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-Que feliz han de sentirse las aves, con sus alas extendidas al
viento, libres, sin ataduras- dijo para sí misma dejando escapara un
profundo suspiro - ¡Bueno!, jamás conoceré ese placer, al parecer eso solo
está reservado para ellas.
- Pero… ¿Cómo así? ¿Y esa idea tan absurda? ¿Acaso no eres feliz
en el cielo?
- Quiero saber que ser siente ser un niño real, jugar en estos
hermosos campos, disfrutar del cielo desde aquí, escuchar las campanadas
de la escuela invitándome a aprender algo nuevo cada día, dormir y soñar
con lo que haré el día siguiente – contestó el querubín con un tono de
ilusión en su hablar mientras sus ojos se iluminaban cada vez más.
Ahora soy por fin un niño, mis alas te he heredado, ahora puedes
cumplir tu sueño y finalmente ser feliz.