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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN

ESCUELA DE LETRAS

CURSO ELECTIVO: NOVELA REALISTA DEL SIGLO XIX

MIGUEL PESTANA, C.I:23.691.895

Breve catálogo de polaridades en historia de dos ciudades

Los muros no construyen las ciudades, las ciudades las construyen sus habitantes

Carlos Raúl Villanueva

Charles Dickens en Historia de dos ciudades presenta un retrato de dos de las

ciudades más importantes del mundo para los inicios de la era moderna: Londres y París,

de igual manera muestra la vida de algunos de los habitantes de dichas urbes y como estos

enfrentaron la calamidad de finales del siglo XVIII llamada la Revolución Francesa.

Estas ciudades no representan solo un escenario, sus imágenes, características,

sirven de símbolos bases sobre los cuales se desarrolla la estructura narrativa de la novela.

Así Londres, la ciudad prominente de la primera parte de la historia, es el lugar donde las

acciones son más dilatadas y calmadas, donde no ocurren mayores tumultos, por lo tanto

es un espacio estable en el cual se desarrolla la construcción de la mayoría de los

personajes: Carlos Darnay, Sydney Carton, Lucia y Alejandro Manette, Mr. Lowrry, Miss

Pross, Jeremías Lapa. Los cuales no sufren de grandes alteraciones de sus vidas

domésticas a excepción del primer juicio que se le hace a Darnay por traición, durante el
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cual nos es señalado que aunque severa, la ley inglesa es justa. París, por el contrario, es

una ciudad peligrosa y tensa; los personajes que la habitan son oscuros y misteriosos,

hasta que la Revolución comienza y París toma el foco de atención. Es entonces donde el

carácter de los personajes es revelado y probado en la adversidad, con una sucesión de

acontecimientos importantes a velocidades vertiginosas, la obra toma el carácter convulso

de la ciudad. De esta manera la novela resuelve rápida y definitivamente todas las

tensiones del entramado narrativo.

La novela en su división en polos aparentemente opuestos es capaz de mostrar los

matices de la vida humana, esta idea es la primera de ser planteada en la obra, cuyo

primer párrafo del primer capítulo empieza: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de

los tiempos; la época de la sabiduría y la época de la bobería, el periodo de la fe y el

periodo de la incredulidad...” (Pág. 7), es importante resaltar como estos términos al no

ser excluyentes permiten la existencia de esa contradicción que tanto marcó a la

modernidad.

Otro elemento que se encuentra en una dicotomía es el símbolo del tejido

representado por el recurrente hilo fatal de Teresa Defarge y el más esquivo hilo dorado

de Lucia Manette, ambos representantes de Las Moiras: “Lucia siempre ocupada en la

agradable tarea retorcer el hilo de oro, que unía a su marido, a su padre a sí misma y a su

antigua directora y compañera saboreaba, una vida de felicidad no ininterrumpida” (Pág.

193) nos muestra a Lucia (en Londres), actuando como la primera Moira, Cloto, la que

hila la vida de los hombres, brindándoles la posibilidad de felicidad y de desgracia con

su labor. Mientras Teresa (en París), con su tejido lleva un registro codificado de los
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hombres que deben ser capturados, enjuiciados y sentenciados, representa a Átropo, la

tercera Moira, encargada de cortar el hilo de la vida cuando esta lo considere necesario.

De igual manera la relación entre Carlos Darnay y Sydney Carton es un caso de

particular interés, ya que en base a ella se desenlaza el conflicto de la obra. Carton y

Darnay son idénticos físicamente, sin embargo sus caracteres son totalmente diferentes;

Carlos es una persona correcta (como demuestra el juicio del cual salió absuelto),

mientras Carton es un hombre abandonado a los vicios, a tal punto que el mismo Sydney

murmura molesto que él es“…El hombre que te dice lo que pudiste ser y lo que en

realidad eres…” (Pág. 83). Pero aparte de la semejanza física, también el amor que ambos

sienten por Lucia Manette los une. Carton por hacer feliz a Lucia al salvar a su esposo, es

capaz de sacrificarse por el Marques Saint-Evrémonde (Darnay) al momento de este ser

sentenciado por el tribunal francés en 1792.

Tanto Carlos Darnay, cómo el Doctor Manette son personajes que poseen una

relación doble consigo mismos, ya que ambos ocultan en su fachada burguesa un pasado

oscuro, siempre latente a revelarse. Por su parte, el Doctor Manette al ser prisionero de La

Bastilla durante 18 años, pierde la cordura y adopta la personalidad del Zapatero del 105

de la torre norte, aunque tras su “resurrección” mantiene las herramientas de su oficio

carcelario, y este le es conocido a Lucia, cualquier estimulo que lo pueda llevar a ese

estado deplorable es mantenido en secreto. Bajo esta constante amenaza de recaer en “El

Zapatero” El Doctor debe adentrarse en la París revolucionaria para salvar a su yerno

Carlos Darnay; esté a su vez oculta su apellido y título (al que renuncio) a petición de su

suegro, el Doctor Manette, por las implicaciones que el apellido y título del marques de

Saint-Evrémonde tiene para él, debido al injusto encarcelamiento que sufre en La Bastilla
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por culpa del padre y el tío de Carlos, dato revelado en el segundo juicio que sufre

Darnay en París y que lo condena (irónicamente, ya que la persona que lo defendió en el

primer juicio, es el causante de la sentencia del segundo); a morir en la guillotina.

La relación entre la aristocracia francesa y el vulgo antes y después de 1789

muestra una inversión de los papeles entre víctima y victimario, ya que los maltratos

sufridos por los menos favorecidos (la familia de Teresa Defarge, por ejemplo), son

pagados con creces en el éxtasis Dionisiaco con el que el pueblo se dan a la veneración

de la guillotina y la mecanización de la muerte; un personaje cómo Santiago tercero o La

Venganza impulsados únicamente por sus ilustres ideales y la oportunidad de matar a

alguien sin importar quien sea este: “además, pocas veces se nos concede el placer de ver

sobre el tablado niñas de sus años. Será un espectáculo soberbio” (Pág. 336), esto entra en

contraste con la indiferencia con la que se encuentra el antiguo Marques de Saint-

Evrémonde tras atropellar y matar a un niño en la calle “Con frecuencia que no puede

menos que serme molesta os tropiezo en mi camino. ¿No se os alcanza que de los

atropellos pueden resultar con daño mis caballos?” hay entonces una exaltación

deshumanizadora de parte del opresor contra el oprimido, y esta se lleva hasta las últimas

consecuencias en ambos casos, sin pensar en el valor de la vida de los otros seres

humanos.

La idea del castigo se hace patente a lo largo de la parte “parisina” de la novela:

así cómo los aristócratas fueron castigados por los abusos que estos cometían contra sus

subyugados, los excesos de violencia que las multitudes revolucionarias produjeron al

momento de impartir la justicia e igualdad en Francia se verán pagados con sangre, Teresa

Defarge muere en la confrontación con Miss Pross al accionarse su pistola, y en las


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posibles últimas palabras escritas de Sydney Carton este pensamiento es expresado como

en una profecía: “[Veo] a todos los nuevos opresores de la humanidad que se han alzado

terribles para destruir a los antiguos, caer bajo la afilada cuchilla del instrumento

justiciero” (Pág. 349) de esta manera el narrador, a grandes trazos, esboza el final de

dicho conflicto narrativo, apoyándose en el concepto de la penitencia cristiana tras la cual

surgirá un nuevo París redimido “Veo que del fondo del negro abismo surge una ciudad

hermosa y un pueblo instruido, que en sus luchas por la libertad verdadera, en sus triunfos

y derrotas, expía, durante largos años, los horrores de la época actual…” (Pág 349, 350).

De igual manera, la redención que obtiene Sydney Carton al sacrificarse por su doble, el

Marqués de Saint-Evrémonde, y la promesa de vida eterna, en la memoria de Lucia

Manette, le permite al narrador cerrar la obra en tonos agridulces, logrando cubrir los

horrores paz de Carton y la promesa de un Paris tranquilo y justo.

Referencias Bibliográficas

Dickens, Charles. Historia de dos ciudades México: Cesión Editorial Cumbre, S.A 1967.

Impreso

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