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Etnografías Contemporaneas
Etnografías Contemporaneas
1
UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTÍN
Rector: Carlos Ruta
ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS
Revista del Centro de Estudios en Antropología
ISSN 2451-8050
CONSEJO EDITORIAL
Claudia Fonseca, PPGAS-Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Brasil
María Lagos, City University of New York, EUA
Marc Abélès, École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia
George Marcus, University of California, EUA
Joao Pacheco de Olivera Filho, PPGAS-Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
Ottavio Velho, Museu Nacional-Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
Sherry Ortner, University of California, EUA
Veena Das, Johns Hopkins University, EUA
Marc Augé, École des Hautes Études en Sciences Sociales, Francia
Gustavo Lins Ribeiro, Universidade de Brasilia, Brasil
Maritza Urteaga, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México
Federico Besserer, Universidad Autónoma Metropolitana, México
Oscar Aguilera, Universidad Católica del Maule, Chile
Eduardo Restrepo, Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia
Tim Ingold, University of Aberdeen, Escocia
EDITORIAL 7
Presentación 13
Antropología aplicada: Del recurso utilitario al compromiso para la transformación
Marian Moya
Antropología aplicada 26
Momentos de un debate recurrente
José María Uribe Oyarbide
ARTÍCULOS 139
RESEÑAS 229
Editorial
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Etnografías Contemporáneas 1 (1): 7-9
8
Editorial
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DOSSIER
ANTROPOLOGÍA APLICADA
ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS 1 (1): 13-24
Presentación
Antropología aplicada: del recurso utilitario al
compromiso para la transformación
1 Ph.D. in Sociology (Rikkyo Univ., Tokio, Japón), Lic. en Ciencias Antropológicas (UBA).
Profesora Adjunta Regular, IDAES-UNSAM. Asesora Cultural, Ministerio de Cultura de la
Nación, Argentina.
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Marian Moya / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 13-24
2 Para ampliar, ver Price, D. “Anthropologists as Spies”. En The Nation. Nov. 20, 2000 http://
www.thenation.com/article/anthropologists-spies# (Acceso el 8/6/2015); Van Willingen: 2002.
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Condicionamientos institucionales
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Antropología aplicada: del recurso utilitario al compromiso para la transformación
Los ejes temáticos y las discusiones que vehiculizan cada uno de los
trabajos que componen este dossier ratifican la antropología aplicada
como un complejo territorio que entrelaza, además de las disputas in-
tradisciplinarias, la necesidad de adaptar o crear nuevos planteamien-
tos teóricos y metodológicos, de lidiar con otras modalidades de rela-
cionamiento laboral, de idear objetos de investigación antropológica
alternativos, entre otros desafíos. Los ejes temáticos propuestos por los
autores, asimismo, sugieren factores antitéticos a la hora de reflexionar
sobre esta área:
◗ Lo académico / Lo aplicado (Uribe).
◗ La reproducción acrítica de los procesos socioculturales / Una pra-
xis orientada a la transformación social (Nacach).
◗ Los condicionamientos institucionales / Los niveles de autonomía
del antropólogo (Nacach, Mancini).
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Bibliografía
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DOSSIER / ARTÍCULO
Uribe Oyarbide, José María (2015). “Antropología aplicada: Momentos de un
debate recurrente”, Etnografías Contemporáneas 1 (1), pp. 26-57.
Resumen
Si bien el adjetivo aplicado sólo tiene sentido en referencia al sustantivo al que
se aplica, en este caso la antropología, ¿es posible afirmar esa distinción, la exis-
tencia de una antropología pura o teórica versus una antropología aplicada?
Cada vez más a la antropología, se le pide opinión y respuesta a paradojas, con-
flictos y procesos sospechándose por parte de los peticionarios su inaplicabili-
dad a los tiempos y urgencias que esa misma realidad cambiante impone en la
toma de decisiones. Se plantea aquí la tensión presente entre el carácter teórico
o aplicado que ha de tener la antropología, no tanto como opciones excluyen-
tes, sino como énfasis diferentes que se pueden imprimir.
Palabras clave: antropología aplicada, teoría antropológica, perspectiva
cultural.
Antropología aplicada
Momentos de un debate recurrente1
1 Publicación original de este artículo, en: Uribe Oyarbide, Jose María. “Antropología más allá
de la academia. Aplicaciones, contribuciones prácticas e intervención social”, en: Giménez
Romero, Carlos (coord.): Actas del VIII Congreso de Antropología. Federación de Asociaciones
de Antropología del Estado Español y Asociación Galega de Antropoloxía, 20-24 de septiembre
de 1999. Etnografías Contemporáneas agradece al autor por ceder los derechos del artículo
para su publicación en esta revista.
2 Antropología Social-Dpto. Trabajo Social, Universidad Pública de Navarra. Contacto:
jmuribe@unavarra.es.
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Lo primero que hay que plantearse, por tanto, sería: ¿es la realidad de
que nos habla la antropología una realidad relevante para las demandas
que se nos elevan?
En primera instancia la “realidad”, nuestra realidad disciplinar, sería
la reflexión sobre la diversidad cultural dentro de la unidad biológica
humana. Ahora bien, esa realidad social como toda realidad (Beltrán,
1991) tiene por así decirlo una “realidad real” y una “realidad aparente”:
la realidad y sus manifestaciones. Las manifestaciones serán las distin-
tas visiones que se han fraguado en la disciplina sobre la cultura y las
diferentes culturas; la realidad real, las opciones que se han formulado
de cuál es la realidad de la disciplina –las ideas, la estructura social, los
símbolos, las proteínas, etc.–.
Si la relevancia del estudio de la cultura resulta de su confrontación
con la vida diaria y por la puesta a prueba del discurso científico (Freilich,
1989), habrá que ver qué efectos provocan la parte real y la aparente de
nuestra disciplina. Aclaremos esto: qué implicaciones tienen sobre la
disciplina, pero qué efectos pueden tener sobre las sociedades.
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“No hay nada más práctico que una buena teoría”. La propia expresión
“antropología aplicada” suele ser evitada por la mayoría de autores de la
literatura antropológica, y eso por una triple razón:
En primer lugar, porque aquellos autores que han pretendido aislar
la antropología aplicada como un campo de estudio distinto a otros han
solido fracasar en su intento de deslindar un subsistema u objeto pro-
pio de investigación. Su fracaso se ha achacado al hecho de referirse a
interconexiones de elementos entre subsistemas –en otras palabras han
vuelto a definir la cultura– o a significar una visión global de momentos
en procesos que ya son objeto de estudio –¿hablar de desarrollo no es,
en cierta forma, lo mismo que hacía el evolucionismo o el estructu-
ral-funcionalismo?, ¿reivindicar la especificidad para sí de la aplicación
a la clínica no es lo mismo que planteó el interaccionismo simbólico
Goffmaniano?–. Habitualmente, se han limitado, en forma más o me-
nos enmascarada, a afirmar que su versión antropológica es más útil y
realista; pues si la antropología es científica, y por tanto susceptible de
utilización técnica como cualquier otra ciencia, se afirma, ha de tener
por exigencias lógicas sus caras pura y aplicada.
Una segunda interpretación de la expresión se ha unido al apoyo
prestado a la dominación política regímenes coloniales (Llobera, 1975).
De hecho y en forma estereotipada, la aplicación se ha entendido como
un uso perverso del conocimiento al servicio del interés de dominación.
La tercera razón de que se evite la expresión es que para muchos
autores hablar de antropología aplicada es una redundancia, pues no se
concibe la posibilidad de que no lo sea; o, de otra manera, la aplicabili-
dad de la antropología está en su mera existencia como reflexión sobre
la diversidad cultural.
Estas posiciones ponen de manifiesto la polisemia de la expresión;
generan la duda de si el sentido del calificativo aplicado es el mismo
para ellas. Y ciertamente parece que no. En el primer caso estamos más
cerca de lo que generalmente se ha calificado en forma peyorativa como
una “ingeniería social”; en el segundo, ante otra variedad de mecanismo
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centrado en el sujeto y sus emociones (Stocking Jr., 1979) que por pre-
tensiones reformadoras. Incluso, las características de los grupos donde
puso a prueba su método de trabajo –comunidades indias americanas en
clara recesión frente al modelo anglosajón– tienden a separarle aparen-
temente de la cotidianeidad, teniendo que reconstruir ideas e imágenes
de un mundo pasado y ya desaparecido. Algún autor, remarcando el
papel de “activista social” de Boas, llega a afirmar que para la antropolo-
gía americana no ha habido obra tan influyente sobre las política de la
administración americana como el estudio sobre Emigración Europea
que Boas dirigió en 1909 por encargo del servicio de inmigración nor-
teamericano (Tanner, 1959 cit. por Goldschmidt, 1979: 6).
Siguiendo un repaso cronológico, Bronislaw Malinowski además de
otros méritos, tiene como seña de identidad, y en ciertos casos como
baldón, su declaración en favor de una versión pragmática del estudio
antropológico y de lo estudiado antropológicamente: el hombre como
ser manipulador y centrado en la acción. Así, en 1929 publica su artículo
“Practical Anthropology”, en el que instaba a los administradores pú-
blicos, sobre todo en colonias, a que apelaran a los antropólogos cuando
necesitaran ayuda. Para ello, les mostraba en esbozo las técnicas de tra-
bajo de campo que se utilizaban en antropología. En 1939, Malinowski
se presenta en un artículo como abogado de la antropología práctica, en-
tendiéndola como el estudio de los problemas vitales, fundamentales e
importantes: “Solo aquellos que se imaginan que los intereses académi-
cos empiezan allí donde la realidad termina estarán dispuestos a negar
que una cuestión no es menos científica porque sea vital e importante”
(cit. por Hogbin, 1974: 274).
Pero, según Hogbin (1974: 267), la autoría del empleo por primera
vez de la expresión antropología aplicada recae en Radcliffe-Brown, en
un artículo de 1930. Esta afirmación resulta doblemente sorprendente:
primero, porque aceptando la posibilidad de hablar de algo como an-
tropología aplicada, con un sesgo u otro, se suele fijar el interés por esta
subdisciplina en las labores de reconstrucción posbélica de la Segunda
Guerra Mundial. A su vez, resulta también inesperada por la vincula-
ción que suele hacerse de Radcliffe-Brown a un modelo normativo e
inmanente de sociedad, que parece tener poco que ver con las imágenes
a las que hoy en día se remite la expresión: cooperación internacional,
programas de desarrollo, programas de cambio cultural, etc. Expresiones
que aunque borrosas en su delimitación, se presentan aparentemente
alejadas del estructural-funcionalismo tan caracterizado por su énfasis
en la continuidad, el ahistoricismo y el consenso.
Pero la cuestión de la traducción práctica de la antropología se la plan-
tea incluso alguien como Evans-Pritchard (1975), que no pretende hacer
de su antropología una ciencia. De hecho, para él, la aspiración científica
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Antropología aplicada: Momentos de un debate recurrente
choca con los objetivos prácticos: “Creo que el esfuerzo por descubrir
leyes naturales de la sociedad es inútil, y lleva únicamente a una serie de
discusiones sobre métodos, sin resultados prácticos” (1975: 73). Con otras
palabras, Evans-Pritchard insiste en que, al igual que en historia o en ar-
queología, “nosotros recomendamos a nuestros alumnos de antropología
ocuparse de problemas y no de comunidades” (1975: 102). Define a la
antropología como arte, porque busca resultados prácticos y estos no los
ofrece la ciencia: “Por ello he señalado que, a mi juicio y sin excluir otras
consideraciones, la antropología social es un arte” (1975: 137); teniendo
en cuenta, eso sí, su peculiar forma de entender el arte y lo práctico. Al
punto que su preocupación por lo práctico le hace distanciarse de la ex-
presión aplicada, pues ésta no lo puede ser más que de una ciencia. He
aquí otro ejemplo de cómo en aras de una utilización del saber se va cons-
truyendo una visión tan denostada de la antropología aplicada:
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lado, una versión, si se quiere más realista, pero sobre todo más profunda
e incisiva, que encuentra en el uso de la antropología no otro campo más
sino una exigencia derivada del empleo de facto que se hace de la mis-
ma por distintas instancias; esta última es generada a partir de los años
ochenta, y con mayor o menor resonancia pública sigue apareciendo en
la literatura antropológica. En ocasiones gira preferencialmente sobre
el papel de la antropología en la sociedades postindustriales ( Jackson,
1987), y en otras se dirige a campos concretos de estudio antropológico
(Chrisman y Maretzki, 1982).
Veamos algunos de los intentos de substantivar el uso apelando a una
antropología aplicada como un nuevo campo de estudio en la disciplina.
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Porque no basta conocer a fondo determinada sociedad para saber qué de-
be hacerse para cambiarla con los menores costos. Su cambio, en efecto, no
puede concretarse más que de acuerdo con ciertas leyes teóricas y a través del
conocimiento previo de cuanto atañe a la cultura, los mecanismos de su funcio-
namiento, transmisión y dinámica de evolución. Sin este conocimiento teórico se
produciría entre el saber empírico y el programa por realizar un hiato que ningún
otro ingrediente podría cerrar (1972: 125).
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sino también el cómo se construye ese qué; cómo ha llegado e ello: “por
muy académico que sea el tema propuesto, se persigue en compañía de
nativos que se reúnen con el etnógrafo interpretando su manera propia
de vivir; el estudio que éste realiza es parte de la vida de ellos. En este
sentido, la antropología es necesariamente aplicada” (1989: 173).
En esa construcción del qué y cómo se ha llegado a ese qué, dis-
tingue dos grandes opciones metodológicas: la positivista o evolutiva y
la interpretativa. Ambas implican formas específicas de contemplar el
uso del conocimiento: la acentuación del dominio sobre la naturaleza
o la intensificación de la comprensión de los fenómenos culturales. No
obstante, la primera, la positivista, a pesar de su método hipotético de-
ductivo, que nos podría llevar a una supuesta “ingeniería social”, parte
de un consenso interpretativo medular que anula esa posibilidad; esto
es, las leyes que mantiene son de probabilidad o tendenciales al supo-
ner siempre un “dadas ciertas condiciones”. Nos pueden indicar cómo
emplear el conocimiento, pero no qué hacer, hacia qué objetivos diri-
girlo. Esto último ha de remitirse a valores. En este sentido, el modelo
interpretativo podría englobar al anterior al poner en claro los valores
que respaldan el modelo positivista: la convicción de que el progreso es
deseable, y pasa por la aplicación de saberes transformados en técnicas.
Pero para la versión interpretativa “el conocimiento es siempre relativo
al que conoce” (1989: 175) y, por tanto, no es posible construir un cuadro
de usos posibles; este es abierto y no puede ser prefigurado.
Por ello Peacock prefiere, siguiendo a Parsons –cosa que rechaza-
ría, por ejemplo, Bastide por suponer que sí se pueden encontrar leyes
científicas de la aplicación–, defender el estudio de las bases culturales
que admiten o permiten la aplicación. Y, si por una parte, y al igual
que todo organismo, los hombres han de responder a exigencias de
adaptación, aquellas que tendrían que ver con la “generación y puesta
en marcha de recursos para solucionar problemas prácticos”, también
y prioritariamente, para poder adaptarse, deben garantizar unas pautas
de mantenimiento. Estas últimas son el conjunto de pautas que “guían
todos los procesos en el interior del sistema, incluidos los de adaptación”
(Peacock, 1989: 178). Es la comprensión de esas pautas, su conocimien-
to, la que permitirá y guiará un uso u otro.
En definitiva, la obvia y prioritaria aplicación de la antropología
se refiere a la ampliación del marco de discusión: “La antropolo-
gía puede investigar en los supuestos que están detrás de todas las
perspectivas, incluidas la perspectivas culturales, y, apoyándose en el
conocimiento de culturas comparadas, puede prestar atención a las
consecuencias en el más amplio sentido” (Peacock, 1989:180). Es una
visión de consenso donde la aplicación, el uso, radica en ampliar la
variedad de pautas de comportamiento cultural en funcionamiento,
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Bibliografía
Freilich, M. (ed.) (1989). The relevance of culture. New York, Bergin &
Garvey Publishers.
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Paul, B. (ed.) (1955). Health, culture and community: case studies of public
reactions to health programs. New York, Russell Sage Foundation.
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Antropología aplicada: Momentos de un debate recurrente
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DOSSIER / ARTÍCULO
Ferradás, Carmen (2015). “¿Desarrollo y seguridad o antropología pública?
Reflexiones sobre los usos de la antropología”, Etnografías Contemporáneas 1
(1), pp. 58-70.
Resumen
En el nuevo milenio varios antropólogos han propuesto una antropología pú-
blica para marcar su compromiso con los problemas actuales. Este artículo ana-
liza cómo surge esa propuesta, cuáles son sus limitaciones y hasta qué punto
este tipo de práctica es compatible con la antropología crítica. Se explora el
llamado nexo seguridad-desarrollo, a menudo muy criticada en la que también
participan antropólogos. Se examinan conceptos asociados a los discursos de la
antropología pública y a los de seguridad-desarrollo tales como transparencia,
rendición de cuentas y gobernanza.
Palabras clave: antropología pública, antropología aplicada, seguridad.
¿Desarrollo y seguridad o
antropología pública?
Reflexiones sobre los usos de la antropología1
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Carmen Ferradas / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 58-70
respuesta más convincente en ese debate porque ilustró con claros ejem-
plos la multiplicidad de aportes que hoy hacen los antropólogos en los
campos más diversos.4
Artículos periodísticos y antropólogos se hicieron eco de la polémica
desatada. No faltaron los comentarios que nos circularon respecto de
la hija del gobernador, que se había diplomado en antropología; lo que
sugirió que la animosidad con nuestro campo podría ser algo más perso-
nal. Más allá de las cuestiones familiares, las declaraciones del goberna-
dor apuntaron a un tema que desde hacía unos años venía preocupando
a nuestros colegas y que llevó a pronunciamientos acerca de una an-
tropología pública que desarrollaremos brevemente en este texto. Pero
quieremos traer también como ejemplo uno de los comentarios en los
medios porque ilustra claramente este debate. A raíz de las declaracio-
nes del gobernador Scott, la antropóloga Janice Harper citó un informe
del Departamento de Trabajo de Estados Unidos que pronosticaba una
mayor demanda de antropólogos en el futuro. La autora, que podría
haber utilizado esta información para defender los intereses corporati-
vos de su profesión, hace comentarios que muchos podrían leer como
una traición a los intereses de nuestro campo. Usando las herramientas
analíticas y críticas a las que nuestra profesión nos tiene acostumbra-
dos, esta antropóloga señaló que las aseveraciones del Departamento de
Trabajo no dan un panorama totalmente realista, ya que no diferencian
las demandas por subdisciplinas dentro de la profesión.5 En el caso de
Estados Unidos, habrá más demanda en una arqueología no académica,
pues las leyes federales exigen ahora relevamientos arqueológicos antes
de llevar a cabo obras públicas, habrá también probablemente más de-
manda en antropología biológica especialmente en lo relacionado con la
genética y con la salud. Pero no parece haber un futuro tan dorado para
las áreas de antropología social y cultural en una sociedad que ha optado
por abandonar su rol de protector social de la población.
Es más, la autora nos indica que esta institución predice aumentos
de la demanda de antropólogos, los llamados embedded anthropologists
–algo así como antropólogos arraigados, incorporados– en el área de
seguridad nacional. Este tipo de antropólogos forman parte de un con-
trovertido programa que contrata científicos sociales en zonas de guerra
con el fin de que esta sea más receptiva con respecto a la cultura y de ese
modo resulte más efectiva. Generalmente conocido por las siglas HTS
(Human Terrain System, Sistema del Terreno Humano), el programa que
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¿Desarrollo y Seguridad o Antropología Pública? Reflexiones sobre los usos de la antropología
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¿Desarrollo y Seguridad o Antropología Pública? Reflexiones sobre los usos de la antropología
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¿Desarrollo y Seguridad o Antropología Pública? Reflexiones sobre los usos de la antropología
6 No soy la única que interpreta de modo diferente a los proponentes de una etnografía
multisituada, Ida Susser (2010), por ejemplo, plantea que al descentrar a los subalternos, se
dejan de lado las preocupaciones por la justicia social y la desigualdad.
7 Por supuesto no todos los llamados antropólogos críticos abandonan las preguntas sobre
el compromiso con la realidad, en un trabajo reciente se pregunta qué tipo de aportes puede
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hacer una antropología crítica a la acción de los movimientos sociales. Si bien su aporte
es relevantes, el autor pone el énfasis en cómo los movimientos producen conocimiento
más que analizar su práctica y las circunstancias sociales y económicas de los participantes
(Osterweil, 2013).
8 Ver en la página web de la AAAnet “American Anthropological Association responds to Public
Controversy over Science in Anthropology”.
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¿Desarrollo y Seguridad o Antropología Pública? Reflexiones sobre los usos de la antropología
El nexo seguridad/desarrollo
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¿Desarrollo y Seguridad o Antropología Pública? Reflexiones sobre los usos de la antropología
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Bibliografía
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ARTÍCULO / DOSSIER
Clammer, John (2015). “Antropología Aplicada, arte y economía: investigación
y planificación de iniciativas económico-culturales en comunidades tribales del
Sur Asiático”, Etnografías Contemporáneas 1 (1), pp. 72-90.
Resumen
Este artículo examina dos casos de investigación antropológica en dos comunida-
des tribales del este de la India. El trabajo cooperativo entre antropólogo y artistas
se propuso preservar y mejorar tradiciones visuales y de arte performativo promo-
viendo el trabajo artístico como un ejercicio de construcción de la imaginación, y
de la producción artesanal como modos de crear una base económica para muje-
res campesinas. La investigación y la sensibilización hacia la estructura social, la
religión, la distribución del poder, el género y la economía fueron ingredientes
necesarios para proponer nuevas iniciativas que, si bien tuvieron el potencial de
incrementar los ingresos, también fueron disruptivos de las relaciones sociales.
Palabras clave: arte, economía creativa, India .
Introducción
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John Clammer / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 72-90
El proyecto
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Antropología aplicada, arte y economía: Investigación y planificación de iniciativas...
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3 Se trata de una pintura enrollada tradicional, también conocida como “pattachitra” (del hindi,
“patta”, tela, y “chitra”, pintura) (N. de la editora).
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paisajes (los cuales pueden ser accesibles sin necesidad de tantos des-
plazamientos y sin exponerse a condiciones relativamente inseguras).
Pero la antropología aplicada sirvió aquí para dar respuestas a cómo
administrar este turismo para que los propios turistas puedan conocer
expresiones genuinas de la cultura local, participar en las actividades
culturales y observarlas, así como también ayudar a asegurar que los
eventos culturales que se presentan continúen siendo auténticos y no
se vuelven simples versiones turísticas para ganar dinero. Esto se ha
logrado a través de discusiones con los pobladores sobre lo que ellos
valoraban y que deseaban que los foráneos vieran y apreciaran, y de qué
modo presentar esos eventos. Por ejemplo, pocos turistas extranjeros,
en realidad, querían sentarse y presenciar una performance que durara
toda la noche. La cuestión, entonces, era cómo producir una versión más
corta que, de todas maneras, englobara tanto los componentes estéticos
como religiosos y mitológicos originales. Los bailes de máscaras Purulia,
al ser realizado por Santals no hindúes, refiere fuertemente a temáticas e
iconografía hindú y es necesario conocerlas para poder apreciarlo. El re-
sultado no ha sido un mero “compromiso”, sino que es una versión a ni-
vel estético y simbólico con la que los artistas se encuentran satisfechos y
no sienten que se falte a su integridad en ningún sentido. Estos procesos
de negociación sugieren un modelo más amplio para la antropología
aplicada de las expresiones artísticas, ya que es un problema común que
las performances para turistas no satisfagan los requerimientos de calidad
desde el punto de vista de los artistas, algo que sería difícil de percibir
por una audiencia desinformada.
◗ Preservación y desarrollo cultural. La apreciación de estas expresio-
nes culturales –si bien son valoradas por la población local– proveyó un
gran estímulo psicológico para su preservación. La implementación de
instancias de apoyo tales como la creación de talleres de joyería, el finan-
ciamiento de las performances y la creación de puntos de venta, así como
la promoción e información para atraer aventureros turistas culturales
ha provisto las bases para la preservación de estas expresiones artísticas
que se encuentran en peligro de desaparición, principalmente por la fal-
ta de ayuda material, estética y psicológica, y en menor medida por la
incorporación de modalidades Bollywoodenses en la danza y la música,
lo cual no se hace extensivo a áreas donde no hay acceso a la televisión y
donde el cine más cercano se encuentra a horas de autobús, por carrete-
ras con escaso mantenimiento y por las que no se puede circular duran-
te la época de los monzones. Si la preservación cultural es un objetivo
enérgicamente apoyado por las iniciativas de UNESCO para registrar
y promocionar patrimonios culturales inmateriales o “intangibles”, así
como también para visibilizar los patrimonios materiales (Anheier e
Isar, 2011; UNESCO, 2003), el otro objetivo fue promover el desarrollo
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Bibliografía
Bartra, Eli (ed.) (2003). Crafting Gender: Women and Folk Art in Latin
America and the Caribbean. Durham, NC y London, Duke University Press.
89
John Clammer / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 72-90
Mitter, Partha (2007). The Triumph of Modernism: Indian Artists and the
Avant-garde, 1922-1947. New Delhi, Oxford University Press.
90
Artículo
Mancini, Inés (2015). “Contenidos de género en una política de prevención del
delito”, Etnografías Contemporáneas 1 (1), pp. 92-115.
Resumen
Este trabajo analiza etnográficamente una política de prevención social del
delito. El objetivo central es estudiar la pertinencia de incorporar aspectos
de género en el marco de esta política. Nuestros resultados muestran que los
agentes de la política pública detectan que los roles de género pueden tener
una influencia destacada en la producción y aceptación de prácticas delictivas,
pero que pese a ello no se logran implementar mecanismos apropiados para
desarticularlos. En efecto, los intercambios relativos a los roles de género entre
agentes estatales y beneficiarios producen un posicionamiento desventajoso de
las mujeres en el programa en lugar de modificar roles de género.
Palabras clave: roles de género, políticas sociales, jóvenes.
Contenidos de género en
una política de prevención
del delito
Introducción
1 CONICET- IDAES/UNSAM.
2 Programa de prevención social del delito implementado en la Argentina.
3 Para una descripción del funcionamiento del programa desde la perspectiva de sus funcio-
narios, ver Ciafardini (2005).
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varones como mujeres, y los operadores entienden que hay ciertas nocio-
nes relativas a roles considerados tradicionales que se potencian como
elementos que podrían predisponer a la comisión de delitos: nos referi-
mos a ciertas configuraciones de la masculinidad y a las expectativas de
las mujeres de que los varones sean los proveedores de los hogares sin
importar la procedencia de los recursos.
Ahora bien, es preciso considerar que –más allá de lo señalado en la
documentación–, en la práctica, el programa evidencia dos tipos de be-
neficiarios: perfil y no perfil. Es decir, hay beneficiarios que desde la pers-
pectiva del programa cumplen con ciertas condiciones que los catalogan
como perfil, esto es, como jóvenes en conflicto real o potencial con la ley
penal, y otros beneficiarios que son admitidos pese a que se considere
que no se corresponden con el perfil que define el programa.
Así, se generaban reiteradamente discusiones entre los operadores
acerca de por qué seguir incluyendo a ciertos beneficiarios, cuando estos
no clasificaban como perfil. Al mismo tiempo, los acuerdos o las razones
por las que alguien que no se correspondía con el perfil debía ser inclui-
do en el programa eran frecuentemente acordadas con el beneficiario, por
lo cual en muchas ocasiones era posible observar ciertas tensiones entre
el acuerdo particular realizado con el joven no perfil y las actividades
“normales” del programa. Por ejemplo, Eugenia7 muchas veces no asistía
a las reuniones del programa porque se encontraba sobrepasada por sus
tareas en el comedor. Esto en ocasiones generaba molestias entre los
operadores, puesto que se esperaba que ella participara de las reuniones
con los otros beneficiarios para mostrar un punto de vista que podía ser
positivo para los chicos. En el caso de otros beneficiarios, se acordó que
debían dar cursos de oficios para sus compañeros. En general, se espera-
ba que los beneficiarios no perfil hicieran algún aporte al trabajo con los
beneficiarios del perfil.
Quienes no eran perfil eran aceptados en el programa por cumplir
con alguno de los siguientes criterios:
◗ Para llegar a quien verdaderamente es perfil y mantiene alguna rela-
ción con el beneficiario no perfil. Este es el caso de Eugenia y en alguna
medida el caso de Ana.
Conocí al marido de Ana. Se llama Emilio, estaba con los hijos. Le faltan los
dientes de adelante, es muy alto, tiene el pelo largo y se lo ve desaliñado. Ella
dice que él necesita ir al programa. María Clara le pregunta por qué no se queda
“Juan”, ella le responde que no le cambie el nombre porque él le va a pegar una
piña. María Clara dice que tienen que hablar de eso, ella responde que no le
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Contenidos de género en una política de prevención del delito
pega, que la que le pega es ella. Pero que no puede venir al programa porque
alguien tiene que cuidar a los chicos, llevar a la nena al colegio, a lo mejor la pue-
de llevar la suegra, dice después. María Clara le dice que con solo ver al marido
se da cuenta de que él necesita el programa y ella dice que sí (Nota de campo,
20 de marzo de 2007).
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Inés Mancini / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 92-115
8 Esto parece ser una diferencia fundamental en el grupo que observa Medan (2011), que
parecen ser todos varones.
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Contenidos de género en una política de prevención del delito
Todas las chicas que vi estaban con sus hijos, menos Solange, que está
embarazada.
Los tienen a upa todo el tiempo, son cariñosas, de golpe les gritan o los insultan.
Hoy Flavia le estaba dando la teta a un bebé de un poco menos de un año,
cuando el pibe miraba para otro lado le gritaba, “dale, tarado”. No pude evitar
mirar, y Silvana vio que estaba mirando (y debe haber percibido mi asombro) y
se rió (parecía incómoda). La miró a Flavia y ella dijo, “bueno, es que no toma
(Nota de campo, 25 de octubre de 2005).
Esta nota puede hacernos presuponer que hay un trato que no re-
sulta del todo aceptable y que mi presencia y observación del mismo
obliga a dar explicaciones. Entonces, no estamos frente a un modo de
criar a los hijos que es por completo diferente al que se practica en otros
sectores sociales, sino que difieren en alguna medida en los niveles de
tolerancia respecto de lo que se le puede decir a un hijo en público, aun-
que esta supuesta mayor tolerancia pueda ser acotada por la presencia
de un observador.
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Contenidos de género en una política de prevención del delito
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Cuando pusieron la película [Te doy mis ojos] nos sentamos todos a verla.
Éramos pocos y la única beneficiaria mujer era Bárbara, que desde el principio
estuvo atendiendo a su hija, salió al kiosco y no le prestó atención a la película.
10 De todos modos, es preciso notar que estas diferentes lógicas son estudiadas en un con-
texto en el que las instituciones responden del modo en el que describe Noelia (temporalidades
poco apropiadas, soluciones parciales, etc.). Por lo tanto, este desencuentro entre dos lógicas
no sería necesariamente irreconciliable si las instituciones se acercaran a las lógicas nativas.
102
Contenidos de género en una política de prevención del delito
Los chicos, en cambio, tenían una mirada muy atenta, y Manuel y Alexis iban
adelantando lo que iba a pasar, se reían, se ponían tensos.
La trama de la película gira en torno a la historia de una mujer golpeada y el
tratamiento que hace el marido para dejar de ser violento.
Una vez que la película ya había empezado, llegó Daniela con su hija. Al ratito se
fue a la sala de al lado y se sentó a tomar mate ahí junto con Bárbara. Ernesto
me dijo: “Seguro que las chicas no se la bancaron”. Cuando salí les pregunté si
la película no les había gustado. Daniela me dijo que la violencia familiar no se la
aguanta, que le da mucho odio y la pone muy mal. Bárbara me dijo que había
tenido que atender a la nena que estaba muy molesta y que ahora se iba a la sa-
lita porque le daban algo para tranquilizarla porque le están saliendo los dientes
y está muy molesta (Nota de campo, 20 de julio de 2006).
Cuando entramos por el pasillo, estaba una de las chicas del comedor limpian-
do el piso, la saludé con un beso. Estaba Martincito, como siempre, apoyado
contra la pared esperando. Matías también había llegado temprano. Había tres
chicas sentadas juntas: Valeria, con su hijo, Natalia con su hija en brazos y
Solange, sin los hijos. Ernesto me hizo notar que tenía un ojo muy hinchado.
Cuando llegué a saludar le decía que teníamos que hablar. Después dijo que ella
de entrada había preguntado por María Clara.
Habló un poco del caso delante de Silvana. Ella dijo que viven cerca de su
casa y que el problema es que él es muy celoso. Nos hizo notar que siempre
que estamos en las reuniones, el flaco aparece, y ella decía que venía a ver si
Solange estaba allí. Después contó Ernesto que ella había dicho que el jueves
había faltado porque le había dado vergüenza ir con la cara hinchada y que él no
quería que viniera hoy, pero ella dijo que prefería venir, este lugar le servía para
despejarse (Nota de campo, 12 de diciembre de 2006).
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Solange le dijo a María Clara que se sentía mucho mejor después de haber
hablado con ella y que ya no necesitaba nada más. María Clara le dijo que esto
era como los antibióticos. Dice que el flaco ahora está arrepentido y la trata
muy bien y que el problema es que a él, el tío le pega. Ella le dice que no le
pegue más que ya es grande, pero el tío no le da bola (Nota de campo, 12 de
diciembre de 2006).
Entonces, para estas jóvenes es poco útil un taller que hable sobre la
violencia doméstica en términos generales. Y en los casos en los que esto
se vive en carne propia y se reconoce (porque así se lo desee o porque
no queda más remedio), la lógica institucional es rechazada y los ope-
radores aceptan esta dinámica generando diálogos individuales. Así, la
violencia doméstica desde la perspectiva de las jóvenes es un problema
personal o familiar que debe mantenerse alejado de otras instituciones,
quedando sólo la posibilidad de plantearlo ante un operador merecedor
de la confianza. Mientras que para los operadores se verifica una “nega-
ción” del problema.
En este sentido, encontramos una imputación analítica fundada en
términos psicoanalíticos. Esta aparece para explicar algunas prácticas de
los jóvenes sosteniendo la perspectiva de los operadores. Así, en lugar
de ver en el funcionamiento y en la lógica de las instituciones una de las
explicaciones por las que no es eficiente denunciar a un marido golpea-
dor, se busca en la negación (es decir, en una incapacidad de los actores
para reconocer su problema del modo en que se espera que lo hagan) la
explicación del supuesto silenciamiento de este tipo de violencia. Y la
aceptación del modo de resolución de las jóvenes habla también de la
inexistencia de pautas institucionales establecidas y probadamente efi-
caces para dar respuesta a esta problemática.
Sin embargo, las chicas decían estar interesadas en un taller de muje-
res. Sostenían que les resultaría interesante trabajar sobre temas relacio-
nados con la maternidad. Señalaban que todas las chicas del programa o
bien son madres o bien estaban embarazadas, salvo Gabriela de 19 años,
quien de todos modos dice que ya quiere ser madre.
Después de esta conversación, cada vez que los operadores me pregun-
taron por el taller de género, dije que estaba dispuesta a colaborar, pero que
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Contenidos de género en una política de prevención del delito
11 El programa realizaba algunas actividades en una ONG situada fuera de la villa, que se
ocupaba del dictado de cursos y capacitaciones en oficios para jóvenes.
12 Llobet (2009) entiende que hay procesos de psicologización y patologización de las in-
fancias pobres que constituyen la estrategia dominante de la organización de la intervención.
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Inés Mancini / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 92-115
sobre el tema, con varones y mujeres a la vez, para determinar si era ne-
cesario rediseñar un taller de género o volver a realizarlo.
La discusión posterior puede ser interpretada como una ruptura mo-
ral en la que se evidenciaron algunos principios morales de uno y otro
lado. Como sostiene Zigon (2007), los antropólogos suelen clasificar
dentro de la moral algunos aspectos, como el género, que no se constitu-
yen como tales para los nativos. Sin embargo, en momentos de conflicto
o de disrupción entre dos perspectivas emergen con claridad algunos
principios morales.
María Clara inició la discusión preguntando si recordaban el taller y
propuso que pensaran cuáles eran las diferencias entre varones y muje-
res, por ejemplo, en las familias.
Frente a esta pregunta, varias chicas aludieron a que el rol de los
varones en las familias era diferente, pues ellos debían trabajar. “A noso-
tras, no nos gusta trabajar. Si nos casamos, es para que nos mantengan.
Algunos no se la bancan y nos dejan”.13 De hecho, en las mismas acti-
vidades del taller de género, las operadoras ya habían registrado la idea
de que los varones se resistían al casamiento para evitar obligaciones
económicas.
La mayoría de las presentes en la recapitulación del taller de género
acordaba con esta postura, mientras que los varones se mantenían en si-
lencio. Algunas chicas desde posturas más conciliadoras, señalaban que
la mujer puede trabajar, pero para sus gustos, mientras que el marido
tiene que mantener la casa.
La única que se posicionaba contra el acuerdo general de que las
mujeres no debían mantener la casa era Gabriela, quien sostenía que
esto no era positivo porque después “te separás y no sabés hacer nada”.
Más allá de la diversidad de posicionamientos, entre las beneficiarias
parece haber un denominador común que tiene que ver con el ideal del
lugar prominente del hombre en la economía familiar y con la posición
subordinada de la mujer en dicha economía, puesto que desde la visión
de Gabriela, la necesidad de trabajar se ancla en la posibilidad de que-
darse sin marido.
Cuando la reunión terminó, noté que María Clara estaba muy eno-
jada. Me propuso ir a tomar un café para hablar de lo que había pasado.
Allí, me preguntó si no creía que el tema del delito había que pensarlo
13 Una respuesta similar había sido dada por otra beneficiaria en otra discusión y había
ameritado una intervención de Ernesto, pero no había sido pensada como una cuestión de
género, puesto que se trataba de una de las hermanas Fernández, de quienes Ernesto tenía
una mala opinión. “Cuando hablaban sobre el trabajo, Ernesto les preguntó a los demás si
querían trabajar. Todos dijeron que sí. Gabriela dijo que ella no quería todavía, “quiero que
alguien me mantenga”. “¿No te parece medio fantasioso?, le preguntó Ernesto. “Bueno, es que
no quiero trabajar todavía, tengo 17, hasta que cumpla los 18 en abril no quiero trabajar” (Nota
de campo, 7 de febrero de 2006).
106
Contenidos de género en una política de prevención del delito
desde este lugar: mujeres que les exigen a los maridos que mantengan la
casa, dejándolos solos con esta presión.14
Estas apreciaciones parecen ir a contrapelo de lo afirmado por visio-
nes de carácter general que hablan de una crisis de integración social ge-
nerada por varios fenómenos entre los que se encuentra la ausencia de la
figura del padre (Fitoussi y Rosanvallon, 1995). Más bien esta crisis de
integración parecería estar anclada en la dificultad de estas figuras pater-
nas para encarnar ese rol que se espera de ellos. En efecto, hay también
muchos hogares en los que no está esta figura paterna, pero no parecen
menos integrados. Y esta ausencia es presentada con naturalidad:
–¿Con quién vivís?
–Alquilo sola.
–¿Y el papá del nene?
–Y viste como es a veces, se van… se fue (Nota de campo, 24 de abril de 2007).
14 Según Medán (2011), esta conclusión a la que llega María Clara es un punto de partida de
la visión del programa sobre el sesgo de género del delito.
15 De hecho, a fines del año 2005, los operadores solicitaron como ejercicio que cada be-
neficiario escribiera un balance de su año. La lectura de los escritos de las mujeres tenía la
contundente coincidencia de que el hecho importante para todas ellas era que habían sido
madres (menos un caso).
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Inés Mancini / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 92-115
Florencia dijo que había que tratar el tema de los bebés. Señaló que era pre-
ferible trabajar con gente pesada como habían trabajado en otros tiempos,
antes que trabajar con un grupo que está lleno de bebés que lloran y que
hacen que las madres y los demás no presten atención a lo que se está ha-
ciendo. Dijo que ella no era antibebé pero que así no se podía trabajar. María
Clara agregó que además tenían que acostumbrarse a dejarlos con alguien,
que había que darles un tiempo para que encontraran la solución pero que
no se podía seguir indefinidamente así. Florencia agregó que además los
usaban para no prestar atención o para no hacer cosas, sobre todo Daniela.
Ernesto dijo que esto estaba bien porque si una viene a trabajar de mucama
a mi casa yo no voy a querer que vengan con el pibe (Nota de campo, 8 de
marzo de 2006).
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Contenidos de género en una política de prevención del delito
Lucas habló de todas las cosas que se habían dicho en la reunión del día ante-
rior, solo que con respecto a los chicos no dijo lo que yo había entendido. Sólo
dijo que en la oenegé16 se tenían que turnar para cuidarlos. Cuando salimos,
Luciana dijo que la situación de los chicos la volvía loca y que en esta reunión
había más de 10 chicos (Nota de campo, 16 de mayo de 2006).
16 En la ONG, había una cuna y María Clara siempre insistía para que quienes iban con bebés
lo dejaran por un rato allí. “Ana está con su bebé y María Clara le ofrece ponerlo en una cuna
para que pueda trabajar. Ella dice que es maricón y que no puede estar solo. María Clara insiste
en que prueben y el bebé se queda de lo más tranquilo en otro cuarto. María Clara va cada
tanto a verlo y dice que está hablando o está divirtiéndonse. Erica y Ana se ríen y hacen chistes
“seguro que ahora viene y dice, ya camina” (Nota de campo, 22 de febrero de 2007).
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17 Quienes sí parecen haber respondido al perfil son “las gordas”, grupo de beneficiarias con
el que los operadores trabajaron antes de que comenzara mi trabajo de campo. La desvincu-
lación del programa de estas obedeció a que algunas fueron privadas de su libertad y otras se
pelearon con Ernesto.
18 Obviamente, esta apreciación no tiene en cuenta la valoración de la maternidad en los sec-
tores populares (Pantelides, Geldstein, Infesta Domínguez, 1995; Marcus, 2006).
19 Tiempo después me contó que su papá había matado a su mamá.
20 Es de destacar que en una revisita en el año 2008, me encontré con su marido quien me
contó que Ana estaba en reposo ya que estaba embarazada nuevamente.
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Comentarios finales
25 Nos referimos a su diseño ad hoc y al hecho de que es su primera ejecución y, por lo tanto,
no ha sido probado con anterioridad.
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Inés Mancini / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 92-115
Bibliografía
Mancini, Inés (2013). La prevención social del delito en una villa de emer-
gencia. Una perspectiva etnográfica sobre las relaciones entre agentes estatales
y jóvenes de sectores populares. Tesis de doctorado en Antropología Social,
IDAES/UNSAM.
Marcus, Juliana (2006). “Ser madre en los sectores populares: una apro-
ximación al sentido que las mujeres le otorgan a la maternidad”, Revista
Argentina de Sociología, Vol. 4, Nº 7, pp. 99-118.
114
Contenidos de género en una política de prevención del delito
115
Artículo
Nacach, Gabriela (2015). “Los mensajes de la capacitación: Un posible abor-
daje de la Educación Sexual Integral en contextos indígenas”, Etnografías
Contemporáneas 1 (1), pp. 116-136.
Resumen
La Ley 26.150 instituye la Educación Sexual Integral (ESI) como un dere-
cho que el Estado debe garantizar. La escuela es un espacio privilegiado en
la construcción de subjetividades que toman decisiones respecto del cuidado
del propio cuerpo, el cuerpo de los otros, el ejercicio de la sexualidad y los de-
rechos sexo-genéricos. Este artículo aborda las potencialidades y limitaciones
que tiene el abordaje de la ESI en contextos indígenas, a partir del análisis de
los discursos, las representaciones y tensiones que se produjeron al interior del
Estado en el Chaco y Salta.
Palabras clave: Educación Sexual Integral, Educación Intercultural
Bilingüe, Estado, alteridad, construcción del conocimiento.
Los mensajes de la
capacitación
Un posible abordaje de la Educación Sexual
Integral en contextos indígenas
Contexto de enunciación
117
Gabriela Nacach / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 116-136
3 Con esta idea, remito a una concepción actual del papel del Estado, sobre todo desde
una perspectiva de Derecho que se distancia –al menos discursivamente– de la construcción
neoliberal y multicultural del sujeto político indígena. En este sentido el Estado asiste a una
paradoja: intenta desprenderse de su génesis y desarrollo y al mismo tiempo lleva consigo sus
propias contradicciones históricas. En este marco se inscriben las relaciones entre el Estado
y los pueblos indígenas y los desafíos con los que el primero se enfrenta –que trascienden el
ámbito educativo– desde el momento en que las leyes vigentes renuevan y plantean nuevos
compromisos.
4 Remito a Hale (s/f) y Rappaport (2011), entre otros, para estudios que abordan las relaciones
entre investigación e intervención.
118
Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
119
Gabriela Nacach / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 116-136
5 Hacia 1884 en Patagonia norte, Inacayal y Foyel caen prisioneros. Valentín Sayhueque, último
líder en someterse a las autoridades nacionales se entregó el 1º de enero de 1885 con 3000
hombres. Los tres caciques se destinan a Martín García y son rescatados y llevados al Museo
Nacional de La Plata por Moreno en 1885. En la región del Chaco, “en un lapso de 33 años
(1862-1895) los principales caciques son aniquilados a través de tres vías: la muerte en combate,
la ejecución y la rendición o presentación” (Sarasola, 1992: 527, cit. por Trinchero, 2007: 203).
6 He desarrollado la aplicabilidad de la categoría de genocidio para pensar en este proceso,
que supuso claras consecuencias en la memoria social a partir de los modos de narrar la
historia, en Nacach (2012).
7 Dialéctica a la que, con nuevas lecturas y en tiempo presente, debe añadirse el enfoque de
la interseccionalidad, que supone analizar las maneras en que el género se cruza y tensa con
otras diferencias identitarias y cómo “se intersecciona con modalidades raciales, de clase,
étnicas, sexuales, y regionales de identidades constituidas discursivamente” (Butler, 1997: 4).
La vida de las mujeres indígenas hoy, insertas en sus culturas específicas y en una sociedad de
clases envolvente, entraña una doble discriminación: racial y de género (Gómez, 2013); triple si
agregamos la condición de clase en la que viven muchas de ellas.
120
Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
8 El ius soli, criterio generalmente usado por los Estados objeto de fuertes flujos inmigratorios,
trata del principio que aboga por integrar a los hijos de los inmigrantes a sus comunidades
nacionales. En este marco, la ciudadanía se atribuye a todas las personas que nacen en el
territorio del Estado, cualquiera sea la ciudadanía de sus progenitores. La ley argentina prevé,
de esta forma, que son ciudadanos argentinos todas las personas nacidas en el territorio de la
República. A partir de este modelo, se ponía por delante de toda consideración del indígena
como una clase o raza aparte, su carácter de ciudadanos argentinos.
9 Si bien los conceptos vertidos por Segato proveen un andamiaje teórico interesante para
pensar en la intromisión del Estado en las sociedades indígenas, existe una larga lista de
autores/as y trabajos que dan cuenta de la enorme complejidad existente y las relaciones,
por momentos fluidas y por momentos conflictivas, entre las sociedades indígenas y la
sociedad no indígena (Tamagnini y Pérez Zabala, 2002; Navarro Floria y Nacach, 2004;
Roulet, 2006 y otros), así como de los tipos de agencia indígena desplegada en el contexto
previo y posterior a campañas militares de anexión territorial (Delrio, 2005; Briones et al.,
2005). Varios de estos trabajos problematizan un escenario que muchas veces observamos
se simplifica en antes y después; y esgrimen argumentos sobre la continuidad de la situación
(neo)colonial de los pueblos indígenas luego de las campañas militares, las políticas aplicadas
a lo largo del siglo XX.
10 Sostengo que estas formaciones locales, si bien entran en contradicción con la idea de
Estado homogéneo, no obstaculizan su construcción. Briones sigue a Yúdice para afirmar que
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Gabriela Nacach / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 116-136
“todo entorno nacional se halla constituido por diferencias, que son constitutivas de la manera
como se invoca y se practica la cultura” (Yúdice, 2002: 61, cit. por Briones, 2005: 24).
11 Es casi imposible indagar en el rol de la ESI así como de otros programas del Estado sin
tener presente cómo la mayoría de las comunidades indígenas del Chaco argentino están
atravesados por El evangelio. Discusión sin duda interesante que permea estas realidades,
que ya ha sido planteada por gran cantidad de investigadores (entre otros, Wrigth, 2002) y
que choca con los presupuestos laicos de la ESI. Sin embargo, y en esta etapa inicial, es
importante comenzar a desandar caminos coloniales que aún perviven en las subjetividades
del Estado, sin dejar de tener presente que esta es una discusión que es necesario.
122
Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
el poder nominador del Derecho, entronizado por el estado como palabra autori-
zada [capaz] no sólo de regular sino también de crear, de dar estatus de realidad
a las entidades cuyos derechos garantiza, instituyendo su existencia a partir del
mero acto de nominación (Bourdieu, 1989: 238, cit. por Segato, 2004: 6).
12 Este título es parte de una expresión que escuché a un docente qom en la capacitación
masiva a la que asistí en Chaco. Con esta afirmación el docente aludía a lo que podía suceder si
las niñas y jóvenes indígenas acudían a la escuela en momentos en que estaban menstruando.
Es importante destacar que dicha frase se explica en el contexto de la discusión del taller.
Todas las voces entrecomilladas de este apartado son parte de ese espacio de trabajo y de los
debates generados en su interior. Está presente –y para continuar con la reflexión– el hecho
de que los capacitadores/as pueden no conocer estas dinámicas culturales e incluso pueden
negarlas conciente o inconcientemente como posibilidad previo al dictado del taller. Quizás
sea interesante pensar en espacios de formación de formadores previos a las instancias de
capacitación en territorio, ya que contamos con amplios estudios e incluso experiencias de los
mismos docentes aborigenes que plantean para toda la región del Gran Chaco y de diferentes
maneras, cómo la interacción con el mundo no humano debe estar regulada porque los dueños
son excesivos, anómalos y están fuera de toda sociabilidad ordinaria. Seguir los órdenes de la
tradición tiene que ver con el pacto que debe establecerse con el mundo no humano, fecundo
pero al mismo tiempo peligroso, inmoderado, voraz y superabundante (López, s/f).
13 Comunicación personal.
123
Gabriela Nacach / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 116-136
14 Esto es algo que también ocurre en las organizaciones indígenas y en muchos espacios
de participación indígena que he presenciado; incluso de dirigentes que comienzan a formar
parte de los estamentos del Estado en educación, como es el caso de la provincia de Chaco.
Suelen escucharse frases que remiten a la pureza indígena, a momentos de un tiempo pasado
siempre idílico respecto de un presente que en muchas ocaciones se constituye como tal con
la Conquista de América o la consolidación del Estado, hacia fines del siglo XIX. Símbolos de
opresión histórica más allá de los sujetos que trabajan en el presente, estas formas de inscribir
su propia alteridad frente al Estado tiene que ver también, con la necesidad de reafirmar una
identidad por oposición.
15 Son muchos los trabajos que exploran las regulaciones pasadas y presentes en torno a la
primera menstruación en grupos del Chaco, especialmente qom. Entre otros, Gómez (2006);
Citro (2008); Gómez C. (2010).
124
Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
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126
Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
como una riqueza más que una división entre las mujeres. Tratábamos de evidenciar la
legitimidad de cualquier pensamiento y el derecho a existir y ser respetado” (Menna et al.,
2014:13).
18 Esta afirmación forma parte del registro de una mesa nacional de ESI realizada en la provincia
de Salta. Lo interesante que aparece aquí es cómo una discusión mucho más amplia que giró
en torno a una práctica de iniciación conocida como la rameada, práctica que aún subsiste
en algunas comunidades kolla de la región y que consiste en la decisión de los hombres de
elegir e iniciar sexualmente a las jóvenes sin necesario consentimiento y a menudo de manera
violenta, se incorpora en el registro con una sola frase que identifica o la imposibilidad o la
negación para tratar determinadas prácticas guiadas por el consentimiento de la costumbre.
Incluso cuando, como fue este caso, la discusión sobre esos consentimientos “de antes” había
sido deconstruido desde la misma comunidad a partir de una producción audiovisual que se
proyectó en dicha mesa de trabajo.
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19 Mirada que cuenta, además, con la anuencia de algunos casos que han adquirido cierta
notoriedad mediática y marketing antropológico. Requerimos de discusiones más serias en
lo referente a la relación universalismo-particularismo así como en avanzar en mecanismos
más abarcativos y verdaderamente genuinos en lo que respecta a las politicas públicas
interculturales en donde, además de la educación, se involucren la salud y la justicia, por no
mencionar la cuestión territorial.
20 Para un sugerente análisis sobre un término tan utilizado y tan ambigüo como el de
identidad remito a Restrepo (2007). Es interesante ver cómo, finalmente, las marcaciones
respecto de las identidades y alteridades descansan en una mirada decimonónica de cultura,
que a su vez la reduce como sinónimo de identidad. Nos debemos amplios debates sobre
cómo desandar estas clasificaciones y representaciones que reposan en un acto de “violencia
epistémica” (Restrepo, 2007) y que no permiten entender la cultura así como las identidades
como procesos en cuya base está el dinamismo.
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Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
21 La historicidad local supone que la unidad del grupo se re-negocia en función de las
coyunturas específicas. Gómez (2014). Comunicación personal.
22 Por razones de espacio y de elaboración no me detendré aquí en los objetivos y en la
estrategias específicas a desarrollar, que por otro lado ya han sido presentadas para su
discusión en los espacios correspondientes. Queda planteada la necesidad de profundizar
sobre este tópico en futuros trabajos.
23 En este sentido, coincido con Boaventura de Souza Santos (2002) para quien la conversación
transcultural implica que cada pueblo esté dispuesto a exponerse a que el otro le muestre las
debilidades de sus concepciones y le apunte las carencias de sus sistemas de valores.
24 Marieta Quintero (2014). Comunicación personal.
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A modo de cierre
25 Con este término no hago referencia a la existencia de cuestiones que no deben trabajarse. Muchas
veces los irrenunciables tienen que ver con las resistencias, tabúes y prejuicios que parten de la
sociedad no indígena. En todo caso, la introducción de la palabra se sustenta en el particular
interés que tiene este escrito de generar espacios de trabajo colectivos para pensar en nuevas
estrategias y metodologías de abordaje cuando, además, se trata de grupos atravesados por
múltiples colonialidades que exceden los patrones de deconstrucción meramente occidental.
26 Comunicación personal.
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Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
Agradecimientos
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Gabriela Nacach / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 116-136
Bibliografía
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Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
Gómez, Cecilia (2010). “La luna y la feminidad entre los tobas del oeste
formoseño (Gran Chaco, Argentina)”, Campos. Revista de Antropología
Social, Vol. 11, N° 1, pp. 47-64.
133
Gabriela Nacach / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 116-136
Hale, Charles (s/f ). “In praise of ‘Reckless minds’: Making a case for ac-
tivist anthropology”, Working Anthropology in the 21st Century, Oxford
Berg.
López, Alejandro (s/f ). “Las texturas del cielo. Una aproximación a las
topologías moqoit del poder”, s/f. [en línea] Dirección URL: http://flac-
so.org.ar/wp-content/uploads/2014/05/Las-texturas-del-cielo.-Una-
aproximaci%C3%B3n-a-las-topolog%C3%ADas-moqoit-del-poder-
de-Alejandro-L%C3%B3pez.pdf, acceso 13 de julio de 2014.
134
Los mensajes de la capacitación: un posible abordaje de la Educación Sexual Integral...
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ARTÍCULOS
ARTÍCULO
Grimson, Alejandro (2015). “Crisis y alteridad en las configuraciones cultura-
les”, Etnografías Contemporáneas, 1 (1), pp. 140-160.
Resumen
Este artículo explora posibles significados y usos del término crisis en los aná-
lisis antropológicos así como en otros estudios que busquen comprender las
dinámicas culturales. Propondremos un uso restringido del término y critica-
remos el abuso de la noción de crisis. Una crisis sólo podría ocurrir en un con-
texto y para considerar las crisis culturales explicaremos por qué proponemos
entender ese “contexto” como marco y configuración. Una crisis cultural des-
estabiliza, en algún grado, las tensiones entre homogeneidad y heterogeneidad
relativamente instituidas en cualquier espacio social. A la vez, una crisis puede
amenazar el lenguaje mismo de una comunidad.
Palabras clave: crisis, configuración, marco, cultura.
Este artículo explora posibles significados y usos del término crisis en los
análisis antropológicos, así como en otros estudios que busquen com-
prender las dinámicas culturales. Como se verá, propondremos un uso
restringido y lo más preciso posible, en contraposición a una tendencia
que diagnostica con excesiva facilidad las crisis. Ese abuso evidente del
término crisis lo vacía de significado, lo convierte en un concepto inútil.
Para poder trabajar en las características específicas de disrupción que
implica un fenómeno de este tipo, deberemos establecer algunas cues-
tiones respecto de cualquier supuesta “normalidad”. Para ello, de modo
extremadamente sintético, retomaremos la noción de configuración.
Una crisis solo podría ocurrir en un contexto, y para considerar las cri-
sis culturales explicaremos por qué proponemos entender ese “contexto”
como marco y configuración. Una crisis cultural desestabiliza, en algún
grado, las tensiones entre homogeneidad y heterogeneidad relativamen-
te instituidas en cualquier espacio social.
Las sociedades en las que vivimos son constitutivamente heterogé-
neas. Al pensar en nuestras naciones, esto es muy evidente. Aparecen
criterios regionales, étnicos, de clase, de género, de edad. Si pensamos
en un estado, provincia o departamento, también habrá diferencias y
desigualdades. Ni siquiera pensemos en una ciudad, sino en el barrio
más homogéneo que podamos concebir. Podrá tener homogeneidad de
clase o étnica, pero incluso en ese contexto reducido hay heterogeneidad
y desigualdad al menos de género y de edad. Incluso en las sociedades
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Crisis y alteridad en las configuraciones culturales
4 Esta afirmación, que desarrollo extensamente en mi libro Los límites de la cultura, ha sido
abordada por una gran cantidad de importantes antropólogos, desde Troulliot hasta Abu-
Lughod, desde Hannerz y Appadurai hasta Ortner y Rosaldo. Uno de los rasgos presentes en
muchas definiciones clásicas se refiere a los hábitos o costumbres. Retraducido a un concepto
de habitus en el sentido de Bourdieu, cierto tipos específicos de crisis implican una crisis del
hábito y el habitus.
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Fronteras
Cuando nos preguntamos cuáles son las fronteras culturales del mundo
contemporáneo, no debemos presuponer que serían límites que distin-
guen grupos homogéneos. Son límites que separan configuraciones he-
terogéneas y desiguales. Los grupos, sociedades y movimientos institu-
yen fronteras de significación de tal manera que las heterogeneidades y
conflictos adquieren sentidos diferentes a un lado y otro de esos límites.
Si tomamos cualquier país de América Latina o Europa, se trata de
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Crisis y alteridad en las configuraciones culturales
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Crisis
Explorar una noción de crisis nos llevará a establecer sus relaciones con la
noción de configuración. Una revisión de los usos frecuentes de la noción
de crisis de las ciencias sociales parece revelar ciertos problemas per-
sistentes. Primero, las concepciones puramente objetivistas de la crisis.
Segundo, el carácter negativo de la noción de crisis. Tercero, la presun-
ción teleológica sobre toda crisis, la idea de que tiene un cierto destino.
Es sencillo encontrar definiciones objetivas de crisis económicas, po-
líticas o sociales. Cada una establece indicadores, generalmente cuanti-
tativos. Así, la crisis económica puede asociarse a la reducción del PBI
o cualquier otro indicador, la crisis política se refiere a una inestabilidad
institucional y la crisis social deriva de indicadores de desocupación, po-
breza o mortalidad infantil. Cabe hacer notar que todos esos indicadores
objetivos resultan de complejos procesos de producción y de una serie de
convenciones. Pero el punto que nos interesa es otro.
Si analizamos las crisis de confianza en la economía, las crisis de con-
fianza en la política, las crisis de representación o legitimidad social, la
angustia social ante injusticias o desigualdades intolerables, en todos
estos casos, estamos hablando también de una dimensión cultural. Un
índice inflacionario puede ser percibido como indigerible en un país
y no tan grave en otro con una historia diferente. De la misma forma,
cifras de pobreza o desempleo tienen valoraciones distintas en configu-
raciones culturales diferentes.
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Crisis y alteridad en las configuraciones culturales
6 En un texto ya clásico y muy polémico en otras aristas, Germani afirmaba que “la palabra
crisis no debe tomarse necesariamente en un sentido pesimista”, ya que “significa que nos toca
vivir en un período de cambios rápidos, radicales, en una vertiginosa transformación no sólo de
las circunstancias que nos rodean, sino de nosotros mismos, de nuestras formas de pensar y
de sentir” (1966: 233).
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Crisis y alteridad en las configuraciones culturales
de crisis cultural. Me refiero a una crisis en los sentidos comunes, una cri-
sis semiótica. Vale la pena explicar que las sociedades no podrían funcio-
nar sin una “conciencia práctica” (Giddens, 2000), sin un sentido común
(Gramsci, 1986) que se ha sugerido que es aquello que articula todo el resto
de los sentidos (Nun, 2015). Cuando se imponen nuevos juegos de lenguaje
(Wittgenstein, 2012) y otros parecen diluirse. Cuando las relaciones entre
lo hegemónico, lo emergente y lo residual (Williams, 1980) se trastocan.
Una crisis cultural se abre cuando el automatismo de la vida cotidiana
se interrumpe en alguna dimensión crucial. Entre esas dimensiones cru-
ciales puede estar la vida urbana, la vida económica, la vida política y los
sentimientos comunitarios de pertenencia. En este último aspecto, una de
las modalidades de la crisis cultural es la crisis identitaria de una sociedad.
Señalar una crisis, dijimos, es enfatizar un cambio de marco. Todo
lo que sucede tiene un nuevo marco, todo adquiere un nuevo sentido.
Evidentemente, se trata de un fenómeno objetivo en el sentido de que
es independiente de nuestra voluntad, al tiempo que es de carácter sub-
jetivo porque afecta las percepciones y significaciones sociales. Por eso,
una característica crucial de la crisis cultural es su carácter intersubjetivo.
Ninguna crisis económica, política o social es necesariamente una
crisis cultural, pero cualquiera de ellas puede imbricarse con esta última.
Sin embargo, puede haber otros factores que intervengan. Por ejemplo
un atentado considerado terrorista, la veloz depreciación de la moneda,
un paisaje social novedoso marcado por el desempleo, o incluso eventos
naturales como un terremoto, un tsunami, o cualquier catástrofe.
Una crisis cultural generalmente no actúa por acumulación en el
tiempo, como en el caso de las recesiones leves. Se abre con un aconte-
cimiento, una irrupción inesperada.
La noción de “crisis crónica” alude a una sedimentación de la crisis,
a la previsibilidad, que es lo contrario de lo que pretendemos significar
con crisis cultural. En todo caso, puede haber situaciones económicas o
sociales críticas sin que haya crisis semiótica. ¿Qué significa esto? Que
si el hambre, la exclusión, la desnutrición, la muerte devienen en un
tiempo-espacio una rutina, puede suceder que se instituya una “cultura
de la crisis” que no es lo mismo que una “crisis en la cultura”. Porque la
crisis cultural es la ruptura de la sedimentación, mientras que la cultura
de la crisis es la sedimentación de la anomalía.
Si la noción de crisis, en el lenguaje social, es cotidiana, rutinaria, eso
implica que atraviesa los modos de significación social y por lo tanto
deja de ser de orden disruptivo. Esta modalidad atraviesa a algunas so-
ciedades durante lapsos de tiempo relativamente prolongados y termina
constituyendo una cierta configuración cultural, un marco de interpre-
tación y comunicación. Pero ese marco de crisis estable o recurrente
puede, a su vez, ser interrumpido por un acontecimiento inesperado.
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9 Huntington venía afirmando que los imperios solo logran sobrevivir si tienen un “otro” y que
los Estados Unidos tenían un problema: el otro soviético había desaparecido. Y la única forma
de prolongar se poder era construir otro y analizaba las diferentes opciones, concluyendo
que iríamos a un mundo del “choque de civilizaciones”, culturas y religiones. Si alguien no
comprender la noción de performatividad, la traducción del diagnóstico de Huntington en
estrategia geopolítica concreta resulta un ejemplo asombroso. Exagerando las cosas, podría
decirse: Huntington lo hizo. Una parte poderosa del mundo lo lee en los términos por él
propuestos y actúa en consecuencia.
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Redefiniciones de comunidad
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Bibliografía
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ARTÍCULO
Restrepo, Eduardo (2015). “El proceso de investigación etnográfica: Consi
deraciones éticas”, Etnografías Contemporáneas, 1 (1), pp. 162-179.
Resumen
A partir de dos tipos ideales que representan la antítesis de la posición ética es-
perable en un investigador (el etnógrafo-asaltante y el etnógrafo-indiferente),
se argumentan los límites y desafíos de una posición ética implicada en la prác-
tica etnográfica contemporánea. En contraste con estas figuras del etnógra-
fo-asaltante y la del etnógrafo-indiferente, mi planteamiento es que cualquier
tipo de investigación etnográfica, y no solo en estas que hay una identificación
con las luchas de los sectores subalternos, las consideraciones éticas suponen
esta figura del etnógrafo-comprometido.
Palabras clave: ética, etnografía, compromiso.
El proceso de
investigación etnográfica
Consideraciones éticas
Introducción
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164
El proceso de investigación etnográfica: Consideraciones éticas
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Eduardo Restrepo / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 162-179
Imágenes dicientes
Hay imágenes que, por el impacto que producen en quien las obser-
va, logran transmitir con fuerza un planteamiento. Hace algunos años,
nos cruzamos con dos dibujos que pueden ayudar a introducir nuestra
pregunta por la ética en el proceso de investigación etnográfica. En el
primero, se ve a un personaje que puede ser un turista o un investigador
con una desproporcionada cámara fotográfica tomándole una fotografía
a una persona, que por su vestimenta, parece ser un “indígena” o “nativo”,
y quien ante la enorme cámara y claramente asustado ha levantado las
manos como si se tratase de un asalto (ver figura 1).
En este dibujo se ilustra la situación de una abierta actitud de intro-
misión de un investigador foráneo y aparentemente recién llegado que,
en su pretensión de registrar fotográficamente lo que le interesa, se en-
cuentra intimidando a un poblador local que es fotografiado al parecer
sin haberle solicitado su consentimiento. El dibujo refiere a una relación
vertical, pues mientras quien toma la foto parece estar en control de la
situación, quien es fotografiado es tomado por sorpresa y no parece estar
muy cómodo ni en control de la situación. El dibujo presenta la cámara
fotográfica de un tamaño desproporcionado, lo cual se puede interpre-
tar como una metáfora de lo intimidante de la situación para quien es
fotografiado no solo por lo extraño que puede ser aquel aparato, sino
también por la agresión que siente al ser convertido en un objeto para la
mirada del investigador.
Ahora si tomamos esta imagen como una alegoría de la investigación
etnográfica, no quisiéramos que se entendiera, en el marco de una visión
convencional, que la etnografía solo opera en una relación con otros
distantes de Occidente (que usualmente eran adjetivados de “sociedades
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Figura 1
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2 El artículo en el que aparece el dibujo fue titulado: “La investigación social: ¿para quién?,
¿para qué?, ¿cómo?” (Revista Kabuya N° 9, 15 de abril de 1999).
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Figura 2
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Diseño de la investigación
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El proceso de investigación etnográfica: Consideraciones éticas
Trabajo de campo
3 Más adelante volveremos sobre lo del compromiso como una dimensión ética de la
investigación etnográfica. Por ahora, es importante señalar que no entendemos compromiso
desde una concepción estrecha en la que los objetivos de toda investigación etnográfica deben
subsumirse a los intereses de la gente con la que se realiza la investigación.
171
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4 Algunos pueden argumentar que estas prácticas de ocultamiento son relevantes, ya que si las
personas saben que están siendo grabadas no van a comportarse ni decir lo mismo, por lo que
estos aparatos son perturbadores de las interacciones sociales que se dan sin su presencia
(Hammersley y Atkinson, 1994: 85-87). En lo que a nosotros respecta, no compartimos esta
posición, puesto que no hay ninguna razón que matice la transparencia de la investigación.
Ahora bien, si de todas maneras lo han hecho, al menos una vez terminada la conversación o
tomadas las imágenes debe contársele a la persona y preguntarle si prefiere que se borre o no
el material así registrado.
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El proceso de investigación etnográfica: Consideraciones éticas
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ética y política por parte del investigador, siempre existe el riesgo de tratar
a las personas que estudiamos como simples objetos, como simples me-
dios para avanzar nuestros objetivos laborales o académicos.
Otras dos importantes consideraciones éticas para la fase del trabajo
de campo son el no generar falsas expectativas y el respetar los ritmos y
cotidianidad de las personas. Con respecto a lo primero, es reprochable
éticamente mentirles a las personas con quienes realizamos el estudio
sobre posibles beneficios o retribuciones ficticias que tendrían como re-
sultado de su participación en la investigación. Este tipo de estrategias,
que pueden facilitar el acceso y la disposición de las personas durante el
proceso de investigación, constituye un engaño y un abuso de su buena
voluntad. Si se ha contemplado algún tipo de retribución, o si en el
proceso de presentación a las organizaciones se ha llegado a un acuerdo
al respecto, es vital cumplir con lo pactado. No obstante, en términos
generales es bien problemático éticamente lo del pago en dinero por la
información recibida, sobre todo si esto se hace como un contrato con
unos individuos específicos al margen de decisiones colectivas.
El segundo, el respeto por los ritmos y cotidianidad de las personas,
supone no perder de vista que el etnógrafo debe tratar de no interrum-
pir innecesaria e irrespetuosamente ni, mucho menos, violentar con su
presencia a quienes lo han recibido. Debemos ser sensibles a los ritmos
de las personas para saber cuándo y cómo es mejor hacer las preguntas,
solicitar por información o adelantar las observaciones que nos intere-
san. Ser cautelosos y pacientes es una buena estrategia. El primer dibujo,
el del investigador con la enorme cámara fotográfica, es precisamente
la personificación de la actitud contraria que amerita ser cuestionada
éticamente. Por ningún motivo, la obtención de los datos durante el
trabajo de campo puede estar por encima del respeto por la dignidad e
intimidad de la gente, no puede implicar ningún tipo de agresión física
o simbólica. Es éticamente reprochable obtener información a costa de
importunar y violentar la vida de las personas estudiadas.
Análisis y presentación
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Conclusiones
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Bibliografía
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Artículo
Sahlins, Marshall (2015). “Sobre la cultura del valor material y la cosmografía
de la riqueza”, Etnografías Contemporáneas, 1 (1), pp. 181-226.
Resumen
Este trabajo trata el tema del valor y de cómo la economía fracasa como ciencia
del valor al desterrar la cultura al estatus de los “valores exógenos.” Esta tesis es
demostrada recurriendo a un estudio de índole antropológica sobre el origen
externo de la riqueza. Algunas de las conclusiones: el dinero (“propiedad má-
gica”) como un medio antes que como una antítesis del parentesco extendido;
la rareza como función del valor antes que el valor como función de la rareza; y
otras contradicciones de esta clase propias de la “sabiduría equivocada”.
Palabras clave: economía, valor, moneda, alteridad, Mauss, Polanyi.
Abstract “On the culture of material value and the cosmography of riches”
Herein is a discourse on value and how economics fails as a science thereof by
banishing culture to the status of “exogenous factors.”The argument is demons-
trated by an ethnographically informed study of the external origins of riches.
Among the conclusions: money (“magical property”) as a means rather than
the antithesis of extended kinship; scarcity as a function of value rather than
the value of scarcity; and other such contradictions of the deceived wisdom.
Keywords: economics, value, money, alterity, Mauss, Polanyi.
En la medida en que sea una ciencia en el sentido actual del término, toda ciencia que, como la economía, trate
acerca de la conducta humana, se convierte en una investigación genética del esquema de vida humano; y en
los casos en que, como en la economía, el tema de la investigación es la conducta del hombre en sus relaciones con
los medios de vida materiales, la ciencia es necesariamente una investigación sobre la historia de la civilización
material (…). Esto no quiere decir que la investigación del economista aísle la civilización material de
todas las otras fases y direcciones de la cultura humana, y de esta manera estudie las mociones de un “hombre
económico” concebido en abstracto. Al contrario, toda investigación teórica sobre esta civilización material
que sea adecuada a cualquier finalidad científica no puede ser desarrollada si no considera esa civilización
material en sus relaciones causales, es decir genéticas, con otra fases y direcciones del complejo cultural; si no la
estudia tal como ella es afectada por las otras líneas del crecimiento cultural y tal como ella, a su vez, afecta a
estas otras líneas.
Thorstein Veblen, “Las limitaciones de la utilidad marginal”
1 Publicación original de este artículo: “On the culture of material value and the cosmography
of riches”, HAU: Journal of Ethnographic Theory, Vol. 3, Nº 2, 2013, pp. 161-95. Etnografías
Contemporáneas agradece al equipo editorial de la revista HAU y a Marshall Sahlins por ceder
los derechos del artículo para su publicación en español. Traducción de Gerardo Losada.
2 Profesor emérito de antropología en la Universidad de Chicago, editor ejecutivo de Prickly
Paradigm Press y autor de numerosos libros, que incluyen, por ejemplo: Islands of history;
How “natives” think: About Captain Cook; Apologies to Thucydides: Understanding history as
culture, and vice versa; y What kinship is—and is not, todos de University of Chicago Press.
Otro libro, provisoriamente titulado The stranger–king; or, the powers of otherness, está en
preparación. Department of Anthropology, University of Chicago (1126 E. 59th St. Chicago, IL
60637, EE. UU.). Contacto: msahlins@uchicago.edu.
181
Marshall Sahlins / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 181-226
Hay suficientes noticias en los periódicos que prueban que “la econo-
mía” es una cosificación de las relaciones y las fuerzas histórico-cultura-
les. Esas noticias bastarían para probar que la ciencia económica, como
la antropología, de la cual es un aspecto, es una síntesis sistemática de
contingencias históricas de estructura cultural, aun cuando esto reque-
riría que los economistas abandonen su infructuoso intento de separar
“la (así llamada) economía” de los “(así llamados) factores exógenos” que
realmente la determinan. Que la determinan a diario, como en estos
informes de una edición seleccionada al azar del New York Times (30 de
junio de 2011):
Una gran parte del sistema productivo [egipcio] es manejado por el gobierno, y
está congelado, incluyendo las panaderías que fabrican el pan subsidiado, –dijo
Hada Yusaf, un economista del Foro Árabe para las Alternativas– (…). Y el do-
mingo se conocieron casos en que los precios de los alimentos ya estaban au-
mentando (…). El efecto se dejó sentir inmediatamente en los negocios porque
muchas transacciones se realizan por internet.
182
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
del transporte mundial de petróleo, y los hechos ocurridos en ese lugar pueden
tener un impacto descomunal en los precios globales de la energía.
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Marshall Sahlins / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 181-226
3 Deirdre McCloskey escribe que, aunque Adam Smith tomó en serio su teoría y su cátedra
de los sentimientos morales, con la consideración de un abanico de motivaciones humanas,
sus sucesores, comenzando con Jeremy Bentham & Co., “vinieron a creer que una prudencia
secular, llamada “utilidad”, es la que manda. En el siglo XX vinieron otros como Paul
184
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
Samuelson, Kenneth Arrow, Milton Friedman y Gary Becker, “buena gente, grandes científicos,
maestros apreciados y amigos míos: Pero su confusa propugnación de la prudencia sola fue
una catástrofe para la ciencia que había inaugurado Adam Smith” (2006: 119). Ver también
Harcourt (2011), Kaul (2011), Reddy (1994), y Zelizer (2011), entre muchos otros.
4 Por ejemplo, los motivos que subyacen a los canjes en matrimonios o funerales, o a los canjes
de otro tipo, implican una fuerte respuesta a situaciones sociales complejas. Pero estas pueden
ser consideradas como parte de una elección económica racional, si una preferencia por otros
tipos de ventaja o satisfacción que el mero incremento de la riqueza son considerados como
legítimos, con vistas al valor de obtener y mantener la cooperación social (Firth 1950: 331).
5 Una crítica fundacional de la teoría de la elección racional, que incluye muchos de los temas
aludidos arriba, en: Godelier (1972).
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Marshall Sahlins / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 181-226
6 Sobre la tautología implicada en esa explicación: “Es posible definir los intereses de una
persona de tal manera que todo que lo haga, no importa qué, pueda ser visto como una
promoción de sus propios intereses en cada acto particular de elección (…). La reducción
del hombre a un animal que se autobusca depende en este enfoque de una definición
cuidadosa. Si se observa que usted elige x y rechaza y, se declara que usted ha “revelado”
una preferencia por x respecto de y (…). Con esta definición es difícil que usted no aparezca
como maximizando su utilidad, excepto que incurra en una incoherencia (…). Pero si usted es
coherente, entonces, no importa si usted es un egoísta resuelto o un altruista delirante o un
tipo de militante consciente, usted aparecerá como maximizando su propio beneficio en este
mundo encantado de definiciones” (Sen 1977: 322-323).
186
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
El reino de los fines coincide con los fines legítimos de cada hombre, y así los
valores son invertidos de arriba a abajo. Lo que todavía se llama “sociedad” es
el medio, la vida de cada hombre es el fin. Ontológicamente, la sociedad ya no
existe, no es más que un dato irreducible, que de ninguna manera debe con-
trariar las demandas de libertad e igualdad. Por supuesto, lo de arriba es una
descripción de valores, una visión de la mente. Una sociedad, en los términos
en que la concibe el individualismo, nunca existió en ninguna parte por la razón
mencionada, es decir, que el individuo vive de ideas sociales.
7 Todos, los valores y las normas sociales, son, para Becker, “inútiles explicaciones ad hoc de
la conducta” (citado en Zelizer, 2004: 365).
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Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
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El oro no es (…) inanimado, está imbuido de una fuerza de vida que es tan nece-
saria para la recreación de los procesos de vida como el arroz y las mujeres (…)
el oro en sí mismo tiene un poder promotor de vida: solo el oro, entre las cosas
del mundo lionés, no muestra signos de envejecimiento, su brillo continúa a tra-
vés de las edades (…). Sugiero que hay un vínculo conceptual entre el oro rojo
[el tipo más valioso], sangre y mujeres. lo cual todo junto potencia la significación
del oro como la parte vital del intercambio de alianzas. (…) El oro y las mujeres
se constituyen recíprocamente dentro del dominio semántico del flujo de vida.
196
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
tierras bajas del Sudeste asiático tenían que tratar con los habitantes de
las tierras altas, los cuales, si carecían de civilización, “eran vistos como
los habitantes originales que tenían con frecuencia una relación espe-
cial (si bien servil) con los jefes costeros y poseían poderes misteriosos,
incluso mágicos, sobre las fuerzas sobrenaturales del bosque y el mar”.
Hablando sobre las relaciones de intercambio entre los estados tai y
las gentes de las tierras altas, a los cuales consideraban kha o “siervos”,
David Turton observa que existía una cierta atracción mutua e incluso
un cierto respeto mutuo –como si fueran poderes de vitalidad humana–.
Pues los tai, que estaban en el centro, también deseaban “los recursos,
el poder y la potencialidad, el ‘poder foráneo’ de la periferia, la selva, el
bosque. Ambos, el centro y la periferia buscan restablecer ‘la vitalidad’
en el intercambio de poderes” (Turton, 2000: 25-26; ver también Gesick
1983: 1-2).
Del Oeste norteamericano nativo llegan informes sobre la riqueza
en conchas de dentalium (colmillos de mar) obtenidas del lejano reino
espiritual del “País de los dentalium” o “Casa de las moneda”, que son
usadas igualmente en pagos locales a cambio de poderes vitales, particu-
larmente el precio de una novia y el Weregeld. Bushnell y Bushnell hacen
un resumen de las fuentes principales, sobre todo de Alfred Kroeber
([1925] 1976) sobre los yurok:
Aunque los hombres anhelan y se esfuerzan por los dentalia (…) es claro que
este muy preciado objeto terrenal pertenecía en última instancia a los dioses y
participaba de las cualidades mágicas y divinas de estos. En el caso de los yu-
rok, Kroeber remite al País de los Dentalium (también traducido como la Casa de
los Dentalium y Casa de la moneda) a través del océano, en el norte del mundo,
donde la danza ceremonial nunca cesa. Además de los dentalia, la mayoría, si
no la totalidad de los objetos más apreciados y altamente valuados (…) están
íntimamente vinculados con el mundo de los inmortales y emiten característi-
camente un poder sobrenatural que redunda en la buena fortuna y la salud de
quienes los poseen (Bushnell y Bushnell, 1977: 123, 128).
197
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Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
‘cercanos a los dioses’” (1987: 154). De ahí que durante una larga tradi-
ción, “la moneda es de origen extranjero, celestial o mágico, al venir de
países lejanos, de barcos visitantes, de los ojos de los dioses en el cielo o
de peces mágicos de las profundidades del mar” (Parmentier, 2002: 67).
En especial las monedas vienen del cielo, pero en el convincente análisis
de Parmentier, el punto significativo es su situación en un locus decidi-
damente no histórico, con lo cual confirma su cualidad trascendente,
y, así, hace que el sistema jerárquico sea resistente a las contingencias.
Aquí nuevamente la moneda está comprometida en la construcción del
gran orden de la sociedad: comúnmente, en las transacciones mediante
las cuales los maridos compensan a los parientes matrilineales de sus
mujeres por el alimento y los servicios que ellas suministran y, de suma
importancia, en la circulación y/o secuestro de monedas de mayor va-
lor entre los caciques. El aumento del propio ser está en juego incluso
en los intercambios ordinarios entre parientes políticos, en la medida
en que el regalo de un objeto valioso que hace un marido acrecienta
el estatus de la mujer y sus hijos dentro de su propio grupo, y eleva la
posición del marido entre los otros hombres (ver también Smith, 1983).
Junto a las prestaciones entre parientes políticos en la elite, la moneda
de alto valor pasa mayormente de una casa a otra o se asienta en ellas,
a través de distintas transacciones emprendidas con un ojo puesto en la
recuperación, mantenimiento o elevación de las posiciones dentro del
orden político mayor. De ahí la observación de Parmentier (2002: 76)
de que la moneda “es un diagrama creativo del sistema social jerárquico
de Palaos”. La prueba es que mientras el sistema social de Palaos, como
todos los demás, está sujeto a fluctuaciones contingentes respecto de las
condiciones de su reproducción, la moneda ancla este proceso, “al ser a
la vez la encarnación sedimentaria del poder concretado y el mecanismo
transaccional para su obtención. Al monopolizar el intercambio de los
símbolos del valor cuyos orígenes se ubican en las fuerzas celestiales
y materiales, los detentadores de dignidades en los siglos anteriores al
contacto con Occidente consolidaban su privilegio mediante una auto-
ridad sagrada, extranjera y mágica” (2002: 76).
Los manambu de Sepik central en Nueva Guinea consideran la com-
pra de objetos de ritual, mitos y culto a sus vecinos iatmul como no
menos poderosa desde el momento que, como relata Simon Harrison
(1990: 78), “los manambu asocian de muchas maneras a los iatmul con
el mundo invisible de los espíritus” (1990: 78). Incluso hay palabras de
la lengua iatmul que figuran en todos los registros lingüísticos de las
ceremonias y los relatos de mitos de los manambu, porque para los oídos
de estos, “la lengua iatmul es muy evocativa del mundo de los mitos y de
la cosmología totémica concebido como un todo”. Más que cualquiera
de sus otros vecinos, los iatmul “encarnan (…) aquel otro orden oculto
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Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
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La capacidad de las conchas para atravesar los límites es central para su signifi-
cado en muchas culturas de Melanesia. Los kwaip (…) son extraordinarios en la
fabricación de su moneda primaria a partir de conchas locales, e incluso también
usan monedas importadas de otros lugares. Los Grandes Hombres melanesios
demuestran su habilidad al obtener conchas foráneas, a veces silvestres, que
son consideradas esenciales para la reproducción social local, y al controlar
las redes a través de las cuales viajan. La necesidad de conchas foráneas para
lograr la reproducción social local puede representar una contradicción pertur-
badora en sociedades donde la autonomía es altamente valorada.10
202
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
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Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
como los nuer (el totemismo y el animismo como dos caras de la mis-
ma ontología). Además, mediante las vacas particulares dedicadas a un
linaje o a espíritus personales, o a los muertos, los nuer son capaces de
comunicarse ritualmente con esos seres trascendentes y recibir benefi-
cios de ellos. Aquí uno se acuerda de la caracterización del ganado citada
por Jean y John Comaroff (1990: 206), “dioses de nariz mojada”. Los
Comaroff también nos revelan cómo la identidad intersubjetiva entre
los humanos y el ganado funciona políticamente, como en el caso de
los animales adjudicados por los caciques a los pastores integrantes de
su clientela: “Para un hombre tener un animal que perteneció (o había
alguna vez pertenecido) al jefe significaba la presencia del soberano mis-
mo en medio de las pertenencias personales del beneficiado”. Atender
ese animal equivalía a honrar al cacique y, por extensión, al cacicazgo y
la política encarnada en él. El ganado, en resumen, naturalizaba la auto-
ridad soberana y le otorgaba una cualidad duradera” (1990: 205). Como
forma de pago social y reserva de valores dadores de vida, el ganado
cumple en estas sociedades las funciones de establecer las alianzas, la
jerarquización y la pacificación que, como ya hemos visto, cumplían en
otras sociedades los objetos de lujo foráneos. A juzgar por otro pasaje
muy conocido de Evans-Pritchard, el ganado, como una forma de hecho
social total, sería una condición de posibilidad de la sociedad: “Los nuer
tienden a definir todos los procesos sociales y las relaciones en términos
de ganado. Su idioma social es un idioma bovino” (1940: 19).11 Estas
observaciones sobre los valores del ganado y de la caza confirman la
observación de Jane Guyer (1993: 257) de que la captura era un modo
generalizado de adquisición de riquezas en África, “más importante en
esas economías de lo que nuestra imagen de ‘producción’ puede abarcar”.
Siguiendo a Jan Vansina, ella afirma que las jerarquías estaban marcadas
por las cadenas de distribución del botín de caza, entonces muy valo-
rado. También cita informes procedentes de la zona beti-fang, donde la
gente dice: “Hicimos la guerra para conseguir riqueza, para tener muje-
res y soldados”. Aquí, la misma idea de poder incluía la adquisición de
la fuerza mágica de otra persona mediante la guerra, es decir, mediante
la captura (1993).
Tal vez, estos informes sobre el tráfico de bienes extranjeros que
encarnan poderes del otro mundo son suficientes para demostrar la
extensión de esa práctica. Porque se trata de un fenómeno induda-
blemente generalizado. Se podrían mencionar muchos otros ejemplos
205
Marshall Sahlins / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 181-226
bien conocidos: la moneda de piedra de los yap, los wampum del Este
norteamericano, los gongs y los tambores de bronce del Sudeste asiá-
tico, las monedas de concha, de tela, hierro y cobre del África ecuato-
rial, las monedas de plumas rojas de Santa Cruz. En todo caso, sería
muy fácil añadir más de lo mismo, gracias a la notable serie de obras
escritas por Mary Helms (1988; 1993; 1998), llenas de docenas de
ejemplos etnográficos e históricos procedentes de todo el planeta.
Especialmente Craft and the kingly ideal, que es una extensa demostra-
ción de la tesis de que la realeza está “asociada con espacios distantes
colmados de poder que portan connotaciones ancestrales y divinas; y
con la adquisición, a partir de ese mundo exterior, de recursos valiosos
y beneficiosos para la sociedad local y que incrementan la fama, la
gloria y la autoridad real” (Helms, 1993: 3). Aquí está, sin duda, toda la
economía política de la alteridad:
Los que crean y adquieren bienes y beneficios en una dimensión del exterior
cosmológico no solo suministran bienes y beneficios per se, sino también están
presentando pruebas de que ellos también poseen o disponen de las cualidades
e ideales especiales que generalmente se esperan de aquellas personas que
son, también ellos, “creadores segundos”. La prueba de conexiones inalienables
con lugares de origen cosmológico trasmite una cierta sacralidad que se traduce
fácilmente en legitimidad política-ideológica y facilita el ejercicio exitoso del po-
der. Este es, en síntesis, el motivo por el cual en las sociedades tradicionales los
que buscan o detentan posiciones políticas influyentes tienen que dar prueba de
contactos con un exterior distante, ya sea por la vía del reino vertical, ya sea por
la del reino geográfico, o de ambos (1993: 49-50).
La cuestión que queda abierta es por qué esos poderes vitales se in-
sertan en la otredad, que es también la cuestión que por qué los bienes
materiales de valor más alto –variadamente descriptos como monedas,
objetos de valor, bienes de prestigio, tesoros, artículos de lujo o riquezas–
se originan en el “exterior cosmológico”. Durkheim marcó un camino
hacia la solución de los problemas de la riqueza cuando señaló que “el
valor económico es una suerte de poder o de eficacia, y nosotros sabe-
mos de los orígenes religiosos de la idea de poder” ([1915] 1964: 419,
n. 1304). Pero si Durkheim no llegó más lejos con esa idea, fue porque
ya había identificado la religión con el poder de la sociedad, con lo cual
dirigió la atención hacia adentro, mientras que lo que estaba en cuestión
era lo económico acompañado por el valor espiritual de los objetos forá-
neos. Quedó para Mauss el desarrollo de la idea no solo mediante sus
invaluables análisis de las cualidades animadas del don, sino mediante su
observación general explícita sobre el origen divino de las riquezas, sin
duda a partir de sus extensos estudios de los informes antropológicos del
tipo que hemos mostrado aquí: “Entre los primeros seres con los que de-
bimos contraer contratos fueron los espíritus de los muertos y los dioses.
206
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
12 El autor ha repetido partes de las ideas de esta sección, algunas de ellas literalmente, en
otros lugares (ver Sahlins 2010a, 2010b, 2012).
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Marshall Sahlins / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 181-226
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Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
que testimoniaban sus hazañas. Tan importantes al menos que las te-
las, cuentas, porcelana y otros objetos de lujo concedidos por el sultán,
era el barak que ellos absorbían por el hecho de estar en su presencia,
la versión islámica/arábiga de un poder indonesio invisible (semangat),
emparentado con el mana. Al volver a casa, esos viajeros trasmitían esa
potencia estrechando las manos de sus parientes, que inmediatamente
las frotaban en sus caras. En su brillante estudio etnográfico sobre este
tema, Raiding the land of the foreigners, Danilyn Rutherford (2003: 117)
escribe de Tidore: “Ese lugar lejano proveía la divisa del valor en sus dos
funciones: en la forma de objetos que representan los logros pretéritos
de una persona y en la forma de una sustancia invisible que transmitía
la capacidad de actuar”.
Considero que las observaciones de Viveiros de Castro (1992: 118)
sobre la cosmografía del poder entre los tupí guaraní ponen de manifies-
to una condición humana general, si no universal; es decir, “los atributos
simbólicos de las posiciones vinculadas con la alteridad abarcan jerár-
quicamente las dimensiones materiales de la sociedad”. De esto resulta,
como este autor dice, que “la autoridad está fundada en la alteridad” y
que “el aspecto interno del liderazgo está subordinado a los aspectos
orientados hacia lo extrasocial” (1992). Las políticas de apropiación de
los valores vitales externos por supuesto varían. Van desde una división
totémica del trabajo mediante el chamanismo, búsqueda de visiones,
comercio y saqueo, caza de cabezas y canibalismo hasta reyes extranjeros
cuyos poderes cósmicos aportan fertilidad y prosperidad a los agricul-
tores indígenas. Aunque muy variadas, todas esas formas testimonian
igualmente la integración de la alteridad como una condición de posibi-
lidad de la autoridad, para no decir la existencia misma de la sociedad.13
En conexión con esto hay que recordar las observaciones de Michael
Rowland (1987) sobre la adquisición de instrumentos externos para el
orden interno por los gobernantes de las comunidades de las praderas
de Camerún. Muchas de estas son formaciones producidas por reyes
extranjeros. Sin duda, el resumen de los estatutos fundacionales de las
jefaturas de Bamileke ofrece un ejemplo de tradición clásica referida a
los reyes extranjeros, del tipo de las que se podrían encontrar repetidas
13 Esta variedad etnográfica, entre otros aspectos del valor de las riquezas externas y su
modo de apropiación, es ignorada en la –por otra parte interesante– tesis de Bruno Theret
(1999) de que la moneda se desarrolla como un substituto simbólico de los “recursos
naturales” –gente, animales, riqueza material– usados en los sacrificios con la esperanza,
siempre vana, de saldar la “deuda primordial” con los poderes cósmicos del mundo invisible
por su otorgamiento de vida. Pero cuando aparecieron soberanos que pretendían representar
el cosmos, ellos comenzaron a acuñar moneda, la cual, al volver al gobernante bajo la forma
de impuestos, permitió finalmente que la vida continuara sin pagos en muerte (1999: 60-61).
No obstante las simplificaciones etnográficas e históricas, los desarrollos sobre el tema de la
“vida” son interesantes.
209
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Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
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Cada una de esos objetos preciosos tiene una capacidad productiva en su in-
terior. Cada uno es tanto un signo y una protección de vida cuanto un garantía
mágico-religiosa de posición y prosperidad. La vajilla ceremonial y las cucharas
decoradas y labradas con el tótem del clan o el signo jerárquico son cosas
animadas. Son réplicas de la interminable disponibilidad de herramientas, las
creadoras de comidas, que los espíritus dieron a los antepasados. Se supone
que son milagrosas. Los objetos se confunden con los espíritus que los hicieron,
y los utensilios de comida con los alimentos (1954: 43).
212
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
uno puede ir aún más lejos y afirmar que el extranjero no solo es percibido
como una especie de reserva del poder en bruto que necesita ser socializado
–o dominado con fines terapéuticos o místicos (…)– sino que es definido con
más precisión como el modelo, si no la garantía, de las virtudes constitutivas
de la sociedad. Así se entiende por qué el Inca, el hiperbólico modelo del nawa
[extranjero], aparece en la mayoría de las narraciones mitológicas pano como un
héroe cultural de quien se aprendió todo, incluso cómo adornarse, que equivale
a decir, determinar su propia identidad.
[Este fue el tiempo] durante el cual los hombres buscaban las señales de los
poderes del otro mundo que los ayudaran a establecerse nuevamente y ase-
gurarles, así, un lugar duradero en el mundo. Esas señales del poder consisten
generalmente en pecheras de oro (masa) y pendientes de oro (lonana) –ambos
objetos de valor “masculinos”– que se obtenían mediante hazañas que incluían
el contacto con seres procedentes del cielo, del infierno, o de países situados
más allá del horizonte del archipiélago Tanimbarese. En última instancia, esos
objetos de valor se convertirían en las reliquias cuya posesión era uno de los
emblemas de las casas importantes y afamadas y de su conexión con las fuen-
tes de poder del otro mundo. Llamadas reliquias de valor, adquiridas por ante-
pasados mediante acciones que trascienden el orden social, se convirtieron en
signos de los poderes que yacen antes, más allá, y fuera, e incluso en contra de
la sociedad, pero también signos que subyacen a la sociedad y constituyen la
misma base de su posibilidad (1991: 62).
213
Marshall Sahlins / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 181-226
Hay una fuerte noción de consubstancialidad entre la gente y sus tótems, una
idea de que si se permiten unos a otros el uso de los recursos totémicos se
alimentan unos a otros con su misma carne. La gente dice con frecuencia, por
ejemplo, que cuando ellos comen batatas están comiendo carne y sangre hu-
mana. Por eso, cada grupo espera que los otros traten a sus tótems –y espe-
cialmente los comestibles– con respeto y gratitud. Al ofrecer a los otros esos
recursos, ellos se representan a sí mismos como entregando una parte de sus
sustancias, un aspecto de su identidad. Aun cuando los valores que esos gru-
pos avatip transmiten en el ritual son inmateriales, representan, exactamente de
la misma manera que los bienes materiales –cerdos, ostras de perlas y otras
posesiones de valor–, la identidad social de sus propietarios.
14 Por el contrario, desdeñando los informes de una descendencia del animal totémico como
no esencial al fenómeno, Lévi-Strauss (1963: 31; pero recomendamos Schwartz, 1995,
entre otros, para una posición reluctante) insiste en que las llamadas distinciones totémicas
consisten en relaciones metafóricas, cuyo análisis pertenece a una etnología antes que a una
etnobiología: decir que el clan A desciende del oso y el clan B desciende del águila no es más
que una manera concreta y abreviada de sostener que la relación entre A y B es análoga a la
relación entre especies.
15 Esta creación de oposición complementaria como medio de integración es como el
proceso aparece, por ejemplo, en el análisis que Lévi-Strauss (1971) hace de las relaciones
mandan-hidatsa.
214
Sobre la cultura del valor material y la cosmografía de la riqueza
16 No está claro si Radcliffe-Brown (1948), en una de las primeras noticias sobre el intercambio
intergurpal con una ausencia de necesidad utilitaria, en la Islas Andaman, hablaba de
reciprocidad con los mismos o con diferentes bienes. Se trata de su muy citado pasaje de cómo
individuos de grupos locales diferentes intercambiaban cosas que cada uno podía realizar por
su lado, “para producir un sentimiento amistoso entre las dos personas concernidas” (1948:
84). Sin embargo, es digno de consideración que incluso en intercambios de bienes idénticos
en casos semejantes, estos tienen un valor diferencial, a saber, su origen e identificación con el
otro, o sea, su origen “foráneo” (cotejar con Foster, 1995).
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RESEÑAS
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Barrera, Leticia
Buenos Aires, Siglo XXI, 2012, 176 pp.
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Karina Andrea Dubinsky / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 231-234
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La Corte Suprema en escena: una etnografía del mundo judicial
233
Karina Andrea Dubinsky / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 231-234
234
ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS 1 (1): 235-238
235
María Paula Rodríguez / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 235-238
236
El libro de las miserias preciosas. Notas de campo en el Alto Paraná
237
María Paula Rodríguez / Etnografías Contemporáneas 1 (1): 235-238
238
NORMAS PARA LA
PRESENTACIÓN DE TRABAJOS
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS / ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS Revista del Centro
de Estudios en Antropología / Instituto de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín / UNSAM EDITA
1. Pertinencias y metas
3. Responsabilidad
4. Exclusividad
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NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS / ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS Revista del Centro
de Estudios en Antropología / Instituto de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín / UNSAM EDITA
6. Modalidad de evaluación
7. Formato
242
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS / ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS Revista del Centro
de Estudios en Antropología / Instituto de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín / UNSAM EDITA
punto final. Los subtítulos de segundo orden, si los hubiere, podrán di-
ferenciarse mediante el uso de la itálica.
◗ Las notas serán a pie de página (no al final del documento). Su lla-
mada se ubicará siempre después de un signo de puntuación. Estarán
escritas en fuente Times New Roman 10, interlineado sencillo, con un
espaciado anterior y posterior de 6 puntos. La alineación del texto será
justificada.
8. Criterios editoriales
243
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS / ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS Revista del Centro
de Estudios en Antropología / Instituto de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín / UNSAM EDITA
9. Referencias bibliográficas
◗ Ejemplos:
“Este tipo de texto, según Pierre Bourdieu (1997: 132)”.
“Así lo han pensado diversos autores (Hannerz, 1992; Stam, 1998 y
2001; Wieworka, 2003: 122-128; 245-256 y 380-390)”.
“Así lo explicita Appadurai en varios textos (1972; 1975 y 1978)”.
10. Bibliografía
◗ LIBROS
Wacquant, Loïc (2001). Las cárceles de la miseria. Buenos Aires,
Manantial.
Bourdieu, Pierre (2007) [1980]. El Sentido Práctico. Buenos Aires, Siglo
XXI.
244
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE TRABAJOS / ETNOGRAFÍAS CONTEMPORÁNEAS Revista del Centro
de Estudios en Antropología / Instituto de Altos Estudios Sociales - Universidad Nacional de San Martín / UNSAM EDITA
◗ ARTÍCULOS EN PERIÓDICOS
Muñoz Molina, Antonio (2007). “El libro ilimitado”, El País, 15 de
diciembre.
11. Reseñas
Puede optarse por reseñar uno o más libros vinculados con alguna temá-
tica de las Ciencias Sociales, y en particular de antropología, que hayan
sido publicados en los últimos dos años. Al comienzo del texto, indi-
car los datos completos de la obra reseñada: Apellido, Nombre. Título.
Lugar, Editorial, año, cantidad de páginas.
245