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Undécima edición
Créditos:
Antología del Concurso Literario Internacional Ángel Ganivet 2017. Undécima
edición
Textos:
Adriana Irais Dorantes Moreno, Jaime Ignacio Magnan Alabarce, Víctor
Alarcón, Martha Gantier Balderrama, Sergio Lorente Martínez, Rodolfo Novelo
Ovando, Jesús Cárdenas Sánchez, Clara Schoenborn, Carlos Roberto López
Parra, Jeannette Lozano, José María Muñoz Quirós, Aarón Carlos Andrés
García, Tomás Ortega García, Roxana Carina Mauri Nicastro, Ana María
Elizondo Gasperín, María Paz Valdebenito González, Alejandro Rafael Alagón
Ramón, María Victoria Duque López, Vicente Cervera Salinas, Silvia Claudia
Rivas y Salomé Guadalupe Ingelmo.
Portada: Thomas Cole, Expulsión del Jardín del Edén (1828). Museum of Fine Arts.
Boston
Contraportada: Detalle de Expulsión del Jardín del Edén
Maquetación y diseño: Salomé Guadalupe Ingelmo
Corrección y Prólogo: Salomé Guadalupe Ingelmo
Todos los textos publicados en esta antología son propiedad de sus respectivos autores.
Queda, por tanto, prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta
publicación en cualquier medio sin el consentimiento expreso de los mismos. Los
interesados en reproducir esta antología deberán contar también con la aprobación del
certamen convocante. Puede ponerse en contacto con nosotros en el siguiente correo
electrónico: concursoliterarioaganivet@gmail.com
La patria del escritor es su lengua.
Francisco Ayala
Índice
Prólogo_____________________________________________________________- 9 -
El comienzo, Adriana Irais Dorantes Moreno (México)_____________________- 15 -
La eternidad contenida, Jaime Ignacio Magnan Alabarce (Chile)_____________- 21 -
Hospital de la Santa Creu, Víctor Alarcón (Venezuela)______________________- 27 -
Cuando viajaban a su interior, Martha Gantier Balderrama (Bolivia)__________- 31 -
Buscada y preterida, Sergio Lorente Martínez (España)_____________________- 35 -
El desahucio de la hoguera, Rodolfo Novelo Ovando (México)_______________- 39 -
Tormenta en lento silencio, Jesús Cárdenas Sánchez (España)_______________- 43 -
Humo blanco sobre infierno, Clara Schoenborn (Colombia)_________________- 49 -
Los mares en el siglo XXI, Carlos Roberto López Parra (Colombia)___________- 55 -
El mundo, Jeannette Lozano (México)___________________________________- 59 -
Antífona de la luz para los días del otoño, José María Muñoz Quirós (España)__- 67 -
Solsticio del árbol, Aarón Carlos Andrés García (España)___________________- 73 -
Las auras de la noche, Tomás Ortega García (España)_____________________- 75 -
La corona del bufón, Vicente Cervera Salinas (España)_____________________- 83 -
Peregrina, Roxana Carina Mauri Nicastro (Argentina)_____________________- 87 -
En penumbra a la indolencia, Ana María Elizondo Gasperín (México)_________- 93 -
El alcatraz que aún no logra volar, María Paz Valdebenito González (Chile)____- 97 -
La arena que vive en los lugares ásperos, Alejandro Rafael Alagón Ramón (España)_- 103 -
Breve historia de un país desgarrado, María Victoria Duque López (Colombia)_- 107 -
No es sólo otra fábula sin sentido, Silvia Claudia Rivas (Argentina)__________- 113 -
Cuando los poetas despiertan. Es breve la cordura y larga la demencia. «No es otra fábula
sin sentido»: retrato de un hombre desgajado del paraíso, Salomé Guadalupe Ingelmo___- 117 -
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Prólogo
¡Ah, miserable! ¿Por dónde huiré de aquella cólera sin fin, o de esta
también infinita desesperación? Todos los caminos me llevan al infierno.
Pero ¡si el infierno soy yo! ¡Si por profundo que sea su abismo, tengo
dentro de mi otro más horrible, más implacable, que a todas horas me amenaza
con devorarme!
John Milton, El paraíso perdido, Libro cuarto
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colaboradores, me complace darles una vez más las gracias, a ellos y a todos los
compañeros que ‒en ocasiones no por falta de méritos, sino sencillamente por la tiranía
de los números, pues alcanzar uno de los veinte puestos finalistas entre más de 1400
participantes constituye un singular privilegio‒ no han podido llegar a la ansiada final,
por toda la riqueza que sus obras, año tras año, nos aportan.
A lo largo de las páginas que siguen nos adentraremos en las reflexiones,
inquietudes y esperanzas de algunos de nuestros participantes; en sus pensamientos y
sentimientos. En muchos de esos poemas, en sus argumentos y sensibilidades, tantos
otros podrán verse reflejados, pues sus autores se revelan firmemente determinados a
ahondar en conflictos profundamente humanos. Conflictos que, como la lengua
compartida por los escritores de habla hispana, hermanan a individuos de diversos
orígenes y culturas. Porque, como sostenía Vicente Aleixandre, “la poesía tiene que ser
humana. Si no es humana, no es poesía”.
Si bien cada año nuestros autores abordan las cuestiones más variadas, en la
presente antología, curiosamente, advertimos un hilo argumental que, de una forma u
otra, atraviesa cada poema engarzándolos como las cuentas de un rosario con el que
hacer penitencia o fortalecer nuestro propósito de enmienda. Ese eje entorno al que todo
gira es la ‒trágica‒ sensación de pérdida y desarraigo.
Las voces que desde estas páginas nos hablan a menudo han sufrido la expulsión de
paraísos que un día les pertenecieron, que antaño fueron nuestros. De los que todos hemos
sido cruelmente desalojados o que hemos perdido por nuestra propia torpeza y necedad, por
nuestra incurable ceguera. Discurren sobre el papel individuos desorientados, desubicados
en paisajes urbanos hostiles que promueven la soledad, la incomunicación y el abandono;
cada día ‒para deshonra de nuestra especie‒ más deshumanizados . Otras veces, desfilan
miembros de comunidades cuyos modelos y principios no comparten o ni siquiera
comprenden; que a menudo conducen a la propia muerte interior: personas que intentan
sustraerse al control de los profetas de las convenciones, a su lenguaje domesticado y
represivo. El ciudadano medio, común y anónimo, marginado, expulsado también del
territorio de la política, de la toma de decisiones sobre su propio destino, grita su indignación.
Mientras, gentes inocentes, desterradas por la violencia, se ven sometidas, ante
la indiferencia del acomodado, a la dura prueba del mar, a una ordalía azarosa que nada
tiene de justo o razonable.
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El comienzo
Adriana Irais Dorantes Moreno (México)
1.
Entre la espuma de lo perdido una oración detiene el tiempo y teje la ebullición de sus
hilos.
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Dolía la espera,
sus orillas eran manos que despertaban lámparas de un mundo del que no formábamos
parte.
2.
Y como hormigas venenosas, cada una taladraba las raíces de mis huesos:
qué camino andar para dar fin a lo que nunca tuvo inicio,
En algún tiempo florecieron historias en puertos que no se fatigaban con los visitantes,
3.
Que nadie note que no puedo deletrear la verdad amagada entre mis pestañas
entumecidas.
Que nadie hable de esta eternidad helada que marca el sendero del desierto.
Pero las cosas las veo sola y las imagino entre tus ojos desconocidos.
diez uñas quebradas que no cierran el ciclo, que no digieren este encierro.
con pasos inaudibles trazará por fin el auténtico verdor del comienzo.
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Al morir mi padre,
y a partir de éste
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Él ya no está.
en indescifrable dialecto
Su voz sedienta
y experimento el miedo.
Sólo sé,
y ya he devorado a Pandora:
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o un vaso de agua
es la exactitud de la incertidumbre
atraviese mi mirada
me transformo
soy el vástago
que continúen
que preserven
su confianza en lo incógnito
que mantengan
su paso equívoco
iaia
para repetirme
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ajados,
oscuros,
húmedos,
y las estrellas.
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vaciada al azar?
se miraban absortos,
Embriagados de ira
se chorreaban en pedazos
chisporroteaban y se apagaban
despavoridos
hasta llegar a los linderos en donde Dios no abrió el mar para que pasaran
de ciudades ajenas…
y entrando a otra
y llorando y cantando
ni los espejos.
Al otro día,
livianos,
transparentes
implorando,
implorando
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y ellos gritaban y gritaban con sus manos y sus rostros pegados a la alambrada.
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Buscada y preterida
Sergio Lorente Martínez (España)
Hiriéndonos el tacto
puntiaguda advertencia
fundar su corazón
áspero e imperfecto,
continuar insistiendo,
ya no sería un hombre
la irrellenable nada
diluye lentamente,
de su propia marea.
no la puede frenar
a su corta palabra
buscada y preterida,
no la felicidad
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El desahucio de la hoguera
Rodolfo Novelo Ovando (México)
en la ventana o en tu sombra.
Llega la vida
Llega la muerte
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a los desamparados,
suplican lo impalpable:
lo sumiso de la misericordia.
y adentro,
en el púlpito,
un hombre
susurra en soledad
toda la ceremonia.
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prescindiendo de lo demás,
tu respiración,
aferrarme a tu cintura,
continuamente sugiriendo
sin aspiraciones,
Créetelo:
aventadas pasiones
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“ACUERDO FINAL
24.11.2016
INTRODUCCIÓN
FARC-EP hemos acordado poner fin de manera permanente al conflicto armado interno”.
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En los campos, los cultivos y su truco en la cosecha, del verde al rojo, del amarillo al
Ese era mi pueblo cuando vino la vida a imaginarme, cuando no tuve otro camino
Un pueblo es un ser vivo. Ese pueblo también era mi padre, mi madre, mi hermano.
Colocaba su mano tierna sobre mi hombro cuando mi soledad dejaba de creer en la vida
o expelía música desde su barro para cantar conmigo claves musicales parecidas a su
Entraban y salían los vientos lanzando palabras malditas en el terror del pecho. Los
amigos entraban y salían. Entraba y salía la suerte con su vestido roto. Los sueños
Asimismo, los violentos empezaron a entrar y a salir hasta que un día entraron y nunca
Luego otro muerto. Cecilia, la maestra de la escuela, por negarse a irse –se murió la
Otro. Don José, propietario del hato lechero, por no entregar vacas –se murió el sorbo
noble en el hambre–.
Vivo en otros lugares. Intento ser otro a quien nadie reconozca, a quien nadie
interrogue.
Ahora dicen que la vida volverá a mi pueblo, que para ello se escribieron doscientas mil
palabras.
Dicen que las palabras siempre han sido primero que las guerras, primero que las balas.
Así mismo, que vienen después de las guerras, después de las balas. Que tienen brazos y
¿Qué diría Manuel, el de la tienda? ¿Qué estarán diciendo los nietos de Manuel? Ellos
ya no lo recuerdan con su cielo partido, viven en una esquina del infierno enrollando
piedras de azufre.
¿Qué opinaría Cecilia, la maestra? ¿Qué opinaría Cecilia y la hija que se fue anónima en
su útero?
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¿Será que José, el ganadero, plantará al fin su tumba en el mismo sitio donde nació?
Ellos y nosotros. Amigos y enemigos, los muertos de todas las guerras, también
No perecimos sólo para abonar túneles de sangre ni para arañar la tierra que hoy nos
perfora; morimos para gritar consignas endiabladas, para ser verdugos, revoltosos,
Son doscientas mil palabras más que se escribieron –las añadieron los muertos
colombianos–. Son seis millones de palabras más –las agregadas por los desplazados de
esta guerra–. Veinticinco mil palabras más –los desaparecidos en tierras de Colombia–.
Y también se consignaron las palabras de seis millones de judíos, seis millones más por
los caídos en Vietnam, cuatro millones de palabras repintadas por los que abonaron las
guerras napoleónicas. Millones de palabras más por los que signaron muerte en
siglos, en el mundo.
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neveras llenas,
caldos impotables,
desiertos líquidos,
son pescadores,
son industriales,
son petroleros,
son acuarios.
para ir a la deriva,
catapultas y picotas,
documento público,
prueba trágica
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El mundo
Jeannette Lozano (México)
El mundo
un cántaro
como lámparas
que en torno
nuestro
nocturnas
flotan.
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Este ir y venir
II
Espíritu y lenguaje
III
La mirada
en la roca lunar
es quemadura de invierno:
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pasado
hiriente
al que vuelvo.
Las tardes
se derrumban
sobre el manganeso.
Y los insectos,
adheridos
a la piedra
a la línea negra
en la vitrina
óxido y cobalto
perdidos en nacer
perdidos en la muerte.
IV
La lengua,
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habla de la luz
flotar en el lago.
Un cisne
Ese amor
que bajo
la casa
resplandece:
Es el tiempo
reavivando en nosotros
el misterio.
renace
al ardor de la nieve
sobre la humedad
de la casa en el otoño.
El hábito de avergonzarme
fuego en el follaje
y después
cede su miedo
a los leños.
VI
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VII
un oleaje de estorninos:
mi casi incertidumbre
El tiempo
es de las nubes
y no sabemos descifrarlo.
VIII
La oropéndola
urde
su nido.
y refleja
los colores
vidriados
de su signo?
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IX
¡Oh, deseo,
como mi certidumbre!
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la lentitud de la niebla
el sólido plumaje
del corazón,
de densa plenitud,
en un cauce de sol
y de plumas cansadas.
en el secreto de la encina,
fertiliza de amor
Y se abre el otoño
de frutos sazonados,
y el paisaje se adueña
de murciélagos mudos.
repletos de hojarasca,
y se cuela el otoño
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de araucarias y hombres.
me despiertan raíces
son quimeras
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arrancar la madrugada.
Surge de la oscuridad,
y alienta al poniente
desvela el misterio
II
Y a su paso,
III
que no alcanzas.
a comprender el valor
de tu propia existencia.
Y vuelves al origen
IV
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Peregrina
Roxana Carina Mauri Nicastro (Argentina)
y soy paciente
y tengo prisa.
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de tus llagas;
Marcha conmigo.
que jueguen.
quiero
te lo suplico, Verdad.
Sé mi báculo, Equidad:
no ceses de acariciarme.
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me entrego
que celebra
soy la ciencia
que acrisola
y disemina palomas;
modulaciones cifra
su armonía.
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En penumbra a la indolencia
Ana María Elizondo Gasperín (México)
si atrás mueren sus hijos cada tarde, desiertos sin hallarse en su mirada.
que abraza obseso los levantes. Es un dios y los dioses, a veces, dan la espalda.
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si ayer, como anciano en Tesalónica, se escudó del despojo con sus lágrimas1
las costas con cilicios se vistieran y, para huir descalzo, tarde fuera.
y luego arroja cosas a la orilla, no sabe más, no conoció ni su anhelo, ni sus ansias
ese mar, luego de humedecer sus palmas, ofrenda al niño muerto en sacrificio
…cruz y media luna, escombros, oleaje sin penar, restos de alas blancas,
A veces, testigo del instante, si se junta el alma con la daga, es la mancilla del coltán,
renegrida, en las llagas. Pero el mar arroja cuerpos a la orilla y nunca los reclama,
sabor dará a sus aguas. Al fin, el mar es siempre mar y, quien no ama, no ama.
2
Alusión a la Torre Trump mediante la traducción al español del apellido del magnate.
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El Morus Bassanus, también conocido como el alcatraz atlántico o el pájaro bobo del
norte, es un ave marina, migratoria, de poderoso vuelo. No va a tierra firme más que
en primavera, escogiendo las islas más desiertas o más inaccesibles. A orillas del
acantilado, junto a otros alcatraces, incuba un solo huevo. Antes de picar siempre
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Largo es el camino
Larga la vigilia,
interminable búsqueda
¡Ay, la paciencia!,
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he ido sobreponiéndome
y yo desesperadamente huí.
a un terreno conocido
Tras el vuelo
No esperaré más
ha estado ella,
en el silencio de mi pieza,
te abro, mendigo,
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En Pripyat,
Hay una pista de autos de choque donde yacen esas máquinas mustias,
por las que el mundo se oscurece y nos recuerda lo frágiles que somos.
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la palabra es tierra
inhalan y exhalan
cuarenta millones
de seres inconmovibles
cinco
de guiñapos humanos
y cien centenas…
en la guerra
certeros
se domina el blanco
campesinosnegrosindígenasmujeresjovenesviejos
viejos campesinos
jóvenes negros
mujeres indígenas
cabezasbrazostorsosilusionesypiernas
de miseria
nada
nada
de ningún cambio
se despierta inaudita
por ausente
la oriunda templanza
entendemos la advertencia
Amenaza un penetrante
olor a no sangre
los números
ya no contarán muertos
Imperturbables
resistimos
no cedemos
se burla insolente
deambulando tenues
al menos
en los sueños
asaltosemboscadasestrategiasterrorcárcelesbombardeosextorsionesasesinatosminassecue
strosdestierrostomasrehenesmasacresejecucionestorturastierraarrasadaorfandadbajasdañ
en el reparto de la desventura
¿Reinventarnos?
podemos
refundar el mundo
subvertir el orden
elaborar el duelo
reconciliar la memoria
el dolor la fuerza
el miedo el valor
de medio siglo
de indolencia
Nada
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más lúcidos que cualquier jardín botánico para sostener la luz de las abejas.
No podría decir ahora mismo cuántos océanos he visto dormir bajo mis pies,
cuántos cuerpos atravesados por el naufragio. Pero sí enumerar todas las caras
por donde huye la luna turgente para que no la acuchillen los lobos.
Eran rupestres las manos con las que podía iniciar el pan en mis años más claros
Pero ahora,
no me dejan ver otra cosa que vidrios amotinados contra las carteras
Y ya sabes,
mientras persiste el hilado de las arañas desafiando la vertical del viento sudeste.
Es como llegar a un país que camina sobre las bocas despiertas de las tumbas
No, no es buena señal tener que ordenar los músculos según la lógica de las casas de té
Prefiero el instinto obstinado de las hormigas, que conocen el primer día del mundo
una magistral pericia para sostener la piel bajo los conos de sombra.
desde los fueros del río fundante hasta la balanza del Gran Juicio
En cambio, te podría hablar de los seres torrenciales que habitan en las bodegas de los barcos,
Solamente los ciclos del caracol pueden llegar hasta el patio de mi madre,
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Ma lontano,
oltre i veli del sole e gli insicuri riflessi,
oltre il trascolorare delle ore,
vive un esiguo mondo
d’erba e di terra.
Antonia Pozzi, Radici
Al principio fue la palabra, ese don que nos hace humanos y nos define como
especie. Y la palabra, arrolladora fuerza creadora, fundó. Pero, como veremos más
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instinto guía a sus criaturas; pero el hombre es un hijo rebelde y extraviado, que ha
cerrado sus oídos ante la llamada y ya no sabe interpretar los mensajes. Cuántas veces
no nos fiamos de la intuición más pura y, ante las señales de peligro, racionalizamos
nuestros temores. Y no encontrando el intelecto argumentos, caemos en la trampa. Y
para cuando queremos escapar, es ya demasiado tarde. Porque ese instinto natural,
sepamos explicarlo o no, se revela mucho más perspicaz que los propios profetas, esos
de los que la autora recela, esos que, como pájaros de mal agüero o tercas bocinas, se
empeñaban ‒se empeñan aún‒ en presagiar catástrofes contra el pueblo impío que ya no
respeta sumisamente los preceptos.
El hombre, al pretender domar la naturaleza, encerrarla en la limitada
representación de un mundo fabricado a medida, de un artificial jardín botánico, la ha
despojado de toda su original magia, apagando para siempre “la luz de la abeja”. Una
imagen tristemente certera, pues el abuso de los pesticidas y fungicidas contra otras
plagas, así como la progresiva reducción de antiguos hábitat ‒a menudo vinculada a la
pérdida de biodiversidad que han causado los monocultivos extensivos‒, la introducción
de especies invasoras ‒a veces portadoras de enfermedades y parásitos contra los que se
carece de defensas‒, los efectos del cambio climático, el estrés provocado por la
sobreexplotación industrial de las colmenas y otros factores ‒de la mayoría de los cuales
podemos responsabilizar al hombre‒ han diezmado la población mundial de estos seres
tan fascinantes como esenciales para la polinización, lo que permite vaticinar desastres
no tan lejanos.
El ser humano, que en realidad ha perdido el uso de sus sentidos, sordo y ciego
ante el prodigio del que antaño él mismo formó parte, avanza por el mundo sin
verdadero objetivo. “Es tanta la niebla sobre sus párpados” que ya parece incapaz de
apreciar “los trabajos minuciosos de las colmenas”. Y es que el hombre, criatura
originalmente gregaria y social, va perdiendo también esa inclinación para volverse un
ser huraño y a menudo egoísta, al que ya no le preocupa el bien de la comunidad. Que
en realidad no convive; sino que, como un capullo vacío del que la crisálida, convertida
ya en mariposa, hubiese huido, sólo coincide en espacios físicos con otros igualmente
ausentes, mientras almas y pensamientos permanecen herméticamente cerrados a los de
sus semejantes.
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3
En su disertación Hölderlins Archipielagus, leída en la Facultad de Filosofía de la Universidad de
Heidelber el 26 de abril de 1911 para obtener el derecho a la docencia. F. Gundolf. Hölderlins
Archipielagus. Heidelberg: Weiss’sche Universitäts-Buchhandlung, 1916. Reimpreso en F. Gundolf.
Dichter und Helden. Heidelberg: Weiss’sche Universitäts-Buchhandlung, 1921.
4
A. Cenni. In riva alla vita: storia di Antonia Pozzi poetessa. Milán: Rizzoli, 2002, 107.
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5
Poema de Gilgamesh I 145-192; trad. en G. Pettinato – S. M. Chiodi – G. Del Monte. La Saga di
Gilgamesh. Milán: Rusconi, 1993, 130-132.
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6
Sobre este modelo iconográfico asociado a los soberanos en la antigua Mesopotamia se puede consultar
P. Matthiae. Il sovrano e l’opera: Arte e potere nella Mesopotamia Antica. Bari: Laterza, 1994.
Especialmente el capítulo Le imprese del re e il trionfo sul caos.
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Sin embargo el razonamiento que propone No es sólo otra fábula sin sentido se
revela diametralmente opuesto. El poema reivindica nuestra animalidad, nuestra
pertenencia a ese mundo al que hemos vuelto la espalda y que incluso aniquilamos sin
pudor ni remordimiento: encomia al hombre natural o presocial. Llama a recuperar la
armonía con y en el universo. A volver a mirar de nuevo a nuestro alrededor sin
prejuicios; a redescubrir el prodigio que habita en la naturaleza. Porque lo trascendente
se manifiesta en la unión con las pequeñas cosas, ésa de la que el hombre ya no paree
capaz. “La poesía es el eco de la melodía del universo en el corazón de los humanos”,
aseguraba Rabindranath Tagore.
Esta admiración por la naturaleza que advertimos en No es sólo otra fábula sin
sentido trae a mi memoria la obra de la hipersensible y permanentemente angustiada
Antonia Pozzi, tan tempranamente desaparecida7. Pozzi obtuvo, además, inspiración y
sosiego en la soledad de la montaña8, donde, huyendo de la dimensión social del ser
humano que tanta desdicha había de causarle9, encontró refugio y consuelo temporal
para sus tragedias personales.
Por otra parte, No es sólo otra fábula sin sentido parece también heredero del
tópico del buen salvaje, especialmente conocido a través de la obra de Rousseau. El
argumento surge en Europa a raíz del contacto con las poblaciones indígenas de
América, y es interesante constatar que, en general, la poesía de Silvia Claudia Rivas
se interesa por las tradiciones y la mitología argentina y latinoamericana.
Y es que la autora de No es sólo otra fábula sin sentido desconfía del imperio
de la todopoderosa razón, ésa que pretende someter los músculos a las “coordenadas de
la asfixia cartesiana”. Y también recela de la tiranía de las apariencias, de la estética
más superficial y vana ‒que nos vuelve esclavos de las veleidosas y pasajeras modas‒, o
de las rigurosas formas sociales preestablecidas ‒que en su poema parecen identificarse
con la “lógica de las casas de té”‒, tantas veces arbitrarias, generalmente represoras y
7
Al margen de los datos biográficos que acompañan los diversos estudios sobre su obra poética, merece
la pena comentar la existencia de una reciente biografía novelada: G. de Pascale. Come le vene vivono del
sangue. Vita imperdonabile di Antonia Pozzi. Milán: Ponte alle Grazie, 2016.
8
M. Dalla Torre. Antonia Pozzi e la montagna. Milano: Àncora, 2009. T. Altea. Antonia Pozzi. La
polifonia del silenzio. Milán: CUEM, 2010.
9
Nacida en un hogar acomodado, su madre había heredado un título nobiliario. Víctima de los prejuicios,
sobrecogida por las leyes raciales que comienzan a imponerse y afectan a varios de sus amigos, incapaz
de superar la oposición de la familia a su relación con su profesor de latín y griego, se suicida a los
veintiséis años con barbitúricos. Una muerte que, para seguir respetando las convenciones sociales, su
familia disfrazó de pulmonía.
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nada inspiradoras para la creación. Ella prefiere “el instinto obstinado de las
hormigas”. Tan discretas y anónimas ‒“Nadie las ve nacer. Nadie las ve morir”‒, pero
tan esenciales las unas para las otras. Ellas, al menos, sí saben cuál es su objetivo en esta
vida. Mientras el hombre, para el que la autora reserva la perífrasis “los salvados del
diluvio” ‒en clara alusión a su destino de muerte, burlado sólo temporalmente a través
de su pacto con Dios, al que como criaturas suyas no parece que hayamos hecho
honor‒, vaga sin propósito ni rumbo. “¿Cuál es la historia de los salvados del
diluvio?”, se pregunta mediante una interrogación retórica cuyo objetivo es enfatizar su
desorientación en el mundo.
Porque la poeta, que duda del orden establecido, de las jerarquías, las
clasificaciones y las fronteras, que como declara nunca ha creído en los hemisferios de
las brújulas y jamás pudo adaptarse al borde perentorio de los mapas, no se deja
engatusar por el fulgor ilusorio de este desfile de simulacros en el que hemos convertido
la existencia. Ni por sus presuntas certezas. Por eso, consciente de que no hay
salvavidas infalibles a los que aferrarse, amuletos que nos mantengan a salvo de todo
mal, ella, según sus propias palabras, ha acostumbrado sus flancos a las orillas de la
tormenta. Porque, en efecto, la vida es un arriesgado viaje por un mar proceloso, rara
vez en calma, y el desenlace del mismo se revela siempre una incógnita. Desde este
punto de vista, no parece fortuita la alusión en No es sólo otra fábula sin sentido a los
naufragios: “No podría decir ahora mismo cuántos océanos he visto dormir bajo mis
pies, / cuántos cuerpos atravesados por el naufragio”. Naufragios que en estos
momentos difíciles para las poblaciones en fuga de la violencia, para los refugiados,
pueden estar protagonizados tanto por migrantes reales ‒aquellos a los que el mundo
más acomodado, egoísta, ha vuelto la espalda y para quien sus muertes se han
convertido en meras cifras en los telediarios: “En cambio, te podría hablar de los seres
torrenciales que habitan en las bodegas de los barcos, / de sus huesos enumerados
verticalmente, / de sus lenguas vivas en las que nadie se atreve a hablar” ‒, como por
quienes se ven obligados a un figurado exilio interior. Porque, en general, no corren
buenos tiempos para la solidaridad, la empatía y el diálogo, y son muchos quienes,
especialmente en las grandes ciudades, viven en soledad e incomunicación, en un total
abandono que deshumaniza al individuo y supone nuestra deshonra como especie.
122
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“No, no me nombres las largas estaciones de los profetas. / Solamente los ciclos
del caracol pueden llegar hasta el patio de mi madre, / a esas tardes cuando esperaba
al viejo de la bolsa para explicarle / que yo no necesitaba dormir la siesta”, pide Silvia,
consciente de que, entre tanta falsa certeza, sólo la infancia, aún salvaje e intuitiva, no
domesticada por las normas sociales, reacia a dejarse intimidar siquiera por los cuentos
de viejas ‒el hombre del saco‒ con los que los adultos pretender cercenar su
independencia, es patria segura y sincera. Sólo de esos recuerdos podemos fiarnos.
Asegura Hölderlin en Hiperión:
Sólo los inmutables ciclos del caracol, gobernados únicamente por el más puro
instinto, sólo un impulso natural y espontáneo, ajeno a la razón –que es siempre un
producto social–, puede conducir a ese estadio libre y silvestre que es la infancia, un
paraíso aún presocial, contrario al lenguaje domesticado y represivo de los profetas, que
se limitan a reproducir las convenciones y las normas impuestas, pretendiendo cautivar
al hombre con su discurso castrador y enajenante.
Con No es sólo otra fábula sin sentido, la autora profundiza en una serie de
conflictos poderosamente actuales. Mediante un verso evocador y rico en imágenes ‒
exigente cuando la premura muerde los talones, cuando la urgencia (que a menudo
banaliza) está sobrevalorada‒ se adentra en la psique compleja y torturada del individuo
10
Del discurso de Hiperión a Belamino. F. Hölderlin, Hiperión: La muerte de Empédocles. Yolanda
Steffens (trad.). Caracas: Fondo Editorial Humanidades, 1998, 26.
123
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124
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11
M. Foucault, Maladie Mentale et Personnalité. París: PUF, 1954, 104.
12
Sobre el diferente funcionamiento de los hemisferios puede resultar interesante consultar las
contribuciones recogidas en The Two Halves of the Brain. Information Processing in the Cerebral
Hemispheres. K. Hugdahl – R. Westerhausen (eds.). Cambridge/Londres: The MIT Press, 2010.
126
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allá‒, los hemisferios de las brújulas ‒por los hemisferios del globo‒, el borde
perentorio de los mapas ‒por las fronteras divisorias‒…
Muchas de las actividades atribuidas al inconsciente dependen del hemisferio
derecho, que procesa los datos de los que dispone haciendo uso de una estrategia
integradora. Y este detalle, en coincidencia con la visión holística de la autora, me
parece esencial y muy significativo. El hemisferio derecho, intuitivo, elabora la
información de manera global: mayoritariamente usando el método de síntesis ‒
componiendo la información a partir de sus elementos‒, o partiendo del todo para
entender las distintas partes que componen ese todo. Mientras el hemisferio izquierdo,
el que podríamos denominar lógico, procesa la información de forma secuencial y
lineal. El hemisferio lógico piensa en palabras y en números; el hemisferio intuitivo
piensa en imágenes y sentimientos. Gracias al hemisferio derecho, la parte menos
práctica y quizá incluso la menos sensata del cerebro, entendemos las metáforas,
creamos nuevas combinaciones de ideas, meditamos y soñamos despiertos. Gracias a él
existe la utopía y queremos, como Silvia Claudia Rivas, cambiar el mundo.
Además, la autora no se refiere al hemisferio derecho de cualquiera, sino en
concreto al de los locos, menos sujetos a reglas convencionales que el resto de sus
semejantes, y por ello más libres, más intuitivos, más francos y menos esclavos de
prejuicios. Quizá, incluso, más creativos.
Aseguraba Foucault: “En todos los tiempos, y probablemente en todas las
culturas, la intimidad corporal ha sido integrada a un sistema de coacción; pero sólo
en la nuestra, y desde fecha relativamente reciente, ha sido repartida de manera así de
rigurosa entre la Razón y la Sinrazón, y, bien pronto, por vía de consecuencia y de
degradación, entre la salud y la enfermedad, entre lo normal y lo anormal”13. Por eso el
pensador afirmaba, en una entrevista de 1961 sobre su obra Historia de la locura en la
época clásica, que “la locura sólo existe en una sociedad”, pues se define según
variables sociocuturales que cambian según periodos y lugares. Ese postulado se
desarrolla también en su ensayo Locura y civilización: “la locura no se puede
encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe
13
En el capítulo tercero de la primera parte de su Historia de la locura en la época clásica.
127
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por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión
que la excluyen o la capturan”14.
En la antigüedad el loco es considerado mensajero de los dioses. De él se podían
obtener presagios u oráculos. Su razonamiento y lenguaje resultan incomprensibles
precisamente porque responden a una mente superior, que lo usa como su portavoz. La
locura se considera entontes un don divino y el loco es un elegido, un privilegiado, un
escogido entre sus semejantes que se convierte en interlocutor de lo numinoso y
mediador para el resto. Posteriormente, con la expansión del cristianismo, la locura
sufrirá una progresiva demonización y pasará a considerarse fruto de la posesión
diabólica. Con la desacralización del universo y el avance del racionalismo,
naturalmente, el loco perderá su halo místico y también el respeto y veneración que la
comunidad le dispensaba. De hecho se le someterá a ostracismo y encierro. Al loco se le
priva de la voz, de la palabra. Precisamente la mayor condena que se podría imponer a
un poeta, a un escritor en general. Sólo muy recientemente la locura se convierte en
objeto de estudio por parte de la medicina, que la tratará como una enfermedad mental.
Como observamos, la locura no es en absoluto un concepto natural ni universal,
pues se define por valores sociales que van mutando y se han configurado
históricamente.
En resumidas cuentas, partiendo de una posición privilegiada, la locura es
denostada y relegada a la exclusión y el ostracismo. El hombre, íntimamente, comienza
a temer la posibilidad de la demencia. Un ejemplo iconográfico paradigmático de cómo
la locura pasa a considerarse una amenaza que infunde terror y se convierte en una de
nuestras peores pesadillas lo constituye la inquietante obra de El Bosco (1450-1516)15.
16
M. Foucault. Dits et écrits I, texto nº 5, 169.
17
Saint-Évremond, Sir Politik would be, acto V, esc. II.
18
No se le conocen desequilibrios mentales diagnosticados, pero los acúfenos que le atormentaron ‒tan
graves que aparecieron asociados a mareos, delirios y alucinaciones‒ y su posterior sordera profunda
debieron condenarle a un aislamiento semejante al destierro de la locura, lo que podría explicar
comportamientos anómalos y la evolución de su obra.
129
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Munch19 o van Gogh20 entre los pintores21; Mozart22 y Beethoven23 entre los músicos;
Hölderlin24, William Blake25, Poe26, Virginia Woolf27, Charles Baudelaire28, Arthur
Rimbaud29, Antonin Artaud30, Lovecraft31, Sylvia Platt32, Philip K. Dick33, Alda
Merini34, Leopoldo María Panero35 y tantos otros entre los escritores. Algunos grandes
artistas considerados geniales han sido catalogados como perturbados mentalmente y,
sin embargo, sus obras se revelan esenciales para la construcción de una identidad
cultural y para el desarrollo intelectual de nuestras comunidades.
19
Aquejado de trastorno bipolar, alcohólico ‒por lo que también sufrió alucinaciones ‒, depresivo y
fascinado por el suicidio, fue hospitalizado en varias ocasiones.
20
Si bien el origen de su mal sigue siendo discutido, le empujó a la autolesión y el suicidio.
21
La disciplina médica ha demostrado que el envenenamiento por metales pesados, esencialmente plomo,
bastante frecuente entre los pintores cuando estos aún manipulaban los pigmentos personalmente, a
menudo provocaba trastornos del comportamiento y dolencias físicas y mentales. Ese género de
intoxicación crónica, que actualmente está incluida en la Lista de Enfermedades Profesionales de la
Organización Internacional del Trabajo, se denomina saturnismo. Dicha enfermedad pudo haber sido
responsable de la conducta violenta de Caravaggio y de los síntomas que sufrieron otros pintores como
Goya o van Gogh.
22
Padeció el síndrome de Tourette, un trastorno nervioso que le impedía comportarse adecuadamente en
sociedad, pues le empujaba a conductas compulsivas y obsesivas, así como al uso de expresiones vulgares
e insultos.
23
Se le consideró loco en su tiempo debido a su comportamiento taciturno, conflictivo e incluso
antisocial, que es de suponer se agravaría con su sordera.
24
Cuyo caso analizaremos en profundidad seguidamente.
25
Presa de las alucinaciones y las visiones místicas, algunas de las cuales plasmó en sus poemas e
ilustraciones, pudo haber padecido síndrome de Asperger o autismo.
26
Su estado mental confuso parece haber sido producto de la depresión combinada con el abuso de
alcohol y láudano.
27
Torturada por una profunda depresión ‒en la que mucho pudieron tener que ver la temprana muerte de
sus padres y los abusos que sufrió de niña a manos de su hermanastro ‒, probablemente síntoma de un
trastorno bipolar, acaba suicidándose.
28
Entre otros muchos síntomas físicos y mentales, su neurosífilis le produjo confusión mental.
Seguramente el abuso del alcohol y las drogas empeoraron su estado.
29
Cuyos extraños síntomas terminales también pudieron ser obra de una sífilis tratada años atrás.
30
Durante toda la vida, convivió con el dolor y los trastornos mentales, quizá fruto de una neurosífilis
padecida por uno de sus progenitores y de una grave meningitis infantil. Pasó nueve años, distribuidos en
diversas largas estancias, en sanatorios mentales.
31
Solitario desde niño y perseguido por la amenaza de la demencia ya en su infancia ‒Su padre fue
ingresado en el psiquiátrico cuando él tenía tres años, lo que provocó que la relación con su madre se
volviese cada vez más absorbente y enrarecida‒, su comportamiento siempre fue extravagante y esquivo.
Ermitaño y de constitución enfermiza, sufrió varios colapsos y también multitud de achaques físicos.
32
Hoy se cree que sufrió trastorno bipolar ‒quizá agravado por la temprana pérdida de su padre, al cual la
unía una dependencia enfermiza‒ y que fue esta enfermedad la causante de sus múltiples intentos de
suicidio.
33
El propio Dick, víctima de delirios místicos que incluían alucinaciones visuales y acústicas ‒agravadas
por el consumo de drogas‒, especulaba con la posibilidad de padecer esquizofrenia.
34
Pasó casi veinte años en instituciones psiquiátricas y en su obra describió sin pudor, como sólo un poeta
habría podido hacerlo, la experiencia de la locura. Según sus propias palabras, Merini enloqueció de dolor
tras las múltiples pérdidas de seres queridos, traiciones y engaños. Su primer ingreso se produce cuando,
harta de las constantes infidelidades de su marido, una noche le rompe una silla sobre la cabeza. Entonces
comenzaron los electrochoques.
130
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35
Al que se diagnosticó esquizofrenia a los diecisiete años, y que pasó más de cuarenta, hasta su muerte,
en instituciones psiquiátricas.
36
M. Foucaul, De lenguaje y literatura. Barcelona: Paidós, 1996, 22.
37
“De manera más inmediata, las innovaciones más recientes se explican porque hemos comprendido
que la forma antigua del verso no era la forma absoluta, única e inmutable, sino un simple medio de
hacer, sin grandes dificultades, buenos versos. Se les dice a los niños: "No robéis y seréis honrados". Es
verdad, pero existe algo más; ¿es posible hacer buena poesía situándose al margen de los preceptos
consagrados? Hemos pensado que sí, y creo que hemos tenido razón”. Fragmento de la entrevista
concedida a Jules Huret, 1891 (S. Mallarmé. Prosas. Madrid: Alfaguara, 1987, 11).
38
M. Foucaul, “Lenguaje y literatura”. De lenguaje y literatura. Barcelona: Paidós, 1996, 63.
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El mismo autor postula que los orígenes de ese cambio, la semilla primera,
habrían de colocarse a finales del XVIII, en la obra de Sade, que Foucault considera el
umbral histórico y paradigma mismo de la literatura, pues da origen a cualquier lenguaje
transgresor y, con la referencia constante a sus predecesores, pretende profanar y borrar
la filosofía, literatura y lenguaje precedente40.
Lamentablemente, en ese afán por burlar las limitaciones del lenguaje conocido,
no pocos creadores recurrieron al alcohol o las drogas para, en la búsqueda de una
conciencia superior, de la genialidad, inducir los procesos asociativos, provocar la
exaltación del humor y estimular el pensamiento. Naturalmente este consumo, en
diversos casos, pudo generar estados psicóticos o agravar trastornos mentales
precedentes.
Por otro lado, la literatura ha abordado frecuentemente la locura como
argumento. Especialmente en escenarios de crisis, en los que se pretende promover la
ruptura con los sistemas conocidos y el cambio pero se teme la represión consecuente,
la locura ofrece una excusa perfecta para ejercer la crítica más libremente. La locura,
convertida en conciencia crítica de la humanidad y adoptando la forma de parábola,
permite denunciar un mundo en descomposición.
Al loco, precisamente por su condición de paria, de excluido social, se le
consiente cualquier discurso, pues no se le presta oídos. El loco, al ser considerado
insensato, a diferencia de los cuerdos, no es sometido a censura. También por ese
39
M. Foucaul, “Lenguaje y literatura”, 79.
40
M. Foucaul, “Lenguaje y literatura”, 70.
132
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motivo la figura del loco ha sido ampliamente explotada por la literatura, que lo
convierte en mensajero de una verdad que nadie puede acallar. A partir del siglo XVI, el
loco adquirió protagonismo dentro de las artes y especialmente en el teatro, donde
actúa como eje de piezas dramáticas. El Renacimiento reivindicó el vínculo entre la
locura y el conocimiento en obras como Elogio de la locura, de Erasmo de
Rotterdam, Hamlet, de Shakespeare y Don Quijote de la Mancha, de Cervantes. Así
la locura pasa a interpretarse, al menos en las artes, como un espacio privilegiado desde
el cual el loco puede expresar y denunciar cuanto le parezca. Expulsado de la
comunidad, aunque haya de pagar un alto precio, no se encuentra ya sometido a sus
normas.
Con el pretexto de la enfermedad mental, una categoría que él mismo define, el
poder ejerce su control sobre el individuo desobediente, el que no responde a sus
cánones. Un individuo indefenso que además, en el pasado, se vio sometido a
diagnósticos clínicos y tratamientos más que discutibles.
La triste historia de Hölderlin ilustra perfectamente cómo la locura, además de
un concepto social y no natural, es una región de confines vaporosos e imprecisos.
Cuando comienzan a aparecer sus síntomas, Hölderlin es ingresado en un sanatorio
privado de Tübingen del cual era el primer y único enfermo mental. Sólo ocho meses
después, ya más dócil quizá por obra de las rudas e incluso brutales terapias de la época,
lo abandonará para hospedarse en la casa del ebanista Ernst Zimmer, que alquilaba
algunas habitaciones a estudiantes. Allí vivirá hasta su muerte, en 1843. Los treinta y
seis años que pasó encerrado en esa habitación siguió escribiendo, aunque con una
actividad menos febril que la que había precedido ‒y quizá anunciado‒ a su
enfermedad: poemas en apariencia más sencillos y calmados, a menudo sobre la
naturaleza que tanto le había fascinado y que seguía contemplando desde su ventana.
Ejemplo del cruel ostracismo que se solía reservar para los dementes, desde que se
manifestó su trastorno, su madre jamás volvió a visitarlo.
La cuestión es que quienes tuvieron estrecho trato con él en sus últimos años de
vida, a pesar de que se le hubiese diagnosticado demencia, se mostraban reticentes a la
hora de clasificarlo como loco. El ebanista que lo hospedó en su casa todo ese tiempo
afirmaba: “Está en mi casa desde el momento en que le soltaron de la clínica. Le
tuvieron allí dos años, le medicaron, le revolvieron de arriba a abajo sin encontrar qué
133
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era lo que tenía. No pudo decir a nadie qué le faltaba. A decir verdad no le falta nada.
Lo que tiene de más, eso es lo que le ha vuelto loco […]. A decir verdad, no está loco,
lo que se dice loco”41. Es decir que, para quien tanto tiempo compartió con él, parece
que el problema del poeta consistía en un exceso de sensibilidad y probablemente de
inteligencia; en un exceso de reflexión. Y tampoco debemos pasar por alto que las
palabras del ebanista podrían sugerir, además, que en parte su dolencia se había visto
agravada por el tratamiento médico recibido.
Wihelm Waiblinger, estudiante que frecuentó al poeta y nos dejó testimonios
sobre él en su diario42, sospechaba que sus síntomas habrían podido ser producto de la
soledad. “Más se halla en un estado de debilidad que de locura. [...] Su vida es
totalmente interior, y esto es sin duda una de las causas principales de que haya caído
en ese estado de embotamiento del que ni la postración física ni la increíble debilidad
de sus nervios le permiten salir”, aseguraba43. De hecho Waiblinger describe cómo el
contacto con la humanidad, la presencia de visitas, turba y excita a Hölderlin,
agudizando rarezas como la de conceder títulos altisonantes a sus antiguos conocidos 44.
Se deduce que, según sus amigos, es el propio ostracismo en el que la locura sumerge al
poeta el que origina los comportamientos anómalos que le llevan a ser declarado
demente. Así que resulta muy difícil asegurar si la locura ocasiona la soledad o si es la
soledad la que ocasiona la locura.
El propio Don Quijote renuncia a su locura, acepta dar la espalda a su
percepción presuntamente alterada de la realidad, como la sociedad le exige, sólo para
ser admitido de nuevo entre sus semejantes, para lograr su aprobación. Pero es
precisamente entonces cuando el personaje, paradigma de loco lúcido, muere.
Cabría preguntarse si muchas veces no es el loco un visionario ‒incómodo‒, un
adelantado a su época. Como el loco más memorable de la literatura hispanoamericana,
Arcadio Buendía, origen de la estirpe de los Buendía y fundador en mitad de la selva de
41
Poemas de la locura, precedidos de algunos testimonios de sus contemporáneos sobre los «años
oscuros» del poeta. Traducción y notas de Txaro Santoro y José María Álvarez. Edición bilingüe.
Madrid: Hiperión, 1978, 16.
42
W. Waiblinger. Vida, poesía y locura de Friedrich Hölderlin. Edición de Txaro Santero y Anacleto
Ferrer. Madrid: Hiperión, 1988.
43
Poemas de la locura, 12.
44
Poemas de la locura, 6.
134
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45
Esta imagen desencantada de una Latinoamérica subdesarrollada que persiste en sus faltas, vicios y
lacras, representadas frecuentemente a través del incesto, alegoría del anquilosamiento intelectual y el
aislamiento, es ampliamente comentada en E. Camayd-Freixas. Realismo mágico y primitivismo:
Relecturas de Carpentier, Asturias, Rulfo y García Márquez. Lanham (Maryland): University Press of
America, 1998.
46
Recordaremos la obra recientemente publicada Hölderlin no estaba loco, cuyo título resulta bastante
elocuente (J. I. Eguizábal. Hölderlin no estaba loco. Sevilla: La Isla de Siltolá, 2013).
47
F. Holderlin. Odas. Trad. de Txaro Santoro. Madrid: Hiperión, 1999.
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sentido de los hombres,/ mas el esplendor de la Naturaleza alegra sus días/ y lejana
yace la oscura pregunta de la duda” 48.
Igual que sus predecesores y compañeros de locura, Silvia Claudia Rivas
pretende, con su No es sólo otra fábula sin sentido, lanzar una voz de alarma. Aunque
la poeta parece confiar poco en la capacidad de redención del hombre, en su voluntad de
abandonar el complaciente sueño letárgico que habita.
Sin embargo, si bien toda la composición podría considerarse un gran mempsis,
una queja o lamento, la autora, aunque afligida, demuestra una serenidad desconcertante.
Aparentemente toma distancia y narra con un desapasionamiento ficticio. No hay
recursos o figuras retóricas destinadas a favorecer la emotividad: ni rastro de
paroxismos, exclamaciones, obsecraciones, apóstrofes, imprecaciones o execraciones,
con las que a veces la poesía intenta implicar al lector y apelar a su sensibilidad.
Muy por el contrario, realmente contenida, se expresa con mesura. No recurre a
artificios ni al dramatismo. El uso del estilo directo y la sinceridad que ello sugiere se
convierten en su principal arma para recrear una profunda complicidad con el lector.
No obstante, la firmeza de sus convicciones se atisba, por ejemplo, en el uso de
la parastasis, que le ayuda a reforzar sus argumentos en el siguiente símil: “es mal
augurio no poder descifrar las marcas de la sal en los acantilados. / Es como ver
desplomarse la sangre en los puentes del frío / mientras persiste el hilado de las arañas
desafiando la vertical del viento sudeste. / Es como llegar a un país que camina sobre
las bocas despiertas de las tumbas / sin conciencia de la salvación o del patíbulo, / y
así, continuase ignorando las piedras iniciales del cielo y de la sombra”.
Sin embargo no es la razón quien predomina en No es sólo otra fábula sin
sentido. Sus recursos estilísticos involucran más al propio contenido del discurso, a los
significados, que a aspectos formales del mismo. No encontramos, por ejemplo, juegos
de palabras o figuras de dicción. Por el contrario, constatamos un predominio de los
tropos y las figuras de pensamiento, con especial predilección por lo sensorial; por
mecanismos mucho más intuitivos e inmediatos, que exigen menos elaboración lógica
por parte del lector. Observamos que las sugerentes figuras retóricas de las que hace uso
la autora, que en efecto decía fiarse sólo del hemisferio derecho, el emotivo e intuitivo,
48
Poemas de la locura, 24.
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dotan a la realidad de una atmósfera mágica y apelan a los sentidos y el instinto más que
al intelecto.
Por ello abundan las imágenes sensoriales visuales: “para sostener la luz de las
abejas”, “la niebla sobre mis párpados”, “en mis años más claros”, “en sus dialectos
brillantes” ‒al tiempo, sinestesia‒... En ese contexto encontramos también un curioso
ejemplo de sinestesia ‒tan apreciada por el simbolismo y el modernismo‒ que implica a
la vista ‒“iluminado”‒ y el oído ‒“rugidos”‒ incluyendo, además, una metagoge
‒“rugidos de la caverna” ‒: “un ancestro iluminado por los rugidos de la caverna”.
No obstante, junto al símbolo, que como ya vimos adquiere un papel
protagonista en esta composición, quizá la figura más abundante sea la personificación
o prosopopeya: “más lúcidos [los caracoles] que cualquier jardín botánico”, “cuántos
océanos he visto dormir”, “para que no la acuchillen los lobos”, “que hablen los
peces”, “el nacimiento de las montañas”; “articulaciones extrañas sobre el techo del
planeta”, “vidrios amotinados”, “las bocas despiertas de las tumbas”, “soportando
todas las muertes del tótem sobre sus [de las hormigas] espaldas”, “la lógica de las
casas de té”, “la asfixia cartesiana”...
Y es que para la autora el mundo está plagado de vida, de una vida cuya
dignidad desea reivindicar, pues a menudo se revela más llena de sabiduría y humanidad
que el propio hombre. Por eso se anima incluso aquello que, a todas luces, en la realidad
permanece inerte. Un ejemplo claro lo ofrece la metagoge “nacimiento de las montañas
desde la semilla”, donde una formación geológica, obviamente inanimada, se identifica
con los vegetales y con la promesa de vida que encierra la semilla.
Pero además, y no menos importante, estas personificaciones contravienen la
razón y, asombrándonos, nos empujan a reflexionar más profundamente sobre un
mundo del que generalmente sólo nos molestamos en contemplar la fachada.
No es sólo otra fábula sin sentido, en efecto, fomenta voluntariamente el
desconcierto en el lector, sorprendiéndole con construcciones fuera de la habitual
lógica: “las orillas de la tormenta”, “huesos enumerados verticalmente”, “eran
rupestres las manos”49. Por eso su autora también muestra predilección por el
49
Que se diría una hipálage ‒es decir una figura retórica que rompe la relación lógica entre el sustantivo y
el adjetivo al atribuir al primero una cualidad propia de otro sustantivo cercano ‒, pues rupestre alude al
arte prehistórico que sale de esas manos ‒sobreentendido, aunque no mencionado explícitamente ‒ y no
define propiamente las extremidades humanas.
137
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50
A su vez, una dilogía, pues las lenguas pueden ser al tiempo los apéndices de las bocas y el lenguaje.
Mientras vivas significa tanto vivaces, elocuentes –paradójicamente, las lenguas de los muertos
naufragados–, como en uso, si es que se refiere al idioma hablado.
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En ese gusto por los pares antitéticos que No es sólo otra fábula sin sentido
manifiesta, podemos reconocer una huella de Octavio Paz, quien, en su esfuerzo por
ordenar e interpretar el mundo, utilizó a menudo este recurso para evocar la
reconciliación que se alcanza en la totalidad, representada por la comunión de los
contrarios, origen de una eterna búsqueda del equilibrio inestable entre pares opuestos.
Así, los contrarios de Octavio Paz no son excluyentes, sino que en realidad se necesitan
entre mutuamente. Mientras en la dialéctica hegeliana, que sin lugar a dudas le
influencia51, del conflicto entre opuestos surgen nuevos conceptos, para Octavio Paz la
otredad empuja a los contrarios a intentar recuperar su comunión originaria.
Concluimos, pues, que Silvia Claudia Rivas, a pesar de ensalzar la parte menos
racional de nuestro cerebro, maneja muy conscientemente sus recursos: No es sólo otra
fábula sin sentido no es fruto de la insensatez o de la visceralidad. Su locura, si existe,
es la del poeta.
Igualmente consciente y coherente parece su elección del verso libre, que con la
ausencia de sometimientos a normas estrictas, voluntaria o involuntariamente, sugiere
un estado mental o emocional confuso por parte del autor. Sensación que a veces se
refuerza mediante artificios que, solo en apariencia, se dirían fruto de la improvisación,
y que sin duda añaden emotividad.
Esa libertad propugnada por el verso libre normalmente tiene como
consecuencia un lazo más estrecho e íntimo entre el argumento abordado por el poema y
su aspecto formal. Amado Alonso52 explica: “Los versolibristas han vuelto el ritmo a
sujeciones prosísticas (sintácticas), sin duda huyendo de las excesivas mecanizaciones
del ritmo métrico […]. El ritmo poético libre consiste en los pasos con que se ordenan
linealmente las intuiciones que dan salida y forma al pensamiento”.
Para Tomás Navarro53 “el único elemento tradicional que el versolibrismo
acepta como indispensable es el ritmo. Por lo menos en este punto se reconoce que el
verso libre no es enteramente libre. No se tratan sin embargo del mero ritmo acentual y
silábico producido por la proporcionada regularidad de los tiempos marcados. En el
51
Igual que la antropología estructural de Lévi-Strauss, que comienza a aplicar en el análisis de los
mitemas el principio de las oposiciones binarias: lo crudo y lo cocido, lo seco y lo húmedo… L.
Weinberg. “El humanismo crítico de Octavio Paz”. En Alberto Saladino (comp.). Humanismo mexicano
del siglo XX. Tomo I. Toluca: Universidad Autónoma del Estado de México, 2004, 375.
52
A. Alonso. Materia y forma en poesía. Madrid: Gredos, 1969, 122.
53
T. Navarro Tomás. Métrica española. Barcelona: Labor, 1986, 454
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verso libre el factor que coordina artísticamente las palabras en sus grupos respectivos
se funda en la sucesión de los apoyos psicosemánticos que e poeta, intuitiva o
intencionalmente, dispone como efecto de la armonía interior que le guía en la
creación de su obra. Por su propio sentido individual esta clase de ritmo exige de parte
del autor una fina sensibilidad expresiva y un perfecto dominio del material lingüístico.
Con mayor riesgo que cualquier metro de forma definida y corriente, el verso libre
pierde su virtud si sus cambios, divisiones y movimientos carecen de ritmo perceptible
o resultan vanos e injustificados en el desarrollo de la composición”.
El versolibrismo huye del ritmo del isosilabismo del verso tradicional, que a
veces podía caer en la monotonía, para buscar ritmos más sutiles en una “música
callada”54.
De hecho, al prescindir de la métrica regular y de la rima, el verso libre se apoya
fundamentalmente en el ritmo, aunque ciertamente ese ritmo no siempre es fónico, sino
de estructura rítmica de pensamiento. Las repeticiones, que constituyen la base del
ritmo, pueden, por tanto, ser sintácticas o semánticas. Entonces el ritmo poético viene
dado por la reiteración de palabras, conceptos, frases o estructuras, o por el ritmo
léxico-sintáctico y/o semántico: mediante, por ejemplo, paralelismos y otros
mecanismos de simetría, anáforas y otras figuras de repetición, recurrencia de
expresiones, ideas…
El verso libre, que sigue siendo objeto de controvertido análisis teórico, ha
encontrado definiciones de lo más variadas. Por norma general todas ponen el acento,
principalmente, en la ausencia de rima55. Sin embargo, especialmente interesante me
resulta la definición de López Estrada56: “El poema nuevo, al desligarse del rigor en
la medida del verso y de la rima y también de las estrofas comunes, establece el centro
de gravitación rítmica en el conjunto de la obra entendida como una unidad poética.
En consecuencia, el poema no cuenta como una sucesión de versos perfectos, de rimas
logradas, de estrofas pulidas, sino que extrae de sí mismo, de la fuerza interior,
54
“Si en el verso hay música, mi preferencia se orientó hacia la «música callada» del mismo” (L.
Cernuda. “Historial de un libro”. Poesía y Literatura, Prosa I. Obra Completa, vol. II. Edición a cargo de
D. Harris y L. Maristany. Madrid: Siruela, 1994, 650-651).
55
Aunque se contempla la existencia del verso libre rimado y también del verso libre métrico, lo que ya
pone de manifiesto la dificultad de conciliar definiciones. Por lo que, en lugar de ausencias taxativas,
conviene esperar más bien relajaciones rítmicas y métricas.
56
F. López Estrada. Métrica española del siglo XX. Biblioteca Románica Hispánica. Manuales 24.
Madrid: Gredos, 1969, 17.
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desarrollada por los elementos que integran el conjunto, la ley de cohesión rítmica
como manifestación creadora”.
Como vemos, el verso libre, en busca de una mayor libertad creativa por parte
del poeta, nació con la clara intención de romper con las formas de expresión
predominantes en la poesía europea hasta fines del siglo XX. Una ruptura que autores
como Quilis57 consideran casi total: incluso asistimos a la división sintáctica de la frase
y el aislamiento de la palabra.
Al margen de algunos experimentos precedentes, por lo general se acepta que el
verso libre aparece con Whitman. No obstante, su afianzamiento en Europa llega de la
mano de los simbolistas franceses y sus precursores: Baudelaire, Verlaine, Rimbaud y
Mallarmé. En lengua hispana, la divulgación del verso libre comienza con el
modernismo. Precursor en Hispanoamérica es el poeta boliviano Jaimes Freyre,
seguido por José Asunción Silva, Rubén Darío o José Santos Chocano entre otros.
Mención especial merece José Martí ‒a quienes algunos consideran verdadero
introductor del versolibrismo en la poesía modernista hispánica 58‒ y la declaración de
intenciones que supone el título de su poemario Versos Libres. En España el
versolibrisco cobra importancia por primera vez con Diario de un poeta recién casado,
de Juan Ramón Jiménez, volviéndose después común en la generación del 27 y
sucesivas. De hecho su máximo esplendor llega con los istmos de la vanguardia59. Con
el ultraísmo, creacionismo y surrealismo, el verso libre, empeñado en romper con las
antiguas formas, logró su mayor aceptación y desarrollo. Hasta encontrar, de algún
modo, la exacerbación teórica de sus postulados en el surrealismo, que se afana en
plasmar la escritura automática y por lo tanto despojada del yo consciente y sus normas.
La intención de los primeros propugnadores del verso libre es liberar el
pensamiento, la voluntad y el sentimiento del poeta de esquemas métricos regulares, de
las tiranías del propio lenguaje literario conocido. Pues su objetivo último consiste en
transmitirlos al lector en su forma más pura. El arte es sobre todo un estado del alma,
57
“El poema de versos libres, o verso libre, como se acostumbra denominar, es, a primera vista una
ruptura casi total de las formas métricas tradicionales: en él no hay estrofas, no hay rima, los versos no
tienen las mismas medidas, la posición de los acentos es arbitraria...” (A. Quilis. Métrica española.
Barcelona: Ariel, 2001, 170-171).
58
A. Acereda Extremiana. “Versolibrismo martiano y modernista: la libertad poética de José Martí”. La
Torre. Revista de la Universidad de Puerto Rico 1-2 (1996), 5-18.
59
F. López Estrada, Op. cit, 103.
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aseguraba Chagall. Mallarmé resultaba muy claro al respecto: “¡No le parece algo
demasiado incómodo que, al abrir cualquier libro de poesía, uno encuentre, con toda
seguridad, de cabo a rabo, ritmos uniformes y preestablecidos, allí donde el autor
pretende interesarnos en la esencial variedad de los sentimientos humanos! ¡Dónde
está la inspiración, dónde la sorpresa... qué cansancio!”60.
Parece por tanto lógico que el versolibrismo se convirtiese inmediatamente en
instrumento para la poesía contestataria. El movimiento poético español de los años
1950 y 1960, denominado Poesía social, contrario a la dictadura franquista, también
recurrió al verso libre.
Así, el verso libre por el que Silvia Claudia Rivas opta en No es sólo otra
fábula sin sentido parece la elección formal más lógica, la más acorde con su mensaje,
que en efecto manifiesta la necesidad de romper con patrones de comportamiento
arbitrariamente establecidos como los socialmente aceptables, a pesar de que son
responsables de la decadencia y el envilecimiento del ser humano.
Quién mejor que la poesía, que escarba en la esencia, para denuncia la vacuidad
de nuestra sociedad, perdida sin rumbo por un paisaje ya totalmente antrópico y,
paradójicamente, cada día más deshumanizado. Por eso, a través del presunto delirio, de
un sano y salvífico delirio, el poeta visionario, paria a menudo marginado e incluso
segregado, pero siempre generoso y solidario, transmite a sus semejantes el terrorífico
mensaje de alarma sobre un mundo en franca descomposición.
Quién mejor que la poesía para encender un faro que ilumine y guíe. Para
prender la mecha de la revuelta que nos despierte definitivamente de esta injustificable
apatía, de esta insoportable catatonia, hipnótico sueño de muerte en el que nos encontramos
inmersos. Ése que Silvia, que se negaba a dormir la siesta siquiera bajo la amenaza del
hombre del saco, ha rehusado desde la infancia.
Silvia Claudia Rivas convoca en No es sólo otra fábula sin sentido un mundo
plagado de signos, aunque ya pocos humanos sepan percibirlos. Muchos menos aún,
descifrarlos y revelar su significado a nuestros semejantes a través del lenguaje, de un
lenguaje artístico.
60
Fragmento de la entrevista concedida a Jules Huret en 1891 (S. Mallarmé. Prosas. Madrid: Alfaguara,
1987, 11).
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61
G. M. Solsona, “Hölderlin, un proyecto emancipatorio fracasado”. Convivium. Revista de Filosofía 3
(1992), 58.
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Por el contrario, compartir ese absoluto que nos rodea hace al hombre divino:
“ser uno con todo, ésta es la vida de la divinidad, éste es el cielo del hombre. Ser uno
con todo lo viviente, volver, en un dichoso olvido de sí mismo, al todo de la
naturaleza”62. Porque “la plenitud del mundo infinitamente vivo nutre y sacia con
embriaguez mi indigente ser” 63. Y es en esa comunión con lo divino cuando el hombre
es realmente él mismo, cuando realiza sus aspiraciones y escucha su verdadera
naturaleza. Cuando se encuentra y, al regresar al todo del que en realidad forma parte,
está completo. Pero también cuando se supera y se convierte en la mejor versión de sí
mismo, liberándose de lastres y ataduras para redimirse. Pues, como Hölderlin sostenía
en su ensayo El punto de vista desde el cual tenemos que contemplar la Antigüedad,
de no aceptar aquello que somos acabaremos ultrajándonos, traicionando a nuestro más
íntimo yo. Precisamente la misma advertencia que encontramos en No es sólo otra
fábula sin sentido.
El postulado sobre el cual se asienta la obra de Hölderlin implica una
fraternidad y comunión íntima universal que incluye a todo el cosmos y a nuestros
semejantes. En A los jóvenes poetas, lanzaba la consigna a la cual intentaría mantenerse
siempre fiel: “amad a los dioses y recordad con benevolencia a los mortales”64.
Como se afirma en su ensayo El más antiguo programa sistemático del
idealismo alemán, que desarrolla durante el invierno de 1796 en colaboración con
Hegel y Schelling, la poesía y los poetas, mediadores entre ambos mundos, han de ser
los encargados de renovar el sistema de pensamiento, de desvelar y propagar el nuevo
mensaje, el ideal emancipador que liberará al hombre, y de encender en el pueblo el
entusiasmo por él65.
En el poema Como cuando en día de fiesta, Hölderlin instruye a los poetas
sobre su tarea:
Y ese lenguaje soberano y retenido era tal que, por una parte, cualquier otro
lenguaje, cualquier lenguaje humano, cuando quería ser una obra, debía lisa y
llanamente volver a traducirlo, volver a transcribirlo, repetirlo, restituirlo. Pero, por
otro lado, el lenguaje, de Dios, de la naturaleza o de la verdad, estaba, sin embargo,
oculto. Era el fundamento de cualquier desvelamiento y, no obstante, él mismo estaba
oculto, no se podía transcribir directamente. De ahí la necesidad de los
deslizamientos, de las torsiones de palabras, de todo ese sistema que se llama
precisamente la retórica. Después de todo, ¿qué eran las metáforas, las metonimias,
las sinécdoques, etc., sino el esfuerzo por, con palabras humanas que son oscuras y
66
F. Hölderlin. Antología poética. Traducción de Federico Bermúdez-Cañete. Madrid: Cátedra, 2002.
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El hombre crea un lenguaje simbólico, el lenguaje poético, para evocar eso que
tan difícilmente se puede capturar mediante las palabras: el verdadero ser, la esencia. El
lenguaje se revela la casa del ser. De tal forma que cuanto más vacuo volvemos al
primero, más nos alejamos del segundo.
Como dice Heidegger comentando a Hölderlin: “poetizar y pensar son dos
modos de hacerse cargo de lo real bien diferentes” 68. Pero poetizar también nos
permite ordenar el mundo: comprenderlo y así comprendernos. Precisamente es esto lo
que habían intuido ya las antiguas civilizaciones, en cuyas composiciones poéticas
descubrimos una rica mitología. Cuando poetizamos utilizamos el pensamiento
representativo para crear una medida que nos consienta conocer nuestro entorno e
imaginar a Dios, porque todo ello nos permitirá, además, construir una imagen de
nosotros mismos. Por eso, en un mundo sórdido y miserable como el que pinta No es
sólo otra fábula sin sentido, en un mundo totalmente desacralizado y carente de magia
o raíces, ¿qué decadente imagen podrá crear el hombre de sí mismo? ¿La de un
neurótico egoísta y superficial?
Poéticamente habitamos la tierra porque es el único modo humano de hacerlo.
Porque si no tomamos la medida de cuanto nos rodea y de nosotros mismos, si no
indagamos en nuestra naturaleza, sólo podremos vivir desarraigados y errantes, sin
rumbo, en un universo repleto únicamente de representaciones y estructuras artificiales,
sin ningún sentido para nosotros. Precisamente el escenario que anuncia y denuncia No
es sólo otra fábula sin sentido.
67
Foucault, De lenguaje y literatura, 78.
68
M. Heidegger. “Poéticamente habita el hombre sobre esta tierra”. En Conferencias y artículos.
Barcelona: Ediciones Serbal, 1994, 144.
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69
Entrevista concedida al semanario Der Spiegel ‒realizada por los periodistas Rudolf Augstein y Georg
Wolff‒ el 23 de septiembre de 1966, pero solamente publicada el 31 de mayo de 1976 (pp. 193-219), una
semana después de su muerte.
70
Hölderlin. Hiperión. Yolanda Steffens (trad.), 38.
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