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El asesino de Almonte acabó con las vidas

de las víctimas en un ataque de apenas 10


minutos
La UCO de la Guardia Civil confirma que el acusado se encontraba fuera de su puesto de trabajo y
se encontró ADN suyo en toallas de la casa

M.R. Font

HuelvaActualizado:13/09/2017 13:03h1

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Miguel Ángel Dominguez y su hija María (8 años) perdieron la vida a manos de su
asesino en un brutal ataque que duró apenas diez minutos, tiempo en el que las
victimas recibieron unas 140 puñaladas, dejando «un escenario salvaje»según el jefe
del grupo de Homicidios de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, al
frente de la investigación del doble crimen de Almonte (abril 2013).
«Pocas veces hemos visto algo similar... Para matar a dos personas no hace falta
hacer esa sangría», ha destacado el investigador para subrayar que precisamente esta
circunstancia señala a un crimen pasional, «por la cantidad de puñaladas,puñaladas
gratuitas, por las marcas que había en el cuerpo de la víctima», en cuya espalda el
autor de los asesinatos dejó una cruz «en señal de victoria» y tapó a la pequeña María
con una manta «como por vergüenza, que me conoces, como anulación».
El autor de los asesinatos dejó una cruz «en señal de victoria» en la espalda de la
víctima

Después de 14 meses de investigaciones, entre abril de 2013 y junio de 2014, la UCO


pudo cerrar el puzzle a través de declaraciones en el entorno de las víctimas y
registros técnicos hasta que detuvo a Francisco Javier M.R., único acusado de los
crímenes y que se sienta en el banquillo de la Audiencia Provincial de Huelva. El
presunto autor mantenía entonces una relación sentimental extra matrimonial con
Marianela Olmedo, madre y mujer de las víctimas.
Object 1
Las declaraciones de dos vecinos de Miguel Ángel y María en el domicilio de la
Avenida de los Reyes, así como los registros y llamadas telefónicas que realizaron en
la noche del 27 de abril de 2013, acotan a solo 10 minutos el brutal ataque que
sufrieron, entre las 21.52 y las 22.02 horas de aquel trágico día. Según estos vecinos,
que en principio guardaron silencio por miedo -ha dicho- , se escuchó una pelea entre
dos hombres, y gritos como «¡me tienes harto! ¡fuera de aquí!», y voces de una niña
que llamaba a «papá y mamá».
Estos testimonios, ha precisado, «nos marcaron el momento y la duración de la pelea,
que fue poco tiempo». Según su relato, por la reconstrucción que los investigadores
hicieron de las últimas horas de vida de las víctimas, Miguel Ángel se encontraba en
el domicilio aquella noche con un amigo viendo un partido de fútbol y los abuelos
llevaron a la casa a María. Cinco minutos antes de acabar el partido, ha concretado, el
amigo se fue porque el plan que tenían era el de ir padre e hija a cenar a una pizzería
y dejó la puerta de abajo cerrada.
Frente a la versión mantenida por el acusado, de que no salió de su centro de trabajo
hasta las 22.05 horas aproximadamente, cuando cierra el supermercado en el que
también trabajaban Marianela y Miguel Ángel, el jefe de Homicidios de la UCO ha
afirmado que se verificó que no se encontraba en el centro de trabajo. «No tenía
coartada», ha dicho para señalar que ningún compañero del centro de trabajo, dijo
haber salido con el tras el cierre. «Cual fue nuestra sorpresa cuando comprobamos
que no había estado en el supermercado».
Cinco meses después de los crímenes, el marido de una trabajadora del mismo
establecimiento (que ya prestó declaración) dijo a la Guardia Civil que aquel día vio al
acusado fuera del centro de trabajo, entre las 21.01 -cuando una cámara interna del
establecimiento graba a Franciso Javier- y las 21.15 horas, aunque la hora no coincide
con la señalada por los testigos en sus declaraciones, que dijeron que se cruzaron con
el entre las 20.05 y las 20.25 horas.
Por otro lado, ha indicado ante el jurado, que tras la segunda inspección ocular de la
vivienda en la que fueron asesinados Miguel Ángel y María, se encontraron restos de
ADN del acusado en tres toallas (no manchadas de sangre) en los dos cuartos de baño
de la casa, que estaban colgadas en su sitio.
En estos momentos, continúa la declaración, a la que siguen los testimonios de otros
agentes que han participado en la investigación de los crímenes.
Jue, 1 Feb 2018

Fue uno de los crímenes más terribles de cuantos se han cometido en


Andalucía en los últimos años. Ocurrió el 27 de abril de 2013 en la
localidad rociera de Almonte: Miguel Ángel Domínguez y su hija
María, de 8 años, eran literalmente cosidos a puñaladas por… no se
sabe por quién.
La justicia no está completamente segura y más allá de toda duda
razonable de que el autor de los hechos fuera el único sospechoso y
procesado, Francisco Javier Medina, que cuando ocurrieron los
hechos y en el momento de su detención un año después, en junio de
2014, era pareja sentimental deMarianela Olmedo, madre de la
pequeña y expareja del hombre fallecido,

Absolución y libertad

Este jueves la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de


Andalucía (TSJA) ha confirmado la sentencia de la Audiencia de
Huelva, de octubre pasado, que absolvió a Medina de los delitos de
asesinato después de que un jurado popular lo declarara –por
mayoría, no por unanimidad– no culpable. La defensa de Medina la
dirigió Francisco Baena Bocanegra, considerado uno de los mejores
penalistas del país.
La acusación particular y la Fiscalía, que habían solicitado la nulidad
de las actuaciones y la celebración de un nuevo juicio por falta de
motivación del veredicto, recurrirán el dictamen ante el Supremo.
Tras la absolución de octubre, el condenado fue puesto de inmediato
en libertad después de haberse pasado más de tres años en
prisión preventiva: tan contundentes habían sido para la Guardia Civil
y el juez instructor los indicios reunidos contra él.

Dudas y más dudas

Los investigadores, la Fiscalía y la madre de la niña y exesposa del


hombre no tienen ninguna duda de que Medina fue el asesino, pero
los tribunales sí que las tienen. Las tuvo la Audiencia de Huelva y las
tiene incluso el propio TSJA, que encuentra suficientemente motivada
la decisión del jurado y subraya que “no existió ninguna prueba
directa de cargo sobre la participación del acusado en los
hechos”, si bien, añade a renglón seguido, ello “no significa que no
hubiese base probatoria razonable para su condena”.
Eso se llama ponerle una vela a Dios y otra al diablo: cautela
máxima, pues, en la redacción del fallo del TSJA, que recalca que su
papel no es pronunciarse sobre si el acusado causó la muerte de
ambas víctimas, ni sobre dónde estuvo, ni si el ADN se debió a
transferencia directa o indirecta, pues para determinar todo ello ya
"se practicó una generosa y abundante prueba, dirigida a
convencer al jurado de una u otra cosa". La misión del TSJA era
únicamente valorar la suficiencia de motivación en la decisión del
jurado.
Para el alto tribunal andaluz, el hecho de que sean verosímiles tanto la
hipótesis de culpabilidad como la de inocencia “no convierte la
valoración del jurado en irrazonable, ni su motivación en arbitraria,
sino que puede y en este caso debe calificarse como, al menos,
acorde con un uso correcto del principio in dubio pro reo”, y ello
“en un contexto marcado por la monstruosidad de los hechos, que
más bien suele inclinar el ánimo más a ‘buscar un culpable’ que a
‘buscar una duda’ determinante de la impunidad”.

Indicios y contraindicios

¿Y por qué tantas dudas? ¿Qué hace tan endiabladamente opaco un


crimen del que nunca hubo más que un solo sospechoso cuya
conducta, además, parecía encajar con el clásico perfil de la
violencia de género? La respuesta está en las pruebas. O mejor
dicho: en la falta de ellas.
La resolución del TSJA enumera la aparición de vestigios biológicos del
acusado en el lugar de los hechos, la declaración de algunos testigos,
las cerraduras de acceso a la vivienda sin forzar o la existencia de un
móvil creíble. E inncluso admite que “con tales indicios habría sido
posible un veredicto de culpabilidad que no habría podido ser
combatido, al menos aparentemente, por vulneración del derecho a
la presunción de inocencia del acusado”.
Ahora bien, añade a continuación el tribunal, “existen distintos
contraindicios que se presentaron en el juicio que ofrecieron hechos
incompatibles con la participación del acusado”, de lo que
concluye la sala que “la presentación eficaz de pruebas que vayan en
sentido contrario puede mermar de manera decisiva la fuerza
incriminatorio de los indicios”.

Llaves, guantes, huellas

Vayamos al repaso de lo sucedido. Parece contrastado que el asesino


tenía acento de Almonte y probablemente llaves de la casa, ya que la
puerta no estaba forzada. Cuando cometió el crimen llevaba
guantes, como evidenció una huella ensangrentada en las paredes.
Antes de huir se lavó la sangre de los brazos pero al secárselos habría
dejado su ADN en tres toallas de la casa, aunque la defensa sostuvo
que el origen de ese rastro genético perteneciente a Medina pudo ser
anterior al crimen y haber llegado a las toallas de forma indirecta, a
través de su expareja.
Además, los investigadores identificaron como móvil del crimen los
celos de Francisco Javier hacia Miguel Ángel y hacia la niña porque se
interponían en su relación con Marianela.

Los movimientos

Hasta ahí todo parece apuntar a Francisco Javier. Sin embargo, los
tiempos no acaban de cuadrar del todo o al menos no tanto como
para que a la mayoría del jurado no le asaltaran unas dudas
insuperables.
Veamos. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil calculó
quetodo ocurrió en unos diez minutos, entre las 21:52 y las 22:02
horas de ese 27 de abril de 2013. Una media hora antes de las diez de
la noche en que terminaba su turno en el Mercadona donde trabajaba,
el acusado habría salido sin ser visto del establecimiento por la
puerta de mercancías, de la que tenía llaves.
Según la acusación y los investigadores, habría llegado a la casa de
las víctimas pasadas las 21:30, donde habría entrado con las llaves
de su pareja, habría sorprendido a Miguel Ángel saliendo de la ducha,
lo habría acuchillado mortalmente y luego habría hecho lo mismo con
la niña, porque estaba presente y lo vio todo. Tras lavarse y secarse,
habría regresado sobre las 22:08 a la puerta del Mercadona, donde se
encontró con Marianela fingiendo que acababa de salir de trabajar.
Una vecina le escribió a un amigo un mensaje telefónico diciéndole
había una pelea al lado de su casa y que una niña estaba gritando,
mientras que un hermano de esta mujer dijo haber escuchado a un
hombre con acento almonteño gritando a otro: "¡Hijo de puta! ¿Qué
haces aquí?".

¿Tuvo tiempo?

¿Salió realmente Medina de Mercadona a esa hora? ¿Tuvo tiempo de


cometer un doble crimen tan horrendo y lavarse cuidadosamente en
tan poco tiempo? En el juicio él aseguró que “estaba trabajando
cuando sucedió todo” y que salió del supermercado a las 22:05 con
otros compañeros.
El jurado, argumenta el TSJA, consideró justificadamente como “poco
probable” que Medina “hubiese tenido tiempo para realizar los
hechos que se le atribuían”. No obstante, el tribunal andaluz
alimenta las dudas al añadir: “Podrá creerse que se ha equivocado al
creer a un testigo, o al valorar con exactitud el tiempo necesario para
cometer la acción, pero la motivación es absolutamente transparente
y comprensible”.

El mal cambia de bando

En todo caso, el Supremo tendrá la última palabra. Marianela Olmedo


y su abogado, Luis Romero, confían en que los jueces del alto tribunal
interpreten a su favor las “más de 60 pruebas testificales y
periciales que concluían que el único culpable era él” y, en
consecuencia, ordene repetir el juicio.
Tras la absolución de Medina, la mala para muchos vecinos de Almonte
pasó a ser Marianela: "Me fui de allí porque allí no podía vivir ya. Era
un acoso tremendo por parte de la gente que lo apoya a él. Es
tremendo lo que me han hecho pasar", declaraba días atrás a Radio
Sevilla.

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