Está en la página 1de 5

¿La inflación siempre es mala?

Edición de Agosto 2010

Por qué es sano para la economía mantener algún grado de inflación

Imagine por un momento un mundo en el que los


precios no aumentan, o sea donde la inflación es de
0%. Un mundo en el que el pollo que compra
semanalmente, el automóvil para el que tanto ha
ahorrado o la casa de sus sueños siempre cuestan lo
mismo. A primera vista, este sería un mundo ideal
donde nuestros ingresos y ahorros siempre
alcanzarían para cubrir nuestros gastos planeados. La amenaza de un encarecimiento del
pollo jamás podría obligarnos a cambiar el presupuesto de la semana como ahora, o alzas
en los precios de vehículos y viviendas no nos obligarían a ahorrar más de lo planeado para
hacer realidad el sueño del carro y la casa propia. Si éstas son las ventajas de un mundo de
inflación cero, imagine usted qué beneficios traería uno en el que los precios bajaran
siempre.

Si los beneficios de no tener inflación parecen claros, ¿por qué no buscamos que la
economía peruana funcione con precios que nunca cambien o, mejor aún, que caigan
siempre? En los siguientes párrafos, trataremos de absolver ésta y otras preguntas, así como
algunos comentarios que usualmente surgen respecto de la naturaleza de la inflación y sus
efectos sobre la economía.

“La inflación se debe siempre a un aumento de la cantidad de dinero”

NO. Si bien es cierto que hay cierto consenso en que la inflación en el largo plazo se
explica básicamente por el aumento de la cantidad de dinero en la economía, lo cierto es
que en cortos períodos de tiempo (algunos años) la inflación no sólo se explica por este
factor.

Una de las razones que explican la inflación es lo que en economía se denomina “presiones
de demanda”. Imagine que las familias y empresas deciden endeudarse para consumir e
invertir más de lo usual, aumentando así la demanda por varios productos que se transan en
la economía. Si usted fuera un vendedor y ve cómo todos sus productos se venden
rápidamente, o si tuviese un restaurante y ve cómo la gente hace cola para entrar ¿no se
vería tentado de aumentar sus precios ya que hay cada vez más gente que quiere comprarle?
Así, cuando el gasto y la demanda crecen por encima de la capacidad productiva, se
generan presiones inflacionarias.
Pero existen también otras razones. Por ejemplo, ¿qué tal si en el mundo se da un alza del
precio internacional del petróleo, del maíz o de la soya? Al ser estos bienes insumos, su
encarecimiento genera un aumento de los costos de transporte, así como del pan y del
aceite, entre otros productos. Por ello, es de esperarse que una empresa que enfrenta fuertes
aumentos de costos reaccione aumentando los precios finales de los pasajes, de la unidad de
pan o de la botella de aceite.

Asimismo, puede haber factores que eleven la inflación temporalmente. Entre ellos, por
ejemplo, huaycos que afectan el abastecimiento de productos agrícolas en los mercados y
eleven sus precios. O también incrementos de los pasajes interprovinciales ante la fuerte
demanda en períodos de fiesta.

En términos generales, podría decirse que en cortos períodos de tiempo todo factor que
afecte la “deseabilidad” o la “escasez” de un bien o servicio determinado puede afectar los
precios. Si este factor se da de manera generalizada, tenemos inflación.

Finalmente, los precios también pueden subir por mejoras en la calidad o características de
los bienes. Por ejemplo, si la calidad de los restaurantes o de los colegios particulares ha
mejorado en los últimos años es razonable suponer que los precios por estos servicios
también lo harán. Del mismo modo, el metro cuadrado en Lima puede aumentar, en parte,
porque cada vez las viviendas o departamentos gozan de mejores servicios o instalaciones
(juegos, piscinas o seguridad). Ojalá viéramos este tipo de inflación en el servicio de
transporte público.

¿Por qué la inflación alta es mala para una economía?

Esto debería estar muy claro para todo peruano. Una elevada inflación como la que se dio a
finales de los ochenta en el Perú puede afectar seriamente el bolsillo de los consumidores y
destruir una economía. En ese período, los precios aumentaban drásticamente de un día
para otro haciendo que los ingresos de las personas no alcancen para poder adquirir incluso
bienes tan básicos como la leche o el azúcar. Los más afectados por la inflación siempre
son los pobladores de menores ingresos. Además, la reducción del consumo implica menor
demanda por productos para las empresas, haciendo que éstas quiebren y despidan
trabajadores. Éstos dejan de percibir ingresos, lo que se traduce en menor consumo
activando el círculo destructivo nuevamente.

Un caso reciente de una economía con un severo problema de hiperinflación fue


Zimbabwe. Cifras oficiales revelan que la inflación de este país africano para mediados del
2008 fue de 231’000,000%, y luego dejaron de publicarse. En adelante, cálculos de
especialistas han revelado que esta cifra estuvo exageradamente subestimada y que la
inflación verdadera alcanzó los 65 quindecillones nonidecillones por ciento para finales del
2008, es decir, un 6.5 seguido de 107 ceros. ¿Primera vez que ve esa cifra? Para ponerla en
perspectiva, esto es equivalente a una inflación de 98% al día, lo que implica que los
precios ¡se duplican cada 24 horas! Asimismo, su PBI acumuló una caída de cerca de 20%
entre el 2006 y el 2009. Ante estas monstruosas cifras, el gobierno de Zimbabwe decidió
dolarizar la economía y hoy muestra tasas de inflación de alrededor de 9%, altas para el
promedio mundial, pero más moderadas que las cifras mencionadas anteriormente.

 “Si es que mayores precios disminuyen el poder adquisitivo de la población,


¿deberíamos buscar que los precios bajen (inflación negativa)?”

DEFINITIVAMENTE NO. Si los precios caen constantemente, pocas personas tendrían


el incentivo de consumir hoy. Resulta obvio, pues usted muy probablemente decidirá
esperar que los precios caigan aún más para recién animarse a comprar más barato. Este
menor consumo implica una menor demanda de productos para las empresas, las que se ven
obligadas a recortar su producción y reducir personal. ¿Cuál sería el efecto? Más
desempleados, otra vez menor consumo y el círculo destructivo comienza nuevamente.

Además, la cada vez menor producción y la constante reducción de precios de venta


implica menores ingresos para las empresas y, por ende, menores utilidades. Esto reduce
los recursos de las empresas para invertir y dinamizar la economía. Es más, este efecto se
agrava si es que las familias y las empresas están seriamente endeudadas. Si los precios de
venta de una empresa caen, entonces ésta tendrá que vender cada vez más para poder pagar
la misma cuota de crédito mensual (el “peso” de su deuda aumenta). Si a eso se suma que
sus ventas probablemente estén cayendo, prácticamente se hace imposible generar recursos
para pagar las cuotas de los créditos, haciendo que las empresas eventualmente quiebren.
Algo similar se daría en el caso de las familias.

“Ok, entonces la meta debería ser que los precios no varíen (inflación cero)”

IGUALMENTE NO. Imagine que un país con inflación de 0% cae en recesión. Frente a
ello, el Banco Central tendría un impacto limitado sobre la actividad económica, pues si
bien podría bajar su tasa de referencia a 0% también, con expectativas de inflación nulas, la
tasa de interés real no podría ser negativa. En un contexto de inflación observada
y esperada positiva, el BCR podría incentivar el crecimiento del crédito reduciendo más su
costo. Más aún, imagine que la tasa de interés del BCR está ya en 0% y la economía, en vez
de salir de la recesión, sufre una recaída. En ese contexto, el BCR ya no podría hacer uso de
su principal instrumento al verse impedido de reducir más el costo del crédito.

Finalmente, ¿qué incentivos tendrían las empresas de mejorar la calidad de sus productos si
posiblemente no podrán cobrar más por ellos? ¿Cómo se ajustarían las empresas si es que el
costo de sus insumos aumenta? Tendrían que reducir sus márgenes de ganancia o reducir
otros costos y recortar personal.
Una inflación de 0%, si bien no es tan dañina como una inflación negativa, no es
beneficiosa, pues reduce la flexibilidad de las empresas y de la política económica, en
particular la monetaria, para reaccionar frente a efectos adversos.

Por esta razón, el BCR más bien apunta a que la inflación se ubique dentro de un rango
entre 1% y 3%, lo que le da al ente emisor una mayor capacidad de reaccionar
efectivamente frente a recesiones.

Entonces, ¿cuándo es buena la inflación para


la economía?

Una inflación positiva, pero baja y estable, incentiva a


las familias a consumir hoy y no posponer
indefinidamente sus decisiones de compra. De la
misma forma, las empresas preferirán inversiones
productivas que usualmente son más rentables antes
que invertir en activos financieros cuyo rendimiento
puede reducirse por la inflación. Ambos efectos son
positivos para un crecimiento económico sostenido.

Adicionalmente, una inflación moderada permite que


el mercado laboral funcione adecuadamente.
Usualmente es difícil para las empresas reducir
sueldos en el corto plazo, y en situaciones como una
recesión o cuando el salario mínimo está por encima
del nivel de equilibrio, el único mecanismo de ajuste
que tienen éstas, en ausencia de inflación, es el
despido y, por ende, el aumento del desempleo. Pero una inflación moderada permite que,
al mantenerse constantes los salarios nominales, los salarios reales se puedan ajustar a la
baja, permitiendo que el mercado laboral se “limpie” por precios y no por cantidades
(despidos).

Finalmente, así como se mencionó que la inflación da margen de maniobra a la política


monetaria, ésta también puede ayudar a las finanzas públicas. Como se mencionó
anteriormente, una inflación baja y estable incentiva el crecimiento sostenido, lo que genera
ingresos fiscales. Pero además, la inflación puede reducir el peso de la deuda pública
cuanto ésta es a tasa de interés fija. Es decir, lo contrario a lo que pasaba cuando la
inflación es negativa. Es por eso que se suele decir que la inflación actúa como un impuesto
que contribuye a financiar las cuentas fiscales.

Saber que hoy el pollo volvió a subir de precio, que el automóvil que planeaba comprarme
está algo más caro hoy o que la valorización de la casa de nuestros sueños trepó, sin duda
puede molestarnos. Sin embargo, ya hemos visto que estas molestias no son nada
comparadas con los verdaderos sufrimientos de un mundo de precios constantes o siempre
cayendo, que no resulta positivo después de todo. Paciencia y buen humor, pues mientras la
inflación continúe siendo baja (2.75% promedio entre el 2002 y ahora), el malestar será
tolerable y podremos estar seguros de que la economía está funcionando bien.

También podría gustarte