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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN

ESCUELA DE LETRAS

DISPOSITIVOS POLÈMICOS

MIGUEL PESTANA, C.I:23.691.895

El arte y la vida en las vanguardias de los ´60

“Arte es vida, vida es arte”


Wolf Vostell

Como estudiante de la escuela de letras de la UCV es innegable la grata influencia que el


departamento de “Literatura y vida” (único de nuestro pensum) ha tenido en la forma como nos
relacionamos con el hecho literario. La conjunción de la Vida como cúmulo de experiencias
personales, sociales y culturales con la obra y las fuerzas que se mueven dentro y alrededor de
esto. Sin embargo, es importante señalar que la relación teórica entre estos dos términos no es
exclusiva de nuestra universidad, ya que pueden encontrarse (de forma más o menos simultáneas)
varias acepciones similares entre diversos artistas vanguardistas latinoamericanos, como el
argentino Robert Jacoby y el brasileño Helio Oiticica.

La simultaneidad de este surgimiento puede deberse una crisis general en las formas en
las que el humano se relacionaba con su entorno y con sus tradiciones al final de la década de
1950, lo cual creaba una necesidad de nuevos significantes y formas de expresión, el surgimiento
de una vanguardia. Margaret Mead afirma en Cultura y compromiso, en el capítulo sobre el
futuro y las culturas pre-figurativas (aquellas que crean nuevas formas, es decir las
verdaderamente Vanguardistas):

“la prueba primordial de que la situación presente es única y no tiene parangón en el pasado, consiste en
que la ruptura generacional abarca todo el mundo. Los acontecimientos particulares que se desarrollan en
un país cualquiera… no bastan para explicar la inquietud que conmueve a la juventud moderna en todas
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partes. Los recientes cambios tecnológicos o el lastre implícito de la falta de estos, la revolución o la
represión de las actividades revolucionarias, el desmoronamiento de la fe en los viejos credos o la
atracción de otros nuevos… He aquí una serie de factores que solo explican parcialmente las formas
particulares que asume la rebelión juvenil en los distintos países” (Mead págs. 99, 100)

La palabra vanguardia (como término teórico) representa un cambio en relación a las


formas del pasado y una búsqueda de una voz propia (generalmente una visión refinada en un
manifiesto). Sin embargo, es digno de consideración que durante esa época el cambio se
efectuaba no solo en el ámbito estético, sino también en el político social: Fidel Castro había
empezado la Revolución en Cuba, Las protestas estudiantiles del mayo francés, China se
perfilaba como la nueva promesa comunista, las protestas contra la guerra de Vietnam, por
nombrar algunos de los más resaltantes, resultaban en una atmosfera de cambio global.

El movimiento artístico argentino de Tucumán Arde tuvo como una de sus características
primordiales la unión de ambos tipos de cambio el artístico y el social con la idea de “manifestar
los contenidos políticos implícitos en toda obra de arte para que la producción del artista se
incorporara a la realidad con una intención verdaderamente vanguardista y por ende
revolucionaria” (Gramuglio, Rosa). Es en esta intención transformadora y violenta del arte las
que permiten un cambio de paradigma en cuanto al carácter burgués del artista individual y
políticamente pasivo.

Hay que tomar en cuenta las condiciones que impulsaron el movimiento de Tucumán
Arde para entender ese ímpetu contestatario político. El movimiento surge en respuesta al cierre
de los ingenios azucareros de la provincia de Tucumán por parte del estado para disolver los
gremios obreros reaccionarios de la región. Vale la pena acotar que el grupo de participantes eran
de diversas índoles, los artistas, técnicos, obreros, trabajaron en conjunto para crear “un circuito
sobreinformacional para evidenciar la solapada deformación que los hechos producidos en
Tucumán sufren a través de los medios de información y difusión que detentan el poder oficial y
la clase burguesa” (Ídem), el carácter verdaderamente vanguardista de la obra radica en su
posibilidad de conexión con la vida cotidiana de los Tucumanos.

Roberto Jacoby, uno de los participantes de Tucumán Arde, escribe por esos años el
Mensaje en Di Tella el cual es en sí mismo un manifiesto artístico (aunque firmado sólo por él).
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Al hablar de cómo la vida y el arte están confundidos y ligados sobre el rumbo expuesto para
estas nuevas vanguardias, hace énfasis sobre las capacidades estéticas que tienen la vida y el
mundo, y la consideración inclusiva que el hecho artístico debe tener sobre la vida social.
Planteándose de esta manera está relación concluye “El futuro del arte se liga no a la creación de
obras, sino a la definición de nuevos conceptos de vida: y el artista se convierte en propagandista
de estos conceptos”.

De igual manera Jacoby presenta (tanto en Di Tella como en Tucumán) una propuesta
violenta y con un objetivo especifico, la transformación de la sociedad y su inclusión en el ámbito
estético. Para esto sus armas principales parecen ser el medio sobre el cual esté ensayando (sea
audiovisual, el happening, entre otros) y un humor seco paródico y crítico (como el performance
de Mao y Perón, un solo corazón o la explicación adecuada y Ad-hoc que utilizaban en los
happenings). Esta parece ser una de las formas comunes de la rebeldía joven latinoamericana, ya
que no es único de estas latitudes.

Siguiendo un camino similar (en cuanto a la ironía, la violencia y la lucha contra un


sistema represivo) se encuentra en Venezuela el movimiento de la renovación de la Escuela de
Letras. La renovación universitaria fue un proceso político en que los estudiantes exigieron entre
otras cosas un nuevo sistema académico.

Los estudiantes de la Escuela de Letras escribieron un manifiesto en donde expresaban su


disconformidad con el discurso académico que se les impartía (formas, contenidos, actitudes
ideológicas). Los alumnos protestaban contra la visión “asfixiante” de la literatura por parte de
sus profesores: “¿Qué es para la Escuela de Letras la literatura? De inmediato, algo que está en
los manuales” (Santaella pág. 89). Y proponían una visión más liberal y vivencial con respecto al
hecho literario: “Rubén Darío dejaría de oscilar entre el “americanismo” y el “exotismo” si lo
concibiéramos al fin como poeta, ese borracho que dejó para nosotros el autentico mensaje “Ama
tu ritmo y ritma tus acciones”” (pág. 92).

El lenguaje para una escuela de letras debe ser la piedra angular de toda la formación
académica, y es lo que se plantean los estudiantes en contra del discurso historiográfico y
positivista de su profesorado, que de acuerdo al texto “carece de conciencia expresiva” (pág. 96).
Al cerrarse sobre un “lenguaje muerto… prestado” (pág. 98) encuentra con un grave problema
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resumido en la expresión “Habla ficticia: País ficticio” y a la vez la necesidad de replantearse


(desde la academia) el asunto del lenguaje: “pero está –nuevamente- la calle, están quienes no
tienen país y se niegan a tenerlo… Lo que la Escuela de Letras debió habernos enseñado es que
de esa lengua nacieron la épica y Cervantes, y es la de Quevedo, la de San Juan…” (Ídem) es a
través del lenguaje vivo y social que se perfila la nueva generación de de la Escuela de Letras.

Dejando de lado la discusión sobre el lenguaje que se planteó en la renovación, considero


importante resaltar el planteamiento que luego permitió la creación de la famosa “Área III” o el
departamento de paraliteratura. La relación de la literatura (como arte) y la vida es la
manifestación o sintomatización de las “leyes del espíritu”. En contraposición contra el rígido
sistema académico de aquella época, surge entonces aquel llamado “lo que nos importa de la
literatura, es lo que ya no es Literatura” y como el verdadero carácter de una Escuela de Letras
debe radicar en:

“la definitiva certeza de que la vitalidad estallante en nosotros… todo en que consiste
propiamente la imaginación constituyen las únicas materias que podrían embargar nuestra atención
transidas entre el imperativo individual de ser superiores y el deber de ayudar a los otros a ser superiores”
(pág 94)

Es entonces desde este impulso vital, único e irrepetible desde donde la academia literaria
se planteará para la formación de una nueva manera de replantearse el hecho artístico.

Otro de los puntos de encuentro entre esta dupla arte-vida se encuentra en lo que Helio
Oiticica llamó “Parangolé”, el cual es (como definición reduccionista y provisional) una especie
de Collage-total, donde todo debe admirarse dentro del conjunto y no en separado. Sin embargo
es necesario contrastar que el parangolé no tiene esa dimensión política y combativa que si estaba
en La renovación universitaria y en Tucumán Arde.

En su texto Bases fundamentais para uma definição do Parangolé. Oiticica explica que
como para Schwitters el Parangolé es una posición experimental específica para la comprensión
teórica y vivencial de su obra. El parangolé radica no solo en una actitud de visión (como un todo
en lugar de conjunto) que lo convierte en un objeto bello pero ambiental, El arte se confunde con
un paisaje (urbano, rural) en donde se descubra la “estructura-color” interior de cada conjunto
total.
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Dentro de estas estructuras-color totales que caracterizan el parangolé es interesante


resaltar su carácter improvisado y (ahora si) constitutivo, por sus capacidades de significación
vivencial y genéticas, el parangolé no escapa a una posibilidad utilitaria/ambiental y esto, en
conjunto con las capacidades mitificadoras del arte le permiten “hacer una interferencia en los
comportamientos del espectador una interferencia continua y de largo alcance, que podrían
alcanzar los campos de la psicología, la antropología, la sociología y la historia” (Oiticica pág 4).
Sin embargo, insisto en el carácter unitario de la obra y en su apreciación como conjunto el cual
exige que estos elementos vivencial-genéticos sean fácilmente reconocibles (sin dinamizarlos
como haría el cubismo). Sino la inclusión de aquella experiencia vivencial dentro de la
composición total. Es decir, la vida dentro del arte.

Tal parece que la necesidad generacional ocurrida en los 60 le dio a algunos de los
movimientos un enfoque mucho más cercano al espectador de la obra, más allá de las incursiones
formales performáticas (El Happening, los penetrables, etc.) sino en el modo de plantearse la
vida, las experiencias y las potencialidades individuales y políticas dentro del quehacer artístico y
literario.

Referencias Bibliográficas:

Jacoby Roberto. Mensaje en Di Tella. Web recuperado el 22-06-2018.

Gramuglio, M. Rosa, N. Artistas de vanguardia responden con Tucumán Arde. Web. Recuperado
el 22-06- 2018.

Oiticica, Hélio. Bases fundamentais para uma definição do Parangolé. Web recuperado el 22-06-
2018 .

Mead, Margaret. Cultura y compromiso.Web recuperado el 22-06-2018.

Santaella. Juan Carlos. “Manifiesto de la renovación de la Escuela de Letras”. Manifiestos


literarios venezolanos. Monte Ávila Editores. Caracas. 1992.

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