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Lo mismo ocurre aquí, no se vio la diferencia hasta que llegó la lluvia torrencial
y el fuerte viento. La lección es clara: la desigualdad entre un verdadero
cristiano y otro que lo es en apariencia no es algo obvio externamente, ya que
sólo se evidencia cuando vienen las pruebas.
Lo mismo ocurre con las cosas espirituales que en este caso es no hacer
caso de las enseñanzas del Sermón que había dado Jesús. El insensato no
solamente tiene prisa o no quiere atender a las normas, sino que además
considera todo esto innecesario, porque lo que le importa son sus propias
ideas y no quiere ser instruido por nadie. Por último, el insensato nunca
examina las cosas en detalle ni se detiene a contemplar las posibles
eventualidades.
3. Las pruebas someten a examen nuestra vida Contra aquellas casas vinieron el
mismo tipo de adversidades: la lluvia, los torrentes y el viento, los cuales
pusieron a prueba la robustez con que habían sido construidas. Mientras una
soportó todos los embates de las inclemencias, la otra no aguantó la prueba y se
vino a pique. Tanto si nos gusta como si no, seamos creyentes verdaderos o sólo
en apariencia, la evidencia de que nuestra vida tiene un sólido fundamento, sólo
es posible averiguarla cuando nuestra fe es puesta a prueba (1 P. 1:6-7).