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Basta con mirar alrededor para darse una primera impresión de la situación global en la
que vivimos para ver que algo no está bien. No nos será sencillo encontrar todas las
causas de dicho y aún desconocido mal en la complejidad intrínseca del hombre
contemporáneo, pero los síntomas de una enfermedad laten con más fuerza y frecuencia
día con día. Son los síntomas de una enfermedad que brota en una porción muy
específica del hombre moderno, causada por su mismo hijo prodigio, su creación más
avanzada, su mayor orgullo, la cual él mismo denomina “civilización”.
Compuesta del latín – “civilis” que significa “civil”, del verbo “izare” o “convertir en” y por
último el sufijo “-ción” que pertenece a la denominación de “hacer”, acto o efecto.
Pero la admiración y el orgullo hacia este hijo lo han distraído con el pasar del tiempo, y
ahora ha caído en la enfermedad. Se detiene a pensar en la posible causa de su
padecimiento, sin siquiera considerar el hecho de su lento despojo del cuidado personal,
del más importante de los cuidados personales, el del alma y los valores. Es demasiado
orgulloso como para darse cuenta. Pero él es fuerte, ha pasado por cosas “peores”. Ha ido
y regresado triunfante de la guerra, ha padecido el hambre y el frío, conoce el amargo
sabor de la decepción y el dolor de la derrota, ha estado extraviado pero siempre
encontró el camino de regreso. Él es fuerte, él cree que la historia lo ha hecho madurar. Él
cree que es perfecto. Es por eso que está orgulloso de su hijo, que lleva el nombre de sus
triunfos gravados en carne y hueso. En este punto es demasiado terco para aceptar el
amable consejo de un extraño, porque la enfermedad cederá y él triunfará de nuevo. Es
invencible. Está seguro de eso. La historia lo demuestra.
El tiempo avanza a pasos agigantados, camina sobre el mundo del hombre y cada vez lo
hace girar con más apuro. El tiempo pasa, y el hombre trota con convicción por el camino
que trazó a rasgos bruscos. Pero cada paso le cuesta más, y es inevitable el momento en el
que sucumbe ante la enfermedad, esa enfermedad que el creyó física y podría vencer sin
apuro alguno. Es hasta que está en el piso de que se da cuenta que su enfermedad no es
corporal, no es física, ni el dolor que le causa se ve reflejado en cada una de las moléculas
de su ser. Está enfermo del alma. Y lo está carcomiendo por dentro. Le enseñó a su hijo a
jamás mirar hacia atrás, y ahora el augurio le juega en contra. Ve como éste trota
juguetonamente con la barbilla en alto. El hombre le grita y le ruega por ayuda, pero el
niño no volteará ni vacilará en hacerlo, porque así él se lo enseñó. El hombre se condenó a
su propio destino, talló su propio mausoleo.
Los síntomas eran claros, pero él, al igual que el niño, no vaciló en atenderlos. Se cegó por
el orgullo hacia su hijo, el superlativo de su propio ser. Y ahora, el niño lo ha rebasado. La
civilización lo ha rebasado, lo cegó, el hijo mismo que dio a luz. Y el hombre no será capaz
de remontar.
Los síntomas fueron claros.
II
ENFERMEDAD
III
CURA
Nos resultará un poco más sencillo encontrar elementos que nos ayuden a entender cómo
suprimir la enfermedad y “curar” al hombre. Entendemos por consiguiente que una
“moral inmoral” significa una falta de los valores fundamentales en el hombre, un
fundamento por consiguiente corrupto e inestable, sin base de firme moral que sostenga
el propio valor de la persona.
Un fundamento sano según Gandhi se alcanza “mediante la felicidad que depende ante
todo del espíritu”. Y éste será en mi opinión al igual una característica necesaria, mas no
única, para entender la importancia de un fundamento moral robusto. Una supresión de
la causa representará una supresión de la enfermedad. Con base en las características
previamente mencionadas, se podría decir que al afrontarlas y superarlas se estaría en
camino a curar el mal que aqueja al hombre.
Sin embargo, lo más importante para curar la enfermedad es entender su propósito, como
medio para el fin, más que creer la cura como el fin definitivo.
IV
PROPÓSITO Y AVANCE DEFINITIVO
Un hombre que entienda y valore sus principios fundamentales como su posesión más
preciada, no sólo habrá dado el paso más importante hacia la autonomía universal, sino
que podrá valorar con juicios correctos y una moral firme, podrá saber separar lo
importante de lo banal. Entenderá que el bien común como principio de salida atraerá
consigo posteriormente beneficio personal, beneficio no a costa de otros, sino mas bien
gracias a otros. Si se logra diferenciar sin recapitular en lo anterior, querrá decir que
estaremos en la dirección indicada. El cambio empieza en uno mismo y acaba en uno
mismo, pasando por el medio o “las demás personas”. La semilla que cada uno de
nosotros, cada uno de los hombres, plante en esta tierra representará de manera directa
el reflejo de la cosecha que más adelante se goce. El principio de Gandhi de “los medios al
fin” nos sirve de excelente ejemplo para terminar de entender este punto clave para los
fundamentos básicos del hombre.
“No se puede esperar cosechar rosas cuando se planta mala hierba”.
Tal vez una de las partes más importantes de esta reflexión se ve descrita por la idea de
Gandhi. El cambio que nosotros mismos seamos, llámese la semilla con la que cada quien
contribuye al mundo, determinará el impacto que tendrá en nosotros mismos en el
futuro.
También hace alusión al “período de pruebas” por el que cualquier civilización pasa.
Lo importante al reflexionar acerca de esto es poder relacionar las acciones de una
sociedad y sus individuos contra las demás sociedades “civilizaciones”. Si se comparara la
India con México, se encontrarían muchas similitudes y por igual muchas diferencias. Lo
importante más que nada es entender que el proceso, la fase, el período de pruebas que
cada sociedad conlleva, no es, ni va a ser, igual para las sociedades descritas. El proceso es
dependiente a la severidad y espacio temporal histórico que se viva en los anteriores. El
ejercicio de este ejemplo es reconocer que dependiendo las múltiples variables que
juegan un papel de importancia en la afectación del resultado ( como la religión). Pero es
el papel del hombre y sus valores lo que determinará efectivamente la consecuencia.
Con el propósito de mantener centrada la reflexión en el hombre y sus valores, más que
en las naciones y sus individualidades, no se tocará explícitamente ejemplos de estos
países, sino que se dejará como ejercicio posterior en caso de necesitarse.
La “calidad” de semilla que cada hombre siembre en su sociedad dependerá casi
exclusivamente de los valores que este individuo posea. “Solamente es libre el que tiene
dominio del espíritu”, dice Gandhi. Sólo aquel que esté dispuesto a sacrificar lo necesario
para lograr el bien común entenderá, desde mi punto de vista, lo que realmente significa
la autonomía. La capacidad de ver a los demás como iguales determinará si una sociedad
está lista para hacerle frente a los avances tecnológicos y los riesgos que éstos traen
consigo. Sólo aquel que entienda que son un medio y no el fin, estará entendiendo el
peligro de individualizar y abandonar el bienestar común.
El mayor de los peligros resulta cuando se debilitan los fundamentos básicos, cuando el
hombre deja de preocuparse por los demás y se centra en sí mismo. El rezago cultural
surgirá como la madre del egoísmo y el padre de la desintegración. Las vertientes de este
problema afectarán, desde luego en mi humilde opinión, de manera brutal al hombre en
sociedad.
El rezago cultural se ocupará de separar a las personas integras y premiar la superioridad
tecnocrática. Se ocupará de fomentar el desarrollo industrial por sobre los valores y
fundamentos sociales. ¿Y el desenlace de esto? Una sociedad sin valores ni dignidad, que
seguirán premiando la tecnocracia casi como a un dios. Cuando el hombre sin valores se
apodere de las decisiones importantes, cuando el tecnócrata estreche la mano del rezago
cultural, se habrá pactado un trato con destino inminente al fracaso. Al fracaso como
personas, como prójimos en comunidad. Y el avance industrial arrasará con todo sin un
sentido de lástima o remordimiento. Será culpa de nosotros mismos, los hombres, el
haber dejado que eso pase. El hombre sin valores ni dignidad no vacilará en usar la fuerza
para lograr los fines, no le importarán los medios, ya que nunca fueron prescindibles para
él. Y para Gandhi sólo quedará una manera de enfrentarse a este problema.
La resistencia pasiva será el medio indicado para enfrentar esto.
¿No nos damos cuenta? La clave está en utilizar los medios indicados para conseguir los
resultados esperados. No se puede usar la fuerza para conseguir paz. El Fin está
intrínsecamente arraigado al medio propuesto para conseguirlo.
“Aquel cuyo espíritu está dotado con el conocimiento de las verdades fundamentales de la
naturaleza; aquel cuyas pasiones han sido adiestradas, por una fuerte voluntad, para
servir a una conciencia delicada y que ha aprendido a detestar toda bajeza y a respetar a
los otros como a sí mismo. Sólo ése, según mi entender, ha aprovechado una larga
instrucción, ya que se halla en armonía con la naturaleza, de la cual sabrá hacer el mejor
uso, y recíprocamente”