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FACULTAD DE DERECHO

“Corte interamericana de
Derechos Humanos”

Alumno:
Javier Néstor Miranda Flores

Profesor:

Curso:

Ciclo:
X

Trujillo-Perú

2016
Introducción

La Corte Interamericana de Derechos Humanos se instituyó en 1969 como parte de la


Convención Americana sobre Derechos Humanos (Capítulo VII de la Parte II). Entró en
vigor el 18 de julio de 1978, debido a que en ese momento se reunió el número de
países establecido por el instrumento para el inicio de su vigencia y falló su primer
caso en 1988. Desde ese momento, se produjo el proceso de establecimiento de una
estructura judicial que tiene como misión principal, hacer eficaces los derechos
humanos en el continente.

La COIDH tiene dos funciones específicas en el sistema regional. Una función


jurisdiccional, a través de la cual evalúa la responsabilidad de los Estados, respecto a
situaciones que sean planteadas como infracciones a la Convención Americana de
Derechos Humanos. El instrumento regional prescribe que sólo la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y los Estados partes de la Convención, están
facultados para someter a consideración del organismo un caso y que para que pueda
ser tramitada una controversia contra un Estado, éste debe haber reconocido o
reconocer la competencia expresamente de la Corte, para todos los casos o bien bajo
la condición de reciprocidad, por un período específico de tiempo o para una situación
particular. Hasta hoy, los países que han reconocido la competencia de dicho
organismo son: Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El
Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú,
República Dominicana, Surinam, Uruguay, y Venezuela.

La otra función es la Consultiva, la cual el organismo ejerce según lo preceptuado en


el artículo 64 (1): "Los Estados miembros de la Organización podrán consultar a la
Corte acerca de la interpretación de esta Convención o de otros tratados
concernientes a la protección de los derechos humanos en los Estados Americanos.
Asimismo, podrán consultarla, en los que les compete a los órganos enumerados en el
capítulo X de la Carta de la Organización de los Estados Americanos, reformada por el
Protocolo de Buenos Aires. De la misma manera, la norma señala que la Corte a
petición de los Estados, podrá emitir concepto entre la compatibilidad de una ley
interna y los instrumentos internacionales de derechos humanos.

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LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

Es un órgano jurisdiccional autónomo del Sistema Interamericano, cuya función es la


de interpretar y aplicar la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Esta
Convención protege fundamentalmente derechos civiles y políticos y no hay órgano de
protección más indicado en América para proteger estos derechos que la Corte
Interamericana, debido a que las sentencias que ésta emite son obligatorias para los
Estados.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos es el organismo jurisdiccional


internacional en el cual se pueden plantear controversias para la tutela de los
derechos humanos que han sido establecidos en los instrumentos internacionales
reconocidos por los gobiernos del Continente Americano. Debe hacerse la aclaración
que dicha Corte Interamericana no debe considerarse como una instancia superior
externa ante la cual puedan combatirse en apelación o casación las resoluciones de
los tribunales internos de la Región, sino que únicamente pueden reclamarse ante ella
las violaciones de los derechos establecidos en dichos instrumentos internacionales.

1. Antecedentes
En noviembre de 1969 se celebró en San José de Costa Rica la Conferencia
Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos. En ella, los delegados
de los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos
redactaron la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que entró en
vigor el 18 de julio de 1978, al haber sido depositado el undécimo instrumento de
ratificación por un Estado Miembro de la OEA.

A la fecha, veinticinco naciones Americanas han ratificado o se han adherido a la


Convención: Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile,
Dominica, Ecuador, El Salvador, Granada, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica,
México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Suriname,
Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. Trinidad y Tobago denunció la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, por comunicación dirigida al
Secretario General de la OEA, el 26 de mayo de 1998. Venezuela denunció la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, por comunicación dirigida al
Secretario General de la OEA, el 10 de septiembre de 2012. Ver Jurisprudencia
por país.

Este tratado regional es obligatorio para aquellos Estados que lo ratifiquen o se


adhieran a él y representa la culminación de un proceso que se inició a finales de

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la Segunda Guerra Mundial, cuando las naciones de América se reunieron en
México y decidieron que una declaración sobre derechos humanos debería ser
redactada, para que pudiese ser eventualmente adoptada como convención. Tal
declaración, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes de la persona,
fue aprobada por los Estados Miembros de la OEA en Bogotá, Colombia, en
mayo de 1948.

Con el fin de salvaguardar los derechos esenciales del hombre en el continente


americano, la Convención instrumentó dos órganos competentes para conocer
de las violaciones a los derechos humanos: La Comisión Interamericana de
Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La
primera había sido creada en 1959 e inició sus funciones en 1960, cuando el
Consejo de la OEA aprobó su Estatuto y eligió sus primeros miembros.

Sin embargo, el Tribunal no pudo establecerse y organizarse hasta que entró en


vigor la Convención. El 22 de mayo de 1979 los Estados Partes en la
Convención Americana eligieron, durante el Séptimo Período Extraordinario de
Sesiones de la Asamblea General de la OEA, a los juristas que en su capacidad
personal, serían los primeros jueces que compondrían la Corte Interamericana.
La primera reunión de la Corte se celebró el 29 y 30 de junio de 1979 en la sede
de la OEA en Washington, D.C.

La Asamblea General de la OEA, el 1 de julio de 1978, recomendó aprobar el


ofrecimiento formal del Gobierno de Costa Rica para que la sede de la Corte se
estableciera en ese país. Esta decisión fue ratificada después por los Estados
Partes en la Convención durante el Sexto Período Extraordinario de Sesiones de
la Asamblea General, celebrado en noviembre de 1978. La ceremonia de
instalación de la Corte se realizó en San José el 3 de septiembre de 1979.

Durante el Noveno Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la


OEA fue aprobado el Estatuto de la Corte y, en agosto de 1980, la Corte aprobó
su Reglamento, el cual incluye las normas de procedimiento. En noviembre de
2009 durante el LXXXV Período Ordinario de Sesiones, entró en vigor un nuevo
Reglamento de la Corte, el cual se aplica a todos los casos que se tramitan
actualmente ante la Corte.

El 10 de septiembre de 1981 el Gobierno de Costa Rica y la Corte firmaron un


Convenio de Sede, aprobado mediante Ley No. 6889 del 9 de septiembre de
1983, que incluye el régimen de inmunidades y privilegios de la Corte, de los
jueces, del personal y de las personas que comparezcan ante ella. Este

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Convenio de Sede está destinado a facilitar el normal desenvolvimiento de las
actividades de la Corte, especialmente por la protección que da a todas aquellas
personas que intervengan en los procesos. Como parte del compromiso
contraído por el Gobierno de Costa Rica, en noviembre de 1993 éste le donó a la
Corte la casa que hoy ocupa la sede del Tribunal.

El 30 de julio de 1980 la Corte Interamericana y el Gobierno de la República de


Costa Rica firmaron un convenio, aprobado por la Asamblea Legislativa
mediante Ley No. 6528 del 28 de octubre de 1980, por la cual se creó el Instituto
Interamericano de Derechos Humanos. Bajo este Convenio se establece el
Instituto como una entidad internacional autónoma, de naturaleza académica,
dedicado a la enseñanza, investigación y promoción de los derechos humanos,
con un enfoque multidisciplinario y con énfasis en los problemas de América. El
Instituto, con sede también en San José, Costa Rica, trabaja en apoyo del
sistema interamericano de protección internacional de los derechos humanos.

2. Objetivos

Proteger aquellos derechos humanos que están incluidos en la Convención


Americana sobre Derechos Humanos y, también hoy en día, los derechos
protegidos por el Protocolo de San Salvador que son justiciables, que son
derechos económicos, sociales y culturales, así como los que protegen otros
protocolos y documentos conexos que integran todo el sistema de garantías
que tiene vigente hoy en día el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
La Corte es un tribunal que aplica el derecho internacional de los derechos
humanos.
Básicamente, conoce de los casos en que se alegue que uno de los Estados
partes ha violado un derecho o libertad protegidos por la Convención, siendo
necesario que se hayan agotados los procedimientos previstos en la misma,
tales como el agotamiento de los recurso internos.

3. Funciones

La Corte tiene dos tipos de funciones:


1. La función jurisdiccional. A través de la cual la Corte determina si un
Estado ha incurrido en responsabilidad internacional por haber violado
alguno de los derechos consagrados o estipulados en la Convención
Americana.
2. La función consultiva. A través de la cual, la Corte responde aquellas
consultas que le formulan los Estados Miembros de la OEA o los órganos
de la misma, sobre temas atinentes a la interpretación de la Convención

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Americana o de otros tratados concernientes a la protección de los
derechos humanos en las Américas.
Cabe señalar que una de las diferencias entre una y otra función o
competencias estriba en que la función jurisdiccional está abierta únicamente
para aquellos Estados que se han ratificado o adherido a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.

4. Composición y estructura

El Estatuto de la Corte (en adelante “el Estatuto”) dispone que ésta es una
institución judicial autónoma que tiene su sede en San José, Costa Rica y cuyo
objetivo es el de aplicar e interpretar la Convención. La Corte está integrada
por siete Jueces, nacionales de los Estados miembros de la OEA. Son elegidos
a título personal “entre juristas de la más alta autoridad moral, de reconocida
competencia en materia de derechos humanos, que reúnan las condiciones
requeridas para el ejercicio de las más elevadas funciones judiciales conforme
a la ley del país del cual sean nacionales o del Estado que los proponga como
candidatos” (artículo 52 de la Convención). Conforme al artículo 8 del Estatuto,
el Secretario General de la OEA solicita a los Estados Partes en la Convención
(en adelante “Estados Partes”) que presenten una lista con los nombres de sus
candidatos para Jueces de la Corte. De acuerdo con el artículo 53.2 de la
Convención, cada Estado Parte puede proponer hasta tres candidatos,
nacionales del Estado que los propone o de cualquier otro Estado miembro de
la Organización.

Los Jueces son elegidos por los Estados Partes, en votación secreta y por
mayoría absoluta de votos, durante la sesión de la Asamblea General de la
OEA inmediatamente anterior a la expiración del mandato de los Jueces
salientes. Las vacantes en la Corte causadas por muerte, incapacidad
permanente, renuncia o remoción serán llenadas, en lo posible, en el siguiente
período de sesiones de la Asamblea General de la OEA (artículos 6.1 y 6.2 del
Estatuto). El mandato de los Jueces es de seis años y sólo pueden ser
reelectos una vez. Los Jueces que terminan su mandato siguen conociendo de
los casos a que ya se hubieren abocado y que se encuentren en estado de
Sentencia (artículo 54.3 de la Convención).

Los Estados son representados en los procesos ante la Corte por agentes
designados por ellos (artículo 21 del Reglamento) y la Comisión es
representada por los delegados que designe al efecto. Desde la reforma
reglamentaria del año 2001, las presuntas víctimas o sus representantes tienen

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la posibilidad de presentar de manera autónoma sus solicitudes, argumentos y
pruebas, además de participar en las diferentes instancias y etapas procesales
ante el Tribunal. Los Jueces están siempre a disposición de la Corte, la cual
celebra cada año los períodos de sesiones que sean necesarios para el cabal
ejercicio de sus funciones.

Los Jueces, sin embargo, no perciben sueldo por el desempeño de sus


funciones y reciben únicamente un honorario por día efectivo de sesiones y un
emolumento por las relatorías que realicen.

Actualmente, el Tribunal celebra cuatro períodos ordinarios de sesiones al año.


Además, la Corte puede celebrar sesiones extraordinarias, convocadas por el
Presidente de la Corte o por solicitud de la mayoría de los Jueces. Aunque no
existe el requisito de residencia para los Jueces en la sede de la Corte, el
Presidente presta permanentemente sus servicios (artículo 16 del Estatuto).
El Presidente y el Vicepresidente son elegidos por los Jueces por un período
que dura dos años y pueden ser reelegidos (artículo 12 del Estatuto). Existe
una Comisión Permanente de la Corte integrada por el Presidente, el
Vicepresidente y los otros Jueces que el Presidente considere conveniente, de
acuerdo con las necesidades del Tribunal. La Corte puede nombrar otras
comisiones para tratar temas específicos (artículo 6 del Reglamento).

La Secretaría funciona bajo la dirección de un Secretario (artículo 14 del


Estatuto) y un Secretario Adjunto (artículo 14 del Estatuto). Veintiún Estados
Partes han reconocido la competencia contenciosa de la Corte. Ellos son:
Costa Rica, Perú, Venezuela, Honduras, Ecuador, Argentina, Uruguay,
Colombia, Guatemala, Surinam, Panamá, Chile, Nicaragua, Paraguay, Bolivia,
El Salvador, Haití, Brasil, México, República Dominicana y Barbados.

5. Reglamento

La Corte Interamericana aprobó su primer Reglamento en julio de 1980. Esta


norma se encontraba basada en el Reglamento entonces vigente para la Corte
Europea de Derechos Humanos, inspirado en el Reglamento de la Corte
Internacional de Justicia (CIJ). Ante la necesidad de agilizar su procedimiento,
la Corte aprobó un segundo Reglamento en 1991, el cual entró en vigor el 1°
de agosto de ese mismo año. Cinco años después, el 16 de septiembre de
1996, la Corte adoptó su tercer Reglamento, el cual entró en vigor el 1° de
enero de 1997. La principal modificación se encuentra plasmada en el
entonces Artículo 23 el cual otorgó a las y los representantes de las víctimas o

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de sus familiares la facultad de presentar, en forma autónoma, sus propios
argumentos y pruebas en la etapa de reparaciones del proceso. Dicha reforma,
que entró en vigor el 1° de junio de 2001, introduce una serie de medidas
destinadas a otorgar a las presuntas víctimas, sus familiares o sus
representantes debidamente acreditados, la participación directa en todas las
etapas del proceso iniciado mediante la presentación de una demanda ante el
Tribunal. Este Reglamento fue posteriormente reformado por el Tribunal el 24
de noviembre de 2000 en su LXI Período Ordinario de Sesiones, celebrado del
20 de noviembre al 4 de diciembre de 2003, y en su LXXXII Período Ordinario
de Sesiones, celebrado del 19 al 31 de enero de 2009.

La reforma más reciente al Reglamento de la Corte fue aprobada el LXXXV


Período Ordinario de Sesiones celebrado del 16 al 28 de noviembre de 2009, y
entró en vigor el 1 de enero de 2010. El principal aspecto de esta reforma del
Reglamento de la Corte son las modificaciones introducidas en relación con el
papel de la Comisión y de las y los representantes de las víctimas en el
proceso ante la Corte. En sus disposiciones transitorias, el Reglamento de la
Corte establece que (1) los casos contenciosos que se hubiesen sometido a la
Corte antes del 1 de enero de 2010 se continuarán tramitando, hasta que se
emita sentencia, conforme al Reglamento anterior; (2) respecto de los casos
que se remitan a la Corte, y cuyo informe aprobado por la Comisión de
conformidad con el Artículo 50 de la Convención Americana hubiera sido
adoptado antes del 1 de enero de 2010, el sometimiento del caso ante la Corte,
se rige de conformidad con los Artículos 33 y 34 del Reglamento anterior.

Vale mencionar que el 1º de junio de 2010 entró en vigor el Reglamento de la


Corte sobre el Funcionamiento del Fondo de Asistencia Legal de Víctimas, en
el cual se indica la oportunidad procesal para interponer la solicitud para
acogerse al fondo, así como el procedimiento para determinar su procedencia y
asignación.

6. Atribuciones
De acuerdo con la Convención, la Corte ejerce las funciones contenciosa y
consultiva. La primera se refiere a la resolución de casos sometidos por la
Comisión Interamericana o un Estado Parte en que se ha alegado que uno de
los Estados Partes ha violado la Convención. Dentro de esta función la Corte
tiene la tarea de supervisar el grado de cumplimiento de las sentencias
emitidas y de acuerdo con el procedimiento establecido en su Reglamento.
Asimismo, la Corte tiene la facultad de dictar medidas provisionales de

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protección. La segunda función se refiere a la facultad que tienen los Estados
Miembros de la Organización de consultar a la Corte acerca de la
interpretación de la Convención o “de otros tratados concernientes a la
protección de los derechos humanos en los Estados Americanos”. También
podrán consultarla, en lo que les compete, los órganos de la OEA señalados en
su Carta.
 Función contenciosa: por esta vía, la Corte determina si un Estado ha
incurrido en responsabilidad internacional por la violación de alguno de
los derechos consagrados o estipulados en la Convención Americana
sobre Derechos Humanos o en otros tratados de derechos humanos
aplicables al sistema interamericano, por haber incumplido con sus
obligaciones de respetar y garantizar esos derechos. La competencia
contenciosa del Tribunal se encuentra regulada en el artículo 62 de la
Convención Americana.
 Función consultiva: por este medio la Corte responde consultas que
formulan los Estados miembros de la OEA o los órganos de la misma,
en los términos del artículo 64 de la Convención.
 Medidas provisionales: la Corte puede adoptar las medidas que
considere pertinentes en casos de extrema gravedad y urgencia, y
cuando se haga necesario evitar daños irreparables a las personas,
tanto en casos que estén en conocimiento de la Corte, como en asuntos
que aún no se han sometido a su conocimiento, a solicitud de la
Comisión Interamericana.

7. Importancia
Una constante en las resoluciones de la Asamblea General bajo estudio, es el
reconocimiento de la importancia de la labor desarrollada por la Corte como
órgano de protección de los derechos humanos en el continente y el hecho de
habérsele instado a que continúe con sus importantes funciones. El aspecto
que se ha resaltado es la labor jurídica de la Corte ceñida estrictamente a
derecho, como una actividad que prestigia al Sistema Interamericano. Es
indudable que los Estados aprecian, desde el punto de vista de la seguridad
jurídica, que la función jurisdiccional de la Corte tiene un singular valor, puesto
que al haberse constituido como Tribunal único y autónomo, y estando en tal
virtud habilitado para sentenciar independientemente incluso respecto a lo
previamente acordado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,
garantiza doblemente a los Estados parte que han aceptado la competencia de
la Corte, el estricto cumplimiento de la normatividad de protección a los

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derechos humanos. Por otra parte, los representantes gubernamentales han
destacado que por medio de la competencia consultiva, accesible a todos los
Estados miembros de la OEA, se coadyuva de manera significativa al
desarrollo doctrinario de las normas y principios sobre derechos humanos.

8. Procedimiento ante la Corte

El procedimiento ante la Corte se divide en tres etapas: escrita, oral y de


deliberación. En un primer momento se presenta el escrito de la demanda que
incluirá las pretensiones, las partes, las resoluciones emitidas por la Comisión,
las pruebas ofrecidas, los fundamentos de Derecho y las conclusiones
pertinentes.

Seguidamente, la demanda es notificada al Estado demandado y a la presunta


víctima, o sus representantes. Dentro de dos meses de notificada la demanda
la presunta víctima deberá remitir un escrito de solicitudes, argumentos y
pruebas.

El demandado contestará la demanda y el escrito de la víctima dentro del


plazo de dos meses de su notificación. En su contestación, el Estado puede
presentar excepciones preliminares que podrán ser rebatidas por las partes en
un plazo de treinta días.

8.1. Procedimiento oral ante la Corte

Culminada la etapa escrita, se dará inicio al procedimiento oral fijándose


las audiencias que sean necesarias. Para ello, la Corte solicitará a las
partes que remitan su lista de testigos y peritos; así como que establezcan
cuáles declararán en la audiencia pública.

En esta etapa es posible recusar peritos, así como objetar la participación


de testigos. Debe tenerse en cuenta que el listado final debe basarse en lo
indicado en la demanda, en los argumentos de las presuntas víctimas y en
la contestación de la demanda. El Presidente de la Corte fijará la fecha de
la audiencia pública y será quien dirigirá el debate. El desarrollo de la
audiencia queda registrado en las actas que se anexan al expediente del
caso.

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8.2. Emisión de la sentencia

Tras culminar la etapa oral, las partes remiten por escrito sus alegatos
finales. Seguidamente, la Corte deliberará en privado y aprobará la
sentencia que será notificada a las partes. Usualmente la sentencia
contiene la determinación de los hechos, las conclusiones de las partes,
los fundamentos de derecho, la decisión sobre el caso y el
pronunciamiento sobre las reparaciones correspondientes.

El fallo de la Corte será definitivo e inapelable. En caso de desacuerdo


sobre el sentido o alcance del fallo, cualquiera de las partes podrá
solicitarse su interpretación, siempre que dicha solicitud se presente dentro
de los noventa días a partir de la fecha de la notificación del fallo.

8.3. Supervisión de cumplimiento de la sentencia

La labor de la Corte no culmina tras la emisión del fallo en que determina


si el Estado es responsable internacionalmente o no por la violación de los
derechos de las presuntas víctimas. La Corte supervisará el cumplimiento
de la sentencia a través de la presentación de informes estatales y de las
correspondientes observaciones a dichos informes por parte de las
víctimas.

9. Casos emblemáticos
La actividad reciente de la Corte La labor de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos ha tenido gran significación en la protección de las
libertades fundamentales en el continente americano desde su misma entrada
en funciones.

El número de sentencias que cada año dicta la Corte es reducido, lo que le


permite un estudio minucioso de los casos presentados y de su solución a la
luz de los instrumentos americanos.

Así, por ejemplo, durante el año 2011 la Corte emitió 18 sentencias, 32


resoluciones sobre la supervisión del cumplimiento de sentencias previamente
dictadas y 36 resoluciones sobre medidas provisionales.

En 2010, había emitido 9 sentencias, 40 resoluciones sobre la supervisión del


cumplimiento de sentencias y 36 resoluciones sobre medidas provisionales. El
carácter minucioso y detallado de los estudios de hecho y de derecho
realizados por la Corte resulta generalmente en la adopción de extensas

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sentencias, la actividad de la Corte se orienta a garantizar los derechos
protegidos por la Convención Interamericana de Derechos Humanos, así como
por la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre.

La Convención contempla en su articulado los derechos civiles básicos, como


el derecho a la vida, a la integridad personal, la prohibición de la esclavitud y la
servidumbre, el derecho a la libertad personal, las garantías del proceso
judicial, la irretroactividad de la ley penal, la protección del honor, la libertad de
conciencia y de religión, la libertad de pensamiento y de expresión, el derecho
de reunión, el de asociación, el de propiedad privada, etc. Ella regula de forma
mucho más detallada algunos derechos que ya estaban recogidos en la
Declaración.

En algunos de los derechos incluidos la Convención fue pionera, otorgando una


protección más amplia que la que otorgaran otros documentos internacionales
de la época. Así, se reconocieron tempranamente derechos tales como el
derecho a ser indemnizado por los errores judiciales y el derecho de
rectificación o respuesta.

La Convención también contempla los derechos políticos, aunque en este caso


su titularidad corresponde como es habitual sólo a los ciudadanos y no a todas
las personas, y establece el principio de igualdad ante la ley. Finalmente, un
artículo de la Convención Americana hace referencia a los derechos
económicos, sociales y culturales, receptando el principio de desarrollo
progresivo. Un protocolo adicional a la Convención Americana sobre derechos
humanos en materia de derechos económicos, sociales y culturales, conocido
genéricamente como “Protocolo de San Salvador” en razón de la ciudad en la
que fue firmado, detalla con gran precisión estos derechos. Este protocolo
prevé la posibilidad de la intervención de la Corte Interamericana para hacer
efectiva su vigencia, aunque sólo respecto de algunos de los derechos
recogidos en él (artículo 19.6 del Protocolo).

Podemos mencionar rápidamente y de forma meramente ilustrativa algunas de


las sentencias y opiniones consultivas recientes más relevantes, por ejemplo el
derecho a la nacionalidad.

En relación con él, la Corte ha sostenido que los Estados tienen la obligación
de no adoptar prácticas o legislación cuya aplicación favorezca el incremento
del número de personas apátridas (Niñas Yean y Bosico c/ República
Dominicana, 08/09/2005).

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Respecto de otro derecho, el de protección de la honra y la dignidad, la Corte
ha estatuido que la divulgación de una conversación telefónica por parte del
Estado, aunque ésta se haya obtenido lícitamente, resulta una violación de tal
derecho (Tristán Donoso c/ Panamá, 27/01/2009). De gran importancia es la
labor de la Corte en el control del cumplimiento de las garantías de los
justiciables. En fecha reciente, la Corte ha dicho que la exigencia de que las
decisiones no sean arbitrarias se aplica a todas las autoridades públicas, por lo
que no sólo están vinculados los tribunales judiciales sino también los
administrativos (Barbani Duarte y otros c/ Uruguay, 13/10/2011).

Asimismo, la independencia de los jueces resulta un deber insoslayable de los


Estados, que deben garantizarla mediante un adecuado proceso de
nombramiento, la inamovilidad en los cargos y la protección contra presiones
externas (Chocrón Chocrón c/ Venezuela, 01/07/2011).

Además, los plazos de los procesos judiciales han de ser razonables, y para
determinar esta razonabilidad se ha de tener en cuenta las posibles
consecuencias del transcurso de esos plazos sobre las situaciones jurídicas
concernidas: cuanto mayores puedan ser esas consecuencias, mayor deberá
ser la celeridad con la que se llegue a una solución definitiva (Valle Jaramillo c/
Colombia, 03/04/2009).

En el ámbito de la libertad personal, la Corte ha destacado que las medidas


que impliquen privación de libertad no sólo deben estar legalmente
determinadas, sino que además han de ser razonables, previsibles y
proporcionales (Tores Millacura c/ Argentina, 26/08/2011).

La Corte ha indicado además que toda persona privada de libertad tiene


derecho a vivir en condiciones de detención compatibles con su dignidad
personal. Como responsable de los establecimientos de detención, el Estado
se encuentra en una posición especial de garante de los derechos de toda
persona que se halle bajo su custodia. Esto implica el deber del Estado de
salvaguardar la salud y el bienestar de los reclusos, brindándoles, entre otras
cosas, la asistencia médica requerida, y de garantizar que la manera y el
método de privación de libertad no excedan el nivel inevitable de sufrimiento
inherente a toda detención (Instituto de reducación del menor c/ Paraguay,
02/09/2004).

El incumplimiento de los requisitos mínimos de tratamiento digno a las


personas privadas de su libertad por parte del Estado puede constituir un trato

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inhumano o degradante en los términos de la Convención (Díaz Peña c/
Venezuela, 26/06/2012). También se ha analizado el asunto, muy espinoso en
consideración de la historia reciente de muchos países americanos, de las
desapariciones forzadas de personas.

La Corte ha insistido en que tales delitos resultan una violación de múltiples


derechos reconocidos en la Convención, y que tienen un carácter continuado o
permanente, de modo que sólo cesan cuando se hallan los restos de la víctima
o se conoce su paradero (Gomes Lund y otros c/ Brasil, 24/11/2010).

En relación con la situación de los niños privados de su identidad en el


contexto de conflictos armados internos, la Corte ha declarado que este tipo de
violación sólo cesa cuando la verdad sobre la identidad es revelada por
cualquier medio y se garantizan a la víctima las posibilidades jurídicas y
fácticas de recuperar su verdadera identidad y, en su caso, el vínculo familiar
(Gelman c/ Uruguay, 24/02/2011). También ha sido relevante la actuación de la
Corte en relación con los derechos de las personas migrantes.

El Tribunal ha considerado que si bien los Estados tienen la facultad de


controlar y regular el ingreso y permanencia de personas extranjeras en su
territorio, la imposición de una medida punitiva al migrante que reingresa de
manera irregular al país tras una orden de deportación previa no cumple el
requisito de “finalidad legítima” exigido por la Convención.

El Tribunal ha agregado que la detención de personas por incumplimiento de


las leyes migratorias nunca debe ser con fines punitivos, ya que las medidas
privativas de libertad sólo deben ser utilizadas cuando fuere necesario y
proporcionado en el caso en concreto, a los fines de asegurar la
comparecencia de la persona al proceso migratorio o garantizar la aplicación
de una orden de deportación, y únicamente durante el menor tiempo posible
(Vélez Loor c/ Panamá, 23/11/2010).

La jurisprudencia de la Corte también ha resguardado en varios casos los


derechos de los pueblos indígenas. En uno de ellos, por ejemplo, se ha
señalado la importancia de la propiedad comunal de la tierra indígena, en razón
de la estrecha vinculación que los pueblos indígenas tienen con sus tierras
tradicionales (Comunidad Indígena Xákmok Kásek c/ Paraguay, 24/08/2010).
Respecto de los derechos de los menores, la Corte ha considerado que una
determinación de la capacidad e idoneidad parental de poder garantizar y
promover el bienestar y desarrollo del niño a partir de presunciones y

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estereotipos no es adecuada para asegurar el interés superior del menor
(Attalas Riffo y Niñas c/ Chile, 24/02/2012).

Por otra parte, ha dicho que la separación de niños de su familia puede


constituir, bajo ciertas condiciones, una violación del citado derecho de
protección a la familia, pues inclusive las separaciones legales del niño de su
familia biológica sólo proceden si están debidamente justificadas en el interés
superior del niño, son excepcionales y, en lo posible, temporales (opinión
consultiva OC-17, 28/08/2002).

Otorgar una adopción sin consentimiento de los progenitores biológicos viola el


derecho a la protección de la familia reconocido en la Convención (Fornerón e
hija c/ Argentina, 27/04/2012). Para finalizar con esta breve panorámica de la
jurisprudencia reciente de la Corte, resulta de interés señalar que ella ha
recalcado que los jueces internos tienen el deber de realizar el control de
convencionalidad de las disposiciones internas incluso de oficio. Para ello
deben tener en cuenta no sólo el texto de la Convención, sino también la
interpretación que de ella ha realizado la propia Corte (Cabrera García y
Montiel Flores c/ México, 26/11/2010).

Y que además no es posible alegar obstáculos internos, como la falta de


infraestructuras o de personal, para eximirse de obligaciones internacionales
(Garibaldi c/ Brasil, 23/09/2009).

10. Conclusiones

 Si bien el estudio se refiere específicamente al análisis de la estructura y


funciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, debe tomarse en
consideración de que dicho Tribunal opera conjuntamente con la Comisión
Interamericana, por lo que el examen del Tribunal no debe aislarse de los
aspectos relativos a la estructura y funciones de dicha Comisión, que
conjuntamente deben considerarse como los dos órganos del sistema
interamericano de protección de los derechos humanos.

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 El análisis de la estructura y funciones de la Corte Interamericana debe partir
de las siguientes premisas: a) la primera cuestión básica que debe tomarse en
consideración es que la tutela de los derechos humanos corresponde
esencialmente a los organismos internos, ya que lo de carácter internacional,
como lo es la Corte Interamericana tiene carácter subsidiario y complementario
de la protección nacional: b) es preciso destacar la separación entre los
tribunales internacionales y los de carácter transnacional, ambos de naturaleza
supranacional, pero que con frecuencia se confunden ya que los primeros no
constituyen una instancia de revisión o casación de la decisión de los
organismos internos de protección de los mismos derechos humanos, en tanto
que los segundos se configuran como los órganos de último grado respecto de
los tribunales internos de los países que forman uniones o asociaciones de
integración o comunitarios, por lo que las resoluciones tienen naturaleza
definitiva y firme, por lo que se imponen obligatoriamente a los organismos
nacionales. La razón de lo anterior es que las dos categorías de tribunales
aplican diverso tipo de normas, los internacionales, las disposiciones de este
carácter y las transnacionales las normas de integración o comunitarias, las
que se encuentran en un nivel intermedio entre las internacionales y las de
derecho interno.
 Con apoyo en las anteriores proposiciones podemos sostener que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos es un tribunal internacional que tiene
por objeto la aplicación y la interpretación de la Convención Americana de
Derechos Humanos, suscrita en la ciudad de San José de Costa Rica, en
noviembre de 1969 (y por ello también se le califica como Convención de San
José), pero también de sus dos Protocolos, el relativo a los derechos
económicos, sociales y culturales, y el que se refiere a la prohibición de la pena
de muerte. Pero los derechos sustantivos cuyo cumplimiento corresponde a la
Corte Interamericana también comprenden los lineamientos de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada en la ciudad de
Bogotá en mayo de 1948, la que ha llegado a adquirir efectos jurídicos
vinculantes para los Estados miembros de la Organización de los Estados
Americanos, como lo ha precisado la misma Corte Interamericana. Además, la
citada Organización ha aprobado otras Convenciones Interamericanas, las que
deben ser también tomadas en cuenta por el tribunal.

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11. Bibliografía

 Bobbio, Norberto. Presente y porvenir de los Derechos Humanos. En Anuario


de Derechos Humanos 1981. Instituto de Derechos Humanos. Facultad de
Derecho. Universidad Complutense de Madrid. Madrid. 1982.
 Cuadra, Héctor. La proyección de internacional de los Derechos Humanos.
Instituto de Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. UNAM.
México. 1970.
 Monroy Cabra, Marco. Los Derechos Humanos. Editorial Temis. Bogotá.
Colombia. 1980.

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 OEA. Documentos Básicos en materia de Derechos Humanos en el Sistema
Interamericano. Secretaría de la CIDH. San José. Costa Rica. 2000.
 Valverde Gómez, Ricardo. Los Derechos Humanos. Editorial UNED. San José.
Costa Rica. 1993.

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