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Alberdi - R - Hacia Un Cristianismo Adulto PDF
Alberdi - R - Hacia Un Cristianismo Adulto PDF
Haci
acia un
cristianismo
adulto
R. ALBERDI
HACIA UN CRISTIANISMO
ADULTO
EDITORIAL ESTELA, S. A.
AVD. José ANTONIO, 563 - BARCELONA - 11
Reservados todos los derechos para
tos países de lengua castellana PRIMERA PARTE
© EDITORIAL ESTELA, S. A.
primera edición, febrero de 1964
como prefiere decirlo la terminología más en boga. Pero, La separación entre religión y vida ha consumido ya
¿es tal nuestra ausencia que pueda justificar la desdeñosa montañas de tinta y de papel; ha sido combatida encarni-
frase con que he comenzado esta charla? zadamente en los últimos tiempos por aquellos cristianos
He aquí un tema que merece nuestra reflexión, ya que que asistían rabiosos e impotentes al espectáculo de tan-
afecta a nuestra manera de ser cristianos, incluso a la tos hombres valiosos alejados de la Iglesia y hasta de
misma esencia de la vida cristiana o, al menos, a sus ma- Dios por la conducta deplorable de muchos católicos, para
nifestaciones. Tema que no podemos eludir en manera los que la vida diaria, la de los negocios, de la cultura, de
alguna, tema que tenemos que afrontar decididamente, la política, de la diversión... se hallaba fuera de toda ins-
aúneme los resultados de nuestra reflexión nos lleven a piración religiosa, de todo control moral.
constataciones amargas y, también, a cambios radicales La separación entre religión y vida siempre se dará en
de actitud. el mundo y cada uno de nosotros contribuirá en buena
Una primera dificultad se me presenta cuando me fiio medida, a causa de nuestra infidelidad al mensaje y a la
en el auditorio, en vosotros que, justamente porque asistís vida que Cristo nos ganó con el sacrificio redentor. Es
a estas reflexiones hechas en común, estáis demostrando una situación de hecho que podemos combatir, defender,
de antemano que no va con vosotros la frase tantas veces o que nos puede dejar totalmente indiferentes.
repetida. Sucede ahora algo parecido a lo que ocurre cuan- La importancia mayor no se halla en la cuestión de
do se montan conferencias para combatir la detestable hecho, sino precisamente en la de derecho: en la actitud
costumbre de blasfemar; los asistentes no han blasfemado que debemos tomar ante ella. La separación entre religión
nunca y se hallan perfectamente convencidos de la estu- y vida, la ausencia del cristiano, la despreocupación por
pidez, prescindiendo de otras consideraciones más graves, los problemas que atenazan angustiosamente a los hom-
que significa la blasfemia. bres de hoy, ¿es legítima o condenable? Y, si un cristiano
Sin embargo, estimo que no es improcedente hablar de debe comprometerse y trabajar en este mundo por conse-
la condición del cristiano en el mundo, de la obligación guir una sociedad mejor, por impulsar el progreso real de
que como cristiano tiene de intervenir en los asuntos del la humanidad, ¿en qué podemos fundamentar esta obli-
mundo para lograr una convivencia social fundada en la gación?
justicia informada por el amor. Antes de abordar la cuestión, séame permitido decir
Es verdad que los aquí presentes se hallan convencidos que me parece excesiva la apreciación de Guehenno. Es
interiormente, por una especie de intuición cristiana, de cierto que hay muchos cristianos que no intervienen eri
la necesidad de intervenir en el mundo, de construir un este mundo, que no se comprometen, en el sentido que
mundo mejor y más justo; pero es posible que esa intui- corrirnlemente tiene esta palabra, pero la generalización
ción primera no sepa explicarse, no sea capaz de funda- es Abusiva. Por otra parte, hay que distinguir entre inter-
mentar la intervención del cristiano en el mundo, apare- vención en el mundo y «compromiso» de los cristianos en
ciendo como una opción alejada de la vida cristiana e el mundo, yu que muchos cristianos intervienen muy ac-
incluso en contra de ella. (Ivnmentc! en el mundo, pero por desgracia en un sentido
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totalmente distinto del de un auténtico compromiso cris- nos llevaría a una posición aberrante. Las dos tendencias
tiano, deben conservarse, pero son susceptibles de unilateralis-
mo, de exageración, hasta convertirse en errores peligro-
sos en el terreno doctrinal y en desviaciones nefastas en
TRASCENDENCIA Y ENCARNACIÓN el terreno del comportamiento práctico.
EN LA HISTORIA Las posturas doctrinales se reflejan inmediatamente en
lo que pudiéramos llamar el tipo de espiritualidad que, a
su vez, dan lugar a las actitudes frente a este mundo. Una
Tendremos ocasión de comprobar que muchas veces postura trascendentalista siempre tenderá a una espiritua-
las posiciones prácticas no obedecen a convicciones teóri- lidad de «alejamiento de este mundo»; mientras una pos-
cas ; el saber no coincide con la virtud y constantemente tura doctrinal encarnacionista se inclina a una «presencia
vulneramos aquello que quisiéramos defender y practicar. y actuación en el mundo», a lo que hoy se llama «el com-
Pero también es cierto que en muchos cristianos la ausen- promiso temporal». Cada una de ellas, como ya he adver-
cia del mundo corresponde a una mentalidad, a la con- tido, es susceptible de desviaciones y, también, de correc-
vicción de que su vida cristiana es independiente de su tivos.
actuación en el mundo; es otra cosa. En sentido contrario, Aun corriendo el riesgo, inevitable en una charla, de
bastantes cristianos se comprometen en el mundo, traba- una simplificación que no tiene en cuenta la complejidad
jan por construir una sociedad meior y más justa, obede- del problema, me atrevería a decir que los cristianos han
ciendo a una visión de fe y a imperativos de la carida?! evolucionado a lo largo de la historia de una espiritualidad
cristiana. de alejamiento de este mundo a otra de compromiso tem-
Estos dos grupos representan las dos posturas que se poral. Claro está que la afirmación se halla sujeta a toda
han hecho célebres dentro del Cristianismo y que se afron- clase de matizaciones y aclaraciones, pues en la misma
tan continuamente en nuestro tiempo. La postura de tras- época en que ha jugado una espiritualidad de alejamiento
cendencia estima que nuestra vida sobrenatural se halla podemos comprobar que los cristianos se han comprome-
muy por encima de las contingencias de este mundo. La tido en cierta forma, hasta dar lugar a lo que se ha llama-
postura encarnacionista cree que este mundo ha sidoi creado do cristiandad medieval. Prescindiendo de matizaciones
y redimido por Dios, cosa que evidentemente no niegan tan importantes, se pueden trazar las etapas de la forma
los otros, y que corresponde al cristiano vivir profunda- siguiente:
mente inmerso en el mundo, tratando de salvarlo, de co-
laborar con Cristo en este campo preciso.
Son dos tendencias legítimas dentro de los cristianos ESPIRITUALIDAD DE ALEJAMIENTO DEL MUNDO
tan legítimas que deben conservarse a toda costa para
mantener el misterio cristiano en toda su radical profun- Como han señalado muy bien diversos autores, los cris-
didad; de tal suerte que la dejación de cualquiera de ellas tianos han vivido largo tiempo esperando la venida inmi-
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nente de Cristo, es decir, la segunda venida de Cristo anun- San Pablo, parece normal que el hombre no se preocupe
ciadora del final de la Historia. Este sentimiento, que se excesivamente de él. No se puede perder el tiempo en la
advierte muy vivo en los mismos apóstoles, se ha prolon- transformación de este mundo que pasa; no hay que de-
gado prácticamente hasta la Edad Moderna; hasta que tenerse demasiado, sino lo menos posible, en las cosas de
el mundo ha adquirido consistencia propia y se ha hecho este mundo, puesto que hay que «usar de ellas como si
«protano». Es evidente que mucho antes de este aconteci- no se usase». w¿í¡iáiJ
miento capital ya se habían adoptado otras posturas, pero Es verdad que los hombres no tenemos más remedio
hablamos ahora de un clima interior y exterior, que se ha que vivir en este mundo, pero vivamos de manera que nos
traslucido en la espiritualidad de los cristianos. ocupen lo menos posible, con objeto de dedicarnos ínte-
En semejante situación de espíritu las cosas de este gramente a Dios, a la adoración, a la alabanza y a adquirir
mundo carecían de verdadera importancia. ¿A qué preo- las disposiciones necesarias contrariando las malas incli-
cuparse de la organización del mundo, de la explotación naciones que en nosotros ha producido el pecado.
de los recursos, de eso que después se ha llamado progre-
Jamás se llega a una afirmación errónea y la Iglesia de-
so, si todo va a acabar velozmente? Es preciso dedicarse
fiende en todo momento, frente a las afirmaciones heré-
a lo único necesario, a prepararse para el día definitivo,
ticas, la bondad de todo lo creado, que permanece aun
abandonando cualquier otra preocupación que pudiese
después del pecado original. Pero es evidente que se vive
distraer de lo principal.
un estado de ánimo que deprecia las realidades de este
El tipo que mejor encarna esta vivencia cristiana es el
mundo, que tiende a considerarlas como simple obstáculo
monje retirado del mundo, el enclaustrado y el eremita.
en la marcha hacia Dios.
Son los testigos de la trascendencia cristiana, los que re-
cuerdan a los demás aquella trase de permanente valor El P. Congar ha mostrado esta depreciación de las rea-
que nos ba legado el Evangelio: «¿De qué sirve al hombre lidades terrenas por lo que respecta ai matrimonio. Frente
ganar el mundo si llega a perder su alma?». a los errores de toda clase, que veían el matrimonio como
Este tipo de espiritualidad, propio de una vocación en- algo impuro, lo carnal como intrínsecamente malo, se ha
teramente legitima, dentro de ciertas condiciones, en el mantenido la auténtica doctrina cristiana: todo lo salido
seno de la Iglesia, se extendió prácticamente a todos los de las manos de Dios es bueno; el matrimonio ha sido
cristianos: monjes o seglares. En la práctica se llegó a elevado a la dignidad de sacramento y no puede ser pol-
descuidar algo tan importante como la vocación propia lo tanto malo, pero... es para cristianos que no saben su-
del seglar, lo que se explica perfectamente por la situación perar las tendencias carnales, para cristianos de segunda
de nuestro mundo occidental en aquellos momentos. Sig- categoría, a los que se ofrece el matrimonio como simple
nifica una especie de regresión de la espiritualidad seglar, sedativo de la concupiscencia.
que nabia encontrado agudos intérpretes en épocas ante- El mismo P. .Congar ha puesto especial interés en sub-
riores entre ios Padres de la Iglesia. rayar cómo, a pesar de este ambiente y del tipo de espiri-
Si la figura de este mundo pasa, como nos advierte tualidad dominante, sin embargo existía otra tendencia
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biernan el mundo» son capaces de proporcionar una ex- terior, los hombres experimentan la fiebre de transforma-
plicación adecuada. Pero no se puede discutir la impor- ción del mundo, que va a dar lugar al desarrollo prodigio-
tancia del grupo burgués en esta evolución. Ha sido él so de la ciencia y de la técnica. Los hombres creen que
quien ha impuesto una manera de ser, de vivir, de pensar; deben actuar en el mundo, el trabajo es glorificado a costa
él ha desplazado los ideales de la nobleza por otros nue- de la contemplación, la trascendencia palidece y va siendo
vos que vive nuestro mundo todavía, aunque hayan en- sustituida por una inmanencia cerrada sobre sí misma,
trado en crisis. quizás como reacción contra el exclusivismo de la postura
anterior.
El grupo burgués se especifica por su vuelta al mundo.
Frente a la actitud medieval de cierto despego del mundo, En la nueva situación el cristiano se encuentra despla-
frente a la actitud de la nobleza, que disfrutaba del mun- zado. Con una espiritualidad de «alejamiento del mundo»,
se halla de hecho metido totalmente en el mundo y en un
do y de sus bienes, al mismo tiempo que despreciaba a los
mundo que se desarrolla al margen de la Iglesia y muchas
que los producían, los burgueses han experimentado el
veces en contra de Ella; mientras los más fieles se limitan
deseo de volverse sobre el mundo, de transformarlo, de
a oponerse inútilmente a la marcha de la Historia y a
explotar sus inmensos recursos. En el seno de la tenden-
añorar nostálgicamente los tiempos mejores (?) del feu-
cia renacentista ,que significa también una vuelta al mun-
dalismo y de la cristiandad medieval.
do en el más amplio sentido de la palabra, la tendencia
Casi forzosamente se tenía que producir, y es lo que
burguesa presenta este carácter específico de dominio de
quisiera subrayar fuertemente ante vosotros, la trágica se-
la razón en el mundo económico, de aprecio de estos va-
paración entre la religión y la vida que ahora lamentamos
lores y de deseo de acumulación de riquezas.
y combatimos, Insensiblemente el cristiano experimen-
Sería sumamente ingenuo creer que el afán de dinero, taba el deslizamiento hacia un estado de cosas que ha
el espíritu de lucro, no ha existido en la Edad Media. Es sido calificado magistralmente por Guardini:
una constante de la vida humana y podemos descubrirlo «Consecuencia de ello es que, de un lado, surge una
en todas las épocas. La variación sustancial en este orden existencia laica autónoma, libre de influencias cristianas
de cosas consiste en que, durante la Edad Media, la acu- directas, y del otro un cristianismo que imita de un modo
mulación de riquezas era rechazada por la mentalidad co- característico esa «autonomía», Así como surge una cien-
lectiva, impregnada de motivos morales y religiosos. A cia puramente científica, una economía puramente econó-
partir de la Edad Moderna la acumulación de riquezas no mica, una política puramente política; nace también una
será solamente tolerada, sino que dispondrá en sus pri- religiosidad puramente religiosa. Dicha religiosdad pierde
meros tiempos de una justificación ética y religiosa con cada vez más la relación inmediata con la vida concreta,
el Calvinismo y su doctrina de la predestinación; con una su validez general es cada vez menor, se limita con crecien-
justificación ética, pero secularizada, a partir del triunfo te exclusividad a la enseñanza y práctica «puramente re-
del racionalismo. ligiosas»...».
En todo caso, a partir de la Edad Moderna este mundo Consumada la separación en general, todavía queda
comienza a agitarse como si llevase un demonio en su in-
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Nada más lejos de Cristo que una preocupación por 4. —CRISTO SÓLO HABLÓ DE CARIDAD; NO DE JUSTICIA
la reforma social; por el cambio de estructuras e insti-
tuciones; incluso por solucionar el problema de la mi- Una buena prueba de que gran parte de los cristianos
seria tan grave también en aquel tiempo. Cristo no se nos hemos desviado del recto camino y de la verdadera
levantó contra las instituciones de su tiempo; nada dijo doctrina la podemos encontrar, al decir de los trascenden-
acerca de la esclavitud, como tampoco la atacaron los talistas, en la sustitución de la caridad por la justicia,
apóstoles. Aceptó simplemente las estructuras e institu- signo de la secularización de la vida contemporánea. Los
ciones de su tiempo y se esforzó por enseñar a los hom- cristianos se preocupan mucho por la justicia y quieren
bres su vocación de hijos de Dios, sin preocuparse por solucionar los problemas de este mundo gracias a la prác-
sacarles de la condición en que se encontraban. No de tica de esa virtud humana. Cristo, por el contrario, sola-
otra manera se expresa San Pablo. mente ha predicado la caridad y nimna sola mención ha
Cristo aceptó también el poder establecido y como es- hecho de la justicia.
taba establecido; pagó los impuestos y se conformó a las La justicia tiende a dividir, mientras la caridad pro-
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duce la unión. La determinación de lo tuyo y lo mío pro-
posible tampoco comprender adecuadamente Su vida a
voca la acritud de los de abajo y cierra el corazón de los
través de un episodio aislado de la misma. Es un peligro
de arriba; en cuanto que tal determinación se produce
del que nadie se libra y contra el que todos nos tenemos
en un ambiente de lucha y de tensión, debidas a la im-
que poner en guardia. Cada uno de nosotros tiende, de
precisión y a la falta de concreción de lo justo. La caridad
manera inconsciente, a buscar en la Sagrada Escritura
suaviza el ánimo de los que sufren abajo y predispone a
los argumentos para defender una tesis sostenida a prio-
la compasión el corazón de los situados en buena po-
ri; cuando en realidad deberíamos acudir a los textos sa-
sición...
grados con la mente limpia de prejuicios, sin reservas
No es afán de hacer caricatura del contrario para com-
mentales ni posturas apriorísticas, para aceptar lo que
batirlo más fácilmente después. Tales teorías se exponen
Cristo realmente nos enseña con Su vida y doctrina.
hoy por católicos asiduos practicantes, miembros de
Pongamos simplemente un ejemplo. Para saber en qué
nuestras organizaciones apostólicas y de formación cul-
consiste la caridad, un cristiano debe acudir a la figura
tural no escasa en otros terrenos. Es la postura defen-
de Cristo, a Su vida y Su doctrina; en lugar de partir de
dida por numerosos católicos hasta la guerra europea de
un concepto filosófico del amor o de lo que los hombres
1914, como decía Pío XI en la «Quadragesimo Anno». Es...
consideran normalmente como amor. El amor sobrenatu-
la confusión de la caridad con las obras de caridad.
ral no puede ser medido con nuestras categorías humanas,
sino que éstas han de utilizarse para iluminar lo que he-
mos aprendido de Cristo.
REFUTACIÓN DEL ESPIRITUALISMO Cristo es modelo de caridad en todo lo que hace y en
todo lo que dice; no solamente en algunos pasajes de su
DESENCARNADO
vida o en algunos de sus discursos, sino en todas sus ac-
tuaciones y en palabras que frecuentemente aparecen
contradictorias a nuestra limitada inteligencia. Y es que
Como siempre, los argumentos esgrimidos por los par-
la doctrina evangélica es una eterna paradoja; es un per-
tidarios del espiritualismo desencarnado, no por los
manente exaltar lo blanco y lo negro, como dice Cb.es-
partidarios de la trascendencia que todos debemos de-
terton, en lugar de difuminarlo todo en un gris borroso.
fender, encierran una parte de verdad; pero es una ver-
Cristo era caritativo cuando perdonaba a la adúltera,
dad parcial, que queda falseada al alejarla del contexto
cuando acudía al pozo a hablar con la samaritana, cuan-
y al olvidar otras verdades que contribuyen a completar
do recibía a Zaqueo, alimentaba a los pobres o moría en
el sentido de aquéllas.
la Cruz perdonando a todos; pero igualmente caritativo
A los partidarios del espiritualismo desencarnado ha-
cuando se enfrentaba con los escribas y fariseos, pronun-
bría que contestar qife no es lícito aislar una frase de los
ciando las maldiciones más terribles salidas de boca de
Evangelios, creyendo expresar con ella todo el contenido
hombre. Cristo ejercitaba la caridad cuando arrojaba a
de la doctrina expuesta por Nuestro Señor; como no es
los mercaderes del templo a golpe de látigo o se negaba
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ner; también ellos dicen que efectivamente la caridad es rán los justos diciendo: «Señor, cuándo te vimos ham-
el centro de la enseñanza de Cristo. He dicho teóricamen- briento y te dimos de comer...». Y respondiendo el Rey
te, porque en la práctica las cosas cambiarían muy radi- les dirá: «En verdad os digo, cuanto hicisteis con uno de
calmente. estos mis hermanos más pequeñuelos, conmigo lo hicis-
No está de más, sin embargo, ponerlo a la considera- teis» (Mt., XXV, 34-40).
ción de todos los católicos. La vida cristiana tiene como De manera que la altísima espiritualidad que Nuestro
centro la caridad, el amor sobrenatural con sus dos ver- Señor nos ha venido a traer se manifiesta al final en algo
tientes hacia Dios y hacia el prójimo. El cristiano no se tan banal como dar de comer a los hambrientos, visitar
salva ni llega a la perfección por el culto, la meditación, a los enfermos y los presos... Sí, afortunadamente, la per-
la pertenencia a asociaciones piadosas, ni siquiera por la fección de la vida cristiana se halla al alcance de todos,
recepción de los sacramentos, si todo ello no va unido en cuanto no requiere las costosas iniciaciones de ciertas
al desenvolvimiento normal de la caridad. religiones a que tanto se van aficionando ciertos grupos
Y la caridad que Cristo nos regala por su sacrificio en de cristianos. Las cimas de la vida mística tienen que aco-
la Cruz tiene manifestaciones bien originales. Cualquiera modarse a los humildes servicios al prójimo; la adora-
pensaría que la perfección de la vida cristiana, de la vida ción al Padre celestial, si quiere ser en espíritu y verdad,
que se integra en un Reino verdaderamente espiritual, ha de mezclarse con la preocupación por proporcionar lo
consistiría en un amor sobrehumano, como es en reali- indispensable para vivir al hermano carente de todo.
dad, que se independiza en lo posible de la condición del
espíritu encarnado. Y en este último punto se equivoca
totalmente. 2.—>CRISTO NOS ORDENA HACER LO QUE É L NO HIZO
Se ha repetido hasta la saciedad que la gracia no des-
truye la naturaleza, sino que la perfecciona; hace posible Uno de los errores de los espiritualistas desencarna-
que la naturaleza camine hacia la perfección gracias a la dos consiste en querer modelar la vida de los cristianos
ayuda de ese principio superior. La perfección del cris- sobre las actitudes exteriores de Cristo exclusivamente,
tiano no podrá prescindir de su condición de espíritu en- sin tener en cuenta su actitud interior y, sobre todo, sin
carnado; el amor de caridad no podrá independizarse del percatarse de que las misiones no son coincidentes.
hombre concreto de carne y hueso, de espíritu y materia. A los que nos dicen que Cristo no es un reformador
Y la auténtica caridad no se independiza. social hay que darles la razón. Efectivamente, Cristo no
Es lo que pone de manifiesto la gráfica descripción se propuso cambiar el mundo directamente, sino trans-
del juicio que nos ha dejado San Mateo: «Entonces dirá formar al hombre en su interior; no le interesaron las
el Rey a los de la derecha: «Venid, vosotros, los benditos estructuras directamente, sino el corazón de los hombres.
de mi Padre, entrad en posesión del Reino que os está A los que nos dicen que Cristo apenas se dedicó a enjugar
preparado desde la creación del mundo; porque tuve la miseria material existente, a levantar el yugo que pe-
hambre y me distéis de comer...». Entonces le responde- saba sobre los oprimidos, hay que darles igualmente la
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razón. Cristo pudo realizar un milagro continuado y sa-
tisfacer las necesidades más elementales de los pobres mitir la vida de Cristo y conducir al pueblo de Dios a su
atraídos por su palabra. destino. Junto a Ella, pero también penetrado por Ella,
A éstos habría que añadir todavía: la Iglesia es la con- el Mundo se tiene que esforzar por construir al hombre.
tinuadora de la misión de Cristo y tiene que salvar al Y para ello debe, ya lo veremos mañana, crear el conjun-
hombre, al hombre concreto, como decía Juan XXIII; to de condiciones en que cada hombre pueda alcanzar su
«espíritu, materia, inteligencia y voluntad»; pero la Igle- talla perfecta. A este hombre construido por el mundo se
sia no tiene como misión satisfacer directamente las ne- dirige la Iglesia para introducirlo en el pueblo de Dios;
cesidades materiales, ni siquiera las culturales, del hom- al mundo se dirige la Iglesia para proporcionarle la ayuda
bre. Este es el trabajo de la civilización, de la sociedad sin la que todos los planes de humanización se hallan con-
humana. Sin embargo la Iglesia, «imitando a Cristo y con- denados al fracaso.
forme a su mandato, ha mantenido constantemente en El cristiano seglar se halla en el punto de convergen-
alto la antorcha de la caridad durante dos mil años... se cia de la Iglesia y el Mundo. Es ciudadano del Mundo y
preocupa con solicitud del vivir diario de los hombres, debe colaborar en su construcción, con la aportación de
no sólo en cuanto al sustento y a las condiciones de vida, su técnica y de la doctrina y la vida que ha adquirido en
sino también cuanto a la prosperidad y a la cultura...» la Iglesia. Es miembro del Cuerpo Místico y debe cola-
(«Mater et Magistra»). borar en su extensión, en el afán de que la Vida llegue a
Cristo, que no ha solucionado los problemas materia- todos los hombres.
les de los hombres; que ha encomendado a su Iglesia
preocuparse del hombre concreto, pero sin invadir la es-
fera del César; Cristo propone a sus discípulos una doc-
trina de la perfección que consiste en dar de comer al LOS ARGUMENTOS POSITIVOS
hambriento, en visitar al enfermo y al preso; su apóstol
Santiago, el tremendo y concreto Santiago, nos dice que
«Religión pura e inmaculada a los ojos del que es Dios Un cristiano jamás debe limitarse a una postura ne-
y Padre, ésta es: asistir a los huérfanos y viudas en su gativa, ni a la refutación, por interesante que sea, de po-
tribulación, conservarse a sí mismo incontaminado del siciones no acordes con su doctrina. La actuación tem-
mundo». poral del cristiano en el mundo no puede apoyarse en
He aquí una de las aparentes paradojas en que tan fe- fundamentos tan débiles; necesita argumentos positivos,
cundo es el Evangelio. Todo deriva de nuestra condición una visión grandiosa de la tarea de los hombres en el
de espíritu encarnado y de la voluntad positiva que ha mundo; una seguridad de que la vida cristiana se perfec-
querido establecer un dualismo en el mundo. La Iglesia, ciona en las tareas temporales.
como institución de salvación, como depositaría de los Los argumentos en verdad no escasean. Para uno que
poderes de Cristo, tiene que predicar el mensaje, trans- se encuentra trabajando con todo empeño en la construc-
ción de un mundo más humano y justo puede resultar
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hasta enojosa la repetición. Sin embargo, insisto ¿n que refiere al mundo contaminado por el pecado de los hom-
es conveniente siempre, necesario en algunas ocasiones, bres. Es el que aparece en el discurso de Cristo en la últi-
afirmar sus convicciones para que el trabajo resulte en- ma Cena: «Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí me
tusiasmante y la vida cristiana progrese por los cauces ha aborrecido primero que a vosotros. Si del mundo fue-
debidos. rais, el mundo amaría lo que era suyo; mas pues no sois
Es absolutamente imposible exponer en una charla del mundo, sino que yo os entresaqué del mundo, por eso,
como la nuestra todos los fundamentos de la actuación os aborrece el mundo» (Jo, XV, 18-19).
temporal del cristiano, ni siquiera es necesario para nues- Un cristiano no puede ser del «mundo» entendido en
tro intento. Me limitaré a exponer algunos de los motivos este sentido, ni debe ser tan ingenuo que ignore el pecado
aue impulsan a la acción temporal al cristiano. Todos del «mundo». No se puede amar al «mundo» entendido en
ellos pueden reducirse a un único motivo: la caridad de este sentido que aparece en el Evangelio de San Juan.
Cristo nos urge. Sí, amigos de la justicia, no temáis al Por desgracia, bastantes cristianos que defienden un espl-
oírme hablar del único motivo de la caridad. Mañana v ritualismo desencarnado no han dejado de amar al «mun-
pasado hablaremos largamente de la justicia v podréis do» en el peor de los sentidos. La pura trascendencia
comprobar cómo la caridad no estorba al cumplimiento coexiste en ellos perfectamente con la celosísima salva-
de los deberes de justicia ni trata de suplantar a esta guardia de las posesiones y privilegios.
virtud; sino más bien la vivifica y la hace posible. En el mismo Evangelio de San Juan encontramos la
Todo se resuelve para el cristiano en el amor. Ni si- otra acepción de «mundo»; es decir, el salido de las
quiera, si se entiende bien la caridad, habría que hablar manos de Dios. De él se dice: «Porque así amó Dios al
de su doble vertiente para con Dios y para con el pró- mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de Que
jimo. Quien ama a Dios, al Dios cristiano que se nos ha todo el que crea en Él alcance la vida eterna» (Jo., III,
revelado en Cristo, no puede dejar de amar a sus herma- 16), En las primeras páginas del Génesis aparece el mun-
nos los hombres, por quienes el Hijo de Dios ha muerto do salido de las manos de Dios y una afirmación tran-
en la Cruz. Bastaría la aceptación plena de Dios y del quila y grandiosa: «Y vio Dios que era bueno».
mensaje de amor que dirige al hombre para integrarlo Este mundo salido de las manos de Dios, cuya bondad
todo en ese grande y único amor que responde al Dios siempre ha defendido la Iglesia luchando contra toda
que nos amó primero. clase de herejías y desviaciones, ha sido afectado cierta-
mente por el pecado del hombre en virtud de esa miste-
riosa solidaridad que une al hombre a todo el universo.
1. —AMAR EL MUNDO Un mundo que estaba destinado a ser el pedestal del hom-
bre, el que le proporcionase lo necesario para realizar su
Es lo que podríamos llamar el argumento cósmico. El vocación personal, el que estaba pidiendo la criatura ra-
«mundo» aparece en la Sagrada Escritura con dos signi- cional que cantase la gloria del Creador, ha sido desviado
ficaciones fundamentales: una de ellas es peyorativa y se de su fin:
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«Porque la creación fue sometida a la vanidad, no lidad de satisfacer las necesidades materiales indispen-
de grado, sino en atención al que la sometió, con espe- sables para el desarrollo de la persona humana.
ranza de que también la creación misma -será liberada Santiago lo dice con su contundencia acostumbrada:
de la servidumbre de la corrupción, pasando a la libertad «Si un hermano o una hermana andan desabrigados o
de la gloria de los hijos de Dios» (Rom.. VIII, 20-21). desprovistos del sustento cotidiano, y uno de vosotros
No es mi intención entrar en la polémica de los exé- les dijere: «Id en paz, calentaos y saciaos», mas no les
getas, ni tampoco en la complicada cuestión de saber diereis lo necesario para el cuerpo, ¿qué aprovecha? Así
qué será de este mundo al final de los tiempos. Muchas también la fe. si no tuviere obras, muerta está por sí
posturas existen entre lo-s mismos católicos acerca de la misma» (Santiago, II, 15-16).
suerte que le está reservada, como también respecto a
La misma afirmación fundamental en San Juan, que
las obras de civilización y de cultura que los hombres
no hace sino confirmar el famoso texto referente al iui-
vamos construyendo y destruyendo.
cio va transcrito: «En esto hemos conocido la caridad,
Bastaría para mi intento mostrar que el cristiano, en en oue Él dio su vida por nosotros; también nosotros
virtud de su amor a Dios, debe amar también al mundo
debemos dar la vida ñor los hermanos. Pues quien pose-
salido de las manos de Dios y cooperar con Él en la gran
yere los bienes del mundo, y viere a su hermano tener
obra de la Creación; desentrañando las grandes riquezas
necesidad, v cerrarse sus entrañas, desviándose de él,
que Dios puso en el mundo para el hombre, haciendo que
.-•cómo la caridad de Dios mora en Él? Hiiuelos, no ame-
esas riquezas sean efectivamente para el hombre en lugar
mos de nal^bra v con la lengua, sino con obra y de ver-
de servir para su destrucción.
dad» (Jo., III, 16-18).
Semeiantes textos dan en tierra con toda clase de
fariseísmo aue pudiera darse entre cristianos. ¿Oué se
2. — AMAR AL HOMBRE CONCRETO
ha hecho de la caridad afectiva como única recomendada
en la SaprpHq Escritura sesún el parecer de algunos? Se
Cuando Cristo nos ordena amarnos como Él mismo ha convertido en efectiva, como corresponde al verdadero
nos amó, nos ordenaba un amor al hombre concreto, no amor. Nadie creería en un auténtico amor, si se olvida
al hombre entidad abstracta, sino al hombre espíritu de las necesidades más elementales de la persona amada.
encarnado, que necesita hallarse rodeado de una serie Nunca insistiremos suficientemente en este aspecto
de condiciones para desenvolver plenamente su vida hu- de la caridad. En un mundo que adquiere cada día una
mana. conciencia más asruda de las diferencias existentes entre
El hombre concreto no es un ser puramente espiritual, los hombres; de la mvusticia que entrañan tantas situa-
sino un ser misterioso que une de una manera entera- ciones ; del penoso espectáculo que ofrece un mundo que
mente misteriosa también el espíritu y la materia. Amar se llama civilizado y deia padecer hambre a dos terceras
al hombre debe significar, sin duda, otorgarle la posibi- partes de la humanidad; la caridad simplemente afee-
EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO 43
42 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
tiva es motivo de burla para los hombres, que repetirían hiio de Dios; al que lo es ya de hecho o, por lo menos,
gustosamente el sarcasmo de Santiago. está, destinado a serlo en los designios de Dios. Amar al
Oue nadie se engañe, no obstante. Los bienes mate- hiio de Dios significa hacer todo lo posible para oue cada
riales son muv importantes para la vida del hombre, u r ) n nneda desarrollar con la plenitud posible su vocación.
constituven el elemento básico sobre el que debe cons- Evidentemente esta afirmación nos lleva, ante todo, a
truirse su vida, pero no deben mantener una primacía la consideración de nuestras tareas apostólicas. Un cristia-
que no les corresponde. El hombre es esníritu encarnado no debe hallarse preocupado siempre por la suerte de su
y hacemos bien en subrayar esta condición del hombre; hermano en el asunto mas trascendental de su vida; no le
pero no olvidemos, tendré ocasión de insistir fuertemente es lícita la postura de Caín: «;Sov acaso el guarda de mi
en ello, crae es espíritu y la vida del esníritu ha de des- hermano?» F.l afán de transmitir el mensaíe. de hacer
arrollarse nara consesruir la plenitud humana. partícipe al hermano de la verdad del Evantrelio. de la
Esto quiere decir, no hago más que apuntarlo, oue el vida al«~an7ada para todos ñor Jesucristo debe constituir
hombre concreto tiene necesidades de orden espiritual el emneño mavor de su existencia.
que ha de satisfacer. Frente a estas necesidades, los bie- Pero no me refiero ahora a esta tarea directamente
nes económicos aparecen como instrumentales, como los apostólica, sino a la actuación temporal del cristiano en
medios necesarios para conseguir los bienes más elevados relación con la vocación de hiio de Dios de cada uno de
del espíritu y de la cultura. los hombres. ;Tiene algo que ver la actuación temporal
Amar al hombre significará hacer lo posible para que con la vida cristiana de cada uno de los hombres?
el hombre tenga posibilidad de cultivarse, de desarrollar Es imposible negarlo. La experiencia lo muestra con
sus facultades espirituales. Amar al hombre significa crear toda claridad v el Magisterio se hace eco de este problema
las condiciones para que el hombre llegue al conocimiento oue en nuestro tiempo ha adquirido gravedad inusitada. La
de la verdad, para que pueda practicar la iusticía, para vida cristiana ha de vivirse en este mundo v se halla con-
que goce de auténtica libertad respecto a las presiones dicionada por la organización social; condicionada, he di-
interiores de los instintos y las exteriores del medio social. cho, no determinada como tos marxistas afirman con mavor
Amar al hombre significa crear una sociedad en que les o menor claridad.
sea posible a los hombres establecer una auténtica comu- El condicionamiento nace de la naturaleza social del
nión en el amor, comunión necesaria para la consecución
hombre y en nuestro tiempo la presión social aumenta en
de la plenitud humana.
virtud de la tendencia progresiva hacia la realización, en-
tendida en el sentido que Juan XXTTI le daba en la «Mater
et Magistra». Cada hombre depende cada vez más de las
3. —AMAR AL HIJO DE DIOS
estructuras de la sociedad en aue vive, de las instituciones
El cristiano que mira al mundo y a sus «emei antes con en que jurídicamente toman cuerpo las ideas de la época,
los ojos de la fe descubre en cada uno de los hombres al de las representaciones colectivas del medio social en que
se halla inmerso. t
44 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO 45
Tan acostumbrados nos hallamos a esta presión social de la Iglesia. Una vez que ha señalado los principios que
que prácticamente muchos acaban por no sentirla; no deben presidir la construcción del mundo, a los seglares
porque no exista, sino porque se ha llegado en algunos corresponde construirlo en la práctica, mediante la con-
casos a la identificación práctica del individuo con el grupo. junción de los principios con la técnica apropiada en cada
La vida personal no se distingue entonces de la vida social caso; aplicando los principios en programas que ya no
y el hombre queda reducido al conjunto de sus relaciones son del dominio de la Iglesia, sino elaboración propia de
sociales, sin que se manifieste el centro mismo de la vida la autonomía de los seglares y de su responsabilidad.
personal, sin que se viva la interioridad propia del ser
humano. Es una situación límite y patológica al mismo
tiempo, que no nos puede servir para montar el ideal de
las relaciones entre la persona y la sociedad.
LA ENSEÑíANZA DEL MAGISTERIO
En el orden de las condiciones materiales, todos sabe-
mos en alguna medida la influencia eme sobre la vida moral
y religiosa Duede eiercer el acondicionamiento de la vivien- Cuanto acabo de decir se halla claramente explicado en
da, los horarios v el ritmo del trabajo, la calidad de éste, la doctrina social de la Iglesia, esa doctrina que, en frase
la concentración de grandes masas, etc., etc. Ciertas con- de Pío XII, es obligatoria y sin cuya observancia no se
diciones de vida significan la carencia de aquel mínimo in- puede mantener la fe con seguridad.
dispensable que Santo Tomás requería para el ejercicio Para no hacer inacabable la exposición, me limitaré a
normal de la vida cristiana. poner de manifiesto los que considero puntos principales
Este coniunto de condiciones materiales v las represen- en lo relativo a la actuación temporal de los cristianos. Los
taciones colectivas modelan v configuran interiormente al textos son tan evidentes que casi no necesitan comentario.
hombre; de suerte que cuando muchos de nuestros con- Pero, así agrupados, fortifican la convicción que poseemos
temporáneos expresan un juicio sobre alerún aconteci- y contribuyen a que los desencarnados por ignorancia apre-
miento, casi podemos asegurar que es el iuicio del grupo cien a primera vista la postura del Magisterio, que les tiene
que se ha manifestado. Es uno de los peligros de la socia- que llevar a un cambio de conducta.
lización revelados por Juan XXIII; peligro que se puede
obviar, pero que no deja de ser desgraciadamente muv real.
La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este 1. — LA IGLESIA DEBE INTERVENIR EN LO TEMPORAL
estado de cosas e interviene doctrinalmente, denunciando
los aspectos negativos de nuestra civilización y señalando Sea ésta la primera afirmación del Magisterio, aunque
los cauces positivos que permitirán la construcción de un no se refiera directamente a la actuación temporal de los
mundo en que el hombre sea respetado y ayudado en la cristianos. Si lo pongo en primer lugar es simplemente
prosecución de su quehacer de hombre. porque tengo la convicción de que es el primer punto de
Pero no es suficiente, aunque necesaria, la intervención apoyo que toma un sector de los partidarios de la trascen-
46 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO 47
dencia pura, que conduce al espiritualismo desencarnado. para las opciones que puedan realizar los católicos dentro
Entre los inumerables que se pueden citar, desde León de las directrices religioso-morales que la Iglesia propor-
XIII a Juan XXIII, escojo uno de Pío XII por la trascen- ciona para la actuación en el mundo.
dencia y contenido doctrinal del discurso. Repitamos un texto conocidísimo de Pío XI, que ha
«Y ahora, ¿qué se sigue de todo esto para la Iglesia? sido confirmado repetidamente por los Pontífices poste-
Tendrá ella que vivir, hoy más que nunca, su misión; de- riores; enriquecido por nuevas aportaciones de los mis-
berá rechazar, más enérgicamente que nunca, aquella falsa mos en cuanto ensanchan los criterios de intervención. La
y angosta teoría —de su espiritualidad y de su vida inte- Iglesia ha acabado por decir que puede y debe intervenir
rior— que querría confinarla, ciega y muda, en el retiro en lo temporal en cuanto detenta la verdad sobre el hom-
del santuario. La Iglesia no puede, encerrándose inactiva bre. Limitémonos ahora a ese texto elemental, con objeto
en el silencio de los templos, abandonar su misión divina- de disipar sospechas y marcar los límites de la interven-
mente providencial de formar al hombre completo, y así ción. ! y¡ r
colaborar sin descanso a la constitución del sólido funda- «Mas renunciar al derecho dado por Dios de intervenir
mento de la sociedad. Esencial es en ella semejante misión. con su autoridad, no en las cosas técnicas, para las que
Considerada en este aspecto, la Iglesia puede definirse como no tiene medios proporcionados ni misión alguna, sino en
la sociedad de los que, bajo el influjo sobrenatural de la todo cuanto toca a la moral, de ningún modo lo puede
gracia por la perfección de su dignidad personal de hijos de hacer» (Pío XI, «Q. Anno,» 15-VII-31. Col. Ene. A. C, p.
Dios y por el desarrollo armónico de todas las inclinaciones 398, n. 14).
y energías humanas, edifican la potente trabazón de la con-
Notemos solamente un matiz que quedará más fuerte-
vivencia humana». (Pío XII, 20-11-46. Disc. al Sacro Colegio
mente afirmado en Pío XII. La Iglesia puede evidente-
Cardenal. Col. Ene. A. C, p. 329, n. 11)
mente, de acuerdo con el texto citado, intervenir en el
mundo desde su peculiar punto de vista. ¿Deberá también
hacerlo o es simplemente potestativo? Hay que contestar
2 . — NO EN LO PURAMENTE TÉCNICO que la Iglesia debe intervenir, no puede renunciar al dere-
cho, debe ejercitar su misión de guardiana del orden mo-
También es sobradamente conocido entre nosotros el ral. Claro está que a Ella corresponde la elección de los
pensamiento de la Iglesia en este punto; pero, por más que momentos y de los temas en cada caso preciso.
parezca increíble a estas alturas, hay gentes que no cono-
cen el punto de vista de intervención de la Iglesia en los
asuntos del mundo. De aquí que, ante cualquier interven- 3. — EL ESPIRITUALISMO DESENCARNADO CONDENADO
ción, piensen que saliéndose de su competencia hace polí-
tica o economía. Entramos ya en el conjunto de afirmaciones que se
La Iglesia no interviene en los asuntos de ese mundo refieren a la actuación temporal de los católicos. Comen-
en lo que es puramente técnico y deja un cauce amplio cemos por un texto negativo y positivo a la vez. Significa
48 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO 49
una condenación de la postura de algunos católicos que
quieren desentenderse de las cosas de este mundo en vir- «Al contrario, el espíritu y el ejemplo del Señor que
tud de un ideal de falsa trascendencia, ajeno por completo vino para buscar y salvar lo que estaba perdido; el pre-
al cristianismo. cepto del amor y, en general, el sentido social que irradia
«Guardaos de los que desprecian ese servicio cristiano de la buena nueva... las enseñanzas y exhortaciones de los
al mundo contraponiéndole un llamado «puro» «espiritual» Romanos Pontífices, especialmente en el correr de los úl-
cristianismo. Estos no han comprendido esta divina ense- timos decenios, sobre la conducta de los cristianos para
ñanza, comenzando por su fundamento: Cristo, verdadero con el prójimo, con la sociedad y el Estado, todo esto pro-
Dios, pero también verdadero hombre. El apóstol Pablo clama la obligación del creyente de ocuparse, según su con-
nos hace conocer el pleno, íntegro querer del Hombre-Dios, dición y su posibilidad, con desinterés y con valor, en las
que mira también a ordenar este mundo terreno...» (Pío cuestiones que un mundo atormentado y agitado tiene
XII, RM. Navidad 1955, Doc. Soc, p. 1174-1175). que resolver en el campo de la justicia social, no menos
Insistamos en ello una y otra vez. Todavía entre nos- que en el orden internacional del derecho y de la paz».
otros hay muchos católicos que no conocen la doctrina «Un cristiano convencido no puede encerrarse en un
pontificia y algunos que no quieren conocerla, aunque ocu- cómodo y egoísta aislacionismo, cuando es testigo de las
pan altos puestos en las organizaciones apostólicas El daño necesidades y de las miserias de sus hermanas; cuando le
que se ha hecho a la Iglesia es ya inmenso, puesto que ha llegan los gritos de socorro de los desheredados de la for-
aparecido a los ojos de muchos como protectora de situa- tuna; cuando conoce las aspiraciones de las clases traba-
ciones adquiridas. El falso espiritualismo ha alejado a jadoras hacia unas condiciones de vida más razonables
muchos hombres de la Iglesia y hasta del cristianismo, y justas; cuando se da cuenta de los abusos de un ideal
presentándolo como una doctrina a la que no preocupa en económico, que coloca el dinero por encima de todos los
absoluto la vida del hombre en el mundo. deberes sociales...» (Pío XII, RM. Navidad 1948, Col. Ene.
A. C, pp. 268-269).
Un comentario a este texto, que prácticamente no nece-
4. — E L CATÓLICO NORMALMENTE DEBE ACTUAR EN EL MUNDO sita comentario alguno, para indicar una vez más que la
doctrina pontificia no ignora ciertas vocaciones especiales
Es la afirmación positiva y contundente que los Papas que se dan dentro de la Iglesia. La doctrina expuesta vale
no cesan de urgir una y otra vez, en nombre de los prin- para la inmensa mayoría de los católicos seglares, para los
cipios cristianos. No pretendo exponer todas las razones que viven dentro y en medio del mundo, manteniendo ple-
que invocan los Papas para esta intervención y que, más o namente su condición seglar. El abstencionismo por parte
menos, pueden reunirse en los apartados generales que an- de estos seglares en nombre de cualquier espiritualismo
teriormente señalé. Nos basta la seguridad de que la vida falso o por simple comodidad se halla terminantemente
cristiana exige normalmente la intervención en el mundo prohibido por la Iglesia. ,
para ajustarlo a las exigencias cristianas.
50 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO 51
más que para confirmar el estado actual de cosas con su dos» (Pío XII, Carta de la Secretaría de Estado a la XVI
abstención. Semana Social de España, 8-V-56).
«Necesaria y continuamente la vida humana —la pri-
vada y la social— se encuentran en contacto con la ley y
el espíritu de Cristo; de ahí resulta, por fuerza de las cosas, 7.— E N LOS PUESTOS DECISIVOS
una compenetración recíproca del apostolado religioso y
de la acción política. Política, en el sentido noble de la Anteriormente he combatido esa «mística del fracaso»
palabra, no quiere decir otra cosa que colaboración para que intenta presentar como «voluntad de Dios» lo eme no
el bien de la ciudad (Polis). Pero este bien de la ciudad es sino resultado de nuestra falta de competencia. Con no
tiene una extensión muy grande, y, por consiguiente, es en menor visor hav eme luchar contra la tendencia a auedarse
el terreno político donde se discuten y se dictan también en la superficie de las cosas, en los fenómenos más llama-
las leyes de la mayor importancia, como las que conciernen tivos ñor dolorosos, que no llegan a las raíces profundas,
al matrimonio, la familia, el niño, la escuela, por limitarse a las verdaderas causas de los males sociales.
a estos ejemplos. ¿No son esas, acaso, cuestiones que inte- Tenemos necesidad de militantes cristianos en todos los
resan primordialmente a la religión? ¿Pueden dejar indi- niveles; en la base de la vida social, en los puestos inter-
ferente, apático, a un apóstol? (Pío XII, Disc. al Congr. medios v también entre los dirigentes. Las decisiones más
Mundial de Apostolado Seglar, Col. Ene. A. C, p. 1268). importantes, las que comprometen la vida de la nación
Esto ha sido verdad en todo tiempo, pero reviste una para muchos años, no se toman en la base, sino en centros
particular urgencia en el nuestro por diversas razones. Ante determinados eme es preciso alcanzar.
todo, porque la mayor complejidad de la vida social ha Una precisión se impone. El cristiano que aspira, cuando
producido una intervención creciente del Estado en todos tiene aptitudes, a ocupar un alto puesto en la sociedad o
los dominios. Pero también porque cada vez es mayor la a influir en los lugares decisivos de la misma, debe vigi-
participación activa del pueblo en la vida pública; parti- larse continuamente para evitar que la motivación prime-
cipación que los Pontífices no registran solamente en el ra, la del servicio a la comunidad, se convierta en un deseo
terreno de los hechos, sino a la que conceden claro valor de mando, de hacer prevalecer a toda costa sus opiniones.
normativo, como aparece explícitamente en la «Mater et Llegar a los centros importantes solamente puede signi-
Magistra» de Juan XXIII. ficar para un cristiano acrecentar el deseo de servir, inten-
tar modelar de una manera eficaz un sector de la vida con
«La cooperación a este fin, decía Pío XII, tantas veces
los principios cristianos.
olvidada por muchos, a causa de un inexplicable absentis-
mo de los problemas de la sociedad, puede llegar incluso En un mundo que buscaba una salida a la espantosa
a la participación en el gobierno de la cosa pública, que confusión creada por el último conflicto mundial, Pío XII
hoy ya no es privilegio de unos pocos, sino deber de todos, hizo oir su voz una vez más, aconsejando a los católicos
en función de las responsabilidades de que están investi- esta postura realista y que entraña grandes sacrificios de
preparación y de dedicación. Es mucho más fácil realizar
54 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO 55
una labor abnegada en la base que llevar la misma abne- rreno de la especulación. Generalmente hemos alcanzado,
gación, más la preparación tan costosa, a los puestos de en esos sectores reducidos, un mínimo de instrucción (no
mayor responsabilidad. muy elevado); en pocas ocasiones se ha llegado al segundo
«A la evolución rápida de la sociedad y de sus institu- nivel de la educación; casi nunca se termina en la acción
ciones debe corresponder en el plano religioso un esfuerzo propiamente dicha, que es la que puede en verdad trans-
paralelo. Es importante que el cristiano se halle presente formar lo que no se halla enteramente de acuerdo con los
allá donde se ejerce una influencia decisiva para el bien. principios cristianos.
Atento en seguir el movimiento de las ideas, interviene a No basta poseer los principios cristianos para la acción,
tiempo para defender y promover los principios de la sana ni es suficiente tener un cierto dominio de los textos pon-
moral, apovada y prolongada por las luces de la Revelación tificios. Hay que dar un paso decisivo con la adquisición
en la legislación, las asociaciones y movimientos profesio- de los conocimientos técnicos indispensables para la ac-
nales y culturales, los medios de información; vela para tuación y con la educación social. Pero ni siauiera es esto
salvaguardar plenamente los derechos prcrroaativos de la suficiente. Se pueden elaborar magníficos programas que
persona humana frente a su destino temporal v eterno» se auedarán en... programas, si es que no se procede a la
(Pío XII, al Congreso Mariano del Canadá, 15-VIII-54). realización práctica. Como no basta a un empresario tra-
zar el programa de su empresa, si no pone en juego los
medios aue aseguren la producción y la venta del producto
en el mercado.
8.— MEDIANTE UNA ACCIÓN EFICAZ
Las palabras de Pío XII eran ya apremiantes: «Por ello
Juan XXIII nos ha resalado en la «Mater et Maeistra» nos dirigimos a los católicos del mundo entero, exhortán-
un peaueño tratado de vida cristiana aue debemos explotar' doles a no conformarse con buenas intenciones y bellos
convenientemente. En la última parte de la encíclica, la programas, sino a proceder decididamente a su realiza-
más pastoral de todas ellas por dirigirse a los cristianos ción práctica» (Pío XII, Aloe, al S. Col. Cardenalicio,
exhortándoles al cumplimiento de las orientaciones expues- 2-VI-48; Doc. Soc, p. 1128).
tas en las- tres primeras partes, ha querido señalarnos los Durante la guerra se había dirigido en términos desusados
tres momentos de la actuación del cristiano: instrucción, a los católicos del mundo entero, urgiendo la acción inme-
educación y acción. diata : «No lamentos, sino acción, es el precepto de la hora
presente; no lamentos sobre lo que es o lo que fue; sino
Nada más oportuno. Los católicos tenemos, por lo me-
reconstrucción de lo que surgirá y debe surgir para bien
nos entre nosotros, una especial predisposición a quedar-
de la sociedad» (Pío XII, RM. de Navidad de 1942, Col.
nos en el terreno de los principios, a perorar sin realizar.
Ene., 3 ed., p. 429).
Hasta en muchas organizaciones de tipo apostólico se ad-
vierte que han franqueado un primer paso, introduciendo
la preocupación por la actuación de los militantes en el
mundo; pero quedándose muy frecuentemente en el te-
56 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
EN EL MUNDO SIN SER DEL MUNDO 57
Hay que disipar entre los católicos la creencia de que 10. — EN LA TAREA MÁS GRANDIOSA
este mundo puede arreglarse mediante un procedimiento
mágico que lo solucione todo sin sacrificio de nadie. Nin- Terminemos ya. He querido mostrar a lo largo de la
guna tarea verdaderamente grande se ha realizado sin charla que la actuación temporal del cristiano, en contra
costosos sacrificios y ésta es la más grande de todas en el de los partidarios del espiritualismo desencarnado, de los
orden humano. abstencionistas por diversos motivos, es algo específico del
El sacrificio afectará a todos los grupos sociales y para seglar que desarrolla normalmente su tarea en el mundo.
cada uno de ellos ha de presentar distintas modalidades; Juan XXIII nos ha hablado de ello largamente en la
pero en unas charlas dedicadas principalmente a profe- «Mater et Magistra». Allá se nos dice que la actuación tem-
sionales es preciso declarar con toda lealtad que vuestro poral del cristiano responde perfectamente al plan de la
grupo, por otra parte no el más favorecido de la actual Providencia y que debe ser fuente de perfección personal
sociedad, ha de afrontar sacrificios muy grandes con au- para cada uno de los que ardorosamente se entregan a
téntico espíritu de servicio. ella.
Hoy en día otros grupos en nuestro país ni siquiera Se nos dice también que esta actuación temporal cons-
con grandes sacrificios alcanzan el nivel de vida que puede tituye un verdadero apostolado, aunque no en la misma
considerarse mínimo en nuestra civilización. Vuestro línea que el apostolado jerárquico, deshaciendo las objecio-
grupo, hablaremos de ello más largamente, ocupa una nes que de siempre han tendido a acumular los «espiri-
buena posición en nuestra sociedad y no encuentra difi- tualistas». «Viene a ser un trabajo que no sólo contribuye
cultad mayor para una cierta holgura de vida que, en al- a su propia perfección sobrenatural sino también a exten-
gunos casos, pasa de verdadera holgura para transformar- der y difundir en los otros los frutos de la redención, y a
se en auténtico lujo. Una sana justicia distributiva pide fecundar con el fermento evangélico la civilización en que
que los sacrificios se repartan proporcionalmente entre los se vive y se trabaja» («Mater et Magistra», Ed. de la HOAC,
ciudadanos y cese la desigualdad irritante que nos tocará n. 262).
examinar. Nos queda por hacer una última afirmación y por de-
La admonición de Pío XII a los católicos alemanes no moler el último reducto de los opuestos a la actuación
ha perdido actualmente entre nosotros, en estos momentos temporal. Es verdad que constituye un apostolado, nos
de desarrollo económico: «Ser cristiano exige también im- dirán, pero no comparable al tradicional; siempre ha de
periosamente virtud y sacrificio. Siempre lo ha exigido; quedar firme que lo primario y fundamental es lo otro.
pero hoy lo exige muy especialmente, y no raras veces, vir- No entremos en comparaciones odiosas, ni confunda-
mos las distintas funciones de la Jerarquía y los seglares
58 HACIA UN CRISTIANISMO ABULTO
aquí comienza, pero que se consuma fuera del ámbito de en nombre de la Iglesia porque no es de su competencia;
la Historia, la pregunta acerca de si debe comprometerse ni en nombre de ninguna ciencia, porque afortunadamente
o no, no es en manera alguna ociosa. tal receta no existe. Tenemos que trabajar todos, cada
Resuelta ayer la cuestión en sentido afirmativo, tenemos uno en su campo propio, para hallar aquellas soluciones
que dar hoy un paso más y muy importante para aproxi- que mejor se adapten a las situaciones cambiantes.
marnos a aquello que pedía Pío XII y que nuestros contem- En la primera parte de la charla, trataré dos temas de
poráneos corean: Ha llegado la hora de la acción. El pue- tipo general que todavía paralizan las fuerzas de muchos
blo, con su lenguaje expresivo y su fundamento en las católicos en discusiones bizantinas. En la segunda, procu-
grandes intuiciones, suele pedir hechos que corroboren las raré una exposición sintética de los principios fundamen-
palabras; el lenguaje de los hechos es el que convence y tales que deben presidir la construcción del orden social
hoy prontamente se llama charlatán a quien no confirma nuevo,
las convicciones con la conducta.
Hay algo de lo que no duda uno que desea comprome-
terse : la existencia de una injusticia social en el mundo, la
necesidad de cambiar algo que no se halla de acuerdo con
los principios cristianos. Es una intuición confusa en mu-
chos, pero no por ello menos firme. No se sabría explicar
con detalle en qué consiste en los diversos sectores de la
vida humana; pero nadie nos podría convencer de lo con-
trario, aunque no supiésemos contestar a sus argumentos.
Sin embargo, a la hora de comenzar la construcción de
ese mundo más ajustado a los principios cristianos, cons-
trucción en la que iremos de la mano con otros hombres
no cristianos pero que aceptan los grandes principios del
Derecho Natural, inevitablemente se plantea esta pregun-
t a : ¿Con arreglo a qué principios comenzaremos la cons-
trucción? ¿Por dónde tendremos que abordar la tarea?
La Iglesia no puede proporcionarnos las fórmulas prác-
ticas de la construcción del mundo; no es de su compe-
tencia, como vimos ayer. El que pretenda hallar en una
exposición de la doctrina de la Iglesia la receta mágica
que le solucionará todos los problemas de orden político,
económico o estrictamente social sufrirá una inevitable
decepción. Yo no os puedo proporcionar la receta mágica
I
Cuestiones previas
al mismo Estado. ¿No es esto un deber sagrado para todo trario, todos los esfuerzos serán estériles...» (Pío XI,
cristiano? ...No os conduzcan a engaño los suscitadores «Q. Anno», Col. Ene. A. C, p. 418, n. 52)
de errores y de teorías malsanas, perversas corrientes, no La contestación se encuentra en parte en la misma En-
de crecimiento, sino más bien de corrupción y de destruc- cíclica y, sobre todo, en la cuarta parte de la «Mater et
ción de la vida religiosa; corrientes que pretenden que, ai Magistra» Es preciso distinguir entre una minoría de
pertenecer la redención al orden de la gracia sobrenatural hombres capaces de emerger de una situación y luchar
y al ser, por lo tanto, obra exclusiva de Dios, no necesita contra ella; y la mayoría, que sufre demasiado pesadamen-
nuestra cooperación en este mundo... Pero votros, cons- te la influencia de las estructuras, instituciones y repre-
cientes y convencidos de tan sacra responsabilidad, no os sentaciones colectivas. Como también es preciso distinguir
conforméis jamás, en el fondo de vuestra alma, con aquella el proceso primero de educación y la acción de enverga-
general mediocridad pública en que el común de los hom- dura capaz de restaurar el orden social entero.
bres no puede, si no es con actos heroicos de virtud, ob- En primer lugar, es preciso acudir a la experiencia
servar los divinos preceptos, siempre y en todo caso invio- para reafirmar una vez más el peso de la organización
lables» (Pío XII, 50 Aniversario de la «Rerum Novarum», social sobre la mayoría de los hombres, incluso cuando ese
Col. Ene. A. C, pp. 472-473). peso no es advertido por la creación de hábitos que con-
Este texto nos aclara negativamente la cuestión; nos forman al hombre con la sociedad en que vive. Una parte
confirma en aquello que nos decía ya el P. Y. de Mont- de las llamadas «técnicas del hombre» buscan afanosa-
cheuil de la santidad del seglar situado en el mundo. A mente esta integración del hombre en nuestra sociedad
los que quisieran comenzar por hacer santos para cambiar actual, haciendo desaparecer la inadecuación mediante el
posteriormente las estructuras la Iglesia responde que el cambio del hombre, no por la transformación de la so-
trabajo para cambiarlas, la actuación temporal, es uno de ciedad.
los elementos integrantes de la vida cristiana en la me- Nos decía Pío XI casi como continuación del párrafo
dida de la condición y posibilidad de cada uno. anteriormente citado: «Todos se impresionan casi única-
mente con las perturbaciones, calamidades y ruinas tem-
Todavía cabría afrmar que, aceptada la conclusión an-
porales. Y ¿qué es todo esto, mirando con ojos cristianos,
terior, hace falta un período de preparación, sin el cual
como es razón, comparado con la ruina de las almas? Sin
no es posible la transformación cristiana del mundo. In-
embargo, se puede decir sin temeridad que las condicio-
cluso alguna frase de Pío XI, que tan fuertemente insistió
nes de la vida social y económica son tales, que a una gran
en la necesidad de reforma de estructuras, inclina en ese
parte de los hombres les crean las mayores dificultades
sentido.
para cuidarse de lo único necesario, s u salvación eterna»
«Pero si consideramos este asunto más diligente e ín- (Pío XI, «Q. Anno», Col. Ene. de A. C , p . 418, n. 53).
timamente, decía el Pontífice, claramente descubriremos Si esas condiciones crean las mayores dificultades a la
que a esta restauración social tan deseada debe preceder mayor parte de los hombres, si una de las causas de des-
la renovación profunda del espíritu cristiano, ...de lo con- cristianización es justamente la mala organización social,
74 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 75
no se puede esperar que todos esos hombres normalmente Con la misma claridad la doctrina de la Iglesia rechaza
puedan realizar un cambio tan total en su vida, si al mis- la postura de los partidarios de la reforma de estructura
mo tiempo no se procura un cambio de la organización ante todo. La Iglesia no admite de ninguna manera la de-
social que les ha alejado de la vida cristiana. Es necesario jación de su misión evangelizadora, cualquiera que sea
que el trabajo corporal no «se convierta a cada paso en la situación social en que se encuentre la humanidad o un
instrumento de perversión» y que cese la deplorable situa- pueblo determinado en una época histórica.
ción en que «de la fábrica sale ennoblecida la materia, Reconociendo plenamente el condicionamiento de la
mientras en aquella se corrompen y envilecen los hombres». vida religiosa por las estructuras sociales, la Iglesia niega
No solamente hay que enfrentarse con la casi imposibi- terminantemente todo determinismo y afirma la posi-
lidad práctica de la mayoría, sino que tampoco la minoría bilidad individual de vivir la vida cristiana, así como la
capaz de emerger de la sociedad llevará a buen fin su tarea de predicar el mensaje evangélico. Una cosa es admitir y
mientras no entre por el camino de la educación activa. comprender las dificultades que determinadas estructuras
Es la gran lección de los movimientos especializados que presentan a la vida cristiana; otra muy distinta condicio-
Juan XXIII ha recogido en la «Mater et Magistra». nar la predicación del mensaje a la transformación de las
«El paso de la teoría a la práctica es arduo por natu- mismas. Mucho más cuando la Historia desmiente tales de-
raleza, tanto más cuanto se trata de llevar a términos con- terminismos.
cretos una doctrina social como la cristiana». «Para actuar
En el discurso dirigido por Pío XII a la Acción Católica
cristianamente en el campo económico y social difícilmen-
Italiana en 1951 existe una referencia clara a esta postura,
te resulta eficaz la educación, si los mismos sujetos no
así como su refutación. En él podemos advertir cómo el
toman parte activa en ella, y si la misma no se desenvuelve
Papa admite la influencia de la organización social en la
a través de la acción. Con razón se suele decir que no se
vida cristiana, como ya hemos visto en Pío XI; pero tam-
consigue la aptitud para ejercer la libertad rectamente,
bién la firmeza con que combate toda pretensión de subor-
sino por medio del recto uso de la libertad. Análogamente,
dinar el apostolado a la transformación social.
para actuar cristianamente en el campo económico y social
«La actividad de la Acción Católica se extiende a todo
no se conseguirá educar sino por medio del concreto ac-
el campo religioso y social, es decir, hasta donde llega la
tuar cristiano en este ámbito» (Juan XXIII, «Mater et Ma-
misión y la obra de la Iglesia. Ahora bien, ya se sabe que
gistra», Ed. de la HOAC, núms. 231-233-234).
el normal crecimiento y fortalecimiento de la vida religio-
Creo que tendría que decir bastante más cosas a este sa supone una determinada medida de sanas condiciones
respecto e introducirme más a fondo en la cuestión. Efec- económicas y sociales. ¿Quién no siente que se le oprime
tivamente, estoy íntimamente convencido de que, pasando el corazón al ver en qué medida la miseria económica y ios
de la superficie al fondo, nos encontraríamos con el gran males sociales hacen más difícil la vida cristiana según los
problema de la esencia de la misma vida cristiana. Dejé- mandamientos de Dios, y exigen con demasiada frecuencia
moslo ahora y contentémonos con estas citaciones que sacrificios heroicos? Pero de aquí no se puede concluir que
dirimen la cuestión suficientemente. la Iglesia deba comenzar por dejar aparte su misión reli-
76 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 77
giosa y procurar ante todo la curación de la miseria so ma social, porque la caridad no tolera semejantes dilacio-
cial. Si la Iglesia ha sido siempre solícita en la defensa y nes y en cada momento estamos obligados a hacer el bien
promoción de la justicia, ella, ya desde el tiempo de los posible. Se engañan igualmente los que quieren abandonar
Apóstoles, aun ante los más graves abusos sociales, ha toda tarea apostólica para realizar la reforma social, espe-
cumplido su misión, y, con la santificación de las almas y rando volver a aquella una vez que se hayan establecido
con la conversión de los sentimientos internos, ha tratado las debidas condiciones. Para ser verdaderamente cristia-
de iniciar el remedio incluso de los males y daños sociales, no hay que abordar las dos reformas simultánea y decidi-
persuadida como está de que las fuerzas religiosas y los damente.
principios cristianos valen, más que otro medio cualquie-
ra, para conseguir su curación» (Pío XII, 3-V-51, a la A.C.
Italiana, Col. Ene. 5 ed., p. 1252, n. 4).
Más tarde, y aprovechando la misma significativa fiesta ¿JUSTICIA O CARIDAD EN LA REFORMA SOCIAL?
de la vez anterior (la de la Ascensión), se dirige a las
A.C.L.I. insistiendo en el mismo punto; pero de una ma-
nera particular en la necesidad de la conversión interior De nuevo nos encontramos con otro de los temas que
para trabajar en la reforma de estructura*. El texto, de han constituido y siguen constiuyendo motivo de polémica
manera extremadamente densa, compendia la postura de entre católicos y no católicos. Entre los católicos porque,
la Iglesia frente a dos concepciones de la vida cristiana como en el problema anterior, se dan dos tendencias extre-
igualmente erróneas. mas e igualmente viciosas que se enfrentan sin llegar ja-
«Se engañan, por lo tanto, aquellos católicos, promo más a un acuerdo; con los no católicos porque general-
tores de un nuevo orden social, que defienden lo siguien- mente suelen mirar con compasión al que habla de caridad
te: Ante todo ,1a reforma social; luego ya se pensará en cuando se trata de reformas sociales.
la vida religiosa y moral de los individuos y de la sociedad. La polémica ha tenido sus razones históricas, que bre-
En efecto; no se puede separar la primera cosa de la se- vemente examinaré, pero prácticamente tenía que haber
gunda, porque no se puede desunir este mundo del otro, terminado, una vez que el Magisterio ha deslindado los
ni partir en dos al hombre que es un todo viviente» (Pío XII, campos, haciendo más comprensibles las relaciones exis-
14-V-53, Disc. a las A.C.L.I., Col. Ene. A.C, 5 ed., p. 1598, tentes entre las dos virtudes. No es así, sin embargo, sobre
número 7). todo entre nosotros, que recogemos con retraso lo que se
Resumiendo podríamos decir que la Iglesia pide la re- discute y se habla en el mundo. Ayer veíamos que contra
forma de costumbres y la de estructuras; que estas refor- la actuación temporal de los cristianos se objetaba que el
mas han de abordarse simultáneamente, puesto que no afán por la justicia tendía en muchos cristianos al menos-
es posible la una sin la otra en la unidad viviente que es el precio de la caridad; cuando ésta es la virtud que debe
hombre cristiano. Se engañan los que pretenden una san- solucionar los problemas de la vida social. En el extremo
tidad desencarnada, que después se ocuparía de la refor- contrario nos encontramos con los defensores a ultranza
78 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 79
de la justicia, que estiman peligrosa la intromisión de la gobierno, mientras de esa función quedan excluidos los
caridad en estas cuestiones. demás grupos sociales. Hoy no se admite que las enormes
diferencias en la vida social y económica tenga su origen
en las leyes inmutables cuyo curso no se puede torcer, sino
A- — Por qué se ha planteado el problema. que los hombres se proponen como tarea de primordial
importancia cambiar la organización económica y social.
Ricos y pobres, opresores y oprimidos ha habido siem- No bastaría, sin embargo, la conciencia de la injusticia
pre en el mundo. En ninguna época histórica los hombres para explicar plenamente lo que sucede en nuestro mundo,
han conseguido una organización social tan perfecta que si al mismo tiempo el hombre contemporáneo no creyese
haya provocado el unánime asentimiento de sus miembros en la posibilidad de solucionar este estado de cosas. Los
y las luchas de los pobres contra los ricos, de los goberna- avances científicos y técnicos dejan vislumbrar la posibi-
dos para limitar el poder de los gobernantes constituyen lidad de llegar a una solucón, al menos parcial, de los más
un elemento de primordial importancia en la complicada graves casos de injusticia. Una mayor igualdad entre los
trama de la historia. hombres, el acceso a los bienes materiales y culturales
Pero existen grandes diferencias entre unas y otras por parte de todos los hombres, son objetivas que se con-
épocas, tanto en cuanto a la organización social, como en templan como posibles para un futuro próximo.
cuanto a la conciencia que la sociedad tiene de sus propios Durante el s. XIX han tenido lugar dos fenómenos de
problemas. Durante larguísimos períodos de tiempo la so- incalculable alcance. Por una parte, ha nacido el proleta-
ciedad se ha encontrado dividida en estamentos jerarqui- riado industrial, como fruto particular del sistema cono-
zados, a los cuales se pertenecía por nacimiento, sin que cido con el nombre de capitalismo liberal; masa de hom-
a nadie se le ocurriese preguntar por la justicia o injusticia bres que han vivido en condiciones infrahumanas, someti-
de tal jerarquización. Es verdad que repentinamente es- das a una explotación inicua que ha provocado una espan-
tallaba la revuelta largamente incubada; pero no pretendía tosa miseria material y moral. Por otra, el proletariado
normalmente acabar con el orden establecido, sino más industrial adquirió conciencia de la explotación injusta de
bien significaba una protesta contra los abusos dentro del que era objeto y ha llegado a la conclusión de que existen
orden y el deseo de ponerles término. posibilidades para salir de ella organizando una sociedad
Los tiempos han cambiado y hoy los hombres no admi- en que todos puedan ser hombres.
ten lo que anteriormente no planteaba problemas. Existe Eso pensaba el proletariado industrial, agitado por di-
una conciencia de injusticia, producto de causas comple- versas corrientes ideológicas que explicaban su situación
jísimas que no tengo tiempo de examinar ahora y que han e impulsaban a encontrar una salida a la misma. Los capi-
actuado desde hace largo tiempo sobre la mentalidad del talistas liberales pensaban de manera muy distinta, al
hombre contemporáneo. Hoy, por ejemplo, la mayoría de menos en la vida corriente, prescindiendo de las compli-
los hombres del mundo que se llama civilizado no admite caciones de pensamiento de los grandes teóricos. Para el
que un grupo social tenga una función permanente de capitalista liberal corriente, todo lo que sucedía era prác-
80 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 81
ticamente inevitable y consecuencia del funcionamiento
de las leyes económicas que su naturalismo social les hacía nos proporcionan tan abundantemente; mientras la otra,
concebir como inmutables. Por increíble que nos parezca compuesta de ingente muchedumbre de obreros, reducida
hoy, así han pensado... y así piensan todavía muchos de a angustiosa miseria, luchaba en vano por salir de la es-
los privilegiados de nuestra sociedad. trechez en que vivía» (Pío XI, «Q. Anno», Col. Ene. A.C.,
La pretendida absoluta libertad de los contratos hacía p. 389, n. 2).
creer al liberal que la justicia se había salvado en la vida El Papa ha planteado el problema social sin disimulos,
económica. Consecuentemente no se podía hablar de jus- con la valentía que le caracterizaba, con un lenguaje que
ticia al tratar de arreglar las deplorables consecuencias un pobre sacerdote no podría utilizar porque sería tachado
que el sistema acarreó consigo. La mseria de lo-s prole- inmediatamente de demagogia Dos clases sociales dividi-
tarios era inevitable desde el punto de vista económico das, una diferencia enorme entre ambas. He aquí el primer
y debida, en buena parte, a su mala administración, holga- aspecto del problema social que se completa con dos ca-
zanería, etc., etc. racteres : los que disfrutan de los bienes de la civilización
En este ambiente se mueven los católicos durante la son unos pocos; la mayoría se encuentra en una angustio-
segunda mitad del s. XIX; quiero decir los católicos que sa miseria. Veamos las soluciones que los diversos grupos
ocupan posiciones privilegiadas y que van a constituir proponen:
poco a poco casi la exclusiva clientela de nuestras iglesias. «Era un estado de cosas al cual con facilidad se avenían
Los obreros católicos se hallan ya en minoría y práctica- quienes, abundando en riquezas, lo creían producido por
mente aplastados por los que utilizan la religión para cu- leyes económicas necesarias; de ahí que todo el cuidado
brir sus injusticias. Solamente unos cuantos hombres para aliviar esas miserias lo encomendaran tan solo a la
generosos, pertenecientes a la aristocracia o al grupo de caridad; como si la caridad debiera encubrir la violación
los intelectuales, perciben el problema y procuran descu- de la justicia, que los legisladores humanos no sólo tolera-
* brir una solución con mayor o menor fortuna, con medios ban, sino aun a veces sancionaban» (ídem).
más o menos adecuados.
Es imposible extenderse en el comentario de este párra-
La situación ha sido maravillosamente descrita por fo lleno de intención, que cabe aplicar en su plenitud a
Pío XI al principio de la «Quadragesimo Anno». En primer muchas situaciones actuales. Pío XI hablaba de fines del
lugar, se describe la situación de una sociedad dividida en siglo pasado, pero en ciertos aspectos no hemos superado
dos clases que luchan encarnizadamente. todavía aquella etapa. Se podrían encontrar muchos cató-
«En efecto, cuando el s. XIX llegaba a su término, el licos, también en nuestras organizaciones apostólicas, a
nuevo sistema económico y los nuevos incrementos de la los que conviene enteramente el juicio del Pontífice. Se
industria en la mayor parte de las naciones hicieron que la podrían encontrar muchos mecanismos, de nuestra vida
sociedad humana apareciera cada vez más claramente di- social que de hecho favorecen tales situaciones.
vidida en dos clases: la una, con ser la menos numerosa,
Claro que los obrero* no pensaban como los capitalis-
gozaba de casi todas las ventajas que los inventos moder-
tas liberales. «Al contrario, los obreros, afligidos por su
angustiosa situación, la sufrían con grandísima dificultad
PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 83
82 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
y se resistían a sobrellevar por más tiempo tan duro yugo... ees fueron rechazados como peligrosos innovadores, otras
Así también pensaban muchos católicos, sacerdotes y se- encontraron obstáculo entre sus mismas filas, en los de-
glares, que... no podían convencerse, en manera alguna, fensores de pareceres contrarios...» (ídem).
de que tan grande y tan inicua diferencia en la distribu- No es preciso continuar. El resultado lamentable es la
ción de los bienes temporales pudiera en realidad ajustarse apostasía de las masas obreras, el gran escándalo del s. XX,
a los designios del Creador Sapientísimo» (ídem). como decía el mismo Papa. Los obreros se han encontrado
El cuadro aparece perfecto. La mayoría de los católicos con condiciones objetivas de vida que dificultaban la prác-
que ocupan posiciones privilegiadas en la vida económica tica de la virtud y con una actitud de los católicos privi-
y social no se plantea problema alguno de justicia ni en legiados que les ha alejado de la Iglesia.
cuanto a la distribución de los bienes ni en cuanto a la «Es, por desgracia, verdad que las prácticas admitidas
situación deprimente y opresiva en que naufraga la dig- en ciertos sectores católicos han contribuido a quebrantar
nidad de los obreros. Hay que acudir a la caridad para la confianza de los trabajadores en la religión de Jesucristo.
remediar estas miserias, puesto que la justicia ha sido No querían aquellos comprender que la caridad cristiana
cumplida en los contratos. exige el reconocimiento de ciertos derechos debidos al
Entendámonos. Hay que acudir a la caridad entendida obrero y que la Iglesia los ha reconocido explícitamente.
a su modo; es decir, a una caricatura de la caridad. La ca- ¿Qué decir de ciertos patronos católicos que en algunas
ridad se reduce prácticamente a las llamadas obras de partes consiguieron impedir la lectura de Nuestra encí-
caridad, como medio de cubrir la violación de la justicia clica «Quadragesimo Anno» en sus iglesias patronales?
y de mantener en pie unas estructuras que segregan la ¿Qué decir de aquellos industriales católicos que todavía
injusticia. Se practican las obras de caridad en la medida no han cesado de mostrarse, hasta hoy, enemigos de un
suficiente para que los obreros continúen viviendo some- movimiento obrero recomendado por Nos mismo?». (Pío
tidos a la misma inicua explotación. Cada uno puede hacer XI, «Divini Redemptoris», Col. Ene. A. C, p. 452, n. 50).
el inventario de las cosas que conoce, para saber si la men- La reacción se tenía que producir necesariamente con
talidad que denunciaba Pío XI ha desaparecido. esa desmesura que es propia de toda reacción, con el clá-
La suerte de los otros, de los que querían una renova- sico movimiento pendular que lleva al extremo contrario.
ción más a fondo, estaba echada. Fueron combatidos sa- Frente a una caridad limitada a «las obras de caridad»,
ñudamente dentro del mismo campo católico, tachados de mantenedora de una situación, injusta, nació el afán de
revolucionarios y otras cosas peores en nombre de una solucionar la cuestión social, de organizar la sociedad
ortodoxia que servía a los privilegiados para mantener su nueva sobre bases de justicia exclusivamente. La caridad
posición de privilegio. Nos lo va a decir el mismo Pío XI. se había revelado sumamente peligrosa para las reformas
«En tan doloroso desorden de la sociedad buscaban sustanciales que había que acometer; en adelante se pres-
éstos sinceramente un remedio urgente y una firme defen- cindiría de ella.
sa contra mayores peligros; pero por la debilidad de la
Dolorosa reacción que se funda, como la posición an-
mente humana, aun en los mejores, sucedió que unas ve-
ii-rior, en una profunda ignorancia de lo que es la caridad.
84 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 85
Para decirlo todo, hay que confesar que la enseñanza de (ídem, p. 354, n. 3). «Pero lo más grave es que el remedio
los manuales contribuyó en gran medida a esta confusión, por ellos propuesto es una clara injusticia porque la pro-
al alejarse de la enseñanza tradicional. La influencia libe- piedad privada es un derecho natural del hombre» (ídem,
ral se hacía sentir también en los autores, que no supieron n. 5). «Como los efectos siguen a su causa, así el fruto del
desprenderse del complejo individualista. La mayor parte trabajo en justicia pertenece a quienes trabajaron» (ídem,
de nuestros manuales se resienten todavía de él y no han p. 356, n. 8).
sabido integrar la dimensión social del hombre en la Hablando ya del remedio que propone la doctrina cris-
moral. El abismo se había abierto, pero el Magisterio ha- tiana señala que «toda la enseñanza cristiana, cuyo intér-
blaría hasta dejar en claro la cuestión. prete y depositaría es la Iglesia, puede en alto grado con-
ciliar y poner acordes mutuamente a ricos y proletarios,
recordando a unos y otros sus mutuos deberes, y ante todo
B. — La doctrina pontificia los que la justicia les impone» (ídem, p. 359-360, n. 15).
«Y el principalísimo entre todos los deberes de los
Presenta una perfecta continuidad desde León XIII amos es el dar a cada uno lo que se merezca en justicia.
hasta Juan XXIII, por mencionar solamente a los Papas Determinar la medida justa del salario depende de mu-
que han creado un cuerpo de doctrina social. En realidad chas cosas...» (ídem, n. 17). También cuando habla de la
la doctrina pontificia es la misma doctrina tradicional que acción del Estado indica que «entre los muchos y más gra-
Santo Tomás trazaba perfectamente en su tratado de la ves deberes de los gobernantes solícitos del bien público,
justicia; hasta el punto de que los Papas mencionan la se destaca primero el de proveer por igual a toda clase de
doctrina del santo continuamente. ciudadanos, observando con inviolable imparcialidad la
León XIII comienza con una afirmación que echaba justicia» (ídem, p. 365, n. 27). En el mismo orden de cosas
por tierra la creencia de los liberales de finales de siglo: «no es justo —ya lo hemos dicho— que el ciudadano o la
las relaciones sociales han de regirse por la virtud de la familia sean absorbidos por el Estado; antes bien, es de
justicia y los males que padece la sociedad proceden de justicia que a uno y a otra se les deje tanta independen-
una violación de la misma. cia...» (ídem, p. 366, n. 28).
Al comienzo de la «Rerum Novarum», León XIII afir- Hablando de los derechos de los obreros afirma: «Nadie,
ma que «la conciencia de Nuestro Apostólico oficio Nos por lo tanto, puede impunemente hacer justicia a la dig-
incita a tratar la cuestión de propósito y por completo, de nidad del hombre, de la que Dios mismo dispone con gran
modo que aparezcan claros los principios que han de dar reverencia...» (ídem, p. 368, n. 32). Hablando del salario
a esta contienda la solución que exigen la verdad y la jus- que ha de percibir el obrero, expone la doctrina que se
ticia». (León XIII, «Rerum Novarum,» Col. Ene. A. C, p. ha hecho célebre, por ir en contra de los postulados del
353, n. 1). !••" i capitalismo liberal: «Si él, obligado por la necesidad, o
Al hablar de los intentos socialistas de entonces los con- por miedo a lo peor, acepta pactos más duros, que hayan
dena porque «es, además, injusto por muchos títulos» de ser aceptados —se quiera o no se quierra— como im-
PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 87
86 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
es también muy bella y atrayente; pero no creáis jamás a la ley de la justicia se una la ley de la caridad, que es vín-
que pueda suplir la de la justicia; ésta ha de ir por delante culo de perfección. Cómo se engañan aquellos incautos
y en primer lugar. De nada le ha de servir al que se haya reformadores que desprecian soberbiamente la ley de la
enriquecido con injusticias el practicar a manera de ador- caridad, cuidando sólo de hacer observar la justicia con-
no y muy trompeteadas algunas limosnas. Las limosnas mutativa...» (Pío XI, «Quadragesimo Anno,» Col. Ene. de
que Dios premia con la vida eterna son las que se prac- A. C , 5 ed., p . 421, n. 56).
tican cumplida primero toda justicia...» (Metropolitanos En el mismo sentido se manifiesta Pío XII: «La justi-
Españoles. Instrucción colectiva de 3-VI-51. «Ecclesia», cia tiene como misión establecer y guardar intactos los
30-VI-51, p. 9). principios de este orden de cosas que es la base primera
Establecida la primera parte, fácil resulta probar que y principal de una sólida paz. Sin embargo, por sí sola no
la doctrina de la Iglesia no abandona a la sola justicia el puede triunfar de las dificultades y obstáculos que muy
arreglo de las cuestiones sociales y la construcción de una a menudo se oponen al establecimiento y consolidación de
sociedad más humanamente organizada. Juntamente con la la paz...» (Pío XII, Mensaje de Pascua, 9-IV-39. Cia. Eglise
justicia, la caridad debe informar todas las relaciones so- et Soc. Econ., p. 223).
ciales. Las razones en que se basan los Pontífices son variadas.
Evidentemente este pensamiento se encuentra ya en Pío XI con León XIII insiste en que sólo la caridad es
León XIII: «...hagan cuanto puedan en trabajar por la capaz de unir los corazones, aunque la justicia sea capaz
salvación de los pueblos y sobre todo procuren defender de terminar con las luchas sociales; pero añade que «todas
en sí y encender en los demás, grandes y humildes, la ca- las instituciones destinadas a consolidar la paz y promover
ridad, que es reina y señora de todas las virtudes. Porque la colaboración social, por bien concebidas que parezcan,
la deseada salvación debe ser principalmente el fruto de reciben su principal firmeza del mutuo vínculo espiritual
una gran efusión de la caridad» (León XIII, «Rerum Nova- que une a los miembros entre sí; cuando falta ese lazo de
rum,» Col. Ene. A. C, 5 ed., p. 376-377, n. 48). unión, la experiencia demuestra que las fórmulas más
Pío XI, que tan fuertemente subrayó la misión de la perfectas no tienen éxito alguno...» (Pío XI, «Q. Anno».
justicia como reguladora de las relaciones sociales, que in- Col. Ene. A. C, 5 ed., p. 421, n. 56).
trodujo el término «justicia social» en la doctrina ponti- Quizás Pío XII da un paso más, advirtiéndonos sobre la
ficia, es terminante al exponer la necesidad de la caridad dificultad de practicar la justicia si el corazón no está ani-
junto a la justicia. mado por la caridad:
Recordemos el texto ya transcrito en que la regulación «Por eso, si a la inflexible y rigurosa justicia no se une
de la vida económica se otorga a la «justicia y la caridad en fraternal alianza la caridad, muy fácilmente los ojos del
social». Enfrentándose con los que orgullosamente pre- espíritu se ven impedidos de ver los derechos de los otros
tenden resolverlo todo con la justicia declara de manera como por una nube; los oídos se hacen sordos a la voz
categórica: de esa equidad que, con. una prudente y benévola aplica-
«Mas para lograr establecer todo ello, es menester que ción, puede desenmarañar y resolver con orden y según la
90 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
cido por el aplastamiento del hombre en el mundo con- lidad de los hombres para llevarlos a la práctica integral-
temporáneo, que nadie se atreve a formular un sistema mente.
que no tenga como objeto salvar al hombre en peligro. Su- No es fácil mantener el equilibrio y poseer una sana
cede aquí algo parecido a lo que viene aconteciendo con concepción del hombre en la vida social, como prueban
la libertad o la democracia. No hay un -solo gobierno que las desviaciones que se registran constantemente en la his-
no se declare partidario de la libertad y de la democracia, toria de la humanidad. El hombre es un ser misterioso en
aunque en la práctica una y otra queden preteridas y ol- el que se pueden distinguir dos vertientes o aspectos com-
vidadas. plementarios, pero cuya exageración conduce a las dos des-
Tampoco parece dudoso que en nuestros días las viola- viaciones clásicas: el individualismo y el colectivismo'.
ciones de la persona van alcanzando un volumen y unas
características que provocan justamente la alarma de to-
dos. El progreso evidente realizado en otros sectores, cien- 1. — CONCEPCIÓN INDIVIDUALISTA
tífico, técnico, etc., quizás quede compensado en parte por
el estancamiento y hasta la regresión que se observa en La concepción individualsta, por lo que respecta a las
otros. relaciones entre el hombre y la sociedad, subraya uno de
Se ha hablado tanto del desfase entre progreso técnico los aspectos verdaderos, pero ignora o minimiza el otro.
y moral que casi no merece la pena insistir en ello. Es po- La persona humana es más bien considerada como simple
sible que los pesimistas hayan también exagerado lo malo individuo en una concepción atomista y mecánica, deriva-
que se encuentra en nuestro mundo. En todo caso, a medio da de las concepciones científicas y filosóficas imperantes
camino y por encima de todo pesimismo u optimismo irrea- en el siglo xvm.
les, adoptemos la conclusión más sensata; lo que se llama Los individualistas saben que el hombre vive en socie-
progreso es una noción ambigua y es difícil afirmar el pro- dad, pero su concepción de la vida social se ajusta a los
greso sin más puntualizaciones, como también resulta cánones individualistas. La sociedad es mera suma de in-
aventurado abandonarse al pesimismo y desgañitarse con- dividuos, sin que tenga consistencia propia y, en definitiva,
tra el mundo de la técnica y la socialización. se ha dicho todo lo que había que decir de la vida social
Todos los sistemas afirman la primacía del hombre y en cuanto se han examinado las relaciones entre los indi-
se confiesan al servicio del mismo. Todos los sistemas pre- viduos.
sentan grandes deficiencias en las realizaciones por ellos En esta concepción se ignora por completo o se mini-
inspiradas. Pero tenemos necesidad de establecer una dife- miza el aspecto social del hombre. Las relaciones sociales
rencia fundamental entre unos y otros; algunos sistemas del hombre aparecen como algo completamente exterior
fallan porque la concepción que sostienen del hombre es a su vida, pero que proceden de su simple individualidad;
una concepción viciada por algún error; las deficiencias no se ve que el hombre es social fundamentalmente y que
de los otros no se refieren a los principios, sino a la debi- la vida social le transforma y configura desde el interior.
Parece como si se pensase que la vida social es un mal
96 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 97
menor que habrá que aceptar, desconociendo las tenden- formulé personalmente en un coloquio. La respuesta fue
cias del hombre a la comunión con los demás. una nueva pregunta que se me hacía: «Para Vd., ¿qué es
superior, el hombre o la especie?». La pregunta es ambigua,
pero suficiente para conocer la mentalidad del que la ha-
2. — CONCEPCIÓN COLECTIVISTA cía: era un colectivista.
mente por la participación en la vida divina que genero- La concepción cristiana del hombre se halla alejada de
samente se le ha ofrecido. todo individualismo, pero se aparta terminantemente de
Así no extrañará la postura intransigente de la Iglesia todo colectivismo que desconoce en definitiva el valor
al defender la primacía de la persona humana sobre la de la persona y la sumerge en la marea de la Historia, en
sociedad. Esta aparecerá como el «medio natural» para el el devenir de la Naturaleza o en la sociedad considerada
desarrollo de la persona, tendrá una cierta consistencia como transpersonal.
propia, pero jamás podrá tomar a la persona como instru- Esta concepción del hombre y también de sus relacio-
mento para la realización de sus fines, sino que para la nes con la sociedad nos permite emprender la construc-
sociedad la persona humana debe ser considerada en todo ción de una nueva sociedad alejada de toda clase de ilu-
momento como un fin. siones y de utopías, de signo individualista y colectivista.
La doctrina de la Iglesia en manera alguna puede con- Es un criterio de gran trascendencia práctica, del que se
fundirse con el individualismo. Este desconoce en su pro- derivarán principios más concretos para la acción social
fundidad el aspecto social del hombre. La Iglesia comienza del cristiano.
por aceptar el dictamen de la razón que nos asegura que
el hombre es un ser social y le añade el peso de la Revela-
ción. La salvación no es asunto puramente individual, sino
DIGNIDAD DE LA PERSONA Y DERECHOS
que tiene, como se dice hoy, una estructura fundamental-
mente comunitaria. La vida cristiana es eminentemente FUNDAMENTALES
personal, pero, por eso mismo, comunitaria.
La Iglesia sabe por la razón que la persona se perfec-
ciona en la comunión con los demás hombres. La persona Seguramente no ha habido, ni ha podido haber, época
humana es apertura, entrega, reconocimiento de los demás en la Historia en que tanto se hable de los derechos funda-
y reconocimiento por los demás; es comunión o pide la mentales de la persona humana. Las declaraciones en este
comunión. La consideración de que las necesidades huma- sentido abundan y hasta presentan coincidencias alentado-
nas piden la vida social y la cooperación viene después del ras, aunque haya divergencia en los principios que preten-
examen de esa estructura más fundamental del mismo den fundamentar los derechos.
hombre. Descendiendo, sin embargo, al terreno concreto en que
La Iglesia sabe por la Revelación que la perfección cris- pretendemos movernos, mi impresión particular es más
tiana del hombre se halla en la caridad, en la comunión dura. Tengo la convicción de que una buena parte de los
sobrenatural, que es una comunión de personas en la per- hombres, de que una parte muy considerable de nuestro
sona de Jesucristo, una comunión de bienes que se expresa propio pueblo ignora la dignidad fundamental de la per-
también en la Comunión de los Santos; y una comunión sona humana y los derechos que de ella se derivan.
en la acción encaminada a la salvación de todos los No me fijo exclusivamente en el impresionante número
hombres. de violaciones de que es objeto la persona entre nosotros.
100 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 101
Estas siempre han existido y seguirán existiendo, aunque ejercitando los derechos fundamentales el hombre desa-
nuestra tarea es reducir en lo posible tales aberraciones, rrolla sus posibilidades y responde a la vocación a la que
acercándonos cada vez más al ideal humano y cristiano a ha sido llamado. Un hombre que no puede ejercitar sus
la vez. Mucho más peligroso me parece que fallen los cri- derechos fundamentales ve truncada o disminuida su po-
terios y que no se tenga conciencia de haber hecho algo sibilidad de hacerse verdaderamente hombre. Un cristiano
mal al atropellar la dignidad de cada persona y suprimir normal que no pudiera ejercitar los derechos más funda-
de alguna manera sus derechos efectivos. mentales no podría realizar plenamente su vocación de
Es posible que la mayor laguna que exista en la menta- cristiano, que es una vocación de libertad, de libre res-
lidad de muchos cristianos en este orden de cosas sea la puesta al llamamiento de Dios.
de desconocer que la persona humana se halla adornada de Una sociedad que no respete los derechos fundamen-
una suprema dignidad de la que derivan derechos funda- tales de sus miembros es una sociedad mal constituida.
mentales que nadie puede violar. Es muy fácil que el ver- Es lo aue quería decir Pío XII en su famoso Radiomcnsaje
balismo sea uno de los defectos en que normalmente in- de 1942:
currimos. Se acepta teóricamente todo lo que nos dice «Quien desea que aparezca la estrella de la paz y se de-
Nuestro Señor en los Evangelios... hasta el momento en tenga sobre la sociedad, contribuya por su parte a devolver
que hay que realizar la aplicación, todavía teórica, a la si- a la persona humana la dignidad que Dios le concedió desde
tuación práctica. Las Bienaventuranzas nos entusiasman el principio; opóngase a la excesiva aglomeración de los
hasta el momento en que tratamos de ver cómo hemos de hombres, casi a manera de masas sin alma; a su inconsis-
traducirlas a la vida cotidiana. tencia económica, social, política, intelectual y moral, a su
El pensamiento de la Iglesia es bien claro. La persona falta de sólidos principios y de profundas convicciones, a
humana está adornada de una eminente dignidad, que le su exhuberancia de excitaciones instintivas y sensibles, y
confieren su cualidad de ser espiritual, en el orden mera- a su volubilidad; favorezca por todos los medios lícitos,
mente humano; y su condición de hijo de Dios desde el en todos los campos de la vida, aquellas formas sociales
punto de vista de la Revelación. La persona humana es que posibiliten y garanticen una plena responsabilidad per-
el supremo valor, sometida a Dios, y jamás puede ser to- sonal, práctica realización de los siguientes derechos fun-
mada como medio por nadie. damentales de la persona: el derecho a mantener y des-
De esa doble dignidad, natural y sobrenatural, fluyen arrollar la vida corporal, intelectual y moral...».
unos derechos fundamentales, que sirven a la persona para A continuación el Papa enumera unos cuantos derechos
realizar su vocación. El hombre tiene como quehacer prin- fundamentales, sin pretender una exposición exhaustiva
cipal el de hacerse hombre, no el hacer cosas simplemente; de los mismos. Todos ellos pueden integrarse cómoda-
desde un punto de vista sobrenatural su quehacer princi- mente en los tres derechos que ha mencionado al princi-
pal es el convertirse en hombre cristiano. pio: a la vida corporal, intelectual y moral.
Este quehacer principal del hombre se logra a través
del ejercicio de los derechos fundamentales de la persona ;
PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 103
102 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
obligándoles prácticamente a seguir los dictados de los procedentes de eso que se ha denominado retraso moral
grupos organizados: industriales, comerciantes, sindicalis- frente al progreso técnico.
tas, políticos, artistas, etc., etc. Solamente quiero indicar o prevenir que la dificultad
El lavado de cerebro es una triste realidad y cuando que encontramos para una sana vida moral en la influen-
más profundo haya sido, tanto más el hombre que lo sufre cia que ejerce la sociedad, no ha de ser limitada exclusiva-
se hallará convencido de su personalidad y se admirará mente a los problemas que plantea el sexto mandamiento;
de la coincidencia de sus opiniones con las del periódi- ni tampoco debe excluirse a éste como parecen pretender
co, de la radio... sin darse cuenta de que él no hace más algunos, en manifiesta reacción contra la tendencia a con-
que repetir las opiniones y seguir las ideas que le han im- vertir la moral en moral de sexto mandamiento.
puesto a través de los medios de comunicación. En este capítulo habría que decir algo de lo más im-
portante en la vida del hombre: derecho a la elección de
estado, etc., etc, pero escapa a las posibilidades de la
3. — DERECHO A LA VIDA MORAL
charla.
También corresponde a este apartado el derecho de
asociaciones de los hombres para la realización de fines
La responsabilidad moral nace de esa condición que
particulares, de acuerdo con el bien común. Tema de gran
distingue al hombre de los demás seres de nuestro plane-
actualidad, ahora que la Iglesia vuelve a insistir en la ne-
ta. El hombre no solamente es inteligente, sino que, apo-
cesidad de los organismos intermedios entre el Estado y
yándose en la inteligencia es libre y, como tal, capaz de
las personas individuales. Hemos de abandonar el tema
responsabilidad moral. Puede y debe dar cuenta de sus
para proseguir nuestro esquema de principios.
actos.
Pero, antes de terminar este apartado sobre los dere-
Responsable de su destino en el orden natural como chos fundamentales de la persona humana, me permitiré
en el sobrenatural, el hombre necesita disponer de un mar- recurrir a la autoridad de Pío XII para destacar su tras-
gen de libertad para realizar su vocación. Pero también cendencia. Nunca insistiremos sobre ello suficientemente,
necesita el apoyo de la sociedad. El hombre es un ser so- sobre todo en una época en que se admiten demasiado
cial, entre otras razones, porque su vida moral depende fácilmente la violación de los mismos por razones políti-
de la ayuda que le presten los demás. Dicho con otras pa- cas u otras.
labras: necesitamos de la sociedad para el cumplimiento La Iglesia sostiene firmemente frente a todo positi-
de las normas morales, tanto en su conocimiento como en vismo jurídico que los derechos fundamentales los ha re-
su ejecución. cibido la persona directamente del Creador y que la socie-
Quizás sea éste el punto en que con más facilidad se dad política no hace más que reconocerlos.
advierten los fallos de nuestra civilización. Frente a los «Sin entrar en largas consideraciones teóricas, quere-
enormes beneficios que nos concede desde el punto de mos repetir y confirmar lo que frecuentemente hemos
vista material, descubrimos las lagunas y las oposiciones, afirmado y lo que Nuestros Predecesores no han dejado
108 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 109
nunca de inculcar: el derecho a la vida, el derecho a la
integridad del cuerpo y de la vida, el derecho a los cuida-
dos que le son necesarios, el derecho a ser protegido de BIEN COMÜN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
los peligros que le amenazan, son derechos que el individuo
recibe inmediatamente del Creador, no de otro hombre,
ni de grupos de hombre, no del Estado ni de grupos de Firmemente establecido el principio de la eminente dig-
Estados, n! de ninguna autoridad política». (Pío XII, Radio- nidad del hombre, de la que se derivan los derechos fun-
mensaje al VII Congr. Internac. de Médicos Católicos, damentales recibidos del mismo Creador, hemos de ver
ll-IX-56. Pensamiento Pontificio y Bien Común, n. 351). cómo se relaciona este principio con la vida social. Recor-
Por este motivo los derechos fundamentales son invio- demos una vez más el principio ya mencionado de que la
lables. No pueden ser suprimidos, ni su ejercicio imposi- sociedad es para el hombre y no el hombre para la socie-
bilitado arbitrariamente. La Iglesia se constituye en de- dad. Como decía el mismo Pío X I I : «El principio «civitas
fensora de los derechos fundamentales del hombre porque propter cives, non cives propter civitatem» es la enseñanza
reposan en la ley natural. Dicho sea esto en contra de la de los Papas León XIII, Pío X y Pío XI, no de manera
opinión demasiado extendida de que la Iglesia solamente ocasional, sino en términos explícitos, terminantes y pre-
debe preocuparse de las cosas del culto y de defender lo cisos». (Pío XII, Radiomensaje al VII Congreso Interna-
que se llama el campo eclesiástico. cional de Médicos Católicos. Id., 351).
«La Ley natural. He aquí el fundamento sobre el cual La sociedad cumple esta misión de ser el medio natu-
reposa la doctrina social de la Iglesia. Es precisamente ral y universal al servicio del hombre, mediante la búsqueda
su concepción cristiana del mundo la que le ha inspirado de su fin, que es el bien común. Con ello entramos en un
y sostenido a la Iglesia en la edificación de esta doctrina campo fecundísimo, a través de una noción propia de la
sobre tal fundamento. Cuando combate para conquistar escuela católica, cuyos términos no quedan siempre bien
o defender su propia libertad, es a la vez por la verdadera delimitados.
libertad, por los derechos primordiales del hombre por los
que la Iglesia combate. A sus ojos, estos derechos esen-
ciales son tan inviolables que, contra ellos, ninguna razón
1. — E L FIN DE LA SOCIEDAD ES EL BIEN COMÚN
de Estado, ningún pretexto de bien común podría preva-
lecer. Esos derechos están protegidos por una barrera in- Ante todo hemos de establecer el fin de la sociedad,
franqueable. Del lado de acá, el bien común puede dar le-
porque, aunque parezca increíble a estas alturas, no son
yes a su gusto. Pero del lado de allá, n o ; no puede tocar
pocos los cristianos que desconocen esta doctrina de la
estos derechos, porque son éstos lo que hay de más valioso
Iglesia. Unos ven al Estado como el enemigo que no hace
en el bien común...». (Pío XII, Disc. al Congreso de Estu-
sino poner impuestos y cargas inútiles y nocivas. Otros
dios Humanísticos, 25-IX-49. Doc. Jur de la BAC, p. 286).
estiman natural servirse de la maquinaria del Estado en
beneficio propio. Muchos aceptarían la noción de bien
110 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 111
los centros de todos los grados de enseñanza; de facilitar bien común por encima de las preferencias particulares.
el acceso de todos los grupos sociales, de todos los miem- Así aparece la paz como fruto del bien común, al mismo
bros capacitados y con aptitudes, a los estudios superiores; tiempo que constituye uno de sus elementos.
de trabajar para que las distintas manifestaciones artís- «La paz interna, pues, no pueden esperarla los pueblos
ticas se hallen al alcance de todos... sino de hombres —gobernantes o gobernados, jefes o
Últimamente se viene subrayando la necesidad de una meros partidarios—, que, al defender sus particulares in-
mayor preparación cultural para aumentar el rendimiento tereses y sus propias opiniones, no se obstinan ni se em-
económico. Así, se advierte la preocupación por aumentar pequeñecen en sus puntos de vista; antes bien saben
las exiguas cantidades presupuestadas en los diversos or- ensanchar sus horizontes y elevar sus miras al bien de
ganismos públicos. Es verdad que una mejor preparación todos». (Pío XII, Radiomensaje Navidad 1950. Pensamiento
cultural hará elevar la productividad, y en este sentido lo Pontificio y Bien Común, n. 247).
que se gaste en mejorar la instrucción constituye una óp- La paz, era el lema del pontificado de Pío XII, es obra
tima inversión; pero no habría que perder de vista que el de la justicia. No hay paz, ni puede existir verdadero or-
aspecto utilitario y puramente económico debe ceder la den, allá donde se viola sistemáticamente la justicia; don-
primacía a la preocupación por el perfeccionamiento del de, sobre todo, las estructuras segregan naturalmente la
hombre. El mejor rendimiento económico debe ser la injusticia. Hace poco mencionaba una frase de Pío XII don-
añadidura, que necesariamente se producirá si la población de afirma que el orden social nuevo debe fundarse sobre
aumenta su acerbo cultural. la justicia. Toda nueva citación sería estéril y superflua
ante verdad tan evidente.
La libertad es uno de los mayores bienes espirituales
C) Bienes espirituales del hombre; es la que permite*que el hombre se diferencie
profundamente de todos los demás seres en la realiza-
Hay que aclarar que cuando me refiero a bienes espi- ción de su destino; la que funda su ser moral. Hablo ahora
rituales como componentes del bien común, no he pasado de la libertad social, no simplemente de la libertad psico-
al plano específicamente cristiano, aunque los bienes sobre- lógica, sin que por eso niegue la relación que entre los dos
naturales ayuden poderosamente a su consecución. Hablo aspectos existe.
solamente de los bienes que responden a la naturaleza La doctrina de la Iglesia sobre la libertad es tan equi-
espiritual del hombre. librada que se puede comprobar simplemente con la com-
Uno de los bienes espirituales de mayor importancia paración de los textos de los últimos Papas. Mientras unos
es la paz. Solamente en un ambiente de paz y de tranqui- parecen combatir la libertad (León XIII, Pío X), los mas
lidad bien entendida encuentra el hombre las condiciones recientes se han convertido en ardientes defensores de la
necesarias para la realización de su vocación humano-cris- misma.
tiana. Y la paz surge cuando cada persona y cada grupo La oposición es solamente aparente y explicable por el
social, en el orden interno de una comunidad, busca el cambio de las circunstancias históricas, admitiendo ni
PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 117
116 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
Estos derechos y deberes deben ajustarse cuidadosamente
mismo tiempo que, conforme transcurre el tiempo, se va y equilibrarse, de acuerdo con lo que exige la dignidad de
perfilando mejor el derecho fundamental del hombre al la persona humana y la familia por un lado, y el Bien Co-
ejercicio de su libertad. León XIII se enfrentaba con los mún por el otro». (Pío XII, Disc. al Embajador de Ingla-
abusos de la libertad provocados por un liberalismo exa- terra, junio de 1951. Pensamiento Pontificio y Bien Común,
gerado ; en tanto que Pío XII y Juan XXIII se encuentran n. 248).
ante un mundo en que la socialización y la intervención
creciente del Estado en todos los dominios van reduciendo
progresivamente el ámbito y la intensidad del ejercicio de
la libertad.
BIEN COMÜN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
Libertad y bien común no deben oponerse sino armo-
nizarse convenientemente. Teóricamente la cuestión es'
clara; el sano ejercicio de la libertad es fundamental para Así se perfila mejor la relación del Bien Común con los
el Bien Común. A la inversa, si en nombre del Bien Común derechos fundamentales, a partir del ejercicio de la liber-
se coarta legítimamente algún ejercicio de la libertad, es tad. El planteamiento teórico es bastante claro y, sin em-
seguro que ello no redunda en perjuicio de la persona y bargo, se ha creado una verdadera confusión, base de abu-
solamente significa que un bien particular cede ante el sos en dos direcciones opuestas. O bien se sacrifican los
Bien Común, pero para la mejor realización de la persona. derechos fundamentales en nombre de un pretendido Bien
En la práctica será difícil en cada caso determinar las Común; o bien, en nombre de los derechos de la persona,
fronteras y establecer los límites con equidad. Siempre se niega la colaboración de los miembros de la comunidad
ha de correrse un riesgo, tanto menor cuanto más claros al Bien Común y se subordina éste a los bienes particu-
se hallen los principios. Una frase de Pío XII nos habla de lares.
esta armoniosa complementaridad.
«La libertad, como base de normales relaciones huma-
nas, no puede interpretarse como desenfrenada licencia, 1. — BIEN COMÚN Y BIENES PARTICULARES
ya sea de los individuos o de los partidos, de un pueblo
entero —la colectividad como se dice ahora—, o aun del La misma noción de Bien Común puede ser pervertida
Estado totalitario, que, con un desprecio absoluto, utili- por las distintas y erróneas concepciones sobre el hombre,
zará todos los medios para asegurar su propósito. No, la la sociedad y las relaciones entre ambos. La noción de Bien
libertad es algo del todo diferente. Es templo del orden Común para un liberal y para un totalitario es fundamen-
moral que se alza sobre líneas armoniosas, es el conjunto talmente distinta; las dos se diferencian a la vez de la
de derechos y deberes de los individuos y de la familia concepción católica.
—imprescriptibles algunos, aunque un aparente bien co- Para un liberal, en el sentido estricto de la palabra, el
mún se les pueda oponer—, de los derechos y deberes de bien común es simplemente la suma de los bienes particu-
una nación o Estado y de la familia de naciones y Estados.
118 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 119
lares, no algo distinto de los mismos. Para un totalitario, principio proporcionan beneficios sustanciosos e inmedia-
el bien común es el bien de la sociedad en cuanto tal, en- tos a algunos empresarios, hasta que la misma vida eco-
tendida como algo transpersonal, en cuanto que conceden nómica, el clima social creado, etc., acaban convirtiendo
normalmente una entidad sustancial a la sociedad en las en ruinas lo que se creyó próspero negocio.
diversas escuelas.
La doctrina cristiana afirma la distinción entre bien
común y bienes particulares y una cierta superioridad de 2. — BIEN COMÚN REAL Y APARENTE
aquél sobre éstos, que habrá que explicar. Pero el bien
común conserva siempre un carácter eminentemente per- Los bienes particulares han de someterse al Bien Co-
sonal, no puede prescindir de la referencia a las personas. mún, como acabamos de decir, en cuanto que el Bien Co-
El Bien Común es el bien de la Sociedad en cuanto tal, mún representa al todo y el bien particular a la parte. Si
pero la doctrina católica se niega a ver en la sociedad un este principio no se pone en relación con los anteriores,
nuevo ser independiente y por encima de las personas que particularmente con la concepción del hombre y de sus
lo constituyen. derechos fundamentales, desembocamos inmediatamente
Para evitar las sutilezas que no son propias de este en el totalitarismo.
lusfar, trataré de hacer comprender la diferencia entre el Pero iustamente la doctrina cristiana evita ese escollo
Bien Común v los bienes particulares, al mismo tiempo en virtud de la coniunción de los dos nrincinios. Decía
que su estrecha conexión, mediante aleún ejemplo. Chesterton que la Iglesia nunca unía el blanco y el negro
El bien particular para un industrial puede consistir, a para crear un gris uniforme, sino oue exaltaba hasta el
primera vista, en aumentar el volumen de su negocio inde- paroxismo los dos colores para unirlos en una paradójica
finidamente, hasta asegurar el mayor beneficio o el volu- unidad. Así sucede en la doctrina del Bien Común en rela-
men óptimo de la empresa. Por otra parte, el Bien Común ción con los derechos fundamentales.
puede pedir en un momento determinado la disminución El P. Calvez ha distinguido bien entre los derechos
de la producción precisamente en ese sector económico en fundamentales y lo que él llama ventajas individuales.
que trabaja nuestro industrial. La oposición parece clarí- Estas últimas deben ceder ante el Bien Común, mientras
sima, pero es más aparente que real. que éste jamás puede violar los derechos fundamentales.
Si el industrial prosiguiese la expansión de su industria, El error de muchos consiste justamente en confundir unas
cuando en realidad perjudicaba al Bien Común, lo que su y otros.
cedería en última instancia es que toda la vida económica, Para que un hombre realice plenamente su vocación
por lo menos en el sector de que se trata, empeoraría pro- necesita ejercitar sus derechos fundamentales; pero a
gresivamente, recayendo finalmente las consecuencias en nadie se le ha ocurrido pensar que la realización plena de
el mismo industrial inmediatamente beneficiado. Es lo su vocación de hombre dependa de que posea una finca
que ha ocurrido y sigue ocurriendo con una política de de 5.000 Has. de tierra. Esta propiedad es una ventaja in-
bajos salarios, si éstos van en contra del bien común. Al dividual, un bien particular en el sentido más estricto,
120 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 121
que debe subordinarse al Bien Común. La expropiación la nación... Este principio, descuajado de la ley ética...
puede resultar lícita y conveniente en un momento deter- pasa por alto, al confundir el interés y el derecho, el hecho
minado. fundamental de que el hombre como persona tiene dere-
El problema presenta otra vertiente en cuanto nos chos recibidos de Dios, que han de ser defendidos contra
enfrentamos con una concepción colectivista o totalita- cualquier atentado de la comunidad que pretendiese ne-
rista del Bien Común. He dicho que la característica del garlos, abolirlos o impedir su ejercicio. Despreciando esta
Bien Común para este grupo es su carácter transpersonal, verdad se pierde de vista que, en último término, el verda-
como transpersonal es también su concepción de la socie- dero bien común se determina y se conoce mediante la
dad. El peligro se halla aquí en colocar el Bien Común por naturaleza del hombre con su armónico equilibrio entre
encima de los derechos fundamentales, confundiendo éstos derecho personal y vínculo social...» (Pío XI, Mit Bren-
de nuevo con las ventajas individuales. nender sorge, 14-111-37. Col. Ene. A. C, 5 ed, p. 150, n. 28).
Pío XII adoptó una terminología especial para dar a El camino ha quedado abierto. Pío XII nos hablará del
conocer el problema, distinguiendo entre bien común real bien común aparente que pretende violar los derechos
y bien común aparente. El primero sería el que respeta e fundamentales. Entre las innumerables citas, escojamos
integra los derechos fundamentales del hombre; mientras una:
que el segundo los sacrificaría para conseguir el prestigio «El Estado no tiene que absorber al individuo ni a la
de la comunidad, la grandeza de una obra colectiva, etc. familia; cada uno conserva y debe conservar su libertad
A nadie se le puede ocultar la trascendencia de esta de movimientos en la medida en que no quede en peligro
doctrina que ilumina uno de los problemas más candentes el causar periuicio al Bien Común. Además, hay ciertos
de la vida social actual. Mientras que los liberales o neo- derechos y libertades individuales o familiares, que el
liberales están dispuestos a sacrificar el Bien Común a las Estado debe siempre proteger y que nunca puede violar o
ventajas individuales de un grupo social o partido polí- sacrificar a un pretendido Bien Común...». (Pío XII, Disc.
tico, los totalitarios y colectivistas corren el peligro, y ni Congr. Intern. de Cieñe. Administr., 5-VIII-50. Pensa-
caen en él, de sacrificar los derechos fundamentales en miento Pontificio y-Bien Común, n. 244).
nombre de un pretendido Bien Común. En realidad, unos Recordemos el discurso al Congreso de Estudios Hu-
y otros acaban en los mismos resultados, aunque por ca- manísticos. «A sus ojos estos derechos esenciales son tan
minos distintos y en beneficio de grupos sociales diversos. inviolables que, contra ellos, ninguna razón de Estado,
Para no alargar excesivamente esta charla, demasiado ningún pretexto de bien común podrían prevalecer».
densa por otra parte, me limitaré a citar algunos textos El problema se aclara, por fin, en cuanto eme los dere-
fundamentales. He aquí el primero, sobre el carácter per- chos fundamentales son pieza primordial del Bien Común.
sonal del Bien Común: Todo Bien Común que no englobe como parte integrante
«A la luz de las normas de este derecho natural puede los derechos fundamentales, es un Bien Común aparente.
ser valorado todo derecho positivo... Según este criterio «El Estado debería, por tanto, en virtud misma, por
se ha de juzgar el principio: «Derecho es lo que es útil a decirlo así, del instinto de conservación, cumplir todo
122 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO PRINCIPIOS PARA LA ACCIÓN 123
aquello que, esencialmente y según el plan de Dios Crea- sacrificio que el bien común exige hoy, una prontitud y un
dror v Salvador, es su deber primordial, a saber: garantizar fervor que al haceros solícitos para cumplir vuestros de-
absolutamente los valores que aseguren a la familia el beres de católicos y de ciudadanos, os preserven de caer
orden, la dienidad humana, la salud y la felicidad. Esos en un «abstencionismo» apático e inerte, que sería grave-
valores, que son propiamente los elementos del bien mente culpable, cuando se hallan en juego los más vitales
común, jamás podrán ser sacrificados en aras de lo que intereses de la religión y de la patria». (Pío XII, Disc. a la
pudiera ser anarentemente un bien común». (Pío XTI, Disc. Nobleza del 14-1-48. Pensamiento Pontificio y Bien Común,
a Padres de familia, 18-IX-51. Doc. Jur. BAC, p. 324, n. 7). n. 209).
Terminemos por hoy. La vida social se halla al servicio
del hombre, porque éste es su origen, fundamento y fin.
La sociedad es el medio natural y universal para realizar
la vocación del hombre, porque gracias a ella es posible
el eiercicio de los derechos fundamentales. Para ello la
sociedad tiene que perseguir su fin propio que es el Bien
Común o coniunto de condiciones externas necesarias para
el pleno desenvolvimiento y desarrollo de los hombres.
Pero el Bien Común ha de ser real, que posibilite el eier-
cicio de los derechos fundamentales, frente a un bien
común aparente que los sacrifica. En cambio, todos tene-
mos aue estar dispuestos a sacrificar nuestras ventajas
individuales al Bien Común.
He dicho sacrificar nuestras ventajas individuales. He
aquí todo un programa para el cristiano de hoy, programa
difícil de cumplir porque cada uno de nosotros se apega
a sus veníalas individuales y porque apenas tenemos sen-
tido del bien común.
Pío XII lo preveía. Es cierto que el Estado es el gerente,
por decirlo así, del Bien Común; pero todos debemos
nuestra participación, cada uno a su nivel. El absentismo,
el frío y especulador egoísmo no deben encontrar cobijo
en un corazón cristiano.
«En segundo lugar, lo que esperamos de vosotros es
una prontitud de acción, en el momento presente, que no
se espante ni se desanime por la previsión de cualquier
TERCERA PARTB
los mayores desastres; destroza la vida cristiana del mili- porque cristianamente no podemos olvidar las personas a
tante y esteriliza su acción temporal apenas comenzada. la hora de construir una sociedad mejor. Sería vano em-
Una pretendida formación que relega indefinidamente la peño ocuparse de la reforma de estructuras, si al final
actuación concreta sólo es capaz de crear mediocres espe- perdíamos la visión y el contacto con las personas vivas
culativos, idealistas irresolutos o utópicos radicales. en cuyo beneficio hay que reformar la sociedad. Pero,
también, porque ese contacto personal nos permitirá «sen-
tir» con la persona que sufre la injusticia; ese sentimiento
constituirá el mejor motor de nuestra acción.
ANTE LA PRIMERA INJUSTICIA
2. — ¿En qué consiste la injusticia? No basta la pri-
¿Cuándo habrá de comenzar a actuar? Acabo de decirlo mera intuición, aunque ésta es preciosa para la acción. Es
en el apartado anterior: ahora mismo, por repetir una preciso determinar bien el caso, comprender su plantea-
frase famosa de un prelado también célebre. Es decir, en miento exacto, el contexto en que se produce, etc., etc. El
cuanto se percibe la primera injusticia concreta a nuestro primer movimiento impetuoso nos puede conducir al ex-
alrededor, en cuanto la injusticia global se haya concretado travío, si es que no tomamos la precaución de investigar
en algo que permite mi intervención. con alguna profundidad las circunstancias del caso.
Para quien se halla sensibilizado en las condiciones que
antes he mencionado, la ocasión se presenta, por desgra- 3. — ¿Responsables de la injusticia? No se trata, como
cia, inmediatamente. No tiene más que mirar alrededor es lógico, de culpar a una u otra persona, puesto que las
para sorprender algo que exige una reforma; en la vecin- intenciones seguirán ocultas en su última concreción, sino
dad, en la profesión, en la vida familiar, en la cultura, en simplemente de conocer de qué personas depende que
el terreno económico, social o político. Se necesita sola- aquella situación se haya producido o se mantenga. Es
mente que exista un mínimo de capacidad de observación muy probable que la misma estructura social y las institu-
y otro mínimo de capacidad de enjuiciamiento a la luz de ciones en que los hombres viven tiendan a producir el caso
la ley natural y de las exigencias de la vida cristiana. que nos ocupa. Siempre será verdad que alguien se halla
Una vez que haya sentido la injusticia y la necesidad al frente de las instituciones y que éstas marchan por de-
de reforma; en cuanto su conciencia cristiana le impulse cisiones que pueden modificar una situación injusta.
a hacer algo para remediar una situación deficiente; el
cristiano debe hacer una revisión que le llevará a la acción 4. — El primer impulso lleva a todos a querer resolver
en las mejores condiciones. Esta revisión elemental ha de la situación inmediatamente y a escoger los medios que
versar sobre los siguientes puntos: nos parecen más eficaces. Esto nos conduce a una actua-
ción puramente individual que fácilmente puede hacerse
1. — ¿Quién padece la injusticia? Necesitamos hacer- individualista, en cuanto pretendamos resolver los proble-
nos esta pregunta por muchos motivos. En primer lugar, mas gracias a nuestra exclusiva actuación personal. Tal
138 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 139
que se han asomado a la vida social han podido contem- constitución de la sociedad, ante la mentalidad reinante
plar repetidas veces. en los diversos grupos sociales, ante el sistema económico
Valiéndose de sus relaciones sociales, nuestro cristiano imperante, etc., etc.
ha conseguido alojamiento en una vivienda modesta, pero Inevitablemente deberá preguntarse por qué no se
digna; y parece que los problemas familiares han entrado construyen más viviendas que puedan satisfacer las nece-
por vía de solución. Una legítima satisfacción le embarga sidades de la comunidad; por qué se construyen, quizás,
al ver el bien que se ha podido hacer, al contemplar a viviendas de precios elevadísimos, mientras que escasean
esta familia en trance de llevar una vida normal. prodigiosamente las que deben ocupar aquellos que sola-
Muchísimos cristianos detienen ahí su acción, lanzán- mente pueden pagar un alquiler módico. Se preguntará
dose a continuación decididamente a la solución de otros por qué es tan elevado el costo de la vivienda; por qué se
casos parecidos. Indudablemente el trabajo no faltará ante realizan muchas otras obras cuya necesidad no es tan
la magnitud del problema de la vivienda, que padecemos evidente...
con tantos otros países. Ha desarrollado una buena acción, ¿Existe mejor medio para que nuestro hombre estudie
pero su cristianismo sigue siendo totalmente infantil. a fondo la constitución de la sociedad? Este es el momento
Si tras la primera acción hubiese hecho una revisión de en que averiguará que el sistema económico se halla mon-
la misma, esta revisión le hubiese permitido introducirse tado sobre el principio del lucro, del mayor beneficio po-
en el fondo de la problemática de la vivienda en lugar de sible. Si es leal, seguramente se dará cuenta de que ese es
quedarse en una acción que, en el mejor de los casos, con- el principio que gobierna también sus propias relaciones
seguirá la solución de unos cuantos casos parciales, dejan- económicas y condiciona tan profundamente su vida cris-
do intacto el fondo del asunto. tiana...
La primera observación de la revisión le hubiese ense- No es necesario que continúe la descripción. La refle-
ñado que el problema de la vivienda no se limita al que xión sobre un caso resuelto permite introducirse en la
le ha presentado la familia que ha recibido su auxilio, sino problemática mucho más amplia del caso general; coloca
que es un problema generalizado que afecta a miles y mi- al comprometido frente a las estructuras e instituciones
llones de personas. Un problema, por lo tanto, que no que condicionan la vida de todos nosotros; le sitúa en la
puede resolverlo él solamente, por muy- buena voluntad dureza de la vida real.
que ponga ni por grande que sea su influencia en determi- La reflexión cristiana le hará percibir como exigencia
nados organismos. En este momento está situándose en de justicia y de caridad la necesidad de continuar en el
plena realidad, abandonando el romanticismo que inevi- empeño, pero no limitado a la resolución del caso concre-
tablemente acompaña a nuestras primeras acciones. to, sino atacando las causas o raíces profundas del proble-
Si es consecuente, continuará con el estudio de las cau- m a : las estructuras, instituciones, mentalidad reinante en
sas que motivan la existencia del problema de la vivienda. su medio social y en otros grupos sociales, prejuicios y
Este estudio, profunda y sinceramente efectuado, le si- opiniones recibidas sin el menor espíritu crítico.
tuará ante problemas de gran envergadura, ante la misma Tres caminos se ofrecen a nuestro cristiano que co-
142 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 143
inicnza a comprometerse, porque ha llegado a una bifurca-
ción peligrosa en que se va a decidir quizás la orientación temente las inevitables esperas, las lentitudes decepcio-
de toda su vida: Es posible que sucumba a la tentación nantes, el contacto con una comunidad retrasada de la
de facilidad. Yo no puedo complicarme la vida con pro- que se va separando sin remedio. Su final es el del revo-
blemas tan enormes; ¿qué voy a hacer frente a ellos, si lucionario profesional en busca de la eficacia por encima
desbordan mi capacidad por todas partes? Consecuente- de cualquier otra consideración; o el del resentido que
mente me seguiré dedicando a solucionar los casos indi- se mantiene siempre en el terreno de la utopía, sin contac-
viduales que mis influencias permitan, pero me despre- to con la verdadera realidad de una comunidad necesitada
ocuparé del gran problema que nos ofrece la perspectiva de evolución profunda.
de una solución inmediata». Por fin, nos encontramos ante la solución ideal, ancla-
También cabe perfectamente el movimiento de desco- da fuertemente en el realismo social. Nuestro cristiano
razonamiento y de escepticismo. «Esto no tiene arreglo, siente que está llamado a meterse en mayores empresas;
se dice el cristiano; es mejor volver a mi vida anterior, percibe y estudia cada día mejor la realidad social; com-
procurando cumplir mi deber de estado, siendo buen ma- prende de antemano la dificultad de una renovación como
rido, padre ejemplar y profesional escrupuloso. Todo el la que necesita nuestra sociedad y se decide a caminar
mundo alaba esta conducta, mientras que meterme en esos poco a poco por la vía de una eficacia mayor, compatible
otros problemas, tras de no resolver nada prácticamente, y exigida por el amor a los hermanos.
me va a traer complicaciones sin cuento, tendré que en-
frentarme con numerosas amistades, perderé el tiempo
que podía dedicar a mis negocios y a mi familia...».
Queda el caso del cristiano que ve la complicación de LA ACCIÓN ORGANIZADA
las cosas y decide continuar por el camino emprendido
para ser fiel a la voz de su conciencia, a las exigencias de
la caridad que la revisión de vida le ha permitido descu- Hemos llegado a uno de los momentos más interesantes
brir. Y todavía cabe una doble vía, nos encontramos ante del compromiso temporal. La romántica acción individual,
una nueva bifurcación. convertida en una acción colectiva, va a desembocar en
La profundización de las causas, el descubrimiento de una acción organizada e institucionalizada. También habrá
los bajos fondos de la sociedad puede provocar un resen- llegado el momento en que nuestro cristiano elegirá la zona
timiento tan grande que lleve al hombre generoso a una de su actuación temporal.
actitud utópica, alejada completamente de la realidad. La pretensión de renovar nuestra sociedad jamás pue-
Presa de una angustia obsesionante, atenazado por el deseo de ser individual. Un hombre necesariamente se ve des-
de eficacia a toda costa, es posible que caiga en la tenta- bordado por los problemas sociales de nuestro tiempo; un
ción de creer en las soluciones catastróficas; en el todo hombre necesariamente se estrella contra las estructuras
o nada de la reforma social. Es incapaz de aceptar pacien- e instituciones. La acción individual tiene que dar paso a
la acción en equipo, a la conjunción de los esfuerzos de
144 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 145
Es conveniente insistir en este punto, porque todos co- son los que tenemos que vivir todos los días. Así se explica
metemos graves torpezas, empeñándonos en continuar al que la práctica de las virtudes se reduzca a unos «clichés»
frente de alguna obra, cuando en realidad la deberíamos preparados a priori, sin «morder» en la vida de todos los
abandonar para ocuparnos en otra cosa más necesaria. días. Para los que confunden acción con activismo hay
¡ Qué poco comprendemos que servimos posiblemente para aquí un buen banco de prueba de las virtudes humanas y
lanzar nuevas instituciones, pero no para gobernarlas des- cristianas. Aquí los juegos de imaginación son bastante
pués ! ¡ Qué difícil es admtir que no se tiene iniciativa, pero más difíciles que en esos ejercicios de ideas y de imágenes
que en cambio, se poseen cualidades para continuar lo que a que se reduce muchas veces la vida cristiana.
otro puso en marcha! «Yo planté, Apolo regó...». ¿No es Permitidme la machaconería. La vida cristiana se halla
una buena ocasión para la práctica concreta de las vir- también aquí, en el compromiso temporal. Todo lo que
tudes? acabo de decir no es más que la aplicación de la caridad a
las circunstancias en que vivimos. Yo no comprendo la
4) El mismo Suavet indica muy acertadamente que el caridad del que la analiza teóricamente hasta dar en la
comprometido debe intentar llegar cada vez más arriba, sutileza; pero no es capaz de tomar la decisión, de adquirir
de acuerdo con sus aptitudes y con las necesidades que una competencia que le permita resolver a escala nacional
vaya viendo. Para eso es necesario preparar al que nos va los problemas de cientos y miles de hermanos.
a suceder. El desprendimiento juega en este momento su Etapas de compromiso temporal que implican decisio-
misión para ayudarnos a abandonar el ambiente agrada- nes sumamente graves en ocasiones. Decisiones que, por
ble en que nos sentíamos como en casa; para salir en su gravedad, exigen una reflexión cuidada acerca de todos
busca de nuevas posiciones y experimentar la sensación, los datos del problema. Reflexión que ha de hacerse, a ser
no siempre agradable, de tener que volver a comenzar. posible, en equipo y contando con la familia en los casados.
Preparar a los sucesores para que continúen la trayec-
toria de la obra emprendida, para que todo aquello no
quede convertido en obra puramente personal. Pero pre-
pararlos con la seguridad de que la obra no continuará ALGUNAS DIFICULTADES
exactamente con la misma dirección que le habíamos dado DEL COMPROMISO TEMPORAL
al nacer. Preparar a los sucesores renunciando voluntaria-
mente a todo paternalismo posterior; admitiendo la auto-
nomía que todos tienen que tener dentro de ciertos lími- En algunos sectores católicos el descubrimiento del
tes. Todo ello muy fácil de enunciar, tan difícil de poner «compromiso temporal» ha tenido atisbos de deslumbra-
en práctica, que se puede asegurar que exige renuncia- miento. Toda la perspectiva de la vida cristiana ha que-
mientos heroicos. dado modificada, no porque la misma vida cristiana se
Tengo la impresión de que la mayoría de los exámenes modifique, sino simplemente porque se ha descubierto
de conciencia no se fijan en estos puntos decisivos y que mejor un inmenso campo de aplicación.
152 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 153
Con ser enorme la ventaja obtenida, el descubrimiento mantener permanentemente un equilibrio, que tiende a la
implica también sus riesgos. Entre ellos hemos de men- ruptura, entre la dedicación a la mujer y a los hijos, entre
cionar el de convertirse en algo banal, en una especie de la necesidad de proporcionar a la familia los bienes nece-
slogan que se repite continuamente, sin saber a ciencia sarios y la no menor necesidad de practicar en serio la
cierta de qué se trata. Todavía hay algunos que estiman bienaventuranza de la pobreza.
que se realiza el compromiso temporal cuando uno se El equilibrio, a mi entender, se halla roto en la mayoría
priva de un cigarrillo (sic). de los hogares cristianos en el aspecto que ahora nos inte-
En todo caso, prescindiendo de esta perversión cari- resa. Estoy firmemente convencido de los males que un-t
caturesca del «compromiso temporal», es cierto que mu- educación individualista y una deficiente comprensión de
chos no se dan cuenta exactamente de los riesgos que las exigencias de la vida cristiana en el orden social han
entraña. De esta forma, o se queda uno en algo que no es producido. La mayoría de los hogares cristianos no están
ni puede llamarse compromiso temporal auténtico; o nau- preparados para comprender la necesidad del compromi-
fraga al tropezar con dificultades no previstas. so temporal con todas sus consecuencias.
No puedo pretender ni siquiera enunciar las más im- Cuando el marido o la mujer han descubierto indepen-
portantes. Por eso me limitaré a indicar algunas que tocan dientemente la necesidad de comprometerse; y uno de
muy cerca al medio social en que os desenvolvéis, aunque ellos ha decidido hacerlo sin reservas, no tardan en pre-
naturalmente, de una u otra manera, pueden ser aplicadas sentarse graves problemas que pueden dar al traste con
a otros medios sociales. la paz del hogar y el amor de los esposos. El peligro del
desequilibrio acecha al matrimonio.
Supongamos que es el marido quien ha descubierto la
1. — LA FAMILIA. exigencia cristiana del compromiso y desea ponerlo en
práctica. El compromiso temporal exige una dedicación
No es que la familia en cuanto tal signifique un obs- de tiempo, una aceptación de sacrificios que tocan a la
táculo para el compromiso temporal, puesto que cada uno vida del hogar, una necesidad de testimonio de vida cris-
debe tomarlo guardando el equilibrio entre sus ocupacio- tiana que implica la renuncia a ciertas posiciones adquiri-
nes familiares y lo que debe realizar al exterior. Me refiero das, la posibilidad de ser combatido, calumniado, perse-
a las dificultades que, de hecho, ofrece la familia a muchos guido...
cristianos de vuestro medio social que han percibido la Si la mujer no ha sido cultivada en el mismo sentido,
exigencia cristiana de la actuación temporal. lo que ocurre en muy escasas ocasiones, no tardará en
Toda nuestra vida podría resumirse en la búsqueda in- manifestarse la tendencia a la ruptura. La mujer, que
cesante de un equilibrio que se rompe una y otra vez. Equi- quizás no tiene inconveniente alguno en prescindir de la
librio entre Dios y el mundo, entre la oración y la acción, presencia del esposo, siempre que la ausencia se convierta
entre la intimidad y la exterioridad, entre la famila y la en la posibilidad de acrecentar el bienestar material del
sociedad. Aun dentro de la familia hay que luchar para hogar; o de subir en la consideración de los demás por el
154 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 155
acondicionamiento del mismo; o de mejorar la presenta- rarquía de valores. En nuestras familias cristianas pesa
ción personal, pondrá el grito en el cielo cuando se entere demasiado el olvido de los valores cristianos que han de
de que la ausencia del marido solamente procurará dis- incorporarse a la vida social.
gustos y acarreará sacrificios. Exquisito cuidado habrá que poner en la educación de
Es duro, pero hay que decirlo así. No estamos educados la mujer por parte del marido, del marido por parte de la
para emprender una labor desinteresada y prolongada por mujer, cuando se trata de la adopción de decisiones con-
el bien común. Se acepta el sacrificio de la ausencia del cernientes al compromiso temporal de cualquiera de ellos.
marido, si es que esa ausencia se ha de convertir en dinero Evidentemente no se puede sacrificar la paz del hogar por
o prestigio social. Se rechaza terminantemente en cuanto una impetuosa y precipitada decisión; pero tampoco pue-
se trate de obras desinteresadas que, además, proporcio- de abandonarse definitivamente el cumplimiento de las
nan disgustos. Claro que existen grandes compensaciones exigencias cristianas bajo pretexto de incomprensión.
en la actuación desinteresada, pero para percibirlas hace Con pena he de decir que los sacerdotes observamos en
falta un clima espiritual que todavía no se ha formado. esta materia una conducta especial. Si la desavenencia es
Esto puede darnos una idea del materialismo que ha inva- por otros motivos, tratamos evidentemente de salvaguar-
dido nuestra sociedad y del falseamiento de nuestra vida dar la paz del hogar; pero no dejamos de recordar los
cristiana. valores cristianos que han de vivirse en el seno del hogar.
No hay por qué decir que el caso se repite exactamente Basta recordar, por ejemplo, las exigencias del sexto man-
en sentido contrario. El marido está dispuesto a admitir damiento en el matrimonio. Cuando se trata de la actua-
muchas cosas si es que la salida de la mujer redunda en ción de los cristianos en el mundo, fácilmente olvidamos
beneficio de unos cuantos valores que él estima. Se enfure- las exigencias de la justicia y de la caridad. ¿Por qué no
ce cuando la mujer se empeña en trabajar desinteresada- realizar una labor educativa a propósito de la recepción
mente por los demás, haciendo padecer al egoísmo mascu- del sacramento de la Penitencia? A veces no se comprende
lino. bien qué se hace en tantas horas dedicadas a la dirección
Todavía es muy freceunte escuchar a muchos padres espiritual de cristianos de confesión y comunión frecuentes,
cristianos una grave recriminación porque sus hijos se
han complicado en tareas que no tienen una relación di-
recta con su preparación profesional o su vida familiar.
«¿Quién te manda a ti meterte en esas cosas?» «Si te hu- 2. — LAS POSICIONES PRIVILEGIADAS.
bieses dedicado al estudio, como era tu obligación, no te
verías ahora en este compromiso», etc., etc. En la vida española universitaria se está verificando un
Nadie duda de la obligación de estudiar, y malamente fenómeno sumamente curioso del que se pueden derivar
cumpliría su compromiso temporal quien pretendiese rea- maravillosas enseñanzas para el tema que estamos inten-
lizarlo a costa del cumplimiento de obligaciones primarias. tando iluminar. Tiene tanto más interés, cuan lo que de la
Pero todo tiene un límite y también debe existir una je- universidad precedéis en general los que os encontráis
1,16 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
ahora aquí, pretendiendo dilucidar la tarea de un cristiano HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 157
en el campo de lo temporal.
El universitario, por joven y por universitario, siempre Sé perfectamente que en vuestro medio social no todo
tiende a ser radical; pero desde hace algún tiempo una es facilidad; conozco también los apuros iniciales de tan-
minoría inquieta tiende a desembocar en las soluciones tos médicos y abogados que ni siquiera ganan lo indispen-
más extremas, o que parecen serlo. La revolución se ha sable para vivir decorosamente. A pesar de ello, tengo que
convertido en etiqueta que distingue al universitario de- deciros que vuestro medio social es privilegiado dentro de
seoso de salir de la mediocridad general. Y no se crea que la vida de la sociedad española. Privilegiado económicamen-
estoy hablando de puro «snobismo», que también existe en te, ya que vuestros ingresos medios reales superan con mu-
abundancia; no, me refiero a jóvenes universitarios bien cho los de otros grupos menos favorecidos y que las dife-
intencionados y generosos, que realizan auténticos sacrifi- rencias son a veces irritantes. Privilegiado, porque vuestro
cios para adaptar su vida al ideal que la ilumina. medio social es rico en relaciones sociales; y ya sabemos
El fenómeno que apuntaba se produce en cuanto el que las relaciones valen casi siempre más que el mismo
universitario termina su carrera e ingresa en una profe- dinero.
sión ; es decir, cuando verdadera y plenamente forma parte Cuando se ingresa en vuestro medio social con pleno
de su medio social, ya que la vida universitaria constituye derecho, comienza el disfrute de una situación de privile-
como un medio artificial, que participa de las característi- gio; y con ella se insinúa el peligro inminente de lo que
cas del medio burgués, pero que no se asimila totalmente suelo llamar «la instalación». Se ha dicho que el hombre
a él. Incluso se advierte ya en el último año de carrera, en es el peregrino de lo absoluto y es verdad; pero en el hom-
que el universitario se hace más escéptico respecto a la bre existe una tendencia radical a instalarse en este mun-
acción social y va perdiendo fervor revolucionario. do, siempre que disfrute de una posición confortable en
Son innumerables los casos de universitarios que du- la vida social. Es el gran peligro de vuestro medio.
rante su permanencia en las aulas universitarias defen- Es muy difícil renunciar continuamente a las ocasio-
dieron, no sólo teórica sino prácticamente, posturas avan- nes que se presentan para reafirmar la posición adquirida
zadas de reforma social; desfondados por completo en y para mejorarla. Constituye una tentación permanente la
cuanto ingresaron en los cuadros de una profesión bien observación de la vida de los que se situaron, el deseo de
definida. De revolucionarios han pasado a conservadores tranquilidad y de comodidad que se hallan fácilmente al
en el peor sentido de la palabra. alcance de la mano. Es casi imposible sostener el asalto
La estructura social me parece que explica suficiente- de la mujer y de los hijos que no se explican por qué el
mente el lamentable fenómeno de dejación del ideal, aun- marido y el padre no aprovecha las ocasiones, como osten-
que éste fuese completamente equivocado. Lamentable, siblemente lo hacen los vecinos y conocidos.
porque en realidad el ideal ha sucumbido al materialismo En cuanto comienzan las concesiones, la actuación tem-
reinante en la sociedad y a la necesidad de conservar los poral de nuestro universitario cambia de signo. Ahora tra-
privilegios del grupo social. bajará para mantener unas estructuras que permiten vivir
cómodamente en nuestra sociedad y la satisfacción de
tantos caprichos que nuestra civilización se encarga de
118 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 159
excitar. Y cuando la vida práctica discurre por esos cauces,
de manera que los hombres no fuesen de alguna manera
el cambio de mentalidad no se dejará esperar. De los ata-
responsables de lo que sucede. Al contrario, en el fondo
ques del revolucionario se pasa fácilmente a la conformi-
de los problemas sociales, la Iglesia sabe que se encuentra
dad y a los intentos de justificación del «instalado»
el pecado, la violación de las virtudes que deben regular
la convivencia humana.
Un cristiano de vuestro medio social que, vuelvo a re-
3. — LA RUPTURA CON EL MEDIO SOCIAL
petirlo, ocupa como tal medio social una posición privile-
" ' • !
líu la imposibilidad de tocar todos los problemas, me limi La doctrina de la Iglesia acerca de la retribución del
taré a indicar algunos que me parecen esenciales. trabajo había sido formulada ya con claridad por los Papas
anteriores. Particularmente Pío XI había señalado tres
criterios para fijar la justa retribución: las necesidades
del trabajador y de su familia, la situación de la empresa
REFORMAS DE LA VIDA ECONÓMICA y el bien común. Juan XXIII ha insistido en estos criterios,
pero las aplicaciones que ha realizado respecto al bien co-
mún nos permitirán perfilar algunos aspectos que nece-
Comenzaremos por la vida económica, no porque sea sitan la urgente reflexión de los católicos y una acción in-
lo más importante de la vida humana, sino porque la vida mediata, aunque a largo plazo en cuanto a los resultados.
económica nos proporciona los elementos indispensables Nos dice Juan XXIII que hay que tener en cuenta el
para vivir, y sin vida no hay actividad de ninguna clase, bien común nacional e internacional en la retribución del
por muy espiritual y elevada que sea. Los bienes econó- trabajo, así como en la fijación de los dividendos, del bene-
micos son muy necesarios, pero de carácter instrumental, ficio total, de las remuneraciones correspondientes al tra-
al servicio y para la consecución de los bienes culturales bajo de dirección. Hay que agradecer al Papa estas deter-
y espirituales. minaciones. Normalmente el criterio del bien común ha
solido servir hasta ahora para asegurar que los salarios
no deben ser tan altos que provoquen el paro obrero; pero
A. — Distribución de la riqueza y la renta nada se decía del bien común en relación con los dividen-
dos y con los altísimos sueldos de algunos cargos. Veamos
Es inevitable abordar este problema, aunque conozco las consecuencias que tiene la aplicación del bien común
perfectamente el desagrado que provoca. Muchos estiman en la fijación de las retribuciones.
que se ha hablado demasiado de una justa distribución y
El Papa señala las exigencias del bien común en el
que es hora de hacer el silencio sobre esta cuestión, con
plano nacional tanto como en el internacional. No me pue-
objeto de producir más y parar la atención en otros pro-
do detener ni siquiera en su enunciación, aunque llegaría-
blemas importantes. No todo se arregla con dinero, dicen.
mos a conclusiones muy prácticas para la actuación en el
Y tienen razón; pero no toda la razón.
campo económico. Solamente me voy a fijar en un aspecto
Juan XXIII en la «Mater et Magistra» ha vuelto a hacer
que para mí reviste capital importancia y del que nos
referencia a este problema en un capítulo dedicado a la
evadimos continuamente.
retribución del trabajo. En él comienza por afirmar que
Señal indudable de que se respeta el bien común es
existe una retribución deficiente del trabajo, incluso en los
el armonioso desarrollo de la economía, que no consiste
países desarrollados y acaba enunciando los criterios de
simplemente en una mayor producción de bienes, sino en
una justa y equitativa distribución. No es, pues, ocioso que
una recta y justa distribución de los mismos. La Iglesia no
nosotros mencionemos el problema.
ha favorecido jamás el igualitarismo en las restribuciones,
164 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 165
sino que lo ha combatido como contrario a la naturaleza
de las cosas; pero reclama, en cambio, una disminución Esto es extraordinariamente grave; tan grave que cae-
de las diferencias económico-sociales entre los grupos hu- ríamos plenamente en la censura que Pío XII dirigía a una
manos. cierta concepción del desarrollo económico y que el Papa
«Mientras las economías de las diversas naciones evo- Juan XXIII recoge y confirma: «Si tal justa distribución
lucionan rápidamente y con ritmo aún más intenso des- de bienes no fuese realizada o no estuviese más que imper-
pués de la última guerra, creemos oportuno llamar la fectamente asegurada, el verdadero fin de la economía
atención sobre un principio fundamental; a saber: que nacional no sería alcanzado, supuesto que, cualquiera que
el desarrollo económico debe ir acompañado y proporcio- fuese la opulenta abundancia de bienes disponibles, el pue-
nado con el progreso social; de suerte que de los aumentos blo, no habiendo sido llamado a participar en ellos, no
productivos tengan que participar todas las categorías de sería rico, sino pobre». (Pío XII, Doc. Soc. BAC, p. 1128,
ciudadanos. Es necesario vigilar atentamente y emplear número 6).
medios eficaces para que las desigualdades económico-so- El examen de conciencia se impone y también la adop-
ciales no aumenten, sino que se atenúen lo más posible». ción de medidas eficaces como el Papa pide. Examen de
(Juan XXIII, «Mater et Magistra». Ed. HOAC, p. 17, n. conciencia que dejo a vuestro cargo, recomendándoos que
73). establezcáis una sencilla comparación entre vuestros in-
gresos totales, los que solamente se declaran ante Dios, y
El paralelismo del progreso económico y del social es
los que percibe un sencillo trabajador. A través de la com-
un principio fundamental según el Papa. Y ese paralelis-
paración de presupuestos podréis realizar una aproxima-
mo se mide también por la atenuación de las diferencias
ción a la realidad social y económica.
económico-sociales entre los distintos grupos.
Examen de conciencia también respecto a los medios
Es preciso comparar este principio fundamental con
que se revelan eficaces para cambiar tal estado de cosas.
nuestra realidad. No os voy a atosigar con cifras y esta-
La Iglesia no interviene en las cuestiones puramente téc-
dísticas, pero me parece que las palabras de Juan XXIII
nicas, pero urge las morales y religiosas. Vosotros tendréis
implican una grave responsabilidad para todos los cató-
que determinar si una más justa distribución ha de reali-
licos. Es preciso que nos fijemos en estadísticas reales; es
zarse a través de la modificación del sistema tributario o
necesario que las elaboremos, si no existen todavía; es ab-
de otra forma cualquiera. Deberéis elegir el procedimien-
solutamente imprescindible que sepamos si al progreso
to que os parezca más eficaz, atendidas las circunstancias
económico acompaña el progreso social y si las diferen-
de nuestro país. Pero primeramente necesitáis convence-
cias entre los grupos sociales tienden a atenuarse.
ros íntimamente de la absoluta necesidad de la reforma
Yo no os lo podría asegurar ni en uno ni en otro sen-
y renunciar a los criterios del liberalismo económico que
tido. Solamente sé que el Sr. Ministro de Hacienda en unas
públicamente se exponen todavía por dirigentes de la vida
declaraciones de hace algunos años, al comienzo del Plan
económica.
de Estabilización, afirmaba que las rentas de trabajo ha-
bían disminuido en comparación al período anterior.
Ifif) HACIA UN CRISTIANISMO APULTO
HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 167
los trabajadores carecen de la preparación necesaria para caces para lograr la competencia necesaria en un grupo
intervenir en estas cuestiones. Pues bien, ha llegado el mo- de trabajadores representantes de sus compañeros. Y esa
mento de verificar la veracidad de estas afirmaciones y de competencia implica un aspecto práctico que hay que abor-
sacar las consecuencias oportunas, cualquiera que sea la dar prudente, decidida y progresivamente. En el seno de
conclusión a que lleguemos. la empresa existen muchas actividades en las cuales puede
Personalmente opino que la mayoría de nuestros traba- desarrollarse la capacidad y el sentido de responsabilidad
jadores carecen, por desgracia, de la preparación necesa-
de los trabajadores de la misma. Hay que poner buena vo-
ria. Creo que se puede afirmar sin temor a ser desmentido
luntad e imaginación; las que se emplean cuando se ma-
que la culpa no recae precisamente sobre ellos, sino sobre
nejan los datos económicos y se trata de obtener una ma-
la constitución de una sociedad que no les ha permitido
adquirirla. Al mismo tiempo, me parece que hay que su- yor rentabilidad.
brayar el esfuerzo realizado por una minoría de trabaja- Los Papas piden una participación activa en el plano
dores que probablemente podrían intervenir ya en nume- de la economía nacional e internacional, por la dependen-
rosas cuestiones referentes a la vida de la empresa y a la cia que liga la vida de las empresas a la política económica
economía nacional. Es peligroso desconocer la evolución y, en general, a las decisiones importantes que se toman
de esta minoría; es dejar de manifiesto el orgullo de clase en este terreno.
aferrarse a concepciones que ya no responden a la rea- Algunos de vosotros os encontráis dentro de una em-
r rn
lidad. - ."**W%r*R presa en la vida económica; otros, en cambio, os desen-
Habría que decir algo más en este orden de cosas. La volvéis en el campo de las profesiones liberales que man-
autoridad suprema corresponde en las sociedades anóni- tienen un estatuto más independiente. Unos y otros no os
mas, al menos nominalmente, según la legislación, a la podéis desentender de esta participación. Participación
Junta General de Accionistas. No es demasiado pedir a los personal vuestra y de vuestros órganos de representación;
cristianos que examinen lealmente si muchos accionistas esfuerzo para que en la vida económica se realice la parti-
se hallan mejor preparados que los trabajadores para el cipación de los demás grupos sociales, mediante organi-
desempeño de tan delicada función. ¿El accionista que en- zaciones verdaderamente representativas, auténticas y efi-
carga a un Banco la compra de unas acciones, con la mira caces.
puesta exclusivamente en la buena inversión y en el divi-
dendo que percibirá al final del ejercicio, se halla mejor
preparado que el trabajador que pasa gran parte de la PROBLEMAS DE ORDEN SOCIAL
vida dentro de la empresa?
Admitamos la falta de preparación de la mayoría. Si la
participación activa de los trabajadores es una meta que Entre los muchos que se pueden clasificar bajo esta
nos hemos de proponer según la doctrina de la Iglesia, es ambigua denominación, me referiré solamente a algunos
necesario que con toda urgencia se pongan los medios efi- que presentan una acuidad mayor. Ahí hay campo para
todas las generosidades y competencias.
170 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 171
la urgencia posible. Y para sentir la urgencia y agotar al mundo en esa dirección, al intensificar las relaciones
hasta las últimas posibilidades hay que estar muy conven- humanas complicando la trama de la vida social.
cido de la injusticia social y muy decidido a la aplicación En la misma encíclica se señalan los peligros inheren-
de medidas eficaces. En otros países se han realizado pro- tes al proceso de socialización y la manera de obviarlos.
gresos sustanciales. Efectivamente, la intensificación de las relaciones entre los
El acceso a los bienes de la cultura no solamente signi- hombres implica un doble riesgo: el de la pérdida de inte-
fica la entrada en los estudios superiores para los verda- rioridad, al invadir lo social el terreno de la intimidad; y
deramente aptos. Se extiende también a otros dominios el peligro de estatización, por la creciente intervención del
como el del arte, etc. ¿Por qué no realizar un esfuerzo Estado aun en los campos más próximos al desarrollo per-
gigantesco para poner a disposición de todos las grandes sonal.
obras de la literatura, música, pintura, etc.? ¿Por qué no Contra esos dos peligros la Encíclica indica los reme-
cultivar la sensibilidad del pueblo, alelándolo al mismo dios convenientes, puesto que el tono que utiliza el Papa
tiempo de un empleo de los tiempos libres que después Juan XXIII al hablar de la socialización es más bien opti-
criticamos con injusta dureza? mista. Solamente se impedirá el proceso de masificación
y de estatización, si existen asociaciones intermedias que
Acceso a la cultura de los niños, de los adolescentes y
cumplan estas dos condiciones: autonomía efectiva res-
de los jóvenes; pero también de los adultos. Tengo la im-
pecto de los poderes públicos y participación activa de sus
presión de que en nuestro país se hace muy poco para
miembros en la vida de la asociación.
aumentar la cultura de los adultos. No solamente su pre-
A mi entender, es preciso fomentar estos organismos
paración profesional con vistas al aumento de producti-
intermedios en nuestro país, donde la densidad social es
vidad; sino también el cultivo humano que perfecciona
escasa. Cuando la sociedad, entendida como ese conjunto
directamente al hombre. He ahí una gran tarea en que
de organismos intermedios dotados de las cualidades men-
muchos de vosotros podríais volcar los talentos recibidos
cionadas, apenas existe; nos encontramos en una situación
y llenar una vida que quizás se distribuye entre el trabajo
peligrosa desde todos los puntos de vista. La persona hu-
para ganar dinero y el simple disfrute, posiblemente tedio-
mana no encuentra las estructuras e instituciones necesa-
so, de los bienes y posición adquiridos.
rias para desarrollarse; no hay contrapeso a la actuación
del Estado. El resultado es una masificación progresiva y
una estatización opresora, que puede desembocar en un
B. — Densidad de vida social estallido social.
Deberían multiplicarse las asociaciones de tipo fami-
La Iglesia insiste muy particularmente en su doctrina liar, dedicadas a los problemas específicos de la familia
social sobre la existencia de asociaciones intermedias en- en nuestra sociedad industrial. Dentro de esas asociacio-
tre el Estado y las personas particulares. El proceso de nes familiares, se ha de buscar a toda costa la parti-
socialización analizado en la «Mater et Magistra» encamina cipación activa de los padres, mediante procedimientos
174 HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO
HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO 175
adecuados como encuestas; descubrimiento de matices co-
rrespondientes a nuestra época y que modifican profun- choques más o menos violentos, que actúan a la manera
damente la vida familiar; tratamiento de los problemas de válvula de seguridad de las tensiones sociales.
educativos de acuerdo con los adelantos pedagógicos y Las tensiones sociales siempre existirán y no constitu-
atendiendo a las características de la adolescencia y juven- yen mal alguno mientras se mantienen dentro de ciertos
tud actuales, etc. límites. Por el contrario, pueden indicar la vitalidad de
Junto a las asociaciones familiares tienen perfecta ca- una sociedad que se desarrolla y en que todos toman parte
bida las de tipo cultural, bien dedicadas a la cultura en su activa. Es natural que se produzcan las tensiones entre
conjunto, bien especializadas en un sector de la misma. grupos de intereses, entre opiniones diferentes acerca de
Sin olvidar la tarea de culturización de los adultos, tan las mil cuestiones de la vida social.
abandonada y tan necesaria en nuestro país. Las posibili- Cuando las tensiones, que en manera alguna niegan la
dades serán tanto mayores cuanto más libremente y sin colaboración, degeneran en la lucha de clases en sentido
trabas puedan desarrollar sus actividades bajo la alta vi- marxista, nos encontramos ante una sociedad enferma.
gilancia de la autoridad pública. Porque la lucha de clases en sentido marxista no solamen-
Mención especial merece en nuestra época el problema te significa un enfrentamiento de los grupos sociales, sino
de los tiempos libres. Es cierto que desgraciadamente no que encierra un espíritu de odio y una tesis catastrófica
es mucho el tiempo libre que queda a la mayoría de la acerca del progreso social. Se espera la sociedad perfecta
población, teniendo en cuenta las horas que han de dedi- del futuro del alumbramiento doloroso del odio y la vio-
carse al trabajo remunerador para poder subsistir. Pero lencia.
el problema se presenta ya desde ahora y ha de adquirir Para llegar a una colaboración de los grupos sociales,
un volumen mucho mayor en el futuro. Tenemos que am- tal y como la entiende la doctrina de la Iglesia, hay que
pliar el horizonte de los tiempos libres, reducido hoy a proceder a una reforma de las estructuras e instituciones
unas cuantas diversiones comercializadas y no pocas veces que imposibilitan el diálogo por su misma naturaleza. Esto,
masificadoras y degradantes. en el aspecto objetivo de la cuestión. Desde el punto de
vista subjetivo, es necesario que cada grupo social se es-
fuerce por combatir aquellos defectos característicos que
C. — Colaboración social más se oponen a una leal colaboración.
Por lo que se refiere a vuestro medio social, creo que
No nos engañemos. Los grupos sociales luchan entre los cristianos tienen que hacer un serio esfuerzo para ha-
sí, de forma poco visible normalmente; violentamente cer desaparecer la conciencia de superioridad que se ad-
cuando se presenta la ocasión propicia. Que esta última vierte en casi todas las manifestaciones de la vida social
forma no es más peligrosa que la primera en realidad, lo y el espíritu paternalista en las relaciones con otros gru-
comprenderá cualquiera que pulse el estado de ánimo lar- pos sociales y que es lógica consecuencia de la primera.
vado que se va creando y desarrollando cuando faltan los La conciencia de superioridad no se manifiesta sola-
mente en las relaciones interpersonales. Diría que es don-
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de menos se manifiestan, afortunadamente, pues va pene-
la consecución del bien común, es la actividad más noble
trando poco a poco la creencia firme en la dignidad de
entre las terrenales.
todas las personas humanas. Es en el terreno de la rela-
ción entre grupos sociales donde surge el espíritu de clase Por un misterioso proceso, cuyo esclarecimiento nos
o de casta, que niega a los miembros de otro grupo social llevaría demasiado lejos, los cristianos se han ido retiran-
el derecho, la competencia, la posibilidad de participar en do del campo de la política con las consecuencias que se
ciertas tareas colectivas. advierten en todo el mundo. Este es el momento en que
Vuestro grupo social considera como algo específica- parece vencida la repugnancia anterior y en que valerosas
mente suyo la dirección de las empresas, la gestión de la minorías de católicos se han lanzado a la vida pública con
administración pública y prácticamente todas las tareas Ja aspiración de ordenarla según criterios cristianos.
rectoras de la sociedad. Cuando representantes de los tra- Los cristianos han temido la contaminación al introdu-
bajadores industriales o agrícolas pretenden opinar en cirse en el terreno político, juzgado como el de los nego-
esas cuestiones, se encuentran con una negativa rotunda, cios sucios, el de las zancadillas alevosas, de las ambiciones
con una oposición furiosa que no duda en recurrir a todos desmedidas. No querían mancharse las manos, en frase
los medios, tan abundantemente colocados en sus manos. de un célebre escritor; pero es muy posible que la verda-
Hay que llegar a una sociedad en que cada hombre mire dera razón de su defección en la política no fuese esa. Es-
a todos los demás como iguales en dignidad, como directa- tos cristianos no querían mancharse las manos; pero no
mente interesados en la vida de la comunidad y partici- se daban cuenta de que en realidad les faltaban los brazos.
pantes activos de la misma, con la sola diferenciación de «No es suficiente rebajar la naturaleza para elevarse
las funciones respectivas. Pero hay que partir del hecho en el terreno de la gracia... Porque no tienen la fuerza
que tan bien calificaba un buen amigo m í o : es que en (y la gracia) de ser de la naturaleza creen que son de la
nuestra sociedad, todavía un hombre de una clase social gracia. Porque no tienen valor humano, juzgan que han
mira a otro hombre de distinta clase social como a otra penetrado en lo eterno. Porque no tienen valor para ser
clase de hombre. del mundo, creen que son de Dios. Porque no tienen el
valor de pertenecer a uno de los partidos de los hombres,
creen que pertenecen al partido de Dios. Porque no son
del hombre, creen que son de Dios. Porque no aman a
ACTUACIÓN EN EL ORDEN POLÍTICO nadie, creen que aman a Dios». (Peguy).
Algo hay de eso en muchas posturas de alejamiento del
mundo, aunque se presenten como producto de una espi-
Sí; también un cristiano debe introducirse en este cam-
ritualidad elevadísima. Toda la grandeza que posee el ale-
po de la vida social en sentido amplio. A pesar de la mala
jamiento del mundo, cuando es la respuesta generosa a
prensa de que goza, quizás más particularmente entre los
una auténtica vocación o llamamiento de Dios, desaparece
cristianos, la vida política, por ocuparse directamente de
y se convierte en mezquindad en el momento en que res-
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ponde al miedo a la vida, a un afán desequilibrado de
pureza. más norma que la salida de manos del legislador humano.
La doctrina de la Iglesia nos habla también de la inter- Niega el Derecho Natural y la sujeción que a él debe el
vención en el campo de la política. Pío XI afirmaba, en Derecho positivo.
primer lugar, el derecho y el deber de los católicos a in- Una de las consecuencias del positivismo jurídico, y de
tervenir en la vida política; también nos ha indicado las otras doctrinas o concepciones jurídicas, es el imperio de
razones de tal intervención. la fuerza sobre el Derecho, tomado en toda su amplitud.
«Lo cual no impide, por otra parte, que cada uno de los En la Introducción a los Documentos Jurídicos de la BAC
católicos pueda pertenecer a organizaciones de carácter nos dice Carlos Viada:
político, siempre que en su programa y en su actividad «El que una norma sea declarada obligatoria en el Es-
den la garantía necesaria de tutelar los derechos, de no tado por el poder legislativo no basta para crear un ver-
atacar a Dios y a los derechos de la Iglesia. Más aún; el dadero derecho. El error del positivismo jurídico estriba
preocuparse de la vida política y aun el participar en ella en considerar la ley como norma suprema del derecho,
es deber de caridad social, porque todo ciudadano tiene error que está en la base del absolutismo del Estado y que
la obligación de preocuparse cuanto pueda del bien de su equivale a la deificación del Estado mismo». (Doc. Jur.
propia nación». (Pío XI, al Card. Cerejeira, 10-XI-33. Col. BAC, Prólogo, XII).
Ene. de A.C., 5 ed., pp. 1107-1108). Efectivamente, Pío XII, que combatió sin descanso el
La Iglesia posee una doctrina acerca de la vida política, positivismo jurídico, no dejó de advertir que su principal
siempre desde su punto de vista religioso-moral. En ella fruto era el Estado totalitario.
se nos dice qué es la autoridad, su misión, límites del po- «Debía venir el Estado totalitario de impronta anticris-
der, obediencia que deben los ciudadanos a las leyes jus- tiana, el Estado que —por principio, o al menos de he-
tas, etc., etc. En los últimos tiempos ha insistido de ma- cho— rompía todo freno frente a un supremo derecho di-
nera particular en unos cuantos principios, en atención a vino, para descubrir al mundo el verdadero rostro del
las circunstancias históricas, particularmente habida cuen- positivismo jurídico... Este «derecho legal» en el sentido
ta de la creciente intervención del Estada en todos los aquí expuesto, ha transtornado el orden establecido por el
campos de la vida social. Creador; ha llamado al desorden orden; a la tiranía, auto-
También en el terreno de la política me limitaré a hacer ridad; a la esclavitud, libertad; y al delito, virtud patrió-
unas cuantas sugerencias, siguiendo el pensamiento de la tica». (Pío XII, Disc. a la Rota Romana el 13-XI-49. Doc.
Iglesia para esta época histórica. Jur. BAC, p. 307, n. 11-12).
Admitida la religación entre Derecho y Moral, como en-
A. — Reino del Derecho seña la doctrina cristiana, nos situamos inmediatamente
en el plano del respeto a los derechos fundamentales de
Pío XII ha reñido una gran batalla en contra del posi- la persona, que deben ser reconocidos en el ordenamiento
tivismo jurídico, concepción del Derecho que no admite jurídico positivo. Con ello se trata de evitar la arbitrarie-
dad del poder y de promover la garantía de una vida pa-
INO HACIA UN CRISTIANISMO ADULTO