No sélo los cercanos a la sinagoga tienen estas opiniones, también Josefo, un historiador judfo fariseo o Filén, el filésofo judio de Alejandria, contintian la tradicién con respecto a las mujeres y el sistema de pureza, aunque en otros aspectos se permiten alguna variante 0 critica en el primer siglo de la era cristiana. Hay algunas excepciones, pero como casi siempre es sélo para con- firmar la regla. Si histéricamente alguna mujer tom6 parte en ritua- les de culto como protagonista, fue a pesar del sistema religioso y desde luego no propiciado por él. La tinica manera en que una mujer hebrea podia gozar de cierta influencia en los asuntos cuilti- cos era ser hija de un sacerdote 0 casarse con uno. Esto tampoco resultaba facil. La mujer debia ser virgen, nunca divorciada ni pros- 98 RELECTURA DE LUCAS tituida por dinero. Pero ella nunca fue responsable de su propio cuerpo. Su padre tenja el derecho de venderla o casarla 0 comerciar con ella. En este mundo no era mal visto violar a una virgen sin haber sido antes prometida, como modo de hacerse con ella. Su situaci6n en la sinagoga fue en ocasiones més dificil que en los periodos posexilicos. Si bien, parece no haberse encontrado evi- dentemente a tenor de lo visto, ninguna huella de papeles de lide- razgo de mujeres en ella. Se han descubierto algunas inscripciones en las sinagogas romanas jud{as con titulo de “mater synagogue”; en muy contadas ocasiones, pues lo habitual es “pater synagogue”. Queremos mencionar que habrfa que considerar también el papel que las mujeres greco-romanas tenian en su sociedad y cémo esto influy6 en las doctrinas que venian de oriente como la judia y pos- teriormente la cristiana. Rol complejo y ambiguo en ocasiones, aun- que digno de estudio especifico; indudablemente de un mayor pro- tagonismo de las mujeres en distintas esferas. Desde el momento de su nacimiento (mas largo periodo de impu- reza si nace una nifia, sdlo se circuncida al nifio...), el tratamiento de los varones y mujeres es desigual segtin estas leyes. No sdlo con- trolaron la vida de las mujeres en lo que respecta al altar sino tam- bién al mercado (la vida social, etc...). Actitud y actuaciones de Jestis y su grupo Nuestro propésito se fijaré en la actitud y actuaciones del grupo que se forma alrededor de Jestis, que también se forja en este con- texto. Veremos cémo el relato de la mujer con hemorragia perma- nente es una respuesta a estas leyes. Un decir, segtin el evangelista Lucas ~que depende de Marcos en mucho, salvo en algunas supre- siones-, la opinién al respecto de esta tradicién heredada y a la que tesponden de otra manera.

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