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Volúmenes temáticos de la

Sociedad Argentina de Lingüística

Serie 2012

Editores de la serie
Víctor M. Castel
CONICET y Universidad Nacional de Cuyo

Mabel Giammatteo
Universidad de Buenos Aires y Universidad del Salvador

Alejandro Parini
Universidad de Buenos Aires y Universidad de Belgrano

La Serie 2012 de los Volúmenes temáticos de la SAL publica una selección de trabajos de
los diversos campos que conforman las ciencias del lenguaje. La selección se hizo mediante
una convocatoria abierta a todos los autores que presentaron ponencias en el XIII Congreso de
la SAL (2012). Los volúmenes, editados y evaluados por expertos en los campos
correspondientes, reflejan el estado actual de las prácticas científicas de las respectivas
(sub)comunidades discursivas.
Volúmenes publicados
1. Enseñanza de lenguas e interculturalidad
2. Lenguaje, cognición y cerebro
3. Discurso especializado: estudios teóricos y aplicados
4. En torno a la morfosintaxis del español
5. Discurso, identidad y representación social
6. Léxico y sintaxis
7. Lenguas indígenas de América del Sur I. Fonología y léxico
8. Discurso argumentativo, jurídico e institucional
9. Lingüísticas del uso. Estrategias metodológicas y hallazgos empíricos
10. Enseñanza de la gramática
11. Lengua, historia y sociedad

Volúmenes por aparecer


12. Cuestiones de fonética, fonología y oralidad
13. El español rioplatense desde una perspectiva generativa
14. Rumbos sociolingüísticos
15. Lenguas extranjeras. Aportes teórico-descriptivos y propuestas pedagógicas
16. Lenguas indígenas de América del Sur II. Morfosintaxis y contacto lingüístico
17. Discurso literario, periodístico y mediático
18. Cuestiones lexicológicas y lexicográfricas
19. Lenguaje, discurso e interacción en los espacios virtuales
20. Lexicografía, lexicografía especializada y terminología

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Lengua, historia y sociedad
Aportes desde diversas perspectivas
de investigación lingüística

Daniela Lauria y Mara Glozman

Editoras

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Lengua, historia y sociedad / Battista, Emiliano... [et al.]; edición literaria a cargo de Daniela Lauria y Mara
Glozman. - 1a ed. - Mendoza: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo; Sociedad
Argentina de Lingüística, 2013.
E-Book. - (Volúmenes temáticos de la Sociedad Argentina de Lingüistica / Castel, V., Giammatteo, M. y Parini, A.)
ISBN 978-950-774-228-6
1. Lingüística. 2. Historia. 3. Sociedad. I. Lauria, Daniela, ed. lit. II. Glozman, Mara, ed. lit.
CDD 410.7
Fecha de catalogación: 04/04/2013

© 2013, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras


de la Universidad Nacional de Cuyo
© 2013, Sociedad Argentina de Lingüística

Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras


de la Universidad Nacional de Cuyo
Centro Universitario
Parque Gral. San Martín
Casilla de Correo 345
5500 Mendoza
República Argentina

E-mail: editorial@logos.uncu.edu.ar
Web address: http://ffyl.uncu.edu.ar
Contacto Serie 2012 de Volúmenes temáticos: ilyce.director@ffyl.uncu.edu.ar

Idea, diagramación, composición y diseño: Gráfica Brovedá


Primera edición: noviembre de 2013

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Contenido

Evaluadores de Volúmenes temáticos: serie 2012 ........................... 11


Autores del volumen ....................................................................... 15
Introducción ................................................................................... 17
Daniela Lauria y Mara Glozman
Capítulo 1 ....................................................................................... 21
La lengua gauchesca en la diacronía
José Luis Moure
Capítulo 2 ....................................................................................... 31
Textos administrativos del siglo XIX en Chubut:
estilo y contexto social
Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones
Capítulo 3 ....................................................................................... 49
Apuntes sobre el problema de la lengua nacional
en la gramática escolar argentina
Esteban Lidgett
Capítulo 4 ....................................................................................... 61
La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu. El debate
entre positivismo e idealismo en la lingüística hispánica
Emiliano Battista
Capítulo 5 ....................................................................................... 77
No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina
como conflicto
María López García
Referencias ..................................................................................... 93
Foto y filiación editoras del volumen ............................................ 101
Contratapa .................................................................................... 102

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Evaluadores de
Volúmenes temáticos: serie 2012

Hugo Daniel Aguilar María Paula Bonorino


Universidad Nacional de Río Cuarto Universidad de Buenos Aires
y Universidad Nacional de Villa Mercedes
Iris Viviana Bosio
Luis Aguirre Universidad Nacional de Cuyo
Universidad Nacional de Cuyo
Viviana Cárdenas
Silvana Elizabeth Alaníz Universidad Nacional de Salta
Universidad Nacional de San Juan
Javier Carol
Hilda Albano Universidad de Buenos Aires
Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional
y Universidad del Salvador de General Sarmiento

Guadalupe Álvarez Isolda E. Carranza


CONICET y Universidad Nacional CONICET y Universidad Nacional
de General Sarmiento de Córdoba

Leandro Arce Cintia Carrió


Universidad Nacional de Catamarca Universidad Nacional del Litoral
y CONICET
Fernando Balbachan
Universidad de Buenos Aires Alicia E. Carrizo
Universidad de Buenos Aires
Vanina Andrea Barbeito
Universidad de Buenos Aires Víctor M. Castel
CONICET y Universidad Nacional de Cuyo
Yris Barraza
Programa de Formación de Maestros Marisa Censabella
Bilingües de la Amazonía Peruana, CONICET y Universidad Nacional
Iquitos, Perú del Nordeste

Juan Pablo Barreyro María Chavarría


Universidad de Buenos Aires Macalester College, Saint Paul MN, USA
y CONICET
Graciela Barrios
Universidad de la República Laura Colantoni
University of Toronto
Roberto Bein
Universidad de Buenos Aires Mariana Cuñarro
Universidad de Buenos Aires
Marina Berri y Universidad Nacional de
Universidad de Buenos Aires y CONICET Lomas de Zamora

Cristina Boccia Wilmar D'Angelis


Universidad Nacional de Cuyo Universidade Estadual de Campinas
(UNICAMP), Campinas SP, Brasil
Juan Eduardo Bonnin
CEIL / CONICET

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Evaluadores

Alejandro de la Mora Lilián Guerrero Valenzuela


Universidad Nacional Autónoma Universidad Nacional Autónoma
de México de México

Lorena de-Matteis Yolanda Hipperdinger


Universidad Nacional del Sur y CONICET CONICET y Universidad Nacional del Sur

Ángela Lucía Di Tullio Inés Kuguel


Universidad Nacional del Comahue Universidad Nacional de General
Sarmiento y Universidad de Buenos Aires
Juan Antonio Ennis
Universidad Nacional de La Plata Georgina Lacanna
y CONICET Universidad de Buenos Aires

Andrea Estrada Daniela Lauria


Universidad de Buenos Aires Universidad de Buenos Aires y CONICET

Alain Fabre Marta Lescano


Universidad de Tampere, Finlandia Universidad Pedagógica

Ana Fernández Garay Ángel Maldonado


Universidad Nacional de La Pampa Universidad de Buenos Aires
y CONICET
Marisa Malvestitti
Fernando García Rivera Universidad Nacional de Río Negro
Programa de Formación de Maestros
Bilingües de la Amazonía Peruana, Ana María Marcovecchio
Iquitos, Perú Universidad de Buenos Aires
y Universidad Católica Argentina
Paula S. García
Universidad de Buenos Aires María Mare
Universidad Nacional del Comahue
Adalberto Ghio
Universidad de Buenos Aires Angelita Martínez
y Universidad Nacional de Universidad Nacional de La Plata
Lomas de Zamora y Universidad de Buenos Aires

Mabel Giammatteo Ileana Martínez


Universidad de Buenos Aires Universidad Nacional de Río Cuarto

Mara Glozman Salvio Martín Menéndez


Universidad de Buenos Aires y CONICET Universidad de Buenos Aires y CONICET

Lucía Golluscio Laura Miñones


CONICET y Universidad de Buenos Aires Instituto de Enseñanza Superior en
Lenguas Vivas ‘Juan Ramón Fernández’
Luisa Granato y Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de La Plata
Mariana Morón Usandivaras
Beatriz Gualdieri Universidad de Buenos Aires y CONICET
Universidad Nacional de Luján
Liliana Naveira
Marymarcia Guedes Universidad Nacional de Mar del Plata
Universidade Estadual Paulista "Júlio
de Mesquita Filho" (UNESP), Campus María Valetina Noblia
Araraquara , São Paulo, Brasil Universidad de Buenos Aires
Evaluadores

Susana Ortega de Hocevar Mariela Rígano


Universidad Nacional de Cuyo Universidad Nacional del Sur

Ana Pacagnini Elizabeth Rigatuso


Universidad Nacional de Río Negro Universidad Nacional del Sur
y CONICET
Constanza Padilla
CONICET y Universidad Nacional Silvina Rodríguez
de Tucumán Universidad Nacional del Comahue

Azucena Palacios Grisel Salmasso


Universidad Autónoma de Madrid CONICET y Universidad Nacional de Cuyo

Alejandro Parini Rosa María Sanou


Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de San Juan
Universidad de Belgrano
Raquel Santana Santos
Luis París Universidade de São Paulo
CONICET y Universidad Nacional de Cuyo
Ana Karina Savio
Carlos Pasero Universidad de Buenos Aires
Universidad de Buenos Aires
y Universidad Nacional de Luján Inge Sichra
Universidad Mayor de
Rosana Pasquale San Simón, Bolivia
Universidad Nacional de Luján
y Universidad de Buenos Aires Lidia Soler
Universidad Nacional de Córdoba
Liliana Pazo
Instituto Superior del Profesorado Adriana Speranza
"Joaquín V. González" Universidad Nacional de Moreno
y Universidad Nacional de La Plata
Mercedes Pujalte
Universidad Nacional del Comahue Sonia Suárez Cepeda
Universidad Nacional de La Pampa
Alejandro Raiter y Universidad Nacional de Córdoba
Universidad de Buenos Aires
Mariana Szretter
María del Rosario Ramallo Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de Cuyo
María Beatriz Taboada
Silvia Ramírez Gelbes Universidad Autónoma
Universidad de Buenos Aires de Entre Ríos y CONICET
y Universidad de San Andrés
Diana Támola
Gabriela Resnik Universidad Nacional de Cuyo
Universidad Nacional de
General Sarmiento Jimena Terraza
Universidad de Toronto, Canadá
Marcela Reynoso
Universidad Nacional de Entre Ríos Guillermo Toscano y García
Universidad de Buenos Aires
Susana Rezzano
Universidad Nacional de San Luis Augusto Trombeta
Universidad de Buenos Aires
Evaluadores

Alejandra Vidal
CONICET y Universidad Nacional
de Formosa

Maximiliano Wilson
Université Laval, Québec, Canada

Pablo Zdrojewski
Universidad de Buenos Aires y
Universidad Nacional de
General Sarmiento
Autores del volumen

Emiliano Battista
CONICET y Universidad de Buenos Aires
ironlingua@hotmail.com

Sandra Lubén Jones


Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco”
sljones.tw@gmail.com

Vilma Nanci Jones


Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco”
nicuti71@hotmail.com

Esteban Lidgett
CONICET y Universidad de Buenos Aires
ealidgett@gmail.com

María López García


CONICET y Universidad de Buenos Aires
maguilopezgarcia@yahoo.com.ar

José Luis Moure


CONICET y Universidad de Buenos Aires
joseluis.moure@gmail.com

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Introducción
Daniela Lauria y Mara Glozman

El presente volumen está conformado por un conjunto de trabajos que


–desde diferentes perspectivas– pueden ubicarse en la intersección entre
el estudio de cuestiones lingüísticas, elementos históricos y contextos
sociales. En particular, los cinco capítulos reunidos en Lengua, historia y
sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística
analizan aspectos que atañen a las variedades del español en la
Argentina, considerando en sus descripciones dimensiones que pueden
englobarse bajo la idea general de historicidad. En algunos casos, la
historicidad se manifiesta en el enfoque diacrónico; en otros, la
dimensión histórica se expresa en la selección de corpora textuales
situados en condiciones de producción específicas –fines del período
colonial-principios del período emancipatorio, fines del siglo XIX, primeras
décadas del siglo XX–; otros trabajos incorporan lo histórico como variable
para el análisis explicativo de fenómenos más recientes.
En líneas generales, es posible distinguir dos tipos de análisis, según
la naturaleza de su objeto de estudio: por un lado, aquellos que se
proponen describir y/o explicar aspectos de una variedad lingüística del
español de la Argentina; por el otro, aquellos trabajos que no estudian la
lengua –los elementos que la conforman– sino discursos sobre la lengua.
Los primeros dos capítulos –el de Moure y el de Jones & Jones–
pertenecen al primer grupo, puesto que comparten el interés por
identificar rasgos lingüísticos y/o estilísticos recurrentes a partir del
análisis de corpora textuales históricamente situados. Los capítulos
siguientes –el de Lidgett, el de Battista y el de López García– analizan, en
cambio, textos de carácter metalingüístico o epilingüístico, esto es,
materiales discursivos que toman a la lengua como objeto de reflexión,
evaluación y/o descripción: gramáticas, textos teóricos y encuestas a los
hablantes, respectivamente.
José Luis Moure en su capítulo “La lengua gauchesca en la diacronía”
reflexiona acerca de los orígenes de la configuración del género
gauchesco. El autor parte de una definición del concepto de lengua
gauchesca –enunciada por Moure en trabajos anteriores– y toma como
corpus de análisis tres obras provenientes de la dramaturgia rioplatense,
elaboradas entre fines del siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX.
Desde un enfoque diacrónico, Moure examina no sola la variedad de los
materiales escritos, sino principalmente los rasgos lingüísticos –en
particular léxicos y morfosintácticos– que se actualizan en los materiales
textuales que componen el corpus de análisis. De los fenómenos
abordados, uno de los más interesantes es aquel que se ocupa y da

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Daniela Lauria y Mara Glozman

cuenta del proceso de selección y reacomodamiento de las formas de


tratamiento, en particular de los elementos del sistema pronominal y
verbal rioplatense de la segunda persona del singular.
El capítulo “Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y
contexto social” de las investigadoras Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci
Jones constituye un aporte al conocimiento de las relaciones entre el
español y el galés, así como a la historia del español en la provincia de
Chubut. Desde el enfoque teórico-metodológico de la sociolingüística
histórica, las autoras presentan un análisis de caso: examinan
minuciosamente un texto bilingüe español-galés fechado en 1890 del
ámbito de la administración pública judicial provincial, concerniente a un
litigio presentado por integrantes de la colonia galesa. El foco del análisis
discursivo se detiene específicamente en el nivel de las variaciones
estilísticas que, según la línea en la que se inscribe el trabajo, inciden dos
tipos de factores: por un lado, las características relacionadas con la
díada hablante / emisor y su audiencia / receptor como, por ejemplo, las
marcas léxicas, las formulas de tratamiento referenciales y las fórmulas
directas destinadas a identificar a los interlocutores. Por otro, las
particularidades del discurso: el tema, el género y el contexto situacional.
Los elementos aportados por el análisis permiten reconstruir el contexto
sociohistórico en el que las variaciones de estilo en cuestión se sustentan
y permiten describir, además, algunos rasgos lingüísticos específicos de
la región.
En “Apuntes sobre el problema de la lengua nacional en la gramática
escolar argentina”, Esteban Lidgett indaga, desde una perspectiva
historiográfica, dos gramáticas destinadas al ámbito escolar: la Gramática
Argentina de Rufino y Pedro Sánchez publicada en el año 1852 y la
Gramática de la lengua castellana de Ricardo Monner Sans y Baldmar
Dobranich de 1893. El trabajo forma parte de un proyecto de
investigación más amplio cuyo fin es abordar la configuración de la
gramática escolar argentina en el período comprendido entre los años
1863 y 1922. En este trabajo, Lidgett analiza comparativamente los dos
textos gramaticales (especialmente los prólogos y las macroestructuras)
producidos en contextos históricos bien diferenciados. En particular,
focaliza en tres aspectos: la concepción de lengua asumida, el modelo
pedagógico adoptado y la influencia de tradiciones gramaticales. A lo
largo del estudio, el autor defiende la propuesta teórico-metodológica de
la historiografía lingüística en su vertiente interna y se distancia de los
resultados a los que puede arribar una “perspectiva puramente
contextual” a la hora de analizar instrumentos lingüísticos.
Emiliano Battista propone en su trabajo “La mirada historiográfica de
Manuel de Montolíu. El debate entre positivismo e idealismo en la
lingüística hispánica” un análisis riguroso de un corpus debidamente

18 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Introducción

acotado dentro del campo de la historiografía lingüística en lengua


española. A partir del examen de dos textos de Montolíu publicados en
1918 y en 1926, Battista muestra el modo en el que quien fuera Director
del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires en el año
1925 reconstruye históricamente los avances y la consolidación de la
lingüística como disciplina científica en las primeras décadas del siglo XX.
El objetivo del capítulo es evidenciar que la interpretación del pasado de
la lingüística realizada por Montolíu justifica y legitima la propuesta
teórica sobre el estudio del lenguaje y la lengua en la que se inscribe: la
lingüística idealista y su planteo de incorporarla en el ámbito de la
filología hispánica. De acuerdo con Battista, el posicionamiento de
Montolíu actualiza, no sin tensiones, el debate epistemológico entre el
positivismo y el idealismo como perspectivas teóricas opuestas para
abordar la reflexión sobre el lenguaje, en general, y la lengua española,
en particular.
El propósito del capítulo “No sos vos, soy yo: la identidad lingüística
argentina como conflicto”, de María López García, es presentar los
resultados parciales de un conjunto de encuestas llevadas a cabo en el
año 1996 por un equipo de investigación de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos, cuyo principal objetivo es el de
relevar las actitudes y las representaciones en torno de la lengua de los
hablantes de la región del Río de la Plata. La hipótesis que atraviesa el
trabajo es que existe una estrecha relación entre las representaciones que
se pueden identificar en el discurso de los encuestados y los discursos
circulantes sobre la lengua surgidos durante los procesos de formación,
construcción y consolidación del Estado nacional argentino en el siglo XIX
y que luego se han cristalizado a lo largo del siglo XX. La autora arriba a
la conclusión de que en los resultados de las encuestas resuena el debate
entre el purismo hispánico y la valorización de las variedades regionales y
que esto repercute en la definición de la identidad lingüística.
Por último, es importante destacar el hecho de que todos los trabajos
comparten dos aspectos centrales. En primer lugar, el papel asignado a
los materiales textuales como sustento para la elaboración de hipótesis
otorga a los análisis consistencia y alcance demostrativo. En segundo
lugar, los cinco capítulos dejan ver la voluntad de reflexionar sobre las
definiciones, las perspectivas y las herramientas conceptuales utilizadas.
En este sentido, las consideraciones teóricas y/o metodológicas que
atraviesan el volumen constituyen aportes que promueven el intercambio
e instalan interrogantes –esenciales para las prácticas de investigación–
acerca de los modos posibles de abordar la compleja relación entre
lengua, historia y sociedad.
Buenos Aires, marzo de 2013.

Lengua, historia y sociedad 19


Capítulo 1
La lengua gauchesca en la diacronía

José Luis Moure

En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013)


Lengua, historia y sociedad.
Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística.
Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 21-29.
ISBN 978-950-774-228-6
Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830

Resumen
Admitido el carácter de constructo de la lengua denominada gauchesca en los
términos en que la definiéramos en trabajos anteriores (variedad dialectal propia
de la denominada literatura gauchesca, producto de una codificación escrita,
elaborada por autores cultos, de elementos seleccionados de las hablas de la
región litoral-pampeana, que amalgama en una dimensión única fenómenos
fonético-fonológicos, gramaticales y léxicos resultantes del proceso de koineización
del español introducido en América por los contingentes españoles), la aludida
codificación puede ser examinada como proceso en un decurso diacrónico, que
discrimine tanto la heterogeneidad de los materiales escritos que la reflejan como
los niveles léxicos y morfosintácticos implicados. Partiendo de las manifestaciones
iniciales aisladas atribuidas a esa variedad lingüística, y con especial detenimiento
en las composiciones de la dramaturgia rioplatense producidas en las postrimerías
de la época colonial y en las primeras décadas de la historia independiente (El
amor de la estanciera, Las bodas de Chivico y Pancha, El detall de la acción de
Maipú), el trabajo ofrece los resultados de una revisión comparativa del corpus
gauchesco inicial como prefiguración del estándar del género.

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


José Luis Moure

1 Introducción
En trabajos anteriores procuramos poner de relieve algunos rasgos
característicos y definitorios de la variedad lingüística que la tradición ha
denominado gauchesca (Moure 2008 y 2010), y de la que propusimos la
siguiente definición:

Variedad dialectal propia de la denominada literatura


gauchesca, producto de una codificación escrita, elaborada por
autores cultos, de elementos seleccionados de las hablas de la
región litoral-pampeana, que amalgama en una dimensión única
fenómenos fonético-fonológicos, gramaticales y léxicos resultantes
del proceso de koineización del español introducido en América por
los contingentes conquistadores. (Moure 2008: 156).

Destacamos también que sería erróneo hacer coincidir la lengua de la


poesía gauchesca con el habla rural de sus correspondientes períodos, en
tanto se trata de dos niveles distintos de utilización de la lengua. Como lo
advirtió Ángel Rama (1987), y es preciso insistir en ello, la lengua
gauchesca no es sino “la apropiación de ese dialecto por parte de
escritores urbanizados, quienes la sometieron a una elaboración
(idiolecto), que forzosamente la marcó con la denominación lingüística
(española) que correspondía a su habla ciudadana”. Y esa modalidad
lingüística, a diferencia de otras entidades dialectales, no corresponde a
una comunidad homogénea establecida largamente en una región
determinada –y volvemos a citar a Rama– “sino que se produce en una
zona lingüística débil y confusa, a mitad de camino entre un centro
idiomático asentado en las aldeas-capitales (Buenos Aires y Montevideo) y
un vasto y desmembrado anillo de lenguas indígenas o extranjeras
(portugués) que fija la línea fronteriza” (Moure 2008: 148). Algunas
salvedades se imponen todavía. La llamada lengua gauchesca se alimentó
de la koiné castellana nivelada que, conformada durante las tres primeras
décadas de la conquista, había perdurado en la campaña. Pero sería
igualmente generalizador e impreciso calificarla simplemente como rural,
puesto que tal caracterización solo es admisible en un corte sincrónico y
como oposición a las variedades urbanas que se fijaron después del efecto
ejercido por los sucesivos y heterogéneos contingentes españoles y por la
posterior presión estandarizadora (normativa). A modo de ejemplo,
repárese en que la eliminación del hiato en los pretéritos imperfectos leia,
caia y traia, o desplazamientos acentuales como pais, que hoy
calificaríamos como ruralismos o gauchismos, remontables al siglo XV y
presentes en dialectos peninsulares, se manifiestan en diversas
geografías americanas y estuvieron en boca de todas las clases sociales
de Buenos Aires hasta bien entrado el siglo XX, rasgo de pronunciación
que en los años 40 Amado Alonso advertía incluso en “los que se dedican

22 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La lengua gauchesca en la diacronía

a las letras”, tal como Rodolfo Lenz lo había caracterizado en Chile


(Tiscornia 1930: 8; Alonso 1961: 353). Igualmente, de España habían
venido, para afincarse en la koiné americana pregauchesca, y cuando
todavía no eran vistos como rusticismos, la inestabilidad de las vocales
átonas (comendante, mesmo, ducientos, según ejemplos que tomamos del
sainete El detall de la acción de Maipú –fenómeno que aún sobrevive en
variedades a ambos lados del Atlántico (Penny 2004: 597-598)– y la
simplificación de los grupos cultos (indino) que en el siglo XVI Juan de
Valdés recomendaba y practicaba el Inca Garcilaso). La terminación ao (<
ado) por caída de la dental intervocálica, “lo común del castellano de
España y América” según Tiscornia, vastamente ilustrada en la
gauchesca, ya era corriente en las clases bajas madrileñas del siglo XVIII,
lo que es indicio de su antigüedad peninsular, de referente meridional
(Tiscornia 1930: 51; Frago Gracia y Franco Figueroa 2003: 263). El
refuerzo articulatorio de la semiconsonante labiovelar ([w] > [gw]) (güelta,
agüelo) es panhispánico (Frago Gracia y Franco Figueroa 2003: 263). Por
su extensión americana desde Nuevo México, también debió de
pertenecer a la koiné la solución meridional de la /f/ latina con
realización aspirada o velar secundaria (juimos, juerte, juera) (Lapesa
1980: 574; Frago Gracia y Franco Figueroa 2003: 257, 263). La forma
verbal haiga (‘haya’) estaba en los clásicos y en América se registra en
Puerto Rico, Venezuela y Panamá.
Un lúcido párrafo de Berta Elena Vidal de Battini, cuando describía en
la década de 1960 el español de la Argentina, puede dar idea tanto de la
heterogeneidad de los factores en juego como de la perdurabilidad de la
koiné niveladora, conservada fuera de las grandes ciudades:

[…] pueden señalarse viejas formas tradicionales en el habla


rústica de los campesinos de la campaña bonaerense que se dedican
a las tareas ganaderas, los paisanos, como se les llama, que actúan
y viven en el mundo de las estancias. El paisano es, para todos, el
gaucho de nuestro tiempo. Él se siente gaucho, y vive en las formas
nuevas, como tal. Por la naturaleza de su trabajo conserva las
prácticas de su antigua ciencia popular, y junto a ellas, su lenguaje.
Este lenguaje rústico mantiene cierta unidad, con diferencia de
matices con el habla rústica de todo el país. (Vidal de Battini 1964:
59).

Lengua, historia y sociedad 23


José Luis Moure

Cumple añadir aquello que José Pedro Rona observara:

esa variedad empleada por los literatos de la gauchesca resultó


no solo de un desplazamiento diatópico o geográfico sino también de
un desplazamiento diastrático, por cuanto los autores debieron
aprender un lenguaje correspondiente a un nivel inferior al propio.
(Rona 1962: 111-112).

Hechas estas necesarias consideraciones introductorias, y para


ceñirnos ya al tema de nuestra exposición, señalemos que el soporte
lingüístico de la literatura gauchesca –anterior e independiente en sus
elementos constitutivos del constructo ideológico o sistema literario
gauchescos, aunque no en el modo y criterio de la selección– conformó
una variedad inicialmente no uniforme que solo en el tiempo avanzó
hacia su propia estandarización. La variedad de lengua en que se expresó
el género, nacida como un producto convencional gestado por hablantes
de la variedad estándar y culta, hubo de ser necesariamente vertido en el
canal escrito de esta última, es decir recurriendo al único código de
escritura de que se disponía, que era el del español normativo con el que
precisamente venía a contrastar, lo que unido a su propio desarrollo
diacrónico determinó un proceso de paulatina uniformidad de los rasgos
seleccionados y de perfeccionamiento en su transcripción.
En efecto, los autores tomaron sus elementos del habla real de los
habitantes de la campaña, y lo hicieron a partir de un recorte consciente
y selectivo de aquellos rasgos –fonéticos, morfológicos o léxicos– que en
su percepción poseían un mayor poder caracterizador de la lengua de los
tipos humanos a los que querían dar voz.1 Una vez plasmada por escrito,
esa variedad, que “reflejaba” y “evocaba” condensadamente el habla de
las zonas rurales, instaló su propia tradición, que habría de requerir el
largo desenvolvimiento del género antes de alcanzar, con la obra de
Estanislao del Campo (1866), cierta uniformidad. Es sabido que este
autor introdujo en el original de su Fausto, con vistas a su publicación en
periódico, variaciones que procuraban perfeccionar la fidelidad a la
variedad de lengua que procuraba conformar (por ejemplo, crei y traia se
cambiaron en crai y traiba y buenos devino güenos) (Alonso 1961).

1 Fue Norma Carricaburo quien llamó la atención sobre la particular naturaleza de una
literatura –es decir un hecho de escritura–, que fue elaborada con el propósito de reflejar un
hecho esencialmente oral, compromiso estético que forzó a escritores cultos a rever y
transformar el entramado sintáctico de su modalidad escrita estándar para injerir de manera
verosímil la dimensión pragmática propia de la prosodia y expresión de personas ajenas a los
recursos y constricciones del canal escrito, lo que tuvo inevitables consecuencias en los planos
fonológico, morfológico y sintáctico (Carricaburo 2004).

24 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La lengua gauchesca en la diacronía

2 Análisis
En la presente exposición, restringimos nuestro examen a tres
manifestaciones iniciales que han sido adscriptas al género que nos
ocupa, aunque tal caracterización no sea unánime entre los críticos,
polémica que eludimos en esta ocasión para atender exclusivamente al
soporte lingüístico de que se sirven. Son ellas el poema “Canta un guaso
en estilo campestre los triunfos del Excelentísimo Señor Don Pedro de
Cevallos” atribuida a Juan Baltasar Maciel y compuesta en 1777, en
ocasión de la reconquista de la Colonia del Sacramento, gesta que el
romance exalta (Barcia 2001: 54) y los sainetes de autor anónimo El amor
de la estanciera, escrito en fecha próxima a 1787 (El amor […] 1925) y El
detall de la acción de Maipú (Moure 2011), también anónimo, compuesto
en 1818, en fecha inmediata a la batalla aludida. Las tres obras se
distribuyen así cronológicamente en un arco que cubre las dos últimas
décadas del siglo XVIII y las dos primeras del XIX. Con el propósito de
abreviar, en lo que sigue las denominaremos respectivamente Canta un
guaso, El amor y Maipú.
Las sorpresas que deparan los cuarenta versos de Canta un guaso son
esencialmente léxicas, con una marcada concentración de voces de mayor
frecuencia americana (andurrial, mandria), los quechuismos guampa,
pampas, guaina y tala y la expresión de disparada, registrada poco antes,
en 1768, en un documento notarial de Bolivia (Boyd-Bowman) y por el
CORDE (Corpus de Referencia del Español) como primera aparición en la
obra gauchesca de Hilario Ascasubi en 1872. La forma diz que (“dis que
queda con la playa”, v. 34), reivindicada por Juan de Valdés, alcanza gran
extensión americana desde el siglo XVI, en particular en el registro
popular y rústico, y en nuestro corpus aparece después en Maipú (v.
232).2
La ortografía del sainete coincide casi uniformemente con la
normativa. Los dos registros con “i” como variante gráfica de la “y” (maior,
v. 3 y vaia, v. 10) conviven con el uso canónico (ya, v. 28 y playa, v. 34),
sin que parezca posible explicar la elección de las formas marcadas.
Dentro de la mayoritaria regularidad ortográfica del texto, en tanto es
curiosa la ausencia de caída de /d/ intervocálica, que será marca
frecuentísima en toda la producción gauchesca, en particular en los
participios en -/ado/ (ha zurrado, v. 12, ha arriado, v. 13), Canta un
guaso manifiesta la novedad de señalar por medio de una letra “g” la
aspiración de -/s/ en posición implosiva (las gazañas ‘las hazañas’ v. 4,
mis germanos ‘mis hermanos’ v. 17, las germanas de Apolo, v. 39, ‘las
hermanas de Apolo’), solución ortográfica que hasta donde sabemos no
adoptará ninguna de las posteriores obras de la gauchesca.

2 La numeración de los versos corresponde a nuestra edición (Moure 2011).

Lengua, historia y sociedad 25


José Luis Moure

Como es esperable, en los sainetes que integran nuestro corpus, el


léxico se nutrirá de americanismos y de ruralismos, por lo que sería
sobreabundante pretender su repertorio y cotejo. Solo a guisa de ejemplo
traemos a colación que en El amor, Cancho y Juancho, el pretendiente
que el primero prefiere para su hija, subrayan su consustanciación
mutua y con la tierra frente al “otro” portugués en sendos parlamentos en
los que se acumulan pelajes equinos (permítasenos recordar que el texto
corresponde a los finales del siglo XVIII y faltan más de tres décadas para
la Revolución de Mayo): Cancho: A encontrado un Alazán, / un Bayo y un
Sebrunito, / un tordillo y un Picaso, / una yegua mala Cara / con una
Potranca obera,/ un Redomón Gateado / y un Cojudo con Collera //
Juancho: Sí, señor, según las señas / que su mersé ha relatao / he
encontrado esa manada / alla abajo en un bañao. / Entre un pajonal
estaba / un cojudito de paso, / un Cebruno Mancarrón / con un Pangaré
de paso (p. 6).
Pese a su gran frecuencia en la gauchesca posterior, nuestro corpus
aporta escasas muestras de inestabilidad de timbre vocálico: ninguna en
Canta un guaso, dos en El amor (descursos, p. 20 y endulta, p. 35) y las
formas mesmo (v. 57), mesmito (v. 20) (en descuidada coexistencia con
mismito, v. 187) y comendante (v. 103) en Maipú. La igualmente frecuente
y popular diptongación antihiática solo se advierte en Canta un guaso en
el participio arriado (v. 13) (< arrear) (dudoso, porque acaso se explique
por confusa analogía con el homófono correspondiente de “arriar”) y sin
que se haya aplicado en salteador (v. 24), cuya variante diptongada
utilizará Hilario Ascasubi (Tiscornia 1930: 25); en El amor se la encuentra
en asiada ‘aseada’ (28), pero Maipú aporta ya distintas formas del
fenómeno: reducción o síncopa (per < peer, v. 458), cerramiento de la
primera vocal (linia < línea, v. 386) y diptongación con desplazamiento
acentual (traime < traeme, v. 29). En este punto corresponde añadir
también la construcción del pretérito imperfecto de indicativo de la
segunda conjugación con epéntesis de la desinencia -/ba/ por analogía
con la primera conjugación (traiban < traían, v. 367; caiban < caían, v.
371).3
Antepuesto al nombre propio, El amor registra el sustantivo sincopado
señoa (p. 8) por caída de la vibrante, en un proceso reductor que Maipú
recoge en las formas apocopada seño o señó (v. 5) y aferéticas ño y ña (v.
465). En tanto señó no sobrevive, los resultados con aféresis llegan al
Martín Fierro (Tiscornia 1930: 68-69, 82).

3 Frente a la justificación por analogía tempranamente planteada por Ramón Menéndez


Pidal, Manuel Alvar y Bernard Pottier (1993: 240-241) prefieren una explicación etimológica,
según la cual el leonés y el aragonés habrían conservado la -b- del imperfecto latino; el
fenómeno pudo haber pasado a América como leonesismo. V. también Tiscornia (1930: 170) y
García Mouton (1994: 35).

26 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La lengua gauchesca en la diacronía

Por su inconsecuencia, en El amor los registros de igualación seseosa


(pedasos, lasaso, sieno, coses –que alterna con cozes-, enlaso, sintas,
sincha, vasiarse, mersé, cabesudo, sasonada, corason, roza -en rima con
hermosa-, etc.) deben atribuirse a impericia ortográfica, bien probada en
otros casos (haora ‘ahora’, azia ‘hacia’, mercémersé, buelbobolveré,
ciento ‘siento’, apacionada, hecharlo, etc.) y no a un deliberado propósito
foneticista de reproducción de las realizaciones americanas. Idéntico
fenómeno se manifiesta en Maipú, donde cacografías (sinvergüensa,
pescueso, sablasos, abrasando ‘abrazando’, calsoncillos, etc.) conviven
con formas ortográficamente diferenciadoras.
En El amor las frecuentes formas con deleción de /d/ intervocálica en
las terminaciones en -/ado/ (caminao, relatao, callao, turbao, ganao,
estao, enamorao, alentao, malvao, toos, etc.) y eventualmente en -/ada/
(manaa, p. 20) presentan también contraejemplos (andado, lado, enojado,
corcobeado, cobrado, elado, etc.), incluso en contextos inmediatos (todo el
campo he caminao / y muy cansado me hallo, p. 5). La artificiosidad y
deliberación del procedimiento se advierten en deslices como la presunta
rima consonante entre ganao y asado (p. 17) o en la coexistencia de
manaa con manada (pp. 5 y 6). También se verifica la caída de dental
final en palabras oxítonas (usté, mersé, salú), aunque igualmente con
inconsecuencias (voluntad, enfermedad). En Maipú la caída de la dental
es casi unánime en las desinencias -/ado/ de los participios y, a
diferencia de lo que ocurrirá en la variedad gauchesca clásica, se extiende
a -/ido/ (aparecío, traío) y a formas no verbales (toa, toíto, Alvarao, aonde,
medías ‘medidas’, tuavía, etc.) (Tiscornia 1930: 50-51; Fontanella de
Weinberg 1986: 14-15).
El fenómeno fonético de la relajación y pérdida de la /b/ intervocálica
se advierte en las formas caallo ‘caballo’ y su diminutivo caallito. Esta
novedosa forma de nombrar al animal paradigmático del hombre de
campo se encontrará también en Maipú (vv. 39, 100), pero ni este rasgo
evolutivo ni el término habrán de perdurar en el uso rural o literario
posteriores (Tiscornia 1930: 69; Fontanella de Weinberg 1986: 22).
El amor reproduce el refuerzo velar de la bilabial seguida por
semiconsonante velar (ta güeno, agüela) así como la diptongación
antihiática (asiada), rasgos ampliamente representados en Maipú y en
toda la producción gauchesca siguiente. No presenta, en cambio, formas
de velarización de labiodental inicial, abundantes en Maipú (jue, v. 297,
juerte, v. 482, etc.), ni de bilabial intervocálica (egolución, v. 328,
regoluciones, v. 646).
Maipú avanza sobre los precedentes con formas evolutivas de grupos
consonánticos, por vocalización (direitor, v. 44, aición, v. 80), reducción
(indino, v. 105) o asimilación (intanta ‘intacta’, v. 194, costitución, v. 595).

Lengua, historia y sociedad 27


José Luis Moure

Ni en Canta un guaso ni en El amor hay casos de metátesis (en Maipú,


redepente, v. 167, probecito, v. 521; redotado, v. 590). El amor y Maipú
comparten la antigua forma con prótesis dentrar (v. 497), pero solo el
segundo suma otras prefijaciones populares de dobletes verbales como
esparramarse (v. 372) o arrempujó (v. 324).
Algún error ortográfico (moyera, vallase) denuncia en El amor la
neutralización yeísta. Pero es particularmente interesante que el sainete
proporcione un indicio indirecto en su recurrencia a la letra “y” para
representar el sonido prepalatal sonoro [ž] en la transcripción de una
palabra portuguesa en boca del brasileño Marcos Figueira (yente ‘gente’,
p. 12). En Maipú la unificación yeísta se muestra en apenas dos
cacografías, aunque no presentes en el texto del sainete sino en
acotaciones (rilléndose ‘riéndose’ y ollen ‘oyen’).
En la flexión nominal, El amor emplea todavía las formas del arcaico
deíctico aqueste (aquesta, p. 7; aquestos p. 10), que estaba en el segundo
verso de Canta un guaso (Aquí me pongo a cantar / abajo de aquestas
talas), pero que ya no se registra en Maipú. A su vez Maipú custodia
todavía el adverbio medieval agora, ya en vías de extinción frente al aura
que desde Hilario Ascasubi adoptará la gauchesca (Tiscornia 1930: 197).
Ambos sainetes registran el perfecto arcaico vide (p. 8 y v. 181,
respectivamente), si bien Maipú lo hace convivir, como lo harán Hilario
Ascasubi y José Hernández, con el asentado vi (v. 25) (Tiscornia 1930:
188).
El frecuente recurso expresivo de la diminutivización de adjetivos y
adverbios (mismito, v. 187; allasito, v. 38; atrasito, v. 386) solo se
manifiesta en Maipú.
Como cierre, en lo que a la morfosintaxis se refiere, por su particular
significación en la conformación de la variedad dialectal rioplatense, el
fenómeno más interesante que plantea nuestro corpus de análisis es el de
las formas de tratamiento, bien estudiado para el período por Beatriz
Fontanella de Weinberg (Fontanella de Weinberg 1970, 1971 y 1992).
Como lo señalara la desaparecida filóloga, la primera manifestación del
proceso de pérdida de la oposición entre vos y tú es la creciente confusión
entre los paradigmas de ambos pronombres, generalizada en la región
bonaerense en el siglo XVIII, evidencia filológica avalada por una
elocuente afirmación de Juan Baltasar Maciel referida a los usos
literarios (“La distribución del tú y del vos […] no tiene regla que la fije y
todas dependen de la fantasía del poeta”) (Fontanella de Weinberg 1992:
371).
Canta un guaso muestra un posesivo vuestro dedicado a los
portugueses como audiencia plural (v. 23) y una respetuosa forma
imperativa dirigida al flamante virrey (Perdone, señor Ceballos, v. 37) que
permite suponer el usted. El panorama se complica en El amor, donde

28 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La lengua gauchesca en la diacronía

Cancho -salvo en los imperativos, con consistente caída de la dental


(mirá, vení)-, se dirige a Pancha, su mujer, alternando el pronombre vos y
las correspondientes formas plurales diptongadas (habláis, v. 9) con el
tuteo, de suerte que se encuentran líneas como Mirá que os daré de coses
(p. 15) con Di, Pancha, eres el pecado //Mira que me tienes ya (p. 22). El
di de Cancho alterna con el decime de su esposa, quien a la vez dice a su
hija Tú has venido (p. 21), pero después tenés (p. 22). Juancho se dirige a
su prometida como usted, pero luego afirma eres mi muger / y yo vuestro
marido (p. 32). En tanto, esta habla a su padre empleando
consecuentemente usté y las formas verbales de tercera persona (Mi
Padre, que es lo que hace / No aporree uste a mi madre / No le haga pues
ningún caso / Mire que está apacionada, p. 16). En Maipú ya ha
desaparecido el tú y los pronombres en función de sujeto son
exclusivamente usted y vos; el primero lo emplean los hijos para dirigirse
a sus padres y estos cuando hablan a quienes no forman parte de la
familia, en cuyo caso usan el segundo, al igual que cuando el trato es
entre sí o entre hermanos. Diferenciándose de El amor, en Maipú están
definitivamente ausentes las formas ti (yo por ti me muero, El amor, p. 32)
y os (os tengo de patear, El amor, p. 9) como casos terminal y objetivo.
Aunque las formas verbales voseantes son mayoritariamente
monoptongadas, todavía hay casos de desinencia diptongada e incluso de
coexistencia de ambas formas en el mismo verbo y en boca del mismo
personaje (¿Qué queréis […]?, v. 10 / ¿Qué querés […]?, v. 63).
Separados por treinta años, nuestros dos sainetes manifiestan así,
conservando o superando inconsecuencias remontables al español
peninsular del siglo XVI, el lento proceso de selección y reacomodamiento
de los elementos que habrán de definir el sistema pronominal y verbal
rioplatense de la segunda persona, estabilizado ya en el Martín Fierro
según sus trazos modernos (Tiscornia 1930: 120-122).

3 Observaciones finales
En este incipiente camino de cotejos de las obras de la gauchesca
primitiva, restaría al menos ampliar nuestras observaciones incluyendo
en el análisis otros dos sainetes próximos en el tiempo: Las bodas de
Chivico y Pancha, compuesta hacia 1823 y El valiente fanfarrón y criollo
socarrón, estrechamente vinculado al primero y de publicación que
todavía podemos calificar como reciente (Trigo Ehlers 1983).

Lengua, historia y sociedad 29


Capítulo 2
Textos administrativos del siglo XIX en Chubut:
estilo y contexto social

Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013)


Lengua, historia y sociedad.
Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística.
Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 31-47.
ISBN 978-950-774-228-6
Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830

Resumen
Este trabajo se enmarca en la sociolingüística histórica y se propone hacer un
recorte de las múltiples posibilidades de análisis que propone este campo,
abordando un documento particular, fechado en marzo de 1890, seleccionado de
un corpus más amplio de textos monolingües de español y bilingües español–
galés, pertenecientes al ámbito de la administración pública, de circulación en la
zona del valle inferior del río Chubut, entre los años 1865–1899. En él
observaremos las variaciones de estilo, asociadas a características diversas de las
situaciones comunicativas y de sus participantes, en tanto dichas particularidades
estilísticas devienen en formas de proyección, en los textos, de la dimensión social.
Estimamos que el análisis aporta a la reconstrucción del contexto sociohistórico en
que las variaciones en cuestión se sustentan, y permite inferir algunos rasgos
lingüísticos particulares del español vigente durante la etapa de asentamiento de
los primeros inmigrantes galeses en la región, la cual resulta fundacional en la
historia institucional de nuestra actual provincia: Chubut.

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

1 Introducción
El presente trabajo es un desprendimiento del proyecto de
investigación: El español en Chubut en el siglo XIX. Textos y contexto, que
dirige en la Universidad Nacional de la Patagonia (Sede Trelew) la Dra.
Ana Ester Virkel y de cuya unidad ejecutora somos integrantes. Dicho
proyecto, a su vez, es una extensión de otro que lo precedió: Historia del
español en Chubut. Período 1865-1899, llevado adelante por el mismo
grupo de investigación.
Inscriptas en el marco teórico de la sociolingüística histórica (Romaine
1982; Conde Silvestre 2007), dichas investigaciones atendían al propósito
fundamental de estudiar el primer período de difusión del español en la
Patagonia sur, de la que Chubut hoy forma parte; una difusión, por
cierto, tardía (últimas décadas del siglo XIX) en comparación con el
proceso de expansión ocurrido con la lengua en otras regiones de
Argentina.
En este sentido, este trabajo deriva de esas investigaciones en tanto
pretende describir aspectos específicos que fueron llamando
tangencialmente nuestro interés en el devenir del acercamiento analítico
a las fuentes documentales. Del amplio conjunto de fuentes, para este
trabajo particular, hemos optado por hacer foco en un extenso
documento que, por su contenido histórico, intencionalidad pragmática,
presentación bilingüe y estilo resulta especialmente atractivo y habilita
proponer para el futuro cruces comparativos con otros textos de la época
incluidos en el corpus base de investigación, como actas, solicitudes,
notas y reglamentos.
Atenderemos principalmente a ciertos rasgos asociados a
características de la situación comunicativa y de sus participantes que
devienen en formas de proyectar discursivamente la dimensión social en
toda su complejidad. El eje central será observar variaciones estilísticas
plasmadas en el registro de lengua, el género discursivo y las fórmulas de
tratamiento referencial, en tanto suelen denotar o connotar
representaciones sociales ligadas a la cosmovisión, la ideología y/o el
posicionamiento circunstancial de los interactuantes.
De este modo, nos planteamos un análisis que contribuya a la
reconstrucción parcial del contexto sociohistórico en que dichas
variaciones se sustentan, como, asimismo, a inferir algunas
particularidades del español vigente durante la etapa de asentamiento de
los colonos galeses en la región, período considerado fundacional para la
historia político-institucional de la provincia del Chubut.

32 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

2 Marco teórico-metodológico
La sociolingüística histórica es una subdisciplina que posibilita pensar
la dinámica social de una lengua en determinada etapa del pasado, es
decir, reconstruir de algún modo las variaciones en su uso en contextos
sociales alejados y, eventualmente, muy diversos del presente.

La transferencia hacia el pasado de los métodos que la


sociolingüística ha desarrollado para situaciones y lenguas
contemporáneas tiene como objetivo inmediato la reconstrucción
histórica del lenguaje en su contexto social (…) Pero, además, esta
proyección del presente hacia el pasado –‘the use of the present to
explain the past’, en palabras de Labov (1975) – permite observar y
explicar cómo han cambiado las lenguas a lo largo de su historia.
(Conde Silvestre 2007: 34).

Desde esta perspectiva disciplinar es posible intentar, también, la


reconstrucción de los factores extralingüísticos vinculados con los
fenómenos de variación registrados en textos escritos del pasado,
conservados por azar, es decir, proyectarnos hacia un enfoque
pragmasociolingüístico de los fenómenos abordados. Mientras una
lingüística histórica, en un nivel ‘macro’, formula una teoría global para
explicar la naturaleza del cambio acontecido en el tiempo; la
sociolingüística histórica, sin desdeñar esos fundamentos generales e
históricos del cambio, focaliza su interés en comprender procesos
concretos de cambio, a un nivel ‘micro’, a partir de correlacionar factores
lingüísticos y sociales (Gimeno Menéndez 1983: 184-185).
Volviendo a Conde Silvestre, él nos define claramente las dos
orientaciones en que suelen bifurcarse las contribuciones de la
sociolingüística histórica:

Por un lado, su aplicación al estudio general, teórico y práctico,


del proceso de cambio lingüístico –histórico o en progreso– y, por
otro, la utilización de sus métodos para interpretar las
circunstancias de cambios específicos verificados en la historia de
las lenguas. (Conde Silvestre 2007: 35).

Asimismo debemos aclarar lo importante que ha resultado conectar


nuestro abordaje con los aportes de la sociolingüística del contacto
(Fishman 1995; Moreno Fernández 1998), en tanto no es posible desligar
la historia del español en esta región, su difusión oral y escrita en
ámbitos más o menos oficiales, sin considerar la marca particular que
dejó en ella el multilingüismo vigente en la etapa fundacional, su llegada
a un contexto caracterizado por una convergencia multilingüística
preexistente, asociada al contacto con lenguas inmigratorias como el

Lengua, historia y sociedad 33


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

galés, y el inglés en menor grado, y con lenguas indígenas de los pueblos


originarios: tehuelche septentrional esencialmente y mapuche con
posterioridad.

La sociolingüística como disciplina ha enfatizado la diversidad


del uso lingüístico. Es evidente que el estudio de la diversidad
conduce al análisis de su más claro ejemplo: el plurilingüismo.
(Appel y Muysken 1996: 14).

Al respecto manifiesta Fasold (1996: 37): “No se puede entender del


todo el plurilingüismo sin saber algo de las causas históricas que lo
originaron”. Luego propone cuatro patrones principales generadores de
situaciones de convergencia multilingüística: el imperialismo, el
federalismo, las zonas fronterizas y la migración, distinguiendo, en esta
última, dos grandes tipos: la migración de grupos mayoritarios
dominantes y la de grupos minoritarios que se trasladan a territorios ya
dominados por otra nacionalidad, como es el caso que nos compete. La
inmigración galesa a la Patagonia efectivamente transformó el mapa
lingüístico de la región y este es un tema que merece un abordaje
exhaustivo que solo se ilustrará parcialmente en esta oportunidad.
Introduciéndonos en lo metodológico, cabe aclarar que el corpus de
los proyectos base de investigación se conformó a partir de un intenso
trabajo de relevamiento en repositorios diversos del Chubut, como
museos regionales, bibliotecas y archivos de organismos oficiales
provinciales y municipales. El mismo abarca aproximadamente 250
facsímiles (fotocopias, copias digitales, fotografías) de documentos
administrativos originales, monolingües de español y bilingües español–
galés, fechados en la zona conocida como valle inferior del río Chubut,
entre los años 1865 – 1899.
El recorte efectuado se fundamenta esencialmente en el concepto
sociolingüístico de ámbitos o dominios de uso (Moreno Fernández 1998:
218), por cuanto se circunscribe el abordaje a los textos producidos en el
dominio de la administración.
La primera dificultad teórico-metodológica de circunscribir el campo
de estudio a los textos administrativos fue definir, justamente, cuándo
estábamos efectivamente frente a un texto de ese tipo, tratándose de
documentos que en múltiples ocasiones parecen transitar, en estilo y
contenido, una frontera lábil entre las esferas pública y privada de la vida
de sus autores. Concebimos, entonces, como textos administrativos, a
aquellos que se insertan en un contexto de carácter público e
institucional, y que comparten rasgos comunes, ya sea en cuanto a su
emisión, su recepción o su contenido temático; es decir, que presentan

34 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

variaciones estilísticas específicas, inherentes a dicho ámbito de


circulación.
Para la sistematización del material documental reunido en el corpus
se combinaron criterios cuanti- y cualitativos, desde un enfoque socio-
pragmático, con el propósito de interpretar los textos en su interacción
con el contexto en que se generaron y, por ende, conformar una muestra
estadísticamente relevante y cualitativamente lo más representativa
posible de los tipos textuales circulantes en la sociedad chubutense del
siglo XIX. Tomando como eje las regularidades y recurrencias en cuanto a
temas, funciones y tipos de estructuración, se intentó postular una
tipología adecuada a la realidad discursiva de referencia, priorizando los
siguientes tipos para la descripción: actas, notas, solicitudes, inventarios,
títulos de propiedad, boletos de marca de hacienda, certificados, recibos,
informes, documentos de carácter regulativo (resoluciones, decretos,
ordenanzas, reglamentos). También se aceptaron en la muestra algunos
tipos de documentos que, aunque presentaban bajos índices de
ocurrencia, podían reunir particularidades históricas o sociolingüísticas
de interés para ilustrar el análisis.
Antes de iniciar el estudio del caso, y para contextualizarlo
adecuadamente, sintetizaremos aspectos relevantes de la historia del
asentamiento poblacional galés en la región mencionada, a fin de que se
comprenda cabalmente el marco sociocultural y político en que se gestan
los documentos seleccionados.

3 Breve reseña histórica de la colonización galesa


El movimiento colonizador galés se genera a mediados del siglo XIX,
cuando la Argentina estaba en pleno proceso de organización
institucional. Motivaciones de carácter religioso, político y cultural
promueven que, en el año 1865, arribe el primer contingente de
migrantes galeses a las costas de la presente provincia del Chubut;
básicamente se resumen en la búsqueda de reconstruir la propia vida
comunitaria, recuperando la posibilidad de ejercer libremente sus
creencias, hablar su idioma y practicar sus costumbres.
Podemos sucintamente indicar que, a nivel religioso, desde mediados
del siglo XVIII el metodismo se había convertido en Gales en un
importante centro de desarrollo inconformista y, desde la perspectiva
económica, el desarrollo industrial había provocado un fuerte proceso de
urbanización y una grave crisis económica y social. La sucesión de
períodos de recesión, que sometían al obrero a vivir en una precaria
situación, la falta de trabajo y los salarios bajos provocaban la emigración
de muchos hacia otros sitios del planeta: EEUU, principalmente, donde
se necesitaba mano de obra.

Lengua, historia y sociedad 35


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

En las áreas rurales se agudizaban las diferencias religiosas, sociales,


lingüísticas y culturales entre terratenientes y arrendatarios. Se tensaban
las relaciones entre los campesinos que hablaban galés, eran
protestantes inconformistas y cada vez más liberales, y la clase
terrateniente que hablaba inglés, pertenecía a la iglesia anglicana y era
conservadora en política. La situación fomentaba un clima de opresión
que, para los líderes de los proyectos emigratorios, no podía ni debía
seguir tolerándose.
Muchos galeses fueron atraídos por la tierra gratuita que ofrecía
EEUU y, de hecho, en el año 1855, se formó una asociación colonizadora
que sirvió como agente unificador de las diversas colonias de EEUU y
realizó periódicas publicaciones en “Y Drych” (‘El espejo’) donde
informaban de sus reuniones. Sin embargo, uno de los líderes galeses del
movimiento, el reverendo Michael Daniel Jones, durante su viaje
exploratorio a EEUU en 1858, había conocido las desventajas de
asentarse en un territorio cohabitado por gente de diversas
nacionalidades y donde subsistía la presión de la lengua inglesa, por lo
que alimentó el ideal de establecer una colonia en la Patagonia. Su
relativo aislamiento podía garantizarles la preservación de su idioma,
religión y cultura, sin riesgos de rápida asimilación al país de adopción;
por otra parte, conocían los testimonios del Almirante Fitz Roy, quien
había recorrido las costas de América del Sur en 1833 y había elogiado
las condiciones favorables del valle del río Chubut. En consecuencia, en
1861, Michael D. Jones, Lewis Jones, Edwin Roberts y Hugh Hughes
crean una asociación con el propósito de organizar un asentamiento
autónomo en la Patagonia e inician los contactos con el gobierno
argentino a través del consulado en Liverpool. El Dr. Guillermo Rawson,
Ministro del Interior en Buenos Aires, se mostró partidario del proyecto, a
pesar de que en el Senado había provocado algunas controversias.
Finalmente, y tras arduas gestiones, mediante una nota firmada por el
Dr. Rawson, se concreta el ofrecimiento del Gobierno de otorgar tierra
pública en propiedad a toda familia que se estableciera a orillas del río
Chubut.
La comisión promotora en Gales comenzó a arengar a la población
para sumarse a la causa colonizadora, así como también publicó avisos
en procura de los medios necesarios para la partida. Zarparon el 28 de
mayo de 1865 de Liverpool y dos meses después, el 28 de julio, arribaron
a las costas de lo que es actualmente Puerto Madryn. Fueron recibidos
por los delegados Edwin Roberts y Lewis Jones, quienes serían, desde
entonces, nexo permanente entre la colonia4 y el gobierno argentino.

4 Referimos la expresión con que aquellos inmigrantes solían autodenominarse como


comunidad: Colonia Galesa de la Patagonia, o Colonia Galesa del Chubut, en correspondencia

36 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

Rápidamente los colonos comprobaron la dificultad de instalarse en la


zona de Puerto Madryn debido a la falta de agua potable, por lo que
resolvieron dirigirse hacia el valle del río Chubut, donde fundaron la
ciudad de Rawson (‘Trerawson’ en galés) en septiembre de 1865, con la
presencia del teniente coronel Julián Murga, comandante militar de
Patagones, como representante oficial. El asentamiento de este
contingente inmigratorio se traducirá, paulatinamente, en la
consolidación de los primeros núcleos poblacionales estables en la zona,
con lo cual es posible afirmar que la primera lengua no aborigen hablada
en la región no fue el español, sino el galés (Virkel 2004: 266). Debemos
tener en cuenta que, en 1865, año de su arribo, la población estable
hispanohablante más cercana era Carmen de Patagones, por cierto no
tan cercana, ubicada en la zona sur de la actual provincia de Buenos
Aires, y la Patagonia sur era habitada por etnias nativas seminómades.
No es un dato menor, en este sentido, citar que, para cuando el Estado
argentino encara la Campaña del Desierto (1878-1879) para someter a los
indígenas y ocupar militarmente sus territorios, en el valle del Chubut ya
hacía más de diez años que los galeses cohabitaban con los nativos,
forjándose progresivamente un vínculo de solidario intercambio y mutuos
beneficios en diversos aspectos.
La primera década representará para los colonos galeses una etapa de
incipiente organización comunitaria e institucional tendiente a garantizar
su supervivencia y desarrollo en un territorio que aún implicaba un
verdadero desafío para el gobierno nacional. Desafío que este irá
asumiendo cada vez más enérgicamente a partir de 1875, propiciando no
pocas situaciones de conflicto con la dirigencia local de la colonia, tal
cual se trasluce en el contenido del documento que abordaremos en
detalle.

3.1 La administración emergente: crónica de un tenso vínculo


Cabe aclarar que, durante los primeros diez años de residencia, los
inmigrantes galeses habían establecido formas de autogobierno de tinte
democrático, desarrollando regularmente elecciones para elegir sus
autoridades y tomando decisiones propias en temas muy sensibles como
podían ser: la atención de las necesidades educativas y de comunicación
comunitaria (prensa) o la organización de los sistemas de irrigación de la
tierra y comercio de productos, entre otros.

con la expresión galesa “Wladfa Gymreig”. De hecho, el término galés “Wladfa” ha pasado a
connotar, eventualmente, Patagonia y/o Chubut, aunque su traducción literal sea ‘colonia’.

Lengua, historia y sociedad 37


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

‘Era necesario plantar lo que debía ser el núcleo de la futura


sociedad y gobierno. En vista de ello, se eligió en Liverpool, por voto
secreto y dentro del contingente colonizador, una comisión de doce
miembros, con un presidente, secretario y tesorero’ [Matthews,
Abraham; Crónica de la Colonia Galesa de la Patagonia]. Un
reglamento constitucional perfeccionó luego la organización,
dividiendo los poderes y estableciendo el sistema electoral. Dos
tribunales, uno de arbitraje y otro de jurados, tenían a su cargo la
administración de la justicia. (Zampini 1979: 41–42).

La situación comienza a cambiar con el advenimiento de la


presidencia del Dr. Nicolás Avellaneda (1874), quien debe enfrentar las
crecientes pretensiones de Chile sobre la Patagonia y se ve impelido a
mostrar una intervención más directa en la región. Así es como da el
primer paso nombrando comisario para la colonia en 1875, figura que
inicialmente recae en un miembro de la misma, el presidente del Concejo
Municipal, pero tan solo por unos meses, pues luego se prefiere designar
un comisario externo, recayendo en el italiano Antonio Oneto, que es
nombrado en diciembre de 1875 y arriba a la región en enero de 1876,
con el doble rol de presidir la comisaría y la comisión responsable de la
distribución y venta de parcelas de tierra. A pesar de que estas
innovaciones no impedían a los pobladores preservar su gobierno local, el
hecho de que el accionar del juez de paz y el presidente del Concejo
quedara supeditado a la fiscalización del comisario fue gestando
discrepancias que se hicieron públicas en medios gráficos de la época
(Ein Breiniad, semanario fundado en 1878 por Lewis Jones, líder del
movimiento colonizador).
En 1878 se da también, concomitante a los avances de la Campaña
del Desierto contra la población indígena, la creación de la Gobernación
de la Patagonia, y la colonia chubutense queda afectada a la aplicación
de la llamada ‘Ley del Chaco’, dictada en 1872, hasta tanto se designe un
gobernador, cosa que ocurrirá por primera vez recién en 1885.
Antes de ello, y tras la partida de Oneto, la administración oficial irá
alcanzando una organización más firme, con la incorporación de otras
funciones además del comisario: un secretario, un subprefecto del
puerto, un jefe de Aduana y un grupo de policía. Varias figuras ocupan
circunstancialmente el cargo de comisario, entre los cuales se destaca
Juan Finoquetto, quien impone a su gestión un matiz más incisivo,
haciendo sentir su supremacía por sobre toda otra dirigencia. Vale como
ejemplo el siguiente fragmento de una respuesta que dicho funcionario
envía a Lewis Jones y David Lloyd Jones, presidente municipal y juez de
paz, respectivamente:

38 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

Chubut, Noviembre 12 de 1881


A los Señores Luis Jones y David Ll. Jones.
Habiéndose ustedes dirigido oficialmente al infrascripto, a
nombre de una municipalidad y juzgado de paz, y estando
constatado que en esta Colonia no existen autoridades locales que
estén establecidas legalmente, con la aprobación oficial del Superior
Gobierno, y la demarcación de sus atribuciones, a excepción de las
autoridades Nacionales, me es sensible devolverles la nota, a fin de
que se sirvan rehacerla en forma; peticionando en ella como
colonos, y no como autoridades, para poder legalmente darle curso y
elevarla si fuera necesario a la Superioridad (…) El Gobierno
mientras no cree necesario establecer en las Colonias Nacionales
autoridades locales, como ser, Municipalidad, juez de paz y Policía
elegida entre los colonos, ha encargado a los Comisarios la
administración interna de ellas en lo político y militar, y para ello los
ha dotado de un personal policial que responda a ese objeto.
Todos los colonos saben que en la Comisaría Nacional
encontrarán la autoridad legal, encargada de atender sus quejas o
dirimir sus asuntos, siempre que para ello sea preciso la
intervención de justicia, y los empleados de esta Comisaría se
esmeran en sus actos públicos y privados en dar buen ejemplo a los
colonos, a fin de que no tengan la menor queja de sus
procedimientos… (Dumrauf 2008: 188).

Actitudes como esta harán que los colonos sientan cada vez más
desestimada la legitimidad de sus autoridades y amenazado el futuro de
sus procesos eleccionarios, que consideraban avalados incluso por la
antes citada Ley del Chaco. Insistirán en su aplicación, reclamando al
gobierno nacional, no sin atravesar importantes pleitos con sus delegados
en la región. Finalmente, en mayo de 1885, asumirá sus funciones el
primer gobernador del Territorio Nacional del Chubut, teniente Coronel
Jorge Luis Fontana, quien propiciará, entre sus primeras gestiones, la
realización de votaciones, las cuales devienen en la instalación, en agosto
de 1885, del nuevo Concejo Municipal en Gaiman, presidido por Eduardo
J. Williams, con jurisdicción en toda la zona poblada en ese entonces.
Justamente la amplitud de la jurisdicción dará lugar a nuevas
causales de conflicto, por cuanto, para favorecer una atención más
rápida y operativa de los asuntos, en setiembre de 1888, el gobernador
designará una comisión de cinco miembros circunscripta al pueblo de
Rawson, pero con todas las atribuciones de los concejos municipales,
acto que será mal visto por los miembros del Concejo original, como una
maniobra para debilitar el consenso, dividir fuerzas, reemplazar las
elecciones por la designación y derivar, en última instancia, el ejercicio
del poder a dicha comisión, supuestamente designada ad hoc. A pesar de
los reclamos, la situación derivará en la escisión efectiva de la

Lengua, historia y sociedad 39


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

jurisdicción del Municipio del Chubut en dos municipalidades, una con


asiento en Rawson y otra en Gaiman, mientras que los procesos
eleccionarios que se suceden en 1889, tanto para la elección de juez de
paz como para la renovación de miembros del Concejo Municipal de
Rawson, culminan en frecuentes denuncias por irregularidades y abusos.

Este conflicto de autoridades en la aldea chubutense que


operaba de capital del territorio [Rawson] llegó a su máxima tensión
cuando el 4 de febrero de 1890, la ‘comisión municipal’ destituyó al
juez de paz [David Lloyd Jones] por desconocer su autoridad y
nombró reemplazante. Los antecedentes del conflicto fueron
pasados al juez letrado a fin de que aplicara el castigo
correspondiente. Lloyd Jones desconoció lo resuelto, instaló su
despacho en su domicilio y remitió una nota al gobierno en la que
procura probar la ilegalidad del proceder de esa comisión, que ‘la
supuesta municipalidad no había sido reconocida por el gobierno y
que estas personas han usurpado la autoridad’, por lo que considera
‘que el juez es la única autoridad legalmente constituida que hay en
el distrito’… (Dumrauf 1991: 276).

Con el gobernador Fontana ausente hacía casi un año por motivos de


salud y gobierno, y la Gobernación a cargo interinamente de su
secretario, Alejandro Conesa, los vínculos institucionales se tensan al
límite, y es este es el momento en que ubicamos la producción del
documento que tomaremos en detalle seguidamente, Memoria y
Suplicacion (sic) del Territorio Chubut, fechado el 1º de marzo de 1890
[Fuente: Museo Histórico ‘Pueblo de Luis’, Trelew, Chubut].

4 Análisis del caso


Es un texto bilingüe español – galés organizado en páginas alternadas
en donde se presenta primero la versión en español y luego la versión en
galés. El título está en español. Estimamos que la precedencia dada al
español tiene que ver con la prioridad que impone el destinatario, que
sería una autoridad oficial, más específicamente un juez letrado, según
las deducciones que referiremos más adelante. El tono del texto es de
reclamo, firme y formal al mismo tiempo, y esto lo impregna de un estilo
diplomático, con un elaborado discurso, un léxico preciso y oportuno
para la circunstancia, cuidado registro y lógica argumental.
Para la fecha en que se genera el documento, el español estaba en un
proceso de imposición como lengua oficial de la administración en el
marco de las fuertes discrepancias que se generaban entre las
autoridades nacionales y los dirigentes locales que representaban a los
colonos. Con fecha 31 de diciembre de 1887 se documenta que el
entonces gobernador Jorge Luis Fontana instituía lo siguiente:

40 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

Siendo inconveniente e irregular que la Municipalidad y Jueces


de Paz autoricen documentos de carácter oficial, escritos en idioma
estrangero (sic), con el sello nacional…, así como la firma de los
empleados, y teniendo presentes las instrucciones recibidas del
Gobierno General;
El Gobernador del Chubut decreta:
Art. 1º: Queda terminantemente prohibido estampar el sello de
las reparticiones públicas del territorio en documentos que no estén
en idioma nacional… (Archivo de la Provincia del Chubut. Libro
1885-1892: 138 [Paesa 1967: 92]).

Por lo expuesto se deduce que el documento de análisis fue pensado y


escrito primero en galés, pero volcado al español por la presión
sociopolítica y cultural que originaba una situación de diglosia cada vez
más marcada. Claramente, el galés ya no sería la lengua dominante en
estos textos ni en estos contextos de comunicación formal.
Cabe aclarar que el aspecto general del texto es cuidado, manuscrito
en cursiva con una caligrafía legible y prolija, sin ornamentos, membretes
ni sellos oficiales identificatorios. Se observan escasas e igualmente
prolijas enmiendas que no podemos determinar si pertenecen al mismo
escritor o a otro/s, pero son producto, seguramente, de segundas
lecturas tendientes a esclarecer los conceptos. Es muy probable que
hayan existido borradores previos en ambas lenguas. De hecho, la
caligrafía evidencia que se trata del mismo escribiente en las dos
versiones, de quien inferimos una condición de bilingüe coordinado,
aunque su español denota frecuentes vacilaciones: imprecisiones a nivel
ortográfico (no usa tildes [operacion, garantia, benefico], muestra
oscilaciones entre ‘j’ y ‘g’ [elejida, enerjia], registra metátesis vocálicas
[‘viente’ por ‘veinte’, ‘ciudado’ por ‘cuidado’]), falta de concordancia
gramatical [‘se publico los nombres’, ‘defender sus derecho’], inclusión de
préstamos léxicos [anglicismos por analogía con el lexema equivalente en
español: condition, proportion, impartial] e interferencias sintácticas por
contacto [‘hasta que se decretó la Ley Oct 10 de 1884’, ‘por haber
formulado una protesta en contra el cambio decretado’], entre otros
fenómenos, propios de quien ha aprendido el español como segunda
lengua o, quizás, domina ambas pero posee vínculo primario con el galés.
Se compone de catorce páginas, ocho en español y seis en galés, y una
portada, con el título y fecha, que anticipa el tenor de su contenido y
resulta una instrucción al lector sobre el modo en que debe
predisponerse ante el texto y, por ende, comprenderlo y comprometerse
frente a sus postulados. A propósito podríamos reconocer, en su
contenido, tres núcleos temáticos:
*Artículos 1 a 8: a modo de introducción general, se remonta al
pasado, recordando los inicios del asentamiento galés en la región,

Lengua, historia y sociedad 41


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

citando su emplazamiento y sus promotores, tanto galeses como locales


(caso Ministro del Interior Guillermo Rawson) y relatando las peripecias
vividas desde su arribo hasta 1881, período en el cual predomina la
autogestión en todos los aspectos de la vida comunitaria y para la
resolución de todos los problemas, con comunicación esporádica al
Ministerio del Interior. Se rememoran las penurias y fracasos agrícolas
que amenazaron con una nueva emigración, pero también la esperanza
emergente con el desarrollo de los sistemas de irrigación por canales y el
establecimiento de formas de gobierno democráticas.

… la colonia se dejo (sic) para si (sic) mismo para emprender


estos trabajos sin ayuda de ninguna parte, con projecto (sic), trabajo
ni dinero– los canales se han hecho por los mismos chacreros bajo
la direccion (sic) de personas de entre si (sic)… (Artículo 5: 2).

Que la Colonia ha trabajado por viente (sic) años bajo la


desventaja de una administración provisional, y por cuatriquintas
partes de este tiempo ha estado sin los titulos (sic) para la tierra que
ocupa (Artículo 6: 3).

* Artículos 9 a 13: se detallan las gestiones realizadas ante autoridades


nacionales y territoriales para la garantía de sus derechos a elección y
autogobierno. En este sentido, se explicitan los fundamentos para
defender el respeto a la Ley del Chaco que así lo habilitaba. También se
definen los alcances en atribuciones del Concejo Municipal, su principal
órgano para la discusión y resolución de asuntos comunes, y se exalta la
confianza que el gobernador había sabido promover entre los colonos,
reconociéndoles sus esfuerzos y contribución al desarrollo de los pueblos
de la región.

Que los pobladores miran a una Municipalidad elejida (sic) por


ellos mismos como una garantia (sic) que no se les cargara (sic) con
medidas caprichosas prestados (sic) de municipalidades de ciudades
ni tampoco con ninguna cosa que no sea para el desarrollo de la
agricultura y beneficio para toda industria en el pais (sic) (Artículo
10: 5).

* Artículos 14 a 20: se señala la ausencia del gobernador Fontana


entre 1889 y 1890 como punto de inflexión que ha derivado en un
proceso de distorsión de las instituciones, provocando desorden,
conflictos de poder y situaciones que califican de abusivas a sus derechos
adquiridos. Citan sucesos concretos como la realización cuasi-
fraudulenta de elecciones, el accionar arbitrario de la policía, el
desconocimiento de la autoridad del juez de paz, el debilitamiento de la
colonia desdoblando su gobierno en dos municipios, la designación (en

42 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

Rawson, suponemos) de una comisión municipal integrada casi


totalmente por funcionarios nacionales. Culminan con una evocación a
valores absolutos como la posteridad (sus hijos), el Territorio y la
República como motivaciones y destinatarios finales de su defensa, en
tanto se trata, en última instancia, de una manera de recuperar, no sólo
la fe en el futuro de la colonia, sino la fe en la supremacía del derecho y
en el bien del país.

Que la larga ausencia de su Ex el Señor Gobernador a causa de


enfermedad y asuntos de su administración (sic) ha sido causa de
que han sucedidos (sic) cambios, que han puesto la colonia en un
estado de incertidumbre sin fe sin orden (…) Que el estado presente
de la colonia ha sido causado por la intervención del Señor
Gobernador Interino para con la Municipalidad del Chubut formada
en 1885 por la actitud presuntuoso (sic) de la Comision (sic)
Municipal del pueblo Rawson formada por el Señor Gobernador en
1888 y por los actos arbitrarias (sic) de la Policia (sic) (Artículos 14 y
15: 5-6).

Sorprende la correcta organización del texto en artículos (veinte en


total) e incisos que ordenan sucesivamente el documento, jerarquizando
la exposición y afianzando su posición ante la realidad descripta. Es un
texto de carácter narrativo con una clara organización secuencial y
progresión temática, pero, paralelamente, atravesado por fuertes
argumentos que intentan persuadir y generar la empatía del receptor.
Cada uno de los artículos comienza con el pronombre relativo ‘que’, como
si se enumeraran considerandos para una resolución que, no se emite,
pero se espera, supuestamente, del destinatario (juez letrado interviniente
en la mediación de este conflicto institucional). Justamente, en el último
considerando, el correspondiente al punto veinte, se advierte una
solicitud tácita de que, de alguna manera, se devuelvan los derechos
legales y se restablezca la fe de los colonos galeses en el marco de la
supremacía de la ley y “para toda industria y adelanto del país”. Aquí
emerge la verdadera motivación que subyace a la producción de este
texto, un sentimiento de pérdida de los derechos y desconfianza en la
prosperidad de la colonia a veinticinco años de su establecimiento
primero.
Por lo expuesto, observamos que este documento posee rasgos
estilísticos que merecen una especial atención y, en ese sentido, cabe
ocuparnos, sucintamente, de las variaciones estilísticas como criterio de
análisis lingüístico. Moreno Fernández plantea que es conveniente hacer
un uso diferenciado de estilo y registro, aunque se trate de conceptos
asociados y que otros autores conciben casi como sinónimos (Labov
1966):

Lengua, historia y sociedad 43


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

No es posible entender bien la variación estilística si se prescinde


de la variación sociolingüística, como no se puede dejar a un lado la
variación estilística si se quiere llegar a una correcta interpretación
de la variación sociolingüística. La estilística de la lengua contribuye
a una correcta valoración de la diversidad sociolingüística que
encierran las comunidades de habla. (Moreno Fernández 1998: 92)

Este autor establece que, en la variación de estilo, inciden dos tipos de


factores: los personales (características vinculadas al hablante/emisor y
su audiencia/receptor) y los no personales (particularidades del discurso,
su tema y género, y del contexto situacional).
Respecto al registro empleado en el texto por su/s autor/es, es
claramente formal; optan por una enunciación en tercera persona
gramatical aun para referirse a ellos mismos, destacándose la coherencia
entre forma, significado y propósito comunicativo. La particular selección
de marcas léxicas, tratándose de usuarios no nativos de la lengua
española, da cuenta de esto especialmente. Estas operan como fórmulas
de tratamiento referenciales que, a diferencia de las fórmulas directas
destinadas a identificar a los interlocutores, “pueden referirse a cualquier
tipo de elementos, se produzca un tratamiento con ellos o no” (Rojas
Mayer 2008: 28).
Citaremos a continuación los ejemplos, a nuestro criterio, más
destacados para ilustrar el mapa de relaciones sociales de la época. En
cuanto a la referencia a las autoridades de gobierno, encontramos una
gradación posible entre ejemplos de tratamiento usual (Señor), pasando
por fórmulas que aluden a profesiones y cargos, hasta alcanzar el
carácter de tratamientos honoríficos: el Señor Irigoyen, Dr Rawson, Señor
Comisario, el Señor Gobernador, Señor Gobernador Interino, Señor Juez de
Paz, su Ex [su excelencia] el Señor Gobernador.
Teniendo en cuenta que las pautas de tratamiento intervienen en las
relaciones sociales diferenciando el vínculo entre los participantes según
parámetros de distancia/proximidad – respeto/confianza –
poder/solidaridad – formalidad/informalidad – ámbito público/ámbito
privado – conocimiento/desconocimiento (Calsamiglia Blancafort y Tusón
Valls 1999: 141), podemos deducir que las formas guardan la distancia
presupuesta por la jerarquía social que los diferencia y solo se apela a
una marca de distinción honorífica para referir al gobernador Fontana,
ausente en la oportunidad, en quien casualmente depositaban la
esperanza de solución definitiva a los conflictos en auge.
En cuanto a las formas de presentación de los propios emisores,
podemos decir que domina la autorreferencia en tercera persona,
empleando sustantivos pluralizados que, a modo de construcciones
apositivas, aparecen en una progresión connotativa, construyendo

44 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

gradualmente una suerte de metáfora que pone en evidencia la


percepción que tienen de sí mismos como colectivo social, en proceso de
conformación de una identidad propia en el nuevo territorio y a través del
tiempo. La secuencia es: los colonos (Artículo 4 y otros), los chacreros (Art.
5), los pobladores (Art. 10), súbditos galenses (Art. 12), los memorialistas
(Art. 20).
Al emplear la expresión ‘colonos’ están refiriendo a la condición de
inmigrantes, ‘chacreros’ remite a su rol protagónico como trabajadores de
la tierra; con ‘pobladores’ asumen la importancia de su presencia para la
ocupación estable de la región y se asimilan a ella; al decir ‘súbditos
galenses’ se reconocen como extranjeros subordinados a la autoridad
nacional (especialmente la de Fontana); y al culminar con ‘los
memorialistas’ podemos decir que se conciben protagonistas de la historia
que refieren y guardianes de su memoria, en consonancia con el género
en que circunscriben el documento: Memoria y Suplicacion (sic) del
Territorio Chubut.
Como mencionamos inicialmente al describir los criterios
metodológicos, algunos documentos no son tan fácilmente clasificables
en un tipo textual determinado, ya que poseen un alto grado de
espontaneidad en su registro y tienden a resolver situaciones emergentes
en una comunidad en formación que no dominaba el español ni estaba
entrenada para redactar formalmente en esa lengua. Producir
documentos para la administración imponía atender a cánones
preestablecidos en el marco de un acontecer social fundacional, donde el
matiz de indefinición parecía atravesar fuertemente todo: las estructuras
textuales, la organización política, la nomenclatura toponímica, el
sustento económico, etc.
Respecto a esto, y a modo de ejemplo, podemos referir a otro de los
textos del corpus de base que identificamos como acta de reunión, y que
sus autores titulan, en realidad, simplemente Protesta, poniendo el
acento en la intencionalidad pragmática que sustenta su origen. Rojas
Mayer (1998), al abordar el tema de la tipologización documental, alude
como un criterio posible y primario de clasificación al de la
autodenominación de los textos, es decir, a la forma en que cada emisor
concibe su discurso y consecuentemente identifica el texto que produce.
La especie discursiva de la ‘protesta escrita’ es especialmente interesante
para nuestro análisis en consideración del contexto sociohistórico que
abordamos: se trata de una comunidad que se muestra, en acto y
palabra, muy decidida a defender sus opiniones, derechos y decisiones
con una llamativa fuerza colectiva.
Pragmática y sociolingüística conectan sus intereses como disciplinas
que consideran al contexto como condicionante de la variación lingüística
y de los procesos de construcción y comprensión discursivas, por lo que

Lengua, historia y sociedad 45


Sandra Lubén Jones y Vilma Nanci Jones

sus aportes en esta ocasión son fundamentales para interpretar el texto


seleccionado.

Maingueneau enfatiza el hecho de que, desde su enfoque, el


análisis del discurso se interesa por la forma en que se relacionan
enunciativamente un modo de organización textual y un lugar
social, por lo cual en este caso la noción de género es central. El
género es ‘institución discursiva’ en tanto haz de rasgos verbales
asociados a una práctica social que, a su vez, define. (Arnoux 2009:
16).

En este marco, el texto que analizamos se autodenomina (Rojas Mayer


1998) Memoria y Suplicacion (sic) del Territorio Chubut. No tiene firma de
autor, aunque se infiere su creación colectiva al decir: “los memorialistas
están convencidos”; tampoco se explicita el nombre del destinatario, por
lo que conjeturamos que podría tratarse de un documento adjunto a otro,
probablemente una solicitud o nota formal, junto a la cual actúa a modo
de discurso de descargo y de apelación frente a una situación que se
percibe como injusta: “…causando grandes inconvenientes y perdidas
(sic) a los electores y un deslustre grande a la Gobernacion (sic) a causo
(sic) de la arbitrariedad y abusos cometido (sic)…”.
Intuimos que el mismo ha sido presentado al juez letrado interviniente
en el conflicto entre los colonos, la comisión municipal de Rawson y el
gobernador interino, que recrudeció durante la extensa ausencia del
gobernador Fontana, y derivó en la destitución del juez de paz, David
Lloyd Jones. Esta hipótesis podría fundarse también en las
características de la suplicación como tipo textual, en tanto se trata de un
recurso procesal extraordinario, ya usado en América desde la época del
Consejo de Indias para dar lugar a la defensa del acusado a fin de que se
reconsiderara o reviera la situación de conflicto; es lo que, en el campo
jurídico, se conoce actualmente como recurso de reposición.
En cuanto a la primera expresión del título, memoria, podemos decir
que, genéricamente, en ella predomina la superestructura narrativa según
la cual cronológicamente se van exponiendo los hechos, aunque, en este
texto puntual, se enuncian en forma de artículos que devienen en
argumentos encadenados que dan cuerpo a la suplicación
(superestructura argumentativa).
Acá la suplicación no tendría sustento sin la memoria, en tanto esta se
erige en el macroargumento para ‘suplicar’; la narración está en función,
o al servicio, de la argumentación.

46 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Textos administrativos del siglo XIX en Chubut: estilo y contexto social

Dado que la homogeneidad textual –en el sentido de que los


textos puedan clasificarse en un solo tipo textual– es una excepción
(…) la heterogeneidad secuencial puede analizarse con la ayuda de
dos conceptos, la inserción y la dominancia. Por ejemplo, puede
darse el caso de que una secuencia contenga una secuencia de
distinto tipo [inserción]; la otra posibilidad es la mezcla de
secuencias de tipos diferentes: la relación es de dominancia si, por
ejemplo, predominan las macroproposiciones narrativas y éstas se
coordinan mediante conectores argumentativos. La fórmula es la
siguiente: [sec. Narrativa que > sec. Argumentativa]. Los textos,
subraya Adam, se sitúan en un ‘tipicismo gradual’. (Ciapuscio 1994:
91 – 92).

Como vimos al sintetizar los núcleos temáticos del contenido, la


secuenciación argumental está hábilmente construida in crescendo en un
eje estructural sintetizable en los siguientes puntos de anclaje:
Pasado – Presente – Futuro
(memoria) (denuncia) (promesa/esperanza).

5 Palabras finales
Muchos factores inciden en la construcción y reconstrucción de los
discursos de acuerdo a los diferentes tipos textuales priorizados, la
estructuración de los mismos, sus rasgos estilísticos, el contexto en el
que se inscriben y la interacción de los participantes que los
protagonizan.
Sabemos que cada hablante/emisor deja, consciente o
inconscientemente, sus huellas y las de su mundo inscriptas en cada
texto producido. De igual modo, a través de la información contenida en
los documentos de archivo podemos deducir el pensamiento dominante,
contrastante o resistente, los principales actos y preocupaciones de los
hombres, sus hábitos y costumbres, sus conflictos, y, esencialmente, ver
cómo la lengua expresa y crea a la vez sus representaciones del mundo,
de la sociedad y de la época.
Si bien esta ponencia es solo una aproximación al estudio del
documento en cuestión y un incipiente acercamiento al corpus recopilado
para el proyecto de investigación que nos compete, deja una puerta
abierta para profundizar en su abordaje y proyectar nuevas indagaciones,
en tanto, a través de la lengua, podemos repensar un pasado que aún
tiene implicancias en nuestro presente y contribuye a delinear nuestra
identidad cultural y lingüística regional.

Lengua, historia y sociedad 47


Capítulo 3
Apuntes sobre el problema de la lengua nacional
en la gramática escolar argentina

Esteban Lidgett

En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013)


Lengua, historia y sociedad.
Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística.
Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 49-59.
ISBN 978-950-774-228-6
Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830

Resumen
La propuesta de este trabajo será analizar comparativamente, desde una
perspectiva historiográfica (Swiggers 2004 y 2009), las concepciones acerca de la
norma lingüística y las tradiciones gramaticales presentes en dos gramáticas que
corresponden a periodos históricos muy disímiles: La Gramática Argentina (1852)
de Rufino y Pedro Sánchez y la Gramática de la lengua castellana (1893) de
Ricardo Monner Sans y Baldmar Dobranich. Mientras que La Gramática Argentina
adopta una postura nacionalista con respecto a la norma lingüística local, en
consonancia con otras obras del periodo (Costa Álvarez 1922); la obra de Monner
Sans y Dobranich se alinea con el discurso purista y casticista sobre la lengua
nacional, propio de la administración educativa posterior a 1880 (Sardi 2006). No
obstante esto, nuestro análisis nos ha permitido confirmar que si bien existen
diferencias significativas en lo que respecta a la macroestructura de estas
gramáticas, puede corroborarse efectivamente la continuidad entre una obra y la
otra de un conjunto específico de tradiciones gramaticales (que van desde la
gramática racional a la académica). Esto permitiría pensar que la configuración de
la gramática escolar argentina, al menos desde el punto de vista de la
historiografía lingüística, presenta un desarrollo autónomo que no siempre
encuentra una correspondencia exacta con las políticas educativas de las distintas
administraciones públicas.

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Esteban Lidgett

1 Introducción
El presente trabajo se inscribe en el marco del proyecto de
investigación plurianual CONICET titulado “La configuración de la
gramática escolar argentina (1863-1922)”, que tiene como objetivo trazar
una historia de la gramática escolar argentina desde la primera
legislación existente (1863, decreto fundacional del Colegio Nacional de
Buenos Aires) hasta la creación del Instituto de Filología de la
Universidad de Buenos Aires (1922).5 En esta línea, la propuesta de este
trabajo será analizar comparativamente, desde una perspectiva
historiográfica, las concepciones acerca de la norma lingüística y las
tradiciones gramaticales presentes en dos gramáticas que corresponden a
periodos históricos muy disímiles: La Gramática Argentina (1852) de
Rufino y Pedro Sánchez y la Gramática de la lengua castellana (1893) de
Ricardo Monner Sans y Baldmar Dobranich.
Los textos didácticos en general y las gramáticas escolares en
particular, por definición están atravesados por una intencionalidad
pedagógica determinada por los modelos educativos presentes. Esta
determinación, examinada en obras gramaticales de momentos históricos
disímiles, verificará resultados distintos expresados sustancialmente en
la macroestructura de cada obra. Sin embargo, en lo que respecta a las
tradiciones presentes en los textos, es posible plantear una continuidad
en una serie de rasgos que, aunque presenten diferencias en virtud de su
inscripción a contextos socio-históricos distintos, permitirían construir
una identidad genérica de la gramática escolar argentina. Tal
constatación daría la posibilidad de sostener que existe una línea
coherente de tradiciones gramaticales presentes en la gramática escolar
argentina, lo que demostraría que desde un punto de vista
historiográfico, los elementos a tener en cuento para la periodización no
pueden basarse únicamente en factores externos.

2 La metodología de análisis
Consideramos, siguiendo los postulados de García Folgado (2005), que
el abordaje de la corriente gramatical escolar desde la historiografía
lingüística permite analizar la historia de la gramática poniendo en
relación las obras con sus destinatarios, con la práctica docente, la
legislación que controla su producción y su lugar en la escala
epistemológica. En esta línea, postulamos la necesidad de un enfoque
historiográfico que integre la perspectiva orientada hacia el contenido y la
perspectiva orientada hacia el contexto. Si bien es cierto que ambas

5 Nos referimos al PIP/CONICET 11220100100218 “La configuración de la gramática


escolar argentina (1863-1922)”, dirigido por Salvio Martín Menéndez y codirigido por Guillermo
Toscano y García.

50 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Apuntes sobre el problema de la lengua nacional...

requieren frecuentemente la aplicación de criterios metodológicos


disímiles, como sostiene Swiggers (1990), no sólo no son mutuamente
excluyentes, sino que además existen vínculos importantes entre el
contenido y el contexto de una teoría. En particular, para la gramática
escolar argentina, como hemos señalado, resulta indispensable poner en
vinculación la reelaboración de las perspectivas teóricas que se
transmiten en los libros de texto con fenómenos contextuales, tales como
las modificaciones en la legislación escolar y ciertos acontecimientos
históricos de particular relevancia en la configuración de las políticas
lingüísticas. Tal vinculación permitiría, asimismo, observar en qué
medida los procesos y cambios en el nivel externo se verifican en el
discurso gramatical.
En ese sentido, si queremos seguir un modelo historiográfico como el
propuesto anteriormente, debería ser posible establecer, en principio, un
criterio que permita definir la gramática escolar y sus etapas. Arnoux
(2008) aporta algunas características propias del discurso gramatical que
resultan pertinentes para definir nuestro objeto. Considera que “en los
discursos gramaticales conviven, con distinta importancia y variadas
combinaciones según los momentos, una perspectiva teórica, una
descriptiva y una normativa” (Arnoux 2008: 207). El predominio de uno
de estos enfoques sobre el resto, sostiene la autora, ha conducido a
definir una gramática como teórica si “parte de una reflexión amplia
sobre las lenguas e ilustra los fenómenos a partir de muestras
pertinentes de una de ellas o de contrastes entre varias”; descriptiva, si
contempla diversos usos de la lengua; y normativa, cuando “consagra
una variedad vinculada estrechamente a la lengua escrita y que es
autorizada, generalmente, por un centro institucional que determina el
‘bien hablar y el bien escribir’” (Arnoux 2008: 207-208). Sin embargo, es
preciso notar que, como señala Arnoux, las tres dimensiones están
presentes en todas las gramáticas. De esta forma, una de las
características fundamentales que asume la gramática escolar es la
preponderancia de la dimensión normativa, toda vez que su
intencionalidad es declaradamente pedagógica antes que teórica y
descriptiva.
Esta característica, sin embargo, no alcanza para delimitar el objeto,
puesto que la presencia de la dimensión normativa y aun su
preponderancia puede vincularse a una multiplicidad de obras
gramaticales elaboras por fuera del circuito escolar. En ese sentido,
García Folgado (2005: 33) sostiene que, más allá de la función didáctica
propia de muchas gramáticas, “se considera que es gramática escolar
aquella cuyo objetivo principal es la formación en la propia lengua, sea
cual sea su objetivo particular –alfabeto-gramatización, aprendizaje de
otras lenguas, etc.-”. Esta definición resulta interesante en el sentido de

Lengua, historia y sociedad 51


Esteban Lidgett

que permite encontrar una especificidad analítica que trasciende el mero


dato empírico de si una gramática constituye un libro escolar o no, es
decir, si ha circulado o no en dicho ámbito. En otras palabras, para
hablar de gramática escolar es necesario pensar en un sistema escolar
que considera la gramática como disciplina que se propone consolidar un
modelo de lengua para la Nación.
Si consideramos la producción de gramáticas en la Argentina durante
el siglo XIX, veremos que casi exclusivamente se trata de obras
destinadas al circuito escolar y estrechamente vinculadas con las
políticas estatales. En efecto, es posible observar el incremento en la
publicación de gramáticas escolares conforme se consolida el proceso de
centralización de la educación en Argentina.6 De esta forma, aceptando la
definición propuesta para la gramática escolar, resulta plausible
establecer una primera periodización que tenga como punto de inflexión
la primera legislación escolar, que establece la fundación del Colegio
Nacional de Buenos Aires en 1863.7 A partir de allí podemos considerar
dos grandes etapas diferenciadas durante el siglo XIX: i) una etapa previa
a la organización de los colegios nacionales, caracterizada por la escasa
publicación de obras gramaticales y un mayor grado de dispersión
temática en los contenidos; y ii) una etapa posterior a la su organización,
caracterizada por una mayor presencia de manuales escolares y una
mayor incidencia de la legislación educativa en la distribución de los
contenidos.

3 Las gramáticas
Asumiendo esta definición de la gramática escolar y sus etapas,
proponemos a continuación un análisis sucinto de la Gramática
Argentina (1852) de Rufino y Pedro Sánchez y de la Gramática de la
lengua castellana (1893)8 de Baldmar Dobranich y Ricardo Monner Sans,
sobre la base de una matriz descriptiva construida a partir de los rasgos
que consideramos característicos de la gramática escolar. Estos rasgos
dependerán de la inscripción de las obras a sus respectivos periodos y, en
consecuencia, estarán codificados de un modo particular en cada texto.

6 De acuerdo con los datos que se han podido relevar hasta ahora en el PIP-CONICET “La
configuración de la gramática escolar argentina (1863-1922)”, hasta 1863 se publican en
Argentina nueve gramáticas y desde 1863 hasta 1900, periodo en que se consolida la
legislación escolar centralizada, se publican más de un centenar de gramáticas en este país
(cfr. García Folgado y Toscano y García 2012).
7 Hacia 1863, el entonces presidente Bartolomé Mitre firma el decreto a través del cual el
Departamento de Instrucción Pública crea el Colegio Nacional de Buenos Aires con el expreso
propósito de “fomentar la educación secundaria” (cfr. AA.VV. 1901: 120). En diciembre de
1864, por cinco decretos sucesivos, se crean los Colegios Nacionales de Mendoza, San Juan,
Tucumán, Salta y Catamarca; y con posterioridad se van creando en otras provincias (cfr.
García Folgado y Toscano y García 2012).
8 En adelante, GA y GLC, respectivamente.

52 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Apuntes sobre el problema de la lengua nacional...

La GA, escrita por Rufino y Pedro Sánchez, pertenece a lo que hemos


definido como periodo anterior a la organización de los colegios
nacionales, cuando todavía no existe un conjunto demasiado orgánico de
legislaciones educativas a nivel nacional que regulen los contenidos a
impartir. Sin embargo, la obra de los Sánchez, como ha observado la
crítica, a diferencia de otras gramáticas del periodo –incluso a diferencia
de la anterior edición de 1828–, sí se construye sobre la base de un
modelo que pretende ser de integración nacional a partir de un complejo
entramado discursivo que vincula el sentimiento nacional y la cultura
ilustrada (cfr. Blanco 2003).
Por su parte, la GLC, escrita por Baldmar Dobranich y Ricardo
Monner Sans, es la primera gramática publicada con arreglo a la
legislación de 1892, un legislación que prescribe con detalles el contenido
de los planes de estudio de los cursos de gramática (cfr. Dobranich 1892).
Esta obra se inscribe en el periodo posterior a la organización de los
colegios nacionales, caracterizado por la presencia de una Estado que
regula y centraliza la educación y los contenidos a impartir en los cursos
a través del instrumento legislativo y de organismos reguladores como el
Consejo Nacional de Educación.9

3.1 La matriz de análisis


La matriz de análisis propuesta en función de la definición presentada
en §2 considera tres rasgos genéricos particulares de la gramática
escolar: 1) la concepción de lengua; 2) la concepción pedagógica; y 3) la
influencia de tradiciones gramaticales.

3.1.1 Concepción de la lengua


La concepción acerca de la variedad de lengua que se debe enseñar es
un elemento clave para analizar cualquier gramática escolar, puesto que
es el punto central sobre el que se define una perspectiva normativa que,
en muchos casos, está vinculada con la legislación educativa. Las
gramáticas escolares en general, en virtud de su carácter normativo,
definen dos modelos sobre la lengua: a) un modelo positivo que determina
aquello que se debe enseñar o aquello que se considera “el uso correcto”;
y b) un modelo negativo, que identifica el uso incorrecto y censurable de
la lengua. Las precisiones con respecto a lo que no se debe decir o a lo
que se considera un uso incorrecto de la lengua son las que determinan

9 El Consejo Nacional de Educación (CNE), fundado en 1881, viene a reemplazar a la


antigua Comisión Nacional de 1871 y se encarga de ejercer una considerable acción
centralizadora sobre la distribución de los contenidos escolares a través, por ejemplo, de la
creación de comisiones evaluadoras de textos escolares. Las dictámenes de estas Comisiones
eran publicados en el órgano de oficial de CNE, la revista El Monitor de la Educación Común
(puede consultarse, por ejemplo, Monitor 1888).

Lengua, historia y sociedad 53


Esteban Lidgett

con más precisión qué variedades se recogen y si se las toma como


ejemplo censurable o como un registro documentado en el uso local.
Como ha señalado la crítica en general, la obra de Rufino y Pedro
Sánchez tiene la particularidad de exhibir un conjunto de símbolos
patrios, lo que invitaría a pensar que los autores buscan reafirmar el
sentimiento nacional.10 En efecto, la obra se titula “gramática argentina”,
en su primera página exhibe el escudo nacional y como texto
ejemplificador utiliza el himno nacional argentino, uno de cuyos autores
era el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Vicente
López y Planes. Sin embargo, estas marcas “nacionalistas” expresadas en
el paratexto no encuentran un correlato en el contenido de la gramática
donde puede verse que, como ha señalado Blanco (2003: 178), “la
variedad lingüística descriptiva no difiere significativamente del modelo
académico”.
En efecto, en la GA comienza a definirse lo que denominamos
anteriormente un modelo negativo que busca corregir los usos
“incorrectos” del lenguaje local, es decir, los usos desplazados de la
variedad peninsular. Baste como ejemplo, en ese sentido, mencionar la
censura del yeísmo, fenómeno característico del uso local.11 Asimismo,
los autores dedican una sección completa al registro de los “errores” en el
habla local; por ejemplo, se refieren con desdén a “los modistos
afrancesados y apóstatas del rico idioma español”, quienes pronuncian y
como i:

Preguntado [sic] alguno de estos señoritos por el autor de una


acción laudable, que hubiese practicado, y contéstase io, io, io. (…)
Es tan contado semejante vicio al castellano neto, que en
muchos casos donde parece debería conservarse i, latina, el uso
convierte en y, griega, para no adulterar la fuerza de la expresión
propio de la belleza: arguia.... arguya; arguiese.... arguyese (1852:
33).

En ese sentido, puede sostenerse que el modelo negativo, propio de las


gramáticas escolares posteriores a la década del 80 que buscaban
“purificar” la lengua en respuesta al fenómeno inmigratorio, ya se
encuentra prefigurado en la GA, obra en la que puede advertirse una
intención prescriptiva que consiste en censurar los errores en que los
hablantes incurren.
Si nos remitimos a la GLC, publicada en 1893 cuando el fenómeno
nmigratorio ya se presentaba como un problema a abordar desde el

10 La utilización de la simbología patria en la Gramática Argentina ha sido objeto de varios


análisis (cfr. Costa Álvarez [1922], Sánchez Garrido [1962], Battistessa [1976] y Blanco [2003]).
11 “Cuidemos de no confundir la pronunciación de la ll, con la y griega” (GA: 16).

54 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Apuntes sobre el problema de la lengua nacional...

ámbito educativo (cfr. Bertoni 2001; Di Tullio 2003), veremos que el


modelo negativo se define de un modo más sistemático. En efecto, los
autores dedican en el segundo volumen de la obra un capítulo entero a
los “vicios de construcción”. Como introducción a ese capítulo, dedican
algunas palabras a observar que “el idioma ha sufrido en esta parte de
América influencias extrañas que lo han afectado” y que el objetivo de la
obra debe ser el de “devolverle su antiguo esplendor” (GLC2: 47). Entre
los “vicios de pronunciación” los autores mencionan un amplio
inventario. Entre ellos, consideran el seseo (no distinción de los sonidos
de la c y la s), la lalación (el empleo de la r por la l), la supresión de la s y
de la d finales (como en cazadore o en verdá), la omisión de la c antes de
la t (perfeto), la omisión de la d cuando es penúltima letra de una palabra
(cansao), la no distinción entre la articulación de la v y la b y el yeísmo
(no distinción entre los sonidos de la ll y la y). La mayoría de estos
“vicios”, sin embargo y como es sabido, constituyen marcas propias de la
variedad rioplatense o provienen de los usos lingüísticos de los
inmigrantes o del dialecto gauchesco.
Por otro lado, siguiendo la estructuración del programa escolar, para
esta gramática la tarea fundamental del docente de escuela secundaria es
pulir la pronunciación y ortografía de los alumnos a partir de modelos
positivos que gradualmente vayan incorporando las reglas y sus
fundamentos racionales. En otras palabras, la adquisición del arte de
hablar correctamente debe preceder en la trayectoria propedéutica al
aprendizaje de los fundamentos científicos y, a la vez, estos deben
brindar una base “racional” para justificar la corrección del lenguaje.

3.1.2 El modelo pedagógico


La concepción del modelo pedagógico puede definirse, siguiendo a Di
Tullio (2002), a partir de dos tradiciones: a) la tradición memorística,
asociado con la escolástica; y b) la tradición positivista, que acentuaba el
uso de la ejemplificación junto con la definición. El debate pedagógico
acerca del rol enfrentado de la memoria y el razonamiento en el
aprendizaje parece estar presente durante buena parte del siglo XIX. En
un artículo publicado en la Revista de la Universidad de Buenos Aires en
enero de 1913, Ricardo Monner Sans hace referencia a los “bandos” en
pugna que durante varias décadas venían discutiendo sobre el mejor
método de enseñanza del idioma:

Uno lo fía todo a la eficacia de las reglas, y entiende que sin su


dominio absoluto no se puede hablar y escribir correctamente el
castellano, en tanto que el otro opina que son las reglas
impedimenta inútil, y que puede lograrse el dominio artístico del
habla materna leyendo, leyendo mucho en clase, y haciendo en el
pizarrón calculados ejercicios (Monner Sans 1910: 34).

Lengua, historia y sociedad 55


Esteban Lidgett

El autor toma distancia de ambas posturas y apela a lo que denomina


"un método más claro, lógico y racional para la enseñanza del patrio
lenguaje" (1913: 4). Ese método se promueve a través del programa que
años atrás, en 1892, había defendido Baldmar Dobranich: un primer año
de prosodia, ortografía y analogía; un segundo año de sintaxis y un tercer
año de lingüística. Es este, precisamente, el programa al que se ajusta la
GLC.
La distinción entre estos dos modelos pedagógicos, en muchos casos,
puede expresarse en la organización textual de las gramáticas. Durante el
siglo XIX es frecuente observar libros de texto escritos en forma de
catecismos con la tradicional organización de preguntas y respuestas, en
la que se espera que el alumno memorice las respuestas.12 Este modelo
alterna con otro de organización expositiva que, en general, sigue el
modelo organizativo de los distintos compendios de la Real Academia
Española.
La orientación pedagógica de los cursos de gramática castellana a
partir de la década del 80 está estrechamente vinculada con la creación
en 1880 del Consejo Nacional de Educación, cuya primera función, como
señala Bertoni fue "mejorar la calidad de su enseñanza, actualizarla y
organizar la institución escolar" a partir del esfuerzo conjunto de
maestros, inspectores y miembros del Consejo (Bertoni, 2001: 42). En
consecuencia, los antiguos libros de gramática organizados en forma de
preguntas y respuestas comenzaron a ser sustituidos por otros de
carácter más activo y experimental, en los que los ejercicios pasaron a
ocupar un lugar imprescindible.
Cabe mencionar que tanto la GA como la GLC se apartan del modelo
memorístico propio de las gramáticas escritas en forma de catecismo.
Ambas obras presentan una organización expositiva que se condice con
la organización de los compendios de la Real Academia. La
macroestructura (esto es, la disposición de las partes con arreglo al
desarrollo de unidades temáticas) de las dos obras sigue la propuesta por
la Real Academia en su delimitación de las partes de la gramática; a
saber: la división en cuatro partes, comenzando por la ortografía, luego la
analogía, la sintaxis y la prosodia (u ortología). 13 En ese sentido, además
de la coincidencia en cuanto al modelo expositivo, cabe mencionar que,
como veremos en el siguiente acápite, la presencia de la gramática

12 Es el caso, por ejemplo, de las Lecciones de gramática castellana (1885 [11857]) de Marcos
Sastre.
13 En la GRAE (1796) ya se considera esta división de cuatro partes. Sin embargo, como
señala Gómez Asencio (1981), esta edición, si bien contempla las cuatro partes, lo cierto es que
no se ocupa ni de Ortografía ni de Prosodia, sino que repite la disposición de la primera
edición de 1771 que se centra en la Analogía y la Sintaxis. Recién a partir de la edición de
1870 puede verse el desarrollo de las cuatro partes mencionadas aquí: ortografía, analogía,
sintaxis y prosodia.

56 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Apuntes sobre el problema de la lengua nacional...

filosófica en la GA también justifica el abandono del modelo memorístico


y anticipa, por otro lado, la necesidad de adoptar un modelo sustentado
en la racionalidad, como el que postula Monner Sans en su artículo
citado anteriormente.

3.1.3 Las influencias teóricas


La mayoría de las gramáticas del XIX publicadas en Argentina tiene
una referencia ineludible a los textos académicos; sin embargo, un buen
número de ellas también presenta influencias de distintas corrientes de
pensamiento gramatical, entre las que se destacan la gramática racional
francesa y la gramática de Bello. En ese sentido, la presencia de distintas
tradiciones gramaticales define modelos más o menos ortodoxos con
respecto al modelo gramatical de la Real Academia. La adopción de
múltiples influencias teóricas produce resultados diferentes en cada caso
(a veces obras inconsistentes, otras compendios muy audaces y
originales), pero resulta interesante desde el punto de vista historiográfico
advertir este fenómeno y, en el mejor de los casos, poder caracterizarlo.
Al analizar las influencias gramaticales presentes en los textos es
preciso considerar en qué medida se apartan de la tradición académica
(que es sin duda la dominante) y con qué finalidad lo hacen. La GA
contiene claras referencias a la gramática filosófica, cuya presencia en los
manuales escolares de Argentina durante el siglo XIX es considerable.14
En ese sentido, en referencia a la obra de los Sánchez, Blanco llega a la
conclusión, a partir de un análisis discursivo que considera los vínculos
entre el sentimiento nacional y la cultura ilustrada, que la GA “acentúa
su adhesión a los principios de la gramática filosófica” (Blanco 2003: 165)
y que “los autores persiguen dos metas de los docentes ilustrados
americanos: la educación patriótica y la racionalización de los
conocimientos” (Blanco 2003: 164).
Si bien, como señala Blanco (2003) la presencia de la gramática
filosófica (y, en particular de Condillac) es notoria, la organización de los
contenidos no se aparta mucho de la propuesta por las distintas
ediciones de la GRAE. La división de las gramáticas en cuatro partes ya
se está presente en la Gramática de la Real Academia Española (GRAE)
de 1796. La clasificación de nueve clases de palabras (que incluye:
nombre, artículo, pronombre, verbo, participio, adverbio, preposición,
conjunción e interjección), recogida en la GA, como advierte Calero
Vaquera (1986: 56) “es un sistema muy arraigado en las tradiciones
gramaticales inglesa y francesa (los autores de Port-Royal, por ejemplo, lo
defienden)”. En la tradición española aparece por primera vez la

14 Véanse con relación a esto los trabajos de Calero Vaquera (2008), Calero Vaquera y
Zamorano Aguilar (2010) y García Folgado y Toscano y García (2012).

Lengua, historia y sociedad 57


Esteban Lidgett

gramática de Benito de San Pedro (cf. Gómez Asencio 1981: 97) y es


retomada por Herranz (1849), Alemany (1853) y la GRAE (1854), entre
otros. El hecho de que aparezca en la obra de los Sánchez, que es de
1852, antes que en la GRAE, demuestra que la se trata de una influencia
proveniente de alguna otra fuente, probablemente, de la gramática
racional francesa.
Otra teoría proveniente de la gramática filosófica presente en la GA es
la que postula la existencia del verbo sustantivo, o verbo único. De
acuerdo con Calero Vaquera (1986: 106) esta teoría “viene a resumirse en
el postulado de que sólo el verbo ser (existente en todas las lenguas)
merece tal nombre: las restantes palabras llamadas verbos no son tales,
en rigor, sino una composición de ser y adjetivo o participio”. Su
popularidad se vincula con el auge de la gramática de Port-Royal (1660)
durante el siglo XVIII, obra que recoge esta teoría de la tradición
aristotélica (cfr. Calero 1986: 106 y ss.). La GA postula la división entre
verbos sustantivos, “verbos que representan la idea de esencia o
existencia” (entre los que se cuentan: ser, estar y haber) y verbos
adjetivos, que “representan la idea de atributo” (1852: 34). Esta tradición,
no respaldada en las distintas ediciones de la GRAE, permanece
notablemente en las gramáticas argentinas15 y la GLC también se nutre
de ella:

Siendo una verdad evidente que el verbo afirma, bien puede


decirse que el verbo ser es el único que existe, y no diremos que las
palabras amar, escribir, etc., no sean verbos, pero sí que amaba
equivale á era amante, escribió á fue escribiente. Por manera que
todos los demás verbos pueden trocarse en oraciones verbales, cuyo
verdadero verbo será del ser (GLC1: 66).

En esta línea, cabe mencionar también que, aunque la influencia de la


GRAE es bastante más notoria en la GLC, la presencia de la gramática
filosófica no deja de notarse en otros aspectos como es la inclusión del
análisis lógico que complementa la sección sobre sintaxis.

4 Conclusiones
Hemos intentado un análisis sucinto de la Gramática Argentina
(1852) y la Gramática de la lengua castellana (1893) sobre la base de una
matriz temática que comprende los rasgos que consideramos definitorios
de la gramática escolar argentina del XIX. Estos rasgos dependen de la
inscripción de las obras a sus respectivos periodos y, en ese sentido,
hemos tratado de analizar de qué modo se codifican esas marcas

15 Es posible encontrar referencias a estos aspectos por ejemplo en Hidalgo Martínez (1884),
García Velloso (1907), García Aguilera (1880) y Monner Sans (1904).

58 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Apuntes sobre el problema de la lengua nacional...

temporales y contextuales en estas gramáticas escolares. Las siguientes


son algunas de las conclusiones que resulta relevante mencionar aquí:
1) La matriz de análisis propuesta ha permitido determinar que en la GA
y en la GLC existe una coherencia con relación a la valoración negativa de
la variedad local y la voluntad de (re)imponer la norma peninsular,
aunque algunos elementos paratextuales parezcan mostrar una posición
más nacionalista en la GA. Con respecto a este punto, habría que
preguntarse de qué modo se construye la identidad nacional en los
distintos periodos y, en particular, con relación al tema de la lengua
nacional, si la reivindicación de la variedad local es un objetivo que el
nacionalismo persiga en general.
2) Asimismo, hemos mostrado que también existe una coincidencia en
cuanto al modelo pedagógico que se propone en ambas obras, puesto que
tanto la GA como la GLC rechazan la forma de catecismo y se apoyan en
un modelo sustentado en la ejemplificación y la corrección (aunque
difieran sustancialmente en la elección de textos ejemplificadores).
3) Finalmente, tanto la GA como la GLC presentan un modelo de
gramática basado en la macroestructura propuesta por la gramática
académica a partir de su edición de 1796, que divide la gramática en
cuatro partes (analogía, sintaxis, prosodia y ortografía). No obstante ello,
un análisis más detallado de la teoría gramatical ha puesto de manifiesto
que la incorporación de teorías provenientes de la gramática filosófica (en
particular, la teoría del verbo único y la presencia del análisis lógico) es
un fenómeno que muestra cierta continuidad en las obras analizadas.
A los efectos de nuestra investigación interesa destacar estas
coincidencias en dos gramáticas pertenecientes a distintos periodos (y
pensadas, en consecuencia, para diferentes contextos), por cuanto
permitiría postular la existencia de una tradición gramatical escolar con
características específicas en Argentina que difieren de la tradición
española y que se mantiene durante más de cinco décadas,
independientemente de los ajustes que los manuales hagan conforme lo
estipulado en la legislación educativa.
Como mencionábamos al comienzo, este trabajo solo intenta presentar
un análisis parcial que de ningún modo pretende clausurar el tema.
Antes bien, las conclusiones parciales a las que hemos abordado deben
ser contrastadas en el análisis específico de una muestra más amplia del
corpus gramatical. En esta línea, creemos que la matriz de análisis
propuesta se ajusta a la perspectiva historiográfica definida en la
metodología y, en sentido, aspiramos a que pueda dar cuenta de
características de las gramáticas que desde una perspectiva puramente
contextual podrían quedar solapadas.

Lengua, historia y sociedad 59


Capítulo 4
La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu. El debate
entre positivismo e idealismo en la lingüística hispánica

Emiliano Battista

En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013)


Lengua, historia y sociedad.
Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística.
Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 61-75.
ISBN 978-950-774-228-6
Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830

Resumen
En el presente trabajo analizamos el modo en que Manuel de Montolíu (1877-
1961) representa el desarrollo histórico de la lingüística como disciplina científica.
Tomamos para ello dos artículos: el primero es “Karl Vossler. Su significación
dentro de las ciencias del lenguaje”, que corresponde a una publicación de 1918
en la revista Voces; el otro es “El lenguaje como fenómeno estético”, que
corresponde a una publicación de 1926 en el Cuaderno 7 del Instituto de Filología
de la Universidad de Buenos Aires, del que Montolíu había sido Director durante el
año anterior. En este marco, entendemos que la mirada historiográfica que
despliega Montolíu es funcional a su propuesta teórica. Específicamente,
encontramos que su lectura del pasado constituye un procedimiento
argumentativo al que denominamos recurso historiográfico (Toscano y García
2011), a través del que presenta las teorías lingüísticas que rechaza como
pertenecientes al pasado de la disciplina. Además, este argumento actúa como un
recurso que le permite tanto incorporar el paradigma de la lingüística idealista en
el ámbito de la filología hispánica como actualizar un debate epistemológico que se
formula explícitamente durante la primera mitad del siglo XX: la oposición entre
positivismo e idealismo como perspectivas teóricas opuestas para abordar la
reflexión sobre el lenguaje.

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


Emiliano Battista

1 Introducción
En el presente trabajo analizamos el modo en que Manuel de Montolíu
(1877-1961) representa el desarrollo histórico de la lingüística como
disciplina científica. Tomamos para ello dos artículos: “Karl Vossler. Su
significación dentro de las ciencias del lenguaje” (1918) y “El lenguaje
como fenómeno estético” (1926).
La selección de nuestro corpus obedece a un criterio temático en al
menos tres sentidos. En primer lugar, por la importancia que reviste la
figura de Manuel de Montolíu en la filología hispánica (§1.1). En segundo
término, por la actualización del debate epistemológico entre positivismo
e idealismo que, al trazar su mirada historiográfica, el autor efectúa en
cada uno de los artículos. Se trata de un debate que se formula
explícitamente durante la primera mitad del siglo XX y que presenta estas
dos concepciones de ciencia como perspectivas teóricas opuestas para
abordar la reflexión sobre el lenguaje (§1.2). Y, en tercera instancia, por la
recurrencia de un procedimiento argumentativo al que denominamos
recurso historiográfico (Toscano y García 2011) (§1.3), a través del que el
autor presenta las teorías lingüísticas que rechaza como pertenecientes al
pasado de la disciplina. Si bien en ninguno de estos artículos delimita
etapas de manera explícita ni tiene el objetivo final de establecer un
criterio de periodización, en ellos Montolíu ofrece una clara
representación de la historia de la disciplina, principalmente de la
lingüística del siglo XIX. Específicamente, en ambas contribuciones
encontramos que su lectura del pasado le permite no solo incorporar el
paradigma de la lingüística idealista en el ámbito de la filología hispánica,
sino también legitimarlo en virtud de una tradición en la que busca
inscribirlo.

1.1 La figura de Manuel de Montolíu


Manuel de Montolíu nace en Barcelona, ciudad en la que también
completa sus estudios superiores. Luego se traslada a Madrid, donde se
forma académicamente y se doctora en 1903. Hacia 1908 se dirige a Halle
(Alemania), donde trabaja junto con investigadores como Antoni Griera y
Pere Barnils para familiarizarse con los métodos de investigación
alemanes y los estudios de filología románica (Sagarra 1961: 9). Durante
ese período, se desempeña como profesor adjunto en la Universidad de
Hamburgo. En 1911, de regreso en su país, ocupa una cátedra de
literatura en la Universidad de Barcelona y, paralelamente, colabora con
el Boletín de Dialectología Catalana, publicado por las Oficinas
Lexicográficas del Institut d’Estudis Catalans.

62 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu

En 1925 su labor docente se desarrolla en Argentina como Director


del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. 16 Su gestión
introduce algunos cambios respecto de la orientación adoptada hasta
entonces por el centro argentino (Toscano y García 2009). Así, su
condición de catalán, entrenado en investigación dialectológica y en teoría
gramatical, lo posiciona favorablemente respecto del proyecto original con
el que las autoridades de la Facultad, bajo la propuesta de Ricardo Rojas
y Emilio Ravignani, habían creado el Instituto en 1922: emprender
científicamente el estudio de las variedades del español en la Argentina
(Toscano y García 2010). Prueba de ello es que, bajo su dirección, se
inicia la Obra del Diccionario del habla popular argentina, un proyecto
inconcluso pero que ha sido un antecedente reconocido de trabajos
posteriores (Kovacci 2003) en el campo de la descripción de las
variedades dialectales. En líneas generales, es a Montolíu a quien se debe
la incorporación del paradigma de la lingüística idealista en la tradición
argentina (Toscano y García 2009 y 2010).
Nuevamente establecido en Barcelona, recupera su cargo de profesor
de la cátedra de literatura castellana, en la que dicta clases hasta 1931.
En 1936 viaja a Francia y a partir de 1937 trabaja en la oficina de prensa
italiana durante la Guerra Civil Española. Habiendo publicado
numerosos artículos y ensayos monográficos centrados en la literatura
española y catalana, Montolíu muere en mayo de 1961.

1.2 El debate entre positivismo e idealismo


Koerner destaca que la denominación positivismo busca identificar
una perspectiva teórica que comienza con la obra de August Schleicher
(1821-1868) y se continúa en la de los neogramáticos (Koerner 1989:
203). No obstante, según indica este autor, todas las críticas que
generaciones de lingüistas han realizado sobre este movimiento se han
llevado a cabo invariablemente sin que el término positivismo fuera
definido (Koerner 1989: 191). Así, advierte que “it appears that positivism
is a term used by later scholars to describe a certain intellectual attitude
of previous generations of linguists or of opposing schools of thought”, de
modo que éste no fue el término usado por los neogramáticos ni por sus
predecesores para describir su propia visión del lenguaje ni sus métodos
de análisis lingüísticos, sino que fue “a term used post rem by others to
characterize a philosophy of science which most of them disagreed with”
(Koerner 1989: 194-195).

16 La fundación del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires tiene lugar en


1922. Sin embargo, el comienzo de sus actividades no se produce hasta 1923. Siguiendo a
Toscano y García (2009) y (2010), el primer período de la historia del Instituto se despliega
entre 1922 y 1926, y está conformado por las gestiones de Américo Castro (1923), Agustín
Millares Carlo (1924), Manuel de Montolíu (1925) y Roberto Lehmann-Nitsche (1926).

Lengua, historia y sociedad 63


Emiliano Battista

A su vez, Koerner agrega que la denominación positivismo no debe ser


entendida en sentido estricto como la extensión al dominio lingüístico de
la perspectiva establecida por August Comte (1798-1857) en el campo de
la filosofía de la ciencia; por el contrario, debe ser entendida, de modo
amplio, como la caracterización de una perspectiva que “we might identify
as ‘scientism’, ‘materialism’, historicism’, and ‘empiricism’ in the 19th,
and ‘mechanism’, ‘objectivism’, ‘operationalism’, instrumentalism’, or
‘behaviorism’ in the 20th century”(Koerner 1989: 209).
De este modo, desde el momento en que se hace referencia al
movimiento positivista pero sin nombrar a Comte, puede decirse que la
denominación positivismo consolidada a partir del siglo XIX busca, para
Koerner, caracterizar un conjunto de abordajes anclados en la
“observación” y en los “hechos”, es decir, una tendencia al
establecimiento de criterios metodológicos rigurosos y estrictos, y una
perspectiva epistemológica que parte de la observación para, a
continuación, realizar generalizaciones inductivas (Koerner 1989: 209).
En el marco de este debate, Koerner destaca que “the only definition of
positivism in linguistics found in the literature is that by a scholar who
widely agreed with the idealist stance in linguistics taken by Karl Vossler
(1872-1949) at the beginning of this century” (Koerner 1989: 195). La
perspectiva idealista predomina en la reflexión sobre el lenguaje llevada a
cabo en Italia y Alemania durante el período de entreguerras (Koerner
1989: 207). Particularmente, Koerner (1989: 206) identifica en la obra de
Benedetto Croce (1866-1952) y Karl Vossler (1872-1949) la emergencia de
una perspectiva idealista que busca aproximar el estudio del lenguaje al
campo más general de la estética (en el caso del primero) y de la cultura y
la literatura (en el del segundo).
Así, el idealismo lingüístico es un enfoque que surge a principios del
siglo XX como reacción contra los estudios neogramáticos, preocupados
por establecer bases sólidas en la disciplina, por buscar métodos precisos
de análisis, y por desacreditar especulaciones metafísicas sobre el área
(Leroy 1969: 49). La crítica coincide en señalar que las primeras
reacciones frente al trabajo de los neogramáticos procedieron de ciertas
ramas de la disciplina que, paradójicamente, esta escuela se había
encargado de alentar: principalmente, la dialectología y la geografía
lingüística (Iordan 1967: 55; López Sánchez 2006: 257).
Sin embargo, se considera también que es el trabajo de Croce –
Estética como ciencia de la expresión y lingüística general (1902)– el que
abre la puerta a una nueva concepción de los fenómenos lingüísticos.
Dos años más tarde, con la publicación de Positivismo e idealismo en
lingüística (1904), Vossler instala definitivamente el debate en el ámbito
estrictamente disciplinario (Catalán 1955; López Sánchez 2006; Portolés
1986).

64 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu

Así, mientras acepta los logros de la lingüística del siglo XIX, Vossler
intenta (re)introducir en ella la concepción espiritualista del lenguaje. Su
obra constituye, pues, “un verdadero rechazo de los criterios positivistas
neogramáticos y del creciente y amenazante monopolio de las ciencias
naturales” (López Sánchez 2006: 262).
El trabajo de Vossler explícitamente se propone “fortificar y estrechar”
la “necesaria ligazón” entre filología y filosofía, “aplicando a los más
importantes problemas de la lingüística los principios de la estética
idealística, tal como han sido formulados especialmente por Benedetto
Croce” (1904: 9). Así, Vossler aclara que en el positivismo y el idealismo
no deben verse “dos diversos sistemas filosóficos o grupos de sistemas”,
sino “dos direcciones fundamentales de nuestra facultad cognoscitiva”
(1904: 11). La distinción entre ambas direcciones, pues, “no se basa en la
naturaleza, sino en la finalidad y dirección del conocimiento”; ambos “no
son conceptos teóricos del conocimiento” sino, por el contrario,
“conceptos metodológicos” (1904: 11).
En este sentido, Vossler considera a los positivistas como “gente
prudente” que “ha puesto como objeto interino y próximo de la
investigación la descripción exacta del estado del hecho, el conocimiento
del material”; y a los idealistas como “los que prefieren ocuparse de la
solución causal” (1904: 12).17 Indica, entonces, que “junto al positivismo
completamente metodológico, relativo y subordinado, existe otro
positivismo metafísico, absoluto y opuesto hostilmente al idealismo”
(1904: 12); y es justamente este último contra el que considera que el
historiador (o el científico) debe reaccionar. El positivismo metafísico,
para Vossler, “no es ciencia”, sino “la muerte del pensamiento humano, la
ruina de la filosofía” (1904: 13).
Vossler, por lo tanto, adopta una “definición idealista”, que entiende al
lenguaje como “expresión espiritual” (1904: 19). Desde esta perspectiva,
el lenguaje es pensado como una “actividad espiritual individual” en la
que los elementos lingüísticos cuentan como “medios estilísticos de
expresión” (1904: 23). En suma, afirma Vossler, “la Estilística es y será el
alfa y omega de la Filología” (1904: 31). Equipara Lingüística con
Estilística, y esta última con Estética; y así concluye: “la Lingüística,
como estudio concreto del lenguaje, es historia del Arte” (1904: 49). En
definitiva, para Vossler, la estilística es “la fundamentación idealística de
la expresión hablada como creación puramente individual” (1904: 43), y
la tarea de la lingüística es, por lo tanto, “hacer ver el espíritu como la
única causa eficiente de todas las formas del lenguaje” (1904: 69).

17 Vossler expresa: “el idealista busca el principio de causalidad en la razón humana; el


positivista lo busca en las cosas, en los mismos fenómenos” (1904: 13).

Lengua, historia y sociedad 65


Emiliano Battista

El debate entre positivismo e idealismo, que de esta manera se


instaura en el ámbito específico de la lingüística, emerge en la Argentina
durante las décadas del veinte y del treinta del siglo pasado, es decir,
contemporáneamente a la consolidación en el país de la lingüística como
disciplina científica y académica. Montolíu retoma este debate en sus
artículos, pues el recorrido histórico que en ellos traza involucra la
discusión correspondiente a la constitución de la disciplina como campo
autónomo de investigación.

1.3 La representación de la historia de la lingüística


Distintos autores (Koerner 1972, 1995 y 2007; Swiggers 1980, 1990 y
2009, entre otros) reconocen la existencia de un prolongado interés en la
historia de la lingüística, y acuerdan en que dicho interés resulta parte de
los antecedentes de aquello que hoy se denomina historiografía
lingüística. Así, ya desde comienzos del siglo XX hallamos textos que
aspiran a construir un relato histórico de la disciplina:
Sprogvidenskabens Historie; en kortfattet Fremstilling (1902), de Vilhelm
Thomsen (1842-1927), y Sprogvidenskaben i det nittende Aarhundrede:
Metoder og resultater (1924), de Holger Pedersen (1867-1953), son
algunos de ellos.
Sin embargo, más allá de estos textos cuyo fin es presentar un
recorrido histórico de la lingüística, hay otros que, sin proponérselo como
un objetivo central, ofrecen breves pasajes destinados a situar
históricamente su perspectiva teórica: el primer apartado de la primera
parte de Le langage et la vie (1913), de Charles Bally (1865-1947); el
capítulo I del Cours de linguistique générale (1916), de Ferdinand de
Saussure (1857-1913); y el capítulo décimo de Metodología filológica
(1930), de Karl Vossler, son algunos de ellos.18
En esta secuencia es posible ubicar dos textos producidos por Manuel
de Montolíu. En ellos, como buscaremos probar, el filólogo catalán
despliega aquello que, siguiendo a Toscano y García (2011),
denominamos recurso historiográfico. Este procedimiento retórico –que
Toscano y García atribuye a la producción discursiva de Américo Castro
(1885-1972) y Amado Alonso (1896-1952)– consiste en trazar un
recorrido histórico de la investigación sobre el lenguaje con el objetivo de
presentar “las teorías lingüísticas que rechaza como pertenecientes al

18 Mounin (1967: 9) nos permite ampliar esta lista, pues también enumera una serie de
textos que cuentan con breves pasajes destinados a ubicar históricamente la perspectiva
teórica del autor: el “Apéndice I” de la Introduction à l’étude comparative des langues
indoeuropeénnes (1903), de Antoine Meillet (1866-1936); los cuatro primeros capítulos de
Language. Its nature, development and origin (1922), de Otto Jespersen (1860-1943); y el
capítulo I de Language (1933), de Leonard Bloomfield (1887-1949).

66 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu

pasado de la disciplina” (2011: 208).19 Se trata, sostenemos, de una


estrategia argumentativa funcional, ya que, según veremos, a través de
ella Montolíu construye una mirada crítica de la historia de la disciplina
al mismo tiempo que aspira a legitimar la postura teórica que propone.
Específicamente, sostenemos que esta operación discursiva actúa como
un elemento que le permite a Montolíu establecer una toma de posición
respecto del pasado de la disciplina y, simultáneamente, incorporar el
paradigma de la lingüística idealista en el ámbito de la filología hispánica.
La implementación de esta estrategia se explica en el marco de la
lógica de las intervenciones académicas llevadas a cabo desde la
fundación del Instituto por los filólogos españoles que actuaron como sus
directores. Así, un rasgo que caracteriza las estrategias de disputa al
interior del campo científico (Bourdieu 1976) es la presentación de las
propias posiciones (eventualmente, del movimiento o grupo al que se
pertenece) como modernizadoras respecto de la tradición científica. Al
igual que hacen antes Castro (Toscano y García 2006) y más tarde Alonso
(Toscano y García 2011; Battista 2011 y Battista 2012), Montolíu ofrece
una representación de la historia de la lingüística que –en el contexto de
una incipiente institucionalización de los estudios lingüísticos en la
Argentina– actúa como un horizonte que le permite contrastar o
diferenciar posiciones susceptibles de validación.20
De este modo, Montolíu encuentra en el recurso historiográfico un
modo de manifestar la superación de una perspectiva perteneciente al
pasado de la disciplina –en este caso, el positivismo- y justificar así el
proceso de modernización científica de la lingüística, que para él tiene
lugar a través de la incorporación del enfoque idealista.

2 El “recurso historiográfico”
2.1 “Karl Vossler. Su significación dentro de las ciencias del
lenguaje” (1918)
Este artículo aparece publicado en 1918 en la revista Voces; en él,
Montolíu busca explicar cuál es la significación histórica de la propuesta
de Vossler en la ciencia lingüística, tarea que lleva a cabo a partir de la
presentación del marco en el que aparece la obra de este filólogo alemán.
En esta presentación incluye el contexto de recepción del que, en aquel
entonces, era el último libro de Vossler, y con el que éste inaugura los

19 Un análisis detallado de la aparición del recurso historiográfico en una serie de textos de


Alonso se encuentra en Battista (2011) y (2012).
20 Al respecto, por ejemplo, considérese el tipo de impugnación que, en una clara disputa por
el monopolio de la autoridad científica, establece en 1929 Alonso respecto de Arturo Costa
Álvarez (1870-1929); allí, el procedimiento de caracterización del saber que se rechaza como
perteneciente al pasado y carente de valor como “ciencia verdadera” va asociado a la
autoconsagración del propio en términos de modernización y novedad.

Lengua, historia y sociedad 67


Emiliano Battista

métodos de la filología idealista: La cultura de Francia reflejada en su


evolución lingüística. Historia de la lengua literaria francesa desde sus
primeros tiempos hasta su época clásica (1913).
Para comenzar, Montolíu atribuye a la guerra (1914-1918) la
interrupción de aquello que considera “uno de los diálogos más
interesantes”: “el diálogo del positivismo y del idealismo como normas
directivas en el dominio de algunas disciplinas” (1918: 70). Destaca al
respecto que “la Ciencia del Lenguaje (Lingüística o Filología)” era “una de
las ciencias que seguía siendo feudo del positivismo”, tanto metodológico
como filosófico (1918: 70). Y encuentra que “el más enérgico esfuerzo
para liberarla fue el de Karl Vossler”, quien “salió súbitamente al
palenque de la discusión con su libro Positivismo e idealismo en el
lenguaje” (1918: 70). Montolíu presenta esta obra de 1904 como un
“verdadero toque de clarín, un ataque en toda regla contra los
fundamentos de los métodos tradicionales de la Lingüística, que puso en
conmoción a todos los profesionales de la ciencia”; y considera que este
trabajo levantó “una polvareda extraordinaria”: “llovieron las réplicas y
las adhesiones, ya parciales, ya totales” (1918: 70).
No obstante, el autor de inmediato apela al trazado de un
(absolutamente fugaz) recorrido histórico con el que advierte una
salvedad sobre la caracterización efectuada. Este es el punto en el que su
argumentación se vale del recurso historiográfico. Así, expresa que la
teoría idealista del lenguaje introducida por Vossler era “en realidad cosa
vieja y cosa tradicional” (1918: 70); puntualmente, el autor expresa:

Esta teoría arranca de Vico, sigue con Herder, Guillermo de


Humboldt, Schleiermacher, Steinthal y finalmente Croce, cuyo libro
Estetica come scienza dell’expressione e linguistica generale puede
considerarse como el estímulo inmediato de la teoría idealista de
Vossler (1918: 70-71).

A su vez, Montolíu agrega que la labor de Vossler respondía “a un


impulso general que se hacía sentir en un importante ramo de las
ciencias, impulso que se había caracterizado por la crisis general del
positivismo como metodología y como sistema filosófico” (1918: 71).
A continuación, destaca también en el origen de esta crisis “la
corriente revolucionaria debida a la genial intuición del suizo Gilliéron”
(1918: 71). Existe acuerdo crítico (Coseriu 1955, Malmberg 1967, Pop
1950, Vidós 1956) en considerar a Jules Louis Gilliéron (1854-1926) el
fundador de aquello que se conoce como geografía lingüística: “un método
dialectológico y comparativo” que supone “el registro en mapas espaciales
de un número relativamente elevado de formas lingüísticas (fónicas,
léxicas o gramaticales)” (Coseriu 1955: 1). Al destacar esta perspectiva,

68 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu

Montolíu busca establecer un criterio que, apartándose de una tradición


que en el estudio de la lengua se interesa por lo unitario y lo homogéneo,
pone su atención en los fenómenos de variación lingüística. Así, como
hemos anticipado en §1.1, cuando en 1925 se encuentre al frente del
Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires, Montolíu se
distanciará del modelo de Menéndez Pidal y la lingüística decimonónica y,
por primera vez en la historia del centro argentino, convertirá en objeto
de estudio las variedades no cultas (“populares”) del español en Argentina
(Toscano y García 2010). Específicamente, esta concepción teórica se
pondrá en práctica con el proyecto de un Diccionario del habla popular
argentina, que debía resultar de un proceso de selección, ordenamiento y
análisis que un grupo de técnicos llevaría a cabo sobre los datos
recolectados por informantes y corresponsales. El objetivo del Diccionario
era dar cuenta de algunas variedades dialectales del país; el método
aplicado para tal fin sería el diseñado por Gilliéron y utilizado en Suiza
por Louis Gauchat (1866-1942) en el Glossaire des patois de la Suisse
romande.
En su trabajo de 1918, Montolíu busca articular estos saberes
modernizadores de la geografía lingüística y la lingüística idealista, que
según entiende actúa como causa principal de la variación dialectal; el
modelo teórico que propone concibe la investigación dialectológica como
un registro de las diferencias del habla, que deben ser (re)interpretadas
por una perspectiva que acentúa la dimensión subjetiva del hecho
lingüístico. Así, su intervención procura a continuación delimitar “los
principios fundamentales de la nueva tendencia idealista”: en primer
lugar, “que el lenguaje es el primer síntoma de cultura porque es el
primer acto de liberación espiritual” (1918: 71).
Por este camino, Montolíu arriba a una conclusión central en virtud
de la mirada historiográfica que intenta desplegar: “La lingüística, que
hasta entonces se había caracterizado por el predominio del hecho
fonético, pasó de ser una Naturwissenschaft (ciencia natural) a ser Geist o
Culturwissenschaft (ciencia cultural o del espíritu)” (1918: 71). Redefinida
según estos términos, Montolíu indica que la lingüística se enfrenta
actualmente a una “doble labor” (1918: 71). En primer lugar, a una que
corresponde a la perspectiva de Gilliéron y Gauchat, cuya tarea consiste
en “investigar las relaciones íntimas del hecho lingüístico con la historia
del pueblo respectivo” y “descubrir su área geográfica y sus
transformaciones particulares a través del tiempo”, siempre bajo “la
norma de que cada palabra tiene su historia individual” (1918: 71). En
segundo lugar, una labor que corresponde a aquello que el autor
denomina la “Teoría de Vossler”, cuya tarea consiste en “descubrir la
presencia y la libre actividad del espíritu como la causa única y definitiva

Lengua, historia y sociedad 69


Emiliano Battista

de todas las formas del lenguaje”, siempre bajo “la norma de que el hecho
lingüístico es puro fenómeno estético” (1918: 71).
Luego, Montolíu releva una objeción frecuentemente realizada contra
la tendencia idealista, en la que, según se denuncia, “se hace imposible
toda metodología en el estudio del lenguaje” (1918: 71).21 Reconoce esa
crítica como procedente de los “profesionales encasillados en las
abstracciones y los profesionalismos de los métodos tradicionales” (1918:
71). Sin embargo, le concede “cierta apariencia de razón” en tanto
“Vossler sostuvo sus ideas en el terreno de la pura teoría o especulación
filosófica” (1918: 72). Frente a ello, en su defensa, argumenta que Vossler
“no destruye” sino que “simplemente corrige los métodos antiguos” (1918:
72). Así, Montolíu indica que, para Vossler,

El sistema idealista de la ciencia del lenguaje se descompone […]


en dos momentos. El primero es el estudio simplemente estético del
lenguaje. El segundo es el estudio histórico del lenguaje, (el mismo
estudio tradicional, con enmiendas). […] En este segundo estudio es
en donde el método positivista tradicional puede trabajar con más
eficacia científica. El primer estudio es estético; considera a la
lengua como creación (Schöpfung). El segundo estudio es histórico,
considera a la lengua como evolución (Entwicklung) (1918: 72).

De esta manera, concluye el autor, el filólogo alemán “no es


únicamente un simple revolucionario”, sino que además, y por sobre
todo, “es un magnífico constructor”; su propia obra demuestra que la
filología “no sólo puede subsistir después de los ataques críticos de
Vossler, sino que de ellos sale dignificada y elevada a una categoría
científica de una trascendencia antes no sospechada” (1918: 73).
Por lo tanto, en la representación del desarrollo de la lingüística que
ofrece Montolíu en este artículo, el recurso historiográfico actúa como un
argumento en favor de la propuesta teórica que pretende difundir, pues
en la superación del estancamiento positivista está la base de la
justificación idealista. En este sentido, la incorporación del paradigma de
la lingüística idealista en el ámbito de la filología hispánica va
acompañada del reconocimiento de que el “feudo del positivismo”
pertenece al pasado de la disciplina.

2.2 “El lenguaje como fenómeno estético” (1926)


Este extenso artículo aparece publicado en 1926 en el Cuaderno 7 del
Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires. En este trabajo,
el autor busca caracterizar el lenguaje como fenómeno estético; para ello,

21 Esta es, de hecho, la posición que, casi una década más tarde, expresará Alonso (1927) en
su primer artículo publicado en la Argentina, “Lingüística espiritualista”.

70 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu

también despliega una representación del desarrollo de la disciplina a


través del recurso historiográfico. Específicamente, su artículo comienza
de la siguiente manera:

Hay verdades científicas que han visto pasar muchos siglos


antes de ser descubiertas. Una de ellas ha sido la de la naturaleza
estética del lenguaje, presentida por Herder, descubierta por
Humboldt, demostrada por Croce, comentada y desarrollada por
Vossler (1926: 201).

Así, Montolíu no solo ofrece una mirada en la que el punto culminante


del devenir de la lingüística como disciplina científica corresponde a su
propuesta teórica –el idealismo lingüístico–, sino que, a su vez, el
recorrido histórico que traza obedece al paulatino descubrimiento y
desarrollo de esta perspectiva. De esta manera, sostiene que la
naturaleza estética del lenguaje es “una verdad tan vieja como el mismo
lenguaje”: “un tesoro enterrado durante largo tiempo bajo el triple estrato
de los escombros endurecidos de tres antiguas edificaciones” con las que
buscaba emparentarse al lenguaje: la lógica, la historia y la psicología
(1926: 201). A continuación, entonces, se encarga de “esbozar la historia
de las tres etapas sucesivas que han precedido a tan interesante
descubrimiento” (1926: 202).
El autor despliega su derrotero histórico desde el siglo XVII hasta
llegar a la época en que escribe, primer cuarto del siglo XX. En este
recorrido pueden relevarse cuatro períodos dentro del desarrollo de la
disciplina: tres correspondientes a las mencionadas “capas de
escombros”, y un último período correspondiente a la perspectiva
idealista.
En primer lugar, presenta el período en el que se ha intentado
identificar a la gramática y el lenguaje con la lógica. Indica que la
gramática lógica estuvo guiada por “el impulso y el ejemplo dados por los
escritores del grupo de Port Royal” y destaca “el impulso dado a los
gramáticos logicistas por la Crítica de la razón pura de Kant” (1926: 202).
Según Montolíu, estas gramáticas constituyen “tentativas” en las que
domina la distinción entre “la lengua universal, correspondiente a la
lógica, y las lenguas históricas, perturbadas por el sentimiento, la
fantasía, o como quiera llamarse al elemento psicológico de la
diferenciación” (1926: 202). Así, encuentra que ciertos autores del período
–como Herder y Humboldt, que darían lugar a “la nueva y definitiva teoría
del lenguaje”– “no consiguieron librarse en sus obras sobre filosofía
lingüística de los viejos prejuicios logicistas de los kantianos” (1926: 202).
De acuerdo con Montolíu, entonces, “el lenguaje no puede tener el ideal
sino en sí mismo, y no hay que buscarlo en un dominio extraño como el

Lengua, historia y sociedad 71


Emiliano Battista

de la lógica” (1926: 205). Concluye, pues, sus observaciones sobre el


período con la siguiente observación:

[…] los dos conceptos “afecto” y “lógica” no se excluyen, sino que


son conceptos parciales y grados diversos en la palabra humana. La
unidad absoluta formada por estos dos aspectos relativos y
complementarios, es precisamente el lenguaje, la facultad individual
del lenguaje. Un temperamento lógico, por riguroso que sea, no se
expresará nunca con absoluta falta de afecto; el artista genial no se
expresará tampoco con absoluta carencia de lógica (1926: 206).

En segundo término, presenta el período en el que se ha buscado la


explicación final de todos los fenómenos lingüísticos en la historia y en la
evolución de las lenguas. Se trata de una doctrina que ha desplazado a la
corriente logicista y que, a principios del siglo XIX, ha conllevado “el
exclusivo predominio de los métodos de la gramática histórica y de la
comparativa” (1926: 207).
En tercera instancia, presenta el período en el que los fenómenos
lingüísticos se interpretan según los aportes de la psicología. El autor
menciona a Wilhelm Maximilian Wundt (1832-1920) como uno de
quienes consideran que “el estudio histórico-evolucionista del lenguaje
tiene necesidad de una fundamentación psicológica” (1926: 207). Del
especialista alemán, Montolíu valora positivamente su Völkerpsychologie
(1900-1920), con la que “combate el exclusivismo evolucionista, que él
califica de historismo, y demuestra que no existe una explicación de las
leyes de la fonética puramente histórica” (1926: 207). Así, Montolíu
encuentra un acierto de parte de Wundt en el estudio del lenguaje y su
devenir, pues con la incorporación de este concepto se practica un
movimiento disciplinar de “retracción a sus causas y a sus motivos”
(1926: 207).
Sin embargo, el autor se muestra desconforme respecto de que las
causas y los motivos se agoten en la pura fundamentación psicológica. A
partir de una perspectiva como la referida en el período, destaca
Montolíu, “las últimas fuentes del conocimiento del lenguaje se
encontrarían, de este modo, fuera de la misma ciencia del lenguaje”: por
un lado, “en la psicología empírica”, y por otro, “en la fisiología y en la
acústica” (1926: 208). Así es cómo, indica Montolíu, “la ciencia del
lenguaje resulta descuartizada”, pues deviene “un dominio neutral y sin
dueño” (1926: 208). Específicamente, observa al respecto:

72 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu

La psicología investiga el espíritu en cuanto es fenómeno


condicionado. La estética y la lógica lo investigan, en cambio, en
cuanto es creador y causa incondicionada. Lo que es condicionado
puede ser explicado por lo incondicionado, y lo relativo, por lo
absoluto; y siendo así, bien puede la psicología apoyarse en la
estética y en la lógica, pero no viceversa. Lo que el estudio estético
del lenguaje nos explica, la psicología únicamente nos lo puede
describir. Pero la descripción no es ni ha sido nunca una ciencia
(1926: 208).

Así es cómo, una vez más, el período inmediatamente precedente al de


su propuesta teórica es rechazado y desacreditado, y caracterizado desde
su perspectiva como perteneciente al pasado de la disciplina. Y, de
acuerdo con Vossler, Montolíu sentencia:

[…] la psicología ejerce en los resultados de la historia del


lenguaje, la misma decisiva influencia que la veleta en la dirección
del viento. La psicología es solamente registro y descripción de los
fenómenos psíquicos, pero nunca investigación de sus causas
(1926: 210).

Por último, su recorrido histórico llega al cuarto período, aquel en el


que "Croce, siguiendo una antigua ruta olvidada, ya medio borrada por
los extraviados secuaces del positivismo, adivinó al fin la orientación que
había de llevar a la solución del problema" (1926: 210). Desde esta
perspectiva, el autor indica que "la ciencia del lenguaje, en cuanto es
reductible a filosofía, no es sino estética", de modo que "filosofía del
lenguaje y filosofía del arte son una misma cosa" (1926: 212).
A continuación, tras exponer de manera “condensada” las “líneas
esenciales de la doctrina de Croce sobre el lenguaje”, examina su
“genealogía”. Pasa revista a la obra de Johann Gottfried von Herder
(1744-1803), Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit (1784-
1791); y de Wilhelm von Humboldt (1767-1835), Über die Verschiedenheit
des menschlichen Sprachbaus (1836). Asegura que este último es quien
desarrolla “de manera magistral los principios teoréticos de los que
partiera Herder para llegar al concepto idealista del lenguaje humano”, y
que en su trabajo “presenta ideas completamente nuevas y originales”, al
tiempo que “abre una nueva línea de investigación y descubre con método
seguro la verdadera naturaleza estética del lenguaje” (1926: 213).
Montolíu, entonces, señala la doctrina de Croce como el principal
antecedente del idealismo lingüístico, y específicamente, indica que el
filósofo italiano “fue el punto de partida de Carlos Vossler para asentar la
verdad de la naturaleza estética del lenguaje en bases técnicas” (1926:
215). Según palabras puntuales de Montolíu,

Lengua, historia y sociedad 73


Emiliano Battista

[Vossler] ha sido el hombre providencial llamado a trasladar la


doctrina de Croce de su esfera puramente teórica al campo mismo
de la técnica filológica. Ha sido el estudioso llamado a demostrar
que la doctrina estética de su maestro podía también mantenerse
firme en el terreno de los métodos y de la investigación especializada
(1926: 215).

Una vez explotado el recurso historiográfico en virtud de la perspectiva


idealista –esto es, una vez trazado este derrotero que encuentra como
punto final de su desarrollo el descubrimiento de la naturaleza estética
del lenguaje–, Montolíu se ocupa de caracterizar su propuesta teórica.
Reconoce como característica del lenguaje una propiedad que, a su
criterio, ya habría puesto de relieve Humboldt: su naturaleza mixta
(estética y lógica) (1926: 226). Y afirma, pues, al respecto: “el lenguaje es
un fenómeno estético como frase, y una actividad lógica en la que se
refleja la facultad de abstracción como palabra” (1926: 226). De esta
manera, el autor no desconoce el legado de la tradición lógica, sino que
encuentra legítima su incorporación analítica al definir el lenguaje como
fenómeno estético; específicamente, concibe “[a]l lenguaje como la forma
estéticamente expresiva de nuestras intuiciones (representada por la
frase) construida con materiales lógicos (nombres, palabras)” (1926: 233-
234). Así, “la misión de la ciencia del lenguaje” es, para Montolíu,
“descubrir la presencia y la libre actividad del espíritu como la única
causa efectiva de todas las formas del lenguaje” (1926: 236). Sin perder
de vista esa misión indica que, de acuerdo con Vossler,

(…) podemos seguir trabajando sin peligro a base de las antiguas


casillas de los métodos tradicionales, mientras no olvidemos que
toda la construcción metodológica es interina y convencional (1926:
238).

Para concluir, entonces, Montolíu rotula a Vossler no como un


“destructor”, sino que, en virtud de la tradición que procura reconstruir a
partir de su argumentación historiográfica, lo percibe como “el
continuador de una escuela idealista de la lingüística, que contaba ya
con ilustres representantes” (1926: 238). Por último, le atribuye el
siguiente mérito:

74 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


La mirada historiográfica de Manuel de Montolíu

Él [Vossler] descubrió la existencia de una gloriosa tradición


idealista en la ciencia del lenguaje, y tomando pie en la doctrina de
Croce, ha remozado maravillosamente el fondo ideológico de la
escuela y ha proporcionado para su defensa las armas más eficaces,
pues las que ha manejado preferentemente son las mismas que ha
encontrado en el arsenal del positivismo filológico, que él conocía
por experiencia (1926: 239).

De tal forma, Montolíu cierra su artículo retomando una discusión


planteada de manera contemporánea a la emergencia de la lingüística
como disciplina científica: el debate epistemológico entre positivismo e
idealismo como perspectivas teóricas opuestas para abordar la reflexión
sobre el lenguaje. En este caso, el autor busca subordinar la metodología
tradicional (de corte positivista) a la interpretación idealista, bajo esta
óptica intenta que sea entendida su visión del lenguaje como fenómeno
estético.

3 Consideraciones finales
Una vez analizados los dos artículos, confirmamos que la mirada
historiográfica que despliega Montolíu es funcional a su propuesta
teórica; en otros términos, que está al servicio del establecimiento de su
propio modelo teórico y de la construcción de una tradición científica en
la cual inscribirlo. Al mismo tiempo, aunque resulte paradójico,
encontramos también que su reconstrucción del pasado obedece a una
concepción acumulativa (positivista) acerca del progreso de la disciplina,
según la cual las diferentes perspectivas pertenecientes a la historia de la
lingüística, por superación o por apropiación de sus postulados, dan
lugar al desarrollo de la visión idealista.
De este modo, consideramos que las intervenciones de Montolíu
actualizan el debate epistemológico entre positivismo e idealismo y
ofrecen una interpretación particular de la discusión. El autor, acordando
con Vossler, no propone descartar los métodos de la filología positivista
sino incorporarlos a la perspectiva idealista y a su concepción del
lenguaje como fenómeno estético. Dicha visión del lenguaje utiliza los
estudios dialectológicos como un insumo metodológico de una nueva
teoría lingüística; esta teoría –que, como hemos señalado, aspira a
reintroducir la dimensión subjetiva en los estudios lingüísticos– es la que
Montolíu intenta difundir en un momento en el que están sentándose las
bases de la lingüística como disciplina académica en el mundo hispánico,
en general, y en la Argentina, en particular.

Lengua, historia y sociedad 75


Capítulo 5
No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina
como conflicto

María López García

En Lauria, Daniela y Mara Glozman, eds. (2013)


Lengua, historia y sociedad.
Aportes desde diversas perspectivas de investigación lingüística.
Mendoza: Editorial FFyL-UNCuyo y SAL. Págs. 77-91.
ISBN 978-950-774-228-6
Disponible en http://www.ffyl.uncu.edu.ar/spip.php?article3830

Resumen
En la Argentina, las políticas lingüísticas implementadas durante casi dos siglos
han transcurrido entre el purismo hispánico y la valorización de las variedades
regionales. Esta polarización se manifestó desde los inicios de la nación en una
lucha entre quienes proponían la regulación peninsular del castellano, y los
defensores de un modelo independentista que pugnaba por la instauración de una
pauta regional. La tensión entre esas dos actitudes es el nodo central de las
representaciones sobre la lengua en la Argentina y debe su existencia,
fundamentalmente, a la puja de diversos sectores de poder que, a la luz de modelo
decimonónico de Estado-nación, hicieron de la lengua un elemento constitutivo de
la identidad nacional. En la actualidad, las representaciones de la lengua con las
cuales se identifican los hablantes evidencian resabios de esa lucha por la
identidad lingüística. Este trabajo interpreta los resultados parciales de una
encuesta diseñada y dirigida por José Luis Moure y Leonor Acuña, investigadores
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El interés
de este estudio está centrado en caracterizar, a través del procesamiento de las
encuestas, las representaciones que los hablantes del Río de la Plata generan
sobre la lengua que hablan, así como determinar los vínculos entre estas
representaciones y los diferentes discursos circulantes sobre la lengua. Nuestra
hipótesis central es que estos discursos asumidos por los hablantes surgieron en
los inicios de la nación argentina, a comienzos del siglo XIX y se han mantenido
durante el siglo XX. En la actualidad, esas representaciones sobre la lengua
nacional se han refundido con las políticas panhispánicas, conservando, no
obstante, sus ideologemas fundantes: la relación conflictiva con las lenguas de
pueblos originarios y las lenguas extranjeras, la dependencia respecto de la
normativa española, y el vínculo entre la educación formal y la corrección.

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


María López García

1 Encuestas sociolingüísticas
Las variedades lingüísticas recortadas en un marco geográfico, así
como las relaciones que tienen entre sí, exceden los fenómenos atinentes
estrictamente al sistema lingüístico y están fuertemente influenciadas por
el valor que les asignan los hablantes. Es decir, las operaciones de
conocimiento, reconocimiento y percepción de una lengua involucran
necesariamente presupuestos e intereses específicos, de manera que las
variedades de la lengua están sujetas a presiones del contexto social que
se manifiestan de diversos modos, algunos de los cuales son
comportamientos lingüísticos. Así, resulta imposible establecer una
distinción categórica entre la descripción de una lengua o una variedad y
el valor social que esta comporta.
Los espacios de anclaje de las representaciones sobre la lengua (o,
como en el caso que tratamos aquí, sobre la variedad) son múltiples, y
muestran en sus discordancias la confluencia de discursos y, en ellos, las
distintas formas de entender los fenómenos lingüísticos alentadas por
diferentes intereses.
En ese sentido las encuestas son un instrumento privilegiado de
acceso a las representaciones que los hablantes tienen sobre la lengua y
sobre las instituciones reguladoras. El cotejo de las respuestas (de la
encuesta que describiremos más abajo) nos permitió comprobar que los
encuestados valoran positivamente ser consultados y se muestran
interesados en dar sus opiniones sobre la lengua que hablan. Este interés
redunda en respuestas comprometidas que dejan ver las áreas de
impacto del fenómeno lingüístico: la educación formal y el “nacionalismo”
lingüístico, entre las más salientes. La falta de reflexión metalingüística
de los hablantes sobre estos temas convierte sus respuestas en reflejos de
discursos circulantes y muestra las aristas de convergencia de ideologías
lingüísticas, en algunos casos contradictorias. Por eso, para encarar el
análisis de este tipo de encuestas es preciso tener en consideración que
los hablantes de la variedad absorben los discursos puestos en
circulación por diferentes agentes, así como las representaciones que les
subyacen. En la mayoría de los casos estos discursos, juicios o ideas de
los hablantes sobre la lengua han surgido de la exposición a canales de
difusión cuyos puntos de vista son muchas veces discordantes, pero
conviven en los hablantes argentinos en una tensión que ya forma parte
de su identidad lingüística.

2 La identidad lingüística argentina como conflicto


Siguiendo a Bourdieu (2000), podemos afirmar que las
representaciones son conjuntos de ideas de naturaleza polémica y
agresiva, puesto que están sometidas a las pujas por el poder simbólico y

78 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto

se constituyen en herramientas y en contexto de lucha ideológica entre


grupos sociales. El conflicto, entonces, es constitutivo de las
representaciones sociales, donde cada parte en la contienda simbólica
tiene alguna forma de expresión. En el caso que nos ocupa, las
representaciones actuales sobre la lengua nacional y sobre la variedad
regional en Buenos Aires están sustentadas por el orgullo lingüístico, por
un lado, y la inseguridad ante un ideal lingüístico tomado como
referencia, por otro; ambas concepciones acompañan las políticas
lingüísticas en Argentina y tienen vigencia en la conciencia de los
hablantes. Entendemos que esa contradicción se explica dilucidando el
conglomerado de sentidos conformado a lo largo de la historia de las
políticas lingüísticas y las prácticas aplicadas sobre la variedad regional.
En Argentina las políticas lingüísticas implementadas (mayormente,
por defecto) han transcurrido entre el purismo hispánico y la valorización
de las variedades regionales. Como señalábamos en la introducción, esta
polarización se manifestó desde los inicios de la nación en el contexto de
una puja entre las instituciones peninsulares y sus sucedáneas, por un
lado, y los defensores de la instauración de un modelo regional de lengua,
por otro. Posiciones que representa(ro)n los modelos de estandarización
monocéntrica y pluricéntrica, respectivamente. En este trabajo veremos
hasta qué punto las representaciones que acuñan los hablantes de la
lengua guardan resabios de esa lucha por la identidad lingüística de la
nación.

3 La encuesta como corpus


El deslizamiento de los conflictos sociales al ámbito lingüístico
muestra que las intervenciones revisten un carácter político y social, y no
quedan al margen de la ideología de las instituciones que ejercen el poder
sobre la lengua. La planificación incide en las representaciones y al
mismo tiempo las considera como parte del valor simbólico portado por la
lengua (o la variedad de la lengua elegida). En ese sentido, las encuestas
constituyen una herramienta insustituible para conformar un panorama
adecuado de las actitudes de los hablantes hacia su lengua. Solo el
conocimiento cabal de estas opiniones (o grado de aceptación/absorción
de discursos provenientes de las distintas instituciones reguladoras)
permitirá diseñar políticas lingüísticas adecuadas a la población y
planificar estrategias de ejecución realistas.

3.1 Corpus de análisis


La encuesta que analizamos en este artículo fue tomada en el año
1996 y es de tipo cara a cara sobre un cuestionario semiestructurado. La
selección de la población se basó en un muestreo aleatorio por

Lengua, historia y sociedad 79


María López García

conglomerados correspondientes a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires


y a cinco municipios del conurbano bonaerense: General Sarmiento,
Vicente López, Florencio Varela, Lanús y Morón; el rango de edad osciló
entre los 20 y los 85 años. El cuestionario está integrado por 60
preguntas que, a los fines de su procesamiento, fueron desdobladas en
160 entradas. Las primeras 27 preguntas procuran obtener información
vinculada con la variable sociocultural (datos sobre el nivel de educación
del entrevistado y de sus padres, profesión y consumos culturales). 22 Las
restantes 33 determinan: la denominación o denominaciones que el
hablante da a su lengua y su justificación, los rasgos que considera
caracterizadores de la corrección e incorrección lingüísticas y de los
grupos a los que su imaginario atribuye el buen y el mal hablar, la
valoración implícita que hace de su dialecto cuando califica otras
variedades diatópicas (entre las que se incluye explícitamente la
peninsular), la identificación de los modelos lingüísticos, la determinación
de sus conductas normativas, y la evaluación comparativa que hace de
las instituciones potencialmente fijadoras de norma. Para nuestro
trabajo, contamos con un total de 388 entrevistas completas. (Cfr. Acuña
y Moure 1999).
Hemos iniciado el procesamiento de las encuestas tomando ejes de
análisis cuyos antecedentes se registran en hitos de la historia de la
lengua en la Argentina. Entendemos que el impacto de estos hitos (o los
discursos circulantes sobre los mismos) en las representaciones de los
hablantes podría llegar hasta nuestros días y que corroborar su presencia
en las encuestas permitirá deshilvanar la configuración de la identidad
lingüística. El análisis rastrea en este caso las representaciones de la
lengua en Buenos Aires a partir de tres preguntas que se analizan a
continuación.

4 Procesamiento de los datos


4.1 “Desconocía que la universidad se preocupara por esos temas”
Entre los datos obtenidos, resultó de interés el hecho de que 244
hablantes manifestaran espontáneamente su sorpresa ante el interés por
estudiar la lengua.
La pregunta 61: “¿Desea hacer algún comentario acerca de los temas
de la encuesta?” suscitó respuestas del tipo: “desconocía que la

22 Las preguntas sobre el nivel educativo alcanzado por el entrevistado y sus padres, así
como las que atienden al consumo de bienes culturales como diarios, revistas y libros apuntan
a construir el universo de pertenencia sociocultural del hablante. La aparición de este tipo de
preguntas en encuestas lingüísticas es novedoso, puesto que usualmente se consulta sobre
acceso a bienes económicos como estrategia para identificar la pertenencia a determinado
segmento sociocultural. La decisión de preguntar sobre las formas de acceso a la cultura
responde al fenómeno del ascenso social por la educación de las clases bajas, que fue posible
en Argentina desde mediados de siglo XX.

80 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto

universidad se preocupe por estos temas”, “me llaman la atención los


temas”, “muy aceptable, necesario, sale de lo común”, “no deseo que sea
utilizada políticamente”, “es muy extraño que se preocupen por este tipo
de encuestas”, “desearía que se transmitan a los colegios los resultados”,
“¿Para qué tantas preguntas?”, entre muchas otras.
Esta sorpresa hace evidente el hecho de que los hablantes no tienen
conocimiento de que la regulación de la lengua (ya sea para modificar o
rectificar su estatus o su corpus; cfr. Cooper 1997) se ejecuta de manera
consciente y no es resultado del ejercicio de fuerzas naturales, es decir,
no es consecuencia directa del mero contacto entre variedades y/o
lenguas distintas.23 Este punto de vista concuerda con la sensación de
peligro que los hablantes manifiestan ante los procesos inmigratorios, la
influencia (potencialmente negativa) de los medios de comunicación y la
inacción de la escuela. Es decir que no ven que estos agentes de cambio
puedan tener intereses (políticos, económicos, etc.) puestos en juego, sino
que interpretan la puja por el poder lingüístico como un libre ejercicio
cuyo control puede atribuirse a distintas instancias como los medios o la
escuela: “en la TV y los diarios deberían expresarse mejor”, “hay que
modificar la forma de hablar a través de los medios”, “sería lindo si se
lograra perfeccionar el idioma”, “interesante en la medida de que se haga
algo”, “desearía que se transmitan a los colegios los resultados”.
Otra interpretación posible de esta sorpresa radica en que el interés
lingüístico estaría para ellos vinculado exclusivamente con lo que
entienden por “corrección”. De ahí que los hablantes se sorprendan de
que la universidad estudie la lengua: si el estudio sobre la lengua se
circunscribe a determinar lo que es correcto y punir lo que es incorrecto,
entonces, basta con que los medios difundan las reglas y los maestros las
controlen.
En el mismo sentido pueden interpretarse las respuestas a la
pregunta sobre quién debería controlar y quién controla la forma de
hablar. Los hablantes, como veremos inmediatamente, le otorgan un
lugar de preeminencia a la educación. Es decir, confían en que el
conocimiento de las reglas (llamadas por los encuestados “gramática” y
asociadas muchas veces al dominio de las reglas ortográficas) protege a la
lengua del cambio, empobrecimiento o deformación. Es decir que la
sujeción de la lengua a ciertos parámetros (establecidos) es un valor
deseable para los hablantes consultados.

23 El hecho de que los hablantes desconozcan la existencia de políticas lingüísticas resulta


un facilitador, precisamente, para las políticas que se apoyan en el anonimato con el fin de
construir el sentido común acerca de las lenguas (cfr. Woolard 2007).

Lengua, historia y sociedad 81


María López García

4.2 Hablar bien24


El ideal lingüístico es una meta fuertemente presente desde las
políticas lingüísticas de la Real Academia Española (en adelante, RAE) y
está expresado en sus instrumentos:

Es por ello la expresión culta formal la que constituye el español


estándar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear,
cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección. [...]
Es, en definitiva, la que configura la norma, el código compartido
que hace posible que hispanohablantes de muy distintas
procedencias se entiendan sin dificultad (DPD: xi, la cursiva es del
original).

El arraigo de este tipo de ideologemas se plasmó recurrentemente en


las respuestas. Los hablantes consideran la existencia de esa lengua ideal
al responder en un 82% “no” a la pregunta 32 “¿Todas las personas
hablan bien?”.25 y 26
Concordantemente con las respuestas sobre las instituciones de
control y qué se considera “hablar mal” (que analizaremos en otra
oportunidad), la educación formal es la razón aducida por un tercio de los
hablantes para determinar el “hablar bien”. Asimismo, los medios de
comunicación, al igual que en otras respuestas, se erigen como patrones
de regulación en tanto que los hablantes señalan que el contacto con los
medios determina el buen hablar. Las respuestas a la pregunta 33:
“¿Quiénes hablan bien?”, se distribuyeron de acuerdo con las siguientes
áreas: Educación, 112 hablantes;27 Medios de comunicación, 44;28

24 El análisis de las preguntas formuladas en la encuesta será foco de otros trabajos. Inquirir
acerca de quién habla bien o mal, o sobre si existen lugares donde se habla mejor o peor
sustenta la representación normativizante (y, eventualmente, monocéntrica) transmitida por la
escuela, afectando el valor de las respuestas obtenidas.
25 Un hablante fue muy elocuente en ese sentido. Su respuesta, antes de poner la cruz en el
casillero negativo entre las opciones de la pregunta 32: “¿Todas las personas hablan bien?”,
fue verbal y enfática: “todas las personas hablan mal”.
26 Desde nuestro punto de vista, la ausencia de referencia normativa local redunda en la
falta de confianza en el desempeño lingüístico que manifiestan los hablantes “legos” de la
región y, fundamentalmente, en el desprestigio de la variedad, eso explica la amplia mayoría de
respuestas que entienden que todos hablan/mos mal.
27 Los números expresados aquí no son porcentajes, sino cantidad de respuestas por área,
puesto que el entrevistado podía incluir hasta tres respuestas distintas en esa pregunta. No se
ponderó el orden que el hablante asignó a las respuestas. En el caso de que el entrevistado
hubiera respondido tres veces lo mismo, se contabilizó como una sola respuesta. Las
categorías, por su parte, agrupan respuestas de acuerdo con el área de procedencia de la
legitimación, como en los siguientes ejemplos: “educación” agrupa respuestas del tipo: “gente
con estudios”, “los que leen”; “medios de comunicación”: “algunos periodistas”, “Mariano
Grondona”; “profesiones”: “los sacerdotes”, “jueces”, “los profesionales”; “geografía”: “los
provincianos”, “gente del campo”; “edad”: “personas mayores”, “los de mediana edad”;
“actitud”: “los que se interesan por hablar bien”, “los respetuosos”.

82 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto

Profesiones, 41; Escritores, 19; Geografía, 17; Edad, 15; Políticos, 11;
Actitud, 6.
La importancia relativa que los hablantes le otorgan a la educación
como forma de acceso al habla correcta se explica en la conformación de
representaciones sobre la constitución de la ciudadanía argentina, en
especial desde fines del siglo XIX. La escuela fue el canal civilizador por
antonomasia en la Argentina del siglo XIX: homologó las prácticas
lingüísticas, transmitió las pautas de comportamiento urbano, moral y
legal, y disciplinó los cuerpos en su circulación por el espacio público y
también en el ámbito familiar.

La escuela no sólo es el ámbito donde va a circular la lengua


oficial sino también el dispositivo institucional que va a permitir, en
una sociedad moderna, unificar las prácticas lingüísticas. Así como
el pueblo de la Nación se construye desde el Estado y se convierte
luego en lo que lo legitima, así la variedad de lengua impuesta desde
la escuela se legitima por ser “el modo que la gente instruida la
habla (Arnoux 1999: 41, las comillas corresponden a la Gramática…
de Andrés Bello).

Tal como señala Arnoux apoyándose en Ramos (Arnoux 1999: 43), la


“gramatización” no solo ofrece una representación de la lengua, sino que
además regula los espacios sociales. En el caso de la lengua nacional,
subordina las marcas de lo popular configurando los estratos sociales a
través de la regulación lingüística. González Stephan lo expone de un
modo crudo: “Es más fácil normar lo que se ha homologado o controlar
conjuntos previamente expurgados de cualquier contaminación étnica,
lingüística, sexual o social.” (González Stephan 1995: 38).
El papel preponderante de la escuela en la formación (lingüística) del
ciudadano es una representación acuñada desde los comienzos de la
nación, implementada hacia fines del XIX y, a pesar de los cambios

28 El papel de los medios de comunicación y los periodistas, locutores, etc. como modelos de
prestigio aparece entre las respuestas en segundo lugar. Los hablantes entienden que las
personas que forman parte de los medios de comunicación masiva son ejemplo del “hablar
bien”. Concretamente, se menciona frecuentemente a Alejandro Dolina, Antonio Carrizo,
Ernesto Sábato, Magdalena Ruiz Guiñazú, Mariano Grondona, entre otros. Puesto que la
encuesta fue hecha hace 16 años, podemos pensar que hoy se nombraría a otros personajes
vigentes, pero es notorio el hecho de que exista en los hablantes la idea de que los medios son
reguladores lingüísticos de hecho.
De esta idea se puede partir para considerar el papel central que desempeñan los medios de
comunicación en la difusión del español neutro y las ideologías lingüísticas que le subyacen.
El ideal de lengua global generado e impuesto por empresas transnacionales de comunicación
y la representación de que los medios operan como reguladores se superponen al
supradialecto ideal al que acuden los hablantes como referencia. Esta penetración mediática y
las planificaciones lingüísticas que toman los medios como eje central se apoyan y alientan
representaciones preexistentes como la que la encuesta deja en evidencia.

Lengua, historia y sociedad 83


María López García

acaecidos en el interior de la institución educativa como en la sociedad


que la alberga, continúa, de acuerdo con lo que muestran las encuestas,
vigente en las representaciones de los hablantes.
Un área de respuestas refuerza las evidencias del valor que se le
otorga a la educación como proveedora del bien hablar. Además, hace
foco sobre un valor legitimante instalado discursivamente: la
preocupación y el interés por la lengua son distintivos de quienes hablan
bien/correctamente. La hemos catalogado como “actitud” (aunque
respondería también a disposición, preocupación o interés) y fue
mencionada por los encuestados tanto para señalar el bien hablar (6
hablantes) como para caracterizar por su falta en el “hablan mal” (15
hablantes).
Esta respuesta es representativa de un punto de vista señalado por
los encargados del control lingüístico y los especialistas:

El buen español, que recreamos cada día, no es sólo el que


responde a los cánones de lo correcto, sino también el que revela
preocupación de claridad y de concisión por respeto a los demás,
ese olvidado respeto a los demás, que es falta de amor, pues —como
bien decía Juan Ramón Jiménez— sólo pensamos cuando amamos.
[…] Escribió Pedro Henríquez Ureña que “nuestros enemigos, [...],
son la falta de esfuerzo y la ausencia de disciplina, hijos de la pereza
y la incultura, o la vida en perpetuo disturbio y mudanza”. Esfuerzo,
respeto, disciplina, en fin, belleza. […] Y aunque todos hablamos un
español igual y, al mismo tiempo, diferente, a veces, creemos que,
para muchas personas, esa mañana no existe por desidia o por
impasibilidad, pues se comunican tristemente mediante despojos
sintácticos y burdas invenciones léxicas. (Zorrilla - Vicepresidenta
de la AAL - 2004: 6).

En la cita se asocia la corrección en la expresión con la corrección en


el comportamiento. Entender la gramática como parámetro de sujeción
moral (un encuestado de 85 años es muy elocuente: “[hablan mal] los
políticos porque mienten”, varias respuestas van en el mismo sentido) es
una representación propia de la escuela instaurada por el estado nación
argentino del siglo XIX que, según la encuesta, pervive en los hablantes.

4.3 Los que hablan mal: el peligro extranjero


Para complementar la información y las interpretaciones expuestas
consideramos la pregunta 35: “¿Quiénes hablan mal?, ¿por qué?”. Esta
pregunta obtuvo una mayoría abrumadora de respuestas vinculadas con
la falta de educación o falta de cultura.29 Los números exactos fueron:
29 Un detalle atendible es que buena parte de los hablantes emplean la tercera persona del
plural para referirse a los que hablan mal.

84 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto

falta de educación formal, 96 hablantes; empleo de malas palabras o


expresiones chabacanas/ordinarias, 37; interferencias lingüísticas, 34;30
desconocimiento de reglas y otros argumentos lingüísticos (“por los tonos,
las pausas, los puntos, las comas”, “porque no se saben las reglas de la
gramática”), 32; defectos de pronunciación (“se comen las eses”) 20; moda
(“la lengua se deforma por la moda, las nuevas palabras”), 19; actitud
(“porque no les interesa, no tienen inquietudes. A veces la formación no
es lo determinante”), 15; influencia de los medios de comunicación, 14;
falta de claridad, 11; pobreza (“los más humildes”, “pertenecen a otra
clase social”), 17.31
La mayoría de las respuestas van en el mismo sentido que las
correspondientes a la pregunta anterior: hablan mal los que no
estudiaron. Pero aparecen nuevas preocupaciones, como las lenguas de
contacto, las otras variedades, o la homogeneidad como garantía de
intercomunicación (que los hablantes expresan como “claridad”,
“comprensión”), todas ellas variables recurrentes en la tópica clásica del
español como lengua común y sus atributos: la pureza y la
homogeneidad. Además, en las respuestas a ambas preguntas se advierte
la preocupación por señalar la falta de adaptación del “otro” a las normas
que regulan la lengua. Estas respuestas anclan nuevamente en viejas
representaciones de la lengua en Argentina. En efecto, la inmigración
como problema es un mojón discursivo básico en la instauración de las
ideologías constituyentes de lo nacional y es, naturalmente, una
preocupación constante de los hablantes argentinos. En las encuestas
confirmamos la existencia del discurso que señala las impurezas como
marca de no acatamiento de la norma social, del error. Hablan/hablamos
mal: “Porque aplicamos regionalismos”, “los extranjeros hablan mal
porque deforman, no pronuncian bien”, “los de las provincias, los de
Bolivia y Paraguay. Cambian las palabras: la problema”.
Lo destacable en el caso de estas encuestas es que evidencian rastros
de las representaciones generadas en las discusiones de los inicios de la

30 Las interferencias lingüísticas (“tienen muchos modismos de otros países como el Centro y
Sudamérica”) fueron mencionadas en tercer lugar de importancia para caracterizar a quienes
hablan mal, pero en segundo, si consideramos las malas palabras o frases ordinarias dentro
del parámetro “acceso a la educación”. Los “pueblos inmigratorios” nombrados
mayoritariamente fueron italiano y paraguayo (también aludido por los encuestados por su
lengua, guaraní).
31 Algunas respuestas a la pregunta 35 apelaron a la condición económica. No obstante su
falta de representatividad (fue aducida por solo 17 encuestados), es destacable porque expresa
la relación entre la lengua y el acceso a determinadas formas de la cultura y de bienes
simbólicos que en la Argentina posterior a los gobiernos de Juan Domingo Perón se hizo
posible para las clases obreras. El ascenso social por la educación continúa funcionando, al
menos discursivamente, en las clases con menos recursos económicos. En Argentina, el acceso
a la educación está garantizado por la gratuidad y es alentado por la obligatoriedad; esta
condición permite asociar el “hablar bien” con fenómenos sociales del tipo “actitud” que
mencionamos arriba.

Lengua, historia y sociedad 85


María López García

nación, recrudecidas desde fines del XIX con el primer aluvión


inmigratorio.32 Durante el período finisecular y hasta después del
Centenario, la literatura, los medios de comunicación, y el discurso
escolar sobre la lengua y la historia confluyeron en la mirada de los
extranjeros como posibles corruptores del orden social (y lingüístico).
Hasta tal punto permearon los discursos sobre el extranjero que en
nuestras encuestas subsisten temores propios de las inmigraciones
pasadas: “[hablan mal] los porteños porque tienen giros propios, muchos
del italiano”, “los europeos que llegaron al país, porque no se adaptan al
idioma”.
La contundente presencia de extranjeros, sumada a la fuerte acción
de la escuela para punir los usos desviados y unificar a la ciudadanía a
partir de la enseñanza de la gramática fortaleció ese temor que, según se
observa en las encuestas actuales que analizamos, resurge ante
movimientos inmigratorios. Así, analizar el fenómeno de la inmigración se
torna central para un acercamiento a las representaciones de la identidad
nacional, en este caso, la identidad lingüística nacional, y las formas en
que se establece discursivamente.

4.4 Variedades geográficas y lenguas de contacto


Este tipo de respuestas suena, además, en consonancia con los
discursos centenarios de la RAE, en cuyo mapa político lingüístico las
variedades americanas seguirían portando el factor de cambio y, por
extensión, de desvío, debido a que estarían bajo el influjo de lenguas de
contacto y de inmigración:

32 La gran afluencia inmigratoria reconfiguró el escenario lingüístico argentino. Entre 1870 y


1930 el ingreso masivo de inmigrantes europeos fue resultado de las decisiones de una elite
que -como estrategia de acercamiento a la modernidad- pretendió europeizar el componente
humano de la incipiente nación. Con la “pureza racial”, se pretendió garantizar el progreso. El
temor de la población ante las consecuencias lingüísticas que podía acarrear la llegada de
inmigrantes estaba justificado. Según consigna Fontanella de Weinberg (1987), la población de
la Ciudad de Buenos Aires en el año 1887 se componía de un 47,4% de argentinos, 32,1% de
italianos, 9,1% de españoles, 4,6% de franceses, y 6,9% de otras nacionalidades. Es decir que
un 52,6% de la población argentina estaba compuesta por inmigrantes y casi la mitad de estos
inmigrantes eran hablantes de lenguas extranjeras. Además, si consideramos el hecho de que
muchos de los ciudadanos que podían ser reconocidos como argentinos eran hijos de
inmigrantes, podemos asumir que el porcentaje de hablantes de lenguas extranjeras era
mayor, es decir que es probable que los números arrojados por ese censo fueran inferiores a la
realidad lingüística de la ciudad.

86 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto

Por la misma razón, se reconocen, cuando existen, las


divergencias entre la norma española y la norma americana, o entre
la norma de un determinado país o conjunto de países y la que rige
en el resto del ámbito hispánico, considerando en pie de igualdad y
plenamente legítimos los diferentes usos regionales, a condición de
que estén generalizados entre los hablantes cultos de su área y no
supongan una ruptura del sistema de la lengua que ponga en riesgo
su unidad. Solo se desaconsejan los particularismos dialectales que
pueden impedir la comprensión mutua (DPD, versión online, consulta
2010, el destacado es nuestro.)

De acuerdo con esta idea, Paffey (2007) afirma que existe el prejuicio
que ve a las variedades americanas del español como impuras debido a la
influencia de las lenguas de inmigración y de sustrato, razón que ampara
la adopción de la variedad peninsular como resguardo de la pureza de la
lengua (lema centenario de la RAE). Quedaría garantizado así el control
por parte de España de la llamada “lengua común”. En efecto, la Nueva
Política Lingüística Panhispánica reconoce solo dos variedades: “No
resulta siempre fácil determinar cuál es la base común, pues a la doble
variedad, española y americana, se añaden los particularismos
regionales.” (Asociación de Academias 2004 NPLP: 9).
En las respuestas de los hablantes se advierten los resabios de estos
discursos. A la pregunta 42: “¿Hay lugares en la Argentina o en otros
países donde se habla peor que aquí?” respondieron “en zonas de
frontera, por el contacto con otra lengua (portuñol, por ejemplo), porque
la lengua está `como sucia´ por causa de otras lenguas”, “los de
Paraguay, porque no se les entiende”, “los de Paraguay, se me hace una
mezcla de idiomas, no es español puro”, “en lugares marginales del
litoral, porque hay mezcla de culturas”, “hablan mal los inmigrantes de
países limítrofes porque a veces hablan otras lenguas como guaraní”,
entre muchos otros ejemplos similares.
Es decir, la actitud frente a las variedades americanas y las lenguas
de contacto sigue, concordantemente, vinculada con la necesidad de
controlar el ingreso de palabras extranjeras y mantener la homogeneidad.
La penetración de este punto de vista aparece en respuestas como: (por
qué hablan mal) “mezclan palabras del guaraní y el español”, “por
bolivianos y paraguayos”, “no tienen nacionalidad”, “interferencias
lingüísticas”, “no utilizan frases propias del lugar”. En ese sentido, las
cuestiones vinculadas con el (des)prestigio asociado con ciertas
variedades, así como el poder adquisitivo como fenómeno relacionado con
la corrección, tallan fuertemente en las representaciones del buen hablar.
Balibar (1991), en su artículo “Etnicidad ficticia y nación ideal”,
sostiene que la memoria colectiva se perpetúa a costa del olvido
individual de los orígenes. En Argentina, este principio refundió (y

Lengua, historia y sociedad 87


María López García

canceló) la respuesta expulsiva hacia la inmigración pasada en la


metáfora del crisol de razas, pero el discurso del crisol no logra contener
la emergencia de nuevas estrategias expulsivas hacia los nuevos
inmigrantes. Esto explicaría que las marcas dialectales peninsulares o
italianas no sean ya percibidas, pero sí las variedades de inmigrantes
peruanos, paraguayos o bolivianos,33 por ejemplo.
El desafío de las nuevas oleadas inmigratorias afecta no solo la
práctica discursiva de los medios de comunicación o la escuela acerca del
nosotros argentino y el otro extranjero que debe adoptar la nueva lengua
y la nueva pauta social, sino que afecta básicamente las representaciones
sobre la lengua a la que se tiende, la lengua que se “desea que sea” (cfr.
Sztrum 1993). La identificación como afirmación de la identidad de un
individuo o un cuerpo social supone un relato histórico, una lengua y
cultura en común, pero también un futuro común en el que esa identidad
devendrá, hacia el que se tiende.34 Esto explica la mirada perspicaz sobre
las intenciones del otro, mirada que subyace a las representaciones del
extranjero. En los hablantes subsiste la duda acerca de la veracidad del
deseo de adaptarse, de manera de participar de la homogeneidad
existente sin afectar su identidad.35 Esta suspicacia se refleja en el temor
de afirmaciones como: “hablan mal porque no les interesa saber las
reglas de la lengua”, “En los barrios sin educación terminan la primaria y
se quedan con eso. Tienen un lenguaje más propio de su lugar.”, “la gente
extranjera no aprende nunca el idioma”. Es decir, la falta de interés en
aprender la lengua redunda en una afectación de la homogeneidad
constitutiva.

4.5 Variedad y violencia


La inmigración también hace visibles las marcas lingüísticas
silenciadas en favor de la construcción de un nosotros y, aún más, hace
visible la coerción fundante de la homogeneidad. La violencia que se
ejerce para la construcción de una identidad común surge, entonces, en

33 En la encuesta (recordemos, tomada en 1996) no aparecen referencias a inmigraciones


actualmente más notorias como la china o coreana, posteriores a las oleadas que aparecen
mencionadas aquí.
34 Adorno (1973: 100) en la conferencia radiofónica “Sobre la pregunta ¿Qué es alemán?”
señala que “gravitan sobre ella [la pregunta] esas definiciones arbitrarias que suponen como
específicamente alemán, no lo que es, sino aquello que subjetivamente se desea. Así, el ideal
cae presa de la idealización.” En el mismo sentido, Sztrum (1993) plantea en su artículo sobre
las actitudes del español de la Argentina en la generación independentista la diferencia entre
la lengua que se es y la lengua que “se desea que sea”.
35 Grimson (2005: 192), a propósito de la “adscripción cultural” de los bolivianos en
Argentina, señala: “hay una sensación de que algo ha quedado atrás. Por eso, Estela afirma
que `las tradiciones que se mantienen son las que se pueden mantener, una fiesta religiosa es
una tradición que se puede mantener porque (…) si vos sos extranjero tenés que hacer algo
que sea aceptado´”.

88 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto

las costuras de la marca lingüística y la “narrativa identitaria” (cfr.


Grimson 2005). En otras palabras, la diferencia funda la identidad, la
relación con un otro delimita el yo/nosotros y demarca “nuestro” “afuera
constitutivo” (Derrida 1981). Tal como veíamos en la pregunta 42 “¿Hay
lugares en la Argentina o en otros países donde se habla peor que aquí?”,
las respuestas evidencian el temor de ser un melting pot y no un crisol de
razas: “en países limítrofes, por la mezcla de idiomas”, “los extranjeros
mezclan las palabras”, “en México, por la mezcla de inglés y castellano”,
“en Paraguay porque hay mezclas con guaraní, hablan dialecto”, “en las
villas, porque se mezclan hablas de distintos países”. Indefectiblemente,
la lealtad al nosotros obliga al yo a sumirse en contradicciones (como
sucede con el proceso de aculturación al que la escuela obliga a las clases
bajas, o a los portadores de marcas regionales), es decir, para adaptar la
lengua propia a la lengua de la nación, la variedad estándar, es preciso
callar las marcas sociales, geográficas, familiares, etc. De este modo el
nosotros anula las fuerzas de constitución histórica del yo y obliga a un
futuro común. En ese sentido, la identificación con un nosotros es
siempre una representación.
Según Penchaszadeh (2009), la sociedad desplaza su violencia
constitutiva hacia el extranjero. Esto haría necesario al otro en tanto
desahogo y unificación del yo, del adentro. El extranjero preserva la
unidad de aquello respecto de lo que se diferencia, y así lo constituye (al
menos, en las representaciones que el “uno”, el “nosotros”, generan de sí
mismos) en un todo homogéneo. Es decir, la “soberanía” lingüística crea
el adentro porque crea el afuera.
El otro, entonces, resulta depositario de una violencia vinculada con lo
arbitrario de esa homogeneidad (la unicidad y la pureza lingüísticas son
resultado de una arbitrariedad que califica rasgos como indeseables para
el “nosotros” y sea preciso reprimirlos). El extranjero pone al argentino, a
los argentinos, en la obligación de decidir qué es lo propio, cuáles son sus
rasgos distintivos, para, desde ahí, expulsar al otro. Pero lo propio es, a
su vez, un ejercicio de violencia sobre ciertas marcas que van a ser
dejadas de lado para la construcción de (y la pertenencia a) determinado
estándar. Esa violencia (ejercida a través de la selección arbitraria de
rasgos) queda latente, soterrada bajo el discurso de la necesidad de
constitución de un yo. Ese sacrificio de los rasgos en función del estándar
entraña violencia.

5 Algunas conclusiones preliminares


Desde hace algunos decenios la globalización comenzó a resignificar el
concepto de lengua (y de identidad) nacional y obligó a pensar las
identidades lingüísticas no como una identidad histórica y definitiva, sino
como un lugar de pertenencia circunstancial, tanto en la vida de los

Lengua, historia y sociedad 89


María López García

hablantes en permanente circulación por los espacios geográficos, como


de la vida de las lenguas. En ese contexto global, la movilidad geográfica
de los individuos los obligó a trasponer frecuentemente fronteras
lingüísticas. Las lenguas comenzaron entonces a pujar por espacios
simbólicos mayores que les permitieran controlar la circulación de rasgos
lingüísticos antes custodiados por los estados-nación a través de la
escuela.
En el caso del español, el discurso sobre el pluralismo proveniente de
los centros de irradiación de norma lingüística, desplegado especialmente
desde la RAE y la Asociación de Academias Americanas, no ha
repercutido en el valor simbólico de las variedades ni ha disminuido el
sentimiento de inferioridad de sus hablantes, tal como demuestran
nuestras encuestas.36 Sin dar lugar a un proceso perdurable que
permitiera dotar de prestigio a las variedades nacionales, las nuevas
alianzas regionales surgidas al calor de los avatares políticos y
económicos obligaron nuevamente a un posicionamiento lingüístico por
fuera de las fronteras de la nación. Paralelamente, las políticas
lingüísticas del español diseñadas por las Academias reforzaron la tópica
de la lengua común aunque, al mismo tiempo, dieron realce a los
discursos sobre el respeto a la diversidad.
Las encuestas reflejan ambos polos discursivos. Por un lado, señalan
el contacto y la diversidad como un problema; la actitud de los hablantes
frente a las variedades y lenguas vecinas sigue vinculada con la
necesidad de controlar el ingreso de palabras extranjeras y mantener la
homogeneidad: “mezclan palabras del guaraní y el español”, “[hablan mal]
por bolivianos y paraguayos”, “no tienen nacionalidad”, “interferencias
lingüísticas”, “no utilizan frases propias del lugar”. Pero también hay
lugar para las formas de la tolerancia. Hablan mal: “[en] lugares con
resabios de culturas precolombinas. Es un castellano particular que no
necesariamente es más pobre, la forma de construir las palabras del
guaraní tiene mucha riqueza e interés”; “no es que hablan mal, es
distinta forma de expresarse”, “hay que entender a los que parece que
hablan mal, porque en realidad conocen otras palabras, acá: boludo, allá:
huevón”. De este modo se valoran positiva o negativamente los dialectos y
al mismo tiempo se invocan discursos de la valoración de las diferencias
como color local en un marco de igualdad transnacional.
En ese sentido la tensión entre los discursos pluralistas y las
representaciones de las variedades/lenguas como más deseadas/menos
deseadas, más correctas/menos correctas resulta funcional a la

36 La postergación de la estandarización de las variedades regionales se remonta a la


conflictiva constitución de la lengua española como factor identitario de la nación argentina,
así como las políticas de estandarización y difusión de la norma implementadas desde
posiciones hispanófilas o directamente desde la Península.

90 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


No sos vos, soy yo: la identidad lingüística argentina como conflicto

instalación de una lengua global capaz de neutralizar las diferencias, o de


excluir a los poseedores de las marcas indeseadas en pos de la igualdad.

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100 D. Lauria y M. Glozman, eds. (2013)


Editoras del volumen

Daniela Lauria

Becaria postdoctoral del CONICET en el


Instituto de Lingüística de la FFyL de la UBA

Jefa de Trabajos Prácticos de Panorama


socio-histórico de las prácticas de lectura y
escritura y de su enseñanza del Departamento
de Humanidades de la UNIPE

danielalauria76@gmail.com

Mara Glozman

Investigadora asistente del CONICET en el


Instituto de Lingüística de la FFyL de la UBA

Jefa de Trabajos Prácticos de Lingüística


General de la FFyL de la UBA

maraglozman@hotmail.com

Volúmenes temáticos de la SAL: serie 2012


ISBN 978-950-774-228-6

El presente volumen está conformado por un conjunto de trabajos que


–desde diferentes perspectivas– pueden ubicarse en la intersección
entre el estudio de cuestiones lingüísticas, elementos históricos y
contextos sociales. En particular, los cinco capítulos reunidos en Lengua,
historia y sociedad. Aportes desde diversas perspectivas de investigación
lingüística analizan aspectos que atañen a las variedades del español en
la Argentina, considerando en sus descripciones dimensiones que
pueden englobarse bajo la idea general de historicidad. En algunos casos,
la historicidad se manifiesta en el enfoque diacrónico; en otros, la
dimensión histórica se expresa en la selección de corpora textuales
situados en contextos específicos –fines del período colonial-principios
del período emancipatorio, fines del siglo xix, primeras décadas del siglo
xx–; otros trabajos incorporan lo histórico como variable para el análisis
explicativo de fenómenos más recientes.

Mendoza, Argentina

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