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DESIERTOS

El desierto es uno de los ambientes geográficos más conocidos y fácilmente identificables


debido a su escasísima vegetación y también debido a la presencia de tierras poco fértiles, ya
sea a través de dunas de arena o tierra seca que no permite ningún tipo de cultivo. El desierto
más conocido del mundo es el desierto de Sahara, que ocupa varios países del norte y centro
de África y que, en términos de extensión, es el más grande. Sin embargo, muchas otras
regiones del planeta son consideradas desérticas y poco apropiadas para el desarrollo de vida
humana, animal o vegetal.

Las principales características del desierto tienen que ver con la calidad de sus suelos y con el
nivel de precipitaciones que estas zonas reciben a lo largo del año. Así, podemos decir que lo
que diferencia de manera evidente a los desiertos del resto de los ecosistemas es que poseen
escasas precipitaciones y por lo tanto sus suelos son áridos o no aptos para el cultivo. Al mismo
tiempo, los desiertos poseen una importante amplitud térmica, lo cual significa que mientras
que las temperaturas suelen ser muy altas durante el día y muy bajas durante la noche. Esto
también suma elementos para hacer de este espacio un lugar poco agradable para la vida
permanente en él.

Debido a estas condiciones, los desiertos se caracterizan por tener muy escasa vegetación así
como también animales que son específicos de esas áreas y que cuentan con elementos
particulares para subsistir. La flora y la fauna desértica son sin embargo muy escasa, entre las
especies animales podemos mencionar diferentes tipos de lagartos, lagartijas, insectos,
alacranes, aves rapaces y camellos. Las plantas típicas de los desiertos son los cactus y las
palmeras así como también pequeños arbustos que no alcanzan demasiada altura y que sirven
principalmente de refugio para los animales desérticos.
RIOS
El término río proviene del latín rius. Se trata de una corriente natural de agua
continua que desemboca en otra similar, en un lago o en el mar. Cuando un río
desemboca en otro, se lo conoce como afluente.

Cada río posee un cierto caudal, que no suele ser constante a lo largo del año. En
los períodos con mayor cantidad de precipitaciones, el caudal aumenta. En
cambio, cuando llueve poco o se experimentan elevadas temperatura, el caudal
desciende e, incluso, en situaciones extremas el río puede secarse.
Un río puede ser: perenne, cuando el curso de agua se encuentra ubicado
en zonas con lluvias abundantes o donde se registra una alimentación freática
suficiente; estacional, cuando está ubicado en regiones donde las estaciones
son muy diferenciadas y el clima es de tipo mediterráneo; transitorio, cuando
está situado en zonas de clima seco o desértico; o alóctono, cuando se
encuentra en una zona árida y sus aguas provienen de otras regiones más
lluviosas.
Otra clasificación posible del río es según su geomorfología.
Un río rectilíneo tiene una sinuosidad baja y cuenta con un único canal. Un
río anastomosado, en cambio, tiene canales múltiples y una gran capacidad de
transporte y sedimentación. Por último, un río meándrico presenta sinuosidad
alta y un canal único.
El río más largo del mundo es el Amazonas, con 6.800 kilómetros de extensión,
seguido directamente por el Nilo, con 6.450 kilómetros.
Acerca de los efluentes

Según la hidrología, un efluente (también denominado distributario) es una


propagación de agua que parte de un río o lago, que puede ser natural o creado
por el ser humano. El punto en el cual ambas corrientes se dividen se
denomina confluencia, y el caudal del efluente es siempre menor que el de
su antecesor. Cuando se trata de un caso que se da en la naturaleza,
mayormente nace en la desembocadura de un río, aunque existen ejemplos de
distributarios que surgen a partir de otros puntos.
Cabe mencionar que es más común el efluente originado por el hombre que el
natural; su objetivo suele ser la disposición del agua de un río lejano a una
civilización, para regar plantaciones o bien para el consumo personal.
Curiosamente, si bien el concepto de distributario se opone al de afluente, puede
darse que un mismo curso cumpla ambas funciones, si del lado contrario a su
nacimiento desemboca en un segundo río.
Algunos de los efluentes más conocidos son:
* el río Atchafalaya, que efluye del Misisipi, en el estado norteamericano de
Luisiana;
* el Teton, que también se encuentra en Estados Unidos, y que da origen a otros
dos distributarios, los cuales finalmente afluyen en el río Henrys Fork;
* el río Casiquiare, que nace del Orinoco alto, y que representa el río más
voluminoso de la tierra que conecta otros dos de gran importancia, como son el
Amazonas y el Orinoco;
* los más importantes efluentes del río Rin, que son el IJssel, el Waal y
el Nederrijn;
* el Tärendö, un distributario sueco que tiene su origen en el río Torne y afluye
en el Kalix;
* los dos únicos efluyentes del río Nilo, o sea, Damieta y Rosetta. Algunos
estudios aseguran que en el pasado llegó a tener siete, y todos han recibido un
nombre propio, a pesar de no existir en la actualidad.
CORDILLERAS

Una compleja evolución ha sido la que ha tenido el término que ahora vamos a
analizar. Su origen etimológico lo encontramos en el latín y concretamente en la
palabra cordellum que era el diminutivo de chorda que puede definirse como
“cuerda”. No obstante, desde ese principio después se ha ido modificando y
adaptando a otras lenguas como el catalán y el castellano.

Una cordillera es una cadena de montañas que están unidas. Estas


sucesiones montañosas se formaron en los límites continentales a partir de la
acumulación de sedimentos, ya que la compresión ejercida por la presión
lateral produjo plegamientos y generó las elevaciones.
La acción del agua, el viento y de otros agentes de erosión fue dando forma a
las cordilleras, creando valles. Este proceso que se desarrolló durante millones
de años tuvo una gran incidencia sobre el clima, ya que las cordilleras actúan
sobre las precipitaciones, cambian la dirección del viento y modifican la
temperatura.
En Sudamérica, la cordillera de los Andes es una de las cadenas
montañosas más importantes. Se formó por el desplazamiento subductivo de
la Placa de Nazca por debajo de la denominada Placa Sudamericana,
cuando se acercaba la finalización del periodo Cretácico tardío. Esta
cordillera, que tiene una altura media de cuatro mil metros y picos que superan
los seis mil, surca territorio argentino, boliviano, chileno, colombiano,
ecuatoriano, peruano y venezolano.
América del Norte cuenta con las Montañas Rocosas (también
denominadas Rocallosas), un sistema montañoso que se prolonga
desde Alaska hasta la región suroeste de los Estados Unidos y que corre de
forma paralela a la costa oeste del continente.
El continente africano tiene en Atlas su cordillera. Esta une Túnez, Argelia y
Marruecos, y tiene una longitud de unos 2.400 kilómetros aproximadamente.
En ella el pico más elevado que existe es el Toubkal, que supera los 1.450 metros
de altura y que se encuentra situado en Marruecos.
Partiendo de ese recorrido que tiene dicho sistema montañoso tendremos que
subrayar el hecho de que está conformado por tres partes claramente
delimitadas: el Atlas Telliano, el Atlas Sahariano y el Atlas Marroquí.
En el caso de Asia podemos determinar que tres son las cordilleras más
importantes que posee:
Himalaya. Tiene el privilegio de ser la cordillera más alta del mundo pues
alcanza los 8.000 metros de altura. No obstante, el pico más elevado del
continente y del planeta es el Everest con 8848 metros. Los países por los que
transcurre este sistema montañoso son India, Nepal, China y Bután.
Cáucaso. A medio camino entre Europa y Asia se encuentra dicha cordillera que
tiene una longitud de 1.200 kilómetros.
Montes Urales. Igual que le sucede al sistema montañoso anterior, este también
está entre los dos mencionados continentes y tiene una extensión de 2.500
kilómetros.
En Europa, los Alpes es una de las cordilleras más relevantes ya que, en sus
alrededores y gracias a la riqueza de las tierras y la presencia de importantes
ríos, se asentaron numerosos pueblos como los celtas, los lombardos y otros.
Otra cordillera destacada es el Pirineo, que se encuentra al norte de
la Península Ibérica y que tiene una extensión de 415 kilómetros entre
el mar Mediterráneo y el mar Cantábrico.

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