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RECUPERADO EL 22-6-17
Los casos de caducidad o perención de la instancia, atribuibles a la desidia del abogado interviniente, constituyen
Precisamente la causa que motiva la sentencia que comentamos se funda en una caducidad de instancia. La
cuestión central es, en el terreno aludido, la prueba acerca del éxito de la acción perdida —realmente frustrada—
cuando ya no puede volver a iniciarse por haberse operado la prescripción de la acción. El abogado negligente o
sospechado de abandono pretenderá excusarse invocando que "se dejó estar", no activó la instancia, por cuanto la
demanda iba fatalmente hacia una sentencia de rechazo. El cliente alegará que el daño sufrido es equivalente a la
pérdida de "todo lo pretendido en el juicio". Y los jueces, por lo común, como no cabe esperar una sustanciación a
ese solo objeto —comprobar éxito o fracaso—, fallarán "salomónicamente", otorgando, como reparación del
En el caso que nos ocupa —perención seguida de prescripción liberatoria—, el abogado supuestamente desidioso
logró convencer a los jueces que la causa no tenía destino favorable, marchaba al fracaso y de ahí su abandono.
Como consecuencia de ello, el tribunal lo liberó de la responsabilidad por la pérdida de la "chance" de lograr el
objetivo perseguido. Empero, y aquí estriba otro acierto destacable, juzgó que el abogado debía cargar con las
costas del juicio mal emprendido, por no contar con las pruebas necesarias, no haberlas evaluado en su momento,
Reiteramos nuestra coincidencia y deseamos que, en los aspectos puestos de resalto, sirva de ejemplo como fallo
justo y equitativo.
(10) Basta consultar las obras corrientes en la materia: Trigo Represas, Alonso Pérez, Morello, Andorno, Acuña
(11) Sin dejar de señalar que, semejante alegación por parte del abogado, importa contradecirse, volver sobre sus
propios actos.