que al desperezarse, el sol me ilumine tu rostro, que me inunden los aires del jazmín de tu cuerpo, y que abriguen mis días tus ojos... hasta el día del reencuentro.
Todo es infinito, más….yo te siento
tan mía escondida en las hierbas, en el inmaculado brillo de la flor del almendro y en esos claveles tan rojos que alegran el sentir de tu ausencia.
Déjame tu amor en las tardes de invierno,
cuando las olas del cielo me susurren tu nombre y el tañer de la noche, en el rosado horizonte, arrincone mis ansias de amarte en la hoguera de los sueños.
Déjame tu amor en el verdor de aquel cerro,
donde te imagino seda entregada a mis brazos, en la infinita espera… del eterno reencuentro.