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Si los beneficios de no tener inflación parecen claros, ¿por qué no buscamos que la
economía peruana funcione con precios que nunca cambien o, mejor aún, que caigan
siempre? En los siguientes párrafos, trataremos de absolver ésta y otras preguntas, así como
algunos comentarios que usualmente surgen respecto de la naturaleza de la inflación y sus
efectos sobre la economía.
NO. Si bien es cierto que hay cierto consenso en que la inflación en el largo plazo se
explica básicamente por el aumento de la cantidad de dinero en la economía, lo cierto es
que en cortos períodos de tiempo (algunos años) la inflación no sólo se explica por este
factor.
Una de las razones que explican la inflación es lo que en economía se denomina “presiones
de demanda”. Imagine que las familias y empresas deciden endeudarse para consumir e
invertir más de lo usual, aumentando así la demanda por varios productos que se transan en
la economía. Si usted fuera un vendedor y ve cómo todos sus productos se venden
rápidamente, o si tuviese un restaurante y ve cómo la gente hace cola para entrar ¿no se
vería tentado de aumentar sus precios ya que hay cada vez más gente que quiere comprarle?
Así, cuando el gasto y la demanda crecen por encima de la capacidad productiva, se
generan presiones inflacionarias.
Pero existen también otras razones. Por ejemplo, ¿qué tal si en el mundo se da un alza del
precio internacional del petróleo, del maíz o de la soya? Al ser estos bienes insumos, su
encarecimiento genera un aumento de los costos de transporte, así como del pan y del
aceite, entre otros productos. Por ello, es de esperarse que una empresa que enfrenta fuertes
aumentos de costos reaccione aumentando los precios finales de los pasajes, de la unidad de
pan o de la botella de aceite.
Asimismo, puede haber factores que eleven la inflación temporalmente. Entre ellos, por
ejemplo, huaycos que afectan el abastecimiento de productos agrícolas en los mercados y
eleven sus precios. O también incrementos de los pasajes interprovinciales ante la fuerte
demanda en períodos de fiesta.
En términos generales, podría decirse que en cortos períodos de tiempo todo factor que
afecte la “deseabilidad” o la “escasez” de un bien o servicio determinado puede afectar los
precios. Si este factor se da de manera generalizada, tenemos inflación.
Finalmente, los precios también pueden subir por mejoras en la calidad o características de
los bienes. Por ejemplo, si la calidad de los restaurantes o de los colegios particulares ha
mejorado en los últimos años es razonable suponer que los precios por estos servicios
también lo harán. Del mismo modo, el metro cuadrado en Lima puede aumentar, en parte,
porque cada vez las viviendas o departamentos gozan de mejores servicios o instalaciones
(juegos, piscinas o seguridad). Ojalá viéramos este tipo de inflación en el servicio de
transporte público.
Esto debería estar muy claro para todo peruano. Una elevada inflación como la que se dio a
finales de los ochenta en el Perú puede afectar seriamente el bolsillo de los consumidores y
destruir una economía. En ese período, los precios aumentaban drásticamente de un día
para otro haciendo que los ingresos de las personas no alcancen para poder adquirir incluso
bienes tan básicos como la leche o el azúcar. Los más afectados por la inflación siempre
son los pobladores de menores ingresos. Además, la reducción del consumo implica menor
demanda por productos para las empresas, haciendo que éstas quiebren y despidan
trabajadores. Éstos dejan de percibir ingresos, lo que se traduce en menor consumo
activando el círculo destructivo nuevamente.
“Ok, entonces la meta debería ser que los precios no varíen (inflación cero)”
IGUALMENTE NO. Imagine que un país con inflación de 0% cae en recesión. Frente a
ello, el Banco Central tendría un impacto limitado sobre la actividad económica, pues si
bien podría bajar su tasa de referencia a 0% también, con expectativas de inflación nulas, la
tasa de interés real no podría ser negativa. En un contexto de inflación observada
y esperada positiva, el BCR podría incentivar el crecimiento del crédito reduciendo más su
costo. Más aún, imagine que la tasa de interés del BCR está ya en 0% y la economía, en vez
de salir de la recesión, sufre una recaída. En ese contexto, el BCR ya no podría hacer uso de
su principal instrumento al verse impedido de reducir más el costo del crédito.
Finalmente, ¿qué incentivos tendrían las empresas de mejorar la calidad de sus productos si
posiblemente no podrán cobrar más por ellos? ¿Cómo se ajustarían las empresas si es que el
costo de sus insumos aumenta? Tendrían que reducir sus márgenes de ganancia o reducir
otros costos y recortar personal.
Una inflación de 0%, si bien no es tan dañina como una inflación negativa, no es
beneficiosa, pues reduce la flexibilidad de las empresas y de la política económica, en
particular la monetaria, para reaccionar frente a efectos adversos.
Por esta razón, el BCR más bien apunta a que la inflación se ubique dentro de un rango
entre 1% y 3%, lo que le da al ente emisor una mayor capacidad de reaccionar
efectivamente frente a recesiones.
Saber que hoy el pollo volvió a subir de precio, que el automóvil que planeaba comprarme
está algo más caro hoy o que la valorización de la casa de nuestros sueños trepó, sin duda
puede molestarnos. Sin embargo, ya hemos visto que estas molestias no son nada
comparadas con los verdaderos sufrimientos de un mundo de precios constantes o siempre
cayendo, que no resulta positivo después de todo. Paciencia y buen humor, pues mientras la
inflación continúe siendo baja (2.75% promedio entre el 2002 y ahora), el malestar será
tolerable y podremos estar seguros de que la economía está funcionando bien.