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No muy Vian

de Ariel Dávila

«Si quieres avanzar por la senda de la sabiduría, que no te importe pasar por
imbécil e insensato en las cosas de este mundo.» Epícteto

“ Si está todo perdido, para qué ser pesimista” Aki Kaurismäki

Personajes:

Enrique
Heidelore
Hermann
Profesor de Alemán
Mafioso
Doctor

1
1.
Enrique: Yo crecí creyendo que era un genio. Cuando tenía 6 meses de edad, mi
madre pasó con una Bagna Cauda cerca de mi cuna, y dije mi primera palabra: “Ajó”.
Entonces mi madre se detuvo y dijo: “Este niño es un genio!”... Desde ese día, mi
madre me hizo creer - y a los demás también - que tenía un don especial.
Con el tiempo se corrió el rumor de que era un gran pensador.

Luego me dieron una beca para realizar mis estudios secundarios. Los hice sin volver a
expresar nada novedoso hasta que un día tuve una resonante victoria en la clase de
filosofía.
El profesor dijo: “Voy a leerles un pensamiento de Epicteto: «Si quieres avanzar por la
senda de la sabiduría, que no te importe pasar por imbécil e insensato en las cosas de
este mundo.»“. - “Y viceversa.”, respondí en voz baja. - “Nada tengo que enseñarte,
querido hijo.”, concluyó el profesor. Acto seguido me dirigí hacia la puerta del aula, salí y
la dejé entreabierta. El profesor amigablemente me llamó la atención. “Recuerde, una
puerta solo puede estar abierta o cerrada.” Le contesté: “Una puerta puede estar
abierta, cerrada o desmontada para arreglar la cerradura”.

Una mañana, con el primer mate, decidí ser artista. Inventé una nueva disciplina
artística: Esculturas Humanas Cinéticas. Me sentía muy orgulloso de mi invención...
¿Cuántos pueden decir que crearon un nuevo arte?
Hasta que un día iba caminando por la calle y vi a un nene haciendo malabares con dos
limones en un semáforo. Entonces le dije: “¿Querés que te enseñe? Yo lo sé hacer muy
bien.“ Y tomé los dos limones, intenté hacer malabares, se me cayeron y los pisó un
auto - y el nene me dijo: “¿Vos sos pelotudo o te hacés!?”

Y yo me pregunté: ¿En realidad no seré un pelotudo?

(Musica)

2.
(El asesino sentado en un sillón, mira la nada.)
Marta: Hermann?
Hermann: ¿Sí, Marta?
Marta: ¿Qué haces ahí?
Hermann: Nada.

2
Marta: ¿Nada? ¿Cómo nada?
Hermann: No hago nada.
Marta: ¿Nada de nada?
Hermann: No.
Marta: Pero nada... ¿nada?
Hermann: Solo estoy sentado acá.
Marta: ¿Estás sentado ahí?
Hermann: Sí.
Marta: Pero algo estarás haciendo, ¿no?
Hermann: No.
(pausa)
Marta: No te vendría mal salir a pasear un poco.
Hermann: No, no...
Marta: Te traigo tu abrigo...
Hermann: No, gracias...
Marta: Pero está muy frío sin abrigo.
Hermann: Pero no voy a ir a pasear...
Marta: Pero recién querías ir!
Hermann: No, vos querías que yo saliera a pasear...
Marta: ¿Yo? A mi me da lo mismo si salís a pasear o no...
Hermann: Bien.
(pausa corta)
Marta: Solo creo, que no te haría mal si salieras un poco a pasear...
Hermann: No, mal no me haría...
Marta: ¿Pero qué es lo que queres?
Hermann: Yo quiero estar sentado acá.
Marta: Vos podés volverme loca! Primero querés ir a pasear, después no... Después
querés que te busque tu abrigo, después no...¿Qué es lo que querés?
Hermann: Quiero estar acá sentado.
Marta: Y ahora de repente querés quedarte ahí sentado!
Hermann: No de repente. Yo quise desde el principio estar acá sentado.
Marta: ¿Sentado?
Hermann: Solo quiero estar acá sentado y relajarme...
Marta: Si de verdad quisieras relajarte, no estarías hablándome sin parar!
Hermann: Ya no digo mas nada...
(pausa)

3
Marta: ¿Hermann?
(pausa)
¿Pensás en algo?
Hermann: No, nada en especial... Bueno, sí. Me estaba preguntado ¿dónde estará
Adolf?
Marta: Me tenés podrida con Adolf!

3.
Enrique: Córdoba me aburre, Argentina me mata...
Decidí exiliarme lejos... Me vine a vivir a Berlín. Ahora vivo en el barrio de Kreuzberg,
cerca de las estación de subte “Südstern”. Hace años que lucho con el idioma alemán,
pero cada vez que voy a al kiosco del Hindú, me reconforta el hecho de que él hable
menos alemán que yo!
Aquí en Alemania continué con mi carrera artística, hice presentaciones de mis
Esculturas Humana Cinéticas en fiestas, eventos culturales alternativos y en bares
clandestinos del barrio Prenzlauerberg.
(Hace algunas esculturas, diciendo el título correspondiente al terminar de haberla
construida. → improvisar los títulos, algo como “La muerte del arte”, “La representación
en los tiempos de pokemón”, “La fiesta hegemónica”... )
En una ocasión fue a una de mis presentaciones una reconocida crítica de un medio
importante. Esperé con mucha expectativa su artículo en el diario... hasta que salió
publicado (toma un diario y lee).
El título del articulo es “Una pesadilla fuera de control”.
Continua la critica: “Se trata de la obra de un subnormal que se cree artista que parece
estar bajo la influencia de drogas psicotrópicas, realiza una performance a la cual llama
'esculturas humanas cinéticas'. Compone posiciones extravagantes con su cuerpo y les
pone nombres rebuscados ¿Eso es arte? Cada uno puede hacer lo que le parezca mejor,
pero ¿por qué nosotros tenemos que soportar a cualquier imbécil que se quiera expresar
en público?”
(pausa)
Siempre admiré la sinceridad alemana.

4.
Enrique:
A veces miro un programa de televisión donde pasan cursos de alemán para
extranjeros.

4
(En un lado del escenario está el profesor y en una cama, tapados con una sabana,
están Enrique y Heidelore.)

Profesor: Ahora continuamos el programa con nuestra telelectura “Alemán para


extranjeros”. En nuestra octava lección del nivel medio, abordamos primero la diferencia
entre el articulo indefinido y el pronombre posesivo, y al mismo tiempo practicamos las
conjugaciones en presente.

Enrique: ¿Cómo se llama usted?


Heidelore: Me llamo Heidelore.
Enrique: ¿Heidelore es un nombre de pila?
Heidelore: Sí. Schmöller es mi apellido. Mi marido se llama Victor.
Enrique: Yo me llamo Enrique.

Profesor: Los finales de los verbos débiles y fuertes son idénticos en presente. Ponga
atención en el uso de los verbos auxiliares “ser” y “tener” y el uso correcto de los
numerales.

Heidelore: Nosotros tenemos un auto. Mi marido va en tren a la oficina.


Enrique: Yo tengo 37 años y peso 81 kilos.
Heidelore: Victor es 5 años mayor, y es un kilo mas pesado. Su tren sale a las 7:36 de
la mañana.
Enrique: Mi tío pesa 79 kilos y su tren sale a las 6:46.
Heidelore: Mi marido es empleado, el trabaja hasta las 17:30.
Enrique: Yo tengo 3 primas. Ellas pesan juntas 236 kilos.

Profesor: Y ahora, queridos televidentes, vamos a construir el subjuntivo con Umlaut a


partir de las formas del imperfecto en el modo indicativo y practicamos lo que
aprendimos hasta ahora.

Heidelore: Si Victor tuviera un abono mensual, el vendría a las 18:45.


Enrique: Si yo tuviera 4 primas, ellas pesarían 312 kilos.
(Entra Victor en escena con un portafolio. Heidelore y Enrique lo miran. Pausa)
Victor: Yo me llamo Victor. Peso 82 kilos.
Enrique: Me llamo Enrique. Mi tren sale sale a las 19:26.

5
Heidelore: Ese es mi marido.
Enrique: Ese es mi pantalón.
Victor: Este es mi portafolio.

Profesor: Eso es todo por hoy y no olviden: Todo sustantivo monosílabo femenino sin
Umlaut se declina debilmente.

5.
Enrique:
Debo admitir que a partir de aquella critica tuve una epifanía: Descubrí que no era un
genio, solo un artista inservible - o ni siquiera artista, solo inservible! Ante semejante
decepción decidí contratar a un asesino para acabar con mi desdicha.
(se escucha música en el bar)
Voy a un barrio en la periferia de Berlín, se llama Marzahn. Es un barrio de monobloks,
gris y bastante bravo, un taxista me dio el dato. Frente a una plaza desierta está el bar,
tomo coraje y entro. Hay mucho humo. Cuando me ven, todos callan y me observan.
(pausa)
Es un silencio largo, eterno, estoy helado, pero mantengo la postura.
(pausa)
Voy a la barra lentamente, todos me acompañan con la mirada. El aire se corta con
navaja.
“Un destornillador.”, pido.
El barman me mira, sonríe y me sirve uno.
Digo, haciéndome el malo: “De donde yo vengo, comemos lugares como estos de
desayuno!”

6
(Bar en Marzahn. En la barra están Enrique y el Mafioso. El mafioso fuma. Al lado del
mafioso está parado el asesino con lentes oscuros.)
Enrique: Necesito un asesino.
Mafioso: ¿Para qué?
Enrique: ...
Mafioso: (hace una pitada a su cigarrillo) No lo hacemos con políticos... (pausa) Mucho
riesgo. (pausa) ¿De quién quiere deshacerse?
(Enrique le entrega una foto. El mafioso mira la foto y se la muestra a asesino. Es
Enrique en la foto.)

6
Mafioso: ¿Por qué no lo hace usted mismo y se ahorra el dinero?
Enrique: Lo intenté… compré una soga y un tornillo Fischer, me intenté colgar, pero el
Fischer no aguantó. Después puse la cabeza en el horno, pero se acabó el gas de la
garrafa... (pausa) Entonces me di cuenta que necesito un profesional.
Mafioso: ¿Cuándo quiere que ocurra?
Enrique: ¿Que ocurra qué?
Mafioso: ...
Enrique: Prefiero no saberlo. Que sea sorpresa.
Mafioso: Son 20 mil.
Hermann: Euros.
Enrique: Tengo esculturas humanas para ofrecerle.
Mafioso: ¿Esculturas?
Enrique: Sí.
(le muestra algunas)

7.
Enrique:
Estoy solo en casa mirando la novela de las 9. No puedo concentrarme en la trama, creo
que en cualquier momento va a tocar la puerta el asesino. Vivo en el cuarto piso. La
escalera de mi edificio antiguo es de madera - si viene, seguro lo voy a escuchar. Me
pregunto como lo haría... Cuánto tiempo uno vive después de recibir un disparo...?
(pausa)
(alertado) ¿Alguien sube por la escalera? ...Pero no, sigue subiendo al piso de arriba...
No puedo seguir pensando... tengo que salir... Voy a tomar algo. Apago la tele. Escribo
una nota para el asesino. (escribe en un papel, lee lo que escribe) “Salí, estoy en el bar
de enfrente.” y se la dejo en la puerta.

8.
(En el bar. Enrique está sentado en una mesa, toma un whisky y fuma. Entra Heidelore,
vende flores. Cuando Enrique la ve, la mira, se enamora y se recompone.)
Heidelore: ¿Rosas?
Enrique: No tengo a quién regalarle.
Heidelore: Me puede regalar una a mí.
(pausa)
Enrique: ¿Cuánto cuestan?
Heidelore: 10. (pausa) Euros.

7
Enrique: ¿El ramo?
Heidelore: Cada una.
(pausa)
Enrique: Deme una.
(Heidelore le da una. Enrique se la ofrece.)
Heidelore: ¿Para mí?
(Enrique asiente.)
Enrique: Un trago?
Heidelore: Gracias.
(se sienta a al lado de él. Silencio.)
Heidelore: Son 10 Euros...
Enrique: Sí, claro. (le paga)
(silencio)
Enrique: ¿Dónde vive?
Heidelore: ¿No le parece un poco apresurado?
Enrique: Disculpe, no estoy acostumbrado a hablar con mujeres.
(Silencio. Heidelore toma a fondo lo que queda en su vaso.)
Heidelore: Me tengo que ir...
(Enrique le agarra la mano)
Enrique: ¿Nos podemos ver de nuevo?
Heidelore: Sí! ...Déjeme su teléfono.
Enrique: No tengo.
Heidelore: Yo tampoco, ¿Dónde trabaja?
Enrique: No tengo trabajo.
(Heidelore se levanta, le anota una dirección en un posavasos. El la quiere besar, pero
ella le pega una cachetada. En este momento, Enrique ve al asesino que acaba de
entrar al bar. Se miran. Enrique agarra a Heidelore como un escudo humano, la pone
delante suyo. Heidelore no entiende qué pasa. Enrique agarra las flores y se las tira al
asesino, como para distraerlo. Toma Heidelore de la mano, salen rápido. El Asesino
toma los flores, las huele. Después se acerca a la barra, huele el vaso de Enrique y
descubre el posavasos con la dirección escrita.)

9.
Hermann:
Trabajé 15 años en la oficina de revisión de secretaria de gestión y finanzas. Tenía un
contrato que se renovaba cada año. Un diciembre, hace algunos años, me llamaron al

8
despacho del jefe y sin dar mas vuelta me dijeron que me quedaba sin trabajo. Me
regalaron un reloj dorado, un rolex falso, como agradecimiento por los servicios
prestados. Cuando salí de la ofician del jefe, vi que había varios compañeros en la sala
de espera que seguro tendrían mi mismo destino.

Durante esos años de empleado iba cada semana a hacer practica de tiro, una
costumbre que me quedó de mi padre. De niño, él y mi abuelo me llevaban a cazar
jabalíes en el bosque. ...Cazar es relacionar distancias, olores, vientos, audacias,
prudencias, velocidades y quietudes. “Cazar es una obra de arte que jamás se repite”,
me decía mi padre. ...Yo soñaba que algún día cazaría a un Adolf, como mi abuelo.

Justo cuando quedé sin empleo, en las prácticas de tiro alguien que vio mi puntería, se
me acercó y me dijo “Querés un trabajo?”. Me dio la dirección de un bar en Marzahn.
Necesitaba efectivo, empeñé el reloj y compré un arma.
Ahora tendría que cazar humanos.

10.
(Enrique está ensayando sus esculturas cinéticas. Heidelore está con una bata, sentada
en la mesa y fuma.)
Heidelore: ¿Y ahora qué? ¿Todavía tenés ganas de morir?
Enrique: No, no ahora no.
Heidelore: ¿Porque me conociste?
Enrique: Sí, eso me hizo cambiar de opinión.
Heidelore: Solo por mis ojos azules...
Enrique: ¿Son azules?
(Enrique se acerca a Heidelore, le toma la cara y la observa de cerca.)
Enrique: Son azules.
Heidelore: Bueno, el asunto es fácil de resolver.
Enrique: ¿Cómo?
Heidelore: Si quieres avanzar por la senda de la sabiduría, que no te importe pasar por
imbécil e insensato en las cosas de este mundo.
Enrique: Y viceversa.
Heidelore: Exacto. Regresá al bar y cancelá la orden.
Enrique: Es una idea maravillosa! Sos tan sabia, Heidelore!
Heidelore: Probablemente no te devuelvan el dinero, pero no creo que eso importe.
Enrique: No, es solo que...

9
Heidelore: Te presto para el colectivo... y te acompaño...
Enrique: Pero...
Heidelore: Te presto para el colectivo y te acompaño.
Enrique: Solo una pregunta: ¿De quién es la frase que citaste?
Heidelore: No. Después, cuando volvamos.

11.
Enrique:
Tomamos un colectivo, era tarde, teníamos que llegar hasta el final del recorrido y
volver al barrio de Marzahn donde había contratado al asesino. Yo me dormí.
Cuando despierto, el colectivo está detenido, no hay nadie, las luces apagadas, el chofer
se fue y Heidelore duerme con la cabeza apoyada en mi hombro.

Heidelore:
Enrique me despierta. Caminamos hasta la plaza donde está el bar, pero... (pausa)
solamente hay escombros! Derrumbaron el bar...! Arriba, un gran cartel con una
conductora de televisión, anuncia planes de departamentos...

Enrique:
No puedo deshacer el contrato.
Estoy fregado.

12.
(Consultorio del médico. Un médico y el asesino en el consultorio. El médico fuma, tiene
un guardapolvo desaliñado. Tiene una radiografia y la mira a contraluz.)
Hermann: ¿Entonces, Doc?
Doctor: ¿Qué querés oír?
Hermann: La verdad.
Doctor: No es muy linda.
(El asesino saca una petaca de tu piloto y toma un trago.)
Hermann: ¿Cuánto me queda?
(El asesino le ofrece al doctor la petaca, éste acepta y toma también un trago.)
Doctor: Necesito hacer una biopsia y...
(El asesino lo interrumpe, lo levanta violentamente de la solapa del guardapolvo.)
Hermann: ¿Cuánto?
Doctor: Un mes, dos a lo sumo.

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(El asesino suelta al doctor.)
Hermann: Eso debería ser suficiente.
Doctor: ¿Para qué?
Hermann: Estoy en medio de un trabajo y ya gasté parte del dinero.
Doctor: Adolf?
Hermann: Algo parecido. De Adolf todavía no sé nada. Pero ahora puse una
recompensa.
(pausa)
Prometeme una cosa: Si Adolf aparece recien después de que me muera, que no quede
con Marta, sí?
Doctor: Yo me encargo, olvidate.
(pausa, el asesino toma otra trago, el médico sigue fumando)
Doctor: ¿Vos crees en dios?
Hermann: Creo que no, ¿por qué preguntas?
Doctor: Porque si no crees, no hay infierno tampoco.
Hermann: Es todo un tema.

13.
(Departamento de Heidelore.
Heidelore y Enrique están en el departamento jugando al chinchon. Heidelore corta y
cuentan los puntos que le quedan a él. Él mezcla las cartas y reparte nuevamente.
Él fuma y al acabar el cigarrillo, busca otro. No encuentra otro en ningún lado.)
Enrique: ¿Tenés un cigarrillo?
Heidelore: Estas fumando demasiado, Enrique.
Enrique: Si de verdad pensás eso, yo mañana dejo de fumar.
(Sigue buscando.)
Heidelore: Hay un quiosco en la esquina.
(Enrique se levanta y lleva las cartas .)
Enrique: Las llevo conmigo.
Heidelore: ¿Por qué?
Enrique: Porque no confío en vos.
(Toma el saco se levanta y camina hasta la puerta y se detiene.)
Enrique: Partir es tan difícil...
Heidelore: ¿Querés que te acompañe?
Enrique: No, la separación hace que me extrañes y eso es bueno.
Heidelore: Andate ya...

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(Heidelore se queda mirando sus cartas empieza revisar el mazo para ver si está la
carta que necesita. Suena el timbre, Heidelore se levanta alegre porque Enrique ya
volvió. Abre la puerta. Es el asesino. El asesino la toma del brazo y la lleva para
adentro)
Heidelore: Él no vive acá.
Hermann: Siéntese. ¿Quién no vive acá? ¿Como sabe a quién estoy buscando?
Heidelore: No lo sé , yo vivo acá sola, así que váyase o llamo a la policía.
(pausa)
Hermann: Va a ser difícil sin un teléfono. (pausa) Él volverá pronto. (Se siente sobre la
silla.) Lo voy a esperar.
(Mira un poco el departamento. El asesino saca de un bolsillo una pistola y de otro un
silenciador, enrosca el silenciador en la pistola muy tranquilamente, Heidelore abre los
ojos con miedo. El sostiene la pistola con las dos manos sobre la falda y la mira. Ellos se
miran, en la mirada hay miedo curiosidad e incertidumbre.
Largo silencio.
El asesino empieza a toser. Mucho y muy fuerte. Se escucha el timbre, el asesino y
Heidelore se levantan alertados. El Asesino va hacia la puerta. Heidelore toma el florero
que está en la mesa y golpea con él al Asesino el cual queda desmayado en el piso.)
Heidelore: Mejor nos vamos.
(salen corriendo)

14
(El Asesino sigue tirado en el piso. Desde el bosque entran una jabalí y una liebre. Van
hacía el Asesino y lo despiertan y le ayudan a levantarse. Lo llevan al sillón en el fondo.
Salen.
El asesino queda sentado en el sillón, mira la nada.)
Marta: ¿Hermann?
Hermann: ¿Sí?
Marta: ¿Dónde estás?
Hermann: Estoy acá.
Marta: ¿En dónde?
Hermann: Acá. En el sillón.
Marta: ¿Qué estás haciendo ahí?
Hermann: Nada.
Marta: ¿Nada? ¿Otra vez nada?
Hermann: Sí, estoy sentado acá nada más.

12
Marta: ¿Sentado?
Hermann: Sí.
(pausa)
Marta: Ahora tendrías el tiempo para hacer algo que te guste...
Hermann: Sí...
Marta: ¿Lees algo?
Hermann: En el momento no...
Marta: Pero entonces lee algo...
Hermann: Después, después a lo mejor...
Marta: Por qué no te buscas las revistas?
Hermann: Primero quisiera estar un poquito más acá sentado.
Marta: ¿Querés que te las busque? ¿Una de esas revistas de caza y pesca que a vos te
gustan?
Hermann: No, no, muchas gracias...
Marta: El señor solo quiere que le sirvan! Yo corro todo el día de acá para allá! Vos
podrías levantarte por lo menos una vez y buscarte las revistas!
Hermann: Ahora no quiero leer.
Marta: Primero querés leer, después no...
Hermann: Simplemente quiero estar sentado acá...
Marta: Podrías hacer algo que te divierta...
Hermann: Ya lo estoy haciendo.
Marta: Entonces dejá de quejarte todo el tiempo!
(pausa)
¿Hermann?
(pausa)
¿Estás sordo?
Hermann: No, no...
Marta: Es que justamente NO estás haciendo nada que te guste! En vez de eso, te
quedas sentado ahí!
Hermann: Estoy sentado acá justamente porque me gusta.
Marta: Porque sos tan agresivo!
Hermann: No soy agresivo.
Marta: ¿Entonces por qué me estás gritando de esa manera?
Hermann: NO TE ESTOY GRITANDOOOOO!!!
(Tose y tose mucho, se tapa con un pañuelo la boca, ve que hay sangre en el pañuelo.)

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15.
(En el bar. Enrique y Heidelore están tomando en la barra del bar. Suena “Volver” de
Gardel de fondo.)
Heidelore: Convidame un cigarrillo.
Enrique: No quiero que fumes.
Heidelore: Solo uno, te prometo.
(Enrique le convida uno y le da fuego.)
Heidelore: Vámonos del país.
Enrique: ¿A dónde?
Heidelore: A tu país.
Enrique: Ni loco, ahí son todos fachos.
Heidelore: Todos, no te creo...
Enrique: Por lo menos en mi ciudad.
Heidelore: Pero es tu patria.
Enrique: La clase trabajadora no tiene patria.
Heidelore: ¿Qué hacemos?
(Enrique se pone en pose para bailar)
Enrique: Bailemos.
(Bailan el tango.)
Heidelore: Tendrías que volver a trabajar.
Enrique: Te podría ayudar a vender flores.
Heidelore: No, me refiero a tus obras, tus esculturas.
Enrique: No puedo, estoy bloqueado.
Heidelore: Yo puedo ser tu musa. Bueno, no sé... o queres que te mantenga para el
resto de la vida.
Enrique: Eh... No, claro que no.
Heidelore: Yo también sé lo que es perder todo. Yo renuncié a todos mis sueños.
(Dejan de bailar.)
Heidelore: Quería estudiar filosofía... ser filosofa. Pero tuve que cuidar a mi madre
enferma durante 10 años. Un década convaleciente. Y claro, la hija mujer se tenía que
quedar a cuidarla, darle de comer, bañarla, cambiarle pañales. Sabes como se le cambia
un pañal a un anciano?
Enrique: No.
Heidelore: Se lo pone de costado...
Enrique: ¿Al pañal o al anciano?
Heidelore: Al anciano...

14
Enrique: Ok.
Heidelore: ...y con un trapo húmedo le limpias...
Enrique: (interrumpe) No quiero saber.
Heidelore: A todos nos toca. Pero por suerte un día le dio un infarto... y se fue.
Después conocí a Victor y me casé. Pero el quería que me quedara en la casa, que no
estudiara...
Enrique: Y lo dejaste?
Heidelore: No, me echó, porque me encontró en la cama con otro. Se vino en el tren
anterior y nos encontró... justo...

(Entra el asesino al Bar. Heidelore lo ve, pone a Enrique de espaldas al asesino para que
él no lo vea)
Enrique: Pero ahora sos libre podes ser filosofa, si querés.
Heidelore: No es una buena idea.
Enrique: ¿Por qué?
Heidelore: En realidad no hay buenas o malas ideas. Las ideas se apartaron de los
pensadores y ahora son autónomas.
(pausa)
Enrique: ...
Heidelore: (levantando la voz) Una idea es una maquina que se autoperfecciona,
encuentra los mecanismos para sobrevivir entre otras ideas, se complejiza, crea
anticuerpos contra otras ideas, se convierte como un virus que sobrevive a veces
mutando en otras ideas, y nosotros los hombres ya no somos sus creadores, somos sus
defensores, sus guardianes. Entonces las ideas ya no sirven al hombre, sino que el
hombre está al servicio de la idea.
Enrique: Es verdad...
Heidelore: Estoy hablando de las ideas... no de la verdad.
Enrique: Digo que es verdad tengo que volver a trabajar.
(Enrique se va en el sentido opuesto del asesino, no lo ve.)

Hermann: El cazador siempre tiene que ir un poco hambriento, porque el hambre


agudiza los sentidos.
(el Asesino se pone en marcha para seguir a Enrique, Heidelore se interpone en su
camino y lo para)
Heidelore: Enrique quiere deshacer el contrato, su vida ahora tiene sentido.
Hermann: La vida no tiene sentido.

15
Heidelore: Su vida quizás. Las nuestras sí.
(el Asesino quiere seguir, Heidelore lo impide nuevamente)
Heidelore: Tenemos planes, proyectos, queremos ser felices...
(pausa. El Asesino va a la barra, Heidelore le sigue. El Asesino toma el vaso de Enrique,
lo huele y toma un trago. Heidelore también toma un trago.)
Hermann: No puedo cancelar el contrato.
Heidelore: ¿Cuánto le pagan? Le puedo pagar mas...
Hermann: No es eso... Yo aprendí a cazar con mi padre y mi abuelo... Y mi padre me
contó como mi abuelo cazó a Adolf...
Heidelore: ¿Adolf?
Hermann: Todos en mi pueblo le temían.
Entonces mi abuelo salió con la escopeta a buscarlo. Cada vez que escuchaba ladrar los
perros, tenía la esperanza de alcanzarlo, pero solo encontraba sus huellas, hasta que un
día lo vio, ahí, detenido: El jabalí lo miraba desafiante de frente.
Mi abuelo sin respirar le apuntó directo entre los ojos... pero en el momento que iba a
disparar, los perros lo corrieron... Lo siguió una semana en el campo y en el bosque...
dormía a la intemperie...
Hasta que finalmente decidió volver... Cuando ya estaba en un bosque cerca de casa,
escuchó de repente un resoplido, detrás de un árbol: era Adolf!
Esta vez acertó el disparo... se acercó, allí estaba el jabalí, moribundo, tirado de
costado, resoplando. Lo miraba por el rabillo del ojo implorando que lo rematara.
Heidelore: Pobre animal...
Hermann: Murió dignamente. (sospechando) Usted no será de esos fundamentalistas
defensores de animales, no?
Heidelore: ...
(pausa)
Heidelore: Entonces, Enrique es su Moby Dick!?
Hermann: ¿Quién?
Heidelore: La ballena blanca...
Hermann: No, era un chancho.
...Usted sabe que hay distintas señales de caza para distintos animales?
Heidelore: No.
(Asesino saca una trompeta de plástico. Toca la trompeta. Se miran.)
Hermann: Esa es la llamada cuando el zorro está muerto.
Heidelore: ¿Por qué no puede cancelar el contrato?
(Asesino toca la trompeta.)

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Hermann: Esa es la llamada cuando un pato esta muerto.
Heidelore: A lo mejor puedo hacer algo, si me deja... lo puedo ayudar...
(Asesino toca la trompeta. Heidelore le agarra la trompeta y la tira... lo mira con odio.
Asesino tose.)
Heidelore: Si vos lo tocas a Enrique, te voy a hacer sufrir como un chancho, me
entendes?

16.
(departamento de Heidelore)
Enrique:
Heidelore insiste en que tengo que volver a trabajar, en que necesito proyectos...
Y es cierto... ¿Si está todo perdido, para qué ser pesimista?
Es verdad, no soy un genio, pero Hegel ya había decretado la muerte del arte. Ya no es
necesario el virtuosismo, lo importante es el concepto. Desde que Duchamp puso un
mingitorio como obra de arte, ¿a quién le importa si la obra es linda o bien hecha? Lo
que importa es la idea.
Heidelore (muy enojada) NO ENTENDISTE NADA... LAS IDEOLOGIAS SON ANTEOJOS
QUE TE MUESTRAN EL MUNDO SEGÚN SU FILTRO, NADIE QUIERE VER LA REALIDAD,
PARA ESO ESTAN LAS IDEOLOGIAS, PARA PINTARTE LA REALIDAD DEL COLOR QUE
QUIERAS, Y ENCIMA HAY TARADOS QUE QUIEREN CONVENCER A OTROS TARADOS QUE
SUS IDEAS SON MEJORES, COMO SI FUERAMOS TODOS IDIOTAS QUE NO SABEMOS
QUE EL MUNDO ES INJUSTO. Y LOS ARTISTAS SE CREEN QUE HACIENDO UNA OBRITA
DE MIERDA QUE LA VEN 20 HIPPIES PROGUES QUE PIENSAN IGUAL QUE EL, CON ESO
VAN A CAMBIAR AL MUNDO. POR FAVOR!!!
(pausa)
Enrique: Bueno tranquila. Calmate.
(Heidelore toma aire, tiene la mirada alocada, como perdida)
Enrique: ¿Estás bien? No te podes tomar todo tan a pecho.
(Heidelore sigue tratando de respirar)
Heidelore: Perdón, estoy un poco nerviosa. Me excedí... Lo tuyo me encanta.
Enrique: Yo quiero que mi arte trascienda, que haga reflexionar.
Heidelore: Tenemos que hacer algo con el asesino.
Enrique: Voy a desarrollar una serie de esculturas cinéticas humanas sobre la crisis de
representación política.
Heidelore: Yo ya intenté hablar con él, pero no quiere deshacer en contrato.
Enrique: Tal vez junto con el titulo de la escultura podría poner un texto...

17
Heidelore: Y si contratamos otro asesino?
Enrique: Porque no es lo mismo la representación visual que el lenguaje textual...
Heidelore: Si hagamos eso...
Enrique: ¿Qué cosa...?
Heidelore: Contratemos un asesino para que se deshaga del asesino...

17.
(El Asesino parado al lado de su sillón)
Hermann:
Mi abuelo hizo un trofeo con Adolf, lo tuvo en la pared por décadas. En su última noche
de navidad, cuando ya estaba muy mayor y enfermo, me regaló el trofeo. Y me contó
una vez más como lo había cazado a Adolf. Creo que Adolf era lo que mi abuelo más
apreciaba en su vida. Yo estaba muy emocionado con este regalo.

(Departamento de Heidelore)
Enrique: No puedo.
Heidelore: No podes?
Enrique: No.
(pausa)
Heiderlore: Preferis que te mate.
Enrique: ¿Vos?
Heidelore: El asesino. Va a volver en cualquier momento.
Enrique: No podría vivir con un muerto en mi conciencia.
(pausa)
Heidelore: Estas dispuesto a morir.
(pausa)
Enrique: No.
Heidelore: ¿Entonces?
Enrique: No sé.
Heidelore: Yo ya intenté convencerlo.

Hermann: El abuelo murió, y yo quedé con Adolf. Todos los domingos brindaba frente a
Adolf en honor al abuelo. (Toma la petaca y toma un trago)
Pero un día, hace unas semanas, Adolf desapareció. No estaba mas, alguien lo había
robado de mi propia casa! (como sospechando)...Era muy curioso, no robaron nada
mas, solo fueron por Adolf...

18
Enrique: ¿Como? ¿Hablaste con él?
Heidelore: Sí.
Enrique: ¿Qué te dijo?
Heidelore: Que no lo hace por dinero.
Enrique: ¿Por qué entonces?
Heidelore: No sé, le gusta... cazar. Sos su “Adolf”...
Enrique: ¿Su qué?
Heidelore: Sos su ballena blanca...
Enrique: ¿Qué tiene que ver Hitler con la ballena?
Heidelore: No… bueno... no importa... él te quiere cazar... con z...
(Enrique se pone su saco. Heidelore queda medio colgada con la “z”)

Hermann: Marta dice que seguramente fueron los activistas protectores de animales.
Malditos fundamentalistas!
...Marta nunca lo quiso a Adolf... y me dice que es una porqueria que solo sirve para
juntar mugre.
Yo sigo buscando a Adolf. Puse una recompensa para quién me lo devuelva o me dé una
información, 10.000 Euros, es todo lo que me queda. Si fueron esos hippies activistas,
con eso debe ser más que suficiente para que me lo devuelvan.

Enrique: No hay otra opción.


Heidelore: ¿De qué hablás?
Enrique: Es la única solución que se me ocurre...
Heidelore: ¿De qué hablás?
Enrique: Me voy, me escapo...
Heidelore: ¿A donde?
Enrique: Mejor que no sepas...
Heidelore: Escapémonos juntos.
Enrique: No quiero que vos te sientas perseguida.
Heidelore: No me importa.
(silencio)
Heidelore: No me dejes.
Enrique: Es por poco tiempo. Hasta que el asesino me olvide.
Heidelore: ¿Y si la que te olvida soy yo?
Enrique: Yo no te voy a olvidar.

19
Heidelore: Estúpido, yo tampoco te voy a olvidar, no quiero que te vayas.
Enrique: Adiós, va ser lo mejor.

18.
Heidelore: Me dejó, se fue el muy cobarde! Se fue sin enfrentar el peligro, así son los
hombres, son débiles, el muy estúpido se cree que huyendo se solucionan los
problemas. A la muerte hay que enfrentarla, para eso es artista, no? El muy tarado
recibe una mala crítica y se deprime. ¿Se dan cuenta?
...Yo sigo acá y no voy a dejar que un torturador de animales, un sádico asesino me
quite el amor de mi vida!

19.
(Departamento de Heidelore. Enrique está ensayando esculturas, llega Hermann y lo
mira un rato hasta que Enrique se da cuenta que está Hermann allí. Se detiene y se
miran.)
Enrique: Llegó el momento...
Hermann: ¿Eso es arte?
Enrique: Si.
Hermann: ¿Usted se gana la vida con eso?
Enrique:...
Hermann: Bueno. Llegó el momento.
Enrique: Espere!
Hermann: ¿Qué pasa?
Enrique: Voy a realizar mi obra póstuma...
Hermann: ¿Ahora?
Enrique: Si, ahora... una obra que perdure... que me sobreviva. Voy a realizar una de
mis esculturas humanas cinéticas, cuando lo consiga usted me saca una foto...
(pausa)
Hermann: Ok.
(Enrique toma la cámara de fotos)
Enrique: Luego le voy a pedir, por favor, que le lleve la foto a Heidelore...
Hermann: Está bien.
(Enrique le da la cámara al asesino)
Enrique: Gracias.
(pausa)
Hermann: Bueno, ¿como hacemos?

20
Enrique: ¿Qué?
Hermann: Digo, ¿primero usted hace la obra? Y luego...
Enrique: No.
Hermann: ¿Entonces?
Enrique: Yo armo la escultura humana cinética...
(pausa)
Hermann: Sí..
Enrique: Cuando diga el título de la obra ...ahí...
Hermann: Bien...
Enrique: Cuando diga el título de la obra... primero me saca la foto...
Hermann: Sí.
Enrique: Digo primero me saca la foto y luego…
Hermann: Entiendo...
(pausa larga)
Hermann: Cuando quiera...
Enrique: Bien... me voy a preparar...
Hermann: Le lleva mucho tiempo? No tengo todo el día...
Enrique: No, solo un momento... Antes un ultimo favor...
Hermann: ¿Qué...
Enrique: Le puede decir a Heidelore que la amé?
Hermann: Bueno, se lo digo.
Enrique: Gracias...
Enrique: Dígale asi: Enrique la amó.
Hermann: Ok.
Enrique: Digame como se lo piensa decir.
Hermann: Enrique la amó.
(pausa)
Enrique: Un poco mas...
Hermann: ¿Qué...?
Enrique: Un poco mas convencido... amoroso...
Hermann: Enrique siempre la amó.
Enrique: Sin sobreactuar.
Hermann: Nunca. Ya lo dijo Epicteto...
Enrique: ¿Qué dijo...?
Hermann: «Si quieres avanzar por la senda de la sabiduría, que no te importe pasar
por imbécil e insensato en las cosas de este mundo.»

21
Enrique: Y viceversa...
(pausa)
Hermann: No entiendo...
Enrique: ¿No? (pausa) Bueno, no importa. Acabemos con esto.
(precalienta para hacer una escultura. Luego empieza buscar posturas, hace algo tipo
Butoh, un rato. Cuando consigue una postura dice el titulo: “Las palabras del otro me
formatean”)
Hermann: ¿Qué quiere decir?
(Enrique sigue en la postura de la escultura)
Enrique: Que somos los que nos dicen que somos. Ahora puede...
Hermann: ¿Usted es lo que le dicen?
Enrique: Exacto, si mi madre no me hubiera hecho creer que era un genio, no me
hubiera decepcionado tanto... Si no hubiera hecho caso a una critica, no lo habría
contratado a usted. Somos los que nos dicen que somos.
(pausa)
Saque la foto y luego... ya sabe que hacer...
(Hermann se dispone a sacarle la foto, pero empieza a toser hasta caer al piso. Enrique
sigue en la misma postura, el Asesino en rodillas en el piso, agotado por la tos. De vez
en cuando tose un poquito o hace como un resoplido. Entra Heidelore, tiene el trofeo de
Adolf envuelto en papel o algo.)
Enrique: Heidelore?!?
Heidelore: Enrique? Qué estás haciendo aquí? No te habías ido?
Enrique: Sí. No. No tenía plata para el colectivo. No sabía a dónde irme.
Heidelore: Y él?
(Enrique siempre en la posición de su escultura posthúma, ya con alguna dificultad de
mantenerse en esta posición)
Enrique: Me encontró. Llegó el momento.
Heidelore: El momento?
Enrique: …
Heidelore: …
Enrique: Me iba a sacar una foto para que mi obra perdure, una escultura póstuma .
Heidelore: Pero Enrique...
Enrique: Sí, ya sé, es un arte efímero...
Heidelore: …
Enrique (ya con mucha dificultad de mantener la posición): Me sacarías la foto?
Heidelore: Bueno. La cámara?

22
(Enrique señaliza con la cabeza en dirección del Asesino. Heidelore se acerca a él para
sacarle la cámara, el Asesino le agarra la mano)
Hermann (habla con mucha dificultad): Enrique la amó. Enrique siempre la amó!
Heidelore: (no sabe qué pensar ni decir) … (enojada o indignada) Pero... qué sabe
usted del amor? Usted es un asesino. Usted, lo único que quiere es la muerte! Lo único
que usted ama, es un chancho muerto!!! ...Y sabe qué?!? Yo lo tengo!!! Sí! Yo tengo a
su “Adolf”! Acá. (le muestra el bulto envuelto en papel) Acá mismo!
Hermann (con voz muy debil): Adolf... Cómo...?
Enrique (sufriendo): Heidelore... la foto...
(Heidelore empieza a desenvolver al trofeo y se lo muestra a Hermann sin darselo)
Heidelore: Y usted y yo vamos a hacer un trato, ahora mismo! Si no, su chanchito fue!
Hermann (trata de levantarse y agarrar al trofeo, empieza a toser de nuevo): No,
Adolf... Adolf... Demelo!
Enrique (sufriendo): Heidelore!
Heidelore: Pará! Ya voy! No entendés que tengo nuestro billete para nuestro futuro? El
puso un recompensa a este chancho mugriento y muerto, 10.000 Euros. ...10.000
Enrique! El AMA ese chancho. Más que cualquier cosa.
Hermann (susurrando): Adolf corazón...
Heidelore (al asesino): Así que vamos a hacer un nuevo contrato, me entiende? Yo le
devuelvo el chancho y usted nos deja en paz para siempre!
Hermann: Hago todo lo que usted diga. Solo devuélvame a Adolf.
(mientras, Enrique no puede mantener su posición y se cae muy lentamente al piso, es
un proceso muy lento)
Heidelore: Seguro?
Hermann: Se lo juro por la tumba de mi abuelo.
Heidelore: Está bien.
Hermann: Solo una pregunta.
Heidelore: Sí?
Hermann: Cómo llegó Adolf a sus manos?
Heidelore: El otro día nos lo llevó una señora a la protectora de animales...
Hermann (con voz de “te voy a matar”): Marta...
Heidelore: Aquí tiene.
(deja el trofeo en el piso, pero un poco alejado de Hermann. Hermann se arrastra con
sus últimas fuerzas hacia el trofeo y lo abraza, medio llorando. Después empieza a toser
hasta desmayarse. O morir.)
(Heidelore recoge la cámara del piso, mira por donde está Enrique para sacarle la foto)

23
Heidelore: Esa es tu escultura póstuma?!?
(Enrique solo hace un sonido inentendible de agotado. Heidelore saca la foto con flash.
Apagón.)

20.
Enrique: En estos tiempos hechos de fragmentos, los relatos están asociados a la
mentira. Les puedo asegurar que todo ocurrió tal cual fue contado. (pausa) Bueno,
quizás algún detalle fue aumentado o disminuido por cuestiones de estilo. No nos
juzguen por eso.

Esa noche salimos con Heidelore del departamento. Como siempre estaba estaba gris en
Berlin. Caía agua nieve, estaba todo medio resbaloso. Yo venía pensando en el futuro de
mi carrera artística. En ese momento salió de un parquecito una jabali... se detuvo y
nos miró. Nos quedamos quietos. Un momento después aparecieron tres chanchitos,
eran sus crías, uno de los chanchitos se nos acercó sin miedo, la madre lo llamaba, pero
él vino hasta nuestros pies. Heidelore lo quiso tocar, pero se fue corriendo siguiendo los
hermanitos. La madre jabali nos miro un segundo mas y se fue.

¿Cómo podemos darnos cuenta si un momento dado puede cambiar nuestra vida para
siempre? Simplemente creo que no podemos, nunca podremos saber si este preciso
momento en el cual les cuento este relato cambiará sus vidas o la mía - o se olvidarán
de esta historia cuando doblen en la esquina. Solo el tiempo nos dejará saberlo.

FIN.

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