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A.

de Tocqueville
En contra de la participación se alza el paternalismo que gobierna a
aquellos que han renunciado a la libertad. Tocqueville ha descrito
el nuevo despotismo por el que pueden verse afligidos los pueblos
democráticos:
“Si intento imaginarme el nuevo aspecto que podría tener el
despotismo en el mundo, contemplo una multitud incontable de
hombres iguales, ocupados tan solo en procurarse placeres
pequeños y vulgares con los que satisfacer sus deseos. Cada uno,
tomado aparte, es prácticamente extraño al destino de todos los
demás… por encima de ellos se eleva un poder inmenso y tutelar
que solo se encarga de asegurar sus bienes y de velar por su
destino. Es absoluto, particularizado, normalizado, previsor y
bondadoso. Se asemejaría a la autoridad paterna si, como esta,
tuviese la meta de preparar los hombres para la madurez, pero, sin
embargo, intenta fijarlos irrevocablemente en la infancia, desea
que los ciudadanos se diviertan, siempre que no piensen en otra
cosa que en divertirse. Trabaja gustosamente en su bienestar, pero
pretende ser su único agente y regulador…”1.

1
La democrazia in America, Rizzoli, Milano 1992, p. 732s.
• No debemos conceder con demasiada facilidad que la democracia puede sostenerse eliminando
cualquier contacto con la religión, confiando en que el progreso de la secularización es imparable.
Con fina ironía Tocqueville escribió en torno a 1835:
“Los filósofos del siglo XVIII explicaban de un modo muy sencillo el gradual
debilitamiento de la fe. El celo religioso, afirmaban, debe extinguirse en la medida en que
la libertad y la cultura aumenten. Pero es desagradable que los hechos no concuerdan con
esta teoría”2.

• Famoso pasaje: “Para que haya una sociedad y, con mayor motivo, para que esta sociedad prospere
es necesario, por tanto, que todos los espíritus de los ciudadanos sean siempre reunidos y mantenidos
juntos por unas cuantas ideas principales, y esto no podría suceder si cada uno de ellos no viniese a
tomar sus opiniones de la misma fuente, y si no consintiera en recibir cierto número de creencias
hermosas y hechas”3. ¿Dónde nos encontramos desde esta perspectiva en Occidente, donde el
debate es interminable y el zócalo de verdades comunes se ha recortado bastante?

2
La democrazia in America, l. II, cap. IX, p. 296s.
3
“Perché vi sia una società e, a più forte ragione, perché questa società prosperi bisogna, dunque, che tutti gli spiriti dei cittadini siano sempre riuniti e tenuti insieme da alcune idee principali,
e ciò non potrebbe avvenire se ognuno di essi non venisse ad attingere le sue opinioni alla stessa fonte, e non accettasse di ricevere un certo numero di credenze belle e fatte”, A. de Tocqueville,
La democrazia in America, l. III, Rizzoli, Milano 1995, p. 427.
• Tocqueville vio claramente lo que está en juego, consignando su posición en una célebre frase sobre la necesidad
de tener fundamentos comunes y convicciones comunes en la vida social: “Ni hay ninguna acción humana, por
particular que sea, que no nazca de alguna idea general de Dios que los hombres hayan concebido, de su relación
con la humanidad, de la naturaleza del alma y de los deberes con sus semejantes. No se puede negar que estas
ideas sean la fuente de la que deriva todo lo demás. Los hombres, por lo tanto, tienen un inmenso interés en
hacerse ideas bien seguras sobre Dios, el alma, los deberes generales con el Creador y con los semejantes, porque
la duda sobre estos últimos puntos abandonaría todas sus acciones al azar y los condenaría, en cierto sentido, al
desorden y la impotencia. Esta es, entonces, la materia sobre la que es necesario que cada uno tenga ideas firmes,
y por desgracia también es en la que es más difícil poner en firme las propias ideas con la sola fuerza de la razón”4.
Al escribir esto, Tocqueville defendía el papel de la verdad en política y en la democracia, y abría espacio en la
esfera pública a la tarea de la fe religiosa, ya que, en las cuestiones centrales enunciadas por él, recurrir solo a la
razón no parece en última instancia decisivo. Téngase en cuenta que Tocqueville hace referencia explícita a Dios,
al alma y a los deberes con los demás, y esto le pone hoy bajo sospecha

• No parece que Tocqueville comparta la posición de P. Bayle, para el que (ver Pensées diverses sur la
comète , 1682) puede suceder y ha sucedido que individuos sin religión puedan seguir una vida honesta y
reglada: en consecuencia el ateo no es necesariamente inmoral, y su ética personal y social no tendría necesidad
de un apoyo trascendente y religioso. Bayle, planteando el problema del nexo entre moral y religión, trató de
mostrar que es posible una conducta ética recta sin fe religiosa, y sostuvo la idea iluminista de que el hombre se
corrompe más por la idolatría que por la ausencia de religión.

4
“Non vi è quasi azione umana, per quanto particolare, che non nasca da un’idea generale che gli uomini hanno concepito di Dio, dei suoi rapporti con l’umanità, della natura dell’anima e dei
doveri verso i loro simili. Non si può negare che queste non siano la fonte da cui deriva tutto il resto. Gli uomini hanno, dunque, un immenso interesse a farsi idee ben salde su Dio, l’anima, i
doveri generali verso il Creatore e verso i propri simili, poiché il dubbio su questi ultimi punti abbandonerebbe tutte le loro azioni al caso e li condannerebbe, in un certo senso, al disordine e
all’impotenza. Questa è, dunque, la materia su cui è necessario che ognuno abbia idee ferme, e disgraziatamente è anche quella in cui è più difficile fermare le proprie idee con il solo sforzo
della ragione”, A. de Tocqueville, La democrazia in America, l. III, Rizzoli, Milano 1995, p. 437.
• No pretendo en absoluto disolver la alianza entre la religión y
el espíritu de la libertad que condujo a Tocqueville a apoyar el
principio de que: “la libertad ve en la religión la compañera de
sus luchas y triunfos; la cuna de su infancia, la fuente divina de
sus derechos”5, ni pasar por alto la importancia de la libertad
religiosa, tan precaria en muchos lugares del mundo. Mi
intención consiste en evaluar la conveniencia de poner el centro
en la libertad como el mayor problema político.
• Así que tenemos que ir en busca del mejor modelo de
laicidad. ¿Sería, quizá, el modelo europeo o, por añadidura, el
francés? Tocqueville se había dado cuenta del problema y
captado la solución. Esta afirma que, en América, dentro de la
separación entre el Estado y la Iglesia, la religión es un
fundamento independiente de la política que “contribuye
poderosamente a la preservación de la república democrática en
los Estados Unidos”. La religión aparece no como un elemento de
la política, sino como inspiración necesaria para toda vida
pasablemente democrática: de este modo la religión no se convierte en instrumentum regni , sino en
seminarium reipublicae, fuerza vivificadora y de inspiración.
5
“la libertà vede nella religione la compagna delle sue lotte e dei suoi trionfi; la culla della sua infanzia, la fonte divina dei suoi diritti”, Tocqueville, A., La democrazia in America, cit., p. 55.

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