Está en la página 1de 4

“ACEPTARNOS PARA SERVIR”

¿Eres capaz de aceptar a cada quien cómo es? ¿O a menudo experimentas ira, resentimiento, celos y otros
sentimientos negativos hacia aquellos que no se comportan como tú pretendes? Aprender a aceptar a los demás
es una labor ardua. Tenemos la tendencia a encontrar defectos en los que nos rodean. Todo aquel que no piensa
y siente como nosotros, nos parece raro o extraño. ¿No seremos también nosotros raros y extraños para
muchos?

Si hay un presupuesto previo para el crecimiento de la vida moral, es decir, la madurez en los valores, es la
aceptación de la realidad, de uno mismo, de las personas que nos rodean, del tiempo en que vivimos.

Esto no equivale a “dejarse llevar”. Al contrario, hay que trabajar en la realidad y si es preciso luchar por ella,
para transformarla, para mejorarla en lo que dependa de nosotros, aunque sólo sea “un granito de arena”. Esto
no puede hacerlo el animal, porque en él hay un acuerdo instintivo consigo mismo; no posee la dinámica propia
del espíritu humano, entre lo que somos y lo que queremos ser, tensión que es buena siempre que nos
mantenga en la realidad y no nos haga refugiarnos en fantasías.

Aceptación de sí mismo.-

Algo que debemos hacer primordialmente es aceptarnos a nosotros mismos cosa que se supone que hicimos al
vivir nuestro encuentro, si nosotros no nos conocemos, encontramos y aceptamos, nunca podremos hacer lo
mismo con las demás personas, sabemos que muchas veces juzgamos a las personas sin conocer también nos
pasa con nuestra misma persona somos muy duros con nosotros mismos buscando cualidades que no
poseemos y obligándonos a realizarlas, siendo que nuestro mismo talento es otro es muy importante este punto
siempre ante todo debemos aceptarnos y estar bien con nosotros mismos para poder estarlo con los demás.

Se debe comenzar por la aceptación de uno mismo: circunstancias, carácter, temperamento, fuerzas y
debilidades, posibilidades y límites. No hay que dar por supuesta esta aceptación, pues con frecuencia uno “no”
se acepta: hay disgusto, protesta, evasión por medio de la imaginación, disfraces y máscaras de lo que somos,
no sólo ante los demás sino ante uno mismo. Y esto no es bueno, aunque esconde un deseo de crecer que
pertenece a la sabiduría.

Esta aceptación adquiere diversas formas, según cada uno. El que tiene por naturaleza un sentido práctico,
debe aprovecharlo, consciente de que probablemente no va sobrado de imaginación y creatividad; mientras
que el artista debe sufrir temporadas de vacío y desánimo. Quien es muy sensible ve más, pero también sufre
más; pero el que tiene un ánimo frío y no le afecta nada, desconoce grandes aspectos de la existencia humana.
Cada uno debe aceptar lo que tiene, purificarlo para servir con ello a los demás, y luchar por lo que no tiene,
contando también con los otros.

En la práctica esto no es fácil. Hay que empezar por llamar bueno a lo bueno, malo a lo malo; sin molestarse
cuando algo sale mal o a uno le corrigen. Sólo reconociendo mis propios defectos, que voy conociendo poco a
poco, tengo la base real para mi superación.

Aceptación de la propia vida.-

En segundo lugar, cabe hablar de aceptar la situación vital, la etapa de la vida en la que estoy y la época
histórica en la que vivo, procurando conocerlas y mejorarlas. No es bueno escapar hacia el pasado o hacia el
futuro, sin valorar lo presente.

Aquí entra la aceptación del destino, que no es azar, sino resultado de la conexión de elementos interiores y
exteriores, algunos de los cuales dependen de nosotros. Primero, de nuestras disposiciones, carácter,
naturaleza, etc. (de nuevo: aceptarse a sí mismo). Pero además, de nuestra libertad vivida en el día a día,
también en lo pequeño que dejamos o no dejamos pasar.
Aceptarse a sí mismo o al destino puede hacerse difícil cuando viene el dolor o el sufrimiento. Sin limitarse a
evitarlo, cosa que hay que hacer como es lógico en lo posible, hay que intentar comprender el sufrimiento,
aprender de él.

Es importante aceptar la propia vida y aceptarla como recibida; recibida de los padres, de la situación histórica
y de los antepasados, pero también, cabe pensar con sabiduría, de Dios.

Aceptarse para darse.-

Ha señalado Benedicto XVI: “El hombre sólo puede aceptarse a sí mismo, sólo puede reconciliarse con la
naturaleza y con el mundo, cuando reconoce el amor originario que le ha dado la vida”.

La aceptación se acompaña de la sencillez y de la rectitud de las intenciones, y también de la bondad. La bondad


significa prescindir de uno mismo, concederle a otros lo que son, aunque me falta a mí, y disfrutar con ello.
También implica capacidad para comprender una situación y ayudar de hecho (no cruzarse de brazos por
comodidad o miedo a quedar mal o equivocarse). No hay que confundir la bondad con sus apariencias, o con
engañarse a sí mismo, pensando que uno es bueno o presumiendo de bueno. Hay que ser capaz, o pedir la
gracia de ser capaz, de captar las rarezas un poco cómicas que tienen las cosas humanas.

Es toda una ciencia el aprender a aceptar a los demás como son. Por lo regular nos gusta la gente simpática que
nos hace pasar ratos agradables, y que nos estimula a seguir adelante. Gente positiva, atenta y amigable.
Desafortunadamente, no hay muchas personas así. Sobre todo es difícil encontrar personas perfectas.

Nos encontramos, más bien, con diversos tipos de personas. Unas que viven hablando siempre de las
enfermedades y nos tienen entristecidos todo el tiempo; otras que son pesimistas y que nos vienen a llenar de
angustia contándonos todo lo malo de su vida y de las vidas ajenas; otras que les gusta hablar mal de los demás;
y otras, muy poco atentas y efusivas, a quienes parece que nada les interesa.

No todo nos va a agradar. Hay algo que tenemos que tener claro: ¿la conducta del otro que no nos gusta es
incorrecta?, o ¿es solo que nosotros haríamos las cosas de otra forma? Al no establecer esta diferenciación,
acabamos viendo muchas actitudes que no nos gustan de nuestra pareja o nuestros amigos.

No debemos exigir de los demás que actúen, piensen y trabajen igual que nosotros, porque esa actitud nos va a
ocasionar problemas, indefectiblemente. Cuando estamos mirando lo que hacen los demás, nos perdemos la
oportunidad de disfrutar el presente con ellos, sin establecer juicios paralelos.

El enfocarnos en lo que sí nos gusta del otro Sirve para darnos cuenta que en momentos de crisis se tiende a
magnificar las debilidades del otro y que si en ese momento nos detenemos a ver con atención lo positivo,
reconoceremos que nos ahogamos en un vaso de agua, magnificando la situación sumergidos en nuestros
propios dramas personales.

Aceptar a todos es amarlos. Si amamos de verdad, poco a poco nos daremos cuenta que es normal que los
demás no piensen y sientan como nosotros.

Aceptar a los demás es ver sus cualidades y simular sus defectos. Agradecer las diferencias porque con ellas se
puede aprender a dar amor sincero ese que implica el aceptar sin intentar modificar, sin intentar
manipular…aquel que reconoce la luz del otro aun en medio de la oscuridad.

Algo que debe ocurrir cuando aceptamos a alguien es el sentimiento del perdón, muchas veces no aceptamos a
alguien que nos hizo algo en un pasado y es cuando entra el perdón en este caso tenemos que aprender a
hacerlo, primordialmente tenemos que liberarnos del rencor ese sentimiento que solo nos deja cosas negativas
en la vida, para lograr esto debemos dejar el pasado atrás y aprender de cada experiencia vivida, recordemos
que no son cosas malas las que manda Dios si no simplemente lecciones y pruebas, tengamos en mente la cita
donde nos mencionan la veces que debemos perdonar a nuestro hermano siempre tengamos de ejemplo a
nuestro padre Jesús y nos llevara por buen camino.
Leer Mateo 18

Dinámica: “Tú te sientes... El otro debe sentirse...”

 Tú insultas a otro
 Tú eres insultado por otro
 Llamas a tu compañero por un mote que le disgusta mucho
 Tu compañero te llama por un mote que te disgusta mucho
 Dices algunas tonterías para hacerte el gracioso en la mesa y molestan a tu madre
 Tu madre dice algunas tonterías para hacerse la graciosa en la mesa y te molestan
 Estás molestando con empujones a tu compañero
 Tu compañero te está molestando con empujones
 Después de una breve discusión, comienzas a pegar a tu hermano
 Después de una breve discusión, tu hermano comienza a pegarte
 Amenazas a un compañero con “ajustar cuentas” a la salida de clase
 Te has burlado del novio de tu hermana porque se ha caído en la puerta de casa
 El novio de tu hermana se burla de ti porque te has caído en la puerta de casa
 Un compañero te amenaza con “ajustar cuentas” a la salida de clase
 Cuentas a la vecina un secreto de tu madre
 Tu madre ha contado a tu mejor amiga un secreto tuyo
 Desobedeces a tu padre
 Tu padre no te hace caso

Y ahora piensa en situaciones reales que te hayan sucedido:

 Situación en la que tú haces algo a alguien


 Situación en la que alguien te hace algo
Padre amado, soy la obra de amor de tus afectuosas manos, soy el fruto de tu infinita y
delicada ternura, soy la criatura preciosa que soñaste modelar a tu imagen desde toda la
eternidad.

Mi señor, quiero amarte como Tú me amas, quiero valorarme como Tú me aprecias,


respetarme como Tú me respetas.

Permíteme descubrir mejor las riquezas y tesoros de gracia que Tú, Padre bueno, has
derramado en mi corazón.

Jesús, vida mía, enséñame a amarme tal como soy, a descubrir las cosas buenas que hay en mi
ser, a reconocerme realmente como hijo amado del Padre. Tú amas mi piel, mi cuerpo, mi voz.

Ayúdame a mirarme con tu mirada de amor para descubrir que soy único y para que ya no me
compare con los demás.

Espíritu divino, inunda con tu amor lo más íntimo de mi ser y ayúdame a perdonarme a mí
mismo. Señor, por las veces que me he equivocado, dame la gracia de no condenarme y de
aprender a ser paciente conmigo mismo. Tú que eres libre, dame la libertad para buscar
nuevos caminos cada vez que me equivoque, para no sumergirme en las tristezas, lamentando
mis errores.

Hoy quiero perdonarme por aquellos pecados que Tú me perdonaste para siempre pero que
continúan en mis recuerdos quitándome la alegría. Dame la gracia de perdonarme a mí mismo
con tu amor y de aceptar la vida nueva que me regalaste con tu perdón divino.

Consume con tu fuego de amor mis ataduras, y desata todo lo bueno que Tú pusiste en mí,
todos los dones y carismas que me brindaste y que yo no llego a percibir y aprovechar.

Estremece de amor mi corazón, Señor, para que descubra que estás sosteniendo cada latido, y
que este instante de vida es un regalo de tu amor. Ayúdame a descubrirlo con alegría.

Padre mío, que me tejiste con amor en las entrañas de mi madre y con tu infinito poder me
haces existir también hoy, enséñame a quererme, a aceptar mi lugar dentro de mi familia y de
mi comunidad. Abre mi corazón para recibir y dar amor.

María, con tu ternura maternal acúname en tu regazo de madre y sana con tu dulzura y tus
caricias todo rechazo que haya sentido desde mi concepción.

Te doy gracias por haberme creado, mi Padre Dios, porque me hiciste parecido a Ti, y porque
hoy me das la gracia de aceptarme a mí mismo y de ser feliz así como soy.

Amén.

También podría gustarte