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UNIDAD 6 – VERGER, J.

: LA TRANSFERENCIA DE MODELOS DE ORGANIZACIÓN


DE LA IGLESIA AL ESTADO A FINES DE LA EDAD MEDIA

Las relaciones entre los estados y la iglesia fueron, sobre todo a fines de la edad media, relaciones
de competencia y oposición. Los emperadores y reyes luchaban contra la autonomía de los clérigos
y las pretensiones de los papas de intervenir en los estados cristianos en nombre de una supuesta
autoridad suprema y universal.
A lo largo de la edad media, la iglesia desarrolló un sistema de instituciones que le permitió realizar
el ideal de encuadramiento del pueblo cristiano. Este sistema estaba profundamente influenciado
por las instituciones públicas del bajo imperio romano. El renacimiento del derecho romano en los
siglos 12 y 13 no hizo más que reforzar esta influencia, también en el derecho canónico.
El funcionamiento de las instituciones eclesiásticas de la edad media sentó las bases de las futuras
instituciones de los estados nacientes. Señalaremos tres observaciones que refuerzan este argumento.
En primer lugar, la iglesia ha ofrecido el modelo de una concepción territorial del poder. El poder
que el clero ejercía sobre los hombres no era mediante lazos personales, sino mediante el control del
espacio. Los principales niveles eran las provincias, diócesis, parroquias. Pese a las diversidades
locales, esta red constituía un sistema homogéneo, cuyas circunscripciones estaban bien definidas.
Estas circunscripciones serían reutilizadas por las autoridades civiles, cuyo claro ejemplo es el de
las parroquias.
En segundo lugar encontramos un modelo de gobierno que combinaba la centralidad y la
representación. Desde los papas gregorianos del siglo 11, tuvo lugar en el seno de la iglesia un
reforzamiento de la autoridad papal como única y oficial. Desde entonces, sólo el papa podía
modificar mediante decretos el derecho eclesiástico. Esta centralización tendría lugar en otros
niveles de la iglesia por esos años. Por otra parte, vemos la importancia de la formación académica,
por sobre el nacimiento, que tuvo a la hora del reclutamiento de clérigos. Además, el derecho
canónico y las instituciones de la iglesia jugaron por entonces un papel escencial en la noción de
comunidad y representación. La literatura conciliarista fue leída e influyó en los componentes del
poder real laico que abogaban por una “reforma del reino”, y encontraban en las asambleas
representativas -la “voluntad popular”- los medios para remediar los males del país.
Un tercer aspecto que puede dar lugar a considerar una contaminación del sistema del estado
moderno por un modelo de origen eclesiástico es el del impuesto y las finanzas. Al contrario del
estado medieval, que tendía a la exención fiscal para con los nobles y servidores más próximos al
rey, lo escencial de la fiscalidad pontificia recaía sobre los clérigos más beneficiados. Por otro lado,
cabe señalarse la particularidad del diezmo: un impuesto que el papa giraba a los soberanos laicos a
razón de una supuesta tarea de cruzada.
En síntesis, las soluciones que las autoridades civiles de los estados encontraron en un momento
dado, ya habían sido aplicadas por la institución cristiana, y esto puede a su vez encontrarse en la
influencia que el derecho romano y el aristotelismo tuvieron sobre la eclesiología. Ahora resta
encontrar los agentes de tal transferencia de influencias. Por un lado, debe tenerse en cuenta (y
queda por descubrirse) qué grado de conocimiento tenían los consejeros y oficiales reales acerca del
derecho canónico y las prácticas del clero. Otro medio de filtración, de carácter más directo, serían
los mismos clérigos que se encontraban en los consejos reales, y que se vieron tentados de
introducir en el sistema gubernamental laico instituciones que les eran familiares. El punto límite de
todo este proceso puede encontrarse -tomando lo dicho por Millet- en la aparición de las iglesias
nacionales en el siglo 15, producto también de la influencia que habrían tenido los obispos como
consejeros del rey. Las iglesias se transformaban entonces en instituciones públicas perfectamente
integradas en el orden político del reino.

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