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Vane Farrow

Vane hearts Ivana florbarbero


Lu Val_17 Bella'
Umiangel Jadasa Beatrix
Julie Majo Villa Mary Warner
Miry GPE Vane Farrow Val_17
Jani Colton lvic15
4

Sahara Miry GPE Jadasa


Jenny99 Vane Hearts Julie
Laurita PI Vane Farrow Mawii
Daliam Val_17

Vane Farrow

Yessy
Sinopsis Capítulo 12
Prólogo Capítulo 13
Capítulo 1 Capítulo 14
Capítulo 2 Capítulo 15
Capítulo 3 Capítulo 16
Capítulo 4 Capítulo 17
Capítulo 5 Capítulo 18
Capítulo 6 Capítulo 19
Capítulo 7 Capítulo 20
Capítulo 8 Capítulo 21
5
Capítulo 9 The Trouble with Twelfth Grave
Capítulo 10 Sobre el autor
Capítulo 11
Un día típico en la vida de Charley Davidson implica esposos que engañan,
personas desaparecidas, esposas descarriadas, propietarios de negocios
filántropos, y oh sí... demonios, perros del infierno, dioses malvados y gente
muerta. Mucha gente muerta.
Como Investigadora Privada a tiempo parcial y Ángel de la muerte a tiempo
completo, Charley tiene que equilibrar lo bueno, lo malo, lo muerto viviente y los
que la quieren muerta.
En esta undécima entrega, Charley está aprendiendo a hacer las paces con el
hecho de que es una diosa con todo tipo de poder y que su propia hija ha nacido
para salvar al mundo de la destrucción total.
Pero las fuerzas del infierno están decididas a ver a Charley desterrada para
siempre en los rincones más oscuros de otra dimensión.
Con el hijo de Satanás mismo como su marido y amante excelente, tal vez 6
Charley pueda encontrar una manera de tenerla viviendo feliz por siempre
después de todo.
Charley Davidson, #11
Traducido por Vane hearts
Corregido por Sahara

Señor, ayúdame a ser el tipo de persona que mi psiquiatra me médica a ser.


(Camiseta)

Me acosté en el sofá de un psiquiatra, un sofá al que llamé Alexander


Skarsgård en el momento en que mi mirada aterrizó en sus curvas mantecosas y
ancho respaldar, y me preguntaba si debía decirle a la doctora Mayfield sobre el
niño muerto que corría a través de su techo. Probablemente no.
Cruzó las piernas, la psiquiatra, no el niño, que era varón, y me dedicó su 7
sonrisa más practicada. —¿Y por eso estás aquí?
Me eché hacia atrás, horrorizada. —Cielos, no. Terminé totalmente con toda
la cosa de la madrastra malvada. Sólo pensé, ya sabes, revelación total y todo. Para
tu información, tuve una madrastra malvada.
—¿Tuviste?
—Murió.
—Lo siento.
—Sin preocupaciones. Tenía un demonio feo dentro de ella en ese momento.
—Ya veo.
—Espera, no, ese era su atuendo. El demonio no era tan feo.
—Ah.
—No, en serio, su atuendo era horrible.
—¿Tal vez deberíamos volver al hecho de que eres el ángel de la muerte? —
Empujó hacia arriba las gafas de plástico por una nariz delgada. Afortunadamente,
era de ella.
—Oh, claro. —Me relajé de nuevo, cayendo de nuevo en los brazos de
Alexander—. Casi tengo entendido la parte del ángel de la muerte. Es la parte
divina de mí con la que estoy luchando.
—La parte divina. —Inclinó la cabeza para escribir algo en su cuaderno. Era
encantadora. Cabello oscuro. Enormes ojos marrones. Boca ancha. Y joven.
Demasiado joven para estar analizándome. ¿Cuánta experiencia de vida podría
tener?
—Sí. Desde que descubrí que era una diosa, me he sentido un poco fuera de
balance. Creo que estoy teniendo una de esas crisises de identidad.
—¿Entonces, eres una diosa?
—Espere. ¿Cuál es el plural de crisis? —Cuando no respondió, la miré de
nuevo.
Dejó de escribir y me miró de nuevo, su expresión ligeramente expectante. Y
siempre tan ligeramente desafiante. Trataba de decidir si jugaba con ella. No lo
estaba, pero no podía culparla por pensar eso. Tratar con delirios de grandeza era
probablemente un aspecto cotidiano de su vida. Tratando de resolver la
legitimación de los engaños.
Cuando siguió mirando fijamente, dije—: Lo siento, ¿cuál fue la pregunta? 8
—¿Eres una diosa?
—Oh eso. Sí, pero para citar una película muy popular, soy una diosa, no el
Dios. —Resoplé. Bill Murray era tan impresionante—. ¿Olvidé mencionar eso?
—¿Entonces no eres el ángel de la muerte?
—Oh, no, también soy eso. Me ofrecí. Más o menos. Larga historia. De todos
modos, pensé que podrías hipnotizarme. Ya sabes, darme un pase de acceso
completo a mis recuerdos de pre-nacimiento para no volver a ser pillada por
sorpresa otra vez.
—¿Pillada por sorpresa?
—Sí. Es por eso que estoy aquí. Porque mi hermana se niega a hacer terapia
regresiva conmigo, y...
—¿Tu hermana?
—¿Dr. Gemma Davidson? —La comunidad de loqueros no podría ser muy
grande. Seguramente conocía a mi hermana.
—¿La Dr. Davidson es tu hermana?
—¿Es eso un problema?
—No para mí.
—Fantabuloso. —Me froté las manos—. De acuerdo, entonces, ya sabes
cómo estás pasando por la vida, recordando todo lo que te ha pasado desde el
momento en que naciste...
—¿Recuerdas el momento en que naciste?
—…y‖ de‖ repente‖ alguien‖ dice:‖ “Oye,‖ ¿recuerdas‖ esa‖ vez‖ en‖ que‖
chamuscamos‖ nuestras‖ cejas‖ prendiendo‖ esa‖ bolera‖ en‖ fuego?”‖ Sólo‖ que al
principio no recuerdas haber chamuscado tus cejas al prender fuego a una bolera,
¿pero entonces lo piensas y de repente viene a ti? ¿Te acuerdas totalmente de
quemarte las cejas al prender una bolera en fuego?
Parpadeó varias veces, luego dejó salir un—: Claro.
—Es así. Recuerdo que era una diosa, pero no totalmente. Como que partes
de mi vida celestial fueron borradas de mi memoria.
—Tu vida celestial.
—Correcto. ¿Antes de convertirme en humana? Creo que tengo una falla.
—Es... posible, supongo.
—Quiero decir, ¿quién sabe? Podría tener una manera de derrotar a un dios 9
malévolo que está suelto en este plano y ni siquiera darme cuenta de ello.
—¿Un dios malévolo?
—El más malévolo.
—¿Y está suelto en este plano?
—Sí. Y confía en mí cuando digo que no lo quieres aquí. Toma su muerte y
destrucción muy seriamente. Y no tiene respeto por la vida humana.
—Mmm. —Asintió y volvió a tomar notas.
—Cero —agregué por énfasis, haciendo un cero con mis dedos. Entonces
esperé. Ella tenía mucho que escribir. Cuando siguió con ello lo suficiente para
esbozar una novela, llené el silencio con—: Es gracioso. Mi marido pensó que sería
inútil venir aquí.
Dejó su pluma en el bloc de notas y me dedicó toda su atención. —Háblame
de él.
—¿Mi esposo?
—Sí. —Su voz era muy calmante. Como música de ascensor. O lluvia de
verano. O Darvocet1—. ¿Cómo está tu relación?
—¿Cuánto tiempo tenemos? —resoplé, partiéndome de la risa.
Mi esposo, alías Reyes Alexander Farrow, no encontró mi broma tan
graciosa como yo lo hacía. Ocurrió. Lo sentí antes de verlo. Su calor rozó mi piel.
Se hundió en mí. Saturó mi ropa y cabello e incluso calentó la fría banda de oro en
mi dedo anular.
Mientras pasaba por encima de mí, toda oscuridad y humo ondulante, se
detuvo para susurrar cosas dulces en mi oído. Apenas lo escuché por el
aceleramiento de mi propia sangre. Todo lo que dijo hizo que mis regiones
inferiores se apretaran con anticipación. Luego continuó su viaje, materializándose
en el otro lado de la habitación donde se colocó en un rincón para observar desde
lejos. Mierda.
—Solo bromeaba —dije mientras sus ojos brillaban bajo la luz baja—. Es un
poco impresionante. Es de abajo.
—¿De Australia?
—Del Infierno.
Los ojos de él se estrecharon, pero cualquier amenaza que pudiera haber
1
estado intentando lanzar en mi camino, se hallaba anulada y vacía por la sonrisa
que jugaba sobre su boca sensual. Cruzó los brazos en su pecho amplio y se recostó
0
en un rincón para observar mis acontecimientos.
Había estado haciendo eso mucho últimamente. Apareciendo para
comprobarme. Podría haber tenido algo que ver con el hecho de que libraba una
guerra no con un solo Dios sino con dos. El malévolo y el Bueno. El Tipo Grande
de arriba.
Decidí ignorar a mi marido lo mejor que podía. Estaba aquí en un trabajo. Si
no podía mantenerme concentrada a pesar de ser bombardeada con la distracción
más deliciosa de este lado de la Nebulosa de la Flama, no era mejor que una
investigadora privada de detective-para-contratar.
Oh espera. Era una investigadora privada de detective-para-contratar. Lo
que explicaría el trabajo en el que me encontraba actualmente. Pagaba las facturas.
A veces.

1Medicamento. Combinación de dos medicamentos que incluyen paracetamol y propoxifeno. Se


utiliza para calmar un dolor moderado.
—Bien, volvamos a tu marido. ¿Quieres decir que es del infierno
metafóricamente?
Volví a concentrar en la buena doctora. —Oh no. Bastante literal.
Técnicamente, es un dios también, pero fue engañado por otros dos dioses, uno de
los cuales ya atrapé en una dimensión del infierno y el otro de los cuales estoy
tratando de atrapar y/o horriblemente mutilar, y entregado a Lucifer, que creó a su
único hijo de la energía del dios.
Frunció el ceño y entrecerró los ojos como si estuviera tratando de
imaginarlo todo.
››Bien, entonces, básicamente, tomas la energía de un Dios malhumorado —
Levanté un dedo índice para mostrar—. Echas un poco de fuego y azufre —Moví
mis otros dedos alrededor de dicho índice—. Cubres eso con un poco de Pecado.
—Fingí rociar el pecado sobre la mezcla—. Bates durante cinco minutos, y voilà. —
Moví los dedos como si acabara de hacer un truco de magia—. Rey'aziel
encarnado.
Cuando Reyes me frunció el ceño, luché contra el impulso de reír. Nada
como tener toda tu existencia reducida a sus elementos más bajos.
—¿Rei'aziel? —preguntó la doctora Mayfield. 1
Me volví hacia ella. —Lo siento. Reyes Farrow. Mi esposo. Sabes, solía
pensar que explicar los detalles de mi vida menos-que-común a un total extraño 1
sería difícil, pero esto no ha sido malo. Nací como el ángel de la muerte: checado.
Todavía estaba aprendiendo acerca de mis habilidades cuando me enteré de que
había sido una vez una Diosa con mi propia dimensión: visto. Estoy casada con el
hijo de Satanás, alías Reyes Alexander Farrow, que recientemente descubrimos es
también un Dios, sin ser culpa suya: visto. Mi madrastra era una extraordinaria
perra del infierno: visto. De alguna manera eso parece importante en esta
situación. Y hay otro Dios, un malévolo, en este plano que tiene un complot con el
padre de Reyes y quiere matar a nuestra hija, a quien tuvimos que enviar lejos para
mantenerla a salvo. —Le sonreí, ignorando deliberadamente el dolor en mi pecho
con el recordatorio de que mi hija tuvo que ser enviada lejos de mí sólo para estar
segura. Sólo para tener el mínimo destello de esperanza para vivir—. Esto no ha
sido malo en absoluto.
Cuando parecía que la doctora Mayfield iba a tratar de refutar algo que dije,
levanté una mano para detenerla. —Sé lo que vas a decir. Y, sí, técnicamente ser el
hijo de Satanás, entre otras cosas, hace de mi marido un candidato discutible. —Le
disparé una sonrisa—. Pero primero era un Dios. El hermano menor del Dios
Jehová, de hecho, y me gusta pensar que esa parte de él, la parte buena, es más
fuerte que la parte malvada que surgió cuando fue forjado en los fuegos del
pecado y criado por demonios en una dimensión del infierno. Aunque —respondí,
acercándome—, en cuanto obtengas un vistazo de él, tus primeros pensamientos
serán definitivamente carnales, si sabes a lo que me refiero. —Le di un guiño
conspiratorio. Cuando sólo miró, añadí—: El chico es caliente.
Reyes bajó la cabeza, tratando de esconder una sonrisa, mientras la doctora
recogía su pluma y empezaba a resumir de nuevo.
—Agradable camiseta —me dijo Reyes. Al parecer, nadie más en la
habitación podía oírlo.
Llevaba mi camiseta de ME GUSTA CUANDO MI PSIQUIATRA JUEGA
CON MI CABEZA. Era esa o mi blusa pijama de DISCÚLPENME MIENTRAS
TENGO UN LAPSUS FREUDIANO CON ALGO MÁS CÓMODO, pero no sentía
que usar pijama en una sesión de loquero enviaría el mensaje correcto. Era una
profesional, después de todo. Además, se manchó con mostaza y tuve que
cambiarme.
El niño del techo dejó de moverse. Observaba la vieja bola y la cadena que
dominaban el cuarto desde el rincón. Eso sucedía mucho cuando Reyes estaba
cerca.
Lo castigué con un ceño fruncido. Después de todo, estaba en una tarea.
1
—Tenemos que hablar —dijo. 2
Oh, oh. Nada bueno salía de una conversación que empezaba con—:
Tenemos que hablar. Murmuré—: más tarde. —Y lo ahuyenté mientras la doctora
tomaba algunas notas más.
Rió suavemente, y por un instante, la doctora perdió su concentración y dejó
que su mirada se moviera rápidamente, apenas por un segundo, sobre su hombro.
Él guiñó un ojo, el flirteo descarado, y se desmaterializó, dejándome a solas
con mi psiquiatra otra vez. Me encontraba segura que rompió algunas leyes de
privacidad HIPAA al estar allí, de todos modos.
—¿Escuchaste algo? —preguntó.
—¿Te refieres además de las estruendosas y devastadoras repercusiones si
no puedo averiguar cómo derrotar a este dios y que complete su misión?
—Sí. Aparte de eso.
—Si solo pudiera recuperar todos mis recuerdos... Sé que hay algo oculto,
algo importante que me dirá cómo tratar con él. Como si estuviera en la punta de
mi lengua, sólo que con una analogía más cerebral.
—Bueno. Entonces, ¿por qué tu hermana se niega a hacer terapia regresiva
contigo? ¿Además de lo obvio?
—Oh, ¿todo ese dilema ético por ser mi hermana y todo eso? Sí, bueno, tiene
miedo de que traiga un extraño nuevo poder a mí y accidentalmente vuele
Albuquerque de la faz del planeta. Lo cual es ridículo. —Resoplé y rodé mis ojos—.
Ahora puedo controlar totalmente mis poderes.
Tomó más notas.
«La mayoría del tiempo.
Siguió escribiendo.
«No‖creo‖que‖el‖“incidente‖en‖Lumpy's‖Taco‖Hut”‖deba‖contar.‖Ese‖lugar‖era‖
una monstruosidad. La gente debería agradecerme.
Me ofreció su atención una vez más. —¿Lumpy's Taco Hut? ¿Esa fuiste tú?
Mierda. Olvidé que todo estaba todavía bajo investigación. —Pfft, no. —
Gracias al Hermano de‖Reyes,‖Lumpy’s‖fue‖cerrado‖debido‖a‖violaciones‖de‖código‖
en el momento y nadie resultó herido.
—Ah. —Cerró su cuaderno—. ¿Hay algo más que quieras compartir? ¿Algo
que pienses que debo saber? 1
—No. —Meneé la cabeza pensando—. No especialmente. A menos que
cuentes el hecho de que voy a apoderarme del mundo.
3
—¿De todo?
—Bueno, voy a tratar de apoderarme del mundo.
—¿Y te sientes preparada para la dominación del mundo?
Levanté un evasivo hombro. —Estoy tomando una clase de negocios.
—Bien por ti. —Abrió de nuevo su cuaderno y anotó algunas ideas más.
—Le dije a Jehová, a través de su arcángel Miguel, por supuesto, que iba a
hacerlo, también.
—¿Apoderarte del mundo?
Sonaba tonto cuando lo decía en voz alta, pero apenas podía deshacerlo
ahora. —Sí.
—¿Y cómo lo tomó Él?
—No bien, pero no sabes lo que hizo. Creó una entera dimensión de infierno
solo para encerrar a mi esposo dentro y lanzar lejos la llave. Aunque no estábamos
casados en ese momento. Esto fue hace unos miles de años.
Desde que le informé a Miguel de mis planes, Dios envió una legión de Sus
siervos para seguir todos mis movimientos. Eran como la versión celestial del
Servicio Secreto. Amenacé y, por alguna razón que sólo ellos sabían, lo tomaron en
serio. ¿Pero por qué? Me encontraba enojada cuando lo dije, y ciertamente lo quise
decir, pero eso no explica por qué me tomarían en serio. A menos que yo fuera una
amenaza real.
Demonios.
Sí.
—¿Entonces, Dios te habla?
Volví a la realidad. —Oh no. No directamente.
—Correcto. Te habla a través de su arcángel, Miguel. —Escribió cada
palabra mientras lo decía.
—Sí. Un poco de la vieja escuela, si me preguntas, con la tecnología actual.
Sabes, pensé que los psiquiatras sólo escuchaban mientras el paciente hablaba. Te
quedarás sin tinta, señorita. —Me reí nerviosamente.
Me dio una sonrisa paciente. —Tengo más bolígrafos en mi escritorio.
—Te pillé. 1
—Entonces, ¿Dios está enojado porque amenazaste con apoderarte de Su
mundo?
4
—Esa es lo que dicen en la calle.
—¿Estás preocupada?
—No especialmente.
—Lo suficientemente justo. Volvamos a estos poderes. ¿Qué piensas hacer
con ellos?
—¿Disculpa?
—Tus poderes. Quiero decir, ¿seguro los usarás para el bien?
Tenía la secreta sospecha de que se reía de mí. Yo estaba bien con eso. Lancé
un brazo sobre mi cara. —Hay tantas cosas, ¿sabes? Tanto que podría hacer. Podría
curar el cáncer. Podría acabar con el hambre. Podría detener todas las guerras y
traer paz absoluta al mundo.
—¿Y por qué no lo haces?
Bajé el brazo lentamente. —Todavía estoy calculando todo esto. Digo que
podría hacer todas esas cosas. No que sepa cómo.
—Eso sería difícil.
—Eso y creo que es por eso que los ángeles están aquí. No, como, en esta
habitación, sino a mí alrededor. Siguiéndome. Mirándome. No creo que Él quiera
que haga ninguna de esas cosas.
—¿Y por qué no?
—Autonomía. —Cuando levantó sus cejas en cuestión, le expliqué—. Ese
era el trato. Después de todo ese fiasco de Adán y Eva, Eva se jodió, por cierto, ese
era el trato. Les dio a los humanos completa autonomía. La Tierra es nuestra, y
depende de nosotros ayudar a nuestros semejantes o hacerles daño. Para sanarnos.
Para hacer cosas buenas. No importa tu religión, no importa tus creencias, la
lección es la misma: sé amable.
Luché contra el deseo de añadir otra palabra al final de esa declaración.
Perdí. —Rebobinar.
Maldición. Apestaba en luchar. Instar u otra cosa.
—Es un buen mensaje —dijo cuando volvió a mí, un microsegundo antes de
que empezara a escribir de nuevo.
—Lo es. Y tengo que decirte algo más. 1
—Soy toda oídos.
5
Solté un largo suspiro y confesé—: ¿Toda la cosa de la terapia regresiva? Eso
es en realidad secundario a la verdadera razón por la que estoy aquí.
—¿Cuál es?
Dejé caer mis pies sobre el señor Skarsgård y me senté derecha para mirarla
a los ojos. O a la parte en su cabello. De cualquier manera, quería estudiar su
reacción ya que no podía sentir sus emociones. —¿Dra. Mayfield?
—¿Hmm? —dijo sin levantar la vista.
Me aclaré la garganta y me armé de valor. Tenía que hacerse. Necesitaba
saber la verdad. Aceptar las cosas que no podía cambiar, así que la oración se hizo,
y definitivamente no había cambio en esto. Sin más preámbulos, dije en voz baja—:
Siento tener que decírtelo, pero moriste hace dos años.
Siguió escribiendo. —Mm-hmm. ¿Y puedes verme porque...?
—Soy‖el…
—Ángel de la muerte. Correcto. Oh, y una diosa, por increíble que parezca.
Guau. Me senté de nuevo. Lo tomó muy bien. O eso o no me creyó.
Nah.
Me mordí el labio mientras seguía tomando notas, pero mi capacidad de
atención no era tan larga. —Entonces, sí, fui contratada, en cierto modo, por el
nuevo casero de esta oficina. Ha estado experimentando eventos extraños. Sólo lo
habitual. Puntos fríos. Revistas que se mueven de una esquina en una mesa a otra.
Pinturas cayendo de las paredes.
—Ya veo. Y te contrató porque piensa que el lugar está embrujado.
—En realidad no. Piensa que el propietario quiere romper el contrato de
arrendamiento para usar la oficina para su nuevo negocio de producción de jugo,
lo cual es tonto porque éste sería un lugar horrible para un bar de jugos. Pero
piensa que el propietario está tratando de asustarlo. Para espantarlo. Enviarlo
huyendo aterrorizado. En una palabra, piensa que está siendo engañado.
—Pero ¿estás en desacuerdo?
—Lo estoy.
—¿Crees que está embrujado?
—Sí, lo hago. Y tengo que admitir que al principio pensé que eras tú.
—Naturalmente. 1
—Porque estás muerta y todo.
6
—¿Pero cambiaste de opinión? —Todavía no me miraba.
—Sí. Estoy segura de que es ese chico arrastrándose por el techo.
Dejó de escribir, pero no quería creerlo. Podía verlo en su expresión. Me
miró por fin. Me miró un largo momento. Probablemente se preguntó si debería
rendirse. Si debería alimentar mis delirios levantando la mirada. Después de una
larga lucha en la que perdí la concentración y contemplé los orígenes de los
malvaviscos, en serio, ¿a qué genio loco se le ocurrió esa exquisitez?, lentamente
alzó las pestañas y miró hacia el techo.
Afortunadamente, sólo yo podía oír sus gritos ensordecedores. Dejó caer la
pluma y el cuaderno, cayó al suelo y se arrastró hacia atrás. En tacones y una falda
lápiz, nada menos. Me quedé impresionada.
En su defensa, el niño arrastrándose por el techo se parecía un poco a esa
chica monocromática que salía de un televisor en una película de terror que una
vez vi una hora antes de que un muerto apareciera en mi dormitorio, deseando
que le dijera a su esposa dónde se hallaban los papeles del seguro, sólo que la niña
era un él. Un él que parecía tener unos diez años, con cabello largo y negro y una
brillante capa negra. Una opción de moda extraña para un niño de cualquier edad.
Y de cualquier época.
La buena doctora se encogió en un rincón, la mirada de horror en su rostro
era ambas triste y extrañamente divertida.
—Dra. Mayfield —dije, acercándome a ella con las palmas de mi mano
acariciando el aire—. Está bien. Es perfectamente inofensivo.
Por supuesto, al segundo en que lo dije, la pequeña mierda cayó sobre mis
hombros y hundió sus dientes en mi cuello.

1
7
Traducido por Lu
Corregido por Jenny99

La locura toma su peaje. Por favor tenga el cambio exacto.


(Meme)

Grité. Tenía un pequeño vampiro en la espalda, y grité. Intenté deshacerme


de él, pero me había agarrado como una sanguijuela. Sólo con sus dientes. Me
retorcí y giré, golpeando sillas y una mesita, mientras hundió sus dientes más
profundo en mi cuello.
Justo cuando conseguí un puñado de pelo de la pequeña mierda, oí risas
desde algún lugar a lo lejos. En algún lugar lejos, muy lejos. Como a cinco metros.
1
Así que no tan lejos.
8
Me detuve, me volví y me quedé boquiabierta ante un pandillero de trece
años que había muerto en los años 90. Ángel. Es uno de mis investigadores. Por no
hablar de la pesadilla de mi existencia. Y estaba en el suelo, riendo tan fuerte que
tenía que agarrarse el estómago.
—¿Qué mierda, Ángel? —le pregunté, volviéndome hacia él.
Ahora llevaba al niño como una mochila, pero al menos había dejado de
morderme. El vaso medio lleno y todo eso.
El niño saltó y se dobló por la risa, también.
Mientras les deba mi mejor mirada de horror, asco y traición, Ángel se puso
de pie, y los dos erizos, que estaban claramente en complicidad, se golpearon los
puños.
Me froté el cuello donde el chico me había mordido. —Esto está mal en
tantos niveles.
Ángel bufó, y volvieron a doblarse. Finalmente conseguí una buena mirada
del niño. Se hallaba más cerca de la edad de Ángel de lo que yo pensaba, aunque
mucho más chico. Pero realmente estaba hecho para parecerse a un vampiro. Su
largo cabello negro era real, y su rostro estaba pintado de blanco con un grueso
forro negro y sangre falsa goteando de su boca y bajando por su sien.
Cuando doblé mis brazos bajo las chicas, Peligro y Will Robinson, nombres
que les había dado a mis doble Ds debido a que eran propensas a invitar a los
problemas, el chico se explicó. O lo intentó. Sus palabras salieron apagadas. En
parte debido a la risa, pero sobre todo por los dientes falsos.
Levantó un dedo, luego escupió los dientes, eran del tipo que resplandecía
en la oscuridad, y se limpió la boca con el dorso de la mano. —No puedo hablar
con esas cosas en Halloween.
Un acento suave nativo americano acompañó su discurso. Sílabas que fluían
sin esfuerzo en la mayoría de los estadounidenses, se detuvieron en el suave y
rítmico entrecortado distintivo de los nativos, sólo que él era de una nueva
generación. Su acento había sido diluido por todo el acento anglosajón que tenía,
porquería de mierda. Aún así, había bastante rastro del mismo, y si tuviera que
adivinar, diría que era de la reserva de Zuni, al noreste de Albuquerque.
Y su traje era bastante impresionante. O eso creí, antes de que me diera
cuenta de que la sangre que goteaba por su sien y fuera de su barbilla no era parte
de su actuación.
—La sangre es real —dije asombrada y triste.
1
—Oh, sí. —Agitó una mano desdeñosa—. Una tontería. 9
Mi pecho se tensó, y luché contra mi instinto natural para tirar de él en mis
brazos. Este volvió a atacar, pero me mantuve fuerte. Principalmente porque ser
acusado de toquetear a un niño era algo real.
—Este es Logan —dijo Ángel serio.
Logan tendió su mano. Luché para encontrar una sonrisa mientras nos
saludábamos.
—Ángel me dijo todo sobre ti. El porqué eres tan brillante y todo. —Asintió
con la cabeza en aprobación—. Bastante malo, si me lo preguntas.
—Entonces, supongo que te lo pregunto —dije con una sonrisa.
Agachó su cabeza, escondiendo una sonrisa tímida, justo cuando yo jadeaba
y me giraba. Casi me había olvidado de la doctora Mayfield. Seguía sosteniendo la
alfombra junto a un archivador de roble, con una mirada de puro terror que
llenaba su rostro.
Y habíamos hecho un lío. Uno costoso. Sin hablar de lo que el montón de
vidrio que solía ser un florero me costaría.
Podría marcar este caso en la columna roja de mis ingresos, después de
haber pagado por los daños. No me estaba haciendo valer. Mientras que mi marido
ganaba lo suficiente en interés sólo para comprar un pequeño país, todos los días,
yo todavía luchaba para ganar lo suficiente para comprar pasta de dientes y pagar
a mi asistente al mismo tiempo. Uno simplemente tenía que irse. Y difícilmente
podía esperar que viviera sin pasta de dientes.
Pero me hallaba obligada y decidida a hacer mi propio camino en el mundo.
Justo después de comprar el yate que había estado mirando. Y esos treinta y siete
pares de botas que tenía en mi lista de deseos. Después de eso, sería todo por mi
cuenta, nena.
—Doctora Mayfield —dije, acercándome a ella—, ¿está bien?
Temblaba visiblemente, sus ojos amplios y salvajes, y con un poco más que
sólo pánico.
—Es mucho a tener en cuenta —dije.
—¿Cómo…?‖No...‖¿Cu{ndo...?
—Respire. —Me arrodillé y me moví más cerca—. Sólo respire, doctora.
Respiró hondo antes de darse cuenta de la inutilidad de su esfuerzo. —No
hace nada.
2
—Lo sé. Lo siento. Es sólo que el acto tiende a calmar a algunas personas. En 0
realidad, he visto una hiperventilación desaparecer. No sé cómo, pero sucedió.
Pero una vez que logra tener su respiración bajo control... bien, usted entiende.
Continuó tratando, para forzar el aire dentro y fuera de sus pulmones
inexistentes. Los chicos se calmaron en el momento en que se dieron cuenta de que
la doctora Mayfield tenía dificultades. Se arrodillaron junto a nosotros, y Logan le
tomó la mano.
—¿Doctora Mayfield?
Dejó que su mirada se dirigiera lentamente hacia él.
—Es sólo maquillaje —le aseguré. Por si acaso—. No es realmente un
vampiro.
—Oh. Está bien. —Asintió, entonces el reconocimiento brilló en su bonito
rostro—. Espera. —Su mirada recorría la longitud del niño—. Eres... eres el hijo de
Cynthia.
No tenía ni idea de quién era Cynthia, pero la doctora aparentemente había
acertado.
El chico asintió y lanzó una sonrisa nuclear que disparó directamente a mi
corazón. —Usted la ayudó tanto después del accidente... después de que yo
muriera, que yo quería ayudarlas, también.
Ambas manos volaron sobre su boca mientras lo estudiaba. —Realmente
estás... realmente estabas... estás aquí. Dijo que te sentía.
—Sí. Y en lugar de decirle que estaba loca como todos los demás, en lugar
de hacerla sentir estúpida, estuvo con ella. Aunque no le creíste, la ayudaste a
superar su dolor.
—Era lo que necesitaba en ese momento. —Le tomó de nuevo la mano—.
Siento mucho haber dudado de ella.
—Pero ella no lo sabía. Eso es todo lo que importa.
—¡Oh, Dios mío! —dijo, tirando de él en sus brazos. Sus hombros se
sacudieron con su recién descubierto conocimiento. Su nueva circunstancia.
Ángel y yo nos pusimos de pie para darles un momento. No tardó mucho,
sin embargo. Nunca le toma mucho tiempo volver a hablar.
—Entonces, ¿vamos a besarnos ahora? Todos los niños guapos lo están
haciendo. —Hizo un gesto hacia la pareja en el suelo.
2
—Has estado pasando el rato conmigo demasiado tiempo. —Le eché una
buena y larga mirada. Todavía llevaba la ropa en la que había muerto, como casi 1
todos los que se habían ido. Y los que no, me dejaban perpleja. Llevaba una
camiseta sucia de línea A y la sangre de una herida de bala todavía en su pecho.
Sus pantalones vaqueros estaban demasiado bajos en sus caderas y el pañuelo que
llevaba también se hallaba demasiado bajo en su frente, pero era un chico
absolutamente maravilloso—. Oye, ¿no deberías estar en algún lugar?
Se suponía que debía estar siguiendo a mi tío. Qué bueno era tener
ayudantes…
—Swopes está en ello. No podía perderme esto.
—Por supuesto que no, ¿cómo estás?
Sus pestañas se estrecharon en sospecha. —Bueno. Estaría mejor si
saliéramos.
—¿Cómo está tu madre?
Levantó un hombro. —Está bien. Está saliendo con un tipo realmente
agradable. Es raro.
Me reí. —Ella se merece un tipo agradable.
—Siempre lo hizo.
Levanté una mano hasta su mandíbula. Acaricié el vello oscuro. Apenas
había comenzado la vida cuando pasó. Su muerte fue tan insensata. Tan
completamente innecesaria.
Tomó mi ternura como una señal. Se acercó más. Enterró su rostro en mi
cuello. Presionado contra mí, y luego una mano se movió alrededor de mi cintura.
Después de un minuto, se movió un poco más. Bajó y bajó hasta que descansó en
mi nalga izquierda.
Rodé mis ojos e intenté no reírme. El niño intentaría cualquier cosa, pero
tenía trece años. Estaba en su ADN adolescente. Y abrazarlo casi hizo mi día. Me
sentía como una hermana mayor, aunque, si uno contaba el hecho de que había
muerto a los trece en el 95, era mayor que yo.
Antes de que él pudiera protestar, o molestarme más, envolví mis brazos
alrededor de él y lo abracé. Fuerte.
Este era el punto donde normalmente lo amenazaba. Lo empujaba de vuelta
y apartaba sus manos. Mi respuesta lo sorprendió, ya que lo hice todo muy rápido.
No tuvo tiempo de reaccionar. Podía darle un fuerte abrazo antes de patearles el
trasero. 2
Le di un beso en la mejilla, y luego salí de su alcance.
—Yo gano. —Sonreí, pero sólo me miró.
2
Después de unos segundos, preguntó—: No es que no me haya gustado,
pero, ¿estás bien?
—Estoy grandiosa, muchacho hermoso.
Hizo una mueca. Odiaba cuando lo llamaba así. Apestaba ser él.
—Y tú no ganaste —dijo—. Te acabo de toquetear. No hay nada mejor que
eso.
—Pues claro que sí, Skippy. —Lo acerqué y acaricié de nuevo su vello—.
¿Estás seguro de que llegaste a la pubertad?
Agarró mi mano y se frotó la parte de atrás de mis dedos sobre la boca, el
movimiento demasiado sensual, teniendo en cuenta la diferencia de edad.
—Podría probártelo —dijo, con un desafío confiado en sus ojos. La pequeña
mierda.
Con la ayuda de Logan el Vampiro, la doctora Mayfield se levantó.
Me apresuré a ayudarla a estabilizarla. —¿Cómo está, doctora?
Ella se tambaleó mientras la ayudábamos a sentarse.
—Sabe, puede cruzar a través de mí, si quiere. Estoy seguro de que tiene
familia...
—No —dijo rápidamente, luego tragó saliva y comenzó de nuevo—. Lo
siento, no, gracias. Me gustaría comprobar a mi hermana, ¿puedo hacer eso?
—Seguro que puedes. Apuesto a que Logan te ayudaría.
Él asintió, su entusiasmo era evidente.
—No tienes que hacerlo —le dije—. También puedes cruzar.
—Estoy bien aquí, por ahora, pero gracias. Mi papá... todavía entra en mi
habitación cada noche y llora, ¿tal vez podrías darle un mensaje?
—Absolutamente. —Puse un brazo en su hombro—. Pero creo que seguirá
llorando.
—Lo sé. Pero se sentirá mejor sabiendo que estoy con él.
—Sí, lo hará. Y si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme.
—Eres difícil de perder —dijo con una suave risa.
Y así fue. Cuando me volví para irme, el actual ocupante, mi cliente, estaba 2
en la puerta, café en una mano, maletín en la otra. Se fijó en el estado de su oficina.
Su mandíbula bien cuidada se hallaba totalmente abierta y su boca en lo que sólo 3
podía asumir, era por el estado de shock. O había sido infectado por la Cosa. Casi
todas las versiones de esa película eran espeluznantes.
Logan habló primero. —Um, probablemente deberíamos irnos. Ahora.
—Hasta luego, preciosa —dijo Ángel. Desertor.
El café en la mano de mi cliente cayó y se derramó sobre la alfombra de
color crema. Eché un vistazo a nuestro entorno. No estaba tan mal, por el amor de
Dios.
Señalé. —Eso no fue por mí. No voy a pagar para que se limpie.
—¿Qué diablos? —dijo.
Por lo tanto, no está infectado por la Cosa.
—Oh, ¿esto? Sí, su casero no está tratando de que usted rompa su contrato
de arrendamiento. —Me incliné para agarrar mi chaqueta y mi bolso—. El lugar se
encontraba realmente embrujado, por así decirlo. —Dancé pasando junto a él antes
de que se indignara—. Ya no lo está. —Asomé la cabeza hacia atrás y agregué—: Y
recibirá mi factura.
***

Golpeé la cabeza antes de volver a mi lugar de trabajo, ¿podría llamarlo un


lugar de empleo, si yo misma lo poseía? Estaba tan mal con la etiqueta de negocios.
Lo bueno es que estaba tomando una clase.
Mi teléfono sonó mientras me sentaba en el retrete.
Una voz femenina se filtró a través del aire a mi oído. Era como magia. O
ciencia. Principalmente ciencia. —Charley, ¿qué has hecho ahora?
Sólo Dios lo sabía. Era una amiga mía que tomaba el concepto de hábito a
un nuevo, o muy viejo, nivel. Incluso vestía uno, y no era nada favorecedor.
La hermana Mary Elizabeth también era clarividente, aunque odiaba usar
esa palabra. Pero, ¿cómo más se suponía que llamaría a alguien que podía escuchar
las conversaciones de los ángeles?
—Oye, hermana, ¿cómo lo llevas?
—El cielo está en un alboroto, así es como.
—¿No suele ser así?
2
—No, Charley, no lo es. Dejo de escuchar por unos días, y cuando vuelvo, 4
todo el infierno se ha roto, ¿y adivina cuál es el tema de la conversación?
Traté de acomodarme mientras sostenía el teléfono en mi oído. El papel
higiénico no cooperaba. —Los ángeles son unos chismosos, ¿no tienen nada mejor
que hacer?
—¿Realmente amenazaste a nuestro Señor y Salvador?
Resoplé. —No. Amenacé a nuestro Señor y Padre Salvador. Ya sabes, el tipo
grande.
—Tú... tú...
—Usa tus palabras —dije, finalmente logré ponerme presentable. Salí de la
cabina y alrededor había una mujer sin hogar que estaba ocupada intentando sacar
una toalla de papel del dispensador. Su mano seguía deslizándose. Eso tenía que
ser frustrante.
—Charley, no puedes amenazar al Padre Celestial.
—Puedo. —Sí. Tenía siete años.
—Charley —dijo, consternada.
Cuando no siguió, le dije—: Lo sé. Lo entiendo. Pero en ese momento estaba
muy enfadada.
—¿Con el Todopoderoso?
—Con el idiota Todopoderoso que robó mis recuerdos y trató de poner a mi
esposo en una dimensión del infierno por toda la eternidad.
Estaba segura de que no oyó nada de lo que había dicho. En el momento en
que la palabra idiota salió de mi boca, jadeó. Fuerte y largo. Como por sesenta
segundos. La chica tenía muy buenos pulmones.
—Lo siento. —Levanté la vista y lo dije de nuevo—. Lo siento. Lo entiendo.
Amenazar al Gran Kahuna es una mala idea, pero Él lo inició.
—Este no es el tercer grado, Charley. Y aunque lo fuera, no te peleas con el
director.
—No, pero escogí una pelea con mi maestra de primer grado, señora
Hickman. Esa mujer era una mierda de murciélago.
Colgamos un par de minutos más tarde, una vez que la convencí de que
incluso si lo amenazaba, ¿qué podía hacer?
Después de secar mis propias manos, tomé una toalla de papel y se la di a la 2
mujer sin hogar. Se deslizó a través de sus dedos al suelo, pero sin embargo,
parecía satisfecha. 5
Los desamparados, en general, rara vez querían cruzar. Y cuando lo hacían,
era desorientador. Su enfermedad mental a menudo me afectaba fuertemente por
días. Así que no se lo ofrecí, aunque podría haber cruzado en cualquier momento.
Tenía poco que decir al respecto.
Ella me vio, por fin. Me lanzó una mueca llena de huecos. Se inclinó más
cerca. —La gelatina no se puso. Nunca funcionará.
Miré hacia donde el cielo supuestamente residía. —No lo sé.

***

Llamé a Cookie,‖ mi‖ “mejor‖ amiga‖ guion‖ recepcionista‖ guion‖ asistente‖ de‖
investigación‖ guion‖ hombro‖ en‖ el‖ que‖ llorar,”‖ en‖ el‖ camino‖ hacia‖ el‖
estacionamiento, ignorando al ángel posado encima de una minivan,
observándome con ojos de halcón.
Los ángeles tenían el poder de ponerme al borde. Eran todo negocios. Y
terriblemente perspicaces cuando se trataba de dicho negocio. Tenían una misión y
no se dejaban llevar. Lo había intentado. Hace un par de días, le ofrecí cien dólares
para que se fuera. No mordió. No se estremeció. Ni siquiera miró a los cien que le
había agitado. Resolución de acero, si alguna vez vi una.
Y los ángeles eran ilegibles cuando lo querían ser. Tenían las mejores caras
de póker de este lado de Las Vegas, y sus emociones eran impenetrables, a menos
que estuviera muy cerca. Y cerca no era un lugar que quería estar. Su poder se
sentía como una corriente eléctrica corriendo sobre mi piel. Era inquietante e
impresionante a la vez.
En cuanto a su aspecto, apenas se asemejaban a las imágenes de la Biblia.
Sin pelo rizado, ni coronas de oro, ni togas. Nop. Esta era un área donde
Hollywood no acertaba. Los ángeles llevaban chaquetas largas y oscuras que se
ensanchaban en los hombros, como las capas de montar de antaño, o quizás
plumeros. Sus alas se arqueaban detrás de ellas y se doblaban a sus espaldas y
bajaban por sus piernas, llegando a las curvas de las rodillas. La visión era de tal
majestad, tal esplendor, que era difícil verlos como mis adversarios. Pero eran
adversarios. Al menos por el momento.
El ángel que me miraba desde abajo tenía el cabello corto y negro, los ojos 2
tan oscuros y la piel de color moca. Y era impresionante. Como todos los ángeles,
me había dado cuenta. No eran nada, si no desgarradamente hermosos. 6
Cookie finalmente tomó el teléfono al decimosegundo tono, jadeando y sin
aliento.
—¿Estás consiguiendo un rapidito en la oficina, otra vez? —pregunté,
subiendo a Misery, mi Jeep Wrangler rojo cereza.
—No, Charley, nunca he tenido un rapidito en la oficina. Intentaba poner
papel en la fotocopiadora.
Ni siquiera quería saber por qué eso la tendría tan sin aliento.
—Está descompuesta de nuevo.
Encendí el motor de Misery, lo puse en reversa, y salí corriendo de allí, todo
el tiempo manteniendo un ojo en el ser celestial que me mantenía vigilada. Todo
era muy cíclico.
—¿Has revisado el carburador?
—No creo que las fotocopiadoras tengan carburadores.
—¿Comprobaste para ver si tenía uno? Tal vez necesitas estar encima de
estas cosas, en lugar de juzgar a los demás.
—Estás absolutamente en lo correcto. Me disculpo.
No lo decía en serio. Podía decirlo.
Una vez fuera de su vista, la tensión en mis pulmones se alivió, aunque solo
apenas. —Así que tengo malas noticias.
—Uh oh.
—Voy a tener que dejarte ir.
—¿Volvimos a perder dinero en un caso?
—Este no fue mi culpa. Me atacaron. Y odio la pasta de dientes barata, por
lo que, o bien debo dejarte ir o comprar pasta de dientes barata. Lo siento, cariño.
—Está bien.
—Por supuesto, al ritmo al que voy, quizá necesite encontrar un nuevo
trabajo. O volver a mi viejo. Mi ex-proxeneta dijo que tendría mi rincón para mí si
alguna vez regresabacon él.
—Oh, eso es tan dulce.
2
—En realidad, creo que‖sus‖palabras‖exactas‖fueron:‖“Si alguna vez vuelves
a gatear hacia mí como la‖perra‖desagradecida‖que‖eres”. 7
—Bueno, en fin, es lo que cuenta.
—¿Entonces?
—¿Entonces? —preguntó.
—¿Así que? —le pregunté.
—¿Cómo te fue?
—No tan horriblemente, si eso es lo que estás insinuando. Pero no pude
decir adiós a Alexander Skarsgård.
—No me lo digas, ¿una silla?
—No.
—¿Una mesa de esquina?
—No.
—¿Una lámpara de pie con curvas muy bonitas?
—Un sillón.
—Ah.
—En serio, Cook, si el robo no fuera ilegal, lo habría llevado a casa conmigo.
Dormí sobre él. Y posiblemente lo lamí. —La separación era un dolor tan dulce.
—Bueno, has vencido cosas peores.
—¿Por qué? ¿Qué has oído?

2
8
Traducido por Umiangel & Julie
Corregido por Jenny99

Hablar contigo mismo está bien. Responder es arriesgado.


(Brian Spellman)

Aparqué frente a nuestro edificio de oficinas, en parte porque trabajaba allí


y también, porque había un espacio libre. En el Centro. A la mitad del día. Eso
raramente sucedía. Por supuesto, por lo general, aparcaba en los aparcamientos
detrás de nuestro edificio. Por un lado, tenía mi propio espacio de aparcamiento
con una señal que advertía a cualquier posible intruso de posibles remolques de
coche y destripamientos, y por otro lado, porque vivía allí. Sobre todo, porque
vivía allí.
2
¡Pero, oye! ¡Un espacio libre! 9
Es broma. Había un parquímetro.
Me alimenté con unas cuantas hamburguesas, ignoré a otro ángel que me
observaba desde la cima del edificio, al lado del nuestro, y tomé las escaleras
exteriores a nuestras oficinas del segundo piso. El señor Farrow, mi mitad
ligeramente más sexy, estaría trabajando en el café de abajo, y no estaba segura de
qué querría hablar. Por lo tanto, decidí evitarlo a toda costa.
Cookie se encontraba en su escritorio, parecía bastante animada en su cosa
rosa y con volantes. Podría utilizar totalmente eso en mi actuación de prostitución.
Sería un poco grande, pero para eso fueron creadas las cuerdas de bondage.
—Hola, Cook —dije, colgando mi chaqueta.
—Hola a ti.
Oh, no. Depresión. Podía sentir que salía de ella en olas, y esperaba que no
fuera contagiosa. Ya me encontraba deprimida. Recientemente descubrí que, como
una diosa, no podía morir excepto a manos de otro dios, ¿qué pasa si me suicido?
¿Qué debería hacer? El hecho de no morir, me deprimía aún más, y no existía una
maldita cosa que pudiera hacer al respecto.
Oh, bien. Mejor cruzar ese puente cuando llegue el momento.
—¿Qué hiciste ayer por la noche? —preguntó, con la mirada fija en la
pantalla de su computadora, con voz apagada, que contrastaba completamente con
el color rosa que llevaba y el cabello negro que enmarcaba su cara redonda y ojos
celestes.
Me senté en la silla frente a ella, la que secretamente nombré el Soldado de
Invierno. Tenía un ambiente misterioso con un pasado turbio, posiblemente
sórdido. —Entré a la red oscura. Pensé que podría ser una sala de chat para
demonios. Y tal vez, podría obtener información privilegiada.
—¿Y cómo resultó eso?
—Mal. Muy mal. Oye, ¿es el día del revés de nuevo? Solía amar eso en tercer
grado.
Bajó la vista hacia su blusa, luego la jaló del cuello y buscó en sus costuras
una pista, o verificó a sus chicas. —Maldición. Está al revés. —Soltó un largo
suspiro, se levantó, y se dirigió al baño.
—Oye, ¿estás bien? —pregunté, notando los pendientes y la pulsera rosada.
3
—Por supuesto. 0
—¿Cookie? —dije, dejando salir las vocales con mi mejor voz de sé-que-
estás-mintiendo-perra. Sólo que sin el perra. Cookie era tan perra como yo una
santa—. ¿Qué está pasando? Nunca tuviste una coordinación de color antes.
Frunció los labios y se sentó de nuevo. —No lo sé. Siento que algo anda mal.
—Es‖el‖roce.‖Una‖vez‖que‖la‖pongas‖correctamente…
—No, no con la blusa.
—Por supuesto.
—Trataba de ser sexy. Ni siquiera se dio cuenta.
—¿Nuestro Señor y Salvador?
—Robert.
—Oh, sí, eso tiene más sentido.
Cada vez que hablaba con la hermana Mary Elizabeth, mis pensamientos
tendían a inclinarse hacia el catolicismo durante unos días. Ella y mi tío Bob se
casaron hace un tiempo—Cookie, no la hermana Mary Elizabeth—por lo que tenía
sentido que tratara de ser sexy para él.
Me incliné más cerca y puse mi mejor cara de simpatía. —Cook, ¿qué pasa?
—Creo que lo estoy perdiendo.
—Ay, por favor. No podrías perderlo aunque tuvieras diecisiete años, en
una cita con Thor, y fuera tu virginidad. Al hombre le gustas tanto, Cook.
Llenó sus pulmones. —Quizá en algún momento. Creo que tiene un
romance.
Si hubiese estado bebiendo café, lo habría escupido en un ataque de tos.
Gracias a Dios por los pequeños milagros. —Oh, cariño, sabes que eso es
imposible, ¿verdad? Tiene DE.
Me miró boquiabierta. —Él‖ ciertamente…‖ —Cuando se dio cuenta de que
bromeaba, dejó de boquear y me fulminó con la mirada.
Tenía razón. Tener DE no era una broma. —Está bien, no tiene disfunción
eréctil, pero es divertido decirlo en voz alta, y la idea de que Ubie tenga un
romance es hilarante de cualquier manera.
—¿Por qué? ¿Porque me ama demasiado? 3
—No. Bueno, sí. Pero en serio. Simplemente no hay manera. Ese hombre
está loco por ti, y nunca haría nada para lastimarte de esa forma.
1
—No lo sé. —Golpeó algunas teclas en su teclado—. No me ha tocado en
tres días.
Fue mi turno de quedarme boquiabierta. Por un minuto entero.
—¿Qué? ¿Tres días?
—Sí.
—¿Estás lista para cancelar el matrimonio después de tres días de
condiciones desérticas? La clave es la hidratación. Y posiblemente un vibrador.
—¿Qué? No, no estoy lista para cancelarlo. Sólo estoy preocupada.
—Oh, bueno, porque no lo voy a aceptar de vuelta. Ahora es tuyo. Firmaste
todos los documentos apropiados. Por triplicado. Lo presencié, ¿recuerdas?
—Lo sé. Sólo ha estado tan preocupado.
—Bueno, es detective del Departamento de Policía de Albuquerque. Eso
viene con cierta cantidad de estrés, cariño.
Sacudió la cabeza. —No, hay algo más. Algo le molesta. No puedo estar
muy segura de qué. Es como, no sé, como si estuviera en otro mundo todo el
tiempo. Y ha estado... —Se sorprendió. Se aclaró la garganta. Sacudió la cabeza—.
No importa. Tienes razón. Sólo estoy siendo una tonta.
—Oh, no, no lo eres, ¿ha estado qué? —No podía dejarme así.
—No quiero preocuparte.
—Cook.
—Ha estado un poco temperamental.
Esta vez, me quedé atónita, ¿tío Bob? Siempre ha tenido un poco de
temperamento, pero nunca con Cookie. —¿Qué pasó?
—No es nada. De verdad.
—Cookie Kowalski Davidson. —Si hizo algo para herir a mi mejor amiga o a
su hija, su sangre será condenada.
—Quemó un asado anoche.
—Oh, bueno, supongo que eso podría ser considerado abusivo. Para el
asado, de todos modos.
—Cuando sacó la sartén del horno, maldijo y la arrojó hacia la cocina y el
3
fregadero. 2
—¿La arrojó?
—Fuerte. Realmente asustó a Amber. Luego se dirigió a nuestra habitación y
se negó a salir, incluso después de haber calentado algunas sobras para la cena.
Mi sangre se calentó a fuego lento. No llegó a hervir completamente.
Comprendí la frustración, al igual que cualquier chica. Pero esa rabieta machista
de mierda no iba conmigo. —Comprendo tu punto, pero eso no es un
comportamiento de que tenga un romance. Eso es otra cosa. Algo le preocupa.
¿Él lo sabía?
Una de las cosas geniales, o no tan geniales, dependiendo de la perspectiva,
acerca de mi marido naciendo en el infierno, era que podía ver cuando una
persona estaba programada para ir a su territorio y lo que él o ella hicieron para
conseguir un boleto sin retorno.
Descubrí hace unos días que mi tío Bob le esperaba ese mismo destino por
algo que hizo por mí. Algo que hizo para salvarme de un capo colombiano de la
droga, que creía que canibalizar gente, con cualquier tipo de habilidad
sobrenatural, le transferiría esa habilidad.
Se hallaba equivocado, por supuesto, pero lo creía, y no se sabía cuántas
personas murieron como resultado de su obsesión.
Cuando algunos de sus secuaces se enteraron de mí y de mi conexión con el
reino sobrenatural, planearon entregarme a él para obtener favores.
Pero Ubie se enteró, de alguna manera, y por lo que me dijo Reyes, los mató
a todos en un tiroteo antes de que pudieran informar al capo sobre mí.
Eso fue hace unos años. La razón por la que surgió fue porque, sin ser de mi
conocimiento, el tío Bob estaba programado para morir a manos de un delincuente
de bajo nivel llamado Grant Guerin. De hecho, se encontraba destinado para morir
hace dos días, pero frustramos el intento.
Gracias a los agudos poderes de percepción de mi marido, y al hecho de que
matar a mi tío era como Guerin fue designado para ir al infierno mismo, sabíamos
exactamente dónde y cuándo debía morir Ubie en sus manos.
Apostamos por el lugar, pero debió descubrir a nuestro chico y retirarse. Así
que, cuando Ubie apareció, Guerin no se encontraba allí. Ubie se salvó.
Felicitaciones para nosotros.
Pero hasta que Reyes volviera a ver a Guerin, no sabríamos si sólo
pospusimos lo inevitable. Si que Guerin matara a Ubie todavía se encontraba en
marcha.
3
Debido a esto, manteníamos vigilancia las veinticuatro horas sobre Ubie. Y 3
el porqué regañé a Ángel en la oficina del psiquiatra. Estuvo siguiendo a Ubie
durante los últimos días.
Pensamos que habíamos encontrado a Guerin un par de veces, pero siguió
deslizándose entre nuestros dedos. Necesitaba saber si la amenaza en la vida de mi
tío fue neutralizada o simplemente pospuesta. Y no lo sabríamos hasta que
encontraramos a la pequeña serpiente.
Cookie bajó la cabeza. —Me preocupaba que podría ser el caso. Y todo lo
que puedo pensar es que perdió el interés en mí, ¿cuán patética soy?
—¿En una escala del uno a Kanye? Ni siquiera se registra. No eres patética.
Confía en mí, lo sabría.
Sorbió por la nariz. —¿En serio?
—Absolutamente. O no lo serás una vez que te pongas la blusa de manera
correcta.
La puerta principal de la oficina se abrió y un tipo rubio alto, bastante alto,
entró.
Me puse de pie para darle la bienvenida a Investigaciones Davidson cuando
el reconocimiento inundó mis células y se precipitó por mi columna vertebral
como una sacudida de electricidad.
Hay momentos en la vida que te dejan aturdida. Momentos que te quitan el
aliento y te hacen olvidar tu lengua materna.
El hermano de Reyes entrando en la oficina fue uno de esos momentos.
No ese hermano. No el piadoso. El otro. El que pudo ser su hermano por
secuestro si la gente que lo raptó cuando era un niño no lo hubiera entregado a un
monstruo. Esa era mi sospecha, de todos modos.
Investigué a los Foster antes de que mi mundo se volviera al revés, antes de
que terminara, primero, viviendo en un convento abandonado durante ocho meses
mientras el pan que cociné salió del horno con simple perfección y después,
viviendo en el norte de Nueva York durante un mes bajo la agonía de la amnesia
debido a tener que renunciar a dicho pan perfecto.
Por lo que pude decir, los Fosters entraron en pánico cuando sus familias
sospecharon. Esa fue mi mejor conjetura, de todos modos, ¿por qué secuestrar a un
niño y luego deshacerse de él semanas después? Así que, en lugar de entregar a
Reyes de vuelta a su familia, lo vendieron a Earl Walker. O simplemente lo
entregaron. De cualquier manera, entregaron a Reyes a un monstruo. No el sentido
3
sobrenatural. Earl era un hombre tan malvado, tan vil, que su maldad salía de él 4
como una toxina.
Cookie y yo teníamos que averiguar si Shawn Foster, el hombre de pie en mi
oficina esperando a que hablara, era una adopción legítima o si también fue
secuestrado.
—¿Eres la Señora Davidson? —preguntó con voz baja y suave.
Cuando Cookie me describió por primera vez a Shawn Foster, comentó lo
opuesto que se veía a Reyes. Pero eso sólo se aplicaba a su coloración. Donde
Reyes era oscuro, Shawn era luz. Literalmente y celestialmente. Su aura era
impresionante. Más brillante que la mayoría. Más puro. Tenía cabello rubio corto y
piel pálida. Pero sus rasgos eran extrañamente similares. Hermoso. Angelical. Muy
parecido a Rey'aziel. Lo cual explicaría por qué mis sospechas cambiaron a toda
marcha.
—Sí. —Di un paso adelante y tomé su mano extendida—. Lo siento, te ves
muy familiar.
—Debería —dijo con una sonrisa—. Hace tiempo que me investigas.
Nos quedamos en un silencio incómodo, sobre todo porque me tomó un
momento para recuperarme de su declaración. Sabía que lo estuve investigando.
Como a sus padres, ¿sabía de Reyes? Era más joven que él. De mi edad, en
realidad. Y por lo que descubrimos anteriormente sobre él, regresó a casa de sus
padres mientras iba a la escuela de posgrado en UNM. Estudiaba ingeniería. Y
seguía mirándome, esperando que asimilara su declaración.
—Correcto. Está bien. —Lancé una expresión de salvarme a Cookie, que
todavía se encontraba ocupada tratando de ajustar su mandíbula—. No tanto a ti
como‖a…‖tus‖padres...‖—Me di cuenta demasiado tarde de que la investigación de
sus padres podría parecer peor que investigarlo a él.
—Bien —dijo, dejando caer mi mano y reconociendo a Cookie con un
movimiento de cabeza—. Entonces tendrás un buen inicio en mi caso, si decides
aceptarlo.
—¿Tu caso? —pregunté, señalando hacia mi oficina, que se hallaba justo
detrás de Cookie, también conocida como el área de recepción.
—Sí. Me gustaría que encuentres a mis verdaderos padres.
Casi me tropecé, y luego cerrando la puerta, le di a Cookie una última
mirada de santa mierda antes de cerrarla por completo. 3
—Por favor, siéntate. —Le ofrecí la silla frente a mi escritorio, y luego fui
directo hacia Bunn—. ¿Café? 5
—No, gracias. —Todavía se encontraba de pie, mirando el lugar—. Esto se
ve muy bien.
—Gracias. Recientemente mi esposo lo redecoró.
—Correcto. —Se sentó al fin y puso una carpeta que llevaba en mi
escritorio—. Él es dueño del bar y la parrilla de abajo.
¿Eso era todo lo que sabía? Sólo podía esperar en este punto. —Sí, así es.
Tuve encuentros extraños tanto con los vivos como con los muertos,
demonios y ángeles, con espíritus y los mentalmente inestables, toda mi vida, pero
honestamente puedo decir que este momento está clasificado realmente cerca de la
cima.
Me senté frente a él y tomé un sorbo de coraje líquido. —¿Cómo supiste
sobre la investigación?
—No lo hice. No al principio. Pero cuando te vi conducir por casa de mis
padres el otro día, recordé haberte visto estacionada en la calle hace un año.
—Tienes una muy buena memoria.
—Estuviste allí un buen rato.
Días de pruebas. —¿Y eso es inusual porque...?
—Te estacionaste. Nunca saliste. No vivías en el barrio, pero esperaste en la
calle durante algún tiempo.
—Por supuesto. —No se debía a la percepción.
—Así que, la próxima vez que hiciste una visita, tomé el número de
matrícula y le pedí un favor a un amigo.
—¿No es ilegal?
—Bastante.
—E ingenioso —añadí.
Levantó un hombro con modestia.
—¿Qué te dijeron tus padres?
—Que mi madre estuvo en labor treinta y seis horas. Que finalmente tuvo
una cesárea. Que me cuidó hasta que cumplí dos años.
—Ya veo. —Cuando al principio examinamos el caso, estábamos casi 3
seguras de que Shawn Foster también fue secuestrado por los Foster, y que
pasaron por una agencia de adopción sospechosa, que sólo estuvo abierta unos
6
pocos meses y facilitaron sólo tres adopciones, Shawn Foster siendo uno de ellos—.
Pero, ¿no les crees? —pregunté, ¿por qué estaría aquí si lo hiciera?
—No. Por varias razones. Y tampoco creo que lo hagas.
Todavía me preguntaba si sabía algo sobre Reyes. Hice un gesto hacia el
archivo.
—¿Puedo?
—Por supuesto.
Se inclinó hacia atrás mientras hojeaba los papeles que traía en la carpeta. Se
trataba principalmente de imágenes, notas sobre inconsistencias en las historias de
sus padres, declaraciones de familiares que no recordaban a la señora Foster
alguna vez mencionar el embarazo y una última hoja en la parte de atrás que
prácticamente sellaba el trato. Una prueba de ADN. Los Foster definitivamente no
eran sus padres. Ni siquiera cerca.
—¿Tus padres saben que hiciste una prueba de ADN?
—No.
—Entonces, ¿crees que fuiste adoptado?
—¿Lo crees tú? —preguntó él.
—¿Qué quieres decir?
Se frotó una mano sobre la boca en gesto de estar pensando algo, sus ojos
azules me estudiaron. —Has investigado esto desde hace mucho tiempo. Me
gustaría saber por qué. Y cuáles son tus pensamientos.
—Señor‖Foster…
—Shawn, por favor.
—Shawn, todo lo que tengo son pensamientos sin un sólo fragmento de
evidencia para apoyarlos. No podría divulgar mis divagaciones sin pruebas. Sería
muy irresponsable.
—Bueno, eso responde todo.
—¿Qué? —pregunté mientras se ponía de pie, agarraba el archivo y se
giraba para marcharse—. Espera, ¿eso responde a qué?
—Eres como ellos.
—Espera, por favor.
3
Se dio la vuelta y se dirigió hacia mí hasta que no tuve más remedio que dar
un paso atrás. Cuando no encontrábamos nariz con nariz, respondió, con voz baja, 7
su rostro enrojecido. —Mentiras. Evasivas. Es todo lo que he conseguido toda mi
vida, y estoy harto. Yo mismo averiguaré la verdad, de una forma u otra.
La ira en su expresión, el dolor que emanaba de él, la brillante humedad
entre sus pestañas, me cortaron bruscamente el pecho. Quería ayudarlo, pero no
sabía qué hacer. Le prometí a Reyes que me mantendría al margen de lo que
consideraba su asunto y dejar a su asunto en paz. Pero Shawn vino a mí.
Seguramente Reyes lo entendería.
Y, francamente, Reyes podía morderme. Él era mi asunto.
Shawn se volvió de nuevo, pero tomé su brazo. Se detuvo, pero no me miró,
y me di cuenta de que se hallaba avergonzado por su comportamiento.
—Hay una razón por la que investigaba tu caso. No tengo ninguna
evidencia, pero creo que fuiste secuestrados por los Foster.
Debe haber creído lo mismo. No se sorprendió en absoluto. —¿Por qué
piensas eso?
—Porque... —Me detuve. Respiré hondo. Me pregunté si tomaba mi vida en
mis propias manos. Sólo podía ser asesinada por otro dios. Y Reyes era otro dios.
Oh, sí. Iba a matarme.
—Porque —continué, abriendo la bolsa para dejar salir al gato—, porque mi
esposo también fue secuestrado por ellos.
Después de dos horas y siete tazas de café divididas entre los tres, ya que
Cookie me había ayudado con la investigación inicial, la invité a la reunión,
llegamos a la conclusión de que Shawn fue definitivamente una de las tres
adopciones que la agencia turbia supervisó.
No podía imaginar cómo la agencia se salió con la suya. Existían normas y
regulaciones hasta en el culo para un negocio como ese. Inspecciones estatales y
licencias que debían ser aprobadas. El papeleo debe haberse filtrado de alguna
manera. O tal vez, le pagaron a alguien para mirar hacia otro lado.
Examinamos todo lo que sabía Shawn y todo lo que descubrimos con un
análisis meticuloso. Shawn quería saber más sobre Reyes. Ya conté demasiado. Y
además, tenía la sensación de que sabía mucho más de Reyes de lo que decía.
Por suerte, comprendió cuando le dije que necesitaba hablar con mi
compañero en el crimen antes de ponerlo al corriente. Por supuesto, una búsqueda 3
y él podría saber demasiado sobre Reyes, si no lo sabía ya; específicamente que
pasó una década tras las rejas por un asesinato que no cometió. Pero lo poco que 8
yo decía de Reyes no le sorprendió en lo más mínimo. Casi como si ya lo conociera.
Cuanto más hablábamos, más fuerte era la sensación de que había más de
Shawn Foster de lo que parece. Lo atrapé estudiándome. No de la manera habitual
en que un hombre puede estudiar a una mujer, sino de una manera curiosa. Como
si estuviera tratando de entenderme. Pero eso era genial. Yo también trataba de
entenderlo.
—Bueno, empezaremos con esto, ¿seguro que quieres ir a casa, Shawn?
Se había levantado y llevado su taza al mostrador, donde se encontraba
colocado el Bunn.
—¿Qué quieres decir?
Me acerqué a él, mientras Cookie recogía papeles. —Quiero decir, ¿vas a ser
capaz de mantener la charada un poco más? No creo que debas decirle a tus
padres…
—¿Te refieres a los idiotas que me secuestraron?
Incliné la cabeza. El resentimiento ya conseguía un punto de apoyo. —Sí. No
creo que debas decirles ahora. Examinemos esto un poco más. Veamos lo que
podemos desenterrar.
Asintió. —No diré nada.
—Me preocupa lo que sucederá si lo haces.
—Charley, he estado viviendo con esto durante mucho tiempo. La duda. La
sospecha. Un par de días más no van a hacer ninguna diferencia.
—Vivo en la Calzada, los apartamentos detrás de nosotros. Tercer piso.
Primera puerta a la izquierda. Eres bienvenido en cualquier momento, día o
noche.
—Gracias —dijo. Fue un rechazo en seco. No me creyó.
—No, lo digo en serio. De hecho, creo que deberías venir con nosotros de
cualquier manera. Sólo hasta que resolvamos esto.
Dejó que una sonrisa llegara a sus rasgos. —¿Y qué diría mi hermano?
Me reí suavemente. Su hermano. Reyes.
—Tal vez primero deberías contarle sobre todo esto.
—En realidad es un poco impresionante. Estaría muy bien con eso.
3
—Bueno, bueno, lo pensaré. —Se despidió de Cookie, y justo cuando se 9
hallaba a punto de salir por la puerta, se volvió y dijo—: Hay una cosa más que he
querido preguntarte.
—Dispara.
Estrechó los ojos, me miró de arriba abajo, y luego dijo—: ¿Por qué
demonios eres tan brillante?
Traducido por Umiangel
Laurita PI

Por qué sí, he descubierto la alegría de cocinar. Es cuando mi marido lo hace.


(Meme)

—¿Qué significa esto? —preguntó Cookie.


Dejaría a Shawn fuera de esto por un rato. De ninguna manera iba a contarle
acerca de mi concierto de ángel de la muerte. O mejor aún, la cosa de Dios.
—Debe ser como Pari —dije.
Una de mis amigas, una tatuadora con más pigmentación de tinta que
4
células en la piel, podía ver justo más allá del velo que separaba este plano del
siguiente. El que se encuentra entre el mundo tangible y lo intangible. Pero en
0
lugar de ver a los difuntos, en lugar de ver a un ser real, veía niebla. Pero también
vio mi luz. De hecho, tenía que usar gafas de sol a mi alrededor.
Shawn parecía estar bien sin las gafas, pero definitivamente vio mi
luciérnaga interior. Decidí dejarlo con eso. Si curioseaba más en lo que podía ver,
habría tenido motivos para fisgonear más en lo que era, así que no le pregunté si
podía ver al difunto. Si podía ver fantasmas. Le dije que tenía una conexión con el
reino sobrenatural que era... complicado.
Eso pareció satisfacerlo. Por ahora.
—Está bien —dije, saliendo de mis reflexiones—, ¿qué tal si miras a esa
agencia un poco más? Y tal vez hacer una verificación de antecedentes más
profunda en los Foster. Quiero saber todo sobre ellos. Dónde nacieron. Dónde
fueron a la escuela. Cómo se conocieron. Seguramente hay algo en su pasado que
ayudará a explicar su presente.
—Ya estoy en ello. Sabes, hay algo que aún no hemos discutido.
—¿Sí?
—Si esto sale a la luz, especialmente la parte de tu marido, los Loehrs
podrían ser convocados para una declaración o incluso para testificar en la corte.
—Mierda. No pensé en eso.
—Desde que se esconden con tu hija, pensé que sería una mala idea.
—No, tienes razón. Solo tendremos que quitar el secuestro de Reyes. Si eso
es posible.
—Shawn seguirá con eso. Estoy segura.
—También lo creo. Parece un gran tipo.
—Así es —dijo—. Espera. ¿Qué hay de los otros dos?
—¿Los otros dos?
—Las otras dos adopciones que la agencia sospechosa facilitó. ¿De dónde
vinieron esos chicos?
Me senté detrás de mi escritorio otra vez. —Sí, me preguntaba sobre eso,
también. Tal vez deberías mirar eso. Ya sabes, en tu tiempo libre. —Era tan
explotadora de esclavos.
—¿Crees que tu amiga, la agente Carson podría ayudarte?
4
—Con el caso, probablemente. ¿Con el hecho de que tu blusa sigue al revés?
—Oh, por el amor de Dios. ¿Por qué no me lo recordaste? —Se fue al baño,
1
consternada—. Me reuniré con Robert para el almuerzo.
—¡Consigue un rápidito mientras puedas! —le dije con una risita.

***

Me senté en una mesa en Calamity's, el bar y parrilla de Reyes, y vi a mi


marido salir de su oficina y dirigirse hacia mí. Me ofrecí a hacerle el almuerzo. Él
era el chef principal de la familia, pero vi lo suficiente en el canal de comida para
ser peligrosa. Imaginé que ya era hora de cocinar para él. Solo existía un problema
con mi plan maestro. Me encontraba tan ocupada esta mañana que no tuve tiempo
para cocinar, así que improvisé.
Se movía con la gracia de un animal, su cabello oscuro y su intensa mirada
cautivaban la habitación. La mayoría de los ojos se volvieron hacia él. La mayoría
de las respiraciones se hallaron atrapadas. La mayoría de las conversaciones se
paralizaron.
Cuando se sentó, empujé uno de los dos platos hacia él. Cada uno tenía tres
filas de galletas con ensalada de atún en la parte superior y una zanahoria grande,
naranja como guarnición. Las zanahorias todavía tenían cáscara y tallos, tallos que
medían la mitad de la mesa. Pero me quedé sin tiempo.
Miró su plato, su expresión llena de indicios de humor y duda.
—No lo critiques hasta que lo pruebes —le dije—. Estamos teniendo entre-
meses. —Lo miré—. ¿A quién no le gustan los entre-meses? —Cuando no respondió,
tomé la oportunidad de añadir—: Y las zanahorias.
—No sabía que te gustaban los entremeses.
—Los. Amo. —Corté la punta de mi zanahoria y comí, mastiqué lo más
fuerte que pude.
—¿Más que mis huevos rancheros?
Maldición, me atrapó. Sus huevos, rancheros o no, eran bastante fantásticos.
Levantó una galleta como si tuviera una infección viral y la comió de un
solo bocado. Entonces su cara, ¡no, sus dudas!, se transformó. Asintió agradecido y
comió otra.
También, tomé un bocado y me maravillé mientras saboreaba la mejor 4
ensalada de atún que hubiera comido. Era una ensalada de atún, por el amor de
Dios. 2
—Esto es realmente bueno —dijo, un poco sorprendido.
—Es fenomenal. —Me sentía más que un poco sorprendida.
Terminó su primera línea de galletas y preguntó—: ¿Cuál es tu secreto?
—No tengo ni idea —dije con la boca medio llena—. No la hice. Me
encontraba ocupada.
Me lanzó una mirada de horror, pero se recuperó rápidamente. —¿Quién la
hizo?
—No tengo idea de nuevo. Lo quité del sándwich que Sammy trajo para
almorzar.
Se ahogó, tosiendo ligeramente antes de preguntar—: ¿Y cómo tomó Sammy
eso?
—Creo que aún no lo sabe.
—¿Y las zanahorias?
—Estaban ahí. Parecía un poco apropiado.
Se apoyó en su silla. —Una cocina entera a tu disposición y tuviste que
recurrir al robo para alimentarme. ¿Qué clase de heredera billonaria eres?
Por eso, robé una de sus galletas. —Para ser una heredera billonaria se
requiere de una herencia. Me casé con dinero, muchas gracias. Oficialmente soy
una esposa trofeo. —Cuando continuó observándome con una mezcla incómoda
de apreciación y humor, bajé la galleta y dije—: Entonces, ¿de qué querías hablar?
—Creo que sabes. —Su voz profunda cayó sobre mí como agua tibia. O
miel. O ron. Añadiendo un poco de limón y podría pasar por un licor caliente.
—¿Qué hiciste para enojar a las alas de Jehová?
¿Cómo sabía que hice algo para enojar las plumas de su hermano? —¿Cómo
sabes que hice algo para enojar a tu hermano? —Cuando me miró, silenciosamente
me juzgó por, como, siempre, entonces cedí—: ¿Qué te hizo sospechar?
—El ejército de ángeles que te perseguía.
Maldita sea. Sabía que lo notaría. Por otra parte, era un poco difícil
perderlos. Simplemente se encontraban... allí. Ángeles en todos lados. Con sus alas,
espadas y sus ojos oscuros siguiéndome a cada movimiento. Haces una pequeña
amenaza para dominar el mundo y ¡bam! La versión del Servicio Secreto Celestial
cae sobre ti, te arroja al suelo, y te pone en un candado. Metafóricamente. 4
—Bien. Miguel y yo tuvimos una pequeña discusión. 3
—¿El arcángel?
—Ese mismo.
—¿Tuviste una discusión con un arcángel?
—Una pequeña. Nada de qué preocuparse.
—¿Y es como un ángel molesto en la Tierra por qué?
—Le dije que dominaría el mundo, pero se molestó y me encaró.
—Ah. ¿Cuándo ocurrió este gran enfrentamiento?
—Hace unos días. Justo después... —Incliné la cabeza, pensando en ese
horrible día. De cuántas personas pudimos haber perdido. De lo que Reyes
perdió—. Justo después del incidente. Hablando de eso, ¿cómo te va?
Se cruzó de brazos. —No estamos hablando de mí.
—Pero ¿no crees que deberíamos? Perdiste a tu hermana, Reyes. Está bien
llorar, sabes. Todos lo hacemos. A todos nuestros humanos.
Una risa llena de tristeza se le escapó, pero se deshizo de ello. Como
siempre. —¿Qué vamos a hacer al respecto?
—¿Acerca de qué?
—Sobre los ángeles en tu trasero.
—Oh, eso. No te preocupes por ellos. Solo están observando. Esperando.
Asegurándose de que, en realidad, no lleve a cabo ninguna de mis amenazas.
—¿Había más de una?
—Bueno, había una importante y luego unas pocas que estaban más o
menos implícitas. Al parecer, toman esa mierda realmente en serio.
—No puedo imaginar por qué.
—¿Verdad? —Tomé otro bocado, después pregunté—: ¿La extrañas?
Llenó sus pulmones y me miró con frustración antes de ceder. —La extraño.
Por supuesto que la extraño. ¿Cómo no iba a hacerlo? Pero saber que está cuidando
a Elwyn ayuda.
—Estoy de acuerdo —le dije. Tener a alguien como Kim velando por nuestra
hija aliviaba el malestar de un uno por ciento. Pero cada poco...— Es como un
bálsamo. Como una curita en una herida abierta y ardiente. 4
Desvió la vista, sin querer darme más. No empujé. 4
—He tomado una decisión —dijo, mirándome.
—¿Oh sí?
—Sí. —Me dio una mirada larga, lenta una vez más—. Creo que necesitas
un guardaespaldas.
Me reí en voz alta. —¿Un guardaespaldas? —Pensé en ello mientras
empujaba mi zanahoria con el tenedor—. Bueno, ya tengo un guardián, y es
bastante impresionante. —Ese guardián era un rottweiler fantasma llamada
Artemis.
—Lo sé, pero no puede protegerte de un ángel. Son poderosos, holandesa.
Muy poderosos. Y solo porque no pueden matarte no significa que no van a dar
batalla. No creo que estarías dispuesta a hacer lo que fuera necesario para detener
a uno si viene detrás de ti.
—Pero son de los buenos.
—En la mayoría de las situaciones, sí. Pero en esta situación, no estoy tan
seguro.
—Lo amenacé.
—Tenías una queja legítima. Jehová; que no es su verdadero nombre, por
cierto, lo sabe mejor que nadie, pero no creo que vaya a renunciar a su caja de
juguetes solo porque estás enojada con la forma en que gobierna a sus figuras de
acción.
—Sí, no esperaba que lo hiciera. Espera. ¿Ese no es su verdadero nombre?
¿Cuál es su verdadero nombre?
—No voy a decirte algo que ya sabes. ¿Cuándo ibas a decirme de tu
conversación con Miguel?
—Esa es una excelente pregunta. ¿Vas a decirme su nombre o no?
Cuando me miró esa vez, sus irises brillaban con algo profundo, algo
oscuro, preguntó—: ¿Por qué? ¿Así que puedes atraparlo en el cristal divino,
también?
Jadeé, completamente ofendida. No es que tuviera duda de que nuestras
conversaciones algún día llevarían al colgante que llevaba en mi bolsillo todos los
días a cada hora. El colgante de seiscientos años de antigüedad que contenía una
sustancia llamada cristal divino, una piedra opalescente que brillaba como mil
galaxias. En su interior se encontraba la dimensión del infierno antes mencionada, 4
la que Jehová creó para su hermanito rebelde, también conocido como mi esposo.
Y todo se hallaba en un intrincado colgante cubierto de cristal, apenas más grande 5
que una moneda de veinticinco centavos, con delicados rollos y marcas
ornamentadas.
Porque no sabía cómo tomaría Reyes la noticia cuando se enterara de que él
también era un dios, porque no sabía si se convertiría en el ser malévolo que me
hicieron creer que era, lo mantuve oculto. Hasta que tuve que usarlo, eso es.
Atrapé a uno de los dos dioses verdaderamente malévolos que se unieron al
equipo Satanás. Y ahora ese dios, junto con un desagradable demonio llamado
Kuur, se encontraba encerrado en una dimensión con docenas de almas inocentes.
Tratar de sacarlos sin liberar a las entidades malvadas dentro se hallaba
entre mi lista de tareas por hacer. Pero Reyes se dio cuenta de que mantuve el
cristal divino en secreto de él. Y por qué. Así que decidí hacer lo que mejor hago.
Cambié de tema.
—En cuanto a esta posición de guardaespaldas, ¿te estás ofreciendo?
Se quedó sentado observando mi boca durante un tiempo muy largo,
haciendo que mis entrañas hormiguearan. Luego se mordió el labio inferior y lo
humedeció. El movimiento era tan inocente, así como todos los días, sin duda,
envió una sacudida de placer directamente a mi núcleo.
—No lo sé —dijo al fin—. ¿De cuánto es la paga?
Aclaré mi garganta. Y mi mente sucia. —No puedo pagar mucho. Tengo que
cambiar a una pasta dental más barata para mantener a Cookie en la nómina.
Chasqueó, el sonido era humorístico y sensual. —Los sacrificios que
hacemos. —Todavía tenía que apartar su mirada de mi boca, y podría haber
cortado las feromonas colgando en el aire con una cuchilla.
De la forma en que lo veía, tenía dos opciones. Podría llevarlo al armario de
escobas y quitarle la ropa, o podría desear llevarlo al armario de escobas y quitarle
la ropa por el resto del día.
El armario de escobas sería.
Justo cuando decidí saltar sobre la idea, y a él, recordé mi último caso. El
que no lo haría feliz. El que realmente debí haber discutido con él antes de aceptar,
no me refiero a que mi negocio de investigación privada fuera asunto de él, pero
era un tema sensible del pasado. Como quemaduras de tercer grado.
Lo mejor es sacarlo a la luz. Arrancar la curita, por así decirlo. Cortar una
vena y esperar que todavía se preocupara lo suficiente por mí después de aplicar
4
presión. 6
Me aclaré la garganta y enderecé los hombros. —Así que, sí, conseguí un
nuevo caso hoy.
—No me dijiste.
—Solo quiero que sepas que ya lo acepté.
Finalmente se encontró con mi mirada, la curiosidad tomando lo mejor de
él. —¿Qué quieres decir?
—Quiero decir... me refiero a Shawn Foster. El hijo de los Foster vino hoy.
Se quedó quieto, pero no dio otra pista de sus pensamientos.
—Lo sabe, Reyes. Sabe que no es hijo biológico de los Foster. ¿Y la agencia
de adopción que supuestamente hizo el papeleo en el que los Foster debían probar
que lo consiguieron a través de medios legítimos? Sabe que también era falsa. Cree,
como yo, que fue secuestrado cuando era niño. Igual que tú.
Podía sentir, más que ver, cómo la oscuridad se deslizaba sobre él como un
manto. Su cara de póquer era de primera categoría, pero no era un campiste feliz.
—¿Te pidió que investigaras?
—Solo entró tranquilamente en la oficina y me contrató.
—¿Cómo sabía que debía recurrir a ti?
—Mira, ahora aquí es donde se pone interesante. —Era tan buena para
aclarar el estado de ánimo. Aunque no tan buena para aclarar mi cabello. El
peróxido y yo no nos llevábamos bien—. He hecho un par de rondas por casa de
los Foster desde que volvimos. Sabes, solo para revisar las cosas. Cien por ciento
inocente. Pero se dio cuenta. ¿Ya sé, verdad? Mi error.
—Pensé que acordamos que no ibas a investigar a los Foster.
—Lo hicimos —le aseguré, saltando para explicar—. Y no los investigaba.
Solo miraba a su alrededor. Como, periféricamente. Shawn simplemente se dio
cuenta. —Cuando Reyes no dijo nada, continué—: Pero todo está bien. Shawn y yo
estamos en la misma página. Tenía mucha información. Tenía muy buena
información. Combina eso con lo que me dijiste, y creo que podríamos encerrarlos,
Reyes. Creo que podríamos conseguir una condena.
—¿Y crees que eso es lo que quiero?
—¿No es así? Quiero decir, ¿por qué no? Te secuestraron, Reyes. Entonces
permitieron que fueras secuestrado de nuevo por un monstruo, si eso es lo que
realmente pasó, y ¿quieres que se salgan con la suya? 4
—Quiero que lo dejes. 7
—Reyes, ya acepté el caso. Esperaba que lo entendieras. Shawn quiere saber.
Quiere saber de dónde viene. Saber quiénes son sus verdaderos padres. Lo que su
vida real pudo haber sido. Tiene preguntas como tú.
—Deja el caso.
Era una orden, simple y sencilla. Y el hecho de que pensara que dejaría el
caso era cómico. O lo hubiera sido si no estuviera hirviendo bajo ese tranquilo
exterior.
—No. Lo siento, pero no puedo. Ya no se trata solamente de ti.
Se inclinó hacia delante, tan cerca que pude sentir su aliento en mi boca
cuando habló—: Deja el caso o lo dejaré por ti.
Oh, no, no lo hizo. Entrecerré mis párpados y apreté mi mandíbula. —
Inténtalo.
Calor explotó de él. Era una parte inevitable de quién era, de lo que era,
pero esta vez el calor me golpeó como muro de fuego.
Luchó por aplastarlo. Podía sentirlo en la densidad sofocante de sus
emociones. Luchaba por recuperar el control.
Y me esforcé por mantenerme firme. Esto era importante. Los Foster eran
criminales. Necesitaban ser llevados ante la justicia. Y en el momento en que creyó
que podía amenazarme de hacer algo contra mi voluntad era el momento en que él
y yo tendríamos que reevaluar seriamente nuestra relación.
Mi teléfono sonó justo cuando se encontraba de pie para irse. —Espera —le
dije.
Se detuvo, pero no me miró.
Revisé mi teléfono. Era Cookie. —Esto solo tomará...
—Hablaremos de esto más tarde —dijo, y luego se alejó. Sin más. Su ira
dejando rayos de calor en el aire.
Respondí. —Hola, Cook. ¿Qué pasa?
—Está teniendo una aventura.
También empecé a levantarme. Varios pares de ojos me miraban, sobre todo
mujeres, curiosas por Reyes y por mí. Me senté de nuevo. —¿Te dijo eso?
Su aliento se entrecortó. —No tenía que hacerlo. Prácticamente me arrojé a 4
él, y apenas se dio cuenta.
8
El suspiro de alivio que dejé salir me hizo marear. —Cookie, no está
teniendo una aventura. Apuesto mi último dólar en ello. O incluso solo mi trasero.
Pero investigaré si quieres.
—Me gustaría. Pero no llamé por eso.
—Estoy en la planta baja. Voy hacia arriba.
—Todavía me encuentro en casa. He estado buscando información de los
Foster.
—¿Desde casa?
—Entro en modo de investigación cuando me siento molesta.
—Ah, está bien —dije mientras Valerie, la administradora de Reyes en
entrenamiento, limpiaba mi mesa—. Dime. ¿Qué encontraste?
—Bueno, no tienen sentido.
—Los secuestradores de niños rara vez lo tienen.
—No, es como si nunca hubieran nacido.
—¿Entonces, fueron incubados? —bromeé. Sonreí a Valerie. Casi me
devolvió la sonrisa. Era mucho mejor que la mueca que solía obtener de ella. Tenía
la sensación de que no le agradaba mucho.
—Eso tiene más sentido de lo que estoy descubriendo. Ninguno de los dos
tiene certificados de nacimiento en archivo en los estados en los que dicen haber
nacido.
—Oh, ahora eso es interesante.
—¿Verdad? En este momento estoy mirando sus registros de empleo. La
señora Foster tiene una copia de un acta de nacimiento archivada en la oficina del
pediatra que administra. Fue emitida en West Virginia, pero según los registros
estatales allí, no hubo ninguna niña nacida ese día en esa ciudad. Eve Bathsheba
Foster nunca nació.
—¿El certificado de nacimiento es falso?
—Creo que sí.
—Espera. ¿Su segundo nombre es Bathsheba? ¿En serio?
—Lo que pasa con el certificado de nacimiento es, ¿quién va a verificar algo
así? Cuando alguien te contrata, a menos que sea un trabajo donde necesitas un
cierto nivel de autorización del gobierno, tu empleador solo recibirá una copia de
4
tu certificado de nacimiento y creerá que es verdadero. Solo lo necesitan para
cubrir sus culos en caso de que surjan problemas después.
9
—Cierto.
—¿Y cuán difícil puede ser obtener documentos falsos en la actualidad?
—¿Has buscado al señor Foster?
—Estoy buscando el registro actual en este momento. El suyo fue un poco
más difícil de rastrear, pero pidió un permiso de portar un arma oculta hace unos
años atrás el nombre de Abraham Boaz Foster.
—¿Qué demonios pasa con sus nombres?
—Ni idea. No tengo una copia del certificado, pero escucha; según lo que
escribió en la solicitud, tanto el señor como la señora Foster nacieron el mismo día,
en la misma ciudad, en el mismo hospital.
—Está bien, eso es raro, ¿verdad?
—Oh, se pone mejor. El certificado de nacimiento de la señora Foster indica
su apellido de soltera como... ¿estás lista para esto?
—Cookie, me estás matando.
—Foster.
Me senté de nuevo. —¿Estás segura?
—Tan segura como Shirley.
No sabía quién era Shirley o por qué se encontraba tan segura de sí misma,
pero Cookie parecía bastante confiada en sus hallazgos. —Bueno, digamos que
falsificaron sus certificados de nacimiento por alguna razón, ¿quién se las
arreglaría para falsificar uno, solo para poner el apellido equivocado?
—¿Tal vez el falsificador se equivocó?
—Ya lo creo.
Necesitaba acercarme a la señora F. Para tener una idea de ella. Era
claramente capaz de secuestrar. ¿De qué más era capaz?
Fuimos contratadas para encontrar a los verdaderos padres de Shawn, pero
este caso era la oportunidad perfecta para profundizar en el equipo Foster. Si
íbamos a probar que Shawn fue secuestrado, necesitaríamos todo el armamento
que pudiéramos obtener cuando fuéramos al fiscal de distrito.
—Creo que hoy debo visitar a la señora Foster.
—Está bien, está en el almuerzo ahora mismo, pero volverá a las dos y 5
trabajará hasta las seis. Lo comprobé.
0
Hombre, ella era buena. —Perfecto. Ahora solo necesito una razón para
visitar la oficina de un pediatra y sin ver al pediatra.
Traducido por Miry GPE & Jani Colton
Corregido por Daliam

Ella tiene momentos en que parece estable, pero también los tiene la
nitroglicerina.
(Meme)

Puesto que tenía unos minutos, decidí interrogar a un viejo adversario por
información, el IC de dicho adversario, su informante confidencial. El informante
confidencial que todavía tenía que encontrar. El que fue designado para matar a mi
tío Bob, de acuerdo con Reyes, quién podía ver exactamente cuando la gente tenía
planes para una visita hacia abajo y lo que hicieron para llegar ahí.
5
Reyes se encontró con Guerin en prisión. No pensó mucho en eso en ese 1
momento. Muchos de los presos se encerraban a sí mismos en una visita a los
pozos de fuego mucho antes de que terminaran detrás de las rejas. Pero Reyes
reconoció al tío Bob como el detective que lo encerró. Sin animosidad. Sólo un
hecho.
Guerin estuvo en prisión por acumular demasiados crímenes menores, pero
aún no cometía el hecho que lo llevaría abajo. Eso no sucedería durante unos años.
Sin embargo, Reyes lo vio desde el momento en que conoció al chico, y aunque el
tiempo vino y se fue, la amenaza seguía ahí.
Como no podíamos localizar al pequeño delincuente, no había forma que
Reyes lo viera en él. De ser capaz de decir si el inevitable viaje del chico al mundo
inferior fue pospuesto. O rescindido por completo.
Y ahí era donde Parker entraba. Había tenido un enfrentamiento con el AFD
Nick Parker hace unos días. AFD, sorprendentemente, no representaba
Anormalmente Fantoche Detestable. ¿Quién lo sabría?
Básicamente me chantajeó para que resolviera un caso para él. Resolví el
caso, sobre todo porque necesitaba solución, pero nunca me gustaba ser
chantajeada. Sacaba lo peor de mí. Especialmente cuando el chantaje era una
amenaza contra mi hija. Mis garras salían. En un ataque de ira, y justo en el mismo
momento que amenacé con hacerme cargo del mundo, dejé que el AFD Parker lo
sepa. Hice algo que ni siquiera sabía que podía hacer. Posé mi boca a la suya y le
mostré el mundo sobrenatural que nos rodeaba en todos sus detalles gloriosos. Le
mostré lo que era, pero lo más importante, de lo que era capaz.
Sin nada más, nunca me volvió a chantajear. Solo esperaba que estuviera
bien. Mentalmente. Lo dejé en estado de shock. Pero esperaba que aprendiera la
Regla# 1 en el Manual de Charley Davidson: no joder con el Ángel de la muerte.
Sólo es broma. No tenía un manual, pero sí un bolso. Una réplica Prada.
Espera.
Me detuve a medio camino de entrar y a medio camino de salir de Misery
cuando la comprensión de toda una vida me llegó. Yo era increíblemente rica
ahora.
Bueno, Reyes lo era. El tipo era un genio.
Aun así, podría comprar una verdadera bolsa Prada ahora. Santa vaca.
Coloqué mi trasero en Idris Elba, mi asiento de conductor. El que me abrazaba en
curvas cerradas y me mantenía a salvo en las condiciones más peligrosas. El que se 5
calentaba con el presionar de un botón. Eso calentaba mis regiones inferiores a la
exquisita perfección. 2
Maldita sea, perdí mi curso de pensamiento. Oh, cierto. Prada. Esto tomaría
una cierta consideración. No podía precipitarme en una decisión tan grande.
¿Debería ir con la línea de otoño o esperar a que la nueva línea de primavera salga?
Mi cerebro iba a explotar con todas las posibilidades. Tal vez debería ir a Target.
Conseguir lo usual.
Encendí a Misery, literalmente, y empecé a retroceder. Pero primero, le
mostré el dedo medio al ángel, este con cabello negro y piel pálida, que se
encontraba de cuclillas en el capó, mirándome a través del parabrisas.
Presioné el acelerador con fuerza. El ángel, completamente sin impresionar,
simplemente extendió sus enormes alas, se levantó unos centímetros y aterrizó con
los pies delante de mi parrilla. Sus movimientos eran con más gracia que los de
una bailarina de ballet. Más suave que un mocha latte. Y más genial que
Christopher Walken, aunque no por mucho.
Luego, con dos dedos, me saludó. Fue un gesto muy humano. Miré por un
momento sorprendida antes de darme cuenta de que mi pie seguía en el
acelerador. Presioné los frenos. Luego permanecí quieta un momento, aturdida.
Casi entraba al tráfico en sentido contrario. Examiné mi entorno, me aseguré de no
haber atropellado a ningún peatón, luego le ofrecí al ser angelical mi mejor mirada.
Tocó un sombrero invisible. Sin saber cómo tomar ese gesto, considerando la
fuente, coloqué la palanca de Misery en conducir y me dirigí a la oficina de Parker.
Quince minutos más tarde, el asistente de Parker me dijo que estaba en la
corte, así que me dirigí a esa dirección. No sabía qué caso tenía Parker, pero
encontré la sala del tribunal con bastante facilidad. Unos cuantos espectadores de
la galería volvían a entrar después de un descanso, así que me coloqué en la fila y
fui con la corriente, siguiendo a un hombre alto y de pelo blanco que me recordó al
Coronel Sanders.
Nos sentamos detrás de la mesa del fiscal. Con suerte, Parker me vería y
podría pasarle una nota para encontrarnos en un café. Necesitaba saber si escuchó
hablar de Guerin.
Pero Parker se hallaba demasiado ocupado para elevar la mirada cuando
regresó a la sala del tribunal, moviendo papeles y hablando en voz baja con su
colega. Todo muy importante. Muy Zen. No quería arruinar su Zen, así que me
senté pacientemente, buscando mi propio Zen.
Nos pusimos de pie cuando el juez entró en la habitación, como uno lo haría
cuando un rey entraba, o el presidente, o un desnudista masculino cuando las 5
mujeres delante de ti son realmente altas.
3
Parker llamó a su próximo testigo, una mujer que fue retenida a punta de
cuchillo por el acusado. Esto parecía un caso bastante abierto y cerrado. El tipo era
culpable. Lo sentí en él en cuanto entró. La mujer se sentía nerviosa. Tartamudeó,
murmuró y se le tuvo que pedirle que hablara más fuerte más de una vez, y cada
vez que tenía que repetirse, el acusado sonreía y sacudía la cabeza.
La pobre mujer estaba asustada. Aterrorizada. Y él lo disfrutaba. Ella era un
ratón, y el acusado, un hombre grande y peludo con patillas que salían
directamente de los años setenta, era una cobra. Y su comportamiento la hizo
tartamudear aún más.
Normalmente, este era el punto en la vida del AFD Nick Parker, donde se
volvía de un tono hilarante de rojo. Tenía la paciencia de una víbora de foseta y
cero empatía para empezar. Pero no esta vez. Estaba frustrado. Podía sentirlo. Pero
no rojo, ni morado, ni incluso una suave sombra de rosa. ¿Qué demonios? ¿Dónde
estaba el valor de entretenimiento en eso?
—Que‖ se‖ registre‖ que‖ la‖ testigo‖ ha‖ señalado‖ a…‖ —Parker se giró hacia la
galería y por fin se encontró con mi mirada— …ha‖ señalado‖ al‖ acusado,‖ James‖
Wi...
La voz de Parker se apagó, y se quedó ahí, mirándome.
—¿Señor Parker? —dijo el juez, tratando de llamar su atención.
Sonreí y moví los dedos tan discretamente como pude. Entonces le lancé un
pedazo de papel. Planeaba hacer gestos hacia su compañera, haciéndole saber que
le daría mi mensaje a ella, pero Parker hizo algo que nunca esperé. Algo que casi
nadie esperaba, así que no fui la única en levantar mi mandíbula del piso treinta
segundos después.
Se quedó quieto.
Me quedé quieta.
Él parpadeó.
Parpadeé.
Tomó un profundo suspiro.
Parpadeé.
Se dejó caer de rodillas en el centro de la habitación, cruzó las manos sobre
la cabeza y se inclinó hacia delante, apoyando la frente en la alfombra y
balanceándose.
¿Él‖ estaba…?‖ No.‖ No‖ podía‖ estarlo.‖ Quiero‖ decir,‖ ¿por‖ qué‖ me‖ adoraría?‖
5
¿Era adoración la palabra correcta? Tal vez se hallaba en pánico. 4
Parpadeé.
El juez parpadeó.
El alguacil parpadeó.
Todos permanecimos sin habla durante varios largos minutos.
—Señor. Parker —dijo por fin el juez—. ¿Qué hace?
Los hombros de Parker comenzaron a temblar, y comprendí en ese
momento que existía una oportunidad, una posibilidad tan leve, que el mostrarle
el mundo sobrenatural que nos rodeaba pudo haberle afectado un poco más de lo
que imaginé.

***

El juez llamó al alguacil y golpeó el martillo, pidiendo un receso.


Corrí pasando por la barra hacia el lado de Parker. —Amigo —susurré,
acariciando su cabeza—, no puedes adorarme. No soy ese tipo de dios.
Pero estaba ido. Orando, cantando y como lloriqueando. El alguacil lo
ayudó a levantarse, los seguí a las cámaras del juez a pesar del severo alguacil,
elevando las cejas en interrogación. Tenía cejas geniales.
—Sólo necesita agua —le dije—. Él hace eso todo el tiempo. Es un trastorno
nervioso.
Parker no me miró. Del lado positivo, su rostro se encontraba finalmente de
ese tono hilarante de rojo que conocía y amaba. Mantuvo las manos entrelazadas y
la cabeza inclinada.
—¿Tenemos que llamar una ambulancia? —preguntó el juez.
El reportero de la corte nos seguía también. —Yo lo haré.
El juez asintió. El alguacil se fue a buscar agua. Y pateé a AFD Parker en la
espinilla.
Su cabeza se elevó, y me miró por fin.
—Córtalo —dije entre dientes apretados—. ¿Qué demonios?
—Tú. Eres tú. 5
Me incliné más cerca cuando el alguacil le trajo un pequeño vaso blanco con 5
agua. —Sí. Soy yo. Ahora corta esta mierda.
—Pero tú... eres...
—No lo entiendo. Me conoces desde hace años. Nunca me has adorado
antes.
—Eres... una diosa.
Empujé el vaso a su boca y reí entre dientes ante el alguacil, rechazando la
declaración de Parker con una ondulación de mi mano. —Creo que es el azúcar en
su sangre. Resuelvo un caso para él, y de repente soy una diosa. —Añadí las
comillas en el aire para efecto.
El alguacil me disparó otra advertencia. Con las cejas. Eran muy expresivas.
Parker se deslizó lentamente de la silla sobre una rodilla, con la cabeza
inclinada de nuevo.
Lo levanté de nuevo. —Detente —dije, mi voz más un silbido que un
susurro real—. Lo digo en serio. Deja de adorarme. Jehová ya está enojado.
—De acuerdo —dijo el reportero de la corte—. Una ambulancia viene en
camino.
Empezaba a pensar que realmente necesitaba una. Sudaba y jadeaba, y su
rostro rojo se volvía más fucsia. Imaginé que se encontraba entre un ataque de
pánico y un ataque al corazón. De cualquier manera, el tipo tenía que calmarse.
Tomé su mandíbula con mis dos manos y levanté su rostro hacia el mío.
—Nick —dije suave y calmantemente—, cálmate.
Se tranquilizó instantáneamente. Un calor fresco dejó mis dedos y se
introdujo en él, como una versión sobrenatural de las pomadas calor frío.
Fuera lo que fuera, funcionaba. Sus respiraciones disminuyeron, y su rostro
palideció hasta dejar manchas rojas a lo largo de sus mejillas.
—Creo que está bien —le dije a los demás.
Me miró fijamente, incapaz de hablar. Cuando llegó la ambulancia, le dieron
oxígeno y le colocaron una intravenosa antes de llevárselo en una camilla. Lo seguí
hasta que lo cargaron en la furgoneta.
—Lo siento, Nick —dije mientras me observaba—. Sólo quería información
sobre tu CI. Nunca lo encontramos. 5
Se quitó la máscara de oxígeno. —Mi esposa está embarazada.
6
Eso fue rápido.
Mostré mis palmas. —Juro que no es mío.
—¿Cómo me dirijo a ti? —Hablaba en serio.
—Charley. Charles. Chuck. Diosa Divina.
No le divirtió. Estaba perdiendo mi toque.
—Estoy bromeando sobre el último. Parker, soy sólo Charley.
—Nunca fuiste solo Charley.
Maldita sea. ¿Qué demonios le mostré?
—Yo…‖ yo‖ no‖ tenía‖ ni‖ idea.‖ —Temblaba, y los chicos de la ambulancia
realmente querían irse.
—¿Grant Guerin?
—No lo sé. —No mentía—. Pero puedo tratar de encontrarlo.
Apreté su mano antes de dar la vuelta para saltar. —Gracias.
—Nadie lo sabe, ¿verdad?
Me giré. —¿Saber?
—¿Lo que viene? Nadie lo sabe.
Me acerqué de nuevo cuando el paramédico tomó la presión arterial de
Parker. —¿De qué hablas? ¿Qué viene?
Él había estado a miles de kilómetros de distancia. Parpadeó y se concentró
en mí otra vez. —Tú.
—Señorita, tenemos que irnos.
—¿Yo? Parker, ¿qué quieres decir?
—Señorita. —El tipo se volvía más impaciente.
También yo. Me quedé con poca opción, aparte de golpear al chico con un
desfibrilador, lo cual probablemente lo destruiría, ralentice el tiempo. Primero,
para comprar más de él. Y segundo, callar al tipo.
Sus movimientos se detuvieron completamente en animación suspendida.
Un rollo de cinta que dejó caer colgaba en el aire, su mano justo debajo de ella lista
para capturarla.
Parker no se dio cuenta. Tampoco notó la sombra pasando al lado. Miré por
encima de mi hombro. Un ángel se paró en las puertas de la ambulancia. Era el que 5
se acuclilló en Misery. Sus grandes alas bloquearon el sol mientras miraba dentro
de la furgoneta.
7
Lo ignoré. Por lo menos, fingí hacerlo. Mientras hablaba con Parker, me
estiré hacia el suelo, con la palma hacia el piso de la van.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté, justo cuando sentí que Artemis, mi
rottweiler guardiana, salía de mi palma.
Se colocó a mi espalda, con los dientes al descubierto y gruñendo bajo
mientras miraba al ángel. Sus agudos ojos no se perdían nada, y tendría algún tipo
de advertencia si el ser celestial intentaba algo. Sin embargo, qué intentaría, no
tenía idea.
Los ojos de Parker se llenaron de humedad mientras recordaba. —Deberías
decirles que no te hagan enojar —dijo con la voz llena de tristeza—. Nunca
deberían hacerte enojar.
—¿Quiénes? ¿Esos chicos? —Hice un gesto hacia el paramédico.
—No. Todo el mundo. Todos y cada uno de ellos. —Me frunció el ceño—.
Eras una hipopótamo muy, muy hambrienta.
Uish. Esto era como hablar con Rocket, un sabio amigo mío quien murió en
los años cincuenta. Recibió terapia de electroshock antes de morir. ¿Le hice lo
mismo a Parker? ¿Revolví su cerebro?
—Parker, ¿qué viste?
—A ti. —Llevó una mano a mi rostro. Parker no era del tipo cariñoso o
amoroso, así que me sobresaltó. El tiempo pasó volando; pero solo un poco antes
que lo atrapara de nuevo—. Te vi.
—No te entiendo.
—Comiste mucho, y ahora tu poder es demasiado grande, incluso para ti,
devoradora de dioses.
¿De alguna manera accedió a los recuerdos que perdí? ¿O había visto el
futuro? No. Eso era imposible.
—Vi a siete convertirse en uno. La decimotercera. La más poderosa. Te vi
devorar‖a‖todas‖y‖convertirte…‖convertirte‖en‖lo‖que‖eres.‖Todo‖por‖él.
Artemis gruñó a mi lado, pero cuando me volví, el ángel seguía inmóvil. Su
cabeza se encontraba inclinada, me miraba por debajo de sus pestañas. Su
impresionante rostro se hallaba vacío de cualquier emoción. Pero el tiempo nos
gritaba. Solo podía pararlo por un rato.
5
—Parker, suficiente de esa mierda criptica. ¿Qué viste? 8
—Hielo —sonrió, luego una risa suave lo sobrepasó—. Hielo. Primero el
infierno, en tu infinita ira, luego todo lo demás.
—¿El infierno? ¿Viste el infierno congelado? ¿Literalmente?
Pero era demasiado tarde. El tiempo volvió con un estruendoso rugido.
Parker dijo algo más, pero el rebote del tiempo lo ahogó.
—Dentro o fuera —dijo el paramédico, ajeno—. Ahora.
—Bien. —Me levanté y bajé de la van.
El ángel se había ido. Artemis me siguió afuera, y grité hacia Parker justo
antes que cerraran la puerta. —¡Grant Guerin!
Asintió, luego desapareció.
Solo podía retener dos palabras en mi cabeza: Qué y mierda.

***
Llamé a Cookie de camino a la consulta del pediatra donde la señora Foster
trabajaba como jefa de personal.
—Así que, ¿sabes cómo es cuando vas a una situación esperando una cosa y
luego otra cosa aparece y te ciega? ¿Algo que nunca viste venir?
Cuál es la definición de ataque sorpresa. —De hecho, sí lo sé. ¿Qué pasó?
Le conté lo que pasó con lujo de detalle, le dije como Parker empezó a
adorarme en medio de un interrogatorio, cómo sabía que era una diosa, cómo creía
que de alguna manera hice que su esposa se embarazara, lo cual, por extraño que
parezca, hice. Fue por una transferencia completa de elementos de curación mística
cuando lo besé, pero no iba a ir por ahí declarando que podía ayudar a las parejas a
quedar embazadas. Tendría que cambiar el nombre de mi empresa a
Investigaciones y Clínica de Fertilización Davidson. Luego le di tiempo a Cookie
para absorber todo.
Después de unos minutos, preguntó—: ¿Charley, que diablos le hiciste a ese
pobre hombre?
—Que me jodan si lo sé. —Estaba tan sorprendida como cualquier otra
persona—. Me llamó devoradora de dioses. Dijo que vio a siete convertirse en uno.
Artemis daba un paseo. Sacaba la cabeza por la ventana. La ventana 5
cerrada. Mi ventana cerrada. Podía ser inmaterial para el resto del mundo; pero
para mí pesaba unos cuatrocientos cincuenta kilos. Y conducir con ella en mi 9
regazo era como tratar de conducir con una escayola de cuerpo completo. Eso no
podía ser seguro.
—Bueno, vamos a pensar en ello. Dijo que vio a siete convertirse en uno. Eso
tiene mucho sentido. Eres la descendiente de los siete dioses originales de tu
dimensión, ¿verdad? Una vez que todos los otros dioses se fusionaron en uno, tú
eras todo lo que quedaba. La decimotercera.
—Oh, cierto. No lo pensé de esa manera. Pero no tuve nada que ver con su
unión. Dos dioses se fusionaban en uno. Para ser más fuertes. Y simplemente
siguieron haciéndolo hasta que fui la única que quedaba.
—¿Te llamó devoradora de dioses?
—Sí. ¿Qué diablos es un devorador de dioses?
—No lo sé. Suena horrible.
—Iba a decir pretencioso, pero de acuerdo. Oye, ya sé. Deberíamos llamar a
Garrett. Es nuestro chico de investigación y desarrollo. Tal vez haya leído algo
sobre eso.
Cuando uno miraba a Garrett Swopes investigación y desarrollo, no era lo
primero que se te venía a la mente. Era más una combinación de un soldado y un
bailarín erótico. Pero realmente estaba metido en todo eso del trabajo de
investigación. Podría saber algo.
—Lo haré inmediatamente.
—¿Estás bien?
—Lo estaré tan pronto como averigües qué pasa con mi esposo.
Me encantaba cuando Cookie llamaba esposo a Ubie. Era un poco
romántico. —No se te ha ocurrido una razón para estar visitando al jefe de
personal de una consulta pediátrica, ¿no?
—¿Cuánto sabes de copiadoras?

***

—¿Copiadoras?
La chica detrás del escritorio tomó la clásica actitud de auténtico
aburrimiento y la transformó en una forma de arte. Parecía que apenas había
6
salido de la secundaria. Nadie dominaba el epítome del aburrimiento como una 0
adolescente. Tristemente, mientras envejecíamos, perdíamos las sutiles
complejidades de las habilidades. Era como perder un idioma antiguo o una receta
de sopa de papas.
—¿Dijiste copiadoras? —preguntó de nuevo sobre los ensordecedores gritos
de un niño malhumorado. Había encontrado demonios, dioses malévolos, incluso
al mismo Lucifer, y nada me aterrorizaba más que un niño de dos años molesto.
—Sí. Si simplemente pudiera hablar con la jefa de personal…
—Ya tenemos una copiadora. —Hizo un globo con su chicle y continuó
mirando.
Forcé una sonrisa. Una de plástico que encontré en venta en la tienda de
envíos hace unas semanas atrás. —Sí, pero nunca han probado la Eureka Mighty
Mite.
—Eso es una aspiradora.
—O el CLS Quinientos cincuenta.
—Eso es un mercedes.
Mierda, era buena.
—Mira, ¿está o no la jefa de personal?
Después de tomar una larga y profunda respiración que succionó la mayor
parte del oxígeno de la habitación, gritó—: ¡Eve!
Me congelé con anticipación mientras la señora Foster, mejor conocida como
la secuestradora de Reyes, doblaba la esquina. Reyes tuvo razón cuando hablamos
sobre ellos hace unas semanas. Mientras Shawn Foster tenía un color claro hasta el
extremo, la señora Foster tenía cabellos y ojos oscuros. Lucía como de unos
cincuenta años, con el cabello corto rizado y arreglado a la perfección. Su pulcro
traje de negocios y sus tacones de taco grueso combinaban perfectamente. Lucia
como una secuestradora de niños tanto como yo lucía como, bueno, el ángel de la
muerte. Pero al momento en que su mirada se posó en mí, sus emociones se
dispararon.
Se detuvo brevemente y me miró por un largo momento antes de
recuperarse. —¿Puedo ayudarte? —preguntó, caminando hacia adelante.
¿También sabía quién era yo? Shawn Foster, su aspirante a hijo, me atrapó
vigilando su casa. ¿También lo hizo ella?
—Hola —dije, ofreciéndole la misma sonrisa plástica que le di a su colega. 6
Gracias a los dioses que estaba libre de productos tóxicos—. Me preguntaba cuán
contenta está con su copiadora. 1
Traté de registrar las emociones que bombardeaban su sistema nervioso;
pero eran muchas. Sorpresa. Temor. Sospecha. Desconfianza. Pero sobretodo,
interés extremo salpicado de una sana dosis de miedo. Así que, mayormente
negativo.
—No se supone que los vendedores vengan a la recepción durante horas de
trabajo. ¿Me repites tu nombre?
Extendí una mano. —Buffy. Buffy Summers-s-sa-sault. —En serio tenía que
dejar de ver las repeticiones de Joss Whedon.
—¿Y trabajas para?
—¿Malcolm Reynolds? ¿Tal vez has oído hablar de él? Es dueño de
Suministros de Oficina Serenity.
Mierda en una pipa con drogas, solía ser mejor en esto. Fue su reacción a mí.
¿Sabía‖quién‖era‖o…‖qué?‖¿Sabía que era yo? ¿Pero cómo podría? Shawn podía ver
mi luz. ¿También podía ella? ¿Era algo de familia? Pero él ni siquiera era su hijo
biológico. No lo entendía.
O tal vez sabía que Shawn me contrató, lo cual tenía mucho más sentido.
Tenía que advertirle.
—Bien, bueno, creo que estamos bastantes contentos con nuestra copiadora.
Sin embargo, ¿tienes una tarjeta? ¿Por si acaso?
—Sí. —Asentí para enfatizar el hecho que, ciertamente, sin duda tenía una
tarjeta. Solo que no la llevaba conmigo—. Sí, la tengo. En mi auto.
—¿Qué hay de un folleto?
—Síp. —Volví a asentir—. También en mi auto. Parece que olvido todo. —
Me golpeé la cabeza para asegurarme que siguiera unida a mí—. Quédense aquí —
dije con una risa nerviosa.
Todo el tiempo que hablamos, la mandíbula de la recepcionista siguió
cayendo hasta que su boca estuvo en un ángulo extraño. Añade un poco de baba
cayendo por un lado de su barbilla, y tenía razón sobre ella. Idiota. De primera
clase.
—¿Sabes qué? Iré a traer nuestro paquete promocional súper especial con
toda mi información y regreso en seguida.
La señora Foster inclinó la cabeza como si concordara en que sería lo mejor,
pero me recordó a un pato. O eso que se dice sobre que un pato es tranquilo en la
6
superficie, todo calmado y sereno; pero que bajo el agua patalea como loco. Ella
lucia calmada por fuera; pero sus entrañas se agitaban como una tormenta a punto
2
de suceder.
Salí antes de que pudiera hacer más daño. Que cautelosa. Solo esperaba no
uniera ninguno de los puntos. Shawn vino a mí, después de todo. A menos que él
le diga sobre su búsqueda, ella no podía saberlo. Crucé los dedos en caso de que en
realidad tuviera una habilidad mágica que diera suerte.
La mirada en el rostro de mi esposo cuando salí del ascensor, sin embargo,
sugería otra cosa.
Traducido por Ivana & Val_17
Corregido por Daliam

Muchas personas están vivas porque perdí demasiado cabello para librarme
del asesinato.
(Meme)

Salí del ascensor hasta la cochera y me detuve cuando vi a mi marido


apoyado en una columna de hormigón a unos cincuenta metros de mí. Excepto que
me honró con un breve vistazo. Podía sentir su ira desde donde me hallaba. Había
tenido problemas últimamente descifrando sus emociones, se encontraba tan
herido, pero no había duda que la rabia silenciosa pulsaba alrededor de él.
6
Estaba enojado por mi investigación. Bien, solo tendría que superarlo. 3
Levanté mi barbilla y me dirigí hasta Misery. Fue entonces cuando me di cuenta de
lo que miraba, y mi inquietud se alivió. Un poco. Se quedó de pie entre mí y un
ángel.
Pensé caminar hacia él, pero negó con la cabeza y dijo suavemente.‖―Vete.
No necesitaba decirme dos veces.
Caminé a mi jeep rojo brillante, pero cuando me subí, apoyé la cabeza
contra el volante y me senté allí. ¿Qué demonios sucedió en el consultorio de ese
doctor? Me encontraba normalmente tan genial bajo presión. ¿Buffy Summersault?
Si hubiera arriesgado la seguridad de uno de mis clientes, nunca me perdonaría.
Shawn había venido a mí bajo la más estricta confidencialidad. No era mucho más
delicado que investigar a sus propios padres por secuestro de niños. ¿Qué harían si
descubrieran que él sabía?
Cuando volví a mirar a Reyes, había cambiado su atención del ángel hacia la
señora Foster. Salió corriendo de una puerta lateral y corrió hacia un Prius dorado,
sus movimientos apresurados, su expresión llena de preocupación.
―¿Y‖adónde‖irías?‖―pregunté‖a‖nadie‖en‖particular.
Giré la llave, pero en el momento en que puse en marcha a Misery para
seguir a la linda secuestradora, sonó un golpe en mi ventana. Mi corazón saltó a mi
garganta. Me volví para ver a la recepcionista indicándome que bajara la
ventanilla.
―Oye.‖―No‖pude‖evitar‖notar‖la‖rígida‖línea‖de‖su‖boca.
―Disgustaste‖a‖Eve‖―dijo.
―Sip.‖ ―Observé‖ como‖ las‖ luces‖ traseras‖ del‖ Prius‖ desaparecieron‖ dando‖
vuelta‖en‖una‖esquina―.‖Lo‖siento‖por‖eso.
―Realmente‖no‖vendes‖fotocopiadoras, ¿verdad?
―Por‖supuesto‖que‖lo‖hago.‖Tengo‖una‖tarjeta‖justo…
Miré alrededor de Misery, ignorando la sonrisa que mi investigador de trece
años me envió desde el lado del pasajero. Artemis saltó en el asiento trasero
cuando Angel apareció, gimoteando de emoción, su pequeña y regordeta cola
moviéndose a la velocidad de la luz.
Le entendía. Esa era con frecuencia mi reacción cuando Reyes aparecía.
Angel se acercó y se frotó los oídos, antes de señalar con la cabeza hacia el
ángel real vagando en la oscura cochera,‖ y‖ preguntó―:‖ ¿Qué‖ pasa‖ con‖ todos‖ los‖ 6
ángeles?
―Oh‖ ―dijo‖ la‖ recepcionista―.‖ Est{‖bien.‖ Lo‖siento.‖ ―Comenzó‖ a‖ darse‖ la‖
4
vuelta. Me hallaba claramente a punto de perder una ventaja. Su comportamiento
era de preocupación y temor, no de triunfo por haberme atrapado por fraude.
―De‖ acuerdo‖ ―dije,‖ deteniéndola―.‖ No‖ vendo‖ fotocopiadoras.‖ ―Lo‖solté‖
allí.‖Si‖tuviese‖algo‖que‖decir,‖lo‖haría.‖Si‖no…
Me miró de nuevo.
―Es‖caliente‖―dijo‖Angel.
―Entonces,‖¿qué‖hacías‖aquí?
―Solo‖estaba‖teniendo‖una‖idea‖del‖lugar.‖Sabes, por si alguna vez necesito
un‖pediatra.‖―Incliné‖mi‖cabeza‖e‖intenté‖ignorar‖el‖hecho‖que‖hubiera‖estado‖en‖
necesidad de uno si hubiera podido mantener a mi hija. Pero se hallaba a salvo. Ese
era mi mantra. Beep se hallaba a salvo. Más segura de lo que estaría a mi
alrededor.
―La‖recuperar{s‖―dijo‖Angel.
Tenía una mano en la palanca de cambios. Él la cubrió con la suya. Di vuelta
la mía y enlacé nuestros dedos.
―Sabes,‖podríamos‖besuquearnos‖y‖ella‖nunca‖lo‖sabría.
Rodé mis ojos, luego levanté un dedo índice‖a‖la‖recepcionista.‖―Disculpe.‖
―Retiré‖mi‖mano‖y‖tomé‖mi‖teléfono‖para‖poder‖fingir‖hablar‖de‖ello,‖pero‖primero‖
tenía‖que‖simular‖mi‖conversación―.‖¿Hola?‖Sí.‖Aj{.‖Aj{.‖Aj{.
―¿Vas‖a‖hacer‖esto‖todo‖el‖día?‖―preguntó‖Angel.
Le lancé mi más malvada sonrisa.‖ Y‖ continué―:‖ ¿En‖ serio?‖ De‖ ninguna‖
manera. Ajá. Ajá.
Angel se rio, luego se inclinó lentamente hacia delante como si fuera a
besarme. La pequeña mierda.
―Te‖das‖cuenta‖que‖mi‖marido‖no‖est{‖ni‖a‖cinco‖metros‖de‖distancia.
Y ahora nos miraba con sus ojos entrecerrados.
Angel‖bufó‖y‖se‖acercó‖aún‖m{s.‖―No‖tengo‖miedo‖de‖tu‖marido.‖―Cuando‖
el brazo de Reyes serpenteó alrededor de su cuello y tiró de Angel contra su pecho
mientras se materializaba, encerrándolo en un inevitable estrangulamiento, Angel
añadió‖a‖través‖de‖su‖tensa‖laringe―:‖Mucho.‖No‖le‖tengo‖mucho‖miedo.
Artemis los tocó con su pata, deseando jugar, también. Angel se rio, se
agachó bajo el brazo de Reyes y se lanzó al asiento trasero para luchar con ella. 6
Gracias a Dios las leyes de la física no se aplicaban. No había ningún modo de que
los tres entraran en mi asiento trasero si hubieran sido corpóreos. 5
―¿No‖se‖supone‖que‖debes‖estar‖observando‖al‖tío‖Bob?‖―le‖pregunté.
―Lo‖ he‖ estado‖ haciendo.‖ Est{‖ perfectamente‖ a‖ salvo.‖ Swopes‖ est{‖ de‖
guardia ahora.
―Oh,‖vale.‖―Confiaría‖en‖Garrett‖Swopes‖con‖mi‖propia‖vida,‖así‖que‖sentí‖
que Ubie estaba a salvo en sus manos.
Angel soltó un chirrido que suponía era un pedido de ayuda, pero lo ignoré.
―Lo‖siento‖por‖eso‖―dije‖a‖la‖recepcionista,‖fingiendo‖terminar mi llamada
falsa.
―Est{‖bien.
Reyes se materializó en el asiento del pasajero, pero permaneció firmemente
plantado en el reino sobrenatural. De lo contrario, ella habría estado muy
traumada.
Dio‖una‖patada‖al‖suelo.‖―Bueno,‖te‖dejaré‖ir.‖Conseguí‖salir temprano y...
―Supongo‖que‖la‖Sra.‖Foster‖también‖―le‖pregunté,‖haciendo‖un‖gesto‖con‖
la cabeza hacia la salida.
Levantó‖un‖hombro.‖―Supongo.
―¿Sabes‖dónde‖fue?
La‖chica‖entrecerró‖los‖ojos.‖―¿Por‖qué‖quieres‖saber?
―Por‖nada.‖―Una‖pata‖o‖un‖pie‖aterrizó en la parte posterior de mi cabeza.
Tosí para cubrir mi repentino tambaleo hacia adelante, luego me concentré en ella
mientras‖ Reyes‖ lanzaba‖ una‖ mirada‖ de‖ advertencia‖ sobre‖ su‖ hombro―.‖ Pero‖ si‖
tuviera una razón, ¿hay algo que te gustaría decirme?
―Deja el‖caso‖―dijo‖Reyes.
Pero la reacción de la recepcionista llamó mi atención. Una tristeza la
invadió.‖Bajó‖la‖mirada‖y‖tomó‖una‖larga‖calada‖de‖un‖cigarrillo‖electrónico.‖―No‖
realmente. Solo pensé que tal vez eras, no sé, investigadora o algo así. Tal vez de
encubierto.
A menos que supiera lo que hacía para ganarme la vida, eso era algo raro de
pensar.‖―¿Por‖qué‖estaría‖de‖encubierto?
Se‖ encogió‖ de‖ hombros‖ de‖ nuevo.‖ ―Porque‖ hubo‖ una‖ investigación,‖ pero‖ 6
luego no pasó nada.
Tenía dificultades para escucharla por los gritos de Angel. Al parecer,
6
Artemis iba a buscar la yugular.
―No‖ estoy‖ bromeando,‖ holandesa‖ ―dijo‖ Reyes.‖ Se‖ inclinó‖ hasta‖ que‖ su‖
boca‖se‖encontraba‖en‖mi‖oído―.‖Deja‖el‖maldito‖caso.
Traté de hacer que mi siguiente movimiento parezca completamente
inocente, como si estuviera mirando a mí alrededor cuando me volví para
enfrentarme a mi marido.
Su mirada brillaba con una mezcla de interés y frustración. Su expresión
dura. Su boca fija. Hasta que dejé caer mi mirada hacia esta y susurré la única
pregunta‖que‖sabía‖que‖no‖contestaría―:‖¿Por‖qué?
Retrocedió, los músculos de su mandíbula moviéndose mientras se alejaba
de mí, apoyó un codo en el marco de la ventanilla, y apoyó una mano en su boca,
pensativo.
Habíamos acordado hace unos días no más secretos entre nosotros. Nunca.
Es gracioso cuánto tiempo ese acuerdo no duró.
―Adem{s,‖ si‖ estuvieras‖ de‖ encubierto‖ ―continuó‖ la‖ muchacha―,‖ sabrías‖
más acerca de fotocopiadoras que tú. Lo habrías repasado para que no parecieras
de encubierto.
―Ah‖―Levanté‖un‖dedo índice‖y‖me‖volví‖hacia‖ella―,‖pero‖quiz{s‖eso‖era‖
todo parte de mi plan maestro. Tal vez entré sin saber mucho de fotocopiadoras
para hacerte perder la pista, por así decirlo. Si hubiera sabido demasiado...
―Bueno,‖ eso‖ sonó‖ tonto,‖ incluso‖ para‖ mí―.‖ No‖ importa. ¿Cómo te llamas,
querida?
―Tiana.
―Tiana.‖Es‖precioso.
Se encogió de hombros y asintió un tímido agradecimiento.
―¿Podemos‖ir‖a‖algún‖lugar‖para‖hablar?
Mientras reflexionaba sobre mi proposición, ignoraba las súplicas de Angel
por ayuda y el cambio repentino de mi marido en un estilo draconiano de
domesticidad. Afortunadamente, los gritos de Angel eran más risas que agonía.
Pero la equivocada impresión de Reyes de que en realidad cumpliría con sus
ridículas exigencias estaba en algún lugar de esa zona gris entre lo adorable y el
asalto con intención de matar. 6
Tiana‖asintió‖y‖dijo―:‖De‖acuerdo.‖Mientras‖esté‖lejos‖de‖aquí. 7
***

Decir que la recepcionista era paranoica habría sido un eufemismo si ella no


tuviera una buena razón. Nos sentamos en un restaurante fuera de la carretera en
Río Rancho llamado Turtle Mountain Brewing Company, que se hallaba a unos
veinte minutos de donde trabajaba.
Reyes se había desmaterializado en el momento en que puse en marcha a
Misery, su calor quemando mi piel y dejándola caliente todo el viaje. Había
perdido a mis otros dos pasajeros cuando Artemis se estrelló contra Angel
mientras iba a setenta en el Paseo del Norte. Observé cómo caían sobre el
pavimento. Se agacharon cuando coche tras coche pasaba sobre ellos. O bien, a
través de ellos. Se encontraban tan metidos en recrear la batalla de Gettysburg que
no se dieron cuenta, gracias a Dios.
La devastación de perder a mis pasajeros no afectó mi apetito en lo más
mínimo. Disfrutaba de una pizza de chile verde asesina llamado el Chimayo.
Quería casarme con la pizza y tener sus bebés, pero el servidor dijo que ya estaba
hablado. Maldición.
Mis bromas, sin embargo, habían aliviado la tensión en el estómago de
Tiana. Comió un sándwich llamado Sun Mountain. Se veía increíble, y tuve que
resistir el impulso de pedir un bocado. Al menos hasta que nos conociéramos
mejor. Le di diez minutos.
―No‖ lo‖ entiendes.‖ No‖ es‖ una‖ cosa‖ ―explicó.‖ Est{bamos,‖ por‖ supuesto,‖
hablando‖de‖su‖compañera‖de‖trabajo―.‖Realmente‖no‖puedo‖dar‖con‖el‖quid.‖Es‖
decir, Eve y su marido son, como, súper religiosos.
―¿Religiosos?
―Sí,‖pero‖no‖del‖tipo‖religioso‖de‖todos‖los‖días.‖Son‖como‖un‖loco‖tipo‖de‖
religiosos. Creen que están aquí por una razón.
―¿Aquí?
―En‖ la‖ tierra.‖ Piensan‖ que‖ Dios‖ los‖puso‖ aquí‖ para...‖ ―Se‖ rió‖ suavemente‖
como si el mismo pensamiento la hiciera sentir incómoda―.‖ Ni‖ siquiera‖ puedo‖
decir esto en voz alta sin avergonzarme, pero piensan que Dios los puso aquí para
luchar contra el mal.
―Est{‖ bien‖ ―dije,‖ un‖ poco‖ desconcertada―.‖ Bueno,‖ es‖ bueno‖ saber‖ que‖
6
tenemos a alguien de nuestro lado, ¿verdad? 8
Dejó escapar un suspiro que era parte diversión y parte alivio. Debe sentirse
bien hablar con alguien sobre tus preocupaciones.
―¿No‖crees‖que‖son‖los‖buenos?‖―pregunté.
―Creo‖ que piensan que lo son, pero lo hacen mal. Me sorprende que el
doctor Schwab no haya despedido a Eve. Especialmente después de su última
catástrofe.
Eso me animó. La alenté a profundizar acercándome más cerca de ella.
Me‖ encontró‖ a‖ medio‖ camino.‖ ―Le‖ dijo‖ a‖ una‖ de‖ nuestras‖ madres‖ que‖ su‖
hijo era malvado. Le dijo que tuviera cuidado y que estuviera atenta a los signos de
la bestia.
Me‖senté‖aturdida,‖entre‖la‖risa‖y‖la‖alarma.‖―¿La‖bestia?‖¿Quién‖le‖diría‖a‖
una madre algo así?
―Eso‖es‖lo‖que‖quiero‖decir.‖Est{‖loca.‖Dijo‖que‖el‖chico‖tenía‖una‖oscuridad‖
a su alrededor.
¿Una oscuridad? ¿Podría ver realmente‖ el‖ reino‖ sobrenatural?‖ ―¿Y‖ ella‖ le‖
dijo eso en el consultorio del doctor?
Tiana‖ sacudió‖ la‖ cabeza‖ y‖ tomó‖ un‖sorbo‖ de‖ agua.‖ ―Esa‖es‖ la‖ única‖ razón‖
por la que todavía tiene un trabajo. No trabaja directamente con los pacientes a
menos que tenga que comunicarse con ellos para obtener información de
facturación o seguro. Según Eve, acababa de encontrarse con la madre en un
supermercado en South Valley. Una tienda que está al otro lado de la ciudad, del
trabajo y la casa de los Foster. ¿Por qué compraba leche al otro lado de la ciudad?
―Buena‖pregunta.‖¿Qué‖dijo‖el‖doctor?
―Bueno,‖era‖la‖palabra‖de‖la‖mujer‖contra‖la‖suya.‖Ella‖negó‖haberlo‖dicho,‖
por supuesto, pero ¿por qué esa madre inventaría algo tan extraño?
―Estoy‖ de‖ acuerdo.‖ ¿Supongo‖ que‖ no‖ podría‖ conseguir‖ el‖ nombre‖ de‖ la‖
mujer?
Tiana era más profesional de lo que le daba crédito. Negó con la cabeza,
aunque‖con‖pesar.‖―Lo‖siento.‖Tienen‖leyes‖muy‖estrictas‖sobre‖cosas‖así.
Comenzó a gustarme más y más. La chica tenía ética. Yo tenía ética.
No, espera, eso era épica. Yo tenía épicas. Nalgas épicas. Botas épicas. Me
veía épica, pero solo cuando me encontraba ebria. Toneladas de épicas.
6
―Entiendo.‖ ―Adem{s,‖ si‖ realmente‖ necesitaba‖ la‖ información,‖ podría‖ 9
conseguir que el tío Bob la obtuviera para mí. Pero no quería causarle a la mujer
más pena que la necesaria. Y ciertamente no quería meter a Tiana en problemas ni
lanzarle‖ninguna‖sospecha‖en‖el‖lugar‖de‖trabajo―.‖Entonces,‖entiendo‖que‖esto‖es‖
un poco perturbador, pero estoy percibiendo algo más.
Dejó el tenedor y se movió en su asiento.‖ ―Hubo‖ otro‖ incidente.‖ Los‖
policías vinieron, pero nunca pudieron conectarlos.
―¿Los‖dos?
―Por‖ eso‖ pensé‖ que‖ podrías‖ estar‖ encubierto‖ o‖ algo‖ así.‖ Sabes,‖ como‖ si‖
todavía estuvieran investigando, pero supongo que no.
―No‖ puedo‖ decirte‖ todo‖ ―le‖ dije―.‖ Pero‖ puedo prometerte, si encuentro
algo que implique a la Sra. Foster en cualquier delito, tengo una tonelada de
conexiones‖ con‖ el‖ APD.‖ ―Una‖ tonelada‖ que‖ significa‖ uno‖ en‖ forma‖ de‖ tío‖ Bob.‖
Algunos podrían decir que pesaba una tonelada.
De acuerdo, no era tan grande. De hecho, parecía estar perdiendo peso
últimamente. Y no de una manera saludable.
―Bueno,‖después‖de‖ese‖incidente,‖Eve‖se‖tranquilizó‖con‖toda‖la‖religión.‖
Al menos durante el trabajo. Personalmente, creo que la doctora Schwab le ordenó
que no lo mencionara de nuevo. Pero esta madre entró con sus dos hijos y... fue tan
raro. Cuando Eve vio a los niños, tuvo la reacción más extraña. Como si toda la
sangre se le hubiera drenado del rostro. Se puso blanca. Y la mirada que le dio a la
madre. Si las miradas mataran.
Bien, aunque los niños tuvieran algún tipo de aura oscura o algo así, ¿por
qué mirar a la madre de esa manera?
―¿Dijo‖algo‖sobre‖ti?
―No.‖Santa‖Eve‖no‖confía‖exactamente‖en‖mí.
―¿Santa‖Eve?‖―le‖pregunté‖con‖una‖sonrisa.
—Así es como la llamamos en la oficina. Toda esa mierda de soy-más-santa-
que-tú. Su marido es igual.
Interesante.
―Así‖que,‖no,‖no‖me‖dijo‖nada.‖La oí por teléfono hablando con su marido.
―Qué‖amable.‖¿Y?
―Le‖dijo‖que‖una‖niña‖había‖entrado‖con‖su‖madre‖y‖su‖hermanito.‖Dijo‖que‖ 7
la chica estaba marcada.
0
Me quedé inmóvil. Tragué con fuerza. Luego pregunté lo más indiferente
que‖pude―:‖¿Marcada?
Tiana se‖encogió‖de‖hombros.‖―No‖tenía‖ni‖idea‖de‖lo‖que‖quería‖decir.‖Y‖no‖
habría‖ pensado‖ mucho‖ en‖ ello‖ excepto‖ por‖ el‖ hecho‖ que...‖ ―Sacudió‖ la‖ cabeza‖ y‖
tomó‖otro‖trago―.‖No‖importa.‖Es‖una‖locura.
―No,‖Tiana,‖por‖favor,‖dime.‖¿Qué‖pasó?
―Va‖a‖sonar‖loco.‖Una‖cosa no puede tener nada que ver con la otra.
―Puede‖que‖te‖sorprendas.
―Es‖solo‖que,‖m{s‖tarde‖esa‖noche,‖la‖niña‖desapareció.
Cubrí mi conmoción frotándome las manos en una servilleta y me quedé
pensando.
―Estuvo‖en‖todas‖las‖noticias.‖¿Hace‖unos‖dos‖meses?
Hace unos dos meses me habían secuestrado en un convento. Me perdí un
montón.‖―¿Nunca‖la‖encontraron?
Sacudió‖su‖cabeza.‖―No.‖Sigue‖perdida.‖No‖puedo‖decirte‖quién‖es,‖pero‖es‖
de conocimiento público.‖ ―Sacó‖ su‖ teléfono,‖ abrió‖ una‖ p{gina‖ web,‖ colocó‖ el‖
teléfono en la mesa y apartó la mirada. La chica era buena. Nadie podía demostrar
que me había dicho algo.
Me incliné y eché un vistazo a la página titulada Encuentra a Dawn Ahora.
Fue creado por amigos de la familia y ofrecía una recompensa por cualquier
información sobre el paradero de Dawn Brooks, de tres años de edad. Cabello
castaño. Ojos azules. Y hermosa.
Podría examinarlo más tarde y preguntarle al tío Bob lo que sabía sobre el
caso.
El‖teléfono‖de‖Tiana‖se‖oscureció‖y‖lo‖tomó.‖―La‖madre‖vino‖hace‖un‖par de
semanas con su bebé, el hermano pequeño de Dawn, para un chequeo. Era un
manojo‖ de‖ nervios.‖ Tan‖ diferente‖ de‖ cuando‖ la‖ vi‖ por‖ primera‖ vez.‖ ―L{grimas‖
brillaron‖en‖los‖jóvenes‖ojos‖de‖la‖chica―.‖Se‖desmayó‖en‖el‖despacho‖del‖doctor‖
Schwab. No creo que esté muy bien.
Las‖ paredes‖ de‖ mi‖ pecho‖ se‖ apretaron.‖ ―No‖ puedo‖ imaginar‖ que‖ lo‖ esté.‖
―Al‖ menos‖ yo‖ sabía‖ dónde‖ se‖ encontraba‖ mi‖ hija.‖ Sabía‖ que‖ se‖ hallaba‖ a‖ salvo.‖
Bien cuidada y amada. Esta pobre mujer no tenía idea, y estadísticamente, los
niños que faltaban tanto tiempo, los que no fueron tomados por un padre 7
separado,‖rara‖vez‖se‖encontraban‖vivos―.‖¿Crees‖que‖la‖Sra.‖Foster‖tuvo‖algo‖que‖
ver con su desaparición?
1
―Sé‖ cómo‖ suena.‖ ―Se‖ reclinó,‖ desanimada―.‖ Lo‖ entiendo.‖ Me‖ pareció‖
extraño. Todo el asunto. Vinieron para la visita mensual del hermanito. Fue
extraño, ¿sabes? Eve se pone pálida y aterradora. Va al baño a llamar a su esposo.
Hace alguna excusa para dejar el trabajo temprano, luego esa misma noche la niña
es secuestrada de su casa, y Eve está enferma el resto de la semana.
―¿Llamó‖enferma?
―Perdió‖ cuatro‖ días‖ de‖ trabajo.‖ ―Inclinó‖ la‖ cabeza‖ como‖ si‖ estuviera‖
avergonzada―.‖ Sé‖ lo‖ poco‖ convincente‖ que‖ suena,‖ pero‖ algo‖ no‖ estaba‖ bien.‖
Entonces, yo... soy yo quien llamé a la policía. Mejor dicho, bien, mi primo Elias
llamó a la policía y habló con el detective a cargo del caso. Tenía miedo de que
alguien grabara y supiera que era yo. Podría meterme en muchos problemas.
―No‖ si‖ hubiese‖ una‖ amenaza‖ de‖ peligro‖ o‖ delito,‖ Tiana.‖ No‖ te‖ sientas‖
culpable.
―Tal‖vez. Pero no sirvió para nada. Ellos lo investigaron. Eve y su marido
dijeron que se encontraban en casa esa noche, viendo una película. Su hijo lo
confirmó.
Una corriente de electricidad se apoderó de mi piel. Llevaba temor y
sospecha.‖―¿Su‖hijo?
―Sí,‖supongo que vive con ellos. Está obteniendo su título de postgrado o
algo así. Es muy atractivo. Lo conocí cuando vino a recoger a su mamá para
almorzar un día.
―¿Alto?‖¿Rubio?
―Ese‖es‖él.‖Shawn‖Foster.
―Voy‖ a‖ investigarlo,‖ Tiana.‖ Lo‖ prometo.‖ ―Si‖ la‖ Sra.‖ Foster todavía se
hallaba a la altura de sus viejos trucos de secuestro, quería ser la primera en
saberlo. Pero lo que más me sorprendió fue toda la inclinación sobrenatural en
todo esto. ¿Realmente podía ver auras? ¿Había visto mi luz? ¿Había visto la
oscuridad de Reyes cuando era un bebé?
Teniendo en cuenta todo lo que sabía hasta ahora, era una fuerte posibilidad
de que la oscuridad de Reyes fuera la razón por la que lo tomó en primer lugar.
Eso también explicaría, hasta cierto punto, por qué quería que dejara el caso. Era 7
tan sensible sobre todo el asunto del hijo de Satanás.
―Adem{s‖―Señalé‖a‖su‖s{ndwich―,‖¿vas‖a‖terminar‖eso?
2
Pensé en saltarme mi clase de negocios, pero necesitaría esas habilidades
una vez que gobernara el mundo. Aun así, iba con tiempo de sobra, y como la
cueva de Osh se encontraba cerca, decidí hacerle una visita.
Osh era un Daeva, un demonio esclavo, que escapó del infierno de la misma
manera que Reyes. Sólo que Reyes utilizó un mapa. Los tatuajes en sus hombros y
espalda eran literalmente un mapa del vacío entre el infierno y este plano. Osh
navegó por el vacío utilizando sólo su instinto y habilidad. Pocos demonios eran
tan inteligentes.
No lo había visto desde que lo obligué a tragarse mi alma para poder
escabullirme en uno de los dioses malévolos sin que mi brillante luz me delatara.
Pero tragar el aura de un dios, incluso para un Daeva, era letal.
Atrapé al dios malévolo y regresé a él antes de que explotara por toda la
energía que había ingerido, pero la experiencia dejó sus secuelas.
Todas las luces se hallaban apagadas en el lugar de Osh. Antes de que
intentara desintegrar sus entrañas con mi energía, patrullaba a Ubie, tomando un
turno, persiguiendo a mi travieso tío para evitar que Grant Guerin lo matara. Pero
desde el incidente, trataba de mantener un perfil bajo.
Golpeé la puerta suavemente, esperé tres segundos enteros, luego me dejé
entrar. Nunca mantenía su casa bloqueada, con la esperanza de que un ladrón se
pasara por ahí. Cuando nos conocimos, accedí a dejar que se alimentara de las
almas de quienes no las merecían, pero me refería a asesinos, violadores y
pedófilos en su mayoría. Sin embargo, si alguien tenía el descaro de irrumpir en el
dominio de otra persona, ese alguien debería estar dispuesto a aceptar lo que
pudiera venir.
Su casa, un lugar muy bonito con dos dormitorios en el tradicional estilo de
Santa Fe con colores apagados y tonos cálidos, se encontraba completamente
oscura. Saqué mi teléfono y encendí la linterna.
Una voz que provenía de una esquina oscura me sobresaltó. —No eres un
ladrón.
Me giré para ver a Osh, o a la sombra de Osh, sentado en un sillón
reclinable. —Sí lo soy. Me robé unos caramelos de la tienda Circle K cuando tenía
siete años.
—Entonces, ¿puedo darle un sorbo a tu alma? 7
Se sentó con las rodillas separadas y las manos en los brazos de la silla.
Cuando lo iluminé con mi linterna, entrecerró los ojos y me frunció el ceño. 3
Me acerqué y encendí una lámpara junto a su silla. Esta vez gruñó.
—Creo que ya lo intentamos. —Me senté en su sofá—. Casi explotaste. Lo
cual, gracias a Dios, no ocurrió. Nunca habrías salido de la alfombra de Garrett.
Trató de encantarme con una sonrisa torcida. —Dije un sorbo. No un trago
nuclear.
Funcionó.‖ Osh,‖ o‖ Osh’ekiel,‖ como‖ se‖ le‖ conocía‖ en‖ el‖ reino‖ sobrenatural,‖
parecía tener unos diecinueve años humanos, pero tenía cientos de años. Dado que
el tiempo era diferente allá abajo, era imposible decir cuántos exactamente, pero su
piel pálida, el cabello negro azulado hasta sus hombros, y brillantes ojos bronce lo
hacían muy popular entre los seres humanos de todas las edades.
Sin embargo, hacía meses que sabía que él jugaría un papel importante en
las cosas por venir. Sabía que estaría al lado de mi hija. Sabía que ella lo amaría.
Pero también sabía que fue creado y criado en una dimensión infernal. Aun así,
confiaba en él. Amaría a Beep. Daría su vida por ella. Pero las profecías que
anunciaban las pruebas venideras de Beep también decían que había alguien que la
llevaría a la victoria o sería su caída.
Creía que esa entidad profetizada era Osh, aunque no tenía forma de
saberlo con certeza. Vi a través del velo, pero la mayor parte de lo que vi era vago,
y nada se hallaba escrito en piedra. Si Lucifer ganaba, si encontraba a Beep y la
mataba antes de que pudiera cumplir su profecía, sería imparable.
Por alguna razón, Reyes y yo no estábamos presentes en las visiones. O bien
estaríamos muertos cuando llegara a la mayoría de edad o incapaces de ayudarla,
lo cual nos llevaba de regreso a la parte de la muerte, porque nada más que eso me
impediría ayudar a mi hija.
Pero ella lo amaría. A Osh. Beep lo amaría con todo su corazón. Y él
también. La mitología en todas las culturas del mundo tenía historias de infantes
prometidos a la realeza o seres celestiales o bestias horribles, pero que eso fuera
real, que realmente existiera, era surrealista e inquietante a la vez.
—Sigues mirándome así.
—¿Así cómo? —pregunté.
—Como si estuvieras tratando de entenderme.
—Lo siento. Sólo quería asegurarme que estuvieras bien.
—Me tragué a un dios y viví para contarlo. Estoy bien.
7
Todavía no se movía, pero su mirada brillante no se perdía nada. Las grietas
en su piel, donde mi energía se filtró, casi habían cicatrizado. Sólo quedaban tenues 4
líneas púrpuras en su cara y cuello. Llevaba una camiseta negra manga larga y
vaqueros, así que no podía ver mucho más allá de eso.
—¿Y est{s‖sentado‖aquí‖en‖la‖oscuridad‖porque…?
—Estaba esperando, pero tú los asustaste.
Me senté derecha, alarmada. —¿A quiénes? ¿A quién esperabas?
—Dos hombres han estado merodeando mi casa. Hice un truco bastante
elaborado para hacerles creer que me hallaba fuera por la noche. Estaban a punto
de entrar cuando tú apareciste.
—No me digas que ya tienes hambre —dije, burlándome de él—. ¿Acaso no
fui suficiente para ti?
—Ya te lo dije, podría vivir de ti por toda la eternidad. Pero a un tipo le
gusta un bocadillo de vez en cuando.
—¿De verdad estás bien?
No respondió durante mucho tiempo, y cuando habló, no tuvo nada que ver
con mi pregunta. —¿Por qué estás aquí?
—Te lo dije. Para ver cómo te encuentras.
—La culpabilidad no se te ve bien.
Dejé caer mi mirada. —Lo siento mucho, Osh. Casi te maté.
Se inclinó. Tomó mi barbilla en su mano. —Hiciste lo que tenías que hacer.
Y lo que nunca en un millón de años pensé que pudieras hacer. Uno de estos días,
voy a dejar de subestimarte.
—Sí, bueno, un desagradable dios menos y queda uno. ¿Alguna sugerencia?
—Sólo que no creo que pueda soportar tomarte de nuevo y vivir para
defender mi título en el strip-poker.
—Nunca te haría eso. —Cuando me lanzó una mirada dudosa, añadí—: No
por segunda vez.
—Entonces perderás. —Lo dijo con tanta naturalidad que lo miré con
interrogación—. Si no estás dispuesta a hacer nada, a sacrificar a alguien, entonces
perderás y tu hija estará muerta antes que sea lo suficientemente mayor para saber
que su madre era una cobarde. Lo que probablemente sea lo mejor.
—Porque‖no‖estoy‖dispuesta‖a‖sacrificarte…
—A cualquiera. 7
—¿…perderemos‖autom{ticamente? 5
Se puso de pie y pasó una mano por su pelo. —Este dios, Eidolon, no juega
con las mismas reglas que tú. Las probabilidades de que atrapes a otro dios en ese
cristal…‖ digamos‖ que‖ no‖ est{n‖ a‖ tu‖ favor.‖ —Cuando no respondí, cambió el
tema—. ¿Cómo está tu tío?
—Sigue marcado para el infierno.
—¿Por qué? —Se sentó de nuevo y me miró con curiosidad.
—¿Qué‖ quieres‖ decir‖ con‖ “por‖ qué”?‖ Reyes‖ lo‖ vio.‖ Él‖ mató‖ gente. No
importa que fueran horribles y estuvieran planeando secuestrarme para que su jefe
pudiera comerme. El tío Bob tomó la decisión de cazar a estos hombres y quitarles
la vida, por lo que es automáticamente designado para una eternidad de agonía.
Nada de eso tenía sentido. Tampoco era justo. ¿Por qué una noble
persecución sentenciaría al tío Bob al infierno? Reyes lo explicó una vez. Dijo que
Ubie quitó vidas a propósito cuando había otras opciones. No fue en autodefensa,
sino‖premeditado.‖Aun‖así…
Cuando Jehová y yo finalmente nos encontráramos cara-a-cara, íbamos a
tener una discusión seria.
—No, ya sé todo eso —dijo—. Sólo me preguntaba por qué. ¿Quieres una
cerveza? —Se levantó y encendió varias luces antes de dirigirse a la cocina. Lo
seguí.
—¿Qué quieres‖decir‖con‖“por‖qué”?‖Acabo‖de‖decirte‖la‖razón.
—Está bien. —Tomó una cerveza y sacó la tapa.
—No,‖no‖est{‖bien.‖¿Qué‖quieres‖decir‖con‖“por‖qué”?
Sonrió al fin, y sentí que la broma definitivamente era sobre mí. Todavía no
tenía idea de cuál era la broma.
—Pensé que, ya que eres el ángel de la muerte, harías algo al respecto.
—¿Sobre qué?
—Sobre tu tío siendo designado a mi lugar de nacimiento. —Regresó a su
sala de estar y agarró el control remoto.
Se lo quité. —Osh, ¿a qué te refieres? Escúpelo o voy a…‖voy‖a‖derretir‖el‖
control‖remoto‖con‖mi…‖mi‖fuego.
Arqueó más las cejas, poco impresionado. —No eres el conejo más rápido de
la carrera, ¿verdad?
—Eso es todo. —Enfoqué‖toda‖mi‖energía‖en‖su‖control‖remoto‖y…
7
—De acuerdo —dijo, saltando y quitándomelo—. Cálmate. Todo lo que 6
estoy diciendo es que eres el maldito ángel de la muerte. Sólo, ya sabes, haz lo que
haces. Desmárcalo.
Se sentó de nuevo y encendió la televisión mientras me quedaba allí en un
mar de confusión.
Cuando no me moví de su camino, se hizo a un lado, imperturbable.
—¿Puedo hacer eso? —pregunté finalmente.
—Por supuesto. ¿No es tu trabajo, de todos modos? Parte de él, al menos.
Me hundí en su sofá. —Pero ni siquiera sabía que fue marcado.
—Simplemente no miraste. Está allí, tan claro como Dayton, Ohio. ¿Quieres
ver Buffy?
—Oh, diablos, sí —dije, acurrucándome en sus cojines. Entonces recordé
que tenía que ir a lugares—. Mierda. No puedo. Voy a llegar tarde a clases.
—¿A clases?
—Estoy tomando una clase de negocios para poder manejar el mundo una
vez que lo gobierne. Ya sabes, desde el punto de vista fiscal. —En realidad no
comprendía cómo el concepto fiscal se aplicaba a la dominación del mundo, pero
me encantaba decirlo en voz alta. Me hacía sonar inteligente.
—Ah. Bueno, saca tu culo de aquí entonces. Tal vez aún pueda salvar mi
noche. Y merendar a un par de ladrones.
—Osh. —Tomé su mano en la mía.
Me miró con cautela.
—¿Estás molesto conmigo por casi matarte?
Una vez más me dio una mirada llena de agradecimiento e interés y humor,
en su mayoría humor, una que me hizo sentir cálida hasta los dedos de los pies. —
No, cariño. Me siento honrado de que pienses tan bien de mí como para confiarme
tu luz.
—Además tú eras el único que podría haberla manejado.
—Además de eso —dijo con una sonrisa.
Consideré todo lo que me encontraba dispuesta a confiarle, es decir, mi hija,
el futuro del mundo, mi hija. Sobre todo mi hija. 7
—Pensé en venderla en eBay —añadió—, pero no tenía idea de cómo enviar
una caja llena de luz todopoderosa y omnipotente.
7
Me reí, me incliné y besé su mejilla antes de dirigirme hacia la puerta. Justo
cuando iba a atravesarla, dijo—: Oh, quería preguntarte algo más, ¿qué pasa con
todos los ángeles?
Traducido por Jani Colton & Val_17
Corregido por Miry GPE

Ordené un brazalete de Alerta de Vida, así que, si consigo una vida, seré
notificada inmediatamente
(Calcomanía de Parachoques)

Llamé al tío Bob de camino a clases. Consideré decirle sobre su muerte


inminente; pero no sabía cómo. O qué decir. O por dónde empezar. Querría saber
exactamente cómo lo sabíamos. ¿Le diría entonces sobre su inevitable viaje a la
tierra de Lucifer? ¿Cómo podría?
7
Contestó al primer timbre. —Hola, calabacita.
—Hola a ti también. Así que, me preguntaba si podía averiguar quién estaba 8
a cargo del secuestro de Dawn Brooks. Y si tú podrías darme todo lo que tienes
sobre eso.
—Puedo investigar. ¿Qué estás haciendo?
—¿En este momento?
—Sí.
—Voy a clases.
—¿Clases?
¿Por qué a todo el mundo le sorprendía que tomara clases? —He decido
convertirme en bailarina exótica.
—Suena bien. ¿Crees que podrías hacer un favor?
—Cualquier cosa.
—¿Podrías, tal vez, quedarte en casa por unos días?
Esperé un minuto entero para que lo aclarara y/o explicara. Cuando no lo
hizo, pregunté—: ¿Puedes decirme por qué?
—Oh, ya sabes. Solo han pasado muchas cosas locas en la ciudad
últimamente.
Esa fue una excusa tan increíblemente pobre. —¿Eso es lo mejor que tienes?
—En este momento, sí.
—Entonces, no.
—Podría obligarte a que te quedes en casa.
Me detuve en un semáforo, y gracias a Dios que lo hice. Su declaración me
sorprendió. —¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que me gustaría que te quedaras en casa por un par de días.
—Me dirijo a clases.
—Falta.
—No.
—Insisto.
—Entonces desisto.
—No creo que eso signifique lo que crees.
—Tío‖Bob…
7
—Podría ordenártelo. 9
—Bueno, entonces es mejor que ordenes tu ataúd al mismo tiempo.
—Lo digo en serio, Charley.
—Sugiero uno bonito de caoba. —El auto detrás de mí tocó la bocina antes
de que me diera cuenta que la luz cambió a verde. Me metí en South Lot y llevé a
Misery al estacionamiento—.‖Tío‖Bob,‖hasta‖que‖me‖des‖una‖buena‖razón…
—Te haré arrestar. ¿Cuán bueno es eso?
Vaya, Cookie dio en el clavo respecto a su humor. ¿Qué diablos? —Voy a
fingir que no me acabas de amenazar.
—Haré que la policía del campus te recoja en diez minutos.
Colgó antes de que pudiera jadear en su rostro. Ví a una señal electrónica
transmitida a través de ondas de radio. Pero, aun así.

***
Llegué a mi salón de clases en el campus principal de la Universidad de
Nuevo México con pocos incidentes y ni qué decir sobre arrestos. Dos hombres en
mi vida, dos de mis favoritos, de repente me mandaban. Como si tuvieran el
derecho. Simplemente no. Además, Ubie no tenía motivos para un arresto. No sin
firmar su propia sentencia, también. Era cómplice en muchos de mis
procedimientos inusuales en la lucha contra el crimen. Si yo caía, él caía.
Hombres.
Nuestro maestro de administración, el señor Hipple, era un buen instructor
en cuanto a instructores se refería, pero parecía carecer de mi entusiasmo. Mi
visión, mi complejidad.
Levanté la mano.
Siguió hablando.
Me recordaba a la primaria cuando mi maestra de educación física quería
que trepáramos una soga y le preguntaba si podía aplicar esa habilidad a una
situación de la vida real. Ya sabes, para poder entender por qué tenía que trepar
una soga. Odiaba la soga. Me raspaba. Hacía que mis brazos temblaran.
Seguía pidiéndole al señor Hipple, un muy bronceado hombre en los inicios
de una crisis de la mediana edad si el nuevo y brillante Corvette que conducía era 8
una indicación, que aplicara un alcance más amplio a sus principios. Como, por
ejemplo, una manera de dominar el mundo. 0
Volví a levantar la mano. El señor Hipple dejó escapar un fuerte suspiro y
dijo—: ¿Charlotte?
—Oh, solo Charley. De acuerdo, así que digamos que el mundo se dirige a
otra crisis económica y el mercado inmobiliario queda totalmente destruido de
nuevo, ¿cómo podría, por ejemplo, arreglarlo un dios?
El señor Hipple se frotó el rostro con los dedos, luego se pellizcó el puente
de la nariz antes de responder. Lo tomé como una buena señal. Como si pensara la
mejor manera de responder a mi pregunta.
—Charley, ¿quisieras hacer una pregunta que en realidad tenga relación con
esta clase?
Un par de estudiantes se rieron, me crucé de brazos sobre Peligro y Will y
me hundí en el asiento. ¿Cuál era el punto de tomar esta clase si no podría usar la
información en el futuro?
Reyes debió sentirse de la misma manera. Seguía siguiéndome. Aun de
forma inmaterial. Aun oscuro, taciturno y más caliente que una vereda en agosto.
Mientras el calor de Reyes estallaba por mi piel, su ira ante la respuesta del señor
Hipple era evidente, éste siguió con su inútil clase.
Suponía que no podría culpar al tipo. Era una pregunta rara; pero empezaba
a pensar que dominar el mundo no sería una buena idea. No sabía nada más allá
de manejar mi propia firma de investigación privada, y Cookie manejaba la mayor
parte de eso. No sabía nada sobre hacer milagros, abrir mares, calmar tormentas
cuando lo pedía.
Eso me superaba. El señor Hipple tenía razón. No es que dijera eso; pero
sentí que se hallaba implícito.
Reyes tomó el asiento detrás de mí. Eran el tipo de escritorios que se
doblaban de un lado si no lo necesitabas. Tan silenciosamente como pude, doblé
mi escritorio anticipando nuestro recreo. Ya que la clase solo se reunía una vez a la
semana, duraba casi tres horas, y tomé mucho café antes de entrar. Mi vejiga
gritaba.
No, espera, esa era la chica muerta que corría de un lado a otro por los
pasillos gritando que alguien le prestara un lápiz. Tuve esa pesadilla un par de
veces. Sin embargo, ella usaba una bata de hospital, así que no me encontraba
segura de por qué recorría el campus en lugar de, por ejemplo, un hospital.
Entró corriendo al salón, gritando que alguien le prestara un lápiz antes de
8
que fuera demasiado tarde, luego volvió a salir corriendo, desapareciendo a través 1
de la pared por donde llegó. Pobre niña.
Sentí el calor de la mirada de Reyes en mi espada antes de que regresara su
mirada al ángel apoyado contra la pared en frente del aula. Este era probablemente
el más sorprendente que había visto. Era pelirrojo, y aunque llevaba el largo abrigo
negro requerido, usaba algo que solo podía describir como una falda escocesa
debajo. No era una verdadera falda escocesa; sino que era una falda de hombre.
Una falda de hombre de cuero negro que le llegaba a las rodillas. El cinturón en su
cintura era ancho y tenía una variedad de armas, y su espada se encontraba atada
con una correa a su espalda.
Era un luchador, de los pies a la cabeza. Y Reyes seguía vigilándolo de
cerca. Lo suficiente cerca para ser confundido con agresión. Juré que, si esos dos
empezaban a pelear en medio de mi clase de administración, alguien iba a recibir
una patada en el culo. Probablemente yo si trataba de intervenir; pero tenía que
prestar atención. Tendríamos nuestra primera prueba la próxima semana. No tenía
tiempo para peleas.
—Señorita Davidson —dijo el señor Hipple, sacándome de mi reflexión—.
¿Puedo hablar con usted?
Miré alrededor mientras los estudiantes se levantaban y salían del aula.
Anunció el descanso, y no me di cuenta. No tenía idea de cuánto tiempo teníamos.
Asentí y me dirigí hacia el frente del salón, acercándome demasiado a
William Wallace, el ángel de las tierras altas. Pero éste se hallaba muy ocupado
mirando a mi amante principal, quien me seguía, poniéndolos a una distancia de
lanzar puñetazos. Maldición.
—Señorita…‖Charley‖ —se corrigió—. ¿Puedes explicarme que espera sacar
de esta clase?
—Puse eso en el cuestionario que envió la primera clase.
—Sí, lo hiciste. —Sacó mi hoja de respuestas—. Estás tomando esta clase
para aprender más sobre administración y gestión empresarial en caso que tengas
éxito dominando al mundo.
—¿Eso fue redundante? ¿Anotar administración y gestión?
—No, para nada. Mi punto es, asumí que lo decías metafóricamente.
—¿Cuál parte?
—La parte de dominar al mundo.
—Oh, correcto. —Me encontraba apoyada contra el escritorio, y Reyes se 8
apoyó contra mí. Se inclinó hacia mí. Su calor empapó hasta la medula de mis
huesos—. No, lo dije literalmente, aunque probablemente debí expresarlo de forma
2
diferente.
Colocó un brazo contra el escritorio, poniendo una barrera entre el ángel y
yo. Fue protector y lindo. A pesar de su enojo por tomar el caso Foster, todavía me
protegía. Sería incluso más romántico si la chica no volviera a entrar y me gritara
en la cara.
Mis hombros languidecieron. Tenía que ayudarla.
—Lo dije metafóricamente, señor Hipple. Lo siento, dejaré de hacer
preguntas.
—Espero que no —dijo, sorprendiéndome—. Simplemente me gustaría que
fueran sobre cosas que puedo responder. Si realmente dominarás el mundo, creo
que necesitas tomar una clase más avanzada que Introducción a la Administración
ciento uno.
Me reí suavemente. —Gracias. Investigaré sobre ello.
Mientras me dirigía a la puerta, gritó hacia mí—: Creo que cubren la
dominación del mundo en Administración trecientos cincuenta.
Reí otra vez y me fui, sabiendo que no volvería. No podría aprender cómo
manejar el mundo, posiblemente todo el universo, en un salón de clases.
Necesitaba una experiencia real.
La chica problemática se paró delante de mi rostro. Se lo hacía a todo el
mundo. Lo que no esperaba es que yo la viera.
—¡Necesito un lápiz! —Cuando gritó, su boca se abrió bastante, su lengua
era un poco azul. Por supuesto, eso pudo ser un efecto secundario de su muerte.
Hice eso que hacen las mamás y le agarré la oreja.
—Auch —dijo mientras la llevaba al baño—. ¿Qué demonios? —Se frotó la
oreja cuando la solté—. ¿Cómo hiciste eso?
—¿No has notado que soy un poco más brillante que los otros chicos en el
patio de recreo?
—Aun así, todavía necesito un lápiz.
—No lo necesitas. Y tu grito es lo más irritante que me ha pasado en todo el
día. Y eso es mucho decir. Créeme.
—Espera. ¿Puedes oírme?
Terminé de revisar los cubículos y luego fui al lavabo para revisarme el 8
cabello. Aún era largo y marrón. Todo bien, entonces.
3
—Sí, puedo oírte. ¿Qué diablos pasa con el lápiz?
Ahora tenía su atención, parecía perfectamente cuerda. —Solo…‖necesito‖un‖
lápiz para el examen. —Dio vueltas en círculos como un perro persiguiendo su
cola. Tal vez no tan cuerda—. ¿Esta es una bata de hospital? ¿Se abre en la parte de
atrás?, ¿puedes verme el trasero?
—¿Recuerdas qué te pasó?
Dejó de girar. Gracias a Dios, porque de verdad podía ver su trasero.
—Estaba…‖ me‖ caí.‖ Recuerdo‖ inclinarme‖ para‖ pedirle‖ a‖ otro‖ estudiante‖ un‖
l{piz‖para‖el‖examen‖y‖el‖aula‖empezó‖a‖girar.‖Yo…‖—Se miró las manos. Luego la
bata. Luego sus pies descalzos—.‖¿Estoy…‖estoy‖muerta?
—Lo siento.
—Me faltaban dos semestres para graduarme.
Apoyé una cadera en el lavabo y esperé para que asimilara todo eso. Entró
en un cubículo y se sentó en el inodoro.
Enterró su rostro en sus manos. —¿Cómo es posible?
—No lo sé, cariño; pero ya que no cruzaste cuando moriste, puedes cruzar a
través de mí. Estoy segura que tienes familia esperándote.
—¿Cruzar?
Asentí.
—¿Cómo, al otro lado?
Entonces Reyes se materializó; pero mantuvo su distancia esta vez. No es
que fuera un gran baño. Se cruzó de brazos en el extremo más alejado y se apoyó
contra la pared de atrás.
—Creo que no notaste el letrero afuera de la puerta —dije, molestándolo
aunque era un oso gruñón.
Me miró de la cabeza a los pies. Luego otra vez arriba, deteniéndose en mi
boca. Ambas veces. ¿Midiéndome?
La chica se levantó y echó un vistazo por la puerta del cubículo.
Me volví a enfocar en ella. —Sí, cariño, al otro lado.
—¿Pero puedo quedarme si quiero? —Aún no me devolvía la mirada. Su
mirada se hallaba fija en mi esposo.
—O puedes irte. Simplemente caminar directo a través de mí —dije,
8
envalentonándola—. Tu familia estará emocionada de verte. 4
—Está bien. —Movió sus dedos hacia él—. Creo que me quedaré.
Esta vez, me crucé de brazos y miré al hombre. Dos. Dos en un día que se
negaron a cruzar. ¿O fueron tres? De cualquier forma, perdía mi toque.
Con un movimiento que fue en parte necesariamente sobrenatural y en
parte teatral, Reyes se desmaterializó lentamente, célula por célula,
desintegrándose en una vaporosa nube de humo. Luego se fue.
La desolada mirada en el rostro de la chica lo decía todo. No existía forma
en que se fuera ahora. Maldición. Pensé en decirle lo del trasero; pero decidí que
no. Se iría cuando estuviera lista. Por lo menos dejó de gritar.
Terminé regresando a la clase después de todo, después de hablar con
algunos de mis compañeros, luego fuimos a un restaurante abierto-toda-la-noche
con un par de ellos. Nos unimos instantáneamente el primer día de clases.
Principalmente porque adoraban el café casi tanto como yo. Casi.
Reyes se nos unió incorpóreamente, al igual que nuestro amigo escocés.
Pasaron todo el tiempo mirándose como si esperaran que el otro hiciera un
movimiento. El cual ninguno hizo.
Eventualmente nuestro grupo se fue yendo del restaurante abierto-toda-la-
noche. Al parecer, mi definición de toda-la-noche y la de ellos eran dos cosas
totalmente diferentes. Nos despedimos, lo cual habría salido mejor si hubiese
podido recordar sus nombres. Era tan mala con los nombres. Y la única chica de la
que creí saber el nombre me miraba de forma incómoda cada vez que lo usaba, así
que finalmente renuncié a la lucha. La cual era real. La lucha.
Por extraño que pareciera todos sabían mi nombre. Probablemente porque
el señor Hipple lo usaba mucho en clase. Para bien o para mal, acostumbraba dejar
una impresión.
Para el momento en que llegué a casa, Reyes ya se encontraba dormido. O
fingía estarlo. De cualquier manera, el chico se veía caliente. Su cuerpo esbelto
resplandecía bajo la luz tenue, tenía un brazo echado sobre sus ojos, y el otro
metido detrás de su almohada. Su amplio pecho ocupaba la mitad de la cama.
Tenía una pierna debajo de las sábanas. Un lado de su cadera reflejaba la luz de la
luna que fluía desde las enormes ventanas. Era como un dios griego. Pulcro.
Surrealista. Temperamental.
¿Acaso los Foster vieron la oscuridad en Reyes? ¿Fue eso lo que los obligó a
llevárselo cuando era un bebé?
Cambié. No completamente. Solo un poco. Lo suficiente para tratar de ver lo 8
que ellos pudieron haber visto. Oscuridad, sí, pero había mucho más.
5
El mundo a mí alrededor cambió de la negrura de la noche a colores
brillantes y explosivos. Naranjas, rojos y amarillos, arremolinándose en una
tormenta perpetua donde convergían rayos y tornados. Y Reyes, aparentemente
tan sereno, era el más brillante. Envuelto en llamas, un verdadero hijo del infierno.
Pero en el centro, en su núcleo, se hallaba la oscuridad. La misma oscuridad que
trataba de ocultar. Que trataba de vencer.
Cambié de regreso al plano tangible, me puse un camisón que caía justo más
allá de mis caderas, y me deslicé a su lado en la cama para cucharear, mi utensilio
favorito. Sólo estuve allí por unos cinco segundos, acurrucada contra él,
enterrando mi rostro en su cabello, cuando habló, su voz profunda por el sueño.
—¿Lo hiciste? —preguntó, el tono de su voz era tan suave como él.
—¿Hacer qué?
Tomó la mano que puse a su alrededor y llevó mis dedos a su boca,
quemándome las puntas una por una mientras me probaba, luego dijo—: Dejar el
caso.
Decidí que ya era hora de probar nuestro nuevo sofá: el Capitán Kirk.
***

El Capitán Kirk no era tan cómodo como pensé que sería. No después de
acurrucarme con un dios del infierno. Fui capaz de dormir unas tres horas antes de
que el Señor Café comenzara a cantarme una serenata. El que inventó la cafetera
con cronómetro se merecía un Premio Nobel. Probablemente salvó más vidas que
el Prozac.
Me puse un par de pantalones y caminé de puntillas por delante del ángel
que se apoyaba contra la pared de mi sala de estar, con el arco de sus alas rozando
nuestro techo de tres metros de altura, para llegar a la cocina. La misma cocina que
estaba bastante segura solía ser el apartamento de mi vecino. Reyes remodeló todo
el edificio de apartamentos.
Afortunadamente, primero lo compró.
Sacó todos los apartamentos del piso superior y lo reconstruyó para crear
sólo dos: el nuestro y el de Cookie. Ahora vivía en un apartamento que se
asemejaba a un desván de Park Avenue. Y tenía la cocina para respaldar eso.
Magníficos electrodomésticos industriales. Profundas tonalidades toscanas. Y mi 8
parte favorita: la despensa de un mayordomo.
Tenía un colapso mental cada vez que pensaba en ello. Aún así, si alguna 6
vez teníamos un mayordomo, tendría su propio pequeño rincón en el mundo. Con
agua corriente y una estantería de vino. El suertudo.
Una parte de mí quería ofrecerle al acosador celestial una taza de café, pero
no quería que se quedara merodeando. Si Reyes encontraba a uno de ellos en
nuestro apartamento, podría despegarse. Y pegar a ese hombre no era una tarea
fácil.
Seguía oscuro afuera cuando me dirigí de regreso a Capitán mientras bebía
una taza de panacea. Pero incluso con la cura inundando mis células, mi cerebro se
sentía como una de esas casas inflables para niños. Tenía tantos signos de
interrogación saltando, chocando, levantando los brazos y rompiéndose los
tobillos, bastante parecido a esos juegos inflables que había en las fiestas de
cumpleaños de niños de siete años.
¿A qué se refería AFD Parker cuando me llamó una devoradora de dioses?
Quiero decir, Reyes era un dios y me gustaba mordisquearlo, pero qué extraña
manera de llamar a alguien. A menos que estuviera borracha cuando ordenara
pollo McDioses en la ventanilla de comida rápida, con patatas fritas, por supuesto,
jamás en mi vida me comí un dios. Aun así, apuesto a que tendrían buen sabor con
salsa de tomate.
¿Y el infierno se iba a congelar? Pensé que simplemente era un dicho.
Luego estaba el tío Bob. No tenía idea de qué lo tenía tan molesto, pero sería
mejor que se calmara pronto. Y Reyes. No podía soportar que los hombres me
dieran órdenes durante tanto tiempo. Era como si estuviéramos en la Edad Media.
Si en esa época hubieran tenido cafeteras programables. Y celulares. Y sujetadores
de agua.
Pero posiblemente el signo de interrogación más importante que rebotaba
en mi cerebro era el de Dawn Brooks, la niña que muy probablemente fue
secuestrada por los Fosters. Sin embargo, si ese fuera el caso, ¿dónde se encontraba
ella ahora y por qué Shawn corroboraría su coartada?
Necesitaba llamar a mi mejor amiga del FBI lo antes posible, pero dudaba
que la Agente Carson llegara a la oficina antes de las ocho. Revisé mi reloj de Bugs
Bunny. Dos horas más.
Lo que significaba que tenía dos horas para conocer al nuevo miembro de
nuestro clan. Cuando Reyes remodeló, abrió las unidades de almacenamiento en la
parte superior del edificio, dejando las vigas de metal expuestas y convirtiendo
todo el asunto en un enorme tragaluz.
8
Pero había otra cosa muy especial que Reyes dejó expuesta. Un niño rubio. 7
Un niño pequeño. Era demasiado joven para estar colgando, literalmente, con los
pies colgando donde fuera que se encontraba la viga, en el andamio de un techo de
siete metros de altura. Él estuvo allí desde que nos mudamos de regreso, y todavía
tenía que convencerlo de bajar. Aunque debía admitir que arrojarle pan
probablemente no era la mejor manera de ganar su confianza, pero tenía miedo de
arrojar algo más duro. No podía lanzar enormes platos de vidrio.
Levanté la vista. Escalaba otra vez. Cuando no colgaba los pies sobre un
lado de una viga, subía otra, luego se deslizaba de regreso. Una y otra vez.
Cada vez que se deslizaba, mi corazón terminaba en mi garganta. El chico
no podía tener más de dos años. Era apenas un bebé, trepando, resbalando y
colgando de vigas que se encontraban a más de siete metros de altura en el centro
de nuestra sala de estar.
Pero esta vez me preparé. Arrastré una escalera desde el sótano. Del tipo
que se alargaba y apoyaba contra cualquier estructura que uno deseara escalar.
Terminando mi primera taza de café, la cual en realidad se sintió como un
aperitivo, arrastré la escalera desde la despensa donde la escondí. El metal
rechinaba, sin importar lo silenciosa que intenté ser. Me encogí cuando la golpeé
contra una pared, esperé para asegurarme de que el hombre de la casa no iba a
venir a verme, luego tiré de las dos partes hasta que estuvo tan larga como se
podía. La siguiente parte fue un poco más complicada. Traté de equilibrarla en una
de las vigas expuestas, pero todavía era demasiado corta.
El ángel, que me había ignorado por completo, miraba con algo parecido a
un leve interés, mientras yo hacía algo de cifrado en mi cabeza. Nunca era una
buena idea. Sin embargo, por la manera en que lo veía, podía usar al Capitán Kirk
para darme los centímetros extra que necesitaba para alcanzar la viga y subir hasta
el niño.
Volví a bajar la escalera, casi me reventé un riñón moviendo al Capitán en
su lugar, luego volví a subir la escalera, golpeando una lámpara en el proceso. Me
encogí de nuevo, pero milagrosamente, no se rompió. ¿Y quién mejor para realizar
un milagro que un acosador ser celestial?
Miré al ángel. Era el pelirrojo que usaba la falda de cuero negro. —¿Tú
hiciste eso?
La única indicación de que me oyó fue el hecho de que arqueó una ceja
imperiosa.
Por supuesto que no lo hizo. Él se encontraba más allá de salvar una
8
lámpara por mi humilde persona. 8
Dejé una manta sobre el Capitán para proteger su sedosa tela, luego coloqué
la escalera en uno de sus cojines. Todavía no era suficiente. Para el momento en
que lo logré, había apilado una mesa, una silla y un conjunto de enciclopedias para
mantenerlo todo en su lugar. Funcionó. La escalera alcanzó una de las vigas de
metal inferiores. Por fin podría llegar al niño.
Ahora, si mi suerte se mantenía, Reyes dormiría otra media hora mientras
trataba de conocer a nuestro nuevo compañero de piso. Subí a mi creación con la
vigilancia de un alpinista escalando un muro de hielo, ignorando los crujidos y el
pequeño resbalón hacia un lado cuando me hallaba a medio camino. Cinco
centímetros más y hubiera bebido mis comidas a través de una pajita durante las
próximas semanas. Además de usar uno de esos horribles cuellos ortopédicos. Esas
cosas eran imposibles de personalizar.
Cuando llegué a la cima, mis brazos temblaban, mis pies me dolían por los
peldaños delgados de la escalera, y tenía que hacer pipí. Debí ir antes de empezar a
subir.
Alcancé la viga y envolví los brazos alrededor de ella, apoyando mi rostro
contra su superficie fría. El niño me observó todo el tiempo. Se rio y corrió hacia
mí. Corrió. En una viga que no podía ser de más de veinticinco centímetros de
ancho.
Me lancé a la derecha para atraparlo si se caía, pero se detuvo para mirarme
de cerca, para evaluar al intruso. Su sonrisa era el sol. Sus ojos azules el océano. Un
pequeño vikingo tan lleno de vida, brillaba.
Apuntó mi pecho y dijo—: Yuz. —Pero no se encontraba a mi alcance.
Quería agarrarlo y bajarlo conmigo. Probablemente volvería a subir las paredes a
su patio de recreo, pero tenía que intentarlo. Tenía que convencerlo de acercarse.
Le ofrecí mi mejor sonrisa dominical. —¿Cuál es tu nombre?
Señaló su pijama azul con peces de colores brillantes. Tocó un pez de
colores. —Pecito.
—¿Pececito?
Asintió y señaló uno en su pecho. Luego en su rodilla. Y su codo.
Emocionada de que estuviéramos comunicándonos, me reí, me aferré con
una mano a la viga, y señalé otro pez justo por encima de su corazón. —Ese es muy
bonito. ¿Te gustan los peces?
8
Asintió otra vez, luego volvió a apuntarme mientras se balanceaba en la 9
viga como si estuviera caminando en el parque. Como si ninguno de nosotros
estuviera en peligro de caer en picada a su muerte o, más probablemente, terminar
como papilla.
—Yuz —repitió, y finalmente lo entendí. Luz. Se refería a mi luz.
—Sí, me han dicho que soy muy brillante. —Me acerqué un poco más—.
Aunque no tan brillante como tu sonrisa.
Soltó una risita y dio otro paso, sus ojos brillando con curiosidad. Sólo unos
cuantos centímetros más. No era como si tuviera idea de cómo iba a bajar la
escalera con él. Y lo que intentaba podría ser considerado un secuestro infantil si
no quería venir conmigo, pero tenía que intentarlo.
Me senté a horcajadas sobre la viga, estuve a punto de caerme más de una
vez, fuera de mi zona de seguridad, y alejé mi otra mano del metal. Entonces hice
la señal universal de abrazo. Levanté mis brazos, con las palmas hacia arriba, y lo
animé a avanzar, con la esperanza de que se acercara lo suficiente para atraparlo.
Y lo hizo. El chico lo hizo. Pero no fue avanzando de a poco como me
imaginé que haría. Nop. Me dio una sonrisa nuclear, luego corrió.
—¡Espera! —Pero corrió justo a través de mí. Ya había entrado al otro lado.
Ya había cruzado.

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Traducido por Julie & Mire GPE
Corregido por Vane hearts

Los niños ven la magia porque la buscan


(Christopher Moore)

La riqueza de los recuerdos del muchacho robó mi aliento. Las texturas,


olores y emociones. Le encantaban las flores y las piruletas y, sí, los peces. Y su
nombre era Curren.
A menudo cuando se me concede las imágenes, sentimientos y recuerdos
más preciosos de una vida una vez vivida, comienza en el final y va hacia atrás, y
tengo que voltearlo. Poner todo en orden y crear mi propio cronograma de
9
eventos. Pero Curren me mostró primero las cosas más importantes. Comenzando
con su familia.
1
Me enseñó cómo su madre lo acurrucaba y mecía todas las noches,
cantándole mientras él lactaba. Cómo le hacía cosquillas antes de acostarse. Cómo
lo atrapaba tratando de esconder comida en un bolsillo de su babero mientras ella
no miraba para poder pasar a la parte más importante de la comida: memm-
memms. Los chocolates M & Ms. Pero ella siempre lo sabía. De alguna manera
siempre lo sabía. Y olía a las flores que tanto amaba.
Me mostró cómo su padre lo llevó a la ferretería una vez, y estaba tan
orgulloso, que siguió saludando a su mamá y a sus hermanos, todo el camino hasta
el camión. Agitando la mano, sonriendo y soplando besos incluso después de que
su padre lo hubiera atado a su asiento de coche.
Porque quería que ella supiera. Su madre. Quería que supiera lo mucho que
la amaba. Necesitaba que lo entendiera.
Cuando sucedió, no se encontraba tan asustado como aturdido. Una
mañana se arrastró fuera de la cama temprano y decidió subir a su cómoda.
Cuando ésta cayó sobre él, atrapándolo, sofocándolo, todo lo que pensaba era en
ella. Estaría allí pronto. Podía oír sus pasos en las escaleras.
Le encantaban los paseos. Le encantaban los coches de juguete. Amaba las
flores. Tanto es así que un vecino plantó un gigantesco jardín de girasol después de
que él falleció.
Su madre lo encontró. Recordó sus gritos. Sus gritos desesperados en busca
de ayuda mientras luchaba por sacarle el tocador. Sus súplicas mientras respiraba
en su boca. Pero ya no estaba debajo de ella. Se encontraba a su lado. Tratando de
calmarla con la mano en el hombro.
Lo llevaron al hospital, y ella lo sostuvo durante horas, no queriendo dejarlo
ir. Incapaz de hacerlo. Pero el calor lo dejó y su cuerpo comenzó a endurecerse, y
tuvo que renunciar a él. Su dolor fue suficiente para apoderarse de mis pulmones.
Podía sentirlo a través de su hijo, tenían una conexión tan fuerte.
Y ahora los vi a través de sus ojos. Curren no entendía lo que hacía su
madre, pero yo sí. Educaba al público sobre los peligros de los aparadores y otros
muebles. Sobre los innumerables niños que murieron tan innecesariamente. Acerca
de cómo anclar muebles. Cómo asegurarlos.
Y asumió las consecuencias. Por su participación. Los idiotas la castigaron
por no mirarlo lo bastante de cerca. Por ser una mala madre. Si alguna vez vi una
buena madre en mi vida, era esta mujer. Mi corazón se rompió por ella, pero siguió
adelante. Aún sigue así hasta el día de hoy. 9
Quería que supiera cuan exquisitamente era amada. Cuánto la adoraba su 2
hijo menor. Lo digna, encomiable y necesaria que era su lucha.
Con un anciano difunto, podría escribir una carta o un correo electrónico
para hacer llegar un mensaje a un ser querido, pretendiendo ser ellos. Pero con un
niño de dos años, no sabía cómo enviar un mensaje a los padres sin molestarlos de
forma indebida. Ellos luchaban para seguir adelante con sus vidas. ¿Cómo podría
socavar eso?
Los revisaría. Vigilaría. De alguna manera, les haría saber lo queridos que
eran. Que aún lo son. Porque él los estará esperando en sus geniales pijamas
azules.
Me desplomé sobre la barra fría, una mejilla apoyada contra ella, las piernas
y los brazos colgando sobre el costado. Fue lo mejor. Lo sabía, pero quería... Quería
abrazarlo. Para mecerlo, cantarle y hacerle cosquillas hasta que él se ría. Todas las
cosas que no podía hacer con Beep. Pero ahora estaba con su familia, aquellos que
habían partido antes que él. Se lo merecían mucho más que yo.
Pero sabía una cosa con certeza. Ningún padre debería tener que pasar por
eso. Ningún padre debería tener que ser destrozado de esa manera. Tenía que
encontrar a Dawn Brooks. No podía imaginar lo que pasaban sus padres, pero si
conocía a los Foster, y si realmente la llevaron, continuaba viva. En algún lado.
Tenía que hallarla.

***

Oí una voz masculina desde algún lugar debajo de mí. —¿Estás bien,
calabacita?
Abriendo los ojos, miré al tío Bob. Estaba vestido con un traje gris oscuro y
tenía un archivo en sus manos. Asentí, esperando que no pudiera ver la baba que
dejé en la barra. Entonces me di cuenta de que la humedad no era baba, sino
lágrimas. Me limpié los ojos y lentamente, muy lentamente, me senté.
—¿Quieres decirme lo que haces? —preguntó.
Echando un vistazo a la escalera, sacudí la cabeza.
Asintió. —Bueno. Tengo el archivo que querías. Es todo lo que tenemos en
el caso de Dawn Brooks. —Se sentó en nuestra mesita de café, luego alzó la mano y
tomó la escalera para estabilizarla. 9
Me aplasté sobre mi estómago, balanceé una pierna y comencé a tantear los
peldaños con mis pies. Cuando solo encontré aire, miré sobre mi hombro para 3
guiar mi pie hacia la escalera, pero ya no se hallaba allí. Desapareció en el aire. Bajé
la mirada. El tío Bob la había puesto en el suelo y jugaba con ella.
—Creo que es tan alta como llega. Traté de hacerla más alta.
—Eso explicaría el andamio casero.
—Sí. —Miré al Capitán Kirk y a la pandilla. Probablemente no era mi mejor
idea.
—Bueno, esto parece muy peligroso —dijo, poniéndose de pie—. La dejaré
aquí.
La separó en dos pedazos. Dos piezas cortas. Ahora la escalera de extensión
no podía extenderse.
—¿Tío Bob? —pregunté, con la voz tan temblorosa como mi andamio.
Levantó la vista y se encogió de hombros. —Supongo que tendrás que
quedarte allí hasta que podamos llamar al rescate. Eso podría demorar un rato.
—¿Qué? —Me retorcí de nuevo en una posición sentada—. Tío Bob, pon eso
de vuelta en este momento.
—Lo siento. —Miró su reloj—. Tengo que irme a trabajar. Me aseguraré de
que alguien se pase por aquí.
—¡Tío Bob! —le grité a su nuca.
Abrió la puerta y salió de ella. Así como así. Me dejó colgando.
Literalmente.
—¡Tío Bob!
Cuando no obtuve respuesta, miré al ángel. Sonreí. Señalé la escalera y le
ofrecí mi expresión más patética.
No se movió. La única señal de vida que vi fue que sus alas se plegaron
mientras se reposicionaba.
Cerré los ojos y apreté los dientes. Esto no estaba sucediendo.
—¿Hay alguna razón por la que estés aquí?
El sonido de la voz de Reyes, tan cerca, me sobresaltó. Salté y comencé a
resbalar, mi mitad inferior resultando más pesada que mi torso. Me sujeté a la viga
con los dos brazos antes de deslizarme a mi muerte, o al menos a un aterrizaje
doloroso, luego miré a mi marido. Se encontraba agachado en la viga, con sus
poderosas piernas sosteniéndolo en un perfecto equilibrio. También estaba 9
descalzo y llevaba solo un par de pantalones de pijama gris, apoyando un brazo
casualmente sobre una rodilla. ¡Casualmente! Esta no era una situación casual. 4
—Necesito la escalera. El tío Bob la trasladó.
—Ah.
Bajó la mirada. Me resbalé. Me miró de nuevo. Me resbalé un poco más,
sudando por todo mi cuerpo.
—Reyes, la escalera.
—La veo.
—La necesito.
—También veo eso.
Puse los ojos en blanco. —¿En serio?
—La traeré si dejas el caso.
Intenté mirarle, pero me hallaba demasiado asustada para moverme. Me
encontraba literalmente aferrándome a mi querida vida con ambos brazos
envueltos alrededor de la viga y el resto de mí colgando por debajo. Ahora no era
el momento.
—Reyes —dije, esperando ser escuchada sobre el rechinar de mis dientes—,
si no traes esa escalera...
Dejé la amenaza colgando. Parecía apropiado. Pero solo me estudió por
debajo de pestañas ridículamente largas.
Me resbalé un poco más, mi sudor hacía para la viga imposible aguantarme.
El chillido de Cookie fue alarmante y bienvenido. —¡Charley! —gritó
mientras corría hacia la habitación—. Robert me dijo que viniera a verte. ¿Qué
haces?
—¿Puedes traer esa escalera?
Bajó la vista mientras Amber entraba en la habitación y se detuvo en seco. —
¿Tía Charley?
Me temblaban los brazos, sabía que no podía aguantar mucho más. Traté de
elevar una pierna, pero el acto solo me hizo resbalar un poco más. Cuando Cookie
intentó encajar los pedazos de la escalera, sacando un retrato enmarcado y un
soporte de chimenea en el proceso, mi agarre se deslizó unos cuantos centímetros
hasta que me sostenía por mis dedos. Por lo menos se sentía así.
—Toma mi mano —dijo Reyes.
9
Lo miré. Seguía agachado, pero si tomaba su mano, conocía lo suficiente
sobre las leyes de la gravedad para saber que se iba a caer conmigo. 5
—No —dije, sacudiendo la cabeza.
—Holandesa —dijo, con total tranquilidad—, toma mi mano.
—No. Tú también caerás. ¿Cookie?
Dio un paso atrás para observar su obra. —¿Se ve bien?
Definitivamente no. La parte superior estaba torcida. De ninguna manera
eso aguantaría.
—Entonces, ¿no tomarás mi mano porque crees que me caeré?
Me esforcé por ver por encima de mi hombro. Si pudiera apuntar hacia el
Capitán Kirk.
En el siguiente segundo, mi agarre cedió. Mis manos se resbalaron y solté
un grito. Y esperé. Nada. Entonces sentí una presión en una muñeca. Abrí los ojos
y casi lloré de alivio. Reyes me había atrapado. Estaba de pie y sostenía mi muñeca
en una mano. Apoyé la otra mano sobre la suya y luego aún tuve que preguntarme
cómo íbamos a bajar.
—¿Y bien? —dijo.
Asentí, jadeando de emoción, y luego pregunté en voz alta—: Y bien, ¿qué?
—¿Vas a dejar el caso?
Oh, no, no lo hizo.
»Es tu decisión. —Había algo en la forma en que lo dijo, algo un poco
demasiado indiferente que tenía temor subiendo por mi espina dorsal. El menor
indicio de una sonrisa se deslizó por su sensual boca. Luego lo dijo, y me tomó
unos preciosos segundos absorber el hecho de que me chantajeaba—. Deja el caso o
te dejo caer. —¿O fue eso una extorsión?
La ira explotó dentro de mí. Estreché mis párpados, le di un segundo para
pensar en lo que acababa de decirme, luego desmaterialicé mi mano. La que
sostenía él.
Con un golpe rápido, trató de atraparme con su otra mano, pero ya estaba
fuera de su alcance.
Golpeé al Capitán Kirk antes de saber que caía. Y golpeé fuerte. También
una mesita ocupaba la mitad de él, así que aterricé en el Capitán Kirk, entonces mi
cara aterrizó en el borde de la mesita, reboté en ella, luego me volteé sobre el
respaldo del sofá. ¿Quién sabía que mi rostro fue entrenado en Krav Maga?
9
—¡Charley! —Cookie se precipitó hacia adelante. Amber se quedó en su 6
lugar, con la mandíbula colgada en estado de shock, mientras su madre trataba de
ayudarme acomodando mi hombro—. Charley, ¿estás bien?
—Estoy bien. Creo. —Me hundí de nuevo en el suelo. Me movía demasiado
rápido para tratar de seguir adelante en ese momento, como cuando era niña y
trataba de darle tiempo al carrusel que ya se encontraba girando. Nunca terminó
bien.
Escuché el repique lírico de un teléfono mientras Reyes se arrodillaba a mi
lado. Claramente no tenía problemas para bajar sin una escalera.
Amber comprobó su teléfono y luego dijo—: Tengo que prepararme para ir
a la escuela. —Y se fue rápidamente.
Sacudí la mano que ofrecía Reyes, luego me volví hacia él. —Podrías
haberme matado.
Dejó en claro su falta de preocupación. —Hiciste eso por tu cuenta.
—Sí, pero amenazaste.
—Hijo de Satanás —dijo por medio de una explicación.
Me puse de pie, le aseguré a Cookie que estaba bien, luego nos dirigimos a
nuestro dormitorio. Si ese marco de puerta no hubiera saltado de la nada, habría
hecho una gran salida. Mientras permanecía de pie, me encontraba tropezando en
el carrusel giratorio un segundo, luego acunada en los brazos de mi esposo al
siguiente.
Empezó a llevarme a nuestra habitación. Decidí no discutir el punto ya que
apenas podía caminar sin ser arrestada por intoxicación pública.
—El archivo —le dije a Cookie, señalando sobre el hombro de Reyes. El
ancho que se adaptaba a mi cabeza perfectamente—. Ubie trajo el archivo de la
chica Brooks.
Asintió, luego preguntó—: ¿Vas a estar bien?
Le di un pulgar hacia arriba antes de que Reyes volteara la esquina a nuestra
habitación. Dejó caer mis piernas y me deslicé por su longitud. Luego examinó mi
ojo, el que intentó desquitarse con nuestra mesita.
—Necesitas hielo.
—Necesito darme una ducha.
Lo empujé y fui a tropezones a nuestro cuarto de baño. No fue hasta que
entré en George, la ducha que construyó Dios, metafóricamente, que me di cuenta.
9
Alguien en esa habitación no estaba bien. Sentí los restos de la ansiedad. Estrés.
Miedo. Incluso la desesperación. Todas las cosas que habría sentido al instante de
7
no haber estado colgando de una viga como una bolsa de té.
Amber. Algo andaba muy mal con Amber.

***

George se sintió maravilloso. Salí sintiéndome plenamente relajada y


satisfecha, que era más de lo que podía decir sobre mi marido en este momento. Se
cepillaba los dientes. Tan pronto como salí, se enjuagó y entró.
Me apresuré a vestirme, no queriendo otra confrontación en el tema Foster.
No iba a intimidarme para abandonar el caso, así que ¿por qué molestarse en
discutirlo? Honestamente, entre él y el tío Bob...
Sin embargo, Ubie empezaba a preocuparme. En el pasado, nunca habría
hecho algo como lo que hizo hoy. Nunca me dejaría colgando así. Me tendió una
trampa. Intentó que me tomara el día libre. Que me quede en casa. ¿Pero por qué?
Ubie y yo siempre habíamos sido tan abiertos. Muy honestos. ¿Por qué no confiaría
en mí ahora?
Casi tuve la intención de no desmarcarlo para el infierno. Si pudiera hacer
eso. Solo una manera de averiguarlo, pero si no cambiaba de actitud, era un viaje
de ida a villainfierno para él.
No me molesté en secarme el cabello. Lo ubiqué en una cola de caballo, me
puse un suéter, una falda de mezclilla y un par de botas de tobillo asesinas, agarré
mi chaqueta y salí por la puerta. Luego volví a buscar mi bolsa. Entonces volví por
mis llaves. Ya estaba acomodada en Misery, lista para salir, el señor Foster era
dueño de una agencia de seguros, y de repente me hallaba en extrema necesidad
de un seguro de vida por mi marido, cuando me di cuenta de que dejé mi teléfono
en el cargador.
Santa vaca. ¿Cuándo acumulé tantas cosas sin las que no podía irme de
casa?
Divagué sobre si volver y arriesgar otra confrontación, me encantaba
divagar, cuando un golpe sonó en mi ventana.
Después de saltar un metro en el aire, miré a Reyes. Entonces el calor
floreció sobre mi piel, en parte de alarma y en parte de excitación, cuando noté su
atuendo. O la falta de él. Se encontraba parado en el estacionamiento en una toalla.
9
Una toalla de color beige que colgaba sobre sus caderas. 8
El agua le goteaba del cabello y se clavaba en sus pestañas, haciendo brillar
aún más su iris marrón oscuro. O eso podría haber sido la ira.
Giré la llave y rodé la ventana, luchando contra el impulso de reprenderlo.
No se hallaba helado, pero estaba condenadamente segura de que hacía demasiado
frío para andar corriendo mojado y casi desnudo. En su lugar, le pregunté—: ¿Vas
a amenazarme otra vez?
Tenía las manos apoyadas contra la puerta. Mi teléfono estaba en una de
ellas.
—Necesitamos hablar
—Lo intentamos, ¿recuerdas? No pareces entender la diferencia entre una
conversación y una orden. Y te estás contagiando del tío Bob.
Sus cejas se reunieron. —¿Qué quieres decir?
—Me refiero a los hombres. Pensando que pueden ordenarme. Pensando
que tienen algo que decir en cualquier cosa que yo haga. —Me incliné más cerca—.
Cualquier cosa.
Se detuvo para pensar en lo que dije, y luego se inclinó más cerca, también,
su calor flotando hacia mí. —Tu rechazo directo tampoco es exactamente una
conversación civilizada.
—Yo... tú... —Apreté los dientes y probé de nuevo—. Me parece recordar
una conversación civilizada muy reciente en la que estuvimos de acuerdo en que
ya no nos guardábamos secretos el uno del otro. —Estudié su rostro. Observé
cómo el agua se acumulaba en sus pestañas y por encima de su boca.
Apretó la mandíbula y se volvió. —No es tan simple.
—Claro que no.
Miró a sus pies.
—Reyes, solo dime por qué no me quieres en este caso. ¿De qué estás
asustado?
Y eso lo hizo. La parte viril de él, no, la parte de Neandertal, se enfureció.
Reyes no era del tipo inseguro en la mayoría de los aspectos de su vida, salvo uno:
su oscuridad. Y poco a poco me daba cuenta de que los Foster, uno de ellos por lo
menos, tenía algún tipo de percepción que atravesaba el velo de este plano.
¡Pero aun así! Él era oscuro. No me digas. No era como un gran secreto.
Podría pasar al plano celestial en cualquier momento que yo elija y vería esa
9
oscuridad yo misma. 9
—¿Crees que tengo miedo? ¿De los Foster?
—¿Qué? No. —Eso fue algo extraño de decir—. Por supuesto que no.
—Bien —dijo con los dientes apretados—. Haz lo que quieras. Siempre lo
haces.
Su frustración no tenía límites. Tampoco conocía su propia fuerza. Empujó
la puerta, pero en su ira, literalmente derribó a Misery en dos ruedas. Ella
descendió con fuerza mientras Reyes se alejaba.
Fue mi turno de estar enojada. Salté de Misery para inspeccionar el daño.
Abolló el lado de la puerta. Debería haber estado agradecida de que todavía
pudiera abrirla, pero no lo estaba. Me incliné para recoger el teléfono que dejó caer.
Mi teléfono. Destrozó su pantalla, pero seguía funcionando.
Cuando me giré, él entraba en el edificio. —¡Me comprarás un teléfono
nuevo!
Habiendo tenido suficiente de hombres y su terrible sentido de derecho,
decidí hacer una visita a otro hombre en mi lista de mierda: el señor Abraham
Foster. Encontré su oficina a pesar de la pantalla rota de mi teléfono. Ella lo tuvo
peor. Apenas podía pensar en el incidente de tequila sin encogerme.
Una campana sonó cuando entré, y me saludó una recepcionista que
claramente esperaba un respiro de unos momentos antes de ser bombardeada con
clientes. Sentí su dolor.
Dejó la taza de café, forzó una sonrisa de silicona y dijo—: Hola, ¿cómo
puedo ayudarle?
Me acerqué al alto escritorio. —Hola. Sí, ¿necesito un seguro?
Reemplazó su sonrisa por otra más genuina. —No parece muy convencida.
—Bien, lo siento. —Todavía me encontraba furiosa, así que tomé una
respiración profunda y comencé de nuevo—. ¿Ofrecen seguro de vida?
—Lo hacemos. ¿Le gustaría hablar con un agente?
Necesitaba asegurarme de que el agente con el que hablara fuera de estatura
media y conrpulento, con cabello oscuro y una inclinación por el secuestro de
niños. —Bueno, ¿un amigo me recomendó hablar con el señor Foster? ¿Trabaja
aquí?
Arqueó una ceja con humor. —Es dueño de la agencia, así que sí. Pero no se 1
encuentra en este momento.
—Oh, diablos.
00
—¿Quiere ver a otro agente?
Antes de que terminara, noté a un hombre que se ajustaba a la descripción
del señor Foster caminando por el estacionamiento hacia una cafetería al lado.
—No, gracias. Sólo regresaré.
—Puedo pedirle que le llame. —Agarró un bolígrafo—. ¿Cuál es su nombre?
—Um, Cordelia Chase.
Me tensé al momento en que lo dije, preguntándome si esta recepcionista
era tan experta como la última. Lo escribió en una libreta de mensajes al tiempo
que colocaba leche a su café, y traté de no babear. Sólo tomé una taza esa mañana,
y en mi furiosa prisa conduciendo, no pensé en parar por un mocha grande con
crema batida extra en el camino.
Pensé en pedirle un sorbo rápido cuando me pidió mi número.
—¿Sabes qué? Sólo regresaré. Aunque, gracias. —Salí apresuradamente y
caminé lo más despacio que pude en la dirección de la cafetería, rezando para que
la recepcionista no me notara acosando a su jefe.
Vi al señor F al momento en que entré en el restaurante retro y me senté en
una cabina frente a él.
Un menú aterrizó delante de mí, y una señora mayor con el cabello atado lo
suficiente para sostener las tres plumas que sobresalían de él, preguntó—: ¿Te
gustaría un poco de café, cariño?
—¿Podría?
Me ofreció una sonrisa conocedora y, jarra ya en mano, me sirvió una taza.
Luché contra el gemido que amenazaba con salir de la parte posterior de mi
garganta cuando el rico olor me golpeó y le agradecí con mi sonrisa más
apreciativa. No fue hasta que ella guiñó y se fue que me di cuenta de que el señor
Foster había notado mi presencia.
Manteniendo mi mirada alejada, dejé que me observara durante un sólido
minuto antes de regresarle la mirada. Cuando nuestras miradas se encontraron,
controló su expresión, la moldeó en una de cordial simpatía y saludó con la cabeza.
Luego volvió a su periódico, desdoblándolo y doblándolo en una sección diferente.
Pero por debajo, se sentía más sorprendido al verme de lo que estuvo la señora
1
Foster el día anterior. 01
Así que, una vez más, o bien sabía quién era yo o podía ver lo que era. Pero
su sorpresa fue más profunda. La señora Foster quedó sorprendida, pero él se
hallaba completamente asombrado. La señora Foster debió contarle acerca de mí.
Lo último que esperaba era que apareciera de la nada.
Decidí empujar mi suerte un poco más lejos. —Lo siento, ¿es usted el señor
Foster?
Elevó la mirada, una ola de conmoción golpeándolo como un puñetazo en el
estómago. —¿Nos conocemos?
—No.
—Entonces‖como…
Sonreí y señalé la cartelera de su oficina. La que tenía su foto.
Tenía los medios para parecer avergonzado. —Por supuesto.
—No quería molestarte. Me encontraba en su oficina y su recepcionista dijo
que no estaba, así que decidí tomar un café y esperar.
Me miraba fijamente. Se recompuso y dejó el periódico a un lado. —¿Y
usted es?
—Cordelia Chase. Iba a hablarle de un seguro, pero puedo esperar.
—No, por favor. —Señaló hacia el asiento frente al suyo—. Únase a mí.
Agarré mi bolsa, mi taza e hice exactamente eso.
—¿Necesita seguro?
—Sí. Seguro de vida. Para mi marido. Se está muriendo.
—Oh. —No me creyó. Ni por un solo instante. Pero entró al juego, así que
fui con él—. Lo siento.
—Está bien. Sin embargo, él no lo sabe, pero tengo una fuerte sospecha de
que no tiene mucho tiempo de vida.
El señor Foster se aclaró la garganta y se recostó en su asiento. —¿Puedo
preguntar de quién es su seguro de salud?
—Esa es una buena pregunta. —Arrugué la nariz por el pensamiento.
Cookie manejaba todo eso—. No sé cuál es el nombre, pero ¿tiene un logotipo rojo?
¿Con, tal vez, un triángulo? ¿O un cuadrado? Sí, eso es. Definitivamente es un
cuadrado. O tal vez un círculo. 1
—No importa, señora Chase. 02
—Oh, Cordy, por favor.
—Cordy, si pudiera obtener alguna información básica de usted, podríamos
partir de ahí. Ver lo que podemos hacer y conseguirle algún presupuesto. ¿Cómo
suena eso?
Asentí. —Perfecto.
Lamentablemente, no recibí una lectura de él cuando dije mi nombre, así
que todavía no tenía ni idea si sabía quién era o no.
Sacó un bloc de notas y una pluma de un bolsillo interior justo cuando
Angel apareció en la cafetería.
—Renuncio —dijo, inclinándose para que su rostro estuviera a unos
centímetros del mío. Tuve que concentrarme para no mirarlo—. Sólo tengo trece
años. Hay algunas cosas que no debería ver. Ay, Dios mío. —Se giró, su agitación
evidente en sus movimientos agudos. Se frotó la cabeza.
Arrastré mi teléfono y levanté un dedo índice fingiendo una llamada
telefónica. —Lo siento mucho. Tengo que tomar esto.
—No hay problema. —Recompuso sus rasgos de nuevo y creó una carpa
con sus dedos, pero el hecho de que tomé una llamada en medio de su descanso,
un descanso que interrumpía, le molestó. Como debería hacerlo. Grosero era un
eufemismo, pero tenía que ver lo que sucedía con mi mejor, sin mencionar único,
investigador.
—Hola, Angel. ¿Qué sucede? Estoy en medio de algo.
Se giró para mirarme de nuevo. —Mi trabajo. Tu tío es un detective del
departamento de policía. ¿Sabes lo que eso significa?
—¿Tío Bob? ¿Está todo bien?
—Significa que lo llaman a tiroteos, puñaladas, casos de abuso infantil y
tipos golpeando casi hasta la muerte a sus esposas. Significa que su trabajo está
realmente jodido. Y significa que renuncio.
Salí de la cabina. —Angel, ¿le pasó algo al tío Bob? ¿Está bien?
Se burló de mí. —No, no está bien. ¿Me escuchaste?
La alarma se cerró alrededor de mi garganta. —Tienes que calmarte, cariño.
Dime lo que pasó.
Después de tomar algunas respiraciones profundas, finalmente se calmó lo 1
suficiente como para explicar. —Está en un tiroteo. Sucedió temprano esta mañana
en uno de esos lugares de desayuno en Central. 03
—¿Como un IHOP o un Denny's?
—Había un niño —dijo sin contestar—. Sólo comiendo huevos con su mamá
antes de ir a la escuela. ¿Qué mierda le pasa a la gente?
En el momento en que dijo niño, el temor comenzó su lento ascenso por mi
espina dorsal como una marcha fúnebre. Tenía que ver por mí misma lo que tanto
molestaba a Angel. —Cariño, ¿dónde está el tío Bob?
—¿Qué? —Trató de controlarse—. No, no es un IHOP. Es como un lugar de
desayuno con un cartel amarillo. Tiene un sol en la esquina.
—Bueno, creo que sé a cuál te refieres. —Tomé un sorbo de café, recogí mi
bolsa y tiré unos dólares a la mesa—. Off Tramway, ¿cierto?
Asintió y me volví hacia el señor Foster. —Lo siento mucho, señor Foster,
pero el deber me llama. Puedo pasar más tarde, si eso está bien.
—Por supuesto. —Cerró su bloc de notas y volvió a meterlo en el bolsillo—.
Espero que todo esté bien.
—Sí, yo también.
Por desgracia, los disparos en masa rara vez significaban que todo se
encontraba bien.

1
04
Traducido por Jadasa & Majo Villa
Corregido por Vane Farrow

Todo el mundo se queja del clima, pero nadie quiere sacrificar a una virgen
para cambiarlo.
(Hecho verídico)

Aunque no obtuve mucha información en mi encuentro con el señor Foster,


sí estoy segura de algo: el señor Foster definitivamente podía ver, aunque apenas,
en el plano celestial. Lo atrapé mirando a Angel dos veces, y en ambas ocasiones,
fue cuando Angel se movió rápidamente. Si lo que podía ver era algo parecido a
mi amiga Pari, pudo haber visto la esencia de Angel en forma de niebla grisácea. 1
Justo como en las películas. Por otra parte, podía ser como el novio de Amber,
Quentin. Gracias a una trágica posesión demoníaca, ese chico podía ver difuntos 05
tan claramente como yo.
Arrastré mi trasero de vuelta a través de la ciudad a Sunny Side Up en
Central. Angel vio mucho. Murió hace dos décadas. Su reacción ante esta escena
del crimen, tras todo lo que había presenciado, no tenía sentido. Tenía que ser el
niño. Mencionó un niño, prueba de que bajo su bravuconería existía un corazón de
oro.
Pero veía todo el tiempo niños muertos. Quizás fue el tiroteo. Tal vez trajo
de vuelta recuerdos de su propia muerte, la cual se encontraba relacionada con un
tiroteo; de igual manera, lo probaba el agujero difuminado carmesí oscuro en su
pecho. Evidencia que llevaría cada día por el resto de su existencia en tanto
permaneciera en este plano.
¿Fue eso lo que lo alteró? Nunca pensé mucho en la manera en que Angel
manejaba todo lo que veía. Me acompañó todo el colegio, universidad y Cuerpo de
Paz. E investigaba para mí desde que abrí Investigaciones Davidson, hace más de
tres años. Parecía tomarlo todo con calma, pero claramente había más de lo que se
veía a simple vista. Tendría que anotarlo tan pronto como pudiera.
Hasta entonces, la escena del crimen fue bastante fácil de localizar. Las luces
intermitentes y la cinta amarilla nunca eran una buena señal.
Tuve que estacionar en un hotel, al lado de la cafetería. Luego fui en busca
de mi favorito y único tío. Se encontraba de pie detrás de una ambulancia,
hablando con un técnico de emergencias médicas. Quien asintió y estrechó su
mano, luego subió al interior de la furgoneta y se marchó, con las luces encendidas
y las sirenas sonando.
Ubie se volvió y me vio de pie con los espectadores detrás de la cinta. Estaba
a punto de saludarlo cuando se dirigió hacia mí.
Escaneó la zona, luego me arrastró por debajo de la cinta y me dirigió hacia
el café. —¿Qué estás haciendo aquí?
No podía decirle que tenía a Angel observando cada uno de sus
movimientos. Porque entonces tendría que decirle por qué. Tendría que contarle
que el hombre, quien podía ser responsable de su muerte aún se hallaba en
libertad. Decirle cómo frustramos el primer intento, y teníamos la esperanza de
que fuera el único. Contarle que se hallaba destinado al infierno. Y entonces
tendría que decirle por qué. Que sabía lo que hizo por mí. Que le debía. Que lo
amaba sin medidas.
—Charley Davidson, estás bajo arresto.
1
O no. —No puedes arrestarme solo porque quieras hacerlo, tío Bob. 06
Se detuvo justo en el interior de las puertas de la cafetería y chasqueó los
dedos a un uniformado cercano. —Obsérvame. —Recogió las esposas del oficial y
me dio la vuelta, la preocupación se veía en su ceño fruncido—. Tiene derecho a
permanecer en silencio.
Me callé cuando vi el interior de la cafetería. Sillas volteadas. Vidrios rotos.
Y sangre. Mucha sangre. —¿Qué sucedió, tío Bob?
—Todo‖lo‖que‖digas…
—El niño —dije, recordando lo que Angel mencionó. Me giré para mirarlo,
pero mantuve las manos a mi espalda, aunque solo hubiese esposado una
muñeca—. Había un niño. ¿Está bien? ¿Le dispararon?
Ubie dejó escapar un largo y agotado suspiro. —¿Cómo sabías que había un
niño involucrado?
—Espías. Tío Bob, ¿qué sucedió?
La cólera se desvaneció de su cuerpo, y fue reemplazada por tristeza. Se
dirigió a una silla y se hundió en ella. —Solo otro día en la ciudad.
Me arrodillé junto a él y coloqué mi mano esposada sobre su rodilla. —¿El
niño... está bien?
Tras un largo momento, cedió. —Lo estará. Le dispararon en la cabeza y en
el hombro. La herida de la cabeza solo fue un rasguño, y la del hombro se curará.
—Oh, gracias a Dios. —Escaneé la zona otra vez. Un par de uniformados me
miraron, claramente preguntándose qué hacía en una escena del crimen mientras
el equipo de criminalística registraba el lugar.
—Disparos en masa —dijo, asimilando de nuevo la escena—. Un vagabundo
entró y disparó. Asesinó a dos personas. Hirió a otras cinco.
—Lo siento. —Parecía algo estúpido para decir, pero no se me ocurrió nada
más. ¿Qué dice uno de un acto tan insensato? —. ¿Atraparon al atacante?
Sacudió la cabeza. —Mientras hablamos hay una búsqueda en curso. Se
dirigió hacia la interestatal, pero eso es lo último que se vio de él.
Antes de que pudiera decir algo más, sonó su teléfono. Se puso de pie, se
alejó unos metros y respondió. Me paré y lo seguí.
—¿Dónde? ¿Solo el abrigo? Consiga un investigador de campo y revise el
área para buscar las cámaras. —Colgó y luego se giró, sorprendido al principio de
que me encontraba detrás de él hasta que asimiló quién era yo. Quien era explicaba
1
muchas de mis acciones a aquellos que me conocían bien. 07
—¿Buenas noticias? —pregunté.
—Posiblemente. A tres cuadras encontraron un abrigo que puede haber sido
del atacante.
—Eso es extraño.
—¿En qué manera?
—Bueno, si solo fuera un vagabundo al azar, ¿por qué se quitaría el abrigo?
—Para despistarnos.
—Pero ¿un vagabundo en un día frío probablemente solo tiene un abrigo?
El tío Bob inclinó la cabeza pensando a medida que miraba de cerca la
escena del crimen.
—¿Quién murió? —pregunté.
—¿Qué?
—¿Quién murió?
—Una mujer de mediana edad y un anciano.
Asentí. Mordí mi labio inferior. Comencé a dejar que me empaparan las
emociones de los espectadores que sentí más temprano. Un par se sintió raro, pero
lo atribuí al entusiasmo de los periodistas. Solo un periodista se emocionaría con
un tiroteo fatal. Especialmente si fue el primero en la escena. De manera que,
definitivamente había un reportero presente. Entonces, ¿por qué tuve una reacción
similar de parte de otro espectador que no tenía credenciales de prensa ni
camarógrafo?
—¿Quién murió primero?
—Aún no lo sabemos. ¿Qué estás pensando?
—De acuerdo, ¿quién fue el primero en disparar?
—Según una cámara de seguridad y un par de testigos, la mujer que murió
fue asesinada primero.
—¿El niño era suyo?
—Sí —dijo, luchando contra el impulso de preocuparse por algo más que a
nivel profesional. Generalmente, era muy bueno en eso. Sin embargo, éste le
molestaba.
—¿Qué sucede, tío Bob?
1
—El niño. Saltó delante de su madre, intentando protegerla. —Luego me
miró como si las piezas del rompecabezas comenzaran a encajar en su mente—. El 08
atacante le disparó a la mujer una vez. Entonces el chico saltó delante de ella para
protegerla. El atacante... —Caminó hacia un pasillo que conducía a las oficinas en
la parte trasera. Lo seguí.
—¿En qué estás pensando?
—En nada. Aún no. Parece que el atacante intentó sacar al niño del camino;
pero bloqueaba el ángulo de la cámara, por lo que fue difícil saber exactamente qué
ocurrió.
Fuimos a una oficina donde otro detective observaba la grabación de las
cámaras de seguridad. Asintió hacia Ubie, luego regresó a su tarea.
—¿Puedes rebobinarlo? —le preguntó el tío Bob.
Lo hizo, y vimos cómo se desarrollaba el horroroso acontecimiento. Mis
manos taparon de golpe mi boca cuando le dispararon a la mujer. Cuando el chico
se lanzó para protegerla, mi fe en la humanidad fue completamente restaurada.
Podemos ser una raza arruinada, pero todavía existían más buenos que malos en el
mundo.
El hombre luchó con el niño unos segundos, luego se rindió y disparó, muy
cuidadosamente. Después de eso, el atacante abrió fuego al azar. Muchos de los
empleados y clientes ya habían huido. Algunos se quedaron escondidos detrás de
los mostradores y debajo de las mesas, pero el atacante todavía se las arregló para
derribar a varios de los más desafortunados, entre ellos un anciano que usaba un
bastón. No podría haber salido corriendo, aunque lo hubiera intentado.
Entonces, justo cuando el hombre se hallaba a punto de huir, se detuvo
sobre la mujer. Apuntó el arma a su cabeza otra vez. Le dio un empujoncito con el
pie.
Satisfecho, huyó por la puerta trasera.
Me hundí en una silla. El tío Bob me miró de nuevo. —¿Qué piensas,
calabacita? ¿Su marido?
—Sí. O ex marido. No quería matar a su hijo. A menos que tuviera que
hacerlo. Pero quería malditamente asegurarse de que su esposa muriera. Lo
suficiente como para matar a otros.
El otro detective frunció el ceño. —¿Obtuviste todo eso del video?
—Está al frente, observando —le dije al tío Bob—. Probablemente
encontrarás una peluca y una barba postiza en su auto. Y ha estado practicando, 1
por lo que parecerá desconcertado. Nada lo haría más feliz que el equipo de
noticias capturando su angustia para que todos lo vean cuando le digas que su 09
esposa está muerta.
Ubie asintió. —¿Por si acaso no tienes su nombre y número de seguro
social?
Levanté el brazo. —Vas a necesitar esto.
Sacudió la cabeza. —Aún estás bajo arresto.
—Está bien. —No iba a discutir con él. Algo lo carcomía. Le causaba
remordimiento. Y definitivamente me involucraba. Tenía sus razones para desear
que me quedara en casa. Para mantenerme a salvo. Podría respetar eso, aunque no
le hiciera caso.
Apretó la boca, luego llamó al oficial para que me quitara las esposas. —
¿Quieres ser parte de esto? —Del arresto. Quería ser parte de la detención.
—¿Sabes qué? Creo que te dejaré manejar esto.
—De acuerdo.
Me paré y lo abracé. Muy fuerte. Por mucho tiempo. Al menos, no tenía a un
miembro de mi familia manipulando un falso tiroteo para asesinarme. Mi familia
podía entender la diversión como algo disfuncional, pero rara vez eran homicidas.
Cuando regresé a Misery, pasé al atacante. Me detuve y retrocedí un paso.
Ahora era tan obvio. Sus emociones no eran las correctas. Quería mirarlo a los ojos.
Para hacerle saber que sabíamos lo que había hecho. No pude evitar que mi rostro
expresara el desprecio.
Era alto y fornido, con un vientre de cerveza prominente que gritaba ataque
al corazón.
—¿Qué? —preguntó, mirándome con curiosidad. Entonces se dio cuenta de
que podría ser alguien importante. Su expresión cambió a preocupación.
Desesperación—.‖Mi‖mujer.‖Creo…‖creo‖que‖estaba‖allí.
Me acerqué y lo miré fijamente. —¿Crees?
Me volví hacia el tío Bob e hice un gesto hacia el hombre. —Este es él.
No es como si necesitara hacerlo. Había estado parado detrás de mí todo el
tiempo, por lo que al sospechoso le habría sido un poco difícil escaparse.
Asintió. —Gracias, calabacita.
1
El hombre reanudó sus esfuerzos. —Por favor, solo quiero que me den
información sobre mi esposa. Ya debería de haber llegado a casa. 10
Realmente creía que el tío Bob iba a decirle que su esposa fue fatalmente
asesinada en un ataque al azar y sin sentido. Y él era bueno. Sus expresiones eran
perfectas. Preocupación. Duda. Agonía. Tenía la sensación de que incluso lo
negaba un poco para no correr riesgos.
Pero cuando Ubie lo empujó contra una patrulla y le ordenó a un oficial que
lo custodiara hasta que pudieran obtener una orden para registrar su casa y
automóvil, se desmoronó la actitud bien ensayada del hombre.
—¿Qué…?‖ ¿Qué‖ est{‖ pasando?‖ Solo‖ estoy‖ aquí‖ por‖ mi‖ esposa.‖ —Intentó
seguir fingiendo, pero le resultó un poco desconcertante la comprensión de que
enfrentaba una vida detrás de las rejas. El pánico se apoderó de sus pulmones.
Cuando el oficial fue a esposarlo, comenzó a pelear.
Se necesitaron tres oficiales para contenerlo y meterlo en la patrulla.
Incapaz de soportar por más tiempo a esta basura, busqué a Misery. Me
subí. Me senté por un largo rato.
Anhelaba tomar el control de este mundo. Para hacerlo funcionar de manera
diferente a Jehová. Le dio autonomía a los humanos, la libertad de elegir hacer lo
bueno o lo malo. Pero ¿qué haría yo de manera diferente? ¿Curar todas las
enfermedades? ¿Reprimir toda la violencia? ¿Borrar todo vestigio de racismo?
—Jehová tiene algo de razón —le dije al ángel que se hallaba al otro lado de
la puerta de mi pasajero, mirando al interior—. Controlar a la raza humana,
incluso un poco... esa no puede ser la respuesta. ¿Dónde terminaría? ¿Cuándo las
personas están tan sanas que viven durante cientos de años? ¿Y aún, procreando
hasta que el mundo esté tan sobrepoblado que tendremos que juntar nuestros
recursos y encontrar otro mundo para vivir? Y entonces ¿qué? —Arqueé las cejas
preguntando—. La vida es un ciclo. Lo comprendo. Y lo entiendo. Puede intervenir
cuando se le pide. Cuando le oran. Eso era parte del trato.
El ángel inclinó su cabeza mientras me escuchaba despotricar.
»Pero son esos pocos seres humanos que... lo arruinan para el resto de
nosotros, ¿sabes? Quiero decir, santo infierno, ¿por qué simplemente no se
divorcian? Y luego están los accidentes. Los trágicos accidentes que nadie vio
venir. De alguna manera parecen los más injustos de todos. Cuando no son culpa
de nadie. Solo suceden por ninguna razón explicable. —Miré fijamente al ser
celestial—. Bueno, quiero una explicación. ¿Qué sucede con Curren? ¿Qué hizo? 1
No tenía ni idea de por qué repentinamente me desahogaba con un ángel.
Yo había visto mucho. Enfrentado tanto. Quizás era la esencia de ese dulce niño
11
cruzando a través de mí, un niño que nació de padres tan respetables, una familia
tan amorosa, para luego ser confrontada con la realidad de que no todos los padres
fueron creados iguales. No todos eran una joya. Algunos, en cambio, disparaban a
su propio hijo para librarse de una molestia. E incluso otros, se librarían del niño
por completo. O cometen actos indescriptibles. O simplemente ignoran a sus hijos,
fingiendo que no existían.
—¿Sabes qué? —le pregunté al ángel—. Pienso igual que Angel. También
renuncio.
Siguió mirando fijamente, indeciso.
Se encendió la furia que se acumuló como un balde de gasolina en mi
estómago. Me enfermaba las cosas atroces que las personas se hacían entre sí. Le
disparó a su propio hijo para matar a su esposa. Cuando yo ni siquiera podía tener
a la mía en brazos, ni siquiera podía verla sin arriesgar su vida, le disparó a su hijo.
Limpié con rabia las lágrimas que se negaban a ser sofocadas y fulminé con
la mirada al ser celestial. Estaba aquí. En este plano. Y no hizo nada. Un ser
poderoso y radiante solo se quedó de pie y dejó que ese hombre lastimara a toda
esa gente.
Aquí es donde Jehová y yo nos separamos. Podría haber hecho algo. Podría
haberlo detenido.
Pude haberlo detenido.
Cuando el mundo comenzó a temblar a mí alrededor, cerré los ojos. Respiré
profundo. Intenté apaciguar la rabia que bullía en mi interior. Tuve que ralentizar
los latidos de mi corazón. Para calmar la emoción cruda que amenazaba con
desgarrarme.
Entonces, a pesar de cerrar los ojos, mis dedos, con los nudillos blancos y
agarrando el volante, me centré. Parpadeé, confundida cuando el mundo se inclinó
y comenzó a girar. Entonces la realización se hundió. Mis moléculas se separaban.
Mordí.
Luché por controlarlo.
Perdí.
Antes de que supiera lo que sucedía, me sumergí en el reino celestial, la
sensación similar a ser lanzada desde una sauna a un lago congelado. El repentino 1
cambio de temperatura, como el hielo hirviente, como la abrasadora quemadura
del congelador, provocó que las ondas de choque se dispararan a través de mi 12
sistema nervioso. Los vientos se agolpaban a mí alrededor, y luché por unir las
células en mi cuerpo, para traerlas de vuelta al redil, pero se dispersaron en la
tempestad escondida detrás del velo de nuestro mundo.
Me doblé, cerré las manos en puños y dije en voz baja—: Detente.
Un cambio en la realidad me recorrió. El tiempo desapareció, sí, pero fui
arrancada. El suelo debajo de mí se encontraba húmedo. El interior de Misery se
transformó en árboles, arbustos y césped, y comencé a darme cuenta de que ya no
me hallaba en Kansas, a no ser que Kansas fuera de un verde esmeralda espeso con
aire helado y un océano estrellándose contra rocas cercanas.
Probablemente no.
Me puse de pie y giré en círculos, intentando ubicarme. Árboles. Pastizales.
Árboles. Pastizales. El terreno, impresionante y feroz, era el polo opuesto de
Nuevo México.
La última vez que me dejé llevar por mi temperamento, terminé en Nueva
York, pero las olas me convencieron de que tampoco me hallaba en Nueva York.
Aprendí a desmaterializarme, pero aún tenía problemas para controlarlo, como
ningún control en lo absoluto, de en donde terminaba. Entonces, solo Dios sabía.
Bueno, Dios y mi viejo amigo GPS.
Palmeé los bolsillos de mi falda y oré, pero mi teléfono seguía en Misery con
mi bolso. Y mi chaqueta. Y mi identificación.
Sentí un poco de pánico sudoroso. Si moría aquí, nadie sabría quién era.
Nunca encontrarían mi cuerpo. Y si lo hacían, no tendrían forma de identificarlo. A
menos que descubrieran el diminuto tatuaje que Pari me realizó en la muñeca que
decía en negrita SRA. de REYES FARROW. Eso podría darles una pista.
Aún así.
Tenía que solucionar esta mierda. Pero primero, tenía que llegar a casa.
Podría intentar desmaterializarme y encontrar mi camino de regreso, pero
conociendo mi suerte, acabaría en un campo de entrenamiento terrorista. O en una
prisión para hombres. O un comercial de higiene femenina.
Sin más alternativas, comencé a caminar.
Viéndole el lado positivo, ningún ángel me acechaba.
Del lado oscuro...
No, no iba a sucumbir al lado oscuro. 1
Repetí ese mantra y canalicé mi Luke Skywalker interior mientras caminaba 13
por lo que parecían horas. El paisaje era como nada de lo que había visto. No en la
vida real. Era rocoso, cubierto de hierbas, boscoso y olía fresco, como la suciedad,
sal y ozono. Seguí el sonido del océano y llegué a un impresionante acantilado que
caía por lo menos a treinta metros, olas blancas estrellándose contra rocas afiladas
y sobresalientes. Entonces giré hacia la derecha. Parecía lo correcto.
Todo era tan impresionante, pero tenía lugares por ver y gente que visitar.
No tenía tiempo de vagar por ahí, buscando signos de vida.
Espera. ¿Y si no fui a ninguna parte? ¿Y si realmente había retrocedido en el
tiempo? ¿Era eso posible? Repasé lo que sabía sobre los dinosaurios, lo que era
básicamente: dientes planos, herbívoros. Dientes afilados, huye.
Hice una nota mental para correr de cualquier manera.
Tras otras diecisiete horas, o posiblemente treinta minutos, vi una casa
aislada escondida entre dos colinas rocosas. Como un paraíso. Como un santuario
para viajeros perdidos. O, más probablemente, como la guarida de un asesino en
serie. De cualquier manera, era mi única opción. Me dirigí ahí.
Dos años más tarde, sin aliento, congelada y cerca de la muerte, llamé a la
puerta de la casita de asesino en serie más pequeña que había visto. Contestó una
mujer de unos cincuenta años, con el rostro redondo y las mejillas sonrosadas por
los vientos amargos de la tierra extraña.
—Oh, cielos —dijo, o por lo menos creo que eso es lo que dijo, tan
sorprendida de verme como yo de verla. Se volvió y gritó—: ¡Bernie! Tenemos una
mujer en la entrada.
—No es una hoja de té, ¿verdad? —gritó una voz masculina.
Me miró de arriba abajo. —No se parece a una. Más bien una chica ahogada.
Me abracé para contener un escalofrío cuando un hombre alrededor de la
misma edad que la mujer se acercó, sus ojos brillantes por la emoción. —Tenemos
una muchacha, ¿eh?
La mujer asintió. —¿Qué haces ahí afuera en el frío?
Sus acentos eran tan marcados, que ni siquiera podía descifrar qué idioma
hablaba. —Um, ¿hablas inglés?
Bernie se echó a reír y dio una palmada en su pierna cuando la mujer, a la
que aún debía ser presentada, dijo—: Hablamos inglés, amor.
1
—Oh. —Conocía todos los idiomas que se hablaban en el planeta, vivos y
muertos. Pero de vez en cuando tenía un pequeño problema con los acentos. El 14
tono escocés es uno de ellos. Por lo visto.
—¿Estoy..? —Apenas podía decir las palabras en voz alta—. ¿Estoy en
Escocia?
La mujer rió de placer. —Eres una hermosura, ¿no es así? Entra y escapa del
frío.
—Gracias. —Entré mientras el hombre se marchaba.
Volvió con una manta y la envolvió a mí alrededor. —Eso es un pecado
sobre tu ropa —dijo, señalando mi ropa.
Probablemente tenía razón. Tan húmedas como se encontraban mis ropas,
probablemente parecían pecaminosas. Mostraban demasiado. Quizás eran
realmente religiosos.
—Sí —dijo la mujer, mirando a su marido—. Es muy horrible ver a una
chica hermosa muy tarde por la noche.
Él se encogió de hombros. —¿Té?
—La chica es americana, idiota.
—Cierto. ¿Café entonces?
Ahora eso sí que lo entendí. Todavía funcionaba con sólo una taza. No
duraría mucho más.
Una sonrisa floreció en mi cara. Esperaba al menos. Mi cara se encontraba
bastante entumecida, así que podría haberme babeado. —Por favor.
Observar a la pareja mientras trabajaban haciendo café y galletas fue como
ver una comedia estadounidense. Eran hilarantes, sus bromas amorosas y
desmoralizadoras. Mi tipo de gente.
Después de llenar mi vientre con galletas que no eran galletas en absoluto,
Bertrice y Bernie me ofrecieron usar su teléfono.
—Muchas gracias —dije, pero no tenía idea de cómo marcar a América.
Bertrice me mostró cómo llamar al operador, y finalmente, después de
varios intentos y conexiones fallidas, un teléfono sonó al otro lado del mundo. Sin
embargo, cuando sonó por tercera vez, había perdido completamente el hilo de la
conversación.
Me encontraba de pie en un pasillo oscuro. La cabaña era en realidad
redonda, y justo en el centro había un armario de madera, en forma de octágono.
1
Me acerqué más. Examinando el tallado. La forma en la que la puerta se
abría. 15
Los Brummels lo usaban como despensa, pero había visto un armario
exactamente igual que este en el convento en el que Reyes me había mantenido
secuestrada durante ocho meses. El que nos llevó una eternidad descubrir cómo
abrir. El que, cuando entré, hizo que mi luz desapareciera del reino celestial.
Simplemente desapareció.
Nada, ninguna habitación, ningún material, ninguna bóveda de banco,
podía bloquear mi luz. Incluso la Tierra misma no la bloqueaba. Los difuntos la
veían desde cualquier parte del mundo. Era un faro para ellos. Un faro para que
pudieran encontrar su camino al portal cuando estaban listos para cruzarlo.
La única vez que había sabido que desapareció fue cuando entré en ese
armario hace unos meses. Y este era exactamente igual. Hasta el tipo de madera.
—¿Charley? —preguntó Cookie, gritando prácticamente en el teléfono.
Gracias a Dios que había aceptado la llamada por cobrar. No podía imaginar pasar
por todo eso otra vez.
Este lugar era completamente rural, así que esperaba la mala conexión. No
había esperado el terror en su voz.
—¡Hola, Cook! Nunca adivinarás en dónde estoy.
—¿En dónde estás? —preguntó, aterrada.
—Claro. Eso es lo que quiero decir. Nunca lo adivinarás.
—Charley —dijo con su voz de mamá.
—Dios, está bien. Estoy algo así como en Escocia. Probablemente esta
llamada nos va a costar una fortuna.
—Charley, no es momento de bromear.
—No, de verdad, este es un teléfono fijo, y ya que tuve que llamar por
cobrar, así que serán muchísimos billetes, nena.
—Sabes a lo que me refiero. ¿Escocia?
—¿Lo sé, verdad? Simplemente terminé aquí.
La realidad se hundió. —Pero... pero ¿recuerdas quién eres?
—Sí, Cook. No he perdido mis recuerdos. Solo mi chaveta. No tengo dinero,
ni teléfono, ni pasaporte. Si los policías me atrapan, estoy jodida. Además, no sé
cómo volver. Pero hagas lo que hagas, no puedes decir...
—¿Has‖intentado‖golpear‖tres‖veces‖tus‖talones‖y‖decir,‖“No‖hay‖lugar‖como‖ 1
casa”?
—Esto es serio, Cook. No se lo digas a Reyes. Te lo ruego.
16
Cuando me encontré con un espeso y prolongado momento de silencio, le
dije—: Está ahí mismo, ¿no?
—Bueno…‖
—Oh, espera. —Cerré los ojos y dejé que una ola de vergüenza y alivio me
invadiera. Sentí su calor en mi espalda. Su poder. Su preocupación—. No importa.
—Lo siento, Charley. Ha estado moviéndose de un lado a otro y...
Se estiró por detrás de mí y desconectó la llamada. Luego se acercó,
ahogándome en su calor. Saturando cada célula. Llenando cada rincón oscuro.
Se inclinó hacia mí. Presionó su boca en mi oído. Susurró—: ¿Quieres
explicarte?
Me volví hacia él por fin. Se cernía sobre mí. Con curiosidad. Preocupado. Y
un poco enojado. No sabía qué decir. Había explotado y acabado a miles de
kilómetros de distancia. Así que decidí cambiar de tema. —¿Te parece familiar ese
armario?
No se dio la vuelta. No me quitó los ojos de encima. No cambió su expresión
en lo más mínimo.
—Es como el del convento.
—¿Lo es? —preguntó, aun negándose a mirar—. Hay un ángel con una
herida de espada explicándole a Jehová ahora mismo cómo se la hizo.
—Reyes —dije, alarmada—. ¿Qué hiciste?
—¿Qué hice? —preguntó, todavía muy serio.
—Bueno, sí. —Lo empujé. No se movió—. ¿Te metiste en una pelea con un
ángel?
—Con tres. Pensé... —Se interrumpió, pero no abandonó su posición—. Creí
que te habían llevado.
—¿Pensabas que me habían llevado? —pregunté, atónita y halagada a la
vez—. ¿Por qué me llevarían? Espera, no, ¿a dónde me llevarían?
—Nada importante. ¿Por qué estás aquí? —Miró alrededor de la cabaña
justo cuando Bernie se acercaba detrás de él, su expresión grave cuando dijo—:
Agarra un cuchillo, esposita. La mierda está a punto de volverse real.
—Bernie, espera —dije, empujando a Reyes y levantando mis manos—. Este 1
es mi esposo. Vino a buscarme.
17
Bernie siguió mirándolo con furia cuando Bertrice corrió detrás de él con un
cuchillo. —Una buena mordedura es todo lo que necesito, supongo.
—Está bien, en serio. Es un buen tipo.
Bernie se relajó, pero muy apenas. —No tiene derecho a llevarte contra tu
voluntad.
Me volví hacia Reyes. —Bernie tiene razón.
Reyes me fulminó con la mirada, luego cruzó los brazos sobre su pecho. Lo
que le dijo al hombre, con un perfecto acento escocés, me dejó helada. —No me
voy a mover ni por un segundo, pero mejor te lo advierto, soy firme.
Fue en ese momento cuando me derretí. Solo un poco. Principalmente en las
rodillas.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Val_17

Gracias a Dios no tengo que cazar mi comida. Ni siquiera sé dónde viven los
tacos.
(Meme)

Bernie se acercó a mi esposo, sacando pecho en un despliegue de fuerza y


audacia. —Sólido o no, la sujetas así otra vez, y te encontrarás cubierto con tu
propia sangre.
Él y Reyes se pararon nariz contra nariz durante un instante antes de que 1
Bertrice golpeara a su marido en la espalda. —Suéltalo, Bernie. Tú serás el que verá
su tumba antes de que incluso se mueva. —Me miró y guiñó un ojo—. ¿Es guapo, 18
verdad?
—Sí —dije, envolviendo un brazo en el de Reyes. Como no sabía si quería
decir guapo o valiente debido a su pronunciación, sólo concordé—.
Definitivamente es guapo. Este es Reyes.
Bernie tomó la mano de Reyes. Hicieron las paces. Los bizcochos fueron
comidos, porque ¿a quién no le gustan los bizcochos que saben a galletas?
Nos despedimos y prometimos volver a visitarnos. No podía sacar el
armario de mi mente. Eso no pudo haber sido una coincidencia.
Caminamos unas cuadras en la oscuridad, el frío era menos frío con Reyes
cerca. Era como tener mi propio calefactor de viaje personal y fabricante de latte. El
hombre podía hacer un latte.
Además, me dio su chaqueta. Era como una manta enorme, cómoda, y olía
como él. Luché por evitar llevarlo a mi cara y respirarlo.
Ya que no tenía ni idea de cómo íbamos a llegar a casa; Reyes básicamente
se teletransportó; me volteé hacia él. —Así que —dije, con el aliento formando una
nube en el aire—, ¿alguna idea de cómo vamos a volver?
Nos detuvimos en una arboleda, y Reyes se encontraba apoyado en uno,
observándome. Estudiándome.
Cuando habló, fue con ese mismo acento escocés. El que derretía mis
rodillas. Y mis bragas. Sobre todo, mis bragas.
—Ven aquí, nena.
Lo hice. ¿Cómo no hacerlo? Me empujó en sus brazos, donde era cálido y
seguro.
—¿Quieres decirme qué pasó? —preguntó con su acento normal.
Curiosamente, todavía funcionaba para mí.
Me encogí de hombros. Si quería una conversación, tendría una. —¿Me
dirás por qué quieres que deje el caso Foster?
Se tensó y apartó la mirada, pero no dijo nada.
—¿Qué hay acerca del hecho de que eres un Dios? Quiero decir, te acabas de
enterar. ¿Qué piensas? ¿Qué recuerdas?
Silencio de nuevo.
—¿Qué hay acerca del cristal divino? Es evidente que te molestó que lo
tenga. 1
Nada. 19
Me aparté de sus brazos y caminé hacia un arroyo. La luna brillaba sobre el
agua burbujeante. —De acuerdo, siempre podemos hablar de la promesa que le
hiciste a Miguel. ¿Te acuerdas de eso?
Cuando me volteé, me miraba de nuevo, sus ojos oscuros brillaban como si
la luna bailara dentro de ellos.
—Le prometiste que sacarías a los tres dioses de Uzan de este plano. Te
engañó, ya que no tenías idea de que eras uno de los tres. Pero, ¿hay alguna
escapatoria? ¿Cómo vamos a evitar eso? —Esperé, pero no mucho tiempo—. Y
hablando del cristal divino, hay almas inocentes atrapadas allí. Ahora se
encuentran con un demonio asesino llamado Kuur y un dios malévolo,
Mae’eldeesahn.‖Tengo‖que‖sacarlos.‖Me‖he‖estado‖devanando‖los‖sesos,‖pero‖no‖sé‖
cómo. No sé cómo es una dimensión infernal.
En ese punto, expresaba algo así como mi corriente de conciencia. Si él no
quería charlar conmigo, yo charlaría conmigo. Era una excelente compañía.
—Y, según Kuur, la única manera de sacar un alma es abrir el colgante y
decir el nombre de la persona, pero sólo el que los puso allí en primer lugar puede
liberarlos. Si ese es el caso, estamos seriamente jodidos. Sin mencionar el hecho de
que no sabemos ninguno de sus nombres.
Maldije al sacerdote sádico que condenó a todas esas personas a una
dimensión infernal en el año 1400. ¿Cómo serían ahora? ¿Seguirían allí? ¿Habría
algo de su cordura para salvar? No tenía idea de lo que seiscientos años en una
dimensión infernal le haría a la psique, pero no podía ser bueno.
—Sabes, pensaba en mis suegros. —Me acerqué, ansiando su calor. Y su
olor. Y el poder que continuamente zumbaba a través de él como una fuente
infinita de energía—. ¿Ya sabes, de tu lado sobrenatural? Al estar casada contigo,
soy la nuera de Satanás, la cuñada de Jehová y la tía política de Jesús. Somos como
la última familia nuclear. Oh, ¿y sabes lo que es un Dios Devorador? Al parecer le
mostré algo al agente Nick Parker, algo profético, y me llamó un Dios Devorador.
Me aparté de él, rompiendo el hechizo que trataba de lanzar.
—Además, el infierno se va a congelar, porque al parecer es una cosa real.
—Ellos no me merecían.
Me giré. Por fin bajó la mirada. —¿Quién no te merecía?
—Los Loehrs.
1
Me acerqué, confundida. Los Loehr eran sus padres biológicos. Los había
elegido de entre todas las personas del mundo para formar parte de ellos. Y ahora 20
eran los guardianes de Beep, cuidándola y amándola como nadie más podría.
—Reyes,‖son‖buenas‖personas.‖Ellos‖se‖ocupar{n‖de‖Beep‖como‖si‖fuera…
—Exactamente. Buenos. No me merecían. Yo soy malo. Los Foster les
hicieron un favor.
Mientras sus palabras se hundían, empecé a comprender sus dudas sobre mi
caso. —Entonces, ¿crees que lo que hicieron estuvo bien?
—Creo que hicieron lo correcto.
—¿Lo correcto? —Puse mi mano sobre su pecho—. ¿De eso se trata todo
esto?
No respondió otra vez. Su mandíbula se flexionó bajo el peso de su estrés.
—Creo que tienen la capacidad de ver en el reino sobrenatural. No
totalmente,‖pero‖sólo‖lo‖suficiente‖para…
—¿Conocer el mal cuando lo ven?
Se metió las manos en el bolsillo. —No. Sólo pienso que así es como escogen
a sus víctimas. ¿Hablaste con ellos, me imagino? ¿También con el señor Foster?
—Sí. Fui a su oficina esta mañana.
—Te adorarán —dijo—. Al igual que con Shawn.
—¿Shawn?‖¿Por‖qué?‖¿Qué‖lo‖hace…?
Se alejó de mí. Su perfil con ángulos perfectos y curvas sensuales casi
brillaba bajo la cálida luz de una luna amarilla. Lanzaba sombras donde sus
pestañas se extendían por sus mejillas. El efecto era impresionante.
—¿Qué es tan diferente acerca de Shawn? No noté nada fuera de lo común,
aparte de la pureza de su aura.
—Porque nunca miras más allá de lo que se ve a simple vista. Confías
demasiado en leer sus emociones.
—Ha funcionado bastante bien para mí hasta ahora. ¿Y mirar más allá? ¿Te
refieres a cuando cambio a otro plano? —Tomé su silencio como un sí—. De
acuerdo, así que, si hubiera mirado con más cuidado, ¿qué habría visto?
—Lo opuesto a mí.
Bien. Hoy era el Hombre Críptico, lo que significaba que no se hallaba muy 1
cómodo hablando de ello. —Opuesto. ¿Algo así como oscuridad contra luz?
21
Finalmente encontró mi mirada. —Es un Nefilim.
—¿Nefilim?‖Quieres‖decir…‖—Mi mandíbula se abrió, y permanecí sentada,
atónita, muda, durante aproximadamente una hora. Que un Nefilim, parte
humano, parte ángel, fuera algo posible era increíble. Que eso realmente pudiera
suceder—. ¿Son reales?
—Es descendiente de la unión de un Grigori y de un humano.
—¿Él lo sabe?
—Lo dudo.
—Santa vaca. —Volví al arroyo—. Esto es grande. Esto es como descubrir el
Arca de Noé. O el Santo Grial. O un OVNI estrellado.
—Hay más de lo que podrías pensar.
Me volví hacia él. —¿Hay más? ¿Cómo no sé estas cosas?
—Deberías venir aquí de nuevo. —El atisbo de una sonrisa se observó en su
boca.
—Deberíamos regresar.
—En ese caso, definitivamente tendrás que venir aquí.
Caminé hacia él y lo dejé envolverme en sus brazos.
—Agárrate con fuerza —dijo, había humor en la advertencia.
—Espera. ¿De verdad me habrías dejado caer esta mañana?
Se inclinó más cerca para susurrar en mi oído. —Justo sobre tu culo.
Antes de que pudiera responder, el mundo celestial se estrelló contra
nosotros. Azotando, aullando y recorriendo. Luego se fue, y estuvimos en la
oficina de Reyes.
Me balanceé mientras me estabilizaba, y luego lo miré.
—Eso es horrible —continué, retomando donde lo dejamos y deseando
tener ese tipo de control sobre mi destino—. Se supone que debes cuidarme,
protegerme y prepararme tacos.
—Por favor. —Se sentó detrás de su escritorio, se recostó en la silla y me
observó. De nuevo—. El día que necesites la protección de alguien es‖ el‖ día…‖
bueno, el día en que el infierno se congele. No creo que mi querido papá vaya a
aceptar eso sin protestar. Probablemente debería cuidar tu espalda. Pero hasta
entonces… 1
Bien. Lo aceptaría. —¿Alguna idea de cuándo estoy programada para
transformar su dimensión en el Espectáculo de Hielo: Infierno sobre Hielo?
22
—Oye, jefe. —Sammy asomó la cabeza—. La freidora está descompuesta de
nuevo.
Me asomé por la puerta. —¿Revisaste el carburador? —Dios mío, yo era tan
útil.
Se rió suavemente y sacudió la cabeza. —Davidson, ¿dejaste de tomar tu
medicación de nuevo?
—¿Por qué? ¿Qué has escuchado?
—Llamaré a Saul —dijo Reyes.
¿De verdad?
Sammy le dio un pulgar hacia arriba y yo hice el gesto de loco. Me sentí
muy juzgada.
Iba a hacer hablar a Reyes. No iba a ceder a esta conversación sólo porque
tenía que llamar a Saul.
Cuando tomó el teléfono, continué mi discurso. —Así que, tuve una idea
sobre el cristal divino. —Esperé su reacción. No conseguí ninguna—. Así que, hay
reglas, ¿verdad? No sé los nombres de la gente que el sacerdote malvado envió allí,
y no soy la que los envió, de todos modos. Entonces pensé que puedo ir al infierno.
Puedo traerlo de vuelta.
Sacudió la cabeza, luego dejó un mensaje en el teléfono de Saul.
Cuando colgó, dijo—: No lo entiendes. La gente no se quema por una
eternidad. Eso es un mito. Hace tiempo que se fue.
—Pero la gente en esta dimensión sigue viva. ¿Y si solo lo rompemos?
—El cristal divino, por lo que sé, es una puerta. Un portal a la dimensión del
infierno. ¿Y si en vez de liberar a la gente dentro, la encerramos para siempre? ¿O
si toda la dimensión colapsara y los atrapará por toda la eternidad?
Tenía algunos puntos realmente buenos. Me senté frente a él, derrotada.
—Además, si realmente es divino, dudo que puedas romperlo con un
martillo.
Otro buen punto.
—¿Te molesta que lo tenga? 1
—¿Debería molestarme?
23
Dejé caer mi cuerpo sobre su escritorio. Él podía ser tan frustrante.
Se rió entre dientes.
—Supongo que tienes que trabajar.
—Nada urgente. ¿Quieres decirme cómo terminaste varada en Escocia?
Me encogí de hombros, su abrigo pesado sobre mis hombros. —
Simplemente me enojé.
—¿Conmigo?
—Con los hombres en general.
—Ah.
—¿Sabes cuándo nací?
—¿Qué?
—Ya sabes. ¿Cómo en qué era? ¿Qué edad tengo? ¿Estamos hablando del
Mesozoico, o tenemos que volver hasta el Paleozoico?
—No lo sé. Tu dimensión es mucho más vieja que ésta.
Me senté de golpe. —¿Más vieja?
—De todos modos, no es así como funciona. El tiempo no es el mismo en
todos los planos. La estructura cronológica de este plano no encaja con la de tu
dimensión. Sería imposible saberlo.
—¿Es una manera educada de decir que soy tan vieja, que tendría que ser
fechada con carbono para averiguarlo?
—Sí —dijo, su voz goteando de sarcasmo—. Es exactamente eso.
—Bien, ¿qué hay acerca de ti, entonces? ¿Cuántos años tienes? ¿Tú y Jehová?
¿Y cómo son tus hermanos? ¿Tienes mamá y papá?
Sus cejas se juntaron, pero sólo por un momento. —No recuerdo. No creo
que funcione de esa manera.
—Lo siento. ¿Qué recuerdas?
Llenó sus pulmones y se sentó en su silla. —Recuerdo que te trataba como
una mierda. Y sé que no lo recuerdas, porque si lo hicieras, me odiarías.
—Lo dudo. ¿Y por qué me tratabas tan mal?
Metió el labio inferior entre sus dientes mientras pensaba. —¿Sabes cómo en
la escuela primaria un niño tira del cabello de la chica que le gusta? 1
—¿Te gustaba? Espera. ¿Me tirabas el pelo? 24
—Tú te hallabas, por falta de una mejor frase, fuera de mi liga.
Bufé antes de darme cuenta de que hablaba en serio. —Me resulta muy
difícil de creer. ¿Te has mirado en el espejo últimamente?
Me estudió, luego preguntó—: Si alguna vez recuerdas, ¿me perdonarás?
Caminé alrededor de su escritorio. Apoyé mi culo contra este. Lo estudié un
largo momento.
Me lo permitió.
¿Cómo era posible que este hombre perfecto y yo nos encontráramos en la
misma órbita? ¿Me hallaba fuera de su liga? De ninguna manera.
Se inclinó, puso una mano en mis muslos y me deslizó la falda hasta que se
amontonó sobre mis caderas. Luego me miró. —Di que sí —dijo, su voz suave y
profunda.
—Sí.
La anticipación se agitó en mi estómago.
Me apoyó contra el escritorio de nuevo y se recostó, dejando que su mirada
viajara sobre mí, deteniéndose en mi entrepierna, luego continuando por mis
piernas.
El contorno de su polla a través de sus vaqueros aceleró mi pulso.
Antes de que pudiera hacer algo al respecto, levantó mi pie con bota y lo
apoyó en el brazo de su silla. Luego hizo lo mismo con el otro, antes de extender la
mano y separar mis rodillas. Agarró mis tobillos, mis botas sólo unos pocos
centímetros más arriba, y se sentó para volver a estudiarme.
Afortunadamente, Sammy cerró la puerta. De lo contrario los clientes
estarían recibiendo cena y espectáculo.
Fijó su intensa mirada en la mía. —Moja tus dedos.
Levanté una mano a mi boca.
—No ahí.
Sorprendida, alcancé entre mis piernas y metí los dedos dentro de mis
bragas, mi pecho subía y bajaba mientras los empujaba dentro.
—Más profundo.
Los empujé más profundo, la sensación arremolinándose en el hueco de mi 1
estómago.
25
Su respiración también se intensificó. —Frota tu clítoris.
Lo hice, el hambre que veía en su rostro era más erótico que mi propio tacto.
Observó un largo momento, moviéndose en su silla como si sus vaqueros
estuvieran repentinamente demasiado apretados. Entonces, con su voz profunda y
suave, dijo—: Córrete.
Era una orden simple. Nunca antes me había masturbado delante de
alguien. Pero la mirada en el rostro de Reyes, el deseo que brillaba en sus ojos, me
convenció de que no tenía absolutamente nada que perder.
Me froté el clítoris con dos dedos, viendo cómo su erección se hacía más
pronunciada. Sus manos se apretaron alrededor de mis tobillos. Su mandíbula se
flexionaba. Cuando extendió la mano y deslizó mis bragas a un lado para una
mejor vista, la excitación me inundó. Mi coño se sentía tan hinchado y sensible en
ese punto, que el roce más suave de sus dedos me habría empujado por el borde,
pero solo observó.
Giró su cabeza y salpicó el interior de mi rodilla con besos suaves. Mi piel
parecía tan tensa, que las caricias eran casi dolorosas. Y quería más. Quería su boca
en mí. Su polla dentro de mí.
Pero sólo miraba mientras yo trabajaba. Al principio, comencé lento, pero
cuando las brasas se encendieron y el fuego se extendió, mis dedos se movieron
más rápido.
Incapaz de sentarse ociosamente, se paró entre mis piernas, abrió mi
camiseta y deslizó mi sujetador hacia abajo, dándose acceso a mis endurecidos
pezones. Se inclinó y chamuscó primero uno, luego el otro con la boca. Su lengua
quemaba mientras cubría la cresta y chupaba.
La sensación era como una cuerda tensándose desde el pezón al clítoris.
Uno tiraba del otro, y la presión aumentó. Sus respiraciones audibles se aceleraron
con cada caricia. Agarré el costado del escritorio con la otra mano y me sostuve,
temblando incontrolablemente, hasta que la familiar calidez explotó en mi
estómago, tan fuerte que se apoderó de cada músculo de mi cuerpo, tan caliente
que inundó cada célula.
Envolvió un brazo alrededor de la curva de mi espalda y me abrazó
mientras me arqueaba en su contra.
No tenía idea si había sido demasiado ruidosa, pero cuando Reyes se
1
desabrochó los vaqueros, no me importó si grité su nombre con toda la fuerza de 26
mis pulmones. Empujó entre mis piernas, y su erección dura como una roca se
deslizó fácilmente en mí interior. Las olas del orgasmo seguían pulsando al ritmo
de mi corazón acelerado, la secuela exquisita, cuando su polla, tan perfectamente
colocada, persuadió un segundo orgasmo para que se elevara y llegara a la cima
en el instante en que me penetró, abriendo de nuevo las compuertas, derramando
lava fundida, dulce, caliente y sensual en mi núcleo, recompensando mi cuerpo
con las sensaciones más deliciosas en la Tierra.
Pero no se movió. Me abrazó, me apretó con fuerza, me inmovilizó, y dejó
que las convulsiones de mi clímax se apretaran y masajearan su polla,
exprimiéndolo hasta que explotó. Agarró un puñado de mi pelo. Me acercó con
más fuerza. Se balanceó contra mí. Y gruñó en voz alta. La combinación tan
placentera, tan etérea, que casi me vine de nuevo.
Nos mantuvimos abrazados, montando juntos la última de las olas,
disfrutando del contacto de cada uno hasta que los temblores terminaron.
Reyes me apretó otra vez y susurró—: Jodido infierno.
Estuve de acuerdo. Y no estaba lista para soltarlo. No todavía.
En lugar de vestirme, me levantó del escritorio y se sentó conmigo todavía a
horcajadas. Con él todavía dentro de mí.
—Bésame —dijo, otra orden que me dispuse a obedecer. Pero solo por esta
vez.
Sentí su sonrisa detrás del beso mientras presionaba mi boca contra la suya.
Me aparté y lamí mis labios. Luego volví a besarlo y lamí de nuevo. —Sabes
a algodón de azúcar.
Me sonrió de un modo saciado. —¿De verdad?
—Sí.
Lamió sus propios labios y volvió a recostar su cabeza. —Tú‖sabes‖a…
—¿Carne a la olla? —ofrecí.
Se rió entre dientes.
—¿Chiles rellenos? ¿Rollos de canela? ¿Ácido de batería? Tengo que dejar de
comer esas cosas.
—Sal —dijo por fin—. De mar.
—¿De Escocia? 1
Asintió y me acerqué más.
27
—No puedo creer que haya estado en Escocia. Piensa en toda la tarifa de
avión que vamos a ahorrar. Oh, creo que deberíamos nombrar a tu pene Vampiro
Lestat.
—¿En serio? Pensaba en Johnny Enojado.
Contuve una risita. —Tal vez deberíamos dormir sobre él.
Mientras nos sentábamos allí, la puerta se abrió, solo un poco, una mano se
deslizó adentro y dejó caer un juego de llaves en una mesita lateral. Mis llaves.
Reyes debió pedirle a Garrett que recogiera a Misery. Eso me ahorró un viaje.
—¡Gracias, Garrett! —grité.
Me dio un pulgar hacia arriba y cerró la puerta.
—¿Cómo crees que supo que nos realizábamos favores sexuales el uno al
otro? —pregunté, acurrucándome contra mi hombre de nuevo.
—Probablemente porque gritaste mi nombre unas siete veces.
Me eché hacia atrás y lo miré boquiabierta.
Me lanzó su sonrisa más malvada. —Pero es sólo una suposición.
Traducido por MaJo Villa & Lvic15
Corregido por Vane Farrow

Nunca dije que moriría sin café. Dije que otras personas lo harían.
(Meme)

Después de que Cookie fue a buscar a Amber a la escuela, ella y yo


revisamos todo lo que había descubierto hasta ahora sobre los Foster antes de
volver a casa. Había golpeado una pared de ladrillo, pero aparentemente tenía un
amigo en ello. No sabía que tenía amigos.
Pero se enteró acerca de las otras dos adopciones para las que la agencia de
adopción sombría, la Divina Intervención, llenó papeleo.
1
—De acuerdo —dijo, entregándome una hoja de papel—, ambos fueron 28
adoptados en Albuquerque. Un niño y una niña. El niño murió hace unos años en
un incendio. El inspector de incendios lo descartó como un incendio provocado,
pero nunca encontraron quién lo hizo. —Señaló el otro nombre—. Y ella. La mujer.
Tiene tu edad y sigue viviendo aquí. Oh, y también encontré el nombre bajo el que
hicieron el contrato de arrendamiento del edificio.
También me entregó esa información.
—Gracias, Cook.
Parecía cansada, y eso me preocupaba. Cookie nunca se cansaba.
—¿Cómo está el tío Bob?
Se encogió de hombros. —No vive conmigo.
—¿Se mudó? —pregunté, sorprendida.
—No, quiero decir emocionalmente. Es como si durante días no estuviera en
casa.
Cubrí su mano con la mía. —Es un caso, Cook. Son síntomas clásicos. Te lo
juro.
Asintió y se fue a casa temprano. Yo fui a ver a una chica acerca de un
edificio.

***

La mujer que había alquilado el edificio que el agente de adopción encontró,


vivía en Taylor Ranch, así que me dirigí en esa dirección a pesar de la hora. Nada
hacía que un día apestara como el tráfico de las horas pico. Afortunadamente, no
era tan malo. La mujer, una tal Karen Claffey, vivía fuera de Montano en un
pequeño estuco blanco con las flores descoloridas de plástico alineando el camino
de entrada.
Llamé a la puerta y oí a un perro pequeño ladrando en el interior cuando un
coche se detuvo. Una mujer de cincuenta años salió y se dirigió a su baúl para
sacar sus comestibles.
Sonreí y la saludé con la mano mientras caminaba desde su coche hasta la
puerta principal. —Hola. ¿Karen Claffey?
Asintió y cambió las bolsas de mano para abrir la puerta.
1
—Me llamo Charley Davidson. Soy una investigadora privada que examina
la Agencia de Adopción Intervención‖Divina‖y…‖ 29
—No sé nada de eso. —Su brusquedad me perturbó, pero solo por un
momento.
—¿De verdad? —Saqué el expediente—. De acuerdo con los registros de la
ciudad, usted alquiló el edificio en el que la agencia funcionaba.
—No lo hice. No sé nada al respecto.
Si ella tuviera una señal alrededor de su cuello, estaría parpadeando
diciendo MENTIROSA, MENTIROSA, PANTALONES EN FUEGO.
—No hay problema. Pero debería advertirle, trabajo con la policía de
Albuquerque en esto. Tengo que entregar mis conclusiones, así que puede que
aparezcan en los próximos días. Solo son cosas de rutina. Nada de qué
preocuparse. —Empecé a caminar hacia Misery—. Que tenga un buen día.
—No tenía nada que ver con esa agencia.
—¿Disculpe?
Molestia mezclada con una saludable dosis de miedo la invadieron. —No
fui yo. Simplemente pusieron el contrato en mi nombre porque iba a su iglesia y
nos hicimos amigos.
—¿Quién, señora Claffey?
—Eva y Abraham. Los Foster. Necesitaban el edificio, pero no lo querían a
su nombre.
Me acerqué. —¿Dijeron por qué?
Abrió la puerta principal y se detuvo a mitad de camino, como si insinuara
que tenía cosas mejores que hacer. —Solo que iban a adoptar a algunos niños y
querían iniciar su propia agencia. Por lo que pude decir, nunca abrieron ninguna.
El edificio permaneció vacío todo el tiempo. Les llevaba la información y la dejaba
en su casa. Eso es todo. No tuve nada que ver con el resto.
—Señora. Claffey, tengo que preguntarle: ¿qué resto?
Inclinó su cabeza pensando. O rezando. Estuvo así por un buen rato.
Después de que pasó suficiente tiempo como para que yo hubiera ovulado,
dos veces, me indicó que entrara.
Tenía un perro salchicha llamado Marley. Solo lo sabía porque le gritó 1
diecisiete veces para que se callara. Pero Marley continuó su reinado de terror,
ladrándome por unos buenos tres minutos antes de decidir que yo era buena. 30
Entonces empezó a querer que le frotaran el vientre y a jugar con juguetes de baño.
Como en una bañera de juguetes. Tuvo que sacar todos y cada uno de los juguetes,
y tuvimos que luchar hasta morir hasta que se aburría y se iba a buscar al
siguiente. Me pregunté si la señora Claffey se daría cuenta de su desaparición
después de mi partida.
Karen colocó las bolsas en el mostrador de la cocina, y luego comenzó a
preparar café. El olor me envió disparada a mi lugar feliz llamado Tierra del Café.
—Hubo algún alboroto hace un tiempo —dijo, hablando por encima de los
gruñidos del perro mientras peleábamos por un ratón rosado con una oreja—. Un
investigador vino diciendo que trabajaba para un defensor público y que
necesitaba todo lo que tenía sobre la agencia. Traté de decirle que no tenía nada. El
contrato estaba a mi nombre, era cierto, pero eso era todo. No tuve nada que ver
con el negocio.
Después de casi perder una mano, le pregunté—: ¿Dijo qué era lo que
investigaba?
Se ocupó a sí misma de guardar las comestibles. —Una mujer fue arrestada
por la desaparición y el asesinato de su hija. Pero ella dijo que no la había matado.
Dijo que una pareja de una agencia de adopción se le acercó. Luego, veinticinco
años más tarde, los restos del bebé fueron encontrados ni a cincuenta metros de la
casa en la que vivía en ese momento.
Me levanté y caminé hacia ella. O bien, cojeé hacia ella. Marley lamió mis
botas de tobillo. ¿Acaso los Foster habían adoptado a la niña de esta mujer
solamente para matarla? ¿Por qué ir a tales extremos? —¿Crees que los Foster son
capaces de un acto tan atroz?
Resopló. —Por supuesto. La historia de la mujer es demasiado... precisa.
Incliné la cabeza con tristeza y pensando. Necesitaba hablar con ese
investigador. —Señora‖Claffey…‖
—Solo Karen.
—Karen, ¿dejó el investigador una tarjeta o le dio un número de contacto?
—Lo hizo, pero lo tiré. Lo siento.
—Está bien. Puedo averiguarlo. Muchas gracias, Karen. —Tomé su mano y
le entregué una tarjeta—. Por si se acuerda de otra cosa.
1
Agarró mi tarjeta, y me encontraba un noventa por ciento segura de que
también la tiraría al minuto que me fuera. 31
Justo antes de que me dirigiera a la puerta, me di cuenta de que tenía que
advertirle. Hacerle saber que podría estar en peligro. —Karen, no quiero asustarla
o sonar fatal, pero por favor no le cuente nada sobre esto a los Foster. No quiero
que esto se vuelva en su contra.
Mordió su labio y sentí una mezcla de indignación y animosidad. —Ya no
los veo nunca. Dejé de ir a su iglesia hace un tiempo.
—¿Quiere decirme qué pasó?
Se dio la vuelta. Había estado haciendo esto el tiempo suficiente para saber
que la había perdido. —No.
Muy bien entonces —¿Cómo se llama su iglesia?
—Gente del Camino Divino.
—Realmente les gusta la palabra divino.
—Sí, piensan que lo son. —Me miró con seriedad—. Divinos. Ungidos.
Piadosos.
—¿No lo creemos todos? —pregunté con mi mejor sonrisa de auto
desprecio.
Le di una última caricia a Marley y luego me fui.
Tuve a Cookie en el teléfono antes de que llegara a Misery. —Cookie,
necesito que averigües quién se encuentra en juicio por asesinar a su bebé hace
veinticinco‖años.‖Solo‖encontraron‖el…‖
—Veronica Isom.
Me detuve. —Vaya, eso fue rápido.
—Ha pasado en todas las noticias.
Realmente necesitaba empezar a ver las noticias de la tarde. —Gracias,
Cook. ¿Puedes averiguar en dónde está detenida?
—Claro, cariño. Dame cinco minutos.
—Entendido.
Me subí a Misery pero no la encendí. En lugar de eso, esperé a que la
pequeña fierecilla en el asiento del pasajero anunciara sus intenciones.
Conocía a la chica. Era una belleza rubia de ojos azules que se había
ahogado cuando tenía nueve años. Vivía con mi amigo Rocket y la pandilla en un
1
asilo mental abandonado, así que realmente no la veía mucho. Ella tenía a sus 32
amigos y no había tiempo para aburrirme.
Fresa, alias Tarta de Fresa, basada en el pijama que llevaba, se encontraba
sentada fingiendo comer helado de un tazón. Daba un mordisco, y luego le daba
una probada a su muñeca. La calva.
Fresa tenía algo con el pelo de las muñecas. Bueno, con el cabello en general.
Siempre quería cepillar el mío o trenzarlo o hacerme un corte rápido. Después de
ver su colección de muñecas, decidí ir a un profesional.
—¿Te gustan las muñecas? —preguntó de la nada.
—Me gustan las muñecas inflables. ¿Eso cuenta?
—Oh, a mí también. Mi amigo Alex tenía una, y la golpeábamos en la cara, y
luego volvía a su forma original de nuevo.
No estábamos en la misma página. —Oye, dulzura, ¿qué estás haciendo
aquí?
—Te vi conduciendo y me acerqué.
—Oh. De acuerdo.
—¿Has visto a Angel? —Había desarrollado un tipo de enamoramiento por
mi investigador de trece años.
—No por un tiempo.
—Oh. Necesito que hables con mi hermano.
Su hermano, David Taft, era un oficial de la policía de Albuquerque al que
me gustaba hostigar ocasionalmente. —¿Sí? ¿Saliendo con zorras de nuevo?
Negó con un gesto. —Se cayó, y ahora ya no puedo verlo.
Me quedé helada. —Fresa, ¿qué quieres decir con que se cayó?
—No lo sé. Lo vi caer, y ahora no puedo encontrarlo. Necesito que le eches
un vistazo.
De acuerdo, si había una cosa en la que los muertos sobresalían, era en los
mensajes crípticos. Fresa no era diferente, pero si no podía verlo...
La alarma se deslizó por mi espalda. ¿Se había caído realmente? ¿Había
muerto? ¿Cruzó?
—Bueno. Voy a echarle un vistazo, cariño.
Asintió y le dio a su muñeca un nuevo bocado. —Te fuiste por mucho
tiempo. También te buscaba. Pensé que te habías ido.
1
Me acerqué y le alisé el cabello sobre el hombro. —Lo siento. —No tuve el 33
corazón para decirle que ella me había visto hace apenas unos días. Los difuntos
no siempre tenían el mejor sentido del tiempo. Tal vez era lo mismo con su
hermano.
Levantó su pequeño hombro. —Está bien.
—¿Quieres andar conmigo un rato? Voy a visitar a una mujer acusada de
asesinato.
Después de bostezar, se encogió de hombros otra vez. —Supongo.
Los niños de hoy en día. Tan difíciles de mantener entretenidos.
Encendí a Misery, saqué mi teléfono del bolsillo y llamé al tío Bob.
—¿Qué estás haciendo? —dijo en lugar de saludarme.
—No estoy conduciendo, si eso es lo que quieres decir. Llamaba para saber
del oficial Taft. ¿Se encuentra bien?
Después de un momento de silencio, preguntó—: ¿David Taft?
—Ese es. Su hermana no puede encontrarlo.
—¿Tiene una hermana?
—Fallecida.
—Oh. Oh, claro. Supongo que no me di cuenta que lo conocías tan bien.
David Taft está de vacaciones.
—¿De vacaciones? ¿Desde cuándo?
—Desde hace unos cuatro meses. Sin embargo, fue muy extraño. Llegó en
un día, habló con el capitán, luego limpió su escritorio y se fue. No lo hemos visto
desde entonces.
—¿Estás seguro de que no fue transferido?
—No de acuerdo con nuestros registros.
Si Taft acababa de dejar su trabajo, se tomó un tiempo libre, ¿por qué Fresa
no podía verlo? No es que fuera la fuente más confiable, pero aun así...
—De acuerdo, ¿cuál es tu teoría? —pregunté.
—¿Teoría?
—Vamos, Ubie. ¿En qué estás pensando?
—No lo sé, calabacita. Se cansó. Pasa todo el tiempo. 1
No el David Taft que conocía y que casi respetaba. Amaba su trabajo y solo
había estado en la policía por un año o dos. Y, la última vez que había revisado,
34
entrenaba para ser un francotirador. Tenía esperanzas. Aspiraciones. Y
probablemente una enfermedad de transmisión sexual después de todas las zorras
con las que había salido, de acuerdo con Fresa.
—Eso no suena como algo que haría.
—No lo sé, calabacita. Esta vida no es para todos.
Escuchaba eso. —De acuerdo, gracias, tío Bob. ¿Puedes mantenerme
informada sobre esto?
—Absolutamente. ¿Estás en casa?
Parpadeé. —Sí.
—Bueno. No te muevas. Estaré en casa dentro de una hora.
—Oh, de acuerdo.
Colgué el teléfono y me hallaba a punto de preguntarle a Fresa, alias
Rebecca Taft, si había estado en la casa de su hermano últimamente, cuando se
volvió hacia mí y me dijo—: Ya vuelvo.
Maldita sea. Su capacidad de atención era incluso más corta que la mía.
Tanto para usarla como investigadora. Tal vez podría llamar—: ¡Regresé!
Salté ante su inesperada aparición.
—Necesitaba un cepillo diferente. —Levantó lo que parecía un palillo de
dientes usado. Le dio la vuelta en sus dedos y luego rodó los ojos y dijo—: Uf. —Y
se fue de nuevo.
El David Taft sabático realmente me molestaba. ¿Por qué se fue así? ¿Y por
qué no podía encontrarlo Tarta de Fresa?
Otro efecto secundario de la aplicación de la ley era su alta tasa de suicidio.
¿Y si realmente se quemó? ¿Y si había hecho algo o visto algo que no debería haber
visto? ¿Y si se había ido?
Esperé hasta que llegué a un semáforo en rojo, incliné la cabeza. —David
Taft —dije, convocándolo. Si estaba muerto y aún en este plano, debería aparecer
junto a mí o en mi regazo o en la capucha. Tomaría cualquier escenario. Pero no
apareció.
Lamentablemente, eso no quería decir que no se hubiera muerto. Podía
haber cruzado al cielo momentos después de su muerte, y no podía convocar a
cualquier persona de vuelta desde el cielo. No que yo supiera. Aunque Angel 1
siempre juró que podía, nunca lo había probado.
Cookie llamó cuando me encontraba a sólo un par de cuadras de la oficina.
35
Le respondí con un simple pero elegante—: Hola, Cook.
—Hola, cariño. Así que está libre bajo fianza y alojándose en casa de sus
padres.
—Bien por ella. Parece como un buen lugar. Ayúdala a descansar y a
entender las cosas. ¿De quién estamos hablando?
Se rio entre dientes—. Veronica Isom.‖La‖chica‖acusada‖de‖matar‖a‖su…
—Claro. Lo siento. —El enigma Taft había sacudido mi cerebro.
—Viven en un parque de caravanas llamado Green Valley.
—Oh, perfecto. Dime la dirección, e iré allí.
—Lo haré. Así que, ¿por qué Robert piensa que estás en casa?
—¿Lo piensa? Eso es extraño.
—Charley —dijo, su voz adquirió una nota de mal agüero—. No voy a
mentirle a mi marido por ti.
—¿Qué? ¿Por qué? Totalmente mentiría por ti.
—Sí, pero te gusta mentir. Lo ves como un reto. Probablemente porque eres
tan mala en ello.
—Guau. Y los golpes siguen viniendo.
—Ten cuidado —dijo, su tono más divertido que preocupado.
—No voy a prometer nada. —Colgué, di una vuelta en U para aparcar en el
autoservicio más cercano, a continuación, fui a buscar a Veronica Isom, rezando
por que hablase conmigo.
Veinte minutos más y mitad de un café moka más tarde, entré en el Parque
de Caravanas de Green Valley de Cuarta. Sus padres tenían una caravana bien
cuidada. Verde aguacate. Se me abrió el apetito de guacamole. Y a su vez, me di
cuenta de lo cerca que el parque se hallaba de El Bruno’s. Tan cerca que podía oler
el chile verde tostándose, inundando mi boca con anticipación. Y saliva.
Mayormente saliva.
Mi estómago gruñó mientras iba hacia el camino de los Isoms. Golpeé la
puerta de metal y esperé. Un televisor sonaba suavemente en el fondo, y había un
coche en el camino, pero no obtuve una respuesta en la puerta hasta que golpeé
tres veces más. Y el que me dio la bienvenida no estaba contento de que hubiera 1
sido tan persistente.
Un señor mayor abrió la puerta.
36
—¿Señor Isom? —pregunté, rogando porque me diese unos segundos para
convencerlo de que me diera más.
Me miró. Tenía las cejas tupidas y una camisa azul descolorida de trabajo
con un emblema de Auto Crafters en él. Era un hombre de cuerpo. Podría
relacionarse totalmente a los hombres de cuerpo. Y, bueno, casi a cualquier
hombre.
—Lo siento mucho por molestarlo, pero quizás —Y este es un quizás muy
grande—, sea capaz de ayudar en el caso de su hija.
Eso llamó su atención, pero no de la forma en que había sospechado. —La
única cosa en lo que mi hija necesita ayuda es en firmar el acuerdo de culpabilidad
que le ofreció el fiscal. ¿Puedes ayudarla a hacer eso?
Mi corazón se hundió. Él, como probablemente el resto de la ciudad, creía
que su hija es culpable de asesinar a su hija. O eso, o no veía una manera de ganar.
Esto podría ser difícil de vender.
—¿Está aquí, señor Isom?
Me miró de nuevo, y sentí un desdén único flotando fuera de él. Mi instinto
me dijo que sólo la ayudaba por lealtad. Por un sentido de deber paternal. Pero su
corazón había sido rastrillado sobre las brasas. Podría verlo.
—Mi nombre es Charley Davidson. Soy una investigadora privada, y creo
que mi caso actual se relaciona directamente con su hija. Señor Isom, realmente
creo que su hija es inocente de los cargos en su contra.
—¿Y qué te hace estar tan segura? —preguntó. Pero sólo lo hizo para
demostrar que me hallaba equivocada. Que no creía ni por un minuto que fuera
inocente.
—Porque las mismas personas que pretendían tener una agencia de
adopción, los que tomaron su nieta, secuestraron a mi marido cuando era un bebé,
así como al menos a otro niño que sepamos.
Se enderezó, pero aún mantenía la puerta de la mosquitera, borrando
cualquier idea que pudiera tener de entrar. —No hubo ninguna agencia.
—La había —argumenté—. Y tengo pruebas. —No, no era nada físico, de
todos modos, pero no necesitaba saber eso.
Pensó en mis palabras por un momento, después gritó—: ¡Roni!
Una mujer se acercó a la puerta y acababa de salir de la ducha.
1
—Esta mujer ha comprado el gancho, la línea y el plomo de tu historia. Las 37
dos deberían pasar un buen tiempo juntas.
Vale. Bueno, eso sirvió...
—Soy Charley Davidson —dije antes de que pudiera arrojar algo más de
sarcasmo hacia mí—. Y sé que estás diciendo la verdad.
Se quedó completamente inmóvil. El señor Isom se alejó, casi cerrando la
puerta detrás de él. Pero Veronica la tomó y abrió la puerta más.
—Adelante.
Veronica tenía el cabello largo y oscuro que colgaba sobre sus hombros en
mechones húmedos, ojos grandes de color bourbon, y una figura curvilínea. Había
estado con una toalla secándose el cabello y continuó donde lo había dejado,
apretando los extremos con la toalla húmeda.
Caminé los pasos hacia un pórtico raquítico y entré. Había juguetes
esparcidos por la pequeña caravana.
—De mi sobrino. Está en la tienda con mi madre —dijo, explicando el
desorden. Pateó unos juguetes fuera del camino y me ofreció un asiento—. ¿Puedo
ofrecerte algo de beber?
Fue un gesto dulce. Por dentro, su pulso latía como un tambor de guerra.
Sus manos temblaban mientras secaba el agua de su pelo. Y había algo antinatural
en sus movimientos. Eran rígidos. Ansiosos. El fuerte elixir de la esperanza y el
miedo la dejó parcialmente paralizada.
—No, gracias, estoy bien.
Cuando se sentó, puso la toalla a un lado y apretó sus manos temblorosas en
su regazo. Después espero. No, deseó. Oró. Rogó.
—Veronica, la pareja que se te acercó hace tantos años, ¿recuerdas cómo
eran?
—¿Cómo te enteraste sobre el caso? —preguntó, de repente confusa—.
¿Estás trabajando con mi defensor público?
—No. Lo siento, no me he explicado. Soy una investigadora privada. Estoy
trabajando en otro caso que es periférico al tuyo.
Sus cejas se fruncieron. —¿De qué manera?
1
—No te lo puedo decir. Confidencialidad y todo eso. Pero te voy a decir que
creo que conozco quién se te acercó y por qué. 38
Inclinó la cabeza—. Porque era una vagabunda con un recién nacido. Es por
eso que se acercaron a mí.
No estaba a punto de entrar en el hecho de que su bebé probablemente tenía
una especie de aura que llamó la atención de los Foster, así que seguí con su
historia. —Estoy segura. ¿Por qué estabas sin hogar?
El señor Isom se encontraba en la cocina, escuchando cada palabra que
decíamos.
Ella miró en esa dirección, y luego dijo—: Era un desastre en aquel entonces.
Entrando y saliendo de las drogas. Sin embargo, había estado limpia. Una vez que
descubrí que estaba embarazada, empecé a mantenerme limpia y me quedé de esa
manera. Entonces, después de que tuve a Liana, su padre volvió a entrar en la foto.
Sentí una profunda furia emanar de la dirección del señor Isom.
Claramente, el ex de su hija no invocaba calidez y buenas vibraciones.
—Dijo que quería ayudar a criar nuestra hija. Me convenció de que me fuera
a vivir con él. Un mes más tarde. —Bajó la barbilla aún más—, estaba de vuelta en
la mierda y peleábamos todo el tiempo. Me echó, pero no podía volver a casa. No
me encontraba dispuesta a pasar por eso de nuevo.
—¿Pasar‖por…?‖—Me detuve. Por supuesto—. La abstinencia.
Se mordió el labio y asintió.
—¿Él te enganchó de nuevo?
—No me obligó a nada. —La culpa que irradiaba de ella me robó el aliento.
Me incliné hacia ella. —Pero se aprovechó de la situación, Veronica.
—Me dirigió. No significaba que tenía que seguirlo. Y, sin embargo, aquí
estamos. —Su respiración se enganchó en su pecho y recogí una pelusa de mi
suéter, dándole un momento para recuperarse.
No discutí con ella. Tenía razón, por supuesto, pero apostaría que él aún
merecía una gran parte de culpa.
Decidí llevar la conversación de vuelta al caso. —Hay una razón por la que
estás teniendo dificultades para encontrar pruebas de que existió la agencia de
adopción. Nunca fue licenciada.
Asintió. —Sí, eso es lo que dijo el investigador, pero no podía localizar a los
que de verdad dirigían el negocio. O el negocio falso. 1
Saqué la foto uno al lado del otro que tenía de los Foster que Cookie 39
encontró de más o menos el momento en que se llevaron la bebé de Veronica.
—Sé que esto puede ser imposible de recordar, ¿pero son ellos?
Miró la imagen. Entrecerró los ojos. Se volvió un poco hacia la izquierda. —
No creo.
Mis esperanzas se desplomaron. Tal vez me hallaba en el camino
equivocado. Ladrándole al árbol equivocado. Agarrando un clavo ardiendo. Y
cualquier otro cliché que pudiera pensar.
—Creo que... —continuó, mirando fijamente a los Foster—. Creo que es la
pareja que finalmente la adoptó.
Me enderecé, la esperanza floreciendo. —¿Los recuerdas?
—No. —Se puso de pie y fue por su bolso—. Nunca los conocí, pero los
agentes me dieron una foto de la pareja que iba a adoptar a Liana para hacerme
sentir‖mejor‖acerca‖de‖todo‖el‖asunto.‖Estaba‖muy‖indecisa.‖La‖recuperé‖cuando…‖
cuando la encontraron.
Sacó una foto.
La tomé y casi grité en voz alta. —Son ellos —dije, el reconocimiento
atravesándome—. Así que, ¿una pareja diferente se te acercó por esta pareja?
—Sí, parecían un poco fanáticos de Jesús, pero pensé que cualquier cosa era
mejor que vivir en una miseria infestada con las drogas.
—Excepto vivir con nosotros —dijo su padre, su tono amargo.
—Papá, detente. No eras tú. Lo sabes.
Se dio la vuelta y regresó a la cocina.
—Veronica, ¿qué edad tenías?
—Tenía dieciséis. —Miró por encima del hombro—. Después de que
tomaron a Liana, lo hice. Empecé a mantenerme limpia de nuevo. Decidí que iba a
tratar de recuperarla. Sé que es una cosa de mierda que hacer, pero fue tan
repentino. Sólo tuve unos días para pensar en ello. Pensé que le estaba dando un
mejor hogar. Todo este tiempo, pensé que estaba viviendo una vida que no podía
darle. Una vida mejor. Y... la mataron.
Se tapó la boca con las manos y dejó que una asfixiante agonía la llenara.
Sus hombros se sacudieron y fui a su lado. Pasé un brazo a su alrededor mientras
trataba de recuperarse.
1
Si habían secuestrado a otros niños, ¿por qué pasar por la molestia de fingir
adoptar el bebé de Veronica? ¿Por qué no simplemente llevársela? 40
—Veronica, ¿dónde vivías exactamente?
—En ese momento, vivía en un refugio.
Eso podría explicarlo. Los refugios a menudo bloqueaban sus puertas a una
hora determinada. Tal vez los Foster no podían entrar. ¿Tal vez sólo podían llegar
a ella cuando mendigaba, pero había demasiada gente? ¿Y fue sin duda durante las
horas del día? Tenía que ser eso.
—Bien, estoy trabajando con un detective en esto, o lo estaré pronto. Te lo
prometo, Veronica, te ayudaré en todo lo que pueda. Mientras tanto, envíale tu
comisaria al detective Robert Davidson.
La sala se enfrío a unos treinta grados al instante, y se alejó de mí.
—¿Qué? —pregunté, sabiendo la respuesta antes de que me la dijera.
—Es el detective que me detuvo.
—Oh, perfecto —dije, haciendo una nota en mi teléfono—. Entonces ya está
en el caso. —Me incliné más cerca—. Tenemos esto. Sólo cuídate. —Fui hacia la
puerta, y luego dije—: Y no firmes nada.
Traducido por Lvic15 & Umiangel
Corregido por Jadasa

Hablo mucho para ser alguien que no puede ponerse la ropa interior sin
caerse.
(Camiseta)

Para‖el‖momento‖en‖que‖llegué‖a‖casa‖con‖comida‖para‖cenar‖de‖El‖Bruno’s,‖
Ubie había salido de nuevo, Cookie enloquecía por ello, y Amber se escondía en su
habitación. Traté de llamar a mi tío cascarrabias, pero todavía tenía que
devolverme el favor. Probablemente enloqueció porque le mentí respecto a estar en
casa. Bicho raro.
1
Reyes y yo revisamos el caso, y compartí todo lo que encontramos sobre los 41
Foster y Veronica Isom. Escuchó, pero realmente no se unió a la conversación. En
realidad, no era de unirse. Aun así, no me daba órdenes como de costumbre.
Podía encontrar lo positivo en cualquier situación. Era un regalo.
Pero todavía podía sentir su resistencia a la idea. Sus reservas.
Acabábamos de limpiar después de la cena, cuando se escuchó un golpe en
la puerta.
Fingí estar sorprendida. —¿Quién llamaría a estas horas?
Reyes entrecerró los ojos mirándome sospechosamente.
Corrí hacia la puerta y la abrí. Shawn Foster, se hallaba de pie, viéndose un
poco tímido y muy incómodo con las manos metidas en los bolsillos.
—Shawn, entra. —Le invité, pensando que, si Reyes se reunía con él, si
comprendía toda la situación, no estaría tan molesto con que hubiera tomado ese
caso.
Shawn entró, mirando rápido y asombrado toda la habitación, y luego
asintió en dirección a Reyes en silencioso reconocimiento. No me di cuenta hasta
ese momento que él quería conocer a Reyes. Sus latidos se tropezaron entre sí. Una
mezcla de anticipación y emoción irradiaba de él en oleadas cálidas.
—Es tan bueno verte —le dije—. ¿Está todo bien?
Frunció el ceño. —Sí,‖me‖dijiste‖que…
—¡Reyes! —dije, haciéndole un gesto—. Él es mi marido, Reyes. Reyes, él es
Shawn Foster. Ya sabes, ¿el hijo de los Foster?
Por un breve momento, Reyes parecía que iba a irse de la habitación. Miró
nuestro dormitorio como si estuviera calculando la cantidad de pasos que tendría
que dar para salir.
Contuve la respiración, esperando que no fuera tan grosero. Que no acabara
con las esperanzas de Shawn. Las mismas esperanzas que podía detectar tan
fácilmente como yo.
Pero Shawn ya lo había sentido. La irritación de Reyes. Empezó a girarse
hacia la puerta cuando Reyes se adelantó y tomó su mano. Una oleada de alivio se
apoderó de mí.
—¿Quieren un café? —les pregunté a ambos.
El destello de molestia en los ojos de Reyes no me detuvo. 1
»Café será. Vayan a sentarse. Conózcanse.
42
Fui a la cocina y empecé una cafetera mientras se sentaban en la mesa del
comedor. Porque no queríamos sentarnos en los asientos cómodos junto a la
chimenea en el comedor para que nuestros invitados de verdad se sintieran
bienvenidos.
—Perdón por presentarme así —dijo Shawn.
Reyes negó, pareciendo un poco avergonzado de sí mismo. —No, está bien.
He‖estado‖queriendo…
—Sí, yo también quería.
Reyes asintió y luego vio el tatuaje que Shawn tenía en su antebrazo. —
Bonito.
—Oh, gracias. —Extendió el brazo para mostrar una preciosa manga llena
de color—. Me lo hicieron hace unos años. Mi madre, Eve, casi tuvo un ataque al
corazón.
Reyes se rio. —Así que, ¿sabes quiénes son tus verdaderos padres?
Me quedé inmóvil, preguntándome cómo Shawn se tomaría la brusquedad
de Reyes.
—No. Es por eso que contraté a tu esposa.
—Entonces contrataste a la mejor.
Una vez que el hielo se rompió, la conversación fluyó como un whisky
suave. Hablaron de todo, incluyendo el hecho de que eran casi, pero no realmente,
medio hermanos.
—Escuché sobre ti durante toda mi vida mientras crecía.
Reyes se encogió. —Eso no pudo haber sido bueno.
—No, aumentó aún más mis ganas de conocerte.
Reyes bajó la cabeza, de repente tímido.
—¿Cuánto tiempo hace que sabes sobre mí? —preguntó Shawn.
—Unos cuantos años.
—¿Sabías que no era su hijo biológico?
—Lo sospechaba. Pero ellos te mantuvieron. Realmente te debían de haber
amado. 1
La expresión de sorpresa en el rostro de Shawn no tenía precio. —Guau,
realmente no los conoces en absoluto, ¿verdad?
43
Reyes sonrió y negó. —Tampoco puede decirse que realmente quiera
hacerlo.
—Escuché eso —dijo Shawn, riendo.
Se estaban llevando a las mil maravillas. Después de servirles el café, de
repente me sentí tan agotada que apenas podía mantener los ojos abiertos y había
una almohada en algún lugar con mi nombre en ella. Fui a la cama temprano para
darles tiempo con el fin de que llegaran a conocerse, entonces me acosté,
escuchándolos hablar, reír y compadecerse.
Tres horas más tarde, Reyes se unió a mí. O lo intentó. Artemis se
encontraba ocupando la mayor parte de su lado.
Se deslizó en la cama, empujándola en el proceso, y se tendió en silencio por
un largo tiempo mientras agonizaba, esperando ansiosa. Pero tras un tiempo,
realmente me quedé adormecida. Ambos acariciábamos las orejas de Artemis y
tomé su mano en la mía. Sus largos dedos se entrelazaron en los míos; entonces,
justo antes de que su respiración se quedará constante y se sumiera en el olvido,
dijo—: Abandona el caso.
Una ola de decepción se apoderó de mí hasta que me di cuenta de que
aprendí algo. Sus reservas no tenían nada que ver con Shawn. Le gustaba el tipo.
Lo notaba. Así que había algo más que lo carcomía. Interesante.

***

Más tarde esa noche, sentí un codo en mis costillas, y no era el mío. Me sacó
de un sueño increíble. Me encontraba a punto de apartarlo cuando una mano se
deslizó alrededor de mi boca.
Mis ojos se abrieron; pero Reyes me sujetó contra él, fuerte, y susurró—:
Shhh —contra mi oído. Luego señaló.
Sobresaltada, seguí su línea de visión y salté de nuevo. Me sujetó con más
fuerza y esperó a que la imagen se enfocara. Lo hizo, y lentamente me di cuenta de
que Amber se hallaba junto a nuestra cama.
Traté de levantarme, pero siguió sujetándome bien fuerte tanto mi cuerpo 1
como mi boca, de manera que no le pude preguntar—: ¿Qué demonios?
Entonces me di cuenta de por qué. Amber, alta y delgada; con el cabello
44
largo y oscuro; y un cuerpo agraciado, se encontraba de pie usando una bata. Su
cabello hacia delante, pero podía ver sus ojos. Apenas. Nos miraba desde detrás de
la cortina de mechones. Sin expresión. Sin emoción.
Un destello más abajo atrajo mi mirada a sus manos. Su mano derecha, para
ser exactos, la que sostenía un cuchillo de chef. Nuestro cuchillo de chef. El que
Reyes utilizaba para cortar las verduras. El que era tan afilado; que cuando
accidentalmente me rozó los dedos, suave como una pluma, me hizo sangrar. Y
Amber se estaba cortando la pierna con él.
Sangre empapaba su vestido, creando un círculo grande y oscuro a medida
que deslizaba el cuchillo por su muslo otra vez.
Me lancé hacia adelante, pero Reyes me hizo retroceder. Luché contra él. Su
agarre se tensó, y susurró contra mi oído—: Iré alrededor de la cama y agarraré el
cuchillo. Quédate quieta.
Pero antes de que pudiera asentir, Amber habló, con voz baja. Monótona. —
Los océanos hervirán. Toda la arena morirá, y es tu culpa.
—Quédate quieta —dijo de nuevo. Se movió hacia atrás, su peso
presionando el colchón.
—La piel se desprenderá de los huesos si no lo comes.
Se alejó de la cama. Entonces, antes de que pudiera parpadear, se paró
detrás de ella.
—Las playas están cubiertas de cristales rotos.
Con el cuidado de un manipulador de serpientes capturando una cobra,
agarró su muñeca. Ella se hizo otra incisión. La sangre se extendió por la parte
frontal de su vestido. Puse mis manos en mi boca.
—Los peces están muy enfadados.
Gentilmente le quitó el cuchillo, y me precipité hacia adelante.
Arrodillándome sobre la cama delante de ella, tomé su rostro entre mis manos.
—¿Amber?
Reyes lanzó el cuchillo y la sostuvo de los hombros por si se caía.
—Amber, cariño, ¿puedes oírme?
Curvó sus manos en puños y me fulminó con la mirada. —La sangre se está
evaporando demasiado rápido, y los pájaros no pueden respirar.
1
Empujé su cabello hacia atrás. Se encontraba cubierta de sudor y lágrimas. 45
—Amber, soy la tía Charley.
Finalmente me miró a los ojos. Permaneció así un largo rato, y luego dijo—:
Unofanira kudya iye.
Tardé unos segundos en identificar el idioma. Hablaba chiShona, un idioma
que pertenecía al pueblo shona de Zimbabwe. —Tienes que comerlo —dijo. En
chiShona. ¿Desde cuándo Amber hablaba chiShona?
Antes de que pudiera decir algo más, se derrumbó. Grité, pero Reyes la
atrapó.
—Tómala —dije, alejándome de la cama y corriendo por mi bata.
Reyes ya llevaba pijama. La levantó y se dirigió a la puerta. Agarré el kit de
primeros auxilios del baño y lo seguí.
La puso sobre la mesa del comedor, luego encendió las luces. Levanté su
bata para evaluar el daño. La sangre se escurrió de mi cerebro, y el mundo se
inclinó. Solo un poco. Se hizo algo de daño. Milagrosamente, ninguno de los cortes
se veía lo suficientemente profundo como para requerir suturas. Eran muchos.
—Ve —dijo, haciéndose cargo. Abrió el kit y encontró el peróxido.
Retrocedí, pero no podía dejar de mirar fijamente su pierna.
»Holandesa —dijo Reyes, con voz dura—. Ve por ella.
Me sacudí y asentí. —Ya volveré.
Tanto nuestra puerta como la de Cookie se encontraban abiertas. Entré
apresuradamente, luego recordé que su marido era un detective. Con una pistola.
Solo podía esperar que no me disparara, porque no tenía intención de despertarlos
suavemente.
Me acerqué a su dormitorio, encendí la luz y corrí hacia el lado de Cookie.
El tío Bob se despertó instantáneamente, buscando con la mano su pistola,
encerrada en una funda segura al costado de su mesita de noche. Tendría que
desbloquearla antes de que pudiera dispararme. Eso me daba el suficiente tiempo
para hacerle saber quién era yo.
—Tío Bob, soy yo —dije, sacudiendo a Cookie para despertarla.
—¿Charley? ¿Qué demonios?
—Es Amber. —Volví a darle un codazo a mi mejor amiga—. Cook, cariño,
despierta. 1
Cookie se incorporó, sus ojos casi tan salvajes como su cabello. 46
»Cook, está bien.
El tío Bob ya se había levantado. Estaba acostumbrado a ser despertado a
todas horas. Cookie, por desgracia, no.
—¿Qué? —preguntó, con la mirada fija en la habitación—. ¿Qué sucedió?
—Cookie. —La persuadí—. Está bien, pero necesitas acompañarme a mi
apartamento.
Finalmente se centró en mí. —¿Qué? ¿Quién está...? —Entonces lo
comprendió—. ¡Amber!
Se levantó; se puso un calcetín, solo uno, y luego encontró su bata. El tío Bob
ya se había puesto un par de pantalones y una camiseta.
Nos apresuramos, y Amber se encontraba sentada en una silla del comedor
en tanto Reyes le administraba los primeros auxilios.
—¡Amber! —Cookie corrió hacia ella y se arrodilló junto a la silla—. Oh,
Dios mío. ¿Qué ocurrió?
El tío Bob dio un paso atrás y revisó la situación mientras me arrodillaba
junto a ellas.
—Nos despertamos —dije—, y se encontraba en nuestra habitación,
sonámbula.
—¿Qué? —le preguntó Cookie a Amber con expresión de asombro—.
¿Amber?
Amber se encogió de hombros. —Ni siquiera recuerdo... —Siseó cuando
Reyes vertía otra ronda de peróxido sobre su pierna temblorosa. De hecho,
temblaba por todas partes.
—Pero ¿qué sucedió? —preguntó Cookie, observando la sangrienta escena.
—¿Necesitamos llevarla al hospital? —le pregunté a Reyes.
—¡No! —dijo Amber. Luego más suave—. No, realmente, los cortes ni
siquiera son profundos.
Me incliné. Colocando una mano sobre su rostro y una sobre su brazo.
Girando el brazo, pregunté—: ¿Cómo estás?
Tensó la boca. Agachó la cabeza.
Tenía más de una docena de cortes en el brazo, todos en ángulos y 1
profundidades diferentes.
47
Cookie jadeó en voz alta. Luego llevó su mano rápidamente a su boca.
—No es lo que piensas —dijo Amber.
—¿Estás... mutilándote?
—No. —Amber sacudió la cabeza—. No mamá. Nunca.
—Entonces... no entiendo.
Amber mordió su labio inferior.
—No son profundas —dijo Reyes—. No necesita sutura, pero tendrá que
limpiarlos un par de veces al día y cambiar el vendaje por unos días. Solo para
estar seguros.
Amber puso un brazo alrededor de Reyes como si fuera su fuerza.
Levantó la mirada hacia ella y le guiñó un ojo. —Estarás bien, princesa.
Asintió. Se derritió un poco, pero asintió valientemente ante el encanto letal.
Cookie se acercó. —Amber, ¿qué está pasando? —preguntó, frustrada.
—No me estoy cortando, mamá. Lo juro.
Reyes empezó a vendar su pierna.
Tomé su pie y enderecé su rodilla para hacerlo más fácil. —Te enojaste —
dije—. Lo sentí, especialmente esta mañana.
—¿Oh, eso? —Negó con la cabeza como si rechazara la idea—. Eso no fue
nada. Solo... solo tengo malas noticias.
—¿Qué clase de malas noticias? —preguntó el tío Bob.
Los ojos de Amber se abrieron y sentí una sacudida diferente de miedo. No
pude evitar que me atravesara la ira. ¿Fue a causa de él? ¿Debido al
comportamiento que tenía últimamente? ¿De alguna manera la estresaba?
Le disparé una mirada de advertencia sobre mi hombro.
Él dijo—: ¿Qué?
—Amber Olivia Kowalski —dijo Cookie—. Explícate.
Amber mordió su labio inferior un poco más fuerte y luego dijo—: Solo me
desperté y me corté. No sé por qué. No lo hice a propósito.
¿Qué demonios? —Amber, ¿recuerdas estar hablando con nosotros?
Mi pregunta la sorprendió. —¿Qué dije?
1
—Algo sobre los océanos hirviendo y cristales rotos, luego —Miré a Cookie
y tío Bob—, habló en chiShona. 48
Cookie me miró con una expresión de perplejidad.
»Es una lengua nativa de un pueblo de Zimbabwe.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el tío Bob.
—Hablaba una lengua Shona. Dijo que debía comerlo.
—¿Comer a quién? —preguntó Amber, su expresión como un poco
asqueada.
Reprimí una carcajada. —Esperaba que me lo dijeras.
Amber se encogió de hombros, indefensa. —Lo lamento, tía Charley. No lo
recuerdo.
Reyes terminó de vendarla. Acerqué una silla para que él pudiera estar cerca
de ella, luego acerqué una para Cookie y una para mí. El tío Bob podía quedarse
allí y freír espárragos. El bravucón.
—En realidad, no pensé que lo harías —le dije—. Has hecho esto antes.
—¿Hacer qué?
—Profetizar.
Cookie sacudió la cabeza. —Charley, no te refieres a esa ocasión en el
carnaval de la escuela.
Amber se disfrazó de adivina en un carnaval de la escuela, solo que cuando
entré, no fingió. Entró en un trance y profetizó acerca de los Doce; una docena de
perros del infierno que, en ese momento no lo sabíamos, fueron enviados para
proteger a Beep. Y profetizó acerca de la guerra de Beep con Satanás. También dio
en el clavo. Con cada palabra.
—Es muy poderosa —le dije a Cookie—. Traté de decírtelo.
Cookie no quería escuchar cuando hablábamos de Amber y su naturaleza
sensible. Su don. La prima de Cookie también tenía uno, pero se volvió un poco
loca. Le aterrorizaba la idea de que Amber tuviera las mismas habilidades.
—Ciertamente... no, no puedes estar hablando en serio.
—Lo digo en serio. Y no me llames Shirley.
Cookie me fulminó con la mirada. Quizás no vio la película. Después de
tomarse un momento para absorber lo que decía, sacudió la cabeza. —De acuerdo,
puede que tenga... habilidades. ¿Qué tiene eso que ver con que se corte a sí misma
mientras duerme?
1
Me recosté en la silla. —Ojalá supiera. ¿Recuerdas algo, cariño? 49
Amber sacudió la cabeza de nuevo. —Solo recuerdo haberme despertado en
la mesa de tu comedor y tío Reyes echándome peróxido.
—Cariño, ¿por qué has estado tan estresada? —pregunté—. Lo sentí, así que
ni siquiera trates de escaparte de esto.
El tío Bob tomó una silla a pocos metros de distancia.
Ella cruzó los brazos. Frunció los labios. Levantó un hombro hasta su
barbilla.
—El estrés puede provocar episodios de sonambulismo y aparentemente,
auto-mutilación y profecía. —Inclinándome, coloque un mechón de cabello detrás
de su oreja—. Puedes decirnos cualquier cosa. No importa quien esté en esta
habitación. Lo sabes, ¿verdad?
Asintió.
Dejé que se relajara un poco y luego la sorprendí con—: ¿Tienes miedo de tu
padrastro?
Sabía que, si le temía, probablemente no respondería con él sentado frente a
ella. Pero su reacción emocional me daría todas las pruebas que necesitaba, y en
ese momento le ordenaría que saliera de la habitación y llegaríamos al fondo de
esto. En cambio, saltó en su defensa.
—¿Qué? —Se enderezó en su silla—. No. De ningún modo.
El alivio me invadió como una ola de satisfacción. Me preocupada mucho.
Le di mi mejor mirada de: Tienes suerte, matón.
Me miró boquiabierto.
Me volví hacia ella. —De acuerdo, dulzura. Escúpelo.
—No es nada. De verdad.
—Amber —dijo Cookie, su voz de mamá en perfecto estado de
funcionamiento.
—Simplemente... creo que alguien me está acosando.
El tío Bob se apartó de su silla.
Tomé la mano de Amber. —¿Qué quieres decir?
—He estado recibiendo algunos mensajes de textos.
1
—¿Qué clase de mensajes? —preguntó Cookie.
El tío Bob salió furioso del apartamento y regresó treinta segundos después
50
con el teléfono de Amber. Lo colocó en las manos de Cookie; cuya cara, al leerlos,
pasó de la conmoción a la incredulidad y luego al horror absoluto.
Presionó una mano contra su boca.
—¿Puedo? —le pregunté a Cookie.
Me entregó el teléfono. No quería avergonzar a Amber, pero el acoso nunca
debería tomarse a la ligera.
Leí tres mensajes y me quedé en tal estado de conmoción que el tío Bob
agarró el teléfono para ver por sí mismo.
—Empezó cuando me encontraba en el centro comercial con Brandy. —Bajó
la cabeza, avergonzada—. Nos tomábamos una selfie, y sacábamos nuestras
lenguas. Cinco segundos después, recibí un mensaje que decía: “Saca esa lengua de
nuevo, y te mostraré que puedes hacer con ella”. —Amber me miró como si suplicara—.
Nos sentimos tan asustadas que llamamos a la madre de Brandy para que nos
recogiera. Fuimos a su casa y estuvimos viendo una película.
—¿Esto ocurrió cuando pasaste la noche con ella? —preguntó Cookie.
—Sí. Papá, me dejó. Hace unas tres semanas.
Amber se quedó con su papá porque Cookie se encontraba en Nueva York
cuidando a mi viejo yo. Me volví loca y olvidé mi nombre. Junto con todo lo
demás. Se fue por mi culpa, cuando Amber la necesitaba.
—¿Veían una película? —pregunté.
—Sí. Brandy se quedó dormida, y me quedé viendo hasta el final.
Estábamos en pijama, y tenía los pies sobre la mesa de café, y me llegó un mensaje
de texto que decía: Separa tus rodillas para que pueda tener una mejor vista.
Cookie comenzó a temblar.
—Mamá, nos encontrábamos en su sótano. Solo había una pequeña ventana.
Tenía que estar en el patio trasero de Brandy.
—Oh, cariño —dijo Cookie, tirando de Amber hacia sus brazos.
Amber aún sostenía la mano de Reyes mientras se aferraba a su madre con
la otra. Reyes se sentó pacientemente, acariciándole los nudillos con el pulgar.
Calidez irradiaba a través de mi pecho a medida que lo observaba. Sería un
maravilloso padre cuando tuviéramos a Beep de vuelta.
—Apagué la televisión y no dormí en toda esa noche. Me hallaba tan 1
asustada, que solo miraba la ventana.
—Lo lamento, cariño —le dije.
51
—A dondequiera que voy, él está allí. Si voy al cine, está preguntándome si
tengo sueño porque puso droga en mi soda. Si vamos con Quentin al parque, está
ahí, diciendo: Si no dejas de agacharte, voy a tener que golpear ese culo.
Cookie cerró los ojos, la frustración y la preocupación la atravesaban.
»Entonces cada vez fueron empeorando.
Estuve de acuerdo. Incluso los pocos que leí podrían haber hecho sonrojar a
una estrella porno. Decirle eso a cualquiera, especialmente a una niña de trece
años.
—Comenzó a amenazarme con lastimarme. Como, una vez en la escuela,
comíamos y sabía que llevaba un vestido. Amenazó... —Tragó saliva—. Amenazó
con cortarme las piernas si las separaba más. Me llamó puta y dijo que podía ver
mis bragas mojadas.
Me quedé quieta. No llegué así de lejos. Me volví hacia Ubie. —¿Cómo
consiguió su número?
—Incluso la observa en la escuela —dijo Cookie.
Todavía seguía desplazándose entre los mensajes. —Puede ser cualquier
persona —dijo un microsegundo antes de salir de nuevo.
Volvió con su propio teléfono y comenzó a hacer llamadas.
—Amber, ¿por qué no nos contaste? —pregunté.
Se reclinó en su silla. —No pude. Eso es todo.
La mirada en la cara de Cookie una parte era de asombro, y otra de
determinación. —Eso no es suficiente, señorita. Quiero una explicación.
Puse una mano sobre su brazo. Nunca antes la escuché llamar a Amber
señorita. No era algo habitual en ella.
—De todos modos, estabas en Nueva York —continuó Amber, poniéndose a
la defensiva—. No quería que te preocuparas.
—¿Preocuparme? Amber, no puedo creer que no me lo dijeras.
—Lo siento mamá.
El tío Bob levantó la voz. —Ahora. Necesitamos que lo digas ahora.
—Bloqueé el número —agregó Amber—, pero luego me envío un mensaje
de texto de un número diferente. Como si cada día tuviera un nuevo número.
1
—¿Por qué no cambiamos el número de Amber? —preguntó Cookie.
—Y seguir preocupados el resto del año, o más, ¿si viene detrás de ella?
52
Cook, estos mensajes de textos son brutales y violentos. Pueden muy bien ser de tu
acosador diario del vecindario. Del tipo de acosador que nunca se encuentra cara a
cara con su víctima. Completamente inofensivo. —Mentí. Ningún acosador era
completamente inofensivo. Siempre había complicaciones—. Pero necesitamos
estar seguros. —Miré a Amber—. ¿Sabe Quentin de eso?
Sacudió la cabeza. —No. Tenía miedo de que le dijera —Lanzó una mirada
al tío Bob debajo de sus gafas—, a mamá.
El tío Bob se calmó. Siguió revisando los mensajes de texto que se
encontraban en el teléfono. Se detuvo y miró fijamente uno, luego hacia Amber.
Ella bajó la mirada. Acercó la rodilla buena contra su pecho. Apretó la mano
de Reyes.
—¿Es por esto que no dijiste nada? —preguntó Ubie, furioso. Cuando
Amber no dijo nada, gritó—: ¡Amber!
Me puse de pie. —Tío Bob, eso es suficiente. —Le quité el teléfono.
—No al principio —dijo Amber—. Fui una estúpida, preocupada de que me
quitaras el teléfono si te lo decía, pero entonces...
Le envió un mensaje al acosador contestándole luego de un mensaje
particularmente desagradable, escribiendo: Mi padrastro es detective. Irá detrás de ti si
no te detienes.
El siguiente mensaje de texto del acosador fue posiblemente más
escalofriante: Nunca me amenaces, perra. El día en que ese cerdo se entere, es el día en que
le cortaré la garganta. Los siguientes siete mensajes de textos eran fotos del tío Bob,
ya sea en el trabajo,‖ en‖ Calamity’s,‖ o‖ en‖ frente‖ del‖ edificio‖ de‖ apartamentos,‖
bajándose de su camioneta. El chico claramente hizo su tarea.
El tío Bob volvió a su teléfono. —No necesito una orden judicial. Este
hombre está amenazando a mi hija. Mi. Hija. Hazlo. Ahora.
Colgó y curvó sus dedos alrededor de su teléfono con rabia. —Tengo a los
técnicos verificando cada mensaje de texto desde este número y todo rastro
posible. Si te envió mensajes de diferentes números, lo más probable es que esté
usando teléfonos desechables, pero incluso así hay una posibilidad de que
podamos‖localizar‖la‖tienda‖de‖donde‖lo…
Dejó de hablar cuando Amber se levantó de un salto y lo abrazó.
Permaneció aturdido por un minuto, luego la envolvió en sus brazos, acariciándole
1
el cabello y besó la cima de su cabeza. —Eres la chica más valiente que he conocido 53
—le dijo.
Negó con su cabeza. —No fui valiente. Me sentía muy asustada. Dijo que te
mataría.
—No iré a ninguna parte.
Reyes y yo intercambiamos miradas secretas, luego se puso de pie y
comenzó a limpiar el centro de atención de urgencias.
—Estaba tan preocupada por Robert —dijo Cookie suavemente, la culpa
inevitable instalándose—. Perdí completamente esto.
Le di una palmada en la mano. —Sí, sí. Eres la peor madre desde Joan
Crawford. Gracias a Dios que me tienes, porque tengo un plan.
Ubie me miró. —Tus planes rara vez terminan bien.
—¿Qué? —me burlé, hice un gesto con la mano, luego me giré hacia mi
colega—. ¿Qué dices? ¿Iremos tras este tipo?
Cookie respiró hondo y soltó un suspiro tembloroso. —Yo digo que sí,
absolutamente, pero creo que no debemos involucrar a Amber.
—¿Puesto que será el cebo?
Sus ojos se abrieron con horror. —¿Cebo?
—¿No lo mencioné?

1
54
Traducido por Umiangel & Vane Farrow
Corregido por Jadasa

Algunos días no salgo porque siento que hay demasiada gente por ahí.
(Hecho real)

Amber se quedó dormida en el sofá a las dos de la madrugada, mientras que


el resto de nosotros ultimábamos los detalles de mi plan. El tío Bob necesitaría
algún tiempo para reunir a un equipo para el momento decisivo, así que no
podíamos implementarlo para el día siguiente, al menos.
Cookie no quería que Amber fuera a clases, pero la convencí de que
necesitábamos que todo luciera completamente normal si íbamos a atraer a este
1
tipo a una trampa. Fue entonces cuando mi nivel de coeficiente intelectual, basado 55
en los elementos de mi plan, pasó de inteligente a súper genio.
Por supuesto, convencer a un esclavo demoníaco de ir a una secundaria
humana, incluso por un día, podría ser difícil; pero solo teníamos seis horas para
encontrar a alguien que pudiera hacerse pasar como estudiante de secundaria y
tener la capacidad de proteger a Amber de cualquier tipo de ataque. Demasiada
burocracia para conseguir un policía encubierto de verdad, así que un esclavo
demoníaco sería.
Y después de una cuidadosa investigación de todos los mensajes de textos,
el acosador no parecía tener ninguna habilidad celestial inherente, por lo que no
sería capaz de detectar que el nuevo mejor amigo de Amber era una entidad
sobrenatural.
Ahora, convencer‖a‖dicha‖entidad‖sobrenatural…
Después de que el tío Bob tomara a Amber en sus brazos y la llevara de
vuelta a su apartamento como si fuera tan frágil como las alas de una mariposa,
Reyes y yo nos vestimos y dirigimos a la casa de Osh. Juntos. En el mismo
vehículo.
Me sentí un poco sorprendida de que me acompañara. Sin embargo, debería
de haberme sentido menos sorprendida y más sospechosa. Se hallaba demasiado
entusiasmado. Demasiado ansioso.
Afortunadamente, Osh estaba en casa. Siempre esperando otra comida, su
puerta no se encontraba cerrada con llave. Reyes no llamó. Entró y se dirigió
directamente a la que se suponía era la habitación de Osh.
Me apresuré tras él.
Reyes abrió la puerta de la habitación y encendió la luz.
—Maldición —dijo Osh, cubriendo sus ojos hinchados por el sueño de la luz
encendida—. ¿Podrías bajarle al brillo, amor? Despertarás a los muertos.
—No tiene un regulador —dije, buscando uno en el interruptor de luz.
—Me refería a la tuya.
—Oh. —Cerré más mi chaqueta—. Lo siento. Realmente no puedo controlar
eso.
Podía decir que Osh se hallaba a la defensiva desde el momento en que
entramos. ¿También podía sentir el humor de Reyes?
Llevaba solo un par de pantalones de pijama a cuadros, al igual que otro ser 1
sobrenatural que conocía, pateó el edredón azul oscuro y se arrastró hasta la
cabecera de la cama para utilizarla como respaldo.
56
Reyes se encontraba ocupado husmeando. Literalmente. Abriendo cajones y
mirando en su interior. Levantando objetos de la cómoda y examinándolos.
Revisando el armario y mirando dentro de la ropa de Osh. Todo fue terriblemente
grosero.
—¿Te importaría decirme lo que estás haciendo, Sherlock? —preguntó Osh.
—Oh. —Hice un gesto de unidad conyugal—. Solo está husmeando.
Estamos aquí porque necesitamos que vayas a la escuela secundaria mañana.
Como estudiante. Para cuidar de Amber.
—No.
—¿Por favor?
—No. ¿Y en serio? ¿La secundaria? No tendría ni idea de cómo actuar.
—Por favor. Sabes más sobre los seres humanos de lo que ellos saben de sí
mismos. Pero nada de comer almas. Son solo niños.
Osh soltó un largo suspiro y se frotó el rostro con las manos.
Reyes levantó un par de pantalones que se hallaban arrugados en el suelo,
sacó una billetera y comenzó a revisarla.
Me pellizqué el puente de la nariz, mortificada.
—¿Estás bromeando? —dijo, mirando a Reyes, que continuaba revisando el
contenido de la billetera de Osh.
—El tío Bob está hablando con su capitán mientras hablamos, de manera
que será una operación oficial de la Policía de Albuquerque. Aunque sin las
órdenes y todo eso. Ojalá la escuela no haga escándalo.
—¿Qué tengo que hacer?
—Ir a clases con ella. Cuidarla. Mantenerla a salvo. Está siendo acosada.
Apartó su mirada de Reyes para dirigirla hacia mí. —¿Acosada? ¿Por quién?
—Eso es lo que vamos a averiguar. Pero mañana es viernes, y necesitamos
un día más para preparar el equipo. Lo cual significa que un día más todo tiene
que parecer normal. Si falta a clases, el acosador puede saber que algo está
sucediendo.
—De acuerdo. Lo haré, pero no haré tarea.
Me reí hasta que Reyes abrió la mesita de noche de Osh y sacó una revista 1
Playboy.
57
—Las noticias —dijo Osh.
Puse los ojos en blanco y después me puse seria. —¿La viste de nuevo?
No tenía que preguntar a quién me refería. —Estuve de servicio todo el día
de ayer.
Asentí, ignorando el dolor cavernoso en mi corazón.
—Ella es increíble —agregó—. Ya sonríe. Es torcida, como la tuya.
Le sonreí.
Reyes no.
—Entonces, ¿estás mejor ahora? —preguntó Reyes.
Osh lo miró. —Fresco como una lechuga.
Reyes asintió y se acercó para mirarlo fijamente. Se habían llevado tan bien,
hasta que le dije a Reyes que Osh estaba destinado a estar en la vida de Beep. Que
ella lo amaría. Que él la amaría.
—Solo recuerda —dijo Reyes—, cualquier cosa que le hagas a mi hija, te lo
haré a ti.
—¿Qué? —Osh lo miró horrorizado—. ¿De qué mierda estás hablando?
Estoy arriesgando mi vida por ella, y tú...
Reyes se acercó más, interrumpió a Osh y susurró—: Cualquier cosa.
Los dos de nariz a nariz, ambos demonios temperamentales, eran todo tipo
de cosas malas. Y, extraña y perturbadoramente atractivos.
Pero no podían iniciar una pelea. Necesitaba que Osh estuviera sano y sin
moretones. No apareciendo en la escuela secundaria de Amber, como si fuera un
chico problema. Necesitábamos a la escuela de nuestro lado.
—Reyes, ¿podemos hablar de tu opinión acerca de Osh más tarde? —
Comenzó a discutir, pero levanté un dedo y dije—: Amber.
Cerró la boca, arrojó a Osh su billetera y retrocedió.
—No —dijo Osh—. Quiero saber de qué carajo se trataba. Si crees que no
puedo protegerla, dilo.
—No se trata de eso —dije—. Eres uno de los pocos que puede hacerlo.
Reyes tuvo un día largo. Fuimos a Escocia. No le gusta viajar. 1
La expresión de Osh sugería que no creía absolutamente nada. Yo tampoco
lo habría hecho, pero no teníamos tiempo para eso.
58
—De acuerdo —dije, dirigiéndome al armario que acababa de husmear
Reyes—. Tienes que verte joven.
—Me veo joven, teniendo en cuenta cuántos años tengo.
—No, sino muy joven. Pareces tener diecinueve. Amber tiene trece años,
pero es una estudiante de primer año de secundaria, así que podríamos sacar esto
si tú...
Osh salió de la cama y bloqueó mi avance con un brazo cruzando la puerta
de su armario. —He estado alrededor por un tiempo. Sé cómo verme joven.
Lo miré dudosa. —¿Estás seguro?
—¿En serio?
—De acuerdo. —Le entregué a Osh la dirección y conduje a Reyes hacia
fuera—. Debes estar allí a las 7:30. Tenemos que prepararlo todo en la oficina antes
de que empiecen las clases.
—Comprendo.
—Y sin conqueteos.
—¿Qué? —preguntó, fingiendo estar ofendido—. Nunca lo haría.
Tal vez esta era una mala idea después de todo.

***

Tres horas más tarde, estábamos en la oficina de la directora, un lugar en el


que no me gustaba estar. El tío Bob le daba los detalles de nuestra operación y le
pidió que todo sea confidencial. Mostró su insignia y dijo que todo fue aprobado
por el capitán, y parecía lo suficientemente bueno para ella. Gracias a Dios. Podría
haber insistido en una orden de algún tipo.
Ubie y yo no trajimos a Amber. Queríamos que todo pareciera lo más
normal posible, así que Cookie la dejó en el mismo lugar al igual que cada mañana.
Amber caminó cerca de nosotros, mochila en su lugar, pero fingió no darse cuenta.
Buena niña. Lo hacía maravillosamente.
Pero la primera campanada se encontraba a pocos minutos y aún no había
señal de Osh. Volví a mirar al pasillo. Nada. 1
—¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó el asistente administrativo.
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Me volví para ver a un chico, patinador, con el cabello oscuro puntiagudo
debajo de una sudadera descuidada, pantalones holgados y tenis desatados,
sentado en una esquina de la oficina principal. Aunque sentarse sería una
exageración. Haciendo su misión personal de encorvarse una forma de arte.
Se encogió de hombros mientras echaba una mirada al pasillo. —Solo estoy
esperando a que mi tío termine con la directora. Me está registrando.
Me giré y me quedé boquiabierta. —¿Osh? —dije, sorpresa zumbando a
través de mí.
Levantó su barbilla en saludo y me dio una sonrisa torcida.
Me apresuré a sentarme a su lado. —Santa vaca, Osh. Mírate... esto es
asombroso.
—¿Sí? —preguntó—. Entonces ¿lo apruebas?
—Osh, uhm, sí. —Apenas podía hablar, entonces me di cuenta de qué tan
lejos llegó—. Te cortaste el cabello.
Su mirada estudió mi rostro un momento. —Solo un poco. Crecerá rápido.
—Yo... no sé qué decir.
—Es por Amber, ¿verdad? Y te preocupas mucho por ella.
—Sí, lo hago.
—Entonces, yo también.
Era como hablar con un niño. Como un auténtico chico de quince años. Uno
que sin duda pasaría como un estudiante de primer año, aunque un poco más alto.
Apreté su mano y luego lo llevé al despacho de la directora. Cuando el tío
Bob consiguió echarle una mirada, se encontraba tan impresionado como yo. Nos
adelantamos a las presentaciones, y la directora le dio un discurso a Osh acerca de
lo que se le permitía hacer y lo que no. Tristemente, la regla de comer las almas de
sus estudiantes no hizo aparición.
—¿Alguna vez has pensado en una carrera en el cumplimiento de la ley? —
le preguntó Ubie a Osh—. Podríamos hacer algunas buenas investigaciones de
encubierto en las escuelas secundarias.
Él sonrió. —Vi Infiltrados en clase. No estoy seguro de encajar en el perfil.
Tío Bob sacudió la cabeza. —Eso es triste.
—De acuerdo, recuerda —dije, entregándole el horario de Amber—, eres el 1
primo de Amber de Denver. Tu familia acaba de mudarse aquí. Tu padre...
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—Dulzura —dijo, su súbito tono sureño y su sonrisa sensual me
detuvieron—. Tengo esto.
—Bueno. De acuerdo. Lo siento.
Se despidió, burlándose de nuestra autoridad exactamente como lo haría un
estudiante de primer año en la escuela secundaria, y se dirigió a la primera clase de
Amber.
Debido a que no sabíamos si el acosador tenía acceso a los mensajes de texto
de Amber, podría haber clonado fácilmente su teléfono, le pedimos que le enviara
mensajes de texto a su mamá y a sus amigos como lo haría normalmente. Incluso a
su novio, Quentin, que tenía un torneo de baloncesto fuera de la ciudad ese fin de
semana.
Algunos de los mensajes de textos del acosador me dieron una súbita
sospecha de que efectivamente tenía acceso a sus mensajes de texto. Sabía
demasiado sobre su familia y amigos.
Algo bueno salió de toda esta operación. Desde que nos dijo la verdad, el
estado mental de Amber mejoró dramáticamente. Podía sentir su alivio mientras le
explicábamos el plan esa mañana. Sabiendo que estábamos en el caso. Que estaría
a salvo.
Toda la situación me rompió el corazón. Y me hizo estremecer. Los
acosadores eran de un tipo diferente y terriblemente impredecibles. Por lo menos
los masculinos. Las acosadoras femeninas rara vez recurrían a la violencia, pero
uno simplemente nunca sabía acerca de los masculinos.
Miré como todos los ojos giraron hacia Osh cuando pasó. El nuevo chico. El
misterioso chico nuevo que... mierda. Cada chica de la escuela iba a desmayarse
por él. No pensé en eso. Y Osh, el mayor coqueto más irreparable que jamás había
conocido.
Oh bien. Guardamos un nuevo número en el teléfono de Amber desde otro
desechable que tenía en mis manos. Yo sería Jess y la invitaría al centro comercial
al día siguiente. Teniendo en cuenta las circunstancias, Amber discutiría una y otra
vez, diciendo que no podía ir, que pasaba por muchas cosas, pero eventualmente la
convencería de que fuera. Y entonces estaríamos listos para la emboscada el
sábado por la mañana.
También establecimos algunos códigos, así en secreto podría asegurarme de
que todo estuviera bien sin alertar al acosador. Tendría que preguntarle por su
primo Osh. Ver cómo le fue en su primer día de escuela. Que se asegure de que no 1
tuviera citas para más tarde. Por lo que vi, muchas estudiantes del último año en
Roadrunner High podían tener un segundo trabajo como supermodelos. Tal vez
61
había algo en el agua. No recordaba que las chicas de mi escuela parecieran
cantantes y estrellas de cine.
—De acuerdo, estamos listos —dijo el tío Bob, saliendo de la oficina de la
directora. Debajo de la fachada exterior del tío Bob palpitaba el corazón de un
interior tío Bob enojado. Cualquiera que sea este acosador, su vida se encontraba a
punto de dar un giro muy malo.
Sabía lo que pasaba con la gente que se metía con aquellos que Ubie amaba.
Nos dirigimos a su camioneta. Disminuí la velocidad de mis pensamientos.
Realmente sabía lo que le pasó a esa gente. Maldita sea. Ahora iba a tener que
hacer mi misión de llegar a al acosador antes de que Ubie lo hiciera. Escapar de un
asesinato no era algo que sucedía a menudo. Para él, sacar ese conejo de su
sombrero dos veces sería casi imposible.
Lo miré salir por las puertas delanteras, la preocupación haciendo un
agujero en mi estómago.
***

Cuando salimos de los pasillos de la escuela, noté una emoción que se


precipitaba a través de la multitud como una corriente eléctrica. Una señal
reveladora de que en algún lugar cercano se encontraba una persona muy sexy del
tipo masculino. Las chicas hablaban nerviosamente y en voz baja. Se reían y
jadeaban. O bien, Osh hizo su impresión, o mi marido era examinado por
jovencitas.
Síp. Giramos la esquina del edificio, dirigiéndonos hacia el estacionamiento,
cuando vi al señor Reyes Farrow de pie junto a su impresionante Cuda Plymouth
del 70. Clásico. Oscuro. Y todo músculo. El coche también era sexy.
Alzó la barbilla en saludo a Ubie y esperó por mí. Y haría que veinte chicas
llegaran tarde a clase. Se quedaron de pie, susurrando y mirándolo con ojos llenos
de corazones. El chico era un imán para las chicas a un nuevo nivel de atracción. Era
menos que un imán de refrigerador y más como uno de esos que las grúas recogían
coches chatarra para ser aplastados. Sustituye el corazón de las chicas por los
coches, y eso era Reyes en pocas palabras.
—Está bien —dijo Ubie—, estoy ultimando los detalles con el equipo de
operaciones. Te mantendrás en contacto con Amber todo el día, ¿verdad?
1
—Por supuesto, tío Bob. Vamos a encontrar a este tipo. 62
Asintió, sin convencerse. Por lo menos dejó de acosarme para que tome
unos días de descanso.
—Bueno. Lleva tu culo a casa.
—Tío Bob, ¿qué está pasando? ¿Por qué la súbita necesidad de que me tome
unos días de descanso?
Sacudió la cabeza. —Solo creo que necesitas un descanso —dijo mintiendo.
—Bueno, acabo de regresar de un vigoroso viaje a Escocia. No más descanso
por un tiempo.
—Lo digo en serio, Charley.
—Puedo ver eso.
Sin estar seguro de si accedí o no, se dirigió a su camioneta.
¿Qué habría puesto a Ubie tan molesto que no podía decirme? ¿Me lo
ocultaría? Tal vez sabía que lo seguíamos, por su propio bien, por supuesto.
Miré al otro lado de la calle y vi la camioneta negra de Garrett, todavía con
la tarea de vigilar a Ubie. Todavía no habíamos capturado a Guerin, y no podía
arriesgarme a que, aunque frustramos el diseño original de que el hombre
estuviera destinado a matar al tío Bob, sucedería de todos modos. El destino era
una cosa voluble. ¿Quién sabría que le haría al resto cambiar una parte minúscula?
Yo era un firme creyente del Efecto Mariposa.
—Hola, guapo —dije, caminando hacia el señor Farrow.
Me miró, un hoyuelo apareciendo en una de las comisuras de su boca, pero
miraba principalmente mi camiseta, cuyo texto decía: En mi defensa, quedé sin
supervisión.
—¿Qué te trae por estos rumbos? —pregunté, poniéndome un suéter sobre
la camiseta.
—Pensé que nos tomaríamos la mañana libre.
—¿Sí? —Me puse de puntillas para darle un beso. Lo complació, su esencia
calentando mis labios—. ¿Estás confabulando con mi tío?
—¿Confabulando? —preguntó, arqueando una ceja—. No que yo sepa.
—Está bien, entonces, ¿esto no tendría nada que ver con cierto caso en el
que estoy trabajando?
1
—De ningún modo. Cookie está en modo investigación completa, así que... 63
—La hija de Cookie está en peligro. No estoy segura de cuánta investigación
va a hacer hoy.
—Es cierto, pero una mañana lejos de la rutina no va a perjudicar tus
posibilidades de arrestar a los Fosters.
—Supongo —me despedí del tío Bob mientras se alejaba, y me dirigí al otro
lado de la bestia sexy que conducía Reyes—. ¿Algún cambio en la investigación de
Ubie? —pregunté, cuestionándome si el tipo al que Reyes vio en la cárcel todavía
planeaba asesinarlo, aunque lo hubiéramos detenido. No sabía mucho sobre el
destino. Si frustrábamos un intento, ¿era seguro que otro seguiría?
Entró, decepcionando a sus fans, y encendió el potente motor, como un
ronroneo de un león. —No es tu tío quien me preocupa. Todo lo que veo es lo que
hizo para esclavizarlo en el infierno. Tendría que volver a ver a Grant Guerin para
saber si tu tío sigue en peligro.
—De manera que, todavía estamos en alerta máxima.
—Por el momento; pero alertamos a su mundo lo suficiente como para que
las posibilidades de que tu tío tropezara con él, de nuevo al azar, son bastante
escasas.
—Espera. ¿Eso significa que si Grant Guerin no realiza la hazaña que estaba
destinado a hacer, si no mata al tío Bob, no irá al infierno?
—Está tomando algunas malas decisiones, por lo que se encamina
directamente a herir a alguien. Solo veo el delito inicial. No se sabe cuántos otros
crímenes se encontraba destinado a cometer después. Las posibilidades siguen
siendo bastante buenas de que acabará ardiendo con el tiempo.
—Ojalá pudiera ver eso.
—Si puedes. Simplemente eliges no ver las maldades que hacen los
hombres.
—No creo que la elección tenga nada que ver con ello.
—Claro que sí. Eres un ángel de la muerte. Puedes ver todas esas cosas.
Incluso puedes enviarlos allí si lo decides. Ya lo has hecho antes.
—Sí, pero cuando marqué a esos hombres, me encontraba en un estado de
excitación intensa.
1
—¿En serio?
—Bueno, no como en una verdadera excitación. Es solo que, una alta dosis
64
de adrenalina corrió por mi sistema nervioso. No pensé en ello. Solo los marqué.
—Ah.
—Osh dijo que puedo desmarcar al tío Bob.
—Es cierto.
—Eso es genial. En tanto permanezca vivo el tiempo suficiente para que
averigüe cómo, estaremos bien. ¿Y cuáles son nuestros planes para hoy?
La sonrisa perversa que se deslizó en su boca me hizo pensar de nuevo en
cualquier excusa que podría utilizar para faltar media jornada laboral. Si hubiera
sabido lo que realmente tenía preparado, habría rogado, de todos modos.
—¿Quieres que ponga qué dónde?
Reyes no me llevó a la cama como pensé. Sino a la siguiente mejor cosa: una
cafetería.‖Nada‖gritaba‖“te‖amo” como llevar a tu ruborizada novia a una cafetería.
O a una heladería. O a una carrera de tractores, pero solo en ocasiones especiales.
Se inclinó acercándose más, la diminuta mesa que elegimos en un rincón
oscuro; de repente, demasiado grande. Sus profundos iris marrones resplandecían;
su barba incipiente, la que hizo una aparición temprana, enmarcaba su boca
esculpida hasta la perfección agridulce.
Luego repitió lo que había dicho, y el hechizo se rompió. —Quiero que
pases tu mano a través de mi corazón.
Oh, sí. Había dejado la estación, se dirigía a VillaLocura. —Tu corazón. De
acuerdo, sé que eres un dios y todo eso, pero ¿eso no te matará?
—Muy probablemente. Es una lección de control. Aquí, te la enseñaré.
Salté hacia atrás cuando extendió la mano sobre la mesa. Confiaba en él con
mi vida y mi corazón, ¿pero cuando ambos estábamos en peligro al mismo tiempo?
Por otra parte, llevaba desmaterializándose mucho más tiempo que yo.
—Entonces ¿me vas a dar una lección?
—Si te quedas quieta, lo haré.
Miré alrededor —¿Deberías meter la mano en mi pecho en un lugar
público? El asesinato flagrante parece más una actividad de callejones oscuros.
—Estoy dispuesto a arriesgarme. 1
—Bien. —Respiré profundamente y presioné mis manos sobre la mesa—. 65
Estoy lista. Arranca mi corazón.
Se rió y tomó una mano. Mirándome a los ojos, giró mi mano y se inclinó
más cerca, rozando sus labios llenos contra mi palma.
Sentí la suave punzada de su rastrojo. La suavidad de sus labios. La calidez
de su lengua.
Me tenía tan centrada en lo que hacía a mi mano, que me tomó un momento
darme cuenta de que había puesto su otra mano sobre mi pecho. Dejándola
derretirse. Dejando que se hunda en mí.
Jadeé. No solo pasó a través de mí como un difunto al cruzar. Dejó que sus
moléculas se separaran en mi interior. Que su calor se derrame en mí como miel
caliente. Primero causó una avalancha en mi pecho. Luego más bajo. Y más alto. En
todas partes a la vez.
Se movió hacia mi nuca, detrás de mis orejas, sobre mis labios. Al mismo
tiempo, se sumergió en mi estómago y luego en mi abdomen y después, entre mis
piernas.
Sus moléculas se agruparon y se arremolinaron hasta que liberé las manos y
agarré la mesa. Clavé las uñas en ella. Supliqué que la tormenta se acercara. Ese
torbellino de placer. Ese estallido de éxtasis.
Sentí su brazo alrededor de mi cuello. Su boca reclamando la mía. Su lengua
rozando mis dientes antes de sumergirse dentro. Hambriento. Posesivo.
Pero el punto fuerte era la energía construyéndose dentro de mi núcleo.
Como la lava burbujeando e hirviendo y lista para explotar. Intenté no gemir.
Gritar mientras la energía se acumulaba, la presión nuclear. Fallé. Lo que explicaría
la mano, de repente, cubriendo mi boca. El suave shhhhhh a mi oído.
Pero Reyes se tomó su tiempo. Mientras casi gritaba por la liberación,
mantuvo sus recorridos, su calor radiante, lento y ligero como pluma. Estimulando
y burlándose. Me empujó más cerca. Desafiándome a venirme.
Incapaz de quedarme quieta, separé mis piernas y me retorcí contra la
infusión de energía. Gemí mientras me estimulaba desde adentro hacia afuera.
Mientras mi centro se contraía y convulsionaba. Al tiempo que la fricción que
inyectó directamente en mi núcleo causó espasmos pequeños y deliciosos de
estremecimientos. Hasta que el orgasmo caliente se precipitó a la velocidad de la
luz. Golpeándome. Explotando en mi interior, descargando ondas de placer
celestial hasta que la humedad en mis bragas creció a niveles urgentes. 1
Se sujetó a mí, y cuando finalmente pude pensar con claridad, me di cuenta 66
de que estaba a mi lado, sujetándome con fuerza en tanto me estremecía bajo su
toque experto.
Pero entonces quitó su mano y agarró el asiento acolchado a mi espalda.
Envolví mis brazos a su alrededor, en parte para estabilizarlo y en parte para
anclarme a la Tierra cuando también tuvo su orgasmo. Estremecientos salían de él
en espléndidas y brillantes oleadas que casi me hicieron venirme por segunda vez.
Cuando su clímax se desvaneció, nos sentamos jadeando durante un largo
rato.
Entonces recordé dónde estábamos. Mis ojos se abrieron de repente, pero
pronto me di cuenta que parecíamos simplemente una pareja besándose en
público, lo cual siempre me pareció un poco atrevido, pero santa mierda. Me
hallaba más que dispuesta a dejar de lado el Libro de Etiqueta y Lucha de Prestigio
Charley Davidson si obtenía orgasmos que destrozan.
—Joder —dijo Reyes, apoyando su cabeza sobre mi hombro—. Eso no se
suponía que pasara.
—¿Qué parte? —Estaría muy decepcionada si no quería que me viniera. No
con el hecho de que me vine, porque infiernos, sí. Pero con la parte donde no
quería que alcanzara mi máximo potencial en cualquier situación.
Sin embargo, el chico era talentoso. Me hallaba bastante segura de que lo
hizo a propósito.
—No quise... eso se suponía que fuera solo para ti.
—Aunque aprecio la idea, me alegra que te hayas unido a mí. El sexo
siempre es mejor con amigos.
Mostró un par de hoyuelos y se reclinó.
Cuando me concentré en él, su rostro a centímetros del mío, su boca
curvada más sensualmente, le dije—: Esa fue la mejor lección de mi vida. Deberías
enseñarlo a nivel profesional.
—Creo que eso es ilegal.
—Cierto.
Se aclaró la garganta y volvió a su asiento.
Me senté. Tomó un sorbo de café. Luché para recuperar la compostura.
Tomó un trago del suyo, acabando con él, y luego dijo—: Diría que era tu
1
turno, pero voy a tener que cambiarme antes de ir más lejos. 67
—¿Se hizo un lío? —pregunté.
Asintió.
Me acerqué y le acaricié la entrepierna. Sentí la calidez. Humedeció más mis
bragas.
—Sí, probablemente también debería cambiarme.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Miry GPE

Locura completa realmente saca a relucir el color en mis ojos.


(Camiseta)

Una hora más tarde, nos hallábamos sentados en nuestra mesa de la cocina,
la pequeña que se encontraba en realidad en la cocina. No la enorme que sentaba
más amigos de los que tenía.
Envié un mensaje de texto a Amber y conseguí el Estoy Bien, excepto por que
todas sus‖amigas‖se‖enamoraron‖de‖su‖“primo”. Ella no sabía exactamente lo que
era Osh, pero sabía que era un ser sobrenatural . Y que esto se volvía molesto. Las
1
chicas que nunca hablaron con ella eran de repente sus mejores amigas.
68
Miré a Reyes. Increíble cómo funcionaba.
También comprobé a Cookie, pero no quería ser molestada. Aparentemente
estaba en algo loco sobre los Fosters. Cada vez que Cookie se emocionaba, me
emocionaba. Y me daba curiosidad.
—Está bien —dijo Reyes, sacándome de mis reflexiones y acercándose a
mí—. Mano en el corazón.
—¿Um, no?
—Holandesa —dijo, tratando de no sonreír—. ¿Qué mejor manera de
aprender a controlar esto que darle consecuencias nefastas si fracasas?
La lógica masculina en su mejor momento, damas y caballeros.
—Sólo inténtalo.
—Reyes, no. No voy a arriesgar tu vida para poder controlar dónde termino
en el universo cuando accidentalmente me desmaterializo en un ataque de rabia.
—Exactamente. En el universo. ¿Y si te desmaterializas en el lado oscuro de
la luna?
—¿El álbum?
—La roca redonda en el cielo.
—Oh, sí. Esa cosa brillante. Aún no lo voy a hacer.
—Holandesa, no me matarás. Somos dioses, ¿recuerdas?
—Es otra cosa sobre la que quiero hablarte. ¿Cómo funciona exactamente?
Quiero decir, ¿qué pasa si me arrojan a una astilladora de madera?
—Después. Mano a través del corazón.
Solté una respiración molesta y me volví hacia él. —Esto es tan raro.
—Sólo concéntrate.
—¿Y si me materializo mientras todavía estoy en tu pecho?
—No lo harás. Eso realmente requeriría más concentración de lo que estarás
haciendo.
Puse mi mano sobre su pecho. —¿De qué manera?
—Eso sería tomar la vida de alguien deliberadamente.
—Pensé que dijiste...
—No mi vida. Sólo en general. Sólo puedes hacerlo si ese es tu deseo más
1
fuerte. Si realmente quieres matar a alguien. De lo contrario, no puedes 69
materializarte dentro de mí. Es como un interruptor de seguridad incorporado.
—¿Cómo sabes todo esto?
—Me tomó un tiempo averiguarlo.
Retrocedí la mano y me enderecé de nuevo. —¿Descubriste cómo matar a
alguien usando esta habilidad?
Bajó la cabeza. —Lo hice.
Parpadeé. —Y tú has... quiero decir, ¿alguna vez...?
Después de un largo momento de silencio, dijo—: Lo hice. Una vez. Estaba
en una prisión de máxima seguridad, holandesa. —Dejó que ese sentimiento
colgara en el aire y me miró de nuevo—. Mano. Corazón.
Bajé la cabeza. Me obligué a concentrarme y luego dejar que las moléculas
en mi mano se separaran. Era como la arena en el viento, y lentamente, las empujé
a través de su pecho.
Esperaba sentir... algo. Su músculo. Su caja torácica. Su ventrículo izquierdo.
Pero no sentía nada.
—Es porque ya no estás en el plano donde está mi cuerpo —dijo, leyendo mi
mente.
No literalmente. Dios, esperaba que no literalmente.
—Y, no, no puedo leer tu mente.
Santas manzanas de cangrejo.
—Tú, o, más exactamente, tu mano está en el plano celestial mientras que el
resto de ti y todo de mí está en el mortal. Se trata de cambiar de un plano de
existencia a otro.
—Entonces, ¿cómo...? ¿Por qué me vine antes?
—Ah, esa es la próxima clase. Manipulación Celular Avanzada para
Diversión y Beneficios.
Me reí, y de repente mi mano era física, tendida contra su pecho. Sobre su
corazón.
La tiré hacia atrás. —No hice eso.
—Te lo dije. —Su sonrisa era contagiosa—. No puedes materializarte dentro
de alguien sin mucha práctica.
—Y mucha rabia, sospecho.
1
—Sí, eso también. Pruébalo otra vez. 70
Hicimos la cosa de mano a través del corazón unas cuantas veces más, y
luego avancé hacia él, quieto, mientras caminaba a través de él. A través de su
cuerpo. Literalmente. Se paró frente a mí, con las manos en los bolsillos, mientras
desmaterializaba todo mi cuerpo y pasaba justo a través de él.
Me reí la primera vez que lo hice y aplaudí como un niño en un tobogán de
agua. Entonces aclaré mi garganta y volví a mi estado normal de absoluta
tranquilidad.
Solo bromeaba. Nunca he estado en el estado de Tranquilidad, aunque Ubie
me dijo que lo atravesó una vez.
—Encuéntrame allá —dijo Reyes. Se desmaterializó y se remateralizó en el
otro lado de la sala. Era una habitación grande—. Tu turno.
Atraje aire a un pulmón, luego cambié al plano celestial. Viento azotaba a mi
alrededor. Trueno se estrelló. Un rayo golpeó. Los colores eran tan brillantes que
perdí de vista a Reyes y me re materialicé donde me encontraba.
—Otra vez —dijo Reyes-Wan.
—No te puedo ver.
—Entonces no estás buscando.
Eso era útil. Volví a cambiar y traté de caminar hasta donde sabía que Reyes
estaba de pie.
—No vayas por ahí. Ven aquí.
Me di por vencida. —Sabes, no sé si estás canalizando más a Obi-Wan o a
Yoda.
—Holandesa, no me hagas venir a buscarte.
Eso sonaba amenazador. Cambiando por la millonésima vez, traté de
bloquear las tormentas estallando alrededor de mí. El viento escalofriante
amenazaba con quitar la piel de mis huesos. El rugido estruendoso. Las nubes se
abrieron cerca y un rayo de luz se disparó abajo para llevar a casa una recién
fallecida.
—Bueno, no camines. Sé.
Yo podía ser.
Reyes apareció en la distancia. Mucho más lejos de lo que debería estar.
Luché contra el impulso de poner un pie delante del otro. Era incorpórea. Niebla 1
completa. ¿Podía flotar?
71
Traté de levantarme del suelo. Nop.
Si no podía flotar, una actividad que vi hacer a Reyes incontables veces,
¿cómo iba a llegar de aquí a allá?
—Holandesa, sé aquí.
Lo miré, apreté mis puños, y... ordené al espacio apartarse de mi camino. Un
segundo después, aparecí. Justo en frente de él.
—Bien. Ahora aquí. —Desapareció de nuevo. Un segundo después, estaba a
unos pocos cientos de metros.
Ordené al espacio a apartarse, lo hice de nuevo. Le sonreí.
—Bueno. Ahora materialízate.
Ordené que mis moléculas se realinearan. Él hizo lo mismo. La luz del sol
estalló a nuestro alrededor, y él asintió, haciendo un gesto para que mirara por
encima de mi hombro. Lo hice. Justo cuando un camión pasaba sobre nosotros.
Su claxon sonó. Grité y salté a los brazos de Reyes. Entonces miré como
pasaba a través de nosotros. Engranajes, barras y otras cosas mecánicas se
precipitaron a través de nuestros cuerpos incorpóreos. Dos segundos más tarde, un
Nissan Maxima hizo lo mismo. Luego un Buick Enclave. Entonces una pequeña
cosa blanca que no pude identificar. Un Dodge Ram. Un Mercedes GLE. Una y otra
vez hasta que me di cuenta de que estábamos en la autopista interestatal. I-25, para
ser exactos.
Me volví hacia Reyes y lo golpeé en el hombro. Sonrió y desapareció de
nuevo. Después de rodar los ojos, lo seguí. Estábamos en Calamity's. En la cocina.
Había dos cocineros preparando algo, pero todavía tenían que darse cuenta que
estábamos allí. Lo que era una nueva lata de gusanos.
Cuando nos materializamos de nuevo, arrojé mis brazos sobre Reyes para
anclarlo al lugar. Él se rio, su voz suave, ronca y profunda.
—Bueno, eso fue genial, pero ¿y si quiero ir a algún lugar en el que no estás?
Al oír mi voz, los dos cocineros nos miraron, intercambiaron miradas
confusas y luego volvieron a trabajar.
Reyes deslizó sus brazos alrededor de mi cintura. —Disminuye la velocidad.
Piensa a dónde vas. Obtén una imagen mental de tu objetivo. Puede ser una
persona o un lugar. Y sólo ve allí.
—Sólo voy allí. De acuerdo. —En realidad estaba un poco emocionada 1
porque finalmente aprendía estas cosas. Cosas que Reyes podía hacer desde que
era pequeño, aunque la desmaterialización de su cuerpo humano no ocurrió hasta 72
hace poco—. ¿Qué pasa si alguien nos ve materializarnos en el aire? ¿No será un
poco molesto?
—La mente humana llena las lagunas. Es cierto que nos vio acercarnos o
simplemente salir de un armario. Lo que sea necesario para explicar. Sólo tienes
que tener cuidado con los niños. Tardan un poco en desarrollar esa habilidad.
—¿Qué habilidad? ¿Negación?
—Exacto.
—No puedo creer que no hayamos sido aplastados.
—No puedes. —Me levantó y me sentó en el mostrador, luego tomó dos
tazas y fue hacia la cafetera. Lo entrené tan bien.
—Estoy segura de que puedo ser aplastada. Al igual que un insecto. Sólo
que más grande y con más entrañas. ¿Entonces qué, Hombre Sabelotodo? Si soy
una diosa y no puedo morir, ¿entonces qué? Todavía soy humana, Reyes.
Volvió con dos tazas de café. Tomé ambas. Levantó una sola y arrogante
ceja.
—Oh, lo siento. ¿Querías una?
Sin responder, se inclinó, mordisqueó la tierna piel debajo de mi mandíbula,
luego se volvió y empezó a prepararnos el almuerzo.
Bajé una de las tazas. Sobre todo, porque empecé a sentirme tonta cuando
Sammy, el jefe de cocineros de Reyes, entró, me miró y salió nuevamente,
sacudiendo la cabeza.
En su propia defensa, probablemente tenía que orinar o algo.
—Si no puedo morir, entonces, ¿qué sucede si realmente soy golpeada por
un camión? ¿O arrojada en una picadora de carne enorme? ¿O encerrada en un
coche destinado a una trituradora de automóviles? Me voy a morir.
Reyes me entregó un sándwich.
Tomé un bocado. —¿Mantequilla de maní y jalea?
—Tenemos lugares para estar.
—¿Otra lección?
—Más o menos.
Estaba realmente impulsando la cosa de lección hoy. Tomó un bocado de su
propio sándwich mientras yo continuaba.
1
—Así que, sí, trituradora de automóviles. No vives después de eso. Ninguna 73
cantidad de puntadas me juntará de nuevo.
Reyes-Wan escuchó mientras comía, pero no ofreció una explicación.
Tomé otro bocado y decidí hablar con mi boca llena. —Entiendo que el lado
sobrenatural no va a morir. Todo el mundo tiene un alma.
Eso llamó su atención. Me lanzó una rápida mirada, luego volvió a su
sándwich y revisó las facturas de entrega más recientes.
—O no. De cualquier manera, mi cuerpo no sobrevivirá. —Tragué y pensé
en la alternativa—. Al menos, mejor que no. —Cuando no dijo nada de nuevo, el
pánico se elevó en mi pecho—. ¿Cierto? Moriría. No quiero, de ninguna manera,
estado o forma, ser una pila viviente de hamburguesa. Y no quiero ser un zombi.
¿Has visto su piel? Ni siquiera la protección solar ayudaría con eso.
Silencio. Salté del mostrador y me acerqué a él. —¿Roda? —pregunté,
combinando su nombre con el de Yoda. No encontró mi sentido del humor
divertido. Eso sucede.
Habló por fin. —No funciona de esa manera. No para nosotros.
Se volvió para hablar con Sammy mientras volvía a entrar en la cocina.
Sammy aprendió hace mucho tiempo a no poner mucha atención a nuestras
conversaciones. O pensaba que éramos mierda de murciélago o no le importaba el
trasero de una rata de una manera u otra.
¿Y quién salió con los animales para estos eufemismos? ¿Por qué mierda de
murciélago? ¿Por qué no mierda de vaca o mierda de saltamontes? ¿Y por qué no
nos importaba el trasero de una rata en lugar del culo de un hámster?
Mi punto era, podría decir casi cualquier cosa delante de Sammy. Lo tomaba
todo con calma. Sin embargo, el ángel de pie al lado del congelador, tendría que
estar de acuerdo.
—Pero todavía soy humana, ¿no? Yo nací humana.
—Sí —le dijo a él, ignorándome completamente—. Sólo mantén un ojo en el
conductor.
—Hecho —dijo Sammy, notando mi indignación con una sonrisa apenas
reprimida—. ¿Qué vas a hacer?
Reyes me miró al fin. —Vamos a ir a la playa.
Duuulce.
1
Cuando Reyes me tomó de la mano y me dirigió afuera, Sammy sacudió la
cabeza otra vez. Probablemente porque no teníamos ninguna playa en 74
Albuquerque. Ninguna real, de todos modos.
La multitud del almuerzo era enorme como de costumbre, pero con el
Doctor Sentirse Bien habiéndose ido tanto últimamente, la demografía cambió de
un gran porcentaje de mujeres a algunos hombres reales. O eso pensaba yo.
Salimos, y el nivel de ruido cayó. Un par de mujeres sacaron sus teléfonos,
diciendo cosas como "Él está aquí hoy", y "Ven aquí". Aún más mujeres enviaron
mensajes de texto o tomaron fotos con sus teléfonos. Él era de alguna manera una
sensación de Internet, y era inconsciente o simplemente no le importaba. Era
divertido verlo, sabiendo que iba a la cama conmigo por la noche.
Deleite me hizo estremecer. No era un deleite presumido. Más un deleite de
incredulidad. Si alguien me hubiera dicho hace dos años que pasaría las noches
con este hombre... bueno, podría haberles creído, pero sólo porque una mirada a él
y le habría ofrecido mis servicios. ¿Pero pasar esas noches con él en una capacidad
conyugal? No tenía precio.
Caminó hasta el baño de los hombres y me arrastró adentro.
—Oiga, señor —dije, jugando tímidamente. Batí mis pestañas y le di mi
mirada más inocente—. No se supone que deba hablar con extraños. O seguir
hombres crecidos a los baños. ¿Qué diría mi papá?
Me empujó contra su pecho, hundió una mano en el pelo, y devoró mi boca
con un beso que debería ser clasificado X.
Tan pronto como Donnie, nuestro camarero, terminó de hacer pipí, se fue
sin lavarse las manos. Sólo podía esperar que el alcohol las esterilizara. En su
defensa, el beso fue bastante sexual. Con tonos sexuales y una sexy inclinación
oscura en él.
Reyes rompió el beso y me miró fijamente. —Sigues hablando así, y tendré
que llevarte a una cabina.
—Tu romántico, tú. —En verdad, me dejó sin aliento, y una cabina parecía
bastante buena.
—¿Lista?
—¿Para sexo en el baño? Infiernos, sí.
La sonrisa que se deslizó a través de su cara tenía un parecido fuerte con la
que tenía la noche que realizó un examen vaginal con utensilios de cocina. Me
derretí. O empecé a hacerlo hasta que me agarró y dijo—: Esta vez, dirigiré por los
1
dos. 75
Tormentas celestiales se estrellaron contra mí, alrededor de mí y a través de
mí, luego un sol más brillante de lo que había visto, y era de Nuevo México,
muchas gracias, me cegó. Todo lo que podía ver era un solo tono de azul y un solo
tono de bronceado.
Coloqué una mano sobre mis ojos y mantuve los dedos de la otra curvados
en la camisa de Reyes. La imagen que me rodeaba lentamente, se enfocó. En
realidad, ya estaba enfocada, sólo que ahora tenía que descifrarla.
—Estamos en un desierto.
Reyes asintió. Todavía no miraba realmente a nuestro entorno. En su lugar,
eligió mirarme, y no podía comprender por qué.
—Oh, Dios mío, Reyes. —Me volví y miré la zona—. Esto es impresionante.
Nos hallábamos rodeados por dos cosas exactamente: un cielo tan azul que
brillaba y un desierto de color rojo dorado tan rico que me quitó el aliento. Mis pies
se hundieron en la arena. Se formaban pequeñas colinas a su alrededor. Bajé la
mano y la filtré a través de mis dedos, luego caí sobre mis rodillas. Se hundieron en
el calor debajo de ellas, también.
—¿Estamos donde creo que estamos?
Se arrodilló a mi lado. —Si crees que estamos en el Sahara, entonces sí.
Jadeé. Estaba de pie, de rodillas, en el Sahara. —Reyes, no sé qué decir.
Nunca he visto nada tan... tan perfecto en mi vida.
—Te traje aquí por una razón.
—¿Sí? —Me senté y jugué en la caja de arena más grande del mundo.
Me observaba, y me preguntaba qué pensaba de mí. Debía parecer el tipo
más loco de perdedora, tropezando en su mundo, tratando de navegar como un
niño en una andadora, chocando en las paredes, armarios y rodillas.
Me sacudí la súbita sensación de inseguridad y experimenté el maldito
Sahara. Si había algo que pudiera hacer que una persona se sintiera insignificante,
sería este vasto terreno. Hermoso y mortal al mismo tiempo.
Tiré arena, tan abrasadora como estaba, sobre sus vaqueros. —Podrías
haberme advertido. Las gafas de sol habrían sido geniales.
Mostró sus dientes perfectos y tomó un puñado de arena. Dejó que se
deslizara a través de sus dedos largos y fuertes. Entonces comenzó la lección del
día. —Recoge un grano de arena. 1
Recogí un puñado y le mostré con orgullo.
76
Sonrió pacientemente, así que lo dejé deslizarse, tratando de conseguir un
grano. Tuve que limpiar mis manos y empezar de nuevo. Finalmente, después de
mucho esfuerzo, tuve un grano de arena en la palma de mi mano. Lo llamé Digby.
Tomó a Digby, para mi consternación. Trabajé duro por el pequeño.
Después de colocar a Digby en la palma de su mano, lo extendió hacia mí.
—Esto es cuánto de ti es humano.
—Está bien.
—Mira a tu alrededor.
Lo hice y luego miré otra vez al hombre que siempre creí cuerdo.
—En comparación con este desierto, esto es cuán humana eres.
—No lo entiendo. Eso es imposible. Soy humana. Siempre he sido humana.
—En tu mente, tú crees que eres, ¿qué? ¿Mitad humana y mitad Dios?
—Bueno, hasta hace unos meses, creía que era noventa y nueve por ciento
humana y uno por ciento ángel de la muerte. Entonces me dijeron que el uno por
ciento se dividió en dos: mitad ángel de la muerte y mitad diosa.
—No puedes ser mitad ángel de la muerte. Eso es como decir que un cartero
es medio humano y medio cartero.
—¿O un abogado es medio demonio y medio humano? —Lo oía un montón.
Una esquina de su boca se curvó. —Algo así. Ángel de la muerte es tu
trabajo, no tu herencia, por falta de una frase mejor. Pero no puedes ser medio
diosa ni medio humana. El lado humano de ti es un grano de arena entre los tres
millones seiscientos mil kilómetros cuadrados que componen este desierto. La
parte de diosa es demasiado poderosa. Necesitas superar eso, porque no funciona
de esa manera.
Estudié a Digby. —Eso no tiene sentido.
—Sigues hablando como si tu cuerpo humano pudiera morir. Y, sí, puede,
pero necesitaría algo muy poderoso para lograrlo.
Me paré y abandoné a Digby para caminar unos metros. —Así que si soy
cortada y tirada en una astilladora de madera...
—¿La camioneta te mató?
—Bueno, no, pero éramos incorpóreos. A propósito. Si estuviera
inconsciente o atada...
1
—Holandesa, este grano de arena no controla la forma del desierto. No
controla las inclinaciones. Las colinas y los valles. Es infinitesimal en comparación 77
con el desierto en su conjunto.
—Bien.
—La parte de ti que es diosa, el todo que eres tú. Un ser consciente con un
poder inmenso.
—El viento lo moldea —discutí—. Una fuerza externa.
—Al igual que en el plano mortal, las fuerzas externas influyen, pero el
cuerpo sigue siendo uno. Cuanto más entiendas eso, menos tu parte humana —
Extendió a Digby—, este minúsculo aspecto de tu constitución, puede controlarte.
—Y esto es importante, lo entiendo.
—Hay otro dios suelto en esto plano.
Ah. Pensé que volveríamos a eso eventualmente.
—Ahora mismo es más poderoso que tú porque sabe una cosa que es
verdad sobre todas los demás.
—¿Y eso es ...?
—No puede morir. No a manos de nada menos que un dios. —Se acercó—.
Y tampoco tú.
Asentí, tratando de dejar que se asimilara, de forzarlo a, pero una parte de
mí simplemente todavía no podía creerlo. —Podría atraparlo como hice con Mae
'eldeesahn.
Tragó, el tema claramente sensible. —Tuviste suerte.
De ninguna manera en el cielo o la tierra podría discutir eso. —Estoy de
acuerdo, pero...
—Tal vez tengamos que luchar contra él. Pero tenemos una ventaja.
—¿Sí?
—Él es un dios, al igual que yo. Tú, Elle-Ryn-Ahleethia, eres trece. Por lo
que sé, tú eres el dios más poderoso que alguna vez haya existido.
Asentí de nuevo, sintiéndome tan poderosa como Digby en ese momento.
—No me crees.
—No, si lo hago. Lo entiendo. Algo así. Es difícil comprender la inmensidad
de esto. Es como cuando uno saca a un nativo de la selva tropical que creció en las
llanuras abiertas y ve vacas en la distancia, piensa que son moscas. Su mente no 1
puede comprender tal inmensidad. Esa distancia.
78
Extendió la mano, pasó el dorso de su mano por mi mejilla, su toque tan
ligero como el aire, pero fue suficiente. El reino celestial me golpeó como un
maremoto, tirándome de nuevo, cayendo a través del espacio. Sólo por un
segundo. Entonces nos encontrábamos en el pavimento.
Me balanceé y bajé la mirada. Nada de pavimento. Después de un rápido
análisis de la zona, me di cuenta de que nos encontrábamos en la parte superior de
un edificio. Un edificio muy alto.
No tenía miedo de las alturas, pero no eran mis favoritos de las tres
dimensiones. Prefería la profundidad. Edificios profundos. Pero Reyes nos colocó
encima de la Plaza Albuquerque, el edificio más alto de la ciudad.
Todavía sintiendo como si una brisa ligera podría enviarme a toda
velocidad a mi muerte, tomé la camiseta de Reyes otra vez. Envolví mis dedos en
ella como si ese artículo de ropa pudiera evitar que cayera, porque Reyes no nos
colocó en el centro de la parte superior del edificio. Oh diablos, no. Estábamos
precisamente en un borde estupendo mirando sobre una caída de cien metros.
En su defensa, la parte superior no era plana. Si nos hubiese colocado allí,
nos habríamos deslizado. Así que ahí estaba. Pero nos hallábamos en el borde más
alto, y mientras el mundo parecía súper genial desde ese punto de vista, no era un
lugar en el que quería estar.
—Reyes, esto no es gracioso.
—No quería que lo fuera.
—¿Por qué estamos aquí?
Envolvió sus brazos alrededor de mí. —Quería que lo vieras. Tú eres el
desierto. Tú eres el todo. Hasta que creas eso, estás en peligro. —Miró a la
ciudad—. No sabes de lo que Eidolon es capaz. Todo el mundo en esta ciudad, en
este mundo, está en peligro. —Entonces se volvió a mí con una mirada dura—.
Nuestra hija está en peligro.
Tenía razón. Si pudiera hacer algo, cualquier cosa, para detener a Eidolon,
tenía que intentarlo. Me colocó a la longitud del brazo, pero me apretó fuerte. Sin
embargo, por mi propia paz mental, mantuve mis dedos enrollados en su camiseta.
—Puedes salvar a todos aquí. Eres el dios más poderoso en todas las
dimensiones combinadas. —Me sacudió—. Solo tienes que creerlo hasta lo más
profundo de tu alma. 1
Asentí. —Lo intentaré 79
Se relajó. Me acercó a él. Besó la cima de mi cabeza. —Eso no es lo
suficientemente bueno.
Y luego estaba en el aire.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Miry GPE

Si al principio no tienes éxito, es sólo "intento" de asesinato.


(Meme)

Pocas cosas en la vida son tan sorprendentes como que tu esposo, el hombre
al que le diste tu corazón y alma, te lance de un edificio de cien metros. Debería
saberlo.
Al segundo que mis pies dejaron la parte superior del edificio, el momento
en que sentí ese empuje, ralenticé el tiempo. Y colgaba, literalmente, en el aire.
Aturdida. Jadeante. Un poco irritada.
1
—¡Reyes Alexander Farrow! —grité, porque parecía lo correcto. 80
Se paró en la parte superior de la Plaza Albuquerque. Brazos cruzados.
Sonrisa en su lugar. —Detuviste el tiempo rápidamente. Es un buen comienzo.
Tenía un plan. Seguramente tenía un plan. —Está bien, ¡lo entiendo! Soy
una diosa. Tengo que saber esto hasta la médula de mis huesos. Pero no me hará
ningún bien si mis huesos son una gran pila blanda en el fondo de este edificio.
—Lo haces muy bien —dijo, completamente impasible.
—Reyes, esto ya no es gracioso. El tiempo volverá a andar en cualquier
momento...
—Eres una diosa. El tiempo no vuelve a andar a menos que lo permitas.
—...Y cuando lo haga, golpearé ese pavimento con tanta fuerza, que
desearás que puedas morir antes de que termine contigo.
Sus dientes blancos brillaron contra su piel oscura. —Entonces no golpees el
pavimento. Conviértete en él.
—¿Qué coño significa eso? —grité.
Se rio. ¡Se rio! —Absórbelo —dijo—. Deja de ser tan humana. Sólo sé parte
de todo lo que está a tu alrededor. Una parte de todo. Como una diosa apropiada.
—Tú. Estás. Tan. Muer...
Antes de que terminara mi amenaza, el tiempo de hecho se aceleró, y caí
más rápido de lo que jamás imaginé posible.
Me volteé en el aire. No a propósito, ¿porque quién diablos quiere ver eso?
Pero lo hice. Apenas tuve tiempo de concentrarme en el instrumento de mi muerte
cuando estuve allí. Chocando contra esto. El dolor insoportable sujetado a través
de mi...
Espera. ¿Dónde estaba el dolor?
Entonces lo sentí, pero no el mío. Lo sentí en los demás a mi alrededor.
Junto con la alegría, la molestia, el amor... casi todas las emociones imaginables me
recorrían como la heroína.
Y vi. Todo el mundo. Todo. Vi cada hoja de hierba. Vi cada rayo de sol. Vi
cada hebra de cabello de cada persona que caminaba por la plaza. Eso funcionaba
en los edificios circundantes.
Vi el bien como si fuera una cosa física. Lo malo también, sólo que existía
menos de esto, afortunadamente. El amor ocultaba el odio. El altruismo eclipsaba
1
la codicia. La confianza eclipsaba los celos. Aunque en cada caso, los márgenes
eran más estrechos de lo que me hubiera gustado.
81
Vi una lagartija correr por una pared a dos cuadras de distancia. Una niña
perseguía su bola en su sala de estar en el otro lado de las montañas. Un hombre
mayor ofrecerle a un niño sin hogar que se burlaba de él cinco dólares para
conseguir algo de comer en Seattle. Un médico lava los pies de su madre enferma
en la India.
Lo absorbí todo. Lo disfruté todo. Como bañarse en la luz.
—¿Y bien? —preguntó Reyes, presionado contra mi trasero, su boca en mi
oído.
Me incliné hacia él como si hubiera estado en la acera todo el tiempo. El
asombro, y una cantidad considerable de sorpresa, se apoderó de mí.
Mirándolo, le pregunté—: ¿Has sentido eso? ¿Es esto lo que Jehová siente
todo el tiempo? No es de extrañar que Él nos quiera tanto. Somos seres asombrosos
y complejos.
—Tú aún más.
Sacudí la cabeza. —Ahí es donde te equivocas. —Saliendo de su agarre, le di
mi mejor mirada seria—. Si esto me ha enseñado algo, Reyes, es que los humanos
son increíbles. Son cada uno digno de la vida. Bueno, la mayoría de ellos. Y todos y
cada uno merece el derecho a ser iguales. A estar seguros. Ser alimentados y
protegidos. Parte de mí entiende por qué Él no interviene. Porque Él no lo hace
todo correcto. Su libre albedrío es un regalo asombroso.
—Uno que la mayoría desperdicia.
—No. No la mayoría. Hay más bien en el mundo que mal. Todavía están
aprendiendo.
—¿Ellos?
Lo cuestioné con una inclinación de mi cabeza.
—Dijiste ellos.
—Bueno,‖sí,‖pero‖quería‖decir…
Sonrió y se volvió para alejarse. —Misión cumplida.
—No, me refería a nosotros. Nosotros. Todavía soy humana. ¡Y oye! —Lo
alcancé y lo jalé de la camiseta—. Me lanzaste de un edificio.
—¿Qué hay con eso? 1
—Bueno, eso fue grosero. 82
***

Nada hacía que una chica tuviera más hambre que ser arrojada de un
edificio. Reyes y yo nos sentamos en Rustic on the Green, comiendo una increíble
hamburguesa de chile verde, cuando Cookie llamó.
—Oye, Cook. ¿Cómo estuvo el día de Amber en la escuela?
—Oh, genial. Muchas gracias por tener a Osh con ella. Eso realmente me
tranquiliza.
—Me alegro. Entonces, ¿qué pasa?
—Primero, ¿cómo estuvo tu día con el señor Farrow?
—Maravilloso. Fuimos al Sahara. Y me lanzó de un edificio. Aparte de lo del
edificio, fue fabuloso.
—Bueno, eso es lo que más importa. Así que, sólo quería que supieras que
encontré algo sobre los Fosters. Algo... bueno, bastante difícil de creer.
—¿En serio? —Incliné mi cabeza como si nos ayudara a ser más sigilosas—.
Dime.
—Como sabes, me encontré con una pared de ladrillo una vez que me
enteré que Los Foster no son quienes dicen que son.
—Sí.
—Por eso le pedí ayuda a Pari.
—Oh, eso es increíble. Traerla al redil. ¿Qué descubrió?
—Bueno, usó algún tipo de software de reconocimiento facial y los encontró.
Tal vez. Hace unos cuarenta años, hubo dos adolescentes sospechosos de matar a
una familia.
—Está bien. Horrible.
—Los niños fueron arrestados y llevados a la cárcel del condado. Donde
escaparon. De algún modo, un alguacil dejó sus celdas desbloqueadas. No lo sé.
Todo era muy sospechoso. Y no se escuchó de ellos de nuevo.
—Cook, ¿me dices que los Foster mataron a una familia cuando eran niños?
—Digo que, según el software de reconocimiento facial, fueron arrestados
por el crimen. Pero hay más. Estos chicos eran parte de algún culto súper religioso. 1
Los miembros de este culto creían que los niños fueron tocados por Dios para
descubrir a los profanos y destruirlos.
83
—De acuerdo, todo esto suena asombrosamente similar a lo que estoy
descubriendo.
—Entonces, este culto, si un grupo de locos que viven juntos y casan niños
es una buena interpretación de la palabra...
—Creo que lo es.
—...creía que estos niños eran la segunda venida. Tan pronto como
escaparon, el alguacil fue al recinto para encontrarlos. Desaparecieron. Durante la
noche. Todo el grupo de treinta y tantos miembros desapareció. Y ninguno de ellos
ha sido encontrado de nuevo, tampoco. Ni un solo miembro.
—Guau. Así que, ¿crees que todo el culto estaba detrás de los asesinatos?
—Eso o ellos condonaron cualquier cosa que hicieron estos niños. Charley,
hicieron todo menos adorarlos abiertamente.
—Cosas más extrañas han pasado.
—Pero hay más.
—Esto es como una telenovela y un programa de chismes todo convertido
en uno.
—¿Los niños arrestados por el crimen?
—Sí.
—Charley, eran hermano y hermana.
Bueno, eso me sorprendió. También sorprendió a Reyes. Permaneció
inmóvil, inmerso en sus pensamientos.
Eché un vistazo a una mesa cercana. Escuchaban a hurtadillas. No podía
culparlos. Mierda no se volvía más loca que cultos religiosos. Y/o parejas de
hermanos y hermanas. Porque Uhg.
—Espera. ¿Obtuviste esto de Pari? ¿Nuestra Pari?
—La incomparable.
—¿Y cómo nuestra Pari tiene acceso a una base de datos segura del FBI?
Silencio.
—¿Está volviendo a hackear?
—Ella no sonaba mal. 1
—Sitios web. Bases de datos. Se metió en un grave problema en el pasado, y
está en algún tipo de libertad condicional. Ni siquiera se supone que entre a
84
Internet. Nunca. Por ninguna razón.
—Guau, Charley. Sabía que era buena con las computadoras. No tenía idea
de que se metió en problemas.
—Eso no es tu culpa. Hablaré con ella. Mientras tanto, esto es una locura.
—¿Deberíamos hablar con Robert?
—Sí. Lo llamaré.
—Genial. Hablamos pronto.
Colgué el teléfono y observé la expresión de Reyes. —¿Estás bien?
Asintió. —Tiene sentido.
—Lo hace. Bueno, todo excepto la cosa hermano-hermana. Espero que haya
sido un error. —Cogí el teléfono y encontré a Ubie en mis contactos.
—Hola, calabacita. Cookie me dijo que te tomaste el día libre. —Estaba tan
feliz, que no podía decirle que no tenía nada que ver con eso.
—Sí. Entonces, ¿te contó algo sobre el caso en el que estamos trabajando?
—No. Ella ha estado... bueno, últimamente he estado un poco distraído.
—¿Quieres decirme por qué?
—No.
—Está bien. Así que... —informé a Ubie de lo habitual. Era suficiente para
captar su interés con unas garras afiladas.
—Te mantendré informado de lo que descubro, pero si puedes echar un
vistazo a este caso viejo...
—Puedo hacerlo —dijo.
Reyes y yo salimos del restaurante. Una cosa era permitir la escucha de
algunos fragmentos al azar de investigación que se pueden encontrar en línea. Pero
otra completamente diferente es permitir que la información sobre mi cliente se
escape. Todavía tenía que confrontar a Shawn sobre su provisión de una coartada
para los Foster cuando Dawn Brooks fue secuestrada. Definitivamente necesitaría
una explicación, pero ahora no era el momento.
Le expliqué todo el caso a Ubie, dejando de lado los detalles sobre quién era
mi cliente. Me concentré en los Fosters y lo que Cookie encontró.
—Charley, si eso es cierto, voy a necesitar más. No creo que pueda obtener 1
una orden sobre la información obtenida... de forma creativa.
—De acuerdo, ¿cómo qué? ¿Qué tal una confesión?
85
—Si son quienes dicen que son, han huido y escondiéndose por mucho
tiempo. No van a decirte nada.
—Tengo un plan.
—¿Cuándo no tienes un plan?
—Verdad. —Miré a Reyes mientras manejaba a casa—. Pero es un plan
bastante bueno, siempre que tenga un poco de ayuda.
—Bien, bueno, mantenme informado. En el frente acosador...
—¿Joe?
—¿Joe? —repitió.
—Joe Acosador.
—Correcto. En el frente de Joe —dijo, encontrando que es más fácil
seguirme la corriente que señalar los muchos defectos de mi proceso mental—,
estamos listos de este lado si estás segura de que todavía quieres seguir adelante
con esto.
—Por supuesto que quiero seguir adelante con eso. ¿Por qué no?
—Pensé que lo harías. Sólo comprobando.
—¿Has oído hablar de Amber?
—He enviado mensajes de texto a Osh todo el día. Ella está bien, y él ha
decidido que quiere volver a la escuela.
—Oh, infiernos, no.
Se rio entre dientes. —No sé qué haría sin ti, calabacita.
Eso sonó siniestro. —¿Vas a algún sitio?
—No lo creo. Sólo quería que supieras lo mucho que significas para mí. Oh,
y si llego tarde por cualquier motivo mañana, el Oficial Tang estará a cargo.
—¿Tarde? ¿Por qué llegarías tarde?
—Tengo un centenar de casos en este momento, calabacita. Ha habido
movimiento en uno viejo que tengo que vigilar. Podría tomarme un tiempo. Pero
no te preocupes. Sigue con el plan.
—Está bien. Ten cuidado.
—Siempre. Sé buena. Y quédate en casa. 1
En realidad, esa no era una mala idea. No tenía una noche en casa sola con
la bola y la cadena en unos días.
86

***

Reyes y yo asaltamos la cafetera de Calamity's, luego subí al segundo piso


para informar a Cookie de todo, mientras Reyes hablaba con su gerente, Valerie. La
confundí con un perchero e intenté colgar mi chaqueta en su cabeza. Pensé que era
divertido. Ella no. Pero sólo había suficientes miradas odiosas que una chica podía
soportar. El hecho de que me encontraba casada con su jefe, un jefe del que se
hallaba desesperadamente enamorada, no era mi culpa. Lo tuve primero. Si te
duermes, pierdes cuando se trata de amor. ¿O esa era la guerra? Como sea.
Cuando llegué a la oficina, Cook se había ido a casa por el día. Decidí hacer
algunos trámites. Me di cuenta de que era una charla loca. Y traté de averiguar
cómo vengarme del señor Reyes Farrow. La venganza era una perra.
Conseguí un centenar de ideas gracias a un sitio web llamado Tortura-ndo-
Nos. Oh sí. Tenían algunas ideas fabulosas. Pero primero, ahora que podía hacer
todo el asunto de desmaterializarme, me preguntaba si podía espiarlo. Le serviría
bien.
Cerré los ojos y dejé que el reino celestial se derramara sobre mí. Realmente
era impresionante. Entonces me concentré. Fui en busca de mi presa. Termine en
una esquina de Central, en el sentido no profesional, y observé cómo los dos reinos
chocaban.
Yo era parte de todo lo que me rodeaba. Siempre podía sentir emociones,
pero esto iba mucho más allá. Los conocía. Todos los que caminaban a través de
mí. Sabía lo que pasaba en un nivel mucho más profundo. No es que pudiera leer
sus mentes ni nada. Más como si pudiera sentir sus emociones dándome cuenta de
sus deseos más profundos. Sus mayores preocupaciones.
Era como drogarse. Era como...
Me detuve y pensé en lo que hacía. ¿Estaba sacando un Osh? ¿Me estaba
alimentando de ellos de alguna manera? ¿Extraía su energía para drogarme?
Retrocedí de inmediato y observé desde lejos. En realidad, desde arriba.
Reyes solía hacerlo todo el tiempo. Literalmente, flotaba a mi alrededor para
vigilar. Pero siempre se hallaba cubierto con una enorme y negra capa ondulada.
Tendría que preguntarle cómo lo hacía. 1
Después de unos minutos de observar a la gente y tomar un par de notas,
una chica estaba en serios problemas y al borde de cometer suicidio, Reyes volvió a 87
mi mente como era su costumbre. Probablemente porque caminaba por la calle,
yendo en la dirección opuesta a mí.
Reyes podía ser visible para mí o invisible, y esa parte que pensé que había
descubierto. Cuanto más cambiaba al plano celestial, menos visibles eran los seres
sensibles de este mundo. Todavía podía verlos, todavía veía sus auras, pero sus
formas humanas se volvían más vagas hasta que desaparecieron por completo. Tal
vez funcionaba a la inversa. Tal vez si un humano podía ver más allá del velo entre
los dos mundos y cambiaba cada vez más al plano celestial, tal vez me volvería
invisible, sin importar lo que pudieran ver.
Decidí probarlo.
El aura de Reyes era espectacularmente fácil de identificar entre una
multitud. Era oscuridad y llamas. Me arrastré detrás de él y lo observé,
maravillada de cómo su culo se veía en esos vaqueros.
Sin perder un segundo, bajó la cabeza y preguntó—: ¿Te estás divirtiendo?
Lo estaba, de hecho. Me acerqué a él, permitiendo que mis moléculas
chocaran con las suyas. Quería sentirlo como sentía a los demás. Quería saber todo
sobre él. Todos los secretos que metió en los rincones más lejanos de su mente.
Pero no funcionaba de esa manera. Sus emociones estaban todavía tan
profundamente empaquetadas, tan entrelazadas, que descifrarlas era casi
imposible.
Apoyando mi pie en terreno firme, lo seguí hasta que se detuvo, se volvió y
me atrajo hacia él. Hundiendo los dedos en mi cabello, me empujó contra un
escaparate.
—No deberías tentarme —dijo, con su voz como un whisky caliente.
—Siento disentir. Tú eres el único a quien debería tentar.
Se desplazó hacia el plano celestial. Aquí sus besos eran aún más calientes.
Su energía más cruda. Más abrasiva.
Tiró de mis vaqueros con una mano, y parte de mí se sorprendió que
todavía los llevara. Abrió el botón, bajó la cremallera y metió una mano. Me agaché
y agarré su muñeca. Aquí todo era más sensible. Cada toque más importante. Sus
dedos masajearon mi clítoris, sumergiéndose en el interior, haciéndome temblar de
necesidad.
Presioné una palma en su entrepierna. Encontrando la longitud de su
erección. Moldeé mis dedos alrededor del contorno hasta que inhaló una 1
respiración aguda. —Holandesa —dijo contra mi cuello—. ¿Qué me haces?
Ni siquiera podía comenzar a responderle, porque lo que le hacía a él, me lo
88
hizo primero.
Sin el menor pensamiento de que hubiera un testigo de nuestra aventura,
solté los botones de sus vaqueros y envolví los dedos alrededor de su polla.
—Hijo de puta —dijo, apoyando una mano en la pared detrás de mí. Y tenía
razón. ¿Cómo se encontraba todo tan acentuado aquí? ¿Tan extra sensible?
El menor fragmento de fricción era casi orgásmico. Tanto es así que apenas
podía controlar mis acciones. Mis ropas se fueron de repente, al igual que las de
Reyes, y no podía recordar cuál de nosotros las quitó. Pero se presionó en mí,
energía incorpórea contra energía incorpórea. Moléculas chocando. Rizos de calor
envolviéndose alrededor de mí como cintas.
Nuestros cuerpos no se deslizaron como lo harían durante una ronda
regular de agresivos abrazos, pero nuestra energía lo hizo. Caliente. Rápida.
Frenética.
Luego cambió, solo apenas, al plano mortal, trayéndome con él. Y la solidez
de su polla dentro de mí se disparó a través de mi núcleo. La presión que crecía en
mi abdomen con cada empuje, el peso de ella, arañaba el delicado equilibrio entre
el dulce placer de una follada lenta y sensual y la codicia salvaje y apasionada de
una convulsión inducida por la venida.
Y entonces la balanza se inclinó y me agarró, echando atrás mi cabeza y
sacudiéndome contra él. Algo profundo dentro de mí, algo innombrable, explotó.
Apreté los dientes cuando espasmo tras espasmo violento se estrellaba contra mí.
Se estrellaba contra mis huesos. Temblores sobre mis terminaciones nerviosas,
derramando el más oscuro placer conocido por el hombre a través de mi
conciencia.
Un orgasmo en este estado era mil veces más brillante, más caliente, más
intenso. Nunca sentí mis átomos rompiéndose. Nunca los sentí chocar y crear una
reacción tan caliente como el centro del sol.
Mientras Reyes se apoyaba contra mí, su propio orgasmo recorriéndolo, me
preguntaba si así era cómo dos dioses se fusionaban para formar uno. ¿Y por qué
hacían eso, de todos modos? ¿Por qué todos los dioses de mi dimensión se unieron
para formar un solo dios? ¿Qué ganaban ellos?
Reyes se desplomó contra mí mientras flotaba en las secuelas del sexo
alucinante. Y entonces me di cuenta de algo fundamental. Núcleos. Centros.
Teníamos centros incluso en nuestro estado más desmaterializado. Si teníamos 1
forma o no, teníamos centros.
89
Y encajaban muy bien. Como piezas de un rompecabezas. O un candado y
una llave. O un pene y una vagina. Principalmente un pene y una vagina.
Cuando Reyes dio un paso hacia un lado, se apoyó en un escaparate y
siguió mirándome fijamente, me di cuenta de que yo tarareaba. Al igual que mi
cuerpo literalmente tarareaba, su estado actual completamente perfecto.
—Lo siento —le dije, preocupada de que también pudiera oírlo.
Al principio, continuó mirándome, pero no sólo a mí. Todo a mi alrededor.
Luego susurró—: Magnífico.
—¿Qué? —Volví al suelo para unirme a él y me volví para ver qué había
detrás de mí—. ¿Qué ves?
Reyes cambió y se acercó a mí. —Tú, holandesa. Te veo.
—¿De verdad? Estoy tratando de ser invisible. ¿Cómo puedes verme?
—No sé si puedes ser tú. No para un ser sobrenatural, de todos modos.
Recuerda, todavía eres la luz a la que los difuntos son atraídos. Es que ahora es
diferente. Cuando eres así.
—¿Qué tiene de diferente? ¿Es aún más molesto? Pari apenas puede
mirarme sin usar gafas de sol.
—Es un blanco muy brillante a tu alrededor. Literalmente brillas.
—¿Como un gusano brillante?
Sonrió. —¿Por qué no?
—También pareces diferente cuando cambio.
Bajó su cabeza.
—Reyes —dije, preparándome para burlarme de él—, déjalo ya. Sé todo
sobre la oscuridad. Ser creado en el infierno...
—No te acuerdas, ¿verdad?
Pasé los dedos por su sensual boca mientras hablaba. —¿Recordar?
—Antes de que convencieras a Jehová de que me enviara a tu dimensión de
infierno en lugar de encerrarme en la que Él creó, tú me conocías.
Nos volvimos y caminamos por la calle de la mano. Sólo que ambos éramos
incorpóreos, así que la gente seguía caminando a través de nosotros.
Principalmente, estudiantes universitarios apiñados para los finales. Pobres niños.
Eso, lo recordaba.
1
—Yo era oscuro incluso entonces. Era oscuro antes de que Satanás se 90
apoderara de mí.
Me detuve y me coloqué frente a él. —No recuerdo eso.
—Creo que mi hermano, por alguna razón, ha alterado tus recuerdos.
Quitado algunos.
—¿Sabes por qué?
—No, no lo sé. Lo siento. —Se agachó y deslizó sus dedos a lo largo de mi
abdomen.
—Ah, para que lo sepas —dije, mis músculos tensándose ante su tacto—, me
voy a vengar de ti por esa pequeña treta que hiciste hoy.
Su expresión se suavizó. —¿Lo haces?
—Sí. He hecho investigaciones. Estás tan jodido.
—Apenas puedo esperar.
Resoplé. —Te sugiero que adoptes una actitud más preocupada que eso,
Señor Hombre. La venganza es una perra, y su nombre es Charley Davidson.
Apretó la boca para ocultar su reacción. Aparentemente era graciosa.
—Es bueno saber que puedo traer humor a cualquier situación. Ni siquiera
voy a sentir lástima por ti mientras te torturo.
Alzó una ceja. —¿Tortura? ¿Estás segura de que lo tienes en ti?
—Oh, lo tengo y algo más.
Volvió su mirada más sensual hacia mí. —Sigue siendo mi corazón
palpitante.
Parte de mí creyó que quería que lo torturara.

1
91
Traducido por Jadasa & florbarbero
Corregido por Jenny99

Algunos días, el suministro de malas palabras es insuficiente para satisfacer


mis necesidades.
(Camiseta)

Soñé con noches sin estrellas y planetas que chocaban. Nebulosas a la deriva
demasiado cerca de los agujeros negros y las galaxias que giraban fuera de control.
Y soñé con alas de ángel. Sus plumas rozando mi piel, enviando escalofríos por mi
columna.
1
Entonces me desperté con el sonido silencioso de Angel. Me sacudió
suavemente, pero había una urgencia en su susurro. O eso, o... 92
Mis ojos se abrieron. Reyes tenía a Angel clavado contra el suelo,
ahogándolo. Si un difunto podía ser ahogado. No tenía ni idea.
Gateé para levantarme de la cama y palmeé el hombro de Reyes. —Cariño,
¿qué estás haciendo?
Levantó su mirada hacia mí, su expresión era la imagen de la alegría. —
Luchando.
Angel hizo un extraño sonido de arcadas y sacudió la cabeza.
—Cariño, no creo que Angel desee luchar.
—Su problema. Estaba de pie sobre nuestra cama, mirándote. Imaginé que
necesitaba una lección.
—Espera, ¿qué? —Aparté los brazos de Reyes de alrededor de la garganta
de Angel. O, bueno, Reyes dejó que moviera su brazo—. Angel, ¿qué está
sucediendo?
Ahora libre, Angel se dobló, tosiendo y ahogando; y en general, molesto.
Me arrodillé junto a él. Palmeé su espalda. Eso le ayudaría. —Rey’aziel,‖
probablemente tenía algo que decirme. Ahora nunca lo sabremos. Creo que
aplastaste su laringe.
—Lo lamento. —Reyes se levantó y se dirigió al baño. No lo lamentaba.
Pobre Angel.
Angel intentó acercarse a una silla en la esquina. Medio lo ayudé y medio lo
arrastré. Intentó alejarme. Le di una palmada en las manos y lo ayudé, de todos
modos.
—¿Qué pasa? —pregunté cuando pudo respirar de nuevo. No tenía idea de
por qué necesitaría hacerlo. Supongo que era un hábito.
Se sentó sosteniendo su garganta y mirando con furia hacia el baño.
—Ángel, ¿qué? ¿Es Beep?
Reyes se encontraba al instante en la puerta, de repente tan curioso como yo
lo estaba.
Cuando Angel no respondió tan rápido como le hubiera gustado, se dirigió
hacia él.
Levanté una mano y le di una mirada de advertencia. —Creo que has hecho 1
suficiente, señor Farrow.
Se paró atrás, todos los músculos de su cuerpo tensos, listo para saltar a la
93
acción por si era necesario.
—Es tu tío —dijo, su voz sonaba ronca.
Una alarma se disparó a través de mí. —¿Qué sucede con él? ¿Encontró a
Guerin? —Grant Guerin. La escoria elegida para matar a Ubie. Razón por la cual
vigilábamos al hombre cascarrabias.
Sacudió la cabeza. Volvió a toser. —No, está en una habitación de hotel. En
algún bar de mala muerte a unas cuadras de aquí. Ha estado vigilando una
habitación en particular toda la tarde. Algunos hombres se detuvieron ahí y la
alquilaron, y ahora tu tío se prepara como para la Tercera Guerra Mundial.
—¿Qué? Muéstrame.
Corrí a ponerme algo de ropa. Reyes hizo lo mismo.
—Será mejor que se apresuren. Cuando me fui, se dirigió a la puerta. Si
Capitán América no hubiera intentado asesinarme.
—Si‖habría‖deseado‖tu‖muerte‖de‖verdad…
—¿En serio, chicos? —Entonces fulminé a Reyes de nuevo con la mirada,
intensamente.
Levantó un hombro. —Debería aprender a llamar.
Antes de que pudieran discutir de nuevo, agarré la mano de Angel. —
Muéstrame. —Me desmaterialicé detrás de él. Reyes hizo lo mismo. Angel quería
preguntar acerca de esta nueva y a la moda capacidad, pero recordó por qué vino,
y desapareció.
Seguir a Angel era un poco más difícil de lo que esperaba. Reyes tomó mi
mano y me llevó, y estuvimos allí en un segundo, de pie delante de uno de los
hoteles más asquerosos que Albuquerque tenía para ofrecer.
—Ahí —señaló Angel—. Habitación 212.
—Gracias, cariño. —Tío Bob ya se hallaba en el interior. La puerta se
encontraba cerrada, entonces hice lo que cualquier investigadora privada digna de
respeto haría. Me desmaterialicé de nuevo y espié.
—Él no habla inglés —dijo un hombre.
Me deslicé en una pequeña habitación de hotel. Reyes apareció a mi lado.
Angel al otro lado de la habitación.
1
Tío Bob parecía retenido en el lugar como rehén. Un total de nueve
hombres. Nueve. Y habían estado en medio de una reunión, por cómo se veía. 94
—Sí —dijo el tío Bob —. Lo hace. —Luego apuntó con uno de los dos
cañones que tenía al hombre de unos cincuenta años. Mal corte de cabello. Bigote
horrible. Como algo de una discoteca de los años setenta—. Y sé por qué estás
aquí.
—Holandesa —dijo Reyes, atrayendo mi atención sobre una mesa.
Pasé por encima y le di un vistazo. Había un maletín abierto con una pila de
papeles en el interior. Y encima había una foto de vigilancia suya.
Oh, no. Esta no podía ser la misma gente. Miré a Reyes. —Esta no puede ser
la misma gente.
—Robert los mató, pero podrían ser del mismo grupo.
—Él no sabe de lo que estás hablando —dijo el portavoz.
—Claro que sí. —Tío Bob les mostró su mejor sonrisa—. Charlotte
Davidson.
El hombre en el que Ubie se encontraba más interesado, se le deslizó una
sonrisa en su rostro. —¿Ese es su nombre?
—No tiene importancia. No te irás de aquí con vida.
—Pienso que sí, mi amigo. —Comenzó a ponerse de pie.
Ubie tensó su agarre sobre la pistola.
El hombre levantó las manos en señal de rendición y volvió a sentarse. —
Creo que viniste aquí sin esperar mucha —Extendió sus manos, señalando a sus
compañeros—, compañía, ¿no?
—Sabía exactamente en que me metía, Valencia.
—Creo que quizás estás mintiendo.
—Creo que tal vez estás nervioso.
Nunca vi tan decidido al tío Bob. Estaba... furioso. Lo irradiaba. Olas
calientes de ira.
—Mira, soy quien asesinó a tu pequeño equipo hace dos años.
El hombre permaneció inmóvil, evidentemente no esperaba eso.
—Ellos sabían sobre ella. Iban a capturarla para ti. Lo descubrí, y, bueno,
esta es mi ciudad. No me gusta cuando los barones colombianos de las drogas
intentan robar mujeres y comerlas.
1
—¿Mis hombres sabían de la bruja?
¿Bruja?
95
—Ellos sabían.
¿Bruja?
—Ciertas personas en algunas multitudes saben que tiene algún tipo de
percepción extrasensorial. —El tío Bob se rió—. Pero confía en mí, ellos no saben la
mitad de ello.
—¿Cómo averiguaste que estábamos aquí?
—El Departamento de Estado tiene espías sobre la gente como tú, El
Tiburón. Por supuesto descubriríamos cuando entraste al país.
—No vine por las rutas normales.
—Entraste ilegalmente. Lo sé. Tengo contactos.
—Pero quizás no estoy aquí por esta Charlotte.
Ubie ni siquiera reconoció eso con un comentario.
La tensión en la habitación aumentaba con cada segundo que pasaba. Un
hombre se aferró a un arma sobre una cómoda, y el tío Bob le dio una mirada de
advertencia. Luego otro bajó una mano hacia la pistola en su funda. La misma
historia. Diferente calibre.
Pero lo superarían, y pronto. No podría mantener el ritmo por mucho
tiempo, ¿en qué demonios pensaba?
—Me gustaría que supieras que en realidad te estoy haciendo un favor —
dijo—. El esposo de Charley es el hijo de Satanás. Te habría hecho mucho mal.
El hombre permaneció impasible, pero sentí que su pulso se aceleraba.
Hambriento. También quería comerse a Reyes. Hijo de puta.
Me di la vuelta hacia mi marido y me sorprendí al ver la expresión de rabia
en su rostro. Rabia pura y auténtica. —De todos modos, no habrían podido
matarte, ¿verdad? No pasa nada.
Me miró boquiabierto. —¿Crees que estoy preocupado por mí?
No. Por supuesto que no. —Pero tampoco podrían haberme matado.
—Hay cosas peores que la muerte.
Oh. Mierda. Eso no sonaba prometedor.
En una secuencia de eventos que rápidamente me tomaron por sorpresa,
salieron pistolas de todos los rincones de la habitación. 1
Apenas pude decir las palabras Quédate quieto antes de varios disparos. 96
Las balas se deslizaron a través del aire, dos de las pistolas que sostenía
Ubie, desacelerando hasta detenerse por completo. Era rápido. Le concedería eso.
Se quedó congelado en el lugar. No porque detuve el tiempo, sino porque se
hallaba sorprendido y confundido. Detuve el tiempo, pero lo mantuve en el
circuito. Luego con Reyes nos materializamos así él podía vernos.
Me vio de reojo, se puso de rodillas, y giró su arma más rápido de lo que
pensaba que fuera capaz. Una maniobra defensiva que me dejó absolutamente
impresionada. Pero hizo una pausa, mirándome fijamente. Frunciendo el ceño con
incredulidad.
Me apresuré hacia adelante. —Tío Bob —dije, dándole un empujoncito para
que ninguna bala lo alcanzara. —¿En qué diablos pensabas?
—¿Charley? —Miró de mí a Reyes, una y otra vez. Luego observó a los
ocupantes de la habitación congelados—. ¿Qué estás...? No entiendo.
Me arrodillé a su lado. —¿En qué estabas pensando al venir aquí?
—Yo... ¿Qué haces aquí?
—Puse a Angel a vigilarte.
—¿Por qué? ¿Sabías que Valencia se encontraba en la ciudad?
Sacudiendo la cabeza, dije—: No. Pero llevamos un tiempo vigilándote por
una razón completamente diferente. Se supone que ibas a ser asesinado por un
chico llamado Grant Guerin. Te seguíamos. Intentando asegurarnos de que no
sucediera.
—Ni‖ siquiera‖ conozco‖ a‖ un‖ Grant‖ Gue…‖ —Miró alrededor a las figuras
inmóviles, la sangre comenzó a drenarse aún más de su rostro—. ¿Cómo...? ¿Qué
sucedió?
—Solo ralenticé la velocidad del tiempo. Estos hombres iban a matarte. —
Arrojé mis brazos alrededor de su cuello. Palmeó ausentemente mi cabeza,
asimilando la conmoción.
Reyes recogió las armas y las lanzó al interior del maletín.
—Puedes... puedes detener el tiempo. —No era una pregunta. Lo decía más
como una afirmación que intentaba asimilar. Lo comprendía.
—No por mucho tiempo. Tío Bob, ¿por qué viniste aquí solo?
—¿Qué? 1
Pensé en golpearlo al igual que en las películas, y podría hacerlo si no
tuviera no solo una, sino dos armas. —¿Por qué viniste solo?
97
—Me‖ informaron.‖ Yo…‖ Valencia‖ entró‖ ilegalmente‖ al‖ país.‖ —Negó con la
cabeza—. Vio el vídeo que Amber te mostró.
—¿Cachorros bostezando?
—No.
—¿Cachorros peleando?
—No,‖los…
—¿Tenía gatitos? —Vi un montón de vídeos de gatitos—. ¿O Ellen? —Y
vídeos de Ellen. Ella era genial.
—El‖de‖la‖posesión.‖La‖niña‖y‖el‖hombre‖con‖el‖machete‖y…
Eso no ayudaba mucho. Entonces me di cuenta. —Oh, cierto, en el que
exorcicé a un demonio de una niñita en África. —Me encogí—. Mala iluminación.
Cuando mi cara rebotó contra el suelo, el sonido fue malo. Fue mucho más que el
ruido sordo verdadero. Alguien le agregó el sonido, lo juro.
Parpadeó, las luces encendidas, pero nadie en casa. —Él‖quería…
—¿Comerme? Sí, Reyes me lo dijo. También me contó lo que le hiciste hace
dos años a esos hombres quienes iban a secuestrarme y llevarme a El Jefe aquí.
—El Tiburón —corrigió.
—¿El Tiburón? Me gusta. —Lo abracé de nuevo, aprovechándome por
completo de su estado mental—. Tío Bob, eres increíble, pero fuiste condenado al
infierno por lo que hiciste por mí.
Finalmente apartó su mirada de las estatuas, y no de una tipo Miguel Ángel,
y se concentró en mí. Soltó una pistola y tocó mi rostro como si fuera una joya
preciosa. —Calabacita. —O una fruta de otoño—. Sabía las consecuencias antes de
pasar por esa puerta.
Ahogué un grito. —Tío Bob. No... no sé qué decir. —Y no lo sabía, por lo
que sólo lo abracé. Una vez más.
—¿Qué piensas? —preguntó Reyes, aún furioso—. ¿Una sucesión trágica de
cuellos rotos? De todos modos, todos van al infierno. Solamente estamos
adelantando su cita.
Lo pude ver finalmente. Lo que veía. La marca. La había visto antes, pero
fue de golpe y bastante impredecible. Si miraba lo suficientemente cerca, podría
ver lo que hicieron por obtener ese destino ardiente. Éstos no eran buenos chicos. 1
Cerré los ojos para apagarlo, por falta de una mejor frase. Asesinaron
familias enteras como un ejemplo para los demás. Las colgaron de puentes.
98
Decapitadas. Esposas torturadas mientras sus esposos e hijos observaban. Me
detuve allí, incapaz de ver nada más. El lado oscuro de la humanidad. Al igual que
los residuos tóxicos.
Me concentré en mi esposo y dije—: Mátalos a todos.
Y lo dije en serio. Por una fracción de segundo, estaba lista para matar.
Tomar una vida humana. Como si tuviera el derecho. Como si fuera uno de ellos.
Justo cuando Reyes se encontraba a punto de romper su primer cuello de la
noche, grité—: ¡Espera!
Pero fue demasiado tarde. Apareció un ángel. Un arcángel, para ser más
precisos. Miguel. Se materializó a no más de tres metros de mí, con sus enormes
alas ocupando la mitad de la habitación ya llena.
Me puse de pie de un salto. Reyes se alejó y bajó la cabeza, con los músculos
tensos y listos mientras su túnica negra se materializaba. Ondulándose en olas
gigantes. Le hacía parecer aún más amenazador, no es como si necesitara ayuda.
Podía distinguir el brillo del acero debajo de él, el chico realmente quería una
pelea, entonces se asentó alrededor de él.
Y el tío Bob, que se sorprendió al ver al arcángel, se puso de pie, sin saber
qué hacer. No podía decidir si estaba más sorprendido por el ángel o por Reyes.
Personalmente, habría apostado por el espinoso hijo de Satanás, pero me
casé con el hombre. Probablemente estaba parcializada.
—¿Qué? —le pregunté a Miguel en mi tono más rudo. No siempre nos
habíamos llevado bien. Sobre todo, porque intentó matarme. O, bueno, sostenerme
hasta que Jehová llegara para hacer el mismo acto.
Me advirtió. Miguel. Me advirtió que no detuviera lo que ya estaba puesto
en marcha. —Supongo que Él está viniendo por mí ahora que cambié la historia
humana. Ahora que salvé la vida de mi tío.
—No, en absoluto —dijo, manteniendo la mirada fija en la mayor amenaza
de la habitación que, por desgracia, no era yo—. Llegaste antes de que muriera. No
se han roto las leyes.
—¿Qué? —Di un paso adelante, enojada y lista para estrangularlo. Pero me
detuve en seco y lo acepté.
Los ángeles tenían los ojos inhumanos más increíbles. Brillaban con las luces
1
del universo. Sus ojos eran la prueba de que Reyes era un ser angelical. La forma
en que brillaban incluso en la luz más baja. La forma en que veían directamente el
99
alma. La forma en que conocían mucho más de lo que dejaban pasar.
Reyes fue creado a partir de la energía de un dios y los fuegos del infierno,
pero parte de él era ángel. Cierto, esa parte era ángel caído, pero ángel, no
obstante.
E igual que Reyes, ellos podrían ser las cosas más frustrantes de este lado de
la eternidad.
—Pensé que no podía sanar en absoluto, ¿no es eso lo que dijiste?
—Puedes sanar de vez en cuando. Muchos de los dotados en este mundo lo
hacen.
Extendí los brazos, molesta. —Sí, oigo a los médicos hacerlo todo el tiempo.
—Hay leyes. Sin embargo, no las rompiste esta noche.
—¿Qué leyes? Recuerda, todo este concierto vino con una seria falta de
manuales de instrucciones.
Finalmente me dio una mirada. —Eres un enigma. Hemos tenido sólo a un
ángel de la muerte que vivió tanto como tú. Y era un ermitaño sin otras
habilidades, además de las que implica su condición. Tú, por otro lado, necesitas
mandatos especiales.
—¿Puedo curar a la gente? Porque pensé que, si curaba a alguien o detenía
la muerte prematura de Ubie, haría un alboroto en el cielo.
Dejó que su mirada vagara sobre mí como si tratara de diseccionarme.
—No que sería primera vez. El cielo parece increíblemente fácil de burlar
estos días.
—Puedes curar —dijo por fin—, sólo muy ocasionalmente y sólo, y marca
estas palabras, ángel de la muerte, sólo si el alma no ha sido liberada. Sólo si no ha
salido del vaso y entrado en el reino de nuestro Padre. Esa es la ley más sagrada.
—Entonces, ¿esa es la regla?
—Sí.
—¿Y si la rompo?
—Serás expulsada de esta dimensión por toda la eternidad.
—Oh. Bueno, eso no parece demasiado malo. No puedo curar a gente 2
muerta, que, ¿por qué? Están muertas.
00
Inclinó la cabeza hacia un lado, pero su atención se devolvió a Reyes,
cuando el hijo del diablo, en el sentido literal, dio un minúsculo paso adelante. Se
encontraba ansioso por llegar a Miguel hace rato. Podía sentir el deseo tirando de
él. Impulsándolo hacia adelante.
Miré y negué con la cabeza. Me ignoró.
—Y no puedes curar el cáncer —continuó Miguel.
—No lo hice.
Apartó la mirada de Reyes de nuevo y me dirigió una sonrisa de sabiduría.
—Pensaste en ello.
—¿Sí? Bueno, también he pensado en romperte el cuello, ¿eso cuenta?
—No —dijo, con una esquina de la boca inclinada hacia el cielo.
—Espera un minuto, ¿es por eso que tus secuaces me han seguido?
Su mirada se hizo curiosa. —¿Secuaces?
—¿Me están siguiendo porque amenacé con curar el cáncer? —Entonces
algo más me golpeó. Me senté en una silla cuando me di cuenta de lo que Miguel
dijo. Lo que realmente había dicho—. Me ibas a echar de este plano si curaba a mi
tío, pero no lo hiciste. Porque... ¿porque aún no estaba muerto? ¿Porque les
impedimos matarlo?
Asintió.
—Así que, entonces, realmente iba a morir aquí. Detuvimos a Grant Guerin
de matarlo, así que esto fue... y yo iba a...
—…encontrarlo‖demasiado‖tarde‖—terminó por mí.
Miré al tío Bob, mi corazón se rompió al pensar en perderlo, pero no parecía
molesto en lo más mínimo. De nuevo, todavía se encontraba temeroso. Los ángeles
hacían eso.
—Sabías —le dije—. Sabías que no saldrías vivo de aquí.
Finalmente se concentró en la conversación. Un poco más tarde. Levantó un
hombro en un encogimiento de hombros indefenso. —Tenía una fuerte sospecha.
—Tío Bob, ¿cómo puedes...? —Ante la ausencia de palabras, lo acepté.
Tenía la marca. Era injusto, especialmente dadas las circunstancias. Su causa
había sido noble. La sentencia injusta. Levanté mi mano y luego levanté las cejas
cuestionando a Miguel. 2
Asintió y esperó, así que agité mi mano y desmarqué a mi tío favorito.
01
Luego me volví hacia Miguel. —¿Por qué puedo marcar y desmarcar?
—Eres el ángel de la muerte. Es tu dominio.
—Así que, te pregunto de nuevo, ¿por qué tus secuaces me siguen?
—Ellos no lo hacen.
—Amigo, están en todas partes. Ni siquiera trates de decirme que no me
siguen, porque... oh —dije cuando me di cuenta de lo sorprendentemente
arrogante que sonaba—. No me siguen, ¿verdad?
—Están siguiendo al dios Rey'azikeen.
Justo. Eso realmente tenía mucho sentido.
Reyes se quedó inmóvil, pero dejó escapar el más mínimo indicio de
sorpresa en su rostro perfecto, una reacción tan minuciosa que, si yo hubiera
parpadeado, me la habría perdido.
—Ahora que Reyes sabe que es un dios —dije—, ¿es más que una amenaza?
¿Es así?
—Probablemente no más que tú, pero sí.
—¿Yo? —pregunté, horrorizada—. ¿Qué hice?
Se burló de mí. Ni siquiera sabía que los ángeles podían hacer eso. —¿Has o
no has amenazado con destruir al Padre?
Guau, mis uñas necesitan una buena manicura. Las giré para mirarlas
cuando respondí. —Pff, amigo, hago amenazas todo el tiempo. Como si supiera
cómo destituir... espera. —Me paré, asombrada, y me acerqué más—. ¿Me estás
diciendo que eso es posible?
No respondió. No podía culparlo, ¿quién querría que supiera algo así?
—Así que —le dije, cambiando el tema con la cara inexpresiva—, te hemos
retenido por un buen tiempo.
—El tiempo no tiene importancia.
—Dile eso a alguien en un accidente de coche, sangrando hasta la muerte.
Miguel empezó a tocarme, pero Reyes se paró allí en un latido, con la
espada desenvainada, la punta perforando la garganta del ángel.
El tío Bob se tambaleó hacia atrás, todavía un poco trastornando.
Miguel alzó las manos. —Iba a enseñarle algo. —Con la espada aún en su
garganta, volvió una mano y me la ofreció. 2
Extendí la mano y rocé las yemas de mis dedos a lo largo de su palma 02
extendida hacia arriba, y las imágenes que inundaron mi corteza cerebral
desafiaron la lógica. La creación de la Tierra. La profundidad del universo en
constante expansión. Criaturas vivientes en los confines del espacio. Y los dioses.
Muchos más de lo que jamás imaginé posible. Casi cada dimensión tenía por lo
menos uno, y había millares. Más. Demasiados.
Cuando terminó, retrocedí y bajé la cabeza. Absorbiendo lo que me mostró.
Y el porqué. No era un documental sobre los misterios de nuestro increíble
universo. Fue para hacerme saber exactamente eso: miles de dimensiones. Miles de
opciones. Y podría ser expulsada a cualquiera de ellas.
Lo miré y asentí en reconocimiento. En entendimiento. Llegamos a una
especie de acuerdo.
Casi.
Le di una mirada dura y le dije—: Estos hombres son míos.
—Los designados para el dominio de Lucifer no son mi preocupación. —
Ofreció un movimiento con la mano y desapareció.
El tiempo volvió a ponerse en su lugar, el sonido ensordecedor por una
fracción de segundo, luego los hombres echaron un vistazo alrededor, buscando
sus armas.
—Ya sabes —le dije a Reyes por encima de mi hombro—, deberíamos dejar
a Osh en esto.
Frunció el ceño, pero se encogió de hombros, aceptándolo.
—Tío Bob, estás a punto de ver algo que podría ser un poco desorientador.
La expresión de Ubie pasó de aturdida a cómica en menos de seis segundos.
Él era realmente bueno en lo de las caras inexpresivas, también.
—Osh —dije, llamando al demonio esclavo.
Salió de una esquina sombría como si hubiera estado allí todo el tiempo.
—Elige tu opción.
Una sonrisa demasiado perversa para la sombría situación pasó por su
hermoso rostro. En ese punto, El Jefe había descubierto que cometió un grave
error.
No entendía a hombres como él. Tan leal y amoroso con su propia familia, y
sin embargo un monstruo, un monstruo absoluto para los demás. 2
Valencia observó a Osh y sonrió. Quería decirle que Osh sólo parecía un 03
niño, pero pronto se daría cuenta. Osh saltó sobre él tan rápido, que era imposible
de ver. Lo clavó contra una pared, luego bajó la boca sobre la del hombre mayor y
respiró su esencia. Absorbió su alma. Se alimentó de su aura.
Era como ver porno gay sin la desnudez, el intercambio entero era una de
las cosas más eróticas que había visto.
Los hombres de Valencia se apresuraron a ayudar a su jefe, pero Reyes
intervino a tiempo. Se soltó. Se involucró en un par de peleas de puño por
diversión antes de romper los cuellos uno por uno. No sabían qué los golpeó. Por
otra parte, sus muertes fueron misericordiosas en comparación con lo que hicieron
con sus víctimas. Sin embargo, sus condenaciones eternas después de la muerte,
sería otra historia.
Acompañé al tío Bob bajo el aspecto de negación plausible. Además, no
necesitaba verlo todo. Reyes y Osh eran demonios. A veces disfrutaban de la
matanza demasiado.
—Tenemos que ir al infierno en menos de tres horas —me dijo el tío Bob,
como si saliéramos de una reunión o acabáramos de salir de la cena.
—¿Qué? Oh, claro, el centro comercial. —Suprimí una risita—. Sabes, he
estado. Realmente son muy similares.
—¿Por qué no estoy sorprendido?
—Tío Bob, todavía no puedo creer lo que estabas a punto de hacer por mí.
Podrías haber muerto.
—Charley, sé lo especial que eres. O, bueno, pensé que lo sabía. —Se pasó
una mano por el pelo—. Supongo que no tenía ni idea. Realmente no.
Envolví un brazo en el suyo. —Está bien. No siempre lo entiendo, tampoco.
—¿Era eso... era un ángel?
—Ah, ¿él? Sí, ese era Miguel, el querido angelito. —Me doblé sobre mi
cintura, riendo.
El tío Bob se limitó a mirarme con horror. No todo el mundo tiene mi
humor.
—¿Cuánto sabe Cookie?
—No tanto como tú. Ya no.
Asintió mientras Reyes salía.
2
—¿Te sientes mejor? —pregunté.
—Sabes, creo que sí.
04
Estudié el hotel deteriorado. —Básicamente maté a esos hombres, ¿seré
expulsada al infierno?
Se acercó a mí. Puso sus dedos debajo de mi barbilla. La levantó hasta que
nuestras miradas se encontraron. —Eres una diosa, Holandesa. Y el ángel de la
muerte. No serás expulsada. Eres la que expulsa.
—Sí, bueno, no estoy seguro de que Miguel el querido angelito esté de
acuerdo. —Resoplé de nuevo por mi propia broma—. Lo llamaré así la próxima
vez que lo vea.
—Quiero estar ahí.
—Te daré un asiento en primera fila.
—No, quiero estar allí la próxima vez que intentes comenzar la Tercera
Guerra Mundial.
Su declaración no era en realidad la ligera sugerencia que hizo parecer. Era
una advertencia. Emparejé su advertencia con una mirada gentil. Habría sido
incluso mejor que lo emparejara con un buen chianti y una bola de queso.
1
Me envolví en sus brazos y ofrecí mi propia mirada de advertencia. —
Empújame de un edificio de nuevo, y verás a Miguel más pronto de lo que
esperabas.
Tiró de un mechón de mi cabello, luego lo metió detrás de mi oreja. —A
menos que visite a Lucifer, dudo que eso suceda.
Retrocedí, sorprendida. —¿De verdad crees que irías al infierno?
—No. Como un dios, iría a una dimensión de prisión, supongo.
—Creo que has visto suficientes prisiones para durar unos pocos millones
de años. Y, además, ¿por qué irías allí? No has hecho nada malo, Reyes.
Me ofreció una sonrisa triste y apartó la mirada.

2
05
Traducido por Bella’ & Beatrix
Corregido por Julie

Mi vida entera puede resumirse en una oración: “Bueno, eso no salió como
esperaba”.
(Camiseta)

La mañana siguiente, esperaba fuera de la habitación de Amber mientras


que el tío Bob y un técnico llamado Jimmy equipaban a Amber con un micrófono.
Seríamos capaces de escuchar todo. Reyes se hallaba de pie en la entrada con una
taza de café. Tristemente, no era mío. 2
—Gracias por estar aquí, Swopes —dije a Garrett Swopes, uno de mis
mejores amigos en la tierra. O podría haberlo sido si dejara su rutina de macho y se
06
ofreciera a hacerme unos tacos. Él estuvo explicando a Amber cómo funcionaría el
micrófono cuando se paró y acercó.
—No hay de qué. —Hizo un gesto hacia Amber—. ¿Cómo está llevándolo la
pequeña?
—Está nerviosa. Quiero que sea capaz de verte, a mí o a Reyes todo el
tiempo.
Garrett era la única persona de nuestro círculo de quien podía estar
completamente confiada que Joe Acosador no sabía nada. Él podía estar allí sin
preocuparse de que Joe los hubiera visto juntos. Y mientras que Amber y yo no
habíamos sido vistas públicamente en meses, tenía un plan de respaldo, por si
acaso. Una razón por la que estar en el centro comercial. Era ingenioso. Pretendería
ser una compradora. Dios, mis planes eran geniales.
Caminé hacia Amber justo cuando el técnico terminaba. —¿Segura que
quieres hacer esto?
Asintió, pero podía sentir el pulso elevado. El nudo en su garganta. Las
náuseas revolviéndose en su estómago. Pobre chica. El estrés hacía mucho más
daño de lo que notaban las personas.
Me senté junto a ella y tomé su mano.
Nos enviamos mensajes durante el día anterior, así que, si Joe Acosador
había clonado su teléfono, sabría exactamente donde estaría ella. Tuve dificultades
para creer que solo la seguiría por allí. Los mensajes de texto fueron lo único que
tuvo sentido. O eso o la seguía por GPS. Ambos actos dependían de su teléfono.
—Brandy estará allí, también, ¿cierto? —Amber envió un mensaje a su
amiga Brandy tan pronto como el Tío Bob discutió todo el asunto con los padres de
Brandy. Ellos estuvieron de acuerdo, aunque a regañadientes, dejaron ir a su hija.
Apenas podía culparlos de su vacilación. ¿Quién pondría intencionalmente a su
hija en una trampa tratando de atrapar un acosador? Sí, apuesto que no era una
venta fácil para Ubie. Pero hizo el trabajo.
—De acuerdo a sus padres, sí. Aparecerá.
Asintió, aliviada.
—Escuché que no te escribió ayer.
Ubie dijo que todo salió bien con Osh estando allí, pero me preocupaba que
2
pudiera haber asustado a Joe. Ahora no era el momento para ir escondiéndose,
pero si pasaba, pasaba. Simplemente trataríamos de nuevo hasta que lo atrapemos.
07
Sacudió la cabeza. —Sin embargo, lo hará. Pasa un par de días sin enviarme
mensajes, luego recibo como diez en un solo día de un número nuevo.
—De acuerdo. —Solamente podía esperar que no fuera alguien que viajaba
por trabajo y estuviera fuera de la ciudad. Toda esta cosa podría ser inútil.
Las manos de Cookie temblaban mientras le entregaba a Amber una banda
para el pelo. —No entiendo por qué no puedo ir. Soy su madre. Estaría en el centro
comercial con ella, de todos modos.
—No podemos arriesgarnos. No queremos hacer nada que lo ahuyente.
Estuvo de acuerdo con un ligero asentimiento, pero no estaba feliz sobre
nada de ello.
—Serás capaz de escuchar todo desde la camioneta.
Pusimos una camioneta especial de vigilancia y, según la regulación, tenía
una ambulancia esperando al lado.
Ubie se arrodilló frente a ella. —¿Cómo se siente? —preguntó, señalando
hacia el micrófono. Jimmy tuvo que meter la mano dentro de su camiseta para
ligarlo a su sujetador. La humillación se disparó a través de ella, pobre chica. Pero
tenía el presentimiento de que eso había sido lo peor.
—Bien.
Acunó su mandíbula y esperó a que su mirada se encontrara con la suya. —
Estaremos justo allí, pequeña. Nunca dejaré que nada te pase.
Ella asintió, bajó la cabeza, luego se lanzó hacia adelante y envolvió los
brazos alrededor de él. Cookie presionó una mano sobre su pecho. Ahora que ella
sabía lo que estuvo carcomiendo a Ubie, es decir, un barón de la droga que quería
hacer una salsa criolla con mi cerebro y desfrutarla sobre una dulce fritata, sintió
una pequeña cantidad de alivio. Yo solamente rezaba para que después de hoy
todo este calvario estuviera hecho y terminado. Por el bien de Cookie.
Amber se sentó de nuevo, sus manos todavía sacudiéndose tanto que tuvo
que apretarlas juntas.
—Miré hacia el esquipo, dejando que mi mirada permaneciera un momento
más de lo necesario en mi esposo mientras se apoyaba contra el marco de la puerta
y sorbía de una taza negra. A continuación, me concentré en Cookie—. ¿Te importa
si hablo con ella a solas?
2
—Oh —dijo, un poco sorprendida—. Para nada. 08
Se puso de pie e hizo salir a todos, incluyendo a Alto, Oscuro y Sensual. Él
tenía que probarla, por supuesto. Se mantuvo firme hasta que ella empezó a cruzar
el umbral, luego le bloqueó el camino, con una sonrisa maligna ensanchando su
boca.
Ella se detuvo y lo cuestionó con su mirada; luego, dándose cuenta que la
ponía a prueba, lo giró físicamente y lo sacó de un empujón de la habitación. Él
levantó las manos en señal de rendición.
Dios lo bendiga. Él trataba de ayudar a Cookie y funcionó.
Amber se relajó, apenas, después de que se fueron. Era mucho para poner
sobre los hombros de una chica de trece años. Esta trampa no era solo para su
beneficio, sino que dependía de cuán bien podía hacerlo.
Me senté en la cama frente al escritorio de donde Amber se hallaba sentada.
Miró fijamente sus zapatos todo un minuto antes de levantar su mirada hacia mí.
—Estaré justo ahí, Amber. Escucharé todo lo que digas. Si sientes que algo
va mal o te asustas, solo tienes que darme la señal.
La señal era una frase: No le digas a tu madre sobre la jalea. Por supuesto,
correr o gritar funcionaba también.
Dejó escapar una risa nerviosa, el sonido suave y tembloroso. —No sé por
qué estoy tan asustada.
Levanté una ceja. —¿Quieres que te lo diga? —Tras su asentimiento, dije—:
Debido a que este tipo sabe un montón sobre ti. Te acosó por un tiempo antes de
iniciar el contacto. Amenazó a tu padrastro. Deseas que Quetin estuviera aquí. Y
esta es una gran operación con un montón de personas y un montón de intereses, y
no crees que lo logres.
Levantó la mirada, sorprendida.
—No crees que deberíamos haber pasado por todos estos problemas, y voy
a decirte en este momento que te equivocas, Amber. —Tomé sus manos en las
mías—. No podrías estar más equivocada. Hay grandes probabilidades de que este
tipo sea solo un loco que te dejaría en paz eventualmente, pero no podemos correr
ese riesgo, cariño.
Se retiró dentro de sí misma, encogiendo sus hombros. —Es solo un montón
de alboroto para lo que podría resultar ser nada.
—Amber, eres la chica de trece años más segura de sí misma que he 2
conocido nunca. —Repensé eso—. De acuerdo, la segunda más confiada. —Angel
exudaba confianza a grandes cantidades—. No dejes que este tipo te saque del 09
juego. Eso lo convierte en ganador. Incluso si nunca te ha tocado un pelo de la
cabeza, sigue ganando, y eso no está bien en mi libro. Porque no hay nada más
importante en la tierra que tú.
Asintió, completamente convencida.
—¿Puedo contarte un secreto?
Una pizca de interés brilló en sus ojos azules.
—Estás en su equipo.
Intrigada, enderezó los hombros. —¿De quién?
Sonreí y pensé sobre todo lo que esta grandiosa niña había dejado de hacer.
Y ella necesitaría toda la tenacidad que pudiera conseguir. Estaría maldita antes de
quedarme cruzada de brazos y dejar a este imbécil drenar cada onza de ese coraje y
espíritu de sus encantadores y agraciados huesos.
Apreté sus manos y dije—: El de Beep.
Sus parpados se abrieron con asombro.
—Lo he visto. Eres una profeta. —Calidez me llenó solo de pensar en ello—.
Eres la profeta.
La mirada de sorpresa y asombro que alcanzó su rostro fue mi recompensa
por confiar en ella. —Soy…‖¿yo?‖¿Soy‖la‖profeta?‖¿La‖que‖ve‖el‖futuro?
—Ya ves en ello mejor de lo que seré capaz yo. Creo que deberíamos hablar
con tu mamá sobre perfeccionar esas habilidades. Vas a necesitarlas para ayudar a
Beep los próximos años, ¿no crees?
Asintió, con la emoción y el entusiasmo sobrepasando su miedo. Su
incertidumbre. —Me gustaría eso.
—Y no debería estar diciéndote esto, porque nada está escrito en piedra, las
cosas podrían cambiar, pero Quentin está en su equipo también.
Su expresión fue de estática a soñadora. La chica estaba loca por él. —Eso
sería lo más genial.
—Estoy de acuerdo. —El hecho de que Quentin estaba a punto de cumplir
diecisiete y Amber no cumplía los catorce hasta dentro de unos menes me tenía un
poco alterada. Era una cosa cuando el chico tenía dieciséis. Era solo algo sobre su
inevitable libertad de diecisiete que sacaba la madre oso en mí.
Por otra parte, Beep tenía apenas dos meses y ya la había vendido a un
2
demonio cuatrocientos años más viejo. 10
Tal vez diecisiete no era tan malo. Y yo no tenía nada que ver con su
inevitable conexión. Esa pequeña perlita vino a mí el mismo día que el destino de
Amber. El día que se llevaron a Beep. El día que olvidé cómo respirar.
—Lo extraño —dijo Amber.
—¿A Osh?
Soltó una risita. —No. A Quentin.
La jalé hacia la cama a mi lado y me incliné hacia ella en secreto. —Está bien,
en serio. ¿Cómo manejó Osh la secundaria?
Resopló y luego se dobló en un ataque de risas. Fue divertido verlo.
Tras reírse tanto que su cara se puso roja, me contó todos los detalles
sangrientos. Las chicas caían de espaldas, literalmente, para echarle un vistazo. Y
un vistazo fue suficiente para la mayoría. Ya que Osh pasaba todo el día con ella
bajo el pretexto de ser su primo, cada chica en la escuela quería conocerla mejor.
—Es lindo —dijo.
—¿Qué? —Sacudí la cabeza—.‖No,‖no‖lo‖es.‖Él‖es…‖es…
—Está bien, tía Charley. No pienso en él de esa manera.
—Correcto —dije, cubriéndome de alivio—. Solamente tienes ojos para un
alto chico rubio que come espagueti con un palillo.
Estalló en una carcajada otra vez. —Solamente lo hicimos una vez. Como un
experimento. No funciona tan bien como podrías pensar.
—Sí, tomaré tu palabra.
Para el momento que salimos de la habitación de Amber, toda su actitud
había cambiado. Todavía seguía nerviosa, pero la situación no la molestaba mucho.
Su futuro parecía demasiado brillante para permitirlo.
Mientras el tío Bob pasó por algunas instrucciones de último minuto con
ella, Cookie envolvió un brazo en el mío y tomó mi lado. —¿Cómo lo hiciste?
—¿Qué?
—Soy‖su‖mam{‖y…
—Cook, es todo. Eres su madre. Yo soy la tía genial. —Soplé sobre mis uñas
y las pulí en mi blusa.
—Supongo que tienes razón. Solo agradezco que funcione la vibración de tía
genial. 2
—¿Conoces a Han Solo? —Cuando me cuestionó con su habitual cómica 11
falta de memoria, dije—: Creo que quieres decir vibra. Y sí funciona. Claramente.
También, tengo superpoderes.
Me miró boquiabierta. —Yo también tengo superpoderes.
—Cariño, deslumbrar personas con tu sentido de la moda no cuenta.
—Oh, de acuerdo. Olvídalo. —Se encogió de hombros, agradeciéndome por
milésima vez desde que todo comenzó.
Tenía a Swopes enviándole mensajes a Amber para también asegurarle que
llegaríamos. Algo totalmente sin sentido. Ya que todos recibiríamos los mensajes
de Amber, sabríamos al minuto que Joe hiciera contacto.
Cuando llegó un mensaje que decía: ¿Crees que Justin es lindo? Amber soltó
unas risitas.
Pinché a Garrett en el brazo.
—¿Qué? —dijo, frotando su bíceps como si realmente sintiera mi esfuerzo
miserable—. Tengo sobrinas. Sé cómo piensan. Y cada escuela en el planeta tiene al
menos un Justin. Es un hecho estadístico.
Me tuvo con eso.
Según las instrucciones, Cookie dejó a Amber en el Centro Coronado,
también conocido como el centro comercial, luego condujo a la entrada trasera de
un supermercado tres calles abajo y entró, esperando la furgoneta de vigilancia. No
podíamos arriesgarnos a que Joe la viera entrar en la van y sospeche.
Una vez que Cookie estuvo dentro, un oficial condujo la furgoneta hasta allí
y se estacionó detrás del centro comercial.
El equipo consistía en Reyes, tres oficiales pasando por compradores, el tío
Bob, que se hallaba ubicado en la cabina de seguridad del centro comercial,
Garrett, quien se escondía, y Osh, que se reuniría con nosotros en el lugar, y yo.
Reyes había estado un poco malhumorado tras descubrir que los ángeles
que me estuvieron acosando estaban en realidad acosándolo a él, así que me quedé
con él en un quiosco que vendía perfumes. El vendedor estaba a punto de tener el
mejor día de su vida. Las mujeres revoloteaban por el quiosco mientras Reyes
pretendía probar uno que otro perfume. Ellas rociaban perfume en sus muñecas, la
agitaban frente a él, y pedían su opinión. La sutileza no era uno de sus fuertes.
Fui a mi negocio de tienda de ventanas. No es que necesitaba nuevas
ventanas. 2
Amber encontró a su amiga Brandy en la entrada. Escucharíamos cada
palabra que decían por el micrófono. Si Joe le enviaba mensajes, ella iría al área de 12
comidas. Donde teníamos al resto del equipo esperando.
Dos horas después, las chicas paseaban mirando la ropa sin entusiasmo. Los
oficiales se ponían ansiosos. Osh, vestido en su uniforme de escuela, coqueteaba
con una vendedora.
Navegué por mi destrozada pantalla y llamé a Ubie, deseando poder irme
corriendo a cambiar la pantalla. Estábamos tan cerca, la tienda a casi treinta
metros. Pero arreglar asuntos personales en horas de vigilancia era mal visto a
menudo.
—¿Qué piensas? —me preguntó Ubie.
—He notado un patrón. Necesito hablar con las chicas.
—¿Ahora? Charley,‖podrías‖explotar‖todo.‖Si‖él‖te‖ve‖con‖ella…
—Por lo cual es exactamente qué voy a hacerlo parecer una coincidencia. Es
un centro comercial, después de todo. No es inaudito encontrarse a personas que
conoces.
Dejó salir un suspiro ruidoso mientras pensaba en ello. —Supongo que no
dolerá.
—De acuerdo. Estoy yendo.
Compré una bufanda en otro quiosco solo para tener una bolsa que cargar y
entonces me dirigí hacia Amber y su amiga.
—¡Amber! —dije, apresurándome a ella por un abrazo—. ¿Qué haces aquí?
La expresión de Amber rápidamente cambió de sorpresa a euforia. La chica
era buena. —Solo estamos comprando. Mirando chicos lindos. Ya sabes, lo de
costumbre.
—De hecho, lo sé. Las dejaré seguir chicas. Tengo un par de cosas más que
recoger. Mándale saludos a tu mamá.
—De acuerdo. —Nos abrazamos de nuevo, y susurré en su oído—:
Diviértete. Pruébate sombreros tontos. Baila el Muzak. Saca la lengua. Si tengo
razón y él está aquí, no será capaz de resistirse a comentarlo.
—Tienes razón —dijo cuando se dio cuenta. Él parecía solamente enviarle
mensajes cuando ella se comportaba o vestía de cierta manera.
Cuando la solté, asintió en entendimiento 2
Le di a Brady un rápido abrazo también, y me fui.
13
Las chicas comenzaron a acelerar el paso. Se probaron lentes de sol y
sombreros, y rociaron perfume la una a la otra mientras que Reyes y yo
escaneábamos la multitud, pero todavía nada. No hasta que Amber levantó su
blusa como si fuera a deslumbrar a un chico lindo que pasaba por ahí fue que
recibió un mensaje. Y no uno lindo.
Joe parecía no apreciar el sentido de humor de Amber cuando dijo: Levanta
esa blusa otra vez, y te la arrancaré y la envolveré alrededor de tu cuello.
Resistí el impulso de bombear mi puño. Pero lo hice mentalmente. ¡Iuju!
Ahora comenzaba el verdadero reto. Y Amber lo hacía maravillosamente.
Miró hacia el mensaje y dejó escapar una carcajada, justo como le habíamos dicho.
Entonces se lo mostró a Brandy, y ambas se rieron.
Me sentí tan orgullosa de ella. Pretender reír cuando estaban llenas de terror
no era fácil. Yo lo había hecho antes.
Después de que se calmaron, se dirigieron hacia el área de comidas. Pero en
su prisa, y tan asustadas como estaban, Amber olvidó dejar un perfume que tomó.
Una alarma sonó, y sus ojos se ampliaron.
No.
Una vendedora corrió hacia ella. Amber no sabía qué hacer. Miró alrededor;
el terror que trataba de suprimir era evidente en cada plano de su rostro.
Mi corazón se rompió por ella. Podríamos, por supuesto, explicar, pero la
trampa fracasaría.
Segundos antes que la vendedora las alcanzara, Osh se acercó sobre una
patineta, arrebató el perfume de la mano de Amber, y se fue. Cuando la mujer
llegó, parecía confundida.
Amber improvisó maravillosamente cuando señaló a Osh. —Creo que ese
chico robó algo.
La mujer corrió a llamar a seguridad. Y casi colapsé de alivio. Osh aún no lo
sabía, pero ese chico iba a recibir un gran beso.
Las chicas, tras casi desmayarse de alivio, continuaron hacia el área de
comidas, se sentaron en una mesa en el exterior, y comenzaron a platicar sobre el
mensaje otra vez, señalando el teléfono y riéndose.
—Vamos, Joe —dije, en voz baja.
Un segundo después, llegó otro mensaje. 2
No te estarás riendo cuando separe esas piernas flacas, perra.
14
Oh, sí, se encontraba enojado.
Dos de los policías se pegaron a las chicas como chicle mientras yo navegaba
por la multitud. Si él estaba allí, sentiría la ira. Una fuerte emoción como esa sería
difícil de perder.
Vino la voz de Ubie. —¿Nada, Charley?
Solamente pude sacudir la cabeza. Di una vuelta completa y no conseguí
nada. ¿Qué demonios? Tenía que estar aquí.
Levanté la mirada hacia la segunda planta, pero no vi a nadie observando,
además de Reyes. Tomó su posición arriba para lograr una vista amplia.
Gruñendo con frustración, comencé mi ronda otra vez. Las chicas siguieron
con el juego. Le di a Amber la señal para que exageraran, ante lo cual le enseñaron
a un completo extraño el mensaje y estallaron en carcajadas otra vez. Necesitaba
que este tipo se pusiera furioso.
Sentía ira aquí y allá, pero nada cerca de lo que él estaría proyectando. Y
entonces me di cuenta. Ira, sí, pero era más que eso. Sentí rencor, celos y hostilidad.
Revoloteando hacia las emociones que ahora se filtraban a través de las
personas y me bombardeaban, no vi a nadie.
—¿Qué es? —preguntó Ubie en el micro. Levanté el dedo índice y caminé
hacia adelante por la multitud. Hombres de todas las formas y tamaños estaban
sentados, comiendo una variedad del menú del centro comercial, pero cuando por
fin divisé la fuente de ira, me detuve, incapaz de creer a mis ojos.
Me arrastré más cerca, fingiendo mirar mi teléfono, pero Joe Acosador
estaba demasiado ocupado observando a las chicas, que no me puso atención
cuando me paré junto a su mesa.
Era una chica. Una chica probablemente no mayor que Amber. Gordita con
corto cabello oscuro, rizado y descuidado, y fantasmal piel blanca; parecía más
como una nerd que una chica capaz de tanto odio.
¿Qué demonios? Tal vez me equivoqué. Tal vez solo estaba molesta con sus
padres por no comprarle la última copia de Seventeen.
Se inclinó para escribir un mensaje, luego levantó la vista, esperando.
Todo el equipo lo recibió al mismo tiempo. Voy a apuñalarte en la cara,
puta.
Oh, no, no lo hizo. No usó mi amado te veo el próximo martes en una forma
2
negativa. Nuestras chicas debían estar juntas, no reforzar un estereotipo
despectivo. Apretando los dientes, prometí tener una charla con Pequeña Señorita
15
Molesta sobre su contradictorio uso de una de mis palabras favoritas, y traté de
encajar esta nueva información con lo que ya sabíamos.
Primero, era una niña. Para ser una niña, su gramática era perfecta. Incluso
si no texteaba como una típica adolescente, todavía deberíamos haber captado ese
hecho. Nunca se me habría ocurrido. Por lo que, tal vez eso era parte del juego.
Hacer parecer mayor al acosador. Inteligente. Más que astuto. Para asustar a
Amber incluso más.
Amber miró el último mensaje y se rió de nuevo, doblándose, sacudiendo
sus hombros de risa.
La chica explotó. Su temperamento se disparó fuera de control. Vi el brillo
de metal un segundo antes que se pusiera de pie y se dirigiera hacia las chicas. Esto
se vino abajo.
Mi pulso se aceleró como si fuera impulsado por cohetes. Sin otro momento
de vacilación, di la señal. Lo que fue básicamente saltar arriba y abajo, y agitar mis
brazos.
El equipo se apresuró a entrar, empujando a la gente del camino para llegar
allí. Habían sacado sus insignias de sus camisas para mostrar quiénes eran. Seguí a
la chica, la señalé y grité: ¡Navaja! Justo cuando se giró en sus talones y la hundió
en mi estómago.
La sensación de acero frío atravesando la piel y rasgando el músculo no fue
lo primero que noté. Lo primero que registré fue la chica que me abrazó con su
brazo libre, y susurró—: Eidolon te manda saludos.
Me quedé aturdida un largo momento, preguntándome si sin querer detuve
el tiempo.
Pero cuando deslizó el chuchillo por mi estómago, la realidad se hundió.
Junto con una sensación de ardor agudo que hacía temblar mis rodillas.
La gente gritaba a nuestro alrededor cuando Reyes apareció detrás de la
chica. Extendió la mano, tomó su cabeza, y estaba a un microsegundo de romperle
el cuello cuando le grité—: ¡Reyes, no!
Fue la expresión de su cara. Puro y absoluto terror cuando ello miró sus
manos. Sus manos empapadas de sangre.
Apretó los dientes y empujó a la chica a un lado lo suficientemente fuerte
para tirarla al suelo. A continuación, se apresuró hacia mí. Apoyándome contra él. 2
Cerró mi chaqueta, y ordenó—: Cambia.
Parpadeé hacia él. Sentí otro par de manos en el hombro y cintura. Comencé
16
a desplomarme de nuevo.
Envuelto en llamas de rabia, me sostuvo, tirándome hacia él, y puso una
mano detrás de mi cabeza, acunando la mía. Manteniéndola estable. Nos
quedamos así un largo momento, a centímetros de distancia mientras alguien decía
mi nombre. Garrett tal vez.
Entonces Reyes habló, su voz profunda, suave y sin prisas. —Cambia,
Holandesa. Ahora.
Y lo hice. Pero apenas. Dejé que mis moléculas se separaran. Dispersándose.
Luego, se alinearon de vuelta. Tejiendo las células de mi cuerpo de nuevo.
Cuando me solidifiqué por completo, el dolor había desaparecido.
Él relajó su agarre y esperó para asegurarse de que podía levantarme. Asentí
y se alejó, mientras subía la cremallera de mi chaqueta. Una cosa era sanar mi piel.
Arreglar mi ropa era otra cosa totalmente distinta.
Amber corrió hacia mí, angustiada y confundida. —Tía Charley, ¿estás bien?
Asentí y la tomé entre mis brazos, solo entonces notando la sangre en la
camisa de Reyes. Le diría a la policía que la chica me cortó, pero no fue grave.
Amber volvió a mirar a la chica a la que policía clavó en el suelo.
—¿Ella? —preguntó, sorprendida.
Los oficiales tenían a la chica boca abajo, uno de ellos asegurando el cuchillo
y el teléfono. La chica no se resistió. Probablemente en estado de shock. Y dolorida.
No te podría sentar bien tener un agente de sexo masculino de cien kilos en tu
espalda. La mujer policía empaquetó las pruebas y la esposaron, luego la pusieron
de pie. No eran gentiles con ella. El pálido rostro de la chica mostró el horror que
sentía en su interior.
Cuando la chica se puso de pie, su mirada se fijó en Amber.
Amber sacudió la cabeza y dio un paso atrás. —Esa‖ es...‖ no,‖ esa‖ es…‖ no‖
puede ser ella.
Tomé su brazo. —Amber, ¿la conoces?
—De ninguna manera —dijo Brandy, ante el asombro de Amber.
—Esa es Thea Wold —dijo Amber—. ¿Por qué me enviaría mensajes de
texto? Nos vemos todos los días en la escuela. La saludo todos los días. 2
Brandy asintió. —Amber es amable con ella. Es, como, la única en la escuela,
que es amable con ella.
17
—¿Tú no lo eres? —le pregunté.
Atrapada, bajó la cabeza. —No. Quiero decir, no soy malvada ni nada. Es
solo que no me esfuerzo mucho, ¿sabes?
—Pero yo sí —dijo Amber—. ¿Es esto lo que consigo por ser amable?
La chica empezó a agitarse, y las lágrimas ya corrían por su rostro.
Amber bajó la cabeza; no podría mirarla, y entonces supe justo allí y por qué
estaba en el equipo de Beep. Tenía un corazón increíble.
—Amber, no creo que esto sea lo que parece.
—¿Qué quieres decir?
—Creo‖que…‖—Me detuve, tratando de elegir mis palabras cuidadosamente
mientras Reyes y Garrett se movilizaron para crear un grupo cerrado.
Tío Bob corrió. Lanzó una mirada a la chica y después corrió hacia nosotros
para completar el grupo.
—Creo que se encontraba siendo controlada.
—¿Están bien? —preguntó el tío Bob primero a Amber y luego a mí.
Las dos asentimos y pasó un brazo alrededor de Amber. Entonces vio la
sangre que empapaba mis pantalones vaqueros. Su mirada se lanzó de nuevo a la
mía, pero negué con la cabeza.
—Ella‖me‖dijo‖algo.‖Dijo:‖“Eidolon te‖manda‖saludos”.
—Está bien —dijo Ubie—. ¿Quién es Eidolon y por qué envía mensajes a
través de una acosadora?
—Creo que de alguna manera la controlaba.
Los policías comenzaron a llevarse a Thea. Les grité que pararan y corrí
hacia allí. La cuadrilla me siguió, todos excepto Brandy. Tenía la sensación de que
tuvo suficiente por un día. Se dejó caer en una silla y observó desde lejos.
—Thea —dije, tratando de llamar su atención.
Su conmoción y horror eran tan claros en su cara, se quedó con aire ausente.
—Thea, ¿qué dijo Eidolon? ¿Te dijo que hicieras esto?
—Me enojé tanto —dijo.
—¿Con Amber?
2
—¿Conmigo? —preguntó, horrorizada.
Sus rodillas comenzaron a temblar, por lo que la llevamos a una silla. Sus
18
manos se hallaban esposadas a su espalda. Una caída de bruces no terminaría bien.
—Sí. No. —Sacudió la cabeza, confundida—. Pensé... alguien pintó con
spray el número cincuenta en todo el Encore de mi madre. Y dijo que fuiste tú.
—¿El número cincuenta? —le pregunté.
Amber bajó la cabeza. —Ellos la llamaban idiota. ¿Ya sabes, un coeficiente
de cincuenta? —Miró a Thea, su expresión llena de empatía—. Thea, algunas
personas son estúpidas. ¿Por qué pensarías que tenía algo que ver con eso?
—Porque... No sé. —Parpadeó y me miró—. Te apuñalé.
Amber se quedó sin aliento y el tío Bob le apretó con más fuerza.
—Estoy bien, cariño. —Me arrodillé delante de ella—. Thea, ¿qué sabes de
Eidolon?
Sentí el calor en mi espalda. Reyes echaba humo, pero su ira, finalmente, se
desplazó de Thea hacia la raíz de nuestro problema.
Como si realmente me viera por primera vez, se reorientó y sacó un fuerte
soplo de aire. —Oh, Dios mío, está manteniéndote ocupada mientras busca a tu
hija.
Me tropecé como si ella me hubiese dado un puñetazo. Reyes me atrapó, me
sacudió y me hizo girar.
Él iba a explicarlo. Lo pude ver en su rostro. Pero la situación no necesitaba
una explicación.
—Ve —dije; la palabra salió en un simple silbido por lo bajo.
Incapaz de desmaterializarse delante de todos, se fue, tan rápido que la
gente apenas lo vio mientras corría por el centro comercial, entrando y saliendo
ante los curiosos espectadores.
Iba a ver a nuestra hija. Yo no podía ir, porque era precisamente lo que
Eidolon esperaba. Quería que me asustara. Quería que yo, la única acarreadora de
luz brillante, lo conduzca a Beep.
Recé para que no pudiera seguir a Reyes de la misma manera. Seguramente,
no podía.
Le puse la mano en la rodilla de Thea para atraerla de nuevo a mí. —Thea,
¿qué‖m{s‖sabes?‖¿Hay‖algo…
2
—Estaba‖ enojado.‖ Cuando‖ te‖ molestaste‖ y…‖ —Juntó las cejas, tratando de 19
comprender sus propios recuerdos—, ¿cuándo te desmaterializaste? ¿Puedes hacer
eso?
Le ofrecí una sonrisa débil, pero Amber escuchó todo, con sus párpados
girando un círculo perfecto.
—Estaba enfadado —continuó Thea—. Quería que te rematerializaras cerca
suyo. Cerca de tu hija. Te siguió. Sin embargo, dijo que eras demasiado inteligente.
Fuiste a algún sito.
No tuve el control sobre mi destino cuando fui a Escocia. ¿O sí? ¿Trataba de
evitar la materialización cerca de Beep? Y si no hubiera tenido absolutamente el
control, ¿cómo fue que terminé en una casa del otro lado del mundo que tenía un
místico armario exactamente como el del convento abandonado aquí?
—Pero simplemente me ponía más y más furiosa. Me dijo las cosas más
horribles. Me envió un mensaje... —Miró a Amber—. Lo siento mucho, Amber.
Nunca…
—Lo sé. —Se puso de rodillas, también—. Lo sé, Thea. Está bien.
Ella sacudió la cabeza. —No, la apuñalé. Sentí la cuchilla entrando.
—No estoy herida, ¿ves? —Abrí la cremallera de mi chaqueta y levanté mi
suéter. El jersey se encontraba empapado de sangre, pero por debajo de la piel,
bien, también tenía sangre, pero ninguna herida—. Solo un rasguño —dije para
explicarle el motivo de la sangre.
—Pero, ¿cómo? Lo sentí entrar.
Me incliné hacia ella, por lo que Amber lo hizo también. —Está bien, cariño,
trato de ayudarte. No me apuñalaste. —Le guiñé un ojo; el sutil gesto fue como un
elefante en un tutú rosado—. ¿Están conmigo? —Miré a Amber—. ¿Las dos?
Amber asintió y le sonrió. —Está bien, Thea. Mi tía Charley se asegurará de
que salgas de esto.
Ubie se aclaró la garganta detrás de nosotras. —Ah, y mi padre. Sobre todo,
mi padre.
Un sentido de orgullo tímido amplió su boca cuando nos ayudó a pararnos,
mientras que los policías se llevaron a Thea.
Todavía me sentía confundida. Eidolon no pudo haber poseído a Thea.
Como un dios, era demasiado poderoso. Ella solo habría vivido unas horas. Un par
de días a lo sumo. Entonces ¿cómo pudo llegar a ella?
2
—No pinté con spray el coche de su madre —dijo Amber a Ubie. 20
—Pequeña, ¿piensas que no lo sé?
En ese momento, Cookie corrió hacia nosotros sin aliento y tomó a Amber
en sus brazos.
—¿Dónde has estado? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—Me perdí —dijo entre jadeos—. No me gustan los centros comerciales.
Tosí para camuflar una risa inapropiada. Tío Bob hizo lo mismo. Luego
envolvió los brazos alrededor de sus chicas. Cookie se apoyó en él y Amber hundió
la cara en la solapa.
—¿Seguro que estás bien, pequeña? —le preguntó, alisándole el pelo hacia
atrás.
Amber asintió. —No puedo creer que eso le pasara a mi amiga.
—¿Puedo poner una foto en mi InstaBlog? —preguntó Brandy, finalmente,
haciendo frente a la multitud. Cuando levantó su teléfono para tomar una foto de
los policías que escoltaban a Thea a lo lejos, gentilmente bajé su brazo.
—¿Qué? —preguntó, de repente consciente de sí misma—. Todo el mundo
lo hace.
—Yo no —dijo Amber, claramente molesta.
Brandy tuvo la decencia de parecer avergonzada. —Lo siento, Am. Esto es
más que grave, y estoy... estoy siendo estúpida.
—Brandy —le dije, consiguiendo su atención—. Solo por curiosidad, ¿sabes
quién pintó el coche de su madre?
De repente se fascinó con sus zapatos. —No.
—Brandy, estoy sintiendo mucha culpa.
—Es simplemente, que vi una lata de pintura en el coche de Josie. Lo siento,
no dije nada.
Amber puso una mano sobre el brazo de Brandy. —Si realmente fue Josie,
no te culpo.
—¿Y quién es Josie? —preguntamos Cookie y yo al mismo tiempo.
—La chica más ruda en la escuela.
Interesante.
2
—Tiene, como, toda una pandilla —agregó Amber.
—¿Quiénes son estas chicas? —preguntó Cookie—. Quiero los nombres
21
completos e información de contacto.
—No son más que chicas, mamá. Las matonas locales, pero a nosotras por lo
general nos dejan en paz.
Brandy asintió. —Debido a que no les damos una razón para no hacerlo.
—Bueno,‖tal‖vez‖alguien‖tiene‖que‖hablar‖con‖las…
—Voy a detenerte allí mismo —dije, levantando una mano—. Esto tiene que
ser manejado con cuidado. Si esas chicas piensan que Amber y Brandy fueron a la
oficina del director por ellas, las cosas podrían ponerse mal. Podrían tomar
represalias.
El temperamento de tío Bob estalló. Apretó a sus chicas con más fuerza. La
impotencia era horrible, pero no había mucho que pudiera hacer en esta situación
sin empeorar potencialmente mucho las cosas para Amber. Para su hija.
Entonces, la mamá de Brandy llegó corriendo. —¿Se terminó?
Asentí.
—¿Lo atraparon? —preguntó, pero antes de que pudiera responder,
continuó su discurso—: ¿Ven adónde las lleva esto? —preguntó a Amber—.
Ustedes ligan con chicos, usan camisetas de tirantes y faldas cortas, y se creen que
no habrá ninguna consecuencia. Solo ustedes tienen la culpa. —Fingió estar
hablando a las chicas, pero sus comentarios fueron dirigidos directamente a
Amber.
—Te ruego perdón —dijo Cookie.
—Mamá —dijo Brandy—, ni siquiera era un chico.
—¿Eres lesbiana? —preguntó a Amber, horrorizada.
Eso fue todo. Me volví hacia ella con un gruñido un microsegundo antes de
que Osh me salvara de un momento que viviría para siempre en infamia. Podría
haberse puesto feo muy rápido. En su lugar, Osh chocó contra la mujer con su
monopatín.
La mujer se dio la vuelta y lo miró.
—Lo siento —dijo, divirtiéndose demasiado. Se bajó de su monopatín y lo
atrapó con una mano. Era una especie de magia.
—Es una operación encubierta, Osh. No se supone que lo disfrutes.
2
Se rió y levantó la barbilla hacia Cookie y el tío Bob.
—¿Este chico está... contigo? —preguntó ella.
22
—Mamá, vámonos —dijo Brandy, ahora humillada si el tono de su cara era
una indicativa. Era evidente que le gustaba...‖“este‖chico”.
Osh se acercó más a Amber. Bajó la cabeza para mirarla a los ojos. —¿Estás
bien, chica?
Ella asintió, con su sonrisa tímida cuando él le pellizcó la barbilla de forma
juguetona. Entonces se despidió de Brandy mientras su madre se la llevaba.
—Por fin —dijo Osh, acercándose más a mí—. Pensé que nunca estaríamos a
solas.
—Oh, Dios mío, ¿qué pasa con los seres sobrenaturales adolescentes?
Me lanzó una sonrisa maliciosa, luego se inclinó. —Se encuentra bien.
Beep. Beep se encontraba bien. Cuando casi me desplomé ante el alivio, me
guiñó un ojo y se fue. Sobre todo, porque la seguridad lo vio.
Toqué el hombro del tío Bob mientras observaba deslizarse a Osh dentro y
fuera de las multitudes de compradores. —¿Aclaraste el asunto de robar en las
tiendas?
Ubie rió. —Voy a encargarme de eso.
Di un paso hacia Amber. Puse un brazo alrededor de su cintura ya que Ubie
reclamó sus hombros. —Lo siento, cariño.
—La gente apesta.
—Sí, sí —dijo Osh cuando pasó junto a nosotros de nuevo. El chico iba a ser
arrestado.
Pero funcionó. Amber se rió. Había lágrimas en sus ojos cuando lo hizo,
pero se rió, no obstante.
Me conformaría.

2
23
Traducido por florbarbero & Mary Warner
Corregido por Mawii

La vida no es un cuento de hadas. Si pierdes un zapato a medianoche, estás


borracho.
(Meme)

Todavía estábamos en el centro comercial después de las dos cuando el


hambre nos atacó. Según Osh, Reyes iba a vigilar a Beep durante un tiempo. No se
acercaría demasiado. Esas eran las reglas. Nuestras visitas eran muy parecidas a
las de hoy: una operación orquestada. Teníamos que entrar y salir antes de
cualquier cosa, cualquier ser sobrenatural que no trabajaba para nosotros, notaría
2
nuestra presencia. 24
Cuando tío Bob llevó a Amber y Cookie a casa, casi moría de hambre. Miré a
mi alrededor las opciones. Comida del centro comercial. Había comido peores.
Después de escoger algo que sonaba solo un poco menos nutritivo que
hojaldré de crema de malvavisco, me senté a comer. El tío Bob se sentó conmigo.
—Pensé que las llevabas a casa.
—Lo iba a hacer. Entonces recordé que vinimos en coches separados.
—¿Quieres algo? —pregunté, acercándole mi manjar.
—¿Qué es?
—Ni idea. Se veía bien.
—Hmm. —Tomó un mordisco, entonces llegó a su punto—. ¿Cómo estás?
—¿La verdad? —pregunté, agregando un borde duro a mi voz.
Bajó la mirada. —Por supuesto.
—Estoy impresionada, tío Bob.
Su mirada se levantó. —¿Impresionada?
—De ti. Lo que hiciste por mí... no podré pagarte jamás.
—¿Qué hice por ti? —El asombro en su voz era cómico—. Charley, eres
especial. Quiero decir, ya lo sabía, y sé que ya sabes que ya lo sabía, pero... eres
realmente especial.
—Y tú también.
—No. No como tú. No como... ¿de dónde vienes?
—Bueno, una noche, mi mami y papi decidieron jugar al doctor...
—No es eso lo que quiero decir. —Solo fingió ser brusco conmigo—. ¿Cómo
terminamos contigo? De todas las personas del planeta.
—Solo suerte, supongo.
—Lo secundaré. —Tomó otro bocado, luego miró a mi estómago y
preguntó—: Pero ¿estás bien?
Me incliné hacia adelante y, solo para ponerlo tan incómodo como
humanamente era posible, le besé la mejilla. —Estoy mejor que bien. —No es que
no estuviera preocupada por Eidolon, pero Beep estaba a salvo, el acosador de
Amber había sido encontrado y ya no tenía un cuchillo en el estómago. Eso me 2
dolió mucho más de lo que pensaba.
25
—Me alegro —dijo—. ¿Vas a terminar eso?
Tiré el plato hacia mí de nuevo. —Sí. Consigue el tuyo. —Le señalé dónde
conseguí la comida misteriosa justo cuando mi teléfono sonó.
—Vuelvo enseguida —dijo, emocionado.
Pantalla destrozada o no, no reconocí el número, así que me abstuve de
contestar‖ con‖ “La Casa de Embutidos Calientes de Charley”, y simplemente
saludé. Era tan aburrido, casi me dormí.
—¿Charley Davidson?
Maldita sea. ¿Qué factura me olvidé de pagar? Era tan despistada al pagar
las facturas.
—Conducirás al Giant en Fourth y Vineyard.
—¿Lo haré? —Esta persona debe haber tenido la bola mágica, porque ni
siquiera sabía que iba a conducir al Giant en Fourth y Vineyard. Era extraño. Y,
francamente, un poco fuera de mi camino.
—Si quieres ver a tu cliente Shawn Foster vivo otra vez. Ven sola. Llama a la
policía y muere.
La persona que llamó colgó y miré mi teléfono durante unos treinta
segundos antes de marcar el número de Shawn. Sonó unas cuantas veces antes de
que el correo de voz lo recogiera.
—Shawn, si escuchas esto, por favor, llámame.
Solo porque dijeron que tenían a Shawn no significaba que realmente lo
hacían. Por supuesto, la mayoría de la gente no diría algo así si no fuera cierto,
pero ¿cómo sabía que no era Eidolon saludando otra vez?
No llamaría a Reyes para traerlo de su misión. Beep era nuestra prioridad
número uno, y Shawn era mi cliente, mi responsabilidad, no la suya.
Dejé el teléfono y quedé pensativa, contemplando la ironía de alguien que
me llamaba y me amenazaba si llamaba a la policía cuando estaba en el proceso de
almorzar con uno. ¿Cuáles eran las probabilidades?
El tío Bob se sentó con su propia comida misteriosa.
—¿Quién era?
No quería deshacerme completamente de mi tío inconsciente. Podía 2
necesitarlo si las cosas iban al sur. Lo cual, lamentablemente, era a menudo.
Así que, le daría una pista. Si acababa muerta, una posibilidad que Reyes
26
juraba imposible, pero yo seguía no muy convencida, el tío Bob sabría dónde
buscar mi cuerpo antes de que se pudriera demasiado.
—Esa era mi peluquera, la Sra. Foster. —Dejé mi teléfono—. Cookie la
conoce.
Arrugó las cejas mientras masticaba. —¿Llamas a tu peluquera la Sra.
Foster?
—Por lo visto. Tengo que irme. Olvidé que tenía una cita.
Asintió y tomó otro bocado. Pobre tipo.
—Quería darte las gracias, tío Bob.
Tragó saliva y me miró con curiosidad. Era un gran tipo. Incluso con el
estilo de corte setenta.
—Sabes, solo por ser tú. —Me incliné y lo abracé, luego dejé mi basura sobre
la mesa y corrí hacia la salida, rezando por volver a verlo, y a su corte de cabello de
nuevo.
Salté en Misery y conduje al lugar que los secuestradores de Shawn
instruyeron, sabiendo que esto podría ser culpa mía. Había volteado la roca
incorrecta cuando miré el caso Foster. Golpeé un nervio. Lo único que no sabía era
a quién molesté.
Bueno, eso y cómo demonios sabían que trabajaba con Shawn Foster en esto.
Tenía que pensar. ¿La leche de quién derramé?
Los Foster. Eso era todo. Eran los que tenían más que perder. Pero él era su
hijo. Entonces, ¿quién más? Tal vez existía alguien más involucrado en el caso de
Verónica Isom. O con la agencia de adopción falsa. O incluso con la chica
desaparecida que buscábamos, Dawn Brooks.
Mientras todo se centraba en los Foster, ya no creía que hubieran trabajado
solos. Tenían seguidores. Creyentes que probablemente harían cualquier cosa por
ellos. ¿Incluso secuestrar a su hijo?
Pensé en llamar a los Foster, pero ¿qué diría? Todavía no podía revelarles el
hecho de que Shawn vino a mí.
Tomé la ruta más rápida. Me detuve y estacioné a Misery. En primer lugar,
me reuniría con la persona en el teléfono, entonces haría que Ubie rastreara la pista
de Shawn. 2
No había estado sentada allí treinta segundos antes de que mi teléfono
sonara de nuevo. 27
—Deja tu teléfono y camina hasta el autolavado abandonado del otro lado
de Dion.
—Primero, déjame...
Colgaron antes de que pudiera insistir en escuchar la voz de Shawn.
Cerré mi mandíbula y contemplé si debía meter mi teléfono en mi bota.
Decidiendo en contra, lo dejé en el piso con mi bolsa, cerré a Misery, y me dirigí
hacia allí.
Después de cruzar la calle, rodeé a Dion y, tan seguro como la muerte y los
impuestos, un lavado de autos abandonado se encontraba al otro lado. Parecía
bastante modesto. Probablemente fue un negocio familiar. ¿Qué tan malo podría
ser? Por otra parte, los Manson habían sido una familia.
Caminé dentro de una de las bahías altas con hierbas creciendo fuera de las
grietas en el cemento, miré alrededor y no vi a nadie.
Entonces oí una voz masculina. —Aquí atrás.
Me giré y lo seguí hasta el fondo del edificio. Una mezcla de malezas y
hiedra crecía a lo largo de la valla haciendo que nadie pudiera ver la parte trasera
del autolavado desde el restaurante de al lado. Esto simplemente no presagiaba
nada bueno.
Un hombre, limpio y vestido con pantalones y un saco de color azul claro,
me convenció con un gesto con la cabeza. Parecía casi tan delincuente, como lo
hacía mi contador.
Y entonces me di cuenta. Por supuesto. Era tan estúpida.
Se paró junto a un sedán azul oscuro, con el maletero abierto. Después de
hacerme señas, palmeó abajo y me dijo que me quitara las botas. Cuando quedó
satisfecho, dijo—: Entra.
—Mira, todavía no has hecho nada. —Era tan joven. De todos modos, para
un secuestrador. Tenía unos treinta años. Buen corte. Bien arreglado.
Era todo un ardid para que viniera de forma callada. Nadie tenía a Shawn.
Los Foster se encontraban detrás de esto. Lo usaron para llegar hasta mí.
—¿Qué quieren los Foster conmigo?
Hasta ahora, el tipo había hecho dos cosas estúpidas. Se unió a un culto de
locos. Y llevaba un cinturón de cuerda con caquis. A menos que fuera un marinero
2
en su tiempo libre, que era simplemente una idea idiota. Pero me encontraba
dispuesta a perdonarle sus ofensas hasta que me golpeó.
28
Me abofeteó con la mano. Mi cabeza se giró a un lado y golpeó el borde de
la tapa del maletero, provocándome una aguda sacudida de dolor.
—Entra.
Lo miré fijamente para hacer mi punto, pero solo me miró, impasible.
Alzando una pierna sobre el borde del baúl, me arrastré adentro, todavía
esperando lo mejor. Después de todo, estos eran el tipo temeroso de
secuestradores. ¿Qué tan malo podría ser?
Los había asustado. A los Foster. De alguna manera sumaron dos y dos.
Eran más inteligentes del crédito que les di. Mi error. Aunque debería haberlo
sabido. Cometieron secuestros de niños y asesinatos durante más de treinta años.
Tenían que ser por lo menos semi-inteligentes.
Después de subir, esperaba que el baúl se cerrara sobre mí. Lo que no
esperaba era el disparo de electricidad. ¡Me electrocutó! Las sacudidas de
corrientes eléctricas se precipitaron a través de mis músculos y se estrellaron
contra mis huesos. Mi cuerpo se tensó, mi cabeza se echó hacia atrás y perdí todo
control motor.
Cuando apagó la pistola, grité unos cuantos improperios como si tuviera el
Síndrome de Tourette, y luego quedé completamente flácida. Ni siquiera podía
levantar la cabeza, así que cuando sentí una aguja perforar la piel en el interior de
mi codo, no pude hacer nada al respecto. Excepto ponerme furiosa.
Este tipo tenía problemas serios. Vi una prometedora carrera como asesino
en serie si vivía tanto tiempo, porque de repente me hallaba en un estado de ánimo
mortífero.
Todavía con la sacudida del electrochoque, me di cuenta de que podría
haber mordido más de lo que podía masticar. El tío Bob nunca me dejaría vivir con
esto. Reyes iba a matarme. Y Cookie... bueno, al menos Cookie me lloraría.
El secuestrador cerró de golpe la tapa del maletero y me quedé en la
oscuridad total mientras conducíamos. La droga no me derribó completamente.
Recordé golpear bache tras bache y pensar que estaba apuntándole a las cosas.
Pensé en convocar a Angel. Alrededor de tres segundos antes de que
perdiera la conciencia.
2
*** 29
Golpeamos otro bache. Eso tenía que ser lo que me despertó de mi sueño.
Parpadeé e intenté ubicarme con poco éxito. Sobre todo, porque no podía ver una
mierda.
Mi hombro y cadera dolían por la superficie dura que montaba. Y los huecos
en la carretera no ayudaron. Tomamos un giro brusco. Unos segundos más tarde,
disminuimos la velocidad. Escuché voces afuera, luego la tapa del maletero se
abrió, y dos grupos de brazos alcanzaron para arrastrarme hacia fuera.
Al principio, pensé que nos encontrábamos en una cochera subterránea.
Estaba oscuro y frío. Entonces me di cuenta de que había anochecido.
Sacudí la cabeza. ¿Cuánto tiempo llevaba en ese baúl? La baba seca en mi
mejilla sugeriría bastante tiempo. Y necesitaba orinar desesperadamente.
Me arrastraron a una dependencia de algún tipo. Tal vez un edificio de
almacenamiento o un granero. Se encontraba iluminada con linternas esparcidas
por un suelo de tierra. Sabía que el suelo se hallaba cubierto de suciedad porque
traté de caminar, pero no podía manejarlo, así que mis pies se arrastraron por el
suelo, removiendo nubes de polvo.
Luego me dejaron caer, y caí hacia delante, aterrizando en mis rodillas,
palmas y cara. Empujé hacia arriba y observé los alrededores. Mayormente solo vi
piernas. Varios conjuntos de ellas. Entonces vi a alguien muy alto. Levanté la
cabeza, traté de levantar la vista, pero tomó cada onza de fuerza que tenía no caer
de cara.
Finalmente, me senté sobre mis talones y mi mirada recorrió la longitud de
un hombre realmente alto. Pero no tan alto como... colgado. Shawn Foster se
encontraba colgando de sus muñecas, con los brazos sobre la cabeza, la boca
amordazada, la cara y el cuerpo ensangrentados y magullados. Realmente lo
tenían. No eran los Foster después de todo. ¿Entonces quién?
Una mujer entró en mi línea de visión. Llevaba zapatillas Sketchers,
vaqueros y un saco. Pero cuanto más alto mi mirada viajaba, más mi cabeza giraba.
No podía mantener la habitación estable. Lo que me dieron era poderoso.
—No eres algo —dijo la mujer, agachándose delante de mí, su sonrisa
genuina.
Sra. Foster. Era la Sra. Foster, que parecía tan feliz como una pitón en una
granja de conejos.
2
—Nunca he visto algo como ella —dijo un hombre. Probablemente el Sr. 30
Foster.
A nuestro alrededor había un grupo de unas quince personas, si mi recuento
de piernas era correcto. En su mayoría varones adultos, pero un par de mujeres e
incluso un adolescente o dos. ¿Veían a sus padres torturar al hijo de Foster? Porque
eso no podía ser saludable.
La Sra. Foster se acercó. Tomó mi barbilla en su mano y preguntó—: ¿Qué
eres?
—Inútil. ¿Qué me diste?
Exhibió una sonrisa tan presumida, que mi palma picó por golpearla. Sin
embargo, la violencia nunca fue la respuesta.
Le devolví la sonrisa. Ya había tenido suficiente de los Foster y su marca
personal de locos. —Vas a morir pronto.
Una fuerte bofetada sonó, y la perdí de vista cuando mi cabeza se movió
demasiado hacia un lado. Al parecer, no recibió el memo de que la violencia nunca
era la respuesta. El mundo se inclinó y luché para mantenerme derecha.
—¿Crees que no sabemos cómo manejar a tu clase? Hemos estado haciendo
esto por años, cariño. Décadas. Es por eso nos pusieron en la Tierra. Para eliminar
la obra del diablo. Para borrar las abominaciones de Dios. Para limpiar la Tierra de
tu clase.
—Eso no debería tomar mucho tiempo. Solo hay una de mí.
—¿Eso es correcto? —preguntó el Sr. Foster. Podía verlo más claramente
ahora. Su corto cabello castaño no se encontraba tan arreglado como lo hacía en el
restaurante y tenía una capa de vellos en la mandíbula. Pero seguía siendo un
idiota incestuoso—. Bueno, entonces, esto debería ser fácil.
—¿Por qué... por qué herir a tu propio hijo?
El Sr. Foster se arrodilló ante mí. —Sabes perfectamente que no es nuestro
hijo. Era solo cuestión de tiempo.
—Intentábamos hacer una buena acción —dijo la Sra. Foster.
Mientras hablaba, los Divinos aplaudieron y gritaban un ocasional—:
¡Aleluya! —O—. ¡Alabado sea!
—Lo tomamos —continuó—. Lo criamos. Lo alimentamos y cuidamos de él.
Se encontraba tan lleno de luz cuando era un bebé, pero incluso la luz puede ser
corrompida. Como sabes muy bien. —Se giró y regresó a Shawn—. Incluso las
2
luces más brillantes pueden ser opacadas. Fue a ti. Te buscó, un alma corrupta,
para investigarnos, a los Divinos. Sabía las consecuencias.
31
De alguna manera dudaba de eso. —Él no tuvo nada que ver con mi
investigación.
Giró alrededor y me miró furiosamente. —Fue a ti y tu malvado esposo.
¿Conocían a Reyes? —Amiga, eres mucho más destructiva que el hombre
que va a romperte el cuello como un leño. —Eso salió mal.
Una oleada de susurros hizo erupción, pero luego se calmó con la misma
rapidez. —Por favor, Sra. Farrow —dijo el Sr. Foster—. ¿O todavía vas por
Davidson cómo tantos inmundos en este mundo?
No vi la conexión.
—Prácticamente planeando adulterio y divorcio.
—Cuando lo pones de esa manera. —Jodidos psicópatas—. En mi propia
defensa, la Sra. Foster mantuvo su apellido de soltera también. —Resoplé hasta
que el inevitable bofetón puso fin a esa tontería—. Bien. Oh, Dios mío. ¿Qué?
—El destino de Shawn fue sellado en el momento en que buscó tu consejo —
dijo.
La Sra. Foster se acercó a nosotros cuando traté de ver mejor a Shawn.
¿Seguía vivo? No lo sabía. Cerré los ojos otra vez y traté de llamar a Reyes. Angel.
Osh. Nadie. Las drogas me estaban bloqueando. Había pasado antes.
—Debe ser devuelto a la tierra —dijo—. Debe aprender de sus errores y
tener la oportunidad de crecer de nuevo.
—¿Vas a replantarlo?
—Y a ti también.
—¿Puedo volver como una azalea?
—Pero de la oscuridad, hermanos y hermanas —dijo el Sr. Foster, con su
voz floreciendo ahora—, viene la luz.
Ellos gritaron y aplaudieron. Una pareja incluso cayó de rodillas con las
manos levantadas.
No me malinterpretes. Creía en la religión. Lo que te ayudara a levantarte
por la mañana. Y un poder superior, como al que los cristianos se referían como
Dios Jehová, era definitivamente real. Era la religión que se convertía en una 2
excusa para torturar y mutilar y matar con la que tenía un problema.
La Sra. Foster también alzó las manos. —Y la respuesta por la que hemos
32
orado noche y día finalmente ha llegado. —Me sonrió—. Cuando Shawn fue a ti,
una‖puta‖débil‖y‖corrupta…
—¿Puta?
—…‖sabíamos‖lo‖que‖teníamos‖que‖hacer.
—Creo que puta es un poco fuerte.
—Mira, tú no eres cualquier corrupta. Tú eres su corrupta. Su concubina. El
oscuro. El demonio del infierno.
—Tal vez sea promiscua.
Se arrodilló de nuevo. —Nosotros nunca te perseguimos.
—Lujuriosa.
—Estábamos detrás de la abominación —dijo Sr. Foster, muy orgulloso de sí
mismo—. Lo seguimos desde que salió de la cárcel. Hasta ahora no teníamos
manera de llegar hasta él.
Cuando finalmente comprendí su intención, me concentré en los chicos
locos delante de mí. Si pensaban en atraer a Reyes aquí de la misma manera que
me atrajeron, tendrían otra cosa. Oh, lo conseguirían aquí, pero no estaría en un
estado de ánimo tan cooperativo.
Mientras que, yo era todo sobre cooperación. También compartía bien en la
escuela.
—Es cierto —dijo la Sra. Foster—. Si no hubieras venido a nuestras oficinas,
probablemente nunca hubiéramos sabido acerca de la conexión entre tú y El señor
de la Noche.
Me caí hacia adelante en mi intento de ver a Shawn otra vez. El suelo seguía
derrumbándose. Gracias a Dios, mis manos no se encontraban atadas. Ahora
estaría comiendo la suciedad.
—Supusimos que nos seguías —continuó el Sr. Foster—. Por eso apareciste.
Pero aparentemente nos encontrábamos equivocados. Shawn, en su debilitado
estado, te buscó.
—No es por eso que fui a tus oficinas.
—¿Oh?
⎯De ningún modo. Pensaba en convertirme en el líder de un culto fanático y
2
quería algunos indicios. 33
Otro golpe resonó y, mientras mi cabeza giraba alrededor, noté las
expresiones de excitación sobre todos los presentes. Si alguien estaba allí en contra
de su voluntad, cómo se sabía que sucedía en situaciones de culto, ciertamente no
los veía.
La Sra. Foster agarró un puñado de cabello. Desafortunadamente, era del
mío. —¿Cómo lo traemos?
—Tal vez deberían haber pensado en eso antes de secuestrar a Reyes cuando
era un bebé y dárselo a un monstruo. —La gente nunca piensa en el futuro.
La Sra. Foster se inclinó para estar cara a cara, su sonrisa tan agradable, me
asustó. —Por supuesto que se lo dimos a un monstruo. Es malo. Se merecía ser
criado por un hombre igual de malo.
Fue en ese preciso momento que supe que estaba mirando a los fríos ojos de
un verdadero demonio. Un demonio escondido bajo el disfraz de justicia. No era la
primera vez y ciertamente no sería la última, pero todavía me asombraba. Cómo
alguien podría hacer eso a un bebé.
Luego pensé en la niña que mataron y acusaron a la madre, aunque
veinticinco años después, y apenas podía creer lo que iba a decir. Pero me ganó la
curiosidad. —¿Pero, por qué dárselo a Earl Walker? ¿Por qué no solo hiciste lo
mismo que a la bebé Liana? ¿Por qué simplemente no lo mataste?
La Sra. Foster se sorprendió de que lo había concluido. No sé por qué.
Verónica Isom, la madre de la bebé Liana, estaba diciendo a cualquiera que
quisiera escuchar sobre la agencia de adopción, sobre lo que hicieron, pero como
una ex prostituta y drogadicta, su credibilidad fue anulada. Nadie le creyó.
Claramente, los Foster lo sabían.
La sonrisa que me mostró esa vez estuvo llena de tristeza, como si lo sintiera
por mí. Por mi ignorancia. —Oh, dulzura, nosotros tratamos de matarlo. Muchas
veces. Simplemente no moriría.
Sus palabras golpearon más fuerte que cualquier bofetada. El aire voló de
mis pulmones, y un silencio rugiente se estiró mientras la verdad se hundía. Dijo
algo más, pero nada pudo superar la ola de choque que golpeaba mi sistema.
Intentaron asesinarlo. Cuando era un bebé, lo intentaron. Y pensaba que lo
pasó cuando estuvo con Earl Walker era insoldable. ¿Qué había pasado con los
Fosters? ¿Qué le hicieron? ¿Cómo lo trataron? ¿Y cómo fue para él cuando ellos
fallaron? 2
Dupliqué mi asombro. Verdadero mal. Me hallaba en el medio del 34
verdadero mal, y Reyes pensaba que era oscuro. No era nada en comparación con
los Foster.
—Las balanzas han quedado fuera de balance —dijo Foster, pero no para
mí. Estaba nuevamente en el modo de predicar. Agitando su Biblia—. Todo está en
las noticias. El fin del mundo se está acercando, así que tenemos que matar. Para
librar las tierras del mal para que pueda sanar. Así puede volverse fuerte otra vez.
Así puede nutrirnos y apoyarnos. Es nuestro deber sagrado.
Consiguió un montón de amen por su esfuerzo.
La Sra. Foster dejó ir mi cabello, pero se quedó cerca. Me habló cuando su
loco hermano/esposo dijo su mierda mojigata. —Estábamos muy sorprendidos de
que haya sobrevivido a ese hombre horrible —dijo—. Pensábamos que habría
matado al Señor Oscuro mientras aún era joven.
Estaba muy segura de que trató.
Los Divinos oraban y alababan a Dios, levantando sus manos en
celebración, pidiendo Su bendición en el sacrificio de sangre para limpiar las
tierras. Aparentemente no se habían movido al Nuevo Testamento. Los sacrificios
eran algo de la vieja escuela, pero lo que lo que sea que mueva tu bote.
Sin embargo, como Jehová podía quedarse allí y dejar a otros ser asesinados
en Su nombre…
Traté de detener el tiempo así podía caminar, o probablemente tropezar, con
Shawn y comprobarlo. Nada. Intenté de nuevo convocar a Angel. Osh. Artemis.
Nada de nuevo. ¿Qué demonios me habían dado?
Reyes se daría cuenta de que algo andaba mal. Solo tenía que postergarlo.
Para comprar un poco de tiempo. De nuevo, lo había enviado a Beep. Él la cuidaba.
Y esa información provocó una sensación pacífica que se extendió a través de mí.
Al menos estaba a salvo de gente como esta.
Pero le había dado a Ubie una pista. Tal vez lo averiguaría e irrumpiría por
las puertas. Aun así, descifrar mi paradero sería casi imposible si no recibía ayuda
sobrenatural.
—Bien —dije, levantándome—, te diré como matarlo.
La multitud se cayó.
—Primero, todo el mundo aquí tiene que sacrificarse ante el altar.
2
El Sr. Foster agarró mi cabello esta vez y me empujó más cerca de Shawn. Al
menos. —¿Crees que por qué eres una mujer no te haremos esto? 35
—Shawn —le dije—, los policías saben todo lo que hago. No se escaparán
con esto.
Eso captó la atención del Sr. Foster. Sacudió su biblia ante. Eso me
enseñaría. Luego dijo—: No sabes nada sobre nosotros, zorra.
En serio tenían un problema con la promiscuidad. Los más promiscuos a
menudo lo hacían.
Resoplé. —Tiene razón. No sé nada en lo que respecta a tener sexo con mi
hermana.
Cuando la absoluta y pura sorpresa destelló a través de sus rostros, supe
cómo debía sentirse ganar una medalla de oro en las Olimpiadas. O en un concurso
de comer perros calientes. Cómo sea. Y tenía más de donde vino esa.
—¿Cómo‖tú…?
—¿Me enteré de tu incestuosa relación con tu hermana? —Esperaba que
pudiera entenderme. Mis palabras estaban más borrosas que mi visión.
—Dios ordenó nuestra unión —dijo la Sra. Foster.
—Lo que los ayude a dormir por las noches.
Shawn gimió antes de que pudiera decir algo más. Traté de pararme, de
llegar a él, Pero el objeto contundente que golpeaba la parte posterior de mi cráneo
me convenció para que me calmara.
Así que lo hice. Me quedé allí un rato. Reuní mis pensamientos. Repasé
lugares para vacacionar en mi mente, organizándolos de acuerdo a donde más me
gustaría estar en ese momento en el tiempo.
—¿Cómo matamos al Señor Oscuro?
—No puedes.
La furia surgió de la Sra. Foster, pero su expresión cambió. Se transformó en
una de crueldad absoluta. —Tráiganlo.
¿A él? ¿A quién?
Yací allí, pidiendo salir del carrusel, cuando dos hombres sacaron a un
tercer hombre atado y amordazado. Lo dejaron caer a pocos metros de mí, y mi
visión se oscureció alrededor de los bordes. La imagen ante mí me tenía la cabeza
girando aún más. Esto no era real. Esto no estaba sucediendo.
Era Reyes. Inconsciente. Golpeado, sangrando y apaleado. 2
Lágrimas brotaron a mis ojos. Era la foto. La que conseguí hace un año. La
que tomó el monstruo que lo crió.
36
Era un niño de nuevo. Atado con cuerdas. Su cabello un desastre. Su boca
amordazada. Su rostro hinchado y descolorido y ensangrentado. Y me quedé en un
silencio atónito.
Éramos dioses. Reyes y yo. ¿Cómo podía pasarnos esto a nosotros? ¿A él?
No existía forma de que‖ ellos‖ pudieran‖ atraparlo.‖ No‖ a‖ Reyes.‖ No‖ a‖ menos…‖ a‖
menos que lo incapacitaran y drogaran. Había funcionado en mí. Contuve la rabia
creciendo en mi interior.
Reyes gimió, despertándose, y oí la presión de las cuerdas cuando se
tensaron y se estiraron. ¿Luchaba contra ellos? Intenté levantar la mirada hacia él,
pero de pronto nos encontrábamos en una secadora de tamaño industrial,
arrojándonos y girando. Ese último golpe debe haber soltado algo. Supliqué que se
detuviera el tiempo, porque esto era una mierda.
—Cállalo —dijo el Sr. Foster.
Perdí la vista de Reyes por los pies arrastrándose. Entonces oí una lucha y
otro golpe fuerte, pero no sentí ningún dolor esta vez. Golpearon a Reyes. Le grité
y, naturalmente, recibió otro objeto contundente al cráneo por mis esfuerzos, pero
esta vez me las arreglé para concentrarme en él.
Lo vi a través de la multitud de piernas. Luchó contra las restricciones
cuando me golpearon. Y debido a eso, lo golpearon de nuevo, también.
—Reyes detente —dije.
—Caaaambia —dijo. O trató de decir.
—Corta la lengua de la abominación —ordenó la Sra. Foster.
Dos hombres agarraron el rostro de Reyes y trataron de forzarlo a abrir su
boca cuando me lancé hacia adelante. No llegué lejos. Reyes apretó los dientes por
lo que un hombre fornido, siempre los fornidos, empezó a golpearle, su puño
aterrizaba golpe tras violento golpe.
Hasta que mis estomago se ssacudió.
Hasta que mi corazón se quebró.
Hasta que mi cabeza explotó con el dolor que sentí ahogando cada célula de
mi cuerpo.
El hombre se detuvo cuando el Sr. Foster alzó la mano.
Luego escuché la voz de Reyes. Suave. Apenas audible. Y sin embargo, tan
2
clara como si estuviera susurrando en mi oreja. —Tienes que saber. 37
Lo miré. Se había desmayado de nuevo. Cuando un hombre forzó su
mandíbula a abrirse y otro se acercó con un cuchillo, el señor Foster dijo—: ¡No! lo
quiero lucido cuando pase. —Se giró hacia mí, bloqueando mi visión de mi
esposo—. ¿Cómo lo matamos? Respóndeme o solo sufrirá más.
Lo escuché de nuevo. —Tienes que saber.
Traté de ver más allá del demonio evangelista para ver a Reyes, pero cuánto
más lo intentaba, más espeso se volvía el aire. El tiempo se deslizó. La gente a mí
alrededor aceleró y luego volvió a la velocidad normal. Luego disminuyeron la
velocidad. Tenía que ser Reyes. —Vete —le dije—. Sal de aquí.
Detuvo el tiempo y me miró, un brillo travieso en sus ojos. —Bueno, lo
haría, pero la policía está en camino, y siempre se ve mejor cuando los rehenes
están atados y ensangrentados y golpeados.
El alivio me recorrió. Tanto que casi me derribó. Lo que sentí fue una
extraña reacción a la euforia. Pero una parte de mí, como nueve décimas, se hallaba
horrorizada.
—Reyes, ¿solo los dejaste golpearte?
—Lo siento, holandesa. No sabía que iban a atraparte. También.
—Está bien. Espera. ¿Cómo te atraparon?
—Con una pistola eléctrica. Luego me drogaron.
—A mi igual. —Aún no podía balancearme y seguía cayéndome de cara—.
Esa mierda de pistola eléctrica duele.
—No tanto cómo dolía verlos golpearte. —Prácticamente, le habían
arrancado la camisa y colgaba en pedazos.
—Espera un minuto —le dije, sin comprar lo que mi marido, también
conocido como el hijo de Satanás, también conocido como el mejor mentiroso en
este plano, estaba vendiendo—. ¿Te electrocutaron? Salieron de la nada, subieron y
saltaron sobre ti.
—Puede que los dejara, pero aun así dolió.
—Reyes, en serio, te quieren muerto.
—¿Por qué no intentaste convocarme en el momento que vinieron por ti? Lo
hubiera sentido.
—¿Y alejarte de tu tarea de guardia? Sabes que ella viene primero. Hablando
de eso… 2
—Osh está con ella, ahora. 38
Dejé salir un suspiro de alivio luego señalé a Shawn. —¿Está bien?
Se giró hacía él y de vuelta a mí. —Vivirá.
—Gracias a Dios. Pero, Reyes, ¿Por qué? ¿Por qué los dejaste herirte?
Apartó la mirada. —Tenías razón. Necesitan estar tras las rejas. No me di
cuenta de la extensión de sus crímenes, holandesa. Nunca los hubiera dejado vivir
tanto. —Cuando me regresó la mirada, su expresión se hallaba en algún lugar
entre la admiración y la culpa—. Lo siento por ser tan cabeza dura.
—Está bien. También puedo ser un poco obstinada a veces. Espera. ¿Has
visto a una niña de más o menos tres años?
Gesticuló con un asentimiento. Seguí su mirada hacía una hermosa pequeña
siendo sostenida por una anciana. Dawn Brooks. Dawn y la mujer eran las únicas
cuyas expresiones no eran puro deleite. La mujer lucía asustada, de hecho.
Nerviosa. Por nosotros. Y me hallaba gratamente agradecida.
—Reyes, es hermosa.
—Estoy de acuerdo.
—Oye, necesitas convocar a Angel.
—He estado aquí todo el tiempo, jefe.
Me levanté sobre los codos cuando traté de girarme hacia la voz de Angel.
—Bien, primero quiero saber por qué no fui invitada a esta fiesta antes, y segundo,
¿Por qué no viniste por mí al segundo en que atraparon a Reyes?
—Pregúntale al dios del infierno. Amenazó con golpearme en la garganta.
—Reyes, ¿es cierto?
La sonrisa que se expandió en su rostro ensangrentado era pura malicia. —
Tu tío está en camino, pero estas cosas nunca terminan bien. Se encerrarán aquí
dentro, y habrá un conflicto de días de duración.
—No quiero ser usada como un saco de boxeo por días —dije.
—Sí, yo tampoco.
—Necesitamos sacar a Dawn de aquí, junto con los otros niños. Apuesto mi
último centavo a que algunos de ellos están secuestrados también.
—Veré a tu último centavo y te daré un dólar a que algunos de esos adultos
fueron secuestrados, también. Criados aquí desde que eran niños.
—Apuesto que tienes razón. Necesitamos descubrir cómo salir de aquí.
2
—¿No crees que pude haber salido hace horas? 39
Finalmente, era capaz de incorporarme sin caer. Angel se arrodilló a mi lado
para apoyarme. —¿Entonces por qué, Reyes? ¿Por qué les permitiste...?
—Mi voz se quebró así que dejé de hablar.
Pero no necesitó que terminara. —Porque estas personas necesitan ir a la
cárcel, y la mejor‖manera‖de‖asegurarme‖de‖eso…
—…‖¿es‖ser‖encontrado‖secuestrado‖y‖sangrando?
Asintió.
—Reyes,‖ ellos…‖ —La imagen de él como un bebé mientras los Foster
intentaban matarlo devastó mi mente de nuevo. Sería algo que nunca olvidaría.
Luché contra el escozor en mis ojos, pero el escozor me dio una patada en el culo.
Como la mayoría de las cosas hoy. Las lágrimas pasaron por mis pestañas.
Angel se inclinó hacia mí, y me agarré de él. Envolví mis brazos alrededor
de su cuello. Enterré mi cara en sus hombros fríos.
—Holandesa —dijo Reyes suavemente. Tranquilamente—. Estoy bien. Ni
siquiera lo recuerdo. No soy cómo tú. No recuerdo todo desde el día que nací.
Pero no podía evitarlo. Sollocé, de igual forma. Angel no sabía qué hacer, así
que me acarició la cabeza. Era la cosa más dulce que había hecho. Si no fuera por el
hecho de que había sido golpeada con un objeto contundente en esa misma cabeza
no una vez, sino dos veces, podría haberlo disfrutado.
Intenté ponerme de pie, acercarme al hombre que adoraba más que las
manzanas de caramelo, pero mis piernas no funcionaban bien.
—Está bien —dijo, mirándome a través de los párpados hinchados casi
completamente cerrados. Tenía la sensación de que su sonrisa torcida se podía
atribuir más a la parálisis facial que a ese encanto malicioso que llevaba como un
arma de destrucción masiva. Necesitamos asegurarnos que no haya retraimiento.
Tenemos que evitar que se atrincheren dentro. Este lugar es un gran complejo.
Sorbí y me limpié la nariz en la camisa sucia de Angel. —Soy todo oídos.
¡Espera! —dije mientras un plan se formaba. Uno bueno—. Bien, lo entiendo.
—¿Eso involucra que nos corten la lengua a alguno?
—¿Cómo sabrías? Solo sigue mi dirección.
Angel se rio. —He tenido que hacer eso unas cuantas veces. Da miedo.

—¿Por qué la gente siempre está insultando mis planes?


2
—Ya casi llegan —dijo Angel.
—¿Tío Bob está con ellos?
40
—Jefe, el tío Bob está liderando la caballería. Y no está feliz.
Traducido por Val_17 & Mary Warner
Corregido por Mawii

Nunca cometo el mismo error dos veces. Lo hago como cinco o seis veces, ya
sabes, solo para estar segura.
(Camiseta)

Comenzaba a tener la sensación en mis piernas otra vez. Las drogas ya


habían hecho su efecto en mi sistema y empezaba a desaparecer.
Con la ayuda de Angel, navegué los Divinos y comprobé a Shawn. Se
encontraba vivo. Luego volví a mi posición anterior y asentí. —Estoy lista. 2
Reyes asintió y se preparó para liberar el tiempo. —En‖tres…
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—Sabes que ellos se equivocan sobre ti.
—Más tarde —dijo, dejando caer su cabeza al suelo—.‖Dos…
—No eres malvado.
—Holandesa. ¿Quieres ser golpeada de nuevo?
—¿Estás amenazando con azotarme? —bromeé.
Me fulminó con la mirada. —Ellos.‖Si‖hablas…‖uno…
Le susurré a Angel lo más rápido que pude—: Dime cuando los policías
estén cerca. —Entonces volví a mirar a Reyes. A mi hermoso, desgarrador, e
impresionante esposo—. Y ellos están equivocados.
—No, holandesa —dijo con tristeza—. No lo están.
El tiempo regresó a su lugar justo cuando, sí, una mano azotó mi cara. Al
menos volvieron a golpearme con la mano abierta.
Lo retomaron exactamente donde lo dejaron. Esperé a que Angel me avisara
cuándo moverme. Si Reyes podía caminar, podría llegar a las puertas y abrirlas
mientras yo los dirigía en la dirección opuesta, no era como si tuviera alguna idea
de dónde se encontraban las puertas. Pero el auto había dejado huellas en la tierra.
Eso era suficiente para averiguar por cuál camino no debía ir.
Uno de los hombres que sostenía a Reyes habló—: ¿Escuchaste eso?
Se detuvieron. Todo el mundo se quedó quieto y escuchó.
—¿Qué? —dijo el Sr. Foster.
El hombre se encogió de hombros. —Creí‖oír…
—Se encuentran a unos tres kilómetros de distancia. ⎯dijo Angel.
Mientras su atención se hallaba en otra parte, me puse de pie y corrí. O,
bueno, tropecé en mis pies e hice una danza interpretativa de las hojas de otoño
muriendo y cayendo de un árbol.
Esperaba que me persiguieran. Para alejarlos de las puertas delanteras así la
policía local podría entrar. Lo que no esperé fue el ruidoso crujido que dividió el
aire y resonó contra las paredes. Un dolor abrasador estalló en mi espalda. Lo que
parecía como un centenar de atizadores calientes me apuñaron por detrás, y
tropecé, caí sobre mis rodillas y rodé, terminando a apenas seis metros de donde
comencé.
Reyes se sacudió en sus restricciones, pero negué con la cabeza. Él tenía que 2
ver a través de esto. Para terminarlo.
De verdad esperaba que ellos no lo terminaran primero. Me tumbé en el
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suelo, sangrando, y observé mientras ponían la escopeta en el pecho de Reyes.
Grité con horror. ¿Se había equivocado después de todo? ¿Podría morir?
Simplemente no valía la pena el riesgo.
El miedo me consumió hasta la médula de los huesos.
La sangre bombeaba en mi estómago, pulmones y garganta.
Un dolor infernal se extendió por mi cuerpo, pero todo en lo que podía
pensar era Reyes.
Un microsegundo antes de que apretaran el gatillo, el Sr. Foster los hizo
callar de nuevo. Las sirenas se podían oír a la distancia, incitando a los Divinos a la
acción.
—¡Cierra la puerta! —gritó él.
Reyes y Angel tenían razón. Mi plan apestaba. Los Divinos se apresuraron a
llegar a la puerta antes de que Reyes lo hiciera.
El Sr. Foster se volteó y señaló con la cabeza a su hombre. La escopeta
explotó. Perdigones chocaron contra el pecho de Reyes a toda velocidad. Él se
estremeció y tosió antes de quedarse quieto.
Me tapé la boca con ambas manos. Esto no estaba ocurriendo. Se desangraba
en una corriente lenta y constante.
—Tienes que hacerlo —dijo. Justo como lo hizo antes—. Desmaterialízate.
—Yo…‖ no‖ puedo.‖ —Me dolía el pecho, pero no por los disparos—. Tengo
agujeros.
La sonrisa que se deslizó a través de su rostro fue una cosa muy perversa. —
Lo sé. Me gustan tus agujeros. —Realmente era malvado. ¡Los Foster tenían
razón!—. Hazlo, holandesa.
—Pero los agujeros. Los de mi espalda.
—Holandesa…
—Muy bien. Santo genio.
Pero antes de que pudiera actuar, sus párpados se cerraron. Y por una
fracción de segundo, estudié su rostro. Golpeado y ensangrentado, pero sereno.
No, resignado. Al igual que en esa foto. Se resignó a su destino‖como‖si…‖como‖si‖ 2
lo mereciera. Los Foster le hicieron eso. Earl Walker le hizo eso. Lo hicieron sentir
menos de lo que era. 43
El enojo que evocaba la verdad era el catalizador que necesitaba. Me
zambullí en mi interior, luché más allá de las drogas, empujé mis talones y forcé a
mis moléculas a separarse.
El mundo explotó. Las tormentas rugían a mí alrededor tanto en el reino
celestial como en el tangible. Hice temblar la tierra, como si tratara de sacudir algo
de sentido en ella. Manipulé los vientos a mi voluntad, obligándolos a girar y
curvarse en espirales. Obligándolos a cumplir mis órdenes.
Entonces lo vi todo. Vi a los Divinos armándose y corriendo hacia la puerta,
tratando de cerrarla antes de que llegara la caballería. Vi a otros escondiéndose
dentro del edificio principal. Vi gente corriendo y tropezando, tratando de alejarse
del tornado. De mi tornado.
Rompí la puerta desde sus bisagras. Arranqué las puertas del edificio
principal. Arrojé a los hombres hacia los árboles y sobre los techos.
Luego volví al granero. Tumbé a Shawn en el suelo gentilmente y me
arrodillé junto a mi esposo. Tenía los ojos abiertos y parecía mirarme con algo
parecido a la admiración.
Me arrodillé a su lado y le di un puñetazo lo más fuerte que pude. No en
serio. Aun así, lo golpeé con fuerza.
—No moriste.
—Dios —dijo a modo de explicación. Cuando rodé los ojos, agregó—: Eres
tan crédula.
Hice una exploración de cuerpo completo. Mi suéter se había ido, pero
seguía viva y pateando. —¡Estoy viva! —dije, alzando los brazos en victoria. Luego
volví a mirar a Reyes—. Tu turno.
—Todavía no. Recuerda, esto tiene que lucir bien.
Le di otro vistazo. —Luce bien. Un poco demasiado bien. Ellos podrían
preguntarse cómo es posible que sigas respirando. Por favor, Reyes.
—Holandesa, estoy bien. Lo prometo.
Finalmente, capaz de tocarlo, puse mis manos en su cara. —¿Por qué dejaste
que te hicieran esto?
—Te‖lo‖dije…
—No te creo. —Levanté mi barbilla y lo fulminé con la mirada, pero solo un
poco—. Creo que querías ser castigado. Por alguna razón estúpida, creo que 2
querías que hicieran esto. Y peor.
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Su sonrisa contenía más tristeza que humor. —Entonces, ¿el plan era correr,
tropezar y recibir un disparo en la espalda o convocar a tu tornado interior? De
cualquier manera, estoy impresionado.
—¿Recuerdas lo que te hicieron? —pregunté, ignorándolo—. ¿Cuándo eras
un bebé? —El simple pensamiento rompió mi corazón—. Por favor, dime que no
estás mintiendo.
—¿Te he mentido alguna vez?
Cerré los ojos en un patético intento de bloquear la verdad. Lo recordaba. En
algún momento durante las últimas semanas, probablemente cuando supo su
nombre de Dios, le pasó lo mismo que a mí. Lo recordó todo.
Se levantó hasta que su boca estuvo en mi oído y susurró—: No lo hagas. —
Luego movió su boca hacia mí otra oreja—. No te atrevas.
Llené mis pulmones y lo ayudé a sentarse. —Así que, sí, el tornado fue una
especie de plan B. Si los policías saben que se cometió un crimen, no tienen que
esperar el papeleo y los permisos, ¿verdad? ¿Pueden entrar? Debido a que la
puerta es algo inexistente en este punto, por lo que nada más que Johnny Law
podría detenerlos.
—Hasta donde sé.
Angel volvió a entrar. —Están aquí.
Asentí y rocé mi boca sobre la de Reyes.
Entonces me paré y corrí hacia la entrada del granero.
La gente corría de un edificio a otro, llevando armas y provisiones. Un tipo
cayó de un árbol con un fuerte ruido. Mi error. Y a la distancia, las luces
destellaron mientras los autos aceleraban hacia nosotros.
Los Divinos se dispersaron como cucarachas mientras los vehículos oficiales
irrumpía uno tras otro. Y alguien invitó a la Guardia Nacional. Esos tipos siempre
traían problemas.
La mayoría de los feligreses corrieron hacia el edificio principal, lo que
conduciría a una situación similar. A pesar del hecho de que arranqué las puertas,
los locos seguían escondiéndose adentro. Esas cosas nunca terminaban bien.
Los autos y camionetas de los oficiales se deslizaron hasta detenerse dentro
del recinto, removiendo el polvo suficiente para darles a todos los miembros 2
tiempo para correr y esconderse. Los oficiales abrieron las puertas de sus vehículos
y se pusieron detrás de ellos, apuntando sus armas. 45
Una ambulancia esperaba detrás.
—Bueno, mierda —le dije a Angel—. Estoy mucho mejor. No tengo ni un
rasguño.
—Pero tu ropa está hecha un desastre. Malo. —Angel me dio un pulgar
arriba, luego desapareció en la confusa pelea.
Corrí de regreso a mi marido. —Reyes…
—Detrás de ti —dijo suavemente.
Solo que esta vez, en vez de ser golpeada, me moví cuando la culata de un
rifle venía contra mí. El hombre, el musculoso, casi cayó hacia adelante cuando no
dio en el blanco.
Me paré y lo enfrenté, ignorando la expresión confusa en su rostro. —Ya es
suficiente.
Cuando quiso golpearme de nuevo, Reyes se encontraba allí. No se
desmaterializó. Rompió las cuerdas, como si pudiera haberlo hecho hace horas,
caminó detrás del hombre, le agarró la mandíbula y la nuca, y retorció.
Un crujido demostró que le había roto el cuello al hombre. Intenté
advertirles. El tipo cayó al suelo. Entonces otro ruido, esta vez de disparos, resonó
a nuestro alrededor, y otro más, pero no de las armas provenientes de afuera. Estos
venían de dentro del edificio principal. Pero no les disparaban a los policías.
Disparaban adentro.
—Oh, Dios mío, Reyes. ¡Están matándolos!
Me impulsé antes de que Reyes pudiera detenerme y corrí a través del
recinto, gritando hacia el tío Bob. —¡Los están matando! ¡Tío Bob, date prisa!
Para sorpresa de los otros oficiales, tío Bob se alejó de los coches patrulla y
me siguió, al igual que Garrett, que aparentemente se infiltró. Me golpeé contra un
estante que bloqueaba la entrada, pero Reyes se hallaba justo detrás de mí. Me
empujó de regreso en los brazos del tío Bob y dijo—: Sostenla.
Con un sólido empuje, rompió la barricada y se zambulló en la oscuridad.
Dos disparos más sonaron mientras luchaba contra Ubie. Entonces nada.
Me liberé de los brazos del tío Bob y me apresuré a entrar, pero Garrett se
precipitó por delante de mí para liderar el camino, con la linterna encendida, y la
pistola lista.
La gente se acurrucaba en las esquinas y debajo de las mesas, mientras una 2
mujer, un adolescente y dos hombres yacían muertos. Los rifles estaban al lado de
los dos hombres. La mujer y el adolescente fueron fusilados en lo que podría 46
convertirse en uno de los peores tiroteos masivos en suelo americano. Podía
suponer que ellos no tuvieron tiempo para escapar, así que pretendían eliminar a
los miembros uno por uno.
Los hombres claramente tenían sus cuellos rotos, cortesía de mi marido.
Corrí hacia la mujer y el muchacho, arrodillándome junto a ellos. Buscando
alguna señal de vida. No existía ninguna.
Reyes regresó por la puerta le hizo una especie de señal de pandilla militar a
Garrett, enviándolo a la habitación por la que acababa de llegar.
—Reyes. —Corrí hacia él, pero tuve mucho cuidado cuando me deslicé en
sus brazos, intentando no aferrarme. Pero fallando cuando mis brazos lo rodearon.
Mientras mis dedos se curvaban en su camiseta.
Parecía completamente imperturbable por sus heridas cuando bajó la vista
para mirarme.
—¿Los Foster? —pregunté.
Negó con la cabeza. —Deben estar aquí en alguna parte. Tienen que estarlo.
Maldición. Les perdí la pista cuando liberé mi tornado. Lo cual, ¿quién sabía
que eso era posible? Votación a mano alzada.
El tío Bob entró corriendo con varios uniformados. Revisaron los cuerpos y
comenzaron a evaluar a los otros Divinos.
Ubie tomó la mano de Reyes en un firme apretón. —Te has visto mejor.
—Igual que tú —bromeó él.
—Oye —dije, interrumpiendo—, ¿dónde demonios estamos?
Ambos sonrieron. —Estamos cerca de un pueblo llamado Datil —dijo
Ubie—, justo al oeste de Socorro.
Socorro se encontraba al sur de Albuquerque. Esa parte lo sabía. Estuve en
la bonita ciudad muchas veces. ¿Pero Datil? —¿Hay un Dátil, Nuevo México?
—Lo hay. ¿Tu papá nunca te lo contó? La zona es preciosa. Tu papá quería
poner una estación de esquí y llamarlo Ski Datil. ¿Lo entiendes?
Me reí en la camiseta de Reyes, y me acercó más, envolviendo una gran
mano alrededor de mi cabeza y besando la cima.
El tío Bob se aclaró la garganta y puso su mirada incómoda en dirección a
mi marido. —Odio ser insistente, Farrow, ¿pero te dispararon? 2
Se encogió de hombros y me acercó aún más. —No fui el único. —Cuando 47
lo señalé con una mirada de pánico, hizo un gesto hacia la habitación de atrás, y
dijo—: Allí hay otras tres víctimas.
—Maldita sea. —dije—. ¿A cuántos mataron antes de que llegaras?
—Cinco.
—¿Algún…?‖—Bajé la cabeza—. ¿Algún niño?
Hizo un gesto hacia el adolescente. —Además de ese chico, no. Parece que
algunos de los adultos los protegieron.
Mi corazón se rompió. Probablemente la mayoría de esas personas solo
querían un hogar. Un lugar seguro para vivir y criar a sus hijos. Probablemente
aparecieron con solo la ropa que tenían puesta, y los Foster se aprovecharon de
eso.
El personal médico entró, y estuvimos oficialmente en servicio activo
mientras el tío Bob supervisaba los esfuerzos de rescate. Comenzamos a sacar a la
gente. Me agaché y ayudé a una anciana a ponerse de pie, luego la reconocí como
la señora que sostenía a Dawn Brooks.
—¿Dónde está Dawn? —le pregunté.
Sacudiendo un dedo frágil, señaló el gabinete de un armario. —La escondí
allí cuando empezó el tiroteo.
—Bendita seas.
Reyes sostuvo su brazo mientras me metía en el armario.
—Ni siquiera sabía que tenían armas aquí —agregó ella.
Abrí la puerta del armario y eché un vistazo dentro. Acurrucada en el rincón
más lejano había una pequeña bola de rizos. —¿Dawn? —dije suavemente. Ella se
estremeció y lloró en su vestido—. ¿Dawn Brooks? Estoy aquí para llevarte a casa.
Se atrevió a mirarme, su cara esperanzada. Quería confiar en mí, pero había
pasado, por tanto. No hice nada precipitado. Me senté al lado del gabinete abierto
y le di tiempo para adaptarse a mi presencia. Después de unos momentos, estiré la
mano. La miró, luego se acercó lentamente a mí. La saqué del armario y la levanté
en mis brazos.
—¿Eres un ángel?
Me reí suavemente. Ella tenía un don. Los Foster tenían razón. —Suelen
decirme eso. Pero, no, no lo soy. Solo soy una chica como tú. 2
Sacudió su cabeza. —No lo creo.
48
Oh, sí. La pequeña era genial.
Me rodeó el cuello con los brazos y me negué a dejarla ir por el resto de la
noche, incluso cuando fui a ver a Shawn, para asegurarme de que fuera el primero
en ser llevado al hospital. Incluso cuando le pregunté a Divino tras Divino donde
se encontraban los Foster. Ninguno de ellos lo sabía. Bueno, casi ninguno. Un par
de subalternos sabían más de lo que decían, pero a menos que los torturara con
una niña de tres años en mis brazos, no vi una forma de sacarles la información.
Eran devotos. No a su fe ni a su religión. Sino a los Foster. Sacarles
información llevaría algún tiempo.
Llamé a Cookie, que se encontraba frenética. Extremadamente preocupada.
Al final de su ingenio. Y sería mejor que no lo olvidara. Le quité diez años de su
vida. Diez buenos años que podría haber utilizado para explorar Europa. Pero
todo eso era nulo y vacío porque le quité diez años de inmediato.
Amaba tanto a esa mujer.
A las dos de la mañana, las cosas no se habían calmado en absoluto. Parecía
que cada vehículo de servicios de emergencia en un radio de ochocientos
kilómetros se encontraba en la escena, como también los periodistas y los usuales
entrometidos. Un pequeño hotel-guion-restaurante de Datil, el Eagle Guest Ranch,
proporcionó café, agua y sándwiches a la tripulación de emergencia, y un grupo de
la iglesia de Socorro proporcionó mantas a los Divinos que ya no podían regresar a
recoger sus cosas.
Ubie se me acercó. —Calabacita, has tenido un largo día. Tal vez deberías
irte a casa.
Seguía sosteniendo a Dawn. La envolvimos en una manta, y se quedó
dormida, con su cabeza en mi hombro, y su cálido aliento en mi cuello. Dudaba
que alguna vez volviera a sentir mi brazo, pero valía la pena.
—Lo haré —dije, frotando la espalda de la pequeña—, pero primero, ¿cómo
pudiste entrar? Pensé que necesitabas una orden judicial o algo así.
—No cuando tienes el permiso del propietario —dijo, sacando un pedazo de
papel de su bolsillo—. ¿Este tipo aparentemente es un cliente tuyo?
Levanté la vista para ver a Shawn Foster caminando. Después de un
momento de aturdimiento, me precipité hacia él. Su cara estaba hinchada y su
labio abierto, pero se veía bien teniendo en cuenta lo que acababa de pasar.
—Shawn, ¿por qué sigues aquí? ¿Pensé que una ambulancia te llevó al 2
hospital?
—Regresé. Lo siento mucho, Charley. —Miró a su alrededor, atónito—. Si
49
hubiese‖tenido‖alguna‖idea‖de‖que‖harían‖esto…
—Shawn, esto no es tu culpa.
—No, debí advertirte. Ya no estoy involucrado en los delirios de mis padres,
pero tengo gente dentro que me mantiene informado. Sabía que almacenaban
armas. Pero no sabía por qué.
—Yo soy la que lo siente. No puedo creer que los Foster, las personas que te
criaron, te harían una cosa tan horrible.
—Sí, por eso los llaman fanáticos.
—Pero cómo es posible que estés de‖pie‖y‖caminando‖y‖hablando‖y…
—Bueno —dijo, repentinamente incómodo—, me curo muy rápido.
—Por supuesto. Eres Nefilim.
—¿Cómo‖lo‖supiste…?
—En realidad, fue Reyes.
Ambos se estrecharon la mano. Shawn parecía una pequeña estrella
golpeada. No podía culparlo.
—¿Tú diste el permiso para que entraran las autoridades? —le pregunté.
—Lo hice. Hace semanas. El FBI ha estado investigando a los Divinos
durante años y, técnicamente, todo es mío. El terreno. Los edificios. Todo. —Su
tono se volvió amargo—. Mi querido y viejo papá no quería nada a su nombre, así
que lo puso todo a nombre mío hace años.
Sonaba como algo que él haría.
—¿Tienes acceso al papeleo? —pregunté, rezando para que hubiera algo
acerca de la falsa agencia de adopción que montaron los Foster.
—A cada documento falsificado.
Con ese papeleo, tendríamos la oportunidad de desestimar los cargos contra
Verónica Isom.
—¿Qué‖hay‖de‖tus‖padr…‖los‖Foster?‖¿Alguna‖idea‖de‖a‖dónde‖fueron?
Sacudió su cabeza. —Sabía que estaban construyendo algo en el granero
principal.
—¿Construyendo algo? 2
—No sé qué. Mis contactos no se hallaban en el círculo interno, pero me 50
dijeron que los tipos estaban gastando un montón de dinero allí.
—Gracias. Lo comprobaré.
Caminé por ese camino, intentando alejarme del equipo de emergencia
mientras el tío Bob hablaba con Shawn. No había notado ninguna construcción
nueva en el granero, pero no estaba prestando atención.
—¿Quieres que la cargue? —preguntó Reyes, escaneando el patio por
alguna señal de peligro.
—Estoy bien. —La abracé a mí, aparentemente incapaz de bajarla. Enterré
mi rostro en sus rizos y respiré su esencia antes de preguntar—: ¿Los sientes?
—¿A los Foster? No. Pero hay demasiadas emociones aquí para sentirlos.
—Cierto.
Como sea, al momento en que entramos al granero, los sentimos. Se estaban
escondiendo como pequeñas ratas, y me di cuenta de que las bolas de heno en la
esquina escondían algo. Los Divinos construyeron un cuarto secreto.
Nos acercamos. Reyes, quien aún no quería cambiar, para curarse a sí
mismo instantáneamente, puso un dedo en su boca, indicándome que me quedara
atrás, y caminara hacia la pared de heno. Dio la vuelta alrededor de lo que
podíamos ver, pero no encontró puerta.
Le hice gestos para hacerle saber que iría alrededor de nuevo. Bajó su cabeza
y me dio un ceño de advertencia.
—¿Qué? —murmuré. Bien. Me quedé por el amor de Dawn.
Ella se movió, y la balanceé cuando Reyes empujó, probando el heno en este
lugar o en aquel. Cuando nada funcionaba, revisó el piso de tierra. Tal vez había
un punto de acceso subterráneo. Pero antes de llegar demasiado lejos, oímos un
clic.
Reyes empujó por el lado y encontró un panel de alguna clase. Caminé hacia
él mientras lo sacaba. Una puerta daba lugar a una total oscuridad, pero se
hallaban allí dentro. Podía sentirlos. Palmeé mis vaqueros buscando la linterna que
Garrett me dio, la encontré, luego salté cuando un disparó atravesó el aire.
Sin pensarlo, cambié y ralenticé el tiempo al mismo tiempo. La pistola no
fue apuntada hacia mí. Ni a Reyes. La bala que viajaba a lo que parecía ser la
velocidad de la luz se dirigió directamente hacia la parte posterior de la cabeza de
Dawn.
2
La abracé hacia mí y cerré los ojos, yo había sido la única que cambió así que 51
aun podía ver. Pude ver cuando la bala entró en su cráneo, viajaba a través de él,
continuaba hacia mi cuello, y se detuvo solo cuando Reyes cerró su mano
alrededor de ella.
La ira se encendió dentro de mí como la división de un átomo que
desencadenaba una bomba nuclear. Me giré hacia ellos. Los seres malvados que
hacen daño. Que se aprovechaban y destruían. Que asesinaban en Su nombre. Si
eso no era tomar el nombre de Dios en vano, no sabía qué era.
No tenía control sobre la rabia que hervía en mi interior, el poder que surgió
de mí en un destello cegador. Tan ardiente que quemó mi piel y me chamuscó el
pelo. Tan frío que congeló el aire alrededor de nosotros.
Reyes se paró entre Los Fosters y yo. Envolvió sus brazos alrededor de
ambas, Dawn y yo. Alivió mi alma con su cálido aliento abanicando mi oreja.
Acunó mi barbilla y sus dedos rozaron mi mejilla.
Luego me di cuenta de que no eran sus dedos, sino las plumas de sus
enormes alas negras. Bloqueando la escena ante mí. La escena que causé. Pero me
hallaba demasiado ocupada fascinada con el sonido musical que escuchaba cuando
sus alas me rozaban. Una melodía tintineante, como el hielo descongelándose bajo
el calor del sol. Y me di cuenta de que era hielo. Sus alas rozaban el hielo de mi
brazo. En mi cara. Y entonces, tan rápidamente como había aparecido, se evaporó.
Su calor lo derritió.
El tío Bob corrió dentro, seguido de cerca por Garrett y Shawn. Sabía que
Ubie y Garrett no podían ver las alas de Reyes, pero me pregunté si Shawn podía.
—Llévatela —dijo Reyes, y me di cuenta de que se había desmaterializado
cuando la pistola se disparó. Había arruinado su apariencia herida, no que la
necesitáramos. Teníamos suficiente de los Fosters para alejarlos por un buen
tiempo.
Fue la expresión horrorizada de Garrett que finalmente me arrastró lejos de
mis pensamientos. Shawn miró dentro y palideció. Me incliné para ver más allá de
Reyes, pero no me dejó. Se mantuvo entre mí y la habitación detrás de él.
Lo miré con furia. Luego me tensé. Luego me preocupé. ¿Qué había hecho?
Una espiga de ansiedad se precipitó a través de mí, causando que una corriente
eléctrica se disparara por mi piel.
—Reyes —susurré mientras Garrett envolvía sus manos sobre mis
hombros—. ¿Qué hice? 2
Garrett me tiró hacia atrás, alejándome gentilmente. Pero tenía que saber.
Me salí de su agarré y me apresuré más allá de mi esposo. El Sr. y la Sra. Foster 52
yacían en una pila de miembros retorcidos y destrozados, como si cada hueso de
sus cuerpos hubiera sido destrozado de adentro hacia afuera. Sus cabezas yacían
en ángulos anti naturales y era casi imposible saber dónde terminaba un hermano
y el otro comenzaba.
Me tapé la mano con la boca y me giré hacia Reyes. —No hice eso. ¿Lo hice?
¿Cómo pude hacer eso? —Luego hacia Shawn—. Lo siento tanto.
Reyes apretó los dientes y señaló a Garrett para que me alejara. Varios otros
oficiales estaban entrando, preguntándose de dónde había salido el disparo,
cuando Garrett me llevó fuera.
Shawn salió primero. Una tristeza determinada lo había vencido. Quería
hablar con él, pero ¿decir qué? ¿Lo siento por retorcer horriblemente a las personas
que te criaron?
Reyes salió un rato después, pero todos los demás estaban tomando un
momento para dar un vistazo a Los Fosters, como si fueran una atracción
secundaria.
Se me acercó y me cubrió con una manta.
—Dawn debería haber despertado cuando la pistola si disparó —le dije.
—La cambiaste—dijo Reyes orgulloso de mí.
—¿Por eso no despertó?
—Esa es mi suposición.
Tenía la sensación de que su estado aletargado tenía algo que ver con
nuestro cambio a un plano celestial también. Si no era diferente antes, ahora sí lo
sería.
—Los maté.
—Si no lo hubieras hecho tú, lo habría hecho yo. También salvaste la vida de
esa pequeña. Junto con quién sabe cuántas otras.
—Pero‖no‖solo‖los‖maté.‖Los…‖mutilé.
—Holandesa…
—En serio soy un monstruo.
Me agarró de los hombros y me giró hacia él. —Tú, holandesa, no eres para
nada un monstruo. Si al caso vamos, la tuvieron fácil.
No compré lo que dijo ni por un minuto, pero otro enigma apareció en mi 2
mente apagada. —¿Cómo puedo explicarle esto al tío Bob?
⎯No tienes que hacerlo. El reporte oficial dirá que los Fosters se hallaban
53
escondidos en un cuarto secreto cuando una pared de bloques de cemento que
habían almacenado allí cayó sobre ellos. Había una pila entera detrás. Eso se
encargó de ellos.
No sabía qué decir. Bajé mi cabeza y mecí a Dawn. Una ambulancia
esperaba para transportarla al hospital en Albuquerque, pero no ponía bajarla aún.
Reyes se sentó conmigo, envolvió sus brazos alrededor de ambas, y quitó algo del
peso de Dawn de mi espalda.
El sol se perfiló en el horizonte cuando noté una pareja, frenética y
buscando, de pie detrás de la cinta de la escena del crimen. Hablaban con una
joven fiscal, tratando de convencerla de que habían sido llamados a la escena por
APD.
Me paré, despertando a Reyes de un sueño ligero, y caminé más cerca
—Por favor, dijeron que iban a trasladar a nuestra hija a un hospital, pero no
podíamos esperar. Aún está allí.
—Señor, no lo puedo dejar avanzar.
Pero las palabras de la fiscal cayeron en oídos sordos. Mientras el hombre
discutía con ella, la mujer me vio acercándome con mi bulto. Los reconocí en los
artículos de noticias, así que quité la manta del cabello de Dawn. La señora Brooks
gritó, se agachó bajo la cinta, y corrió demasiado rápido, esquivando a un oficial
tras otro como un corredor profesional.
Dawn debe haber escuchado los gritos de su madre. Parpadeó
despertándose y se frotó los ojos.
—¿Esa divertida mujer es tu mami? —le pregunté.
Finalmente, miró alrededor. Después de un momento, el reconocimiento se
instaló. Sacó el dedo pulgar de su boca ysacudió las piernas en la señal
internacional de bájame ahora mismo. Entonces corrió tan rápido como sus pequeñas
piernas la llevaban, encontrándose con su madre a unos veinte metros.
Su padre no se hallaba muy lejos. Agarraron a Dawn y se amontonaron.
Solo que ellos gritaban más que todo el grupo.
La señora Brooks me miró justo cuando empezaba a alejarme. —¿Charley?
—preguntó.
Buena suposición. Asentí y caminé de vuelta a ellos.
—Hablé con tu tío por teléfono. Dijo que ayudaste a resolver este caso.
2
—Solo un poco. 54
Esto fue definitivamente una convergencia de anomalías. Shawn
contratándome. La recepcionista del Dr. Schwab, Tiana, abriéndose a mí. Reyes
secuestrado. De nuevo.
—No podemos agradecerte lo suficiente. —Su voz se quebró, y sus hombros
empezaron a temblar.
Negué con la cabeza. —¿Saben a quién deberían agradecerle en verdad? —
Di un paso más cerca y le dije todo sobre Tiana de la oficina del Dr. Schwab, donde
la Sra. Foster trabajó—. Si no hubiera sido por ella, nunca hubiera sabido de Dawn.
Tiana sospechaba que los Fosters tenían algo que ver con su desaparición e incluso
lo había reportado a la policía. Solo que, no pudieron encontrar nada malo en
ellos.
—Hasta ahora —dijo el Sr. Brooks. Exudaba gratitud, pero esto era un caso
bizarro de suerte ciega y coincidencia.
Nuevamente. Miré hacia los cielos. Comenzaba a creer cada vez menos en la
coincidencia.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por Val_17

Ella ha pasado por el infierno, así que créanme cuando les digo, temedla
cuando ella mire hacia el fuego y sonría.
(E. Corona)

Dos‖ días‖ m{s‖ tarde,‖ me‖ senté‖ fuera‖ de‖ Calamity’s,‖ a almorzar con Shawn,
que todavía se hallaba un poco golpeado, y posiblemente, un poco triste, pero no
era peor que sus heridas. Cookie había encontrado a sus padres, y quería darle la
información en persona. Y darle las gracias.
2
—No puedo creerlo —dijo, mirando el papel—. Realmente murieron en un
incendio. 55
—Lo siento. Lo más probable es que fuera planeado por los Foster. No
querían arriesgarse a que las autoridades volvieran a buscarlos.
—Pero lo hicieron, de todos modos, ¿verdad? ¿Las autoridades?
—Sí. Cuando se descubrió que no moriste en el incendio, sospechaban que
esto fue montado para cubrir tu secuestro. Pero tenían tan poco para seguir
adelante con la investigación, y los Foster claramente eran buenos en lo que hacían.
Miró las fotos que Cookie encontró. Pasó los dedos por la cara de su madre.
—Pero tienes familia. Tienes una tía, dos tíos y varios primos. Estoy segura
de que les encantaría conocerte.
Asintió, no muy dispuesto a dar ese paso. —¿Su información está en el
archivo?
—Sí. Y si necesitas que haga el contacto inicial, si decides conocerlos, estaría
feliz.
—Gracias. Lo pensaré.
El tío Bob encontró suficiente evidencia para exonerar a Veronica Isom. Los
Foster podrían ser psicóticos, pero mantenían registros meticulosos. Todavía
trabajábamos en los otros niños que secuestraron. Uno vivía en Albuquerque. Se
encontraron dos más en el complejo. Y otros innumerables seguían desaparecidos.
La prensa los bautizó como los Hermanos Divinos. Además de las
atrocidades que habían cometido, el hecho de que fueran hermanos casados fue lo
que atrajo a los titulares nacionales.
Shawn respiró hondo, cerró el archivo y tomó un sorbo de su té helado. —
Este es un buen lugar.
—Lo es. Pertenecía a mi padre antes de que Reyes lo comprara.
—Así que, Reyes.
Pensé que podría abordar ese tema eventualmente.
—Es como un hermano de una manera extraña y demente.
—Estoy de acuerdo.
Él quería un hermano. Podía sentirlo. Quería a alguien con quien pudiera
hablar. Alguien en quien pudiera confiar como lo había hecho la otra noche. Se
llevaron tan bien, también sentía que Reyes se beneficiaría de esa relación. 2
—Shawn, tengo que preguntar. ¿Por qué le diste a los Foster una coartada la
noche en que Dawn Brooks fue secuestrada? Le dijiste a la policía que estuvieron
56
en casa esa noche.
—Porque de verdad se encontraban en casa. Pero como notaste, tenían
bastantes seguidores que hacían lo que ellos dijeran. —Bajó la barbilla y tragó—.
Cualquier cosa.
Sólo podía preguntarme qué quería decir con eso. —¿Por qué no me hablas
del complejo?
Levantó un hombro. —Crecí allá afuera. Pasé mis veranos allí. Esas
personas‖eran‖como‖familia.‖Parecían…‖perdidos.
—Y asesinos.
Asintió. —No lo sabía.‖Mam{…‖—Se aclaró la garganta—. Eve mantuvo esa
parte privada. Todo lo que sabía era que me encantaba estar allí, aunque los
adultos estuvieran locos. Eso es lo que pensábamos al crecer.
—¿Pensábamos?
—Los niños que fuimos criados en el recinto. Siempre supimos que algo no
andaba bien allí.
—¿Sabías que los Foster eran hermanos?
Se quedó inmóvil. Frunció la boca. Se volvió aún más pálido.
Mierda. —¿Sabes qué? Guardemos eso para más tarde.
Negó con la cabeza. —Por favor, dime que estás bromeando.
Aparentemente no había visto el periódico. Bajé la vista y le di un momento
para lidiar con ello. Pero finalmente dejé que mi mirada subiera y lo volví a mirar
fijamente.
Saber lo que era Shawn, el producto de una unión de hace miles de años
entre un ángel y un humano, mantuvo mi mirada fija en él durante la mayor parte
del almuerzo. Era como si no pudiera dejar de mirarlo. Era una versión rubia de
Reyes.‖ Absolutamente‖ hermoso,‖ aunque‖ no‖tan‖ cautivador.‖No‖tan…‖ ¿cu{l‖ era‖ la‖
palabra? ¿Sexy? ¿Exótico? ¿Goteando pecado? Pero aún así. El factor de hermosura
del chico sentado frente a mí clasificaba a la altura de lattes de calabaza y Chuck
Norris.
Shawn se echó a reír, probablemente tratando de cubrir el silencio incómodo
de mi mirada penetrante.
—¿Qué? —Salí del trance—. Guau, lo siento mucho, Shawn. Es que no sabía
que existiera alguien de tu tipo. Es tan genial.
2
—Bueno, para ser justo, tampoco sabía que existiera alguien de tu clase. 57
Quiero decir, ¿te has mirado al espejo?
—¿Tengo algo en los dientes? —Me volví para mirar mi reflejo en la ventana
detrás de nosotros.
—No, quiero decir, tu luz. Es locamente brillante.
—Sí, realmente no puedo verla, aunque la forcé en un antiguo demonio
esclavo del infierno para poder escabullirme como un dios incógnito, y entonces la
vi. Muy brillante.
—¿Así es como lo hiciste?
Me giré hacia un anciano de pie junto a nosotros, atónita de que se hubiera
acercado tanto sin sentir su presencia. Su esencia.
Por otro lado, emanaba cero emociones. Eso no era lo que sentía. Sentí el
asombroso poder que irradiaba de él. Las ondas de energía.
Shawn sabía que algo sobre el hombre era diferente. Sentí el interés en él. Y
confusión.
—¿Cómo hice qué? —Arqueé una ceja tan arrogantemente como pude—.
¿Cómo me acerqué a tu mejor amigo y lo derribé en cuestión de minutos?
Shawn se alarmó. Miró por encima del hombro, preguntándose si debía
entrar y buscar a Reyes.
El hombre se arrastró hacia nosotros, apenas podía caminar, pero ambos
sabíamos que no era el caso. Cuando llegó, una niña salió de detrás de él. Sostenía
su mano, la sonrisa en su rostro era forzada, plástica como una Barbie.
—¿Eidolon, supongo?
Era corpóreo. Tomó un cuerpo humano. Tenía sangre que podía usarse para
atraparlo. Coloqué una mano dentro de mi bolsillo y envolví mis dedos alrededor
del cristal divino.
Levantó una palma para detenerme. —Por favor. No soy tan estúpido como
mi…‖¿mejor‖amigo?‖Si‖incluso‖piensas‖en‖sacar‖el‖cristal‖de‖tu‖bolsillo,‖romperé‖el‖
cuello de la niña. —Se sentó y abrazó a la chica, con la mano apretada alrededor de
su mandíbula. Pero su sonrisa se mantuvo en su lugar. Sus ojos permanecieron sin
pestañear—. Y si lo convocas, ella no vivirá lo suficiente para verlo materializarse.
Sólo podía suponer que se refería a Reyes.
—Ya has perdido a uno de tus preciados humanos. Aunque todo lo que veo
2
es cuero viejo y una bolsa de huesos. 58
El pobre hombre cuyo cuerpo fue confiscado por Eidolon, murió en el
momento en que lo tomó. El poder era demasiado para el sistema humano. Y
empezaría a decaer de inmediato. Eidolon no tenía mucho tiempo.
—Sólo lo tomé porque se encontraba cerca y me podía sostener el tiempo
suficiente para tener esta charla. —Me señaló con un dedo arrugado—. Sé lo
mucho que les gusta conversar a los humanos. —Sonrió y señaló a la chica—.
Además, este cuerpo vino con un chip de negociación ya listo. Ella es su nieta. Dos
por el precio de uno.
Las paredes de mi pecho se apretaron. Al igual que su agarre en la
mandíbula de la niña. Las lágrimas pasaron por sus pestañas y se deslizaron como
líneas plateadas por su rostro.
—Por favor, déjala ir. Tómame en su lugar.
—Qué sofisticado. —Desestimó la noción—. ¿Crees que no sé lo que eres?
—Tú también eres uno. Podrías matarme. Sólo déjala ir.
—No seas condescendiente conmigo —ordenó entre dientes—. Te lo dije. Sé
lo que eres, Elle-Ryn.
Parpadeé con confusión. Un dios podía matar a otro dios. ¿A qué se refería?
—Eres trece veces más poderosa. Tienes dones pasados de los siete
originales, que te hicieron‖ m{s‖ fuerte‖ cada‖ vez‖ que‖ tú…‖ —Se inclinó y rió—,
conquistabas a otro de tus colegionarios. Esperaré el momento adecuado, si te
parece bien.
—¿Conquistar? No entiendo. Los siete dioses originales de mi plano se
fundieron en uno.
Se echó a reír. Debido al anfitrión que eligió, salió más como un cacareo.
¿Eligió a un anciano para tranquilizarnos? ¿Para hacerse parecer inofensivo?
Porque no funcionaba.
—¿Ellos se fundieron? ¿Quién te lo dijo, pequeña diosa?
—No soy pequeña. Si lo que dices es verdad, soy más fuerte que tú.
—Lo eres. No quise ofenderte. A lo que me refería es que de todos los dioses
que existen, tú eres la más joven. ¿No has oído cómo te llaman?
Lo supe antes de que lo dijera. 2
—Eres la diosa devoradora. La que sobrevivió a una guerra que duró siglos.
La superviviente solitaria, que finalmente los devoró a todos. Eres la vencedora, y
59
al vencedor va el botín. —Hizo un gesto hacia Reyes, que se encontraba dentro de
la barra de trabajo—. Y qué encantador botín son.
Cuando Shawn se acercó, Eidolon apretó la garganta de la chica. La sostenía
en una especie de trance. En el exterior, parecía perfectamente tranquila. Pero en el
interior, el terror desgarraba su mente en pedazos. La torturaba. Aterrorizándola.
Shawn retrocedió, pero no se relajó.
—Estás mintiendo —dije, buscando en mi cerebro algún tipo de plan. De
ninguna manera podría llegar a la chica. Rompería su cuello antes de que me
acercara dos centímetros—. Mi dimensión es pacífica. Lo he visto.
Rugió ante eso, sus dientes falsos casi volando. Los volvió a meter. —Jehová
realmente hizo un número en ti, ¿no? Un número. ¿De dónde sacan esas frases
ingeniosas?
—No lo sabría.
—Eres la más violenta de todos los dioses de guerra en tu dimensión. Y la
más astuta. Lo que explicaría por qué estás aquí en lugar de Al-Deesh o Ran-Eeth o
Ayn-Eethial‖o…‖podría‖seguir.‖¿O‖acaso‖no‖recuerdas‖a‖los‖dioses‖que‖devoraste?
¿Devoré a dioses? ¿Realmente era una devoradora de dioses? ¿En el sentido
literal? ¿Era diferente al colombiano que quería comer mi carne para absorber mi
poder?
No. Se equivocaba. Ran-Eeth y Ayn-Eethial se fusionaron para formarme.
Eso lo recordaba. Él mentía.
—¿Por qué crees que estás aquí? —continuó—. Jehová te está cuidando.
Nada más. ¿Crees que necesitaba subcontratar para la posición de ángel de la
muerte? Tenía su elección entre miles de millones.
—Sabes, cada vez que hablo con uno de ustedes, dioses o un ángel o un
difunto, que podría saber un poco más que la mayoría, tengo una visión diferente
de lo que soy. Soy Charley Davidson. Esto es lo que soy. No voy a la guerra. Y no
devoro dioses. Soy la persona menos violenta que alguna vez conocerás.
—Oh, sí. Pude sentir tu naturaleza pacífica cuando el Razer mató a todos
esos hombres la otra noche.
Me asusté, sorprendida de que supiera de los colombianos. 2
—Está en cada fibra de tu ser. Devoras a tu enemigo sin remordimiento.
Haces que la guerra parezca un juego de niños. Los generales de este mundo
60
harían bien en contratarte.
No iba a discutir con él.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunté como si no lo supiera. Pero
tenía que postergar. Para elaborar un plan. No podía detener el tiempo para tratar
de llegar hasta la niña. No funcionaría con él. Estaría allí conmigo. No me atreví a
intentar llamar la atención de Reyes, aunque probablemente lo averiguaría más
pronto que tarde.
—Ah. Bueno, como tú sabes, somos dioses. Podemos ir a cualquier parte y
convertirnos en lo que deseemos en cualquier plano, siempre y cuando tengamos
una manera de llegar allí. ¿Un portal? Y ahí está mi problema. Lucifer nos trajo a
esta‖ dimensión.‖ Utilizó‖ a‖ Rey’azikeen‖ para‖ hacerlo.‖ Pero‖ el‖ Razer‖ sólo‖ funciona‖
entre esta dimensión y la de Lucifer. No me hace mucho bien. Por lo tanto, necesito
un portal que me pueda llevar a cualquier parte.
—Soy un portal.
—Sí, bueno, tu Jehová y yo no estamos en buenos términos en este
momento. Me debe unos cuantos miles de soldados. Nunca pagó por el contrato.
—Se acercó más—. Aquí entre nosotros, no confíes en el tipo. No, necesito a tu hija.
Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron en una reacción brusca.
—No estoy aquí para matarla, Elle-Ryn —dijo, apresurándose para
apaciguarme—. No sería tan vulgar.
—Pensé que ayudabas a Lucifer por esa misma razón.
—De ningún modo. Sólo la necesito para volver a mi dimensión natal. Es
cierto que voy a matar a cada ser viviente cuando regrese, pero no sabes cómo me
trataron.
—¿Qué te hace pensar que mi hija es un portal para tu dimensión?
—Por favor, Elle-Ryn. ¿No hay engaño debajo de nosotros?
¿Cómo demonios lo sabía? Lo acababa de descubrir. Me preparé. Me
obligué a calmarme. Pensar en algo qué decirle para detenerlo por más tiempo. —
Así‖que…‖¿Por‖qué‖est{s‖ayudando‖a‖Lucifer‖si‖sólo‖quieres‖irte?
—Relaciones públicas. Lo apoyo. La muerte de tu hija es inevitable, de
cualquier manera. 2
—Acabas‖de‖decir…
61
—No quiero matarla. Dije eso. Y no quiero hacerlo. Pero un viajero
cotidiano‖ que‖ usa‖ un‖ portal‖ es‖ una‖ cosa.‖ Un‖ dios,‖ sin‖ embargo…‖ tendemos‖ a‖
destruirlos. Portales. Por lo general, sólo son buenos para un viaje, siendo nosotros
tan vastos y poderosos. Así que, sí, acabaré matando a tu hija, cumpliendo así el
mayor deseo de Lucifer. Pero no la mataré por despecho o malicia. No quiero
lastimarla. Lastimar es sólo una parte inevitable de lo que es. Está en su
composición genética.
Lo miré con curiosidad, tratando de ocultar la ira en mi expresión. —Tal vez
utilizaré tu corazón como un plato de caramelos.
—Quiz{‖partiré‖tu‖cr{neo‖mientras‖Rey’azikeen‖mira.
Podríamos hacer esto todo el día. Lanzar amenazas e insultos el uno al otro.
Crucé los brazos. —Entonces, otra vez, ¿por qué estás aquí? ¿Esperabas que te
entregara a mi hija?
Volvió a cacarear, disfrutando completamente. —Oh, no. La encontraremos
eventualmente. Somos cientos. Miles. Si todavía está en este plano, la
encontraremos. Pero primero, te necesito fuera de mi camino.
—¿De verdad?
—Estás resultando más engorrosa de lo que imaginamos. Aunque debo
decir, Lucifer nos advirtió.
—¿Quiénes son nosotros?
—El ejército de Lucifer, por supuesto. ¿No creías que se había olvidado de
ti? ¿O tu hija? Está un poco obsesionado con todas esas profecías que juran que ella
va a derrotarlo.
—Sólo es un ángel caído. Podría derribarlo con mi dedo meñique.
—Sí. Y debiste hacerlo cuando tuviste la oportunidad. Ahora está en su
dimensión natal. A salvo de ti.
Dejé que el menor indicio de una sonrisa se deslizara por mi cara. —Nunca.
Volvió a cacarear y dio una palmada en la mesa.
La gente empezó a notar el control que tenía sobre la chica. Se susurraban el
uno al otro. Sopesaban sus opciones. Intentando decidir si debían intervenir.
—Lo siento —dijo Eidolon—. Hace tanto tiempo que no he estado ante un
poder‖como‖el‖tuyo.‖Estoy‖teniendo…‖¿cómo‖es‖que‖lo‖llaman?…‖un‖aumento‖de‖
adrenalina por estar cerca de ti. 2
—¿Te refieres a una erección? —le pregunté, tratando de insultarlo. 62
—De la peor manera. —Antes de que pudiera comentar, antes de mi
siguiente latido del corazón, antes de que el siguiente rayo de sol entrara en mi
cabello, se movió. Rápido, como Reyes. E igual de mortal.
Lancé ambas manos sobre mi boca cuando la cabeza de la niña fue girada.
Su cuello se rompió, y se derrumbó en el suelo, su pequeño cuerpo como una
muñeca.
Me senté allí, aturdida, mi visión instantáneamente borrosa.
Shawn se movió primero. Se lanzó hacia lo que parecía un anciano. Apenas
logré decir la palabra: ¡No! Antes de oír otro agudo crujido. Shawn cayó sobre la
acera. Su cabeza hacia atrás.
La gente comenzó a gritar y correr en la dirección opuesta.
Más aún cuando Eidolon sacó un revólver. —Tengo que dejar una
impresión.
Levantó el arma a su cabeza y apretó el gatillo. El cuerpo que habitaba cayó,
dejando el total de la cuenta en tres.
Caí de rodillas junto a ellos y miré horrorizada. ¿Por qué? El hombre ya
estaba muerto.
Entonces me golpeó. Mientras me hallaba sentada, confundida y
concentrada en los cuerpos, Eidolon estalló en una nube de humo, rompiendo las
ventanas cercanas, y me envolvió. Se forzó dentro.
Un dolor cegador, comenzando en mi pecho y extendiéndose por todo mi
cuerpo, se abrió camino en cada célula. Me destrozó los tendones y rompió mis
huesos. No podía respirar. No podía ver. Trataba de desgarrarme de adentro hacia
afuera. Concentró sus esfuerzos en mi corazón, cavando como si buscara algo.
Agarré mi pecho. Luché por tomar aire, pero mis pulmones se encontraban
cerrados. Justo cuando empecé a perder el conocimiento, sentí a Reyes cerca.
Furioso. Poderoso.
Parpadeé, intenté concentrarme más allá del dolor, luego me pregunté si
veía cosas, porque se transformó. En mi visión borrosa, se veía angelical. Pero no
había‖ nada‖ angelical‖ sobre‖ Rey’aziel.‖ Con‖ enormes‖ alas‖ negras.‖ Cuerpo‖ sólido.‖
Músculos tensándose con cada movimiento.
Levantó la espada y la bajó en un golpe definitivo.
Eidolon se rompió. Giró. Trató de reagruparse. 2
Tragué el aire a mí alrededor y llevé los brazos a mi pecho antes de darme
cuenta. Todo lo que sentía, cada gota de dolor, cada gramo de miedo, era sólo la
63
parte humana de mí. La parte minúscula. El grano de arena.
Todavía no había visto el resto de mí. Así que se lo mostré.
La esencia que era Eidolon se enfrentó a Reyes. Eso parecía hacer feliz a mi
marido. Reyes bajó la cabeza. Lo miró por una fracción de segundo por debajo de
sus párpados encapuchados antes de que él se le lanzara.
Al instante en que Eidolon lo alcanzó, preparado para dominarlo con su
energía, el dios malévolo se echó hacia atrás como si un perro llegara al extremo de
una cadena.
Sorprendido, tomó una forma casi humana. Me miró de nuevo. Y si la niebla
pudiera lucir sorprendida, me imaginaba que luciría así.
Hundí una mano en su centro. Esa parte que tenía más masa que el resto.
Era lo que trató de obtener de mí. Mi corazón. El núcleo de mi ser. El centro
mismo.
En un movimiento rápido, se lo arranqué, eliminé a esta bestia que se
encontraba detrás de mi hija. Lo devoré. Lo tragué todo. Luego absorbí lo que
quedaba, el sentimiento de euforia, mientras sus moléculas se fundían en las mías.
Reyes observó, sin parecer sorprendido en lo más mínimo. Cuando me volví
jalea, él estuvo allí. Su brazo a mí alrededor. Su rostro a centímetros del mío.
Extendí la mano y rocé mis dedos contra sus alas. Asombrada.
Entonces‖ recordé‖ a‖ la‖ chica‖ y‖ su‖ abuelo‖ y…‖ y‖ Shawn.‖ Sin‖ mencionar‖ los‖
peatones que nos rodeaban. ¿Fueron atrapados en el fuego cruzado?
Reyes y yo emergimos en el plano mortal, y me puse de pie.
La gente se hallaba lesionada a lo largo de la calle. Una mujer sangraba
mucho. Un pedazo de vidrio había perforado su yugular. Otros gritaban y huían,
sus rostros ensangrentados, pero por lo demás, bien.
Me arrodillé junto a Shawn. Se encontraba envuelto en la chica como si
tratara de protegerla, pero sus ojos miraban hacia el cielo.
Me agaché para tocarlo. Lo curaría primero. Luego a la chica. Luego a la
mujer y a cualquier otra persona. No pensé que pudiera traer al anciano de vuelta.
Una vez que un dios tomaba residencia, no quedaba mucho.
2
—Lo tienes prohibido —dijo una voz familiar.
No me molesté en mirar atrás. La energía de Miguel, junto con la de sus
64
espías y unos cuantos refuerzos, ondulaba a mí alrededor. Me presionaba. Me
sofocaba.
—Murieron a causa de un desastre sobrenatural. Merecen su vida.
—Sólo puedes restaurar si el alma no ha sido liberada. Sólo si no ha
abandonado el navío y entrado en el reino de nuestro Padre.
Me puse de pie y me volteé hacia él. —Sus muertes no fueron naturales. La
culpa se tiende a los pies de un dios. Esto es por nosotros.
Sacó la espada.
Y Reyes fue por la suya mientras sus alas se desplegaban lentamente.
—Rey’azikeen,‖no‖tenemos‖ninguna‖disputa‖contigo.
La boca de Reyes formó una sonrisa voraz. —Seguro que sí.
Miguel se enfocó en mí. —Olvidaste tu lugar aquí. Eres el ángel de la
muerte. Nada más. No tienes derecho a usar poderes divinos en una dimensión
que‖ya‖tiene‖un‖Dios.‖Es…‖—Levantó la mirada mientras pensaba—, hacer trampa.
—De todos modos, no parece importarme.
—Pero es lo que acordaste cuando te convertiste en el portal de este mundo.
—No estuve de acuerdo con que Jehová robara mis recuerdos —dije,
sacando argumentos de mi trasero. Buscando una escapatoria.
—En realidad, lo hiciste. Hiciste un trato. Jehová envía al rebelde a tu
prisión en vez del infierno que creó para él, y sirves como ángel de la muerte en
este mundo hasta que tu término esté completo.
—Sí, Mae’eldeesahn‖me‖dijo‖eso.‖Pero, ¿por qué tomó mis recuerdos?
—El conocimiento previo de dónde viniste influiría en tus deberes aquí.
—¿De qué manera?
—El Padre considera que esto es un período de prueba. Si no puedes
obedecer sus leyes, serás desterrada. ¿Y qué mejor manera de hacer que sigas las
reglas que borrar tus recuerdos, los recuerdos de lo que eres y lo que has hecho?
Estuviste en guerra durante cientos de miles de años en tu dimensión. Saliste
vencedora, aunque profeses anhelar paz. Sin embargo, ganaste. Ese conocimiento
podría influir en tus decisiones aquí, como lo hacen ahora. —Negué la cabeza con
rabia hasta que añadió—: Fue tu idea, después de todo.
2
Levanté mis cejas con incredulidad. —¿Por qué haría tal cosa?
—¿Sabes lo que la guerra le hace a un ser, incluso uno tan poderoso como
65
tú? Los recuerdos son insoportables. Tal vez eres lo que eres ahora debido a su
ausencia. Tal vez querías olvidar lo que hiciste para ganar.
—¿Por qué? ¿Qué hice?
Reyes se acercó a mí. Envolvió una mano alrededor de mi brazo.
—Eso no es de mi incumbencia. Lo que haces en este mundo sí, como el
restaurar un alma que ya ha sido liberada. Una que ya ha dejado el recipiente. Está
prohibido.
—Esta gente no habría muerto si Eidolon no los hubiese matado. No es
justo.
—Eso no es asunto tuyo.
—Entonces…‖ —Me arrodillé, amenazadoramente cerca de la chica—, ¿si
restauro a estas personas, seré desterrada?
—Alejada de este mundo para siempre.
La ira me sacudió tanto que mis dientes castañearon.
—Holandesa —dijo Reyes, tratando de traerme de vuelta.
Sentía su ira. La forma en que tensaba su piel y anhelaba liberación, pero
también sentía preocupación. Por mí. Por Beep.
Miguel inclinó la cabeza, esperando mi respuesta.
Pero la furia que había estado burbujeando surgió repentinamente. Una
espada se manifestó en mi mano y en un movimiento cegador, corté a Miguel.
Una delgada línea roja se extendió por su pecho, y una esquina de mi boca
se levantó. —Ahí está —dije, fascinada.
A pesar de la profundidad del corte, no se estremeció. Sus hombres, sin
embargo, sacaron sus espadas y se prepararon para la batalla. Reyes hizo lo
mismo.
Estaba a segundos de convocar a mi propio ejército cuando me di cuenta de
lo‖que‖hacía.‖Arriesgar‖a‖otros‖seres,‖seres‖justos,‖porque…‖¿por‖qué?‖¿Porque‖me‖
sentía enojada? ¿Era malcriada? ¿Hacía una rabieta porque no logré salirme con la
mía?
Tal vez tenían razón. Tal vez era una diosa de la guerra. Tal vez lo anhelaba.
Vivía para ello. Qué increíblemente irresponsable.
2
Aparté mis reflexiones y me concentré en Miguel. —¿Le diste mi mensaje a
Jehová? —le pregunté, refiriéndome a nuestra conversación anterior en la que 66
prometí apoderarme del mundo.
—Lo hice.
—¿Y?
—Te encontrará en el campo de batalla a tu conveniencia si nombras el
lugar y la hora.
Quedé sorprendida. ¿El campo de batalla? ¿Lucha? ¿Jehová? ¿Dios? ¿El
mismo Dios al que crecí adorando y hablando cuando nadie más me escuchaba?
Siempre supe que se encontraba allí, vigilándome.
Sin embargo, seguía enojada. Por ejercer tal poder sólo para tenerlo
suprimido. Por tenerlo enjaulado cuando podía hacer tanto bien. Quería soltar algo
súper impertinente, pero no salió nada.
Miguel parecía sentir mi repentina incapacidad para formar una frase
completa. Se acercó a pesar de que sus ángeles se tensaron.
Reyes también se acercó.
—Elle-Ryn-Ahleethia, tal vez te gustaría algo de tiempo para pensar en ello.
—Sí —dije, asintiendo. Eché un vistazo a la espada en mi mano. Era antigua,
y tenía la sensación de que ya había visto muchas batallas. Demasiadas. Se hallaba
aquí por una razón, y esa razón probablemente no tenía que ver con apoderarme
de este mundo.
La espada desapareció y empujé a Miguel con el hombro al pasar para hacer
lo que podía, lo que se me permitía hacer. Me arrodillé al lado de la mujer con el
pedazo de vidrio en su cuello. Como aún estábamos incorpóreos, no podía verme.
Ella se aferraba al vidrio, sabiendo que quitarlo significaba una muerte segura. La
sangre salía de su nariz y boca, y el miedo en sus ojos, el puro terror, envolvió sus
tentáculos alrededor de mi corazón y apretó.
Antes de que supiera lo que pasaba, derretí el vidrio, puse mi mano en su
garganta, y la sané. Si eso era todo lo que podía hacer, que así fuera.
Miguel se puso de pie sobre mí. Reyes a su lado, asegurándose de que no se
acercara demasiado.
—Ahora será más difícil para ti —dijo Miguel—, sabiendo lo que sabes. De
lo que eres capaz. Eres como una adicta que ha saboreado la heroína después de
años de sobriedad. Sólo que, si vuelves a los viejos hábitos, perderás a tu familia
para siempre.
2
67
Traducido por Val_17 & Beatrix
Corregido por Julie

Me quedé sin café esta mañana. El tequila parecía un reemplazo razonable.


¡Todos se ven tan bonitos hoy!
(Meme)

—¿A qué se refería él con viejos hábitos? Si soy esta diosa de la guerra y
anhelo la sangre de mis enemigos como otros‖anhelan,‖por‖ejemplo,‖el‖café…‖fue‖lo‖
primero‖ que‖se‖ me‖ ocurrió…‖ ¿por‖ qué‖ se‖ prohibiría‖ corregir‖ una‖ muerte‖ injusta?‖
¿Ese no sería un paso en la dirección correcta? Puedo entender que se prohíba una
guerra,‖o‖comenzar‖una‖revolución,‖o…‖lo‖que‖sea‖que‖ hacen los demás dioses de 2
la guerra, ¿pero corregir una equivocación?
68
La doctora Mayfield se sentó en Spock, un largo sillón que se hallaba en
diagonal al Capitán Kirk, tomando notas. No la había visto desde que la dejé con
Logan, el malvado vampiro nativo americano. Ella comprobó a su hermana, viajó
un poco por el mundo, y ahora trabajaba como psiquiatra para los difuntos. Y, al
parecer, para mí.
—No tiene sentido —continué—. Lo que sí tiene sentido es esta botella de
tequila.
La levanté y dejé que el líquido me quemara la garganta. En realidad, nunca
entendí por qué la gente bebía cuando se sentían miserables. Solo empeoraba las
cosas a la larga. Pero, por alguna razón, el tequila parecía la respuesta.
Seguramente, me encontraba destinada a más. ¿Y por qué aceptaría que mi
base de datos fuera borrada?
—¿Vas a estar bien? —me preguntó. Ella tenía que ir a ver a un paciente con
un fuerte traumatismo que la necesitaba para analizar su pesadilla recurrente. Mi
tiempo se acabó hace media hora, de todos modos.
Asentí. —Me alegra que todavía estés trabajando.
Cerró el cuaderno. —A mí también. Vendré a verte en la mañana.
La saludé con la botella casi vacía mientras desaparecía. Luego saqué el
colgante, el cristal divino, y lo sostuve en mi mano. Froté la cubierta de vidrio.
Estudié el intrincado diseño.
Si no podía salvar a la gente en este mundo, ¿cómo podría salvar a alguien
en el siguiente? El siguiente era una dimensión infernal creada por Jehová para su
rebelde‖hermano,‖Rey’azikeen.‖Mi‖esposo.
Inmediatamente surgieron dos preguntaron cuando me enteré de esta
información: Primero, ¿qué tipo de dios construiría una dimensión infernal con el
único propósito de encarcelar a su hermano? Segundo, ¿qué diablos hizo Reyes
que fuera tan malo que su propio hermano construyó una dimensión infernal solo
para él? Era algo así como su propio hotel Holiday Inn, pero sin piscina ni servicio
a la habitación.
Entonces, ¿qué sabía? Ese lugar podría haber sido creado con todo tipo de
lujos. Todo tipo de comodidades para hacer que las largas y solitarias horas de una
eternidad en confinamiento fueran más soportables.
Pero mi reacción visceral a las palabras dimensión e infernal sugería lo
contrario. 2
Pasé mis dedos por la cálida superficie del colgante. Solía pensar que
siempre se sentía cálido porque lo llevaba en mi bolsillo, contra el calor de mi 69
cuerpo. Más tarde me di cuenta que su calidez probablemente se debía a lo que
albergaba. Tal vez todas las dimensiones infernales eran calientes. Me imaginaba
que allí habría una dimensión fría, o tal vez una muy húmeda, solo para añadir un
poco de variedad.
La imagen de la niña que Eidolon mató, completamente aterrada e incapaz
de moverse, apareció en mi mente otra vez. Pero Jose Cuervo vino al rescate. Era
un gran tipo.
Me di cuenta que Reyes me observó contarle mis asuntos a la doctora
Mayfield y emborracharme al mismo tiempo, desde la comodidad del Capitán
Kirk. Él también estuvo bebiendo, pero sus gustos eran un poco más elegantes.
Probablemente bebía whisky o bourbon o alguna otra bebida que sonaba sexy
cuando rodaba por tu lengua.
Hice un mohín. Me rehusaba a aceptar la comodidad que cualquiera de
nuestros otros muebles tenía para ofrecer. En cambio, nos sentamos en un rincón,
Jose y yo, repasando las habilidades de retención de mi vejiga. Hasta ahora, todo
bien.
Dejé de estudiar el colgante, y en su lugar, estudié a mi marido. Estudié la
forma en que siempre doblaba las mangas de su camisa por las tardes, o las
arremangaba, dependiendo de la camisa, para exponer sus antebrazos. Lo hacía a
propósito. Tenía que saber lo que me hacían sus antebrazos. Y sus bíceps. Y sus
hombros. Y prácticamente todas las demás partes de él.
Se sentó, bañado en fuego. Sus piernas extendidas. Su camisa y vaqueros
desabrochados. Las botas tiradas debajo de la mesita de café.
Justo cuando iba a ceder, a tirar la toalla y buscar el urinal de porcelana,
Reyes habló. —Envíame.
—Está bien, pero no sé cómo eso va a ayudar. Es mi vejiga la que necesita
vaciarse.
No me miró cuando lo dijo. Se hallaba ocupado estudiando el fuego
mientras yo, lo estudiaba a él. —Envíame adentro. Nací y crecí en una dimensión
del infierno. Puedo entrar y traerlos de vuelta.
¿El cristal divino? ¿Honestamente sugería que lo enviara en la misma
dimensión para la cual fue creado el cristal divino?
—No. —Me levanté y me tambaleé hacia el baño. No porque estuviera
borracha, sino porque tenía un calambre en mi nalga izquierda. Siempre olvidaba 2
mantenerme hidratada cuando luchaba contra dioses malvados y discutía con
ángeles arrogantes. 70
Aunque, por otro lado, todos los ángeles eran arrogantes. Tenía la certeza de
eso en un noventa y nueve por ciento.
Oriné, hice una parada en la cocina en el camino de regreso a mi esquina, y
me desplomé para acurrucarme con una botella nueva de mi nuevo mejor amigo.
—¿Soy yo, o de repente es más difícil emborracharme? —Normalmente
estaría vomitando mis tripas, incluso después de media botella de Jose. Pero me
sentía bastante bien. Dejando de lado todo el asunto del mundo-inclinándose-a-la-
izquierda, me sentía genial.
Reyes se levantó del Capitán y se acercó a mí. No, se pavoneó hacia mí, con
una expresión severa en su hermoso rostro, con la camisa abierta, mostrando la
extensión de su pecho. Se detuvo y se elevó sobre mí. —Envíame.
Ahora me molestaba. —No. Kuur está ahí. ¿Recuerdas a Kuur? ¿El asesino
sobrenatural que ha matado seres de docenas de dimensiones solo porque puede?
Sí, él. Y no olvidemos al dios que mató a tu hermana.
—¿No crees que pueda traerlos?
—No estoy dispuesta a correr el riesgo, de ninguna manera.
—De todos modos, fue destinada para mí. Me gustaría ver lo que me
preparó mi hermano. Qué tipo de dios es.
En efecto, qué tipo de dios era. También me lo preguntaba, pero me
cuestionaba aún más sobre mí misma. Claramente, no era la chica que pensé que
era. ¿Solo fingía querer la paz? Estuve en el Cuerpo de Paz, por el amor del cielo.
Se sentó a mi lado, con su bebida en mano. —Puede ser un experimento.
—Reyes, te daré un rotundo no para esto. No va a ocurrir, así que ríndete.
—Envíame, espera un minuto, y luego llámame. Comprobaré el lugar.
—Puede que no sea la Señorita Sabelotodo cuando se trata de todo el asunto
de dioses, pero sí sé que el tiempo funciona de forma diferente en cada dimensión.
Sesenta segundos aquí podrían ser seiscientos años allí.
Se dejó caer a mi lado, nuestros hombros tocándose. —El desliz del tiempo
no es mucho. En todo caso, podría ser tal vez un año. O podría ser al contrario y
volvería tan rápido que no alcanzaría a ver nada. En cualquier caso, podemos
reevaluar y decidir qué hacer a continuación.
—No, creo que Kuur dijo que unos segundos eran años allí. 2
—Nunca lo sabremos hasta que me envíes.
71
Coloqué a Jose a un lado. —Reyes, ¿por qué? ¿Es algún tipo de búsqueda de
venganza‖contra‖Mae’eldeesahn?
Su sonrisa contenía tanto humor como una víbora. —No.
—¿Y si algo sale mal y, no lo sé, no puedo traerte de regreso?
—El sacerdote lo hizo. Tú me lo dijiste.
—Sí, pero no hay garantías. La información provino de un malvado
demonio asesino.
—¿Qué parte de la vida está garantizada? Todo es un juego de adivinanzas,
incluyendo este cristal. Esta dimensión.
—¿Estás resentido con Jehová por el cristal?
—Sí. Me gustaría saber qué hice mal que él tuvo que crear una dimensión
entera solo para mí.
—También me gustaría saber eso. Quiero saber por qué acepté borrar mis
recuerdos. ¿Qué hice que fue tan malo para querer olvidar?
Tomó mi mano y pasó el dorso de mis dedos sobre su boca. Sus ojos
brillaron, y por un momento, olvidé lo que iba a decir. Ojalá Shawn hubiese tenido
la oportunidad de llegar a conocerlo mejor. Su casi hermano.
—Shawn tenía una especie de fascinación por ti. Quería conocerte.
Asintió y bajó la vista mientras pensaba. —Treinta segundos.
Me reí. Era tan él saltarse las partes emocionales de cualquier conversación.
O cualquier parte que lo hiciera ver bajo una luz positiva. —¿Ahora estamos
negociando?
—Eso es todo lo que necesito. Treinta segundos.
—Reyes, no. —Me giré para enfrentarlo—. No voy a arriesgar tu vida en
una misión inútil.
—¿Inútil? Dijiste que había gente inocente allí dentro. Que el sacerdote
enviaba a la gente de su pueblo a la que no podía controlar o con quienes se
enojaba.
—O con los que se obsesionaba. Recuerda, envió a Juana de Arco. Ella
nunca fue la misma cuando salió.
—¿Pero por cuánto tiempo estuvo allí? 2
—No lo sé. Kuur lo hizo sonar como semanas. Posiblemente meses. Y ella
solo tenía doce años.
72
Tomó el cristal divino de mi mano. A diferencia de cualquier otro ser
celestial que contemplaba el colgante, Reyes parecía solo ligeramente interesado.
La mayoría, incluida su servidora, quedaba al instante hipnotizado. Siempre asumí
que Jehová lo había hecho a propósito con el fin de atraer a Reyes para poder
atraparlo. Tal vez me equivoqué. Reyes parecía lo opuesto de hipnotizado. Aunque
tenía curiosidad. ¿Quién no la tendría?
—Quiero verla. La dimensión.
—De acuerdo con Kuur, ya lo has hecho.
Se enderezó.
—Dijo‖ que‖ ellos‖ te‖ atraparon,‖ Mae’eldeesahn‖ y‖ Eidolon,‖ para‖transportarte‖
hacia Lucifer. Cuando saliste, estabas desorientado.
Atónito, apoyó la cabeza contra la pared. —No lo recuerdo.
—Lo siento.
—Bueno, no pudo haber sido tan malo, ¿verdad? Si ya estuve allí y regresé
normal.
Alguien resopló. Estaba segura de que fue Jose. —¿Normal? Tienes una
opinión muy alta de ti mismo, ¿verdad, señor Farrow?
Su sonrisa, esa cosa perversa y sensual que él empuñaba como un arma, me
tocó en todos los lugares correctos. —Supongo que tienes razón.
Me puse de rodillas, luego lo escalé. O, bueno, lo monté a horcajadas. —De
todos modos, tengo una idea mejor. Envíame tú.
Todos los rastros de humor se desvanecieron en un instante. —No.
Empecé a bajarme de él. Pero sostuvo mis caderas y me abrazó.
—¿Por qué no me envías? —pregunté, sonando como una niña caprichosa.
Pero‖era‖mi‖cristal.‖Si‖alguien‖tenía‖derecho‖a‖entrar…
—No es seguro.
—Ah, ¿pero es lo suficientemente seguro para enviarte a ti? Esa es tu lógica.
La lógica dirigida por el pene.
—Vamos a decidirlo con una moneda.
—Si‖yo‖tuviera‖un‖pene…‖—Lo pensé un momento—. ¡Ya sé! Enviaremos a
2
Cookie, pero solo por unos segundos. Espera. ¿Qué dijiste? 73
Una esquina de su boca luchó por el control. Sonrisa versus ceño fruncido.
¿Cuál tomaría la delantera?
Levanté mis brazos en señal de victoria. —Y la sonrisa se lleva la medalla de
oro.
Me dio un momento, con la sonrisa asumiendo una personalidad propia.
—Está bien. Lo siento. Sí, lancemos una moneda.
Me moví hacia un lado para que él pudiera alcanzar su bolsillo. Se tomó su
tiempo, rozando sus dedos contra Virginia, animándola.
—Espera un minuto. —Entrecerré los ojos con sospecha—. Este es un truco.
—Es una moneda. —La sostuvo en alto y me mostró ambos lados del
centavo—. ¿Cómo sería un truco?
Me acomodé en su regazo, con su entrepierna encajada contra Virginia, mi
rebelde vagina. —No lo sé, pero lo es. Puedo sentirlo.
Lanzó la moneda. Se volteó una y otra vez en el aire, luego detuvo el
tiempo, se estiró y la envolvió con su mano.
—Sabía que harías trampa —dije.
—Yo iré. No puedo correr el riesgo de perderte.
—¿Pero yo sí puedo correr el riesgo de perderte?
—Puedes. Y también Elwyn. Ella te necesita.
—Eres el más fuerte de nosotros, Reyes. Tú puedes protegerla.
—Primero, eso no es cierto. Segundo, todas las profecías son acerca de ti. No
sobre mí. Yo iré.
Cuando empecé a discutir de nuevo, me levantó de su regazo y fue a la
cocina a buscar un cuchillo. Esperaba que trajera un cuchillo de cocina. En su lugar,
trajo uno carnicero. Treinta centímetros de reluciente metal.
—No necesitamos tanta sangre —le dije, preocupada.
Se encogió de hombros. —Por si acaso.
Pasó la punta de un dedo por el borde afilado. Luego esparció la oscura
sangre roja sobre mi dedo.
Curvé mi mano para mantenerla a salvo. Para mantener a salvo esa
minúscula parte de él. Entonces levanté mi barbilla y fingí ser valiente.
2
—Está bien, esta es tu misión básica de reconocimiento. Entra, comprueba la
disposición del terreno, luego regresa sin ningún rasguño. Es solo un simulacro. 74
Una prueba para ver si se puede lograr. Quiero decir, he visto entrar a entidades.
Pero nunca he visto salir a una.
—Estás divagando.
—No‖estoy…‖—Empecé a discutir, pero era difícil discutir con alguien que
tenía razón. Me enfoqué en él. Su imagen. Su olor. Su sensación.
Me atrajo hacia él. Bajó la cabeza. Presionó su boca contra la mía en un beso
que solo podía esperar que no fuera el último.
Luego retrocedió, y solté el gancho del colgante cubierto de cristal. El
colgante de seiscientos años de antigüedad. Al segundo en que se abrió, tormentas
eléctricas y relámpagos se dispararon a nuestro alrededor. Los vientos azotaban y
aullaban como si estuvieran lamentándose.
Reyes apenas parecía interesado. Pero quedé asombrada. No del cristal. Lo
había visto abierto antes. De él.
El cristal devoró a dos seres sobrenaturales en mi presencia, un demonio
asesino y un dios, pero aún no había vista la reacción que Reyes recibía del cristal.
Un relámpago crujió a nuestro‖alrededor,‖pero‖le‖hizo‖m{s‖que‖eso‖a‖Reyes.‖Lo…‖lo‖
acariciaba. Lo exploraba. Pequeñas telarañas de electricidad palpitaban sobre su
piel, recorriendo cada curva, cada línea de su cuerpo. Como si lo sedujera. Como si
estuviera atrayéndolo al interior.
Tomó una bocanada de aire. Echó la cabeza hacia atrás. Dejó que las
palpitaciones lo cubrieran.
Luego me miró con dureza. —Di mi nombre.
Esparcí la sangre en la superficie del cristal, respiré hondo, y envié a mi
marido al infierno.

***

Asustada más allá de medida, mantuve la mirada fija en el reloj de la pared.


En la manilla de los segundos.
Dije su nombre celestial. Su nombre de dios. Su verdadero nombre y el
único que funcionaría para enviarlo a través del portal.
—Rey’azikeen. 2
Los rayos de electricidad danzaron a su alrededor, saltaron de alegría ante 75
la perspectiva de atraer a Reyes a su dominio. Se curvaron y arquearon todo el
camino hasta las vigas metálicas en una alegre sinfonía. Me ofreció una última
mirada y me guiñó un microsegundo antes de irse.
Cerré el colgante y los ojos, preguntándome qué acababa de hacer.
Volví a mirar el reloj. Quince segundos. Parecían horas. No podía esperar
más. Abrí el colgante, sostuve la tormenta furiosa en las palmas de mis manos y
ofrecí una pequeña oración al Dios que podría o no encontrar en el campo de
batalla algún día antes de decir su nombre.
—Rey’azikeen.
Entonces esperé. No sabía qué esperar. Los vientos azotaron a mi alrededor,
un relámpago se estrelló y subió por las paredes, pero no ocurrió nada más.
La alarma comenzó un lento y agonizante ascenso por mi espalda.
Repetí su nombre. —Rey’azikeen.
Las tormentas parecían volverse más fuertes. Más furiosas. Grité, así podría
ser escuchada sobre el estruendo.
Nada.
El miedo me atravesó tan rápido que casi me desmayé. El pánico cerró mi
garganta. Lo contuve y volví a intentarlo. Con cada nombre que sabía que tuvo
alguna vez. Él había estado vivo durante mucho tiempo.
—Rey’aziel.‖—Su nombre celestial, el que usaba en el infierno.
Nada.
—Reyes Alexander Farrow. —Su nombre humano.
Nada.
—Razer. —Su apodo divino. Era como lo llamaban en Uzan, una prisión de
mi dimensión natal.
Nada.
Esto no estaba ocurriendo. Esto no podía estar ocurriendo.
Caí de rodillas. Sin ninguna pista sobre qué hacer. Tal vez el cristal tenía que
estar limpio y sin sangre para sacar a alguien. Me levanté y corrí hacia la cocina. Lo
limpié con agua y jabón. Los rayos me castigaron. Agua y electricidad no se
mezclaban.
Lo sequé y volví a intentarlo.
2
Dije su nombre. 76
Lo grité.
Lo susurré.
Sostuve el cristal divino tan cerca de mi cara que la electricidad me quemó
los ojos y lo repetí. —Rey’azikeen.
Nada. Nada. Nada.
Bombardeada con idea tras idea, intenté todo lo que se me ocurrió. Intenté
versiones de Razer en cada lengua que se me vino a la mente. Traté de cantarlo.
Intenté abrir y cerrar el colgante, reiniciándolo de cierto modo.
Nada.
Una hora más tarde, me tumbé en el suelo de la sala, agarrando el cristal
divino con la mano, la tormenta tan fuerte como siempre. No podía oír nada más
que los aullidos del viento. No podía ver nada más que destellos blancos de
relámpago detrás de mis párpados cerrados.
Podría romperlo. Podría romper el cristal divino, pero ¿qué lograría? O bien
dejaría todo en libertad, incluyendo un dios malévolo y un asesino demoníaco, o
bloquearía la única puerta a la dimensión del infierno en existencia.
Kuur me lo dijo. Una entrada. Una salida. Por supuesto, el hecho de que él
era un demonio malvado y una especie de asesino, transfería cualquier cosa que
haya dicho a un expediente llamado Duda Razonable, pero...
Entonces me di cuenta. Me senté. El plan perfecto. Entraría tras él. Haría que
Cookie dijera mi nombre y me enviara dentro.
Por desgracia, tendría que engañarla. Nunca lo haría si supiera la verdad.
Pero podría dejarle una nota explicando cómo hacer para sacarme. En teoría.
Obviamente todo el proceso era un poco defectuoso.
Me apresuré a ir al dormitorio por mi bata. Ella estaría durmiendo. En
realidad, me sorprendió un poco que mis gritos no despertaran a nadie. O la
tempestad que actualmente residía en mi apartamento.
Justo cuando me encontraba a punto de salir por la puerta, las tormentas
cambiaron. Se volvieron más oscuras. Más densas. Más rabiosas. El calor brotó a
mi alrededor. Energía. Poder. Se precipitó sobre mi piel como una onda de choque
eléctrico. Feroz, crudo y furioso. 2
El colgante se volvió demasiado caliente para mí. Lo dejé caer y retrocedí en
anticipación. Ocurría algo. Era difícil saber exactamente qué sucedería después de 77
la explosión ensordecedora.
Me arrojó contra una pared, casi dejándome inconsciente. Levanté mis
párpados, pero no me atreví a moverme. Un denso humo negro se acumulaba a mi
alrededor. Alcé la mirada justo a tiempo para ver a una docena de almas corriendo
hacia mí, deseando escapar. Queriendo ser libres.
Jadeé mientras vida tras vida brillaba ante mis ojos.
Una viuda con dos hijos. Rechazó los avances del sacerdote.
Un hombre que se negó a firmar parte de su tierra a la iglesia.
Un muchacho joven que vio al sacerdote en una situación comprometedora.
Así sucesivamente. Vida tras vida destruida por un hombre.
Sabía que el sacerdote fue encerrado también por un grupo de monjes que lo
encarcelaron por sus malas acciones. Pero no lo sentía. Por supuesto, nunca habría
ido al cielo. Tal vez ya se encontraba en el infierno.
Después de que más de una docena de almas cruzaron a través de mí, todos
desde el mismo período de tiempo, el mil cuatrocientos, esperé. Tres seres más se
hallaban‖dentro‖de‖la‖dimensión.‖El‖demonio‖asesino.‖El‖dios‖Mae’eldeesahn. Y mi
esposo.
El humo llenaba la habitación, iluminado ocasionalmente por rápidos
relámpagos. Todo el apartamento giró lentamente, removiéndose como una
supercélula.
Y entonces salió Reyes; con el humo ondeante cayendo de sus hombros
anchos y colocándose a sus pies.
Me levanté de un salto, exaltada, y me dirigí hacia él. Pero patiné al
detenerme rápidamente, cuando me di cuenta de algo.
El humo y los rayos se curvaban alrededor de él como si estuviera vivo.
Como un animal. Como un amante. Si se movía, cambiaba. Fluía y rebotaba a su
voluntad, con el relámpago crujiendo sobre su piel.
No estaba bajo la tormenta. Él era la tormenta. La tempestad. La borrasca. Él
era su propio clima.
Me quedé asombrada mientras caminaba hacia mí, comiendo el suelo en
tres pasos decididos. 2
Retrocedí, me sorprendí, y luego susurré—: ¿Reyes? 78
Entrecerró sus ojos en mí. Como con curiosidad. Como si no supiera quién
era yo.
Me acerqué para tocar su rostro y fui recibida con un montón de paredes
por mi esfuerzo.
Me empujó contra ella con tanta fuerza que reboté un poco. Entonces pasó
su mirada a lo largo de mi cuerpo, su mano en mi garganta. Luego a mi
mandíbula. Envolviendo los dedos alrededor de ella, habló conmigo, con voz baja
y ronca—: Elle-Ryn-Ahleethia.
¿Por qué usaría mi nombre celestial?
Parecía... sorprendido. Asombrado por encontrarme allí. Luego me dio otro
vistazo. Su mirada se llenó de lujuria y desprecio.
Y‖entonces,‖me‖acordé.‖Kuur‖me‖dijo‖que‖Rey’Azikeen‖solo‖tenía‖desprecio‖
por los seres humanos que tanto amaba su hermano. Y yo era humana. Por lo
menos una parte de mí.
Lo estudié mientras me estudiaba. Algo salió de esa dimensión. Parecía mi
marido. Olía a él. Se sentía como él. Pero el ser que se hallaba parado en una
piscina de humo negro ondeante no era el hombre con el que me casé. Era una
versión salvaje de él. Una bestia.
Este‖realmente‖era‖Rey’azikeen.‖Por‖fin‖me‖reunía‖con‖él.
Y entonces me di cuenta de la verdad. Pude haber cometido el error más
grande de toda mi existencia. Pude haber desatado el infierno en la tierra.

2
79
Algunas veces sacar las palabras de la cabeza y a la página resulta más
difícil que otras, pero la gente que presiona y suplica y ruega por otro libro Charley
hacen que todo valga la pena. Estoy insanamente agradecida, queridos lectores.
Son mi todo. Ustedes son mis Grimlets.
Gracias a mi agente fantabulosa, Alexandra Machinist, y a mi espectacular
editora, Jennifer Enderlin, así como a todos en ICM, St. Martin Press, y Macmillan.
Gracias a la mujer que trae a Charley a la vida tan vívidamente, Lorelei
King.
Gracias a los miembros de mi equipo: Dana, Netters, Jowanna y Trayce.
Ustedes son los mejores de los mejores. ¡Son lo mejor!
Gracias a la familia Collas, por dejarme compartir su historia aquí. Tu ángel
me robó el corazón y está siempre en mis pensamientos.
Gracias a mi familia increíble, por ser tan paciente y solidaria y bella. Porque 2
eso es lo más importante.
Gracias desde las profundidades más profundas y cavernosas de mi corazón
80
a la increíble Trayce Layne. No tengo palabras. Has ido muy lejos y más allá, estoy
segura de que has aterrizado entre las estrellas. La única manera de expresar lo
mucho que aprecio todo lo que has hecho es a través de la danza interpretativa.
Por lo tanto, tienes que esperarlo.
Y gracias, por escoger este libro. Podría traerle brotes de la risa, algunos
jadeos sorprendidos, y un tipo de placer sinuoso.
Desde que Reyes escapó de una dimensión del infierno
en la que Charley lo atrapó accidentalmente, el hijo de
Satanás ha estado empeñado en destruir el mundo
creado por su hermano celestial. Sus tendencias
volátiles han puesto a Charley en un aprieto. Pero ese
no es el único vegetal salado en su plato. Mientras trata
de domesticar al ser salvaje que solía ser su esposo,
también tiene que lidiar con su vida cotidiana de
molestar a todo tipo de seres —algunos corpóreos,
otros no tanto— mientras lucha por corregir los errores
de la sociedad. Solo que esta vez no está descubriendo
un asesinato. Esta vez está cubriendo uno.
2
Se añade a eso su nueva ocupación de mantener a una
nueva empresa de Investigadores Privados —el indomable equipo para resolver 81
misterios de Amber Kowalski y Quentin Rutherford— sin problemas, y lidiar con
las preguntas del Vaticano sobre su querida hija, por lo que Charley está a punto
de lanzar la toalla y convertirse en una compradora profesional. O posiblemente
un maniquí viviente. Pero cuando alguien comienza a atacar a seres humanos que
son sensibles al mundo sobrenatural, Charley sabe que es hora de soltar sus garras
afiladas. Por otra parte, su sospechosa número uno es la entidad oscura que ha
amado durante siglos. Así que la pregunta es, ¿puede domar a la bestia rebelde
antes de que este destruya todo por lo que se ha esforzado tanto para proteger?
Darynda Jones ha ganado varios premios,
incluyendo un Golden Heart 2009 en la Categoría
Paranormal por Primera Tumba a la Derecha y el
RITA 2012 por Mejor Libro Nuevo.
Vive en Nuevo Mexico con su esposo de más de 25
años y dos hijos, los poderosos, poderosos chicos
Jones.

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