Está en la página 1de 5

LA RESPUESTA MÁS EVIDENTE

El sol iba ocultándose tras las montañas dando fin lentamente a aquel
día de otoño que había sido particularmente hermoso. Poco a poco, la intensa
luz que había resplandecido durante la mayor parte del día se iba haciendo
menos brillante y un resplandor anaranjado se extendía por el pueblo, los
montes, el lago y el bosque, en el que yacía el cuerpo sin vida de Ana
Blázquez. Un hombre robusto, de facciones severas, pelo corto y ojos oscuros
se alzaba ante el cadáver. Sus ropas, además de desgastadas, estaban
cubiertas de sangre.

Aterrado, el hombre echó a correr mientras se deshacía de su chaqueta


ensangrentada y la abandonaba sobre el colchón de hojas secas que cubría
todo el bosque. Llegó muy deprisa hasta la carretera y trató de parar algún
coche para pedir que le sacaran de allí. Cuando divisó acercarse un coche de
policía dio la vuelta para llegar al otro lado de la carretera pero también había
coches de policía en ese lado. Habían encontrado el cadáver.

En desesperación, corrió adentrándose en el bosque pero éste era


traicionero y el pánico le nublaba la vista, con lo que, seguido de cerca por
varios policías, acabó dando la vuelta. Se encontraba rodeado por la carretera
a la que había huido al principio, el bosque y un mirador que daba al lago. No
tenía escapatoria, pues la carretera estaba flanqueada por un par de vehículos
de policía y del bosque salían los agentes que le habían estado persiguiendo.
Le atraparon y le advirtieron que no se resistiera mientras le interrogaban. No
estaba en muy buena situación, ya que le habían descubierto huyendo de la
escena de un crimen.

A unos metros, en el mirador, había una mujer joven y atractiva que


apoyaba su bolso en el muro de piedra para buscar algo en su interior. Tardó

1
en darse la vuelta a pesar del alboroto que se había formado. Otro grupo de
policías apareció. Una mujer alta, de mediana edad, iba a la cabeza dando
instrucciones y distribuyéndolos a todos por la zona. Se acercó al grupo de
policías que sujetaban al sospechoso y mandó llamar al inspector.
-¿Su nombre? -preguntó al individuo al que sujetaban con fuerza.
-Esteban García –respondió después de unos segundos.
Acto seguido la oficial de policía fue hacia el mirador.
-¿Cómo se llama? –dijo dirigiéndose a la joven con el bolso.
-¿Yo? –dijo ésta mirando desconcertada alrededor– Me llamo Brenda
Hernández.
-Venga con nosotros necesitamos hacerle unas preguntas.
-¿Podrían explicarme qué está ocurriendo? –pidió la chica al llegar junto
a los demás.
Uno de los policías que agarraba al detenido y en cuya identificación se
leía “agente Ortega” se fijó en ella y dedicándole una sonrisita se dispuso a
contestar.
-Se ha encontrado el cuerpo de una chica allí, en el bosque.
-¡Oh! Eso es terrible.

Otro agente de policía llegó y les comunicó que habían encontrado una
chaqueta manchada de sangre de la talla 48 cerca del cuerpo. La oficial de
policía que estaba apuntando los nombres le indicó que comprobara la talla
del hombre al que tenían agarrado. El agente comprobó la etiqueta de su
camiseta y asintió.
-¡No! ¡Yo no he hecho nada! –gritó el hombre.

En ese momento llegó el inspector. La oficial fue a su encuentro y le


pasó la libreta con los nombres que había anotado.
-¡Oficial Gómez!

2
Ella se dirigió hacía dónde la llamaban otros dos agentes de policía, no
sin antes darle un manotazo al agente Ortega, que por poco suelta al
sospechoso principal al haberse quedado mirando embelesado a la señora
Hernández. Mientras tanto el inspector se ponía al corriente de la situación
para comenzar a investigar. Le comunicaron que ya habían identificado a la
víctima; Ana Blázquez de 27 años, conocida en el pueblo al otro lado del
bosque por no pagar las múltiples deudas que debía a casi todos sus vecinos.
Había muerto acuchillada.
El inspector se acercó al hombre sujeto por los policías y a la joven que
también se encontraba con ellos para hacerles unas preguntas a ambos.
-¿Podría decirme dónde vive, señor?
- En el pueblo al otro lado del bosque –respondió.
- ¿Para que ha venido aquí? ¿Y a qué hora?
-¡No vine! Es decir, no lo planeé. Muchos fines de semana salgo a dar
un paseo por el bosque. No sé a la hora que vine hoy. ¡Encontré el cadáver!
¡Pero ya estaba muerta! ¡Yo no la maté, lo prometo! –replicó elevando la voz.
-¿Es suya esta chaqueta? –pregunto el inspector interrumpiéndole.
Titubeó algo pero no respondió.
El inspector que desde el principio tenía un aspecto muy tranquilo anotó
algo en la libreta y se dirigió a la joven, que esperaba desorientada y confusa.
-¿Usted donde vive?
-Yo ni siquiera soy de aquí. Vivo en la ciudad a muchos kilómetros. Vine
para ver si mi marido y yo podemos alquilar una casa aquí este verano.
El inspector la miró extrañado.
-Acabo de llamar a mi marido en esa cabina telefónica. Puedo decirles el
número para que le pregunten a él.

El policía que se había fijado excesivamente en la joven se ofreció


rápidamente a hablar con el esposo. Ella le dijo el número y él se acercó a la
cabina. Mientras hablaba, el inspector continuó.

3
-¿Alguno de ustedes conocía a la víctima? Se llamaba Ana Blázquez.
-No –respondió ella.
Él tardó un poco más en contestar.
-No –dijo de manera muy poco convincente.
-No mienta, por favor.
-¡Solo de vista! ¡El pueblo es muy pequeño! ¡No la maté! ¡No tenía
motivos!
-Eso todavía no lo sabemos.

El policía que había hablado con el marido de la joven regresó.


-Es cierto. Su marido me dijo que ha venido para ver si pueden alquilar
una casa aquí.
-Llevadlo a comisaría –ordenó el inspector señalando al principal
sospechoso, que ya empezaba a forcejear y otro agente tuvo también que
sujetarle.
-¡No! –chilló- ¡De verdad! ¡Estoy diciendo la verdad! ¡Créanme!
Se fueron en dirección a uno de los vehículos.
-Bueno señora, perdone que la hayamos entretenido –le dijo el agente
Ortega.
-No se preocupen, lo comprendo.
Se oían los gritos y lamentos del hombre al que se llevaban.
-¿Están seguros de que es culpable? –les preguntó, preocupada- Él
afirma que no hizo nada, que solo encontró el cuerpo.
-Eso dicen todos –comentó el inspector- Bueno a usted ya la liberamos.
Muchas gracias.
-¿La acompaño a algún sitio? –se ofreció el agente Ortega.
-No, no se preocupe solo voy hasta esa parada de autobús –dijo antes
de irse.

4
La oficial de policía se reunió con ellos para preguntarles sobre el estado
de la investigación.
-Lo cierto es que la respuesta a este caso es la más evidente. –le dijo el
inspector.
Se quedaron la oficial de policía, algunos agentes y el inspector, que
revisaba sus notas concentrado. El agente Ortega encendió un cigarrillo.
-Muy mona esa tal Lidia, ¿no?
-¿Quién es Lidia? –dijo el inspector.
-La chica esa…
-Me dijiste que se llamaba Brenda –dijo mirando la libreta y dirigiéndose
esta vez a la oficial, que se la había dado.
-Eso declaró ella –replicó extrañada
Todos dirigieron la mirada al agente con el cigarrillo.
-Su marido me dijo… Cuando hablé con él… yo…
Otro agente les alcanzó.
-¡Inspector! Hemos encontrado un guante de mujer en el suelo al lado
del mirador
manchado de sangre.
Todos se miraron tensos y oyeron el grito proveniente del coche a unos
pocos metros.
-¡¡¡Les juro que soy inocente!!!

También podría gustarte