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PPS B – 2017

Coloquio.
Eje 1. Ley Nacional de Salud Mental
Eje 2. La práctica
Eje 3. Lo Público
Eje 4. Las instituciones y la Salud Mental
Eje 5. Dispositivos institucionales

- Eje 1. Ley Nacional de Salud Mental

 Ley Nacional de Salud Mental

Básicamente está orientada a proteger y garantizar el derecho a la salud mental de todas las
personas y el goce de los derechos humanos de aquellas con PADECIMIENTO MENTAL.

Antecedentes:
+ Principios de Brasilia (1990) rectores para el desarrollo de la atención en salud mental.
+ Declaración de Caracas y Principios de las Naciones Unidas.

¿Qué es la Salud Mental?


PROCESO determinado por componentes: históricos, biológicos y psicológicos, socio-
económicos y culturales.
Parte de la presunción de CAPACIDAD en todas las personas.
Lo nuevo es que se incluye a las adicciones como tema de políticas en salud mental.

Derechos (artículo 7):


 Acceso gratuito, igualitario y equitativo
 Derecho a acceder a historias clínicas
 No discriminación
 Información  consentimiento informado
 Toma de decisiones autónoma
 Recibir tratamiento personalizado, que respete su intimidad SUJETO DE DERECHO
 A que se considere que el PADECIMIENTO MENTAL ≠ ESTADO INMODIFICABLE

¿Qué profesionales intervienen/se ven involucrados?


EQUIPOS INTERDISCIPLINARIOS  Psicología, psiquiatría, trabajo social, enfermería, terapia
ocupacional, etc.

DESMANICOMIALIZACIÓN (artículo 8 a 12):


El proceso de atención debe realizarse fuera del ámbito de internación hospitalaria. Basada en
los principios de la atención primaria de la salud. Se debe promover el desarrollo de dispositivos
tales como: consultas ambulatorias; servicios de inclusión social y laboral para personas después
del alta institucional; atención domiciliaria supervisada y apoyo a las personas y grupos
familiares y comunitarios.
La prescripción de medicación sólo debe responder a las necesidades fundamentales de la
persona con padecimiento mental y se administrará exclusivamente con fines terapéuticos y
nunca como castigo. Es necesario el consentimiento informado para todo tipo de
intervenciones (artículo 10)
¿Internación (artículo 14)?
¡Bueno, pero si no queda otra! Siempre tiene que tender a ser lo más breve posible, siempre
buscando que sea de forma voluntaria.
Sólo puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las
intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social. Debe promoverse el
mantenimiento de vínculos, contactos y comunicación de las personas internadas con sus
familiares, allegados y con el entorno laboral y social.
La internación involuntaria de una persona debe concebirse como recurso terapéutico
excepcional en caso de que no sean posibles los abordajes ambulatorios.

Externación (artículo 23):


El alta, externación o permisos de salida son facultad del equipo de salud que no requiere
autorización del juez. Queda exceptuado de lo dispuesto en el presente artículo, las
internaciones realizadas en el marco de lo previsto en el artículo 34 del Código Penal (En caso
de enajenación, el tribunal podrá ordenar la reclusión del agente en un manicomio, del que no
saldrá sino por resolución judicial)

Menores e incapaces (artículo 26)


Considerar además la normativa nacional e internacional de protección integral de derechos.

 NO se crean más instituciones psiquiátricas.


 Las internaciones en salud mental deben realizarse en los hospitales generales.

Capítulo 10
(artículo 38 en adelante)
Órgano de Revisión
El Órgano de Revisión debe ser multidisciplinario, y estará integrado por representantes del
Ministerio de Salud de la Nación, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, del
Ministerio Público de la Defensa, de asociaciones de usuarios y familiares del sistema de salud,
de los profesionales y otros trabajadores de la salud y de organizaciones no gubernamentales
abocadas a la defensa de los derechos humanos. funciones a) Requerir información a las
instituciones públicas y privadas que permita evaluar las condiciones en que se realizan los
tratamientos; Supervisar y evaluar las condiciones de internación por razones de salud mental,
en el ámbito público y privado, que las internaciones involuntarias no se prolonguen más del
tiempo mínimo necesario, pudiendo realizar las denuncias pertinentes en caso de
irregularidades y eventualmente, apelar las decisiones del juez. Controlar el cumplimiento de
la ley, en particular en lo atinente al resguardo de los derechos humanos de los usuarios del
sistema de salud mental.

Antecedentes:
Antes había 7 leyes provinciales + 1 de CABA
- Principios de las Naciones Unidas para la protección de los enfermos mentales (1991)
- Declaración de Caracas de la Organización Panamericana de la Salud (1990)
- Principios de Brasilia para el desarrollo de la atención en Salud mental en las Américas
(1990)
Todas coinciden en que el mejoramiento de la atención era posible por medio de la superación
del modelo asistencial basado en el hospital psiquiátrico y su reemplazo por alternativas
comunitaria de atención y por acciones de salvaguarda de los derechos humanos e inclusión
social de las personas afectas por trastornos mentales.

 Galende – Conocimientos y prácticas en salud mental: Introducción

Galende comienza contando su experiencia e inicios en el campo de la salud mental, para


intentar establecer alguna idea respecto de cuándo y cómo surgió en él la pregunta por el
padecimiento mental y su relacion con la práctica.
Comenzó cuestionando el conocimiento que podía llegar a aportar los diagnósticos que
diariamente realizaba en el hospital a través de planillas, que iban completándose con los
síntomas y los antecedentes de éstos. ¿Qué conocimientos aportaba esa semiología?
Lo cierto es que no había diferencias significativas entre los tratamientos prescriptos y, sin duda,
la heterogeneidad de personas.
Galende sostiene que la condición de paciente psiquiátrico internado logra borrar la dimensión
de la existencia real de la persona.
Lo que él se pregunta es cuál es el conocimiento del sufrimiento mental y cuánta verdad posee
el diagnóstico y la práctica.
Lo verdadero de una práctica se funda en la verdad de los enunciados que han hecho
compresible su objeto.
Acá el problema está en que la psiquiatría, a través de la observación de la semiología y la
descripción de los síntomas, nos lleva a un diagnóstico y luego a una clasificación nosográfica,
finalmente a una estadística, entonces nada puede decir sobre la verdad del sufrimiento,
siempre ligado a una existencia concreta, a una historia de vida con su complejidad.

En este punto, sostiene que la psiquiatría hace un abuso del procedimiento diagnóstico de la
medicina, la cual al buscar la causa biológica de una enfermedad, construye una verdad y le da
racionalidad al tratamiento. Esto lleva a la psiquiatría a la búsqueda de la causalidad biológica y
a considerar al cerebro como órgano responsable de la vida psíquica.
“debemos aceptar que respecto del cuerpo biológico y sus mecanismos, con respecto a la
información genética, rige la semejanza y no la diferencia. En esto es verdadero lo UNIVERSAL
del género humano. Pero en la vida psíquica y en la existencia humana rige la desigualdad y la
diferencia, en la existencia y los sufrimientos mentales del vivir no rige lo universal, y la verdad
sólo debe buscarse y entenderse en las condiciones de la cultura y la sociedad en que
habitamos.”
No es posible ninguna verdad universal sobre el sufrimiento mental, hay que respetar la
singularidad de cada sujeto, su territorio de vida, su historia, y las condiciones reales de su
existencia.

Galende sostiene la importancia de realizar una crítica a la psiquiatría, a los supuestos éticos de
su práctica, para reintegrar el sufrimiento mental al campo de lo humano.
La pretensión de conocer el sufrimiento mental del hombre con los métodos de las ciencias
naturales no sólo ignora las cualidades complejas de la vida psíquica, sino que genera grandes
fallas éticas en el comportamiento de los especialistas.
A partir de las nuevas legislaciones, se abren nuevos desafíos para el conocimiento de esta
experiencia del sufrimiento mental. Todas estas políticas modifican el panorama, el campo
concreto de la concepción, la atención, los resguardos éticos de la práctica, la perspectiva de
preservación de los derechos humanos y el respeto a la dignidad de las personas con
padecimiento mental.
Acá resalta que la relación terapéutica es en su esencia un modo concreto de relación social,
que incluye el amor como forma primaria de vínculo social (por lo cual Freud habló de amor de
transferencia) y decide sobre todos los aspectos de la ética y el resguardo de los derechos
humanos. Por eso es importante pensar la cuestión de la alteridad, ya que ésta no sólo se pone
en juego en la constitución subjetiva sino que es inherente al sufrimiento mental a lo largo de
toda la vida.
No existe sufrimiento mental, en todas sus maneras de expresión, que no ponga en juego el
problema de la alteridad y los conflictos de la vida psíquica en nuestras relaciones con los otros
con quienes vivimos y nos relacionamos.

Posteriormente, Galende intenta desarrollar lo que considera como los intentos más rigurosos
y éticos en el abordaje de la salud mental. El Psicoanálisis y la fenomenología han contribuido al
avance en salud mental de un conocimiento racional, devolviendo a las personas con
padecimientos un papel protagónico en la construcción de la verdad de sus dolencias y una
participación activa en el proceso terapéutico.
Como sabemos, ninguna relación puede considerarse terapéutica cuando se trata de teorías
abstractas que tratan de construir explicaciones para sostener una práctica basada en la sola
autoridad y el ejercicio del poder disciplinario sobre el otro, negado como un semejante y
tratado como un objeto para su tratamiento.

 Alicia Stolkiner – Derechos humanos y derecho a la salud en América Latina: la doble faz
de una idea potente

El enfoque de derechos en las políticas públicas, basado en la normativa internacional sobre


derechos sociales, influyó en la estrategia de atención primaria en salud (APS) impulsando el
retorno a su sentido inicial, garantista del derecho a la salud.
Esta revitalización de los derechos humamos es contemporánea a la deslegitimación discursiva
del neoliberalismo.
El constructo “derechos humanos” entraña, en sí, en su origen y en su potencialidad, una
paradoja que permite situarlo tanto del lado de las políticas transformadoras como de las de
dominación
¿en qué esquemas de producción de sentido y en qué proyectos posibles se inscribe hoy el
enfoque de derechos humanos?
El ejercicio pleno de los derechos humanos es una idea-fuerza que puede sostener prácticas
antagónicas con el proceso de objetivación universal inherente a la fase actual del capitalismo,
que se manifiesta también en el campo de la salud. Pero también el discurso de los derechos
humanos reaparece en algunas propuestas como construcción de una nueva configuración de
sentido para legitimar el poder. Con este carácter paradójico debe ser abordado el objeto.

Luces y sobras de un objeto paradójico: los derechos humanos


Los derechos humanos son un producto de una determinada configuración histórica en el que
se reflejan las condiciones de poder en que se gestaron: el campo de representaciones de la
modernidad occidental.
El cuestionable que la existencia de generaciones de derechos – primera, segunda y tercera
generación – sea una evolución sin cortes y rupturas, dado que suponen un cambio de
concepciones implícitas.
En el inicio, los derechos civiles individuales de cumplimiento negativo contenían las ideas de
aquellos que constituyeron el mundo moderno y, por ello, la potencialidad de la exclusión de
algunas “formas humanas”, a pesar del discurso de la universalidad. Es así que quedaron muchas
veces exceptuados las “distintos” que no respondían al modelo occidental, varón, adulto y
burgués – propietario que gestó la idea. Además, la noción de derechos individuales obstaculizó
el desarrollo de conceptos de derechos colectivos o de comunidad.
La noción tiene un claro origen ligado a la instalación del capitalismo y un doble eje en la cuestión
de la libertad y de la dignidad humana.
Respecto del concepto de libertad podemos pensarlo como autonomía del sujeto con respecto
de la comunidad o el estado, noción en la que se centra el liberalismo, basado en el individuo y
en un concepto esencialista de la libertad. Desde otro enfoque se trata de la forma jurídica de
una voluntad de lo colectivo, sobre la base de la independencia de los gobernados.
Con respecto al concepto de dignidad humana se abre también una doble vía: la esencialista,
que se fundamenta en un concepto universal de lo humano y por otro lado, la que cuestionando
la idea de universalidad, plantea la diversidad de concepciones de la dignidad humana y la
sostiene como una praxis.
Souza Campos cuestiona la idea de universalidad, a la que considera una característica cultural
de occidente, y plantea que los derechos humanos pueden ser concebidos como un localismo
globalizado o, por el contrario, como una forma de cosmopolitanismo. Entiende como necesaria
una construcción transcultural.

Objetivación vs. Subjetivación  la tendencia a la objetivación condice con una rasgo estructural
inherente a la forma mercantil, tal como lo desarrolla Marx en El Capital. Se trata de ese efecto
estructural por el cual las relaciones sociales aparecen como “relacion propias de cosas entre
personas y relaciones sociales entre las cosas”. En la extrema mercantilización de nuestra época
todo lo que tiene sentido para la vida humana, e inclusive los seres humanos o sus órganos,
pueden adquirir “situación mercantil”, es decir, ser colocado en el lugar de “cosa”, objetivado n
función de la producción de ganancia. Este fenómeno se extiende más allá de la
intercambialidad concreta de cada caso para transformarse en prácticas desubjetivantes que
anulan el sujeto de derecho. La metáfora de toda objetivación es la anulación del sujeto por los
dispositivos de Terror del Estado, que se materializa en el campo de concentración. Nexo entre
terror y mercantilización.
Kant define a la dignidad como la no intercambialidad mercantil... “las cosas tienen precio, pero
el hombre, en cambio, tiene dignidad.”
Entonces, el límite de la dignidad es la objetivación. De manera indirecta, la objetivación ligada
a lo mercantil reaparece en todos los dispositivos de dominación que sostienen la apropiación
de la vida y la naturaleza en aras de la acumulación.

En el corazón de las prácticas de salud se corporiza este antagonismo entre objetivación y


subjetivación. Éste atraviesa desde la relación entre los profesionales y los pacientes hasta el
papel de las poblaciones en la fijación de políticas bajo la forma de la medicalización y/o falta de
acceso a cuidados.

El debate sobre el derecho a la salud


El debate es muy variado y hay diferentes opiniones. En muchos casos se fija un tope de
derechos mínimos indeclinables (un mínimo decente). Sousa Campos denomina “derechos
humanos de baja intensidad” a las propuestas que tratan de limitar la aplicación de derechos
humanos o de su concepción, considera que estos son la “contracara de las democracias de baja
intensidad”.
El reconocimiento del derecho a la salud basado en una concepción compleja del proceso de
salud – enfermedad – cuidado, requiere de una política de integralidad de derechos, también
incluye el derecho a la no medicalización de la vida. La medicalización es inherente a la
mercantilización de la salud y una faceta de la biopolítica.
Foucault  el nacimiento del derecho a la salud está en la implementación del Plan Beveridge,
en Inglaterra. La salud entro en el campo de la macroeconomía y el derecho a mantenerla y
restaurarla se convirtió en cuestión de estado.

Algunas de las propuestas actuales de reforma en salud proponen la universalización de las


prestaciones médicas básicas, sin cuestionar el modelo y el paradigma implícito. Resultan así
funcionales a la medicalización indefinida y coherentes con la aspiración de la industria químico
– farmacéutica de ampliar sus mercados.

El escenario de derechos y salud en América Latina


Los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1949) integraron el
discurso político del bloque capitalista durante la organización bipolar de la posguerra. Éste
impuso una doble moral con respecto a ellos (por ejemplo, complicidades con dictaduras
aliadas) por lo que difícilmente se los podía incluir en un ideario emancipatorio. Los movimientos
revolucionarios latinoamericanos de los 60s y 70s no los incluyeron en su discurso.
La crisis capitalista de mediados de los 70s inauguró el periodo de endeudamiento e
implementación de las políticas neoliberales en la región. El modelo de salud a elal requeria de
sociedades desmovilizadas y en la mayoría de los países de américa latina se logró a través de
golpes militares que impusieron el Terror de Estado.
Es importante señalar que el terror de estado no es cualquier forma de violencia política, es la
anulación del derecho en el espacio mismo que debiera garantizarla, y es una forma extrema
de disciplinamiento social.
Como respuesta surgieron movimientos cuyos objetivos eran denunciar las acciones del Estado
terrorista y concitar la solidaridad internacional con las víctimas, posteriormente, se abocaron a
reclamar memoria y justicia.

En Brasil, y con el impulso del movimiento de salud colectiva, se estableció la salud como
derecho constitucional y se fundó el Sistema Único de Salud (SUS), que aspira a prestaciones
universales y gratuitas.

El escenario de la primera década del siglo XXI es complejo, el estado de guerra constante ha
llevado la lógica del Estado de excepción a un nivel global en la lucha contra el “terrorismo y el
narcotráfico”. Simultáneamente, hay una expansión de la idea y de la construcción jurídica de
derechos, aspirando a compromisos de los Estados.
En América Latina hay una polarización entre países y dentro de ellos.
- Eje 2 . La práctica
 Configuraciones de las prácticas en la carrera de Psicología (Silvia Grande, Masueco,
Olga Waisman, etc)

La escisión entre teoría y práctica, se visualiza por un lado, en las dificultades de inserción de los
alumnos en el campo laboral a partir de los requerimientos sociales, y por otro, en las
dificultades de argumentación de dicha práctica.

La formación del psicólogo está en el centro de un debate público a partir de la Resolución


136/2004. Consideramos que la formación del psicólogo es puesta en discusión a partir de
distintas variables a tener en cuenta en estos momentos. Señalamos alguna de ellas, que
consideramos centrales para poder tomarlas como condiciones en las cuales la praxis del
profesional se lleva a cabo, en lo que nos proponemos investigar. En primer lugar: la sanción de
las Leyes provincial y nacional de Salud Mental (26657), incluyendo ejes en torno al derecho de
las personas, a la interdisciplinariedad de los abordajes y de la habilitación de intervenciones
antes delegadas en el médico, al profesional psicólogo. En segundo lugar, los requerimientos
desde las Instituciones públicas de Salud y de Políticas Sociales, junto a la definición de
problemáticas ligadas al modo en que este momento histórico se inscribe en el malestar.

La falta de herramientas para pensar la práctica, muestra que la tensión entre teoría y práctica
no se problematiza, en desmedro de la profundización del método. De la misma manera no se
logran ubicar preguntas respecto de lo social, homologándose la clínica a lo que ocurre entre los
muros protegidos del transcurso de una cura, sustraída de los marcos en los cuales se lleva a
cabo. Se identifican dificultades en sostener la interrogación respecto de las condiciones de
posibilidad de la práctica clínica.

< La formación del psicólogo y su relacion con los futuros campos de su queahcer profesionales,
son puestos en discusión, a partir de distintas variables a tener en cuenta en estos momentos.
En primer lugar: la sanción de las Leyes Provincia y Nacional de Salud mental, incluyendo ejes en
torno al derecho de las personas, a la interdisciplinariedad de los abordajes y de la habilitación
de intervenciones – antes delegadas en el médico – al profesional psicólogo. En segundo lugar,
los requerimientos desde las instituciones públicas de salud y de políticas sociales, junto a la
definición de problemáticas ligadas a lo que podríamos llamar la “actualidad” de nuestra
civilización, produciendo una inscripción particular del malestar y del sufrimiento de los sujetos.

En varios autores y publicaciones, se ubica una contradicción entre lo clínico y la Salud Pública
en la formación del psicólogo. Se plantea la existencia de une resistencia por parte de estos a
modificar la práctica predominantemente asistencial, individual y privada.

En la investigación que estas autoras llevan a cabo, relevaron en los estudiantes de la facultad
de psicología de la UNR la dificultad para pensar en las prácticas clínicas más allá de las
fronteras del tratamiento de un síntoma que trae a un sujeto a consulta en demanda de
asistencia. Además, constataron la percepción dominante de que fuera de la dirección de una
cura, se trataría de otro quehacer que no se problematiza ni se argumenta desde la clínica. Dicha
idea o ideal de la clínica aparece aislada de los contextos y condiciones de su práctica. Esta idea
pareciera confirmarse cuando en la formación no se hace lugar a la historización de los procesos
por los cuales tanto la disciplina como los profesionales lograron la legitimidad de sus prácticas
en ámbitos públicos. Los alumnos plantean escasa y hasta ausencia de transmisión acerca de la
historia de las prácticas. Esto pareciera tener consecuencias que van más allá de la
contextualización necesaria a toda práctica. La ausencia de una lectura genealógica no permite
leer los momentos en que se construyen distintas prácticas y cómo esto incide reconfiguración
de los campos.

Entre algunos de los problemas centrales, identifican: la ausencia de interrogación acerca de las
implicancias sociales de la práctica y de la responsabilidad de la Universidad respecto de las
problemáticas de la sociedad. Las dificultades para conceptualizar y transmitir la propia
experiencia, la dicotomía entre individual y colectivo y entre lo público y lo privado. La teoría
aparece disociada de la práctica y ésta identificada con el tratamiento dentro de un encuadre
que se supone garantiza su condición ética. El encuadre funcionaria como reaseguro ético, en
términos de lo que se debería o no hacer. Esto conduce a la moralización de las prácticas.

Resulta necesario despejar una confusión entre campo de las prácticas y clínica. La clínica, a la
que se ubica en el lugar de obstáculo en las transformaciones de la prácticas, aparece referida
como un campo de práctica, casi al modo de una aplicación en condiciones encuadradas.
Proponen detenernos a pensar esto como un deslizamiento que no interroga el lugar de la clínica
en los campos de la práctica. Este desplazamiento no es sin consecuencias. ¿Consideraremos a
la clínica como un campo de la práctica?

Clínica

Pensar la clínica desde sus fundamentos, es pensar en la concepción del inconsciente,


inconsciente singular, pero constituido en una trama intersubjetiva donde la dimensión
transindividual es decisiva en la constitución subjetiva, así como lo es la pulsión de muerte, en
tanto núcleo de lo simbólico constituyente. La relación con el Otro, su dimensión conflictiva,
nos permite pensar en la posibilidad de una intervención clínica que se sostiene en un método¸
que consiste en interrogar e interpretar la particular materia con la cual trabajamos: el sujeto
en su dimensión psíquica, colectiva, histórica y ética. No se trata de fundamentalismos que
reducen a la clínica a algunos resguardos técnicos para garantizar supuesta pureza, ni nos ubica
en la posición de tener que fundamentar todo lo que hacemos desde algunos enunciados que al
adquirir un carácter de dogma nos eximen de problematizar nuestras propias experiencias como
psicólogos en el ámbito público. Si la clínica es plantada como campo de práctica propicia un
reducción, degradando el métido en técnica.

En la práctica, la reflexión sobre el método muchas veces no precede, sino que viene en el lugar
en el que interrogamos los obstáculos con los que nos encontramos. Es en esa reflexión donde
se ponen en juego las concepciones, no sólo los conceptos sobre los que se apoya y construye
una problemática a abordar. “En contra de lo que suele creerse, el método, de hecho, comparte
con la lógica la imposibilidad de estar del todo separado del contexto en el que opera. Toda
obra, sea esta de arte, de ciencia o de pensamiento, es su capacidad de ser desarrollada.” Es el
método, lo que permite ese desarrollo, en contra de la formación del conocimiento bajo las
formas del dogma.

Sin esta direccionalidad que proporciona el método, permitiendo trabajar la tensión entre teoría
y práctica, se nos dificulta pensar la subjetividad en la construcción de los problemas a los que
nuestra inserción en los campos de prácticas, nos confronta. El método implica una construcción
de los problemas en su particularidad y de nuestros obstáculos y de las posibilidades de
intervención que dichos obstáculos nos señalan. Cuando el método, posibilitador del
tratamiento de la experiencia, se propone como modelo de tratamiento, como modelo clínico,
favorece la impostura y la obediencia a reglas que no permiten una producción crítica.
El método, que atraviesa la obra freudiana, es lo que permite tanto el tratamiento del síntoma,
de la organización libidinal, del olvido, así como la reflexión sobre la iglesia, el estado, la historia.

Allouch, dice sobre la práctica analítica: el método no es la técnica. Diferentes técnicas de


descubrimiento de fenómenos lesivos dependen del método anátomo – clínico, pero no se
confunden con él”. “Distinguir entre método y técnica ofrece la ventaja bastante apreciable de
hacer factible la innovación técnica con sólo mantener la práctica anclada en el mismo método.”

La hegemonía del psicoanálisis en la formación de grado, su modo de transmisión produjo


resistencias propias a sus efectos de verdad, perdiendo la esencia de su método.
Jorge Jinkis plantea que el campo creado por el descubrimiento freudiana, excede al dispositivo
analítico mismo, produce sus limites en las condiciones del método y de la ética.
La interrogación sobre los conceptos que fundan la práctica clínica toca al lugar del practicante,
como sujeto de la cultura, y al lugar de la Universidad en su doble responsabilidad: como espacio
de saber para la formación de recursos y como interlocutora privilegiada en la recuperación
social del saber.
Suponemos que la dificultad/reducción de la concepción de clínica, está en relación al modo de
su transmisión. una de ellas es la confusión de la categorías entre campo de prácticas y
especialidad. El campo de practica supone tensiones inherentes a un campo, que interroga
sobre la especificidad de la clínica en él, supone un método que le es propia y las condiciones
sociopolíticas donde una práctica se realiza. La especialidad, toma como objetivo un síntoma,
un tema, produciendo una fragmentación del problema, sin interrogarse las condiciones y los
marcos teóricos de producción del mismo.
El acento puesto en el objeto, como definido con anterioridad a la intervención y no como
producto de un proceso de construcción de la experiencia, corre el riesgo de moralizar la
práctica.
Por lo tanto, la experiencia supone una intervención, un proceso en el cual, los supuestos de
sujeto y cultura – como estructuras divididas de conflicto en las cuales el descentramiento de la
consciencia, las formas veladas del poder y la dominación, los ideales que funda la cultura y las
formas hegemónicas de las ideologías – son los obstáculos inherentes a su estructura y a la
intervención sobre los mismos.
Pareciera, entonces que el predominio de una concepción de clínica como campo de aplicación,
que se desliza a un funcionamiento de especialidad con consecuencias reduccionistas, se funda
en una
cierta ilusión (que resguarda un confort) de la existencia de un objeto ya listo sobre el cual
intervenir. Esta especie de ontologización del sujeto nos exime de colocar en primer plano el
análisis de nuestros procesos de construcción de experiencia. Sólo podemos pensar la
experiencia en relacion al obstáculo. Se trata de una practica que al producir un practicante
marca al mismo como agente, transformándolo. Pensamos el obstáculo como aquello que
interroga al practicante en su práctica, como construcción de la misma.

Campos de prácticas
Pensamos el ámbito de lo público, como un campo de prácticas en el que se insertan los
practicantes. Allí, “la institucionalización de los saberes y su organización en practicas dará se
mediante la conformación de núcleos y campos. Núcleo, como una aglutinación de
conocimientos en un saber y como la conformación de un determinado patrón concreto de
compromiso con la producción de valores de uso. El núcleo demandará la identidad de un área
de saber y de práctica profesional; el campo, un espacio de límites imprecisos donde cada
disciplina o profesión buscará en las otras el apoyo para cumplir sus tareas teóricas y practicas”
DE SOUSA CAMPOS, G., Gestion en salud. En defensa de la vida , Buenos Aires: Lugar Editorial,
2006,pp. 164- 165.
Esto supone al campo y al núcleo de saber en relacion, y no como concentración de saberes
disciplinares, formados en cuerpos, monopolizando el saber y la gestión de las prácticas por el
agrupamiento de especialidades. Los ámbitos de intervención del psicólogo los precisaremos
como campos de prácticas. La legislación de incumbencias profesionales es mucho más vasta
que las representaciones de prácticas que tienen los alumnos.

Las practicas de los mismos psicólogos fueron quienes permitieron fundar y constituir campos
de prácticas. Vezzetti plantea que al psicología constituiría un campo disciplinar caracterizado
por la dispersión de sus objetos, problemas prácticas. La llegada del psicoanálisis a la carrera de
Psicología, plantea el autor, es un movimiento que no nace en la Universidad sino que se trata
de una expansión que tiene diversos focos: a) un movimiento de renovación del campo
psiquiátrico (discursos y prácticas de Salud Mental); b) surgimiento de una psicología social y
movimiento grupalista (Pichón Riviere), no sólo se relacionan con el punto anterior sino que
interviene sobre otros espacios sociales; c) proyecto de una nueva psicología (Bleger) un
profesional psicólogo formado desde el psicoanálisis y el materialismo dialectico con un rol para
actuar en el espacio público; d) lugar de los estudiantes como actores que presionan, en
ausencia de un grupo académico o profesional preexistente, identificado con el interés de
fundar un perfil formativo y profesional nuevo.

Todos estos focos “se caracterizaban por una notoria vocación pública en la definición de
problemas y estrategias de intervención”
Se trata de la confluencia del psicoanálisis (como corpus teórico y modelo de práctica/ética) con
los problemas que la nueva Salud Mental plantea y con experiencias grupales, institucionales,
que ponen en tensión los conceptos del psicoanálisis con las formaciones institucionales y
sociales. Lo público parece habilitar esta conferencia.
Así, la psicología como campo de saber aparece fundada por una profesión. Pagina 257

A modo de conclusión
La constitución de campos de prácticas implica la lectura de las demandas sociales y la
recuperación en prácticas que pondrán en juego luchas entre distintos sectores sociales que
disputan cuotas de poder. Para trabajar esa complejidad que los campos de practicas plantean,
se requiere de la posibilidad de problematizar las demandas sociales y las respuestas
institucionales (corporativas). La problematización que posibilita interrogar diversas
dimensiones de una demanda, de un tema planteado nos incluye en la apuesta de interrogar
nuestras propias certezas, de radicalizar nuestro pensamiento y de confrontarnos con otros, ya
que los problemas no vienen clasificados disciplinariamente y diversos discursos producirán sus
propias enunciaciones definiendo el problema en una lucha por la enunciación, al decir de
Grüner.

La transmisión teórica a lo largo de la carrera da consistencia a un perfil claro de Psicólogo que


la práctica hace vacilar, de ahí consideramos importante que la experiencia permita articular lo
que hacemos con la argumentación que sostiene ese hacer.

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