Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
17boris Fausto Brasil 1889-1930
17boris Fausto Brasil 1889-1930
2. Michael M. Hall, «The origins of mass immigration in Brazil, 1871-1914», tesis docto-
ral, Universidad de Columbia, 1969.
416 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
3. Thomas H. Holloway, Immigrants on the ¡and. Coffee and society in Sao Paulo,
1886-1934, Chapel HUÍ, NC, 1980.
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 417
rápidamente (bien que a un ritmo menor, del 4,5 por 100), y otras ciudades
como Porto Alegre (Rio Grande do Sul) aumentaron su importancia.
Desde principios de siglo, la red urbana tendió de forma constante hacia un
proceso de concentración. La urbanización aumentó en términos absolutos, pero
las grandes ciudades se extendieron mucho más rápidamente que los centros
urbanos medianos o pequeños. Esta tendencia se agudizaría en el periodo com-
prendido entre 1920 y 1940. Sin embargo, en 1920, Brasil sólo tenía dos grandes
ciudades de más de 500.000 habitantes: el Distrito Federal, con una población de
1.150.000 habitantes, y Sao Paulo, con 570.000.
noreste, sin olvidar las extensas zonas de población dispersa. Mientras que el
Estado de Sao Paulo estaba entrando en una fase de desarrollo capitalista carac-
terizada por un intenso nivel de inmigración, los estados del norte y del noreste,
en los que predominaban las relaciones precapitalistas, experimentaban un nivel
de crecimiento muy inferior, cuando no estaban estancados o en clara recesión.
El paternalismo unido a la violencia, sobre todo en la población rural, estaba
extendido por todo el país como las dos caras de una misma moneda, pero el
uso de esos dos instrumentos de dominación presentaba variaciones de estilo,
frecuencia e intensidad.
La vida social y política durante la Primera República estaba dominada por
las relaciones de clientelismo, incluso en los centros urbanos más importantes,
como Río de Janeiro y Sao Paulo. Sin embargo eran particularmente fuertes en
las áreas rurales, porque en ellas se daban ciertas condiciones ideales para asegu-
rar el mantenimiento de las relaciones basadas en el intercambio desigual de
favores entre hombres situados en los extremos opuestos de la escala social. Los
recursos productivos estaban controlados por una pequeñísima minoría; había
una ausencia casi total de bienestar social público o privado; y las condiciones
generalmente precarias de supervivencia no permitían a las clases dominadas
hacer otra cosa que no fuera buscar individualmente la protección de los elemen-
tos más poderosos. La protección, en forma de tierras, ayuda financiera o
empleo, se intercambiaba por la garantía de lealtad, la cual, según cada caso
particular, se traducía en estar dispuesto a defender al coronel físicamente, o en
obedecer sus deseos en las urnas.
Un sistema de poder particularmente efectivo para los coronéis era la estruc-
tura familiar conocida como la parentela, que era típica del noreste. La parente-
la incluía a la familia extensa, formada por parientes por matrimonio, tanto
vertical como colateralmente, así como las relaciones de afinidad rituales, como
los padrinos, o de adopción. Sin embargo, no todos los miembros de la familia
estaban incluidos en la parentela, ya que ésta estaba basada en la lealtad al
patriarca.4 Por esta razón, ciertas personas vinculadas entre sí por consanguini-
dad o por matrimonio no formaban parte de la parentela, aunque estuvieran
relacionadas con ella. También vale la pena anotar que las normas familiares no
necesariamente funcionaban cuando se elegía un nuevo cabeza de parentela. Los
descendientes de un patriarca en línea directa podían llegar a ser ignorados, en
beneficio de parientes colaterales o parientes políticos.
Institucionalmente, la República reforzó el papel de los coronéis, ya que la
descentralización dio mayor poder a los municipios, que eran las unidades polí-
ticas y administrativas más pequeñas de cada Estado. Los municipios no sólo
ganaron una mayor autonomía nominal, sino también un mayor control sobre la
renta pública. Resulta reveladora la comparación entre los años 1868-1869 y
1910: en el primero, el gobierno imperial recibió el 80,8 por 100 de toda la renta
pública, las provincias el 16,7 por 100 y los municipios el 2,5 por 100; en el
segundo, el gobierno central recibió el 59,9 por 100 de los ingresos totales, los
4. Véase Linda Lewin, «Some historical implications of kinship organization for family-
based politics in the Brazilian northeast», en Comparative Studies in Society and History, 21/2
(abril de 1979). '
424 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
estados el 21,5 por 100, y los municipios el 18,6 por 100. Aparte de esto, la
ampliación del sufragio establecida en la Constitución de 1891 reforzaba a los
coronéis, quienes, en el ámbito local, ganaron un mayor poder de negociación.5
Al mismo tiempo, sin embargo, el refuerzo del poder de los estados limitó
considerablemente la acción de los coronéis, o al menos supuso un foco de
tensión entre los mismos y las oligarquías estatales.
En este punto es importante hacer algunas distinciones. En los estados del
norte y del noreste hubo dos modelos políticos principales. En ciertos casos, una
oligarquía familiar poderosa tomaba el poder sobre la maquinaria gubernamen-
tal, minimizando así la distinción entre coronéis locales y la oligarquía estatal.
En otros, eran los grupos que representaban intereses urbanos —que incluían a
muchos políticos profesionales, o áreas rurales vinculadas a la exportación— los
que tomaban el poder. Sin embargo, su posición era frágil, y los llamados
«coronéis del interior» mantuvieron un considerable grado de autonomía. Esto
es lo que ocurrió en toda una vasta región a ambos lados del río Sao Francisco,
donde florecieron auténticas «naciones de coronéis». Con el apoyo de sus pro-
pios ejércitos privados, se convirtieron en verdaderos jefes militares dentro de su
área de influencia. Además, el desarrollo del comercio interior en estados como
Bahía, Goiás, Pernambuco, Piauí y Maranhao fomentó alianzas entre coronéis
cuyo ámbito llegaba a atravesar las fronteras estatales. Como norma general, los
coronéis preferían mantener el máximo grado de autonomía en el interior de su
área, y no ponían objeciones al hecho de que las capitales de Estado y las zonas
costeras recibieran una proporción de la renta pública relativamente superior. Es
más, solían reaccionar contra los intentos de integrarles en partidos u otras
organizaciones que pudieran contribuir a la eliminación de los feudos familiares
y el bandolerismo.
En esos estados, que no formaban parte de la poderosa constelación centra-
da en Sao Paulo, Minas Gerais y Rio Grande do Sul, el papel del gobierno
federal era principalmente de arbitraje, prestando, en ocasiones, su apoyo a la
oligarquía política local, y en otras, negociando directamente con los coronéis.
El caso de Bahía fue singular y estuvo caracterizado por la autonomía de los
coronéis en el interior y por la debilidad de los partidos y de las instituciones
políticas de la oligarquía. El apoyo que recibieron los militares del gobierno
federal durante la presidencia del mariscal Hermes da Fonseca (1910-1914) fue
decisivo en las elecciones a la presidencia del Estado de 1912, que llevaron al
poder a J. J. Seabra, político cuyo apoyo procedía del área urbana de Salvador,
la capital del Estado. Durante varios años, Seabra logró controlar el poder de
los coronéis mediante una serie de reformas políticas. Unos años más tarde, en
1920, durante la administración siguiente, los coronéis del interior se levantaron
contra el gobierno del Estado, derrotaron a sus fuerzas militares en varios
choques y amenazaron con tomar la propia ciudad de Salvador. El presidente de
la República intervino como arbitro de la disputa a través del comandante
militar de Bahía. El arbitraje demostró de forma patente el poder de los coro-
néis. Horacio de Matos, el más famoso de ellos, obtuvo el derecho de conservar
sus armas y municiones, así como la posesión de los doce municipios que con-
trolaba;' las autoridades que había instalado fueron reconocidas por el gobierno
federal. En el caso de Bahía, durante la década de 1920, el modelo tradicional
por el cual el gobernador servía como intermediario entre los coronéis y el
presidente de la República terminó de una vez y para siempre. Este último se
convirtió en arbitro de la política local y regional. Los coronéis del interior
ganaron una mayor autonomía frente al gobierno estatal, y Bahía se fragmentó
en una serie de pequeños estados dentro de otro estado. El resultado fue un tipo
de federalismo muy apartado del modelo establecido en la Constitución de 1891.
Por contraste, en los estados más desarrollados, los coronéis carecían de
autonomía y se asociaron con estructuras más amplias, como el partido político
dominante y la maquinaria política estatal. En estos estados, el elemento domi-
nante en el entramado general de relaciones de clientelismo era el gobierno
estatal, que distribuía tierras, créditos y cargos públicos. La diferencia no care-
cía de importancia. En apariencia, el Estado era solamente un coronel a gran
escala, que apuntalaba un sistema de dominación similar al existente en el nores-
te. Sin embargo, lo cierto es que las relaciones entre la sociedad en su conjunto
y el Estado comenzaban a variar. El Estado empezaba a expresar de forma
creciente clases, en lugar de meros grupos de intereses, y a establecer una esfera
de autonomía frente a la sociedad. El mejor ejemplo de este proceso es Sao
Paulo, lugar donde ya había una clase dominante homogénea y la diferenciación
social era más intensa. El poder local de los coronéis persistía principalmente en
las regiones fronterizas, pero estaba subordinado en mayor o menor grado al
gobierno estatal, que controlaba la mayoría de los recursos en que confiaban los
coronéis para mantenerse en el poder. El gobierno estatal también tenía a su
disposición un poder militar considerable, que aseguraba prácticamente su supe-
rioridad en caso de conflicto armado. Además, el Partido Republicano Paulista
(PRP) tenía un grado considerable de cohesión y disciplina organizativa, y era
claramente algo más que una elaborada red de relaciones de amistades y cliente-
lismo, aunque estos aspectos también tuvieran su importancia. Se ha sostenido
que el PRP representaba una fase intermedia entre una agrupación basada en
relaciones verticales de «clientelismo» y un partido político moderno organizado
«horizontalmente».6 Es indudable que las relaciones entre el Estado y la socie-
dad seguían siendo fundamentalmente de clientelismo. Sin embargo, y dado su
papel de ejecutor de intereses de clase, el Estado tomaba de vez en cuando
medidas cuyo fin era la reducción del poder local en las áreas más inestables.
Por ejemplo, en 1906 el presidente del Estado de Sao Paulo, Jorge Tibirica, no
sólo delegó poderes extraordinarios en la milicia estatal, sino que instituyó una
fuerza de policía civil de dedicación completa. Aunque sea algo dudoso el grado
real de independencia de esta policía, sin embargo representaba un intento de
cambiar la posición tradicional de la policía como apéndice de los grandes
terratenientes. Análogamente, en 1921, el presidente del Estado, Washington
Luís, estimuló la profesionalización del poder judicial, que se volvió así menos
6. Joseph L. Love, Sao Paulo in the Brazilian Federation, 1889-1937, Stanford, 1980,
p. 115.
426 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
7. John D. Wirth, Minas Gerais in the Brazilian Federation, 1889-1937, Stanford, 1977,
p. 118.
8. Véase Joseph L. Love, Rio Grande do Sul and Brazilian regionalism, 1882-1930,
Stanford, 1971, p. 79.
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 427
das rurales, intentaron en vano obtener una porción de los derechos aduaneros
sobre las importaciones, que eran recaudados por el gobierno central. Cada
Estado tenía derecho a organizar sus propias fuerzas armadas; en esto, una vez
más, y gracias a sus recursos, los estados más grandes sacaron amplias ventajas.
En particular, la milicia estatal de Sao Paulo estaba bien equipada, y sus miem-
bros activos eran siempre superiores en número a los regimientos del ejército
federal establecidos en el Estado. En 1925 y 1926, la milicia estatal contaba con
24.000 hombres, instruidos desde el año 1906 por una misión militar francesa.
De esta forma, los estados más poderosos tuvieron los recursos financieros y
militares para limitar las presiones intervencionistas del gobierno federal.
La elección del presidente de la República reflejaba el grado de acuerdo o
desacuerdo entre los estados más poderosos. Se ha afirmado frecuentemente que
La llamada alianza del café com leite, entre Sao Paulo y Minas Gerais, controló
de forma efectiva la Primera República. Esto es en gran medida cierto. Sin
embargo, es importante recordar que existieron áreas de conflicto en el seno de
la alianza, especialmente después de que la entrada en 1910 de un tercer Estado,
Rio Grande do Sul, desestabilizara su equilibrio. Finalmente, hacia el final de la
década de 1920, la ruptura entre las oligarquías de Sao Paulo y Minas Gerais
hizo estallar la cadena de acontecimientos que desembocaría en la revolución
de 1930. Sin embargo, hablando en términos generales, es cierto que bajo la
antigua república el poder residió en el eje Sao Paulo-Minas. De once elecciones
presidenciales, nueve de los presidentes electos procedían de esos dos estados,
seis de Sao Paulo y tres de Minas Gerais. Dado el tamaño de su población, el
Estado de Minas iba a jugar un papel influyente en la Cámara de Diputados,
donde tenía 37 escaños, seguido de Sao Paulo y Bahía, con 22 cada uno. Aunque
no fuera de ningún modo despreciable, su economía no podía competir con la de
Sao Paulo. Minas producía productos alimentarios derivados principalmente
de la ganadería. Además, era productor de café. En el campo económico la élite
política de Minas Gerais tuvo menos oportunidades que fomentaran su intento
de expansión para buscar puestos en el gobierno central. Durante su apogeo,
entre 1898 y 1930, la oligarquía de Minas no sólo tuvo influencia en la Cámara
de Diputados, sino que también fue la agrupación que permaneció durante más
años en los ministerios clave. La dominación directa de la política federal por
parte de la oligarquía de Sao Paulo, que empezó casi al mismo tiempo que el
nacimiento de la República, declinó hacia 1905. Sin embargo, aunque esto le
complicara algo las cosas, no se puede decir que los intereses de Sao Paulo
dejaran de ser predominantes en el ámbito federal. Dados los rasgos caracterís-
ticos del sistema federal, para Sao Paulo era vital el control de la política federal
5Ólo en aquellas áreas en que la acción a nivel estatal era imposible o inadecua-
da: en el área de la reglamentación sobre divisas y política financiera, para
garantizar los créditos extranjeros contratados principalmente para mantener el
valor del café, y en los asuntos de las leyes de inmigración y de la distribución
de rentas públicas entre los gobiernos federal y estatal.
Obviamente, el poder político de cada unidad regional dependía en gran
medida de su poder económico. Sin embargo, el grado de cohesión dentro de las
clases dirigentes estatales y de los partidos regionales era de una importancia
fundamental. Este aspecto puede ilustrarse mediante un breve análisis de las
428 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
estructuras políticas de Sao Paulo, Minas Gerais y Rio Grande do Sul. En 1920,
los tres estados eran responsables de más de la mitad del valor total de la
producción agrícola e industrial del país, excluyendo el Distrito Federal. En Sao
Paulo, la burguesía del café prestó apoyo político al PRP, como consecuencia
de una larga lucha, que databa de la década de 1870, en defensa de la república
y, sobre todo, del federalismo. Ningún otro partido expresaba con tanta claridad
los intereses de clase. A pesar del rápido crecimiento económico de Sao Paulo,
y de la consecuente diferenciación social, el PRP se las arregló para mantener su
posición de único partido de la clase dirigente hasta 1926, año de fundación del
Partido Democrático (PD). El núcleo básico para la expansión económica en el
Estado de Sao Paulo era el complejo del café, del cual dependían directa o
indirectamente todas las demás actividades económicas, así como la maquinaria
administrativa. Las diferencias internas en el seno de la burguesía del café, entre
los principales productores, los banqueros y los comissdrios, no llegó a expresar-
se nunca claramente. A su vez, la naciente industrialización no dio lugar a una
clase que se opusiera de forma radical a los empresarios cafeteros. La industria
se desarrolló como una actividad subsidiaria de la economía de exportación, que
creó un mercado regional y fue la responsable de la entrada del capital necesario
para la compra de maquinaria. La inversión industrial fue a menudo una opción
paralela a la inversión en el complejo cafetero y se adaptó a las condiciones de
la economía del café. Estas circunstancias facilitaron la fusión del terrateniente
y del industrial en una sola persona, o al menos en un grupo familiar. Hasta
1928 no apareció en Sao Paulo un órgano representativo de la burguesía indus-
trial. Incluso entonces, Roberto Simonsen —el primer nombre importante entre
los ideólogos de la industrialización en Sao Paulo— no dejó ninguna duda sobre
la efectividad de la iniciativa al afirmar que la estructura económica de Brasil
debía seguir descansando principalmente en el cultivo de la tierra. Por consiguien-
te, el mismo PRP tuvo la capacidad de representar los limitados y subordinados
intereses de los industriales de Sao Paulo, como se pudo ver, por ejemplo, en la
lucha habida en el Congreso nacional para imponer aranceles aduaneros a los
tejidos importados (1928).
En Minas Gerais, la actividad económica de la clase dirigente estaba reparti-
da entre el café, la ganadería y, en menor medida, la industria, en subregiones
geográficamente distintas. La disputa política interna era considerable, especial-
mente durante los primeros años de la República. Sin embargo, a pesar de las
frecuentes desavenencias y rivalidades entre distintas facciones, el Partido Repu-
blicano de Minas (PRM) era bastante fuerte y presentaba un frente unido en el
ámbito de la política federal. Durante la década de 1920, en Minas Gerais ni
siquiera hubo la emergencia de un partido que presentara una oposición digna
de tener en cuenta, mientras que en Sao Paulo, la diferenciación social y, sobre
todo, la expansión de las clases medias urbanas, con el tiempo abrieron la
posibilidad de una articulación horizontal de intereses y la fundación del PD. En
Minas, la estrecha alianza entre el PRM y el Estado, a través del patronazgo,
fue siempre la manera más segura (y realmente la única) de que pudieran expre-
sarse los intereses de cíaselo de que el particular pudiera progresar en la escena
política.
Por contra, la unidad de la clase dirigente regional en Rio Grande do Sul
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 429
fue siempre problemática. Aquí las disputas entre facciones se expresaban pre-
dominantemente a través ¿le partidos adversarios, más que dentro de un solo
partido. Sin embargo, sería erróneo establecer una relación causal directa entre
los intereses económicos diferentes (ganadería, producción de trigo, etc.) y este
rasgo peculiar de la política gaucha. Desde el principio de la República, el
Partido Republicano de Rio Grande do Sul (PRR) tomó el poder a nivel regio-
nal, aunque se tuviera que enfrentar con la oposición de los partidos rivales.
Entre 1893 y 1895, sostuvo una violenta guerra civil con el Partido Federal,
fundado por los antiguos liberales del imperio y por disidentes del PRR. En
1923 se volvió a desatar un conflicto armado entre el PRR y los grupos de
oposición de la Alianza Liberal. Esta división política contribuyó indudablemen-
te a reducir la influencia de Rio Grande do Sul en el ámbito federal, donde
mantuvo el equilibrio durante un largo periodo, pero no llegó a ser nunca un
contendiente serio en la lucha por el poder. Sin embargo, no es casual que
durante la campaña presidencial de 1929-1930, y la subsiguiente revolución que
llevó a Getúlio Vargas al poder, las fuerzas políticas de la región consiguieran
finalmente presentar un frente unido en la forma del Frente Única Gaucha.
En relación con los estados del noreste, la acción concertada de los mismos
podía, en teoría, darles un cierto peso en la política federal, ya fuera en la
elección del presidente de la República, o bien en la Cámara de Diputados.
Bahía tenía 22 escaños en la Cámara, y Pernambuco 17, lo que constituía una
agrupación notable. Durante algún tiempo, entre 1896 y 1911, el Estado de
Pernambuco ejerció una cierta influencia en el ámbito federal, a través de su
líder Francisco Rosa e Silva. Sin embargo, sólo pudo conseguir de forma espo-
rádica una coalición de los estados del noreste, como en 1906, cuando intentó
evitar la aprobación parlamentaria del proyecto de valorización del café, que
había sido confeccionado por los estados de Sao Paulo, Minas Gerais y Río de
Janeiro. En efecto, toda coalición entre los estados del noreste era obstaculizada
seriamente, entre otras razones, por los problemas que emanaban de las caracte-
rísticas del sistema federal en relación con los impuestos. Dados los escasos
recursos de la región, las diversas oligarquías competían por los favores del
gobierno federal y se enzarzaban en interminables disputas sobre el derecho de
recaudación de los ingresos interestatales, en el caso de productos que fueran
desplazados de un Estado a otro.
9. Esta discusión sobre las fuerzas armadas está basada en José Murilo de Carvalho, «As
forcas armadas na Primeira República: o poder desestabilizador», y en Fernando Henrique
Cardoso, «Dos governos militares, a Prudente-Campos Sales», ambos publicados por Boris
Fausto, ed., Historia geral da civilizacáo brasileira, III: O Brasil republicano, vols. I y II, Sao
Paulo, 1975-1977.
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 431
militares como los portavoces de las clases medias frente a la oligarquía terrate-
niente. Sin embargo, este punto de vista es algo incompleto. Indudablemente,
muchos oficiales del ejército tenían su origen en la clase media, pero, a lo largo
de las últimas décadas del imperio y durante toda la Primera República, la
carrera militar representó también una opción limitada, pero viable, para los
hijos de aquellas ramas familiares de la oligarquía que estaban en declive, espe-
cialmente en el norte y el noreste. Aparte de esto, es importante tener en cuenta
el proceso de socialización cuya responsabilidad había que atribuir al ejército,
como institución con valores específicos y relativamente independiente de la
sociedad en general. Los oficiales también procedían de familias que, con el
paso del tiempo, se habían convertido en «familias miliares», especialmente en
Rio Grande do Sul. Los antecedentes regionales de los oficiales brasileños que-
dan patentes en los limitados datos de que se dispone. De los 52 oficiales que
fueron miembros del primer Congreso de la República, 24 procedían del noreste,
nueve de Rio Grande do Sul y del Distrito Federal conjuntamente, y sólo uno
procedía de Sao Paulo y Minas Gerais. De los 30 comandantes y brigadas de
división en 1895, ocho eran de Rio Grande do Sul, nueve de Minas y uno de Sao
Paulo; en 1930, ocho eran de Rio Grande do Sul y ninguno de Minas o Sao Paulo.
La contribución de Rio Grande do Sul fue importante debido a que allí se
ubicaba una guarnición destinada a preservar la seguridad fronteriza. La ausen-
cia casi total de líderes militares de Sao Paulo o Minas contribuyó al debilita-
miento de las relaciones entre el ejército y los dos estados políticamente más
poderosos de la República.
Según fueran sus orígenes, los oficiales del ejército obtenían, frecuentemen-
te, un estatus distintivo dentro de la corporación, que se veía reforzado por el
sistema endógeno de reclutamiento. Este estatus no era fácilmente intercambia-
ble por otro, y, por esta razón, era celosamente guardado. Al mismo tiempo,
muchos oficiales eran personas de antecedentes urbanos ilustrados, cuya profe-
sión los vinculaba directamente con el centro del poder. Dada su tradición
militar, y las conexiones familiares, muchas de las cuales tenían algo que ver con
la oligarquía, el mundo de la política no era en absoluto ajeno a ellos. Por otra
parte, no se identificaban a sí mismos con las oligarquías civiles, y mucho menos
con las de los estados dominantes. Los militares se autoconsideraban los protec-
tores de la nación, los creadores de un Estado progresista pero austero, libre del
mangoneo político de los legistas (los graduados que constituían el personal
político de la oligarquía) y de los casacas (los nuevos ricos que acumulaban
fortunas en el mercado monetario). Para ellos, este Estado era integrador del
pueblo —categoría indiferenciada inherente al concepto de nación—, y servía
para robustecer la unidad nacional. Este ideal era muy diferente del pragmatis-
mo de las oligarquías más poderosas, como la de Sao Paulo, para las que la
República sólo representaba la protección de sus intereses específicos, la defensa
de la autonomía estatal y el reforzamiento de las desigualdades regionales.
No puede decirse que el ejército fuera un factor persistente de desestabiliza-
ción política de la República oligárquica. Su consentimiento en actuar dependía
de una variedad de circunstancias históricas y los elementos más activos cambia-
ban continuamente. Hubo, sin embargo, una incompatibilidad básica entre las
oligarquías de los estados más poderosos y el aparato militar, aunque estuviera
432 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
12. Para la discusión sobre el papel de la Iglesia católica en Brasil durante este periodo,
véase Lynch, HALC, VIH, capítulo 2.
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 435
visto con buenos ojos por los coronéis, para los cuales sus disciplinadas huestes
construyeron carreteras y presas. El propio pueblo de Canudos no era muy
diferente al modelo tradicional de asentamiento del interior. Había un cierto
grado de diferenciación económica y social, un nivel considerable de comercio
con las zonas circundantes y vínculos religiosos con los sacerdotes de las parro-
quias vecinas. En período de elecciones, Canudos era también una fuente de
votos e influencias.
Los instigadores del movimiento de Contestado eran seguidores de un coro-
nel, miembro de la oposición, y considerado como el amigo de los pobres.
A este grupo se unieron gentes de diversos orígenes, entre las cuales estaban las
víctimas del proceso de modernización, tanto de áreas urbanas como rurales:
campesinos expulsados de sus tierras por las necesidades de construcción del
ferrocarril y de una serrería, gentes que habían sido reclutadas entre los desem-
pleados de las grandes ciudades para la construcción del ferrocarril y posterior-
mente despedidas al concluir sus contratos, y malhechores de los que tanto
abundaban en la región. Sin embargo, los asentamientos que se desarrollaron
durante el Contestado, con su énfasis en la igualdad y la fraternidad, chocaban
con los valores sociales establecidos y asumían características claramente mesiá-
nicas. Esto se evidencia en la forma en que muchos miembros del movimiento
permanecían fieles a la monarquía, la cual, según se ha dicho, representaba para
ellos el mundo del más allá, más que una institución política.13 El tema de la
monarquía, fuera por la forma que adoptó o fuera debido al periodo en que se
produjo el movimiento de Contestado, no fue explotado en ningún sentido por
el gobierno. Por contra, el monarquismo primitivo de Antonio Conselheiro, con
sus ataques a la república, con su introducción del matrimonio civil y con la
toma de cementerios separándolos del control de la Iglesia, tomó formas más
concretas. El resultado fue un factor movilizador contra Canudos en los centros
urbanos, en una época en que la posibilidad de restauración de la monarquía era
considerada como una amenaza real.
Canudos, Contestado y Joazeiro no fueron episodios carentes de importan-
cia, ni expresiones aisladas de una población rural ignorante en contraste con los
centros de civilización de la costa. En distintos grados, estos movimientos pue-
den considerarse vinculados a los cambios acaecidos en la Iglesia católica, a los
cambios socioeconómicos producidos en las diferentes áreas, y al propio desarro-
llo político de la nación. No puede ser ignorada la especial fuerza de estos
fenómenos como demostración de las creencias religiosas populares. Sin embar-
go, si se consideran como intentos de organización independiente por parte de la
población rural, ilustran efectivamente las graves limitaciones de tal organización
durante el periodo de la Primera República.
El bandolerismo social paralelo a esos movimientos mesiánicos ha sido con-
siderado a veces como la evidencia de una rebelión por parte de la población
rural y de los pequeños núcleos urbanos del interior. Nos estamos refiriendo
aquí al fenómeno del cangaco, bandas guerreras de hombres armados que se
extendieron por el noreste del país durante la segunda mitad de la República, y
13. Duglas Teixeira Monteiro, Os errantes do Novo sáculo: um estudo sobre o surto
milenarista do Contestado, Sao Paulo, 1974.
436 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
14. Véase Linda Lewin, «The oligarchical limitations of social banditry in Brazil: the case
of the "good" thief Antonio Silvino», en Past and Present, 82 (febrero de 1979).
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 437
los estratos más altos de la clase media, mientras que las masas asalariadas del
sector de servicios, como empleados de banca y del comercio y oficinistas de
bajo nivel remunerativo, parecen haber tendido más hacia demandas similares a
las de la clase obrera, a saber: salarios más altos o mejores alojamientos. Sin
embargo, esta interpretación corre el riesgo de ser demasiado simplista y de no
considerar las relaciones interclasistas en ciertas ciudades. Tomando como ejem-
plo las ciudades de Río de Janeiro y Sao Paulo, se pueden distinguir rasgos
particulares en sus desplazamientos sociales, que se explican parcialmente por la
diversidad en el seno de la estructura de la clase media y por el papel hegemóni-
co jugado por la burguesía de Sao Paulo.
En 1890, en Río de Janeiro, la única ciudad brasileña de cualquier tamaño
que por entonces tenía una estructura social diversificada, el funcionariado, las
profesiones liberales y el sacerdocio sumaban el 8,6 por 100 de la población
ocupada (comparado con el 4,6 por 100 de Sao Paulo en 1893). La capital de la
República se estaba convirtiendo rápidamente en una ciudad de servicios. En
1919 sólo el 38,4 por 100 de la población económicamente activa se dedicaba a
la producción física real, mientras que el 61,6 por 100 se dedicaba a la provisión
de servicios, el 15 por 100 de los cuales era de servicio doméstico. En Río de
Janeiro, la clase media no dependía tanto de la burguesía agraria como en otros
lugares. Comprendía la clase media profesional y burocrática y, más particular-
mente, grupos funcionales no vinculados a la burguesía del café, como oficiales
de carrera, estudiantes de la academia militar de Praia Vermelha y estudiantes
de enseñanza superior. Esos sectores intentaban aliarse con la clase obrera y
suministraron una base multiclasista a varios movimientos sociales en Río de
Janeiro, como el movimiento jacobinista que surgió en los últimos años del
siglo xix. El jacobinismo estaba enraizado en el descontento existente en amplios
sectores de la población de la capital, afectados por la inflación y las malas
condiciones de vida, y estaba impregnado de una vaga ideología patriótica. Para
esos sectores, la causa tangible de sus males residía en el hecho de que el
comercio estaba controlado por los portugueses. Además, el jacobinismo, en su
intento de evitar que Prudente de Moráis asumiera la presidencia de la Repúbli-
ca en 1894, fue una reacción contra el ascenso al poder de la oligarquía paulista
del café.
En Sao Paulo, los intentos por parte de sectores de la clase media de aliarse
con las clases bajas fueron bastante más débiles. El amplio sector inmigrante
carecía de las condiciones y de las razones para presentarse como una fuerza
social. La clase media tradicional gravitaba hacia la burguesía del café, de la que
dependía económica y culturalmente. Esas características, unidas al hecho de
que no existieran grupos, como el de los estudiantes de la academia militar o los
oficiales de las fuerzas armadas, capaces de formar una oposición, propiciaron
que la protesta social en Sao Paulo estuviera limitada a la clase obrera. El liberal
Partido Democrático (PD) fue fundado en 1926 con el fin de robustecer «la
pureza de las instituciones republicanas», y reclutó sus miembros y votantes
entre la clase media urbana. Sin embargo, un año después de la revolución
de 1930, el PD se unió con el PRP contra el gobierno de Getúlio Vargas.
La clase obrera estaba concentrada principalmente en el Distrito Federal y
en las ciudades más grandes del Estado de Sao Paulo, especialmente en la
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 439
EL PROCESO POLÍTICO
Los rasgos críticos más sensibles del sistema oligárquico de la Primera Repú-
blica residían en las dificultades de ajuste entre las diferentes oligarquías regio-
nales, en las presiones ejercidas por la clase media urbana para lograr una
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 441
Campos Sales y Rodrigues Alves (1902-1906). Hasta 1897, año de fundación del
PRM, la oligarquía de Minas Gerais estuvo dividida en varias facciones (que
correspondían principalmente a sectores de la economía estatal: café, cereales,
ganadería), factor que redujo su influencia en el plano federal. A partir de 1898,
y como consecuencia de los apoyos prestados a Campos Sales para la obtención
de la presidencia, y de las políticas fiscal y monetaria resultantes del acuerdo
firmado con los Rothschild para la consolidación de la deuda nacional brasileña,
Minas volcó todo su peso en el sostenimiento de la política federal. El cuarto
presidente de la República fue un mineiro, Afonso Pena, elegido en 1906 y
fallecido en 1909 durante su mandato.
Una vez cicatrizadas las heridas de la guerra civil y consolidado el PRP, Rio
Grande do Sul empezó a surgir como tercera estrella principal dentro de la
constelación oligárquica. En el plano federal, la influencia del senador Pinheiro
Machado ilustraba este poder creciente. Bajo su liderazgo, los gauchos prestaron
apoyo constante a los presidentes paulistas y a las propuestas que emanaban de
Sao Paulo, diseñadas para obtener la aprobación por parte del gobierno central
de los créditos del extranjero destinados a apoyar la economía del café. Sin
embargo, Pinheiro Machado no fue exactamente un «cliente» de Sao Paulo.
Con su posición estratégica en el Senado, consiguió crear una nueva red de
alianzas. Mediante su control sobre el comité de credenciales del Senado y su
influencia sobre la Cámara, Pinheiro logró dominar a los representantes de los
estados más débiles. El resultado de esto fue una alianza entre Rio Grande do
Sul y algunos estados satélite del noreste, que, hasta cierto punto, quedó institu-
cionalizada en noviembre de 1910 con la fundación del Partido Republicano
Conservador (PRC), un intento de creación de un partido nacional de la oligar-
quía. La primera oportunidad que tuvo Rio Grande do Sul de utilizar su influen-
cia en una sucesión presidencial llegó en 1909, con las disensiones internas entre
la oligarquía de Minas que facilitaron la candidatura del mariscal Hermes da
Fonseca a la presidencia de la República. Hermes era sobrino de Deodoro y fue
ministro de la Guerra entre 1906 y 1910. Minas y Rio Grande do Sul se precipi-
taron en su apoyo. El candidato presentado por Sao Paulo con el apoyo de
Bahía (la cual, tras la caída del imperio, había quedado reducida a una posición
de importancia secundaria) fue Rui Barbosa, cuya carrera política se remontaba
a los tiempos del imperio y representaba a la pequeña élite ilustrada del periodo.
Por primera vez, la alianza del café com leite pasaba dificultades.
Significativamente, los gauchos surgieron como fuerza en la política federal
apoyando a un candidato militar. La afinidad entre la oligarquía gaucha y el
ejército puede atribuirse a varios factores. La importancia de la guarnición
establecida en Rio Grande do Sul (y posteriormente, en 1919, la creación de la
Tercera Región Militar) parece que animó a los gauchos de un cierto nivel social
a seguir la carrera militar. Las luchas intermitentes en la región también favore-
cían el contacto entre los militares y los partidos políticos. Como resultado de la
revolución federalista, se produjo el establecimiento de vínculos entre varios
oficiales y el PRR. También contribuyeron a esta convergencia ciertos rasgos
ideológicos y peculiaridades políticas. Rio Grande do Sul, bajo el liderazgo de
Julio de Castilhos y, posteriormente, del importante líder estatal Borges de Me-
deiros, era una región en la que la influencia del positivismo fue particularmente
444 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
fuerte, ideología que también se extendió por las filas del ejército. Aparte de
esto, la política económica y financiera defendida por los gauchos por razones
económicas e ideológicas solía coincidir en muchos aspectos con los ideales de
los militares. Rio Grande do Sul, cuya economía estaba dirigida fundamental-
mente hacia el mercado interior, fue un centro de oposición a los intereses de las
exportaciones agrícolas, por las que el ejército tenía muy pocas simpatías y con
las que mantenía pocos vínculos. Los gauchos defendían la estabilización de
precios junto con una política fiscal conservadora, debido fundamentalmente a
que la inflación causaba serios problemas al mercado de la cecina. La cecina era
consumida principalmente por las clases bajas del noreste y del Distrito Federal.
Cualquier reducción en el poder adquisitivo de estas clases repercutía en una
caída de la demanda. La política financiera conservadora gozó siempre de la
aprobación de los militares, y no sólo entre los de mayor rango personal. Las
rebeliones tenentistas de la década de 1920 tacharían a la inflación y al desequi-
librio monetario de lacras tan graves como pudieran ser el fraude y las desigual-
dades regionales.
La candidatura de Hermes da Fonseca puede ubicarse en un contexto dife-
rente al de las luchas que siguieron a la proclamación de la república. El ejército
fue aceptado como compañero político para terminar con el callejón sin salida
provocado por las disensiones entre las oligarquías. No se presentó a sí mismo
como una fuerza autónoma. Fue Rui Barbosa quien criticó la intervención del
ejército en política durante la campaña electoral de 1909-1910. Atacó al cuerpo
de oficiales e incitó a las milicias estatales a ir contra el ejército. Aunque la base
política de Rui fuera esencialmente la oligarquía de Sao Paulo, su plataforma
ideológica fue la de la lucha de la intelectualidad por las libertades civiles, las
tradiciones cultural y liberal, contra el Brasil ignorante, oligárquico y autorita-
rio. Rui buscaba atraerse el voto urbano. Apoyó los principios democráticos y el
voto secreto. Se pronunció por la necesidad de un poder central fuerte consegui-
do mediante la unificación del poder judicial, castigando a aquellos estados que
violasen la Constitución federal, interviniendo más frecuentemente en los conflic-
tos económicos y fiscales entre estados, controlando el derecho de cada estado a
contratar créditos del extranjero y asegurando la protección federal a la econo-
mía del café. De su programa se puede deducir que Sao Paulo no estaba tan
interesado en tener una autonomía extrema, como en ser el poder dominante en
un país más o menos integrado. El programa de Hermes da Fonseca apoyaba el
equilibrio presupuestario, la impermeabilidad de la Constitución, una amplia
autonomía estatal, y ponía particular énfasis en los puntos de vista e intereses de
Rio Grande do Sul. Sin embargo, conviene recordar que el tema de la autono-
mía era particularmente importante para los políticos de Rio Grande do Sul,
pero no tanto, en general, para los militares. Las fuerzas armadas siempre
habían apoyado programas diseñados para reforzar la centralización del poder.
Además, Hermes aludió deliberadamente a los derechos y quejas de los obreros.
Y durante su administración concedió su apoyo a la celebración de un congreso
nacional de trabajadores, en el que los elementos moderados participaron bajo
los auspicios del gobierno.
Durante la administración de Hermes da Fonseca (1910-1914) se produjo la
fragmentación del proceso de toma de decisiones, que se dividió entre tres
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 445
entre los dos estados mayores, por un lado, y un bloque de estados intermedios,
por otro. Además, el ejército, impulsado por algunos episodios en que estaba en
juego su honor, intervino del lado de la oposición. La alianza Sao Paulo-Minas
propuso como candidato durante los primeros meses de 1921 al político mineiro
Artur Bernardes. Rio Grande do Sul contestó su candidatura y denunció el
arreglo político como el medio de ganar recursos para la valorización del café,
en un momento en que el país estaba necesitado de estabilización financiera. Los
políticos de Rio Grande do Sul también temían una posible revisión de la Cons-
titución que pudiera limitar la autonomía de los estados, como de hecho así sería
la llevada a cabo por Bernardes en 1926. A Rio Grande do Sul se unieron Bahía,
Pernambuco y el Estado de Río de Janeiro, que estaban situados en los lugares
cuarto, quinto y sexto en cuanto a importancia electoral, y bajo la bandera de la
«Reacción Republicana» propusieron como candidato a Nilo Pecanha. Nilo ya
había ocupado la presidencia durante seis meses, tras la muerte de Afonso Pena
en 1909, y había garantizado el subsiguiente triunfo electoral de Hermes da
Fonseca. Hombre de origen humilde, había apoyado a Floriano Peixoto y tenía
su base política en la oligarquía de su estado natal de Río. El programa de la
«Reacción Republicana», que estaba directamente inspirado por los políticos de
Rio Grande do Sul, se centraba en medidas contra la inflación y en favor de la
convertibilidad monetaria y la estabilidad presupuestaria. Los estados más pode-
rosos fueron acusados de imperalismo, y se pidieron medidas proteccionistas
para todos los productos brasileños, y no sólo el café. Nilo no se oponía a la
política de entonces de valorización del café, que también beneficiaba al Estado
de Río de Janeiro, pero criticaba el trato preferencial dado al café. Este era un
tema especialmente caro a los representantes de Rio Grande do Sul. La interven-
ción militar en el problema de sucesión se vio facilitada por sus vínculos con los
políticos de Rio Grande do Sul y con el propio candidato. Sin embargo, aparen-
temente, buscaba preservar los valores y el honor de la institución militar, que
había sido objeto de violentos ataques a través de cartas publicadas en el pe-
riódico de Río Córrelo da Manha, en octubre de 1921, con la firma falsa de
Bernardes.
Bernardes, el candidato «oficial», ganó las elecciones en marzo de 1922.
Sólo faltaba la confirmación del resultado por el Congreso. Desde el punto de
vista de las oligarquías regionales, una vez se consideraba que uno de los candi-
datos había ganado, los partidos derrotados tenían que llegar a un acuerdo para
proteger el sistema. En 1922 se rompió la norma. Debido a la tensa situación
con respecto a los militares se estudió la retirada del presidente electo y la
elección de un tercer candidato. También hubo algunas declaraciones revolucio-
narias entre la jerarquía militar. Sin embargo, el líder de la oligarquía de Rio
Grande, Borges de Medeiros, rehusó apoyar ulteriores oposiciones. La lucha
entre el gobierno y la oposición fue remitiendo gradualmente. Los disidentes de
las oligarquías regionales derrotadas y de la jerarquía militar fueron neutraliza-
dos progresivamente, aunque la administración de Bernardes tuvo que recurrir
repetidas veces a la declaración del estado de sitio.
En otro nivel, la crisis en el sistema oligárquico fue puesta de manifiesto por
la ruptura del monopolio político del PRP en Sao Paulo, donde se fundó el
Partido Democrático (PD) en 1926. La creación del PD fue fruto de los efectos
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 447
ton Luís, sin ningún problema y con el apoyo de Minas Gerais y de Rio Grande
do Sul. (Con el fin de poner en práctica su programa de estabilización financie-
ra, que fue bien recibido por Rio Grande do Sul, Luís nombró ministro de
Hacienda a un político gaucho, Getúlio Vargas, que estaba logrando una gran
influencia entre la oligarquía política de su Estado.) La dificultad para lograr un
acuerdo unánime en la elección presidencial de 1929 hay que atribuirla a la
iniciativa política del propio presidente. Durante el año 1928 se había evidencia-
do que el grupo político dominante en Sao Paulo, animado por Washington
Luís, no se proponía soltar sus garras del gobierno central. Como candidato a la
presidencia surgió el nombre de Julio Prestes, presidente del Estado de Sao
Paulo. Este hecho rompía todas las reglas del juego. Desde 1914, la presidencia
había recaído siempre entre Sao Paulo y Minas, con la única excepción de 1919,
tras la muerte del presidente electo Rodrigues Alves. Normalmente habría sido
previsible el retorno de un presidente mineiro en 1930. La intransigencia de
Washington Luís puede atribuirse a sus características personales y a razones de
índole más general. Dando por sentada la inflexibilidad del sistema oligárquico,
que ponía muy difícil a la oposición tomar cualquier medida con éxito, el
presidente intentó asegurar la continuidad de su política de estabilización finan-
ciera por medio de la elección de un sucesor en quien poder confiar. Al menos
había un precedente histórico en su favor: en 1902, Campos Sales había garanti-
zado su intento de llevar a cabo una política financiera deflacionaria mediante la
(primera) elección de Rodrigues Alves, con el resultado de la sucesión de un
paulista por otro paulista en la presidencia. La actitud de Washington Luís
también puede ser interpretada a la luz de una situación en la que la élite de Sao
Paulo había ido perdiendo gradualmente los puestos administrativos más impor-
tantes, en favor de hombres procedentes de Rio Grande do Sul y Minas Gerais,
tendencia que se incrementaría sustancialmente después de 1930.
Con la imposición de la candidatura de Julio Prestes, Washington Luís
creyó que podría neutralizar cualquier disensión seria que pudiera surgir, dado
que las relaciones entre el gobierno federal y Rio Grande do Sul eran buenas.
Como máximo parecía que Minas Gerais iba a afrontar la lucha aisladamente,
no sólo con pocas posibilidades de éxito, sino también sin producir repercusio-
nes importantes. Efectivamente, fue el presidente de Minas, Antonio Carlos
Ribeiro de Andrada, quien empezó a negociar un candidato de oposición. Con
el fin de impulsar a Rio Grande do Sul a una contienda que significaría la
ruptura de su acuerdo con el gobierno federal, y perdiendo las ventajas que ello
significaría, era necesario ofrecer la presidencia a ese Estado. En junio de 1929,
tras muchas negociaciones, Minas Gerais y Rio Grande do Sul acordaron lanzar
al reticente Getúlio Vargas, por entonces gobernador de Rio Grande do Sul,
como candidato. Obtuvieron la adhesión de Paraíba, el pequeño Estado del
noreste, que presentó a Joáo Pessoa como candidato a la vicepresidencia. Las
posibilidades de que este grupo obtuviera la victoria eran escasas, ya que el
gobierno central no sólo tenía el apoyo de la oligarquía de Sao Paulo, sino
también el de diecisiete estados.
La Alianza Liberal tomó la forma de frente regional que incluía a la amplia
mayoría de representantes políticos de Rio Grande do Sul y Minas Gerais, y a la
que también se unió el Partido Democrático de Sao Paulo. Por lo que se refiere
BRASIL: LA PRIMERA REPÚBLICA, 1889-1930 451
categoría social con sus propios intereses, aparte de seguir llevando a cabo su
función como portavoz de los intereses de la clase dominante. Además, las
relaciones entre la sociedad civil y el Estado cambiaron en el aspecto de que los
diferentes sectores de la clase dominante, la clase media y al menos una parte de
la clase obrera pasaron a enfrentarse entre sí y a alcanzar acuerdos, en gran
medida bajo la sombra de un poder estatal cada vez más fuerte.