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Guillermo, 5 años. Trastorno del espectro autista.

Guillermo llega a consulta derivado por un servicio de atención precoz (CDIAP) ya que por edad ya
no puede beneficiarse de sus servicios.

Los padres explican que Guillermo estuvo diagnosticado de TEA a los 2 años y medio. En la
guardería los derivaron al CDIAP ya que el niño no hablaba y no le gustaba estar con otros niños,
los rechazaba o simplemente "pasaba de ellos". En casa tampoco jugaba con sus primos. Sólo le
habían oído 3 ó 4 palabras: agua, no, cochecito y basta. No lloraba nunca, siempre estaba
tranquilo y lo único que hacía cuando estaba nervioso era un pequeño aleteo. Los padres habían
observado que cada mañana tenía que hacer lo mismo y desayunar lo mismo, sino no lo quería, y
romperle las rutinas suponía una gran rabieta por parte del niño.

Tras el fuerte batacazo que supuso para los padres aceptar el diagnóstico de Guillem ahora la
familia lo tiene muy bien asumido y están muy predispuestos a seguir trabajando.

Los informes de Guillermo nos anuncian que ha habido muchos progresos: su vocabulario ya no es
tan restringido, comienza a utilizar frases de dos elementos, en tareas mecánicas es un niño muy
bueno, interactúa mejor con su entorno y no rechaza tanto los compañeros y los adultos.

2.2. Autismo:
El primero artículo médico que se publicó respecto del autismo fue en 1943, pero aún no se ha
logrado comprender adecuadamente esta entidad, debido a esto ha sido necesario redefinirla en
muchas oportunidades.

Se define como un trastorno neuropsicológico de curso continuo asociado frecuentemente, a


retraso mental, con un inicio anterior a los tres años de edad, que se manifiesta con una alteración
cualitativa de la interacción social y de la comunicación así como con unos patrones
comportamentales restringidos, repetitivos y estereotipados con distintos niveles de gravedad.

Actualmente las investigaciones científicas apuntan a varios genes, que pueden o no, coincidir en
las personas afectadas. Es por este motivo, que diferentes autores intentan describir el trastorno
psicológico global subyacente a la sintomatología comportamental que observamos en las
personas con autismo.

Las teorías más reconocidas son las siguientes:

Teoría de la mente:
La Teoría de la Mente fue formulada por SimonBaron-Cohen, Alan Leslie y Uta Frith en 1985 y es la
teoría explicativa del primer criterio (A) sintomatológico de la DSM-5 e intenta explicar las
deficiencias persistentes en la comunicación y la interacción social en diversos contextos de las
personas con autismo.

La Teoría de la Mente es la habilidad que tienen las personas neurotípicas (es decir, sin
aparentemente ningún trastorno mental), para representar los estados mentales de los demás.

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Esta capacidad aparece de forma innata durante los primeros estadios del desarrollo infantil y se
instaura sobre los 4-5 años. Gracias a ella, atendemos las señales sociales del entorno y nos
desarrollamos socialmente. Las personas con autismo presentan esta capacidad alterada (existen
diferentes grados de afectación) por lo que es necesario trabajarla para potenciarla.

Esta capacidad mental no sólo se trata de prever la conducta en términos de intenciones


(entender qué piensa y/o quiere otra persona), sino que incluye estados mentales más profundos:
pensar, creer, conocer, soñar, engañar, etc. Con esta habilidad podemos explicar y prever el
comportamiento social de las personas que nos rodean.

Moverse en un terreno mentalista es muy difícil para las personas que tienen autismo, ya que las
personas con un desarrollo normativo inferimos la información que no es explícita, pero la
persona con autismo tiene muchas dificultades para llevarlo a cabo. Las personas con autismo
necesitan romper en pequeños trocitos las conductas sociales para poderlas comprender y
aprender de manera gradual.

Teoría de la disfunción ejecutiva:


La Teoría de la disfunción ejecutiva fue formulada por Pennington y Ozonoff, 1996; Russell, 1997, y
otros, y es la teoría explicativa del segundo criterio (B) sintomatológico de la DSM-5, e intenta
explicar los patrones de comportamiento, intereses y actividades restringidos y estereotipados de
las personas con autismo.

Las funciones ejecutivas (FFEE), son un conjunto de habilidades cognitivas que se utilizan para
llevar a cabo actividades de manera autónoma. Estas capacidades, también innatas, nos permiten
organizarnos, ser flexibles, anticipar, planificar, marcarnos objetivos y metas, controlar los propios
impulsos, etc.

Son un conjunto de procesos cognitivos que actúan en situaciones nuevas para las cuales no
disponíamos de un plan previo de actuación.

Existen diversas funciones neuropsicológicas de las FFEE: La inhibición de respuesta, es la


capacidad para inhibir (no responder voluntariamente), respuestas motrices y emocionales
inmediatas a un estímulo, acontecimiento o suceso, posponiendo la satisfacción inmediata para
metas más importantes a largo plazo.

La memoria de trabajo: La usamos para almacenar información como prerrequisito o herramienta


para resolver situaciones futuras. Los autores la dividen en dos tipos: por un lado, tenemos la
Memoria de Trabajo Verbal (MTV) que es el habla autodirigida que permite regular el
comportamiento autónomamente, es decir, darnos autoinstrucciones para seguir reglas y dirigir el
comportamiento hacia alguna meta. Por otro lado, tenemos la Memoria de Trabajo No Verbal
(MTNV) que consiste en pensar en imágenes visuales del pasado para guiarnos en un presente.
Para poder desarrollar la MTNV, necesitamos tener percepción retrospectiva, capacidad de
previsión, conciencia y dominio del tiempo y capacidad de imitación de un comportamiento
nuevo.

La autorregulación del estado de alerta, emocional y motivacional: Es otra capacidad que tenemos
las personas de cambiar nuestro comportamiento (conducta) según el contexto. Las personas no

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nos comportamos de la misma manera cuando estamos en familia que con los compañeros de
trabajo, a pesar que seguimos siendo la misma persona. Para poder autorregular estos aspectos
será necesario:

Modular las respuestas a las situaciones.

Contener y comprender reacciones emocionales.

Alterar las reacciones emocionales si nos distraen del objetivo final.

Generar emociones o motivaciones nuevas.

Las FFEE son necesarias para la resolución de problemas. Es la capacidad de la persona para
anticipar y prever los resultados a una acción, actividad, etc. Implica:

Fijar metas e identificar objetivos.

Planificar acciones.

Secuenciar pasos en orden temporal y espacial.

Priorizar necesidades y tareas.

Iniciar una tarea.

Flexibilidad para pasar de un foco de atención a otro, tolerar cambios, etc.

Teoría de la coherencia central débil:


La Teoría de la coherencia central débil, fue formulada por Uta Frith en 1989; Joliffe y Baron Cohen
en 1999, y trata de explicar la dificultad que presentan las personas con autismo para integrar la
información en un único “todo” coherente y general; focalizando su atención en pequeños
detalles (procesamiento fragmentario).Dos son las partes implicadas:

Perceptual: implica la preferencia que tienen las personas con autismo para procesar la
información local antes que la global. Como se observa en muchos casos, las personas autistas se
fijan antes en los detalles concretos de imágenes u objetos que en su totalidad.

Conceptual: las personas autistas suelen fracasar en el procesamiento del sentido contextual y el
conocimiento previo. En muchas ocasiones no entienden situaciones y contextos ya vividos con
anterioridad. De esta forma, los autistas son procesadoras locales de información, y las personas
con un desarrollo normativo, procesadoras globales.

Son menos susceptibles a ilusiones ópticas, y gracias a su procesamiento local, son más rápidas en
pruebas de buscar detalles y presentan otras habilidades en las búsquedas visuales.

Teoría de la empatía-sistematización:
La Teoría de la empatía-sistematización (E-S), fue formulada por SimonBaron Cohen en 2009 y
trata de explicar las dificultades de las personas con autismo para establecer comunicación y para
crear relaciones sociales.

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Se teoriza que existe una gradación de empatía y sistematización, es decir, el autor defiende que
existen cerebros excesivamente empáticos (con altas capacidades para colocarse en el sitio del
otro pero con pocas capacidades de sistematización) y cerebros excesivamente sistemáticos, es
decir, con pocas capacidades empáticas). Los autistas tienden a estar más cercanas del extremo
sistemático, mostrando una hipoactividad en casi todas las áreas cerebrales del circuito de la
empatía.

Mediante el aprendizaje, las personas autistas pueden desarrollar “la empatía cognitiva”, una
empatía aprendida. Sin embargo, nunca será ni intuitiva ni primitiva, como la de las personas
neurotípicas. También existe la empatía afectiva, que es el elemento reactivo de la empatía
cognitiva, es decir, darse cuenta si una reacción emocional se ajusta a los pensamientos y
sentimientos de otra persona.

Las personas cuando sistematizan buscan las reglas por las cuales se rige un sistema para poder
prever cómo evolucionará, manipular una variable, modificar un sistema e inventar uno de nuevo.
En este sentido, los autistas acostumbran a presentar intereses relacionados con sistemas de
colección (tipos de dinosaurios), sistemas mecánicos (funcionamiento radio), sistemas numéricos
(horario de trenes, calendarios), sistemas abstractos (música), sistemas naturales (meteorología),
sistemas sociales (rutina danzar con una pareja de baile), y sistemas motores (saltar de un
trampolín).

Es característico también, que busquen y creen patrones en cosas “no sistemáticas” con el fin de
localizar un espacio de seguridad, en un mundo inseguro para ellos.

Esta intensa tendencia a la sistematización podría explicar también, las dificultades de


generalización de las personas con autismo.

La mirada psicoanalítica:
Según la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), El autismo es un síntoma primordial de la
esquizofrenia, que consiste en: aislamiento, retracción en sí mismos, no conexión con el mundo
real compartido por los otros llamados “normales”.

El autista es un ser aterrorizado, como dijera B. Bettelheim, “porque entendieron bien o porque
entendieron mal”, vivieron experiencias que para ellos resultaron ser excesivamente traumáticas.
Se defienden con el aislamiento, se atrincheran. Lo cual no significa que no sientan, no
comprendan, que no posean aparato psíquico. Por el contrario, todo en ellos tiene una razón de
ser. No entender esto, no otorgar a sus acciones un sentido, sería confinarlos en la alienación, en
la no existencia psíquica.

Más allá de la multiplicidad de teorías que encontramos hoy en día acerca del Autismo, lo más
importante es lograr un diagnóstico adecuado para buscar el tratamiento más apropiado a cada
patología Como dijera E. Pichón Riviere, el diagnóstico sólo sirve para orientarse. Cada niño con
autismo es distinto a otro, es un sujeto con su historia personal a cuestas.

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Manifestaciones clínicas y síntomas asociados al autismo:
Todo síndrome clínico presenta, además de los llamados síntomas fundamentales, nucleares o
patognomónicos, y que constituyen la base de su definición, un conjunto de síntomas secundarios
o asociados (que no son necesarios para incluir a un sujeto particular en una categoría diagnóstica
fijada) y que pueden variar notablemente en cada individuo.

Por lo que se refiere al autismo, un síntoma asociado de primer orden lo constituye la


discapacidad intelectual, que afecta a un 50% aproximadamente, de toda la población, ya que
contrariamente a lo que se ha manifestado muchas veces y sin fundamento, una proporción
importante de la población que sufre este síndrome presenta un QI dentro de los límites de la
discapacidad intelectual.

Conjuntamente con la discapacidad intelectual, se presentan los síntomas secundarios al autismo


más frecuentes, que son:

- Hiperactividad (infancia)

- Hipoactividad (adolescencia y edad adulta)

- Humor lábil

- Baja tolerancia a la frustración

- Crisis de agitación (con o sin causa aparente)

- Impulsividad

- Autoagresividad

- Heteroagresividad (menos frecuente que la autoagresividad)

- Alteraciones del sueño

- Trastornos alimenticios (híper selectividad, picar)

- Crisis epilépticas (20-25 % de la población total)

“El autismo es la sombra que deja en el desarrollo una dificultad o imposibilidad para constituir
ciertas funciones psicológicas cuyo momento crítico se extiende entre el año y medio y los 5-6
años” (Rivière, 1997). La expresión autismo hace referencia al conjunto de alteraciones que
caracterizan y están presentes en todos los trastornos del espectro autista.

Primeros síntomas del autismo y de los trastornos del espectro autista que tienen lugar antes de
los 36 meses de edad:

– Alteraciones en el desarrollo de la comunicación y de la interacción social

– Deficiencias y adquisiciones en habilidades comunicativas sociales

– Dificultad clara para desarrollar habilidades de referencia conjunta ( uso del contacto ocular,
expresiones emocionales, gestos preverbales con función comunicativa)

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– Déficits en cuanto a “teoría de la mente”, es decir en los procesos cognitivos que se ocupan de
atribuir estados mentales a los demás, como creencias, intenciones o deseos.

– Ausencia o escasez de actos de mirada para compartir experiencias con otros

– Dificultades en expresión y comprensión de emociones

– Conductas visuales y auditivas atípicas

– Fracaso en acciones de atención conjunta (no señalar hacia objetos o sucesos, no seguir los
gestos de señalar que hacen otros, no alternar la mirada entre un objeto y otra persona)

– Graves limitaciones en actos de referencia social en los que se busca información emocional en
el otro para saber cómo sentirse y comportarse ante situaciones de incertidumbre

– Deficiencias en habilidades de imitación motora (dificultades para imitar expresiones faciales y


acciones con objetos tanto familiares o muy simples, como nuevas o complejas)

– Graves dificultades no solo en referencia conjunta, sino también en la relación entre deficiencias
en referencia conjunta y dificultades lingüísticas posteriores.

– Conductas problemáticas (agresivas, auto agresivas o de destrucción de objetos), en general,


suceden para protestar por cambios en rutinas habituales o para obtener atención de personas
importantes para el niño.

Tratamiento de musicoterapia:
Un profesional especialista en autismo puede sugerir diversos tratamientos factibles de promover
efectos significativos a nivel físico, conductual y emocional. Uno de esos posibles tratamientos
está relacionado con el uso de la música y el sonido con fines terapéuticos.

La musicoterapia, es una disciplina del área de la salud, que utilizada de manera dosificada, facilita
cambios positivos y significativos en el comportamiento humano. Cimentada sobre experiencias
musicales diversas, utiliza como herramientas específicas los instrumentos musicales u otros
elementos y objetos que facilitan y promueven la apertura de canales de comunicación. Cada
sesión es cuidadosamente planeada, llevada a cabo y evaluada para cubrir las necesidades propias
y específicas de cada niño, ya que lo que resulta útil y curativo para un paciente puede no serlo
para otro.

A los fines de encarar un tratamiento con éste tipo de pacientes, es importante saber que la
musicoterapia dinamiza no solamente en lo puramente somático, motriz, sensorial, sino también,
y lo que es más importante, en un amplísimo campo psíquico, cognitivo y comprensivo
(percepciones, emociones, afectos, consciencia). Además relaja en el estrés, la ansiedad, la
angustia de base existente en este tipo de patologías. Esta relajación predispone a la
concentración, a la toma de contacto con la realidad exterior, a la autodefinición, a la
comunicación. Facilita la sociabilidad y el acercamiento con otros individuos.

En lo que concierne a trabajos de investigación en autismo, ciertos estudios han demostrado que
la musicoterapia tiene una influencia positiva al ser utilizada en estos individuos. Las

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experiencias amenazadoras del entorno, vivenciadas en muchos de los casos de niños con
autismo, son factibles de ser trabajadas en el marco de una sesión de musicoterapia.

Herramientas:

 El ritmo “ordenador”: El niño con autismo tiene sus propios ritmos, se balancea en un
ritmo, tiene estereotipias motoras en su ritmo, tiene la respiración en su ritmo y las
ingestas en sus propios ritmos que generalmente no coinciden con los de su familia. El
hecho de aplicar el aspecto rítmico de la música a la psicología autista se basa en el
principio lógico de rehabilitación: “Tratamos de compensar a la persona con aquellos
desarrollos de los que carece”. Mediante la insistencia y el aprendizaje del ritmo binario
respiratorio, del ritmo ocular en el parpadeo, del ritmo en la danza (baile tomado y
conducido por el terapeuta), del ritmo de dos tiempos al caminar desplazando los pies, del
ritmo coordinado binario al subir y bajar alternativamente un brazo y otro brazo, una
pierna y otra pierna… conseguiremos un comportamiento somático equilibrado. El autista
se va centrando en una actividad dinámico – motora que le divierte y, sin darse cuenta le
llevará progresivamente a una conciencia de ser actor voluntario. El terapeuta percute
rítmicamente en el cuerpo del autista. Ejecuta movimientos pausados sincronizados
utilizando “tempus” y “ostinatos” con cadencias de velocidad en la acción. El autista se
siente arropado, protegido, tocado. Experimenta sensaciones visibles de bienestar,
estimulantes y relajantes, y va archivando comportamientos rítmicos naturales. Los niveles
perceptivo –cognitivos se van ensanchando palpablemente, al igual que el aprendizaje de
su esquema corporal.

 La voz: Es notorio y experimentado que al autista le agrada la voz más que ninguna otra
forma o presentación del sonido. De las cualidades del sonido, el timbre juega el papel
terapéutico más importante. El timbre de su propia voz es el instrumento más cercano y
terapéutico de los que dispone el terapeuta musical. La utilización de la voz como
elemento dinámico y relajante supone una forma de contacto directa y cálida con el
autista. El autista valora la voz, la palabra, precisamente aquello de lo que él (en muchos
casos) carece, víctima de su hermetismo del habla. Las alturas tonales, junto a la
intensidad (otra cualidades del sonido), sitúan al individuo autista en el límite de la
frontera entre la ansiedad, el nerviosismo, la angustia… y la placidez, serenidad y
recogimiento.

 El juego: Durante la terapia musical debe reservarse un tiempo para el juego, éste puede
incluir:

-canciones específicas y personales con el nombre del niño y su entorno afectivo


familiar.

-Una improvisación ordenada y dirigida tanto por parte del terapeuta como del/los
individuos que acuden a la sesión.

-El relato de cuentos y su escenificación.

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 La relajación: En las relajaciones (manipuladas, libres, individuales, grupales), el autista se
acomoda corporalmente al sonido concordante con su ISO (identidad sonora). Al principio
es necesario estar a su lado, hablarle, susurrarle, combinar estructuras motoras con
movimientos y ritmos que están sonando. Si es así llegaremos a una situación asumida por
la experiencia diaria, en la que el autista relaciona el momento, la música, la situación, con
el tiempo de sedación, y asumirá la posición horizontal en la colchoneta simplemente con
escuchar “y ahora es la hora de relajarnos”.

Efectos resultantes de su aplicación sistemática:

-----Incentiva el desarrollo socioemocional: los autistas suelen ignorar o rechazar los intentos
de contacto social. Pero al ofrecerle una primera relación objetal con un instrumento puede
permitir que la vivencia amenazante que percibe de un adulto desconocido (en este caso el
terapeuta) pueda ser “canalizada o mediatizada”.

-----Promueve aspectos verbales y no verbales de la comunicación mediante el


establecimiento de una relación comunicativa entre la conducta del niño y la gama de sus
propios recursos sonoros. Resulta interesante el hecho de que un niño autista tenga una
mayor facilidad y apertura hacia la asimilación del elemento sonoro/musical más que a la de
patrones verbales. Esta especial conexión con lo musical y sonoro que se observa en el
autismo, encierra el potencial necesario para estimular aspectos comunicacionales.

-----Facilita mediante ciertos instrumentos una toma de conciencia sobre el esquema corporal.
En muchos casos, el uso de la flauta puede incrementar la autopercepción sobre zonas como
la boca, los labios, los dientes y la lengua, permitiendo una gradual toma de conciencia sobre
los mecanismos que producen el habla y los órganos implicados en los mismos.

-----Aprendizaje de pautas y destrezas a nivel social.

-----Estimula la comprensión de diversos aspectos del lenguaje.

-----Incentiva el deseo de comunicación.

-----Reduce considerablemente aquellas conductas estereotipadas, no comunicativas.

El marco contenedor que ofrece una sesión de Musicoterapia a un


individuo autista, promueve la libertad de que el niño aprenda a moverse
y actuar de maneras específicas que facilitan el autodescubrimiento y la
autoexpresión. El hecho de hacer ruido, golpear y sacudir instrumentos,
gritar y explorar, generan ese plus de placer indispensable para la
satisfacción emocional.

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Psicologia Humanista:

1. El hombre es más que una suma de partes.


2. El hombre es la esencia en un contexto humano.
3. El hombre vive de forma consciente.
4. El hombre se halla en situación de elegir.
5. El hombre es un ser orientado hacia una meta.
6. El hombre no es sólo un ser.

La Musicoterapia Humanista se basa en las ideas de la Psicología Humanista, que creen


en el ser humano y su potencial.

El objetivo principal es el de desarrollar este potencial y lograr el equilibrio del ser,


desarrollar la autoestima, reestablecer las relaciones interpersonales, y lograr la
autorrealización.

En todo este proceso, la música funge de ayuda al permitir que las personas se expresen
y proyecten lo que sienten o tienen dentro.

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