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15/11/2004 Sala de Casación Civil Magistrado Ponente Tulio Alvaréz Ledo

"..la nulidad relativa es “...la sanción legal a la inobservancia de alguna norma


imperativa o prohibitiva de la ley, por parte de los contratantes, cuando esa
norma está destinada a proteger los intereses de uno de ellos, a quien la Ley
ve con especial simpatía, dada la particular circunstancia que se encontraba al
contratar...”. "..Del texto de la recurrida se desprende que el ad quem,
ciertamente declaró la nulidad absoluta del contrato de compra-venta suscrito
entre las partes sin que ninguna de ellas la hubiese solicitado, sustentado en
que “...esa negociación es absolutamente nula, no simplemente anulable, por
cuanto que el objeto pretendido es, no sólo ilícito, sino inexistente, por cuanto
se trataría de un bien del cual la vendedora no podía disponer por carecer de
titularidad...”. En otras palabras, el Juez Superior consideró que el contrato de
compra-venta celebrado por las partes era violatorio del orden público, motivo
por el cual declaró su nulidad absoluta.

Ahora bien, corresponde a la Sala analizar si el defecto atribuido al referido


contrato es anulable por nulidad relativa o si por el contrario lo es por nulidad
absoluta, como lo estableció la recurrida en su sentencia.

Es principio general y universal del derecho contractual la autonomía de la


voluntad de las partes, entendiéndose como tal que éstas son libres para crear,
modificar, reglamentar o extinguir sus relaciones jurídicas de carácter
contractual. (López Herrera, Francisco: “La nulidad de los contratos en la
Legislación civil de Venezuela”, Caracas 1952, p. 13).

Este principio, si bien no está consagrado explícitamente en nuestro Código


Civil, surge de dos disposiciones legales a saber: la primera, del artículo 1.159
del Código Civil que establece “los contratos tienen fuerza de ley entre las
partes...”; la segunda, del artículo 1.262 eiusdem que dispone que las
obligaciones deben cumplirse exactamente como han sido contraídas; por
tanto, de conformidad con las referidas disposiciones la ley permite la libertad
contractual.

No obstante, esa libertad contractual no es ilimitada y, en consecuencia, las


partes o un tercero pueden solicitar ante el órgano jurisdiccional su nulidad si
contraviene las leyes de la República, el orden público o las buenas
costumbres, y es la intensidad de la sanción de nulidad junto con la intención
de la norma sustantiva imperativa o prohibitiva violada la que distingue entre la
nulidad absoluta y la nulidad relativa del contrato, pues mientras unas están
dirigidas a la protección del orden público o a la salvaguarda de las buenas
costumbres, otras están destinadas a amparar a uno de los contratantes o un
particular que por hallarse en situación especial, la ley mira con particular
simpatía. (Ob. cit. p. 18).

De esta manera, al ser violada una norma del primer tipo, todos los interesados
en el contrato, además de las partes contratantes, pueden prevalerse de ella y
solicitar del juez la declaración de nulidad absoluta correspondiente; en cambio,
si se viola en un contrato una norma destinada a proteger exclusivamente a un
particular por no encontrarse en juego intereses superiores, sólo el interesado
tiene la titularidad de la acción de nulidad (relativa) y está única y
exclusivamente en sus manos determinar si el contrato ha de ser anulado por
el tribunal o si ha de continuar existiendo en el mundo del derecho.

Por consiguiente, la nulidad absoluta es la “...sanción aplicable a la


inobservancia de alguna norma imperativa o prohibitiva de la Ley, por parte de
un contrato, cuando tal norma está destinada a proteger los intereses del orden
público o las buenas costumbres y a menos que la misma Ley indique que es
otra la sanción aplicable o que ello surja de la finalidad que persigue...”. (Ob.
cit. p. 93).

Sus características son: 1) Tiende a proteger un interés público; 2) Cualquier


persona interesada puede intentar la acción para que un contrato se declare
afectado de nulidad absoluta; 3) Puede ser alegada en cualquier estado y
grado del juicio; 4) No es susceptible de ser confirmado por las partes; y, 5) La
acción de nulidad absoluta no prescribe nunca. (Maduro Luyando, Eloy: Curso
de Obligaciones. Derecho Civil III. Fondo Editorial Luis Sanojo, Caracas 1967,
p. 596).

15/11/2004 Sala de Casación Civil Magistrado Ponente Tulio Alvaréz Ledo La


nulidad absoluta y la nulidad relativa del contrato. Definiciones y características.
La venta de la cosa ajena sólo ha de producir la nulidad relativa o anulabilidad
del contrato. Del texto de la recurrida se desprende que el ad quem,
ciertamente declaró la nulidad absoluta del contrato de compra-venta suscrito
entre las partes sin que ninguna de ellas la hubiese solicitado, sustentado en
que “...esa negociación es absolutamente nula, no simplemente anulable, por
cuanto que el objeto pretendido es, no sólo ilícito, sino inexistente, por cuanto
se trataría de un bien del cual la vendedora no podía disponer por carecer de
titularidad...”. En otras palabras, el Juez Superior consideró que el contrato de
compra-venta celebrado por las partes era violatorio del orden público, motivo
por el cual declaró su nulidad absoluta.

Ahora bien, corresponde a la Sala analizar si el defecto atribuido al referido


contrato es anulable por nulidad relativa o si por el contrario lo es por nulidad
absoluta, como lo estableció la recurrida en su sentencia.

Es principio general y universal del derecho contractual la autonomía de la


voluntad de las partes, entendiéndose como tal que éstas son libres para crear,
modificar, reglamentar o extinguir sus relaciones jurídicas de carácter
contractual. (López Herrera, Francisco: “La nulidad de los contratos en la
Legislación civil de Venezuela”, Caracas 1952, p. 13).

Este principio, si bien no está consagrado explícitamente en nuestro Código


Civil, surge de dos disposiciones legales a saber: la primera, del artículo 1.159
del Código Civil que establece “los contratos tienen fuerza de ley entre las
partes...”; la segunda, del artículo 1.262 eiusdem que dispone que las
obligaciones deben cumplirse exactamente como han sido contraídas; por
tanto, de conformidad con las referidas disposiciones la ley permite la libertad
contractual.

No obstante, esa libertad contractual no es ilimitada y, en consecuencia, las


partes o un tercero pueden solicitar ante el órgano jurisdiccional su nulidad si
contraviene las leyes de la República, el orden público o las buenas
costumbres, y es la intensidad de la sanción de nulidad junto con la intención
de la norma sustantiva imperativa o prohibitiva violada la que distingue entre la
nulidad absoluta y la nulidad relativa del contrato, pues mientras unas están
dirigidas a la protección del orden público o a la salvaguarda de las buenas
costumbres, otras están destinadas a amparar a uno de los contratantes o un
particular que por hallarse en situación especial, la ley mira con particular
simpatía. (Ob. cit. p. 18).

De esta manera, al ser violada una norma del primer tipo, todos los interesados
en el contrato, además de las partes contratantes, pueden prevalerse de ella y
solicitar del juez la declaración de nulidad absoluta correspondiente; en cambio,
si se viola en un contrato una norma destinada a proteger exclusivamente a un
particular por no encontrarse en juego intereses superiores, sólo el interesado
tiene la titularidad de la acción de nulidad (relativa) y está única y
exclusivamente en sus manos determinar si el contrato ha de ser anulado por
el tribunal o si ha de continuar existiendo en el mundo del derecho.

Por consiguiente, la nulidad absoluta es la “...sanción aplicable a la


inobservancia de alguna norma imperativa o prohibitiva de la Ley, por parte de
un contrato, cuando tal norma está destinada a proteger los intereses del orden
público o las buenas costumbres y a menos que la misma Ley indique que es
otra la sanción aplicable o que ello surja de la finalidad que persigue...”. (Ob.
cit. p. 93).

Sus características son: 1) Tiende a proteger un interés público; 2) Cualquier


persona interesada puede intentar la acción para que un contrato se declare
afectado de nulidad absoluta; 3) Puede ser alegada en cualquier estado y
grado del juicio; 4) No es susceptible de ser confirmado por las partes; y, 5) La
acción de nulidad absoluta no prescribe nunca. (Maduro Luyando, Eloy: Curso
de Obligaciones. Derecho Civil III. Fondo Editorial Luis Sanojo, Caracas 1967,
p. 596).

Por su parte, la nulidad relativa es “...la sanción legal a la inobservancia de


alguna norma imperativa o prohibitiva de la ley, por parte de los contratantes,
cuando esa norma está destinada a proteger los intereses de uno de ellos, a
quien la Ley ve con especial simpatía, dada la particular circunstancia que se
encontraba al contratar...”. (Ob. cit. p. 146).

Sus características son: 1) No afecta el contrato desde su inicio y éste existe


desde su celebración; por tanto, produce sus efectos hasta tanto no sea
declarado nulo por la autoridad judicial; 2) La acción para obtener la
declaración de nulidad sólo puede ser ejercida por la persona en cuyo favor o
protección se establece la nulidad; 3) La acción es prescriptible; y, 4) Este tipo
de nulidad es subsanable. (Ob. cit. p. 598).

Ahora bien, en el presente caso la recurrida estableció que la actora no podía


disponer de una parte delimitada del inmueble que sirve de asiento al hotel
objeto del contrato por tratarse de un bien del cual ésta carecía de titularidad, lo
que quiere decir que el sentenciador reconoció que la actora había vendido al
demandado parte de la cosa ajena, a sabiendas de que no era dueña del 50%
restante del inmueble (incluyendo mobiliario y accesorios), ya que un
porcentaje de éste le pertenecía a su hija María Alejandra Rivas-Vásquez
Caldera.

Ante tal supuesto, debe la Sala determinar si la venta de la cosa ajena faculta
al juez de instancia a declarar la nulidad absoluta o la nulidad relativa del
contrato de compra-venta.

Establece el artículo 1.483 del Código Civil en su primer párrafo que:

“La venta de la cosa ajena es anulable, y puede dar lugar al resarcimiento de


daños y perjuicios, si ignoraba el comprador que la cosa era de otra persona”.

Según Francisco López Herrera, aún cuando es difícil concebir que alguien
trate de vender algo que no le pertenece, ni comprar lo que no es propiedad del
vendedor ésta irregularidad en la determinación de la cosa vendida es posible
anularla por solicitud de la parte afectada y a través de la nulidad relativa “...por
cuanto tiende a la protección del comprador y de sus intereses (...) de ahí que
puede sea confirmada la venta...”. (López Herrera, Ob. cit. p. 195).

Otro sector de la doctrina considera que la venta de la cosa ajena es nula de


nulidad relativa por cuanto ha ocurrido un error en la persona del vendedor o en
las cualidades substanciales de la cosa. En este caso, el supuesto radica en
que si bien el vendedor está obligado a transmitir al comprador la propiedad de
lo vendido, no puede hacerlo cuando el bien no le pertenece por cuanto no
tiene la titularidad del mismo y nadie puede dar más de lo que le pertenece.
(Josserand, Louis: Derecho Civil. Revisado y completado por André Brum,
editorial Bosh, Buenos Aires, citado por López Herrera, Ob. cit. p. 194).

Varios ejemplos pueden darse en tal sentido. El artículo 1.842 del Código Civil
establece una serie de prohibiciones para comprar, sea por contratos
voluntariamente pactados, en subastas públicas o directamente los bienes de
determinadas personas; tal es el caso de los tutores o curadores quienes no
pueden comprar los bienes de los menores sometidos a su tutela; los
empleados públicos no pueden adquirir bienes de la nación; y los mandatarios,
administradores o gerentes no pueden comprar los bienes que están
encargados de vender o de hacer vender. En estos casos, “...no hay dudas en
la Doctrina con respecto a la sanción aplicable a la violación de la prohibición:
ella es la nulidad relativa de la venta...”, por cuanto está destinada a proteger el
interés de los particulares, es decir, de los contratantes y terceros ajenos al
negocio jurídico celebrado. (López Herrera, Op. Cit. p. 168).

Ahora bien, considera la Sala que a pesar de que el principio iura novit curia
permite al juez aplicar el derecho que se presume conoce por el ejercicio de su
oficio, el sentenciador ad quem debió observar que la venta de la cosa ajena no
puede producir “la nulidad absoluta del contrato por inexistencia del objeto
contractual” como lo declaró en su sentencia, por cuanto el error cometido por
la vendedora en el momento de celebrar el contrato de compra-venta respecto
de la determinación de la cosa que estaba enajenando, sólo ha de producir su
nulidad relativa o lo que es lo mismo, la “anulabilidad del contrato”, por cuanto
viola determinadas normas destinadas a proteger intereses particulares de su
menor hija, quien es ajena a la relación contractual, y no intereses colectivos, ni
viola el orden público, ni las buenas costumbres.
Por consiguiente, el juez superior infringió por falsa aplicación el artículo 1.411
del Código Civil al declarar que el contrato celebrado por las partes está viciado
de nulidad absoluta sustentado en la inexistencia del objeto contractual, cuando
en realidad lo demandado fue la “anulabilidad” del contrato de compra-venta
por error en el consentimiento cuya consecuencia permitiría, en caso de
proceder en derecho, la declaratoria de nulidad relativa del contrato de venta
de la cosa ajena, como quedó establecido precedentemente, todo lo cual
condujo a la infracción del artículo 1.142 eiusdem por falta de aplicación.

Las infracciones cometidas fueron determinantes de lo dispositivo del fallo, por


cuanto de haber aplicado correctamente el sentenciador la norma pertinente
para resolver la controversia, habría determinado si procedía o no la
“anulabilidad” del contrato de compra-venta celebrado entre las partes y no su
nulidad absoluta como erróneamente lo estableció, tomando en cuenta los
alegatos esgrimidos por las partes en el juicio.

LEA LA SENTENCIA

Ahora bien, en el presente caso la recurrida estableció que la actora no podía


disponer de una parte delimitada del inmueble que sirve de asiento al hotel
objeto del contrato por tratarse de un bien del cual ésta carecía de titularidad, lo
que quiere decir que el sentenciador reconoció que la actora había vendido al
demandado parte de la cosa ajena, a sabiendas de que no era dueña del 50%
restante del inmueble (incluyendo mobiliario y accesorios), ya que un
porcentaje de éste le pertenecía a su hija María Alejandra Rivas-Vásquez
Caldera.

Ante tal supuesto, debe la Sala determinar si la venta de la cosa ajena faculta
al juez de instancia a declarar la nulidad absoluta o la nulidad relativa del
contrato de compra-venta.

Establece el artículo 1.483 del Código Civil en su primer párrafo que:

“La venta de la cosa ajena es anulable, y puede dar lugar al resarcimiento de


daños y perjuicios, si ignoraba el comprador que la cosa era de otra persona”.

Según Francisco López Herrera, aún cuando es difícil concebir que alguien
trate de vender algo que no le pertenece, ni comprar lo que no es propiedad del
vendedor ésta irregularidad en la determinación de la cosa vendida es posible
anularla por solicitud de la parte afectada y a través de la nulidad relativa “...por
cuanto tiende a la protección del comprador y de sus intereses (...) de ahí que
puede sea confirmada la venta...”. (López Herrera, Ob. cit. p. 195).

Otro sector de la doctrina considera que la venta de la cosa ajena es nula de


nulidad relativa por cuanto ha ocurrido un error en la persona del vendedor o en
las cualidades substanciales de la cosa. En este caso, el supuesto radica en
que si bien el vendedor está obligado a transmitir al comprador la propiedad de
lo vendido, no puede hacerlo cuando el bien no le pertenece por cuanto no
tiene la titularidad del mismo y nadie puede dar más de lo que le pertenece.
(Josserand, Louis: Derecho Civil. Revisado y completado por André Brum,
editorial Bosh, Buenos Aires, citado por López Herrera, Ob. cit. p. 194).
Varios ejemplos pueden darse en tal sentido. El artículo 1.842 del Código Civil
establece una serie de prohibiciones para comprar, sea por contratos
voluntariamente pactados, en subastas públicas o directamente los bienes de
determinadas personas; tal es el caso de los tutores o curadores quienes no
pueden comprar los bienes de los menores sometidos a su tutela; los
empleados públicos no pueden adquirir bienes de la nación; y los mandatarios,
administradores o gerentes no pueden comprar los bienes que están
encargados de vender o de hacer vender. En estos casos, “...no hay dudas en
la Doctrina con respecto a la sanción aplicable a la violación de la prohibición:
ella es la nulidad relativa de la venta...”, por cuanto está destinada a proteger el
interés de los particulares, es decir, de los contratantes y terceros ajenos al
negocio jurídico celebrado. (López Herrera, Op. Cit. p. 168).

Ahora bien, considera la Sala que a pesar de que el principio iura novit curia
permite al juez aplicar el derecho que se presume conoce por el ejercicio de su
oficio, el sentenciador ad quem debió observar que la venta de la cosa ajena no
puede producir “la nulidad absoluta del contrato por inexistencia del objeto
contractual” como lo declaró en su sentencia, por cuanto el error cometido por
la vendedora en el momento de celebrar el contrato de compra-venta respecto
de la determinación de la cosa que estaba enajenando, sólo ha de producir su
nulidad relativa o lo que es lo mismo, la “anulabilidad del contrato”, por cuanto
viola determinadas normas destinadas a proteger intereses particulares de su
menor hija, quien es ajena a la relación contractual, y no intereses colectivos, ni
viola el orden público, ni las buenas costumbres.

Por consiguiente, el juez superior infringió por falsa aplicación el artículo 1.411
del Código Civil al declarar que el contrato celebrado por las partes está viciado
de nulidad absoluta sustentado en la inexistencia del objeto contractual, cuando
en realidad lo demandado fue la “anulabilidad” del contrato de compra-venta
por error en el consentimiento cuya consecuencia permitiría, en caso de
proceder en derecho, la declaratoria de nulidad relativa del contrato de venta
de la cosa ajena, como quedó establecido precedentemente, todo lo cual
condujo a la infracción del artículo 1.142 eiusdem por falta de aplicación.

Las infracciones cometidas fueron determinantes de lo dispositivo del fallo, por


cuanto de haber aplicado correctamente el sentenciador la norma pertinente
para resolver la controversia, habría determinado si procedía o no la
“anulabilidad” del contrato de compra-venta celebrado entre las partes y no su
nulidad absoluta como erróneamente lo estableció, tomando en cuenta los
alegatos esgrimidos por las partes en el juicio.

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