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El origen del pensamiento económico de Donald Trump

En el fondo de expresiones polémicas del virtual candidato presidencial republicano de


Estados Unidos, Donald Trump, se advierte la influencia de algunos de los mayores
pensadores de la historia económica mundial como el escocés Adam Smith; el argentino
por adopción, Jean Silvio Gesell y el inglés John Maynard Keynes.

Por Fernando Del Corro

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Donald John Trump ya es virtual candidato republicano para las elecciones de noviembre
próximo en Estados Unidos de América aunque restan algunas primarias.

Como precandidato, ya superó el número de electores necesarios para disputar la


presidencia de Estados Unidos.

Pero su figura genera escozor en muchos sectores sociales por sus formas de expresión sin
filtros.

La mayor irritación generada por los dichos de Trump está relacionada con sus anuncios de
expulsión de trabajadores llegados a los Estados Unidos desde América Latina,
mayoritariamente mexicanos y centroamericanos, que aceptan condiciones de trabajo
ilegales y afectan el empleo entre los propios estadounidenses.

Esta mano de obra no calificada también genera mermas significativas en los salarios que
abonan los empresarios de ese país, y aquí ya es muy interesante observar un comentario de
Silvio Gesell en su obra cumbre, “El orden económico natural, por libre moneda y libre
tierra”, editado con ese nombre en 1906.

“Si todos los obreros alemanes (cambiar por latinoamericanos) emigrasen a los Estados
Unidos, se carecería allí de cuanto es menester para albergar y ocupar a esas masas. Tal
escasez de fábricas, maquinarias y edificios rebajaría los salarios y elevaría al mismo
tiempo enormemente los alquileres. El interés de los capitales reales sobrepasaría en mucho
el interés básico”, expresó Silvio Gesell en su momento.

Este es un diagnóstico muy aplicable a la realidad contemporánea estadounidense donde


millones de irregulares han hecho desplomar el salario real mientras la presunta
recuperación de la crisis manifestada a partir de 2007/2008 se basa, precisamente, en
cuestiones tales como las ganancias del sistema financiero y la suba del costo de los
alquileres.

A partir de la evolución de las economías financieras mundiales tras el primer gran colapso
capitalista de 1873, Gesell dijo que “la enorme afluencia de inmigrantes enteramente
pobres, que recibe el país (los EE.UU.), había acrecentado la demanda en forma
descomunal, viéndose además interrumpida la era progresista por numerosas y
devastadoras crisis económicas”.

Pero Trump también alerta acerca de la llegada de musulmanes oriundos de Siria y del
Norte del África, algo que también había imaginado el arqueólogo galés Thomas Edward
Lawrence (Laurence “de Arabia”), virtualmente expulsado de la Conferencia de Versailles
tras la “Primera Guerra Mundial” donde se opuso a la partición de Arabia, por entonces la
“Gran Siria”.

Lawrence había ayudado a crear la Gran Siria al aplicarse un acuerdo franco-británico por
el cual Irak, Palestina y Transjordania quedaban en el ámbito de influencia del Reino Unido
de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (RU).

Mientras Líbano y Siria quedaban bajo influencia de Francia tal lo acordado en el Tratado
Sykes-Picot y en referencia al cual Winston Leonard Spencer Churchill escribiera “Las
fronteras del Oriente Próximo las dibujé un sábado a la tarde de 1916”.

En esa conferencia de París también participó Keynes como parte de la delegación del
Reino Unido y trató de frenar las duras políticas impulsadas por el gobierno francés
liderado por George Benjamin Clemenceau contra los países derrotados (Alemania,
Austria-Hungría y Turquía) pero también contra aliados como Italia.

Sin embargo, esas políticas fueron convalidadas por el primer ministro británico David
Lloyd George y llevadas adelante a pesar de la oposición del presidente estadounidense
Thomas Woodrow Wilson, quién intuyó sus resultados.

Precisamente Keynes, absolutamente contrario a los castigos, fundamentalmente


financieros, implementados por Francia y el Reino Unido, previó el futuro de gobiernos
nacionalistas autoritarios en los países víctimas de esos castigos y así dio lugar a su notable
y poco conocido libro “Las consecuencias económicas de la paz”, de 1919.

En ese texto previó la “Segunda Guerra Mundial” y de qué lado iba a quedar cada una de
las potencias europeas, entre las cuales Alemania e Italia, las más afectadas, pronto iban a
dar lugar a líderes populistas, nacionalistas y autoritarios.

Trump rescata la situación de los sectores estadounidenses empobrecidos que respaldan su


campaña y también se plantea la deslocalización de las grandes empresas que abaratan
costos en la “maquila” mexicana o en los bajos salarios chinos.

Esas empresas, inclusive, han ido trasladando sus producciones hacia esos lugares y hasta
sus matrices a los paraísos fiscales, entre los cuales ya han desarrollado algunos propios
como el estado de Delaware mientras sus manejos han quedado en manos de los llamados
CEO (Chief Executive Officer).

Trump reclama el regreso de esas hoy transnacionales a los Estados Unidos para sus
actividades productivas y, como tal, opera en su condición de empresario propietario de sus
negocios, no de gerente de los mismos.
Ya Adam Smith, en “La riqueza de las naciones”, de 1776, alertó contra la aparición de
estos ejecutivos que por entonces no tenían esa denominación.

Smith advirtió, al analizar el funcionamiento de algunas empresas, del riesgo existente en


que las mismas no fuese conducidas por sus dueños y así, advirtiendo que los gerentes iban
a ir contra la gente en general y contra sus propios patrones, propició una ley estableciendo
que para integrar los mayores niveles de conducción de una firma se debía contar con una
parte significativa del paquete accionario.

La advertencia sobre el surgimiento de los actuales CEO y la conformación del nuevo


sistema capitalista manejado por gerentes fue retomada con fuerza casi dos siglos más tarde
en 1941 por el estadounidense James Burnham en “La revolución de los directores”, en este
caso favorablemente.

Pero 26 años después, otro gran pensador estadounidense, John Kenneth Galbraith,
economista de cabecera del asesinado presidente John Fitzgerald Kennedy, cuestiona en
1967 esa modalidad gerencial en “El nuevo estado industrial”.

Según alguno de los colaboradores, Donald Trump se moderará en su pensamiento, en caso


de ser electo presidente de los Estados Unidos, pero hoy suma adhesiones en campaña
apuntando a los riesgos inmigratorios, particularmente de latinoamericanos como
especulara Gesell en su momento.

De esta forma se explica la aparición de un nacionalismo populista autoritario avizorados


por Keynes para Alemania e Italia.

Y la vehemencia de Trump también recuerda la postura de Smith sobre el capitalismo


gerencial.

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