Está en la página 1de 20
César Aira y la novela de la crisis FERMIN RODRIGUEZ CONICET-UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES ae Ein ise arictadora dts comunidades nacionais a teratura de Ame rica Latina fue uno de los mecanismos esenciales de naturalizacion de la nnacién y del orden capitalista. Pero sobre fines del milenio, segiin una configu- racién cultural dominada por la temporalidad de la crisis y el vaciamicnto general del sentido de lo nacional, distintos procesos politicos, estéticos y cultu- ralés en América Latina pusieron en el centro de la reflexién nuevas formas de subjetividad y modos de vida surgidos més allé de las formas tradicionales de identificacion imaginaria del individuo con la nacién, Hacia los afios noventa, un siglo después de la formacién de los Estados libe- rales, la literatura registra la crisis y descomposicin de los imaginarios nacio- nales que la ola privatizadora de fines de siglo XX esta borrando a favor de nuevos pos de espacializaciones no organizadas en torno a la constitucion nacional del territorio. Territorios desestatizados, surgidos de décadas de ajuste, se muliiplican por fcciones que, en el reverso de las retdricas neoliberales, 1eco- sgicron enue sus péginasel tendal de cucrpos precarizados que cl “salto moderni zador” de las politicas econémicas neoliberales estaba dejando afuera de las formas tradicionales de inclusién y reconocimiento estatales. Franjas de vidas indeseables que no participan del mercado ni gozan de un Estado de Bienesiar desmantelado se yuelven el blanco de mecanismos de invisibilizacién y empobre- cimiento que producen desempleo crénico € inseguridad laboral, aislamiento y ‘marginacién.! Se trata de una nueva territorializacién de un poder que migra del campo de la soberania estatal a un (erreno eminentemente biopolitico donde la fuerza de separacién viene del mercado y de una politica de terror econémico que se ‘expande por el tejido viviente de la poblacién siguiendo redes de miseria mate- rial, discriminacién y abandono politico localizado en calles y barrios transfor ‘mados en fabricas biopoliticas de marginalidad y pobreza.* La excepcion es la TA parti de fines de los afos ochenta y principios de tos noventa, la Argentina asste a un proceso de aceleracién pronunciada del desempleo y de retiada del Estado de Bienestar ‘que produce, en palabras de Javier Auyero, “més pobreza, menos empleo, menos Estado, y por ende, mas desigualdad. .. . [HJoy [en el 2001], en la Argentina, hay —hablando en émminos relativo y absohitos— mas gente pobre, mas gente desempleada y subempleada y inde gente deeprotegida que a principios de los aflos setenta” (58). "Sogn Hardt y Negri la metropolis contemporinea deviene el motor de produccién de subjeivdad, de manera que la civdad desindwstializada es a la multind lo que la febrica industrial era a la clase obrera (245-260). 180 + Revisia Hispinica Moderna 70.2 (2017) regla para los habitantes de los barrios populares, z0nas desconectadas de la economia forma extendiéndose como manchas por el espacio econémico, pol tico y cultural de la cuidad, donde el Estado esti cada vez mis ausente. Organizada en toro a la division entre civilizacién y barbarie, la frontera territorial que alguna vez sirvié para leer y repartir sujetos ysignificados adentro y afuera del orden nacionalestatal se transforma en una linea de vida que sobre el continuum de la poblacién separa personas socialmente legibles de cuerpos incluidos en el orden socioeconémico neoliberal mediante su exclusién per- manente y estructural de los espacios de Ia economia formal y los derechos. De los espaciosterritorio nacionales, estabilizados dentro de limites por opera ciones de produccion y reproduccion de ciudadania y autoridad, pasamos a espacios extraterritoriales cargados de vida, espacios-poblacién pre-personales y fNuidos (Cavalletti 151), en desequilibrio permanente, regulades por un entra- mado de poderesy tacticas que ya no tienen al Estado nacional ni alas formas de habitar la nacion como referencia exclusiva para la produccién de subjetividad. Porque mas alla del Estado y de! mercado, en el campo mismo de la desocupa- ci6n masiva y de la economia informal, hay vida: una vida enue lo cultural y 10 biologico que desborda las coordenadas de la gubernamentalidad neoliberal para inventar relaciones y territorios diferentes; una vida que, en su capacidad de desplazarse y flu, se territorializa a lo largo de précticas del espacio que no solo ocupan sino que tambien constituyen territories diferentes a los del capital yel Estado? Ese mismo poder de hacer territorios, que equivalen a nuevos modos de vida, fue la materia de una literatura que, a través de la crisis, se dedico a explorar desplazamientos de cuerpos por tramas que no tienen la estabilidad de las fron- teras espaciales que configuran el Estado-nacién. Porque el paso de los espacio lerritorio 2 los espaciorpoblacién es también un cambio brusco de régimen estético, una interrupcion del orden de causalidades realisias que, como ha regis trado la critica, abre sabitamente nuevos espacios de experimentacién.* Se trata de un nuevo régimen de significacién donde las localizaciones y la espacialidad tienen que ser reconceptualizadas a la luz de los nuevos regimenes de margina- lidad urbana que mas que expulsar, “encierran afuera” de la esfera estatal, en esos agujeros latinoamericanos de miedos y privaciones que se abren con la crisis Leer ¢s ahora perderse en espacios abigarrados, caéticos y laberinticos, Acerca del territorio como creacion poliicocultural de los movimientos comuniarios, ver Raul Zibechi, Tevitoris en resistencia. Zibechi: “El territorio es entonces el espacio donde se desplicgan relaciones sociales diferentes a las capitalistas hegemonicas, aquellos lugares donde los colectivos pueden practicar modos de vidas diferenciados” (31) “Luz Horne conceptualiza estos cambios de registro textual como un cambio en los proto- colos de representacién de la realidad: alcanzada la frontera de la representacién realist, “se produce lairrupcién de un registro verbal hanal, literal, ostensvo" que diferencia a Aira de las escrinuras de vanguardia y lo pone en el campo de una literanura indiciaria, documental (45). Ver Home (capitulo "Llegar al presente: un realiemo inverosimil 7 ostensivo") y Laddaga. * Acerca de una nucva imaginacién cspacial cn la cultura orgenizada a pari de la noc de territorio, ver Josefina Larimer: “Un territorio es una organizacion en cl espacio por donde se desplazan cuerpos, una imerseccion de cuerpos en movimiento, el conjanto de ‘movimientos de cuerpos que ene lugar en su interior y los mowimientos de desterritorial- racioa que lo atrviesan” (123) como Ie nadas q de las Falta ciones « tramas « lidad de std sus, cién yl realidac ensayan beral y taurado de que fin atra César A social y rias, co hubiers todo” ( Lasd y el des en unc tos, los dan el caidos 1 abierto: reempl: ausente lo noe as de la sico, pok- frontera sadentro we sobre cuerpos sion per- schos. De x opera: ssamos a sonales y ormas de jetvidad. lesceupa- unl y lo coliberal spacidad oqueno daapital se vida, explorar las fron- espacioe regimen ha regis ‘Sean acialldad margins saa, en 1 con Ia srinicos, sunitaries, iodonde os hagares losprow- ca realist, xia Aint india, rosin y ta nodien, ‘pad por to de ronricurz, César Airay la novelade la crisis. * 181 como los pasillos de una villa miseria 0 de una favela, porque faltan las coorde- rnadas que constituyen el adentro y el afuera tanto como el pasado y el presente de las tramas, los desarrollos y las topologias de las literaturas nacionales. Falta entonces el piso estatal donde hacer pie. Las referencias y las localiza- ciones espaciales se desordenan hasta volverse irreconocibles, absorbidas por tramas entreveradas que combinan la descomposicién espacial con Ia tempora- lidad de construeciones veloces y efimeras donde el orden de la yerosimititud esti suspendido. En efecto, mientras la crisis produce nuevas formas de subjetiva- ‘Gin y las sefales del derrumbe se multiplican por los maliples niveles de la realidad, la novela se hace cargo de la percepeién y la imaginacién de la crisis, ‘ensayando con la temporalidad del “fin de la historia” que el imaginario neoli- beral y los efectos socialmente devastadores de sus recetas de ajuste habfan ins- taurado en el presente como una imperfecci6n definitiva En efecto, la hipétesis de que la Argentina habia terminado y el relato del progreso habia legado a su fin atraviese de punta a punta La villa (2001) y Las noches de Flores (2004) de César Aira, dos libros escrites y publicados en plena descomposicién politica, social y cultural que se dedican a la destruccién de la verosimilitud de las histo- rias, como si en ese estado de excepcién permanente abierto por la crisis, Ihubiera, para lo que quedaba de la literatura, “un permiso universal para hacerlo todo” (Las nockes 50). Las dos novelas estan tramadas alrededor de la caida por el agujero de la crisis y el desempleo de personajes de la clase media que, gracias a ins6litas ocupa- iones y al paso de la ostraneni cruzan la frontera de lo visible para internarse ‘en un campo donde la miseria, el trabajo precario, la delincuencia, los secues- tros, los asesinatos, la economia de la droga y los vuelcos bruscos de la suerte dan cl tono de una vida envuelta en el sensacionalismo de los medios. Es que aidos los vinculos que dotan la “historia nacional” de un sentido orginico, solo ra “cuestiOn de vivir nada més” (La villa 76) en espacios inconmensurables y abiertos, cubiertos de materiales efimeros, alo largo de los cuales los encadena- into de causas y efectos que aseguran la inteligibilidad de un relato han sido reemplazados por desplazamientos al azar por espacios cualesquiera de figuras ausentes que, en ruptura con el antiguo realismo de los lugares. decantan hacia lo no estratificade ¢ informe de un presente en rainas. Aqut y ahora, a la velo~ ‘Gdad que solo proporcionan las crisis, todo se vuelve posible:” desde internarse ‘en una misteriosa villa miseria tirando de los carritos cargados de basura de los “Para una reconstruccion de la crisis social, econdmica, politica © ideologica de la Argentina de fin de siglo como crisis de la capacidad coleciva de actua, ver Scavino. Acerca ‘del esalido social de 2001, ver Colectivo Situaciones y Moreno. *Contemporineo de las fcciones de Aira, el Hamado “nuevo cine argentino” puso la in- ‘certidumbre sensorial en el centro de sus experimentos narratives. Segtin Jens Andermann, fl cine de Lucrecia Martel ‘pone en escena un modo de experiencia historia en la que el tiempo se manifiesta como estancamiento y repeticin. y el cambio sélo se produce bajo la forma de ‘accidenter’y ‘milagros’* —una temporalidad que Andermann identifica con “la temporalidad propia del ‘fia de la historia’ neoliberal” (255-56). A propésito del cine de Martel, Gonsalo Aguilar tambiéa sefala Ia presencia del accidente como un paradsjico ‘etructurador del relate, ‘porque narrar algo.ea mouivatlo, yel accideate tiene mucho azar” (63). Incluso en las cuidasosas puestas en escena de Martel, “el accidemte, a errancia y el ‘estado zombi se revelan con toda la fuerza del afters". 182. + Revista Hispanica Modema 70.2 (2017) ‘irujas del barrio, como le ocurre a un joven de clase media devenido benefactor del pueblo invisible de los cartoneros, hasta ser un jubilado y caer, a causa de la crisis, en el mundo del trabajo informal, repartiendo democriticas pizzas en las. icjuvenccedoras caminatas por Las noches de Flores, con su desfile surrealista de {j6venes motoqueros, travestis, monjas, enanos y artistas y critics de vanguardia.* Asi, la novela de la crisis esti poblada de experiencias invisibles que no caben en el sistema de realidad de la literatura nacional. Ya mayor realismo, mayor expresion de la forma y menor verosimilitud, como resume la gran lectora de Aira, Sandra Contreras (“En torno al realismo” 20). Novelas como La villa, que César Aira terminé de escribir en 1998 y public pocos meses antes de los acon- tecimientos de diciembre de 2001, se colocan en el reverso de las narrativas del progreso. Con sus carritos destartalados, cargados de desperdicios, los car- toneros de La villa —ex obreros desocupados, expulsades del mundo del trabajo formal, lanzados a la calle a recolectar basura— pertenecen a esas moderniza- iones deformes y monstruosas de América Latina que nacen por la fuerza de golpes de estado 0 de mercado. Trabajaban de cirujas, en familia, hurgando entre las sobras que las clases beneficiadas por el menemismo, lanzadas al recambio de mucbles y electro domésticos, sacaban 2 la basura? Los carritos mismos, que no se compraban en ningém lado, estaban heches con restos de cosas desechadas, tablones, varillas, fierros soldados, alambre, lonas, cartones, planchas de madera, ruedas de bicicleta, de moto, de cochecito de bebé y hasta de auto, adapiadas a su funcion bésica:el transporte de cargas de la manera més liviana y veloz posible. No tenian inscripciones ni la recarga ornamental del fileteado, esa “desinteresada yapa expresiva” que volvia a cada carro tinico y que al joven Borges populist, cazador de exas excrituras urbanas, le gustaba recolectar en sus ociosas caminatas por las calles de los barrios del costado de los carros (Evaristo Carriego 114). Pero “no-en. vano habjan legado los noventa", advierte el narrador de Aira. Empujados a traccién humana. los carritos de La villa eran “puramente funcionales’, simples, sin disefo, purificados de toda forma de ornamentacién, *y hechos como estaban de restos ensamblados, su belleza era en cierto modo aucomatica, objetiva, y por ello muy moderna, demasiado moderna para que ningén histo- riador se ocupara de ella” (La villa 27-28). De hecho, €s dudoso que el requisito de imaginarse un carro que volvia posible el texto de Evansto Camiego (“Importa que mi lector se imagine un carro", reclama Borges desde la primera linea {113)) pudiera funcionar en el caso de Le villa, y no tanto porque el aspecto del carro, su altura, capacidad, largo, ancho, tamano de las ruedas, material, camblara “en cada ejemplar” y los vor viera, en su cardcter ‘nico, irrepresentables como especie; sino, sobre todo, En su libro sobre Copi, donde se delinea su propia pottica, Aira opone “el reino de la cexplicacin” de fa estética tealsta. que es el de la sucesiOn causal. a un tipo de “sucesion no- ‘ausl” de acontecimientosinconexos, propia de Copi. que funciona como “ruptura violenta partici andaba ‘eon los stempla- tocomo dem con las fa? -Por cialista? arque se cer” (9, sliza De icuadri ciudad, eon el Haba por no vuraban el gin ‘dental, ovisada, reparte Pero Lavile sin mas fuerza diame astituye letermi- provise ble. La leh que saber, ana erode ‘argue ima de iempeowt- Ropricuez, César Aira y la novelade la crisis * 185 solidaridad de lo social y de lo estético parece jugarse en esos momentos de subita desidentificacion que se muliplican con la crisis, tamente la asignaci6n de un cuerpo a un rol y, en medio del desastre, se experi- ‘menta con formas inéditas de una vida que elabora su propio sentido, mis allt de la frontera que separa la razon de los hechos y la légica de las ficciones. La accién de Maxi en relacién con los cartoneros es un acto casual, ambiguo, improvisado, sin nombre, imposible de medir, que no formaba parte de ningtin plan de vida, de ningun encadenamiento de acciones vinculadas por la verosimni- Titud realista. En cualquier caso, su adicci6n a las caminatas no obedecia a una toma de conciencia de la situacién social por parte de Maxi, sino que “derivaba de la naturaleza del trabajo de los cirujas”, gente que debido a “un pequeno ‘cambio socioeconémico” habia tenido que empezar de un dia para otro a hurgar la basura, segiia caus “adaptaciones siibitas” producto de la crisis que en la democracia narrativa de Aira son la norma: mundos sobrecargados de aconteci- mientos donde a cualquiera, en cualquier momento. le puede pasar cualquier cosa (67-68). Hay demasiados personajes, demasiadas situaciones, demasiados accidentes igualmente importantes o insignificantes que nivelan todo con todo yalteran la divisién entre lo ordinario y lo extraordinario, lo prosaico y lo poé- 1ico, Jo activo y lo pasivo. De obreros. cartoneros, de los aparatos del gimnasio a las barras de los carri- tos, de clase pasiva y pablico cautivo del televisor a aventureras sociales y crimi- nales: las ficciones de vida de Aira estén hechas de pasajes inesperados y adapiaciones extrafias de los habitos y las costumbres a mundos inestables y fluidos, transfigurados por bruscos wuelcos narrativos que siguen de cerca, sin mediaciones, los vaivenes de la crisis. Las noches de Flores es otra indagacion de sa capacidad de adapiacién de cualquiera para vivir cualquier vida: la crisis lleva a Aldo y Rosita, una pareja de jubilados precarizados, a hacer morosos deliveries ‘caminando por calles repletas de jévenes motoqueros que van y vienen por Flores, repartiendo lujosas bandejas de sushi 0 helados de gustos exdticos para las clases medias derrochadoras y democraticas pizzas y empanadas para las lascs populares. Las caminatas nocturnas por ese “paraiso del delivery", que tanto se parecen al “no trabajo” de Maxi con los cartoneros, los rejuvenecio y “lox puso en contacto can una cara de la sociedad que de otro modo habrian ignorado”, tanto como “con una cara de ellos mismos que no habria salido a la luz’: una reserva de vida y de potencias desconocidas que ira alejandolos de la clase pasiva a la que habian sido asignados por los designios del orden econé- ico, dewidndolos de su trayectoria, ampliando sus posibilidades de vida, abrién- doles los cuerpos al “gran mercado de lo humano” (12, 33,8, 76). Dividiendo sus fuerzas entre las familias de cartoneros o entregando pizzas y empanadas a domicilio, Maxi, Aldo y Rosita son, en més de un sentido, reparti- Gores de lo sensible que salen a la calle a experimentar con sus limites y des- cubrir sobre Ia marcha otras tramas vitales. Es que, fiel a su nombre, el neoliberalismo, como arte de ¢jercer el poder bajo la forma de la economia, de uando se rompe violen- "Acerca de la “democracia narrativa” como politica de Is literatura, ver Ranciére (EI hile perdido) 186 + Revista Hispanica Modena 702 (2017) gobernar lo menos posible a favor del mercado, habia aportado segin el na rrador de Aira “una nueva libertad al mundo” (Nockes 50), una expansion de goces y de afectos, de deseos y conducts oportunistas que el poder, lejos de restringir, suscita y promueve. Y por “libertad” habria que entender, en didlogo con la Gitima ensetianza de Foucault, menos una ideologia que una tecnologia del poder cuyo abjeto es la gestiGn del deseo y del querer, entendida como la re va del sujeto que compite en el mercado (Sécurité 50). “Las nuevas condiciones econdmicas” —continiia diciendo el narrador de Aira—, “la concen- tracion de la riqueza, la desocupacién. creaba habitos distintos dentro de los habitos viejos”, sein una economia que es bisicamente un régimen de produc- cidn y reconfiguracion de la subjetividad y de sus limites (50)."* En un mundo en crisis, repleto de pobres, todo estaba permitido. incluso el robo, lo que equi- valia, segtin Maxi, a la “ley de la jungla” o, segiin Adela, una mucama peruana que vive en la villa, ala puesta en juego de las “ventajas relativas” de cada uno que produciria un equilibrio donde “todos deben estar actuando al miximo de sus posibilidades” (La villa 74, 75) En buena logica spinozista, Adela intuye que si todos hacen lo que son capaces de hacer, sea legal o ilegal —si cada uno busca todo lo que €s Util, todo lo que puede nutrir y aumentar la autonomia y la capacidad de actuar de un cuerpo—, entonces “todos van a tener todo” (75). Asf, los j6venes motoqueros de Las noches de Flores goraban de autonomia por “su insercién en el mercado laboral” (16), aunque sus condiciones de trabajo fueran precarias y estuvieran expuestos a la inseguridad. Adela, la amiga de Maxi, tampoco se percibe como una victima del neoliberalismo: su célculo corresponde a esa “pragmatica vitalista” que Veronica Gago, a proposito de la feria de La Salada y de la villa 1-1]-14 de Bajo Flores, reconstruye en La razén neoliberal, donde el neoliberalismo destie abajo de las subjetividades populares desborda los céleulos econémicos y politicos que las condenan a flotar en un umbral de supervivencia minima como mero excedente © poblaci6n asistida (13). Bajo la forma de estas microeconomias informales, que son tambiéa en Aira tuna economia narrativa, sc insinGan “otras formas de riqueza” relacionadas con figuras comunitarias de sujetos que no se resignan a permanecer en un estado de excepcién permanente donde solo era “cuestién de vivir. nada mas’, sin nunca salir de pobre (La villa $5, 76). Siempre hay chances de inventar nuevas posibilidades de vida, siempre hay algo que se escapa, que se sale de los planes, no importa lo grave que pueda ser la crisis. Adela, por ejemplo, es una de esas inmigrantes del Pend, Bolivia y Paraguay que desde comienzos de los noventa llegaben en masa al pais de la paridad cambiaria peso«olar en busca de oportu- nidades laborales que les permitieran algo mas que meramente sobrevivir. “Para una interpretacién no econdmica del neoliberalismo, entendido como réyimen de produuccin de subjetividad, ver Lazzarato: “Aquello que lamamos economia serfa imposible sin la produccién y el control de la subjetvidad y de sus formas de vida" (41). "7 Gago milita en contra de una interpretaciOn viciimizada de las economéas popalares que solo enesentra on ellas formas de exclusin y landestinizacoa. "La informalizacion de 1a economia, dice Gago en La razin nelideel, “emerge de una fuerea de desempleados que puede Ieerse como una respuesta desde abajo @ los efectos desposesivos del ncoliberalao” (59). “Si solo hay vitimas” hace ver Gago, “woda esta vialidad involucrada en la ereacion de tun espacio de comercio y consumo popular, queda disaita” (53). [rr er Sujetos 6 mejor le} aliments digas, ac Ese ins esloque dela cua gados de fnealenla nace po eerciat cosas”, cc Bien por Mucho un cable vila abur uumbral d y clandes subsidioe ‘paca y « neoliber: negro po Buenos sedaave ™ Tad Secricd genie que trabajo fc ee sen agene iy ura“ eemplo.y todo an Ver ia 42-49. slecricod Hes ecine 168.000 be cecrricica elo ‘on de jp de sdlogo ologia mo la oncen- de los roduc- rnundo equi kuno mo de apaces lo que “(6), osake adel ronica de las pe las sdente ropriGurz, César Aira yla novela de la crisis * 187 Sujetos de descos més que de necesidades insatisfechas, aspiraban a una vida mejor lejos de sus hogares, lo que significa algo mas que tener acceso a abajo, alimento y vivienda: significa tener acceso a “alimentos, viviendas o vestimentas dignos, acordes con lo que la comunidad considera deseablé” (Seavino 56). ‘Ese instinto de supervivencia, esa capacidad de autogestion y de saber hacer, es loque les permite a los pobladores de Lalla desplegar una economia dentro de la cual cs posible transformar activamente sus condiciones de existencia, Lle- gados de lugares del mundo muy distintos, cuentan con capitales comunitarios incalculables, mundos desconocidos de saberes y “habilidades creativas” que nadie podia imaginarse que podfan tener, més el tiempo libre necesario para ejercitarlos"* Eran pobres y no tenfan més remedio que “arreglarselas con las cosas”, como Adela, que desde que habfa legado del Peri todo le habia salido bien porque “era inteligente” y “siempre se las arregla” (La villa 35, 29, 158)."" Muchos sabfan, por ejemplo, manipular la clectricidad y hacer una bajada de un cable de alta tension o colgarse de una red y distribuir la corriente. “En la villa abundaban los electricistas” (29). Tratindose de una novela que desplaza el umbral de visibilidad social y politica, el dato no es menor. Asociada a lo oscuro y clandestino, a la ilegalidad y la vagancia, a las pricticas clientelares y a los subsidios, Ia villa constituye para la imaginacién de la ciudad una espacialidad paca y ciega que no figura en el régimen de visbilidad y de enunciacién del neoliberalismo mas que a titulo de derroche y gasto irracional—un agujero negro por el que se van los impuestos individuales de los vecinos-iudadanos de Buenos Aires—. En este sentido, son los nuevos blancos en los mapas de lo que se da a ver y sentir en general, zonas liberadas “de vagabundeo, de ociosidad, de vida gratuita” que, a pesar de la densidad de su poblacién, figuran en el mapa de las compas de electricidad como “terrenos baldios” (Gago 243). Noche tras noche, cl desfile de carritos por las calles de Flores que, terminada la recoleccién de desperdicios, retornaban bamboleantes a sus casas, iba acercando a Maxi al territorio de la villa que resplandecfa extrafiamente ilumi- nada, “casi radiante, coronada de un halo que se dibujaba en la niebla” (Le villa [a cita completa dice: “En el fondo de la pobreza, en la radical supresion de dinero, se esborahan otras formas de riqueza: por ejemplo de habilidades. Ya la manipulacin de la ‘lectriciad seftalaba en exa direccién. Y nadie sabia qué habildades creativas podfa tener {gente que provenia de lugares muy disintos del mundo, y que as mis de las veces no tenia trabajo fj 7 disponia de mucho tempo Ebre™ (La villa $5). "Sin empleo jo, ni vis ni vvienda ai educacién ni salud, lo “sin” de nucstrassociedacles son agentes actives que participan de los circuitosde la produccién social. Para Hardt y Negri hhay una “riqueza” de los pobres, que encarnan la vida productiva en s. Un emigrante, por ‘ejemplo, viaja en condiciones de extrema pobreza, “pero incluso entonces viaja plewrico de Conocimientos, lenguajes, destrezas y capacidades creativas: cada emigrante Neva consigo todo un mundo”. Ver Mickel Hardt y Antonio Negn, Multitude (135). "= Ver Ia nota de Pablo Tomino en La Nacim del 20 de marzo de 2011, citada por Gago (242-43), La nota presenia como una injustcia Ia politica social de subsidio al consumo eléctrico de una poblacin de “no ciudadanos” que gastan cl doble de lo que se consume en barrios urhanizados coma Palermo, Villa del Parque, Belgrano o Caballito, donde habitan Tor vecinos” de Buenos Aires que pagan sus imputestos. As, “as villas portefias, con mas de 168.000 habitantes, sv suminam on lo clandedinidadt com precarias yriesgosas conexiones. la clcciricidad llega « cada arorada de los barrios marginales solventada por el gobierno de la Giudad 188 + Revista Hispanica Modema 70.2 (2017) 20). En los confines mismnos del trazaco urbano, frente a los “terrenos baldfos" que en los mapas energéticos de las compaiis de electricidad dibujaban la fron- tera de la ciudadania, se abria para Maxi un especticulo luminoso, “un reino cencantado donde no se escatimaba la uz” (La villa 0). Se diria que, dominado por un suefio abrumador y con la percepcién alterada por una “ceguera noc- urna” que le impedia distinguir las cosas en la oscuridad o con luz artificial, Maxi estaba viendo visiones, pero no era tan frivolo ni tan ignorante de la rea- lidad como para no saber que “Ia suerte de los que vivian alla estaba hecha de sordidez y de desesperacion” (11, 20). Sila villa brillaba en la noche “como una gema encendida por dentro”, no era porque fuera un lugar maravilloso, sino porque, literalmente, estaba bafiada en un exceso de luz artificial que provenia de miles de lamparitas de cien vatios conectadas por marafias de cables, col gando de a dos, de a tres, de a media docena, en racimos, guirnaldas, circulos, hileras, tidngulos; en fin, en “todas las combinaciones posibles, sin método, en un despliegue de creatividad caprichosa” (28, 30-31). Cada callejuela, nota Maxi, tenia un dibujo luminico propio que servia para identificarla, lo que le daba al conjunto, si es que habfa conjunto, un aire de “iluminaci6n de feria” (30). Y no solo era luz eléctrica lo que se desperdiciaba en esas guirnaldas eapri- chosas de foquites a la entrada de cada calle: también desconcertaba el “de perdicio de espacio” que dominaba la disposicion de las callejuelas internas que, cada euarenta o cincuenta metros, partian del borde de la circunferencia hacia cl centro —el contorno general de la villa formaba una enorme cireunfe- rencia—, en angulos de casi cuarenta y cinco grados volcados hacia la derecha (33). Ninguna de las calles llegaba al centro. ninguna tenia salida, ni estaba cortada por calles transversales. Una planificacién racional ahorra espacio mul- tiplicando las calles y reduciendo el tamano de las manzanas, de manera de acortar al maximo posible el fondo de los terrenos. Pero en la arquitectura de la villa, donde el hacinamiento era eritico y las pequefas casillas se encimaban unas contra otras en emplazamienios inestables, la calles tendfan a desaparecer. Ydeirés de las casillas que daban alla calle, abriendo la puerta que dabaal fondo, habia siempre otra casilla mis, “afuera, pero también adentro”, donde vivian familias mas pobres aGn, “encerradas afuera” en pliegues de un espacio al que uno cree estar ingresando, aunque por el acto mismo de entrar, quede exciuido del orden ciudadano (167) 2! En este sentido, la Iinea de improvisacién que traza Maxi junto a les cirujas, que lo va llevando hasta el interior de la villa, queda absorbida por esa “gran improvisaci6n colectiva” que dispone al azar millones de casillas con forma de cubo colocados “uno al lado del otro, con o sin huecos entre ellos, a veces api- lados, en hileras 0 racimos", segtin formas simples y funcionales que si en la vigilia “son muy intelectuales o abstractas’, en las construcciones virtales del suefo “son simplemente practicas, u s, ajenas a la explica- cion causal, que la incredulidad suspendida del sonante admite con naturalidad © Nardo, cl monstruito nocturne timido y huidizo que merodca en Las meches de Flores, csaba tambien ~ encerrado afer’ en la calle, sin poder entrar a ninguna parte, sin echo, sin hogar” (61). (163). un nine Tteralm entrand habian Esto no pesadill: cont elabiga sfectva duccin afuera d yalave: Ih villa« deatro« Nios Aira fur mente ¢ Jo come asistenci improv: que une tenecia ‘an nu al sueno Maxi, m de fuer, mientra Las ‘adorme: zado po umbral tiene a un pode desaloja y debide grandes silvoun por los 1 del giga Caber ambos 2 sin plan. Acer misltiples Foucault saldtos” Iafron- ninado “ficial, laree scha de es, cok ireulos, xdo, en a now que le > feria” capri a des: asque. hacia reunfe- lerecha jo mu vera de adela nabs fondo. alque scluido cirujas, gran ma de cxsapi. ien la des del sxplica ralidad se Ros, a techo, RopRicuez, César Aira y la novela dela crisis + 189 (163). ¥ para Maxi, que terminaba sus recorridos practicamente dormido como tun nifio grande al que se le cierran los ojos de cansancio, la villa se le vuelve literalmente el Iugar del suefio, un suefio macizo, irresistible, que lo atacaba centrando a la villa y que finalmente le impide volver a dormir a su casa, tal como habian previsto los villeros que terminan dandole abrigo al final de la novela. Esto no significa que la villa de Maxi tenga la realidad virtual de los suefios o las, pesadillas, esos mundos posibles, mentales o hipotéticos que pueblan de utopias ‘0 contraiutopias la literatura fantastica. En Ia heterogeneidad de sus lenguajes y cel abigarramiento de sus formas, la villa es un espacio otro, pero la materialidad afectia y contundente de los cuerpos que la habitan y de sus précticas de pro- duccion y reproduccién de la vida la vuelven perfectamente localizable aunque afuera de todos los lugares. En el reverso de la cuidad neoliberal, duplicandola ya avez sabotedndola, reflejandola ¢ invirtiéndola, desplarandola y desviandola. Ia villa cs, parafraseando a Foucault, una heterotopia de crisis,” una ciudad dentro de otra que “podtia obedecer a sus propias leyes” (La uilla 33). Ni los cartoneros ni a villa eran un suefio, pero en la ciudad de la novela de Aira fancionan segtin una gramitica de los suefios que los saca permanente- mente del espejo, y los pone a ir y venir a través del umbral entre lo personal y Jo comin, el suetio y la vigilia, lo legal y lo ilegal. lo formal y lo informal, la asistencia y el abandono, lo nacional y lo global. Asi es que el emplazamiento improvisado de la villa, si por emplazamiento entendemos menos una extension que una red de puntos interconectados que se reparten en un espacio, “per- tenecia por derecho al inconsciente. Los cables que unian las construcciones, tan numerosos eintrincados como ellas, contribufan a esta dedicacion de la Villa al suefio” (163). Centro neurilgico de la ciudad, més que velar, a villa suefia por ‘Maxi, mientras lo recoge en el interior de sus redes comunitarias como un vector de fuerza mas. Pura potencia en reposo, el gigante benefactor esté dormido, mientras en el umbral de la villa se desencadenan las acciones. Las caminatas al ras de las practicas de Maxi, ciego al sentido de sus pasos, adormecen sus sentidos, retardan la percepci6n, reprimen la memoria. Narcoti zado por la marcha, con Jos sentidos obnubilados por el suefio, flota en un umbral de percepcién alterada por el cansancio nocturno de un ejercicio que tiene algo de adictivo, en un contexto donde la realidad misma funciona como ‘un poderoso narcético que no deja ver la inquietante proximidad de la pobreza, desalojada en la galaxia cercana de las heterotopias. También Maxi era invisible, y debido a esos “puntos ciegos que son tan caracteristicos de la vida de las grandes ciudades”, nadie lo habia visto ayudar a los cirujas y entrar a la villa, salvo un policia de la comisaria de la zona, el inspector Cabezas, quien, intrigado por los movimientos nocturnos de Maxi, se pone a investigar el enigmitico caso del gigante benefactor (37, 40) ‘Cabezas tenfa un método entrecruzado con ia manfa ambulatoria de Maxi: ambos avanraban improvisindo. Como Maxi arrastrando los pies. Cabezas iba sin plan, ercando, inventando, improvisando explicaciones sobre la marcha. Pero Acerca de la nocién de “heterotopia” y su ‘poder de yuxtaponer en tn solo higar veal imiihiples cspacion, miltiples emplazamientos que son en sf mismos incompatibles", ver Foucault (Des eapaces autres” 1577) 190 + Revisia Hispinica Modema 702 (2017) alli donde la empresa de Maxi tenfa la forma de una linea de vida abicrta al futuro, como un camino de ida, la de Cabezas “se parecia al desciframiento de tuna estructura” donde nada podia quedar sin explicacion. cerrada a fuerza de atiborrarla de hechos yuxtapuestos, de rellenar los blancos, de forzar conexiones sin el menor sustento l6gico, de simplificar el razonamiento, sin reparar jamas ‘eneerrores u omisiones ni detenerse a pensar en contradicciones 0 incoherencias (39) En la lgica de las ficciones documentales* la estructura emergia de un hecho de la realidad, a saber, el aumento del crimen a consecuencia de la crisis: uun confuso asesinato de una adolescente a a entrada de la villa; el secuestro y asesinato de un nifio en Las noches de Flom. Ya partir de allt, la policia avanzaba improvisando, a fuerza de malentendides, sin detenerse a pensar demasiado y sin el menor sustento légico. Como se explica en Las noches de Flors, “se hacia un cuadro, temporal, también un poco espacial, y dentro de exe cuadro metfa todo lo que iba apareciendo que tuviera alguna relacién, siquiera remota, con los hechos: 0 bien, que no tuviera ninguna relaci6n: eso no era lo importante: bastaba que entrara.en el cuadro” para que después cl todo se acomodara “como luna especie de historia” cuyo sentido no estaba al cuidaco de nadie porque el sentido. en la poética de Aira. se cuida solo y vive del error (Noches 86) En efecto, la violencia en la villa —que, por su forma circular, en la jerga policial cenominaban “la calesita"— se habia incremeniado a consecuencia dei aumento del consumo de drogas que entraban y salian del Bajo Flores de manera misteriosa. Cabezas queria entender cémo hacfan los narcos para ingresar y sacar de alli sus productos que, siguiendo la logica de la dispersion de la villa, se propagaban por el resto de la ciudad en circulos concéntricos, indu- ciendo trastornos de conciencia entre los consumidores de una nueva droga sintética, de “disefio” villero: la proxidina, la droga de los ensamblajes y los ex plazamientos multiples. Bajo los efectos de la proxidina no hay datos inconexos: no imporia lo mal que pueda pegar: de manera desenfrenada, todo se liga con todo, en una rucda giratoria de formas imaginarias que se ransforman cada vez mas rapido, a la velocidad de la luz, como si la villa circular e incandescente diera vueltas sobre si misma. Pura intensidad afectiva, la droga hace perder la cabeza, alternado bioquimicamente la distancia entre los atomes para producir artificalmente “afinidades electivas” entre elementos heterogéneos tomados en su transversa- lidad* Por ejemplo, Cabezas comprueba que. bajo sus efectos, los datos de un Acerca del “realismo de documentacion” de Aira, ver “En torno al realismo” de Sandra Contreras. Dice Contreras que en los tramos mis verosimiles de sus novelas, Aira estaria ‘dejando fragmentos, imagenes, de las “‘civilizaciones' que disemina por la Argentina: de los ciryasy los jovenes de los gimnasis, la de los cartoncrasy e proletariado expandido ena villa” (20). * Sobre un fondo de debilitamiento de los vinculos de ciudadania y de pertenencia nacional, Michel Maffesoli seftala Ia emergencia de intensas “configuraciones de ‘prox- ‘midad’* entre los sujetos, inestables y cambiantes como “las figuras de un ealeidoseopio” {(citdo en Sarlo 9). = Ba Le sltima de Car Aira, de Ariel Idez (2012), Aira er un narcotraficante que invents 1 difunde la proxidiana, la droga cayo efecto es “desactivar cl relat unilicado y disgregar el sistema nervioso sembrando la anarqufa fsiolgica™ (citado en Mora) inducida de arrep no tiene cerebro! tos solips mente te 160, 146 En cot la villa, ( vivo yen Propage ado de yen au “inseguri que segs ganda s mundo « penenate represen como en a todo sedkee ‘Cont “porque E larmente Jubik les hubier bandas ir mismo de incondiag abierta al siento de luerza de car jams derencias lo mal arueda do, ala assobre ternado almente ners sdeun Sandra aewaria mela Fandido “proxi- copia” peg el Ropeicurz, César Aira y la novela de la crisis. * 191 problema se acercaban y, “al hacerlos de pronto contiguos entre sf, os aproxi- aba a la solucién” (La villa 151). Las acciones, literalmente, se precipitan segiin esa pendiente narrativa que acelera las acciones y las empuja hacia un precipicio narrativo, tan propio de las novelas de Aira.** En una aundsfera recargada de clectricidad, “muy fin del mundo”, justo en el momento en que la droga penetra en el torrente sanguineo de Caberas, se descarga sobre el Bajo Flores una Ihuvia apocaliptica que rompe los récords histéricos de precipitacign de la ciudad y que inunda la villa y sus alrededores (103). Lejos de cualquier equilibrio narrative, descontrolado por los picos furiosos de proxidina que golpean su cerebro, Cabezas es “un manojo cextraviado de stomos de policfa” precariamente aglutinados por los efectos dis torsionantes de la droga, en una novela donde las sinapsis enloquecidas de una cabeza quemdndose se confunden con los vientos huracanados y las descargas celéctricas de la tormenta (122). La accién se descompone en una multiplicidad de estados € incidentes que contrastan con la pasividad de Maxi. Convertido en un villano de pelicula. Cabezas toma el “camino maldito de la contigiidad lucida”, un camino de ida que lo fuerza a huir hacia delante, sin posibilidad de arrepentirse de nada. Descerebrado y envilecido por la sobredosis, Cabezas no tiene mas remedio que seguir la ruta que Ia proxidina le iba abriendo en un cerebro hiperactivo y vigilante, en red con el mundo, sobrecargado “con todos Jos solipsismos de un pensamiento sin rigor, de una acurnulaci6n de datos pura- mente televisivos, casual como la sucesion de episodios de un suetio™ (103, 122, 169, 146) En contraste con ¢l esiado de reposo de Maxi, que suefia en lo profundo de la villa, Cabezas mira como los canales de noticias consolidan y extienden en vivo y en directo la maquina paranoica que é1 mismo habfa puesto en marcha, propagando efectos de irrealidad entre la audiencia. Porque en el mundo media. tizado de La vill, la realidad misma es un narcético que fluye desde la television y, en auténticas campafias de terror dirigidas contra los pobres, convierte la “inseguridad” en un mecanismo de control de la poblacién. De hecho, el canal que segin el slogan “esté siempre junto a la noticia’, no estaria haciendo propa- ganda subliminal de la proxidina? (152). Todos ven por la television el mismo mundo distorsionado: todos consumen imagenes que. fluyendo por el tejido pensante y perceptivo de la audiencia, tienen el poder de alterar no tanto las representaciones de la realidad como su composicion afectiva: en Argentina, como en tantos lugares, los medios dan miedo, viven de los miedos alcanzando a todo el mundo. Porque “el medio por el que fluia el miedo era la televisién” se dice en Las noches de Fores (25);” el mismo miedo que en La villaera “a clave ™Conireras muestra la tension entre el movimiento continuamente acelerado de la cescritura de Aira, que lo empuja 2 seguir escribiendo, y la precipitacion del desenlace, “porque lasnovelas de Aira laminzn, eso es, Uenen finales y finales que subrayan, espectaca- larmente podrfa decirse, su condicion de tal” (Las vuelas de Aira 180). * Jubiladosy ociosos, Aldo y Resta también habrian sido carne de television sila crisis 0 los hubiera sacado de su casa para verlo todo “tal como era: familias durmiendo en l eae, ‘bandas juveniles haciendo destroz0s,viejs y nifios abandonaulos, borrachos. En el escenario ‘mismo de los hechos. la perspectiva se inertia: uno ya no se sorprendia de que hubiera tant crimen, sino de que no hubiera més. ;Qué esperaban para empezar a mata, demoler, incendias?™ (Noches 25), 192 + Revista Hispénica Moderna 702 (2017) de los lugares, de los lugares sociales y también de todos los otros, incluides los imaginarios"; el miedo que “era a matriz de los lugares, lo que hacia que hubiera lugares y uno pudiera moverse por ellos", organizando la relacién eon los espa- cios piblicos, inundandolo todo (La vill 31, 32) En red con el mundo, conectado por la proxidina al fiuir de imagenes de la television, Cabezas se encuentra sibitamente con la clave del enigma al que le habfa dedicado tantos aitos de investigacién. En un plano cenital tomado desde los helicopteros de los noticieros, Cabezas capta el “mapa eléctrico” de la villa inundada por la luz y por la Iluvia y. en un relmpago de “ iluminacién’ repen- tina” que se conjuga con “las correspondientes sinapsis en su cerebro”, com prende instantaneamente lo que Maxi, en sus caminatas de sonambulo, ya habia experimentado pasivamente a ras del suelo, 2 saber, que “LAS FIGURAS DE LUGES SIRVEN PARA IDENTIFICAR LAS CALLES DE LA VILLA" (La wille 149; mayasculas en el original). Se trata de un lenguaje ciffado “a a vista de todo el mundo” que usaban los narcos para guiar a los clientes que daban vueltas a la villa en busca de la droga y poder sacar la mercaderfa bajo las narices de la policia. ¥ vistos desde el aire, ‘e308 caprichosos diseftos luminosos, zno eran una versién electrificatia de los, dibujos de Nazca? En su complejidad, el sistema remite, una vez més, 2 la abiga- rrada tama cultural y €unica de la villa y sus précticas multiplicadoras del espacio, que no dejan de producir contactos, articulaciones y contagiosacordesa ia movi- lidad, la velocidad y la versatilidad de los precarios montajes ¥ desmontajes de sus formas vivientes: casillas que s¢ arman y desarman constantemente, direc iones que cambian de lugar, callejuclas y pasadizos que mutan constantemente, cambios permanentes en la configuracién de las luces. Es que dada la composi- cién migrante de los narcos villeros, procedentes en su mayoria de Bolivia y Pers, no era inverosimil —sobre todo bajo los efectos de la proxidina—que les arreglos luminicos de las calles fueran una experimentacién popular con formas del arte precolombino, inspirada en técnicas de comunicacién ancestrales “cuyo secreto no habian perdido nunca” (La villa 150). En la logica heterotopica de las territonializaciones modernas, que producen yuxtaposiciones de elementos y continuidad de planos entre espacios miiltiples. “el cuadrado”, “el tingulo”, “la cabellera” o “el patito” de la toponimia villera parecen felices apropiaciones camavalescas de las “series, arboles, enrejados" ‘que menciona Foucault cuando describe las espacializaciones de un mundo que _ se experimenta como un hacinamiento de puntos conectados en red mét que como una historia cerrada que le da forma al conjumo y permite integrar los detalles dentro de una totalidad de sentido (Des espaces autres” 1572). Alterada por la droga, la idea de que una estructura cerrada no deberia “suftie” ninguna parte injustifiada —que la invencién de un “riguroso argumento” es lo que distingue la ficcxbn de la vida— se distorsiona y enrarec alli donde acti la causalidad quimica de la proxidina, se ha renunciado tanto a la sucesi6n causal de acciones vinculadas por la necesidad o la verosimilitud como a la mera transcripcion de la realidad, y solo hay cadenas logicas defec- tuosas abiertas que no resisten el menor analiss, “inaceptables como inven- ciones", como decfa Borges a propésito de Proust y del realismo que él amaba psicologico, ya que carecian de eso que, segtin cierto régimen de sentido del arte, sepe un medic Cuand y conting 170), sin de Beatr episodio un relate ticmpos cidir ‘cu: funcion: Reduci de intery conjurar imprevist tecimien coherenc regulator tando su efectos, ¢ de signos de los Iu; suetos. F actos des Ia innove lidad de yeldese mientos: Entons Damos er de pobre la esfera también =Segut peripecas Ro sufen Seausalida regiara predeo de Sob de Bajo t inconctusi duides os ue hubiera nos espa cenes de la ral que le ado desde dela villa 5a’ repen- >,ya habia URAS DE * La villa aban los eladroga ke dlaire, a de los ala ahiga- espacio, alamow- antges de ue, divee- vemente, composi. Bolivia y — que los va formas ules “cuyo wroducen niliples, -nrarece: otanto a smilitud 2s detec © inven- Tamaba ido det RopRiGu César Airay lanovela de la crisis. 193 arte, separa la ficcién de la vida, a saber, el hecho de contar con un principio, tun medio y un final (Prélogo 8). ‘Cuando hay proxidina de por medio, el trayecto, poblado de hechos aleatorios ¥ contingencias imprevisibles, se hace erratico y “literalmente infinito” (La villa 170), sin viga maestra que lo sostenga ni “final de obra” que termine de una vez con esa “inconciusién definitiva” de los diseiios populares sefialada por la mirada dc Beatriz Sarlo, devenidos en Aira régimen de sentido de la novela.” Todo episodio es de proyeccién ulterior, como pedia Borges, pero la motivacion de un relato sin cabos sueltos ni accidentes desaparece en favor de montajes de tiempos discontinuos donde solo hay detalles sucltos que el arte de “hacer coin-

También podría gustarte